Mayo 2012 $ 11.

- AÑO XXXVII - Nº 407

Los números atrasados se venden

ACTUALIDAD

PSICOLOGICA
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Eva Giberti - Irene Meler - Vita Escardó - Fernanda Trezza

Analía Losada - Ana María Britti - Silvina Pérez Zambón
Página 2 • Mayo 2012
Violencia de “Desde la psicología y la psiquiatría tradicional
no siempre se han identificado las claves objetivas
para entender el porqué de los comportamientos
violentos de muchos hombres ni la aparente pasivi-
dad y falta de reacción de las víctimas. No obstante,
género: hoy en día, esas claves están suficientemente defini-
das, de manera que ignorarlas no podrá ser conside-
rada, en ningún caso, inocente”.
Bosch, E, Ferrer, V, Alzamora, A.:
el efecto de EL LABERINTO PATRIARCAL (2006)
E
n este artículo pretendo avanzar a
partir de una anticipación que
introduje en otro texto (Giberti
fascinación 2012) al cuestionar “el marco teóri-
co” que se selecciona cuando refle-
xionamos, escribimos e intervenimos en acciones
destinadas al acompañamiento de víctimas de vio-
lencia de género, puesto que contamos con varios
Eva Giberti marcos posibles. La dimensión política como uni-
dad de análisis para rastrear novedades y tradicio-
nes en el inagotable y fecundo campo de la violen-
cia de género-violencia contra las mujeres- es la
perspectiva y el posicionamiento que el tema recla-
ma. En la anticipación mencionada me refería a la
idea de marco como concepción metodológica o
sea “el“ marco teórico que acompañaría el desarro-
llo de alguna tesis referida a Violencia de Género.
Parecería prudente pensar en una transforma-
ción nocional resignificando o reconstituyendo las
enunciaciones de los diversos procedimientos que
las violencias implican, así como atender al análisis
de los efectos de las múltiples violencias en sus víc-
timas. Este comentario no invalida el uso actual del
enlace género y violencia; solamente reclamo revi-
sión desde un pensamiento crítico complejo
(Morin 1995) y postcolonial( Estudios poscolonia-
les 2008) en lo que se refiere al modo de pensar
violencia familiar, violencia contra las mujeres,
violencia de género, violencias sexuales (delitos
contra la integridad sexual), trata de personas y
discriminación de los transgéneros.
Es posible, desde otra perspectiva utilizar de la
expresión Violencia de Género agendándola como
un marco interpretativo que se instituyó como tal
para facilitar una tarea esclarecedora capaz de
exceder los parámetros de las metodologías deduc-
tiva-inductivas para incluir una visión probabilís-
tica y hermenéutica de fácil acceso para la divulga-
ción y la difusión.
Un marco de esta clase puede resultar eficaz
mediante un conjunto de orientaciones mentales
que permiten dirigir la percepción de los hechos y
de este modo facilitar una interpretación de los
mismos. Este seria el significado que Goffman
(2006) describe. De este modo se pueden codificar
situaciones relacionadas con el ámbito en el que se
desenvuelven aquellas personas que actúan o for-
man parte de la situación, en este caso como vícti-
mas o agresores además del personal interviniente
en la prevención, acompañamiento de la víctimas,
sanciones jurídicas y sociales, también su histori-
zación y la construcción de narrativas pertinentes.
La expresión Violencia de Género facilita la
tarea esclarecedora acerca de los ataques a las
mujeres si bien sus contenidos son más abarcati-
vos: una vez que la preposición “de” cumplió la
función de unir las dos palabras se establece que
existe algo -la violencia- en relación “de” alguien. O
Actualidad Psicológica
de algo. ¿de qué? De género. Si estimamos que vio-
lencia compromete la idea de acción entonces se
trata de una acción en relación con el género.
Sugiero dar por sentado que coincidimos en lo
que se llamará género (vocablo acerca del cual no
existen acuerdos lingüísticos cuando se refiere a
hombres, mujeres y transgéneros). Solamente cita-
ré a Gayle Rubin (1975) quien definió patriarcado
como sistema de sexo-género, y posicionó al géne-
ro como categoría analítica originaria y un párrafo
de Alicia Puleo (2002): “Género puede tener un uso
meramente descriptivo que se limita a constatar la
existencia de formas sexuadas de la cultura. La críti-
ca feminista, en cambio, está animada por una ética
y una filosofía política que podrán tomar diversas
formas pero nunca estar ausentes”. Concepciones a
las que actualmente es preciso complementar con
las perspectivas actuales (Lugones, M. 2008):
”Tanto el dimorfismo biológico, el heterosexualismo
como el patriarcado son característicos de lo que
llamo el lado claro/visible de la organización colo-
nial/moderna del género”. Estas lecturas, escritas en
dos momentos diferentes de los estudios de
Género, son complementarios y explicativos en lo
que respecta a este artículo.
La expresión es capaz de unificar en un sentido
compartido, (un sentido unificado) la multiplici-
dad de ejemplos posibles capaz de producir una
reacción en quien lee o escucha; la frase encierra
un movimiento agresivo (violencia) hacia quien
habrá de recibirlo: el género.
Ese género incluye a los varones y transgéneros,
pero al hablar de Violencia de Género, el significa-
do que se prioriza es decisivo: se trata de ataque al
género mujer. No obstante engloba los ataques de
las mujeres a los hombres, y las de los transgéneros
entre si como víctimas o agresores. En tanto y
cuanto remite a todos los géneros.
En cuyo caso ¿por qué no decimos violencia
contra las mujeres? Podríamos aceptar las pro-
puestas del feminismo de la primera ola cuando
elige Violencia Patriarcal. Sería correcto al mismo
tiempo que obligaría a discernir qué decimos
cuando hablamos de patriarcado, instancia históri-
ca que acumula miles de páginas bibliográficas.
Violencia de Género adhiere lúcidamente -es
decir sin ignorar lo que arrastra- a una de las
trampas del lenguaje ontologizadas por el uso y
por la necesidad política que recomienda no apa-
recer excesivamente provocativas en el diálogo
cotidiano.
Si mentamos Violencia de Género el sentido
resulta morigerado, mucho mas convivencial que
denunciar cada día los ataques masculinos inmer-
sos y conglomerados en la cultura patriarcal en la
que sobrevivimos.
La expresión no admite inocencias
Cuando las autoras (Bosch, Ferrer y Alzamora
que dedican un capitulo a la enseñanza de
Violencia de Género en los ámbitos de la
Psicología) afirman que desconocer estos temas no
puede ser “en ningún caso inocente”, desenmasca-
ran la pretensión de ingenuidad e inocencia, ade-
más de ajenidad respecto del tema provenientes de
áreas profesionales y académicas de nuestra forma-
ción universitaria.
Actualidad Psicológica Mayo 2012 • Página 3

Los padecimientos del género mujer derivados
de diferentes formas de violencias históricamente
instituidas, se mantuvieron sumergidas, silencia-
das como tales, durante siglos. “Y he aquí que
ahora todo sube a la superficie (….)lo ilimitado
sube. (…) Ya no se trata de simulacros que se sus-
traen al fondo y se insinúan por doquier, sino de
efectos que se manifiestan y juegan en su lugar.”,
diría Deluze (1989).
La recepción de miles de currículas (5000)
aportando antecedentes en busca de contratos para
ser incluidos como profesionales en el Programa
las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nación,
(Giberti 2006), las entrevistas preliminares nos
ponen cotidianamente frente a psicólogas y psicó-
logos cuyo discurso, ilustrado por diversos post-
grados (exceptuando la especialización en varias
facultades) afirma:
“La violación no es un tema que haya estudia-
do, bueno, si, el goce de la mujer…” O bien: “La
violencia familiar no es tema en el que me especia-
licé…pero si hace falta leer algo…” De ese modo
egresan sujetados a la colonización política y
patriarcal que conduce a desconocer y devaluar un
conflicto social grave.
Estos fenómenos de colonización se encallan en
los aspectos de inhumanidad que cada sujeto
incorpora cuando egresa desde un “nosotros
ajeno” (los ajenos que solicitan auxilio más allá de
un consultorio) que se cincela en universidades
ocupadas en priorizar la asistencia individual(ista)
con escasas o nulas pasantías en terreno. En el año
2011 escribí:
“Desde el Medioevo, la enseñanza universitaria
es una educación de elite destinada a promover la
denominada cultura-sujeto. De allí parte la centrali-
dad y la hegemonía de las universidades, diferen-
ciándose de los saberes y discursos populares de la
sociedad civil que responde a su propia lógica de pro-
ducción que es la que nos encontramos en los consul-
tantes de hospitales y en las víctimas que asistimos en
el Programa Las víctimas contra las Violencias del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la
Nación. En estas circunstancias si privilegiamos un
posicionamiento psicoanalítico inspirado en las prác-
ticas de consultorio se arriesga, al decir de Lacan en
el Seminario 24 desde la “falla a la patinada; la una
equivocación”.
“Al mantener esa polaridad, cultura-sujeto cuan-
do el sujeto es el que solicita auxilio al Estado, queda
sellado el vínculo entre nosotros, los universitarios y
ellos, las víctimas, los atendidos, los necesitados.
Omitiendo que nosotros también provenimos de la
sociedad civil, además hemos sido legitimados por la
institución universidad; pero si hemos sido contrata-
dos por el Estado es para trabajar para y con sus polí-
ticas públicas. Este es un primer cortocircuito que se
mantiene latente, y con frecuencia no se esclarece en
el pensamiento de los colegas contratados por una
institución pública”(Giberti 2011)
Ese marco Violencia de Genero se constituyó en
organizador metodológico y semántico porque un
grupo de influencia lo reconoce y localiza como
indicador de un problema social “que afecta a sus
valores y que puede ser remediada por una acción
colectiva” (Sullivan, Th. y colaboradores 1980 cita-
do por Bosch &alter)
En la historia del siglo XIX ese grupo fue el
feminismo de la primera ola si bien anteriormente
existieron “denuncias”, reclamos que verbalizaban
la existencia de este trato violento sistematizado
contra las mujeres. Esa violencia, lejos de expresar-
se mediante la trompada ostensible o la violación
silenciada por miedo racional de la víctima, se dis-
tribuía mediante estrategias diversas. Cito un libro
de Faludi( 1991) que ejemplifica hechos tomados
de su experiencia en Estados Unidos, refiriéndose
al diseño de modas para mujeres:”¿Que les pasa a
las mujeres estadounidenses?”preguntaba el diseña-
dor francés Juan Molloy refiriéndose a la década
del 80.” No hacen lo que se les dice. Les explicamos
cómo han de vestir pero no nos escuchan” Por su
parte el diseñador francés Lacroix pretendía que
ellas escucharan y literalmente, “ponerles riendas”.
También cita a Dior: a fines de la década del 40
había triunfado y obedeciendo sus órdenes las
mujeres llevaban corsés que reducían sus cinturas
cinco centímetros. Una marca de corsés que redu-
cían la cintura en siete centímetros y medio consi-
guió un volumen de ventas de seis millones de
dólares al año.
La misma autora no se priva d e investigar el
maquillaje: un titular de una revista a fines del año
80 era explícito “Cómo ha de ser el maquillaje de
este verano. Que te vean pero que no te oigan”. Ni se

INSTITUTO DE PSICOANALISIS "ANGEL GARMA"

Se encuentra abierta la inscripción para la formación psicoanalítica,
para médicos y psicólogos a partir del 15 de noviembre de 2012.
Los interesados podrán informarse en la sede de la Institución o al mail: instituto@apa.org.ar

CENTRO DE INVESTIGACION Y ORIENTACION

“ENRIQUE RACKER” ” ASISTENCIA PSICOANALITICA
Área Clínica: • Orientación Asistencial: El Centro “Enrique Racker” ofrece a la comunidad orientación
psicoanalítica en forma gratuita: niños, adolescentes, adultos, adultos mayores, grupos, pareja,
familia, orientación vocacional.
Profesionales capacitados que brindan asistencia psicoterapéutica en forma privada con honorarios
instituciones adecuados a la realidad económica actual.
• Supervisiones a profesionales no pertenecientes a APA: El Centro Racker ofrece a profesionales que
no pertenezcan a APA, acceder a supervisiones con Miembros de nuestra Institución con honorarios
institucionales.
Tragedia del tren de Once: Ante el trágico suceso en la estación de Once, la Comisión Directiva y el
Centro Racker atendiendo solidariamente las necesidades de la comunidad, ha decidido ofrecer a
través de sus terapeutas, cinco entrevistas gratuitas para víctimas y/o familiares de las mismas.
Interesados comunicarse al 4812-3518 int. 16, de 9 a 16.30hs.

