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“AÑO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÒN E IMPUNIDAD”

Institución Educativa Nacional

"Juan Manuel Iturregui"

“Las Tradiciones Peruanas”

 TEMA : Las Tradiciones Peruanas

 AREA : Comunicación

 DOCENTE : Cruz Antonieta Cajusol

 ALUMNO :

 GRADO : 1

 SECCIÓN : “B”

Lambayeque ,Diciembre
2019
Presentación

Las Tradiciones peruanas surgieron en el ambiente periodístico

donde se movió su autor. Las primeras se publicaron como artículos en

diarios o revistas de la época. La forma, en un inicio, no estaba ni pensada

ni definida. La idea de narrar un suceso llevaba al autor a ponerle

nombres como "articulito", "reminiscencia fiel", "cuento", etc.

Las tradiciones tienen un gran valor ya que, si bien no fue

invención de Palma, con él se da una revitalización del género de la

tradición, y al mismo tiempo crea un producto literario peruano propio

por sus características, donde el suceso histórico tocado está lleno del
costumbrismo del país y donde la historia del Perú sirve como ambiente y

almacén de la memoria colectiva de un pueblo. Palma recurre a ella para

conectar el relato con el lector.

1) DATOS
IMPORTANTES:

NACE : 7 de febrero de 1833, Lima, Perú

PADRES : Pedro Ramón Palma Castañeda y de Guillerma Carrillo y Pardos, aunque


también se dice que era su abuela materna y que su progenitora fue Dominga
Soriano.

ESTUDIOS : Realizó sus estudios en el Colegio de Noel, el Colegio de Orengo y el Convictorio


de San Carlos, donde al parecer fue alumno externo. En 1848 empezó su
carrera literaria, según propia confesión, formando parte del grupo que después
él mismo denominaría "La bohemia de mi tiempo".

PROFESIÓN : Escritor

HIJOS : Clemente, Félix Vital, Angélica, Ricardo, Peregrina Augusta, Cristina, Cristián,
Renée Cristina

Obras : Tradiciones peruanas, Verbos y gerundios, Neologismos y americanismos.

Producción : En la producción literaria de Ricardo Palma se cuentan Anales de la Inquisición


de Lima o Monteagudo y Sánchez Carrión (ambos de carácter histórico),
también Verbos y Gerundios (poesía), asimismo Neologismos y Americanismos,
Papeletas Lexicográficas (frutos de su trabajo lingüístico), Cachivaches
(artículos literarios), Recuerdos de España (sobre su estadía en ese país), El
Demonio de los Andes (sobre los conquistadores), La bohemia de mi tiempo
(sobre sus años de juventud), y demás donde destacan las célebres Tradiciones
Peruanas complementadas con las pícaras Tradiciones en salsa verde.

SEUDONIMO O APELATIVO : El Bibliotecario Mendigo

MUERTE : Miraflores a la edad de 86 años

2) ¿QUÉ SON LAS TRADICIONES


PERUANAS?
Tradiciones peruanas es el título con el que se conoce el conjunto de
escritos que el escritor peruano Ricardo Palma Soriano publicó en varios
años en periódicos y revistas. Se trata de relatos cortos de ficción
histórica que narran, de forma entretenida y con el lenguaje propio de la
época, sucesos basados en hechos históricos de mayor o menor
importancia, propios de la vida de las diferentes etapas que pasó la
historia del Perú, sea como leyenda o explicando costumbres existentes.
Su valor como fuente histórica es limitado y no confiable. Su valor
literario es, sin embargo, enorme. • Las Tradiciones peruanas surgieron
en el ambiente periodístico donde se movió su autor. Las primeras se
publicaron como artículos en diarios o revistas de la época. La forma, en
un inicio, no estaba ni pensada ni definida. La idea de narrar un suceso
llevaba al autor a ponerle nombres como «articulito», «reminiscencia
fiel», «cuento», etc.

3) ¿CUÁNTAS
TRADICIONES SON?
453 tradiciones peruanas publicadas en diarios y revistas.

4) ¿CÓMO SE DIVIDEN?
Seis de ellas se refieren al imperio incaico, 339 al virreinato, 43 a la
emancipación, 49 a la república y 16 no se sitúan en un periodo histórico
preciso.

“¡Al Ricón!
¡Quita
Calzón!
El obispo de Arequipa, Chá vez de la Rosa, estaba muy comprometido con el
progreso del seminario, desarrollando un plan de estudio, que luego fue aprobado
por el rey.
El obispo visitaba el colegio una vez a la semana, para ver
si los maestros estaban cumpliendo con sus labores, en
una de sus visitas, una mañ ana llegó y descubrió que el
profesor de latín había faltado a clases, y viendo la
holganza de los muchachos, decidió remplazar al titular,
aquellos tiempos regía aquel pensamiento que
sentenciaba que la letra con sangre entra  y era comú n
el azote a los desaplicados.
El obispo quiso recordar algo de latín con los alumnos.
Un Alumno se equivocó al responder una pregunta y el
señ or Chá vez ordenó :¡AL rincó n !¡Quita Calzó n!, que
significa ser castigado. Luego otro alumno fue condenado
a la misma pena y luego fueron una docenas los que
tuvieron que pasar ¡AL rincó n! ¡Quita Calzó n!,
Cuando le hubo de preguntado ¿Quid est oratio?   al má s
inquieto del  aula, y que por el tamañ o parecía ser de
ocho añ os,  pero que en realidad doblaba la edad, era
revejido, muy pequeñ o
El muchacho miro el techo del aula, como intentando
recordar algo, y demorá ndose cinco segundos sin responder, el obispo atribuyo el
silencio como ignorancia y lanzó la frase ¡AL rincó n! ¡Quita Calzó n!,El chico
obedeció murmurando entre dientes, el obispo al notar estos gestos de boca del
revejido muchachito, le llamó para interrogarle que tanto murmura, este le
respondió nada su señ oría, pero continuaba el muchacho gimoteando, y el obispo
tomo a capricho saber que tanto murmuraba el revejido muchacho. Este le hablo,
su señ oría si me permite yo también tengo una pregunta para usted.
.La pregunta fue:¿Cuá nto Dominus Vobiscum tiene la misa? EL obispo miró el techo
como intentando  recordar, ah murmuro el muchachito, pero no tan bajo que el
obispo lo escuchó claramente, también el mira el techo, el obispo no supo
responder la pregunta, y todos fueron absueltos del castigo ¡AL rincó n! ¡Quita
Calzó n!.
Desde aquel día el obispo fue  padre y protector del niñ o, tal vez era de una familia
pobre, pero rica en virtudes. El obispo renuncio al obispado, por algunos abusos
que se hacía, y esto iba contra sus principios, y cuando viajó a Españ a se llevo al
muchachito.
Con el paso de los añ os aquel niñ o fue uno de los prohombres de la independencia
y uno de nuestros má s prestigiosos oradores .Su nombre fue Francisco Javier de
Luna-Pizarro. Esto ha sido un breve relato de una de las tradiciones má s leídas
( AL RINCON QUITA CALZON )

