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Ensayo - Trastorno de la Personalidad Antisocial,

Psicopatía

Kelly Y. Carmona M.
Julián García R.
Carlos A. Parra O.

Universidad de Antioquia

Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Departamento Psicología

Medellín, Colombia

2016
Trastorno de la Personalidad Antisocial, Psicopatía

Las investigaciones psicológicas en la corriente cognitiva dan base al postulado que


existe un trastorno que se diferencia de la conducta criminal propiamente dicha, y que se
denomina comúnmente Trastorno de la Personalidad Antisocial (TPA). Debido a esto se
han logrado diferenciar ciertos rasgos de personalidad que con frecuencia tienen los sujetos
antisociales y se propone un modelo de tratamiento, que supone, puede generar cambios en
los intereses y conductas de estos pacientes por medio de la valoración y verificación de sus
creencias sobre las problemáticas clave. En base a esto, la terapia cognitiva no busca
enfocarse en conseguir una mejor estructura moral por medio de la producción de
sentimientos como la vergüenza o la ansiedad a causa de los actos realizados por el
paciente, sino que pretende mejorar las funciones cognitivas de estos para que cuenten con
más posibilidades de creencias alternativas que ayudan al cambio de los resultados
negativos de sus acciones, menciona Beck, Freeman y otros (1995).

En las referencias consultadas se disciernen comportamientos que son clasificados


como antisociales teniendo en cuenta la constancia que dicho comportamiento tiene, desde
la infancia hasta la adolescencia y posteriormente en la edad adulta, esto en relación al
criterio diagnóstico del DSM-5 describiendo el trastorno de la personalidad como un
“Patrón perdurable de experiencia interna y comportamiento que se desvía notablemente de
las expectativas de la cultura del individuo. Inflexible y dominante… estable y de larga
duración” (American Psychiatric Association, 2014, p. 359), éstos criterios descritos y que
son establecidos para el diagnóstico del TPA se centran en su mayoría en comportamientos
observables. Partiendo del punto de vista del concepto del TPA podemos observar que la
terminología usada en el desarrollo del tema a través del tiempo es cambiante en relación a
la evolución de la teoría, se han empleado diferentes términos para denominar a este
trastorno, se tiene como ejemplo, que aún muchos autores utilizan indistintamente la
denominación de trastorno de personalidad antisocial, psicopatía, conducta antisocial y
sociopatía, como mencionan Beck, Freeman y otros (1995):

Los términos "psicopatía", "sociopatía" y "trastorno antisocial de la


personalidad" se suelen emplear como equivalentes. Pero no existe un
conjunto único de criterios definitorios, común para las tres
denominaciones. Gran parte de la literatura existente se ve limitada por el
uso intercambiable de estas expresiones y por los diferentes métodos para
determinar la población en estudio. (p. 130)

Al respecto, en la literatura referida al tema se muestra una tendencia al uso del el


término psicopatía acuñado por Cleckley, éste, en su obra The Mask Of Sanity, propone
como síntoma principal de este trastorno una deficiente respuesta afectiva hacia otros
individuos, con lo que se explica el comportamiento antisocial que exterioriza el sujeto
(Cleckley, 1976). Cleckley diferenciaba la psicopatía de la delincuencia común, a pesar de
que ciertos indicadores de desinhibición del comportamiento en esta última se asemejan a
los del TPA, ofreciendo una descripción clínica diferente de criminalidad y de desviación
social, dicha diferencia radica en relación a indicadores de la afectividad, como ausencia de
sentimiento de culpa o vergüenza, imposibilidad para amar y pobreza general de afecto; e
interpersonales, como trato superficial, irresponsabilidad en las relaciones interpersonales y
falsedad.

Complementario a la anterior descripción, Hare incorpora los aspectos más


relevantes del diagnóstico psiquiátrico de personalidad psicopática desarrollados por
Cleckley (1976), para elaborar su propia conceptualización y crear instrumentos de
evaluación para la psicopatía, éste identifica un conjunto de diversas características
presentes en las personalidades psicopáticas, que incluyen: locuacidad y encanto
superficial, autovaloración exageradamente alta y arrogancia, ausencia total de
remordimiento, ausencia de empatía en las relaciones interpersonales, manipulación ajena y
con recurso frecuente al engaño, problemas de conducta en la infancia, conducta antisocial
en la vida adulta, impulsividad, ausencia de control e irresponsabilidad (Hare, 2003), éstos
criterios diagnósticos para la evaluación de la psicopatía se encuentran más enfocados en
características interpersonales y afectivas que en conductas desviadas.

