Desde nuestro punto de vista es de gran relevancia establecer una relación bien definida entre

el aspecto biológico y el social, explicar concretamente como a través de la evolución e historia

del hombre se ha desarrollado esta interacción entre su configuración biológica y el medio que
le rodea, y como esta interacción es la precursora de las funciones psicológicas del hombre.

Viéndolo de esta manera el hombre podría describirse como un ser ‘Bio-psico-social’, para
entender esto es importante explorar las bases de la composición humana; el hombre es en
principio una unidad biológica, posee un organismo físico en funcionamiento que compone las
bases potenciales de las funciones psicológicas, y estas se desarrollan a medida que el hombre
interactúa en sociedad, convive con otros seres humanos que modifican su forma de sentir y
pensar, es este sumergimiento en la cultura lo que hace al hombre ‘humano’ en relación con
los otros, ya que esta dimensión socio-cultural engloba sus modos de vida, ceremonias, arte,
invenciones, tecnología, sistemas de valores, tradiciones y creencias, etc. A través de la cultura
se expresa el hombre, toma conciencia de sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos
significados y crea obras que le trascienden.

Prevalece una estrecha relación entre lo biológico, lo psicológico y lo social, influyendo el uno
en el otro por lo cual estos tres componentes deben mantener un equilibrio. Un organismo
que no sea ‘expuesto’ a la cultura no desarrollará la totalidad de cualidades potenciales que
presenta en sus genes (ej: casos de ‘niños salvajes’); y por el contrario una cultura sin
individuos que la compongan y la transmitan está condenada a desaparecer.

Sea cual sea entonces la posición filosófica que adopta individualmente cada psicólogo, la
psicología se va constituyendo como ciencia con criterios y métodos bien definidos, el
conocimiento científico no es una obra exclusiva de uno u otro sistema teórico, ni depende de
hipótesis transitorias que colaboran a dicho modelo, conocemos la realidad para adaptarnos a
ella, independientemente de las escuelas y de las doctrinas adversas, fuera de todos los
dogmatismos.