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Dialnet ElTeatroBarrocoPorDentro 2210222 PDF
Dialnet ElTeatroBarrocoPorDentro 2210222 PDF
. L O S S I G N O S T E AT R A L E S
Estas palabras de Barthes son una perfecta introducción para el trabajo que
pretendemos hacer en este estudio. Al final del mismo, deberíamos ser capaces de
comprender e interpretar ese «espesor de signos» presente en las obras teatrales de
nuestro espléndido teatro barroco.
Así pues, partimos del hecho de que «el teatro es acción temporal de varios códi-
gos simultáneos y heterogéneos» (Tordera, , p. ). Sin embargo, a la hora de
abordar el estudio del fenómeno teatral, bien sea en la E S O , bien en el Bachillerato,
realmente lo que hacemos es un estudio de los textos dramáticos: argumento, com-
P E R A B BAT ( )
Pa t r i c e Pa r v i s, e n s u D i c c i o n a r i o d e t e a t r o, d e f i n e e l t e a t r o p o b r e c o m o u n « t é r -
mino creado por Grotowski () para delimitar su for ma de puesta en escena, ba-
s a d a e n u n a e x t r e m a e c o n o m í a d e m e d i o s e s c é n i c o s ( d e c o r a d o s, u t i l e r í a , v e s t u a r i o )
al tiempo que se llena este vacío mediante una g ran intensidad en la re presentación
y mediante la profundización de la relación actor/espectador».
P r i m e r M a n i f i e s t o d e l Te a t r o d e l a C r u e l d a d , : « E n v e z d e a p o y a r n o s e n t e x t o s
que se consideran definitivos y sag rados impor ta ante todo romper la sujeción del
t e a t r o a l t e x t o, y r e c o b r a r l a n o c i ó n d e u n e s p e c i e d e l e n g u a j e ú n i c o a m e d i o c a m i -
no entre el g esto y el pensamiento […]. Una vez que hayamos cobrado conciencia
d e e s e l e n g u a j e e n e l e s p a c i o, l e n g u a j e d e s o n i d o s, g r i t o s, l u c e s, o n o m a t o p e y a s, e l
t e a t r o d e b e o r g a n i z a r l o e n v e r d a d e r o s j e r o g l í f i c o s, c o n e l a u x i l i o d e o b j e t o s y p e r -
s o n a j e s, u t i l i z a n d o s u s s i m b o l i s m o s y s u s c o r r e s p o n d e n c i a s e n r e l a c i ó n c o n t o d o s
l o s ó r g a n o s y e n t o d o s l o s n i v e l e s. »
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
E l c i e l o r e p r e s e n t a r á e l p o n e r s e e l s o l d e u n d í a b o r r a s c o s o, s e i r á
o s c u r e c i e n d o l e n t a m e n t e l a e s c e n a y a u m e n t á n d o s e l o s t r u e n o s y r e l á m p a g o s.
[ … ] To m a l a e s p a d a ( D o n Á l v a r o ) , c o m b a t e n y c a e h e r i d o D o n A l f o n s o.
[…] Don Álvaro cor re a la er mita y g olpea la puer ta. […] Ábrese la puer ta.
[ … ] D o ñ a L e o n o r v e s t i d a c o n u n s a c o y e s p a r c i d o s l o s c a b e l l o s, p á l i d a y
desfigurada, aparece a la puer ta de la g r uta, y se oye re picar a lo lejos las
c a m p a n a s d e l c o n v e n t o. [ … ] H a y u n r a t o d e s i l e n c i o ; l o s t r u e n o s r e s u e n a n
m á s f u e r t e s q u e n u n c a , c r e c e n l o s r e l á m p a g o s, y s e o y e c a n t a r a l o l e j o s e l
M i s e r e r e a l a c o m u n i d a d , q u e s e a c e r c a l e n t a m e n t e.
El teatro español del Siglo de Oro utilizó diversos y variados espacios, interiores
y exteriores, para la representación de las comedias: patios y salas de conventos y hos-
pitales, colegios de Jesuitas, salones de los palacios de la nobleza (donde se celebra-
ban las llamadas representaciones particulares ), aulas de colegios y universidades, como
la de Salamanca, estancias y jardines de los palacios reales, humildes plazuelas de las
aldeas y pueblos, etc.
Sin embargo, hubo tres espacios privilegiados para la representación que acaba-
ron imponiéndose a todos los demás: el corral de comedias para el teatro comercial,
los palacios y reales sitios para el teatro cortesano, y la calle para las representaciones
específicas de la fiesta del Corpus Christi.
En el presente trabajo nos centraremos exclusivamente en el teatro comercial
y en su lugar propio de representación: los corrales de comedias. Afortunadamente,
a los estudios clásicos que se remontan ya a algunas décadas (García Baquero, ;
E l e x t r e m e ñ o F r a n c i s c o S á n c h e z d e l a s B r o z a s, E l B r o c e n s e , e s u n o d e l o s
autores de quienes se re presentaron obras en la Universidad de Salamanca, como
consta documentalmente en los archivos de esa Institución.
P E R A B BAT ( )
Arróniz, ; Castillejo, ), se les están añadiendo en la actualidad novedosos tra-
bajos (Díez Borque , , ; Allen , ; Ruano, ; Arellano, )
que nos permiten comprender e incluso visualizar la estructura y evolución de estos
corrales de comedias.
L Á M I N A I . Te a t r o e n l a c a l l e e n t i e m p o s d e L o p e d e Ru e d a
(ilustración de Antonio Dávalos)
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
Se han puesto las bases para que el teatro resulte rentable para los dramaturgos,
para las compañías de actores y para los empresarios. En definitiva, se han puesto las
bases para el desarrollo de una actividad que, independientemente de su faceta artísti-
ca y literaria, fue fundamental, sociológicamente hablando, en la España del siglo .
Lo que el teatro, quizá, perdió en libertad y espontaneidad cuando se encerró entre las
paredes de los corrales lo ganó en posibilidades escénicas y en comodidad para todos
los que participaban en el espectáculo dramático.
La nómina de teatros comerciales en España fue bastante amplia, y estudios muy
recientes están sacando a la luz la historia individual de cada uno de ellos. Hubo tea-
tros en grandes ciudades como Madrid, Sevilla, Valencia, Burgos o Córdoba, entre
otras, pero también en municipios mucho menos poblados como Alcalá, Zamora,
Toro, La Bañeza o Almagro.
Estos teatros diferían en tamaño, forma, comodidad para los espectadores, lujo,
estructuras de los pisos superiores, capacidad, etc., pero tenían prácticamente todos
unas características esenciales comunes que nos permiten aplicarles genéricamente
el nombre de corrales. En este estudio vamos a reflejar básicamente la historia y es-
tructura de los teatros de Madrid, no sólo por la influencia que tuvieron sobre los del
resto de España sino también porque son los que han sufrido una investigación más
minuciosa.
beneficios aportados por las funciones de teatro, asilos y hospitales para peregrinos
y menesterosos. Sin embargo, hay otros corrales que surgen por iniciativa municipal
o, simplemente, como negocios particulares. Por lo que respecta a Madrid, hacia
ó la cofradía de la Pasión utiliza por vez primera, según las investigaciones más
recientes, un teatro fijo para ofrecer representaciones teatrales y así costear sus obras
benéficas. Se trataría, usando terminología de Díez Borque, de un corral acomodado
para la representación, en el sentido de que era un auténtico patio de vecindad al que
se le añaden unos mínimos elementos que posibiliten el espectáculo.
Muy pronto, la cofradía de la Soledad y Niños Expósitos se apunta, por los mis-
mos motivos económicos, al negocio teatral. Esta hermandad representa fundamen-
talmente en el Corral de Burguillos, mientras que la de la Pasión lo hace en el Corral
de la Pacheca.