Las conductas antisociales pueden generarse a edades muy tempranas, incluso antes
de los 12 años, Robins (1966), mostró que el comportamiento anormal en la infancia es un
importante predictor de problemas psiquiátricos en la edad adulta. Los menores que
manifiestan conductas antisociales se caracterizan, en general, por presentar
comportamientos agresivos repetitivos, robos, provocación de incendios, vandalismo, y, en
general, un quebrantamiento serio de las normas en el hogar y la escuela, cuando éstas
conductas se manifiestan y conservan a lo largo de la vida del sujeto, en la adolescencia y
adultez suelen continuar en forma de conducta criminal, alcoholismo, afectación
psiquiátrica grave, dificultades de adaptación manifiestas en el trabajo y la familia y
problemas interpersonales. La aparición de éstas conductas puede deberse a un componente
biológico a su vez permeado por las particularidades del entorno que rodeen al sujeto, en
esta línea, han sido diversos los estudios que han intentado señalar los factores que
provocan la aparición del comportamiento antisocial y su posterior desarrollo.

En cuanto a su etiología biológica, a través de la investigación las causas de este


trastorno han sido reducidas a diferentes factores de desorden neuronal. Se cree que una de
las principales causas del comportamiento antisocial son anomalías neurológicas,
principalmente en la región frontal del cerebro. Se ha descubierto que en las personas
diagnosticadas con TPA presentaban una reducción en el volumen de la masa prefrontal,
como se muestra en un estudio de neuroimagen estructural con fMRI (Garzón, 2007), este
aspecto se relaciona directamente con una deficiencia en la respuesta autónoma y a una
inadecuada respuesta emocional ante las situaciones de estrés, frente a éstos estresores que
vivencian los individuos con TPA no se logran aprender de las asociaciones cuando se
enfrentan a situaciones similares, también produciendo que se reduzca su capacidad
inhibitoria.

Además de esto, Garzón (2007) propone que las diferentes categorías del
comportamiento agresivo presentadas en el TPA pueden ser identificadas claramente en
algunas de las zonas más primitivas del cerebro:

Estas diferencias de categorías del comportamiento agresivo se pueden


identificar claramente en los diferentes procesos neuronales. Las
estructuras donde se encuentran estas diferencias de la agresión, la
depredadora, han sido ampliamente estudiadas y numerosas estructuras
filogenéticamente muy antiguas han sido implicadas, incluyendo el
hipotálamo, el tálamo, el mesencéfalo, el hipocampo y el núcleo
amigdalino. (p. 4)

Hace ya algún tiempo, diversas teorías han propuesto que las amígdalas están
estrechamente relacionadas a la agresión, la sexualidad y la imprudencia. Recientemente,
también han demostrado afectar los grados de empatía, esto referido a la manera en que los
individuos interpretan las emociones de aquellos que le rodean. Desde esta perspectiva
muchas de las anomalías presentes en las amígdalas pueden explicar algunas de las
características de los sujetos con TPA.

Complementario a estos determinantes biológicos se encuentra que el TPA está


también influido por factores sociales y familiares que entran en relación constante, por lo
que las características del trastorno se establecen en la infancia y presentan una naturaleza
relativamente crónica que se desarrolla y aumenta en función de circunstancias sociales
concretas; en el contexto colombiano puede observarse este asunto en las estructuras socio-
culturales que se han generado a partir del conflicto armado y la violencia interna del país,
esto condiciona la dinámica de las relaciones que poseen las comunidades afectadas, los
aspectos resultantes de esto son importantes para el entendimiento de la reciprocidad entre
el niño y el entorno en el que se desenvuelve, y como debido a esto puede verse afectado su
desarrollo cognitivo (Andrade Salazar, 2012), los individuos que soportan su vivir en un
entorno de violencia se ven afectados en capacidad para reaccionar ante el estrés, lo que
afecta su salud mental e influyen en la conformación de trastornos del comportamiento.

