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Los conceptos de Educación Especial han sufrido un cambio radical en los últimos tiempos
como resultado de que han sido revisados y reformulados. Cuando se está enfrente de
personas con requerimientos especiales, es pertinente plantearse dos preguntas
fundamentales: (a) por qué ciertos individuos tienen algunas dificultades y (b) cuáles son
nuestros propios conocimientos, actitudes, valores y percepciones acerca de la educación
especial y de los sujetos que la necesitan.
La primera profesión que puso su atención sobre los niños especiales fue la de la medicina
en los siglos XIX y principios del XX, ésta se centraba en aquellas características que le
ayudaban a diagnosticar la condición y a establecer el tratamiento. Poca atención se ponía
hacía el ambiente circundante, la familia, la cultura y sus influencias hacia los niños. Si el
niño era ciego, sordo o retrasado mental, se aceptaba que esa condición existía totalmente
en el niño, y el problema básico era el de encontrar los medios a través de los cuales la
condición se superara y se ayudara al niño a adaptarse al mundo circundante.
Más allá de la familia están otros ambientes que interactúan con el niño discapacitado: la
escuela, el vecindario, y la sociedad más amplia. Bartoli (1990) señala que sería
conveniente que el trabajo que se realice en el campo de la Educación Especial, tenga una
amplia visión ecológica de la escuela, la familia, la comunidad y los factores culturales. Por
visión ecológica entiende un contexto más amplio de interacciones e interconexiones de las
diversas partes con el todo.
a) Deficiencia Mental.
b) Problemas de Lenguaje.
c) Problemas de Aprendizaje.
d) Problemas Auditivos.
e) Problemas Visuales.
f) Problemas Físicos.
g) Problemas Emocionales.
h) Personas Sobresalientes.
i) Múltiple Invalidez.
En la actualidad se indica que aproximadamente del 11 al 12% de una población puede ser
considerada como con requerimientos especiales y si se añade de un 3 a un 5% de personas
sobresalientes, este porcentaje se elevaría aproximadamente del 14 al 17% (Taylor y
Sternberg, 1989).
Estos porcentajes dan idea de la magnitud del problema, ya que cuando éstos se
transforman en cifras poblacionales se tiene que, por ejemplo en México, si se tomara como
base una población general de 92 millones, tal como fue señalado recientemente por el
INEGI, esto implicaría que requieren de servicios de educación especial de 11 a 15 millones
de personas aproximadamente.
Sin embargo vale la pena resaltar que aún cuando se tengan estas cifras, son varios los
elementos que impiden el poder tener estadística precisa respecto a los porcentajes
incluidos en cada una de las citadas categorías. Uno de ellos está relacionado con la
dificultad importante que existe para poder determinar el número de personas que en una
población pueden ser consideradas con necesidades de educación especial, ya que de ello
dependería la asignación de los recursos tanto físicos como materiales que se requieren para
brindar la atención debida.
Taylor y Sternberg (1989) indican que ésto es una tarea difícil por la naturaleza subjetiva
de muchas de las definiciones de las categorías. Estos autores señalan que muchas de ellas
están sujetas a una interpretación subjetiva y que por consiguiente se utilizan diferentes
criterios y procedimientos de evaluación-intervención. Incluso, las características de
individuos con necesidades especiales que caen en una misma categoría pueden ser
diferentes, mientras que en otras ocasiones, las características y necesidades educativas de
individuos de categorías distintas, pueden ser similares. Por esta razón no es del todo claro
quién va a ser considerado como una persona con necesidades especiales y a qué tipo de
categoría se le va a asignar.
Otro aspecto que lleva a confusión en cuanto a determinar el número de personas con
necesidades especiales, es el referente a la terminología. Generalmente se utilizan dos
términos: INCIDENCIA que se refiere al número de individuos que se incluye en una
categoría durante un periodo de tiempo, el cual puede variar. Un ejemplo de ello se tiene
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cuando se considera únicamente a las personas que caen en una determinada categoría de 5
a 10 años de edad. Y el de PREVALENCIA que se refiere al número total de individuos
que están en una categoría dada en un momento particular, es decir, se tomará a todos los
individuos que en una población pertenecen a una categoría específica, por lo que se habla
en términos del porcentaje total de la población. Esto es por ejemplo cuando se dice que el
4% del 11% de personas con necesidades especiales, presentan problemas de aprendizaje
(Taylor y Sternberg, 1989).
