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c l
O b ra
com pl et
B e u v e d r á i s
O b r a c o m p l e ta
Po é t i c a 28
• P r e s e n c i a y m e m o r i a 19 41 33
P ró l o go ( Ro s a m e l d e l Va l l e) 35
Presencia numerosa 37
Permanencia nocturna 38
Distante unidad 39
Como a crecimiento es transcurso o fin 40
Resumen de ausencia 35
Emigración al presente 25
Espacio de los ojos 25
Círculo y destrucción 25
Propósito 25
Ocupación del mundo 25
Implacable nombre 25
Invitaciones 25
Germen de voz 25
Contribución a recordar 25
Vértigo o viaje 25
Aire accesible 25
Llave encendida 25
Convocación al ser 25
El espacio puro para resplandecer 25
Sobrevida 25
Presencia y memoria 25
Voz sin término 25
Llegada 74
Voluntad circundada 75
Índice 9
• C o n ta c t o t e r r e s t r e 25
I
II
III
IV
V
• Te x t o s p u b l i c a d o s e n a n t o l o g í a s y r e v i s ta s
Tiempo de perseverar
L a fuga
Un poet a chileno: Gust avo Ossorio
Atlas de la poesía de Chile
Poet as chilenos (1557-194 4)
33 nombres claves de la actual poesía chilena
Evasión y retorno
Raíz de la huella
España en las alturas
• Te x o s i n é d i t o s
I n é d it o s I
Síntesis del acaso
I n é d it o s II
E xpresión del paisaje y su misterio
E xpresión del paisaje y su misterio
I n é d it o s III
Poema inédito previo al libro presencia y me moria
I n é d it o s IV
Eco adentro del cariño
Est ado de recuerdo
Hora numerosa
Aspecto de sacrif icio
Canción de caza del poet a
Viento de la guerra
L a fuer za que anda
Hay una columna en la que me apoyo
El ejemplo oculto
Eco del tiempo
Índice 11
• S e le c c i ó n d e pr e n sa
A la poesía brillante, Gustavo Ossorio prefierió la
bella desgracia de hacer una poesía oscura / Anguita
- Presencia y memoria , de Gust avo Ossorio / Ogaz
- Crónica literario / L atchman
- EL sentido sombrío, de Gust avo Ossorio / Danke
- En la memoria de un poet a / Merino Reyes
- Un poet a más pafra lamuer te / Del Valle
- Recuerdo de Gust avo Ossorio / Alegría
- Gust avo Ossorio / Díaz Casanuev a
• C a rta s
Enrique Gómez Correa a Gust avo Ossorio
Carlos Drummond de Andrade a Gust avo Ossorio
Gonzalo Rojas a Gust avo Ossorio
Gust avo Ossorio a su madre
Humber to Díaz a Guzt avo Ossorio
A don Hugo Ossorio Farías y a don Gustavo Ossorio Farías por proporcionarnos
material único y valiosísimo sin el cual no hubiésemos podido realizar este libro.
Los editores
13
15
ii
Como ya se ha presentado, la poesía de Ossorio es una textualidad difícil, árida y de
pocos lectores. Ya comprueba dicha sentencia el escaso tratamiento que su obra ha
tenido. Sea por el desconocimiento de su situación biográfica o por los movimientos
canónicos que hicieron sobrevivir a poetas como Gonzalo Rojas o Nicanor Parra,
en su “generación” (si es que se puede hablar de generación sin proyecto estético, o
características afines), en desmedro de poetas como Victoriano Vicario, Hugo Gold-
sack, Jaime Rayo u otros, el problema principal es el exiguo interés de los analistas
en una poesía oscura, con ribetes esotéricos y metafísicos hoy en día. Más allá de
la publicación de libros de Mahfud Massís, Carlos de Rokha o la Poesía Completa de
Rosamel del Valle, son sólo unos pocos quienes rescatan del polvo y el olvido la va-
liosa escritura de esta época. De gran valía, tanto por la pléyade de estilos, visiones y
poéticas que existían, así como por la calidad que tuvieron algunos de dichos poetas.
Así, tanto en la prosa de Pedro Prado, los Últimos poemas de Vicente Huidobro y
algunos poemas de Temblor de Cielo, las dos primeras Residencias de Pablo Neruda
y el libro Desolación de Gabriela Mistral, es posible encontrar un acervo tradicional
poético de esta materia negra y densa que plena la poesía de Ossorio. De este modo,
la fragmentariedad de Huidobro, la nominación y la amenaza oscura de Neruda, el
prosaico pero poético tono de Prado y la vinculación trascendental, la esperanza
ciega y el desconsuelo de Mistral, configuran la melancolía en Ossorio. Hay de esta
poesía en la suya, aunque no alcanza a ser más que una referencia, un punto de fuga
en que su escritura se desplaza libre y a la vez acorralada por espectros tanto de este
mundo como no. Su poesía es en la poesía chilena. Bebe además del críptico lirismo
de Rosamel del Valle y Humberto Díaz-Casanueva, y comparte la fascinación tradi-
cional religiosa con Anguita. Pero como toda gran poesía, su vínculo es con la palabra:
con el poema del Gilgamesh en la situación mortal de la existencia y su caducidad,
con el Mahabharata en la visión de una gran batalla entre los hombre siendo en el
fondo familiares, con la Biblia y su infinito cúmulo de historias y figuras, con Ibn Arabi
y Rumi en la búsqueda de la extinción en Dios y con San Juan de la Cruz en el periplo
de sanar la herida divina.
Su búsqueda no es nueva, y tampoco sus medios y procedimientos. Se encuen-
tran en Chile, América y en Occidente. Lo particularmente extraño, es que no son
muchos quienes se han enfrascado en estas batallas en Chile. Si bien Gabriela Mistral
iii
Variados han sido los intentos de situar la poesía de Gustavo Ossorio. Desde las
primeras críticas aparecidas en diarios del año 1942 a raíz de Presencia y memoria, las
opiniones se han encargado de recalcar la dificultad de su poesía. Ya sea Rosamel del
Valle: «De ahí a que la poesía de Gustavo Ossorio había un leguaje extraño, un lenguaje
de dialogo permanente con la noche y la muerte». (Un poeta más para la muerte: 4); o
Francisco Santana: «Voz abismal, sentenciosa, dolorida de símbolos e interrogaciones
(...) Asoma cierto hermetismo que no afecta mayormente la substancia poética». (Evo-
lución de la Poesía Chilena; 238). La labor crítica no intentó aproximarse a su poesía
más que por elogiosos comentarios o por cacofónica expresión, símil de poesía. Aun-
que meritorio, el trabajo de los primeros comentadores es pobre. Salvo excepciones
como las de Anguita, Del Valle, Díaz-Casanueva y Dámaso Ogaz, la reflexión acerca de
la poesía de Ossorio entre sus contemporáneos fue lacónica y perezosa.