1. PERSONAJES PRINCIPALES
 Obispo Chávez de la Rosa: era el obispo de Arequipa. Era un
sacerdote muy recto y exigente.

Francisco Javier de Luna-Pizarro: era un alumno muy pícaro y
travieso. Hizo que el cura comprendiera su injusticia y se convirtió en el
vigésimo arzobispo de Lima

2. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA TRADICIÓN LEIDA?


Este cuento del peruano Ricardo Palma ,nos da una idea de como era la
forma de educación a los alumnos en 1796 .Y se describe un ejemplo de
ello ,como lo muestra el cuento ,el caso de el obispo Chávez quien era el
rector de un convento en Arequipa ,y que un día se quedó a cargo de un
salón de clases donde los alumnos por lo visto no habían obedecido lo
dicho ,de tener que estudiar ,por lo que el obispo tuvo que poner mano dura
en ellos , ya que en ese tiempo se decía que "la letra con sangre entra" ,les
daba un palmazo y luego les decía que fueran al rincón ,diciendo la frase de
AL RINCÓN QUITA CALZÓN ,los alumnos obedecían calladamente ,en el
cual no todos reflexionaban el no volverlo a hace
3. MENSAJE.

Me parece una tradición que nos enseña que no siempre la autoridad sabe
comprender a los demás y me pareció una buena lección la que le dio el
niño al sacerdote, ya que, lo hizo reflexionar y por lo tanto no cometer más
injusticias con los alumnos.

Los Mosquitos de Santa Rosa de Lima

Los mosquitos de Santa Rosa Esta


tradición cuenta la afinidad que tenía Rosa
de Lima con los animalitos de Dios. En el
huerto que habitaba la Santa se formaban
pequeños pantanos en los cuales había
infinidad de mosquitos. Rosa hizo un pacto
con ellos: ella no los molestaba y ellos no
la molestaban. Ese pacto se cumplió e
incluso juntos alababan a Dios, ellos
obedecían a Santa Rosa.

Un día la visitó una beata llamada


Catalina, la cual al verse atacada por los mosquitos de una manotada mató
uno. Rosa le dijo que no los mate y ordenó a estos bichos que no molestaran a
su amiga. En efecto, ninguno volvió a picar a la beata. En otra oportunidad se
dice que castigó a la beata Frasquita Montoya, que nunca se acercaba a la
ermita por miedo a que la picasen. Rosa mando a tres mosquitos a que la
picasen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y así sucedió.

El remate de esta historia se refiere a un gallo que tenía Rosa y que era su
engreído “por lo extraño y hermoso de la pluma”. Un día éste enfermó y su
madre le dijo que había que matarlo. Rosa de Santa María lo cogió y acarició
diciendo: “Pollito mío, canta de prisa, pues si no cantas te guisa”, el gallito se
sacudió y soltó un sonoro “Quiquiriquí (¡Que buen escape el que di!)
Quiquiricuando (Ya voy, que me están peinando)".

1. PERSONAJES PRINCIPALES
 Beata Catalina.
 Beata Frasquita Montoya
 Zancudos
 Santa Rosa

2. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA TRADICIÓN LEIDA?


De que debemos querer a los animales, así como ella hizo amistad con los
zancudos ya que ellos también son creación de Dios.

3. MENSAJE.

Es que debemos ser tolerantes con nuestro prójimo, no juzgar a las


personas por su aspecto físico y finalmente que toda acción incorrecta, de
alguna forma u otra, nos afectará.

En este relato se nos habla de convenio que hizo Santa Rosa de Lima con
unos mosquitos para que no la picaran, sin embargo, con la llegada de su
hermana esta habla sobre qué tan molestos pueden llegar a ser estos
zancudos, con lo que Santa Rosa de Lima le explica el porqué de las cosas.
“El Alacrán de Fray Gomez”

Cuando yo era muchacho escuchaba a las viejas exclamar, cuando una alhaja era de
mucho precio:

—¡Esto vale tanto como el alacrá n de fray Gó mez!

Explicar este dicho de viejas es lo que me propongo con esta tradició n.

Fray Gó mez era un lego contemporá neo de San Francisco Solano que desempeñ aba
en el convento de los padres será ficos en Lima, la funció n de refitolero del hospital
de los devotos frailes y a quien nunca se le conoció de otra manera que fray Gó mez.

Fray Gó mez hizo en Lima milagros en cantidades, como quien no quiere la cosa. Un
día un caballo desbocado arrojó a su jinete. El desgraciado quedó patitieso,
arrojando sangre por la nariz y la boca.

—Se descalabró —gritaba la gente, creyéndolo listo para la tumba.

Fray Gó mez se acercó pausadamente al infeliz, le puso el cordó n de su há bito en los


labios, le echó tres bendiciones y el descalabrado se levantó tan fresco como si no
hubiera recibido golpe alguno. Los fieles intentaron llevar en triunfo al lego pero el
huyó a su celda. Aunque la versió n franciscana cuenta que fray Gó mez escapó
volando de la multitud. Yo no lo afirmo ni lo niego, puede que sí y puede que no.

