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MATERIALES 1

Para una historia social de la razón epistémica


Autores: Cappelletti, A; Díaz de Kóbila, E; Sotolongo Codina, P y Brebbia, R

LA HISTORIA ¿ES EL PASADO?1


Roberto Luis Brebbia
Psicólogo Clínico. Profesor asociado en la
Cátedra de Epistemología – Fac. Psic. UNR

Cuando hablamos de la Historia, pensamos habitualmente que se trata de un concepto


que por su simplicidad y su fuerte evidencia, no requiere explicitación alguna: una vieja
herencia cultural nos dice que la historia es el pasado,… un pretérito, algo ya
transcurrido, algo invariante, algo definitivamente muerto. Depositada a la manera de un
sedimento arqueológico de milenios que acumulativamente fue precipitado, la historia
se encontraría formando la base de nuestro suelo presente, conduciendo a él y no
constituyendo por ende ningún obstáculo para transitar dicha superficie.
Contrariando en parte esta evidencia, cobra cuerpo otra según la cual el pasado se
halla perimido y obsoleto, y, en consecuencia la historia es lo que ya no sirve.
Lo nuevo es cualitativamente mejor; lo pasado no ha sobrevivido a la lucha de las
ideas presentes, ha muerto por debilidad argumentativa, pues “toda anterioridad
cronológica es una deficiencia lógica”. La historia ya no es sólo el camino que conduce
al presente, sino un camino superado.
Existe una causalidad implícita en el anudamiento del pasado y el presente, la
secuencia cronológica conlleva un ordenamiento lógico, el pasado es un antecedente y
el presente es un lógico consecuente, el pasado está grávido de presente, de ahí que
aquel sea visto también como una estrella que por su enorme densidad hace orbitar a
éste alrededor de un núcleo significativo que no sólo explica lo anterior sino que además
lo desarrolla y perfecciona.
Pero, al mismo tiempo, ya que el pasado es causa y el presente efecto, el presente es
siempre una superficie amenazada de ser tragada por un pasado que cada vez adquiere
más espeso, que va tomando cuerpo substancial, ese pasado en bloque, monolítico,
broquelando un movimiento explicativo que va signando todo el recorrido.
De esta forma se gesta una concepción continuista de la historia, en donde la teoría
atómica de Demócrito, por ejemplo, es el antecedente, la semilla que crece, se desarrolla
y madura en el gran árbol que es la física atómica de hoy; y la historia se define como
una larga cadena sólidamente unida, que eslabón tras eslabón, sin discontinuidades,
llega hasta nuestros días.
La superación del pasado es su realización.
Es la “historia oficial”, hecha de vestigios positivistas y evolucionistas en donde el
pretérito es el primer paso de un hombre que, de época en época, crece y depura sus
errores hasta llegar a nuestro presente, sin discontinuidades, sin rupturas.
¿Y si a través de una inversión audaz pensamos que el presente construye al pasado?
¿Si la historia dejara de ser el museo de los errores del pasado y se convirtiera en una
realidad y una tarea del presente?

1
Primer capítulo del libro Materiales 1 – digitalizado por cátedra Historia Epistemológica de la
Psicología (UCP) - 2009

UNR Editora – Rosario (1995) 1


MATERIALES 1
Para una historia social de la razón epistémica
Autores: Cappelletti, A; Díaz de Kóbila, E; Sotolongo Codina, P y Brebbia, R

Quizás desaparecerían en este caso los gestos de fastidio que suelen acompañar la
tarea de remitirse a la historia, sin motivación ante algo que se siente y piensa tan
ineficaz como muerto, o al menos superado, Y cuyo estudio estéril, erudito y
enciclopédico, parece solamente orientado al cultivo de una “cultura general” sin
funcionalidad en el horizonte del presente.
Pero si la historia se caracteriza porque “nada cambia más de prisa que el inmutable
pasado”, dejaríamos de recorres una autopista tediosa, y nos veríamos conducidos por
senderos que nunca sabríamos de antemano hacia donde conducen. La historia ya no
sería visión retrospectiva sino construcción.
Para la concepción clásica se trataba de recorrer el pasado viendo con objetividad sus
vestigios, sus testimonios, sus sobrevivencias, las que transitan frente a un sujeto
observador que capta fidedignamente, un sujeto pasivo que las registra, casi en el
sentido fotográfico, sin detenerse a evaluar las estructuras implícitas que posibilitan el
registro.
La observación es, desde ese lugar, una mirada sobre lo aparente y eso aparente es
precisamente el denso nudo ideológico desde el cual se observa.
Pero si el investigador no recorre sino que re-construye el pasado ya no es un viajero
de viejos caminos sino una especie de arqueólogo que, metafóricamente, junta
fragmentos dispersos de una vasija y al armarlos reconstruye, sobre una base teórica, la
unidad perdida.
Y esa construcción se hallaría vehiculizada por tantas preguntas como el investigador
formule desde su presente, por tantos fragmentos como disponga y por el lenguaje que
les haga hablar.
El presente adquiere ahora adquiere prioridad epistemológica sobre el pasado.
En sus preguntas se encuentran las motivaciones para interrogar al pasado. Y en sus
polémicas se encuentran las claves para comprender las formas en que algunos teóricos
revolucionarios se han relacionado con el pasado y la historia.
El examen del presente del saber en los tiempos de Freud puede dimensionar de
manera más comprensiva su terrible soledad teórica cuando, intuyendo en su práctica
clínica un descubrimiento inédito, sin más diálogo que con el fantástico Fliess, se viera
necesitado de recurrir al más remoto pasado para argumentar contra las concepciones de
la moderna medicina que imperaba en los finales del siglo XIX.
En los tiempos que Freud ingresa a la universidad, las teorías de moda sobre el
fenómeno del soñar eran fisiologistas, siendo considerado el sueño como un residuo del
funcionamiento cerebral, algo así como una excreción del órgano cerebral, de ahí su
necesidad de volver a la antigüedad para evaluar si entonces se había hablado, al menos
en forma parecida, el lenguaje que él comenzaba a balbucear y si podía, en
consecuencia, autorizarse en ella.
Entonces, ante esa necesidad de interrogar activamente el pasado son reconocidas
viejas cicatrices ya irrelevantes para el tejido social, como ser la interpretación bíblica
que realiza José del sueño del Faraón respecto al futuro de Egipto, y en razón de esa
tradición tan antigua va encontrando indicios del método del descifrado, una de las
modalidades interpretativas de los sueños. Y sabemos por boca del propio autor que
“…me vi llevado a admitir que estamos frente a uno de esos casos, no raros, en que una
creencia popular antiquísima, mantenida con tenacidad, parece aproximarse más a la
verdad de las cosas que el juicio de la ciencia que hoy tiene valimiento…”