Suspendiendo la periodicidad, la escritura de libros sobre poesía chilena tam-
poco subsanó los problemas comentados. En Carlos René Correa, Hugo Zambelli
(única publicación en que Ossorio expuso su poética4), Víctor Castro, Jorge Elliott,
4 «La poesía no es para mí ni el anecdotario rimado, ni el romance, ni nada que emita destellos ni
signifique una decoración amable ni una música sensual. Ella es para mí el verbo encendido que con
tremenda voz clama por el lugar justo del hombre entre sus semejantes; y es el vestido mágico para
aparecer y desaparecer a voluntad; y el don de salir de uno mismo o de entrar en uno como un ojo
encendido, para visitar la sima profunda». En Hugo Zambelli, 13 Poetas Chilenos , Ediciones Roma,
Valparaíso, 1948, p. 72.
«En forma constante, situado en los límites de su propia muerte, con una
lucidez que es heroísmo por la cruel inteligibilidad a que trata de some-
ter su MEMORIA primordial, este joven e inexorable poeta, hereditario
de los grandes buscadores metafísicos, nos entrega una nueva colección
de poemas con experiencias más purificadas, pero no menos terribles.
No hay fantasmagoría aquí ni realismo cromático, sino tensión constante
y atención radioscópica para captar lo que transcurre debajo y encima
de los muros terrestres, vivencias que no excluye y que por el contrario
acepta como probatorias de su propio espíritu». (Díaz-Casanueva: 5)
• Antologías
4. Arias de la Canal, Fredo. Antología de la poesía cósmica chilena, Frente de Afirmación Hispanista,
México, 2004, p. 97.
5. Castro, Víctor. Poesía nueva de Chile, Zig-Zag, Santiago de Chile, 1953.
6. Correa, Carlos René. Poetas chilenos, Ed. La Salle, Santiago de Chile, 1944.
7. . Poetas chilenos del siglo XX, Zig Zag, Santiago de Chile, 1972.
• Libros de crítica
15. Santana, Francisco. Evolución de la poesía chilena, Nascimento, Santiago de Chile, 1976.
16. Silva Castro, Raúl. Panorama literario de Chile, Ed. Universitaria, Santiago de Chile, 1961, p .125.
• Artículos periodísticos
17. Acevedo, Olga y Santelices, Raúl. “Aflicción por Gustavo Ossorio”, Revista Pro-Arte no 36,
marzo, 1949; p. 4.
18. Alegría, Fernando. “Recuerdos de Gustavo Ossorio”, Revista Atenea, abril, 1949, pp. 37-40.
19. Anguita, Eduardo. Revista VEA, no 147, 4 de febrero de 1942, p. 28.
20. Castro, Victor. “Gustavo Ossorio”, Las últimas noticias, 5 de marzo, 1973, p. 5.
21. Cuevas, Raúl. “Poesía de Gustavo Ossorio”, Las últimas noticias, 5 de enero, 1942, p. 6.
22. Danke, Jacobo. “El sentido sombrío, de Gustavo Ossorio”, Las últimas noticias, 15 de febrero,
1949, p. 3.
21
23
“Estamos ausentes,
Estamos solos,
Estamos lentamente vivos a causa de los sueños.
Pero nosotros no sabemos nada de esto.
Subir y bajar con unos gritos desgarradores
No puede probar nada.”(8)
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33
Simultáneamente
Flor
Número del día
1 En una versión de febrero de 1937, sin separación de estrofas se presenta así: «Simultáneamente / flor /
número del día / ordenada de cielo / vivo espejo presente / libre mano vegetal / tus ojos / espuma de la luz
/ sueño de estrella /tus cabellos ala infinita / el agua desprendida / disuelta / brilla en tu llanura interior /
claridad / el sueño pasea por tu nombre / una llama azul / sostiene tu dulce rumbo / alrededor de tus sienes
/ se precisan los vientos / lámpara tenue / la lejanía / cada flor / cada beso tuyo / de tu paso / se desprende la
noche / o también el confín de la ansiedad».
Presencia y memoria 35
En la garganta de la noche
Una gota de delirio
Al hombre no alcanza la fatiga de su sombra
10
La sombra
El hombre
Los pueblos y su naufragio
La agonía del fuerte
La despedida del que nunca partió
15
Y nuevamente la sombra
Sufriendo la ausencia de su litoral
La manera de visión
Tiene una cadena
20
El desierto entusiasmo de su inmovilidad
Por su grito y su sal
Únase el humo
Al color central de la tierra y su vestigio
Yo cavilo
30
Esfuerzo mi oído callado hacia ti
Y aumento la medida de tu útil residencia.
Presencia y memoria 37
El día
Y la quietud de su destino fijo
Mi opresión material
Conocida completamente
5 A través de dulces palabras nocturnas
Los ojos son perfectos frente al día y su lindero
Fatiga
Sombra obligadamente
Y el material ya fraguado de desgracias
10 Como pálida burbuja bajo lágrima o piedra
La noche
Baja hasta el riesgo de alguna segura voz
Baja amanecida
Cuando del corazón de Dios
15 Salen trotando a grandes lutos
Las gacelas del invierno
60
Yo repito que esto es pálido de mirar
Porque hay un perfecto encierro de cielo
En la agonía de quien desconocemos
Y la fortuna apresura su máquina de discordia
Cuando el espejo experimenta su frío
65
El hielo hace algunos pueblos
Saluda hacia el norte
Y torna a su propia vera sin acercarse a la salud
Invadido de rostros
De agua a millares
70
Hay una gran prisa de contarlo todo
Los caballos corren fijamente
Algo recuerda hacia el mismo lugar
}Tan’bien
Presencia y memoria 39
cortados los
OssorioGILSANST11/14.indd 39 párrafos? 6/11/08 21:52:53
Cuando su vientre en mis oídos
Consumida la sangre
75 Oh cómo se lee después sin esfuerzo
Cualquier pena honda
Salida hacia presencia sonriendo segura
Considerar la voz
Considerar la fiesta de los helechos habituales
80 Junto a la idea sencilla de la nube
Que levanta collares y amarguras
De improviso no es tarde y amo
Asistido de lluvias
85 Ventura intermitente nada trae
Cuando los hombres ceden abrumados de campanadas entusiastas
Un sitio limitado
Donde comienza a levantarse la aparición
Flor siempre separada de su cuerda
90 La cuerda que sale a la aurora
Y no sabe detenerse
Flor
Y la manera de la esperanza
La cual se despeña dulcemente
95 Por las laderas de la tiniebla al menor gesto de los dedos
Presencia y memoria 41
La noche
Lanza en persecución sin objeto
Sus negaciones provisorias
De esta manera
15 El anillo que limita el temblor redondo de la lágrima
Se perfuma de voces
Los ojos
20 No entienden la lengua de la nube
Tu voz
Desde el poder necesario de saberte
En cualquier confín del tiempo
10 Hasta el temblor en la ruta de tus labios
Tu voz transitando de pronto
Entre el letargo de las mariposas
Y un detenido pensamiento final
Presencia y memoria 43
Quedemos aquí
45
Mientras transcurre la ruta del verso
Y perdura la llama desnuda del miedo
En tu transparencia
Donde yo espero
Y la lengua estaciona esa claridad tuya
Y borra los sucesos de habitar
Y prolonga el tránsito de mi sangre
5 Dónde y para qué
El cabello
Su frecuencia y su estío sin contacto
Entre mis dientes el vértigo de acto y ser
Presencia y memoria 45
Presencia y memoria 47
Presencia y memoria 49
Presencia y memoria 51
Presencia y memoria 53
Presencia y memoria 55