Ese mismo día estaba milagreo fray Gó mez pues se encaminó a la enfermería y
halló muy débil a San Francisco Solano, víctima de una jaqueca.

—Haría bien en tomar algú n alimento —le dijo fray Gó mez


El santo se negó , pero ante las insistencias de fray Gó mez le pidió algo que sabía
imposible de conseguir, por no ser la estació n propicia:

—Pues mire, hermanito, solo comería con gusto un par de pejerreyes.

Fray Gó mez metió la mano en el bolsillo y sacó dos pejerreyes, tan frescos como
recién salidos del mar. Los guisó y quedó San Francisco curado como por ensalmo.
Dejo en el tintero otros milagritos de nuestro lego, porque no me he propuesto
relatar su vida y milagros.

II
Estaba una mañ ana fray Gó mez en su celda cuyo mobiliario eran cuatro sillones de
vaqueta, una mesa mugrienta y una tarima sin colchó n, con una piedra en lugar de
almohada, cuando llamaron a su puerta con unos ligeros golpecitos y una voz
quejumbrosa. 

El recién llegado era un castellano agobiado por la pobreza pero con semblante de
persona honrada.

—Soy buhonero —le dijo el castellano—, tengo familia y mi negocio no prospera;


parece que Dios se ha olvidado de mí.

—No desespere hermano.

—El caso es que he tocado muchas puerta para pedir en préstamo un capital de
quinientos duros y nada he conseguido. Y en mis cavilaciones pensé pedírselo a
usted, que así pobre como es, encontrará una manera de sacarme del apuro.

—¿Có mo imagina, hijo mío, que en esta triste celda pueda tener esa cantidad?

—Tengo fe de que no me dejará ir desconsolado —respondió el castellano.

—La fe lo salvará , hermano. Espere un momento.

Y paseando los ojos por las desnudas paredes, vio un alacrá n que caminaba por el
marco de la ventana. Fray Gó mez arrancó una pá gina de un libro viejo y cogió a la
sabandija, la envolvió y se la entregó al visitante.

—Tome, y procure devolverme esta alhajita en en seis meses.

El buhonero agradeció mucho y se encaminó de prisa a la tienda de un usurero. La


joya era de una delicadeza incomparable, un prendedor con figura de alacrá n; el
cuerpo, una esmeralda engarzada sobre oro y la cabeza un grueso brillante con dos
rubíes por ojos. 

La empeñ ó por quinientos duros, aunque el usurero intentó convencerlo de que le


venda la joya.

Con ese capital le fue tan bien en su negocio que al cabo de seis meses pudo
desempeñ ar la alhaja y devolvérsela a fray Gó mez. Este tomó el alacrá n, lo puso en
la ventana y dá ndole la bendició n le dijo:
—Animalito de Dios, sigue tu camino.

Y el alacrá n echó a andar libremente por las paredes de la celda. Por Á lvaro Felipe.

1. PERSONAJES PRINCIPALES
 Fray Gómez, fray capaz de hacer milagros.
 Buhonero, vendedor ambulante al cual fray Gómez le da el alacrán.

2. PERSONAJES SECUNDARIOS
 Jinete caído, hombre al cual salva fray Gómez.
 San Francisco Solano, enfermo al cual fray Gómez dio los pejerreyes.

3. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA TRADICIÓN LEIDA?


Que nos enseña y reafirma sobre la fe en los santos que también son
amigos de Dios.

4. MENSAJE.
Aquí nos hace recordar sobre los Milagros y La fé que se tiene por algún
Santo, ya que nuestro país es reconocido por nuestra cultura de fe vivencial.
“Los Ratones de Fray Martín”

Fray Martín de Porres tuvo especial predilecció n por los


pericotes, incó modos huéspedes que nos vinieron casi junto con
la Conquista, pues hasta el añ o de 1552 no fueron esos
animalejos conocidos en el Perú […].

En los tiempos barberiles de Martín, un pericote era todavía


casi una curiosidad; pues relativamente la familia ratonesca
principiaba a multiplicar. Quizá desde entonces encariñ ose por
los roedores; y viendo en ellos una obra del Señ or, es de
presumir que diría, estableciendo comparació n entre su
persona y la de esos chiquitines seres, lo que dijo un poeta:

El mismo tiempo malgastó en mí Dios,

que en hacer un rató n, o a lo má s dos.

[…] Aburridos los frailes con la invasió n de roedores, inventaron diversas trampas
para cazarlos, lo que rarísima vez lograban. Fray Martín puso también en la
enfermería una ratonera, y un ratonzuelo bisoñ o, atraído por el tufillo del queso, se
dejó atrapar en ella. Libertolo el lego y colocá ndolo en la palma de la mano, le dijo:

–Vá yase, hermanito, y diga a sus compañ eros que no sean molestos ni nocivos en
las celdas, que se vayan a vivir en la huerta y que yo cuidaré de llevarles alimento
cada día.

El embajador cumplió con la embajada, y desde ese momento la ratonil muchitanga


abandonó claustros y se trasladó a la huerta […].
Mantenía en su celda nuestro buen lego un perro y un gato, y había logrado que
ambos animales viviesen en fraternal concordia. Y tanto que comían juntos en la
misma escudilla o plato.

Mirá balos una tarde comer en sana paz cuando de pronto el perro gruñ ó y
encrespose el gato. Era que un rató n, atraído por el olorcillo de la vianda, había
osado asomar el hocico fuera de su agujero. Descubriolo fray Martín, y volviéndose
hacia perro y gato les dijo:

–Cá lmense, criaturas del Señ or, cá lmense.

Acercase en seguida al agujero del mur, y dijo:

–Salga sin cuidado, hermano pericote. Paréceme que tiene necesidad de comer;
apropíncuese, que no le hará n dañ o.

Y dirigiéndose a los otros dos animales, añ adió :

–Vaya, hijos, denle siempre un lugarcito al convidado, que Dios da para los tres.