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MATERIALES 1
Para una historia social de la razón epistémica
Autores: Cappelletti, A; Díaz de Kóbila, E; Sotolongo Codina, P y Brebbia, R

La historia, entonces, ya no es recorrido sino construcción. Ya no es tampoco el


desecho o lo superado, sino el lugar donde se fractura la continuidad histórica en
búsqueda de legitimaciones.
De ahí, que más que resaltar la historia como substancia, como cosa hecha, podamos
hablar de la tarea de historiar que correspondería a la acción de ir al pasado, como diría
Bachelard, desde las certidumbres del presente.
El pasado de la psicología no sería entonces una crónica prolija y y obsesiva de todos
los hechos que tuvieron que ver con la psicología, sino una tarea a realizar desde
nuestras preguntas actuales.
La historización o la acción de historiar, implicaría un diálogo, una dialéctica entre el
pasado y el presente en el que las “verdades” o las preguntas presentes darían sentido al
pasado.
Y como estas verdades-preguntas varían según los tiempos y las diversas disciplinas,
la historia nunca es única, sino múltiple y plural.
Ahora bien, si metodológicamente la historia no es recorrido sino preguntas e
interrogación: ¿de qué “material” se halla formada?
¿Cuál es su “contenido” o “substancia”?
Para la historia en singular, la historia “dada” son los “hechos”, son los datos de la
realidad que se pueden comprobar, verificar; como lo indica el participio pasado: “un
hecho”, ya fue, es inmodificable, no es un proceso en el tiempo sino una huella de lo
transcurrido, es decir, cristalización del pasado. La historia es entonces una sucesión de
hechos hilvanados en un continuo cronológico.
Pero hoy sabemos que esa concepción empirista del hecho no puede mantenerse y que
desde una metodología activa, “el hecho es lo que se hace”. Como señala Piaget, el
hecho es una respuesta a una pregunta, una pregunta que surge de un campo teórico
específico, que orienta la selectividad del hecho y le imprime su “marca de fábrica”.
Si un historiador parte del innatismo seguramente se detendrá en Descartes, mientras
que otros, desde otros puntos de vista, no creerán relevante mencionarlo.
La selectividad del “hecho” orienta, junto al método, el ordenamiento fenoménico del
universo histórico.
El hecho, entonces, se ve despojado de su carácter natural, perceptivo, concreto,
positivo, para ser consecuente de una cierta lectura que se realiza desde otros textos, no
desde la realidad.
Como pensamos que la historia es construcción, historia presente que construye sus
hechos y que hay tantas historias como preguntas haya, nos hemos propuesto reunir
aquí algunos MATERIALES para una historia de la razón epistémica.
No se trata, por lo tanto, de una historia, sino de materiales para una historia. No se
trata de hechos del pasado sino de construcciones que han respondido básicamente a dos
preguntas fundamentales: La pregunta por los lazos que ligan la razón a la vida social, a
sus intereses, ideales, conflictos y luchas; y la pregunta por su “voluntad de verdad”, la
que conduce a querer superar la superstición, el mito o el error para devenir científica.

Rosario, 20 de Diciembre de 1984.

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Para una historia social de la razón epistémica
Autores: Cappelletti, A; Díaz de Kóbila, E; Sotolongo Codina, P y Brebbia, R

Bibliografía:
Además de las citas expresas de Bachelard y Freud.

- Lucía Rossi de Cerviño y Luis Felipe García de Onrubia: “Para una Historia de la
Psicología” – Editorial Lugar.

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