Ahora bien, ¿por qué existe en particular la necesidad de contar con una definición de la
categoría problemas de aprendizaje?
Como una base que podría dar pauta a la respuesta de esta pregunta, se tiene el testimonio
de T. Rogers (1991), quien tuvo importantes problemas de aprendizaje en su infancia y
quien señala lo siguiente: "la palabra Dislexia 1(1) significa muchas cosas diferentes para
diferentes personas. Para la mayor parte de la gente el término se refiere a un amigo o
colega que invierte ciertas letras y números cuando escribe, o que es lento al hablar. Para
los niños en edad escolar un compañero con dislexia es diferente, es un tonto y a menudo
es relegado. Aún actualmente los maestros tienen su lista de términos: es de lento
aprendizaje, es poco atento, es un soñador, no puede manejar el lenguaje, pero, con un
adecuado entrenamiento vocacional podrá todavía tener una vida productiva" (p. 121).
Para Rogers, la situación se complica porque existen casi 30 síntomas académicos, de entre
los que cabe mencionar: escritura pobre, inhabilidad para deletrear, dificultad para definir
palabras, torpeza en la autoexpresión y con tendencia a buscar a tientas las palabras,
retención pobre del material estudiado, pasividad en la clase, dificultad para distinguir lo
esencial de lo trivial. A los que se añade un gran número de síntomas conductuales tales
como: inmadurez social, llanto frecuente, coordinación pobre, tendencia a divagar. Ninguno
de todos estos aspectos aparece en una combinación predecible, "es este rompecabezas
respecto a los síntomas descritos lo que hace difícil el diagnóstico aunado al hecho de que
ellos varían de persona a persona" (p. 121).
limítrofes tales como retardo mental leve, problemas emocionales o un bajo rendimiento
académico general (Keogh, 1990).
La comprensión de los problemas de aprendizaje, está además limitada por las confusiones
de las influencias sociales, culturales o económicas sobre el rendimiento y el logro, así
como por una multitud de prácticas pedagógicas o de rehabilitación. A lo que pueden
añadirse los factores socio-políticos responsables de ciertos tipos de decisiones que no
siempre están basadas en evidencia científica.
En cuanto a los aspectos particulares de incidencia y prevalencia, Keogh (1990) hace notar
que no es de sorprender que la prevalencia se incremente anualmente, lo que se debe a que
hay alumnos que en el momento de ser identificados se añaden a los que ya están recibiendo
atención. De esta manera, hay un desequilibrio entre el número de programas y el número
de alumnos que los requieren. Como consecuencia, el número de estudiantes identificados
con problemas de aprendizaje se incrementa. Es importante también reconocer que la
noción de problemas de aprendizaje se ha extendido a poblaciones jóvenes y adultas, lo que
aumenta el número de casos; además de que las técnicas de evaluación y los programas de
detección se utilizan más ampliamente. Keogh (1990) enfatiza el hecho de que tanto la
prevalencia como la incidencia de este tipo de problemas, tiende a aumentar dada la falta de
una definición operacional consensual para su identificación y de las aún débiles uniones
entre condición e intervención.
De aquí que, uno de los principales intentos que tanto los especialistas de esta área como
diferentes comités de diversas entidades de carácter profesional, educativo, gubernamental
o de padres de familia han tenido es precisamente, la de establecer definiciones funcionales
acerca del significado de la categoría problemas de aprendizaje (Myers y Hammill, 1983).
Hammill (1990) señala que es importante tener dos tipos de definiciones, la conceptual y la
operacional. La primera describe a nivel de la teoría un concepto dado, mientras que la
segunda, derivada de la definición conceptual es la que podrá ser utilizada para identificar
situaciones particulares.
a) Proveerá las bases sólidas para generar teorías, formular hipótesis, clasificar
desórdenes, seleccionar sujetos y establecer formas de comunicación.
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Ahora bien, en una categoría como lo es la de problemas de aprendizaje esta tarea es difícil,
ya que es considerada como confusa por la heterogeneidad que hay en ella. El reto es
realizar aquella investigación que permita lograr una introspección acerca de la naturaleza
de los problemas de aprendizaje, para poder diferenciarlos de manera más precisa de otro
tipo de categorías de educación especial (Harris, 1988; Keogh, 1990)
Wiederholt (1974, cit. en Myers y Hammill, 1983), divide a la historia del estudio de las
dificultades de aprendizaje en tres fases: la fase de fundamentos (1800-1940), la de
transición (1940-1963) y la de integración (a partir de 1963).