Y el rató n, sin hacerse de rogar, aceptó el convite, y desde ese día comió en amor y
compañ a con perro y gato.

Y… y… y… ¿Pajarito sin cola? ¡Mamola!

Y comieron en un plato

perro, pericote y gato.

1. PERSONAJES PRINCIPALES
 Perro, gato y ratones.

2. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA TRADICIÓN LEIDA?


Se ve reflejado el amor que fray tenia por los animales, así mismo les
enseño a ser obedientes y el demostró en todo momento su solidaridad con
los seres indefensos que solo buscaban un poco de comida.
3. MENSAJE.
Nos habla a través de esta tradición sobre valorar a los amigos ser
generosos y solidarios con los demás, sin esperar nada a cambio.

“Don Dimas de la Tijereta”

(Adaptació n del cuento “Don Dimas De La


Tijereta” - Ricardo Palma)

Cuento de viejas que trata de có mo un escribano


le ganó un pleito al diablo

Por los primeros añ os del siglo pasado, cerca del


portal de los Escribanos, vivía un cartulario
llamado don Dimas de la Tijereta, escribano de la
Real Audiencia y sin una pizca de fe. Se sabía que
era hipó crita, timador y que guardaba un tesoro
fruto de sus triquiñ uelas. Su alma estaba tan
desecha que ni Dios la hubiera reconocido, con
ser él quien la creó y ni el diablo ni el á ngel de la guarda podrían encontrar en él
por dó nde cogerle el alma. Ademá s, que todos los gremios tienen como patró n a un
santo que ejerció su oficio; pero los pobrecitos escribanos no tenían en el cielo
algú n camarada que los defienda.

II

Tijereta había caído en la peor tontería de la vejez: se enamoró hasta la coronilla de


Visitació n, una muchachita de veinte primaveras, una figurita de mírame y no me
toques y ojos má s matadores que las espadas de los duelistas. Tijereta, que no daba
ni las buenas noches, se propuso conquistar en la chica con agasajos; empezó a
regalarle joyas y vestidos pero la niñ a nada de nada con él.

Visitació n vivía con su tía, vieja como el pecado de la gula, a quien añ os má s tarde
castigó la Santa Inquisició n. La maldita había adoctrinado a su sobrina para servir
de cebo de ricos caballeros a quienes sacar dinero. Don Dimas llegaba todas las
noches a verla y Visitació n lo escuchaba cortá ndose las uñ as y sin hacerle mayor
caso.

III

Seis meses habían pasado de solicitudes vanas y, casado de la espera, Tijereta


quiso tener a Visitació n a las buenas o a las malas; pero ella lo botó de su casa
diciéndole que estaba cansada de aguantarlo. Don Dimas se fue, perdido en sus
cavilaciones y llego hasta el cerrito de las Ramas. Enojado dijo en voz alta:

—¡Que venga un diablo cualquiera y se lleve mi almilla a cambio del amor de esa
muchacha!

Sataná s, que desde los antros má s profundos del infierno escuchó el pedido, tocó
campanilla y en el acto se le presentó el diablo Lilit, su secretario.

—Ve, Lilit —ordenó — al cerro de las Ramas y extiende un contrato con un hombre
que tiene tanto desprecio por su alma que la llama almilla. Concédele lo que pida,
que ya sabes que no soy tacañ o tratá ndose de una presa.

Yo, pobre narrador de cuentos. No conozco los pormenores de la entrevista entre


don Dimas y Lilit; pero, al regresar al infierno, este le entregó un pergamino a
Sataná s que decía lo siguiente:

“Conste que yo, don Dimas de la Tijereta, cedo mi almilla al rey de los infiernos, a
cambio del amor y posesió n de una mujer. Al plazo de tres añ os me obligo a
satisfacer mi deuda”. Luego seguían las firmas de las partes.

Cuando el escribano volvió a su casa, le abrió la puerta nada menos que Visitació n,
que ebria de amor se arrojó en sus brazos. Lilit había encendido en ella el fuego de
Lais y la lubricidad de Mesalina.

IV
Como no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, pasaron los tres
añ os y Tijereta se vio nuevamente en el cerro de las Ramas, junto a Lilit, listo para
cobrarle su parte segú n rezaba el contrato. El escribano entonces comenzó a
desvestirse pero Lilit le dijo:
—No se tome tanto trabajo, que así vestido como está me lo puedo llevar.

—Pues si no me desvisto no podré pagarle —le respondió don Dimas.

—Haga lo que le plazca —dijo Lilit— que todavía le queda un minuto para que se
cumplan los tres añ os.

El escribano se quitó el jubó n interior, se lo entregó al demonio y le dijo:

—Deuda pagada y venga mi documento.

—¿Y qué quiere que haga con esa prenda? —preguntó Lilit luego de haberse reído
mucho.

—Esta es mi almilla, que, como reza el contrato es lo que estoy obligado a pagar.
Sino revise bien el documento.

—Yo no entiendo payasadas. Guarde sus palabras para cuando esté delante de mi
amo.

Lilit, enojado, le dijo que se deje de bromas pero don Dimas contestó que se fije
bien en el contrato pues esa era la almilla.

Y en eso se cumplió el minuto y Lilit se echó al hombro al escribano y encaminó al


infierno. Durante el viaje los reclamos de don Dimas eran tan constantes que el
demonio tenía que hacer de oídos sordos para no perder la paciencia y sumergir al
escribano en un caldero de plomo hirviente. Ya en el cocito, Sataná s, enterado de
las causas del reclamo, decidió concederle un juicio al escribano.

En breve don Dimas ganó el juicio armado solamente con el Diccionario de la


lengua y los jueces ordenaron que sin pérdida de tiempo se regrese a don Dimas a
la puerta de su casa. Sataná s, como prueba de que se cumplen las leyes en el
infierno, permitió que la sentencia se cumpla. Pero, destruido el hechizo, se enteró
el escribano que Visitació n lo había abandonado para encerrarse a un convento.