Presencia y memoria 57
Es importante saber
Cómo se cierra el recuerdo
Sobre las cosas
Sobre su forma y su activo enigma
5 Porque sólo existe el sol
A causa de cierta blanca esperanza
En cambio el recuerdo
En medio de las láminas del insomnio
Alza siempre su vuelo
10 Combatiendo la llamada de la frente
Una agonía conocida
Y el temor a la mano imperturbable
Bastan para llenar de ojos el aire
Entonces
15 La amplitud de lo que se olvida sobreviene
Con su aspecto tan natural
El estado de todo
Oh adiós de la legua sin duda
La virtud de subsistir
20 La vana actitud ante cualquier fin
El hombre calla ante su absoluta probidad
Pero el recuerdo hace subir al árbol tranquilo
Normaliza su tarea inmóvil
Para uso de incompleto delirio
25 No obstante
Un blando espanto gana el corazón
Y su fuego hermético
Un sonido de hielo y accidente
Hace ámbito y número
30 En el fosforescente hilo del recuerdo cerrado
Ninguna libertad alcanza al hombre
Al hombre que prepara su caída
Y conoce oscuramente
El sortilegio de su andar por el mundo
35 Así no haga de la estrella un pensamiento
Ni suceder ninguna flor de su garganta
Presencia y memoria 59
Sube el llanto
Por un borde dividido
Por un despertar
Hacia la lengua y lo que viene
5
Yo he perdido mi presencia
Yo he dejado justamente el humo inesperado de mi cabeza
Sobre la oscuridad que va moviéndose
La muerte se conturba
Y torna a su óxido redondo
10
Memorable estar y llama
Mientras el cuerpo se abre
A su acto desconocido
Por la arena o la mañana clavada a la noche
Yo perdí mi presencia
20
Pude haber el secreto de ir y de venir
Por el invierno
Ilimitado sueño
15 Lento nombre que contemplas
Ser que consumes la ilusión detenida
Presencia y memoria 61
10
El calor se apodera de nuestros secretos
Cae de la cara como una palabra
Como una arena iluminada
Le escucho
Soy su victima y le amo
15
El calor que ahuyenta la angustia exterior
Abre tu corazón como una definitiva lámpara
Y alza algo más el sol a fin de no abrasarte
25
Es que nunca entraremos
Nunca tendremos la fuerza para entrar a la revelación
Que nos ata las manos
Que rueda por la piel y se detiene en los besos?
Es que nunca tocaremos su entrada de dulce vapor?
Presencia y memoria 63
A semejanza de la espina
Lejos sobre el ser turbado
Como la espina exactamente
Fija sobre el ojo ausente
5
En atmósfera de ir
He aquí mi iluminado lirio
Muerte completa
25
Pasar con un último ser sobre la frente
Visible y ya siempre lejos
A celebrar el tranquilo vapor
Que sube consigo mismo del cabello
O entra en el pecho mientras vacilamos
30
He aquí pues
El arma libre
El espacio puro para resplandecer
Presencia y memoria 65
No es el organismo azul
5
Ni el rumor apenas rozando los ojos
10
Si nada ha abolido el corazón
Si la mano recuerda su señal de tristeza
Y luego coge un errante traje helado
Para sobrevivir
Tu venida
15
Cerca o adentro del destino lleno de magia
No puede ser sino la transparente
Y larga nota de invisible día
Que miro aumentar
Repentina entre la muerte que ya no vendrá
20
Y mi cerrada respiración que te contiene
Presencia y memoria 67
Presencia y memoria 69
Presencia y memoria 71
Presencia y memoria 73
Presencia y memoria 75
Los muertos sueños que mis ojos desdeñan van engrosando el día
La sombra se llena de rumores contenidos
Mientras en torno mío gira la confusión
Y una cansada voz se obstina en mis partidas
5
Es en balde que el fuego disponga sus espumas
Oigo al día sangrar antes que hiera mi pecho
Antes que llegue a la voluntad y la circunde
Le oigo salir de los cristales de las oscuras puertas
Que nunca se abren
10 Pasar por entre mis cabellos rozándome apenas
Como un perseguido
Como un pájaro transparente debilitado y eterno
Nadie ve entonces mi oculto terror
Sumergido entre apagadas presencias y contactos
15 Heme al borde devorado del ruido
Con un traje de gracia y la atmósfera llena de una ciega amistad
Que da forma a la visión
El hombre pasa con su raíz destruida para borrar los enigmas
Sólo la sangre es nuestra y el espectro legítimo del mundo
20 Su inseguro vapor cae sobre la edad
Como una respiración cada vez más leve
La memoria reconstruye sus temblores
Sus signos ya desaparecidos
En el cielo sigue su trayectoria el espejo incorpóreo
25 Hago en mis ojos el árbol para olvidar la soledad
Y una muerte se apaga en su instante justo
Entretanto ¿quién continúa habitando la estrella?
Alguien fija sus temporales fuegos sobre mi despertar
Alguien mueve su rumor
30 Su miseria irradiante
Toca el espacio de mis estatuas ocultas
Y permanece como un eco pegado a su grito para siempre
Los desvanecidos sueños tornan a su redondo abismo
Para que los ojos entren por fin a la imagen
35 Todo desaparece o se destruye cuando el sentido vela
Después solo queda una libertad súbita o ilusoria
Que resuena inexplicablemente
Tengo a mi disposición una llama y el fundamento ardido
Lleno estoy de blancos episodios para merecer el amor
77
E n f o r m a c o n s ta n t e , s i t u a d o
en los límites de su propia muerte, con una
lucidez que es heroísmo por la cruel inteligibilidad a que trata de someter su
MEMORIA primordial, este joven e inexorable poeta, hereditario de grandes
buscadores metafísicos, nos entrega una nueva colección de poemas con experiencias
más purificadas, pero no menos terribles. No hay fantasmagoría aquí ni realismo
cromático, sino tensión constante y atención radioscópica para captar lo que
transcurre debajo y encima de los muros terrestres, vivencias que no excluye y que
por el contrario acepta como probatorias de su propio espíritu.
Para su vuelo abisal apasionado y sin tregua, asistiendo por resonancias y voces
deshechas, dispone este poeta de una conciencia lírica que jamás se desvanece y que
obra conforme a sentido, dotada de esencialidad y disposición natural abstracta, que
le da categoría muy pura y personal (puedo también decir ejemplar), dentro de su
generación. Lo infranqueable del reino de su alma lo seduce y los muertos los declara
a su favor provocando a los vivos. Pero lejos están aquí el ciego arbitrio, las imágenes
viudas de toda idea o la inspiración de pies desnudos chapoteando en la noche. Este
es mas bien un poeta austero, que exhaustivamente y en exceso despierto dentro
de su propio sueño, socava su MEMORIA con manos trémulas y ascéticas, lleno de
interrogaciones, la frente como desaparecida debajo de las horas, buscando algo
más profundo que la embriaguez de la imaginación, la melodía sonámbula o la fugaz
centella... Este es el lenguaje de un corazón demasiado encadenado a su secreto y
consciente de la destrucción que constantemente lo amenaza. Trasluce el centro
mismo en donde se produce la irrupción de su vida inaprensible en su vida personal.