El concepto de la conducta antisocial trabajado desde la sociología, ha sido dirigido


hacia un concepto más general de desviación. Desde este enfoque, la desviación estaría en
estrecha relación con la “norma” social establecida, ya que “se entendería como aquel tipo
de conductas que violan una norma social” (De la Peña, 2010). Por su parte, la “norma”
estaría definida como un indicativo de lo frecuente, lo habitual o lo es considerado
“normal”, desde este punto de vista se pueden determinar una gama de comportamientos
“típicos” dentro de un sistema sociocultural definido. En oposición a estas conductas
aceptadas se situaría lo desviado, que pasaría a ser lo “raro”, lo “distinto”, aquello que se
aparta del “término medio” dentro de las normas sociales ordenadas.
Esta orientación sociológica ha servido en algunas líneas de estudio e investigación
sobre la delincuencia, aunque las concepciones legales y/o jurídicas han sido fuertemente
desarrolladas y han ayudado al progreso de este campo de estudio. En el ámbito judicial el
diagnostico de el TPA ha tomado gran importancia, ya que ha permitido deliberar con
mayor criterio en las decisiones en cuanto a la dosificación de las penas en distintos casos
de delitos, donde el juez, al tener una conceptualización más apropiada de la peligrosidad
que podría representar un sujeto con dicho trastorno puede hacer un juicio con bases más
sólidas sobre la duración de la pena, igualmente podría darse la situación en caso contrario,
cuando el juez en cuestión tiene que decidir sobre la salida de un interno de una cárcel o de
un hospital psiquiátrico, puede acudir a una evaluación diagnóstica teniendo una mayor
certeza sobre la probabilidad de reincidencia delincuencial.

La concepción de la representación del “delincuente juvenil” ha surgido en torno a


la necesidad de marcar líneas de actuación judicial distintos entre jóvenes y adultos, por lo
que ha ido haciéndose un lugar a lo largo del tiempo de gran relevancia no sólo dentro de la
dinámica interna del funcionamiento de los sistemas de justicia, sino también siendo de
gran relevancia al momento de catalogar los comportamientos propios desadaptativos de
los delincuentes. Cuando los jóvenes recurren a este espectro de comportamientos
catalogados como desadaptativos en etapas tempranas y de manera perdurable en el tiempo,
pasan a ser parte de un grupo con una alta tendencia a perpetuar y a reforzar este tipo de
conductas hasta su edad adulta (Sanabria, 2009). Adicionalmente, en estas etapas tempranas
del desarrollo, podrían presentar dificultades en otras áreas de la norma socio-cultural como
dificultades académicas, consumo de sustancias psicoactivas y comportamientos sexuales
de riesgo.

Como puede verse con respecto a algunos de los criterios expuestos en estas
orientaciones teóricas, a partir de estas descripciones resulta útil para efectos prácticos en
referencia a posibles categorizaciones, que permitiría poder incluir individuos que aunque
legalmente no han delinquido, tengan una tendencia a incurrir en comportamientos que los
sitúan dentro de estas categorías y que podrían con relativa facilidad convertirse en
delincuentes, logrando criterios más claros en cuanto a la predicción y control de tales
conductas.
Bibliografía

American Psychiatric Association (2014). Guía de Consulta de los criterios diagnósticos


del DSM-5™. Editorial: American Psychiatric Publishing.

Andrade Salazar, J. A., Barbosa Ñustes, J. M., et ál. (2012). Factores de riesgo
biopsicosocial que influyen en el desarrollo del trastorno disocial en adolescentes
colombianos. Gautemala: Instituto de la Familia Guatemala, Revista Internacional
de Psicología, Vol.12 No.01 Julio 2012

Beck, A. T., Freeman, A., et ál. (1995). Terapia cognitiva de los trastornos de la
personalidad. Barcelona: Paidos

Cleckley, H. (1976). The Mask of Sanity: An Attempt to Clarify Some Issues about the So-
Called Psychopathic Personality. St. Louis, MO: Mosby. 5th ed.

De la Peña Fernández, M. E. (2010). Conducta antisocial en adolescentes: factores de


riesgo y de protección. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de
Psicología, Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico I

Garzón, Á. M., & Sánchez, J. A. (2007). Factores neurobiológicos del trastorno de


personalidad antisocial. Revista PsicologiaCientifica.com, 9(12).

Hare, R. D. (2003). Psychopathy checklist-revised technical manual, 2nd ed. Toronto:


Multihealth Systems, Inc.

Robins, L., N. (1966). Deviant Children Grown Up: A Sociological and Psychiatric Study
of Sociopathic Personality. The Williams and Wilkins Co., Baltimore

Sanabria, A. M., Uribe Rodríguez, A. F. (2009). Conductas antisociales y delictivas en


adolescentes infractores y no infractores. Colombia: Pontificia Universidad
Javeriana – Cali, revista Pensamiento Psicológico, Vol. 6, N°13, 2009, p. 203-218

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