JORNADAS DE HOSPITALES (HOSPITALES E INSTITUCIONES EN SALUD MENTAL)

“LA COMUNIDAD DEBATIENDO ACERCA DE LA SALUD MENTAL”
11 Y 12 DE MAYO 2012
EJES TEMÁTICOS:
1) Qué entendemos por salud mental? 2) Diálogos entre el hospital y la comunidad;
3) Patología y ética; 4) Acto analítico en el hospital; 5) Biopolítica y construcción de la subjetividad;
6) Presencia del psicoanálisis en la formación hospitalaria. Interdisciplina.
ACTIVIDAD NO ARANCELADA
Los interesados podrán consultar a través de nuestra página web: www.apa.org.ar

JORNADAS DE PSICOSOMÁTICA
“PENSANDO LA PSICOSOMÁTICA PSICOANALÍTICA ACTUAL”
8 Y 9 DE JUNIO 2012
EJES TEMÁTICOS
1) Dolor. Vulnerabilidad. Resiliencia. 2) Repercusiones familiares de los trastornos somáticos.
3) Manifestaciones somáticas en la infancia. 4) Psicosomática y práctica hospitalaria.
5) Abordaje clínico: transferencia y contratransferencia. 6) Lo representable y lo no representado.
ACTIVIDAD ARANCELADA
Los interesados podrán consultar a través de nuestra página web: www.apa.org.a