Estos cor rales de teatro eran en su origen, antes de que se convir tieran
e n t e a t r o s, l o s p a t i o s d e d e t r á s d e l a s c a s a s. E n e l f o n d o s e h a l l a b a e l e s c e -
n a r i o ; l a m a y o r p a r t e d e l o s e s p e c t a d o r e s o c u p a b a n e l p a t i o, y l o s a s i e n t o s
p r e f e r e n t e s e r a n l a s v e n t a n a s d e l e d i f i c i o y d e l a s c a s a s i n m e d i a t a s. D e s -
de luego ofrecían pocas comodidades al público y a los actores; tanto en
e l e s c e n a r i o c o m o e n e l p a t i o c a r e c í a n d e t o l d o s, y s i e l t i e m p o e r a m a l o
se interrumpían las representaciones o se mojaban los espectadores
( C a s t r o - Re n n e r t , , p. ) .
• El tablado, muy parecido en todos los corrales, era una plataforma elevada que
venía a tener entre y , metros de ancho por unos , metros, más o menos, de
fondo. Estaba rodeado de espectadores por tres de sus lados y, obviamente, carecía
de embocadura, de telón de boca y de bambalinas. Se levantaba aproximadamente ,
metros sobre el nivel del patio y debajo de él había un foso que servía, entre otras fun-
ciones, de vestuario masculino. Pero en los teatros madrileños a este tablado original
se le añadió un nuevo tablado a cada lado, del mismo fondo aunque algo más estrecho,
con lo que la anchura total sería de unos metros. Cuando estos tablados suplemen-
tarios no eran necesarios para la representación, su sitio era ocupado por espectado-
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
res, pero en las obras de tramoya sustentaban montañas, torres u otros decorados de
bulto, lo que permitía una gran flexibilidad a la hora de montar las comedias.
Delante del tablado, con el tiempo, se colocó una fila de asientos, los taburetes,
que, por su posición privilegiada, obligaban a pagar un suplemento sobre el precio de
la entrada.
Detrás del tablado se levantaba un vestuario cubierto por cortinas y encima de él
dos corredores superpuestos, lo que creaba una estructura con tres niveles de altura:
todo este conjunto conformaba la fachada del teatro. Las columnas verticales que sos-
tenían el edificio creaban en esta fachada nueve huecos o espacios cubiertos por paños,
de gran importancia para la montaje de las comedias. En el epígrafe , «La puesta en
escena», aparece un detenido análisis de esta estructura.
• Sobre las gradas, en el primer piso, se situaban cinco o seis aposentos de ventana
o de reja (a veces son llamados a secas rejas o celosías ) que no eran sino habitaciones
de las casas laterales que daban al corral de comedias. En el segundo piso se situaban
los aposentos de balcón ; eran también estancias de las casas colindantes a las que se les
había añadido un balcón voladizo. Estos aposentos tenían bancos o sillas y, a veces, se
cubrían con celosías. Finalmente, en el piso superior había una serie de desvanes (en
realidad, lo eran de las casas vecinas), más reducidos de tamaño y dotados también
de bancos. Ocupaban estos desvanes los escritores y los eclesiásticos, que, a pesar de
las repetidas prohibiciones, acudían al teatro. Desvanes y aposentos pagaban anual-
mente un dinero en concepto del derecho de vista siempre que las casas en los que se
situaban no pertenecieran al teatro. Estas localidades se alquilaban, bien para cada
función, bien anualmente, y estaban reservadas para las clases sociales más elevadas:
la nobleza, los altos funcionarios o la burguesía adinerada. Podían acceder a ellas las
mujeres.
En el lado opuesto al escenario, a la altura del primer piso, se situaba la cazuela,
desde donde las mujeres del pueblo, convenientemente apretadas, veían la representa-
ción. Cuando la obra no les agradaba mostraban su enfado golpeando con sus llaves
las columnas que sostenían el tejadillo. No todos los teatros tuvieron este espacio
reservado al público femenino que, sin embargo, es uno de los signos distintivos de
los corrales madrileños. Sobre la cazuela había una serie de aposentos con barandilla
en la parte delantera, reservados para las autoridades municipales y altos dignatarios
de la nobleza. En el último piso se situaba la cazuela alta o bien la tertulia, aposentos
destinados a curas y frailes. Debajo de la cazuela, a ambos lados de la entrada prin-
cipal del corral había dos aposentos llamados alojeros porque en ellos se vendía aloja
(bebida refrescante que llevaba agua, miel y especias diversas ), nieve, fruta del tiempo
o frutos secos. Finalmente, en la entrada al corral, es decir, en la zona de la vivienda
que daba a la calle, se situaban varias puertas de acceso y distintas dependencias del
teatro: guardarropa, urinario de hombres, administración, etc.
Nada que ver, pues, con los más populares corrales de la Pacheca o del Príncipe,
en Madrid. Lujo semejante tendría el teatro de la Montería, también en la capital se-
villana. Otro tanto sucede con la Casa de Comedias de la Olivera ( ) de Valencia,
donde no había espectadores a pie y cuyos asientos estaban numerados, amén de otras
innovaciones, como la planta poligonal, que la alejan bastante de la típica estructura
de un corral. Por eso, Díez Borque (Díez Borque, , p. ), al referirse a estos
espacios, habla de una modernización con respecto a los corrales tradicionales y man-
tiene que reflejan «el modelo de teatro a la italiana, o perfeccionamiento del corral,
con posibilidades de efectos de perspectiva».
P E R A B BAT ( )
. L A P U E S TA E N E S C E N A E N L O S C O R R ALES DE COMEDIAS
¿ Cómo era la puesta en escena en los diversos espacios de representación del siglo
? ¿Qué veían los espectadores que asistían a los corrales de comedias o a otros es-
pacios teatrales? Es obvio que la escenografía y la utilización del aparato escénico no
nacen en el siglo , sino que se desarrollan a partir de elementos ya preexistentes en
la tradición teatral. En efecto, sabemos que en la Edad Media, en la representación de
los misterios religiosos en Europa central, existió una escenografía rica y a veces muy
espectacular (Oliva-Torres, , pp. –). Desgraciadamente, por lo que respecta
al teatro castellano, la ausencia de textos y documentos es casi absoluta.
Ya en el siglo , la aparición de los teatros a la italiana y el descubrimiento de
las leyes de la perspectiva supuso un extraordinario avance para la escenografía. Los
decorados de esta época se construían en madera exquisitamente pintada o esculpida
en relieve. En el Teatro Olímpico de Vicenza, obra de Palladio, por ejemplo, el fondo
del escenario estaba ocupado por la fachada de diversos edificios entre los que discu-
rrían cinco calles. La sensación de profundidad era muy intensa debido a la inclinación
del suelo.
Pero en España la situación era muy distinta. Recordemos aquí una vez más
lo que nos dice Cervantes —que conoció en su juventud los lugares de representa-
ción que había en tiempos de Lope de Rueda— acerca de la escenografía de aquellos
espectáculos callejeros:
N o h a b í a e n a q u e l t i e m p o t r a m o y a s, n i d e s a f í o s d e m o r o s y c r i s t i a n o s,
a pie ni a caballo; no había figura que saliese o pareciese salir del centro de
la tier ra por lo hueco del teatro […] ni menos bajaban del cielo nubes con
á n g e l e s o c o n a l m a s. E l a d o r n o d e l t e a t r o e r a u n a m a n t a v i e j a t i r a d a c o n d o s
c o r d e l e s d e u n a p a r t e a o t r a , q u e h a c í a l o q u e l l a m a n v e s t u a r i o.
