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2 Gustavo Ossorio / Obra completa

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1912-1949
Gustavo Ossorio

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4 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Gustavo Ossorio
ssorioO

O b ra
com pl et

Edición, recopilación e investigación


Juan Manuel Silva y Javier Abarca

B e u v e d r á i s

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6 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Í ndice

¿P or qué leer a G u stavo O ssorio S antiagos ? 15


por Juan Manuel Silva Barandica
Bibliografía de “¿P or qué leer a G ustavo O ssorio S antiagos ?” 21

G u stavo O sorio : posible poé tica 23


por Javier Abarca Medel

O b r a c o m p l e ta
Po é t i c a 28
• P r e s e n c i a y m e m o r i a 19 41 33
P ró l o go ( Ro s a m e l d e l Va l l e) 35
Presencia numerosa 37
Permanencia nocturna 38
Distante unidad 39
Como a crecimiento es transcurso o fin 40
Resumen de ausencia 35
Emigración al presente 25
Espacio de los ojos 25
Círculo y destrucción 25
Propósito 25
Ocupación del mundo 25
Implacable nombre 25
Invitaciones 25
Germen de voz 25
Contribución a recordar 25
Vértigo o viaje 25
Aire accesible 25
Llave encendida 25
Convocación al ser 25
El espacio puro para resplandecer 25
Sobrevida 25
Presencia y memoria 25
Voz sin término 25
Llegada 74
Voluntad circundada 75

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• E l s e n t i d o s o m b r í o 19 4 8 25
E l se n t id o so m b r ío d e G u s t avo O s so r i o 27
Helada voz
Hoy, sólo hoy
Naufragio lento
Advenimiento
Seducciones
Entraña
Muer te encencida
Celebración ocult a
Vent ana abrasada
El cimiento interior
El sentido revelado
El tiempo inseguro
El sentido sombrío 
El huésped y el fuego  
L a jornada perdida
L a sombra desat ada 
i
ii
Sumisión al orden oscuro 
Violent a espera
Regreso a la imagen señalada
Prolongación del abismo que arde 
El día prohibido
Restitución invisible 
El hábito 
L a presencia abatida 
Del apagado amanecer 
L a mano lejana
*
Levanto de mí la pasión……
Y ando, semejante a la sangre pura…
Semejante a una luz para servir al sueño…
A un lado mío va la sombra devorada…
La sombra para merecer el día…
A otro lado la memoria sin límite…
Moviéndose para permanecer…
Cada palabra tuya llena el viento…
Cada voz abre a la visón su llave…

8 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Descubre al sonido su larga escalera…
La visión y el sonido que crecen…
Cuando un hilo apagado toca las sienes…
Denunciando al hombre la muerte…
En la entraña que vanamente…
En los ojos que extinguen por…
En la presencia igual que…
O una tiniebla de arena…
Está la mano solitaria, la mano ciega…
Enseñando las abatidas cosas…
Sosteniendo el abismo…
Sin danza…
Mientras la frente suspende
Y algunas flores renuevan
El enigma martiriza el…
Yo adiestro su fijo movimiento…
Pero lo siento próximo…
Junto a los callados perros…
Prontos a volar…
¡Ah, si fuera posible huir…
Si fuera posible tener un pie perdido…
En el invierno…
Y la garganta atravesado…
Si fuera posible conservar para siempre…
Un poc de angustia en el vidrio…
Algún ángel solícito cuidaría la muerte…
El frío secaría los sueños inseguros…
Un espejo bruñido mostrarla…
Para leer el mensaje…
Tus manos, por fin, hablan…
Rodearían de claridad la casa…
Empuñarían la espada terrible…
Una revelación se incorporaría…
Para prolongar tu contacto…
He aquí, pues, la hoguera…
La espina y el vértigo…
El nacimiento, el latido y la esencia…
Perezcamos mientras somos fuertes…
Llenemos de estatuas la sombra…
Al borde de la tierra…
Un mar de cenizas ardientes…

Índice 9

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*
Llave externa
Imagen recobrada 
Evasión y retorno
Para sentir el dolor de la invación
L a mano ajena 
L a puer t a infranqueable
Necesidad del miedo 
Aparición de la raíz 
Espada y sombra 
Señal antes del nor te
Silencio a prisa
Conquist a del sueño

• C o n ta c t o t e r r e s t r e 25
I
II
III
IV
V

• Te x t o s p u b l i c a d o s e n a n t o l o g í a s y r e v i s ta s
Tiempo de perseverar
L a fuga
Un poet a chileno: Gust avo Ossorio
Atlas de la poesía de Chile
Poet as chilenos (1557-194 4)
33 nombres claves de la actual poesía chilena
Evasión y retorno
Raíz de la huella
España en las alturas

• Te x o s i n é d i t o s
I n é d it o s I
Síntesis del acaso

I n é d it o s II
E xpresión del paisaje y su misterio
E xpresión del paisaje y su misterio

10 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Camino interior
Realidad del día
Misión del recuerdo
Espacio de improviso
Cier to movimiento del silencio
Curso de la luz entre los días
Tradición de sentir
Comienzo del viaje
Estructura del silencio
Tierra cálida
Precisión de hallar
Parábola de tu proximidad
Origen del horizonte
Itinerario del recuerdo
Paralelo de viento y muer te
Actitud ante ti
Recuerdo frágil
Cielo tot al
E xtensión insegura
Teimpo suspenso
Hora de tent ación
Don de tu presencia

I n é d it o s III
Poema inédito previo al libro presencia y me moria

I n é d it o s IV
Eco adentro del cariño
Est ado de recuerdo
Hora numerosa
Aspecto de sacrif icio
Canción de caza del poet a
Viento de la guerra
L a fuer za que anda
Hay una columna en la que me apoyo
El ejemplo oculto
Eco del tiempo

Índice 11

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I n é d it o s V / Textos en francés
Espace tout à coup
L’Houte et le feu
L a danse et le ciel
Le jour defendu
Apparition de la racine
Soumission a l’ordre obscur
L’amour et la défaite
L’example inconnu

• S e le c c i ó n d e pr e n sa
‌A la poesía brillante, Gustavo Ossorio prefierió la
bella desgracia de hacer una poesía oscura / Anguita
- Presencia y memoria , de Gust avo Ossorio / Ogaz
- Crónica literario / L atchman
- EL sentido sombrío, de Gust avo Ossorio / Danke
- En la memoria de un poet a / Merino Reyes
- Un poet a más pafra lamuer te / Del Valle
- Recuerdo de Gust avo Ossorio / Alegría
- Gust avo Ossorio / Díaz Casanuev a

• C a rta s
Enrique Gómez Correa a Gust avo Ossorio
Carlos Drummond de Andrade a Gust avo Ossorio
Gonzalo Rojas a Gust avo Ossorio
Gust avo Ossorio a su madre
Humber to Díaz a Guzt avo Ossorio

12 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Agradecimientos

A don Hugo Ossorio Farías y a don Gustavo Ossorio Farías por proporcionarnos
material único y valiosísimo sin el cual no hubiésemos podido realizar este libro.
Los editores

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«Mi pensamiento encalla en los signos»
G.O.

14 Gustavo Ossorio / Obra completa

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¿P or qué leer a G ustavo O ssorio S antiagos ?
por Juan Manuel Silva Barandica

H abiendo tomado para el título un verso de Ezra Pound, es adecuado, al menos,


comentar dicho préstamo. Así como el caso de Gustavo Ossorio, el Modernis-
mo anglosajón (Pound, Elliot y Yeats, al menos) es la bisagra o el punto de encuentro
de dos realidades: la tradición y la ruptura. De la misma forma, la segunda vanguardia
poética en Chile, a saber, la también conocida como Generación del 38, bebiendo
de la generación poética del 27 en España ( Poetas de la Claridad), del surrealismo
francés y el arte de vanguardia europeo (Poetas de La Mandrágora), de cierta ma-
triz bíblica-cristiana esotérica (Movimiento David) y de un cúmulo de experiencias
disímiles en la realidad de la poesía moderna (Juan Negro, Aldo Torres Púa, Jaime
Rayo, Omar Cáceres, Victorino Vicario, Hugo Goldsack, y una serie de escritores
no afiliados directamente a un grupo o tendencia), se presenta como un ámbito aún
en estado salvaje para el analista. Más allá de las dificultades primarias, es posible
descubrir la coexistencia o tensión entre lo tradicional y lo rupturista. Aunque por
lo general haya existido una radicalización del pensamiento artístico, casos como el
de Eduardo Anguita y Gustavo Ossorio son de vital importancia para describir tal
tensión, propiamente moderna, en la poesía chilena.
Ossorio es un caso particular. Según variadas fuentes puede haber nacido el
31 de enero del año 1911 ó 1912 en Santiago, muriendo prematuramente a causa de
tisis en el sanatorio El Peral el 7 de marzo de 1949. Hombre de pocos amigos, su vida
fue un completo enigma. Ya sea Víctor Castro, Luis Merino Reyes o Fernando Alegría
quien se haya referido a él, las únicas señas son las que dan cuenta de sus muchos
amoríos, su gusto por la pintura a la acuarela, la cercanía a poetas como Rosamel del
Valle y Humberto Díaz-Casanueva (prologuistas de sus dos libros en vida), el grupo
La Mandrágora (en cuya revista participó en los números cinco y seis), así como al-
guna participación en la ideología comunista (propia de aquellos años de república y
fascismo) y la redacción de un texto de la masonería. Por lo mismo, aunque a primera
vista no sean de mayor importancia estos datos biográficos, son los únicos con los
que se cuenta. Además de su extremo laconismo vital, Ossorio alcanzó a publicar

15

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en vida sólo dos volúmenes de poemas: Presencia y memoria (1941)1 y El Sentido sombrío
(1947)2 , dejando inédito el libro, llamado Contacto terrestre, publicado en 1968 por la
colección de poesía universal de la revista Orfeo, así como por el Boletín Chileno-
Árabe de Cultura N°33.
Fugaz y oscuro, Ossorio se hizo de elogiosos comentarios por parte de los ya
nombrados antologadores, así como de Nicomedes Guzmán, Eduardo Anguita, Dá-
maso Ogaz y Andrés Sabella. Breves también los comentarios a su obra, únicamente
rastreables en diarios de la época, uno que otro acto de memoria, y la inusual agude-
za de Rodrigo Verdugo y Leonardo Sanhueza en actuales consideraciones. Mas, aun
así no es posible cuantificar más de una treintena de escritos sobre su obra, entre
antologías, artículos de diarios y breves referencias a su desastrado sino en algunos
libros sobre poesía chilena. Por ende, Gustavo Ossorio no puede ser considerado
más que como un poeta olvidado, un poeta que por desventuras canónicas ha sido
parcialmente borrado, y hoy reaparece en el primer intento serio de estudiar su
poesía, una poética que, aunque trunca, asombrará a los actuales lectores, como lo
hizo con sus congéneres, reacios a internarse en ella más que en inexactos reparos
estilísticos. Tal asombro (menos antojadizo aun que recordar los versos de Pound
para el caso de una poesía casi aporética, en su pendular entre lecturas, ideas e intui-
ciones tradicionales –material poético–, a saber, clásicas, y una voluntad de avanzar
por los oscuros derroteros de la poesía carente de fundamento en su modernidad
vanguardista), tal asombro, repetimos, es en su poesía ya un indicio de su condición
de bisagra. Dintel entre un mundo espiritual intuido, un imaginario tradicional y sim-
bólico occidental, y la creciente modernización, la cruenta Segunda Guerra Mundial,
y el rumor de muerte que inunda los versos de gran parte de los poetas de esos
tiempos. Mas ni la muerte, ni la espiritualidad, y ni siquiera la convivencia de agentes
tan disímiles como la fe y el descreimiento nihilista hacen pie ante el asombro que
dice la poesía de Ossorio. Su poesía es ser esos dos mundos (antiguo y moderno) en
una atemporalidad que dibujase a veces de manera mítica, y otras veces casi mística-
mente, aunque nunca dejando de vincularse con la materialidad. Y es esa materialidad
el ámbito en que su poesía coquetea con la mudez o la ininteligibilidad; pues su labor
es también metapoética, llegando incluso a plantear ciertos temas concernientes a la
filosofía (presencia, memoria, permanencia, etc.), en un abanico de múltiples aristas
sombrías de su obra. Así, tal es su aporía y genio: la incapacidad de resolver en una
poética el conflicto estético de su tarea.
Ossorio no llega a ser ninguno de los caminos propuestos, quizás por su corto
paso por la tierra, o quizás por la voluntad de hacer una estética que involucre terri-
torios subterráneos. En un tiempo en que la poesía jurábase la potestad de cantar y
pregonar elegías, Ossorio se involucra en ella, hospedándose, para intentar transmitir
aquello callado, la espiritualidad y metafísica que se mantiene velada a la razón, sin ol-
1 Gustavo Ossorio, Presencia y memoria , Santiago de Chile, Imp. Ahués, 1941.
2 Gustavo Ossorio, El sentido sombrío, Santiago de Chile, Imp. Ahués, 1947.
3 Gustavo Ossorio, “Contacto terrestre”, Boletín Chileno-Árabe de Cultura, 1964, pp. 42-66.

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vidar la física en que ella se ausenta. Como otros grandes poetas (Nerval, Hölderlin,
Novalis y Rilke), lleva los problemas de Dios al humano para mostrar qué podría ser
aquello que se cree bajo ese nombre. Su asunto y morada es el lenguaje, la nomina-
ción. Y su poética es esa búsqueda de decir aquello que se ignora, pero que se intuye.
No es un poeta crédulo, ni menos un buldero o seguidor de ideologías. Su camino es
solitario y así también su poesía. Por eso, el interés surge, causalmente, de esa fresca
antigüedad que sólo lo excelso puede tener: vino nuevo en odres viejos.

ii
Como ya se ha presentado, la poesía de Ossorio es una textualidad difícil, árida y de
pocos lectores. Ya comprueba dicha sentencia el escaso tratamiento que su obra ha
tenido. Sea por el desconocimiento de su situación biográfica o por los movimientos
canónicos que hicieron sobrevivir a poetas como Gonzalo Rojas o Nicanor Parra,
en su “generación” (si es que se puede hablar de generación sin proyecto estético, o
características afines), en desmedro de poetas como Victoriano Vicario, Hugo Gold-
sack, Jaime Rayo u otros, el problema principal es el exiguo interés de los analistas
en una poesía oscura, con ribetes esotéricos y metafísicos hoy en día. Más allá de
la publicación de libros de Mahfud Massís, Carlos de Rokha o la Poesía Completa de
Rosamel del Valle, son sólo unos pocos quienes rescatan del polvo y el olvido la va-
liosa escritura de esta época. De gran valía, tanto por la pléyade de estilos, visiones y
poéticas que existían, así como por la calidad que tuvieron algunos de dichos poetas.
Así, tanto en la prosa de Pedro Prado, los Últimos poemas de Vicente Huidobro y
algunos poemas de Temblor de Cielo, las dos primeras Residencias de Pablo Neruda
y el libro Desolación de Gabriela Mistral, es posible encontrar un acervo tradicional
poético de esta materia negra y densa que plena la poesía de Ossorio. De este modo,
la fragmentariedad de Huidobro, la nominación y la amenaza oscura de Neruda, el
prosaico pero poético tono de Prado y la vinculación trascendental, la esperanza
ciega y el desconsuelo de Mistral, configuran la melancolía en Ossorio. Hay de esta
poesía en la suya, aunque no alcanza a ser más que una referencia, un punto de fuga
en que su escritura se desplaza libre y a la vez acorralada por espectros tanto de este
mundo como no. Su poesía es en la poesía chilena. Bebe además del críptico lirismo
de Rosamel del Valle y Humberto Díaz-Casanueva, y comparte la fascinación tradi-
cional religiosa con Anguita. Pero como toda gran poesía, su vínculo es con la palabra:
con el poema del Gilgamesh en la situación mortal de la existencia y su caducidad,
con el Mahabharata en la visión de una gran batalla entre los hombre siendo en el
fondo familiares, con la Biblia y su infinito cúmulo de historias y figuras, con Ibn Arabi
y Rumi en la búsqueda de la extinción en Dios y con San Juan de la Cruz en el periplo
de sanar la herida divina.
Su búsqueda no es nueva, y tampoco sus medios y procedimientos. Se encuen-
tran en Chile, América y en Occidente. Lo particularmente extraño, es que no son
muchos quienes se han enfrascado en estas batallas en Chile. Si bien Gabriela Mistral

¿Por qué leer a Gustavo Ossorio? / Prólogo I 17

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y Eduardo Anguita pueden ser considerados poetas religiosos, son poetas de una re-
ligión, o bien, con un imaginario condicionado por la labor poética o por los marcos
del cristianismo en América. No es el caso de Ossorio. Emparentado con los arroja-
dos buscadores del sufismo y de la cábala, su búsqueda a veces parece herejía, pero a
diferencia de ellos, no hay una tradición de la que sea estandarte, ni menos una con-
vención religiosa que lo ampare. Su navegación es libre. Pareciera buscar aquello que
supera a todas las divinidades identificadas en las religiones; así su heterodoxia parece
haber llevado su búsqueda a la poesía como medio de comunicación con ese mundo
desconocido: donde todas las creencias convergen. Bebe de variadas fuentes, como se
mencionó, y es esta particular y contradictoria creencia en un orden previo, que baraja
la ausencia, el desgarro y la devastación humana, la razón que lo lleva a internarse en
dichos misterios. Por lo mismo, es de vital importancia describir el proceder poético
de Gustavo Ossorio en la poesía chilena, como otra posibilidad de comprender a la
misma poesía chilena. Ossorio es un caso de excepción, quizás como muchos otros
en el continente que aún no han sido estudiados (vale el caso de Jacobo Fijman en Ar-
gentina). Tal es la razón para estudiar por primera vez con detención y rigor, los pro-
cedimientos y sistemas que abarca su producción: fijar la poesía de Ossorio como un
modo excéntrico de comprender la poesía en Chile, así como una posible vinculación
a futuro con nuevas poéticas que, sin lugar a dudas, no serán nacidas de la nada.

iii
Variados han sido los intentos de situar la poesía de Gustavo Ossorio. Desde las
primeras críticas aparecidas en diarios del año 1942 a raíz de Presencia y memoria, las
opiniones se han encargado de recalcar la dificultad de su poesía. Ya sea Rosamel del
Valle: «De ahí a que la poesía de Gustavo Ossorio había un leguaje extraño, un lenguaje
de dialogo permanente con la noche y la muerte». (Un poeta más para la muerte: 4); o
Francisco Santana: «Voz abismal, sentenciosa, dolorida de símbolos e interrogaciones
(...) Asoma cierto hermetismo que no afecta mayormente la substancia poética». (Evo-
lución de la Poesía Chilena; 238). La labor crítica no intentó aproximarse a su poesía
más que por elogiosos comentarios o por cacofónica expresión, símil de poesía. Aun-
que meritorio, el trabajo de los primeros comentadores es pobre. Salvo excepciones
como las de Anguita, Del Valle, Díaz-Casanueva y Dámaso Ogaz, la reflexión acerca de
la poesía de Ossorio entre sus contemporáneos fue lacónica y perezosa.
Suspendiendo la periodicidad, la escritura de libros sobre poesía chilena tam-
poco subsanó los problemas comentados. En Carlos René Correa, Hugo Zambelli
(única publicación en que Ossorio expuso su poética4), Víctor Castro, Jorge Elliott,
4 «La poesía no es para mí ni el anecdotario rimado, ni el romance, ni nada que emita destellos ni
signifique una decoración amable ni una música sensual. Ella es para mí el verbo encendido que con
tremenda voz clama por el lugar justo del hombre entre sus semejantes; y es el vestido mágico para
aparecer y desaparecer a voluntad; y el don de salir de uno mismo o de entrar en uno como un ojo
encendido, para visitar la sima profunda». En Hugo Zambelli, 13 Poetas Chilenos , Ediciones Roma,
Valparaíso, 1948, p. 72.

18 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Francisco Santana y Raúl Silva Castro, es posible encontrar algunos datos y ciertas
intuiciones valiosas, mas la indefinición y la ambigüedad para con sus contemporáneos
fue directamente proporcional al nivel de incomprensión que tuvo su poesía.
Ahora bien, el punto de concordancia y, quizás, la armonía entre las opinio-
nes, se ha resuelto con el tiempo en los lúcidos artículos de Leonardo Sanhueza y
Rodrigo Verdugo; mientras el primero explora ciertos aspectos biográficos de im-
portancia intentando visualizar una poética, el segundo plantea la inadaptabilidad de
Ossorio para un modelo epocal de la poesía chilena, reuniéndolo con otros casos
excéntricos (Boris Calderón, Heriberto Rocuant y Jaime Rayo). Y si bien son poco
exhaustivos y abarcan rastros superficiales de la poesía de Ossorio, sus intuiciones
son valiosas para este trabajo. Retomando, si se pudieran trazar ejes de discusión
entre los críticos, serían estas:

• La oscuridad de la expresión de Ossorio, ligándolo a una matriz espiritual,


esotérica, metafísica y religiosa.

«En forma constante, situado en los límites de su propia muerte, con una
lucidez que es heroísmo por la cruel inteligibilidad a que trata de some-
ter su MEMORIA primordial, este joven e inexorable poeta, hereditario
de los grandes buscadores metafísicos, nos entrega una nueva colección
de poemas con experiencias más purificadas, pero no menos terribles.
No hay fantasmagoría aquí ni realismo cromático, sino tensión constante
y atención radioscópica para captar lo que transcurre debajo y encima
de los muros terrestres, vivencias que no excluye y que por el contrario
acepta como probatorias de su propio espíritu». (Díaz-Casanueva: 5)

«Ossorio concibió la poesía como una religión, como la menos efímera de


todas, por ello exclamaba: “Mi vida ha sido sedentaria, pero torturada por
mil razones. La poesía y la pintura son mi llaga y mi salvación”. Es sucesi-
vamente profundidad y revelación. Profundidad, porque imagina y provo-
ca nuevas relaciones entra la vida y la muerte; revelación porque aporta
siempre un sentido complementario a las verdades primeras que la simple
razón se esfuerza en reconocer como definitivamente validas». (Ogaz: 2)

• La primacía del dolor y la angustia en su poesía por una vida torturada en


búsquedas existenciales, sobre la raíz de estos problemas humanos.

«Gustavo Ossorio ha preferido bajar la cabeza y escuchar lo que empie-


za a hacerse presente debajo de su alma, lo que todavía es un ruido, ya
que sin duda alguna tiene algo que extraer de la espantosa realidad del
ser y su tránsito terrestre. O sea, el lado oscuro de la gracia». (Del Valle,
“Presencia y memoria de Gustavo Ossorio”: 12)

¿Por qué leer a Gustavo Ossorio? / Prólogo I 19

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• La inmadurez de su poesía por la trunca experiencia de una muerte a corta
edad.

«Antes de examinar las nuevas generaciones debemos recordar a un poe-


ta que murió prematuramente y cuya obra constituía una alta promesa;
aludimos a Gustavo Ossorio. No nos parece que logró expresarse ple-
namente». (Elliott: 126)

• La presencia de la muerte como factor determinante de su poesía. Conside-


rando a su persona enfermiza, como el agente de una poesía que intuye el destino
aciago, así como su último libro (Contacto Terrestre) como el reflejo de una batalla
contra la muerte. Esto, pues lo habría escrito en el sanatorio El Peral en la última fase
de su enfermedad.

«Vivió un aire de desesperanza, intuyó el misterio de la muerte que se


le avecinaba y estallaba en himnos del subconsciente que se estrellaban
rotundamente con una realidad que devoraba su paso por la tierra».
(Correa: 287)

Luego de enumerar estas principales tendencias, son remarcables las continuas


variaciones en estos focos de atención, llegando a explicar la poesía de Ossorio, no
desde la poesía misma, sino que desde el prejuicio o la superficie de la misma.
Ineludible es que cada una de estas visiones da luces al estudio que se quiere
emprender. Esto, pues, de cierta forma, cada una de ellas tiene algo de razón, aunque
no por separado. Todas son una de las formas de leer la obra de Ossorio, que no
distaría demasiado de una primera lectura. La poesía de Gustavo Ossorio es oscura y
de difícil entendimiento, cifrada en búsquedas de lo humano y lo divino, se ve el paso
de la muerte por ella como una intuición. Así, de la misma manera que es criticable
el juicio de los comentadores de Ossorio, necesario es partir de sus aproximaciones
aunque en esto haya algo de ironía. Por lo mismo, retomar la vertiente metafísica
agregándole la existencial, para descubrir en su poesía el peso de una tradición Oc-
cidental de buscadores del más allá, o de las respuestas al adverso devenir, dándole
a esa tradición el carácter tanático que la presencia de lo inefable en ella tiene (ya
sea en la escatología como revelación, o en la búsqueda filosófica la iluminación),
encausará esta investigación hacia la búsqueda de ciertas estructuras tradicionales en
Occidente que habitan en esta poesía, iluminando así la oscura sensación de asombro
que ha causado en sus lectores, estableciendo una lectura crítica, una descripción de
su poética y un intento por diseñar una forma alternativa de leer cierta poesía que
existe en la historia literaria chilena.

20 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Bibliografía
de
“¿P o r qué leer a G u s tavo O s s o r i o S a n t i ago s ? ”

• Libros de Gustavo Ossorio


1. Ossorio, Gustavo. Contacto terrestre, Boletín Chileno-Árabe de Cultura, Santiago de Chile,
1964, pp. 42-66.
2. . El sentido sombrío, Talleres Gráficos Ahués, Santiago de Chile, 1947.
3. . Presencia y memoria, Talleres Gráficos Ahués, Santiago de Chile, 1941.

• Antologías
4. Arias de la Canal, Fredo. Antología de la poesía cósmica chilena, Frente de Afirmación Hispanista,
México, 2004, p. 97.
5. Castro, Víctor. Poesía nueva de Chile, Zig-Zag, Santiago de Chile, 1953.
6. Correa, Carlos René. Poetas chilenos, Ed. La Salle, Santiago de Chile, 1944.
7. . Poetas chilenos del siglo XX, Zig Zag, Santiago de Chile, 1972.

8. De Undurraga, Antonio. Atlas de la poesía de Chile, Nascimento, Santiago de Chile, 1958.


9. Elliott, Jorge. Antología crítica de la nueva poesía chilena, Publicaciones del Consejo de
Investigaciones Científicas de la Universidad de Concepción, Santiago de Chile, 1957.
10. Ossorio, Gustavo. “Evasión y retorno”, Revista Mandrágora no 5, junio 1941, pp. 2-3.
11. . “Raíz de la huella”, Revista Mandrágora no 6, septiembre 1941, p. 2.
12. Pablo de Rokha, Cuarenta y un poeta joven de Chile (1910-1942), LOM, Santiago de Chile, 2002,
pp. 39-45.
13. Zambelli, Hugo. 13 poetas chilenos, Ediciones Roma, Valparaíso, 1948.
14. “Homenaje a Gustavo Ossorio”, Revista Orfeo no 33, 1968, pp. 98-114.

• Libros de crítica
15. Santana, Francisco. Evolución de la poesía chilena, Nascimento, Santiago de Chile, 1976.
16. Silva Castro, Raúl. Panorama literario de Chile, Ed. Universitaria, Santiago de Chile, 1961, p .125.

• Artículos periodísticos
17. Acevedo, Olga y Santelices, Raúl. “Aflicción por Gustavo Ossorio”, Revista Pro-Arte no 36,
marzo, 1949; p. 4.
18. Alegría, Fernando. “Recuerdos de Gustavo Ossorio”, Revista Atenea, abril, 1949, pp. 37-40.
19. Anguita, Eduardo. Revista VEA, no 147, 4 de febrero de 1942, p. 28.
20. Castro, Victor. “Gustavo Ossorio”, Las últimas noticias, 5 de marzo, 1973, p. 5.
21. Cuevas, Raúl. “Poesía de Gustavo Ossorio”, Las últimas noticias, 5 de enero, 1942, p. 6.
22. Danke, Jacobo. “El sentido sombrío, de Gustavo Ossorio”, Las últimas noticias, 15 de febrero,
1949, p. 3.

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23. Del Valle, Rosamel. “Presencia y memoria, de Gustavo Ossorio”, Boletín Árabe, enero, 1942,
p. 12.
24. . “Un poeta más para la muerte”, Revista Pro-Arte no 37, 24 de marzo, 1949,
p. 4.
25. Díaz, Humberto. “El sentido sombrío de Gustavo Ossorio”. El sentido sombrío. Op.Cit.; pp.
5-6. (?)
26. Díaz, Humberto y Merino, Luis. “Gustavo Ossorio”, Boletín Árabe, marzo, 1949, p. 7.
27. González, Raúl. “Presencia y memoria”, El Siglo, 10 de mayo, 1942, p. 4.
28. Laquedem, Isaac. “Gustavo Ossorio”, El diario de Aysén, 20 de enero, 1981, p. 3.
29. Latcham, Ricardo. “Crónica literaria”, La nación, 29 de agosto, 1948, p. 8.
30. Lomboy, Reinaldo. “Presentación”, Revista Zig Zag, 22 de enero, 1942, p. 64.
31. Merino, Luis. “De los pájaros a los poetas”, La nación, 31 de julio, 1960, p. 6.
32. . “Los poetas muertos”, Las últimas noticias, 10 de marzo,1949, p. 4.
33. Muñoz, Marino. “El poeta Gustavo Ossorio”, La prensa austral, 9 de octubre, 1997, p. 2.
34. . “El poeta Gustavo Ossorio”, La prensa austral, 22 de febrero, 2001, p. 6.
35. . “Temuco, Santana y las voces”, La Prensa Austral, 30 de marzo, 2006, p. 7.
36. Ogaz, Dámaso. “Presencia y memoria , de Gustavo Ossorio”, La Nación, 26 de enero, 1958,
pp. 2 -5.
37. Sabella, Andrés. “Gustavo Ossorio”, Las Últimas Noticias, 5 de agosto, 1979, p. 5.
38. Sanhueza, Leonardo. “Gustavo Ossorio: cuando la muerte entra por los dedos”, Revista de
Libros, El Mercurio, 12 de enero, 2001, p. 11.
39. Santana, Francisco. “Presencia y memoria”, Revista Atenea no 201, marzo, 1942, pp. 329-331.
40. Verdugo, Rodrigo. “Cuatro poetas chilenos olvidados”, Revista Derrame, noviembre, 2001,
pp. 27-28.
41. Columna sin autor, ”Un poeta chileno”, Revista Ercilla, 4 de marzo, 1942, p. 17.
42. Columna sin autor, “La fuga, Gustavo Ossorio”, Revista Millantún no8, abril, 1943, pp. 14-
15.

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G ustavo O ssorio : posible poética

por Javier Abarca

M ientras colaboraba en revistas como Mandrágora y Pro-arte y participaba de los


principales movimientos intelectuales de su época, Gustavo Ossorio fue cauto
y leal a sus propias percepciones poéticas. Trabajó su obra tanteando a través de la
correspondencia con unos pocos amigos, en la que adjuntaba sus textos y hallazgos.
Este desarrollo silencioso de la obra de Ossorio constituye una muy particular ma-
nera de crear.
Como señala Eduardo Anguita en el año 1942 «su poesía, junto a la de otros
poetas de su generación (Arenas, Jorge Cáceres, Cid, Julio Molina, Teitelboim y otros),
no es precisamente esa poesía hecha para alagar, fácil de imágenes y color superflua
y elegante que con tanta profusión viene produciéndose en chile al lado de los au-
ténticos poetas que son los menos pero cuya calidad salva el honor nacional chileno,
en tal sentido: Huidobro, Neruda, De Rokha, Rosamel del Valle, Díaz-Casanueva, y
los ya nombrados, y que no sirve absolutamente para nada. No. Esta poesía, en el
mismo sentido que lo es la obra de Rilke, de Mallarme, de Eluard: poesía que tiende a
escuchar ese orden olvidado, a reestablecer el verdadero orden de los objetos, ahora
sugestivamente alienados por el hombre. Es poesía como “acto de conocimiento”»1.
En una carta a la poetisa argentina María Adela Domínguez, Gustavo Ossorio
expresa:
«El hombre-poeta no es sino el vehículo que pone de manifiesto, que tiene la
facultad de desentrañar la fuerza extraña que es la poesía. O sea, el creador; el crea-
dor capaz de expresar la batalla del ser, huyendo de la FORMA fácil, para hundirse en
los estratos profundos y extraer de los propios orígenes emocionales el contenido
estético-filosófico».
La palabra en Ossorio pregunta y responde a la vez, porque dice y no dice a su
antojo; va dejando entre silencios una húmeda inquietud, la duda que cuestiona. Pero
1 «A la poesía brillante, Gustavo Ossorio prefirió la “bella desgracia” de hacer una poesía oscura»
Eduardo Anguita. VEA, 4 de febrero, 1942).

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esta duda es un recurso, un tono mediante el cual logra poner al menos un pie en la
orilla de ese mundo invisible.

«Allí el hombre recurre a fundar su palabra


O el espacio de su voz
Allí percibe la simultánea estatura de su soledad
Y su inútil espina
Allí ocurre a morir para no oír de pronto la sombra
Como un eco»2

La seguridad en la palabra fundada, la voz, es vínculo que contiene y sujeta por


repetición la soledad y la nada particular del hombre que lo percibe. Ecos que repiten
lo que quiere tocar y también lo que no quiere oír: son lugares de la memoria. En
estos lugares posibles, el poeta construye el puente: el Enigma. Cruzar este puente
requiere estar consciente, presente. Por ello la memoria, separando una cualidad de
otra, le permite al poeta estar en sí mismo sin abandonar ninguno de los mundos
posibles que trata de asir.
«Hay aquí un juego alterno de aproximación y de huída de la muerte... una
admirable experiencia espiritual»3.
Esta epifanía fundamental es nostalgia de lo que adolece, lo que se ha perdido y
que puede aún ser recuperado. Dos vidas para los sueños, dirá el poeta: es una ana-
logía que se queda en los recuerdos. Lo aparente y lo transitorio también, pues esa
visión se encarna distinguiéndose desde la experiencia y lo arcano.
Pero hemos de tener cuidado al andar en la poesía de Gustavo Ossorio preten-
diendo descubrir una forma de religión poética4. Ossorio es un poeta que pregunta
desde, por, y a través de la palabra. El origen de su enigma -que tanto le atormenta-
está en amoroso abrazo con la duda que pregunta.
El poeta consciente del enigma que anuncia la palabra, da cuenta, a la vez, que
no puede revelarlo. Inevitablemente da con un sentido (certeza) sombrío, no por os-
curo, sino por ser repetición de lo visto a través, o a pesar de las mismas palabras.
Se hace cargo y da cuenta de ello, en tanto él está sujeto al verbo que dice y
niega a la vez. La palabra como extensión del cuerpo (materia), no sólo ve, toca. Y
cuando toca las cosas, algo de él queda como una pátina mohosa al pasar por ellas,
y algo queda de ellas en él, en ese tránsito. Construye un puente al preguntar, y ese
puente es la palabra como extensión de la materia que participa de ambos mundos.

2 Gustavo Ossorio, Presencia y memoria, Talleres Gráficos Ahués, 1941, p. 63.


3 Ricardo Latcham. Literatura Aflicción por Gustavo Ossorio, Pro-Arte. (?)
4 «Ossorio concibió la poesía cual una religión, la menos efímera de todas, por ello exclamaba: Mi vida
ha sido sedentaria, pero torturada por mil razones. La poesía y la pintura son mi llaga y mi salvación».
En “Presencia y memoria , de Gustavo Ossorio”, Dámaso Ogaz, La Nación, enero, 1958.

