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Orientaciones

litúrgico-pastorales
II domingo del tiempo ordinario
19 de enero de 2020

«Juan Bautista, después de haber aceptado


bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3,
21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el
"Cordero de Dios que quita los pecados del
mundo" (Jn 1, 29; cf. Jn 1, 36). Manifestó así que
Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar
en silencio al matadero (Is 53, 7; cf. Jr 11, 19) y
carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12)
y el cordero pascual símbolo de la redención de
Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-
14; cf. Jn 19, 36; 1 Co 5, 7). Toda la vida de Cristo
expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate
por muchos" (Mc 10, 45) » (CEC 609).
Orientaciones
litúrgico-pastorales
II domingo del tiempo ordinario
19 de enero de 2020

En este segundo domingo (del tiempo ordinario), el Evangelio nos presenta la


escena del encuentro entre Jesús y Juan el Bautista, a orillas del río Jordán.
Quien lo relata es el testigo ocular, Juan evangelista, quien antes de ser
discípulo de Jesús era discípulo del Bautista, junto a su hermano Santiago, con
Simón y Andrés, todos de Galilea, todos pescadores. El Bautista, por lo tanto,
ve a Jesús que avanza entre la multitud e, inspirado desde lo alto, reconoce en
Él al enviado de Dios, por ello lo indica con estas palabras: «Éste es el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29).

El verbo que se traduce con «quita» significa literalmente «aliviar», «tomar

II domingo del tiempo ordinario


sobre sí». Jesús vino al mundo con una misión precisa: liberarlo de la esclavitud
del pecado, cargando sobre sí las culpas de la humanidad. ¿De qué modo?
Amando. No hay otro modo de vencer el mal y el pecado si no es con el amor
que impulsa al don de la propia vida por los demás. En el testimonio de Juan
el Bautista, Jesús tiene los rasgos del Siervo del Señor, que «soportó nuestros
sufrimientos y aguantó nuestros dolores» (Is 53, 4), hasta morir en la cruz. Él
es el verdadero cordero pascual, que se sumerge en el río de nuestro pecado,
para purificarnos.

Papa Francisco, Ángelus, 19 de enero de 2014

I. SITUACIÓN LITÚRGICA:
La prolongación de la Epifanía.

Hemos comenzado la primera parte del tiempo ordinario, pero por


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tradición este domingo conserva un sabor epifánico. El ciclo C es el que ha
mantenido la secuencia epifánica tradicional en la liturgia (magos, bautismo y
bodas de Caná). En el Ciclo A se ha tomado el pasaje joánico en el que el
Bautista señala a Jesús como aquel que Cordero que quita el pecado del mundo
y da testimonio del acontecimiento revelador en el que contempla la unción
de Jesús por obra del Espíritu. El comienzo de la lectura semi-continua del
evangelio de Mateo en el tiempo “per annum” queda aplazado para el próximo
domingo (elegido recientemente por el Papa Francisco como el domingo de
la Palabra de Dios).

Para acentuar el sabor a Epifanía que tiene este día el versículo para el
Evangelio nos evoca el núcleo cristológico del prólogo de San Juan: “ La
Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn 1,14). De esta manera nos
situamos en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, pero también de
su presentación y revelación ante el mundo (por eso la perícopa está muy bien
ubicada al inicio del tiempo ordinario). En ese contexto de la entrada de Jesús
en la historia es que se comprende la respuesta al salmo que ha sido releída en
clave cristológica por el autor de la carta a los Hebreos (cf. Hb 10,1-10). La
carta a los Hebreos pone en labios de Jesús las palabras: “Aquí estoy, Señor,
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para hacer tu voluntad”. Jesús las pronuncia porque desde el comienzo él está
dispuesto a asumir el sacrificio que debe ofrecer por los pecados de todos. De
esta manera debe quedar claro para el mundo que Jesús ingresa en la historia
para ser el Cordero que borra los pecados (Jn 1, 29).