Ahora bien, el avance que el teatro español conoció a partir de la última parte del
siglo , que afectó tanto a la tramoya como a los textos, fue asombroso. El desarrollo
de los elementos escenográficos es lo que nos proponemos estudiar a continuación.
La responsabilidad última de la puesta en escena era del autor
autor, que actuaba como
realizador y director de los montajes siguiendo las escasas indicaciones que los poetas
o creadores de la comedia introducían mediante las acotaciones. A veces, el propio co-
mediógrafo dejaba la realización de una escena concreta a juicio del realizador, como
sucede en El mágico prodigioso, de Calderón, donde leemos:
E s c ó n d e s e , y s a l e C i p r i a n o, t r a y e n d o a b r a z a d a u n a p e r s o n a c u b i e r t a c o n
m a n t o y c o n v e s t i d o p a r e c i d o a l d e Ju s t i n a , q u e e s f á c i l s i e n d o n e g r o e l
manto y vestidos; y han de venir de suer te que con facilidad se quite todo
y quede un esqueleto que ha de volar y hundirse, como mejor pareciere,
c o m o s e h a g a c o n v e l o c i d a d ; s i b i e n s e r á m e j o r d e s a p a r e c e r p o r e l v i e n t o.
( D e n t r o, r u i d o d e p r e t a l e s y v o c e s. ) H O M B R E 1 . º : ¡ B r a v a s u e r t e ! H O M -
BRE 2.º: ¡Con qué gala / quebró el rejón! […] HOMBRE 1.º: Nadie en el
m u n d o l e i g u a l a . [ … ] ( Ru i d o d e p l a z a y g r i t a , y d i g a n d e n t r o : ) H O M B R E 1 . º :
C a y ó d o n Ro d r i g o. A L O N S O : ¡ A f u e r a ! H O M B R E 2 . º : ¡ Q u é g a l l a r d o, q u é a n i -
m o s o / d o n A l o n s o l e s o c o r r e ! H O M B R E 1 . º : Ya s e a p e a d o n A l o n s o. H O M -
B R E 2 . º : ¡ Q u é v a l i e n t e s c u c h i l l a d a s ! H O M B R E 1 . º : H i z o p e d a z o s e l t o r o.
Aunque en los corrales comerciales se ofrece a los espectadores el teatro más pobre
en medios, hay que pensar que los autores tenían a su disposición numerosos decora-
dos, apariciones, descensos de personajes, vuelos horizontales o transversales, mon-
tes, jardines, escotillones, bofetones, ruidos variados, música, presencia de animales
en el escenario, utilería de todo tipo, etc.
Bien es verdad que no en todas las comedias se utilizaban estos elementos en la
misma medida; en las de capa y espada, la escenografía era mínima. En palabras de
Tirso de Molina en La fingida Arcadia, bastaba con «un billete, dos cintas, / un vaso
de agua o un guante». Por el contrario, en las comedias de santos, en las de magia y
en las mitológicas, la escenografía era mucho más complicada, lo que hacía las deli-
cias de aquel público que se había ido haciendo experto en el arte de leer los signos
teatrales.
Conocida es la posición de Lope de Vega a este respecto: el Fénix pensaba que el
decorado sólo era necesario para suplir lo que el autor, por incompetencia, no era ca-
paz de comunicar al público mediante la palabra. En el prólogo a su Parte XVI
XVI, Lope
hace que el Teatro se queje amargamente de estar «herido, quebradas las piernas y los
brazos, lleno de mil agujeros, de mil trampas y mil clavos». Tirso también ridiculizó
P E R A B BAT ( )
por otra». Es decir, ambos se hallan ante la puerta de la iglesia como se comprueba
por sus palabras: « C ATA L I N Ó N : Ya está cerrada la iglesia. D O N J UA N : Llama». Pe-
netran en ella y al salir por otra puerta del vestuario exclama el criado: «¡ Qué oscura
que está la iglesia, señor, / para ser tan grande!» Han partido del tablado para volver al
mismo tablado. Sólo el texto nos permite averiguar el lugar en el que se encuentran.
De la misma forma, la primera jornada de El alcalde de Zalamea, de Calderón, nos
puede ilustrar perfectamente sobre la función del escenario en la comedia barroca:
diversas escenas situadas en distintos lugares del interior y del exterior de la casa de
Pedro Crespo se suceden sin solución de continuidad, sin que exista cambio de deco-
rado o acotación alguna que nos informe de ello. Por ejemplo, Rebolledo y el Capitán
desaparecen tras los paños, en el piso inferior de la casa de Crespo, y cuando vuelven
a aparecer lo hacen en otra habitación distinta del piso superior. Pero, desde la pura
realidad, se hallan en el mismo tablado y no ha habido cambio alguno en los deco-
rados o en la tramoya. La imaginación de los espectadores ha suplido la carencia de
medios escenográficos. Y sin embargo, ese ascenso imaginario hacia el piso superior
de la casa ha provocado una elevación, absolutamente real, de la tensión dramática.
Descúbrase con música un árbol, en cuyo tronco esté echado San Fran-
c i s c o, c o m o q u e e l á r b o l l e s a l g a d e l p e c h o ; a l o s l a d o s t e n g a s u s r a m a s,
y en ellas sentados los que se dirán; pero en el árbol de en medio ha de estar
S a n t a C l a r a , l a p r i m e r a , y l u e g o S a n L u i s, r e y d e F r a n c i a , y e l n i ñ o Je s ú s e n
l o a l t o ; l a s r a m a s s e r á n c u a t r o, d o s d e c a d a l a d o, y e n c a d a u n a d o s s a n t o s.
L Á M I N A I V. L o s « n u e v e h u e c o s » d e l a f a c h a d a
(ilustración de Domingo Alonso Caballero)
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
Pero existían otras escenas de interior que podían mostrar prisiones, celdas con-
ventuales, salones palaciegos, despachos de abogados, incluso talleres y diversos tipos
de tiendas. En El condenado por desconfiado, de Tirso, aparece una «cárcel con rejas»,
por ejemplo. Una escena interior muy frecuente es la representación del salón del tro-
no; las piezas escenográficas que lo configuran suelen ser un dosel o un trono sobre
un estrado. Así Lope, en El castigo sin venganza, acota: «Siéntense debajo del dosel
el Duque y Casandra y el Marqués y Aurora».
puerta y por otra se corre un paño del vestuario y se descubra un jardín con dos rejas
cubiertas de yedra», leemos en Sufrir más por querer más, de Jerónimo de Villaizán.
• Las rocas: No eran sino estructuras de cartón pintado reforzadas con madera
y cubiertas por algunas ramas. En Las quinas de Portugal
Portugal, Tirso escribe esta hermosa
acotación: «Toda la fachada del teatro ha de estar, de arriba abajo, llena de riscos, pe-
ñas y espesuras, de matas, lo más verosímil y áspero que se pueda, imitando una sierra
muy difícil».
• Cuevas y grutas: Como las que parecen en El condenado por desconfiado: «Selva,
dos grutas entre elevados peñascos». Y unos versos más adelante «entra en una de
las grutas» el protagonista. Las cuevas, normalmente, consistían en unos ramos que
enmarcaban uno cualquiera de los huecos de la fachada del teatro. La imaginación
hacía el resto.
• El monte: Era el único decorado que no aparecía detrás de las cortinas del ves-
tuario. Consistía en una rampa escalonada que permitía a los actores subir o bajar
desde el primer corredor al tablado. En La vida es sueño, de Calderón, «sale en lo alto
de un monte Rosaura en hábito de hombre, de camino, y en representando los pri-
meros versos va bajando», obviamente hasta el nivel del tablado. Por el contrario,
en El príncipe despeñado, de Lope, «sube don Ramón huyendo por la peña arriba».