Comprenderemos su jadeo, su violento pulso y tiniebla contenida. Pero no sucumbe
a su vértigo (“sin embargo, no significa la muerte…”) ni la conquista de esos signos
extraños lo desgarra hasta quedar hueco de su función terrenal o inválido para la
reconciliación con sus semejantes... Esta poesía que emociona por el grado prodigioso
con que penetra en zonas donde ya se pierde el aliento, no es fuga, sino participación
en metamorfosis simbólicas para ampliar y fortificar su presencia humana.
79
Humberto Díaz
El sentido sombrío 81
40
A todos calienta con su mano encendida
Y en el día escandaloso,
En el corro de las presencias enemigas,
Me denuncia y abandona.
¡Qué falso brillo se junta por la bajada!
45
¡Qué ambiguo ser atraviesa por nuestra imagen
Para apagar el último cirio!
5
Hoy, sólo hoy te es dado saber
Que los muertos han sido enviados para tu confusión.
El día de mañana
Velarás los despojos de tu esencia primitiva
Sin reconocerte:
10
Otro día tornará en que te preguntes lleno de congoja
Por el aire que conocías tan bien.
Y sólo te contestará la presencia de un árbol
Que “vivió en aquellos tiempos”.
Y te angustiarás en vano.
El sentido sombrío 83
El sentido sombrío 85
El tiempo, el tiempo,
¡Cómo es cercano y nadie osa tocar su ceniza!
¡Cómo llena de piedras la vida
Sin preguntar nada!
25 ¡Cómo una hora es desear
Y otra hora emoción que desconocemos!
El sentido sombrío 87
Tu frente,
Sin velo, sin flechas obstinadas,
En la vía suave que lleva
A la atadura que esperamos,
40
Es como un suceso benigno,
Como un rito eterno para ahuyentar el miedo,
Un leve instante secreto y perdurable
Para extinguir la turbación.
En torno a ti
45
Caen los hollados caminos
De otro tiempo,
Y una memoria nace visible
Para guardar intacto nuestro paso.
Poseemos la gloria
5 Y unas piedras llenas de cánticos
Y la lengua que muestra su maravilla tenaz
Cuando te nombra.
Hay, además, un temor y un asombro,
Y los brazos para contener el amor.
A tientas andan,
30
Asomados a una alegría petrificada,
El sentido sombrío 89
Todavía vivo,
Todavía voy, alma mía,
Como un peñasco que apenas repercute en la sombra.
El sentido sombrío 91
Las cosas que ignoro suenan como una sal en mis sentidos,
Y mi muerte ronda con nombre supuesto
Escuchando los rumores terrenales.
Veo cómo a mi alrededor se sostienen
5 Sin dedos, sin habla, las visiones,
Y los prodigios que mi alma desconoce
Por una oscura escalera ruedan entrechocándose.
Por eso comprendo la dura luz que pasa
Y me roza para hacerme amar su fruto.
¿Dónde te hallo?
Llena de ondas lúcidas,
Tus pasos dan color a los deseos
Y en mi corazón se levanta una imagen que me mira
20
Y luego se va, sin oír que la llamo.
El sentido sombrío 93
En mi casa entro
Y allí, entre plumas y hondas aguas,
Te oigo de pronto, detenida en el aire,
40 Con una nube para mi libertad.
Eres lo que se va
Por mortales horas contenida en el gozo completo
Eres breve indescifrable
Y tus labios remueven el origen de las confusiones
El sentido sombrío 95
Has venido.
40 Un cielo va hacia tu oscuridad y la descifra.
Te llamo entre hogueras, desde lejos
Y tu sombra que nace a cada voz mía,
Me cubre como un gran árbol ritual.
Secretamente andamos,
De hondura en hondura con nuestra agonía,
Desnudos frente a las ruinas,
Secretamente, atados a lo maligno.
5 Yo nada espero,
Sin embargo, penetro en el estupor
Y me imito y te nombro para sobrevivir
Porque he arrasado la sangre y la furia.
Pero sólo lo ausente me rodea,
10 Sólo aquello que es postrero y es avidez y desconocimiento
Uncido voy a la palabra temible
Y avanzo sin saber nada.
¿Qué somos sino ciegos lentos?
¿Qué podemos contra el terror que nos devasta,
15
Contra las cosas que parecen delirio
Y luz a nuestro deseo?
En lo hondo andamos
Y no hay sino visiones en las que creemos.
25
De ti brota un agua encadenada;
Una edad entreabre su iluminación
Y entre lluvias te colma de eternidad.
Tienes en la frente un gran rayo que me ignora
Y de tus manos bienhechoras se levantan antorchas
30
Que estallan a poco de nacer.
El sentido sombrío 97
40 Un signo me marca
Y yo voy con mi carro y mis ídolos,
Perdido entre lamentos.
El sentido sombrío 99
Con lucidez veo ahora los ruidos que toman cuerpo en mis dedos,
La blanca zona que parte de mí.
Antes era una atmósfera de cabezas que en un vaso estaban
Como la edad lentas,
5 Como un coral compactas, para maldecir mis actos.
En un ángulo de la escalera
Los olvidados inician la oscuridad
Y gritan para que el vidrio denuncie su tortura.
Yo no puedo andar.
20 Yo no soy invierno ni dolor que evapore sus lumbres:
Solamente a través de una sospecha,
De una desnuda furia acechando mis corrientes,
Es que logro dedicar mi voz justa al peligro y a las partidas.
Yo sabía todo esto antes que las voces con su pie carcomido
40 Llegaran a decírmelo:
Mi andar por entre huesos y húmedos pasillos
Nada agrega a la memoria.
55
Poseído por los riesgos pasajeros yo nada soy
Y un acto que no comprendo se realiza en mi frente,
Mientras cada error exhala su niebla y su delirio.
5 Desde un alto puente veo cómo prolongas las horas para dominarme,
Y veo cómo tu sombra tiene una lúcida piel
Y existe verdaderamente a un costado de ti.
20
Pero antes guiaré mis vigilias
Hacia el muro en que te apoyas;
Una paz haré para llenar de hojas la ciudad a tu paso.
Llamaré a algunos amigos
Y sus esposas quedarán velando
25
Para que nadie turbe este invierno terreno.
Mientras camino, con mis manos desgarradas por sus muchos furores,
Voy viendo los muertos que se ocultan en mi pelo.
Voy viendo sus sombras lineales que se descuelgan sobre mis huesos,
Sus entreabiertos costados
5 Por los que se escapa una luz húmeda.
El ser de fuego,
10 Como una sed sin sombra ni sucesos,
Posee mi imagen y en mi lecho se aposenta.