APA - Rodríguez Peña 1674 - Código Postal C1021ABJ - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Página 4 • Mayo 2012
te ocurra hablar faltaba decir porque una mujer
bella era una mujer silenciosa.
La histórica ejemplificación de Gramsci cuan-
do describe la relación sometedor sometido cons-
tituye un soporte fundamental para entender
determinados fenómenos propios de la violencia
invisible que cuentan con la complacencia del
género mujer.
Por fin, como es sabido, el tema violencia con-
tra las mujeres adquirió vigencia internacional. Sin
embargo, este problema social que genera su pro-
pio marco instalado en la cotidianidad permanece
omitido en las curriculas universitarias o, por el
contrario, como lo advertimos actualmente en la
comunidad, genera su opuesto: su rumiación coti-
diana. Proceso más elaborado que la omisión y el
silencio aunque en espera de ser deglutido, meta-
bolizado, en la medida que las violencias entre los
seres humanos puedan morigerarse.
Las agrupaciones
Diariamente surgen grupos dispuestos a
luchar contra la Violencia de Género, provenien-
tes de los ámbitos más dispares e integrado por
protagonistas impensados e impensadas. La
intención, sin duda, es meritoria y exitosas innu-
merables de sus intervenciones. Si bien la difusión
del problema genera francotiradores/as y agrupa-
mientos voluntaristas que pueden encerrar el
anhelo personal y la propia necesidad proyectadas
intentando resolver los problemas de cada quien
mediante la búsqueda de oportunidades para
hablar de violencia. Lo cual no debería asombrar-
nos si tenemos en cuenta el caudal de mujeres
sometidas y maltratadas con el que convivimos.
Impresiona como si repentinamente se produjera
una atracción inevitable y la frase Violencia de
Género funcionase como atractor.
Frente al hecho social podemos preguntarnos
¿por qué este afán redentorista subitáneo?
Quizás la orientación de la percepción, como lo
sugiere la idea de marco, queda bastante más que
orientada y nos encontramos con un universo de
docentes, políticos, policías, periodistas, vecinos y
profesionales que se refieren a Violencia de Género
“sabiendo” de qué están hablando y qué es lo que
se debería hacer y qué es lo que quieren hacer.
Como si hubiesen adquirido un pensamiento
claro y distinto, cartesiano y racionalista que con-
duce a afirmar, conceptualizando: “yo ya se de qué
se trata este tema: se refiere a violencia familiar, a
femicidios… “ Realmente “saben”.
No obstante habría que pensar si de este modo
la violencia de género en-si no perdería su calidad
en tanto marco interpretativo para quedar atrapa-
do por las serialidades que van surgiendo :la serie
de las violencias familiares, la serie de los femici-
dios, de la violencias obstétricas, de las violencias
sexuales, de las laborales…. Entonces arriesgaría
establecerse como un sistema cerrado mediante la
enunciación organizada como series incluyendo
solamente otras series que además no sólo pue-
den reconocerse sino clasificarse por países: la
infibulación, la cliterectomía en países que practi-
can la religión musulmana, los matrimonios
impuestos desde que la mujer es niña(antigua
costumbre en la India), las violaciones como
rituales propios de sus culturas (wichis en
Argentina) y otras.
Formando parte de la ingenuidad que impreg-
na la rumiación ingenua y bien intencionada de la
frase desembocamos en el silencio que omite
mencionar al capitalismo como uno de los moto-
res de la Violencia de Género, perfectamente esta-
blecida también en ámbitos regulados por otras
políticas económicas, siempre y todas ellas vincu-
ladas con formas patriarcales de convivencia.
Tema que reclama otro capitulo.
El efecto de fascinación
Si comparamos la pléyade de cursos, ciclos,
foros, agrupaciones, que se han creado durante
estos dos últimos años, además de los existentes,
oficiales y privados, con el aumento indeclinable
de diversas violencias contra las mujeres, expues-
tas diariamente en los medios de comunicación,
advertiremos la creación de series (caso nº 1, caso
nº 2, caso nº 3, etc.) que habilita un sistema cerra-
do serial y por lo mismo arriesga bloquear lo
Actualidad Psicológica
interpretativo, las interpretaciones posibles acerca
de lo que sucede. Intentando racionalizar aquello
que ilustra la información y que fatalmente brota
en la reiterada pregunta periodística: “La violen-
cia ¿aumenta o aumentan las denuncias?”
Incorporando una pregunta cerrojo: no hay
posibilidad de comparar, salvo algunas cifras, por
ejemplo aquellas de las que nosotros disponemos
en el Programa Las Víctimas contra las Violencias
merced a las intervenciones realizadas en auxilio
de las víctimas entre el año 2006 y 2012.(quizás
existan otras que desconocemos) Lo cual no
garantiza certeza alguna que permita discernir
entre quienes llamaban al número telefónico gra-
tuito las 24 horas de los 365 días en el año, el
número 137, porque estaban informadas y las
otras victimas también reales pero que desconocí-
an la existencia de ese recurso.
La adhesión a la serialidad que cada día se apor-
ta permite ensayar racionalizaciones de diversa
índole que, sabemos, nos alejan de las interpreta-
ciones posibles. En cambio facilitan el desembarco
en el efecto de fascinación (Yañez Cortes 1986).
Ese efecto de fascinación atrapa y conduce a la
repetición que denominé rumiación, desarticulan-
do ambos sentidos: rumiar es una acción diferente
del repetir que se acoge al reiterar, con un compro-
miso “mental”, ausente en la rumiación.
¿Podríamos pensar que la expresión Violencia
de Género, hechiza a quienes quedan captura-
dos/as? Y al mismo tiempo los promueve, los
motoriza hacia una finalidad que depende de la
existencia de esa violencia.
Esa finalidad es la que se organiza en forma de
agrupaciones, foros, cursos, reuniones vinculados
con el tema Violencia de Genero así como desata
interacciones e intenciones, seguramente solida-
rias, pero tal vez abruptas, espasmódicas en su
manera de presentarse y de iniciar sus actividades.
Un ejemplo: En el Programa Las Victimas con-
tra las Violencias, también en mi correo personal,
se reciben centenares de pedidos para incorporar-
se en el ámbito de trabajo con victimas de violen-
cia familiar: “Me interesa mucho ese tema!!”, “Yo
quisiera colaborar con ustedes!!” “Tengo cuatro
horas libres por día y podría ayudar!!” “Yo hice un
postgrado en violencia familiar en tal país y qui-
siera formar parte de los grupos de ustedes!!”.
Expresiones que no necesariamente equivalen a
una solicitud de empleo,(a veces si) y es posible
suponer que responden a la fascinación que desa-
ta e impone la expresión Violencia de Genero sos-
tenida y justificada por millones de víctimas en
Occidente (ignoramos parcialmente qué sucede
en Oriente.)Esos llamados corresponden a quien
probablemente “siente” el impulso:” Yo quiero
estar allí, donde están las víctimas y seguramente
sabría lo que hay que hacer, lo que las víctimas
precisan…Porque yo siento que debo hacer algo”.
La sensación “piel a piel” con la víctima responde
al compromiso corporal que acompaña al efecto
de fascinación.
En ese efecto de fascinación cabe discernir
entre el componente narcisístico, de aquel otro que
Yañez Cortes denomina su momento positivo-no
narcisístico- que busca el cumplimiento imposible
de nuestro deseo al modo en que el proyecto solo
puede intentar cumplirse en la intersubjetividad.
Pero aquí no existe intersubjetividad sino
Actualidad Psicológica
otro(otra) que jamás se alcanza porque está parada
en el ámbito de lo inalcanzable, lo que nos desbor-
da. Digo, refiriéndose a estos llamados y pedidos.
Coincidentes también con aquellos cursos
donde se habla y se aporta conciencia acerca de la
gravedad del problema, pero sin haber tomado
contacto sistemático y calificado con víctima algu-
na. Exceptuando las situaciones, frecuentes por
cierto, en las que una asistente se pone de pie y
dice “Yo fui una mujer golpeada” y narra su avatar.
Pero queda marcada la diferencia: afirma que
”fue,” ya no es una víctima in situ. Ha sido susti-
tuida por la memoria, la ira, la frustración o la
satisfacción por haber resuelto su posición del
estar siendo golpeada.
Ejemplifico de este modo porque lo corporal
no es ajeno al efecto de fascinación que ejerce la
expresión Violencia de Género.
La presencia imaginaria o visual de lo corporal
es lo que potencia la captura en el efecto de fasci-
nación que la frase produce al convocar a esa otra
ausente, distante de la historia personal pero ingre-
sada en el deseo de quien quiere “ayudar”. Existe
esa otra que siempre estuvo allí pero que recién, en
ese momento dialéctico, fue registrada imaginaria-
mente, como posibilidad que podría tornarse posi-
ble. Y se inscribe en la estructura, en realidad, en la
modalidad del marco que cobija la expresión
Violencia de Género.
El fármacon como marco
Podemos admitir la expresión como marco que
afirma la Violencia de Género, y que quizás funcio-
na como fármacon-pharmakon-(remedio) puede
matar y curar.
(J. Derrida,1975). Derrida incorpora el con-
cepto a partir de Gorgias “Así como ciertos fárma-
cos eliminan del cuerpo cierto humor y otros fárma-
cos otro; y unos libran de la enfermedad y otros qui-
tan la vida, así también ciertas palabras afligen,
otras alegran, otras aterran, otras enardecen al que
las escucha y otras en fin, con eficaz persuasión
maligna, envenenan y hechizan el alma.”(Lain
Entralgo, 1987)
La expresión arriesga y pone en peligro en
tanto encubre todas las violencias contra las muje-
res al introducir el género como distractor de lo
que se quiere decir: las prácticas patriarcales des-
truyen, asesinan y someten a las mujeres en cual-
quiera de las etapas de sus vidas. Pede curar por-
que logra enaltecer las decisiones de quienes deci-
den enfrentarla.
Cura porque difunde el tema, alerta, genera
legislaciones y en oportunidades se logra que los
violentos sean reconocidos por jueces y fiscales. El
encarnizamiento en la repetición de la frase, reite-
rada de manera inoculante encuentra su soporte
en una Ley que esta gestión de gobierno alumbró
(Ley 26.485). Sin embargo no logra trasladar el
código escrito y verbal a un código de acción que
limite el placer masculino por atacar a una mujer,
particularmente cuando ésta no puede defenderse.
Es decir, siendo farmakon en manos de un juez
puede matar según sea la dosis que se aplica, al
interpretar la Ley. El modelo es el golpe físico, pero
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las cesáreas que realiza un médico porque cotiza
con un precio más alto que un parto normal, y el
acoso sexual con que verbalmente un jefe sujeta a
su secretaria que no puede prescindir de su traba-
jo quedan incluidas en ese marco que la Violencia
de Género ofrece.
La frase puede agravar, por el solo hecho de
existir, la actitud sexista y patriarcal de quien apli-
ca la Ley. Será exitosa si y solo si quien debe apli-
carla está convencido/a de su necesidad. Por el con-
trario la respuesta puede ser “El caso no cabe den-
tro de los considerandos de dicha legislación”.
En un reciente hecho ocurrido en la provin-
cia de La Pampa(General Pico), (10 diciembre
2011) la sentencia sostuvo que teniendo en
cuenta que el violador solicita casarse con la víc-
tima y ella acepta, “se autoriza el matrimonio”.
Para lo cual se recurre al avenimiento.(figura
que acaba de se destituida del Código Penal).
Como recordamos, el violador se casó con la
joven a la violara, (el matrimonio implicaba el
perdón de la víctima y el acogimiento a una vida
en común con el violador) y la mató una sema-
na después. La evaluación psicológica de la vícti-
ma, aunque los colegas psicólogos diagnostica-
sen que ella no estaba en condiciones de discer-
nir de manera autónoma su decisión de convivir
con el agresor, no seria vinculante. La prioridad
estaba enrolada en la mentalidad judicial de
quienes debía sentenciar, totalmente ajena a la
filosofía de la ley y a sus fundamentos.
Haber sostenido que la Violencia de Género era
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el argumento salvador para esta víctima, o sea, la
curación que el fármacon ofrece, dependía de
quien suministraba la dosis, en este caso, mortal.
Lo actual en el campo de la política
Si afirmásemos que Violencia de Género se ha
puesto de moda, diríamos una estupidez. Pero el
logos dispone de los fueros necesarios como para
ensayarla. Aunque “estar a la moda” signifique
que es imposible prescindir de determinados
enclaves sociales, ya sea en la ropa, en fumar
marihuana, en mantener una silueta quasi anoré-
xica y en practicar cumbia, no hay impedimento
alguno para que la moda se extienda a los giros
idiomáticos, si bien en múltiples ejemplos com-
promete modelos asesinos.
La moda se torna peligrosa cuando, desde los
ámbitos del poder instituido, con poderes coyun-
turalmente instalados, surgen personas que care-
cen de entrenamiento y conocimientos en el tema,
aunque puedan contar con asesorías académi-
cas,(habitualmente ajenas a las prácticas en terre-
no) y avanzan instalando “políticas de género” que
solo alcanzan niveles declarativos. Su finalidad
reside en no quedar fuera del circuito. Seria perti-
nente que reconocieran que las luchas eficaces y
comprometidas de las mujeres históricas han sido
el origen de su repentino interés en el tema.
El punto no constituye un detalle y suele
plantearse en congresos internacionales que se
ocupan del tema porque se reconoce la diferencia
entre la preocupación y el interés por las víctimas
al mismo tiempo que deja al descubierto los afa-
nes personales de quienes se encaraman en luga-
res oficiales o prestigiosos; enhorabuena cuando
aciertan en alguna práctica. Este fenómeno,
internacionalmente reiterado, tambien forma
parte del marco y de la acción colectiva que loca-
liza la denominada Violencia de Genero como
problema social, epidemiológico y éticamente
crítico.
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Bibliografía
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GOFFMAN E: 2006) FRAME ANALYSIS. LOS MARCOS DE
LA EXPERIENCIA
CIS. Madrid. Marco-en realidad Frame- es una noción intro-
ducida por Bateson pero Goffman modifica ese significado.
Para construir su tesis se informa por medio de recortes perio-
dísticos de sucesos acaecidos, incluye consultorio sentimental y
ficción literaria. Los marcos interactivos que propone no solo
constituyen un modo de convención entre sujetos que se
comunican, sino que se vuelen independientes de las intencio-
nes individuales. Se articulan entre si y se empalman, en opor-
tunidades codificándose de modo que se pueden clasificar.
Con este estilo Goffman se separa en parte de las tesis relativis-
tas del interaccionismo simbólico y busca un equilibrio para
plantear la relación entre la “totalidad social” y las posibilida-
des de los sujetos para crear sus propios marcos de referencia.
LAIN ENTRALGO,P.(1987) Citando a Gorgias. LA CURA-
Actualidad Psicológica
CION POR LA PALABRA EN LA ANTIGUÚEDAD CLASI-
CA.Ed Anthropos. Madrid
PULEO,A (2002) FILOSOFIA, GENERO Y PENSAMIENTO
CRITICO .Ed Universidad de Malaga.España-
RUBIN, G (1986): EL TRÁFICO DE MUJERES: NOTAS
SOBRE LA “ECONOMÍA POLÍTICA DEL SEXO” en NUEVA
ANTROPOLOGÍA, Vol. VIII, nº30, México
SANDRO MEZZADRA, GAYATRI CHAKRAVORTY SPIVAK,
CHANDRA TALPADE MOHANTY, ELLA SHOHAT, STUART
HALL, DIPESH CHAKRABARTY, ACHILLE MBEMBE,
ROBERT J. C. YOUNG, NIRMAL PUWAR, FEDERICO
RAHOLA (2008) : ESTUDIOS POSTCOLONIALES. Ed:
Traficantes de Sueños. Sitio web desarrollado por xsto.info con
eZ publishy otras tecnologías libres. Madrid.
YAÑEZ CORTES R.(1986): EL EFECTO DE FASCINACIÓN
(Teoria filosófica de un concepto psicoanalítico).Catálogos,
Bs.As.
La Pampa, General Pico 10 diciembre 2011 Eran pareja, tuvie-
ron un hijo, se separaron. El la violó a mano armada y recupe-
ró la libertad hace ocho días cuando la Justicia aceptó en ape-
lación el “avenimiento” por el cual víctima y victimario se
casan. Ayer la mató a cuchilladas. El hecho fue cometido fren-
te a su hijo y su madre. Detienen al homicida.
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-183121-2011-
12-11.html
El fiscal federal Ricardo Sáenz, especialista en temas de violen-
cia doméstica, entiende que "una parte de la inseguridad ciu-
dadana es generada por los fallos juidiciales" y cuestiona el
"excesivo garantismo que se aplica en las causas penales que
provoca que delincuentes que son peligrosos estén en libertad
y sigan cometiendo delitos".Según Sáenz, en el caso de La
Pampa "parecía que era altamente previsible que esto pasara".
La historia de Carla Figueroa y su esposo, Marcelo Tomaselli,
llegó a los medios cuando ella lo perdonó públicamente des-
pués de haberla violado.
"Aparte la cuestión del acuerdo entre la persona violada y el
violador es absolutamente antiguo", agrega. El funcionario
judicial cita el artículo 132 del Código Penal que, aunque ha
sufrido reformas, augura un entendimiento entre las partes
para "armonizar" la relación: "Es una cosa pensada para cien
años atrás".?" Más allá del caso y de los personajes hay mucha
laxitud en las decisiones judiciales, en los informes pericia-
les. Creo que hay que tener más rigor en la aplicación de la
ley, es lo que indica el momento que estamos viviendo", con-
cluye el fiscal.
http://www.perfil.com/contenidos/2011/12/13/noticia_0019.h
tml
Carbajal, M. (2011)Avenimiento : 1999: La figura de “aveni-
miento” o “reconciliación” está contemplada en el Código
Penal y establece que en casos de violación y cuando haya rela-
ciones afectivas preexistentes entre víctima y victimario, el tri-
bunal puede “excepcionalmente” aceptar la propuesta de ella si
fue formulada “libremente” y “en condiciones de igualdad y si
considera que es un modo más equitativo de armonizar el con-
flicto con mejor resguardo del interés de la víctima”.
Así se extingue la acción penal http://www.pagina12.com.ar
/diario/sociedad/3-183121-2011-12-11.html
Actualidad Psicológica
“Violencia I) Construcción de la violencia como
objeto de estudio
E
xisten numerosos discursos tradi-
cionales que naturalizaron la vio-
contra las lencia ejercida por los varones con-
tra las mujeres. En un contexto que
ha legitimado el control y el disci-
plinamiento masculino de mujeres y niños, a lo
mujeres. sumo, se limitaron a estipular el grosor de la vari-
lla con la cual azotar a la víctima, para que el casti-
go no tuviera consecuencias fatales. ¿Cómo hemos
transitado, entonces, desde la aceptación de la vio-
lencia de género, consensuada por el sentido
El contexto cultural común, hacia la situación actual, donde los actos
violentos que se producen en el ámbito familiar
son objeto de repudio unánime, de sanción penal y
de políticas públicas destinadas a erradicarlos?
La violencia contra las mujeres es un objeto
y los trastornos cognitivo y político construido a lo largo del pro-
ceso creciente de democratización formal que ha
caracterizado a Occidente. La ocupación principal
de los varones de los estamentos gobernantes fue,
psicopatológicos durante la Antigüedad y el Medioevo, la guerra. La
violencia, el pillaje, el incendio y el asesinato, cons-
tituyeron durante siglos, métodos idóneos para
construir posiciones sociales y cementar fortunas.
En consecuencia, la naturalización de la domina-
Irene Meler* ción masculina en las sociedades estamentarias no
debe sorprender, ya que la existencia social ha
transcurrido en un contexto fuertemente jerarqui-
zado. La jerarquía se establecía sobre la base de cri-
terios asociados con la fuerza destructiva y opreso-
ra que los sujetos y sus familias fueran capaces de
ejercer sobre los demás.
Atenas, la cuna de la democracia occidental, fue
una sociedad esclavista, cuya prosperidad se asen-
tó sobre el trabajo de los prisioneros de guerra, y su
disfrute se nutrió de la explotación sexual de los
adolescentes y de las mujeres jóvenes que habían
sido capturados. A lo largo de la historia, la repre-
sentación colectiva de que todos los seres humanos
somos libres e iguales ha recorrido un camino pla-
gado de exclusiones, para ir incorporando de
modo progresivo en la categoría de la humanidad,
a las etnias extranjeras, las mujeres y los niños.
Hoy, mujeres y varones son considerados por
los Estudios de Género como colectivos sociales
construidos sobre la base de elaboraciones cultura-
les que han tomado a las diferencias sexuales bio-
lógicas como emblemas para la construcción de
jerarquías. Estas jerarquías exceden la bipartición
femenino/masculino, ya que al interior de cada
colectivo genérico es posible encontrar su propia
estratificación, establecida en términos del saber, el
poder y los recursos de que los sujetos disponen. La
masculinidad, debido a su ancestral construcción
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Mayo 2012 • Página 7
como estamento dominante, es particularmente
jerárquica. Existen numerosos estudios etnográfi-
cos que informan acerca de la existencia de
“Grandes hombres” (Godelier, 1982; Stoller y
Herdt, 1992) o de su contrafigura, los “hombres
basura”, aquellos que fracasaron en la lucha por el
dominio (Gilmore, 1990). La evaluación constante
del desempeño masculino es fuente de sufrimiento
psíquico, y constituye una de las raíces de la vio-
lencia ejercida por los hombres, tanto dentro como
fuera de la familia.
La tarea de quienes nos desempeñamos en el
campo de la asistencia de la salud mental, debe
contextuarse sobre esta comprensión de los proce-
sos sociales, culturales e históricos. De otro modo
el riesgo es naufragar en la construcción de una
psicopatología individualista, biologista y endoge-
nista, que no resulta de utilidad para asistir el sufri-
miento de quienes solicitan nuestra ayuda.
II-) Cómo funciona el sistema
sexo-género
Si comprendemos que la frecuencia con que
se registran los actos violentos perpetrados por
los varones contra las mujeres deriva de las con-
diciones sociales y culturales que han regulado
sus relaciones intersubjetivas, dispondremos de
una herramienta teórica idónea para evitar
extraviarnos.
El concepto de “sistema sexo-género” fue crea-
do por una antropóloga feminista cuya formación
inicial fue estructuralista (Rubin, G., 1975), para
referirse a un dispositivo de regulación social que
establece el intercambio de mujeres por parte de
grupos de varones, tal como lo describió Lévi
Strauss (1949). A través del mismo se estipula cua-
les son las uniones sexuales permitidas y cuales
están prohibidas. De ese modo se ha construido la
sexualidad humana y se habría creado el parentes-
co, que, en las sociedades pre-estatales constituyó
la forma principal en que se regularon los lazos
sociales. Rubin se refirió al intercambio de mujeres
como “tráfico de mujeres”, aludiendo de este modo
al carácter opresivo de dicho arreglo social. La sub-
jetividad masculina y la femenina, tal como las
conocemos, se habrían estructurado al interior de
esas redes de alianza entre familias, y coincidirían
con la subjetividad de los intercambiadores versus
la desubjetivación de las intercambiadas.
Los estudios realizados en el ámbito académi-
co y en el de los Organismos Internacionales, nos
informan acerca de que la subordinación social
de las mujeres está lejos de haber pasado a la his-
toria. Sólo una minoría de mujeres provenientes
de sectores sociales medios y altos, que ha tenido
acceso a la educación y al mercado laboral, logró
Página 8 • Mayo 2012
condiciones de paridad. Sin embargo, las huellas
del sometimiento ancestral dejan su marca en el
psiquismo; es así como encontramos en las con-
sultas clínicas, situaciones donde mujeres que
socialmente han logrado gran autonomía, sopor-
tan en el ámbito de la intimidad relaciones amo-
rosas abusivas.
Los indicadores objetivos de la condición
femenina se refieren a los diversos ámbitos de la
existencia social. En las familias, las mujeres aún se
hacen cargo de la mayor parte del “trabajo invisi-
ble” (Larguía, 1982), relacionado con la atención
del hogar y con el cuidado de los niños, adoles-
centes y ancianos. Esta doble jornada o “doble
turno” (Hochschild, 2003), fragiliza su inserción
en un mercado laboral androcéntrico, donde las
condiciones de trabajo se han diseñado sobre la
base de la experiencia social del trabajador varón,
que dispone de los servicios gratuitos de una
madre o de una esposa para dar cuenta de sus
necesidades de atención personal. Las mujeres
deben mimetizarse con el estilo de comporta-
miento masculino para desempeñarse como tra-
bajadoras, con el fin de hacer frente a los prejui-
cios que suponen que su desempeño será inferior
al de sus pares varones. Sin embargo, pese a que
con considerable esfuerzo logran buenos niveles
de presentismo y de logros laborales, existe una
brecha salarial en todo el mundo, que por ejem-
plo, en España, asciende hoy al 17 %. Esto signifi-
ca que se paga menos a las mujeres por trabajos
idénticos a los realizados por trabajadores varo-
nes, que están mejor remunerados. Curiosamente,
esta brecha se incrementa a medida que se acumu-
lan credenciales universitarias.
En lo que se refiere a la educación, es conoci-
do que las trabajadoras necesitan haber logrado
un nivel educativo mayor que los varones para
acceder a los empleos, y que, efectivamente,
obtienen mayores acreditaciones educativas en la
actualidad. Buenas estudiantes, compiten sin
embargo con dificultad en un contexto que apre-
cia la subjetivación masculina, más competitiva,
ambiciosa y confrontadora. Esta situación se evi-
dencia por ejemplo, en el mundo empresario, en
su baja presencia en los puestos más altos de
dirección.
En lo que se refiere a la participación política, la
vigencia del sistema de cuotas da cuenta, tanto del
esfuerzo internacional por promover la paridad,
como de la rémora que persiste para la plena par-
ticipación femenina en los ámbitos de poder y
toma de decisiones.
Estas circunstancias sociales y culturales, se
perpetúan pese al poderoso impulso hacia la pari-
dad que ha caracterizado a la segunda mitad del
siglo XX y continúa hasta la actualidad.
Si encuadramos las indagaciones psicológicas
en un paradigma que reconozca la efectividad del
contexto colectivo en el cual se constituyen los
sujetos, será fácil comprender que los conflictos,
sufrimientos, y patologías que llegan a la consul-
ta psicoterapéutica constituyen versiones idiosin-
crásicas de estas tendencias generales. El imagi-
nario social (Castoriadis, 1993), las representa-
ciones colectivas (Moscovici, 1985) no surgen de
circunstancias universales y ahistóricas sino que,
por el contrario, se caracterizan por su historici-
dad. El malestar de los sujetos contemporáneos
se encuadra en los conflictos y paradojas de la
cultura actual.
III) Las huellas subjetivas de la
subordinación femenina
Dentro de las numerosas secuelas de la domi-
nación masculina (Bourdieu, 1998) que encontra-
mos en las mujeres actuales, podemos destacar
algunas que resultan notorias.
La idealización del amor es persistente, y la
tendencia a considerar que la vida personal care-
ce de sentido y atractivo si no se integra una
pareja, preferentemente conyugal, con un hom-
bre, es casi universal. Esta tendencia, muy marca-
da entre las generaciones mayores, presenta
características singulares en las mujeres que tran-
sitan hoy por la década que media entre los trein-
ta y los cuarenta años.
Cuando han tenido acceso a la educación
superior, muchas de ellas dedicaron una conside-
rable energía a su desarrollo de carrera. El acceso
a la sexualidad recreativa, actualmente posible
gracias a la anticoncepción moderna y al relaja-
miento del doble código moral, las ha librado de
la “servidumbre erótica” descrita en los comien-
zos del sigo XX por Von Kraft Ebbing y retomada
por Freud en 1914. El creador del psicoanálisis se
refirió con este concepto a la dependencia emo-
cional y cognitiva que las mujeres de su época
solían desarrollar con respecto de sus iniciadores
sexuales, que en la mayor parte de los casos serían
sus compañeros exclusivos. Este ejercicio –caren-
te de recíprocidad- del monopolio masculino
sobre la sexualidad de las esposas, favorecía la ide-
alización del varón y el reconocimiento de su
liderazgo en todas las áreas de la existencia. Pero
nuestras jóvenes de carrera están lejos de tal con-
dición. Entonces, ¿por qué motivo mantienen la
vigencia de la mistificación del amor?
No sería correcto responder a este interrogante
declarando que el amor mueve el mundo, aunque
existen psicoanalistas contemporáneos que sostie-
nen esa idea (Green, 1996). Si bien la teoría psico-
analítica asigna una importancia central a la sexua-
lidad humana, y considera que el desarrollo de sen-
timientos amorosos deriva de ese origen, es cono-
cido que las actitudes masculinas y femeninas
difieren en este aspecto. Grunberger (1977) ha
considerado en un trabajo sobre el narcisismo y la
sexualidad femenina, que la preocupación amoro-
sa puede caracterizar a los adolescentes, pero que
entre los varones adultos el amor pasa a ocupar un
espacio subsidiario, mientras que mantiene su cen-
tralidad en la vida psíquica de las mujeres.
Relaciona este observable con heridas narcisistas
tempranas sufridas por las mismas, derivadas de la
institución de la crianza materna. Sin internarme
en esta ocasión en la discusión de esa tesis, lo que
me interesa destacar es que el autor aporta en el
sentido de mis observaciones actuales, o sea que
destaca la prevalencia de la ilusión amorosa entre
las mujeres adultas.
He analizado los sueños diurnos de algunos
pacientes, varones y mujeres, y me fue posible
advertir que las fantasías desiderativas masculinas
Actualidad Psicológica
se relacionan generalmente con deseos ambiciosos.
El sujeto imagina que obtiene algún logro extraor-
dinario, tal como ganar una batalla, o realizar un
descubrimiento científico. Es reconocido por todos
sus seres queridos, entre los que reparte los dones
que ha logrado. El amor aparece entonces, como
recompensa del triunfo personal.
En contraste, la estructura de las fantasías de
deseo entre las mujeres comienza por una relación
sentimental. Su excelencia física y psíquica es apre-
ciada por un hombre que ha logrado un cierto
poder y reconocimiento social. El amor que él
experimenta lo lleva a colmarla de dones. Ella,
entonces, los comparte con sus otros seres amados.
Esta estructura imaginaria ha sido explotada en
numerosos producciones literarias y cinematográ-
ficas destinadas al público femenino.
Resulta evidente que, mientras los varones
cifran su esperanza en el propio esfuerzo, las muje-
res desean suscitar el deseo de un varón poderoso
y reciben así, una sensación de excelencia por dele-
gación. Esta modalidad de fantaseo se observa aún
entre mujeres autónomas, que han logrado un
satisfactorio desarrollo laboral. Sin embargo, su
deseo gira en torno de ser elegidas, confirmadas en
su estima de sí a través de ese reconocedor privile-
giado, que consideran debe ser masculino.
Es fácil comprender que mientras la actitud
que prevalece entre los varones es una expresión
de autonomía, las fantasías femeninas que descri-
bo implican la pervivencia inconsciente de una
situación de dependencia infantil, transferida al
objeto de amor adulto. Esta dependencia, que reci-
cla la subordinación histórica, es el caldo de culti-
vo para la aceptación de abusos y malos tratos,
asociados con la idealización del compañero y la
auto devaluación.
Otra tendencia subjetiva extendida entre las
mujeres y asociada con lo descrito, se refiere a la
prelación que asignan al cultivo de los vínculos por
sobre la prosecución de logros personales. Esta
característica del psiquismo se relaciona con la
ancestral asignación de las mujeres al ámbito fami-
liar. Los roles sociales asignados han facilitado una
particular construcción del sí mismo temprano,
cuyas fronteras suelen ser más porosas que lo que
se acostumbra a observar entre los varones. Una
psicoanalista norteamericana de la escuela de
Sullivan, ha denominado al self femenino como
“self-en –relación” (Baker Miller, 1992). De este
modo buscó poner de manifiesto el modo en que
la representación que las mujeres elaboran acerca
de sí mismas se vincula de modo estrecho con el
ser de sus objetos de amor primario. Esta peculia-
ridad de la evolución psico-afectiva favorece el
desarrollo de empatía, pero dificulta la individua-
ción. Recuerdo que para poner en crisis esa moda-
lidad subjetiva, solía saludar a una paciente dicién-
dole “Hola, ¿qué tal? ¿Y la familia?”. Mi propósito
era favorecer la emergencia de un Yo, indiscrimina-
do en el “nosotros”.
Al interior del ámbito privado, la gestión de los
afectos y de los cuidados ha sido femenina, y sirvió
al fin de garantizar la salud física y mental de los
varones, los niños y los ancianos. Es tal la impor-
tancia objetiva y subjetiva de los cuidados, que se
Actualidad Psicológica Mayo 2012 • Página 9