Sataná s, para no perderlo todo, se quedó con la almilla y es fama que desde
entonces los escribanos no usan almilla y cualquier viento pequeñ o produce en
ellos una pulmonía de padre y señ or mío.

No sé bien si don Dimas murió de buena o mala muerte, pero es bien sabido que en
el infierno le dijeron que ya no reciben escribanos. Algo así le sucedió al alma de
Judas Iscariote, y como viene a cuento su historia la apunto aquí someramente.
Refieren las cró nicas que después de suicidarse, tocó en vano las puertas del
Purgatorio y otro tanto las puertas del Infierno, así que volvió a la tierra y se
introdujo en el cuerpo de un usurero. Desde entonces se dice que los usureros
tienen alma de Judas.

1. PERSONAJES PRINCIPALES
 El protagonista central es don Dimas de la Tijereta, escribano de número
de la Real Audiencia de Lima. No se conoce su edad, pero se encuentra
en la de la vejez, más cerca de la muerte que de la vida, con olor
“acerca de bien morir”, como literalmente puntualiza Palma.
  Sobre su físico sólo se sabe que tiene “nariz ciceroniana” y lo demás se
refiere a su vestimenta y presencia habitual. Su verdadero retrato es el
moral. Palma diseña la figura de Don Dimas presentándolo como avaro,
deshonesto, hipócrita, embustero, mentiroso, sinvergüenza,
inescrupuloso, egoísta, incapaz de compartir, de disfrutar, de dar e
interesado en su beneficio. En síntesis, se diría que es un mal hombre
como persona y como funcionario y en lo religioso, un mal cristiano y
mal católico.
 Visitación, es el otro personaje. Es una joven físicamente bella y
atractiva. Moralmente es deshonesta e interesada. Acepta los
requerimientos sólo por ventajas materiales. Sus defectos la
predisponen a ceder ante la tentación demoníaca.
 El diablo, que se personifica en Satanás, sin participación directa, y en
Lilit, “de bonita estampa, muy zalamero y decidor…”, “…correveidile de
su majestad infernal”; “alegre y truhán”, con intervención en el
argumento.
 En el plano secundario actúa la tía de Visitación como personaje
secundario. Su retrato moral es desfavorable, pues llegar a ser
castigada por la Inquisición e influye en la conducta incorrecta de su
sobrina.

2. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA TRADICIÓN LEIDA?


  De acuerdo a este enfoque jurídico de este texto literario, los personajes
se convierten en sujetos de derecho y el amor de Don Dimas de la Tijereta
a Visitación deviene en una relación jurídica de convivencia, como el efecto
central de un contrato en el que ella no interviene y que fuera celebrado
entre don Dimas de la Tijereta y el demonio.

3. MENSAJE.

Refleja un amplio contenido jurídico, susceptible de interpretación y


explicación con referencia a las concepciones jurídicas correspondientes a la
época real del texto y a la época de la lectura del texto.

“Las Orejas del Alcalde”

- Ricardo Palma -

(Crónica de la época del segundo virrey del Perú)

La villa imperial de Potosí era, a mediados del siglo XVI, el punto adonde de
preferencia afluían los aventureros. Así se explica que cinco años después de
descubierto el rico mineral, excediese su población de veinte mil almas.

«Pueblo minero -dice el refrán-, pueblo vicioso y pendenciero». Y nunca tuvo


refrán más exacta verdad, que tratándose de Potosí en los dos primeros siglos
de la conquista.

Concluía el año de gracia 1550, y era alcalde mayor de la villa el licenciado D.


Diego de Esquivel, hombre atrabiliario y codicioso, de quien cuenta la fama que
era capaz de poner en subasta la justicia, a trueque de barras de plata.

Su señoría era también goloso de la fruta del paraíso, y en la imperial villa se


murmuraba mucho acerca de sus trapisondas mujeriegas. Como no se había
puesto nunca en el trance de que el cura de la parroquia le leyese la famosa
epístola de San Pablo, D. Diego de Esquivel hacía gala de pertenecer al gremio
de los solterones, que tengo para mí constituyen, si no una plaga social, una
amenaza contra la propiedad del prójimo. Hay quien afirma que los comunistas
y los solterones son bípedos que se asimilan.
Por entonces hallábase su señoría encalabrinado con una muchacha potosina;
pero ella, que no quería dares ni tomares con el hombre de la ley, lo había muy
cortésmente despedido, poniéndose bajo la salvaguardia de un soldado de los
tercios de Tucumán, guapo mozo que se derretía de amor por los hechizos de
la damisela. El golilla ansiaba, pues, la ocasión de vengarse de los desdenes
de la ingrata, a la par que del favorecido mancebo.

Como el diablo nunca duerme sucedió que una noche se armó gran pendencia
en una de las muchas casas de juego, que en contravención a las ordenanzas
y bandos de la autoridad pululaban en la calle de Quintu Mayu.

Un jugador novicio en prestidigitación y que carecía de limpieza para levantar la


moscada, había dejado escapar tres dados en una puesta de interés; y otro
cascarrabias, desnudando el puñal, le clavó la mano en el tapete.

A los gritos y a la sanfrancia correspondiente, hubo de acudir la ronda y con


ella el alcalde mayor, armado de vara y espadín.

-¡Cepos quedos y a la cárcel! -dijo.

Y los alguaciles, haciéndose compadres de los jugadores, como es de estilo en


percances tales, los dejaron escapar por los desvanes, limitándose, para llenar
el expediente, a echar la zarpa a dos de los menos listos.

No fue bobo el alegrón de D. Diego, cuando constituyéndose al otro día en la


cárcel, descubrió que uno de los presos era su rival, soldado de los tercios de
Tucumán.

-¡Hola, hola, buena pieza! ¿Conque también jugadorcito?

-¡Qué quiere vueseñoría! Un pícaro dolor de dientes me traía anoche como un


zarandillo, y por ver de aliviarlo, fuí a esa casa en requerimiento de un mi
paisano que lleva siempre en la escarcela un par de muelas de Santa Apolonia,
que diz que curan esa dolencia como por ensalmo.

