Este documento discute los acuerdos probatorios en el sistema penal mexicano. Explica que los acuerdos probatorios son coincidencias entre las partes sobre hechos que se considerarán probados en el juicio oral, evitando la necesidad de probarlos. Sin embargo, en la práctica los acuerdos probatorios no son comunes en México debido al desconocimiento de la figura, deficiencias normativas, y rol pasivo del juez durante la etapa intermedia. El documento argumenta que el juez debería tener un papel más proactivo
Este documento discute los acuerdos probatorios en el sistema penal mexicano. Explica que los acuerdos probatorios son coincidencias entre las partes sobre hechos que se considerarán probados en el juicio oral, evitando la necesidad de probarlos. Sin embargo, en la práctica los acuerdos probatorios no son comunes en México debido al desconocimiento de la figura, deficiencias normativas, y rol pasivo del juez durante la etapa intermedia. El documento argumenta que el juez debería tener un papel más proactivo
Este documento discute los acuerdos probatorios en el sistema penal mexicano. Explica que los acuerdos probatorios son coincidencias entre las partes sobre hechos que se considerarán probados en el juicio oral, evitando la necesidad de probarlos. Sin embargo, en la práctica los acuerdos probatorios no son comunes en México debido al desconocimiento de la figura, deficiencias normativas, y rol pasivo del juez durante la etapa intermedia. El documento argumenta que el juez debería tener un papel más proactivo
En el sistema penal adoptado en México, la finalidad principal de la investigación
complementaria consiste en otorgar a las partes la oportunidad de recoger evidencia probatoria para sustentar su postura o teoría del caso. Sin embargo, al concluir, no se pasa automáticamente al juicio; se contempla en forma expresa una etapa intermedia, que separa la investigación complementaria del juicio. Dicha etapa comienza con la formulación de la acusación y termina con la resolución jurisdiccional de apertura a juicio oral; pero a diferencia de otros países, esta etapa intermedia en México no llega al extremo de hacer control negativo de la acusación, pues el control que en ella se ejerce es meramente formal y no sobre su contenido, el juez no examina el fundamento de la acusación ni puede rechazarla.1 La función principal de esta etapa en nuestro sistema es la delimitación precisa del objeto del juicio respecto de los hechos que serán debatidos y las pruebas que se presentarán para acreditarlos, es decir, tiene por objeto el ofrecimiento y admisión de los medios de prueba, así como la depuración de los hechos controvertidos que serán materia del juicio. El juez competente durante esta etapa del procedimiento es aquel que ha estado a cargo del control de la investigación, que es un juez de control. Se compone de dos fases, una escrita y una oral: la primera se extiende desde la presentación de la acusación hasta todos los actos previos a la celebración de la audiencia intermedia; la segunda fase da inicio con la celebración de la audiencia intermedia y culmina con el dictado del auto de apertura a juicio oral. En audiencia, se cumplen de manera oral y contradictoria las funciones asignadas a esta etapa del procedimiento. Constatada la asistencia de los intervinientes, se expone de manera sintética la acusación, y a continuación el juez de control abre el debate sobre solicitudes o incidencias planteadas por las partes relativas a la corrección de vicios formales, excepciones de previo y especial pronunciamiento, verificación del cumplimiento del descubrimiento probatorio, propuestas y aprobación de acuerdos probatorios, así como incidencias de exclusión de medios de prueba. De manera trascendente, la aprobación por el juez de control de los acuerdos probatorios en esta etapa del procedimiento penal tiene un impacto especial para la audiencia de juicio, incide directamente en hechos que no podrán ser materia del debate correspondiente porque desde aquí ya se tienen por probados. Así, los acuerdos probatorios son coincidencias de las partes sobre hechos que se tendrán como ciertos en el juicio oral; por ello, se prescinde de la necesidad de probarlos en el juicio. Su utilidad se muestra cuando existen puntos de encuentro respecto del tema central de debate o los accesorios a éste. Por ejemplo, si existe acuerdo respecto de la autoría material, pero persiste la discusión sobre el tipo de responsabilidad, o en contrario, cuando se discuta la autoría material pero que no exista controversia en torno de la presencia del imputado en el lugar de los hechos. De este modo, el acuerdo probatorio surge en el marco de la simplificación del proceso, en aras de la celeridad y economía procesal. Es por ello, que dichos acuerdos están sujetos a la aprobación del juez de control, para que previa negociación y aceptación entre las partes y verificación de la existencia de evidencia que los respalde, se resuelva su vinculación a las partes y al juez de juicio (aunque luego, como se verá, de manera eventual y