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Síntomas
En la mayoría de los casos la elevación de grasas (hiperlipidemia) en la sangre no
produce síntomas agudos, por lo que es necesario realizar un análisis de sangre
para efectuar el diagnóstico.
Cuando excepcionalmente las cifras de triglicéridos son muy elevadas pueden
producir episodios de dolor abdominal debido a pancreatitis, aumento de tamaño
del hígado y bazo y aparición de erupciones de grasa en la piel llamada
xantomatosis eruptiva.
Tratamientos
Cambios en los estilos vida: Las personas que presentan una hiperlipemia deben
seguir un adecuado tratamiento dietético que se basa en la restricción de las
grasas saturadas o de origen animal por debajo del 10 por ciento del contenido
calórico total y de colesterol por debajo de 300 mg. diarios.
Habrá que tomar los productos lácteos desnatados, tomar el queso fresco en lugar
de curado, no consumir productos de bollería, evitar la carne y los derivados del
cerdo, así como mantequillas, margarinas y natas.
Además, es necesario conseguir una cifra de peso lo más próxima posible a la
normalidad, evitando tanto el sobrepeso u obesidad como la delgadez. Es muy
conveniente la realización de ejercicio físico habitual que ayuda a mejorar el
metabolismo lipídico.
Adherencia terapéutica: los pacientes con tratamiento por dislipidemia tienen mal
apego terapéutico y, lo más grave, cuatro de cada cinco pacientes identificados
con riesgo cardiovascular no llegan a la meta terapéutica. Los factores que afectan
la adherencia al tratamiento son la naturaleza asintomática y crónica de la
enfermedad, los factores demográficos (como la edad y la educación), el
conocimiento del paciente y su percepción de la dislipidemia, la forma como el
profesional médico administra el tratamiento, las relaciones entre el paciente y los
profesionales de la salud los regímenes medicamentosos crónicos y complejos.
Mención especial merece la resistencia al cambio en el estilo de vida por parte de
los pacientes. Por lo tanto, los objetivos en la práctica clínica son la iniciación del
tratamiento en los pacientes con trastornos vasculares y en aquellos con alto
riesgo de enfermedad vascular cerebral, el aumento de la dosis hasta alcanzar las
concentraciones adecuadas de lípidos, siempre que sea posible, y conseguir la
adherencia al tratamiento.