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CIVILIZACIONES PREHISPÁNICAS DE AMÉRICA

LOS INCAS: UN PUEBLO HIJO DEL SOL.

Osvaldo Silva Galdames.

Cuzco: ombligo del mundo

La orgullosa capital incaica, levantada sobre los 3.400 metros del nivel
marino, poseía, en el siglo XVI, una población cercana a los 300.000
habitantes, procedentes de todos los rincones del imperio. Tocados
especiales distinguían a los miembros de uno u otro pueblo. Los incas,
por su parte, se incrustaban gruesos aros cilíndricos en el lóbulo de las
orejas. De ahí proviene el apelativo orejones, dado por los españoles. La
ciudad había sido planificada para servir como capital. Su delineamiento
presentaba la figura de una puma con cabeza de halcón que, a manera
de cresta, coronaba la zigzagueante fortaleza de Sacsahuamán.

Angostas callejuelas empedradas separaban las canchas, recintos


cerrados por altas murallas. Una puerta central daba acceso al patio
rodeado de cuartos adosados a los muros laterales. Las ventanas, si las
había, era trapezoidales. En el interior de las piezas no se observaba
mobiliario. Puesto que los incas descansaban y dormían sobre el piso.
Pequeños nichos empotrados en las paredes, las hornacinas, servían
para depositar sus escasos utensilios domésticos. Los arquitectos
incásicos utilizaron piedra en todas las construcciones. Los bloques,
perfectamente rebajados, se unían de tal modo que era muy difícil
introducir entre ellos la hoja de un cuchillo. Para tallarlas empleaban
herramientas de piedra e instrumentos de cobre o, posiblemente, de
aleaciones de estaño. Antes de iniciar cualquier construcción hacían
pequeñas maquetas de arcilla. Un riachuelo llamado Huataney cruzaba
gran parte de la urbe que estaba dividida en 12 sectores o “barrios”. El
separaba, además, a los más importantes plazas del Cuzco: Cusi-Pata y
Huacay-Pata, localizadas en medio de la ciudad; alrededor de esta
última se erigieron los palacios de los emperadores. El Cuzco se hallaba,
también, dividido en dos parcialidades o mitades: la de arriba, Hanan
Cuzco, y la de abajo, Hurin Cuzco. Allí se alzaba el templo al sol,
Coricancha, antecedido por una monumental plaza, la Intipampa, sede
de las más importantes festividades y ceremonias incaicas. En su
interior se veneraba al inti, el padre sol, representado por un enorme
disco de oro. Del mismo metal estaban enchapados los muros, y una
gran plancha áurea, colocada en la parte superior, hacía resplandecer
todo el templo al reflejar los rayos solares. Estatuas de oro, jardines con
plantas confeccionadas en metales y piedras preciosas, además de los
ídolos adorados en el imperio, complementaban el fantástico aspecto
ofrecido por el santuario.

Cuatro caminos, perfectamente resguardados por vigilantes que


controlaban la entrada y la salida de gente, conducían hacia las cuatro
regiones o suyus denominadas Chinchaysuyu (norte), Collasuyu (sur),
Antisuyi (este) y Contisuyu (oeste). Ellas dieron origen al nombre de
Tahuantinsuyu, o imperio de los cuatro suyus, con que se conoce al
incario. Los suyus, enlazados por el Cuzco, se dividían en provincias o
huamani que, generalmente, coincidían en su delimitación con la
superficie que pertenecía al reino, señorío o tribu antes de ser
incorporada al imperio. En su capital, dividida en mitades, al igual que el
Cuzco, residía el gobernador o tocricoc.

EL TAHUANTINSUYU: mezcla de climas, paisajes, hombres y


culturas
Englobando todas las direcciones a que era posible llegar desde el
Cuzco, el imperio integró una contrastada geografía y culturas. A
regiones áridas y desérticas como las costeras se oponían frías sierras
que culminaban en estériles páramos; entre ambas se desarrollaban
fértiles valles templados, verdaderos graneros del maíz andino; hacia el
este, la selva conformaba una frontera natural que los incas apenas
pudieron explorar. Los cálidos valles orientales proporcionaban la
preciada coca

EL TAHUANTINSUYU
La dispar ecología del imperio, con su diversificación productiva derivada
de diferencias latitudinales y altitudinales, impulsó desde los inicio s de
la ocupación humana, a unir la costa con la sierra y a ésta con la
montaña a fin de lograr acceso a bienes y productos complementarios
en la economía andina. Esta idea subsistió en el Tahuantinsuyu. Los
incas procuraron abarcar todo el mosaico de regiones geográficas,
dominando una multitud de pueblos que poseían sus propias
costumbres, lengua, religión o historia. El imperio, del tal modo, se
transformó en real síntesis del pasado cultural de los Andes Centrales, y
los incas en herederos de tecnologías y conocimientos cuyos orígenes se
remontaban a las primeras aldeas surgidas unos 3.000 años antes que
ellos arribaran al Cuzco. La acción civilizadora, entonces, sólo se
encuentra en los relatos legendarios con que trataban de ensalzar su
actuación.

El aporte cultural de los incas


Si bien los incas poco enriquecieron la cultura andina, tuvieron el mérito
de estructurar políticamente el imperio y homogeneizarlo. Impusieron,
como lengua universal, su idioma, el runa-sima, llamado,
posteriormente, quechua; sin embargo, no impidieron que cada pueblo
continuase hablando sus lenguas vernáculas; obligaron a adorar al sol
sin prohibir el culto a las deidades locales; mantuvieron en sus cargos a
los jefes locales que les juraban fidelidad y no rompieron las estructuras
de parentesco y sociales imperantes en cada pueblo

Chasquis y Tambos y como fuese necesario dar aviso en el Cuzco o en


otra parte a los retes de alguna cosa que hubiese sucedido a que
conviniese a su servicio, salían de Quito o de Tomebamba o de Chile o
de Caranqui o de otra parte cualquiera de todo el reino, así de los llanos
como de las sierras, y con demasiada presteza andaban al trote sin
parar aquella media legua; porque los indios que allí ponían y mandaban
estar, de creer es que serían ligeros y los más sueltos de todos. Y como
llegaba junto a la otra posta comenzaba a apellidar al que está en ella y
a le decir “Parte luego y ve a tal parte y avisa de esto y esto que ha
acaecido, o de esto y esto que tal gobernador hace saber al Inca”. Y así,
como el que está lo ha oído, parte con mayor priesa y entra, el que
viene, a descansar en el casillo y a comer y beber de lo que siempre en
ella está. Y el que va corriendo hace lo mismo.
Pedro de Cieza de León: El señorío de los incas.

Utilizando las sendas y caminos existentes, crearon una extensa red vial
que unió todo el imperio. Puentes colgantes permitían el acceso hasta
las más escarpadas regiones. Junto a ellos, cada cierto trecho,
levantaron tambos o posadas donde los viajeros podían descansar y
proveerse de alimentos. Estos caminos del inca eran recorridos por
rápidos mensajeros, los chasquis, por medio de quienes se enviaban
órdenes o recibían informaciones acerca del estado y sucesos de las
provincias imperiales.

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