II. CONTENIDO DOCTRINAL


El Cordero que quita el pecado. El Espíritu que lo unge.

El texto del Evangelio de hoy es una meditación y una interpretación de


la teofanía acaecida en el Bautismo (aunque Juan el Bautista no habla del acto
mismo de la inmersión bautismal). El bautismo de Jesús ya nos hacía pensar
en la solidaridad del Salvador al asumir lo que le correspondía a los pecadores.
En conexión con este abajamiento salvífico, el Bautista no duda en llamarlo
“el Cordero”. Al respecto el Catecismo de la Iglesia católica recuerda que Jesús
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se deja contar entre los pecadores (cf. Is 53, 12); es ya "el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29); anticipa ya el "bautismo" de su muerte
sangrienta (cf Mc 10, 38; Lc 12, 50). Viene ya a "cumplir toda justicia" (Mt 3, 15),
es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el
bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados (cf. Mt 26, 39). A esta
aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo (cf.
Lc 3, 22; Is 42, 1). El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción
viene a "posarse" sobre él (Jn 1, 32-33; cf. Is 11, 2). De él manará este Espíritu para
toda la humanidad (CEC 536; cf. 602).

Cristo es el Cordero de Dios. Se trata de la evocación directa del cordero


pascual, por cuya sangre el pueblo fue liberado de la muerte y de la esclavitud
en Egipto. Nos encontramos, entonces, ante un nuevo éxodo y una nueva
liberación. Cristo es el cordero del que habla el profeta Isaías en el cuarto
cántico del siervo cuando dice: “El cargó con nuestros males y soportó nuestras
dolencias […] Como cordero llevado al degüello, como oveja que va a ser
esquilada, permaneció mudo y no abrió la boca ” (Is 53,4.7). San Pablo
reconoce que la entrega sacrificial de Cristo es la verdadera inmolación del
Cordero Pascual para acabar con la vieja levadura del pecado: “Porque nuestro
Cordero Pascual, Cristo, ha sido inmolado” (1Co 5,7). Este mismo Cordero

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aparecerá degollado pero victorioso en el Apocalipsis como dueño del mundo
y de la historia, resucitado y glorioso (cf. Ap 5,6 ss.) y a quien el cielo le cantan:
“Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y
compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y
nación” (Ap 5,9).

Después de la presentación de Jesús como el Cordero, Juan el Bautista se


define en el evangelio de este domingo como aquel que no conocía a Jesús. El
verbo conocer en la teología joánica implica el encuentro verdaderamente
profundo y sobrenatural con la verdad que es el mismo Cristo. Para dar el paso
de no conocer al Hijo de Dios a conocerlo, el Bautista da testimonio que ha
sido la voz del Padre la que le ha dado la indicación, la señal para reconocerlo:
“Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él… ”. Jesús es
el Hijo de Dios porque es portador del Espíritu Santo (pneumatóforo) y será
también quien lo comunique por medio del bautismo. De esta manera la obra
de Cristo queda manifestada como la destrucción del pecado, pero también 3
como la entrega del Espíritu a cada persona para infundir en ella vida nueva.
El Espíritu es el gran don del Mesías (Joel 3; Ez 36, 27). El Espíritu de Dios
que invade a Cristo en su carne también está dispuesto a vivir nuestra carne en
virtud del Bautismo (y la confirmación) que hemos recibido. La manera como
queda expresado la acción descendente del Espíritu, es decir, de Dios hacia
nosotros, se da por medio de la imagen de la paloma (está también en relación
con el Espíritu que aleteaba sobre las aguas antes de la creación y que ahora
actúa dando vida en las aguas del bautismo).