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Por eso el tono de la poesía de Gustavo Ossorio trasunta un afán de precisión, desta-
cando lo que sucede y lo que queda, esa pequeña parte de uno junto a las cosas que
nos anticipan o nos detienen. Esa diferencia es suficiente para llegar al mundo invisible
que desea ver –saber–. Ahí, en ese lugar intenso, íntimo, como «Los libros amarillen-
tos que rechinan al abrirse»5, algo se muestra, lo que las cosas necesitan para estar
sujetas o lo que el hombre sujeta al pasar entre las cosas.
El color, por ejemplo, la diversidad de sus tonos y sus interpretaciones simbó-
licas, sugiere la cosa nombrada, el secreto que asemeja una resonancia significante
desde el propio color y que la palabra necesita para revelar el enigma. Las preguntas
tienen desde acá una vibración específica, una categoría. (6)
El poeta, solo ante el enigma, con paciencia de alquimista, espera junto al fuego,
con el afán de ver en el fondo del crisol, la exacta palabra que una vez dicha, evade.
Entonces, preguntar es una manera de sujetar el enigma sin responderlo, preguntar
es el enigma y el puente.
“El poeta desde la poesía, adquiere cada vez más conciencia para su sueño,
precisión para su delirio” (7)

“Estamos ausentes,
Estamos solos,
Estamos lentamente vivos a causa de los sueños.
Pero nosotros no sabemos nada de esto.
Subir y bajar con unos gritos desgarradores
No puede probar nada.”(8)

El plural es intencional, involucra a otros porque el poeta no olvida que su au-


sencia, su soledad, también es de otros; sin embargo, esa complicidad no prueba cosa
alguna. Hay honestidad al decir:

“Expreso tan claramente como puedo


Esta conquista de aceite helado,
Este polvo directo sobre las calles
Que mueven los pasos hacia un viaje comenzado siempre,
Conjunción de inmóvil permanencia
Y lágrimas sin duda. (9)

5 Ossorio, Gustavo: “Contacto Terrestre”. Boletín Chileno-Árabe de Cultura. V, 1964.


6 “la lectura de Ossorio conduce a problemas relacionados con la metafísica, no porque el autor se
lo ha propuesto, sino debido a la tensión particular de sus versos. Hay aquí un juego alterno de
aproximación y de huída de la muerte, que demuestra la atracción del asunto sobre los sentidos del
poeta y su filosofía particular”. Ricardo Latcham, Crónica literaria, La Nación, 29 de agosto, 1948
7 Maria Zambrano, Filosofía y poesía, Fondo de Cultura Económica, p. 84
8 Gustavo Ossorio, Sentido sombrío, Talleres Gráficos Ahués, 1948, p. 64.
9 Sentido Sombrío, pp. ?

Gustavo Ossorio: posible poética 25

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Síntesis y significado parecen estar unidos de manera cautelosa si se quiere,
astuta en su simplicidad. ¿Qué es lo cierto?, ¿qué se mueve?, pregunta como un niño
atento. Es una elección primero, luego una aceptación de lo que se ha descubierto, y
entonces negarlo es permitido porque no se está obligado a responder.
Esta simplicidad es lúdica.

«He aquí que se divulga el alma iluminada


Y habita su nada particular;
He aquí que entro
Y logro coger al pez antes de su agua.
Avanzo y me apoyo sobre esta forma de error»10

Una vez que la certeza divulga y habita en la palabra, validando su poética de la


pregunta, esa distancia que existe entre el pensamiento y la palabra le permite tam-
bién declarar que todo esto puede perfectamente ser un error.

10 Sentido Sombrío, pp. ?

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O br a
completa

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28 Gustavo Ossorio / Obra completa

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P oética
Fragmento de una carta de Ossorio a la poetisa argentina María Adela Domínguez

«¿Q ué es poesía ? ¿acaso el relato literario, retórico de algún suceso par-


ticular? ¿La narración en verso medido y rimado de alguna anécdota
en la que hayamos actuado o nos haya conmovido por cualquier razón? Algo más,
sin duda. La poesía no es verso, como el verso, en general, no es poesía. Sólo oca-
sionalmente se produce esta conjunción. La poesía, intrínsecamente, es creación,
es el surgir de ALGO nuevo, especial, independiente del resto de las cosas de la
naturaleza y del hombre como actor en las cosas de la vida. El hombre-poeta no
es sino el vehículo que pone de manifiesto, que tiene la facultad de desentrañar la
fuerza extraña que es la poesía. O sea, el creador; el creador capaz de expresar la
batalla del ser, huyendo de la FORMA fácil para hundirse en los estratos profundos y
extraer de los propios orígenes emocionales el contenido estético-filosófico –esto
es, eminentemente humano– que es la poesía. En magnífica síntesis, Pablo de Rokha
dice: “La estética es el conocimiento intuitivo del universo, formulado en esquemas
y axiomas conceptuales”. Y esto es, en cierta forma, una sintética descripción con-
ceptual de poesía. El paso, a través del hombre-poeta de este conocimiento, hace
surgir la chispa mágica: la poesía.
«Por eso es que lo anecdótico, lo narrativo, en el sentido de la relación de un
estado de ánimo o de la descripción del panorama, no es poesía. Vida es una cosa,
poesía, otra. En oportunidades se entrelazan hasta no distinguirse sino el resultado
de la unión: el poema. No es lo común, desgraciadamente. Caben, desde luego, cier-
tos aspectos de poesía en tal modalidad: las imágenes felices, el clima misterioso que
logra desprenderse de una oración cualquiera, incluso, a veces, del total de un poema
narrativo. Pero eso es esporádico, accidental. Es como alguna “parte bonita” en algu-
na melodía o cuadro, cuyo total es una vulgaridad. El poema debe ser la revelación
del proceso de UNIFICACIÓN de fondo y forma, la trascripción objetiva y accesible
del mundo subjetivo y arcano del hombre, expresado sin énfasis, depuradamente.
¿Siempre se consigue esto? Naturalmente no. Y de aquí la oscuridad conceptual, la
ausencia de lógica, de sintaxis incluso, de muchas producciones poéticas actuales.

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Esto en lo que se refiere, claro está, exclusivamente a poesía. La transformación, la
nueva forma, el sentir estético de hoy, abarca todas las artes, desde luego. Definir
por medio de la expresión la situación del propio yo en el espacio-tiempo: he aquí
la tragedia del hombre; he aquí, por otra parte, una fuente de poesía. Con lo que
se tiene, por una parte, que la poesía, el arte en general, es una REALIDAD POR SI
MISMA, sin relación necesaria con nada ajeno a su intrínseca calidad. Y por otra, que
el hombre, vehículo indispensable, intermediario, principio y fin, ha de echar mano,
en cierta forma y medida, del mundo objetivo para dar consistencia, apariencia, SO-
NIDO, a la poesía. Nada más.
«Nuestro yo es un misterioso filtro a través del cual pasa, extraño y retor-
cido, el fenómeno poético. ¿Cómo surge? He aquí el poeta, el hombre-poeta en
acción. En cierta forma, dictado automático, en su mayor y mejor parte, elabora-
ción cuidadosa (nada de arbitraria INSPIRACIÓN) es el proceso de la gestación del
poema. El poeta experimenta en su interior la necesidad orgánica, como respirar,
o comer, o amar, de manifestar la maravilla, el mundo sui generis, producto de su
espontánea creación. El universo objetivo le brinda el idioma en qué verter ese cos-
mos interno; le brinda la forma, la manera de expresarlo, la apariencia indispensable
para que sea accesible a quienes logran adentrarse en su senda. Una EXPLICACIÓN
de la poesía –entendida de acuerdo con lo que va expresado– es algo punto menos
que imposible. En líneas generales, muy esquemáticas e incompletas, es posible a
medias. Todo lo que queda dicho es justamente un intento de ello. Pero ENTRAR
al poema, descomponerlo en sus múltiples y correlativas partes, es labor que vale
mejor no intentar, pues conduciría quizás a qué peregrinas conclusiones. Si no se ha
logrado explicar a ciencia cierta los misterios del mundo exterior y la astronomía, la
física y la química se complican más y más a medida que avanzan los conocimientos.
Y no sólo no se los ha explicado, sino que cada día se aparecen como más abstrusos
en razón (extraña paradoja) del propio adelanto de la ciencia y del acerbo cada vez
mayor de nuevos y desconcertantes conocimientos. Si no se ha conseguido tal cosa,
¿Cómo pedir que se consiga lo mismo en un mundo hecho de tan extraños como
diversos materiales y matices? El poeta Eduardo Anguita dice: “La poesía es algo de
adentro y de afuera, y en el espacio que va de lo soñado a lo realizado se mueve todo
su ser con una extensa escala de valoraciones”. En resumen, el poema es el poema.
El solo, circunscrito a su propia atmósfera y órbita. Nada más. Nada menos».

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P resencia y memoria
1941

— Santiago de Chile, Tralleres Gráficos Ahués —

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32 Gustavo Ossorio / Obra completa

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H joven que ha preferido la bella desgracia. Pudo haberse dejado
e a q u í u n p o e ta
tentar por las sirenas y buscar aquella para tantos adorable luz que no hace sino
abrir puertas y por donde se pasa en una amable barcarola, en un dejarse rodear por el
buen rumor y la buena atmósfera. Pudo haber empezado a hacerse acariciar por lo que
se llama el buen tino, por el bello entendimiento, por la corona fácil de los cinco sentidos
vaciados en la parte menos insegura del hombre. Es decir, pudo partir con el romance o
con cualquiera otra lámpara de oro con la que se suele conseguir, de inmediato, algo se-
mejante a la satisfacción propia y ajena. Pero no ha sido así. Gustavo Ossorio ha preferido
bajar la cabeza y escuchar lo que empieza a hacerse presente debajo de su alma, lo que
todavía es un ruido, ya que sin duda alguna tiene algo que extraer de la espantosa realidad
del ser y su tránsito terrestre. O sea, el lado oscuro de la gracia.
Admiremos el rumor lento y despiadado de estas páginas que apenas saben ofre-
cernos una copa de alegría, una voz de hombre envuelto en pequeñas luces, pero que nos
conducen de la mano por nuestros propios secretos, por nuestras propias zonas, por las
escalas menos holladas de la angustia. ¿De qué nos serviría una copa demasiado brillante
o una voz lavada por la música? Nuestro estremecimiento es casi siempre un mensaje
cifrado. Y no se diga que el poeta busca adrede las tinieblas. No se diga que su voz desea
cavernas para oírse temblar y prolongarse en el eco. No. Dígase solamente que el poeta
es el reflejo más o menos exacto del mundo, demasiado solo y demasiado acompañado
en los laberintos de su claridad desgarrada. ¿Y que otra luz mayor que la que se trata de
no perecer en un rumor de abismo en abismo, de ser en ser?
Agregad a esto la extraña lección Gustavo Ossorio no la ha buscado sin duda.
Pero pudo haberla rechazado como tantos que prefieren hacerse un buen lecho de lirios
de la sangre responsable de su juventud. Presencia y Memoria pasará sin ruido al través
de nuestras estatuas. Pero su paso logrará sumarse al de la poesía que le basta respirar y
hacer crecer un árbol en la arena nocturna.

Rosamel del Valle

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34 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Presencia n u m e ro s a

Simultáneamente
Flor
Número del día

Anillo del cielo


5 Vivo espejo presente

Tus ojos
Espuma de luz
Sueño de estrella
Tus cabellos
10 Ala infinita
Agua disuelta

Brilla en tu llanura interior


Claridad
Cierta palpitación pasea por tu nombre
15 Una llama azul
Sostiene tu dulce rumbo
Alrededor de tus sienes
Se precisan los viajes del viento
Lámpara tenue
20 Ah la lejanía
Cada flor
Cada beso tuyo
En actitud de fin
De tu paso
25 Va desprendiéndose la noche
Como una gran edad.

1 En una versión de febrero de 1937, sin separación de estrofas se presenta así: «Simultáneamente / flor /
número del día / ordenada de cielo / vivo espejo presente / libre mano vegetal / tus ojos / espuma de la luz
/ sueño de estrella /tus cabellos ala infinita / el agua desprendida / disuelta / brilla en tu llanura interior /
claridad / el sueño pasea por tu nombre / una llama azul / sostiene tu dulce rumbo / alrededor de tus sienes
/ se precisan los vientos / lámpara tenue / la lejanía / cada flor / cada beso tuyo / de tu paso / se desprende la
noche / o también el confín de la ansiedad».

Presencia y memoria 35

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Permanencia nocturna

En la garganta de la noche
Una gota de delirio
Al hombre no alcanza la fatiga de su sombra

Cada vez que el color nace


5
En un círculo de fuego puro
La voz de la noche
Se hace dulce acuario
Sometido al aire de los años

10
La sombra
El hombre
Los pueblos y su naufragio
La agonía del fuerte
La despedida del que nunca partió
15
Y nuevamente la sombra
Sufriendo la ausencia de su litoral

La manera de visión
Tiene una cadena
20
El desierto entusiasmo de su inmovilidad
Por su grito y su sal

El tiempo contiene ciertos nombres


La piel llena de estaciones frutales
Se apoya débilmente sobre el sueño

36 Gustavo Ossorio / Obra completa

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D i s ta n t e u n i da d

Que media noche a menudo


Mientras te recuerdo
Qué luz de año y día en delirio
Cuando muerdo el silencio
5 De tu cuerpo de lirio que huye

No hay cómo circular ahora


Entre una gota y otra gota
De tu mar cotidiano
Ya no hay como cruzar y arder

10 Ante el aire inconcluso


Que corroe la edad que se avecina
En el fondo uniforme de esta espera

Únase mi vana sal


Mi sabor de designio línea triste
15
Y tu profunda extensión de número súbito
Únase una vez en la tarde irresponsable
El desorden conmovedor de tu forma
Y el doliente golpe de mi esperanza prófuga

Igual que mucho abandono


20
Entre el pecho y el fuego
En longitud ocultándose
Igual que una facultad para obtener tu sangre
Así reposo
Mientras la voz nocturna
25
Busca un hueco en el cielo
Y arde

Únase el humo
Al color central de la tierra y su vestigio

Yo cavilo
30
Esfuerzo mi oído callado hacia ti
Y aumento la medida de tu útil residencia.

Presencia y memoria 37

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Como a c r e c i m i e n to e s t r a n s c u r s o o f i n

El día
Y la quietud de su destino fijo
Mi opresión material
Conocida completamente
5 A través de dulces palabras nocturnas
Los ojos son perfectos frente al día y su lindero
Fatiga
Sombra obligadamente
Y el material ya fraguado de desgracias
10 Como pálida burbuja bajo lágrima o piedra

La noche
Baja hasta el riesgo de alguna segura voz
Baja amanecida
Cuando del corazón de Dios
15 Salen trotando a grandes lutos
Las gacelas del invierno

Hay un eterno curso de idénticos olvidos


En este momento tan decisivo
El aire especialmente en cuerpo de su medida
20 Falta al suelo
Se pega a una congoja apartada de mi frente
Vigilia
Y ya no hay entonces
Motor de poder ni reino blanco
25 Que origine en silencio un desmayo a la muerte
O limite la acción
A una forma de fiebre levantando

Aunque sobre lo que digo


Ya no hay nada más que agregar
30 Aunque sobre lo que crece del color
Antes que la única cosa inmóvil encuentre su salida
Aunque sobre el fin o su transcurso útil
Flotara un bosque del porvenir

38 Gustavo Ossorio / Obra completa

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O siquiera una sola fruta
35 Impusiera su exacta claridad
Aunque hubiera una desesperación lenta
Entre los distintos paraderos de la voluntad
Y sus grandes ventanas celestiales
Nada
40 Seguramente nada
Alcanzaría el terreno que tiembla en mis dientes
Cuando el ojo obscurece por completo
Nadie tampoco habitaría el nombre
Angustiado de fantasmas que muerden metales idénticos
45
Cuando entre los cabellos y el sueño
Sólo quedarán algunos élitros perdidos
Y tenaces viñedos finales

No sé qué se puede desear


Cuando a través de las paredes nace una soledad
50
Y la mano impenetrable
Que guía las horas hacia el silencio
Roza el descanso
Con una aventura escalando orillas
O con la extraña distancia que parece recuerdo
55
O vana precisión de pez invadido de historia

Una tarde de gastadas violetas


Detenida en el duelo
Sin origen ni arma afilada
Es la tarde simplemente

60
Yo repito que esto es pálido de mirar
Porque hay un perfecto encierro de cielo
En la agonía de quien desconocemos
Y la fortuna apresura su máquina de discordia
Cuando el espejo experimenta su frío

65
El hielo hace algunos pueblos
Saluda hacia el norte
Y torna a su propia vera sin acercarse a la salud
Invadido de rostros
De agua a millares
70
Hay una gran prisa de contarlo todo
Los caballos corren fijamente
Algo recuerda hacia el mismo lugar

}Tan’bien
Presencia y memoria 39
cortados los
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Cuando su vientre en mis oídos
Consumida la sangre
75 Oh cómo se lee después sin esfuerzo
Cualquier pena honda
Salida hacia presencia sonriendo segura

Considerar la voz
Considerar la fiesta de los helechos habituales
80 Junto a la idea sencilla de la nube
Que levanta collares y amarguras
De improviso no es tarde y amo

El corazón se queda con un vestido azul y su deseo

Asistido de lluvias
85 Ventura intermitente nada trae
Cuando los hombres ceden abrumados de campanadas entusiastas

Un sitio limitado
Donde comienza a levantarse la aparición
Flor siempre separada de su cuerda
90 La cuerda que sale a la aurora
Y no sabe detenerse
Flor
Y la manera de la esperanza
La cual se despeña dulcemente
95 Por las laderas de la tiniebla al menor gesto de los dedos

Ahora el pueblo negro


Hace ronda en torno a viejas torres
Oh vosotros
No hagáis causa común con el aire de las mañanas
100 La dulzura que brota de las pisadas
Cae en ínfima agonía

Yo conozco la tranquilidad de las lámparas


En tanto estiran sus corales
Las cosas abiertas y su extenso ardor
105 Se edifican entre largos canales de amargura
Preparan asimismo su terrible ceniza
Secretamente al lado del corazón

40 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Pero el verde sabor de sus fibras
Apagadas de lentas gotas lineales
110 Va señalando la próxima cadena
Eficaz de multitudes muertes

Presencia y memoria 41

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Resumen d e au s e n c i a

Mientras somos felices


El nombre es nuestro enemigo

Nada más que un anuncio


Esparce el deseo
5 Porque en todas partes
El nombre guía
Y la mano se desprende
De sus dedos a sus posibilidades
A su reducida historia

10 Sólo posible entre un sueño y alguna sombra que se cierra

La noche
Lanza en persecución sin objeto
Sus negaciones provisorias

De esta manera
15 El anillo que limita el temblor redondo de la lágrima
Se perfuma de voces

Así podemos gozar


La permanencia de lo ausente

Los ojos
20 No entienden la lengua de la nube

42 Gustavo Ossorio / Obra completa

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E m i g r ac i ó n al presente

Recordemos los elementos de tu voz


Ajenos al día que te informa
Naciendo del agua sin objeto preciso
O de algún estremecido aire anterior y secreto

5 Recordemos el origen enorme de su fuerza


En el pasaje de mi admiración

Tu voz
Desde el poder necesario de saberte
En cualquier confín del tiempo
10 Hasta el temblor en la ruta de tus labios
Tu voz transitando de pronto
Entre el letargo de las mariposas
Y un detenido pensamiento final

Reconocer una fuente innumerable para la acción decisiva


15 Porque tu vértigo invisible
Está azotando la eternidad dispuesta a la tierra
Y veo que es tuyo el cristal meridiano de la lejanía
Revestido de inaccesible afán
Y tuya también la sima profunda
20 En que resplandece atardecida primavera de asombro

Reducir a un solo número


La teoría de tu función en mi vida
Y saber por fin que existe una continuidad
Entre el naufragio de toda angustia perdida
25 Y el curso de tus alas sobre el color de los años

Procuremos determinar el pasado de tus ojos


Cuando algunas estrellas
Condensaban el gas de su sueño en tu mirada
Y nada se sabía aún
30 Del cálido hemisferio lleno de enigmas y rumores
En que sucedía la soledad de mi densa espera

Presencia y memoria 43

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O definir el sortilegio de tus manos
Sosteniendo algún azar de cielo
Edificando la absoluta alegría en el ámbito de mi ventura
35 Continuando la desolación violenta del recuerdo
Cuando yacía mi espacio presente
Sin el resplandor de tu sentido prófugo

Subamos hasta la diversidad de tu latido


Destinado a ocultar la memoria de la sombra
40 Mientras me invade una sorda proporción de presagios

Quedaremos por fin aquí


En el momento de escuchar cómo gira el canto
En este lugar que no se podrá ya olvidar

Quedemos aquí
45
Mientras transcurre la ruta del verso
Y perdura la llama desnuda del miedo
En tu transparencia

44 Gustavo Ossorio / Obra completa

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E s pac i o d e lo s o j o s

Donde yo espero
Y la lengua estaciona esa claridad tuya
Y borra los sucesos de habitar
Y prolonga el tránsito de mi sangre
5 Dónde y para qué
El cabello
Su frecuencia y su estío sin contacto
Entre mis dientes el vértigo de acto y ser

Oh mientras soy seguro y aguardo


10 Mientras derribo el antiguo velar
Salgo
Guío y mi calor se levanta entre aguas
Cada hora cada hora

Negra vida de sonido semejante a días


15 O pasos resplandecientes
Soy número y fin
Reposo y párpado iluminado

Tú decides el asilo del extraviado tiempo


Entre tibio morar y mano arrasada
20 Tú decides asimismo lo inexpugnable del miedo
Lo pavoroso de los huesos en sordo subterráneo

Sobre distantes armas


Sobre incestos rituales en la noche
Oh perdida lenta llama
25 Qué piel de piedra amarga o cortante sueño
Qué oscuro movible fondo de límite

Tú das metal abismo apenas al humo que oigo subir


Contiene sobre hierba sobre tiempo unido
Los ojos
30 El océano
Ojos tuyos gran puerta y lluvia para defender el eco

Presencia y memoria 45

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Ojos y viento nocturno inundado
Conciencia espacio íntimo del relámpago
Vamos con una voz y un beso vegetal
Miro en la dirección del rayo
35 A devorar mi propio mar
A pregonar la propia línea nevada y a punto de latir
Miro en la dirección del rayo
Pero sólo veo la sed viva de tus ojos

46 Gustavo Ossorio / Obra completa

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C í rc u lo y d e s t ru cc i ó n

Cuando los ojos bajan a una última posibilidad


Y en el comienzo de los caminos
Hay un duelo de ausencia
Cuando el calor lega al aire su acontecer
5 Y el inventario del corazón
Ha tocado a su fin
Y todavía
Cuando se desata en abismos la sangre
Desde una corriente de sueño dividido
10 Y el orden exterior de la vida
Origina fantasmas que esperan hacia nuestro nombre
El resto asombroso de luz
Que se junta a todo lo que acaba
Moviéndose como una intención
15 De ventana
O de angustia
Llega a la profundidad de la desventura
Es sencillo salir
Fluido
20 Olvidando el hecho de día
Para conquistar la virtud
O su blanca libertad hecho precepto
Es simple neutralizar la muerte
Con una visión cualquiera
25 Reducirla
Acosarla a su reducto
Que se abre siempre a un costado del hombre
Mientras sueña
O anda
30 O va
Hay que determinar la historia de estos días imperfectos
Hay que desentrañar su afirmación falsa de llegar
Adherir una actitud a lo inexplicable de su sombra
Encontrar una puerta
35 Y pasar a su través
Para llenar las manos de confianza

Presencia y memoria 47

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Y tomar un paso después
Un paso que no impida desaparecer
Porque es posible morir
40 Afirmando la muerte en nuestra vida
O solamente queriendo estar feliz
Cuando hay un viento especial
Deslizándose por la luz

48 Gustavo Ossorio / Obra completa

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P ro p ó s i to

Cruza el pequeño viento la tierra


Aparecido caído de alto fuego
Pegado al agudo súbito de ti
He aquí tu gran rumor venido a limitado extremo
Precediendo a las cosas adorables
5 Ávidamente penetrando
He aquí por otra parte
Tu tranquilo material
Tus ojos tus manos la longitud de tu voz
Lleno todo de oculta destrucción
10 Y también
El lugar de tu sombra completamente
Para medir tu circulación abro mis brazos
Tu circulación larga anochecida
Extremada de siempre ser
15 Sustancial de abarcar de invadir
Tocado el directo invisible
Rodeo lleno de perdición
El tiempo perpetuo alrededor
Como si hubiera una gran siembra
20 De piedras resonando
Ah si yo estableciera mundo adentro
Si yo aumentara un poco cada día
El ininterrumpido sello de mis estaciones conocidas
Si siquiera sometiera a mi medida
25 La ciencia de velar antes o después
Por tu acaecer contrario al extravío
Justa
Tu cara enteramente hacia alto dueño
Tu abandono a hora de brotar
30 Tu defensa a menos sangre cada vez
Dispuesta y postrera
Cómo cae confusa cae
Cómo adquiere gran pasado
Tradición entraña sistema de acabar
35 Desde mi calor independiente

Presencia y memoria 49

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Abarco tu callar tan común
Ante mi adverso lugar
Que une viejas muertes
Yo te aguardo
40
Mientras algo se trastorna
Fuerza apenas desmentida
Definitivo apareciendo

50 Gustavo Ossorio / Obra completa

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O c u pac i ó n del mundo

Porque me despierto a veces


Aumenta mi destino a sucumbir
Me impregno de tus vegetales tintas
De tu adorable gran relámpago
5 De tu nocturna obligación
Voy por el inalterable paso del viento
A ser yo solamente
Largamente contra mí
Hundo lo que mi piel estableció
10 Avanzo con dos alargados fríos
Hacia la pérdida final
Todo el valor apenas profundo
A lento ígneo pie
Revuelve las cosas establecidas
15 Las cosas que vemos y tocamos
Hoja leve
Alto vacío
Desventura
Circulación
20 Rumbo confuso
Tú partes invadida de mí
Partes a hurgar mi vestigio
Tu raíz plasma refugios profundos
En lo lejano
25 Rueda inaccesible el denso vino del recuerdo
A veces se entreabre la frente
Para temblar por esta presencia celestial
A veces parece sacudir las mañanas
Replegarse en mi cara
30 Estimulada de sucesivas estrellas
Para quedar al fin
Entre los huesos y el puro fuego externo
Desposeído
Lento de perfección
35 Quién limitó la seguridad de temer
Quién hizo y deshizo el tiempo de gran confusión

Presencia y memoria 51

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Que quedó olvidado en tu piel
Quién emigró al perfume geográfico de tu curso preciso
Quién quién pudo traer tanto día a nuestro sueño
40 Perpetuamente respiro el pesado miedo
De saberlo alguna vez
Por las calles
Entre estos lugares habitados
Por completo tu forma pura
45 Va tranquila

52 Gustavo Ossorio / Obra completa

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I m p l ac a b l e nombre

Densa apariencia de continuidad


Yo encomiendo la noche a tu guardia fiel
Y voy tranquilo a consistir
Alargado
5 Húmedo
Exterminado
Cada sudor y cada sed transcurren
Ante cada espuma descubro el pie o su huella
El pie levantando paisajes inesperados
10 Oh lámpara fija que tú pueblas
Así brilla inalterablemente mi desmedido inmóvil aceite
Así
Espeso desesperado
En disposición de mar y de olvido
15 Acontezco
Y dispongo sencillamente mi incertidumbre hacia ti
Desnudo quedo
Creciendo cada vez un poco más
Adentro de la amarga pregunta
20 Quiero mover de astro tu rededor de eco
Adelgazar tu raíz
Tu confuso hilo
Hacia un tiempo más seguro
Sobreola de dura flor
25 Sobreespada de completo temblor
Sobrecuerpo de profundo vigilante
Pero ya habrá ocasión de rumor
Tu nombre
Confundido con su origen circula
30 Sobre espacio de amar

Presencia y memoria 53

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I n v i tac i o n e s

Acoge acoge lo perenne lo ardiente


El camino que pide su entraña
Según el fuego
Según el modo de invasión
5 En el instante de alba atónita
Cree tu pasión la actitud de unir
Cualquiera tremenda cosa
Falso fundamento
Relámpago hambre o mitad del corazón
10 Cree tu ilimitado espejo más formas de idolatría
Por encima de los siglos sin días
Frente al trigo
O al origen de una mirada que va a nacer
Que nadie nunca lo sepa
15 Cavado de espanto a espanto
Hecho de cristal o sangre viva
Alto
Distinto hacia los labios
He aquí tu rostro ritual que sólo yo conozco
20 Mediando entre arena nocturna y perfecciones
Conozca el fin sombra de suelo
Más abajo de lo violento vivido
Tu embajada de gérmenes azules
De pájaros reuniendo bondad
25 Nombre tuyo
Fascinación de proseguir
Ah sin parar un instante yo sueño
Es justo que llegues
Abre tu iluminación tu inventario mágico
30 Desde el vértice de un trueno
Formula tus serpientes de amanecida
Echa a andar la gran historia nuestra
Desmadeja la obstinada muerte
Torcida en su orbita de ciego puente
35 Por esto o aquello o la noche
Ceremonia régimen instaurado para vigilar

54 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Entre espadas y clamores finales
Pon un collar de misteriosas palomas sobre el recuerdo
Cierra los horizontes exigentes
40 O ábrelos para siempre
Ve la verdad
Acallemos el sortilegio de espantos
Que acontece bajo nuestro destino
Penetremos al enigma
45 Horademos la voz impenetrable
Disuelta en primitiva tiniebla
Puede ser el comienzo del viaje hacia más vida

Presencia y memoria 55

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Germen d e voz

No amo la voz humana


Adversario desmedido
Durante el territorio de nuestro pie
La luz lenta junto al día
5 En orden siempre por cada sobrevida
La flor que sin tregua sucede
Con evidente miedo de morir
Qué seguridad mientras un nuevo olvido
Se levanta y sube a la frente
10 Redondo de otoño
Qué fijo límite situado a golpe de hueso
Sobre color o mar
En mi corazón se aletarga
Cierta proposición de espera en él se reparte
15 Un aire sordo se propaga
Cierta gastada propiedad
Cíñele de inmóvil pobreza
Aleta los ojos
Un poco después de suceder
20 De extremo a extremo del agua
La voz humana suma cielos enemigos
Alerta los ojos
Tendidos al paso circular de la noche
Que nadie lo olvide ya
25 Sobre voz
Sobre roca combate principio de voz
Se funda el día
Tan tenaz de ruina
Pero ya no se sabe seguir
30 Nadie podría nunca seguir
La estrella hace su ascensión como siempre
Un hilo gris la ata
El movimiento germina
Cumple con eso su pacto piadoso
35 No hay medida
O palabra

56 Gustavo Ossorio / Obra completa

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O falsa vida insalvable
La voz humana avasalla
Gira sube su barrera establecida
40 Socava solidaria su base de minuciosa tierra
Entretanto
Aún palpita en el mundo cardinal
Una certidumbre llena de bondadoso eco

Presencia y memoria 57

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Contribución a r e co r da r

Es importante saber
Cómo se cierra el recuerdo
Sobre las cosas
Sobre su forma y su activo enigma
5 Porque sólo existe el sol
A causa de cierta blanca esperanza
En cambio el recuerdo
En medio de las láminas del insomnio
Alza siempre su vuelo
10 Combatiendo la llamada de la frente
Una agonía conocida
Y el temor a la mano imperturbable
Bastan para llenar de ojos el aire
Entonces
15 La amplitud de lo que se olvida sobreviene
Con su aspecto tan natural
El estado de todo
Oh adiós de la legua sin duda
La virtud de subsistir
20 La vana actitud ante cualquier fin
El hombre calla ante su absoluta probidad
Pero el recuerdo hace subir al árbol tranquilo
Normaliza su tarea inmóvil
Para uso de incompleto delirio
25 No obstante
Un blando espanto gana el corazón
Y su fuego hermético
Un sonido de hielo y accidente
Hace ámbito y número
30 En el fosforescente hilo del recuerdo cerrado
Ninguna libertad alcanza al hombre
Al hombre que prepara su caída
Y conoce oscuramente
El sortilegio de su andar por el mundo
35 Así no haga de la estrella un pensamiento
Ni suceder ninguna flor de su garganta

58 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Es importante saber
De qué manera el recuerdo reclina su raíz
En el agua que sabe desaparecer
40 Donde vigila su abierta semilla
Si el astro urbano
Caído en el centro mismo del tiempo
Hace razón la ardiente joya
Transparente de amor
45 O algún náutico esparcido elemento
Próximo al fin
Cercando de olvido el comercio de cada día
Torno luego a saber todas las cosas
Las cosas que se van por donde mi pecho se abre
50 Las cosas que esperan su medida
Escondidas adentro de la tiniebla
Desde aquí
Verifico la plenitud de recordarlas
De bajar o subir a su mundo disperso
55 Pienso en su verde laberinto
Ancho espacio que arde
Lleno de puertas prestigiosas

Presencia y memoria 59

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V é rt i go o viaje

Sube el llanto
Por un borde dividido
Por un despertar
Hacia la lengua y lo que viene

5
Yo he perdido mi presencia
Yo he dejado justamente el humo inesperado de mi cabeza
Sobre la oscuridad que va moviéndose

La muerte se conturba
Y torna a su óxido redondo
10
Memorable estar y llama
Mientras el cuerpo se abre
A su acto desconocido
Por la arena o la mañana clavada a la noche

Qué puede que podría poder el ruido del error


15
Ante la mano caída de espera
Qué podría el error opuesto al fin
Olvidado de la sangre
Con una persecución y un área de sal ahora

Yo perdí mi presencia
20
Pude haber el secreto de ir y de venir
Por el invierno

Qué día y paso en la atmósfera de vidrio


Para siempre

60 Gustavo Ossorio / Obra completa

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C r e c i m i e n to

Sacude de mí este sol


De consumida huella
Lleva de mí su material anillo
Su visión repetida de historia

5 La inmóvil claridad de tu existencia


Basta al vigilante ardor de la alegría

Tus ojos abren un surco de prolongado fuego


Lleva hacia tiempo pronto lirio
Esta ola y su intacta forma

10 De ti sale un leve vapor de soledad


Que se adentra en la suerte de los días

Los días que cantan la rosa de su sombra


El vigor de su espejo que resuena

Ilimitado sueño
15 Lento nombre que contemplas
Ser que consumes la ilusión detenida

Haz en los ojos una noche


Una puerta sostenida
Un blanco mar de perdidos dominios
20 Aumenta la estrella hacia una luna de voz

Encausa estas aguas sin error


Mientras se aleja incesante el abandono

Presencia y memoria 61

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Aire acc e s i b l e

A punto de qué golpe o calor


Para qué trance de oculta muerte
Te inclinas y llegas a mi rumor
Cerrado aceite para mi nuevo perecer
5
Dolor y tu paisaje secreto a flor de voz

Vives ya en esta lumbre de angustia


Alta y dispersa
Mientras mis ojos
Apenas dominados de puntuales abismos
10
Suspendían tu nombre ausente
Bajo la llave de mi paso
En un aire de herida presencia

Ah y si no hay una región especial para ver y arder


Si no hay una forma de naufragio o escala
15
Para respirar y vencer
Y si miro hacia lo destruido
Y se enciende de pronto alguna vacía lámpara

Pero las cosas y el fuego te anuncian


Prontos al mar
20
A cierta espesa muerte preferida
Admirable y permanente

Entras a mi materia parecida a un furor


A una noche de dura orilla
Entras a ella como mensaje inextinguible
25
Tu movible memoria sola incorporada a mi piel
Tu mano por fin dulce y necesaria ardiendo
Tus ojos en lejano abandono
Con una raíz y un destino

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L l av e e n c e n d i da

El extremo silencio de los ojos


Y ese ruido de la vida
Que no vemos
Que está
5
Innumerable y sin poder avanzar
Alrededor de los dedos
En las uñas y en el delirio
Me anuncian el aire indescifrable
Donde crece un árbol para dar sombra al sueño

10
El calor se apodera de nuestros secretos
Cae de la cara como una palabra
Como una arena iluminada
Le escucho
Soy su victima y le amo

15
El calor que ahuyenta la angustia exterior
Abre tu corazón como una definitiva lámpara
Y alza algo más el sol a fin de no abrasarte

Este es el prolongado ánimo de eternidad


Que hace la flor
20
O echa a volar su olor de indefinido azul

Pero hay el agua y la sal detenida


Hay la invisible serpiente en libertad
Que confunde las lenguas

No lo olvidemos si no queremos morir

25
Es que nunca entraremos
Nunca tendremos la fuerza para entrar a la revelación
Que nos ata las manos
Que rueda por la piel y se detiene en los besos?
Es que nunca tocaremos su entrada de dulce vapor?