Íntimamente relacionado con el monte está el despeñadero: se supone que consistía en
una rampa de madera, inclinada, que se adosaba al monte y que permitía a los actores
bajar rápidamente, rodar, despeñarse, etc. Y así, en El condenado por desconfiado, de
Tirso, «baja Paulo por el monte, rodando, lleno de sangre». Más explícita aún es la
acotación de Matos Fragoso en La venganza en el despeño: «Sube el Rey apresurado
y vale siguiendo don Martín y llega a la cumbre (del monte), donde ha de haber un
despeñadero, y de allí ha de arrojar al rey don Martín y bajarse por el monte».
• En fin, por no alargar más esta relación, digamos que entre los decorados móvi-
les más utilizados aparecían también el muro, la torre, el pozo y la fuente.
• Un decorado móvil muy especial, que merece nuestra atención por lo inusitado,
es el de los barcos. Bajo esta denominación genérica aparecen barcas, goletas, galeras,
carabelas y navíos diversos. De esta forma acota Calderón en el auto titulado El so-
corro general
general:
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
.. L A T R A M OYA
• El escotillón, que no era más que una trampilla abierta en el suelo del escenario que
permitía la aparición de seres sorprendentes o sobrenaturales, rodeados por lo general
de humo y fuego. Se debía utilizar habitualmente porque en el Corral de la Cruz se
han documentado hasta siete escotillones en el tablado. En El Arauco domado, Lope
acota: «Salga por el escotillón Pillán, demonio, con medio rostro dorado y un cerco
de rayo». En otras ocasiones, por el contrario, lo que se producía era un hundimiento
hasta las entrañas de la tierra o del infierno. Sin duda esto es lo que sucede en el cas-
tigo final de Don Juan, en El burlador de Sevilla: «Húndese el sepulcro con don Juan,
y don Gonzalo, con mucho ruido». La utilización simultánea de varios escotillones
a la vez está atestiguada, por ejemplo, en una acotación de Lope en San Nicolás de
Tolentino, donde dice: «Y echando fuego por cuatro partes del teatro, salgan por los
escotillones cuatro almas».
• El bofetón era una especie de torno que giraba grados sobre un eje vertical,
a gran velocidad, de forma que era capaz de hacer aparecer o desaparecer rápidamente
a un actor o a cualquier objeto. En El prodigio de los montes, de Guillén de Castro,
«descúbrese una cruz en un bofetón y el Ángel y dan vuelta a su tiempo». Está claro
que el autor está utilizando simultáneamente el bofetón y una apariencia de carácter
religioso. Parece ser que este artilugio fue muy popular en el siglo , lo que explica-
ría el gran número de comedias en las que aparece. Con frecuencia se disimulaba esta
máquina disfrazándola de árbol o de otra apariencia acorde con la obra.
pensado para movimientos verticales, bien de subida bien de bajada: almas o santos
que ascendían hacia el cielo, ángeles que bajaban de la gloria, nubes descendentes o,
incluso, como sucede en La exaltación de la Cruz, de Calderón, rocas sobre las que se
encaraman los personajes. En esencia, la canal consistía en un madero vertical en el
cual se había practicado una hendidura o canal que, convenientemente engrasada, per-
mitía que una peana horizontal se deslizase hacia arriba o hacia abajo. El movimiento
se conseguía mediante la ayuda de unas poleas, situadas en la parte superior del teatro,
y un torno movido a mano a nivel del tablado, invisible para los espectadores. En
El Condenado por desconfiado, de Tirso, «Suena música y se ven dos ángeles que llevan
al cielo el alma de Enrico», evidentemente utilizando un pescante. A veces se utili-
zaban canales dobles para bajar o subir a grupos de personajes o bien para realizar
dos movimientos simultáneos y contrapuestos. En Santo y sastre, también de Tirso,
«baja muy despacio un Cristo crucificado, grande, desde lo más alto del vestuario y
va subiendo Homo Bono al mismo compás, sin reparar que sube, haciendo labor
hasta que, a la mitad de la pared, se junta con él y entonces se levanta y le abraza.»
Obsérvese, para concluir, este complicado movimiento que Calderón diseña en su
auto sacramental El socorro general : «En un vuelo de elevación sube la Oración poco
a poco cantando, y en llegando arriba se deshace de la canal y en bofetón da vuelta
a la otra parte».
L Á M I N A V I . Tr a m o y a : e s c o t i l l ó n y c a n a l ( i l u s t r a c i o n e s
d e D o m i n g o A l o n s o C a b a l l e r o, s o b r e i d e a s d e Ru a n o, )
P E R A B BAT ( )
• Otro truco que permitía movimientos verticales era el garabato: dos ganchos
de hierro que se fijaban a dos presillas reforzadas cosidas en las hombreras del traje
del actor. Existían también, aunque se utilizaban escasamente, máquinas que per-
mitían vuelos horizontales que se podían prolongar, incluso, hasta la zona de los
mosqueteros. Tales tramoyas podían tener figura de barco o de seres fabulosos, como
dragones vomitando fuego por la boca.
Si la tramoya, en general, pretendía sorprender y conmover el ánimo del público,
no hay duda de que trucos y máquinas como los descritos lograrían su propósito de
forma sobresaliente.
.. E FE C T O S E S PE C I A L E S
Aunque muchos de los trucos, tramoyas y apariencias que hemos considerado po-
drían llamarse con toda justicia efectos especiales, vamos a señalar con brevedad en
este apartado algunos recursos más de la puesta en escena particularmente llamativos
o que requerían de técnicas no habituales y que, sin embargo, se realizaban en los
corrales comerciales.
• Había también mesas con orificios circulares que permitían sacar cabezas que
parecían estar cortadas, lo que, a su vez, posibilitaba el milagro de las cabezas parlantes.
El propio Calderón, en Darlo todo y no dar nada, explica otra forma de hacer el truco:
«En una media / tinaja, llena de lana / metido hasta la cabeza / estaba, que parecía /
degollado de comedia». En otras ocasiones era el cuerpo lo que aparecía mientras la
cabeza, introducida bajo la mesa por el orificio correspondiente, no existía a la vista
del público.
• Muy frecuente era también la aparición de personajes con diversas armas cla-
vadas en distintas partes del cuerpo, lo que en principio no representaba excesivo
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
problema técnico. Más difícil era conseguir que una lanza, por ejemplo, atravesara
el pecho, la pierna, etc., del actor.
• Una nevada se simulaba haciendo caer sobre el tablado copos de algodón o hari-
na, mientras que el viento se producía moviendo rápidamente tablillas de madera muy
flexible. Con el tiempo hubo auténticas máquinas de viento que producían verdaderos
vendavales.
s e l e s p o n d r á n d e l a n t e i n f i n i d a d d e a n i m a l e s, c o m o l e o n e s, t i g r e s, d r a g o -
n e s, o s o s y o t r o s d i f e r e n t e s, c o n q u e , e s p a n t a d o s [ … ] s e a u n a r á n e n f o r m a
de escuadrón, mas los animales con humano entendimiento se les acercarán
h a c i é n d o l e s c a r i c i a s.
. O T RO S R E C U R S O S E S C E N O G R Á FI C O S
.. L A I LU M I N AC I Ó N
luz artificial, en general, sobraba. Precisamente, la función del toldo que cubría el pa-
tio sería la de tamizar la luz solar y atemperar el contraste entre las partes iluminadas
y las zonas en sombra para facilitar la visión de los espectadores. ¿ Entonces, por qué
tantas acotaciones nos hablan de distintos tipos de luz artificial en las representacio-
nes? Nos parece que la respuesta está en las siguientes consideraciones.