Algunos de estos investigadores fueron por ejemplo, Hinshelwood (1917) quien fue el
primero en hablar de deficiencia cerebral congénita como la responsable de que los niños
presentasen problemas en la adquisición de la lectura. Otro autor fue Orton, quien objetó a
Hinshelwood y por su parte formuló la tesis de que la dislexia estaba determinada por la
existencia de una dominancia cerebral poco definida (Myers y Hammill; 1983, Gearheart,
1987).
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Goldstein (1927) estableció que una lesión cerebral no sólo causaba un daño específico sino
que afectaba otras áreas. El observó que los adultos que habían sufrido una lesión cerebral,
desarrollaban con frecuencia ciertos comportamientos adicionales a los que les llamó
"reacciones catastróficas". Strauss y Werner (1933) traspolaron este tipo de conceptos
referidos a adultos hacia los niños retrasados que presentaban lesión cerebral, y
establecieron lo que se conoce como el síndrome de Strauss, que se observa cuando un niño
que supuestamente presenta una lesión cerebral, manifiesta problemas perceptivos y de
distractibilidad, desinhibición, perseverancia, etc. (Myers y Hammill, 1983, Gearheart,
1987).
Desde entonces, se han creado otras asociaciones o comités, de caracteres diversos tales
como profesionales, educativos, gubernamentales o de padres de familia y cuyos principales
intentos han estado orientados precisamente a establecer definiciones funcionales acerca del
significado de la categoría de problemas de aprendizaje, con el fin de llegar a acuerdos
respecto a procedimientos de evaluación e intervención, investigación, búsqueda de
financiamiento, aspectos legales, etc. (Hammill, 1990).
A nivel de las definiciones tanto de tipo conceptual como operacional el debate está
presente desde que esta categoría como tal aparece en la literatura de educación especial en
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1962. A fin de ilustrar la problemática que en este sentido se ha tenido, se revisarán algunas
definiciones que históricamente han jugado un papel importante en el diagnóstico,
evaluación e intervención respecto a este tipo de problema.
Samuel Kirk en 1962, señaló que un problema de aprendizaje se refiere al retardo, desorden
o desarrollo tardío de uno o más de los procesos referentes a: habla, lenguaje, lectura,
escritura, aritmética u otras materias escolares. Y que resultan de una incapacidad
psicológica causada posiblemente por una disfunción cerebral mínima y/o por un disturbio
emocional. Estos problemas no son originados por retardo mental, deprivación sensorial, o
por factores culturales o instruccionales (Hammill, 1990).
En 1969, aparece una definición propuesta por Kass y Myklebust, quienes intentan resolver
algunos de los problemas que se presentaban con la definición anterior, introduciendo por
ejemplo lo referente a procedimientos de diagnóstico y educación especial. De esta manera,
estos autores indicaron como aspectos importantes de la definición los siguientes:
De esta manera, a partir de la década de los sesentas en las definiciones propuestas, pueden
encontrarse conceptos que han sido y siguen siendo objetos de debate, en primer lugar se
introduce el concepto de discrepancia entre la habilidad y el logro y en segundo lugar no
se plantea la disfunción del sistema nervioso central como causa de tal tipo de problemas,
sino como algo que puede acompañarlos o no. Este último aspecto continua estando en
discusión tal como ha sido señalado recientemente por autores como Taylor y Sternberg
(1989). Swanson (1988), señala por ejemplo, que la liga entre la neuropsicología y la
cognición es mencionada en las definiciones de problemas de aprendizaje en las que se
incluye la consideración de que tales problemas son intrínsecos al individuo, por lo que se
presume que se deben a una disfunción del sistema nervioso central. Sin embargo para este
autor es conveniente que se sigan buscando indicios que realmente sean útiles tanto a
psicólogos como a educadores.
Otros aspectos de las definiciones de esta década son los que se refieren a la introducción
de los procedimientos de diagnóstico e intervención así como a que tampoco es
considerada como causa de las dificultades de aprendizaje la referente a los disturbios
emocionales.
Una limitación importante de esta definición radica en el hecho de reducir los problemas de
aprendizaje a la inhabilidad en los procesos perceptuales y plantear a estos últimos como
básicos en el logro académico. De hecho, cabe indicar que esta concepción ha sido
ampliamente cuestionada, Tarver y Ellsworth (1981) enfatizan por ejemplo, que el mayor
problema de los lectores deficientes no es la falta de discriminación perceptual de las
unidades fonológicas sino, el desconocimiento de la segmentación fonética.