Presencia y memoria 63

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30 Nunca si no desertamos del espejo
Que continúa el error de nuestro ser
Si no cerramos la historia con una gran llave negra
Si no abandonamos para siempre estos pájaros engañosos
Estos días crispados
35 Llenos de cavernas y palabras envejecidas
Por breve rito y en contacto de tormenta
Para contener tu mirada
Para abarcarla y rodearla
Sin necesidad de ir y venir por tus ojos
40 Hemos de arder en el temblor sin término
Que asigna al aire mi respiración

64 Gustavo Ossorio / Obra completa

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C o n vo c ac i ó n al ser

A semejanza de la espina
Lejos sobre el ser turbado
Como la espina exactamente
Fija sobre el ojo ausente
5
En atmósfera de ir
He aquí mi iluminado lirio
Muerte completa

Por la lengua pasa a veces


El nombre o su sonido
10
Solamente él casi creciendo
Para alcanzar a doler
Qué gran voz entonces
Adentro y alrededor del corazón
Y cómo una espada de ceniza
15
Rompe y abate mi encendida sed
Esperanza y materia

Se podría quizás oír todavía


Su calor tan diverso y tan lejano
Pero es mejor pasar
20
O crecer o salir lleno de negra memoria
De puertas para viajar
O una estrella casi terror
De un día cargado de vidrios ardientes
Para esperar la pluma o el espejo cerrado

25
Pasar con un último ser sobre la frente
Visible y ya siempre lejos
A celebrar el tranquilo vapor
Que sube consigo mismo del cabello
O entra en el pecho mientras vacilamos

30
He aquí pues
El arma libre
El espacio puro para resplandecer

Presencia y memoria 65

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S o b r e v i da

Como llenar esta transparencia


Cómo vivir este acto transparente
Este cielo establecido que crece

No es el organismo azul
5
Ni el rumor apenas rozando los ojos

Es un pie de blanco aire que va


Un objeto a menudo beso
Que transita en la imagen absoluta
Cuando entra a expensas de la estrella

10
Si nada ha abolido el corazón
Si la mano recuerda su señal de tristeza
Y luego coge un errante traje helado
Para sobrevivir
Tu venida
15
Cerca o adentro del destino lleno de magia
No puede ser sino la transparente
Y larga nota de invisible día
Que miro aumentar
Repentina entre la muerte que ya no vendrá
20
Y mi cerrada respiración que te contiene

Pienso en el sordo eco de tus horas de antes


En el gran silencio cortado de pájaros lineales
Donde te hallabas sin regreso

Nada tan lejano


25
Al movimiento de mi vacilación
Donde el canto velaba un arma pura
Nada tan extremado de oscuridad
Con una única conciencia o gran historia de sombra.

Pero entre el fuego invadido


30
Y un tiempo de ciegas destrucciones

66 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Por el rayo
O la directa aguja que guía lo insondable
Te levantas al encuentro de mi oleaje largo
Y que suena
35
Señal de puerta frecuente o afán y visión
Dónde pues
Dónde parar ahora sin abismos
Dónde amarte sin reposo
Para siempre conduciendo esta viva materia

Presencia y memoria 67

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Presencia y memoria

Violento verbo para orientar el aire como una flecha final


Entre las alas enlazadas del corazón
Acto solo
Pájaro seguro
5
Yo vivo y amo el rumbo que marca en mis venas
La tempestad de tu mito
Pero no sé cómo acudir a tu paso
Cómo concertar los años y cuándo
Si en mi voz un párpado y la sangre se cierran
10
Y su condición perjudicial echa sobre el día una cadena
Si entro al espejo y ya no me puedo ver

Pero es posible aún que algunas banderas nazcan de pronto


Para prologar la oscuridad
Es posible que un día mi sombra salga de su piel
15
Sin poder decir nada
O que un gran fuego llegue hasta la tiniebla
Y la destruya

Así resiste el hombre en su frente a su verdad


Y lucha cercado de ruinas y luz
20
Solamente la luz llena de agua y eco
Así el hombre ancla en su muerte
Mientras la sombra habita su materia
Y un ojo terrible va creciendo en su noche

¿Qué agregar entonces al silencio para que se alce y vaya


25
si nada hay para establecer el árbol
que sentimos crecer en la memoria?
¿Cuál agua llega y de dónde?
¿De dónde el humo adentro del río
el humo que florece más cada día?
30
Humo herido que amanece y reside
Que cae y duerme en su rumor
Labrado de puras despedidas

68 Gustavo Ossorio / Obra completa

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35 Como un aliento sin cara
Como una lengua sola con una sola perla
Y un vapor de oscura estrella
Llega el olor morado que anuncia la tragedia

La tierra va con sus años y su hierba


40 Y algo de eternidad crece en la mano iluminada
Yo lo sé
Hay lugares en que nada es posible hallar
En que nada se sabe del día o de temblar
Hay lugares de invisible substancia
45 Doble residencia y pie lejano
En donde el astro busca su color
El color normal de su noche y su sobremar abierto y detenido

Allí el hombre recurre a fundar su palabra


O el espacio de su voz
50 Allí percibe la simultánea estatura de su soledad
Y su inútil espina
Allí ocurre a morir para no oír cerrarse de pronto la sombra
Como un eco

Allí yace sometido para siempre a la vida


55 Devorado por certezas y a veces azotado por su olvido
Hecho para gemir y guardar su rayo estremecido
Con una forma fija y un péndulo sonando hacia delante
Entre sus ojos y la visión antes de ver
Oyendo palabras que nadie dijo
60 Con las manos ausentes sin dedos
Sin nada que tocar ni conquistar
Antes que lo movible incorporara vértigo a los días
Antes del ruido
Sordo y parecido de fantasmas primarios
65 Duro como presagio
El pelo frío crecido
Y nadie para sufrir y morir al alcance del corazón invencible

Violento verbo de aire


Viento verbal de mi amargura
70 Hecho de vidrios y cerrado resplandor
Yo transcurro en medio de tu color
Tu medida y tu sendero

Presencia y memoria 69

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Yo amo el rumbo de mi pie
Tu mito de violencia y espacio subterráneo
75
Amo la sal y el árbol limpio frente al grito
Me dispongo a la espera
A la noche
A la nube
Voy simplemente entre dos vidas
80
Con el destino y la constancia perdida entre los sueños
Fuera de la presencia
Siguiendo su abatida huella tan de cerca
Tan hondo que duelen los huesos removidos
Y la estrella y los pasos inseguros
85
Cuando mi sombra admirable regresa a su peligro

70 Gustavo Ossorio / Obra completa

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La f u e r z a q u e a n da

Los utensilios para limitar la atmósfera


Su ubicación en la zona violenta
Las herramientas y sus distintos rumores
Que despiertan la mano o la piedra
5 Las cosas invisibles y los terrores nocturnos
Todo está en medio del camino sin recuerdos
En alguna oscura escalera de la respiración
Entre los vestidos de luto
Callado callado y verde
10 Tengamos allí la cadena para asegurar los ojos
El sistema nervioso desprovisto de sus vidrios
La materia del mundo antes que necesitemos de ella

Contengamos la evidencia corporal


Sobre el agua que favorece su apariencia
15 Tal vez algo semejante a un hilo sonando
Crezca allí por cualquier razón
Para quien crea que el tamaño y la edad del hombre
Dependen de alguna voz que va a llegar
O de algún apacible sol deshabitado

20 Ay qué idéntico el día al sueño que lo crea


Y lo adorna con algunos vapores y anillos

Aunque supongamos que las manos ocultan un misterio


Aunque no creamos que los ojos
Emiten una sombra tenaz
25 El tiempo el tiempo largo
Crece moviéndose ciegamente
En forma de abismo por debajo de la piel
Por entre los cabellos
Como una helada palidez que ve

30 En qué consiste un largo tiempo


Un largo tiempo
Un clima de la vida y sus utensilios repentinos
O la región que avanza hacia los pies

Presencia y memoria 71

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35 Entre huesos y frágiles ornamentos
La sangre al partir hacia cada dolor
Va pasando por sus puertas inevitablemente

Aunque neguemos la frente todavía


Y las horas se disuelvan en su ácido
40 Quedará siempre una cifra, algún libro
Los animales sencillos
Y tendremos que continuar muriendo

En todas direcciones ocurre la angustia subterránea


Hacia el mar saludable
45 Hacia la población dividida en pequeños gritos desgarrados
Hacia el vacío que procede a la llaga fiel

El aire está detenido entre dos esperazas


Para abrazar el corazón permanente y primitivo
El aire petrificado
50 El aire que falta y que no permite caminar

Duro y derrumbado sobre la presencia


Hay que salir de la mirada que miente en la noche
Ir más allá del movimiento que trabaja en la ola o en el pecho

Mas adelante del polvo que dejan los ecos imprecisos

55 El nombre forrado de una ardiente piel


Y blanco como una hoguera ya invisible
Recoge su huella olvidada
Y la guarda en el turbio espejo
Para defender el amor

60 Errante la lágrima a punto de volar


Seca la hierba y la cabeza nueva de pronto
He aquí la fuerza que anda
Que ha llegado y precede al delirio
Para continuar muriendo

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Voz sin término

Por el bien del corazón hermético


El radiante fantasma ya vencedor acaricia mi piel de continuo
El fantasma que retiene en su lugar justo el nombre LUZ

Como una inversa memoria de sombra, a golpes,


5 Con una entrada fácil y lejana en el recuerdo que se oculta,
No quiere el divino yugo celebrar su magia azul

Para contener la confusión del humo y el delirio.


Ya no es mía la mano que queda inerte, alejada y profunda
Sintiendo al fuego suicidarse.

10 Contengo mi lentitud y mi visión de algún gozo,


Llego a mi límite para fraguar el ancla inútil:
La estrella se alza en medio de grandes muertes
Mientras un año marchito espera en vano que regresen sus olas.

Porque todos sabemos que hay un día


15 Que opone sus peligros a nuestra voz.
Un día que es como un vapor apagado,
Como un carro submarino para morir sin dificultad,
Yo me aterro detrás de su vidrio tan próximo a mis ojos
Tan pegado a lo que sé de mi imagen.
20 El día ya deshecho, vaciándose con estertor de negra herida.
El día que transcurrió, desde su raíz que miró penetrar al sueño,
Hasta su flotante claridad para engañar a los pájaros confiados,
Hasta las duras lágrimas que se rompen sobre lo oscuro.

Voz que contiene y esparce el nombre LUZ,


25 Blanco y amado sin término;
Con su océano astral que nunca está,
Su continuo temblor desde el comienzo de la visión,
Su existencia abierta
Llena de noche clavada que continúa adentro.
30 Voz que se pega al oído
Y designa el pasado como una tempestad para amanecer y amar

Presencia y memoria 73

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Siquiera en lo hondo, en la ruina,
Y renacer.
Voz visible, escarmiento del mundo,
35
Voluntad que llena la frente de batallas coléricas.
Tronar de la fuerza, parecida a todo,
Para despojar al hombre de su llanto justo.

Voy con el pecho desprendido de sus gritos


Y un brillo redondo sonando en mi lengua;
40
Con una edad entreabierta que espera cumplirse
Cuando case el aire de contar sus palomas heladas
Y las cosas vuelquen en mis manos su pequeña alegría.

Ay, qué fríos los dedos tras la llama que huye;


Qué triste el tiempo vertiginoso que no restituye las flechas ardientes;
45
Qué invisible la puerta
Suspendida sobre el sentido para no poder mirar más;
Qué casual mi posesión de la hoja y del enigma.

Mientras la forma del mal teme al grito profundo


Y en la altura aguarda el fin de todo,
50
La memoria corta su hilo para devorar la ausencia:
L U Z,
Necesidad y apariencia que desdeña la dulce vigilia

El mundo habitado y distante del corazón impetuoso,


El corazón hermético que avanza para salvarse;
55
Las épocas y sus erradas llaves
Para que otros abran las puertas del rayo;
La campana, a punto de llenar de raíces los objetos rituales
Y en el ojo la gracia y una muerte cada vez.

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L l e g a da

Soy quien vengo del suspendido enigma.


Soy yo, que vengo a divulgar el sueño,
El sueño tenso entre dos piedras calladas,
Levantando hacia la estrella que se desata en tu nombre
5
Y llena de cosas secretas la oscuridad.
Vengo andando anochecido desde antes de los años,
Revestido de pálidos letargos y temblando.
Entreabro la blanca llama
Que me impide llegar a tus ciudades
10
Y temo que la tierra deje abandonados mis pasos,
La amada luz que aún brilla a causa de la espera;
Temo que mi llaga continuamente abrasada exhale
Su resplandor postrero,
Mito que mi entraña defiende.
15
Escucho a través del vaso frío
Ciertos ojos que bajan a la región terrena,
Ciertos dedos que anuncian tu proximidad:
Y quedo abismado entre mis rotas columnas.

Etapa que entre hasta mis huesos,


20
Tiempo que desanda el error
Hasta el límite de los planetas próximos a estallar,
¿Quién podría asegurar la integridad del ser
Que se va con verde angustia hacia su templo?
¿Quién alzaría sus manos para impedir que un destino
25
Lleno de turbias cenizas
Vuelva contra mí sus malignas espadas?

Cada llave que pierdo es un asombro


Que doblega mi sangre hasta su entrada al antro.
Corro, hurtando al viento mi rostro que te reservo
30
Corro, deshabitado, entre terribles furias ausentes
Que me gritan nombres desde todos los vientos.

Si aún no veo el ala consumida,


Si todavía me levanto
Y tiendo a la sombra un manto de tristes ornamentos,
35
¿Es que he aprendido un poder profundo para hallar tu ámbito?

Presencia y memoria 75

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Vo l u n ta d c i rc u n da da

Los muertos sueños que mis ojos desdeñan van engrosando el día
La sombra se llena de rumores contenidos
Mientras en torno mío gira la confusión
Y una cansada voz se obstina en mis partidas
5
Es en balde que el fuego disponga sus espumas
Oigo al día sangrar antes que hiera mi pecho
Antes que llegue a la voluntad y la circunde
Le oigo salir de los cristales de las oscuras puertas
Que nunca se abren
10 Pasar por entre mis cabellos rozándome apenas
Como un perseguido
Como un pájaro transparente debilitado y eterno
Nadie ve entonces mi oculto terror
Sumergido entre apagadas presencias y contactos
15 Heme al borde devorado del ruido
Con un traje de gracia y la atmósfera llena de una ciega amistad
Que da forma a la visión
El hombre pasa con su raíz destruida para borrar los enigmas
Sólo la sangre es nuestra y el espectro legítimo del mundo
20 Su inseguro vapor cae sobre la edad
Como una respiración cada vez más leve
La memoria reconstruye sus temblores
Sus signos ya desaparecidos
En el cielo sigue su trayectoria el espejo incorpóreo
25 Hago en mis ojos el árbol para olvidar la soledad
Y una muerte se apaga en su instante justo
Entretanto ¿quién continúa habitando la estrella?
Alguien fija sus temporales fuegos sobre mi despertar
Alguien mueve su rumor
30 Su miseria irradiante
Toca el espacio de mis estatuas ocultas
Y permanece como un eco pegado a su grito para siempre
Los desvanecidos sueños tornan a su redondo abismo
Para que los ojos entren por fin a la imagen
35 Todo desaparece o se destruye cuando el sentido vela
Después solo queda una libertad súbita o ilusoria
Que resuena inexplicablemente
Tengo a mi disposición una llama y el fundamento ardido
Lleno estoy de blancos episodios para merecer el amor

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El sentido sombrío
1948

— Santiago de Chile, Tralleres Gráficos Ahués —

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El sentido sombrío de G ustavo O ssorio

E n f o r m a c o n s ta n t e , s i t u a d o
en los límites de su propia muerte, con una
lucidez que es heroísmo por la cruel inteligibilidad a que trata de someter su
MEMORIA primordial, este joven e inexorable poeta, hereditario de grandes
buscadores metafísicos, nos entrega una nueva colección de poemas con experiencias
más purificadas, pero no menos terribles. No hay fantasmagoría aquí ni realismo
cromático, sino tensión constante y atención radioscópica para captar lo que
transcurre debajo y encima de los muros terrestres, vivencias que no excluye y que
por el contrario acepta como probatorias de su propio espíritu.
Para su vuelo abisal apasionado y sin tregua, asistiendo por resonancias y voces
deshechas, dispone este poeta de una conciencia lírica que jamás se desvanece y que
obra conforme a sentido, dotada de esencialidad y disposición natural abstracta, que
le da categoría muy pura y personal (puedo también decir ejemplar), dentro de su
generación. Lo infranqueable del reino de su alma lo seduce y los muertos los declara
a su favor provocando a los vivos. Pero lejos están aquí el ciego arbitrio, las imágenes
viudas de toda idea o la inspiración de pies desnudos chapoteando en la noche. Este
es mas bien un poeta austero, que exhaustivamente y en exceso despierto dentro
de su propio sueño, socava su MEMORIA con manos trémulas y ascéticas, lleno de
interrogaciones, la frente como desaparecida debajo de las horas, buscando algo
más profundo que la embriaguez de la imaginación, la melodía sonámbula o la fugaz
centella... Este es el lenguaje de un corazón demasiado encadenado a su secreto y
consciente de la destrucción que constantemente lo amenaza. Trasluce el centro
mismo en donde se produce la irrupción de su vida inaprensible en su vida personal.
Comprenderemos su jadeo, su violento pulso y tiniebla contenida. Pero no sucumbe
a su vértigo (“sin embargo, no significa la muerte…”) ni la conquista de esos signos
extraños lo desgarra hasta quedar hueco de su función terrenal o inválido para la
reconciliación con sus semejantes... Esta poesía que emociona por el grado prodigioso
con que penetra en zonas donde ya se pierde el aliento, no es fuga, sino participación
en metamorfosis simbólicas para ampliar y fortificar su presencia humana.

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Ha preferido este poeta, perseguido tenazmente por su mensaje, seguir un
camino subterráneo y se abre paso devorando su propio camino. Pero lo que ha
emprendido no es preparación para la muerte, sino preparación para la vida. Se ama
más el mundo cuando se soporta mejor la visión de nuestro fin y se asiste a nuestra
propia muerte para otorgar un sentido a la existencia. Tanta fuerza interna, cuchillo
de mango resplandeciente y vigilia al borde del abismo, hacen de este libro uno de los
documentos más valiosos de la nueva poesía chilena. Atravesado de parte a parte por
muchas flechas, veo que fluye de este corazón “la sombra para merecer el día”.

Humberto Díaz

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H e l a da voz 

Que vengan esos primeros sueños;


Que vengan con su quemante copa de voces
No los recordaré
Porque mi cara es otra, y ya no hablo. 

5 Entre tantos afanes,


He deseado que lleguen;
Que llegue, porque sólo es uno.
Y quizás vaya conmigo,
Con su vida fija pegada a mi cuerpo
10 Como una piel transparente.
Pero ya no lo conozco:
He estado solo, cavando en mi arcilla. 

Sale el habitante con su libro de horas


Y se va por entre las cosas,
15 Con una figura inanimada.
¿Recuerdo, recuerdo todo?
En la noche que brota de la respiración,
Desando el camino pegado a los muros transfigurados.
Todo es distinto.
20 Desesperado, me maldigo
Porque nadie pasa por mi lado,
Y el fuego se hiela entre los ciegos sonrientes.

¡Ay, cómo volver a poseerte, fuego oscuro


Que yo sabía hallar!
25 ¡Cómo rodear de nuevo la tiniebla, sin tocarla,
Hasta caer en el confuso patio
LLENO DE SANGRE! 

¿Será preciso decir alguna verdad siniestra?


Yo no puedo, mientras mis días sean sutiles

El sentido sombrío 81

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30
Como un espacio de esperas.
No puedo, porque me preocupa la santidad
Y acumulo méritos para seguir muriendo.
No puedo,
Porque las piedras de mi casa crecen cada noche
35
Y ya no sé dónde estoy. 

Pero, ¿para qué seguiré escondiendo la visión


A todos los ojos?
Ella se adelanta a mi voz
Y dice a todos mi nombre. 

40
A todos calienta con su mano encendida
Y en el día escandaloso,
En el corro de las presencias enemigas,
Me denuncia y abandona.
¡Qué falso brillo se junta por la bajada!
45
¡Qué ambiguo ser atraviesa por nuestra imagen
Para apagar el último cirio! 

Los sueños hechos por ajenos dedos,


Y la puerta que de pronto se abre
Para dar paso al agua,
50
Y el atardecer ancho y fijo como sordo tatuaje,
Todo esto es lo que va a quedar sobre mí
Cuando desde el pozo profundo
Sólo vea una luna terrible
Y nadie oiga mis gritos.

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H oy, s ó lo h oy               

Ya no es posible que salgas de la casa


Para entrar en posesión de tus ojos.
¿No comprendes que el mundo ha echado sus raíces
En las horas que no se pueden sentir? 

5
Hoy, sólo hoy te es dado saber
Que los muertos han sido enviados para tu confusión.
El día de mañana
Velarás los despojos de tu esencia primitiva
Sin reconocerte: 

10
Otro día tornará en que te preguntes lleno de congoja
Por el aire que conocías tan bien.
Y sólo te contestará la presencia de un árbol
Que “vivió en aquellos tiempos”.
Y te angustiarás en vano.

El sentido sombrío 83

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N au f r ag i o l e n to

«Mantiene relaciones desconocidas con las cosas»


Alto Torres

Mi salvación es una vida apresurada,


Intacta,
En un más allá de cosas desaparecidas.
En accidentes retraso mi emoción y mis fatigas;
5 En accidentes que me detengo a esperar
Entre las miradas que me descubren.
Allí estoy bien,
Con los que ávidamente escuchan y siguen por siglos
Al rostro que nunca vimos,
10 Pero que advirtió nuestra turbación. 

Hay desaparecidos que dejan sentir su mano sobre la frente,


Huelo el polvo que vuela ahora en otros cielos,
Me pongo de pie,
Y temo que esos días de antes, los días sin sorpresas,
15 Estén socavando nuestro suelo. 

Pero de algún modo se va,


De algún modo ejercitamos nuestros inútiles peligros;
De algún modo la pureza que no alcanzamos
Nos asombra con su voz tan seria,
20 Como eco de nuestra voz. 

Con júbilo maligno torna a la tierra infinita,


Para seguir habitándola,
Para que suceda algo más,
Para que en convulsiones vayan a mi alrededor
25 Cayendo los oscuros:
Es la fiesta del linaje que sobrenada,
La fiesta del rastro dejado por viejos llantos;
Es el círculo de aguas guardadas
Que trata de formarse para variar la costumbre 
30 Pero vencido quedo,
Y el breve vértigo llena los aires de cólera. 

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De un lado a otro van mis ojos,
Buscando al prestamista de días,
Al que invade con su desprecio
35 Nuestra miseria de regresar siempre. 

Y siempre le hallo en el espejo habitado,


Siempre, con su clima oculto bajo el manto,
Preparando la nueva batalla.

El sentido sombrío 85

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A dv e n i m i e n to

El alma que se borra en el pasado


Como una eternidad de anhelo vano,
En medio del abismo prolongado
Transforma su verdad en don lejano. 

5 Largamente esta sed que me tortura,


Corre en mis venas como cauce ciego.
Vigilia de los años, nave oscura
Que en noche arrebatada huyó del fuego. 

10 Pero un tiempo fugaz que resplandece


Te ve llegar como perdida llama,
Como un enigma que el olvido fuese. 

Y un liviano rumor de dulce día


Entre sueños y signos se derrama
15 Para abrir con su llave el ansia mía.

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S e d u cc i o n e s 

No es un cántico el que vive y crece


Cuando voy a ti;
Es una llama con un caudal de inesperadas venturas,
Es una llama excesiva
5 Con sus árboles de resurrección. 

Por entero cambia lo fraterno y lo violento,


Y la luz y su sombra
Para dar paso al ser que mira
Con ojos privados. 

10 Yo me agito, y voy y vengo


Entre cosas terrenas y silencio,
Mas de pronto me incorporo al admirable frente:
Sé que en medio de los errores
He de obedecer a tu voz
15 Que acaso, ¡ay! trabe aun su verbo con la noche. 

Circulo entre hondos pozos


Que repiten los ecos siniestros que tú escuchas;
Entre aguas cerradas y atentas a mi delirio;
Entre sordas casas
20 Que no reciben al tiempo que viene a ellas. 

El tiempo, el tiempo,
¡Cómo es cercano y nadie osa tocar su ceniza!
¡Cómo llena de piedras la vida
Sin preguntar nada!
25 ¡Cómo una hora es desear
Y otra hora emoción que desconocemos! 

Escudriño sin término en tu fuerza,


En tu privación, en tu complacencia.
Miro el vapor de mi deseo, alto, alto,
30 Y el muro «en que nada se verá»
Toco con mi mano de hombre, cotidiana y sobrecogida,
Muy temprano, con ánimo de morir. 

El sentido sombrío 87

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Tengo, sin embargo, inesperados goces:
Mi espíritu advierte los sumergidos fulgores
35
Y reconoce a los mensajeros del día lejano. 

Tu frente,
Sin velo, sin flechas obstinadas,
En la vía suave que lleva
A la atadura que esperamos,
40
Es como un suceso benigno,
Como un rito eterno para ahuyentar el miedo,
Un leve instante secreto y perdurable
Para extinguir la turbación.
En torno a ti
45
Caen los hollados caminos
De otro tiempo,
Y una memoria nace visible
Para guardar intacto nuestro paso.

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E n t r a ñ a 
 

Estás como en un día sin abismos;


Estás como un signo eterno sobre las cosas presentes.
¿Qué admirar más? 

Poseemos la gloria
5 Y unas piedras llenas de cánticos
Y la lengua que muestra su maravilla tenaz
Cuando te nombra. 
Hay, además, un temor y un asombro,
Y los brazos para contener el amor. 

10 Hemos tocado un penetrante enigma


Y en él estamos ardidos.
Entremos, pues, a la fuente
Con una imagen de tinieblas para no ser reconocidos. 

Una mano nos guía y yo te acompaño


15
Con una visión suspendida en mis dedos.
Miro cómo van tus pies resplandecientes,
Y la soledad se desprende como una hoja. 

Eres como una verdad que desborda la memoria


Y de tu frente salen los caminos del mundo
20
Y una seducción para animar las casas vacías. 

Toda como un poder, afán terrestre,


De ti misma el destello es un deseo que se cumple
Para siempre, sin perecer.
Tienes tu presencia transfigurada y sin edad,
25
Y tu sombra que rompe los círculos
Tienes la luz en que no temo dormir,
La luz que afirma mi transparencia,
La luz con que penetro en ti, para conocerme. 

A tientas andan,
30
Asomados a una alegría petrificada,

El sentido sombrío 89

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Los pobres temerosos.
En tanto, somos huéspedes del reino
Y un agua nos baña
Y llega a mi boca para iniciar los himnos.
35 Andan tristes, con sus ojos martirizados,
Y la noche los llama en vano. 

Yo cruzo las habitadas albas


Y llego hasta tu cuerpo, que es un día de gracia,
Y una sed que me punza y agita mi raíz. 

40 Tú estás cerca de mí,


En lo hondo de mí.
Mis sentidos salen de su perdido espacio
Y tocan tus cabellos
Para no morir.

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M u e rt e e n c e n c i da

Todavía vivo,
Todavía voy, alma mía,
Como un peñasco que apenas repercute en la sombra. 

¡Si tuviera sólo una sombra para perecer!


5 ¡Si diera abrazos al hechizo, al regreso, a la sal,
El sueño acogería su huella con respeto! 
Pero aún voy,
Como si morir no fuera el horno y la rueda.
Como si morir no fuera la voz que de una vez se prende a su eco
10 Llena de tierra endurecida. 

Alma mía, sólo tu fuego en la hora de creer,


Cuando lejos hay dioses que desbordan lutos
Y cóleras oscuras,
Sólo tu fuego hace sobre los cuerpos la soledad.
15
Y las cosas que en sueños vemos llegar a nuestras manos,
Nos cubren con su terrible transparencia. 

Veo de nuevo la red enorme,


Tendida entre mi imagen y el cielo cerrado con fuerza;
Oigo tu refugio resonar en mis sienes,
20
Y con un paso que socava la orilla del amor
Y remueve el corazón que en secreto cuenta sus cabellos,
Yo ardo junto al hondo vacío que para siempre llenamos. 

¿Qué no puedo decir


Si de un lugar a otro llevamos el abismo?
25
¿Qué no podemos esperar
Si hablamos una lengua devorada
Y en el lecho espera una fiera alerta
Para velar nuestra noche? 

¡Ay! que no se va en vano por plazas solas


30
Ni se vuelve de la tiniebla entero
Y con el cántico igual… 

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Bajo hasta donde un terror hay
Que no sostiene la torre invisible
Y allí, apoyado en muros de piedra confundida,
35 Me veo, estrechado el destino por extrañas creencias.
Me veo, con los días que evito,
Con mi edad tenaz que va conmigo,
Me veo, diciendo adiós al día terrible,
Con el aire que me trae la voz desgarrada,
40 Con un traje oscuro que no puedo tocar. 

Esta es la parte baja,


La parte hundida,
La fatiga y el hábito sordo de esta ciudad y este calor
Que conoces y no te asombran;
45 Porque vivimos lejos,
Donde la ausencia apenas lame la pobre luz de los mortales.
Y oímos con piedad los gemidos de los solos
Y en nuestra columna de delirios
Una llama se alza para los ciegos.

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C e l e b r ac i ó n o c u lta

Las cosas que ignoro suenan como una sal en mis sentidos,
Y mi muerte ronda con nombre supuesto
Escuchando los rumores terrenales.
Veo cómo a mi alrededor se sostienen
5 Sin dedos, sin habla, las visiones,
Y los prodigios que mi alma desconoce
Por una oscura escalera ruedan entrechocándose.
Por eso comprendo la dura luz que pasa
Y me roza para hacerme amar su fruto. 

10 Difundo la gloria que recubre mi piel como un manto


Y voy alejándome de mi huella
Que ya no es posible reconocer entre mil.
A través de ardiente estrago miro
Y los sucesos de la noche retumban inmóviles
15
Para sellar la puerta firme. 

¿Dónde te hallo?
Llena de ondas lúcidas,
Tus pasos dan color a los deseos
Y en mi corazón se levanta una imagen que me mira
20
Y luego se va, sin oír que la llamo. 

Yo no sé qué secretos inmensos


Taladran los sueños con tu nombre
Desde que giras apenas visible;
Pero quiero irme,
25
Irme con tus ojos removiendo las partes del amor
Para borrar los estigmas. 

Cada día descubro palabras que te revelan


Y nuevas marcas en el cielo
Que nos convierte en emanaciones resplandecientes:
30
Ante mí tengo tu fe
Y la piedra inmortal de donde vienes,
Tu dulce noche y el aire que sale de tus cabellos;
Tengo tu llave y una figura

El sentido sombrío 93

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35 Que sobrevive a la interrogación
Y se deleita bajo tus manos. 

En mi casa entro
Y allí, entre plumas y hondas aguas,
Te oigo de pronto, detenida en el aire,
40 Con una nube para mi libertad.
Eres lo que se va
Por mortales horas contenida en el gozo completo
Eres breve indescifrable
Y tus labios remueven el origen de las confusiones 

45 ¿Para qué voy,


Cautivo y ejercitado en el porvenir,
Si tú me arrebatas a las cosas malignas? 
Hay en cada soledad una desesperada lengua que arde
Y nos presagia símbolos inútiles.
50 Pero yo acojo lo inalterable de tu voz
Y con ello la arena para abatir el terror.
Te vas hasta el límite más trágico de lo oscuro
Y yo quedo en el recuerdo
Sólo identificado por tu señal de estampa diestra.
55 Te vas,
Pero una codicia que roe mi corazón te atrae
Y entonces me amas con impetuoso estupor
En el gastado abismo en que las sienes
Castigan al rayo por sus violencias. 

60 Acaso nunca sepamos quién llora para abrasar nuestros sueños,


Acaso nunca lleguemos a encontrar nuestro árbol protector,
Ni veamos su doble copa acallando con su arpa
El habla enemiga que cambia los rostros. 

Henos aquí en edad de amar.


65 Henos aquí soberanos del delirio
Para igualar las jornadas y la ruina sorda,
Libres de los pies que agobian con su falsa esperanza,   
Libres de la sangre que desencanta,
Con nuestra luz sin juicio,
70 Con nuestros cuerpos aterrados por la contemplación. 

He aquí nuestro círculo oculto,


Nuestra tierra y nuestra entraña.

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V e n ta n a a b r a s a da

Alma pura, corro y en tanto movimiento


Hallo el espanto y un abismo que esperaba. 

Una memoria va y viene de la hondura


A lo triste cotidiano,
5 Del agua y la simiente
Hasta el lugar pavoroso en que estás. 

Una memoria y una fe ceñida de vientos sin imagen


Llegan con sus palabras limpias,
Con su collar de gritos
10 Y me calman. 

He sido sólo un trance que cesa,


Sólo un aspecto de ala.
Las puertas se han abierto para seguir buscando
Y yo en medio de fuerzas que hacen nudos y silenciosos rencores,
15
No te he hallado. 

Un ruido de abandono escucho


Y en mi alma hay sujeta una piedra
Que me golpea si te acojo:
Es la soledad y un sentido abominable para velar;
20
La ceniza y el hondo ser en que se obstinan las horas fijas. 

Pero yo crezco de mi resplandor,


Yo acojo los llamados que tu voz secreta me hace,
Yo voy en tu carro y lloro
Porque abandono la vieja casa resonante;
25
Lloro porque una muerte parte
Y en sus muchas manos se lleva algo de mi sangre
Y toda mi pesadumbre. 

Avanzo, recuento mis noches transfiguradas,


Existo encendido en desiertos, despeñado de alturas,
30
Sin entraña, con una sal que me preserva,
Sin olvido, con mis sienes impetuosas

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Y una cabeza que preside las encarnaciones
Por sobre las raíces recién cortadas. 

¡Ah, hombres que doblan sus miembros y sucumben,


35 Hombres que en la ciudad ruedan
Pereciendo sin ardor, sin zozobra, con pequeños gemidos!
En un mar de tiempo solo me agito
Y os miro sin comprender.

Has venido.
40 Un cielo va hacia tu oscuridad y la descifra.
Te llamo entre hogueras, desde lejos
Y tu sombra que nace a cada voz mía,
Me cubre como un gran árbol ritual.