Yo entro en la confusión
Y el ala del mar mueve mis pasos.
Yo entro en la confusión
15 Y los olvidos abren su dura caja
Y me precipitan al deseo.
Yo entro en la confusión
Y una serpiente vestida
Recorre los delirios para agrandar mi ruina invencible.
20 Yo entro en la confusión
Y un polvo se levanta del espejo
Para encender mi sangre estremecida.
Yo quisiera destruir ya
La visión que sucumbe cuando estoy ausente.
Quisiera que una alegría abominable cogiera mis cosas
Y las echara de la memoria
15 Para cumplir mi edad adulta
Sin esta Prolongación de aguas mezcladas,
De compasivos mudos que debajo del hogar moran
Y cuentan mis gemidos.
Pero yo me apesadumbro y veo devorado;
20 Llamo desde mi voz con gritos que todos oyen;
Presiento que algo santo va a caer
Para manchar mis paños riturales:
Digo esto a todos y todos me escuchan.
Esto es, pues, lo visible en lugar abierto,
25 El bien que se llevan como un traje para estar.
Salvemos la sangre
Que en profunda piedra imita nuestro andar;
Volvamos como un eco
Al rostro que va a desaparecer.
15
Ya no puedo reconocer la alegría que tuve
Y siento que una flor o breve rayo
Sale de mí para fortificar la eternidad.
20
Salgo y elijo mi propia memoria:
Me recuerdo iluminado para no crecer más;
Vengado por la mano falsa que tocó el destello de mi debilidad.
La puerta antigua
Sólo a media noche es golpeada por los ojos,
Pero no es posible oír ni ver nada.
Estamos ausentes,
25 Estamos solos,
Estamos lentamente vivos a causa de los sueños.
Pero nosotros no sabemos nada de esto.
Subir y bajar con unos gritos desgarradores
No puede probar nada.
En tanto,
Un clamor se levanta de mi nombre
Para cerrar la tiniebla.
En mi soledad
50 Escalo hacia atrás el amanecer de cenizas
Hasta la atmósfera visible del agua,
De la noche exterior.
De los sorprendidos labios.
Pero siempre hay un olor de abismo resonante
55 Que me sigue;
Siempre una puerta de fuego
Que se desprende y cae ante mis pasos,
Siempre una cabeza sola
Que se parece a mí y repite mis signos.
I m ag e n r e co b r a da
Levanto de mí la pasión
Y ando, semejante a la sangre pura;
Semejante a una luz para servir al sueño.
El día,
Arco cerrado, lleno de palpitaciones, de paredes, de armas
diversas, de respiración.
El día de hoy
5 Como una inexplicable estatua en medio del desierto,
Un día.
Y separadamente, la potencia libre y arbitraria de SER,
gran río de aceite entre la lámpara inicial y cualquier
dolor transparente,
10 Se está metido en el enigma,
La descolorida espina hinca su revelación o el amor
en la infinita soledad de la memoria fiel.
Un sol doméstico, brillante como un gran terror seco,
detiene la tiniebla en la puerta misma del grito,
15 El día, entretanto, se verifica, va dando vuelta su guante,
Hasta que un dedo de gas mueve el paisaje,
Y la cabeza cae sobre su imagen sin reconocerse,
Todo este terrible día he estado luchando contra el viaje,
Pero, pasada la obsesión, la fuerza de la corteza animal
20 podrá por fin más que esta polvareda oceánica de mi
inmovilidad y hará prevalecer la mentira de los padres
y los años.
Abro una muerte local para admirar el rayo al otro lado,
Soy infeliz ante el paso implacable que va multiplicando
25 palabras, ojos, cantidades, soledades, para destruir la
sombra; creando una densa atmósfera vacía como una caída,
neutra como lo que no se presiente, a fin de destruir la
sombra, la sombra, verde refugio del miedo,
No puedo salvarme,
30 La salvación es el presentimiento de todo lo que veo sin
ver, de todo lo que palpo ajeno a mí, ajeno a YO, en la
isla; de todo aquello que nadie dice, pero que yo oigo; de
la acción ordinaria que no alcanza a caer bajo la
conciencia del fin propuesto,
35 No puedo salvarme, porque oscuramente en mi voz, en el
suelo que piso surge una realidad TRANSITORIA y es
5 En toda mi piel
La faena del día deja su raya verde.
Oigo crecer la sombra de los pasos
El eco de los pasos hinchando la tierra
A dónde va
20 A dónde va por el suelo
Por el tortuoso suelo o la helada luz
El paso su sombra sin partida
Su terrible eco de nieve
Su pelo celeste inanimado roto.
La aguja
En lo profundo del hombre sin voz.
157
¿Qué es lo cierto?
La voz es un temor que devora.
La voz existe sin signos, sin fuego, como un
desfiladero natural en el seno del abismo.
5 En los días y en las noches las horas nos engranan
como un mecanismo enigmático, como si lo
inefable resplandeciese y un escudo cubriera
de estupor nuestro viaje.
Descubro que hay un mundo lleno de aguas
10 aparentes
Que yo miro desde lejos, porque no sé romper
el hilo confuso.
Miro desde lejos porque hay mucha vida reposada,
muchas caras que denuncian las sordas
15 campanas
Y ya no puedo soñar, porque creo;
Ni puedo esperar, porque levanto un sello, sólo uno,
Y cuento mis días ordenados en el arca.
Mis ojos son una marea animada por la turbación:
20 Mis ojos asidos a un calor que va quemando
sus memorias,
Desandando todos los duelos para quedar en
extraña permanencia.
¿Qué se mueve?
¿Se suman mis años a mis años?
¿Es el medio justo una ilusión familiar, deshabitada?
Yo creo vivir porque he aventado ciertas cenizas,
5 Porque he reunido mis voces y mis ecos, en un perdido
día,
Y porque hablé del fuego que lava los recuerdos
Y de las visiones que a diario enlazan mi mano y me
conducen a la entrada de su cueva;
10 Sin cesar hablé de todo lo acontecido antes y después
de la edad sumisa, que sobresale como
alta palmera.
Inéditos 181
Ti e m p o de persever ar
15 Tranquilo estoy
Y lenta es la destrucción que empiezo a conocer.
* En esta antología Pablo de Rokha también incluyó los textos “Llave exterma” y “La presencia abatida”,
ambos del libro El sentido sombrío. Ver pp. xxx y xxx (N. de los E.).
Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 183
Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 185
Obstinado en visiones
Rechazo el signo obscuro:
Con abatido pie
Entra la memoria de un gozo inanimado
5 Y me interrogo por la eternidad que pasa
Sobre la morada abominable,
Poseyendo una perfección y un duro amor.
Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 187
***
At l a s de l a poesía de Chile
(Antonio de Undurraga, 1900-1957)
…«Entre los poetas independientes que también han seguido las aguas de la
técnica surrealista, en mayor o menor medida, cabe mencionar a Juan negro
(1906, y autor de Vasto ser, 1945, y otros libros); Gustavo Ossorio (1911-1949, y
autor de Presencia y memoria, etc.); Eduardo Anguita (1914, y autor de Cinco poe-
mas, 1951, etc.); Enrique Jones (1916, y autor de Pajaro circular , 1949); Heriberto
Rocuant (1920-1943); Antonio Campaña (1922); Alfonso Alcalde (1923, autor
de Balada para la ciudad muerta, 1947); David Valjalo (1924, autor de Los momentos
sin números, 1948); David Rosenmann Taub (1927, autor de Cortejo y epinicio,
1949, etc.), y otros».
***
Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 189
Poemas: “Sumisión al orden obscuro” y “La sombra desatada”, que pertenecen al libro
El sentido sombrío y tienen variaciones con respecto a la edición Ahués de 1948.
***
3 Así estaban las cosas menores, los peces, el resplandor, las encendidas calles,
los recuerdos no recuperados, entre a la claridad abierta del luto. Morada
del día que mi mano agita como una fusta mojada. Abro, abro el abismo en
lo hondo de la lengua, para llegar con mis pies al suelo hundido. Avanzo mi
torturado dedo para tocar el hielo de la tiniebla, con precaución, respirando
apenas, antes que todo reviva y la visión torne a su lugar sin designio.
4 ¿Cómo saber dónde estabas antes que la centella rodeara tu hombro? ¿Cómo
saber si tus cabellos llevaban escondido e la noche un mensaje al desengaña-
do, al triste? La sangre apura sus plurales flechas, suspende su destino, para
rectificar el origen. Yo creo todavía que cada grano de sal aumenta el olvido,
cada puerta que se abre echa una raíz al sueño. ¿Dónde estabas cuando un
signo marchito pesaba entre mis brazos a punto de ceder?
5 Cada espejo me señala el daño negro que cae de la tarde, cuando la memoria
va demoliendo sus muros, socavando su lágrima. Sólo mi nombre suena en-
tre la bruma de los duelos que adiestran la espina. Hasta el mal es vano ya y
estéril el clamor. Siento que las cosas admirables se alejan, para dar paso a un
blanco año despojado de sus vidrios
6 Qué decir de la luz que florece al predestinado cuando ama. Qué decir de ti,
de la soledad, de los animales que nacen y mueren sin gemir. Qué decir, si no
Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 191
De alguna manera va
20
Conduce
Y por fin penetra en la sangre
Sol y sombra que caen
Cuando el cansancio sobreviene
Sí ciertamente en esencia
25
En una huella apenas de rumor
Todo lo resplandeciente
Todo lo que dista del vértigo
Es lento
Y gira entre los pasos.
Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 193
Te x t o s p u b l i c a d os e n a n to l o g í a s y r e v i s ta s 195
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243
I n é d i t o s III 247
Yo lo sé
Hay lugares en que nada es posible hallar
En que nada se sabe del día o de temblar
Hay lugares de invisible sustancia
Doble20residencia y pie lejano
En donde el astro busca su color
El color normal de su noche y su sobremar abierto y detenido
Allí yace
25 sometido para siempre a la vida
Devorado por certezas y a veces azotado por su olvido
Hecho para gemir y guardar su rayo estremecido
Con una forma fija y un péndulo sonando hacia delante
Entre sus ojos y la visión antes de ver
Oyendo palabras que nadie dijo
Con las manos ausentes sin dedos
Sin nada que tocar ni conquistar
Antes que lo movible incorporara vértigo a los días
Antes 30del ruido
Sordo y perecido de fantasmas primarios
Duro como presagio
El pelo frío crecido
Y nadie para sufrir y morir al alcance del corazón invencible
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Textos en francés
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276 Gustavo
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279
G ustavo Ossorio acaba de publicar su obra Presencia y memoria, poemas. Esto nos
pondría inmediatamente en guardia; en estos tiempos en que el destino del
hombre se juega a diario no queda lugar para la poesía. Pero, afortunadamente, ya co-
nocíamos a Ossorio desde muchos años. Sabemos que su poesía, junto a la de otros
poetas de su generación (Arenas, Cáceres, Cid, Julio Molina, Teitelboim y otros), no
es precisamente esa poesía hecha para alagar, fácil de imágenes y color superflua y
elegante que con tanta profusión viene produciéndose en chile al lado de los autén-
ticos poetas que son los menos pero cuya calidad salva el honor nacional chileno, en
tal sentido: Huidobro, Neruda, De Rokha, Rosamel del Valle, Díaz Casanueva, y los
ya nombrados, y que no sirve absolutamente para nada. No. Esta poesía, en el mismo
sentido que lo es la obra de Rilke, de Mallarmé, de Eluard: poesía que tiende a es-
cuchar ese orden olvidado, a reestablecer el verdadero orden de los objetos, ahora
sugestivamente alienados por el hombre. Es poesía como “acto de conocimiento”. Y
es que, atravesando las capas muy superficiales de la vida diaria y del lenguaje coti-
diano, el verdadero poeta de todos los tiempos no teme adentrarse en las profundas
heridas, que dejan entrever el ser en su rostro más verdadero, del misterio del ser.
Por eso, su oscuridad asustada.
H umberto Díaz Casanueva, poeta de gran ímpetu cuyo libro L a estatua de sal se
puede considerar de los mejores publicados en Chile, presenta a Gustavo Os-
sorio, autor de El sentido sombrío. Desde su primera obra. Presencia y memoria (1941), se
observa una experiencia más purificada, como expresa el prologuista, pero de lace-
rante intensidad. Los temas usuales de Ossorio, tocan, a menudo, el reino oscuro de
subconsciente, los resplandores oníricos, que también caracterizan la singularísima
poética de Díaz Casanueva, las visiones de la muerte y la simple revelación. Nuestra
poesía última es bastante rica en sutiles emanaciones que no pueden ser acogidas con
un criterio lógico o estrictamente preceptivo. Por eso resalta aquí el símbolo, ves-
tidura adecuada de la desgarradura íntima de Ossorio, de su procelosa sensibilidad.
Éste le confiere a las palabras y a las frases una emanación especial de misterio lírico,
que traspasa las estancias y refleja la tortura permanente de Ossorio.
En cierta poesía moderna de América hallamos un estremecimiento elemental,
que parece ser el indicio de la capacidad creadora de nuestro continente. En Chile
se ha suscitado un movimiento lírico de notable vigor, entre cuyos abanderados Os-
sorio sabe poner la nota distintiva de una individualidad que recoge las señales de un
trasmundo confuso y sugestivo. Veamos lo que dice el prologuista a este respecto:
«No hay fantasmagoría aquí ni realismo cromático, sino tensión constante y atención
radioscópica para captar lo que transcurre debajo y encima de los muros terrestres,
vivencias que no excluye y que por el contrario acepta como probatorias de su pro-
pio espíritu».