Las críticas al uso de fórmulas a través de las cuales se detectaría ese 50% no se hicieron
esperar, ya que se puso en tela de juicio el uso de las técnicas psicométricas con las que se
harían las mediciones, mismas que se sabe presentan una serie de dificultades respecto a
índices de validez, estandarización, normas, etc. y en las que individuos marginados sin
problemas de aprendizaje podrían evidentemente aparecer como si los tuvieran.
Si se analiza esta definición se observa que siguió sin resolver el problema, ya que no
planteaba criterios a través de los cuales pudieran ser identificados operativamente los niños
que tenían este tipo de dificultades.
De hecho varios autores han realizado revisiones en torno a estas definiciones con el objeto
de señalar los elementos comunes en ellas. Por ejemplo Siegel y Gold (1982) encontraron
que la mayoría de la definiciones contenían cuatro elementos comunes:
Esto dió lugar a una noción de niños con problemas de aprendizaje cuyo bajo rendimiento
escolar era debido a déficit en uno o más de los procesos psicológicos, y cuya base era
neurológica.
En la década de los ochenta, aparecen nuevas definiciones que como se verá añaden
algunos elementos a las anteriores pero no logran separarse de los lineamientos establecidos
desde 1962.
Así se tiene que en 1986, la Asociación Americana de Problemas de Aprendizaje señala que
los problemas específicos de aprendizaje se refieren a una condición crónica de un supuesto
origen neurológico, el cual interfiere selectivamente con el desarrollo, la integración y/o
demostración de las habilidades verbales y/o no verbales. Los problemas específicos de
aprendizaje existen como una condición de incapacidad distinta y varían en sus
manifestaciones y en el grado de severidad. Durante la vida esta condición puede afectar la
autoestima, la educación, la vocación, la socialización y/o las actividades de la vida diaria
(Hammill, 1990).
Hammill (1990) señala que esta definición es la más utilizada y mejora las anteriores en los
siguientes aspectos:
Una revisión más amplia fue la realizada por Mercer, Hughes y Mercer (1985), quienes
analizaron las definiciones de Problemas de Aprendizaje en términos de los componentes
discutidos con más frecuencia en la literatura: rango de inteligencia, déficit de procesos,
logro académico, cláusula de exclusión, daño neurológico, discrepancia logro-potencial.
Sus principales hallazgos fueron que las definiciones eran muy similares, en ellas se
observaba un incremento en la consideración de los déficits en los procesos y una
disminución en tomar en cuenta las bases neurológicas. Entonces ¿cuáles son los criterios
que se requieren para identificar a quienes tienen problemas de aprendizaje?. El criterio
principal parece ser el bajo logro académico, el cual es incluido tanto en la definición como
en la identificación. Otro requisito que parece mantenerse es el que hace referencia a la
discrepancia entre el nivel de ejecución actual y el potencial estimado.
La propuesta de estas tres instancias, recomienda la utilización de los siguientes criterios (lo
que, añaden o modifican, se presenta en itálicas):
(2) En el caso de estudiantes que están por debajo del tercer grado: el
equipo puede determinar que el estudiante presenta una ejecución
inesperadamente pobre en una o más de las siguientes áreas:
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Ahora bien, es importante mencionar que aún cuando se establezcan diversas definiciones
operacionales, éstas pueden conducir a la identificación de poblaciones diferentes de niños
catalogados con problemas de aprendizaje. Este problema fue estudiado por Epps,
Ysseldyke y Algozzine (1985), quienes evaluaron a una muestra de 48 estudiantes con
Problemas de Aprendizaje y 24 sin ellos. Dichos autores no encontraron diferencias
significativas en las comparaciones de las dos muestras. Por su parte, Shepard y Smith
(1983) analizaron una muestra al azar de 790 estudiantes con problemas de aprendizaje en
Colorado, encontrando que sólo el 42.66 % concordaban con la definición de problemas de
aprendizaje establecida.
Esto refuerza la idea de que no hay un conjunto único de características que definan a este
grupo particular. Los teóricos del campo de los Problemas de Aprendizaje sugieren una lista
de características y señalan que los individuos que se ubican en esta categoría pueden
exhibir sólo algunas de ellas, como queda claramente reflejado en la última definición
propuesta por las diversas instancias. Sin embargo, este grupo heterogéneo tiene una
característica común: es referido por los maestros de educación regular, quienes lo que
reportan es el bajo rendimiento académico.