De tus manos sale un aire para sostener la noche;


45 Busco entre tus cabellos algunos muertos peligros,
Mientras la sangre suena con afán y se extiende. 

Recupero tus ojos


Y una santidad antigua me infunde visiones bienhechoras.
He rescatado la alegría
50 Y ya te puedo mirar sin perecer
Porque tienes tantas vidas
Y son tantos mis pasos en pos de tu sueño,
Que cada mañana nos espera una luz nueva. 

Cada retorno es un nudo que echamos a nuestros silencios.


55 De nuestro cuerpo lento rebosa un fuego
Que ahuyenta los rumores ocultos
Y en el fondo de las cosas perdurables
Vamos viendo las fuerzas que nos devoran a grandes dentelladas
Y nos alejan del mal
60 Calladamente. 

Es un lugar en que sólo siento tu eco


Mezclado a mis abismos,
Yo me quedo en adoración, con el alma macerada.

96 Gustavo Ossorio / Obra completa

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El c i m i e n to i n t e r i o r

Secretamente andamos,
De hondura en hondura con nuestra agonía,
Desnudos frente a las ruinas,
Secretamente, atados a lo maligno. 

5 Yo nada espero,
Sin embargo, penetro en el estupor
Y me imito y te nombro para sobrevivir
Porque he arrasado la sangre y la furia.
Pero sólo lo ausente me rodea,
10 Sólo aquello que es postrero y es avidez y desconocimiento
 
Uncido voy a la palabra temible
Y avanzo sin saber nada.
¿Qué somos sino ciegos lentos?
¿Qué podemos contra el terror que nos devasta,
15
Contra las cosas que parecen delirio
Y luz a nuestro deseo?

En lo hondo andamos
Y no hay sino visiones en las que creemos. 

Tú, que engendras días y pasos


20
Entre ejemplares vigilias,
¿Cómo retribuirás  lo negro que te es dado preferir?
¿Cómo resistirás las revelaciones y los duros enigmas?
¿Qué escudo opondrás al ataque de tus sueños,
¿Qué trance a la sal que tu sombra echa en los ojos? 

25
De ti brota un agua encadenada;
Una edad entreabre su iluminación
Y entre lluvias te colma de eternidad.
Tienes en la frente un gran rayo que me ignora
Y de tus manos bienhechoras se levantan antorchas
30
Que estallan a poco de nacer. 

El sentido sombrío 97

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Pero un signo me marca
Y yo lo veo
Es lo único que veo, y ya nada puede salvarme:
Voy con el corazón habitado de rostros sombríos
35 Tras tu muerte que me llama.
Voy resonando tras tu casa que precede mis pasos,
Siempre sin eco,
Siempre clara y labrada de piel viva,
Siempre situada entre el día de la cólera
Y los secretos que disputo a mi voz, cuando amo. 

40 Un signo me marca
Y yo voy con mi carro y mis ídolos,
Perdido entre lamentos.

98 Gustavo Ossorio / Obra completa

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El sentido revel ado

Soy simultáneo a la noche,


La noche cortada por vellos,
Con un olor a humo y a piedras calcinadas,
La noche en que mi apariencia se extiende
5 Y llega a ti como un apagado brillo. 

Nada recuerdo y de un helado metal formo parte,


Duro e ignorado por los viajeros.
Tengo lengua y una luz la ilumina cuando despierto.
Tengo llaves que abren la entraña
10 Y el fin ocultan del tiempo que palpita
Entre mis imágenes cambiables. 

En gran oscuridad y sin defensa


Yo me sumerjo para salir puro. 

Los pensamientos y las cosas veo


15 Sin guía a través de árboles,
A través del suelo transparente. 

Pero nada se salva de las aguas que inundan


Sino los ojos y la cara desconocida
Que tantas veces se transforma. 

20 Heme aquí muerto por imposibles.


¡Ah, cómo el aire a paso de sueño
Me aproxima a la destrucción! 

Muero, salgo y hago el signo del terror


Para que repares en mí,
25 Y me desnudo, seguro y central,
En la casa iluminada. 

Tú clamas, confusa, entre fuegos


Y una uña de cristal te desgarra la voz.
Apenas vives
30 Y en un aceite consagrado hundes tus dedos. 

El sentido sombrío 99

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El alba resuena entretanto
Y a lo lejos hay cabelleras que ensombrecen el muro:
Acaso eres tú quien llega
Y con un dardo abates el corazón turbado;
35 Acaso no seas tú
Y sólo sea tu sangre que golpea en mis pupilas;
Acaso te hayas ido a dormir entre ciegos extraviados
Para escuchar mejor mi miedo... 

Ay, qué será de la vida voraz y las hogueras de mi gozo


40 Penetro solo a los años inesperados,
De una puerta a otra voy, llamándote
Y a prueba pongo tu eco.
En una niebla huyes, ausente y vencida por cadenas.
Después hablas y ríes, ocultando el espectro a mi ansiedad. 

45 Pero yo te arrebato a las presencias negras


Y en medio de un espanto que corta en dos la sombra,
Te conozco
Y me habitúo a tu amor.

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El t i e m p o i n s e g u ro

Con lucidez veo ahora los ruidos que toman cuerpo en mis dedos,
La blanca zona que parte de mí.
Antes era una atmósfera de cabezas que en un vaso estaban
Como la edad lentas,
5 Como un coral compactas, para maldecir mis actos.
En un ángulo de la escalera
Los olvidados inician la oscuridad
Y gritan para que el vidrio denuncie su tortura. 

Yo celebro que mi raíz


10 Toque con su respiración en el pecho sumergido,
Así el trabajo de las horas fieles se hace sueño
Y olvido lo que los soles nocturnos esconden;
Olvido que hay una sal que arde sobre los ojos;
Olvido que me reflejo en el desesperado sustento del fuego;
15 Que mi semejanza con un muerto es tanta
Que el aire ya nada tempera
Y la puerta sombría se desvanece sola,
Como un terror que corre por los pelos. 

Yo no puedo andar.
20 Yo no soy invierno ni dolor que evapore sus lumbres:
Solamente a través de una sospecha,
De una desnuda furia acechando mis corrientes,
Es que logro dedicar mi voz justa al peligro y a las partidas. 

Pregunto por la mano que recién ha salido


25 Y sólo escucho al mundo resonar entre copas de agua turbia.
Investigo en la noche,
Entre sus hijos portadores de arenas calcinadas,
Cómo es posible poseer la sed y aceptarla para siempre;
Pero sólo las esencias quedan
30 Y entre ellas nada hay que no se confunda
Con mi propia destrucción. 

El hecho de mi ambular por entre huesos y húmedos pasillos


Nada agrega a la memoria;
Allí estoy y paso en silencio,

El sentido sombrío 101

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35 Alumbro la habitación, hago preguntas y me confundo
Y celebro la soledad porque en ella despierto
Con mis objetos perdidos, con mi bosque imposible
Y mi satisfacción de salir y destruir. 

Yo sabía todo esto antes que las voces con su pie carcomido
40 Llegaran a decírmelo:
Mi andar por entre huesos y húmedos pasillos
Nada agrega a la memoria. 

Una imagen se pasea bajo los vientos enormes;


Una nube hace el espanto con sólo su pulso fijo;
45 Un justo mira la tiniebla y gime para mover su extraña sien.
Yo en tanto, soy lento y tiemblo
Porque de mis lejanos precipicios
Una luz se derrama y va a devorar la sombra. 

Hay que regocijarse por todo y porque yo salgo


50 Y como el calor me expando:
De mi transparente lengua una ciega centella sube
Para iluminar el espejo y revelar mi tiempo.
Las alas de la lámpara me guían hacia esta hoguera de consunción,

Y yo acepto el rumor de su suceso. 

55
Poseído por los riesgos pasajeros yo nada soy
Y un acto que no comprendo se realiza en mi frente,
Mientras cada error exhala su niebla y su delirio. 

Este es un tiempo inseguro


En que muchas persecuciones echan la carne y la sangre
60 Entre las cosas desconocidas.
Pero si huyo y de mi cuerpo salen brasas y despavoridos hilos,
Nadie creerá lo que ve ni lo que oye.
¿Y qué quedará entonces para abrir las venas a una memoria que llega?
¿Quién abandonará la casa cuando mi cabeza se desprenda
65 Y caiga sin angustias?
¿Qué oído se ejercitará en el mal para turbar la vida apacible? 

En un abatido día me crispo y me resigno:


La eternidad sale de mis palabras como un vapor,
Por eso me callo
70 Y el arma se deshace entre secretos y presencias directas. 

A mi alrededor el día comienza su encadenado empeño.

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El s e n t i d o s o m b r ío 

La gente más extraña anda


Alrededor de los metales y las cosas vanas;
No hay así valor para soñar en medio de las piedras
O debajo de los despojos. 

5 Desde un alto puente veo cómo prolongas las horas para dominarme,
Y veo cómo tu sombra tiene una lúcida piel
Y existe verdaderamente a un costado de ti. 

Yo en la espera lanzo mi llave a la tierra que pisaste


Y un límite se enciende para asegurar mi soledad.
10 Cada ojo que me mira es un nuevo sentido que adquiero
Y substancias de cólera afronto
Para sobrenadar en medio de tanto espanto. 

Una noche gira con mucho estrago


Y tan pronto me aleja tu voz, como me la acerca,
15 Hasta hacerme testigo de todas tus edades.  

Sola en mi mundo transitas


Y ves, como yo, todas estas cosas enigmáticas.
Llamas y un eco hecho de inalterables nombres
Arroja sobre ti alas encendidas. 

20 En la puerta velo y espero hablar contigo


Cuando me veas.
Pasas de cierto modo,
Pasas consumida por lluvias, buscando algo desesperada y feliz.  

Pero en tu figura Yo advierto los signos pródigos


25 Y me pongo a contar las desventuras para no enloquecer,
Demasiado sabes que me obstino
Porque es largo morir sin saber nada. 

Te ocultas para confirmar lo oscuro,


Pero un rastro dejas que llena de visiones la memoria
30 Y yo te descubro.

El sentido sombrío 103

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Siempre te descubro:

Principias en mi apacible pecho y llegas


Hasta la torre en que nadie conoce a sus hermanos. 

No ha muerto nada desde que te reconozco en pleno día.


35 Nada acaba ni da cima
Desde que sin cesar avanzo en pos de mi pesadumbre.
Sé a dónde voy y te nombro:
Sobre mí un poder sopla
40
Para que mis pasos multipliquen la tierra.

104 Gustavo Ossorio / Obra completa

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El h u é s p e d y e l f u e go  

Si entre las cosas del mundo te hallara


Descendiendo, en medio de palabras y oscuras manos
Si te hallara cubierta de un légamo, muriendo,
En medio de hombres de piedra,
5
Yo estaría en una sombra,
En un ruido, en el duelo y en el rencor
Para seguir interrogante. 

Una hora con su ardor y sus bálsamos


Bruscamente se abre para revelarte. 
10
Hay una fe en la que reposas,
Un terror secreto que te nombra:
Tú renaces en la orilla que toco
Mientras un aire errante reúne las primeras angustias. 
 
Han de venir noches terribles
15
En que la cabeza se desprenda como un fruto,
Y un ansia de mudar la piel y la prisión
Nos alargue los dedos y los gritos. 

Han de venir olvidos y sales sin origen


Y un manantial de fuego llenará el pozo de lamentos. 

20
Pero antes guiaré mis vigilias
Hacia el muro en que te apoyas;
Una paz haré para llenar de hojas la ciudad a tu paso.
Llamaré a algunos amigos
Y sus esposas quedarán velando
25
Para que nadie turbe este invierno terreno. 

Pero antes gritaré sobre la ceniza


Y en lo hondo te guardaré de los malignos goces,
De los insectos que zumban antes de la muerte
De los suelos engañosos
30
Y de la mano ardiente que te enseña lo abominable. 

El sentido sombrío 105

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Tiemblo y amo.
Por el suelo, como un hilo que suena incesantemente,
Con un extremo, en la memoria y el otro entre los dientes que crujen, 
He aquí tu voz 
35 Y una sangre a la que me encomiendo; 

He aquí tus ojos


Y tus pasos que abrasan la tierra y me confunden.
He aquí los animales invisibles
Y todos los despojos de la luz;
40 Todas las vanidades y todos los lugares familiares;
Las vacilaciones que no reconozco
Y las penas y el fulgor que respiro si tú andas. 
Todo está callado bajo el golpe y el presentimiento:
Aguardando estoy tu señal
45 Para entrar a la casa. 

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La j o r n a da p e r d i da

Mientras camino, con mis manos desgarradas por sus muchos furores,
Voy viendo los muertos que se ocultan en mi pelo.
Voy viendo sus sombras lineales que se descuelgan sobre mis huesos,
Sus entreabiertos costados
5 Por los que se escapa una luz húmeda. 

Pasan mis dedos


Y el espanto tiene una figura conocida. 
Que crece como una corriente sin orillas,
Que va espesándose, roja,
10 Sostenida por mis ojos fijos,
Atenta a la tensión de mi alma que la contiene y la desea,
Por un mundo voy que no calma el misterio cotidiano. 

¿Qué palabra digo, que la arena amenaza tragarme?


¿Qué compañía tengo que resplandece sin que yo la vea nunca?
15 ¿Quien soy, que las estatuas caen derribadas si las miro?  
¿Qué se apaga y declina cada vez que estoy solo? 

Yo sacrifico mi mejor sueño


Para que mi pecho se cierre en el frío
Y se haga por fin la noche que espero. 
 
20 Una ciencia completa aprendo para soplar sobre la tierra
Y segar de raíz la melancolía que entorpece mis pasos.
Pero no puedo distinguir el bien de la ruina,
Ni mis palabras que el espejo repite,
De las visiones que me acosan para conturbarme.
25 Mi enseña veo igual a las de mis enemigos. 

En balde, pues, paso volando por sobre el árbol consagrado.


Mis labios murmuran un nombre que nadie lleva
Y el miedo se establece entre mi ropa y mi piel.
Abandono el sol y el amanecer ya enfriado sobre las cosas.
30 Me voy en medio de vanas alegrías
Y dejo tras de mí un falso doliente que me imita. 

El sentido sombrío 107

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He sido un ámbito gastado por su eco,
He sido perfecto como la sangre viva, sin saberlo.
Ahora quiero respirar apenas, para que arda todavía el estrago. 
 
35 Un poder dentro de mí me excede,
Guía mis sueños y hace carne mi esencia bajo una gran piedra,
Mis goces veo como dulces llamas azules
Y la oscuridad se mueve para renovar mi sombra.
Todo esto ocurre y yo no puedo gritar.
40 Algo avanza adelante de mí y fortalece el recuerdo de las horas vacías.

Nada conozco ya en este lugar final


Sobresaltos y fatigas regresan y se extinguen resonando
En el aire mío como una llave entre mis manos;
En el aire que es el mismo desde el primer azar me miro [miro o miró?]
45 Y un hielo me echa entre las apariciones.
En el aire que junta, mis actos.
Me apasiono para establecer los días secretos
Y unas piedras hallo que alargan el vértigo para perderme. 

No hay una pared sorda que acepto mi oscuridad sin llorar


50 Y yo me revuelvo contra la apariencia de las cosas,
Contra el movimiento y la memoria
Que cambia los nombres por ojos o por risas
Y a la muerte viste con un agua celeste para que pueda llegar. 

Penetro gritando a la bóveda de plumas


55 Y de pie cayendo entre vidrios
Siento que una cara desesperada me mira morir
Sin alcanzar mi mano
Que empieza a resucitar en el recuerdo perdido. 

¿Quién devora con ruido de dientes la tiniebla que habito?


60 ¿Dónde estoy que tanta sangre veo y unas hormigas furibundas muerden mis pies? 
Sobre un bosque de duros puños floto
Y mi cadáver me sigue atado a un hilo que yo tiro:
Estoy muerto y deslumbrante,
Mi imagen es una compañía para el apagado nombre.
65 Entro y salgo de mí.
La lámpara yace con sus fervores en silencio. 

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¡Qué invisible entre tantos oleajes!
¡Qué destruido lleno de pelos, de algas, de pequeñas sombras!
¿Qué cabeza tantas veces vista tiembla sin sus palabras,
60 Sin su almohada, sin sus venas! 

El terror administro por mi permanencia y mi seguridad


Para que nadie esté alegre y los perros permanezcan fuera.
Alguien hay en la puerta que contempla estas cosas terribles
Y calla. 

El sentido sombrío 109

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La s o m b r a d e s ata da 

En este período de la razón


has aparecido para devorarme.
Adentro de mi oscuridad
Siento tu sed habitada de ojos fijos,
5 Que viene hacia mí por el vello y por la lengua.
Pero llevo puesta una máscara que oculta mi fundamento:
No seré para ti más que una edad desconocida. 

Encarno una angustia accesoria


Que sigue mis días presentes y activos
10 Como un sonido que continúa para siempre.
Voy así de un lugar a otro,
Consagrado a lo amenazante, a la ansiedad y al eco
Y hablo el mismo lenguaje que tú.  

El orden pródigo, lo más libre nos rodea


15 Y por una puerta que no habíamos visto
Salen mis pasos,
Comparables sólo a lo que representas
O a lo que ellos conmemoran. 

Me inicio en torno a ti sin danza ni luz herida,


20 Para medir tu activa noche,
Tu sol turbio que se difunde y crece.

Mi espacio se llena de disputas


Y el tiempo de la tragedia se hace difícil:
Por ahora y para la furia lenta
25 Ya no se sabe quién es el ausente y quién el delirante.
Un gran reloj reúne el dolor ido. 

Evoco la continuidad de tu presencia


Y solas repito las palabras rituales
Para que nuevamente llegues,
30 Salgas de tu morada   
Y me señales un plazo para morir. 

110 Gustavo Ossorio / Obra completa

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II

Todo riesgo es una vigilia que buscamos.


Todo presente, una prohibición de ser solo y real.
En vano amamos si un dedo revela a los signos en el muro
35 Y una mancha animada nos toca con su orilla. 

Somos responsables del principio y el fin


Que dócilmente aceptamos;
Por eso cuando miro que te vas como se va la ambición,
O llegas
40 Perseguida por los invisibles,
Yo me quedo neutro y absoluto
Mientras creo en el día de la restitución. 

Atribuyo al corazón el puro desgaste que me une a tus fatigas.


Una grave plenitud me salva de perderme para siempre
45 Y el medio en que persevero para amar,
Sólo halla un recuerdo de mí
En un espacio de leve ceniza.

El sentido sombrío 111

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Sumisión a l o r d e n o s c u ro 

Por un acto estéril que nadie siente,


Que nadie ve ni respeta,
De nuevo el sagrado vínculo me ata a su absoluto equilibrio. 

[¿] Cómo ser alimento de súbditos


5 Si hay un poder que asumo en medio de turbaciones?
Yo soy un buen hijo y un buen padre
En esta alianza de tristes familias.
Yo guardo mis ritos
Siempre válidos para que nadie exista
10 Sin una inversa voz de pecado. 

Porque no basta que un hálito de irradiante materia


Llegue hasta la sombra y la descubra,
Ni basta que una enfermedad
Socave nuestra mirada para prestigiarla. 

15 Nada mejor puedo señalar


Que este hilo que rodea la muerte y la purifica.
Su contacto se hace fuerte como la ancha plaza
Y todo cuanto toca tiene un nombre prohibido. 
Para cruzar desde el oscuro dominio
20 Hasta su presencia,
El hombre sale de su templo y muere.

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V i o l e n ta esper a

Pálida por la negra existencia,


Con una lámpara alzada para descubrir la castidad
Como en un cerrado campo de horas altas y bajas,
Esta es su última cara. 

5 Cuando veo que todo se define a mi placer,


Odio el mundo
Y odio la terrible boca que sin cesar se abre
Para recordarme la muerte. 

¿Qué flores que yo tengo salen del solitario cuerpo? 


10 Para sonreír en el círculo de huesos
Y tener un buen día
Con tentaciones y una abnegada estrella
Hay que entrar aún más en la iluminación.
Entrar más y estar triste para siempre,
15 Dedicado al fastidio,
A la cólera y a los pactos con la visión. 

Cuando veo que todo es llano al hombre


Y en el espejo miro las ventajas sombrías
De ser uno y sangre,
20 Yo renazco de mi primera confusión
Y en la mañana petrificada, pierdo mis recuerdos. 

Siempre la voz va hacia una posible locura:


Lo que oímos es un gran sueño 
Que disuelve lentamente nuestra entraña.
25 Por eso siento que en la noche
Crecen los ojos para la mentira
Y me doblego ante su ola de martirio. 

La voz, entonces, ata sus risas con hilos ardientes


Y sus presurosas hormigas
30 Van llenando los dedos y los sentidos siniestros.
 
La voz, la voz,
¡Cómo me abandonan sus cenizas!

El sentido sombrío 113

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¡Ah! llenad de violencias el insomnio
¡Y las rojas calles de la memoria! 

35 Sólo es posible ya la inmovilidad 


Y una paciencia perfecta.

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Regreso a l a i m ag e n s e ñ a l a da 
 

Me refugio en lo que oigo de inmensa hoguera nocturna.


Se alza la raíz
Y un rayo contiene el silencio
Crecido de espanto y sueños. 

5 Ya tengo la materia de bien morir,


La oscuridad terrestre en que sólo es posible amar. 
De todas las aguas sale un soplo terrible
Que puebla mis ojos de presencias. 

El ser de fuego,
10 Como una sed sin sombra ni sucesos,
Posee mi imagen y en mi lecho se aposenta. 

Yo entro en la confusión
Y el ala del mar mueve mis pasos. 

Yo entro en la confusión
15 Y los olvidos abren su dura caja
Y me precipitan al deseo. 

Yo entro en la confusión
Y una serpiente vestida
Recorre los delirios para agrandar mi ruina invencible. 

20 Yo entro en la confusión
Y un polvo se levanta del espejo 
Para encender mi sangre estremecida. 

Vivo y voy, con las manos tendidas,


Por entre tantas cosas inmóviles que aguardan la señal.
25 Voy por entre coros y dulce reposo.
Voy hasta ti,
Rumor y pulso que siento subir y naufragar
En un tránsito de célebres horas. 

El sentido sombrío 115

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Hete allí y aquí, removido enigma,
30 Párpado sin contacto,
Mundo súbito que extiendes la revelación,
Breve negación de la espina,
Dolor devorado que enseñas lo perenne. 

Ay, detén la invisible fatiga,  


35 Atraviesa de vapores negros mis pies de arena
Para prolongar el sabor de la angustia,
Para llamarte con un nombre sin término.  
 

116 Gustavo Ossorio / Obra completa

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P ro lo n g ac i ó n d e l a b i s m o q u e a r d e 

En tanto yo alabo la luz


O lo que amanece más grande que mi forma,
En tanto hablo 
Y a mi antojo salgo o entro a la ruina terrenal,    
5 Y acepto un convite nocturno                                                                                                        
O cargo con mis desnudos muertos
A través de larga vela, 
¿Qué acontece en la realidad de los ojos?
¿Qué tocan y atan mis dedos
10 En medio de una niebla maligna? 

Yo quisiera destruir ya
La visión que sucumbe cuando estoy ausente.
Quisiera que una alegría abominable cogiera mis cosas
Y las echara de la memoria
15 Para cumplir mi edad adulta
Sin esta Prolongación de aguas mezcladas,
De compasivos mudos que debajo del hogar moran
Y cuentan mis gemidos.
Pero yo me apesadumbro y veo devorado;
20 Llamo desde mi voz con gritos que todos oyen;
Presiento que algo santo va a caer
Para manchar mis paños riturales:
Digo esto a todos y todos me escuchan.
Esto es, pues, lo visible en lugar abierto,
25 El bien que se llevan como un traje para estar. 

¿Qué ocurre entretanto


En los fríos pasillos de la espera?
¿Qué voluntad amarga tuerce la raíz de mi sentido
Hacia la imagen negra? 
30 [!]Ay, nadie sabe cuál hermano
Ordena calladamente los despojos luminosos! 

Nadie muere va por temor a la substancia desencadenada


Que arde en el espanto y en el callar del corazón
Cuando transitamos por la gracia. 

El sentido sombrío 117

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35 Ocurren los días con sus grandes desiertos
Y yo presto a la piedra mi canto terrible
Para seguir ignorando al signo de las cosas. 
 

118 Gustavo Ossorio / Obra completa

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El d í a p ro h i b i d o

Para olvidar mortales vértigos,


Guardas que no dejan luz en la herida,
Años mortales que en los huesos moran,
Hay un abierto tiempo duro,
5
Un remoto subterráneo cavado en la pasión de la fuga;
Una centella que entra y mira hacia lo invisible.
Para olvidar la sucesión de objetos fríos
Que van rodando de nuestro costado,
Despertemos sin cesar, mientras sea tiempo,
10
Mientras haya apariciones que calmen nuestras confusas noches. 

Salvemos la sangre
Que en profunda piedra imita nuestro andar;
Volvamos como un eco
Al rostro que va a desaparecer. 

15
Ya no puedo reconocer la alegría que tuve
Y siento que una flor o breve rayo
Sale de mí para fortificar la eternidad. 

No hay causa para quedar destrozado en el refugio nuevo,


Porque siempre es efímero el nombre de las cosas. 

20
Salgo y elijo mi propia memoria:
Me recuerdo iluminado para no crecer más;
Vengado por la mano falsa que tocó el destello de mi debilidad. 

Depongo esta nada viviente


Para reducir el tiempo que va a ser sueño mientras muero
25
Y de esta suerte quedo
Entre la mirada que sale de los gozos impetuosos
Y la visión que yo creé sin saber,
Y hoy tiene un nombre,
Va por las calles
30
Y me llama.

El sentido sombrío 119

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Restitución i n v i s i b l e 

La memoria ha de volver como una directa voz de inalterable paso


Y todo quedará marcado con provecho.
Todo será reconocible al primer signo
Y los ojos no tendrán ya razón
5 Para caer en las cenizas socavadas. 
Alguien apelará sin esperanzas
Al santo de las simulaciones 
Y entonces tornaré a mi muerte conocida
Como se vuelve de los perdidos años,
10 Lleno de ventura
Y armado de muchos fulgores. 

Ceñiré una invisible ola de rencores


Para reanimar el silencio   
Y toda garra maligna será en vano suspendida sobre mis alas. 
15 Por todo esto me hallo aquí,
Entre vertiginosos seres que no conozco. 
Porque ha llegado el tiempo marchito
Que esparce sus destruidas tierras,
Ha llegado,
20 Pero no se puede verlo. 

La puerta antigua
Sólo a media noche es golpeada por los ojos,
Pero no es posible oír ni ver nada. 

Estamos ausentes,
25 Estamos solos,
Estamos lentamente vivos a causa de los sueños.
Pero nosotros no sabemos nada de esto.
Subir y bajar con unos gritos desgarradores
No puede probar nada. 

30 Quizás si haya una sabiduría negra


Que exceda estas imágenes aparentes,
O si será posible hallar el fin de las cosas
Entre los cabellos que ocultan nuestras oscuras obras. 

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Yo
25 Sólo aparezco entre árboles que no tocan el suelo,
Porque una espada los suplanta
Y una mano detiene sus frutos. 

Lleno mi libertad de amargas sales


Porque ella no es sino un reguero de luz agitada.
30 ¿A quién, habrá así de aprovechar[?], 
Congrego a los extinguidos
Y a los que aún calientan su piel con llantos o visiones
Para preguntarlo,
Pero todos pasan por la orilla de mi verdad
35 Sin decir nada. 

Igual que los que acumulan piedras azules


Para alejarse del engaño,
Así aguardo,
Extenuado en un sombrío rumor,
40 Que se abra mi alma para un ardor más profundo. 

En tanto,
Un clamor se levanta de mi nombre 
Para cerrar la tiniebla. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

El sentido sombrío 121

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El h á b i to

Yo me oculto para hallar la primera memoria


Me oculto en la secreta abertura que dejan los enigmas negros.
Me oculto y sigo siendo
Para adelantarme al año que me rodea ciegamente. 
5 Mis piedras suben por sus espacios de costumbre
Y me parece sentir cómo una región entera de la vida
Se desprende hacia la carne indescifrable. 
¿Qué es lo que desprecio y espero? 
¿De dónde un líquido fervor mana
10 Y rueda por mi piedad? 

Hay que conmemorar la alegre luz de la voz


Mientras todo esto ocurre,
Antes que ella sea perdida
Y como un orden frío quede todo:
15 El destino mío,
Mi deseo,
El ademán para morir
Y hasta la casa y el tiempo que ajusta
Nuestros pasos a la tierra. 

20 Desde que mi cuerpo se aleja por su extraño interior


Yo pienso a menudo en números que queman
En ciertos pájaros
Que llegan hasta la sangre y la aman. 

Inerte por ahora


25 hasta que las sienes batan su lienzo o algo más,
Me oculto
Para pensar qué relación hay entre tantas ausencias
Y mi imagen que veo tranquila con un falso vestido
Escucha la disolución.
 
 
 
 

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La p r e s e n c i a a b at i da 

Todo cuanto amo se extingue


Cuando mis pies se van entre gritos.
Todo Cuanto amo y conozco perdura
Si hay alguien que tranquilo
5 Encomiende su voz a la estrella.
Demasiado aprisa vamos por entre sueños desatados. 
La frente pesada ignora lo que mis dedos hacen
Y me quedo en mi propia casa
Transitando entre muertos que me nombran. 

10 Escudriño en el mar de ardientes vigilias


Y en los ojos que corren entrechocando por la sombra,
Y en todos los lugares en que un aire
Que nadie puede amar
Sale de las estatuas, parecidas a la perdición,
Pero yo no reconozco el rostro perpetuo. 

15 Golpeo mi pecho con sales, con ácidos,


Con cerrado puño,
Y él no llega, como si poseyera la inmortalidad,
Y rehusara mi memoria. 

¿Qué sangre de sabiduría


20 Suena entre furias sin apiadarse de mí? 

Reservo un lugar junto a tu llaga,


Oh, admirable permanente,
Y apago mis ventanas de fuego
Para prolongar tu contacto. 

25 He aquí que te veo con un nuevo terror


Y no comprendo por qué mis actos
Te revelan siempre a la angustia.
Te veo sobre los árboles en la noche,
Entre quemantes escaleras y pasos.
30 Te veo antes de la soledad,

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Cuando la lluvia podía abatir nuestra presencia
Sin tiniebla
En busca del desastre 

¡Qué extraña el alba que pesadamente nace


35 Cuando sin palabras quedo al borde de los ecos!
Prosigo para la fascinación
Y nuevos gritos sostienen el rastro oscuro
Para que el hombre pueda morir
En su lugar preferido. 

40 No hay causa que desprenda de mis brazos


La obsesión como talismán 
Que ciegamente me abandona al arcano.
No hay un horizonte negro
Que detenga el tumulto de tus carros subterráneos,
45 Pero yo resplandezco cuando rondas
Entre mis fraguas
Y tu evidencia se hace delirio innumerable
Si miro a un foso y en él te oigo
Como si los días retardaran su rueda. 

50 Soy un desnudo ausente


Que conoce la ventura amarga
Entre calientes espumas que caen.
Soy un desnudo maligno
Que entra exhausto a las horas
55 Cuando nadie advierte nada,
Y remueve sus pociones amorosas
Con lentas varas de agua.
Soy un herido desnudo que te busca entre estampas,
Sin saber nada de ti,
60 Hasta que el corazón se llena de luz. 

Que nadie pague su pena con guijarros,


Que nadie escuche allegado al muro que arde:
Hablo de ti en el sueño
Y la casa se llena de temor. 
 
 
 
 

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Del a pag a d o a m a n e c e r
 

Puedo en un viaje sin descanso


Abrir la lengua en su vaso
Y de súbito creer.
Todo es posible nutrido del fuego,
5 Vidente de la dulce pupila,
Clarificado de partidas imaginarias
Al borde mismo del desterrado amor. 
Cuidadoso, próximo a mi espacio de poseer,
Continúo la forma de mi cara
10 Rondando despierto
Por las veredas quemantes de tu contacto. 

Yo no sé con qué conducta he de vigilar la sombra,


Ni cómo romperé los vidrios que en la noche
Revelan el desierto de mi pecho.
15 Porque hay una casa reducida a líquido espacio
Que tú y yo olvidamos,
Con un insecto ritual que entra y sale
Por sus sordas ventanas,
Todavía pronta
20 A los afanes de la respiración y de la angustia.
Esa es la permanencia
Donde paran nuestras iluminadas visiones,
Y es allí donde la piel se nos llena de afanosos rumores
Como nombres,
25 Como circundados náufragos,
Como invisibles vapores de voz,
Como apariciones que la mano rehúsa tocar. 

Qué suceso cerca de este tiempo


Puede cerrar su contacto;
30 Qué sangre confundida y maltrecha
Asemejarse al rayo diestro y perfecto;
Qué calor o errante terrestre
Invadir el secreto que guardo en mitad de mi mar
Con tanto cuidado…

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35 Lejana está la flotante llama,
Lejana y siempre sin término. 

De los ojos, como una flor,


Emana la memoria de tu mágico estar. 

¡Ah! se va entrando en el dolor como al día.


40 No hay enigmas ni imágenes remotas detrás de la voz 

Una luz se levanta


Y la muerte hace un cuido convenido. 
Duermo cuando te acercas,
Y en las sienes crece un árbol de espadas
45 Cuando tu beso acalla mis peligros. 

He aquí por fin definido tu sueño


Que yo rodeo con mi fuerza
Y contemplo a través del negro espejo. 

En mi soledad
50 Escalo hacia atrás el amanecer de cenizas
Hasta la atmósfera visible del agua,
De la noche exterior.
De los sorprendidos labios.
Pero siempre hay un olor de abismo resonante
55 Que me sigue;
Siempre una puerta de fuego
Que se desprende y cae ante mis pasos,
Siempre una cabeza sola
Que se parece a mí y repite mis signos. 

60 El mundo tiene una raíz


Que toca la orilla de mi sombra.
Por eso siento venir el temor
Desbordando sus olas conocidas
Y nombrándote.

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La mano lejana

He aquí la mano que continúa


los días, la mano tenaz posada
en la torre, solitaria y para
siempre.

5 Su implacable calor hace mudar


en lágrimas la risa viva, pero
su fuego trae también la dicha
al que en ella cree. 
 

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1 LEVANTO DE MI LA PASIÓN, elevo mis ojos hasta el
vértigo de lo que no sentimos llegar y de pronto nos toca el
hombro como una señal de inteligencia. Voy con la prohibida
memoria hacia el destierro nocturno; el mundo está apenas
alumbrado por los enemigos. 

2 Y ANDO, SEMEJANTE A LA SANGRE PURA, semejante


a iracundo viajero que maldice su sombra. Una serpiente
ciega sube y baja la escalera de vidrio, pero ya sé que una leve
tiniebla envuelve la esperanza, y aguardo tras esta sed indescifrable
que retorne algún eco arrepentido. 

3 SEMEJANTE A UNA LUZ PARA SERVIR AL SUEÑO


y hacerlo moverse suavemente. Pero ya no es posible juntar sus
cenizas dispersadas. Desgarrado está e inerte. Sus briznas
imponderables caen sobre desolados lugares y reemplazan los
rostros por vacíos espejos. 

4 A UN LADO MÍO VA LA SOMBRA DEVORADA, suspendida


su flecha transitoria. Su contacto acelera mi pulso para
que sólo vea la estrella que divide en dos la tarde, sin reparar
en tus pasos que ruedan sobre los veranos, sin que yo les dé alcance. 

5 LA SOMBRA PARA MERECER EL DÍA es el único y el


último bien del ciego que no permaneció contrito; su materia
aumenta el silencio, altera su caverna ¡Ay, cómo se llena de
chispas el corazón de los libres! Quizás mañana tu nombre se
alce y llegue hasta la casa sola. Tu nombre admirable, con una
orilla destruida. 