ha creado la denominación de “economía del cui-
dado” (Carrasco, 1999; Folbre y Yoon, 2008) para
aludir al valor económico de esas prestaciones que
las mujeres realizan y que son difícilmente cuanti-
ficables. Si el logro del bienestar de los demás fue
constituido como un emblema del narcisismo
femenino, es comprensible el desarrollo de actitu-
des altruistas de auto postergación, observado
entre las mujeres. La épica del sacrificio personal,
que ha sido ridiculizada en referencias irónicas a
las madres judías, puede comprenderse como la
restitución narcisista de la humillación derivada de
una posición servil. La abolición de la tendencia
espontánea hacia la búsqueda del propio bienestar,
se transforma en consagración heroica y en fuente
de enaltecimiento para el sí mismo de las mujeres
que se ubican en esa posición. Esta es otra circuns-
tancia que contribuye a construir la vulnerabilidad
femenina ante la violencia conyugal.
Finalmente, corresponde destacar cuál es un
destino habitual de la asertividad y la hostilidad
que las mujeres han aprendido a sofocar. Quienes
han renunciado a sus metas egoístas y han dado
prioridad a los demás, idealizan a aquellos sujetos
que lograron sostener su narcisismo intacto y que
se ubican a sí mismos en el lugar del Modelo o
Ideal para los otros. Es más fácil que los varones
conserven aspiraciones personales hacia logros de
algún tipo, ya sean físicos, deportivos, laborales o
intelectuales. Esta situación estimula el someti-
miento femenino hacia un varón que ha sostenido
su omnipotencia infantil. Así buscan satisfacer la
propia pulsión de dominio de forma vicaria. Ser la
mujer de un varón dominante implica cierto orgu-
llo, que se paga en el secreto del hogar con la acep-
tación de malos tratos.
catástrofes naturales. En tiempos de paz y abun-
dancia, la situación de las mujeres mejora. La con-
traparte oscura del privilegio varonil es el carácter
prescindible de los sujetos masculinos, que pue-
den ser sacrificados con mayor facilidad en aras
del interés colectivo.
Es posible encontrar una nítida correspon-
dencia entre estos arreglos culturales y ciertas
tendencias características de la subjetividad mas-
culina. En efecto, con frecuencia encontramos
entre los varones la aparición de sentimientos
persecutorios (Meler, 2007). Las ideas de ser
objeto de ataques, injurias, o agravios, aunque no
adquieran características delirantes, son comu-
nes en hombres que gozan de una cierta norma-
lidad estadística y consensual. El varón promedio
suele estar a la defensiva para evitar ser derrota-
do o desvalorizado. Eso es fácil de observar en los
enfrentamientos de tránsito, en los estadios de
fútbol, o en las discotecas. Recientemente, hemos
registrado la aparición de conductas confronta-
doras entre algunas mujeres jóvenes, pero estas
constituyen una mimesis con la masculinidad
social, en un contexto que favorece la paridad
entre los géneros pero no cuestiona a la masculi-
nidad como representación del ideal hegemónico
al que todos y todas deben aspirar. La susceptibi-
lidad hostil es una huella transgeneracional del
rol de guerrero, que, en términos generales, hoy
se recicla a través de diversas modalidades de
confrontación, astucia y rapiña en el ámbito
comercial y financiero.
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Excelente equipamiento Instituto Argentino de
Secretaria / Nuevo
El envés de la trama de la masculinidad hege-
mónica (Connell, 1996) es la profunda angustia
que la mayor parte de los varones experimenta
ante el fracaso de sus propósitos o metas. Las
mujeres también lo padecen, pero lo que está en
juego es su capacidad personal y su estatuto adul-
to, no su identidad sexual. En cambio, para el
imaginario vigente sobre la masculinidad, el fra-
caso equivale a la castración, la humillación, el
retorno a la infancia desvalida o el naufragio en
una feminidad degradante. Esta ansiedad ante la
claudicación deriva del modo en que se ha cons-
truido la masculinidad cultural. Tal como lo des-
cribe Jessica Benjamin (2003) la feminidad y la
masculinidad, en su condición de representacio-
nes colectivas, son el producto de una escisión.
Los aspectos infantiles, vulnerables y dependien-
tes, permitidos y en algunos períodos hasta culti-
vados en las mujeres, son sofocados en los varo-
nes, que deben escindirlos de su representación
de sí mismos. La vulnerabilidad desmentida
amenaza siempre con retornar. Con frecuencia,
se producen espasmódicos esfuerzos por re pro-
yectar una y otra vez el desvalimiento sobre las
mujeres, y esa tendencia favorece los ataques
hacia las mismas, ya sean sexuales o francamente
hostiles.
Existen numerosos ejemplos del modo en
que en el imaginario masculino, la feminidad es
homologada a la castración y a una condición
humillante. En inglés, se amenaza al adversario
con que se lo convertirá en la prostituta del agre-
sor, asemejando la posición sexual pasivo recep-