Gustavo Ossorio es un escritor esquemático, que rehuye toda sensualidad ver-
balista y se acoge a un plano de pureza, realmente desgarrador. Presenta y vuelve a
acariciar el motivo de la muerte, sin asociaciones sentimentales, con descarnado y
escalofriante rigor. A pesar que resulta extenso y cualitativo el repertorio lírico de la
muerte en la poesía nacional, Gustavo Ossorio lo renueva en “Regreso a la imagen
señalada” ; en “La presencia abatida”, en “La mano lejana” y “En la puerta infranquea-
ble”, vigorosa síntesis de su canto.
No hay lugubrismo en estos poemas, porque, en el fondo, están iluminados
por una llama de racionalismo, que se percibe bien mientras se lee “La puerta infran-
U na vida, una muerte, un poeta, un nombre: Gustavo Ossorio. Sí, y un leve par-
padeo en la luz de las cosas. Una metamorfosis más, naturalmente, pero hay
que abrir el pensamiento al ruidoso aire libre, desatar el lastre terrestre, olvidar el
responso y de esa nada repentina y solemne hacer entrar al huésped, sentarlo a la
mesa y comenzar la leve conversación con quien viene a dejarnos la lámpara y partir,
entonces uno toca esa mano de dedos vaciados, escucha el tintineo de esa lengua que
ha conseguido, al fin, la verdadera lucidez e imperceptiblemente descifra las páginas
que se le caen desde la mirada fija ya en el sol verde de los muertos.
Gustavo Ossorio. Quemado en el fuego de los viejos poetas, nunca consiguió
abrir el bosque que daba a la gran ciudad de la vida. Podría decirse que desde la infancia
se quedó a la espera de lo que esotros fuera el ruido, la luz, la vibración total, la extraña
y dulce ilusión de la vida. Para él no hubo sino bosques, muros, puertas cerradas, ecos
de conversaciones eufóricas, satisfacciones caras a Baltasar, aunque desdeñadas por
Daniel. Un vaso desgarradoramente enfermo y un vino demasiado lúcido, por suerte.
Una forma física casi lívida desde siempre, débil, fatigada como la respiración del tiempo.
¿Cómo encender luces, cómo devorar platos jubilosos, cómo vaciar copas en esa casa
devorada por la tempestad? Hablemos del mal de Novalis, de Hölderlin, de Gerardo de
Nerval, de Beaudelaire. Hablemos de la bella y espantosa entrada en la muerte ates de
tiempo, de los objetos deshechos al palparlos, brumosos al contemplarlos, hablemos de
un cuerpo visitado por serpientes como el de Lacoonte. Y entremos en cólera porque
él no tuvo nunca lo que a tantos nos ha sido dado: el goce de existir en pleno contacto
con la tierra. ¡Oh, no! Siempre el mal, siempre la llaga física en constante erupción
hacia la muerte. Joven, dolorosamente joven, pero con las rodillas en las ceniza como
Job. En un dialogo febril por librarse de las arañas de toda hora, de los dolores feroces,
de los lobos nocturnos, de los ángeles nocturnos, de las tempestades en el costado y
siempre en un afán desesperado por convencer sutilmente a la vida que lo dejara soñar
todavía, cantar todavía, morir un poco todavía, pero con la muerte al lado afuera de
la casa. Tengo que regar el jardín, tengo que plantar un árbol, tengo que hablarle de
amor a una mujer, tengo que recibir al amigo, tengo que llenar todavía una página más
con estos signos que me trae la noche. ¿Es mucho pedir? La vida oía eso y apretaba
H ace pocos días murió, en Chile, el poeta Gustavo Ossorio. Publicamos una de las
últimas cartas que escribió, dirigida al escritor Andrés Sabella, y que revela su
espíritu bondadoso y tierno, su preocupación cordial y su esperanza.
*
Los Quillayes, 28 de enero, 1949
Querido Andrés:
Acabo de recibir y leer tu comentario a mi libro. Muy hermoso, muy revelador de la
forma tan cabal en que has penetrado a mi poesía. Para mí es una satisfacción íntima,
de una índole espacialísima, el comprobar cómo otros seres también son capaces
de conmoverse ante mi mundo subjetivo; saber que realmente hay quienes entran
en él, se regocijan con sus maceradas luminosidades, tienen la tentación vertiginosa
de adentrarse aún más en sus resonantes laberintos y se desgarran conmigo el alma
al caer en las simas. Gracias, Andrés, muchas gracias por tu artículo.
¿Cómo has estado de salud? Espero que no estarás insistiendo en esa especie
de desaliento de que me hablabas en una anterior. Los escritores no nos pertene-
cemos exclusivamente a nosotros mismos, bien lo sabes… Más comentarios creo
que sobran, Sólo agregaré que yo estoy librando una batalla bien dura por mi re-
cuperación definitiva. No sé si alguien te ha Informado que en octubre pasado me
hicieron un primer tiempo de toracoplastia y estuve cerca de diez días entre la vida
y la muerte, días en que el médico que me operó «no daba un cinco por mí», muy
angustiado por una complicación post-operatoria completamente inesperada que
se presentó y que casi dio al traste con todo lo hecho. La esperanza en Dios de mi
madre y mi mujer, y la estreptomicina creo que realizaron la hazaña de mi actual
mejoría. Todavía tendré que someterme a una segunda plastía que, por fortuna, será
bastante menor que la primera, Sea como sea, claro, son operaciones muy serias.
Yo me he sometido porque es la verdad que tengo razones para seguir viviendo:
mis afectos, el arte, la vida misma, con todo lo que ella sabe darnos y vedarnos;
todo esto es un incentivo para empeñaran en no morir... todavía. Espero que si este
empeño mío tiene algo de ejemplarizador, optes por aprovecharlo y te cuides bien.
En la actualidad estoy escribiendo un largo poema, que espero publicar si
salgo de aquí. Próximamente te enviaré un fragmento para que juzgues de él.
Te abraza, Gustavo.