6 A OTRO LADO LA MEMORIA SIN LIMITE echa un velo


de insondable perecer sobre lo que nos espera ¿Con qué mar
se llenará esta fuente eterna? Hay que dejar a la noche que
desate sus engaños y los suelte al viento, ¿cómo, si no, lloraríamos
al visitante que llegó sin el mensaje? 

7 MOVIÉNDOSE  PARA PERMANECER TRANSPARENTE,


para no morir en medio de delitos nuevos, la memoria clava

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sus negras agujas. Despierta está y con una fuerza que avienta
los sonidos que la arena guarda, revelándolos al hombre.
Inalcanzable olvido, ay, cómo me parezco a un eco que gasta su traje
gimiendo por entre las piedras! 

8 CADA PALABRA TUYA LLENA EL VIENTO DE PUERTAS.


El tiempo llena también de pasos tus venas sin hallar
sus minutos ejercitados en el mal. Cada palabra tuya
se yergue como un árbol quemado y cae envuelta en temblores,
para elevarse blanca y no regresar. 

9 CADA VOZ ABRE A LA VISIÓN SU LLAVE. Sostengamos


esta muerte que quiere disparar su saeta. Intranquilo escucha
hacia el origen de tus campanas. Tu voz abre a la visión su
llave de sueño verde. En un antro lejano alguien vela, mientras
nuestras frentes se cubren de helados presagios. 

10 DESCUBRE AL SONIDO SU LARGA ESCALERA, ve


cómo su inmóvil dedo cierra los labios para salir terrible entre
ayes y morir sin ser asido por mano de hombre. Dispongo mis
rastros engañosamente. Has de hallar un blanco espacio sin señal
y en él me buscarás en vano.   

11 LA VISIÓN Y EL SONIDO QUE CRECEN como un grito;


la visión y su sonido que nunca nos alcanza. Ah, qué largos
los días mientras esperamos que llegue el invisible. No conozco
mi propia nada, ni comprendo por qué mi imagen brilla en
la oscuridad cuando te nombro. 

12 CUANDO UN HILO APAGADO TOCA LAS SIENES, tú


desde lejos das apariencia al aire. Aún vivo bajo el influjo de
tus horas perecederas. Regresaré con mi largo vestido quemante
cubierto de flores especiales, con algo de música. Los apacibles
no tienen entrada a esta angustia próxima a desaparecer. 

13 DENUNCIANDO AL HOMBRE LA MUERTE QUE VA


A ENTRAR POR SUS DEDOS están los callados ojos de los tristes
que nos miran pasar. Sin moverme, sin moverme contemplo
el hueco que abrió tu mano cuando agitó la bandera. Mis labios
pueden animarse y dar una voz que me libre de la noche; pero
todavía no es el tiempo de las destrucciones. Por eso espero,
sin echar de mi lado a los leales.

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14 EN LA ENTRAÑA QUE VANALMENTE CIERRA SU LATIDO
voy a entrar. Quiero saber cómo avanzan surcos ciegos
por el interior del ser, hasta consumirlo. Quiero también saber
qué lugar ocupas en el sentido azul y si hay una señal que distinga
tu nombre en medio de mi flaqueza devastada. 

15 EN LOS OJOS QUE EXTINGUEN POR RUTINAS SUS


LÁMPARAS Y SUS RAYOS queda a veces un tenue resplandor
que espera. Yo no pienso sino en el enigma que con forma
de paloma te sigue los días, pero no veo nada. Recupero mi entraña
para poder andar y me voy por la duda terrenal sin extinguirme. 

16 EN LA PRESENCIA IGUAL QUE DE PRONTO ES UNA PIEDRA,


quedan como una hendida huella algunas palabras tuyas.
Lo invisible suena sobre mí, frustrando el abismo pronto a devorarme.
No resplandeces ya cuando mis ojos se clavan en el fin;
por eso no hay edad que alcance esta tendida voluntad de
mantener vivo el olvido.   

17 O UNA TINIEBLA DE ARENA con un negro aire inmóvil


y en acecho. ¡Ah, Yo desconfío del agua quieta! Así he
sobrevivido a las diversas muertes que han resbalado por mi piel
con un gran vestido hecho pedazos, el día extendido y escrito,
pronto a caer. 
 
18 ESTÁ LA MANO SOLITARIA, LA MANO CIEGA, fría,
sobre cualquier mesa abandonada. Ha sido la mano hábil para
detener la aparición, para aproximar a los ojos un anochecer
revestido de fuegos interiores Fija está como si nada supiera
de los secretos que denuncian sus dedos entrañables. 

19 ENSEÑANDO LAS ABATIDAS  COSAS, las cosas dolientes


que se fugan y nos abandonan antes que podamos despertar. 
La mano capaz de desaparecer sin dejar huellas, semejante a
una lejanía, está sola, sin el anillo. 

20 SOSTENIENDO EL ABISMO EXACTO DONDE


SUCUMBIR SIN CRUZ, donde poder llegar como a la propia
muerte, entrando con un airoso paso, o lentamente, seguro
y ya de antemano florecido de fatigadas cenizas. Así está la mano
rota y que no continúa, como una enorme paciencia echada
sobre el peligro, tenaz y muda, vuelta hacia el rincón. 

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21 SIN DANZA hay que sucumbir, en una permanencia estremecida,
cosida a lo húmedo y caliente de la vida, removiendo la hoguera,
sin alejarse mucho, para que los ojos alcancen
a sentir cómo están dispuestos los terrores que a menudo
confundimos con el tiempo de la sangre. 

22 MIENTRAS LA FRENTE SUSPENDE SU DESTINO


y origina algunos olvidos para llenar la sombra, de voz en voz
corre tu nombre, huyendo, sin dejar memoria de él. Una señal
se alza que atrae los ecos perdidos y crece en contacto con la noche.
Desventuras se suceden en la llama sin movimiento. 

23 Y ALGUNAS FLORES RENUEVAN SU TRÁNSITO


APARENTE ¿Cómo habituarse a su peligro? Voy entre ellas
dispuesto al amor, pero se agitan y caen, como si de mi piel brotaran
oscuros ácidos. Llegará quizás un día en que pueda negar
que todo esto ha sucedido. Entonces una visión se levantará,
a la que seguiré de cerca con mi espada. 

24 EL ENIGMA MARTIRIZA EL UMBRAL DE MIS LABIOS


y despierta los vientos que habían renunciado al viaje,
Él, enigma que cae como una espesa miel. Sigo apenas ya por
las tardes el resplandor que va dejando sobre las cosas. Me
acuerdo mucho de la tierra, que tiene hambre de mi agobio y
sigo buscando entre los sencillos. 

25 YO ADIESTRO SU FIJO MOVIMIENTO PARA ABREVIAR


LA SOLEDAD y abro mi puerta a todos los asaltos. Acudas
o no a la señal convenida, saldrá un demonio temblando
entre dolores, vestido con admirable luz. No quedan sino
algunos minutos para sentirse vivir. La sangre va a ser invadida
por tu imagen.  

26 PERO LO SIENTO PRÓXIMO AL SUCESO INDESCIFRABLE,


muy junto al suelo que mi pie va a hollar. Por eso  
temo que se obscurezcan los días ya cumplidos y no sea posible 
mirar a ninguna parte sin que todo se torne Piedra fría. 
 
27 JUNTO A LOS CALLADOS PERROS QUE MIRAN
ATENTOS EN LA OBSCURIDAD y nos siguen con su doble,
crecen las flores inconclusas que convienen a la noche. Ya no
sé qué palabra decir para reanimar a lo lejos el temblor que

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28 mantiene despierta tu memoria. Ando sin querer bajo tu aire y
siento que alguien toca mi cara con una vara mojada. 

29 PRONTOS A VOLAR, los videntes, los enemigos del


agua, los aliados del despojo, transcurren en medio
de una existencia vidriosa. Se van, dispuestos a volver,
dedicados a la desesperación. Todo se irá tras su huella destruida.
¿Cómo podría evitarse? Después, ya no será necesario tener nombre.
Bastará con renovar la muerte cada hora.

30 ¡AH, SI FUERA POSIBLE HUIR COMO UN OLVIDO!


hallar la clave perdida entre la arena, ver cómo la entraña
obscurece poco a poco, hasta la completa inmortalidad, 
abrir los ojos como una ventana ancha, para que salieran
los secretos aparentes! 

31 SI FUERA POSIBLE TENER UN PIE PERDIDO


EN EL INVIERNO, los naufragios que se han sucedido desde el primer
sueño, detendrían sus furias un tiempo. Consagrado a lo profundo
amanecería entre las cosas menores y ahondarla en tus palabras.

32 Y LA GARGANTA ATRAVESADA POR UN TERROR,


por un helado terror que pesa como un muerto rígido,
vigilando el vacío. ¡Ah, si fuera posible esto y también
trasponer el espanto que clava los dedos y congela la sombra
para que caiga con estrépito a nuestro lado! 

33 SI FUERA POSIBLE CONSERVAR PARA SIEMPRE


el signo que encendió en mi mano una llama pavorosa,
yo aprendería a distinguir un mal de otro. Un impetuoso
presente llenaría de lámparas este espacio de aflicción
y ya no habría obstáculos al delirio. 

34 UN POCO DE ANGUSTIA EN EL VIDRIO y aún


más allá de él, va surgiendo, a medida que el corazón despierta.
He aquí que te veo, que te puedo ver, y es sólo el vidrio
en que reaparece el ser perdido entre sus muchos días,
con su fatigada respiración. 

35 ALGÚN ÁNGEL SOLÍCITO CUIDARÍA LA NOCHE,


mientras los ausentes van y vienen, titubeando entre el amor
y el tiempo que evaporan los recuerdos. Velaría entre

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las máscaras endurecidas por la indiferencia,
para no dejar pasar ninguna memoria. 

36 EL FRÍO SECARÍA LOS SUEÑOS INSEGUROS.


Nada sino a pura soledad subsistiría, porque sólo ella,
con su espectro encadenado y sus reliquias dispersas,
fortifica el tránsito del hombre entre engañosos rumores
y lo guarda del sutil olvido. 

37 UN ESPEJO BRUÑIDO MOSTRARLA EL HUMO QUE


ENTRA AL CORAZÓN cuando en todas partes los misterios
encienden sus hogueras; cuando alzo mis pies para calmar
la tierra antigua que me sustenta y no puedo tocarte;
ni siquiera presidir los hechos que te distinguen;
ni tan sólo imaginar el lugar en que estás, transfigurada. 

38 PARA LEER EL MENSAJE que echa escalas a la eternidad,


pueblo de silencios la tiniebla mía. Fugaz y lejano. Él levanta
su rayo implacable y lentamente desborda el eco
por entre las presencias. Aquí y allá te hallo y te reconozco,
aire, tormento mío. 

39 TUS MANOS, POR FIN, HARÍAN UNA COLUMNA EN


EL EXTREMO DE LA LLUVIA ¿Volveré a interrogar a los
desconocidos? Veo cómo haces una alianza con el agua de
lejanas mareas. El inmenso bastón en que me afirmo crece
un poco más cada día, va a engendrar un bosque para que la noche
tenga lugar. Mientras esto ocurre, tus manos alzan la columna y
hablan. 

40 RODEARÍAN DE CLARIDAD LA CASA y ya nadie


podría salir. Además, no sería necesario, porque adentro, delirando 
y penetrado de la luz, el hombre, sin tocar el suelo con sus pies,
extendería su manto para enfriar la carne. Apenas lo mortal 
alcanzaría el rastro del hilo iluminado. La ausencia toca con
su raíz el ala abatida y entonces, los ojos se cubren de palidez,
como un destino. 

41 EMPUÑARÍAN LA ESPADA TERRIBLE PARA


DIVIDIR LA DUDA y saldrían como fantasmas sin pecho,
tapados solamente con una red de fuego a buscarte
por entre pozos y torres quebradas, hasta hallar tus señales.
¡Cómo caería entonces el calor del cielo, para anonadarme! 

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42 UNA REVELACIÓN SE INCORPORARÍA EN
LA NOCHE, abierta con pesada llave. Surgiría
como un poder desnudo, asombrado del oro de su piel
y lleno de apagadas escrituras. El sol escondería sus años malignos,
sin ver qué ocurriría. 

43 PARA PROLONGAR TU CONTACTO SIN AUSENCIA,


tu súbita necesidad de seguir entre nosotros, te miro reír desde
mi sima que sólo yo puedo amar. Mis pies helados son exactamente
el comienzo de las aguas, el lugar justo en que la muerte toca la casa.   

44 HE AQUÍ, PUES, LA HOGUERA, EL FIN Y SU REGRESO;


ya puedes decir que has subido grada por grada hasta
la nada. Y me has visto yacer como husea envoltura, ausente mi
cara de todos los días, esperando que hables. Abres una caja
prohibida para mostrar lo oculto. ¿Qué va a ser de nuestra alma
cuando te regocijes sin saber por qué? 

45 LA ESPINA Y EL VERTIGO no son ya una apariencia


para ocultar el miedo a morir. Cada noche siento que algo
muere a mi lado y hace un pequeño ruido. Luego se ilumina
la planta baja y ya no es posible soñar. A menudo creo que me
llamas, pero sólo se trata de mis dedos que alcanzan tu nombre. 

46 EL NACIMIENTO, EL LATIDO Y LA ESENCIA, juntos,


en el instante en que el cielo comienza a fraguar horas.
Estoy acaso en un laberinto lleno de hombres que creen.
Pero conozco todas las salidas. ¿Estás segura
de todo mientras te siento caminar a mi lado? 

47 PEREZCAMOS MIENTRAS SOMOS FUERTES,


volvamos a morir para que nos enciendan un aceite votivo.
Hasta donde el grito alcanza hay sólo espera.
Todos estamos al borde de los caminos llorando,
para no recordar nuestras disputas y aguardar
que pase al fin la voz a reconfortarnos.
¡Ay, de nuevo creo que en mi alma
se agitan destrozadas banderas! 

48 LLENEMOS DE ESTATUAS LA SOMBRA


para no mirar hacia atrás; obstruyamos de estatuas

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los vanos de las puertas. Hagamos una vida diestra
antes que sea tarde. ¿Quién podría advertir nada?
Tengo el mismo fruto en mi mano. Todo continúa igual.
Sólo la sombra se hunde poco a poco para dar paso a lo inmóvil. 

49 AL BORDE DE LA TIERRA, saciado y con la ruina


alrededor. Hubiera subido al carro abierto para huir. Pero de
mí tienes las manos secretamente iluminadas y una gran
altura que miras aún sin querer. Turbado estoy entre múltiples
orígenes y me adelanto a la pesadumbre  

50 UN MAR DE CENIZAS ARDIENTES VA


DEVORANDO LA EDAD porque alguien anda
debajo de la tierra y lleva nuestros pasos por un rumbo
siempre extremo, como un imán terrible. ¿Dónde ir
con el mortal afán y la frente pura, cuando ni siquiera
es posible amar? Sin embargo, espero la sentencia
y la gracia cada año, cada día, con el tiempo que sin
cesar retorna atado a mis cabellos y en mi mano una flor
hecha de ojos, para seguirte eternamente.

El sentido sombrío 135

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L l av e externa

¡Ay, qué seguro voy y vengo!


El corazón desconoce su imagen,
Lleva cerca de su umbral, una muerte cogida.

Débilmente se engendra el estéril clamor,


5 Crece, seguro y grande cada vez más,
Con una magia y su movimiento de ángel perdido. 
De la terrestre memoria
Va levantándose una potencia delirante
Que desata sus hilos hacia el fin. 
10 Un dolor, o la noche
Crecen como una sed terrible
Para ocultarte al fuego que te aguarda. 
Te veo a través de un acto puro,
En palabras reveladas como un vértigo
15 Que prolonga su orilla inasible. 
Transeúnte de tus viñas,
Cada paso que doy abre-ante mí un destino nuevo
Para huir de los cantos secretos
Que llenan los muros de nombres desesperados. 
20 Cambiando en sombría ciudad
El sueño o de mi libre espejo,
Veo cómo vas sobre rumores apenas accesibles,
Sostenida por indescifrables afanes.
Apenas encarnada, con una débil voz. 
25 Hay una errante vida sin objeto
Que rueda como eco eterno entre tus cabellos:
Por él prendo a tus dedos mi tiempo lúcido
Y detengo ante tu asombro
El fulgor de mis plumas antes de volar. 
30 Pero aquí domina el amor 
Que llena de invierno nuestros vasos.
Haces girar la llave extrema
Mientras mueren los ojos sin poder recordar.
Nadie visible ve.
35 Nadie nos reconoce
Mientras la visión anuda nuestras horas. 

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I m ag e n r e co b r a da 

Ciegamente, esta es la palabra


Para que el temblor suba,
Está la fragua para que algunos retardados sueños
Voraces, sin aire, con la espada perdida,
5 Alcancen a la piedra que en el camino a la visión
Está siempre. 

La luz que se cubre de hilos,


El tiempo que abandonamos por ansiedad de hora nocturna
O de hora apagada,
10 Esto es lo que se hunde
Cuando la piel se eriza de frío pavor
Sintiendo el agua turbia que llega en la oscuridad. 

Extasiado ante tu complacida sangre,


Abandono mi imagen ya un poco perdida
15 Para no turbar la ventura que devora. 
Tengo sólo un rayo para regresar:
Las Puertas desconocen mi cara apacible.

Lento es tu dedo índice del sueño,


Lento el sueño mismo que recupera su cortado traje,
20 Lenta la tempestad que sale de tu respiración
Sin que una hoja caiga,
Sin que un paso sea dado hacia la llama
O hacia la angustia. 

¿He de creer, pues, que ocultas


25 Sólo un extinguido sol entre tus sábanas de roja arena? 
Se estremece el aire con una perdición
Cuando la soledad va agrandando su vaho maligno.

Pasa el objeto de la muerta conciencia


Equilibrado sobre un grito. 

30 Creímos siempre que una ola llegaría


Para definir nuestros ayes detenidos,

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Pero un débil movimiento de la espada
Me revela tus pasos
Descendiendo por la invisible escalera. 

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E va s i ó n y r e to r n o
 

En un glorioso fuego de nocturno cuerpo purifico los


ojos, su humedad fatigada. Empuño la espada de vidrio
para retener al sueño que quiere levantarse y volar.

Pero todo, el vaso, mi lámpara y la ruina helada,


5 queda en la breve vigilia que arde. La sangre golpea
su espanto ciego y todos líos lugares se cubren de
redes invencibles.

Nada hay para explicar la obstinación sorda de la


piedra y su hilo de nieve que nadie ve. (Me he
10 habituado a la sombra, como al beso). Preparo una
celda nueva y algunas flores para aguardar que la
presencia remueva la espera apacible. En la frente
se abre de pronto una edad, para que el grito llegue
al corazón en abatido trance. El aire es simple y
15 limpio su manto, porque no lo alcanza la memoria 
del hombre, ni la entraña lo calienta cuando va. 

Así estaban las cosas menores, los peces, el resplandor


las encendidas calles, los recuerdos no recuperados,
cuando entré a la santidad abierta del luto. Morada
20 del día que mi mano agita como una fusta mojada. Abro,
abro el abismo en lo hondo de la lengua, para llegar
con mis pies al suelo hundido. Avanzo mi torturado
dedo para tocar el hielo de la tiniebla, con precaución,
respirando apenas antes que todo reviva y la visión
25 torne a su lugar sin designio. 
 
¿Cómo saber dónde estabas antes que la centella
rodeara tu hombro? Cómo saber si tus cabellos
llevaban escondido en la noche un mensaje al
desengañado, al triste? La sangre apura sus plurales
30 flechas, suspende su destino, para rectificar el
origen. Yo creo todavía que cada grano de sal aumenta
el olvido, cada puerta que se abre echa una raíz al

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sueño. ¿Dónde estabas cuando un signo marchito pesaba 
entre mis brazos a punto de ceder? 

35 Cada espejo me señala el daño negro que cae de la


tarde, cuando la memoria va demoliendo sus muros,
socavando su lágrima. Sólo mi nombre suena entre
la bruma de los duelos que adiestran la espina.
Hasta el mal es vano ya y estéril el clamor. Siento
40 que las cosas admirables se alejan, para dar paso
a un blanco año despojado de sus vidrios. 

Qué decir ahora de la luz que florece al predestinado


cuando ama. Qué decir de ti, de la soledad, de los
animales agobiados que nacen y mueren sin gemir. Qué
45 decir, si no se puede resistir el yugo de salvación
sobre la llaga. No el viento, no los árboles distintos
ni el orgullo secreto que sale como espuma azul en la
secreta palabra que callamos, pero el tiempo que como
una línea tenaz sigue nuestro contorno, él sí, hasta
50 que el sentido caiga abatido súbitamente. 

Mi tiempo ha sido como una impetuosa y perdida furia.


De un lado a otro girando, con el manantial que acrece
su agua saludable cada noche. Ojos me rodean, levantan
mi desgarrada estatua. La voz en el desierto sin rastro
55 ni orilla, abandona su eco roto sobre mi pecho. Puedo,
pues, hablarte ya de tu ingreso al enigma. Un extendido
fulgor sobrevive al asombro. ¡Ay! el número de los cielos
aumenta cuando andas.

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Pa r a s e n t i r e l d o lo r d e l a i n vac i ó n

La memoria cuida su muerta raíz atrás de la cabeza inmóvil.


Cae la sangre rechazada por el temor
Y el anillo negro va cerrando el aire.
Todo está obscuro,
5 Pesa al hombre la frente
Porque un repentino oleaje ha nacido y agita la sombra
Para ahuyentarla. 

He aquí, pues, la palabra confusa y perdida que se entreabre.


El corazón cada hora más transparente,
10 No sabe en qué recodo encontrar su párpado
Para cerrarlo y morir por entero. 

Amarrado en su tránsito al fantasma,


Con las manos frágiles arañando la puerta,
El Pasajero de su acto regresa al desesperado día,
15 La voluntad perseguida tenazmente,
La acosada visión pegada al sueño y al cuerpo
Que huye también de su constante claridad. 
 
Pero, acaso nada se mueva en la imagen que va desapareciendo.
Y mañana se abra la noche para abolir sus peligros. 

20 Alrededor de la memoria helada


Algunos ecos remueven su origen.
Cada noche dulce trae oculto su espejo,
Con un poco de siniestra luz para aislar los sueños,
Mientras dominado de invisibles espumas
25 El corazón conduce su terrestre vigilia
Y la sombra se teje ardorosa como un temblor
Antes de su llegada. 

Fuego sale del hueco del olvido.


¡Ay! Cómo salir del nombre y ahogar el espectro;
30 Cómo borrar lo que el ojo reproduce
Para sentir el dolor de la invasión.  

El sentido sombrío 141

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Cruzan el pecho hijos ciegos
Y el año negro sube su nivel de rigor creciente.
De la isla en que la angustia vela
35 Llega el duro sonido de la lengua que negó su mensaje. 

¡Qué turbio líquido bajo los pasos!


Rumor lleno de voz que no se puede oír.
Inasible sonido a semejanza de sorda tiniebla,
Pie doméstico de movible arena. 

40 ¿De dónde crece el recuerdo que cierra la garganta


Con una ardiente llave? 
¿Cómo invade la llama de piedra
Que agita a lo lejos su tormenta? 
Una amenaza se desprende como un cabello
45 Y cae a su deshabitado instante. 

Va andando su vacío con los pasos del humo


Para dejar cerrado el grito. 
Del muro sale la blanca piel del sueño
Y eleva su iluminada copa:
50 El ángel viajero cae absorto, con su rayo apagado.

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La m a n o a j e n a 

Levanto de mí la pasión
Y ando, semejante a la sangre pura;
Semejante a una luz para servir al sueño. 

A un lado mío va la sombra devorada,


5 La sombra para merecer el día.
A otro lado la memoria sin límite, 
Moviéndose, para permanecer transparente.
Cada palabra tuya llena el viento de puertas;
Cada voz abre a la visión su llave,
10 Descubre al sonido su larga escalera.
La visión y el sonido que crecen
Cuando un hilo apagado toca las sienes 
Denunciando al hombre la muerte que va a entrar por sus dedos. 

En la entraña que vanamente cierra su latido,


15 En los ojos que extinguen por rutina sus lámparas y sus rayos,
En la presencia igual que de pronto es una piedra
O una tiniebla de arena,
Está la mano solitaria, la mano ciega
Enseñando las abatidas cosas,
20 Sosteniendo el abismo exacto donde sucumbir sin cruz.
Sin danza,
Mientras la frente suspende su destino
Y algunas flores renuevan su tránsito aparente. 

El enigma martiriza el umbral de mis labios.


25 Yo adiestro su fijo movimiento para abreviar la soledad.
Pero lo siento próximo al suceso indescifrable,
Junto a los callados perros que miran atentos en la oscuridad
Prontos a volar. 

¡Ah, si fuera posible huir como un olvido!


30 Si fuera posible tener un pie perdido en el invierno
Y la garganta atravesada por un terror!
¡Si fuera posible conservar para siempre
Un poco de angustia en el vidrio! 

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Algún ángel solícito cuidaría la noche
35 El frío secaría los sueños inseguros.
Un espejo bruñido mostraría el humo que entra al corazón
Para leer el mensaje. 

Tus manos, por fin, harían una columna en el extremo de la lluvia; 


Rodearían de claridad la casa;
40 Empuñarían la espada terrible para dividir la duda.
Una revelación se incorporaría en la noche
Para prolongar tu contacto sin ausencia. 
He aquí, pues, la hoguera, el fin y su regreso,
La espina y el vértigo
45 El nacimiento, el latido y la esencia. 

Perezcamos mientras somos fuertes;


Llenemos de estatuas la sombra. 
Al borde de la tierra
Un mar de cenizas ardientes va devorando la edad.

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La p u e rta i n f r a n q u e a b l e

El día,
Arco cerrado, lleno de palpitaciones, de paredes, de armas
diversas, de respiración.
El día de hoy
5 Como una inexplicable estatua en medio del desierto,
Un día.
Y separadamente, la potencia libre y arbitraria de SER, 
gran río de aceite entre la lámpara inicial y cualquier
dolor transparente,
10 Se está metido en el enigma,
La descolorida espina hinca su revelación o el amor
en la infinita soledad de la memoria fiel.
Un sol doméstico, brillante como un gran terror seco,
detiene la tiniebla en la puerta misma del grito,
15 El día, entretanto, se verifica, va dando vuelta su guante,
Hasta que un dedo de gas mueve el paisaje,
Y la cabeza cae sobre su imagen sin reconocerse,
Todo este terrible día he estado luchando contra el viaje,
Pero, pasada la obsesión, la fuerza de la corteza animal
20 podrá por fin más que esta polvareda oceánica de mi
inmovilidad y hará prevalecer la mentira de los padres
y los años.
Abro una muerte local para admirar el rayo al otro lado,
Soy infeliz ante el paso implacable que va multiplicando
25 palabras, ojos, cantidades, soledades, para destruir la
sombra; creando una densa atmósfera vacía como una caída,
neutra como lo que no se presiente, a fin de destruir la
sombra, la sombra, verde refugio del miedo,
No puedo salvarme,
30 La salvación es el presentimiento de todo lo que veo sin
ver, de todo lo que palpo ajeno a mí, ajeno a YO, en la
isla; de todo aquello que nadie dice, pero que yo oigo; de
la acción ordinaria que no alcanza a caer bajo la
conciencia del fin propuesto, 
35 No puedo salvarme, porque oscuramente en mi voz, en el
suelo que piso surge una realidad TRANSITORIA y es

El sentido sombrío 145

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imposible desechar, desconocer su yugo,
En una visión estrábica se amalgama simultánea de
tradición y sueño, de anécdota de relleno y negra espuma;
40 surge, sale hacia arriba la manifestación de lo definido;
Los días propios con su cara especial, sus gestos, sus
cosas, sus subterráneos con olor a subterráneo; y sus
innumerables casas, llenas de GENTE, de loros, de cordeles
No obstante, algo permanece siempre, en mudo desafío,
45 Enclavado y encuadrado, cercado y hecho de una desesperante
lógica,
Sobrenada la realidad DE VERAS, lisa y llanamente: mi mesa,
De lo que indudablemente deriva un contenido pavoroso de
FORMA, de SONIDO, de acritud temporal y espacial a causa de
50 la abstracción JUSTA de su otro ser necesario, igualmente
duro e indiscutible,
Toda esta realidad que me grita al oído la derrota, la
amarra para siempre, la música del carrusel que siempre
es la misma y siempre embriaga y siempre empieza de nuevo;
55 esta realidad no es, después de todo, sino una débil gota
al extremo de un hilo. 
No podrá durar mucho,
Y de este certero y anhelante esperar, de esta fugacidad
suya, sale el valor de lo que ven mis ojos, del agua que
60 bebo, de mi lecho.
De este esperar sale el temor al espejo roto, a lo
tremendo de la casa deshabitada; de esta fugacidad el olor
de cósmica corrupción que hiere el olfato cuando la noche
se mueve sola por las escaleras,
65 La gota no cae; no puede caer nunca,
¿Esto lo sé?
Pero la angustia aumenta, oprime, y los amigos hacen como
si nada advirtieran, como si nada hubieran nunca sabido
de la imposibilidad de ver, oír, decir, SER, como mera
70 manifestación objetiva,
La sangre –y esto es cierto– nada sabe,
Su paciencia secular, su roja ceniza, la celebración del
fuego de siempre, su fatiga y su desnudo secreto, siguen
para siempre animando el vértigo del hombre ciego,
75 La tremenda brega supone dos caminos,
Uno acontecido ya, antes de su origen como verdad
permanente: el mar, tal y cual lo vemos y amamos; el aire
geográfico y definido; las ideas y las primeras piedras;

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los zapatos que a diario se fabrican; el dolor del
75 proletario, su esperanza roja; la voz de Aída Díaz; el
dulce arroz en su pantano; el tranvía y su contenido
indescriptible; las manos con su expresión para cada
circunstancia; el ser tangible de las cosas,
Un segundo camino define el ansia de disecar la angustia,
80 que determina la función de mi ubicuidad que duele,
o sea: la resistencia al viaje,
Aún resisto,
Aún me hallo en la encrucijada, dilatados los ojos hacia
los lagos interiores, con la ausencia organizada, hecha
85 dogma y frío definitivo,
El grito hecho piedra se cae a algunos metros de la voz,
Alguien rompe la noche con un terrible paso de tiniebla,
¿Yo mismo?
Yo mismo, el andamio, el sustento, la base, lo que RODEA
90 a lo de adentro,
Específicamente otro, sin justificación posible ante mi
forma, ante lo inmediato químico fisiológico de mi
economía viajando, yéndose hacia un carácter primario
de la vida o lo que sea,
95 Una mano se alza y bate su bandera,
Mi realidad para el minuto de indecisión ha terminado,
Ha terminado en el instante mismo en que mi sombra, la
sombra amada tantos años por mí, arrastra en pos de ella
CON MANO FIRME, el péndulo perdido de mi deseo, para
100 cerrar el círculo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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N e c e s i da d d e l m i e d o 

Oigo crecer la sombra de los pasos


Como si las venas se llenaran de arena ardiente
Como si una ausencia creciere en la cabeza
Como si las manos no tuvieran más sueños. 

5 En toda mi piel
La faena del día deja su raya verde. 
Oigo crecer la sombra de los pasos
El eco de los pasos hinchando la tierra 

Cruzo la ventana inútil apoyada en mi frente


10 Adiós, ciudad de herido fuego
Adiós, imagen mía
Adiós, raíz de mi memoria
Húmedo espejo
Corazón sin contacto. 

15 Oigo crecer la sombra de los pasos


Crecer aumentar implacable como una soledad
En tanto la sangre llena de ojos
Va destruyendo las horas apenas nacidas. 

A dónde va
20 A dónde va por el suelo
Por el tortuoso suelo o la helada luz
El paso su sombra sin partida
Su terrible eco de nieve
Su pelo celeste inanimado roto.  

25 Todavía bajo un arco de ceniza lloro


Por la bienhechora presencia destruida
Por el ánimo ya lejano y tan brillante de la noche. 

Voy a lavar mi cara turbia


En esta líquida estrella submarina. 

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30 La aguja clavada sobre mi sombra
Sobre la sombra que sale creciendo empavorecida de los pasos
Detiene la memoria en un inmóvil viento de piedra. 

La aguja
En lo profundo del hombre sin voz.  
 

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A pa r i c i ó n d e l a r a í z 

Veo descender la furia celestial:


Esfuerzo mi soledad
Y un helado contacto detiene los recuerdos,
Pero no hallo la mano.
5 Veo descender la furia
Dormido sobre el norte,
En la media noche. 

De la frente va saliendo la música que encenderá el espejo


Para alimentar la creencia
10 Y dejar para siempre abierto un ojo en el silencio. 

Hábito de mi esencia, sed y anillo solícito,


[¿]Qué decir bajo el aire perdido,
Cómo yacer mirando la altura
Con un movible hilo entre los ojos
15 Y una piedra de fuego sobre el sueño? 

Todos los años y la boca del corazón,


Año tras año y la ceniza que sin parar un instante cae
De los dedos ausentes,
Hubieran colmado el espacio mío,
20 El hueco de mi figura y mi sombra.
Ya no puedo salir andando por la insegura estrella. 

¿Cómo llegar ahora hasta los dientes y el paso


Que suena y regresa, conocido entre espumas?
¿Cómo empezar de nuevo a contar los presagios
25 Y la voces lejanas?
Dormido sobre esta sombra pasajera
Veo bajar la sombra del eco amado. 

Hay que llamar al ángel terrestre,


Hay que capturar su llama y su olor de madura tragedia,
30 Hay que morir un poco para hallar la mano y llorar. 

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Atravieso, moviendo a un lado el sueño,
Toda la ciudad de imágenes y huecas escalas;
Investigo y me azoto,
Perseguido de gritos y huesos que la sangre rechaza. 

35 Nunca habrá una muerte en contacto con la lámpara,


Nunca una pared para ver el fin.
Mientras todo esto ocurre,
Un miedo innecesario flota sin color
Sobre la memoria contenida.

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E s pa da y s o m b r a 

En la sombra del sueño destruido


El pie invisible hacia la luz se afana,
Y en lejano sendero ya perdido
Quedan la sal y la esperanza vana. 

5 No saber dónde hallar la paz perdida,


O siquiera el temblor de un vuelo puro.
Cuando un viento de muerte estremecida
Detenga un día el corazón oscuro. 

Siempre el desnudo frío inextinguible,


10 Siempre esta misma espuma de la nada
Oculta entre la sangre indivisible. 

Cuando una llave transparente cierra


La presencia y su huella  inanimada,
Antes que el resplandor toque su tierra.

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Señal a n t e s d e l n o rt e

El camino sembrado de señales,


Sombrío su contorno ya extinguido,
Directo hacia el dolor de lo vivido
Se estremece entre lámparas y males. 

5 Arder, para morir, sangre y hoguera


Va angustia en la aurora de la vida
Nombre azul de la noche adormecida
En el fondo remoto de la espera. 

Estrella, voz y espada de mi hielo.


10 Perdido hielo abierto a tu llegada,
Ala de agua dispuesta para el vuelo. 

Eres sol y regalo en mi camino,


En la tierra de nortes señalada
Eres flor y dolor de mi destino. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

El sentido sombrío 153

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Silencio a p r i s a 

Un silencio me tiembla frente al cielo


Como un extraño viento de tu tierra,
Junto al pasado nardo, al puro vuelo,
Espejo de la sangre que se cierra. 

5 Hilo de alba en la huella aprisionada,


Seña ardiente en el eco de la vida:
Para siempre resumen de la nada
Entre el paso secreto y su medida. 