III. REFERENCIA SACRAMENTAL


El Agnus Dei y la fracción del pan

Así como el Bautista mostró a sus discípulos que Jesús es el Cordero, el


que preside la celebración nos muestra el pan partido enunciando las mismas
palabras del precursor del Señor. Al parecer el signo de la fracción del pan y
su relación con el Agnus Dei proviene de las liturgias orientales. Lo que quiere
expresarse en este momento es la manifestación de Cristo como víctima,
presente en el pan partido para todos. Como el Señor, ten piedad y el Santo,
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el canto del Cordero de Dios es una aclamación al Cordero degollado y


resucitado del Apocalipsis. Los sentimientos de este momento deben ser de
adoración y humildad. Es importante que, para hacer la fracción del pan, los
fieles hayan terminado de darse la paz, de manera que el canto comience en el
momento en que inicia la fractio panis (cf. IGMR 83).

Algunas indicaciones litúrgico – pastorales

- Es importante avisar a los fieles que el próximo domingo 26 de enero,


tercero del tiempo ordinario, será la conmemoración del domingo de la
Palabra de Dios. Para comprender el sentido de este domingo debemos
acercarnos a la Carta Apostólica Aperuit illis del Papa Francisco. Al final
de este documento el Santo Padre expresa sus deseo: “Que el domingo
dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad
4 religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo
enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu
corazón y en tu boca, para que la cumplas» (Dt 30,14)” (no. 15). Un
signo para este domingo podría ser la bendición de las biblias y por eso
habría que invitar a los fieles a llevar su biblia a la celebración eucarística
del próximo domingo.

- El próximo sábado 25 de enero celebraremos la fiesta de la Conversión de


san Pablo.

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Vida litúrgica
Diócesis de Zipaquirá
II domingo del tiempo ordinario
19 de enero de 2020

Moniciones
Entrada
Querida familia: Hemos comenzado el tiempo ordinario. Celebremos que
Cristo ha venido a nuestras vidas para borrar los pecados y para regalarnos su
Espíritu. Oremos por las necesidades del mundo entero, especialmente por la
paz y por los países que sufren. Participemos con fe.

Liturgia de la Palabra
Orientaciones litúrgico-pastorales

Nos sentamos para disponer toda nuestra atención a la Palabra de Dios. Por
medio de ella podemos conocer a Cristo, el Cordero ungido por el Espíritu y
recibir su gracia y su paz.

Presentación de los dones


“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Estas palabras que hemos
repetido en el salmo nos ayudan a unirnos a la ofrenda de Cristo, el gran
sacrificio de la Eucaristía que borra los pecados del mundo.

Comunión
El Cordero pascual ha sido sacrificado y ha llegado el momento de recibirlo
sacramentalmente en la comunión eucarística. Que esta comunión renueve en
nosotros el Espíritu de nuestro bautismo.

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Vida litúrgica
Diócesis de Zipaquirá
II domingo del tiempo ordinario
19 de enero de 2020

Oración universal
Queridos hermanos: Jesús, el Cordero de Dios, no sólo borra nuestros pecados
sino que es nuestro gran intercesor. Por eso podemos presentar confiados
nuestras peticiones. Oremos de corazón por el mundo entero y digamos:

R/. Favorece a tu pueblo, Señor

† Pidamos por la Iglesia Universal para que sea sostenida por la fuerza

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del Espíritu en su misión de llevar a todos al encuentro con Cristo.
† Pidamos por los gobernantes para que puedan ayudar a su gente y se
dejen guiar hacia los problemas más urgentes de los pueblos que dirigen.
† Pidamos por aquellas regiones donde hay tensiones políticas y
conflictos armados para que los seres humanos busquemos con
sinceridad y con empeño las soluciones que llevan a la verdadera paz.
† Pidamos por los países que sufren por causa de incendios o fenómenos
naturales para que, consolados por la gracia, puedan levantarse y recibir
la ayuda necesaria.
† Pidamos por nosotros mismos para que abramos nuestra vida a Cristo
que quiere perdonar nuestros pecados y llenarnos de su Espíritu Santo.

Señor, Padre Santo que has enviado a tu Hijo al mundo


para el perdón de los pecados,
mira con misericordia nuestras necesidades
y, según tu voluntad, atiende nuestras súplicas. 7
Por el mismo Cristo, nuestro Señor. Amén.

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