Pocos días atrás recibí su última carta. Sobre mi escritorio está la respuesta incon-
clusa. Entre una y otra carta ha muerto Gustavo Ossorio. Entre dos papeles blancos
está su alma aprisionada. Voz de verano encerrada en tibio y vaporoso invernadero,
ebria de emanaciones, de ecos floridos, de blanquecinas guirnaldas descolgándose
como leche espesa por las ventanas de su clausura. Para Gustavo lágrimas de esper-
ma. ¿Qué rostro para mirar la aurora del campo chileno? Se trata de comprender la
razón de un álamo enterrado hasta la cintura en un pantano de pájaros muertos. Allí
se lo pasa imaginando su caída, auscultando el vacío de su pecho y el lento roer de
los termómetros en su carne macerada. A su lado desfilan azules enfermeras y frente
a la ventana un gran fardo de periódicos empieza a desintegrarse. Gustavo se tiende
sin apartar la mirada de sus manos. Quisiera decirle a media voz: estamos unidos por
el secreto que tú y yo devoramos de la tierra que se gasta, juntos mordemos, juntos
sacamos la viruta ardiente y el color de la planta subterránea, juntos nos estiramos
a lo largo de un tubo negro fresco de alquitrán y gomosa huincha aisladora; de los
dedos y las piernas, del cabello mismo nos saltan fulgores, tenues amenazas de una
verdad que nos socorre y nos exalta, nos atrae y nos pierde en un remolino de feos
insectos. ¿Cómo dirigirnos al doctor que pasa con sus cubos de vidrio sobre la cabe-
za? ¿O al crítico de lentas pisadas que pronuncia sentencias de plomo? ¿O al amigo
que nos asesta una imagen medio a medio del buen gusto y de nuestra dignidad? Una
cosa es conocer el oficio del amor –y Gustavo en ello era un experto–, otra muy dis-
tinta iluminar con ese oficio los rostros que fabricó la ceniza. Expresando su verdad
era oscuro, es cierto, pero es que hablaba para quien tenía el hábito de escucharle,
para quien iba caminando a su lado en silencio, adivinando sin esfuerzo las imágenes
que el pensamiento no podía detenerse a traducir en palabras. Gustavo Ossorio ha-
bía conquistado la eternidad en su cura de reposo. Hablaba mirando la silueta de las
montañas y los matices oscuros de los valles, decía aquello que el alma del hombre
graba en el pasaje, no el paisaje mismo, sino las penas, las amarguras, las doradas
esperanzas y los gozos inefables del amor, los temores de la lucha, de la enfermedad
y la muerte, todo eso que el hombre siente y deposita como una emanación sobre
los objetos que le aprisionan. Sentado en su camilla inmaculada, cubierto de sábanas,
la mano pálida jugando con la paginilla arisca de un nuevo libro de versos, el cabello
rizado, flotante y los ojos dulces, mostraba a cada uno donde su búsqueda se topaba
con la suya, donde su camino minúsculo se enroscaba a las arterias de su poesía y
ascendiendo con rigor de cause metafísico se ofrecía a Dios abierto, tierno, dichoso
en su sacrificio. Sus doctrinas se podrían relatar sin palabras, bastaría un muestrario
de cosas, de caras, de emociones, una vitrina gigantesca en el fondo del mar; digo en
el fondo del mar para sugerir el espanto de su mundo desorganizado, en una época,
A terrado todavía por la cruel noticia, escribo estas precipitadas líneas. Acaba de
morir un joven poeta, una de las voces más puras y responsables de la poesía
chilena. Aquí tengo su libro El sentido sombrío, y me extraña pensar que estas páginas
no son restos de su existencia, sino valores espirituales de angustiada intensidad,
pero de maravillosa vida. Ahora él reposa después de una enfermedad que lo consu-
mió implacablemente. Ha cesado el martirio y sus sienes fatigadas están más tiernas
que nunca. Pero leyendo su poesía parece que su muerte no hubiera sido sino un
lento y definitivo retiro interior. A través de sus poemas asoma victoriosa aquella
sombra contra la cual luchó un año hasta quedar exhausto. Sólo la muerte hablaba
por él. El fruto de oro de la vida quedó pasmado en el buceo nocturno.
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* Poeta brasileño, 1902-1987. Un par de traducciones de sus textos están en F igur as de l or iginal , de
Marcelo Pellegrini, publicado por Beuvedráis en 2006.
I-XII-1948.
Un abrazo,
Gonzalo
[…]
Mi querida mamita:
Mi impotencia desde aquí es tal para todo, que sólo Dios sabe cómo voy soportando
los días. Mi vida, desde mi plano particular, sólo tiene para mí una importancia muy
relativa. No me arredra morir, y lo único que podría asegurar en este terreno, es que
no me desagrada estar vivo. Batallo únicamente por Ud., por la Lucha y por la gente
que sé que me quiere, la Mercedes quizás Pepe, y mis hermanos. No me siento con de-
recho para hacerlos sufrir abandonándome, y por eso trato de restablecerme y pongo
en ello todo mi empeño.
Estoy aquí convertido en una larva, y comienzo a ver que, mientras iga
mi reposo, así me considera también la gente de afuera. Ud. no es una excepción. Yo
expreso mi deseo: quiero que vea doctor. Doy razones, claras, lógicas, atendibles, pero
se supone que un fulano intoxicado de bacilos es un majadero lleno de ideas tontas, y
nadie le hace caso. Créame que el silencio en torno a mi libro es algo muy subalterno
para mí comparado con la amargura de ver que Ud. que está siempre quejándose de
la falta de cariño de parte nuestra, corresponde tan poco efectivamente al mío por
lo menos. Yo estuviera en Santiago, ya le habría hehco hacer un control, con ganas o
sin ellas, pero sin poder salir, sólo hablar me queda, y bien poco saco. Ud. no tienen
buen color y su ánimo me parece algo decaído, se fatiga demasiado, etc. ¿Qué le cuesta
decidirse a ir un día, hacerse examinar bien el corazón, hígado, pulmones, decirle a la
doctora o doctor las molestias que siente, etc.? No olvide a cancerosos y tuberculosos
de la familia. Ud. no tiene por qué jactarse de poseer un organismo de excepción.
Bueno, ya prediqué mi poco. Vamos a ver con qué resultados. ¿Se acordó
ayer de oír la 106 a las 8.30? A mí se me olvidó como idiota, y a lo mejor ayer habló
Hernán del Solar. A Escárate le trajeron unos fonos; algo muy notable, porque cuando
no quiero oír una transmisión, se lo digo y la oye él solo, con sus auriculares. Mamita,
se me quebró el vasito grande, que venía con manjar, ¿podría traerme otro de los
mismos?
Antes de terminar esta carta, vi de nuevo la suya de la semana anteriory
contesto una parte en que Ud. se duele de mi alejamiento de Dios. La verdad es muy
diferente, yo no estoy lejor de Dios. Por el contrario, ahora me siento más cerca de El
C a r ta s 305
Mi querido Gustavo:
Inquieto he estado sin noticias suyas durante tanto tiempo y sin verlo
por Santiago. Confío que todos esos pesados tratamientos le traigan la mejoría que
todos deseamos. No sabe cuanto deseo verlo completamente sano o, por lo menos,
en franca vía de restablecimiento. Yo he estado ausente, por mis vacaciones, que esta
vez fueron más largas que de costumbre. Hace poco he vuelto y quiero enviarle estas
apresuradas líneas. Quiero preguntarle si lee regularmente PRO ARTE. Este semana-
rio ya se ha impuesto y estoy muy contento de colaborar en él.
Deseo publicar un poema suyo, inédito, o un fragmento de poema largo,
con un retrato suyo (si no tiene otro, podemos utilizar el de su libro) y una nota que
podría hacerla yo mismo siempre que me mandara algunos datos biográficos. No se
olvide de remitirme todo cuanto antes aquí al Ministerio.
Bien sabe usted el cariño y el fervor que siento por su poesía y la esperanza
que tengo puesta en usted.
Con mis mejores pensamientos puestos en usted, lo saluda muy cordialmen-
te su amigo y compañero.
Humberto Díaz-Casanueva
P.S. Si usted quisiera además publicar cualquier otra cosa: ensayo, artículo, nota, etc.
De más está decirle que Pro Arte está
C a r ta s 309