Sobre tu sol se rompe mi futuro,


10 Temblor ciego en tu blanca lejanía,
Grito disperso, impenetrable muro. 

Oh marea de nieve lentamente


Moviendo el corazón del mediodía,
La lluvia sella el sueño de tu frente. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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C o n q u i s ta d e l s u e ñ o 

Si se exhalara el cielo hacia los ojos,


Si los objetos libres intentaran un último vuelo,
Si una profusión de maleficios
Ocurriera en el corazón en una hora mayor,
5 El pensamiento durante su aroma
Perdería la noche
En su doble libertad de tierra y voz.
Mientras yo no sé
Cómo probar este trabajo lejano,
10 Admirable aquí
Entre tantos espejismos de profunda unidad,
Luz incondicional
En medio de este aire en angustia,
Con un conocimiento exacto de cada país.
15 Sin embargo,
No significa la muerte.
Hay un vínculo que enlaza al hombre y su caída
Y a esto se agrega el pensamiento
Hecho revelación entre el recuerdo y su color.
20 En el punto de partida
Las fechas se preparan a ser.
Entretanto, vacilo,
Me toco apenas,
Prometo lo que nunca he de cumplir
25 Y pienso:
Si yo me despidiera para siempre,
Si partiera  como un ruido morado
Hasta algún oculto violín...
Bastaría para ello doblar cualquier esquina conocida.
30 Tal vez entonces
Mis pies tocarían la confusión;
Mi lengua interrogarla a su negra sombra,
Una llave giraría
Para cerrar la cabeza completamente
35 Detrás del sueño,
Detrás de la raíz húmeda del sueño.
Hablo hacia muy adelante,

El sentido sombrío 155

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Aprovechando esta disposición del cariño;
Entro a menos maravilla;
40 Recurro a más destrucción,
Expreso tan claramente como puedo
Esta conquista de aceite helado,
Este polvo directo sobre las calles
Que mueven los pasos hacia un viaje comenzado siempre,
45 Conjunción de inmóvil permanencia
Y lágrimas sin duda.
He aquí que se divulga el alma iluminada
Y habita su nada particular;
He aquí nuevamente entro
50 Y logro coger el pez antes de su agua.
Avanzo y me apoyo sobre esta forma de error,
Entiendo cualquiera sencilla palabra de alegría;
Este es todo el espacio entre rumor y sol,
El final de la prueba
55 Para abandonar los inviernos.

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C ontacto terrestre
1964

— Santiago de Chile, Boletín del Instituto Cileno-Árabe de Cultura —

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I

¿Qué es lo cierto?
La voz es un temor que devora.
La voz existe sin signos, sin fuego, como un
desfiladero natural en el seno del abismo.
5 En los días y en las noches las horas nos engranan
como un mecanismo enigmático, como si lo
inefable resplandeciese y un escudo cubriera
de estupor nuestro viaje.
Descubro que hay un mundo lleno de aguas
10 aparentes
Que yo miro desde lejos, porque no sé romper
el hilo confuso.
Miro desde lejos porque hay mucha vida reposada,
muchas caras que denuncian las sordas
15 campanas
Y ya no puedo soñar, porque creo;
Ni puedo esperar, porque levanto un sello, sólo uno,
Y cuento mis días ordenados en el arca.
Mis ojos son una marea animada por la turbación:
20 Mis ojos asidos a un calor que va quemando
sus memorias,
Desandando todos los duelos para quedar en
extraña permanencia.

Pero grito, ardo, cubro de lágrimas mi desnudez


25 sombría;
Y no hay mano que toque mi cabello ni quien conozca.
el país en que desbordo mis cantos,
Ni pie que tiemble al contacto de la tierra.

Era el tiempo en que todas las puertas permanecían


30 selladas
Y se podía ir y venir por el aire sin que un estertor
nos transfigurara en carne macerada:
Con una alegría rebosante y un sueño fijo o presentido,
yo huía sin saberlo;

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35 Huía de un aceite que seguía mi rastro como diestro
perro nocturno, contaminando el vacío,
Y seguido a su vez por fieras avezadas en el mal.

Mi quimera entraba y salía del tiempo, estaba en su


lugar natural,
40 Se nutría de hechos comunes, de años prohibidos,
de sales duras, sordas,
Y mi alegría se consumía adentro del reloj detenido,
en un breve espacio negro que enseña
la perseverancia.

45 En adelante me dije: Yo mismo seré el círculo y el


árbol
Yo mismo entraré en el silencioso nombre de las
cosas.
¡Yo mismo! He aquí que hallo un cuerpo lacerado,
50 que sólo sabe temblar,
Un cuerpo polvoriento que cuelga de la sombra,
fiel a su unidad con la piedra de su origen.

¿Qué toca mi mano donde tu mano toca el límite?


Ciego estoy y nada me calma.
55 Oigo que un mar que me ama crece y crece y será él
quien arrebate mi última tabla, sin saberlo.
Ciego estoy, y quiero ver la destrucción;
Quiero ver cómo se mezclan las semillas de estos
hombres que pasan sin rozarme.
60 Quiero ver la palidez de mis muertos, sus sienes sin
horas, sus caras fugitivas, permanentes,
tristes,
Hacinadas en el corazón como una ruina que arde
para siempre.

65 Vivo de un labrado antaño, de un detenido azar, de lo


que he dejado olvidado en los rincones.
Vivo debajo de las torres que mi memoria alza,
conducido por signos nefastos.
Gozo de un perfecto aire que hace castos mis dedos;
70 pero delante de mí se despeña la casa,
Hay una sima en que la resurrección debe tener su
ventana, la llama su prodigio y la muerte
su manto perdido.

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II

¿Qué se mueve?
¿Se suman mis años a mis años?
¿Es el medio justo una ilusión familiar, deshabitada?
Yo creo vivir porque he aventado ciertas cenizas,
5 Porque he reunido mis voces y mis ecos, en un perdido
día,
Y porque hablé del fuego que lava los recuerdos
Y de las visiones que a diario enlazan mi mano y me
conducen a la entrada de su cueva;
10 Sin cesar hablé de todo lo acontecido antes y después
de la edad sumisa, que sobresale como
alta palmera.

Creo vivir porque a mi lado restalla su látigo un


sentido hondo que sirve para hallar siempre
15 la cadena,
Para mirar a través del muro espeso ese otro lado en
que ocurren las negaciones,
Donde todo es blanco o negro, con una gruesa orilla;
Donde está el león que vela con los ojos cerrados y
20 nada ve ni sabe cuándo los tiene abiertos.
¡Oh sentido que ardes solitario,
Que me posees y me abismas entre soles uniformes,
ya extinguidos!
¿En quién habré de confiar?
25 ¿Cómo rebelarme contra ti, si siento que creces con
mis uñas, vas con mis pasos y te nutres de
mi frágil lengua?

Ciertamente pertenezco a raza de venturosos confiados


y creo que en el corazón hay un baluarte
30 para estar en paz privada y solitario.
Pero a veces los sellos del secreto caen calladamente
y hemos de afrontar al hombre:
Al humillado y al altivo, al que siembra y al que
recoge;

C o n tac to terrestre 161

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35 Al que consume nuestro aceite, y al pobre temeroso;
Y también al que nos arrebata la luz,
Y al que borra la última huella por maldad
sangrienta.

Siento entonces mis ataduras sueltas, y sin poder


40 evitarlo,
Me voy al bosque de mi obra desgarrada, de mi
silenciosa alfombra.
En él me pierdo y gimo.
En él soy perseguido por el devorador de ojos, acosado
45 y rendido por dulces tactos.
En él santificado por mil llagas, escarnecido por mil
embajadores de la sombra;
Atribulado por la memoria sin reposo;
Llevado de hondura en hondura, asombrado y
50 sobrecogido,
Teniendo en nada las alianzas y la habitación segura.

Lejos de mí entonces “la ciudad que me vio nacer”,


Lejos de mí el ordenado reino agradable delante de
los años;
55 Lejos de mí la casa llena de raíces y ángeles
adorrmecidos.

Parto de mí y llego a mí.


Desde alto monte miro las enseñanzas, los consuelos,
las armas y los tesoros,
60 En un confín transparente, pastoreados por lúcidos
desaparecidos.
Mis sentidos se enseñorean en el polvo y los animales
sacrificados para hallar buen consejo, hacen
subir su humo denso hasta la altura.

65 Regreso, parto, ando, voy y vengo, sin reparo, sin


muro clemente, sin el hálito frío que antes
ahuyentaba los temores.
De la viña al sepulcro conocido; de la privación
hueca y resonante al dilatado círculo en
70 que me espera siempre la carne ardiente,
El río que a él llegó por azar y el dulce pan que
sobrevive al desdén.
¿Qué he olvidado, que el espejo nada me dice hoy?

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¿Por qué lo toco y está rugoso y confundido?
75 He aquí que no comprendo: participo quizás de la
muerte; soy menos materia cada vez y mi
grito sólo es escuchado por su eco.

He ido demasiado lejos.


Nadie puede ya compartir mis lágrimas antiguas ni
80 trasponer la valla que sólo yo reconozco
entre tantas.
Llegué hasta el muro mismo.
Le vi, le conocí, vertí en él torrentes de ternuras
y clamores.
85 Vi la isla cabal, fui su dueño, cargado de altivez,
delatando a los simples, urgido por aves de
paso que revoloteaban sobre mi alegría y
mi quebranto.
Asistí al temblar de la entraña helada, penetrada del
90 agua emponzoñada.
Comí del fruto sin engaño y susurré cantos aciagos
al oído de la pequeña niña exhausta.
Conduje vientos y lluvias delante de las piedras
silenciosas.
95 Aguardé sin término la salvación de los despojos, en
una mano la antorcha extinguida, en la otra
el corazón hambriento, resucitado tres veces
y tres veces calcinado por el terror.
Mantuve pulcros los pliegues del manto prodigioso,
100 cantando hasta abrasar mi aliento débil,
mientras la ilusión atenta pasaba una a
una las hojas del libro.
Me harté de los manjares terribles, sin preguntar
jamás el sitio de la hondura,
105 Sin jamás advertir la llama solitaria, azul y eterna,
preservada a lo lejos por La Mano.

¡Ay, espejo sin piedad, nido de confusiones, vertiginoso


límite de la perdición, este día es un día
110 obscuro y agrandado entre muchos
contagios!
Yo vago por tu ámbito maldito sin cesar un instante
y mi cara es un curso de revelaciones que
se enseñan y se van, dejando un vestigio
115 inasible.

C o n tac to terrestre 163

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Solamente el fuego que todos conocemos, unitario,
intacto, reviste nuestro silencio de tregua,
nos esconde con su danza el ser que somos,
se yergue como una vida afín,
120 (A veces también como un loco paño destruido, o
como un ala desfalleciente y que resiste
los suplicios).
Sólo él, sólo él con su ráfaga, postra las altiveces
de la torre impetuosa
125 Y nos da vísperas y un suelo de expiación para
fecundar el vacío.

164 Gustavo Ossorio / Obra completa

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III

Hoy he visto la fugitiva estatua del hombre que ama,


su nimbo que da principio a los ojos fijos y
abiertos en la negra luz del mundo;
Sus dedos crispados sobre el enigma dócil a su altura,
5 Y al enigma mismo, con la tempestad como túnica
y al cinto la talega de oro infernal.
Frente a él, helado el líquido recinto, cerrado y mudo,
el lago privado, hondo y temido, que me
llama, fosforescente, y me une a las cosas
10 postreras.
El hombre seguro ríe desde otro tiempo y su espejo
propaga los milagros multiplicados.
(Por eso vive, por eso puede amar. Su cisterna es
insondable: lo que en ella cae no flota más.)

15 Y no ve nada. Su maleficio le alucina, y en torno a


la llama votiva giran su ansia y su rumor.
Recostado en la desbordada hora de la espera, sólo
está atento a lo que sigue, al hechizo.

Tiende sus manos inhábiles hacia los reunidos júbilos


20 del sueño, sin hallarlos.
Ellos cruzan al aire sobre sus cabellos quemándole;
llueven sobre su alta ciudad inundando el
invierno de gemidos.
Pero él ha anidado en la hoguera y la noche febril
25 consume su máscara para fraguar otras perdiciones.
Nadie reconoce su estampa enrarecida.

He visto, pues, la debilitada estatua.


Y en mi alma, siempre a punto de creer en sus
recuerdos,
30
Se ha abierto un cauce a nuevas muertes,
Adornadas esta vez de frutos y racimos de ojos tristes.

¿Por qué salgo a veces oculto por los árboles negros,


transformado en plácido que nada sabe?

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Salgo, tenaz viajero confundido entre gritos y mis
35 ensangrentadas plantas me llevan siempre al
hondo pozo donde hallo los rostros
destruidos.
Mi amarga luz sólo me permite ver el tenue espacio
verde en que danza la pequeña forma que
40 no puede morir.
De mi pelo caen hojas llenas de inscripciones nefandas,
que son devoradas por las furias
que enfrían nuestros huesos y pregonan
el acto nuevo en todas las plazas.
45 Detrás de mí me veo, sentado en un jardín admirable,
severo yo y poderoso, con el anillo
entenebrecido.
El ascua lenta, inmensa siempre, está clavada e inerte
ahora, sin su corte imaginaria.
50 Sin el delirio que empujaba la miel en su cauce, que
la hacía dorada, conocida, esperada,
Como si una sed abrasada reclamara una gota postrera
para morir con cierta luz.

¡Ay, delirio ácido, yo me acuerdo del pájaro somnoliento


55 que iba y venía por entre mis latidos!
Con un silbido horrible ponía a un costado mío el
huevo ardiente y yo no creí que era la ruina
y la marea abominable para invadir mi refugio.
Ya no quise creer que la luz del día era la misma que
60 ilumina los crepúsculos muertos; lo que vemos
y no vemos, el sí y el no hacia donde
nos echa el viento del deseo.
Con los brazos en alto busqué entre nubes mis visiones
que nunca comienzan ni terminan,
65 guiándome por un instinto de constante
tragedia;
Por una transparencia negra que me enseñaba el pasado
y el futuro en un lago sordo de ardorosas
algas y breves risas familiares.
70 Ahora puedo reconocer el fondo de mi casa: siguen
los hombres locuaces labrando sus ataúdes;
La hierba y la broza no dejan saber nada de la tierra,
nada de los pasos; y de los muros ceñudos
caen trozos de historia sagrada;
75 En sus llagas moran alas sin pájaros, sin norte,

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que salen en loco tropel a revolotear en tomo
a mi contemplación.
A un costado de mí, el siniestro cerro que hace
resonar sus caracoles para amedrentar la carne;
80 En frente, la pasada hacia las calles que nadie osa
marcar como suyas.

¿Por qué todo calla como si hubiera llegado la hora


luctuosa?
¿Por qué no hay nadie a mi alrededor?
85 Tengo muchas cosas que hacer y necesito la ayuda
de los ocultos demonios que mordisquean
dulcemente mis pies, como perros iluminados.
¿Dónde está la gente de esta casa?
En el sueño quizás, todos cubiertos de una hiedra
90 helada, esperando que ya salga para empezar
a recordar.
Están ausentes, cansados, sostenidos apenas por sus
huesos y el desorden de sus penas,
Mirando con ojos lejanos los muebles amontonados
95 que aún palpitan por causa de las manos
tenues que quemaron en ellos aceite votivo
y papel oloroso.
Aquí están agobiados, llenos de solitarias ilusiones
aislados de la muchedumbre gastada,
100 contando todavía las semillas que el incendio
no quemó; procurando descubrir todavía
alguna roja señal que nadie supo leer.

Todo calla. Todo está ya agotado. Mi fatiga es un


ávido espacio que traga a raudales una luz
105 y se pierde sin remedio.
Es el vértigo inmóvil, el vértigo quieto, la nada
habitada y vestida,
La ilusión dañada por nuestra presencia indiscreta.
Pero ha de haber una columna en que apoyarse antes
110 de caer desfallecidos;
Ha de haber por lo menos una alta piedra aislada por
el amor, en que los hermanos nos esperen
para morir todos juntos.

Rompo la cuerda sólida; descubro el libro antiguo de


115 las estampas consagradas y hundo con sed

C o n tac to terrestre 167

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incontenible mi mirada herética en sus
dorados espacios.
Pero él permanece mudo, porque tengo mala fama
entre los fieles.
120 Hace mucho tiempo que no tengo comunicación con
los que moran en alturas,
Y hasta he perdido la memoria del número que me
distinguía.

Yo no soy una continuidad de horas sencillas.


125 Por el contrario, una mitad de mi tiniebla yace como
un hábito olvidado y que el viento mece,
roído de polillas.
El resto se ha desprendido como una pluma leve y
afronta el cielo y la tierra entre los animales
130 mansos que miran sin comprender el
bien ni el mal.
Es muy duro decir el adiós siniestro, mirar después
en derredor, habituados al mundo, mirar
las cosas calladas por mucho tiempo,
135 cerradas para el sol,
Las mismas cosas de los juegos y los deberes, y no
reconocerlas.
Ver cómo los perros y los gatos se van de nuestro lado
sin mirarnos,
140 Sin iluminación, cabizbajos, adormecidos, ajenos ya
al día tibio en que nos conocieron y
siguieron.
Nada brilla igual.
Sólo un resplandor recuerdo antiguo: el que alumbró
145 apenas las caras amadas, redimidas
ahora por el agua mágica que hizo florecer
sus signos.

Quiero irme, porque un frío muy extraño sale de mi


piel.
150 Pero sólo hay ante mí un muro espeso: aquí hubo una
puerta con una llave labrada; acá otra
siempre batiendo sus hojas; más allá aquella
amplia y abierta hacia el eco que repetía
mis ayes.
155 Ahora hay un muro sordo, alto, oscuro, y un sendero
más estrecho cada vez, pegado a él.

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Aquí pierdo mi brújula y mi mar.
Quedo en mi primer estado, cautivo de la lengua profunda,
en la abominación, cumpliendo el
160 pacto olvidado.

¡Ay, manos mías que escudriñaban entre ropas amplias


y descubrían frutos escogidos, he aquí
que ahora no peregrináis, y hombres y mujeres
os ven morir sin volver sus caras hacia
165 la sombra!
He sido echado con furor, afrentado en el potro ignominioso,
borrado del fin del tiempo.
Han corrido la nueva de un falso reino que nunca
llegará y yo me confundo, con los puños
170 endurecidos, en la espesura del bosque, ese
mismo bosque, de mi obra desgarrada.
¿Qué haré en este camino oscuro sin morador alguno?
Pero hay día santo y día negro.
Días hay llenos de mentiras, en que los turbios testigos
175 enseñan su doble cara, y días en que
las palabras son iniquidad.

Yo estoy marchito y mudo, con un traje mustio.


Estoy amargo por toda la destrucción, detenido
y absorto en la mitad del camino solo.
180 Mi fortaleza ha disminuido. Un conocimiento de la
altura va llenando los ojos de verdad.

Ya sólo espero que mis dedos, adiestrados en el amor,


toquen la carne opulenta.

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IV

Tengo a los dioses cerca de mí. De nuevo estoy entre


mis cosas, entro en su posesión.
Sin embargo, aguardo a que alguien me traiga mi
mejor vestido; y que hasta el fin multiplique
5 su sabiduría para conocerme
y sepultar lo viviente.
Como el adúltero que espía en la noche y dice: ¿No
me verá nadie?, así también yo espero el
fin de la luz para arrebatar la fruta con mi
10 mano ávida.
Me apartó del camino y tomo [¿o torno?] a él sin redención.
El tiempo azota mis furores y mucha gente enmudece
sólo de mirar mis llagas.

¿Qué justicia esperar si cada cual es sordo y en mucho


15 aturdimiento gime solo?
¿De dónde he venido que aún vivo entre alianzas y
abatimientos?
¿De qué piedra lóbrega y sin santidad llegué, que el
corazón sin descanso recuerda mi obra
20 deshecha?
¿Dónde está mi parte?
Mi espera se prolonga como un temor, mi voz tiembla
porque en la tierra despoblada no hay nada limpio
y a cada paso mío dan mis pies
25 con huesos ennegrecidos.
Pero esta tierra es todo. Aquí nací. Aquí muero.
En ella me miro y grito.
De los sembrados a las aguas; del páramo hirsuto a
la heredad bien mantenida;
30 Del humo turbulento sobre los incendios hasta la nube
sola y por sí misma, esto es la tierra.
En ella conozco mi bien y mi fruto, y siembro y recibo
azotes, y envío mensajeros con tablas
marcadas

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35 Y me envanezco porque estoy cautivo y asolado como
por vendaval.
Pero las cosas que ocurren van acumulando arena y
muros y caras impávidas y padres aterrados
de sus propias discordias.
40 Las cosas que ocurren al hombre son su afrenta, su
montaña y el quebrantamiento de sus esperanzas.
Por eso comienza de nuevo a ver los caminos, y las
voces se hacen familiares al extremo de provocar
nuestras lágrimas.
45 Sí, hay de nuevo verdades y hojas transparentes que
tocan nuestros cabellos mientras dormimos.
Y hay querellas, y hembras y varones que se miran
sonrientes para poseerse.
La vida se agranda debajo de la muerte.
50 Y ésta misma asoma como un resecado cauce y ya no
oprime ni aflige, sino que se extiende como
un manto morado.
Para salvar al hombre de sus hermanos que quieren
devorarlo.

55 De pronto una ventana se abre, donde estoy, preguntando


a los que pasan: “¿Ya no conocéis la
maldad?”
Y todos contestan algo, algo que yo no puedo comprender.
En sus gestos hay esencia y lodo justamente.
60 Son los simuladores que se llevan oculto el cofre de
la alianza.
Yo lo sé, pero no puede revelarlo: irían transfigurándose
uno a uno hasta descubrirme.
Me oculto, pues, en mi piélago, y mi corazón fragua
65 el espanto, para no quedar desarmado.
Pero como una corriente pasan, como días pasan los
desalmados impetuosos, todos confusos,
todos hartos de iniquidad.
Oigo atentamente sus conversaciones para desprender
70 una enseñanza, pero los dioses guardan
para sí las sendas encantadas, y mi fuego
alimento en vano.
Cubierto de polvo estoy, pero mis ropas limpias de
todo contacto vil.
75 Mi lengua será cortada y atada con gruesa cuerda
para ahogar la perversión y la altivez,

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Desde que fui morador de la tiniebla, nunca hubo
un tiempo de tanta calamidad.
Fa tan frágil mi alegría, que basta oír en mi soledad
a alguno que niega su nombre,
80 Para que ella se torne en llorosa pobreza.
Otras veces, adormecido sobre el lecho, aparto de mí
mi obra, tomo un alimento sin corrupción,
Tengo que llamar a los inicuos que no pueden con sus
huesos;

85 Y multiplico mis panes, sin rehusar ningún nombre


o eco que me calme con su llegada.
Pero mi alegría es leve como un secreto desnudo y sin
rescate: se va como bestia herida entre vapores
y aguas densas.

90 ¿He de reñir por eso con todos?


Yo sé bien que en mitad de mi desierto hallaré
alguna vez la casa.
Pero no sé si los días me alcanzarán para conocerla.
Aun estoy hablando, y me espantan las palabras,
95 porque su imperfección atrae los objetos
nefastos.
Decae mi confianza y al punto surgen las distancias
como espantosos vértigos.
Salgo de mí, y mi vida sólo queda en el rostro de todos
100 los que me conocen,
Pero yo no puedo recibir ya los besos,
Y en una esquina de ciudad desconocida, atisbo la
pasada de los muertos prudentes, para que
limpien mi piel de vanidades malignas.
105 Ahora cierro mi boca, y me alegro en medio de la
ceniza, ¡oh medio día gris y sordo donde
sólo ella puede florecer!

Quito mi calzado, y cautelosamente salgo a


sorprender las señales.
110 De sima en sima voy, descubriendo antiguos nombres
y cifras que hacen sutil mi tacto,
diáfanos mis dedos.
¿En qué me apoyo? ¿Cuál es mi sustento?
Fundo mis pasos en piedra dura, pero cada uno deja
115 en ella algo de mí, me disminuye

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y me gasta.
¿Se espera algo de mí?
¿Alguien, una mujer quizás, con cabellera flamígera,
aguarda mi pasada por el recodo conocido?
120 ¡No tengo pruebas, ay, no tengo pruebas; y todo me
grita que voy solo, sin hombres, sin pájaros,
sin leones ni corderos, por este desfiladero
fragoso!
Y mis uñas son aliadas de la furia.
125 Y ellos y ellas de consuno conspiran para mi extinción.

Los ojos están hechos de caminos siempre rectos.


¿Cómo no morir de terror si vemos que nuestra imagen
nos sigue gesticulando, porque sólo hay
verdad en el círculo que cierra nuestro
130 oriente perdido?
He aquí que me he atrasado con mis años.
Ya no soy el mozo que alzaba su azada para hender
próspera tierra;
Ya no siembro prodigios, ni mis voces resuenan
135 jubilosas en el valle verde.
Me acomodo en pequeños recintos, con el aliento contenido,
y reclinado sobre jergones negros.
Un dulce sopor invade mi sangre y las estatuas lunares,
tan trabajosamente labradas con
140 despojos y sombría nieve, van fundiéndose
en terrible silencio, una aquí, allá otra,
Todas obedientes al soplo final.
Sin brazos, sin agonía, se precipitan al fin,
Como si el mundo no transcurriera ya
145 Y sólo la memoria, como una chispa eterna, concentrara
el aliento de los hombres tristes.

He viajado con ángeles cargados de peces vivos,


Y con niños opacos que sólo una vez han tocado el
delirio.
150 Nunca hablé con ellos.
Nunca bebimos juntos un vino dulce.
Nunca vi cómo hollaban los montes y los collados y
las planicies innumerables, ni las duras ondas,
con sus pies sin huellas.
155 Nunca supe sus nombres, y mis lágrimas ardieron
más de una vez ante su soberbia.

C o n tac to terrestre 173

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En mi frente sólo tengo el azar de sus caras siempre
nuevas, con unos destellos metálicos.
Y un recuerdo de sus carcomidos trajes, hechos de
160 filamentos transparentes.

¡Ay, desnudos compañeros, soy yo acaso el mismo que


veis?
¿He despertado acaso en el fondo de un horno lleno
de herrumbre y no me lo queréis revelar?
165 ¡Empero nadie os puso en mi camino para vigilar mi juicio!
¡Nadie os dio de comer en mi plato, ni ejercitó
vuestros relojes para contar mis minutos!
¡Y os tengo aquí, ante mí, a mi lado, no me
abandonáis un instante!
170 Pero ya no os diré nada más, porque sé que vais aliados
por el temor a mi piedra recia;
Porque teméis también a mi amor, que os quita la
sombra que acaparabais ilegalmente;
Y en la hora maligna, cuando mi cabeza esté a punto
175 de estallar como un trueno terrible,
No querréis decirme dónde está el manantial sagrado,
ni me acompañaréis a bien morir.

¡Ah, qué soledad!


¿Y qué rígido pliegue hace mi capa si por un instante
180 me detengo a buscar el plano de mis tesoros
ocultos!
¡Qué flor llena de insectos negros se levanta de entre
mis recuerdos si pienso en la carne
185 omnipotente!
No es algo más terrible que yacer confundido entre
los cerdos; es más bien como si unas alas
recortadas y sangrantes dieran saltos, en
un rincón de la casa.
190 Muchas cosas hay que esperar mi mano y el destello
mío para ocupar su lugar justo entre las
otras.
Es su vida, que yo llevo oculta entre mis muertes.
Es la pequeña vida menor, que no está ni habita en
195 morada alguna hasta que mis dedos hagan
el pase mágico sobre su ausencia y mi aliento
le dé nombre y un habla que la distinga.

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Es también la existencia gigantesca que me anonadará.
Llevo en mí su principio, siento en mí su poder; y mi
200 poder es no darle el día, ignorarla, llevarla
y traerla como una sortija tapada siempre
con suave guante;
Hablar de ella en una lengua extraña, no mirar sus
altos muros, ni sus rocas, ni sus lagos.

205 ¡Seres raros, que llegan y desaparecen sin ser nada!


¡Seres entornados como inútiles puertas que yo no alcanzo,
llenos estáis de mis olores y mis gestos!

Hay una edad moza y unos años provectos: en una se


alzan los vaticinios como árboles furibundos;
210 ¡En la otra ya está todo recordado, ay, y es como un
testimonio de la entraña sin salvación!

¿Por qué habré de llamar en mi ayuda a gente enigmática


y cubierta de negros velos?
Yo estoy solo, metido en un nido de cañas consumidas,
215 Pero los hombres que me miran desde sus montañas
no son fieles a su origen,
No comprenden por qué perezco sin llamarlos,
Soplan sobre sus luces moribundas y se quedan dormidos
en él camino, sin temer a los
220 despojadores nocturnos.
¡Ay, hombres que se funden como cirios reblandecidos,
Hombres con rostros demasiado próximos o demasiado
remotos,
Hombres instruidos en las prácticas infernales, movedizos
225 y ágiles como perros de circo!
Un día llegará en que todos caigan como terrones
húmedos y queden deshechos y negros…

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V

Me volveré a la hoguera que sabe arder siempre.


Echaré a ella mis semillas y de pronto veré su entraña
semejante a pájaro impetuoso,
armada de finos huesos, con una resonante pulsación.
5 Seré yo mismo que salgo hacia la torre, contando mis
privaciones y mis lacras. Seré yo mismo tratando
de escapar de las ruedas rechinantes;
Yo mismo, agrandado, difundido, despojado de la
sangre turbulenta.
10 De nuevo sin calma, sin lágrimas, con los ojos
desorbitados y los pelos tiesos de horror,

Me buscaré entre los que ya no están, entre los que


todavía no están, con unos gritos agudos.
Danzaré entre pálidos mudos sin rasurarse, entre
15 muebles inmemoriales y manos que se tienden
hacia mí y se agitan con desgano.
Saldré sin saya, sólo cubierto con tierra seca, a echar
de mi rincón a los impíos que quieren sobornarme;
A los menesterosos que sin cesar me piden monedas
20 brillantes.
Yo no seré más yo, y me miraré con asombro en mi
nueva cara, con mi nueva voz, que dirá cosas
muy extrañas.
Se habrá verificado un misterio sangriento
25 Y en el tintineante llavero brillará por fin la llave
de oro que sólo es útil para cerrar la casa.

Con apurado paso recorro los patios resonantes


durante la noche.
Sin osar dar voces, sin siquiera mirar a mis costados.
30 ¿Quién va delante de mí como huyendo de mi terror?
¿Quién sigue mis huellas pegado a mis talones,
cogiéndose a mis ropas?
¡Ah, viento ardiente y nocturno, gendarme invisible,
mensajero del templo hermético, quema,
35 quebranta la entraña vacía!

176 Gustavo Ossorio / Obra completa

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¡Atribula a los malos viejos que con fementidos trajes
penitentes y cubiertos de cenizas,
desviaron mis caminos y me dejaron la desolación!
¡Inficiona los parajes donde aún alzan sus cabezas
40 los débiles de corazón!
¡Tala el bosque maldito en que se ocultan los corderos
conjurados; no te conmuevan sus balidos
ni sus ojos mansos!

Voy buscando la sobrevida en este laberinto resonante


45 y oscuro;
La sobrevida que los ancianos amargos me esconden
entre huertos, épocas de vergüenza y largos
pasadizos negros.
La busco ansioso, con el aliento perdido,
50 Mientras de las ventanas del cielo, rotas de súbito,
comienzan a salir muertos cargados de
cadenas,
Todos parecidos a mí,
Todos imitando mis modos y mis gestos,
55 Todos simulando buscar la luz y la mañana.

Ya no soy sino un signo familiar a la entrada


del tiempo.
Desde mi imagen, ahora inconocible por las muchas
miradas que le han recubierto de visiones,
60 Presencio un orden subterráneo, sus leyes sumergidas,
su circulo de marchitos misterios.
Veo asimismo los días de la vida, hollados de fortuitas
esperanzas, sostenidos por muchas
fuerzas distintas,
65 Saboreados por los hambrientos como si fueran
dulces dádivas.
También he visto las verdades acusadoras y las severas
caras de los padres y los hijos transfigurados
por la creencia.
70 Por todo esto, de mi tiempo no se dirá: “en aquel
tiempo”, porque ya he reunido a los enemigos
y en sus lenguas viperinas he puesto
granos de sal,
Y sobre sus cuerpos moldeados en el hastío, un puñado
75 de plumas santificadas.
Podré, pues, aquietar mis corrientes turbulentas.

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Podré reclinarme sobre ellas sin vértigo, sin temblor,
Habituarme al antro húmedo, a su olor.
A su terrible ruido, a su eco, a su negra bóveda.
80 Seré a mi vez monstruo del agua negra,
Tal vez un cuero, animado por la perdición,
Un cuero velludo y ávido, esperando su presa,
Confundido en la penumbra con el brillo sordo del
abismo líquido.

85 Sin embargo, lo que nos infunde temor,


Cae sobre nosotros como un rocío y trae en sí mismo
el germen de la fe que levanta todo lo que
vemos,

A todo lo que suena y es, porque todo es falso y


90 distinto;
Nada existe aparte la propia angustia.
Nada existe fuera de la propia espera.
¡Ay, en ellas nos borramos como manchas húmedas
al sol;
95 En ellas nos consumimos como pavesas;
[!]En ellas somos y dejamos de ser, y estas muchas
muertes
Son las mayores tentaciones del hombre!

Por eso es posible arrodillarse y orar, y venerar las


100 reliquias y entonar trinos cuando el alma
va cubriéndose de limo;
Por eso es posible oír gemidos humanos en todas las
casas y amar la luz, tener un espíritu tenebroso,
o caminar con la cabeza alta, poseído
105 de un orgullo muy grande.
Y los únicos goces vienen a ser las sencillas cosas que
ocurren y están entre la llegada y la hondura,
entre el primer vagido y el desgarrador
grito postrero.
110 Esas sencillas cosas que, sólo existen por nuestra
contemplación: un color breve, una larva,
la hoja seca, la leche atractiva;
El huésped sin sobra que nos sonríe al partir,
La orla del grueso manto.

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115 Tendido en un lecho de tablas duras, sostengo
el reino oscuro con mi fe.

Y él transcurre para mí a pesar de lo próximo, a pesar


de lo lejano y de los espejismos que nos
franquean el camino de la nada.
120 Lo próximo está en el sueño sin distancias;
Lo lejano en el loco amor por lo que fue.

¡Dejadme, oh espectros exigentes, oh espectros rígidos


cubiertos de fealdad, dejadme amar
los perfumes idos, los viejos grabados desteñidos,
125 Los libros amarillentos que rechinan al abrirse;
Dejadme acariciar las redondeadas piedras del patio
sumidas en misteriosa espera;
Sólo una cara humana que caiga ante mí como un
meteoro desprendido de su copa,
130 Hará que mi dicha corra como un torrente mugidor,
sin detenerse ya un solo instante,
Para que no quepa preguntar nada, ni advertir que
las generaciones corren también para lo mismo,
Para no saber de ellas más de lo indispensable, más
135 de lo que los demonios permiten saber.
¡Oh, santos que quebrantáis la ley con vuestros ayes,
dejadme amar lo que se fue!
¡No detengáis la perfección de mis caminos ni mi
tribulación por la raíz perdida!
140 Yo sé que soy débil y mi alma se cierne sobre mi alma
como un polvo que hace mucha sombra.
Conozco ahora a quienes pasan a mi lado y
me invitan a lavarme en fuentes encantadas.