IV) Cómo se construye la

Luminoso
CABALLITO
Trastornos de la
violencia masculina A mts. Estación
Río de Janeiro Alimentación
Hora / Día / Mes
Para sobrevivir y prevalecer por sobre los gru- Grupos / Conferencias
1999 - 2011
pos hostiles, los agrupamientos humanos enviaron Te.: 4982-0812
a sus varones al frente de batalla. Existió sin duda Diagnóstico y Tratamiento
una evaluación tácita acerca de la mayor aptitud
CONSULTORIOS El Instituto Argentino de Trastornos de la Alimentación,
combativa de los hombres y de la conveniencia de
conservar la vida de las mujeres y los niños para Z o n a B o t a´
a´nnico es una institución dirigida al tratamiento de las
garantizar la reproducción generacional. Los ALQUILER patologías alimentarias dependiente
pequeños grupos aislados cuya economía era de POR MES O POR HORA de la Asociacion Civil Bienestar.
subsistencia, necesitaban mantener un número 4832-0841 Tiene como destinatarios de sus objetivos,
mínimo de integrantes para asegurar su persisten- a través del área de asistencia,
cia, evitando su dispersión (Meillassoux, 1984).
ALQUILO CONSULTORIOS a aquellas personas que padecen trastornos
El poder masculino desplegado contra los aje-
nos, promovió que también se ejerciera sobre los
de la conducta alimentaria, su núcleo familiar y social.
Por hora.
propios, aunque no fueron los jóvenes sino los Santa Fé y Salguero
mayores que los lideraban quienes detentaron la Teléfono
autoridad al interior de cada grupo. Esta tendencia 4822-8679 / 154-404-3859 ANOREXIA - BULIMIA
es la que dio origen al concepto de Patriarcado 155-007-5067
(Lerner, 1990). Tratamiento interdisciplinario
Sin embargo, la dominación de estos varones
adultos no ha sido uniforme ni monótona, sino Atención y Hospital de Dia
que reconoce variantes a lo largo del tiempo, así Psicológica
como en los diversos espacios del planeta. Una
antropóloga norteamericana Peggy Reeves Sanday Adolescentes Av. Republica Argentina 1367. Rafael Calzada.
(1981) realizó un estudio comparativo de más de (1847). Pdo. de Almirante Brown.
cien culturas estudiadas etnográficamente y llegó - Adultos Bs. As. Argentina. Tel. 4219-2696
a la siguiente conclusión. El dominio social mas-
culino se incrementa en circunstancias difíciles, 4373-4671
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tales como hambrunas, guerras, migraciones y www.bienestaraciacioncivil.org
Página 10 • Mayo 2012
tiva con la deshonra más absoluta. Esas amena-
zas figuradas se hacen realidad en los ámbitos
carcelarios, poblados por una notoria mayoría
de varones.
Estamos entonces ante un imaginario homo-
social y homosexual masculino, carente de una
genuina representación de la diferencia entre los
sexos, y que, desde la Antigüedad, ha reducido la
feminidad a una copia deficitaria, un remedo
imperfecto del Modelo ideal masculino, erigido
en patrón universal de lo humano. Estas repre-
sentaciones se relacionan con que, tal como plan-
tea David Gilmore (1990), la masculinidad es
una respuesta colectiva ante condiciones de
adversidad.
Benjamin (ob. cit.) agrega una observación
interesante. Lo femenino, un disfraz de lo infantil,
no sólo es repudiado sino que también resulta
atractivo para los varones. Esta observación obvia,
no debe reducirse a una atracción sexual cuya rai-
gambre sería instintiva. Existen componentes nar-
cisistas en el deseo masculino hacia las mujeres,
vinculados con el afán de reincorporar aquellos
aspectos del self depositados en las mismas. El
deseo erótico se funda, en sus aspectos más arcai-
cos, en un afán de reunificación psíquica. El mito
aristofánico del andrógino, perpetuado en expre-
siones populares tales como “mi media naranja” o
“mi cara mitad”, aluden a esta vertiente narcisista
de las relaciones amorosas. La búsqueda, hoy fre-
cuente, de emparejar con mujeres mucho menores
en edad, expone el comprensible deseo de mante-
ner la juventud de forma vicaria y constituye un
anhelo de reunificación con un sí mismo anterior
ya perdido, el niño o joven que ellos fueron y que
desean recuperar a través de la fusión amorosa.
Pero, tal como lo expuso con claridad Ernest
Jones (1928), cuando la mujer representa una parte
del sí mismo, el varón que está en esa posición sub-
jetiva experimenta el imperativo de controlarla. Si
no lo hiciera, ella podría entregarse (entregarlo) al
amor de otro hombre. Esa escena imaginaria no se
limita a despertar celos edípicos. En las provincias
más remotas de la mente, ella es parte de él y al
amar a otro, entrega a su compañero a la condición
más temida y repudiada, el sometimiento homose-
xual. Su mujer representa su parte femenina, la
feminidad inicial derivada de la identificación pri-
maria con la madre, que los varones son impulsa-
dos a repudiar de modo inexorable.
La asociación existente entre violencia conyugal
y celotipia es conocida, y responde a la dinámica
descrita. Freud (1922) clasificó los celos en celos
proyectados, derivados de la atribución a la mujer
de la propia infidelidad, tan frecuente entre los
hombres, y celos delirantes, cuyo origen sería el
deseo homosexual. El marido celoso es como si
dijera: “No soy yo sino ella, quien desea unirse
sexualmente con otro varón”.
Es importante destacar que el deseo homose-
xual masculino no debe decodificarse de forma
exclusiva en términos de la sexualidad genital.
Muchas veces los varones fantasean o actúan el
homoerotismo, movidos por un afán auto conser-
vativo. Asumir una posición imaginada como
femenina, protege del aniquilamiento a manos de
un rival poderoso. Algunos hijos de padres terrorí-
ficos, optan por esta solución ante sus angustias
catastróficas (Meler 2004).
V) La escena violenta
Sobre la base de lo expuesto, vemos el modo en
que se construyen las condiciones para el surgi-
miento de la violencia de los varones contra las
mujeres. Es poco lo que se puede decir sobre los
actos violentos, porque en esa escena, ambos prota-
gonistas experimentan estados de desubjetivación.
Las mujeres quedan aturdidas por el ataque, y
si logran implementar defensas disociativas con el
fin de sobrevivir física y psíquicamente, padecen
como secuela, la dificultad para reconocer a los
partenaires violentos, recayendo en elecciones
amorosas auto destructivas.
Los varones agresores son arrasados por sus
impulsos, y el Yo queda comprometido en sus fun-
ciones de regulación de la conducta. Como decía el
Increíble Hulk, “No soy yo cuando me enojo”.
Muchos estados de despersonalización y sorpresa
dolorida, que se registran en varones a posteriori
de haber realizado un ataque hostil contra las com-
pañeras, no se limitan a ser estrategias de desimpli-
cación masculina con respecto de su responsabili-
dad ética, sino que expresan este arrasamiento sub-
jetivo característico del desborde agresivo.
Las estrategias directivas que implementan los
programas de gobierno para asistir en primera
instancia a las víctimas de la violencia, constitu-
yen modos de prestar una suplencia yoica para
recomponer el psiquismo femenino, desorganiza-
do por la agresión proveniente de quien se supo-
ne la ama. A través de los mismos, se expresa la
voz de “los demás”, o sea del colectivo social que
hoy penaliza la violencia y autoriza la defensa
legal contra la misma.
La construcción de una cultura que deslegitime
la violencia en las relaciones íntimas es tan necesa-
ria como paradójica, en un contexto donde la vio-
lencia política y social continúa en plena vigencia.
Por ahora, sólo resta promover políticas que
aumenten el poder, los conocimientos y los recur-
sos de las mujeres, y en el nivel de la atención psi-
cológica, transitar con ellas el difícil camino hacia
la autonomía subjetiva.
También es necesario asistir a los varones vio-
lentos. En estos casos, para lograr la asunción psí-
quica de sus actos como una expresión patológica
no sintónica con la representación consciente de sí
mismo, se requiere previamente, implementar la
sanción colectiva de un modo categórico. Este es el
modo en que la cultura construye subjetividad y se
hace carne, pero para lograr que esta acción sea efi-
caz, y en consecuencia, las agencias represivas
deben encarnar una ley que supere la perversión
del sistema.
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dad., Una contribución transcultural”, en Revista de la
Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados,
Nº 18, Buenos Aires.
*
Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género (APBA).
Directora del Curso de Actualización en Psicoanálisis y
Género (APBA y UK). Coordinadora Docente del Diplomado
Interdisciplinario en Estudios de Género (UCES)
Actualidad Psicológica
Mujer, Imagen 1.
cuando no te
nombro.
El cuerpo entre el
patriarcado y
el lenguaje.
E
sta viñeta fue publicada en Marzo
de 1971, en Mafalda 5, compilación
que hizo ediciones de la Flor de las
tiras que Quino publicaba en Siete
Vita Escardó* Días, repicadas en diversos diarios
de la Argentina. Vale decir, circuló como mensaje
en medios de comunicación masiva durante la
década del 70 y siguió publicándose en varios paí-
ses. Hoy, es ubicable en Internet. Mafalda me
acompañó durante la infancia, dejando fijadas una
serie de frases y modismos, aliviando épocas duras,
en ese humor que, a través de un grupo ¿improba-
ble? de niños reflejaba de manera crítica la cotidia-
neidad política, social y urbana de Argentina.
Todavía recuerdo comentarios negativos acerca de
la “precocidad” de la protagonista de la tira que cir-
culaban en los medios por aquellos años.
Seguramente especialistas en niños clamarían acer-
ca del pensamiento abstracto y la crítica social
expresados como incompatibles con las etapas evo-
lutivas a las que los chicos de la tira representaban.
Ofrezco esta tira para iniciar la nota porque el
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Actividad gratuita. Incorporaciones todo el año.
Extensión
Freud: Estudio cronológico.
Orientación Psicoterapéutica
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Martes 8/05. 8:45hs. “Los Procesos Identificatorios”
Expositores: Dres. Vicente Galli y Benzión Winograd.
Coordina: Dr. Martín Barrutia
Martes 22/05. 8:45 hs. “La Psicoterapia Psicoanalítica
en la actualidad”
Expositores: Dres. Héctor Fiorini y Rubén Zukerfeld
Coordina: Dr. Norberto Szwarc
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El viernes 11 de mayo, a las 20,30 se proyectará la
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Mayo 2012 • Página 11
efecto de sus imágenes y lenguaje logró sintetizar
ideas a las me hubiera sido difícil acceder desde los
textos feministas con menos de diez años de edad.
Se trata de comprensiones que subvierten a la pala-
bra para llegar a destino.
Una de las razones de su eficacia la encuentro
en la fraseología, que define la variable de desau-
tomatización del lenguaje. Utilizando esta viñeta
como ejemplo, Mena Martínez (2003) explica la
desautomatización como el proceso que se desen-
cadena en algunas unidades fraseológicas cuando
se les ha aplicado de forma intencionada cual-
quier procedimiento de manipulación o modifi-
cación creativa. Éstas persiguen cierta finalidad.
“El resultado es una expresión novedosa, no
usual, por lo que cabría hablar de producción en
la reproducción. La UFM (unidad fraseológica
modificada) es una unidad en parte producida y
en parte reproducida por el hablante, esto es, es el
resultado de un acto creativo y voluntario dentro
de los límites de un lenguaje relativamente fijo y
establecido.” (1) El origen de la desautomatiza-
ción proviene de la intención del emisor, gene-
rando una serie de efectos llamativos. La unidad
puede ser entonces considerada como desauto-
matizada. “Entre los objetivos de este mecanismo
creativo y de ruptura se encuentra, sin lugar a
dudas, la manifestación de dichos efectos que son
de naturaleza semántica, estilística y pragmática.
Algunos de estos efectos van a ser, en el caso de
que el proceso culmine con éxito, percibidos y
disfrutados por la persona o personas a las que
alcance la unidad desautomatizada.” (2)
Tomo, por una parte, la idea de ruptura de la
repetición acrítica, como planteo creativo que
expone el estereotipo femenino, y lo hace desde
los medios masivos de comunicación. Mena
Martínez explica que la sustitución de un elemen-
to léxico: “jugar un papel” (un rol) por “jugar un
trapo” motivada por el contexto, generan una
reflexión metalingüística y social, además de un
efecto cómico.
Desde otra perspectiva, un rol es una serie de
acciones posibles de ser desplegadas por un indi-
viduo, con reconocimiento de los demás indivi-
duos de su comunidad o contexto. Es un aspecto
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Página 12 • Mayo 2012
del interjuego social. Un trapo es un objeto cuyo
uso remite a disvalores que se expresan en nuestra
cultura. La metáfora de la mujer situada en el
lugar de objeto para usos masculinos es mucho
más profunda y descriptiva en los medios de
comunicación, a cuarenta años de la publicación
de la tira de Quino.
Uno de estos medios de difusión global, las
conferencias TED, opera como una nueva mirada
sobre viejos problemas, relevando experiencias
novedosas y concretas. En su página web explican
que “creen apasionadamente en el poder de las
ideas para modificar actitudes, vidas y finalmente
al mundo.” Explican que el sitio convoca a inspira-
dos pensadores, hacedores y almas inquietas,
conectándolas para poder articular sus ideas y
experiencias. El desafío es dar “la charla de su vida”
en 18 minutos o menos. (3) (La traducción es pro-
pia. La sigla TED refiere a Technology,
Entertainment, Design.)
La escritora Isabel Allende, cuyas descripcio-
nes del mundo femenino son best- seller, relata
en una de estas conferencias uno de los casos en
que las mujeres funcionan como objeto de uso.
“Tengo otra historia de pasión, y esta es triste. El
lugar es una pequeña clínica para mujeres en un
pueblo en Bangladesh. El año es 2005. Jenny es
una joven asistente dental estadounidense que
está de voluntaria en la clínica durante sus tres
semanas de vacaciones. Ella está preparada para
limpiar dientes, pero cuando llega allí, se entera
de que no hay doctores, no hay dentistas, y la clí-
nica es sólo una choza llena de moscas. Afuera
hay una fila de mujeres que han esperado varias
horas para ser tratadas. La primera paciente tiene
un dolor espantoso porque tiene varias muelas
podridas. Jenny se da cuenta que la única solu-
ción es extraer los dientes malos. Ella no tiene
licencia para eso, nunca lo ha hecho. Ella arriesga
mucho y está aterrorizada. Ni siquiera cuenta
con los instrumentos adecuados. Pero afortuna-
damente ella ha traído algo de anestesia. Jenny
tiene un corazón valiente y apasionado.
Murmura una plegaria y sigue adelante con la
operación. Al final, la paciente aliviada le besa las
manos. Ese día la asistente dental extrae muchos
más dientes. A la mañana siguiente, cuando llega
a la supuesta clínica, su primera paciente está
esperando con el esposo. La cara de la mujer
parece un melón. Está tan hinchada que no se le
ven los ojos. El esposo, furioso, amenaza con
matar a la estadounidense. Jenny está horroriza-
da con lo que hizo, pero entonces el intérprete le
explica que la condición de la paciente no tiene