Ante todo, en muchas escenas de interior, o desarrolladas de noche, la presencia de
luces tiene un claro carácter informativo. La escena se produce ante los espectadores a
plena luz del día pero éstos, gracias a la aparición de elementos luminosos, entienden
que se está desarrollando en el interior de una estancia o en la oscuridad de la noche.
La palabra y la actitud de los actores, «como de noche», completarían la ilusión. En
El burlador de Sevilla la sombra de don Gonzalo de Ulloa llama a la puerta y los cria-
dos retroceden espantados. Don Juan dice entonces: «¡Cómo el vino desatina! / Dame
la vela, gallina, / y yo a quien llama veré». Y Tirso acota que «toma don Juan la vela, y
llega a la puerta, sale al encuentro don Gonzalo, en la forma que estaba en el sepulcro,
y don Juan se retira atrás turbado, empuñando la espada, y en la otra la vela». Es claro
que los espectadores entienden que don Juan se alumbra porque es de noche y no se
ve. Pero ellos contemplaban la escena iluminada por la luz solar; la vela es el signo de
la noche y la oscuridad. Más aún, cuando el espectro de Ulloa se retira, se produce este
breve diálogo que remacha la teórica oscuridad del tablado: « D O N J UA N : Aguarda,
iréte alumbrando. D O N G O N Z A L O : No alumbres, que en gracia estoy».
En segundo lugar, parece que habrá que admitir que, efectivamente, en determina-
das escenas que se producían en el interior del vestuario o en cualquiera de los otros
huecos de la fachada del teatro, las luces podrían tener su función natural, es decir,
iluminar. De otra forma parece imposible que los espectadores pudieran ver lo que
sucedía detrás de las cortinas, en la parte más alejada del teatro. De esta opinión es
Ruano de la Haza, otro de los grandes conocedores de nuestro teatro barroco. Este
hecho se produciría, por ejemplo, en La tragedia por los celos de Guillén de Castro:
«Corren una cortina; aparece Margarita en el hueco de la puerta con una daga hincada
en el pecho y ensangrentada la cara y manos, con dos hachas a los lados».
En algún caso aislado la luz, bajo la forma que elija el comediógrafo, puede tener
un claro contenido simbólico. Así aparece en El veneno y la triaca, auto sacramental
de Calderón, cuando al presentar a los distintos personajes alegóricos, dice que «sale el
Entendimiento con una hacha encendida». Es evidente que la luz simboliza la claridad
de mente, la inteligencia.
Finalmente, las luces artificiales tendrían como función en otras ocasiones desper-
tar el asombro y la admiración de los espectadores. Esto sucedería en determinadas
apariencias y muy especialmente en las tramoyas, a las que se acostumbraba a adornar
con flores y con diversas luminarias. Esta costumbre, bien documentada, viene con-
firmada por la carta que el Nuncio de Su Santidad dirigió al Cabildo de la catedral de
Sevilla con motivo del incendio que destruyó el Coliseo de la ciudad en . En la
misiva podemos leer el siguiente relato, del que fue testigo presencial:
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
Re p r e s e n t a n d o e n e l C o l i s e o l a c o m e d i a d e S a n O n o f r e i n t i t u l a d a « E l r e y
de los dessier tos», compuesta por Claramonte, que la representó Or tiz y los
Va l e n c i a n o s, h í z o s e m u c h o s d í a s c o n c a t o r c e a p a r i e n c i a s [ … ] . Ju e v e s d e
j u l i o d e , a l a s d e l a t a r d e , a c a b a n d o e l p o s t r e r p a s o, e n q u e s a l í a u n
áng el en una nube, comenzó a encenderse fueg o de una vela que, por ser
de noche, se subió ar riba para las apariencias […]; las personas que murieron
en esta desgracia fueron quince o diez y seis […]. Los comediantes huyeron
t o d o s a u n q u e e l á n g e l s e c h a m u s c ó t o d o ( S e n t a u r e n s, , p p. – ) .
.. E L V E S T UA R I O
El Archivo Histórico Nacional conserva una relación del vestuario utilizado por la
compañía de Agustín Manuel para el Corpus de . De entre el extenso y lujoso
ajuar entresacamos algunas prendas curiosas:
Una chupa de teletón encar nado con franjas de plata de Milán de dos
dedos de ancho […]. Unas mang as de raso liso color de perlas bordadas de
o r o y p l a t a t o d a s e l l a s. [ … ] U n a b a n d a a z u l d e t a f e t á n c o n u n e n c a j i t o b l a n c o
d e u n d e d o d e a n c h o. [ … ] U n o s c a l z o n e s d e t a f e t á n d e l u s t r e c o l o r d e o l i v a
P E R A B BAT ( )
c l a r o c o n e n c a j e s n e g r o s y u n p e r f i l d e o r o. [ … ] U n a c h u p a d e v e l a d e p l a t a
a z u l . [ … ] U n o s c a b o s d e c h a m e l o t e b o r d a d o s d e e n t o r c h a d o s. [ … ] U n j u b ó n
d e t a f e t á n b l a n c o y e n c a r n a d o c o n v e l i l l o d e p l a t a y e n c a j e s n e g r o s.
Sin embargo, unos años antes, en tiempos del tantas veces citado Lope de Rueda,
las cosas no eran así. La pobreza en el vestuario corría pareja a la simplicidad de la
puesta en escena. Unos pellicos, barbas de zamarro, cabelleras y algún gabán consti-
tuían todo el hato de los cómicos de la legua que recorrían los caminos de España.
Recordemos que Agustín de Rojas (Rojas, ), hablando de la agrupación llamada
gangarilla, dice que «tienen barba y cabellera, buscan saya y toca prestada ( y algunas
veces se olvidan de devolverla)», mientras que los actores del cambaleo tienen «un lío
de ropa, que le puede llevar una araña».
Por el contrario, cantidad y lujo son dos de las características que definen el vestua-
rio de las grandes compañías del . Ruano de la Haza afirma que
e n , Ju a n B a u t i s t a d e A n g u l o y C l a r a E u g e n i a d e To r r e s, d e l a c o m p a -
ñía de Alonso de Heredia, desembolsaron mil reales por razón de un baque-
r o d e t e r c i o p e l o m o r a d o f o r r a d o, g u a r n e c i d o y p l a t e a d o t o d o d e p a s a m a n o s
de oro fino de Milán y de una saya y ropa y corpiño de raso de oro encar nado
g u a r n e c i d o d e p a s a m a n o s d e o r o f i n o d e M i l á n ( Ru a n o, , p. ) .
Esto era así porque en la comedia áurea el vestuario fue una parte importantísima
de la puesta en escena por muy variados motivos: de alguna forma el lujo, el colorido
y la vistosidad de la indumentaria suplían la pobreza de decorados y de escenografía,
convirtiéndose así en una especie de decorado ambulante que fue usurpando funciones
que en realidad correspondían a otros elementos dramáticos.
En general, se supone que las distintas indumentarias debían de ser muy conven-
cionales, por eso los comediógrafos se limitan a señalar en las acotaciones: «Vestido
de villano», «vestido de marinero», «vestido de apóstol», «de español», «de cazador»,
«en traje de mercader rico», «de camino», «de noche», «como de campo», «vestido de
estudiante», «de gorrón», etc. Estas escuetas indicaciones bastaban al director para
determinar el tipo de indumentaria, que los espectadores —y esto es lo más impor-
tante— identificaban inmediatamente.