Sé que el bien se entreteje sobre el techo de mi habitación


145 como red de amor, lejos de ellos.
Sé que la obra de mis manos es desierta y no tiene
perfume, y que en mi santuario hay conmoción
Porque hay muchos pleitos con los hombres sin
redención.
150 ¿Qué forma, pues, tomar para ganar la fortaleza?
¿Cómo habré de saber esto nunca yo, si los mozos
pródigos han apagado sus lámparas,
Y en la gruta negra inician su cántico secreto?

C o n tac to terrestre 179

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No escucharé, no, el rumor de las bestias ardientes,
155 Ni me acongojaré porque en toda la tierra no haya
nadie que se embriague conmigo en mi día.
Estoy calmado y lúcido como una tiniebla pura.
Así han de llegar a mí los dones y las consultas y una
sabiduría oculta, como manantial desviado
160 hacia las ruinas,
Como testigos alados del bien, que enloquece a los
extraños.
Aparte estoy de las riberas apagadas por la fatiga;
Aparte del oprobio de los hornos extinguidos;
165 Aparte de los dioses rencorosos que no mudan su saco
remendado para afligir más al hombre solo.
Alzo mis ojos y digo: ¿qué mejor que mi fuerza?
Y las cosas difíciles abren su entraña dulcemente,
muestran su vino rojo.
170 Unas olas lamen el lugar de mi nacimiento.
Muros y puertas atravieso como en medio de un
fuego alto.
Estoy rodeado de niños reverentes que danzan
a mi alrededor y me libran del llanto.
175 El mundo no es más que un fulgor que yo devoro.

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Textos publicados en antologías y revistas

Inéditos 181

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182 Gustavo Ossorio / Obra completa

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C ua r e n ta y u n p o e ta j ov e n d e C h i l e (1910 -1942)
Pablo de Rokha, LOM, Santiago de Chile, 2002
(pp. 39-45)

Ti e m p o de persever ar

Cuánta agitada ceniza para el tiempo destruido,


Cuántas aguas moviendo sus lenguas iguales
Para esperar lo que va a venir;
cuántas dimensiones innecesarias en medio del miedo
5 A que asisto como agobiado invierno,
El miedo súbito
que no alcanza a superar su transparente dureza.

¡Ah!, si invadido de tentaciones


Perdiera la eternidad de mi fuerza
10 Y no pudiera nombrarte más.
Aun quedaría cómo otear desde el enigma
La escala terrible que habitas
Y perecer en impetuoso fuego
Hacia el inmutable continuo de ti.

15 Tranquilo estoy
Y lenta es la destrucción que empiezo a conocer.

Te veo subir de un ámbito obscuro,


Te veo conquistando con afán un tiempo que no vendrá.

Pura es el agua que arde cuando te llamo,


20 Pura aun después de haber creído en tu sangre
Hecha límite para la consumación.

Baja por el aire que hace su red


Un desolado demonio que conozco.

* En esta antología Pablo de Rokha también incluyó los textos “Llave exterma” y “La presencia abatida”,
ambos del libro El sentido sombrío. Ver pp. xxx y xxx (N. de los E.).

Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 183

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Baja
25 Y su destruido sueño pulsa como una guitarra.
¿Me despojaré de mi tranquila nada
para acordarme de la tortura?

¿He de cantar acaso en el vértigo


Que ase mis cabellos
30 Y me enseña a amar nuevos peligros?

Desde mi ardiente codicia


Emano como un instantáneo sopor
Y abro una soledad ordenada para conocerte por entero.

Acelerada violencia pasa girando


35 Entre los párpados y un resumen de sombra,
Colérico resplandor para rayar
El espejo perdido en que te veo.

Pero no se hace en vano la noche sobre los sueños:


Muevo un óptico misterio y te descubro
40 Siempre oculta en mi costumbre de tristeza.
Cada vez te alcanzo con mi cotidiana sabiduría
Aislada en tu nombre;
Cada vez más grandes se abren

Mis trastrocados lugares a tu abrazo que punza;


45 Cada vez emprendo la postrera muerte
Que contiene mi suceder indescifrable en tomo a ti.

Luego me toco en la sombra


Y silenciosamente temo.

Donde nadie llega ningún día,


50 Ninguna noche,
Ningún predestinado instante,
Nunca, nunca, en fin,
Está la puerta que guarda tu voz y tu olvido.
Sólo yo puedo derribarla.

55 Pasas de continuo y entras a la estrella


Con los ojos llenos de mar,
Llenos de diestros laberintos para no conocerme.

184 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Entonces siento que del despojo
Sale gritando una ensangrentada furia
60 Que me azota con sus signos.

Quiero frustrar lo que es posible


Entre el instinto interminable
Y el macerado pecho con su luz bienhechora.

Aunque vivo y veo la sombra en reposo,


65 Ya no distingo uno de otro tus orígenes:
Uno solo y empañado aceite
Siento agitarse sordamente cuando estoy soñando
Y creo que ya no resplandeces.

El viento de la gente lejana pasa


70 Y entonces no soy ya más dueño de mi confusión.

¿De qué sirve vivir con un espejo fijo


Si ciego está el rayo que reparte tus voces?

¿Para qué esperar que adentro se alce la casa


Si ya no hay rastros que denuncien tu frente?

75 Pero no es este el camino ni la verdad que importan:


Hay una gran espada
Que fulgura a un costado de la muerte
Y yo no tiemblo sin embargo.

De mi cara sale cada noche


80 Una impetuosa flor de arena que llega hasta tu oído
Y allí aguarda que llores.

La tierra está más alta cada día,


Pero nadie podrá nunca saberlo,
Ni saber que sostengo mi helada lámpara
85 Para seguir llamándote.

De prisa toca mi pie


El fuego de tu señal apenas visible,
De prisa apuro el agua hirviente
Que tu corazón vuelca en mis ojos.

Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 185

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90 Se destruye la edad bruscamente
Y la memoria recupera su alegría.

Huyes como una perfección


Ante mis horas inmortales.

Pero hay un refugio que permanece intacto


95 Y allí va el grito a repetirse para siempre.

186 Gustavo Ossorio / Obra completa

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La fuga

Obstinado en visiones
Rechazo el signo obscuro:
Con abatido pie
Entra la memoria de un gozo inanimado
5 Y me interrogo por la eternidad que pasa
Sobre la morada abominable,
Poseyendo una perfección y un duro amor.

Para ser la llama es que nada quiero tocar,


Para desdeñar los huesos que me abandonaron,
10 Para extenuar la hondura de mi sueño
Es que nada quiero ver
Ni nada sentir sobre la espera.

Vano sería correr por la casa


Con un grito atado al haz de presencias
15 Y una rosa de encendida tela sobre los ojos.
Vano y medido como una muerta estatura.
Porque no sé de dónde llego
Cuando oigo y miro el cielo conocido,
Ni cómo entro sin la llave
20 En la hora de espadas encendidas.

Alzo hasta la nocturna ola


La mano que ejerce los designios,
La mano que ejecuta el acto cortante
Alzo sin arredrarme
25 Y una fuerza bienhechora se cierne sobre lo que llega.

[¿] Es entonces cuando espero


Que el mundo aumente su sal entre olvidados números?
Nada tengo para tocar la cara
Y sentir ya para siempre su piel terrestre.
30 Nada hay que levante la columna
Y desde lejos abra la infinidad de la pesadumbre.
Mientras un polvo ardiente
Nos infunde la sombra cuando andamos.

Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 187

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35 Proclamo mi defensa con grandes voces,
Pero hay señas mías en todas las piedras
Y en cada lámpara
Un ciego vestido de azul permanece
Para mi confusión.

40 ¿Qué hallaré, pues, que me conceda la sangre?


¿Cómo atestiguaré mi paso solar
Por entre aceites y segados suelos?

Parecido estoy al tranquilo día


Que aguardamos con una postrera flor sobre el hogar,
45 Y acaso a algo más
Que conjura los desatados rayos cuando recuerdo.

Las horas destruyen el fin de las cosas


Y obscurecen la esperanza,
Ansío que un áspero destino llegue
50 Que limite los ecos perdidos.

[¡] Ay, cómo ahuyentar a las bestias vertiginosas


Que me dicen mil veces: “golpearemos tu lengua
Hasta la hora de la muerte”.
Mientras tendido, sin pies,
55
Con un anillo de vidrio en cada dedo,
Siento cerrarse una a una las invisibles puertas!

188 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Un p o e ta c h i l e n o : G u s tavo O s s o r i o
(Ercilla, 14 de Agosto de 1940)

«Gustavo Ossorio, como todos los poetas, tiene un libro en preparación. El


suyo se llama E xpresión del paisaje y su misterio. [está raro]Ha publicado poemas en
fábula, muestrario de arte y poesía que dirige en La Plata, Marcos Fingereti[está
raro]. Tiene 29 años. Estudió en el colegio de los padres Dominicos. Es vende-
dor de aceite lubricante de una importante firma yanqui. Escribe sus versos en
los tranvías, sobre la libreta de órdenes».

Poema publicado: “Aire accesible”, de Presencia y memoria.

***

At l a s de l a poesía de Chile
(Antonio de Undurraga, 1900-1957)

Antología integrada por 92 poetas más un prefacio, notas y estudios críticos.


Editorial Nascimento, Santiago de chile, 1958, pp. 386 y 395-396.

…«Entre los poetas independientes que también han seguido las aguas de la
técnica surrealista, en mayor o menor medida, cabe mencionar a Juan negro
(1906, y autor de Vasto ser, 1945, y otros libros); Gustavo Ossorio (1911-1949, y
autor de Presencia y memoria, etc.); Eduardo Anguita (1914, y autor de Cinco poe-
mas, 1951, etc.); Enrique Jones (1916, y autor de Pajaro circular , 1949); Heriberto
Rocuant (1920-1943); Antonio Campaña (1922); Alfonso Alcalde (1923, autor
de Balada para la ciudad muerta, 1947); David Valjalo (1924, autor de Los momentos
sin números, 1948); David Rosenmann Taub (1927, autor de Cortejo y epinicio,
1949, etc.), y otros».

Poema publicado: “La fuga”, de Presencia y memoria.

***

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P o e ta s chilenos (1557-1944)
Carlos René Correa, Editorial la Salle
Santiago de Chile 1944, Pag 497 a 500

«Gustavo Ossorio nació en 1912. La poesía de Ossorio nos penetra con su


enigma, deja en nosotros cierta oscuridad, imágenes y sensaciones, pero a la
vez raíces en extremo subterráneas.
«Labora con materiales del subconsciente y su verso está construido sobre
arquitectura de extrañas simbologías. El poeta se mira en espejos frágiles, con-
denados a morir; pero huye de lo simple y claro, aunque muera la emoción. Es
necesario para alcanzar su poesía que la sombra y el desconcierto se filtren por
las arenas; él es sincero, pero todavía no ha conseguido la norma definitiva para
expresar su emoción y su canto y por eso su obra es fría, más intelectual que
cordial. Obra: Presencia y memoria, 1941».

Poemas: “Sumisión al orden obscuro” y “La sombra desatada”, que pertenecen al libro
El sentido sombrío y tienen variaciones con respecto a la edición Ahués de 1948.

***

33 nombres claves de la actual poesía chilena


Revista Orfeo, 1968, Ed, Zig-Zag, pp. 98-114.

«El próximo año, 1969, se cumple el vigésimo aniversario del fallecimiento de


Gustavo Ossorio. Este poeta extraordinario, casi completamente desconocido,
dejó tres libros: dos publicados en ediciones limitadísimas, y uno inédito. Este
último aparecerá en breve en las colecciones Orfeo, serie Poesía Universal.
«Ossorio murió prematuramente, pero su poesía irradia con luz definitiva.
Su obra, no precisamente voluminosa, es, sin embargo, una verdadera gesta
metafísica donde se funden en un solo hálito la vida, el dolor y la muerte. Bu-
ceador en los últimos límites, ha desencadenado, con el ardiente ejercicio de la
palabra, una suerte de agua deslumbrante que refracta las esencias más puras.
«Orfeo, A través de este homenaje, pone al alcance de todos los amantes
del gran lenguaje de la poesía, uno de los universos más ricos, profundos y
conmovedores que haya producido el mundo latinoamericano».

Poemas publicados: “Presencia numerosa”, “Permanencia nocturna”, “Convocación a ser”,


de Presencia y memoria, 1941; “Helada voz”, “Celebración oculta”, “La jornada perdida”, “La
puerta infranqueable”, de El sentido sombrío, 1948; y fragmentos de Contacto terrestre.

190 Gustavo Ossorio / Obra completa

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E va s i ó n y r e to r n o

Revista Mandrágora nº 5, año?

1 En un glorioso fuego de nocturno cuerpo purifico los ojos, su humedad fati-


gada. Empuño la espada de vidrio para retener al sueño que quiere levantarse
y volar. Pero todo, el vaso, mi lámpara y la ruina helada, queda en la breve
vigilia que arde. La sangre golpea su espanto ciego y los lugares se cubren de
redes invisibles.

2 Nada hay para explicar la obstinación sorda de la piedra y su hilo de nieve


ve (Me he habituado a la sombra, como al beso). Preparo una celda nueva y
algunas flores para aguardar que la presencia remueva la espera apacible. En
la frente se abre de pronto una edad para que el grito llegue al corazón en
abatido trance. El aire es simple y limpio su manto, porque no lo alcanza la
memoria del hombre ni la entraña lo calienta cuando va.

3 Así estaban las cosas menores, los peces, el resplandor, las encendidas calles,
los recuerdos no recuperados, entre a la claridad abierta del luto. Morada
del día que mi mano agita como una fusta mojada. Abro, abro el abismo en
lo hondo de la lengua, para llegar con mis pies al suelo hundido. Avanzo mi
torturado dedo para tocar el hielo de la tiniebla, con precaución, respirando
apenas, antes que todo reviva y la visión torne a su lugar sin designio.

4 ¿Cómo saber dónde estabas antes que la centella rodeara tu hombro? ¿Cómo
saber si tus cabellos llevaban escondido e la noche un mensaje al desengaña-
do, al triste? La sangre apura sus plurales flechas, suspende su destino, para
rectificar el origen. Yo creo todavía que cada grano de sal aumenta el olvido,
cada puerta que se abre echa una raíz al sueño. ¿Dónde estabas cuando un
signo marchito pesaba entre mis brazos a punto de ceder?

5 Cada espejo me señala el daño negro que cae de la tarde, cuando la memoria
va demoliendo sus muros, socavando su lágrima. Sólo mi nombre suena en-
tre la bruma de los duelos que adiestran la espina. Hasta el mal es vano ya y
estéril el clamor. Siento que las cosas admirables se alejan, para dar paso a un
blanco año despojado de sus vidrios

6 Qué decir de la luz que florece al predestinado cuando ama. Qué decir de ti,
de la soledad, de los animales que nacen y mueren sin gemir. Qué decir, si no

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se puede resistir el yugo de salvación sobre la llaga. No el viento, no los ár-
boles distintos ni el orgullo secreto que sale como espuma azul en la secreta
palabra que callamos, pero el tiempo que como una línea tenaz sigue nuestro
contorno, él sí hasta que el sentido caiga abatido súbitamente.

7 Mi tiempo ha sido como una impetuosa y perdida furia. De un lado a otro


girando, con el manantial que acrece su agua saludable cada noche. Ojos me
rodean, levantan mi desgarrada estatua.

8 La voz en el desierto sin rastro ni orilla, a, pues, hablarte ya de tu ingreso al


enigma. Un extendido fulgor sobrevive al asombro. El número de los cielos
aumenta cuando andas.

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R aíz de l a huell a

Revista Mandrágora nº6, diciembre 1939

Comparecer solo ante la duda


Sin saber nada del amor
Sin pupilas y sordo a lo estremecido
Venir desde cualquier oscuridad
5 Simulando la propia memoria
En seguimiento de pie ligero
O de ligero olvido
Venir venir así para un único peligro
Y luego quedarse aguardando
10 En una costumbre de respiración o noche

Pesa sin jamás igualarse


Defendido invisible
Con un color destruido en cada mano desolada
Pasa cumpliendo adentro su año final
15 El espanto
El ojo y su maligno vapor
Los dientes para vencer
Cuando llegue el tiempo negro

De alguna manera va
20
Conduce
Y por fin penetra en la sangre
Sol y sombra que caen
Cuando el cansancio sobreviene

Sí ciertamente en esencia
25
En una huella apenas de rumor
Todo lo resplandeciente
Todo lo que dista del vértigo
Es lento
Y gira entre los pasos.

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E s pa ñ a e n l a s a lt u r a s

1937, El frente popular, (?) Lunes 2 de agosto de 1937. p.4)

Su vida es un extenso milagro inyectando poder


Ritmo de espina y destino fijo
Oh eternidad abierta al grito de los hombres
De gran acero en soledad
5 Baja la violencia de su ardor que conduce
Por eso
Hace falta toda la sangre de sus milicias de fuego
Para volar hasta el nivel de su llama densa
Para saber el sueño que circula por su geografía
10 Para alumbrar el confín de su nieve navegante
Hace falta la ilimitada disposición de sus lágrimas
El tacto elemental de su cielo oscurecido
Entre el infecto aliento de la santa madre iglesia
Y la negra luz de la mano invasora
15 La flor de su herida tan profunda
Se alza directa sobre el desvelo del mundo
Este mundo que se aleja hacia una muerte ocasional
Y en su ordenada turbulencia
Niega
20 Maldice
Llora
Y perdona
Hay quien nada sabe del desolado fusil
Que calla entre una mano que fue
25 Y el recuerdo de ella
La libertad entretanto detiene su humo
Y suena adentro de su entraña encadenada
Libertad furtiva tan llena de mediodía
Haciendo un cielo espacial bajo los adioses
30 Porque una angustia triunfal ha logrado levantarse
Y algunas estrellas desoladas
No encuentran ya la claridad de sus órbitas
Abajo los niños dejaron sus ojos en las lagunas
Sus dedos crispados decoran el espanto del viento
35 Mientras de sus pequeños pechos

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Se va escapando un vapor de muerte verde
Y sus cabellos
Y sus plumas
Y sus ríos
40 Y su piel
Y su luz
Se extinguen por causa del abismo fascista
Qué llanto qué bronce qué ala flor triste
Ya no hay cómo blindar el corazón
45 Ante tanta tiniebla estrechando los días
Pero se ha alzado
Se alza ya una lumbre tremenda de puños cerrados
Por encima de los planetas que vacilan y lloran
Por encima de la noche viuda
50 Por encima del aire horrorizado
Hay una raíz que levanta
Hay una gloria roja que se expande y crece.

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196 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Textos inéditos

197

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198 Gustavo Ossorio / Obra completa

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I néditos I

S íntesis del acaso

Diciembre de 1933

199

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200 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Geroglífico
Tan dulcemente cantado
En todos mis polvorientos contornos
Tan dulcemente
5 De mi conocimiento espacial
Se desprenden proporciones con agravantes
Formidables que determinan
Pavorosos lances
Torneos fragorosos
10 Días y días
Sin tiempo gramacal
Menos ágiles que vuelo de plumas huérfanas
Se suceden
Desafiando mis playas descubiertas
15 Velando sobre prodigiosos cristales
Dispensadores
De luz ruido y calor

Buen juicio de lo ordinario


En el orden inmanente de formas absolutas
20 Gravitando
Alrededor de lagos
Derechos sobre mi follaje vertical
Este día honra mis viejas edades
Adulteradas de guijarros conceptuales
25
Resultantes agradecidos
De mi exterior desatado
Los ojos en blando acento
Son instrumentos de adolescencia
De pompa de virgen libidinosa
30
Y
Socavan afectos de ave melancólica
Y
Olvidan peregrinamente
La amada de falsa risa
35
Para dar relieve
A Dios sabe qué oculta flor de penas rústicas

In é ditos I / S ínte si s de l ac a so 201

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De penas sonoras
Tiempre de congojas villanas
Grises con cenizas pálidas
40 De destierros
De olvidos
De naufragios
De tragedias subterráneas
Dislocada mocedad desencantada
45 Sin conocer la esfera multitudinaria
De una tarde
Como golondrina de todos los mapas
De una diligente gota de dilatada neblina
Esquila bucólica de mi impensado reposo
50 Cuando coronado de extranjeras huellas
En un modo de oscilante lágrima
Hinca su quilla blandamente
En aguas nunca surcadas
El barco de aurora de tus solícitas distancias
55 Industria de virtudes improvisadas
En una cósmica neurosis de astros enmudecidos
Estrella epiléptica de mis indelebles direcciones
Égloga
Siempre sujeta a mis orientaciones infaustas
60 Desde el saludo cortesano
El ojo que penetra tu nervio
Desde el apartado islote de la veleidad ajena
Hasta nuestro determinismo inmutable
Yo voy recogiendo prestamente
65 EL hilo de nieve de mis dioses arbitrarios
Hasta que un nuevo diluvio
Oculte las ingentes comarcas
Arrodilladas ante mi desengaño
Extraña flor
70 Paralela a mi sueño primaveral
De una casa de festivos idiomas
Trasciende
El nevado período de flexibles canciones
Un árbol de olas
75 Moja el cielo
Mientras abajo
Una yunta de resplandores
Uncidos a mi rueda de esquemas

202 Gustavo Ossorio / Obra completa

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Va arando
80 Sobre tus yermos paradojales
Resuelve en humo de gloria barata
Un Sur
Cerrado con llaves de imperios imposibles
Alguna nave
85 Errando entre aguas tormentosas
O mi contingente
De heraldos recatados
Anunciándote
En cantos forasteros
90 Mi llegada
Diciéndote
La letanía de largos infortunios
El grano que dio origen
Al primer dolor
95 A la primera necesidad
Al primer suspiro
Descubriéndote
Incontables américas
Más barbadas
100 Más indígenas
Más doloridas de humanidad
Una hebra de tu cabello
Tendida entre el mundo y el aire
Cuerda floja de mi tradición
105 Finje maravillosamente
Un cumbre inexpugnable
De elevado risco
Una aérea ciudad sin villanías
Ciudad de vuelo
110 De velocidad
De asombro
Luz desigual de redención silenciosa
No bien una piadosa palidez
Retrata angustiadas ausencias
115 Por la pequeña pasarela de una duda
Comienza codiciosamente a atravesar
Mi rito funeral
Empresa imposible
Seca respiración de mil bueyes sedientos
120’ de mil perros sedientos

In é ditos I / S ínte si s de l ac a so 203

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Jauría trágica de mi confusión
Reclinado apenas mi penoso tiempos
Sobre
Tus resquicios ceñidos de secretos fuegos

125 Una conjetura


Desgarra parajes de morbo
Y varios lirios llorosos
Abalanzan lluvias de perenne anemia
Sobre la breve huesa de mi rusticidad labradora

130 Vivo feliz


Feto provecto
En el antiguo vientre
De mi desconstrucción total
Vellones de desengaños
135 Cuelgan de cada oveja fecunda
Un áspid melancólico
Renuncia su exceso
A orillas del cielo
Tal vez su plegaria
140 Conmueva al Universo
Añoranza de un pastor
Mi segundo imposible
Y los arbitrarios juegos
De una rama y otra rama
145 En un crepúsculo de tarjeta postal
Son tal vez
El preciso gesto de renacimiento
Pocas letras
Dos letras
150 Una mejor
Gran poema de blanca grandeza
Atavío de edades desteñidas
Vigor de pájaro luchador
De cóndor ágil
155 Así las horas de la tarde
De la tarde inmóvil
De la tarde tenaz
Tal vez así desfilen a tu conjuro
Tal vez

Lo escribió Gustavo Ossorio en diciembre de milnovecientostreintaitrés

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I néditos II

E xpresión del paisaje y su misterio

1939

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I néditos III

Poema inédito previo al libro


P resencia y me moria

1940

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Presencia y memoria

Violento verbo para orientar el aire como una flecha final


Entre las alas enlazadas del corazón
Acto solo
Pájaro seguro
Yo vivo y amo el rumbo que marca en mis venas
La tempestad de tu mito
Pero no sé cómo acudir a tu paso
Cómo concertar los años y cuándo
Si en mi voz un parpado y la sangre se cierran
5
Y su condición perjudicial echa sobre el día una cadena
Si entro al espejo y ya no me puedo ver

Pero es posible aún que algunas banderas nazcan de pronto


Para prologar la oscuridad
Es posible que un día mi sombra salga de su piel
Sin poder decir nada
O que un gran fuego llegue hasta la tiniebla
Y la destruya
10

Así resiste el hombre en su frente a su verdad


Y lucha cercado de ruinas y luz
Solamente de luz llena de agua y eco
Así el hombre ancla en su muerte
Mientras la sombra habita su materia
Y un ojo terrible va creciendo en su noche

¿Qué agregar entonces al silencio para que se alce y vaya


si nada hay para establecer el árbol
que sentimos crecer en la memoria?
15
¿Cuál agua llega y de dónde?
¿De dónde el humo adentro del río
el humo que florece más cada día?
Humo herido que amanece y reside
Que cae y duerme en su rumor
Labrado de puras despedidas

Como un aliento sin cara


Como una lengua sola con una sola perla

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Y un vapor de una sola estrella
Llega el olor morado que anuncia la tragedia

La tierra va con sus años y su hierba


Y algo de eternidad crece en la mano iluminada

Yo lo sé
Hay lugares en que nada es posible hallar
En que nada se sabe del día o de temblar
Hay lugares de invisible sustancia
Doble20residencia y pie lejano
En donde el astro busca su color
El color normal de su noche y su sobremar abierto y detenido

Allí el hombre recurre a fundar su palabra


O el espacio de su voz
Allí percibe la simultánea estatura de su soledad
Y su inútil espina
Allí ocurre a morir para no oír cerrarse de pronto la sombra
Como un eco

Allí yace
25 sometido para siempre a la vida
Devorado por certezas y a veces azotado por su olvido
Hecho para gemir y guardar su rayo estremecido
Con una forma fija y un péndulo sonando hacia delante
Entre sus ojos y la visión antes de ver
Oyendo palabras que nadie dijo
Con las manos ausentes sin dedos
Sin nada que tocar ni conquistar
Antes que lo movible incorporara vértigo a los días
Antes 30del ruido
Sordo y perecido de fantasmas primarios
Duro como presagio
El pelo frío crecido
Y nadie para sufrir y morir al alcance del corazón invencible

Violento verbo de aire


Viento verbal de mi amargura
Hecho de vidrios y cerrado resplandor
Yo transcurro en medio de tu color
Tu medida y tu sendero
Yo amo el rumbo de mi pie
Tu mito de violencia y espacio subterráneo

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Amo la sal y el árbol limpio frente al grito
Me dispongo a la espera
A la noche
A la nube
Voy simplemente entre dos vidas
Con el destino y la constancia perdida entre los sueños
Fuera35de la presencia
Siguiendo su abatida huella tan de cerca
Tan hondo que duelen los huesos removidos
Y la estrella y los pasos inseguros
Cuando mi sombra admirable regresa a su peligro.

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I néditos IV

Otros textos inéditos

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I néditos V

Textos en francés

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A l a poesía brill ante , G ustavo O ssorio prefirió
la « bell a desgr acia » de hacer una poesía oscur a

Eduardo Anguita; Revista VEA, 4 de febrero, 1942

G ustavo Ossorio acaba de publicar su obra Presencia y memoria, poemas. Esto nos
pondría inmediatamente en guardia; en estos tiempos en que el destino del
hombre se juega a diario no queda lugar para la poesía. Pero, afortunadamente, ya co-
nocíamos a Ossorio desde muchos años. Sabemos que su poesía, junto a la de otros
poetas de su generación (Arenas, Cáceres, Cid, Julio Molina, Teitelboim y otros), no
es precisamente esa poesía hecha para alagar, fácil de imágenes y color superflua y
elegante que con tanta profusión viene produciéndose en chile al lado de los autén-
ticos poetas que son los menos pero cuya calidad salva el honor nacional chileno, en
tal sentido: Huidobro, Neruda, De Rokha, Rosamel del Valle, Díaz Casanueva, y los
ya nombrados, y que no sirve absolutamente para nada. No. Esta poesía, en el mismo
sentido que lo es la obra de Rilke, de Mallarmé, de Eluard: poesía que tiende a es-
cuchar ese orden olvidado, a reestablecer el verdadero orden de los objetos, ahora
sugestivamente alienados por el hombre. Es poesía como “acto de conocimiento”. Y
es que, atravesando las capas muy superficiales de la vida diaria y del lenguaje coti-
diano, el verdadero poeta de todos los tiempos no teme adentrarse en las profundas
heridas, que dejan entrever el ser en su rostro más verdadero, del misterio del ser.
Por eso, su oscuridad asustada.

Por una rima y un ritmo


El buen nombre de la calle protesta contra esta poesía: el quisiera encontrar todo
tan claro como un libro de contabilidad, o, en otro caso, ser halagado por una rima y
un ritmo que le sirvan al oído superficialmente o le produzcan vagas sugerencias sen-
soriales. Pero el ser es mucho más oscuro, mucho más imprevisible, mucho menos
“racional”. El poeta que es auténtico, se hunde allí, y, luego –esta es la más ingrata,
la más difícil, la más traidora tarea del propio poeta–, trata de de expresar, en un
lenguaje hasta ahora demasiado racional e inadecuado, ese mundo que nada tiene
que ver casi con la plácida superficie del lenguaje y de la conciencia. Esto es aterra-
doramente difícil; el poeta desearía una claridad extrema, pero le es imposible llegar
absolutamente a lograrla: ello le significaría traicionar –y lo hace hasta cierto punto–
ese otro mundo de donde extrae todos sus temblores y esperanzas. Es la agonía del

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poeta. Esto es porque el lenguaje –y con ello toda la vida del hombre– ha sido creado
en un sentido casi únicamente lógico y práctico. He aquí por qué cada gran poeta
crea su lenguaje, pero venciendo primero la grave dificultad de crearlo, utilizando los
signos ya esteriotipados del lenguaje de todos los días que sólo habla a una razón para
él muy inconsecuente.

Para muestra un botón


Todo esto es dicho con ocasión de Presencia y memoria. Un análisis detallado de sus
poemas abarcaría gran espacio. Quiero sólo hacer notar en especial el poema “Con-
tribución a recordar”, que encierra todo el sentido de la poesía. Creo que me enseña
lo siguiente: existe un espíritu antes de las cosas. Estas se realizan y toman cuerpo
ante la conciencia del hombre a causa de la memoria, que recuerda como quien dice,
su patrón primordial, y las justifica y permite su existencia. “Porque sólo existe el sol,
a causa de cierta blanca esperanza”. Luego sigue refirmando nuestra tesis del poema,
al decir: “Se cierra el recuerdo sobre las cosas”, o “Una agonía conocida –y el temor
a la mano imperturbable–, bastan para llenar de ojos el aire”. O “Pero el recuerdo
hace subir al árbol tranquilo”. “Torno luego a saber todas las cosas –las cosas que
se van por donde mi pecho se abre–, las cosas que esperan su medida, escondidas
adentro de las tiniebla”.
Como se ve Ossorio logra penetrar hábil y claramente en una operación del
espíritu bastante ignorada y formulada superficialmente, como lo es la operación de
la memoria. Su poesía no puede, por tanto, halagar como un romance o un bello so-
neto. El ha preferido –escribe el gran poeta chileno Rosamel del Valle en el prefacio
de la obra de Ossorio– la bella desgracia. Y con esto ha querido decir que Ossorio
prefiere la palpitante oscuridad, brillante y bien educada conducta de su superficie.
Siento no escribir, más extendido, y refiriéndome en detalle a algún o algunos poemas
de su libro. Ahora algunos datos:
Su obra es trabajo de 4 años. Los poetas que prefiere son Humberto Díaz
Casanueva –de quien dice que no admite superficialidad–, Rosamel del Valle. De la
poesía “social”, dice, refiriendose a Neruda y De Rokha, que la han realizado con un
mínimum de perjuicio para la poesía pura. Se han publicado sus poemas en revistas
argentinas, (“Fábula”, que dirige Marcos Fingerit, por ejemplo). Las revistas chilenas
“Multitud”, “Aurora de Chile”, y diarios chilenos, han publicado sus poemas y cuen-
tos. Fue incluido en la Antología de Carlos pobrete, que este editara en Buenos
Aires, selección completa y bastante acertada.

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P resencia y me moria , de G ustavo O ssorio
Dámaso Ogaz; La nación, 26 de enero, 1958

U n día hace casi nueve años, cuatro líneas de cualquier periódico o


cuatro palabras de un conocido cortaron sin remedio el equilibrio y
quedó el nudo desatado casi al promedio de la vida. Gustavo Ossorio había
muerto. Su mano había casado ese día de trazar sus signos y delinear sus
interrogaciones. Y guiando esa mano unos ojos que se cerraron a estas visiones.
Tenemos aun vibrándonos sobrecogedoramente el tironazo que nos sacó del ajetreo
urbano y nos llevó a otro y nos encadenó de tal modo a sus tinieblas y soledades. ¿En
qué refugio cerrado, insondable, yace este joven poeta dando voces de terror? Cayó
al pozo de las transfiguraciones, y la ceniza tenaz y calida se extendió sobre su dolida
inmovilidad.
Acercarse ahora a Gustavo Ossorio es asomar los ojos a lo inaudito, sin re-
medio. Ese ser que no ha hecho más que atravesar 1a vida apoyándose apenas, era
un ser esencialmente secreto, enemigo del gesto y su publicidad desmedida. Para el
su intimidad era cosa grave y seria. Prefería al exhibicionista sin pudor de algunos de
sus contemporáneos, sumirse en sus amargas visiones, “solo como un mineral en una
pesada montaña” (Rilke). El que busca no tiene arraigo más que en la esperanza o
desesperanza de hallar.
Nos dejó su cualidad obscuro encantamiento, de magia transmutadora en Pre-
sencia y memoria (1941), El sentido sombrío (1948) y Contacto terrestre (aún inédito). Libros
que no son nunca mera recolección de poemas sino unidades poéticas de sentido
total que se heredan y complementan. Trató los temas eternos de la poesía: el amor,
la vida y, sobre todo, la muerte, aquel sentido sombrío que peligrosamente exploraba
fascinado por visiones metafísicas. Sólo la idea antigua y pura de la muerte, desasida
de todo hecho circunstancial le habría resultado odiosa, está presente en su obra.
Penetró ese laberinto cegado por la memoria en razón de su amor al hombre, no de
un modo Intelectual sino a través de las emociones y 1as afirmaciones: «La vida se
agranda debajo de la muerte». Todos los seres nacidos de su experiencia adquieren
un sentido propio y preciso como la necesaria condición vital desde donde cumple
partir hacia la salvación. Por ello, quizás, ningún otro poeta de su generación ha rea-
lizado tan plenamente la poesía como hechizo y drama. Hay una grandeza misteriosa

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y como sobrehumana en sus poemas. Ninguno tampoco ha gravitado tan persisten-
temente sobre nosotros como él.
Cada obra digna de ese nombre es la puerta de una partida mortal, ya Rilke
había hecho la advertencia: “a’ Una vieja enemistad entre la vida y la gran tarea”. El
creador juega con y contra sí mismo. Si gana, su mundo se añade al mundo, que se
creó en seis días; si pierde… su acto- es el opuesto a las empresas del hombre de
acción. Él no maneja más que palabras. Esto es lo terrible de su tentativa, su total
vanidad, su razón de ser y su grandeza. Contra la caída está la seriedad de las expe-
riencias de Ossorio. Ha jugado, sí; se la jugó todo cada vez. Se dio al problema de la
expresión como a la vida se daba con urgencia dramática. Lo que en los demás fue re-
torcimiento o tremendismo, disfraces de que hace uso cualquier poetilla sentimental,
en él fue profundidad y desvelo. Exploración de un misterioso mundo poético cons-
tantemente progresivo, que se desenvuelve y adquiere plenitud en su obra póstuma
Contacto terrestre. Su espíritu siempre al acecho dio evidente y ejemplar coherencia a
la breve trayectoria poética.
Ossorio concibió la poesía como una religión, como la menos efímera de todas,
por ello exclamaba; «Mi vida ha sido sedentaria, pero torturada por mil razones. La
poesía y la pintura son mi llaga y mi salvación». Es sucesivamente profundidad y re-
velación. Profundidad, porque imagina y provoca nuevas relaciones entra la vida y la
muerte; revelación porque aporta siempre un sentido complementario a las verdades
primeras que la simple razón se esfuerza en reconocer como definitivamente validas.
Le ha sido necesario, entonces, arder en el fuego más absoluto, inventar perdurables
señales, entrar en un baúl cerrado desde antaño y violar, temeroso y fascinado, el
misterio. Cambiar la vida por la muerte. Cada verso suyo lleva en su raíz dolorosas
experiencias personales y colectivas. De ahí su soterrado sabor, sus momentos mas
alucinantes, la agudización de la memoria hasta el dolor y la purificación, luz y sombra
sin transición.
Poeta oscuro –según un decir–, difícil; es cierto: pero no siempre oscuro y
difícil para quien aplique a su obra la inflexible atención que exige un gran sector de
la mejor poesía –antigua o contemporánea–. Si en las composiciones de su primera
época el lenguaje, los símbolos y la arquitectura misma de poemas se presentan más
de una vez como una materia opaca y casi impenetrable, Ossorio evolucionó clara-
mente no hacia una simplicidad sino hacia una mayor seguridad dentro de su propia
realidad. Casi toda su obra es extrañamente rica y apasionante en su misterio o e
su paradisíaca luz: sus mejores poemas expresan, con la comprensión de imágenes
siempre características, con símbolos de la más comunicativa emoción, la aterra-
dora aventura de un hombre en el mundo. Ahí esta con igual fuerza el ardor vital
y el sentido de la destrucción y la muerte. El espíritu se goza en la sensación de su
pujanza, recibiendo el mensaje de un desconocido existir, de esa majestuosa red de
vidas imbricadas y raudas. Gustavo Ossorio se hundía en la obscuridad devoradora
y proclamaba su atracción con imágenes de constante preocupación filosófica o de
movimiento, de rapidez luminosa.