excepcional pueda ser revisado por el tribunal de enjuiciamiento). En efecto, si la esencia del juicio oral es el debate, no resulta coherente con los principios señalados que se pretendan desahogar medios de prueba respecto de hechos sobre los cuales las partes están de acuerdo. Si hay consenso no hay debate y, por tanto, no hay contradictorio, evitando que el juicio oral se dilate innecesariamente, propiciando un entorno más ágil y dinámico de desarrollo del mismo. No obstante los beneficios que esta figura acarrea en el proceso penal, en la práctica -en México- no es común que las partes propongan y accedan a la realización de estos acuerdos probatorios, por lo que todos los hechos materia de la acusación, controvertidos o no, pasan a juicio y se prolonga el debate innecesariamente. En mi experiencia como juez del sistema penal acusatorio, considero que la principal razón por la cual no se utiliza esta figura, es porque las partes no tienen una teoría del caso definida, lo que implica que no saben si les conviene o no realizar acuerdos probatorios con la contraparte y, por ello, no tienen interés en llevar a cabo un acuerdo probatorio. Además, no se aplica la figura de los acuerdos probatorios por las siguientes razones: 1) Desconocimiento de la figura por parte de los operadores del sistema de justicia. 2) Deficiencias normativas y poca bibliografía sobre el tema. El Código Nacional de Procedimientos Penales no se ocupa en especial de esta figura, no la desarrolla de manera independiente, como sí ocurre con otras figuras. 3) Prejuicios por parte de los operadores, principalmente defensores y fiscales, pues se piensa que la figura no es útil, o bien, que debilita a la parte que intenta o accede a negociar un acuerdo probatorio. 4) El acusado tiene miedo de que el fiscal oculte información en la negociación y que, por ello, el acuerdo probatorio le perjudique en el juicio. 5) No se considera éticamente concebible este tipo de acuerdos para la justicia penal, dado que se piensa que cualquier aspecto cedido es un aspecto perdido en el juicio. La negociación no ha sido una práctica cotidiana en el quehacer de nuestros actores procesales. 6) Rol pasivo del juez en la etapa intermedia. Con relación a este último punto, considero que el juez de control en esta etapa del procedimiento debe tener un comportamiento proactivo, pues está facultado — no hay disposición que establezca lo contrario— para proponer acuerdos a las partes intervinientes por las ventajas evidentes que ellos reportan para el desarrollo ágil y dinámico del juicio, evitando que se practique formalmente prueba sobre lo que no existe desacuerdo entre las partes y existe un registro de investigación que demuestra ese hecho. Cabe destacar que, en el foro, se piensa que el juez debe tener una actitud pasiva para no romper el principio de igualdad de las partes y el control horizontal del debate, sin embargo, en modo alguno puede considerarse que es así, pues es su deber, en cumplimiento a su función como encargado de la etapa intermedia, preparar el debate para el juicio oral de la mejor manera y procurar la eficiencia del sistema con la finalidad de evitar litigios estériles. Sin embargo, el juez únicamente debe limitarse a proponerles a las partes un acuerdo probatorio, dado que conoce los antecedentes de la investigación y es el mismo juez que llevó a cabo el control de la misma, y también la mayoría de las veces tiene clara cuál es la teoría del caso de cada una de las partes; no obstante, el juez no tiene autorización para decidir de manera unilateral un acuerdo probatorio, esto es, decidir que determinado hecho no requerirá ser probado en el juicio oral, pues solo las partes tienen conocimiento preciso de qué es conveniente para su estrategia de presentación del caso en juicio; por lo que solo ellos deben decidir, en consecuencia, acerca del ámbito fáctico susceptible de acuerdo probatorio. Por otro lado, el juez debe rechazar cualquier acuerdo probatorio al que hagan mención las partes si no existe evidencia que lo respalde. De ahí que, en estos casos, el juez también debe tener una actuación proactiva para solicitar a las partes la información acerca de por qué entienden que está acreditado determinado hecho, o cual es el antecedente de investigación con el cual se acredita el mismo. A mi juicio, el juez también debe verificar que el antecedente de investigación sobre el que se está planteando el acuerdo sea legalmente admisible para su incorporación al juicio; por ello, podrá requerir de las partes no solo información sobre la existencia de la evidencia que respalde los hechos motivo del acuerdo, sino, además, información sobre el modo en el que esa evidencia ha sido producida. En resumen, sí existe evidencia que sostiene el hecho sometido a acuerdo, si esa evidencia resulta legalmente admisible en el proceso y las partes expresan su voluntad de arribar a un acuerdo probatorio el juez podrá autorizarlo y, con ello, determinar que un hecho está probado en tal sentido, especificándolo así en su auto de apertura a juicio oral.