-¡Ya te daré yo ensalmo, truhán! -murmuró el Juez, y volviéndose al otro preso,


añadió: -Ya saben usarcedes lo que reza el bando; cien duros o cincuenta
azotes. A las doce daré una vuelta y... ¡cuidadito!

El compañero de nuestro soldado envió recado a su casa y se agenció las


monedas de la multa, y cuando regresó el alcalde halló redonda la suma.

-Y tú, malandrín, ¿pagas o no pagas?

-Yo, señor alcalde, soy pobre de solemnidad; y vea vueseñoría lo que provee,
porque, aunque me hagan cuartos, no han de sacarme un cuarto. Perdone,
hermano, no hay que dar.

-Pues la carrera de vaqueta lo hará bueno.


-Tampoco puede ser, señor alcalde; que aunque soldado, soy hidalgo y de
solar conocido, y mi padre es todo un veinticuatro de Sevilla. Infórmese de mi
capitán D. Álvaro Castrillón, y sabrá vueseñoría que gasto un Don como el
mismo rey que Dios guarde.

-¿Tú, hidalgo, don bellaco? Maese Antúnez, ahora mismo que le apliquen
cincuenta azotes a este príncipe.

-Mire el señor licenciado lo que manda, que ¡por Cristo! no se trata tan
ruinmente a un hidalgo español.

-¡Hidalgo! ¡Hidalgo! Cuéntamelo por la otra oreja.

-Pues, Sr. D. Diego -repuso furioso el soldado-, si se lleva adelante esa


cobarde infamia, juro a Dios y a Santa María que he de cobrar venganza en
sus orejas de alcalde.

El licenciado le lanzó una mirada desdeñosa y salió a pasearse en el patio de


la cárcel.

Poco después el carcelero Antúnez con cuatro de sus pinches o satélites


sacaron al hidalgo aherrojado, y a presencia del alcalde le administraron
cincuenta bien sonados zurriagazos. La víctima soportó el dolor sin exhalar la
más mínima queja, y terminado el vapuleo, Antúnez lo puso en libertad.

-Contigo, Antúnez, no va nada -le dijo el azotado-; pero anuncia al alcalde que
desde hoy las orejas que lleva me pertenecen, que se las presto por un año y
que me las cuide como a mi mejor prenda.

El carcelero soltó una risotada estúpida y murmuró:

-A este prójimo se le ha barajado el seso. Si es loco furioso no tiene el


licenciado más que encomendármelo, y veremos si sale cierto aquello de que
el loco por la pena es cuerdo.

II

Hagamos una pausa, lector amigo, y entremos en el laberinto de la historia, ya


que en esta serio de Tradiciones nos hemos impuesto la obligación de
consagrar algunas líneas al virrey con cuyo gobierno se relaciona nuestro
relato.

Después de la trágica suerte que cupo al primer virrey D. Blasco Núñez de


Vela, pensó la corte de España que no convenía enviar inmediatamente al Perú
otro funcionario de tan elevado carácter.

Por el momento e investido con amplísimas facultades y firmas en blanco de


Carlos V, llegó a estos reinos el licenciado La Gasca con el título de
gobernador; y la historia nos refiere que más que a las armas, debió a su
sagacidad y talento la victoria contra Gonzalo Pizarro.

Pacificado el país, el mismo La Gasca manifestó al emperador la necesidad de


nombrar un virrey en el Perú, y propuso para este cargo a D. Antonio de
Mendoza, marqués de Mondéjar, conde de Tendilla, como hombre amaestrado
ya en cosas de gobierno por haber desempeñado el virreinato de México.

Hizo su entrada en Lima con modesta pompa el marqués de Mondéjar,


segundo virrey del Perú, el 23 de septiembre de 1551. El reino acababa de
pasar por los horrores de una larga y desastrosa guerra, las pasiones de
partido estaban en pie, la inmoralidad cundía y Francisco Girón se aprestaba
ya para acaudillar la sangrienta revolución de 1553.

No eran ciertamente halagüeños los auspicios bajo los que se encargó del
mando el marqués de Mondéjar. Principió por adoptar una política conciliadora,
rechazando -dice un historiador- las denuncias de que se alimenta la
persecución.

«Cuéntase de él -agrega Lorente- que habiendo un capitán acusado a dos


soldados de andar entre indios, sosteniéndose con la caza y haciendo pólvora
para su uso exclusivo, le dijo con rostro severo: «Esos delitos merecen más
bien gratiticación que castigo; porque vivir dos españoles entre indios y comer
de lo que con sus arcabuces matan y hacer pólvora para sí y no para vender,
no sé qué delito sea, sino mucha virtud y ejemplo digno de imitarse. Id con
Dios, y que nadie me venga otro día con semejantes chismes, que no gusto de
oírlos».

¡Ojalá siempre los gobernantes diesen tan bella respuesta a los palaciegos
enredadores, denunciantes de oficio y forjadores de revueltas y máquinas
infernales! Mejor andaría el mundo.

Abundando en buenos propósitos, muy poco alcanzó a ejecutar el marqués de


Mondéjar. Comisionó a su hijo D. Francisco para que recorriendo el Cuzco,
Chucuito, Potosí y Arequipa, formulase un informe sobre las necesidades de la
raza indígena; nombró a Juan Betanzos para que escribiera una historia de los
incas; creó la guardia de alabarderos; dictó algunas juiciosas ordenanzas sobre
policía municipal de Lima, y castigó con rigor a los duelistas y sus padrinos. Los
desafíos, aun por causas ridículas, eran la moda de la época y muchos se
realizaban vistiendo los combatientes túnicas color de sangre.

Provechosas reformas se proponía implantar el buen D. Antonio de Mendoza.


Desgraciadamente, sus dolencias embotaban la energía de su espíritu, y la
muerte lo arrebató en julio de 1552, sin haber completado diez meses de
gobierno.
Ocho días antes de su muerte, el 21 de julio, se oyó en Lima un espantoso
trueno, acompañado de relámpagos, fenómeno que desde la fundación de la
ciudad se presentaba por primera vez.