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Tenía de la poesía un sentido casi primitivo y del poeta como ser profético, sus
palabras tenían a veces esa complejidad sonora propia de la expresión primitiva; el
ritmo, las alteraciones contribuyen igualmente a esa magia expresiva que se adapta a
los más finos bordes de lo sobrenatural. Era un visionario aterrado y enamorado de
la vida, cercó los elementos que le rodeaban esa vida y le daban su límite y penetró
en ellos para transmutarlos; procedía por sondeos para medir la profundidad de lo
que va a intentar revelar. Coincidió con aquellas Sibilas, posadas sobre el trípode de la
antigüedad, por la ebriedad y el deseo de que sus representaciones estuvieran llenas
de significación y de tradición.

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C rónica liter aria

Ricardo Latchman; La nación, 29 de agosto, 1948

H umberto Díaz Casanueva, poeta de gran ímpetu cuyo libro L a estatua de sal se
puede considerar de los mejores publicados en Chile, presenta a Gustavo Os-
sorio, autor de El sentido sombrío. Desde su primera obra. Presencia y memoria (1941), se
observa una experiencia más purificada, como expresa el prologuista, pero de lace-
rante intensidad. Los temas usuales de Ossorio, tocan, a menudo, el reino oscuro de
subconsciente, los resplandores oníricos, que también caracterizan la singularísima
poética de Díaz Casanueva, las visiones de la muerte y la simple revelación. Nuestra
poesía última es bastante rica en sutiles emanaciones que no pueden ser acogidas con
un criterio lógico o estrictamente preceptivo. Por eso resalta aquí el símbolo, ves-
tidura adecuada de la desgarradura íntima de Ossorio, de su procelosa sensibilidad.
Éste le confiere a las palabras y a las frases una emanación especial de misterio lírico,
que traspasa las estancias y refleja la tortura permanente de Ossorio.
En cierta poesía moderna de América hallamos un estremecimiento elemental,
que parece ser el indicio de la capacidad creadora de nuestro continente. En Chile
se ha suscitado un movimiento lírico de notable vigor, entre cuyos abanderados Os-
sorio sabe poner la nota distintiva de una individualidad que recoge las señales de un
trasmundo confuso y sugestivo. Veamos lo que dice el prologuista a este respecto:
«No hay fantasmagoría aquí ni realismo cromático, sino tensión constante y atención
radioscópica para captar lo que transcurre debajo y encima de los muros terrestres,
vivencias que no excluye y que por el contrario acepta como probatorias de su pro-
pio espíritu».
Gustavo Ossorio es un escritor esquemático, que rehuye toda sensualidad ver-
balista y se acoge a un plano de pureza, realmente desgarrador. Presenta y vuelve a
acariciar el motivo de la muerte, sin asociaciones sentimentales, con descarnado y
escalofriante rigor. A pesar que resulta extenso y cualitativo el repertorio lírico de la
muerte en la poesía nacional, Gustavo Ossorio lo renueva en “Regreso a la imagen
señalada” ; en “La presencia abatida”, en “La mano lejana” y “En la puerta infranquea-
ble”, vigorosa síntesis de su canto.
No hay lugubrismo en estos poemas, porque, en el fondo, están iluminados
por una llama de racionalismo, que se percibe bien mientras se lee “La puerta infran-

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queable”, el más personal de la colección. Ha obtenido Ossorio un eficaz y perdu-
rable resultado, demostrativo también de una admirable experiencia espiritual. Ésta
se derrama en vivencias que provocan y estimulan extrañas sensaciones, recuerdos
y fenómenos psíquicos que Ossorio ha descubierto con tajante lucidez. Es un escri-
tor que posee el don de impresionar con su indagación en el reino presentido de la
muerte, poblado por sombras de luto «crecido de espanto y sueños», nutrido por un
dolor de extensas vigilias, macerado de angustia.
Insensiblemente, la lectura de Ossorio conduce a problemas relacionados con
la metafísica, no porque el autor se lo ha propuesto, sino debido a la tensión particu-
lar de sus versos. Hay aquí un juego alterno de aproximación y de huída de la muerte,
que demuestra la atracción del asunto sobre los sentidos del poeta y su filosofía par-
ticular. La soledad en que ha elaborado sus poemas también es propicia para aludir a
dicho modo deficiente de coexistir y a las posibilidades demostrativas que ello ofrece.
Ha dicho muy exactamente un comentador de Kierkegaard, que mientras el miedo se
refiere a una posibilidad determinada, a un fantasma que se levanta en la imaginación
y que en sí mismo no es nada, y, sin embargo, se presenta ante el hombre como si
fuera algo […]

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El sentido sombrío , de G ustavo O ssorio
Jacobo Danke; Las últimas noticias, 15 de febrero, 1949

E stamos en pleno dominio de la sombra, junto a este “sentido sombrío”. Pero es


una sombra fecunda en resonancias, un piélago oscuro donde cada ondulación
proviene desde el fondo infinito del hombre. Así es Gustavo Ossorio, como poeta
hermético, de anchas voces, como artista enfrentado a su propio yo, a las conjeturas
que le nacen en tumultuosos torbellinos cuando la noche del misterio lo rodea y lo
viste de duelo.
Los poemas de Ossorio no descienden a la calidad acomodaticia del que hace
concesiones para recibir el halago fácil de la muchedumbre. Se diría que no son la
obra de un arquetipo oriundo de estas latitudes, sino la obra de uno que se ha uni-
versalizado a fuerza de contemplar el mundo y de interrogarlo. Hay en él una cuerda
brumosa que no corresponde a la torrentera de fuego de la sangre latina. Y esto lo
sitúa en un lugar preponderante dentro de la poesía chilena; pues lo que él “dice”
emana desde lo más recóndito de su espíritu y se torna canto a través de su espíritu
y se torna canto a través de su virilidad de su posición auténticamente justa.
Obsesionado por “el gran problema”, como denominaríamos a la presencia
inseparable de la muerte, ésta en ningún momento debilita su postura: al contrario,
le enriquece la tonalidad, el diapasón, el eco del mensaje. Es el individuo pletórico de
vida que nos murmura bellas canciones en medio de una comarca florecida de man-
drágoras; el ramo de manzano de Némesis, condiciona la orquestación de su poesía.
Por eso, en lo polifónico de su expresión, nunca se descubre la estridencia aguda de
las flautas y en cambio atruena los ámbitos, la grave simbiosis de los oboes del corno
de los saxofones...
«Cada retorno es un nudo que echamos a nuestros silencios», exclama. No-
sotros compartimos la atmósfera de absoluto que campea en sus versos y nos satis-
face la altura de su modulación, cosa bastante bizarra en esta época de improvisacio-
nes, de falsos apóstoles y de fariseos revestidos de literatos.

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En l a memoria de un poeta
I nvocación de G ustavo O ssorio
Palabras pronunciadas por nuestro compañero Luis Merino Reyes, presidente del sindi-
cato de Escritores de Chile, en la velada de homenaje al poeta Gustavo Ossorio, efec-
tuada el 29 de marzo último en el Salón de Honor de la Universidad de Chile.

D e improviso aparece el poeta, el auténtico poeta. Está avergonzado de sus sue-


ños, de sus largas vigilias; lleva en sus oídos el rasguear de su pluma sobre la
carilla renovada y sabe que muy pocos entienden el porqué de su destino. En su me-
moria todos os sucesos adquieren un sentido trascendente y es distinto de quienes lo
rodean, viven y temen, con oídos que no oyen y ojos que no miran. El poeta, siendo
tímido, no teme a pesar de su emotividad, no siente las injurias, ni capta la risa del
ciudadano opíparo. Cuando en la oficina o en la aduana o en la fabrica de conservas
alguien le pregunta: ¿Ud. es poeta?, calla como el habitante de otro mundo, como un
extranjero más extraño. Lucha por salvar una expresión mas fuerte que su propia
individualidad, mas dolorosa y apremiante que sus mas grandes dolencias. Es casi un
demente, cruel consigo mismo, duro con quienes no lo entienden, frió para todo
aquello que no polariza en la atmósfera de su temblor emocionado. Su calidad de ser
nuevo y puro, le hizo adquirir con dolor los hábitos, reaccionar contra las costumbre,
reír del buen sentido, despreciar las codicias aldeanas. Su orgullo de creador lo llevó
a olvidar su carácter humano y efímero; su vasallaje a un organismo que sucumbe,
a unos riñones fatigados, a los pulmones comidos(sic) por los bacilos. Su vivificante
soberbia lo impulsó a creer en la eternidad de su propio idioma y en el determinismo
impostergable de su cultura. Hasta que un día la vida orgánica se vengó de su anhelo y
lo dejó suspenso, sin el oxigeno indispensable para formular los sueños. Y no restó a
quienes amaron y entendieron otro aliciente que su intimo testimonio, mi otro teso-
ro que esa joya laboriosamente repujada durante las vigilas y en los días dichosamente
huérfanos de toda cronología.
Los enfáticos críticos de trescientos años, los burócratas magnos, los sujetos
del día, no repararan en la muerte del poeta. Ellos miden a los hombres del mismo
modo como espantan las polillas de sus cánones estéticos y saldan sus grasosas libre-
tas de consumo; pero todavía resta un prodigio. Lo mismo que la criatura expande su
caja toráxica y grita con el aire de la vida, la obra del poeta muerto adquiere un ritmo
propio, un paso de personalidad que sobrecoge. Ahora se entienden mejor sus mas
complejos renglones; ahora se capta el acento de aquel lenguaje infatigable repleto de
intuición y de memoria.

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Poeta Gustavo Ossorio, no era indispensable decir tu nombre; tu individuali-
dad orgánica ha desaparecido; antes de expresar cuánto nos debías, te has quedado
inmóvil como una corola macerada; pero esta noche nos alentará tu animo, nos harán
soñar tus nervios sensitivos, nos alumbrará la llama de tu pensamiento. Desde que
la muerte asolo tus finas vivencias y entorpeció de gravedad la sutileza de tu anhelo,
desde tu última visión esforzada, hasta este instante de amor y de respeto, no ha
transcurrido tiempo. Aquí están quienes te aman dispuestos a pervivir tu imperece-
dero retorno y un grupo de poetas y de artistas gravitarán fraternalmente sobre tu
imagen.

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Un poeta más par a l a muerte

Rosamel del Valle; Revista Pro-arte, 24 de marzo, 1949

U na vida, una muerte, un poeta, un nombre: Gustavo Ossorio. Sí, y un leve par-
padeo en la luz de las cosas. Una metamorfosis más, naturalmente, pero hay
que abrir el pensamiento al ruidoso aire libre, desatar el lastre terrestre, olvidar el
responso y de esa nada repentina y solemne hacer entrar al huésped, sentarlo a la
mesa y comenzar la leve conversación con quien viene a dejarnos la lámpara y partir,
entonces uno toca esa mano de dedos vaciados, escucha el tintineo de esa lengua que
ha conseguido, al fin, la verdadera lucidez e imperceptiblemente descifra las páginas
que se le caen desde la mirada fija ya en el sol verde de los muertos.
Gustavo Ossorio. Quemado en el fuego de los viejos poetas, nunca consiguió
abrir el bosque que daba a la gran ciudad de la vida. Podría decirse que desde la infancia
se quedó a la espera de lo que esotros fuera el ruido, la luz, la vibración total, la extraña
y dulce ilusión de la vida. Para él no hubo sino bosques, muros, puertas cerradas, ecos
de conversaciones eufóricas, satisfacciones caras a Baltasar, aunque desdeñadas por
Daniel. Un vaso desgarradoramente enfermo y un vino demasiado lúcido, por suerte.
Una forma física casi lívida desde siempre, débil, fatigada como la respiración del tiempo.
¿Cómo encender luces, cómo devorar platos jubilosos, cómo vaciar copas en esa casa
devorada por la tempestad? Hablemos del mal de Novalis, de Hölderlin, de Gerardo de
Nerval, de Beaudelaire. Hablemos de la bella y espantosa entrada en la muerte ates de
tiempo, de los objetos deshechos al palparlos, brumosos al contemplarlos, hablemos de
un cuerpo visitado por serpientes como el de Lacoonte. Y entremos en cólera porque
él no tuvo nunca lo que a tantos nos ha sido dado: el goce de existir en pleno contacto
con la tierra. ¡Oh, no! Siempre el mal, siempre la llaga física en constante erupción
hacia la muerte. Joven, dolorosamente joven, pero con las rodillas en las ceniza como
Job. En un dialogo febril por librarse de las arañas de toda hora, de los dolores feroces,
de los lobos nocturnos, de los ángeles nocturnos, de las tempestades en el costado y
siempre en un afán desesperado por convencer sutilmente a la vida que lo dejara soñar
todavía, cantar todavía, morir un poco todavía, pero con la muerte al lado afuera de
la casa. “Tengo que regar el jardín, tengo que plantar un árbol, tengo que hablarle de
amor a una mujer, tengo que recibir al amigo, tengo que llenar todavía una página más
con estos signos que me trae la noche. ¿Es mucho pedir?” La vida oía eso y apretaba

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las tijeras. La muerte adivinada eso y detenía el reloj por algunas horas, aunque eso era
ya una manera leve de empezar a desvestirlo para el viaje sin ruido.
Es lo que dicen sus poemas. Abre uno sus libros y nunca se está más cerca de
los secretos terribles de la poesía. El poeta lo sabía también y eso es lo terrible. En
quien no tiemblan los alfileres de la enfermedad, la poesía es una visita agradable, una
pequeña primavera en viaje, un goce en las tinieblas. Pero para quien no puede respi-
rar sino con la corona de espinas en la cabeza, es otra historia. Es lo terrible. De ahí
a que la poesía de Gustavo Ossorio había un leguaje extraño, un lenguaje de dialogo
permanente con la noche y la muerte. En vano se busca en ella el brillo de la forma,
la seducción expresiva, la complacencia tan cara al poeta que trata de servirse de la
poesía para algo. Y bien, cosa extraña, el también se servía de la poesía, pero a su
manera, a su desgarradora manera: para la vida. Solo en los poetas antiguos es posi-
ble hallar una tal inclinación hacia la vida, un tan profundo deseo de darse tiempo, de
sostenerse a sí mismo en una especie, no de equilibrio real, sino en una leve vibración,
en un eco, en un ruido aterradoramente pegado a la costra terrestre. ¿Cómo, si no
así, se vive para la muerte? En todo eso es, más bien, una nostalgia. En él era algo real.
Algo que lo hacía oscilar lúcidamente entre lo que para nosotros es ya la entrada en
el abismo, en la gran nada sin límites.
Y no un poeta lejano, un poeta abstraído, sino un poeta del tiempo. Como todo
autentico poeta no desdeño enrolarse en dolor humano, en el equívoco del hombre,
en el rechazo de la injusticia y de la soberbia. Apenas podía cantar su corazón atri-
bulado. Pero él sabía que hay mucha tribulación en el mundo. Eso no quiere decir
que se decidiera, como tantos, a quemar las naves construidas a profundos golpes de
sangre y a entregarse ciegamente a medios transitorios y casi todos ellos marcados
con la debilidad humana. Cantó, sí, y con violencia, contra todo aquello que con tanta
facilidad se presta a destruir la libertad, el poco de libertad en que se debate sin cesar
de sufrir el hombre de la época. Una roa roja más para su corona.
Lo demás, la vida, poesía y la muerte. Con una conciencia limpia, con la antigua
dignidad del poeta. Una vida contrariada por un mal imbatible. Una poesía imbatible
en la contrariedad. Y, sobre todo una poesía que la juventud sabrá colocar en el sitio
que le corresponde. O sea, lo que todos quisiéramos para después de la última con-
versación con la muerte.

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R ecuerdo de G ustavo O ssorio
Fernando Alegría; en diario indeterminado de El Salvador, 1949, Chile(?)

Una carta del poeta

H ace pocos días murió, en Chile, el poeta Gustavo Ossorio. Publicamos una de las
últimas cartas que escribió, dirigida al escritor Andrés Sabella, y que revela su
espíritu bondadoso y tierno, su preocupación cordial y su esperanza.

*
Los Quillayes, 28 de enero, 1949

Querido Andrés:
Acabo de recibir y leer tu comentario a mi libro. Muy hermoso, muy revelador de la
forma tan cabal en que has penetrado a mi poesía. Para mí es una satisfacción íntima,
de una índole espacialísima, el comprobar cómo otros seres también son capaces
de conmoverse ante mi mundo subjetivo; saber que realmente hay quienes entran
en él, se regocijan con sus maceradas luminosidades, tienen la tentación vertiginosa
de adentrarse aún más en sus resonantes laberintos y se desgarran conmigo el alma
al caer en las simas. Gracias, Andrés, muchas gracias por tu artículo.
¿Cómo has estado de salud? Espero que no estarás insistiendo en esa especie
de desaliento de que me hablabas en una anterior. Los escritores no nos pertene-
cemos exclusivamente a nosotros mismos, bien lo sabes… Más comentarios creo
que sobran, Sólo agregaré que yo estoy librando una batalla bien dura por mi re-
cuperación definitiva. No sé si alguien te ha Informado que en octubre pasado me
hicieron un primer tiempo de toracoplastia y estuve cerca de diez días entre la vida
y la muerte, días en que el médico que me operó «no daba un cinco por mí», muy
angustiado por una complicación post-operatoria completamente inesperada que
se presentó y que casi dio al traste con todo lo hecho. La esperanza en Dios de mi
madre y mi mujer, y la estreptomicina creo que realizaron la hazaña de mi actual
mejoría. Todavía tendré que someterme a una segunda plastía que, por fortuna, será
bastante menor que la primera, Sea como sea, claro, son operaciones muy serias.
Yo me he sometido porque es la verdad que tengo razones para seguir viviendo:
mis afectos, el arte, la vida misma, con todo lo que ella sabe darnos y vedarnos;
todo esto es un incentivo para empeñaran en no morir... todavía. Espero que si este
empeño mío tiene algo de ejemplarizador, optes por aprovecharlo y te cuides bien.
En la actualidad estoy escribiendo un largo poema, que espero publicar si
salgo de aquí. Próximamente te enviaré un fragmento para que juzgues de él.
Te abraza, Gustavo.

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*

Pocos días atrás recibí su última carta. Sobre mi escritorio está la respuesta incon-
clusa. Entre una y otra carta ha muerto Gustavo Ossorio. Entre dos papeles blancos
está su alma aprisionada. Voz de verano encerrada en tibio y vaporoso invernadero,
ebria de emanaciones, de ecos floridos, de blanquecinas guirnaldas descolgándose
como leche espesa por las ventanas de su clausura. Para Gustavo lágrimas de esper-
ma. ¿Qué rostro para mirar la aurora del campo chileno? Se trata de comprender la
razón de un álamo enterrado hasta la cintura en un pantano de pájaros muertos. Allí
se lo pasa imaginando su caída, auscultando el vacío de su pecho y el lento roer de
los termómetros en su carne macerada. A su lado desfilan azules enfermeras y frente
a la ventana un gran fardo de periódicos empieza a desintegrarse. Gustavo se tiende
sin apartar la mirada de sus manos. Quisiera decirle a media voz: estamos unidos por
el secreto que tú y yo devoramos de la tierra que se gasta, juntos mordemos, juntos
sacamos la viruta ardiente y el color de la planta subterránea, juntos nos estiramos
a lo largo de un tubo negro fresco de alquitrán y gomosa huincha aisladora; de los
dedos y las piernas, del cabello mismo nos saltan fulgores, tenues amenazas de una
verdad que nos socorre y nos exalta, nos atrae y nos pierde en un remolino de feos
insectos. ¿Cómo dirigirnos al doctor que pasa con sus cubos de vidrio sobre la cabe-
za? ¿O al crítico de lentas pisadas que pronuncia sentencias de plomo? ¿O al amigo
que nos asesta una imagen medio a medio del buen gusto y de nuestra dignidad? Una
cosa es conocer el oficio del amor –y Gustavo en ello era un experto–, otra muy dis-
tinta iluminar con ese oficio los rostros que fabricó la ceniza. Expresando su verdad
era oscuro, es cierto, pero es que hablaba para quien tenía el hábito de escucharle,
para quien iba caminando a su lado en silencio, adivinando sin esfuerzo las imágenes
que el pensamiento no podía detenerse a traducir en palabras. Gustavo Ossorio ha-
bía conquistado la eternidad en su cura de reposo. Hablaba mirando la silueta de las
montañas y los matices oscuros de los valles, decía aquello que el alma del hombre
graba en el pasaje, no el paisaje mismo, sino las penas, las amarguras, las doradas
esperanzas y los gozos inefables del amor, los temores de la lucha, de la enfermedad
y la muerte, todo eso que el hombre siente y deposita como una emanación sobre
los objetos que le aprisionan. Sentado en su camilla inmaculada, cubierto de sábanas,
la mano pálida jugando con la paginilla arisca de un nuevo libro de versos, el cabello
rizado, flotante y los ojos dulces, mostraba a cada uno donde su búsqueda se topaba
con la suya, donde su camino minúsculo se enroscaba a las arterias de su poesía y
ascendiendo con rigor de cause metafísico se ofrecía a Dios abierto, tierno, dichoso
en su sacrificio. Sus doctrinas se podrían relatar sin palabras, bastaría un muestrario
de cosas, de caras, de emociones, una vitrina gigantesca en el fondo del mar; digo en
el fondo del mar para sugerir el espanto de su mundo desorganizado, en una época,

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herido por sus quejas, sus interrogaciones, batido por fuerzas monumentales y, lue-
go, para sugerir la tranquilidad bajo fantásticas presiones. Su memoria pasó entre las
personas y las cosas estudiando el método de morir y el símbolo de la resurrección.
La sangre en sí no le preocupaba, oía su rumor y aplicaba la mejilla contra su tibia
presencia, pero no buscaba la razón de las dolorosas inyecciones, de los complicados
artefactos de goma y los cristales y cuchillos con que otros se esforzaban en definirla.
En cambio, le intrigaba la dirección que ella tomaría en el lejano futuro, su cause, el
proceso de su solidificación, de su desgaste, de su resurrección en polvo y lamina
brillante dentro del ámbito de este mundo; le preocupaba el fenómeno físico tan solo
por el eco que iba a dejar vibrando en la memoria de Dios. Por eso la pena de verle
morir. Tan interesado en su búsqueda, tan afanoso, tan certero en sus hallazgos, tan
cercano a la verdad. Los elementos de su poesía eran jóvenes y los caminos de su me-
tafísica peligrosos, atormentados, pero en el fondo le sostenía una fuerza sin edad: la
ternura, y tarde o temprano iba a florecer en una explosión de colores. Era cuestión
de tiempo. La muerte de un poeta es cosa revuelta, como volar súbito de palomas en
una plaza publica. Al marcharse despierta todos los ecos de sus versos, agita las zonas
donde dejó un asombro, una reflexión, un presentimiento. ¡Imaginaos la muerte de
Gustavo Ossorio a los treinta y siete años! Nos hace detenernos un instante y ojear
hacia las sombras donde arden sus palabras y crepitan con un fuego azul que lame las
paredes del tiempo y nos hace indagar el sentido que no quedó completo, adivinar la
actitud que ahora sólo es un esbozo. Es una sensación de premura y angustia por la
lección que nos va a ser falta, por la frase que vemos trunca, por la voz que se apagó al
instante de pronunciar la clave secreta. Ossorio buscaba a Dios en su poesía. Estaba
a punto de encontrarle cuando Dios no pudo soportar la impaciencia de estrecharle
en su lento abrazo.

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G ustavo O ssorio
Humberto Díaz Casanueva, Boletín Árabe, Santiago de Chile, marzo 31, 1949

A terrado todavía por la cruel noticia, escribo estas precipitadas líneas. Acaba de
morir un joven poeta, una de las voces más puras y responsables de la poesía
chilena. Aquí tengo su libro El sentido sombrío, y me extraña pensar que estas páginas
no son restos de su existencia, sino valores espirituales de angustiada intensidad,
pero de maravillosa vida. Ahora él reposa después de una enfermedad que lo consu-
mió implacablemente. Ha cesado el martirio y sus sienes fatigadas están más tiernas
que nunca. Pero leyendo su poesía parece que su muerte no hubiera sido sino un
lento y definitivo retiro interior. A través de sus poemas asoma victoriosa aquella
sombra contra la cual luchó un año hasta quedar exhausto. Sólo la muerte hablaba
por él. El fruto de oro de la vida quedó pasmado en el buceo nocturno.

«Pero un signo me marca,


y yo lo veo,
es lo único que veo
y ya nada puede salvarme»

Ante mí está todavía su rostro concentrado y austero, su figura de náufrago


aferrado a su último leño encendido. Su ojos de niño me siguen. Sus ojos que no veían
las cosas absolutamente claras y que trataban de hallar una imagen de la existencia
menos teñida de fatalidad y de tiniebla. En las conversaciones su espíritu se ensaña-
ba con las interrogaciones más hondas, y su poesía pensante y grave era entre sus
manos como un pájaro que aleteaba encandilado por luces secretas. Con respeto lo
escuchaba, sintiéndolo tan posesionado de su mensaje.
Ahora Gustavo Ossorio ha muerto. Hoy a las 11 de la mañana iremos sus
amigos sin que el pueda escuchar nuestras voces, sólo nuestro silencio. Pero nos que-
da su imagen imborrable, su canto inconcluso, su mirada fija que nos incita al culto
noble y profundo de la poesía. Y que estamos a una distancia infinita, el poeta vive
adentro de nosotros, lo sentimos demasiado cerca, entre los pliegues del alma, como
una mano posada sobre nuestro desvelo.

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C artas

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Enrique Gómez Correa a Gustavo Ossorio

Santiago, julio 25 de 1942

Estimado amigo Gustavo Ossorio:


He recibido afortunadamente tu carta como asi-
mismo las ilustraciones a cuatro de mis poemas. Es para mi bastante grato manifes-
tarte que estas ilustraciones me han interesado bastante, ya que ellas corresponden a
lo que constituye mi línea poética. Naturalmente que tú debieras llevarlas a la pintura
con lo cual ellas ganarían un ciento por ciento. Es indudable que se ha logrado el di-
bujo avivado por el fuego de la imaginación y esto es importante, sobre todo en un
país en que nadie o casi nadie sabe dibujar –pero, te insisto, le falta aún el color a la
llama–. Como responsable del movimiento poético más grande que se haya produci-
do en América te exhorto a que persistas en la línea de las ilustraciones enviadas. Yo
estaré muy feliz de recibir las nuevas ilustraciones que me anunciáis.
Agradeciéndote una vez más vuestro envío, recibe como siempre un cordial
saludo de vuestro amigo,
Enrique Gómez
[…]

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Carlos Drummond de Andrade* a Gustavo Ossorio

Río de Janeiro, 29 agosto 1948.

Apreciado poeta Gustavo Ossorio:

El descubrimiento de su poesía ha sido para mí un acontecimiento de natura-


leza también poética. El prefacio de Humberto Díaz Casanueva me advertía ya del
carácter abisal y hondamente investigador de esta poesía. La lectura del volumen, en
que se desdobla todo un mundo de «relaciones desconocidas con las cosas», me dejó
la profunda impresión de un temperamento poético bastante poderoso para valori-
zar los espectáculos de la naturaleza y de la vida humana, e incluso para inventar lo
que necesita ser inventado. Su libro es de los que consiguen captar y transmitir el
misterio de la poesía.
Crea en la admiración llena de simpatía de este su colega distante y agradecido.
Carlos Drummond de Andrade
[…]

* Poeta brasileño, 1902-1987. Un par de traducciones de sus textos están en F igur as de l or iginal , de
Marcelo Pellegrini, publicado por Beuvedráis en 2006.

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Carta de Gonzalo Rojas a Gustavo Ossorio

I-XII-1948.

Mi querido Gustavo Ossorio:


Me ha deslumbrado su poesía y me ha conmovido su
carta. Es usted un poeta cabal, un creador legítimo.
Esa manera directa de expresar las más hondas viven-
cias, de concretar lo abstracto, corresponde a un hombre que sabe lo que quiere
decir y dice lo que quiere.
Después de leer sus bellos poemas, me dije: «Cómo ha
crecido la poesía entre nosotros, a costa de cuantos sacrificios». Sacrificios y sacrifi-
cados, debí decir.
Hace mucho tiempo que no salía un elogio de mi boca,
pero el que yo le debo, como poeta y hermano, me ha salido del corazón.

Un abrazo,

Gonzalo
[…]

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Última carta escrita por Gustavo Ossorio a su madre

Los Quillayes, 16 de agosto de 1949

Mi querida mamita:

Mi impotencia desde aquí es tal para todo, que sólo Dios sabe cómo voy soportando
los días. Mi vida, desde mi plano particular, sólo tiene para mí una importancia muy
relativa. No me arredra morir, y lo único que podría asegurar en este terreno, es que
no me desagrada estar vivo. Batallo únicamente por Ud., por la Lucha y por la gente
que sé que me quiere, la Mercedes quizás Pepe, y mis hermanos. No me siento con de-
recho para hacerlos sufrir abandonándome, y por eso trato de restablecerme y pongo
en ello todo mi empeño.
Estoy aquí convertido en una larva, y comienzo a ver que, mientras iga
mi reposo, así me considera también la gente de afuera. Ud. no es una excepción. Yo
expreso mi deseo: quiero que vea doctor. Doy razones, claras, lógicas, atendibles, pero
se supone que un fulano intoxicado de bacilos es un majadero lleno de ideas tontas, y
nadie le hace caso. Créame que el silencio en torno a mi libro es algo muy subalterno
para mí comparado con la amargura de ver que Ud. que está siempre quejándose de
la falta de cariño de parte nuestra, corresponde tan poco efectivamente al mío por
lo menos. Yo estuviera en Santiago, ya le habría hehco hacer un control, con ganas o
sin ellas, pero sin poder salir, sólo hablar me queda, y bien poco saco. Ud. no tienen
buen color y su ánimo me parece algo decaído, se fatiga demasiado, etc. ¿Qué le cuesta
decidirse a ir un día, hacerse examinar bien el corazón, hígado, pulmones, decirle a la
doctora o doctor las molestias que siente, etc.? No olvide a cancerosos y tuberculosos
de la familia. Ud. no tiene por qué jactarse de poseer un organismo de excepción.
Bueno, ya prediqué mi poco. Vamos a ver con qué resultados. ¿Se acordó
ayer de oír la 106 a las 8.30? A mí se me olvidó como idiota, y a lo mejor ayer habló
Hernán del Solar. A Escárate le trajeron unos fonos; algo muy notable, porque cuando
no quiero oír una transmisión, se lo digo y la oye él solo, con sus auriculares. Mamita,
se me quebró el vasito grande, que venía con manjar, ¿podría traerme otro de los
mismos?
Antes de terminar esta carta, vi de nuevo la suya de la semana anteriory
contesto una parte en que Ud. se duele de mi alejamiento de Dios. La verdad es muy
diferente, yo no estoy lejor de Dios. Por el contrario, ahora me siento más cerca de El

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que nunca antes, porque la meditación acerca de su grandeza, de su esencia, de su sig-
nificado y necesidad en nuestra vida, me hacen comprender cada vez mejor que el ser
humano no es la miserable sabandija que a partir de la Edad Media pretende la Iglesia,
sino realemte es hijo de Dios, hijo del Padre, a quien uno siempre uno puede dirigirse
en la seguridad de ser oído. Mi camino hacia Dios no es el mismo suyo, mamita, y es
eso lo que Ud. lamenta, pero yo estoy cierto que para hallara Dios, sólo se necesita
un anhelo puro de hallarlo y una vida recta. Lo demás, es cosa de hombres, intereses
y miserias terrenales. La filosofía abre siempre rutas nuevas, el pensamiento es ágil y
ávido de verdad, de infinito. Un día cualquiera puedo sentir la necesidad del apoyo
católico, no dude que lo buscaré. Ahora no. Busco por otros lados; leo, medito, anoto,
vivo, siento, pero siempre tengo a Dios conmigo y todos los días le doy las gracias por
todos los beneficios que recibo de su mano.
Hasta el Domingo, mamita querida, cuídese y esté alegre, como lo quería
San Francisco. Muchos besos
Gustavo

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Carta que Gustavo Ossorio no alcanzó a leer;
de Humberto Díaz Casanueva

Santiago, 4 de Marzo de 1949

Señor Gustavo Ossorio


“El Peral”

Mi querido Gustavo:
Inquieto he estado sin noticias suyas durante tanto tiempo y sin verlo
por Santiago. Confío que todos esos pesados tratamientos le traigan la mejoría que
todos deseamos. No sabe cuanto deseo verlo completamente sano o, por lo menos,
en franca vía de restablecimiento. Yo he estado ausente, por mis vacaciones, que esta
vez fueron más largas que de costumbre. Hace poco he vuelto y quiero enviarle estas
apresuradas líneas. Quiero preguntarle si lee regularmente PRO ARTE. Este semana-
rio ya se ha impuesto y estoy muy contento de colaborar en él.
Deseo publicar un poema suyo, inédito, o un fragmento de poema largo,
con un retrato suyo (si no tiene otro, podemos utilizar el de su libro) y una nota que
podría hacerla yo mismo siempre que me mandara algunos datos biográficos. No se
olvide de remitirme todo cuanto antes aquí al Ministerio.
Bien sabe usted el cariño y el fervor que siento por su poesía y la esperanza
que tengo puesta en usted.
Con mis mejores pensamientos puestos en usted, lo saluda muy cordialmen-
te su amigo y compañero.
Humberto Díaz-Casanueva

P.S. Si usted quisiera además publicar cualquier otra cosa: ensayo, artículo, nota, etc.
De más está decirle que Pro Arte está

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