nada que ver con la operación. El día anterior, el
esposo la golpeó porque ella no estaba en casa a
tiempo para prepararle su comida.” (4)
En esa misma alocución, dispara cifras alar-
mantes: “Aunque las mujeres realizan dos tercios
del trabajo en el mundo, son dueñas de menos
del 1% de los bienes del mundo. Se les paga
menos que a los hombres por el mismo trabajo si
es que se les paga algo, y se mantienen vulnera-
bles porque no tienen independencia económica,
y están siempre amenazadas por la explotación,
la violencia y el abuso.” (5) El ejemplo es intere-
sante, porque permite plantearse cuáles podrían
ser las acciones a emprender para generar el cam-
bio de estas realidades. Es habitual que los países
centrales desembarquen su ayuda sin reparar en
el contexto en que esa asistencia será recibida y
generen lo que podríamos agrupar como cierta
iatrogenia. Por otra parte, dan por sentado que la
comunidad a la que acuden carece de recursos,
en lugar de preguntarse qué recursos han desple-
gado a través del tiempo y potenciarlos. Corren el
riesgo de subestimar las defensas propias de
los/las supervivientes. Aquí me refiero a una pos-
tura de poder, aún en el reconocimiento de la
vulnerabilidad de los otros.
La dramaturga Eve Ensler, famosa por sus
Monólogos de la vagina, ha desplegado una mili-
tancia que se define ya desde el concepto drama-
túrgico: la obra, compuesta por monólogos inde-
pendientes, facilita los procesos de ensayo y per-
mite acortar o alargar la representación según el
contexto; el elenco es rotativo, democratizando el
star system, ya que una mayor cantidad de actrices
accede al trabajo y el arco de edades de los perso-
najes es amplio, estrategia que amplía el arco de
identificación para el público. El fenómeno de los
Monólogos... derivó en una Fundación, Día V, que
defiende los derechos de las mujeres. También en
TED, ella explica un modo diferente de interven-
ción: “Conocí a Agnes hace cinco años en el Valle
Rift. Cuando era una jovencita, fue mutilada en
contra de su voluntad. La mutilación de su clíto-
ris obviamente tuvo un impacto en su vida y la
cambió de una manera devastadora. Ella tomo la
decisión de no tomar una rasuradora o un peda-
zo de vidrio, sino dedicar su vida a detener lo que
estaba sucediendo a otras jóvenes.
Durante ocho años, ella caminó por el Valle
Rift. Llevaba consigo esta sorprendente caja donde
tenía el torso del cuerpo de una mujer, la mitad del
torso, y ella enseñaba a todas las personas, donde-
quiera que fuera, como lucía una vagina saludable
y como era una vagina mutilada. Durante los años
en que caminó educó a padres, madres, salvó a
1.500 jóvenes de ser cortadas. Cuando las del Día-
V la conocimos, le preguntamos como la podíamos
ayudar y ella dijo “Bueno, si me consigues un Jeep,
podría andar mucho más rápido”. Entonces, le
compramos un Jeep. Y durante el año en que tuvo
el Jeep, salvó a 4.500 jóvenes de ser cortadas.
Entonces, dijimos, ¿qué más podemos hacer? Ella
contestó “Si me ayudan a conseguir dinero, podría
abrir una casa”. Hace tres años, Agnes inauguró
una casa segura en África para detener la mutila-
ción. Cuando comenzó su misión, hace ocho años,
fue injuriada, fue detestada, completamente
calumniada en su comunidad. Orgullosamente, les
anuncio, que hace seis meses, fue elegida
Vicealcaldesa de Narok.” (6)
El refrán podría rezar “un tiro para el lado de la
justicia”. Pero, convengamos que el estilo nortea-
mericano es el de aleccionar y rescatar resultados
positivos de experiencias traumáticas, no en vano
han desarrollado ampliamente el concepto de resi-
liencia. Aceptar ingenuamente la propuesta TED,
sin crítica ni advertencia sería una respuesta colo-
nizada. Más allá de lo cual, es enriquecedor apren-
der de experiencias de todo el mundo y conocer
historias esperanzadoras.
Actualidad Psicológica
¿Y por casa, cómo andamos?
Entonces, respuestas desautomatizadas,
objetos que se rebelan, se subjetivan mujer y tien-
den lazos hacia las otras.
En 2006, la Dra. Eva Giberti, Coordinadora
General del Programa “Las Víctimas contra las
Violencias” dependiente del Ministerio de Justicia
y Derecho Humanos de la Nación me convocó
para trabajar acerca de la construcción del rol pro-
fesional de quienes participarían en las tareas del
Programa, y que implicó un desafío para
Psicólog@s y Trabajador@s sociales: responder la
línea 137, acudir al lugar donde la víctima se
encuentra, concurrir a una comisaría donde se
presenta una víctima de delitos contra la integri-
dad sexual, intervenir ante denuncias de explota-
ción sexual comercial infantil. Para l@s profesiona-
les convocados las implicancias y alcances de esta
modalidad exceden la formación teórica –que de
por sí debe ser sólida–. Se trata de poder intervenir
desde una postura que contemple la particularidad
del género en las intervenciones en terreno.
La primera Brigada (tal el nombre de los equi-
pos) con la que inicié la experiencia fue la de
Atención a Víctimas de Delitos contra la
Integridad Sexual. Dos profesionales, psicóloga y
trabajadora social, acuden a acompañar y asistir a
damnificad@s de estos delitos, convocadas desde la
comisaría donde la víctima denuncia o los hospita-
les, si han acudido primero allí. La construcción
del rol profesional implica una fuerte capacidad
empática, que no obstaculice tareas operativas
como sostener la denuncia, promover la recolec-
ción de pruebas, solicitar la administración de kits
de prevención de ETS, HIV y embarazo e identifi-
car la red que contendrá a la víctima en lo sucesivo
del arduo proceso de recuperación. Posteriormente
pueden acompañarla a la confección de un identi-
kit o al reconocimiento del agresor en Política
Criminal, además de la declaración testimonial.
En uno de los role-playing que propuse, el como
si escénico no lograba una veracidad operativa
para construir una experiencia posible acerca del
rol que debíamos comenzar a construir: la psicólo-
ga observaba, en abstinencia prescripta, a una víc-
tima de violación que no se atrevía a hablarle. El
contexto supuesto era una comisaría, desde la cual
habían solicitado la presencia del Equipo para
acompañar a la víctima. Lo que me llamó la aten-
ción de la escena fue que, en líneas generales, cuan-
do el rol a representar era el de víctima, la identifi-
cación era muy ajustada: podían reproducir el con-
texto, las vivencias, el lenguaje, el discurso y la
emocionalidad de una mujer violentada con gran
precisión y veracidad. Pero a la hora de asumir la
postura de la asistencia psicológica en la urgencia,
aparecían trabas ligadas con el encuadre o la
modalidad para dirigirse a la otra. Durante varios
años reflexioné sobre esta situación, repitiendo la
experiencia en otros contextos. En un nivel macro,
como comunidad vivimos la misma disociación:
los medios masivos pueden reproducir la veraci-
dad del sufrimiento e inclusive sugerir un deber ser
acerca de cómo ese sufrimiento debería asistirse o
cómo debería castigarse al culpable o prevenir la
tragedia, en un pensamiento mágico que permiti-
Actualidad Psicológica
ría evitar lo sucedido y –en algunas ocasiones- des-
mentirlo. Pensar en estrategias desde las políticas
públicas que permitan asistir y acompañar a las
víctimas de violencia de género, lo cual en el corre-
lato de la escena implica el rol de la psicóloga o la
trabajadora social, ya no es tan consonante con la
identificación y el poner el cuerpo.
¿Por qué?
Pretender cerrar una respuesta sería un acto de
soberbia. Podemos, en cambio, pensar, aventurar
hipótesis y -sobre todo- seguir ensayando variantes
de aproximación a aquellas cuestiones que nos
complican/implican. Ahora bien, si nuestro con-
texto global y comunitario es patriarcal, ¿en qué
intersticios se cuela el género para poder ser nom-
brado de otro modo?
Detuve la escena y pregunté a la psicóloga qué
pasaba. “Es que no hay demanda” me respondió. Y
no. En términos psicoanalíticos no la había ni
debía esperarse que así fuera. El delito por sí
mismo es suficiente demanda para el Estado. La
respuesta debe darse en términos de asistencia jurí-
dica, psicológica, médica. La elaboración, en térmi-
nos psicológicos, será una instancia posterior, si la
víctima accede a un tratamiento postraumático.
(7) Me pareció entrever entonces, que la diferencia
entre la identificación empática sostenida en la
corporalidad, la emocionalidad -expresada por el
discurso- y la posición profesional, apoyada en la
teoría aprendida como aspecto de la formación
profesional, generaban esta distancia entre víctima
y asistente, en un corrimiento ideológico.
Cuando Lacan (1969) habla de los cuatro dis-
cursos, en el Seminario XVII, orienta el discurso
universitario hacia la búsqueda de un saber que
supone en algún autor la respuesta buscada. A la
vez, ubica cierta imposibilidad de la transmisión
de lo que encomilla como su “obra” para los fines
del discurso universitario. Por una parte, porque
la necesaria simplificación de una teoría enorme-
mente compleja la traiciona. Por otra, porque el
riesgo de tal transmisión coagulada incentiva un
deslizamiento del discurso universitario en dis-
curso del Amo. La enseñanza de Lacan se vuelve
palabra cerrada, canónica. En el intento de trans-
mitir un pensamiento complejo y volátil, creado
en un contexto y cultura distintos del nuestro,
que utiliza palabras coloquiales como real o ima-
ginario con significados modificados y de varios
niveles de comprensión, por no referirnos al a,
cuya valencia se modifica según el año de la ense-
ñanza a que nos refiramos.
Esto no desvirtúa los aportes teóricos de Lacan,
él mismo advierte: “¿Qué es ese deseo que nada
puede cambiar ni doblegar cuando todo cambia?
Esa falta de olvido, es lo mismo que esa falta de ser,
porque ser no es otra cosa que olvidar. Este amor a
la verdad, es este amor a esta debilidad, esta debili-
dad de la que supimos levantar el velo. Es eso que
la verdad esconde y que se llama la castración.” (8)
Precisamente el lugar de la castración sería aquél
que permitiría acercarse a otra vulnerada, arrasa-
da, traumatizada. Si el discurso universitario devi-
no Amo (antes del movimiento en que Lacan tam-
bién ubica al Amo como castrado) las frases laca-
nianas terminan siendo eso: aforismos cuyo senti-
do llega hasta la pérdida del sentido común y la
percepción del aquí y ahora.
La relectura de Freud propuesta por Lacan no
abarca una resignificación de lo falocéntrico en la
teoría. Ser o tener (el falo), el hijo como falo, la
envidia del pene, activo y pasivo, femineidad vagi-
nal como “madura”, organización pulsional en
torno del coito varón-mujer, anormalidad de la
masturbación y teorías infantiles generalizadas en
el siglo XIX solían ser tema de preocupación entre
mis compañeras de facultad que rondaban los
veinticinco años, ante la posibilidad de tener que
ubicarse del lado de las patologías. Por lo general,
una optimista respuesta desde los docentes podía
llegar a ser que la relación sexual es imposible. Y si
bien, como ideal, la propuesta del psicoanálisis es
la de dejar siempre la puerta abierta a las pregun-
tas, a la hora de rendir el examen era siempre más
adecuado poder dar las respuestas acordes con la
teoría aprendida como verdades aplicables. No
olvidemos que los claustros también son sitios de
distribución del poder.
Y entonces, ya recibida, lejos de la seguridad del
consultorio, aparece una víctima con la cual la psi-
cóloga se puede identificar desde el género, porque
sabe bien qué parte del cuerpo y su correlato psí-
quico han sido violentados, lo sabe en su propio
cuerpo sin mediar palabra. Pero como psicóloga
no puede dar una respuesta más que desde la teo-
ría falocéntrica.
Por supuesto que muchos profesionales conci-
lian la teoría psicoanalítica con el trabajo de
campo, como ejemplos ver (9) y (10). Lo que me
pongo a reflexionar desde estas páginas es cómo en
determinados casos los aportes teóricos obturan
otro tipo de saber en relación con el género.
La teoría freudiana revisada desde el feminismo
propone una ampliación del mito de la horda
planteado en Tótem y Tabú (1913). En “El contrato
sexual”, Pateman (1993) propone la tesis de que es
la violación y no el asesinato del padre (como esta-
blecieron Freud, Lacan y Levi Strauss) el funda-
mento del orden social que se constituye en un
contrato entre iguales. La violación, para la autora,
es la apropiación por la fuerza de todas las hembras
por parte del padre-macho que sería el patriarca
primitivo. Allí se inventa la Ley del género. (11)
Podríamos pensar estas violaciones como fundan-
tes de un lazo entre las hembras del grupo, en el
cual la palabra permaneciera ausente pero la
empatía por las vivencias compartidas de violación
se soterraran en miradas, gestos y ejercicios solida-
rios diversos. El tema del pacto entre mujeres está
ampliamente estudiado desde el feminismo y tam-
bién cuestionado.
Giberti (2012) cuestiona la idea de pacto por
estar sujeta conceptualmente al lenguaje, impuesto
desde el patriarcado. “...estoy, intentando conciliar
criterios incompatibles, (que quizás podrían con-
vertirse en principios). Uno de esos criterios es el
que se refiere a la sororidad o nuestra manera de
pactar, hacer alianza entre mujeres y por otra parte
explicarlo y describirlo mediante los contenidos y
sentidos de un lenguaje que nos fue impuesto
mediante mecanismos patriarcales incorporados
en el aprendizaje de la lengua a través del diálogo
materno. No había otra manera para aprender a
hablar.” (…) “Es decir, el pacto o alianza entre
Mayo 2012 • Página 13
mujeres, depende, paradojalmente del reconoci-
miento que le aporta ese escenario donde se ejecu-
ta o sea contexto social- político que, mediante el
lenguaje opera como límite, justamente porque es
de donde proviene el vacío o la insatisfacción que
encontramos para refinar la descripción de aquello
que la sororidad defina.” (...) “...aplicando la idea
de la indecidibilidad me aproximo al modo de
decir que “nosotras estamos ahí en ese estar siendo
con las otras que no nos obliga ni nos dirige pero
si nos conduce a reaccionar si las cosas “se ponen
mal” con una mujer. O si hay que festejarla e
impulsarla. Porque es mujer. Somos mujeres y en
esa forma de estar en el mundo, estamos sintoniza-
das. Así nos reconocen y aglutinan”. Si las palabras
pacto, alianza, sintonía las uso para nominar lo que
hacemos, describo “las cosas de mujeres” con el
lenguaje que me dieron; entonces ya no es lo que
quiero que sea. Porque si esto es “cosa de mujeres”
al usar como inevitable el lenguaje del patriarcado
le incorporo una prótesis para que pueda circular
civilizadamente, con nombre y apellido verbal-
mente reconocibles. Y para que no caiga en la zona
de los misterios, el mundo de las sibilas, las hechi-
ceras, ese sospechoso continente negro que tam-
bién les resultó indecidible a los patriarcas. La dife-
rencia reside en que nosotras protagonizamos,
entre nosotras lo que decidimos sintonizar sin
necesidad de discutirlo en asamblea, sin esenciali-
zar el procedimiento y registrándonos en la para-
doja del contexto referencial, en movimiento,
como el tiempo, la historia y el deseo.” (12)
La paradoja cae entonces en la indecibilidad de