III

Al siguiente día D. Cristóbal de Agüero, que tal era el nombre del soldado, se
presentó ante el capitán de los tercios tucumanos, D. Álvaro Castrillón,
diciéndole:

-Mi capitán, ruego a usía me conceda licencia para dejar el servicio.

Su majestad quiere soldados con honra, y yo la he perdido.

D. Álvaro, que distinguía mucho al de Agüero, le hizo algunas observaciones


que se estrellaron en la inflexible resolución del soldado. El capitán accedió al
fin a su demanda.

El ultraje inferido a D. Cristóbal había quedado en el secreto; pues el alcalde


prohibió a los carceleros que hablasen de la azotaina. Acaso la conciencia le
gritaba a D. Diego que la vara del juez lo había servido para vengar en el
jugador los agravios del galán.

Y así corrieron tres meses, cuando recibió D. Diego pliegos que lo llamaban a
Lima para tomar posesión de una herencia; y obtenido permiso del
corregimiento, principió a hacer sus aprestos de viaje.

Paseábase por Cantumarca en la víspera de su salida, cuando se lo acercó un


embozado, preguntándole.

-¿Mañana es el viaje, señor licenciado?

-¿Le importa algo al muy impertinente?

-¿Que si me importa? ¡Y mucho! Como que tengo que cuidar esas orejas.

Y el embozado se perdió en una callejuela, dejando a Esquivel en un mar de


cavilaciones.

En la madrugada emprendió su viaje al Cuzco. Llegado a la ciudad de los


incas, salió el mismo día a visitar un amigo, y al doblar una esquina, sintió una
mano que se posaba sobre su hombro. Volviose sorprendido D. Diego, y se
encontró con su víctima de Potosí.

-No se asuste, señor licenciado. Veo que esas orejas se conservan en su sitio y
huélgome de ello.

D. Diego se quedó petrificado.


Tres semanas después llegaba nuestro viajero a Guamanga, y acababa de
tomar posesión en la posada, cuando al anochecer llamaron a su puerta.

-¿Quién? -preguntó el golilla.

-¡Alabado sea el Santísimo! -contestó el de fuera.

-Por siempre alabado amén- y se dirigió D. Diego a abrir la puerta.

Ni el espectro de Banquo en los festines de Macbeth, ni la estatua del


Comendador en la estancia del libertino D. Juan, produjeron más asombro que
el que experimentó el alcalde, hallándose de improviso con el flagelado de
Potosí.

-Calma, señor licenciado. ¿Esas orejas no sufren deterioro? Pues entonces


hasta más ver.

El terror y el remordimiento hicieron enmudecer a D. Diego.

Por fin, llegó a Lima, y en su primera salida encontró a nuestro hombre


fantasma, que ya no le dirigía la palabra, pero que le lanzaba a las orejas una
mirada elocuente. No había medio de esquivarlo. En el templo y en el paseo
era el pegote de su sombra, su pesadilla eterna.

La zozobra de Esquivel era constante y el más leve ruido lo hacía estremecer.


Ni la riqueza, ni las consideraciones que, empezando por el virrey, le
dispensaba la sociedad de Lima, ni los festines, nada, en fin, era bastante para
calmar sus recelos. En su pupila se dibujaba siempre la imagen del tenaz
perseguidor.

Y así llegó el aniversario de la escena de la cárcel.

Eran las diez de la noche, y D. Diego, seguro de que las puertas de su estancia
estaban bien cerradas, arrellanado en un sillón de vaqueta, escribía su
correspondencia a la luz de una lámpara mortecina. De repente, un hombre se
descolgó cautelosamente por una ventana del cuarto vecino, dos brazos
nervudos sujetaron a Esquivel, una mordaza ahogó sus gritos y fuertes cuerdas
ligaron su cuerpo al sillón.

El hidalgo de Potosí estaba delante, y un agudo puñal relucía en sus manos.

-Señor alcalde mayor -lo dijo-, hoy vence el año y vengo por mi honra.

Y con salvaje serenidad rebanó las orejas del infeliz licenciado.

IV

D. Cristóbal de Agüero, logró trasladarse a España, burlando la persecución del


virrey marqués de Mondéjar. Solicitó una audiencia de Carlos V, lo hizo juez de
su causa, y mereció, no sólo el perdón del soberano, sino el título de capitán en
un regimiento que se organizaba para México.

El licenciado murió un mes después, más que por consecuencia de las heridas,
de miedo al ridículo de oírse llamar el Desorejado.

1. PERSONAJES PRINCIPALES
 Alcalde mayor de la villa el licenciado D. Diego de Esquivel
 Carcelero Antúnez.
 El soldado (Hidalgo)

2. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA TRADICIÓN LEIDA?

Que no era justo lo que el alcalde hizo, vengándose de un soldado por un


cruel castigo ya que la chica amaba al soldado.

3. MENSAJE.

En esta tradición no se puede encontrar un buen mensaje ya que el alcalde


fue malo golpeando al soldado que no tenía la culpa que la chica lo amara a
él. El mensaje seria que debemos aceptar cuando un amor no es
correspondido y saber perder.
“El padre pata”

Cuando el general San Martín desembarcó en Pisco


con el ejército libertador no faltaron ministros del
Señ or que, como el obispo Rangel, predicasen
atrocidades contra la causa libertadora y sus
caudillos.

Desempeñ ando interinamente el curato de


Chancay estaba el franciscano fray Matías Zapata
que era un españ ol de primera agua, el cual
después de la misa dominical, se dirigía a los
feligreses exhortá ndolos con calor para que se
mantuviesen fieles a la causa del rey, nuestro amo y señ or.

Refiriéndose al generalísimo, lo menos malo que contra él predicaba era lo


siguiente:

“Carísimos hermanos: Deben saber que el nombre de ese pícaro insurgente de San
Martín es por sí solo una blasfemia, y que está en pecado mortal todo el que lo
pronuncie.