Bien es verdad que en no pocas ocasiones el autor de la comedia especifica con
más detalle el vestuario y en algún contado momento aparece éste descrito con dete-
nimiento y precisión. Veamos algunos ejemplos: en Peribáñez y el comendador de Oca-
ña, de Lope, «entren Inés y Costanza, y Casilda, con sombreros de borlas y vestidos de
labradoras a uso de la Sagra», y en la misma obra aparecen dos «lacayos, de librea, […]
borceguís, capa y gorra». En El anzuelo de Fenisa escribe Lope: «Entran Celia, con
manto, y el Escudero con un tabaque cubierto por el tafetán». Y en Entre bobos anda
el juego, de Rojas Zorrilla, «sale Don Pedro en jubón, con sombrero, capa y espada».
El vestuario, pues, era uno de los elementos esenciales de la puesta en escena de
las comedias áureas. Entre sus funciones estaban:
• Indicar la condición social del personaje: rico, pobre, noble, villano…, como se
ve en las siguientes acotaciones: «Vestido de villano», «con hábito muy galán», «en
traje de mercader rico», «vestida de gala», «en hábito de damas». A veces, el hábito
pobre o rico es más un recurso del enredo dramático que una determinación social.
Así sucede en A secreto agravio, secreta venganza, de Calderón, donde «sale Don Juan
de Silva, muy pobremente vestido» o en El pintor de su deshonra, del mismo, donde
«salen Don Juan, con vestido de pobre, y Celio».
E s c ó n d e s e , y s a l e C i p r i a n o, t r a y e n d o a b r a z a d a u n a p e r s o n a c u b i e r t a c o n
m a n t o y c o n v e s t i d o p a r e c i d o a l d e Ju s t i n a , q u e e s f á c i l s i e n d o n e g r o e l
manto y vestidos; y han de venir de suer te que con facilidad se quite todo
y quede un esqueleto que ha de volar y hundirse, como mejor pareciere,
c o m o s e h a g a c o n v e l o c i d a d ; s i b i e n s e r á m e j o r d e s a p a r e c e r p o r e l v i e n t o.
.. L A U T I L E R Í A
En El alcalde de Zalamea, cuando don Lope de Figueroa, jefe del tercio que llega a la
villa, aparece en escena por primera vez acota Calderón: «Sale Don Lope, con hábito
muy galán y bengala y soldados». En esta breve indicación hay referencia a tres de los
elementos básicos que sustentan la puesta en escena de una obra teatral: actores, ves-
tuario y un objeto o accesorio, la bengala, que simbólicamente habla de la autoridad
que tiene quien la porta.
En A secreto agravio, secreta venganza, del mismo Calderón, «sale Don Lope con
una daga, mojado». Esa daga no es simbólica; ha servido para matar a don Luis, su ri-
val en el amor de Leonor, su esposa. En los dos ejemplos los accesorios escénicos que
aparecen, bengala y daga, tienen dentro de la representación una función dramática
evidente. En un caso simboliza la autoridad de don Lope de Figueroa, en el otro nos
permite adivinar una acción que, sin aparecer en escena, se ha ejecutado realmente:
la muerte de un caballero.
Los accesorios escénicos o utilería son todo el conjunto de objetos móviles que
se utilizan en la puesta en escena de una obra por parte de los actores. No siempre es
fácil distinguir entre decorado y accesorio; en todo caso, la característica esencial de
la movilidad puede facilitar la comprensión de lo que es la utilería teatral. Un armario
formará parte del decorado, pero un bufetillo que un actor saca para escribir una carta
debe ser entendido como accesorio.
Una de las funciones más características de los accesorios escénicos es la de iden-
tificar desde distintos ángulos al personaje que los utiliza: procedencia, estatus social,
profesión u oficio, o bien concretar diversas circunstancias de la acción escénica: hora
del día, actividad que se realiza, etc. En la ya citada A secreto agravio, secreta venganza,
aparece esta acotación: «Sale Don Luis con la espada desnuda y arrebozado, y Don
Lope tras él con la luz y la espada desnuda». Los objetos que aparecen —espadas y
luz— nos están diciendo que los personajes son caballeros, que probablemente la ac-
ción se centra en torno a un lance de honor, y que es de noche. Tirso, en la .ª Jornada
de El condenado por desconfiado pone en escena a un pastorcillo «que aparece en lo
alto de un monte tejiendo una corona de flores». El diálogo nos informa de que tal
corona es un premio para un alma descarriada, si se arrepiente de su mala vida. En
la Jornada vuelve a salir «el Pastorcillo deshaciendo la corona de flores que antes
tejía». El sentido del accesorio teatral que porta el personaje es tan claro que sobra
cualquier otra explicación.
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
Ahora bien, hay obras en las que un accesorio se convierte en parte fundamental
del desarrollo de la trama argumental, inclinando el desenlace hacia la tragedia o hacia
el final feliz. Esto es posible porque, igual que los objetos escénicos informan a los
espectadores, también envían mensajes a los personajes de la comedia, que reaccionan
en consecuencia. Conocemos la importancia que tiene un retrato de Casilda en Peri-
báñez. La visión de la pintura, que se ha hecho a espaldas del marido, será una causa
fundamental del funesto desenlace de la obra: «(El Pintor con el retrato de Casilda,
grande.) P I N T O R : La labradora está aquí. / P E R I B Á Ñ E Z [ Aparte]: (Y mi deshonra
también).»
Y en el sombrío drama de Tirso Del Rey abajo, ninguno, toda la acción dramática
gira en torno a un banda roja. Los equívocos sobre la persona que lleva la banda pro-
piciarán al final que Don García pueda matar a Don Mendo en defensa de su honor
ofendido:
H a s t a q u e a n o c h e e n m i c a s a / v i a q u e s t e h u é s p e d p e r j u r o, / q u e e n
Blanca, atrevidamente, / los ojos lascivos puso; / y pensando que eras tú,
/ p o r c i e r t o e n g a ñ o q u e d u d o, / l e r e s p e t é , c o r r i g i e n d o / c o n l a l e a l t a d l o
i r a c u n d o.
Prácticamente, en todos los ejemplos que hemos utilizado aparece lo que se llama
utilería de personaje o utilería de mano, que son los objetos personales utilizados por
los actores a lo largo de la representación. Su número y variedad son muy grandes,
como puede suponerse. A título de ejemplo he aquí una pequeña relación de acceso-
rios utilizados en la comedia áurea: libros, corona y bastón, cetro, azadones y espuertas,
haces de leña, una servilleta ensangrentada, herramientas de escultor
escultor, varas de alcalde,
llaves, dagas, espadas, lanzas, escopetas, un rosario, recado de escribir
escribir, papeles, un espejo
de mano, un azafate de flores y frutas, maletas, naipes, un pliego de cartas, cubilete y da-
dos, un pedazo de remo, canastillas, báculos y anteojos, rejones, tazas, confituras, cadenas
( de prisión y de cuello), sortijas, paños de mano, bolsas, martillos, bota de vino, cilicios
y disciplinas, jarros, fuentes de plata, cajitas con regalos y joyas, y un largo etcétera que
es imposible considerar.
Por el contrario mesas, bufetes, escritorios, sillas, sillones, almohadas, almohadillas,
aguamaniles, cántaros, cuadros, tapices… constituyen la utilería de escena. Todos estos
accesorios eran sacados al tablado por los propios actores o bien por los mozos de la
comedia, llamados a veces metesillas. En la famosa escena de El burlador de Sevilla en
la que don Juan, cortésmente, ha acudido a la invitación que le ha hecho don Gonzalo,
al pie de su tumba, escribe Tirso: «D O N G O N Z A L O : Siéntate. / D O N J UA N : ¿ Adón-
de? / C ATA L I N Ó N : Con sillas / vienen ya dos negros pajes. ( Salen dos enlutados
con sillas).»