poder nombrar esta alianza, este mundo silencio-
samente compartido eludiendo el lenguaje del
patriarcado para que no “mate a la cosa”. La trans-
misión de la teoría desde el discurso del Amo rele-
ga este registro, invalidándolo como herramienta
tanto de saber, como de operatividad en situacio-
nes de violencia de género. Y este saber es el que
no olvidan sino que potencian de maneras eficaces
4941-1378
Página 14 • Mayo 2012
las operadoras sociales que trabajan en terreno
con las víctimas: ellas mismas lo han sido y desde
sus vivencias de arrasamiento y del largo camino
de subjetivación y reconstrucción lograda se acer-
can a la otra, sin prejuicios teóricos sino desde este
“saber hacer”. Ignorar la potencia de este recurso
por parte de las Universidades limita la formación
y la sesga. Puede saberse todo aquello que el len-
guaje pueda expresar, el potencial inconciente,
caótico, peligroso y reconocible solamente por sus
efectos –fallidos, sueños, síntomas- debe asociarse
hasta poder ser simbolizado, pero, en la mayoría
de los casos privilegiando a la palabra como sím-
bolo. Esto es paradójico, porque las palabras son
parte pero no el todo del lenguaje. En esa opera-
ción el patriarcado escinde cuerpo y lenguaje o
remite al “lenguaje de órgano”. Ocurre que no
todo lo que cuenta el cuerpo es sintomático ni
mucho menos patológico, tampoco intransmisi-
ble, aunque no se nombre.
Otras voces
No todas las líneas teóricas de la psicología pri-
vilegian el lenguaje hablado del mismo modo en
sus intervenciones pero convengamos que gestalt,
sistémica, cognitiva, comunitaria, por ejemplo, no
son psicologías desarrolladas con la misma profun-
didad que el psicoanálisis en la mayoría de nuestras
universidades.
En tal contexto, los aportes de Carl Jung, por
ejemplo, se limitan al tiempo que compartió con
Freud y los motivos de su separación quedan en
una nebulosa que deja a Jung como a un esotérico
que tomaba demasiado en serio los aspectos reli-
giosos de la psique, no coincidía con el acento
puesto por Freud en los motivos inconcientes
estrictamente ligados con las pulsiones sexuales y
ampliaba el concepto de inconciente personal al de
inconciente colectivo. Charly García mediante,
muy poca gente menor de cuarenta años discutiría
tan fuertemente este último concepto. Respecto de
los demás motivos de alejamiento (y que deben
haber resultado muy dolorosos para ambos teóri-
cos) resultan en un deslizamiento que implica una
desvalorización del pensamiento jungiano, en
tanto la referencia a él se ubica desde la ruptura
con el gran referente del psicoanálisis y no desde
los aportes que pueda haber hecho al mismo o la
psicología en general y que incorporan estudios de
la antigüedad, de otras culturas, de los símbolos, de
la intuición, de los arquetipos.
Al considerar el desarrollo de la conciencia a lo
largo de la humanidad, Deligiannis (2006) consi-
dera la polarización del poder masculino/femeni-
no tanto a nivel filogenético como ontogenético:
“...se produce un pasaje de la totalidad primordial,
ourobórica, a una paulatina separación y diferen-
ciación ‘yo no-yo’. La primera etapa remite al esta-
do de fusión, de identidad sujeto-objeto (partici-
pación mística de Levy-Bruhl) y al dinamismo
matriarcal (Byington), y la segunda etapa -el surgi-
miento de la conciencia- remite a la separación de
opuestos excluyentes, organizados jerárquicamente
(dinamismo patriarcal), modelo heroico. Como
correlato de esta separación entre conciente e
inconsciente, entre yo y no-yo, se producen -según
Neumann- los siguientes esquemas de orientación
en el mundo: por un lado, el yo, cabeza, arriba,
cielo, luz y por otro lado, instintos, inconsciente,
polo inferior del cuerpo, abajo, tierra, oscuridad.
En nuestra cultura, esta diferenciación, adquiere
una connotación valorativa, asignando un signo
positivo al primer eje (simbólicamente masculino)
y un signo negativo al segundo (simbólicamente
femenino).” (…) “El intento patriarcal de buscar
certezas, de sostener valores absolutos, de reclamar
la verdad, hace que muchas experiencias tengan
que existir sólo como inadecuadas, inexplicables,
ilegítimas o equivocadas…” (13)
Recordemos que para Jung femenino y mascu-
lino no se encadenan a las diferencias genitales
sino que remiten a funciones psíquicas comparti-
das por todas las personas, concepto de Ánima y
Ánimus. La violencia se manifiesta cuando la
polarización se expresa como supremacía de un
aspecto, sin lograr una integración de ambos.
“Con respecto a la “Función Trascendente” (Jung,
1916), este concepto surge del intento por com-
prender cómo acordar con el inconsciente, cómo
sostener la tensión de los opuestos. Jung descubrió
que hay un proceso innato, natural, que unifica las
posiciones opuestas dentro de la psique. Atrae las
energías polarizadas a un canal común, dando
lugar a una nueva posición simbólica que contie-
ne ambas perspectivas a la vez. No es “uno u otro”
(como propone el pensamiento analítico siguien-
do el principio del tercero excluido) sino
“ambos/y”, algo así como un tertium, un tercer
término que al entender de la lógica no existe,
pero en la realidad del alma constituye una verdad
viviente. La coexistencia de los opuestos, esa reali-
dad paradójica que incluye tanto a uno como al
otro, pero que en la práctica aparecen como un
conflicto insoluble. (14)
Finale
Tal vez la solidaridad de género sea la conso-
nancia con lo ignorado, con el misterio de aquello
que, aun conociendo no decidimos nombrar. Tal
vez implique, llegado el caso, aquellas conversacio-
nes entre amigas donde una disimula, a nivel con-
ciente, la evidencia de la falta inconciente en el
reconocimiento de un deseo que la otra no registró
aún. No sé cómo llegaste hasta aquí (o si, se que men-
tiste, que manipulaste y peor aún, que te mentiste al
solitario la versión de tu fantasma sobre tu lugar y el
de otro). Y ahora, que veo que estas sufriendo y la
perentoriedad del cuerpo real te reclama, nosotras
hemos de estar allí, aunque no sepamos cómo llegas-
te ni como nos iremos. Porque cuando las consecuen-
cias sean marca sin lenguaje estaremos allí, escu-
chando ese silencio.
Tal vez éste sea un gran desafío del género.
Aceptar el misterio y el vacío como una perma-
nencia circulante que se traiciona si es nombrada.
Porque su potencia se basa en el borde no nom-
brado pero si transmitido. Esta comprensión muda
no implica lealtad ni amistad ni solidaridad siquie-
ra sino un saber compartido en un irritante espa-
cio otro que queda por fuera de la palabra escrita,
del lenguaje verbal aprehensible asesino de la cosa.
Nada logra matar esta “cosa” entre mujeres por-
que no llega a nombrarse.
Esto no quiere decir que abandonemos la pala-
bra, ni que claudiquemos en la defensa de las vícti-
mas ni en el reclamo de nuestro derecho a la equi-
Actualidad Psicológica
dad entre géneros. Pretendo que podamos percibir
un paso más allá del lenguaje sin acoplarnos al
ancestral temor del patriarcado acerca de lo
innombrado.
El patriarcado se sostiene culturalmente por la
participación de varones y mujeres. La trama de
sometimientos, discriminaciones, abusos y enquis-
tamiento de roles de lo femenino y lo masculino es
profunda y antigua. Pero también son arcaicos y
arquetípicos, la rebelión, la transgresión, el libre
albedrío y la resistencia.
* Psicóloga, Psicodramatista, Actriz. Asesora General del
Programa Las Víctimas Contra las Violencias, del Ministerio
de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
Notas
1) Mena Martínez, F. (2003) “En torno al concepto de desauto-
matización fraseológica: aspectos básicos, en Tonos, REVISTA
ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS, NúmeroV, 5,
abril. Recuperado de http://www.um.es/tonosdigital
/znum5/estudios/H-Edesautomatizacion.htm el 12 /04/ 2012.
2) Ib.
3) TED Ideas Worth Spreading: http://www. ted.com
/pages/about, recuperado el 22/04/ 2012.
4) Allende, I. (2007) Isabel Allende tells tales of passion; TED
Ideas Worth Spreading; Ted Global 2007, publicado en la web
en Enero de 2008, recuperado de http://www.ted.com
/talks/lang/en/isabel_allende_tells_tales_of_passion.html, en
abril de 2012.
5) Ib.
6) Ensler, E. (2005) Eve Ensler on security; TED Ideas Worth
Spreading; Ted Global 2005, Filmado en Julio de 2005, publi-
cado en la web en Septiembre de 2008, recuperado de
http://www.ted.com/talks/eve_ensler_on_security.html, en
abril de 2012.
7) Escardó, V. (2011)“Un acompañar activo”, Revista Imago
Agenda, Abril, Ed. Letra Viva, entrecruzado de textos.
8) Lacan, J. (1969) Seminario XVII, versión delo Simposio del
Campo Freudiano, en Psikolibro, edición digital de las Obras
Completas de Jacques Lacan. 2005.
9) Nicoletti, E. y Rousseaux, F. (2003, julio 10) Psicoanalista en
la trinchera donde se enfrenta el horror, Psicología, Página/12.
Recuperado de http://www.pagina12.com.ar/diario/psicolo-
gia/9-22513-2003-07-10.html
10) Belforte, A., Giménez, B. y Preusse, G. (2003, enero 3) por
el camino de la mujer que dijo “Creo que somos gente”,
Psicología, Página/12. Recuperado de http://www.pagina
12.com.ar/diario/psicologia/9-14880-2003-01-02.html
11) Pateman, C. (1995) El Contrato Sexual, Madrid:
Anthropos, 1995.
12) Giberti, E. (2012) Conciliar la historia del género mujer.
Presentación del espacio y biblioteca Tierra Violeta, proyecto
de Maffia, D. y Fletcher, L. Ciclo: La amistad entre mujeres,
Marzo 2012. Inédito.
13) Deligiannis, A. (2006) Femenino y Masculino.
Individuación, paradoja y nueva ética, en IV Congreso
Latinoamericano de Psicología Jungiana, Montevideo.
14) Ib.
Actualidad Psicológica
Raíces de la El género como categoría social
H
ace unos días, en medio de un
debate abierto sobre psicoaná-
lisis y género, un colega men-
violencia. cionaba que cuando se hace
referencia a cuestiones de
género se alude casi siempre a las mujeres; es decir
que cuando aparece este término en algún lado
(``estudios de género’’, ``perspectiva de género’’,
Un estudio para ``violencia de género’’) gran cantidad de veces se
está haciendo referencia al género femenino. Esto
me hizo pensar. Hay algo de cierto en esto, pero
¿se alude la mayoría de las veces a las mujeres
pensar la cuestión cuándo se habla de género o eso es lo que se
sobreentiende? Hay un cierto equívoco que se
produce con este concepto, porque el género en sí
no alude ni a las mujeres ni a los hombres. Creo
que es con relación a la violencia de género en
de la diferencia particular en donde más se presenta este desliz en
tanto hay un conocimiento público de que son las
mujeres las principales receptoras de violencia y
no los hombres.
Fernanda Trezza Sin embargo, sí es cierto que la cuestión del
género está íntimamente ligada a la historia y la
situación de las mujeres. De hecho el concepto de
género surge de la mano del feminismo con el
objeto de poner sobre el tapete las constantes desi-
gualdades que se perpetúan entre hombres y muje-
res, entendiendo que en esta historia de inequida-
des las mujeres se han llevado la peor parte.
La categoría de género surge como algo dis-
tinto al sexo, precisamente para marcar su dife-
rencia. Mientras el sexo hace referencia al dato
biológico: mujer-hombre, el género alude a lo
que social, psicológica y culturalmente se espera
de un hombre o de una mujer en un momento y
en un lugar determinados, y de ahí surgen lo
femenino y lo masculino. Por ejemplo, de modo
general, sabemos que después hay excepciones,
en nuestra cultura se espera de las mujeres que se
depilen.
Es verdad que estamos en un momento en
que las características que definían a los géneros
se han puesto en cuestionamiento y se atraviesa
un período de mayor flexibilidad en este punto;
no obstante aún con sus variaciones, el género
sigue estando presente. Ahora bien, podemos
cuestionar hasta qué punto ``se espera´´ que los
sujetos respondan a un género; si el género es
una categoría completamente construida cultural
y socialmente o si se apoya en parte en ciertas
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Mayo 2012 • Página 15
características esenciales de cada sexo; si existen
feminidades o masculinidades puras; si hay sola-
mente dos géneros…más aún, algunas posturas
sostienen que la noción de ``sujeto´´ asignada por
el lenguaje es una construcción masculinista que
niega la posibilidad estructural y semántica de un
género femenino. Como vemos, el debate puede
ser amplísimo, y de hecho, no hay en este punto
conceptos cerrados sino posturas en constante
interacción. Sin embargo, hoy en día se siguen
escuchando chistes como ``te vas a tener que
comprar una escopeta´´ dirigidos al padre de una
nena que nace, mientras que eso jamás se dice
cuando el recién llegado es un varón. Entonces,
aún cuando actualmente podamos creer que el
peso que tienen estas categorías es mucho más
``light´´ en comparación con otras épocas (lo cual
además creo que es cierto), eso no quiere decir
que no haya cuestiones a pensar acerca de la
impronta actual de éstas, e incluso sobre la hue-
lla que han dejado en generaciones de cuales
nosotros venimos. Es en este punto que quiero
detenerme a formular algunas preguntas: ¿Cómo
se construyen esas categorías? ¿Quién o quiénes
se encargan de decir qué caracteriza a lo femeni-
no y qué a lo masculino? Y una pregunta más
interesante aún, ¿responden a algún interés estas
distribuciones? ¿Están al servicio de algún siste-
ma de poder?
La cuestión de la violencia
Tal como mencionaba anteriormente, cuando
se habla de ``violencia de género’’ se hace referen-
cia casi exclusivamente a la violencia de la que son
objeto las mujeres (por el hecho mismo de ser
mujeres) y que es llevada a cabo en su gran mayo-
ría por los hombres. Digo en su gran mayoría
porque entiendo que muchas veces la perpetua-
ción de una actitud violenta para con las mujeres
es sostenida por sujetos de su mismo sexo
(madres, abuelas, educadoras, etc.).
Ahora bien, que hablar de violencia de género
sea casi lo mismo que hablar de violencia contra el
género femenino o violencia contra las mujeres (lo
cual no quiere decir que sean sinónimos) responde
en principio a una cuestión estadística; esto es, hay
más, bastantes más, mujeres que sufren violencia
por parte de hombres que al revés. Una de las últi-
mas formas de nombrar uno de estos modos de
violencia ejercidos contra la mujer es la categoría
de ``femicidio´´. Se trata de hombres que matan a
mujeres, y en muchas ocasiones esas mujeres son
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Página 16 • Mayo 2012
su pareja, o lo fueron, o ellos hubieran querido que
lo sea. ``La maté porque era mía´´ es la frase que
circula como leiv motiv para designar estos casos.
Según el Informe de Investigación sobre
Femicidios en Argentina en los últimos años la
cifra de femicidios ha ido subiendo hasta llegar a
282 en el 2011.
De todos modos, si bien la muerte es el paro-
xismo de la violencia contra la mujer, hay
muchas otras formas de maltrato, abuso, discri-
minación y opresión que completan la gama: trá-
fico de mujeres para prostituir, abuso sexual,
daño físico, acoso, degradación mediante la pala-
bra, privación de la libertad, etc. Algunas de estas
formas son incluso tan sutiles que muchas muje-
res no tienen registro de que eso es violencia