¿Qué tiene de santo ese hombre malvado? ¿Llamarse San Martín ese sinvergü enza,
con agravio del caritativo santo San Martín de Tours, que dividió su capa entre los
pobres? 
Que se conforme con llamarse sencillamente Martín  y le estará bien por lo que
tiene de semejante con el pérfido hereje Martín Lutero, y porque como éste, tiene
que arder en los profundos infiernos. 

Deben saber, hermanos y oyentes míos, que declaro excomulgado a todo el que
gritare ¡viva San Martín!, que es los mismo que burlarse impíamente de la santidad
que Dios da a los buenos”.

No pasaron muchos domingos que el generalísimo trasladara su ejército al norte y


sin que las fuerzas patriotas ocuparan Huacho y Chancay.

Entre los prisioneros españ oles se encontraba fray Matías Zapata que fue
conducido ante el excomulgado caudillo.

- Con que, señ or mío –le dijo San Martín- 

¿es cierto que me ha comparado con Lutero y que le ha quitado una sílaba a mi
apellido?

 Al infeliz le entró temblor de nervios y apenas si pudo susurrar la excusa de que
había cumplido ó rdenes de sus superiores. 

Añ adió que estaba dispuesto a predicar devolviéndole a su señ oría la sílaba


quitada.

- No me devuelva usted nada 

–dijo el general- pero sepa que yo, en castigo de su insolencia, le quito también la
primera sílaba de su apellido y entienda que lo fusilo sin misericordia el día que se
ocurra firmar Zapata. 

Desde hoy no es usted má s que el padre Pata, y téngalo muy presente, padre Pata. 

1. PERSONAJES PRINCIPALES
Narrador, General San Martín y, Fray Matas Zapata.

2. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA TRADICIÓN LEIDA?

Pienso que no está bien burlarse de los demás como se ve reflejado en


esta tradición.
El padre Pata actuó mal, pero igual era muy cómico todo. Y quería recalcar
que el padre Pata hablaba mal de Don José de San Martín solo porque con
la idea de San Martín de liberar al pueblo peruano iba a dejar sin poder al
Padre Pata ya que como el Padre Pata era sacerdote tenía mucha
influencia, pero con la llegada de San Martín todo su poder se hundiría. Por
eso el Padre Pata hablaba mal de él. Como el padre Pata le quito una
silaba al apellido de San Martín, San Martín se tomó el lujo de quitarle una
sílaba al apellido del padre Zapata al igual que el padre lo hizo con San
Martín. Pero al final de la historia el Padre Zapata quedo amenazado por
San Martín con que si volvía a mencionar su nombre "Zapata" iba a ser
fusilado y quedo muy asustado. Y desde aquel entonces nunca se tomó la
molestia de volver a hablar mal de San Martín porque se acobardo. Y de
ahí en adelante se llamó padre Pata.
3. MENSAJE.

En esta tradición nos enseña que debemos respetar a los demás sobre todo a
nuestros apellidos; pues nadie tiene derecho a burlarse de ellos mucho menos
a quitarle alguna silaba. San Martín lo que hizo fue castigarlo con “ojo por ojo”,
diente por diente”.

“Un cerro que tiene historia”

Un cuarto de legua de la Plaza Mayor de Lima, y encadenado a una serie de colinas que son
ramificació n de los Andes, levantase un cerrillo de forma có nica.

Los geó logos dicen que es una mole de piedra que no esconde metal alguno.

Un sabio dijo que era peligroso porque cobijaba un volcá n de agua.

Las lluvias le dan pintoresca vista, pues se cubre de flores y gramalote que sirve al ganado.

En 1536 el Inca Manco, a la vez Que con un ejército de ochenta mil indios sitiaba el Cuzco
envió veinticinco mil sobre la recién fundada ciudad de lima; quienes, para ponerse a salvo
de la caballería españ ola acamparon a la falda del cerro, delante del cual pasaba un brazo
del Rímac.

Siempre que ellos emprendían el paso del río para consumar la victoria volvíase tan
impetuoso, que centenares de indios perecían ahogados.

Por el contrario, a los españ oles les bastaba encomendarse a San Cristó foro -cargador de
Cristo- para vadear el río y embestir sobre el enemigo, pero con poco de éxito, pues era
rechazados y se replegaban a la ciudad. A no obrar un milagro, los españ oles estaban
perdidos. Y el milagro se realizó .

La mañ ana del 14 de setiembre día que la Iglesia celebra la Exaltació n de la. Cruz, los
indios emprendieron la retirada sin que ningú n historiador haya explicado su motivació n.

A las cuatro de la tarde don Francisco Pizarro, -seguido de sus conmilitones- se dirigió al
cerro lo bautizó como San Cristó bal, y colocó en la cumbre una gran cruz de madera.
Como no había templos aú n la misa dominical se celebraba en la Plaza Mayor, callejó n de
Petateros, inaugurá ndose en 153 la capilla del cerro, a la que afluía el vecindario en los
días de fiesta. Después, anualmente, el 14 de setiembre efectuaba se una bulliciosa
romería al San Cristó bal.

1. PERSONAJES PRINCIPALES
Inca Manco Capac y
Francisco Pizarro

2. ¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE LA TRADICIÓN LEIDA?

En esta tradición nos habla Francisco Pizarro y cerca de 500 soldados se


enfrentaron a veinticinco mil guerreros nativos quienes pensaban
apoderarse del centro de la ciudad, sin embargo cada vez que intentaban
cruzar el Río Rímac, eran arrasados por la fuerte corriente y perecían en el
acto. Hasta que una mañana, los españoles gritaron: "¡Milagro de San
Cristóbal!" y tras esto, organizaron una caminata hacia la cumbre del
cerro donde construyeron una capilla y colocaron una enorme cruz de
madera.

3. MENSAJE
A veces las cosas inesperadas nos ayudan a dar solución a muchos
problemas, lo cual nos proporciona los milagros que necesitamos y nos
motiva para un mañana mejor.

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