La característica básica de todos estos objetos —volvemos a señalarlo— es su
movilidad, como se puede apreciar perfectamente en esta acotación de El curioso
impertinente, de Guillén de Castro: «Saque Leonela una mesica y recado para escribir».
P E R A B BAT ( )
.. L A M Ú S I C A
Suenan cajas y trompetas […]. Suena un clarín lejos y […]. Suenan chiri-
mías […]. Y fuera la caja a marcha. Las trompetas a marcha. […]. Las cajas
y trompetas están siempre tocando a tiempos […]. Salen los músicos cantan-
d o [ … ] . Vu é l v e s e l a n a v e y s i g u e a l a s c h i r i m í a s l a m ú s i c a .
C A P I T Á N : Ju n t a o s t o d o s e s t a n o c h e ; / m a s d e s u e r t e q u e n o e n t i e n -
d a n / q u e y o l o m a n d o. ¡ A h , I s a b e l , / q u é d e c u i d a d o s m e c u e s t a s ! [ … ]
( To c a n g u i t a r r a s d e n t r o. ) [ … ] U N A VO Z . ( C a n t a d e n t r o : ) L a s f l o r e s d e l
r o m e r o, / n i ñ a I s a b e l , / h o y s o n f l o r e s a z u l e s, / y m a ñ a n a s e r á n m i e l . [ … ]
S O L DA D O S. ( D e n t r o, c a n t a n d o : ) D e s p i e r t a , I s a b e l , d e s p i e r t a .
Po r u n a p a r t e s u b e n a l t a b l a d o ( h a b i e n d o v e n i d o a c a b a l l o a l s o n d e u n
c l a r í n ) e n h á b i t o d e c a z a Je z a b e l , R a q u e l , C r i s e l i a y c a z a d o r e s, c o n p e r r o s,
b a l l e s t a s y v e n a b l o s. Po r l a o t r a p a r t e , a l m i s m o t i e m p o, s u b e n t a m b i é n
P E R A B BAT ( )
( a l s o n d e c a j a s y t r o m p e t a s ) s o l d a d o s m a r c h a n d o, y e n t r e e l l o s N a b o t ,
A b d í a y Je h ú ; d e t r á s d e t o d o s a l o h e b r e o, c o n c o r o n a y b a s t ó n e l r e y A c a b.
To c a n c h i r i m í a s.
( C a n t e n d e s d e l e j o s e n e l v e s t u a r i o, y v é n g a s e a c e r c a n d o l a v o z , c o m o
q u e c a m i n a . ) VO Z : Q u e d e n o c h e l e m a t a r o n / a l c a b a l l e r o, / l a g a l a d e
M e d i n a , / l a f l o r d e O l m e d o. [ … ] . L A VO Z : S o m b r a s l e a v i s a r o n / q u e n o
saliese, / y le aconsejaron / que no se fuese / el caballero / la g ala de Me-
d i n a , / l a f l o r d e O l m e d o.
desidia, partituras escritas en hojas sueltas que desaparecían con facilidad, dificultades
para la impresión de textos musicales, incendios de bibliotecas depositarias de parte
del legado musical, etc. El resultado es que tenemos escasísimas indicaciones de cómo
se interpretaba la música en la escena del Siglo de Oro y, desde luego, tenemos aún
menos partituras de pasajes concretos de nuestras comedias.
. B I B L I O G R A FÍ A B Á S I C A
Estudios fundamentales
ALLEN, John J. y R UA N O , José María, Los teatros comerciales del siglo XVII y la esce-
nificación de la comedia, Madrid: Castalia, .
—, «Los espacios teatrales», en J. Huerta Calvo (dir. ), Historia del Teatro Español. I.
De la Edad Media a los Siglos de Oro, Madrid: Gredos, , pp. –.
Allen es uno de los grandes conocedores del origen, estructura, ordenación
y evolución de los lug ares de re presentación para la comedia áurea. Sus estu-
d i o s s o b r e l o s c o r r a l e s d e c o m e d i a s, m u y e s p e c i a l m e n t e s o b r e l o s m a d r i l e ñ o s,
p u e d e n c o n s i d e r a r s e e n m u c h o s a s p e c t o s d e f i n i t i v o s. S u l e c t u r a e s b á s i c a p a r a
la comprensión del desarrollo del teatro español en el siglo .
ARELLANO, Ignacio, Historia del teatro español del siglo XVII
XVII, Madrid: Cátedra,
.
A u n q u e e l l i b r o, b á s i c a m e n t e , s e c e n t r a e n e l e s t u d i o d e l o s d r a m a t u r g o s — m a -
yores y secundarios— del Siglo de Oro así como en los géneros dramáticos en
boga en el , ofrece interesantes aportaciones sobre espacios de representa-
ción, puesta en escena, escenog rafía, tramoyas… Es un buen complemento de
o t r o s v o l ú m e n e s m á s e s p e c i a l i z a d o s a q u í r e s e ñ a d o s.
A R R Ó N I Z , Othón, Teatros y escenarios del Siglo de Oro, Madrid: Gredos, .
Ar róniz fue uno de los pioneros en la investig ación del teatro del Siglo de Oro
m á s a l l á d e l o s a s p e c t o s m e r a m e n t e t e x t u a l e s. E l v o l u m e n , c l a r o y c o n c i s o,
abrió caminos que autores posteriores ampliaron. Debido a su origen mejicano
h a a p o r t a d o l a v i s i ó n d e l t e a t r o b a r r o c o e n l a A m é r i c a e s p a ñ o l a . Po r o t r a p a r t e ,
es quizá el estudioso que mejor ha sabido valorar la inf luencia del factor italia-
no en la comedia áurea española.
A A . V V. , Teatro y fiesta del Siglo de Oro en tierras europeas de los Austrias,
Sevilla-Varsovia: Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior de España,
.
El libro es en realidad el catálogo de una exposición sobre la fiesta y el teatro
b a r r o c o r e a l i z a d a e n S e v i l l a y e n Va r s o v i a y c o m i s i o n a d a p o r Jo s é M a r í a D í e z
Borque. Lo que hace interesantísimo al volumen son dos circunstancias: de un
lado el hecho de que cada una de las par tes del mismo esté introducida por los
m e j o r e s e s p e c i a l i s t a s e n l a m a t e r i a . D e o t r o, l a c a n t i d a d y c a l i d a d d e l a s i l u s t r a -
ciones que acompañan a los textos y que son más de agradecer en un tema en el
q u e h a n p r e d o m i n a d o b á s i c a m e n t e l o s e s t u d i o s t e ó r i c o s.
P E R A B BAT ( )
CASTILLEJO, David et al
al. (eds.), El corral de comedias: Escenarios, sociedad, actores,
Madrid: Ayuntamiento de Madrid-Teatro Español, .
Este volumen colectivo —difícil de encontrar hoy en día— es uno de los es-
t u d i o s c l á s i c o s s o b r e l o s c o r r a l e s d e c o m e d i a s, y n o s ó l o p o r l a c a l i d a d d e
l o s t r a b a j o s e n é l c o n t e n i d o s, s i n o t a m b i é n p o r l o s e xc e l e n t e s d i b u j o s y g r a -
bados que apor ta. Sir van como por ejemplo los realizados para el libro por
C a r m e n B e r n i s — l a m e j o r i n v e s t i g a d o r a e s p a ñ o l a s o b r e t r a j e s — y E l i s a Ru i z
acerca del vestuario de la comedia áurea. No debe faltar en una buena bibliote-
c a s o b r e e l t e a t r o b a r r o c o.
DÍEZ BORQUE, José María, El teatro en el siglo XVII
XVII, Madrid: Taurus, .
—, La sociedad española y los viajeros del siglo XVII
XVII, Madrid: SGEL, .
—, «Espacios de representación», en Teatro y fiesta del Siglo de Oro en tierras europeas
de los Austrias, Sevilla-Varsovia: Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior
de España, , pp. –.
—, «Los corrales de comedias de Madrid en el siglo », en Corrales y coliseos en la
península Ibérica, Cuadernos de Teatro Clásico, (), pp. –.
—, Teoría, forma y función del teatro español de los Siglos de Oro, Palma de Mallorca:
Olañeta, .
—, Sociología de la comedia española del siglo XVII
XVII, Madrid: Cátedra, .
—, «La representación teatral del siglo como espectáculo de conjunto», en Ho-
menaje al profesor Antonio Vilanova, vol. , Barcelona: Universidad de Barcelona,
, pp. –.
Probablemente el mejor especialista sobre teatro barroco español en el último
c u a r t o d e s i g l o. L o s l i b r o s, a r t í c u l o s, e s t u d i o s y c o l a b o r a c i o n e s d e D í e z B o r q u e
s o b r e e l t e m a s o n i n n u m e r a b l e s. A q u í n o s h e m o s l i m i t a d o a r e s e ñ a r a l g u n o d e
e l l o s. E l t e a t r o e n e l s i g l o X V I I o f r e c e u n a v i s i ó n d e c o n j u n t o e xc e p c i o n a l s o -
bre los aspectos textuales y de representación de la comedia áurea, en muchos
d e l o s c u a l e s e l a u t o r f u e u n a u t é n t i c o p i o n e r o.
G Ó M E Z , José Antonio, Historia visual del escenario, Madrid: La Avispa, .
A u n q u e a l g o e l e m e n t a l , e l l i b r o p e r m i t e « v i s u a l i z a r » e s c e n a r i o s, t r u c o s y t r a m o -
yas que de otra for ma quedarían en meras descripciones teóricas limitadas por
l a c a p a c i d a d i m a g i n a t i v a d e c a d a l e c t o r. I n s t r u m e n t o p e d a g ó g i c o m u y ú t i l .
H U E R TA C A LVO , Javier et al
al. (dirs.), Historia del teatro español
español, vols., Madrid:
Gredos, .
Esta obra (que abarca desde los oríg enes medievales del teatro hasta la actuali-
dad) ha marcado un auténtico hito en el enfoque de los estudios universitarios
s o b r e l a e s c e n a e s p a ñ o l a . E n e f e c t o, a c t o r e s, d i r e c t o r e s, d i r e c t o r e s d e e s c e n a ,
l o c a l e s, c o m p a ñ í a s, e s c e n ó g r a f o s, m ú s i c a , i l u m i n a c i ó n , i n d u m e n t a r i a … s o n l o s
t e m a s q u e s e a b o r d a n , s i n o l v i d a r a l o s c o m e d i ó g r a f o s y s u s t e x t o s. C a d a p a r c e -
la ha sido tratada por los mejores especialistas en la materia, lo que confiere al
t e x t o r i g o r y c a l i d a d . L o s a p é n d i c e s y c u a d r o s c r o n o l ó g i c o s s o n e xc e l e n t e s.
O L I VA ,César y T O R R E S M O N R E A L , Francisco, Historia básica del arte escénico,
Madrid: Cátedra, .
Los autores de este conciso pero magnífico volumen pretenden, como expresa
s u t í t u l o, a p o r t a r u n a v i s i ó n d e t o d o s l o s c o m p o n e n t e s q u e i n t e r v i e n e n e n l a
E L T E AT RO BA R RO C O P O R D E N T RO
r e p r e s e n t a c i ó n t e a t r a l y n o u n m e r o e s t u d i o d e l o s t e x t o s d r a m á t i c o s. E s u n
trabajo muy apto para profesores de Secundaria y Bachillerato y que además
ofrece una panorámica del teatro a lo larg o de toda su evolución. Está ilustrado
con dibujos y fotog rafías que a veces carecen de la calidad necesaria.
RO JA S V I L L A N D R A N D O , Agustín, El viaje entretenido, ed. J. P. Ressott, Madrid:
Castalia, .
L i b r o e n e l q u e Ro j a s ( – ) , q u e f u e c ó m i c o d e l a l e g u a , m e z c l a d i v e r s o s
géneros ensamblados por los diálogos entre el propio autor y unos actores
de su compañía, en los que nos dejan noticias detalladas sobre la vida de los
f a r s a n t e s d e l a c o m e d i a á u r e a , d e s u s d e s d i c h a s, l a s c o n d i c i o n e s d e t r a b a j o,
l o s b e n e f i c i o s, e t c. E n l a o b r a a p a r e c e u n a c e l e b r a d a c l a s i f i c a c i ó n s o b r e l a s
compañías de comediantes en el siglo .
José María, La puesta en escena en los teatros comerciales del
R UA N O D E L A H A Z A ,
Siglo de Oro, Madrid: Castalia, .
—, «La escena», en Teatro y fiesta del Siglo de Oro en tierras europeas de los Austrias,
Sevilla-Varsovia: Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior de España,
, pp. –.
El catedrático de Literatura Española en Ottawa es otro de los g randes ex-
per tos de nuestra comedia áurea. El volumen citado en primer lug ar es una de
las últimas aportaciones de la crítica al estudio de la puesta en escena en los
c o r r a l e s c o m e r c i a l e s d e l . E s p a c i o s d e r e p r e s e n t a c i ó n , a c t o r e s, v e s t u a r i o,
a c c e s o r i o s, m ú s i c a , e t c. s o n a n a l i z a d o s d e f o r m a e x h a u s t i v a p o r e l a u t o r, a p o -
y á n d o s e s i e m p r e e n d o c u m e n t o s y t e x t o s c o n c r e t o s. L i b r o e xc e l e n t e , a l t a m e n t e
recomendable para los estudiosos del tema.
John E., Cosmovisión y escenografía. El teatro español del Siglo de Oro, Ma-
VA R E Y ,
drid: Castalia, .
Re f l e x i o n a e n e s t e v o l u m e n e l a u t o r a c e r c a d e l a m a n e r a d e i n t e r p r e t a r e l m u n -
do que tenían tanto los espectadores de los corrales como los dramaturgos
bar rocos y de qué for ma esta cosmovisión influyó en la escenog rafía y en la
p u e s t a e n e s c e n a d e c o m e d i a s y d r a m a s. A u n q u e s e p u e d e d i s e n t i r d e a l g u n o
de sus puntos de vista, el libro apor ta claves para entender el fenómeno de
la comedia áurea.
Juan de, El día de fiesta por la mañana y por la tarde, ed. Cristóbal Cue-
Z A BA L E TA ,
vas García, Madrid: Castalia, .
E l a u t o r ( – ¿ ? ) , c o n f i n a l i d a d m o r a l i z a n t e y t o n o s a t í r i c o, e s c r i b i ó e s t e
l i b r o s o b r e l a s c o s t u m b r e s d e l o s m a d r i l e ñ o s e n e l r e i n a d o d e Fe l i p e . D e s -
de el punto de vista de este trabajo interesa el capítulo titulado «La comedia»
( p p. – ) , p o r l a s p r e c i o s a s i n f o r m a c i o n e s q u e n o s s u m i n i s t r a a c e r c a d e l o s
hábitos de los espectadores de los corrales: todo un tratado de sociología lleno
de ironía y perspicacia.
Bibliografía complementaria
ARRÓNIZ, Othón, La influencia italiana en el nacimiento de la comedia española, Ma-
drid: Gredos, .
A A . V V ., Los espacios teatrales, Cuadernos de Teatro clásico, ().
P E R A B BAT ( )