también. No es algo raro escuchar de una mujer
en análisis que los celos posesivos de su pareja
(prohibirles salidas, revisarles la ropa interior,
golpearlas o gritarles porque se sienten inseguros
de su fidelidad…) son una señal de que ella les
importa; que si bien las agobian, las hacen sentir
``seguras´´ de su amor.
En ocasiones pienso que las formas más suti-
les son doblemente peligrosas en tanto no hay
conciencia de ellas e incluso las propias mujeres
las sostienen como un ``halago´´. El asedio de
uno o varios hombres en un boliche es para
muchas mujeres un signo de que son atractivas y
deseadas y jamás se cuestionan por qué esos
hombres se sienten con derecho a tratarlas así
(desde perseguirlas todo el tiempo hasta tocarlas,
forcejearlas, insultarlas si ellas no quieren estar
con ellos, etc.) o por qué ellas mismas se prestan
o incluso hasta incentivan ese ``juego´´. Ejemplos
como este dan cuenta de una herencia que arras-
tran las mujeres, la herencia de agradar a los
demás, de ``SER´´ en tanto son elegidas por un
hombre, aún cuando ni siquiera les guste quién
las elige. Pero ¿por qué aún hoy algunas mujeres
siguen soportando cosas como estas? ¿Por qué
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muchos hombres siguen creyendo que las muje-
res son objetos de uso o sienten que por ser ellas
sus parejas o sus hijas son de su propiedad, por
ejemplo? Esto tiene que ver con muchas cosas,
sin duda, pero hay algo ineludible y se trata de
una larga historia detrás nuestro que ha marcado
durante mucho tiempo los ritmos de las relacio-
nes entre mujeres y hombres; que ha dejado mar-
cas a fuego (en la cultura, en el inconciente, en
los cuerpos, en la descendencia), de los lugares
que un hombre y una mujer tenían que ocupar.
Claro que la situación de mujeres y hombres
no es la misma que hace 200 años, ni tampoco
que hace 50 años, pero hay cierta fibra nuclear
que aún persiste y que podrá seguir persistiendo
en la medida en que no se aborde profundamen-
te la cuestión de la diferencia. Todos los seres
humanos somos diferentes y únicos, si, pero
entre hombres y mujeres existe la diferencia más
radical, la diferencia primera, casi podríamos
decir la primer distinción que se hace de alguien
al nacer. Y si hay algo difícil de soportar es la
cuestión de la diferencia. Lo diferente genera
temor, impotencia, agresión, deseos de extinguir-
lo, de subordinarlo, de ``tener la razón´´. No digo
que siempre lo diferente genere esto, de hecho lo
distinto puede ser fuente de nuevas posibilida-
des, de apertura, de crecimiento, de evolución;
pero no siempre las cosas son de este modo.
Me interesaría entonces hacer un breve recorri-
do por la historia de las mujeres, que sin duda es
la historia de los hombres también, o al menos es
una referencia constante a los hombres, para
poder ver cuáles fueron los lugares que les han
tocado jugar a los diferentes sexos a lo largo del
tiempo y qué de esa historia sigue presente hoy.
Las preguntas serían ¿Cuáles son las raíces de la
actual violencia contra las mujeres? ¿Desde cuán-
do existe esta situación? ¿Es posible conmover algo
tan establecido sin meterse con sus orígenes, con
aquello que lo ha sostenido durante tanto tiempo?
Tengo la idea de que en la medida en que podamos
saber de esa historia, conocerla y hacerla concien-
te, habrá más posibilidades de poder hacer algo
distinto con eso, de saber que las cosas no son así
por orden divino sino que en algún momento se
acomodaron de cierto modo para que fueran fun-
cionales a algo, a alguien(es). Aún así, la historia
no se modifica, pero uno puede pararse en una
posición distinta respecto a ella…padecerla o
usarla para crecer.
Las mujeres en la historia
Lo que comúnmente podemos conocer o
saber acerca de la situación de la mujer en la his-
toria es todo aquello que ha sucedido durante el
patriarcado o régimen patriarcal. No existen
documentos escritos que den cuenta de los
modos de organización de la humanidad previos
a este estadio, sino teorías e hipótesis hechas en
base a reconstrucciones histórico jurídicas, exca-
vaciones arqueológicas y suposiciones lógicas.
Algunas de esas teorías, como la de J.J. Bachofen
sostienen la existencia de un estadio previo al
patriarcal; de hecho dos estadios. El primero,
caracterizado por la promiscuidad sexual, la cual
dio como resultado el hecho de que sólo la madre
Actualidad Psicológica
fuera certera en tanto progenitora. Esto le otorgó
a la mujer una posición de gran respeto y venera-
ción en tanto dadora de vida y constituyó una
forma de organización denominada matriarcado
o ginecocracia (segundo estadio).
Por su parte, la famosa antropóloga Marija
Gimbutas ha encontrado en sus excavaciones tes-
timonios de ``…sociedades pacíficas e igualita-
rias que profesaban una religión naturalista en
sus cultos a la Diosa Madre y a otras diosas agra-
rias y locales´´(1)
En cuanto al motivo y al modo en que se pro-
dujo el paso del sistema matriarcal al patriarcado
tampoco hay certezas. Es probable que se haya
tratado de invasiones de pueblos guerreros que
manejaran el hierro y por tanto las armas; tam-
bién hay diferentes teorías respecto de este
punto. En su libro ``Matria. El horizonte de lo
posible´´ Victoria Sendón de León dedica un
capítulo a dar cuenta de cómo el inicio del
patriarcado estuvo sostenido en la alteración de
toda una serie de símbolos del prestigio y el
poder femeninos: ``el poder de la Diosa Madre y
el de las diosas de la fertilidad, que habían reina-
do hasta entonces en las sociedades pre patriar-
cales, fueron ridiculizados, invertidos o ignora-
dos, contravalores proyectados sobre las propias
mujeres. Después vinieron las definiciones de
género, que las presentaban como seres incom-
pletos o castrados, y a los varones como repre-
sentantes de lo humano´´. (2)
En cuanto al patriarcado, este se ha caracteriza-
do por ser un tipo de organización social en la que
la autoridad es ejercida por el padre de la familia,
quien es a su vez el dueño de su esposa, sus hijos y
los bienes. Con el advenimiento del Estado moder-
no, el poder sobre la vida de la mujer y los hijos
pasa ``del pater familias al Estado, que garantiza
principalmente a través de la ley y la economía, la
sujeción de las mujeres al padre, al marido y a los
varones en general, impidiendo su constitución
como sujetos políticos´´. (3)
Al tener el control sobre las mujeres, el siste-
ma patriarcal se asegura el control de la sexuali-
dad de la mujer, del goce de la mujer (luego vere-
mos la importancia de esto) y de la capacidad
reproductiva de ésta. La organización familiar
con el padre/marido a la cabeza trajo como resul-
tado que la mujer cambiara su antigua situación
de explotación como trabajadora, como presta-
dora de servicios sexuales y como reproductora a
un nuevo modo de sumisión (al marido, al
Estado) pero a cambio de ``protección´´ y manu-
tención. En este punto no puedo menos que
encontrar una similitud con gran cantidad de
mujeres que actualmente no se separan de hom-
bres a los que no quieren, o por los que son mal-
tratadas por el hecho de no saber qué o cómo
hacer con sus vidas y con las de sus hijos si no tie-
nen el sostén económico de su marido. Aún
cuando las leyes exigen que el padre pase a los
hijos una manutención (cosa que no en todos los
casos se cumple), muchas mujeres creen que no
van a poder solas porque siempre estuvieron
``bajo´´ el ala del hombre. El orden patriarcal
parece haber colaborado con el hecho de que las
Actualidad Psicológica
mujeres adoptaran una posición aniñada en el
sentido de la tutela que los hombres ejercían y
ejercen respecto de ellas en gran cantidad de
casos. (Por lo demás, esta impronta de ``domi-
nio´´ es la que persiste hoy en día en muchas de
las formas de violencia que se ejercen contra las
mujeres). Con esto no quiero decir que efectiva-
mente no sea algo muy complicado para una
mujer separarse de alguien que la maltrata, sobre
todo si no tiene redes de apoyo que la contengan
y la sostengan en ese movimiento, pero sí me
parece interesante pensar en el hecho fáctico de
que tantas mujeres lleguen a una situación de
sujeción tal respecto de un hombre… Por otro
lado, está el papel de las políticas de estado.
¿Contiene el estado a una mujer que intenta
salirse de una situación de violencia? ¿O los pro-
cedimientos estipulados suelen dejar baches que
luego de una eventual denuncia la exponen a una
potencial violencia redoblada?
El cuerpo femenino: deseado,
temido, controlado
El cuerpo femenino encarna para el hombre la
diferencia radical. A lo largo de la historia los atri-
butos que lo describen dan cuenta de la mezcla de
fascinación y horror que este generaba en los
hombres. Castración, imperfección, impureza,
debilidad…son algunos de los términos con los
que el discurso imperante lo ha nombrado. Pero,
¿por qué este cuerpo es capaz de suscitar tales sen-
timientos? Veamos un poco…
Una característica muy presente en la anti-
güedad fue la creencia en la propiedad del útero
de migrar dentro del cuerpo femenino. Creencia
sostenida en la observación de casos de prolapso
de útero que llevaron a la teoría del útero migra-
torio, difundida por mucho tiempo. Esto convir-
tió a las mujeres en seres misteriosos que alber-
gaban algo oscuro y peligroso en su interior. En
su obra titulada ``Timeo´´, además de considerar
que las mujeres son la reencarnación de aquellos
hombres que en su vida anterior fueron cobardes
(``la encarnación misma de la pusilanimidad
humana´´(4)), Platón expone lo siguiente: ``Los
así llamados úteros y matrices en las mujeres-un
animal deseoso de procreación en ellas, que se irri-
ta y enfurece cuando no es fertilizado a tiempo
durante un largo período y, errante por todo el
cuerpo, obstruye los conductos de aire sin dejar res-
pirar- les ocasiona, por la misma razón, las peores
carencias y les provoca variadas enfermeda-
des…´´(5) Me interesa destacar como en esta
descripción platónica el útero parece encarnar
aquel aspecto del cuerpo femenino que ha gene-
rado cierto temor en los hombres (y por qué no
en las mujeres también) de todos los tiempos. A
ese animal deseoso, que puede enfurecerse y oca-
sionar todo tipo de males es al que hay que
gobernar, controlar… ¿No es el útero una perfec-
ta metáfora del goce femenino, casi tan deseado
como temido…?
Por su parte, Aristóteles, uno de los más gran-
des referentes durante mucho tiempo, consideraba
que la mujer era inferior al hombre desde todo
punto de vista y justificaba esa inferioridad dicien-
do que era propia de su naturaleza. Por lo demás
no consideraba que las mujeres fueran ciudadanas
sino elementos subordinados de la ciudad.
Durante la Edad Media, el discurso médico se
supeditó al eclesiástico, haciendo uso este último
de teorías erróneas de la antigüedad para justifi-
car sus prédicas acerca de la peligrosidad femeni-
na. Tanto la teoría del útero migratorio (interpre-
tado como un animal deseoso y peligroso) como
la debilidad e imperfección femeninas, absoluta-
mente naturalizadas, serán el alegato más fuerte
para sustentar el ``natural´´ vínculo de la mujer
con el pecado y los vicios y lo que fundamentará
la necesidad por parte de la iglesia de realizar un
exhaustivo control sobre el sexo femenino.
En lo concerniente al goce femenino, los auto-
res de la época compararán el deseo de la mujer
con una madera húmeda que, tarda en prender
fuego, pero cuando lo hace, arde durante mucho
tiempo. (6)
Las concepciones aristotélicas confirman esta
insaciabilidad del deseo femenino en tanto afir-
man que la naturaleza húmeda de la mujer le
otorgaría una capacidad ilimitada en el acto
sexual. Este goce ilimitado, no regulado, será
rápidamente vinculado a una presencia demoní-
aca dando lugar a una serie de ecuaciones comu-
nes de la época: mujer=demonio, peligro, tenta-
ción, pecado, prohibición, engaño, etc. En un
momento en que la castidad y el control de los
goces carnales constituía la aspiración máxima
de todo aquel que quisiera formar parte del reino
celestial, el cuerpo femenino, símbolo de la luju-
ria y los placeres de la carne, sólo podía represen-
tar la desviación de lo divino, y por tanto, una de
las caras del demonio.
Es durante este período que la figura de la
bruja cobra un valor preponderante. Gran canti-
dad de éstas eran mujeres pobres, solas, lo cual
generaba cierta amenaza en tanto estaban por
fuera del sistema de control que constituía el
matrimonio; no sólo en lo referente a las relacio-
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Mayo 2012 • Página 17
nes sexuales, que eran permitidas únicamente
dentro del lecho conyugal y con la finalidad de la
procreación, sino también en cuanto a sus ocupa-
ciones. Muchas eran magas, parteras, sanadoras;
esto es, mujeres que detentaban cierto saber y que
en los niveles más populares ocupaban un rol
similar al de los ilustres médicos, varones por
excelencia. Además, practicaban diferentes méto-
dos de control de la natalidad, algo repudiado por
la iglesia y por tanto, digno de persecución.
Más adelante, la medicina reconocerá que
ambos sexos son imprescindibles y complementa-
rios en la procreación; así, la mujer comenzará a
ser honrada en tanto madre, (siempre que fuera
dentro de la familia patriarcal, claro). Arma de
doble filo, esta veneración la convierte a la vez en
protagonista y prisionera del hogar.
Como vemos, el cuerpo de la mujer, encarna-
ción de la diferencia para el hombre, fue el depo-
sitario de todo tipo de proyecciones. Creo que en
este punto se convierte en un catalizador que per-
mite dar cuenta del tratamiento que ha hecho de
la diferencia el discurso patriarcal, discurso que
Lacan llamo del Amo (el Amo antiguo).
Algunas consideraciones sobre
la diferencia
Las mujeres son distintas, indescifrables, locas,
lujuriosas o frígidas, brujas, devoradoras insacia-
bles y por eso hay que controlarlas; sino pueden
terminar con el hombre. Hoy día muchos hom-
bres siguen llamando a su mujer ``la bruja´´. Esta
figura representa el saber no académico de las
mujeres, vinculado a la Naturaleza, incluso tal vez
a la intuición de la que las mujeres hacían uso
extraoficialmente y que los hombres de poder
(médicos, religiosos..) intentaron extinguir por
todos los medios posibles. Pero también hace alu-
sión a aquella que puede usar esos saberes para
dañar, para maldecir, para matar.
Ese es claramente un temor masculino a la vez
que un modo de justificar la necesidad de con-
trol. Ubicar a las mujeres en un lugar de inferio-
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Página 18 • Mayo 2012
ridad y sumisión, de objetalidad y de dominio,
¿no fue el modo de protegerse de aquella fuerza
que tanto se temía? La violencia suele ser pro-
ducto de la impotencia, de la sensación de ser
avasallado por el otro y es evidente que algo de
esto ha de provocar la mujer en el hombre. Lacan
menciona que la tensión imaginaria genera una
agresividad que se plantea en los términos ``o yo
o el otro´´. Desde este plano no hay lugar para el
otro, rival especular que pone en jaque mi propia
integridad. Ahora bien, lo simbólico, ¿hasta que
punto ha contribuido a suavizar esa tensión? ¿No
ha sido, por el contrario, la construcción simbó-
lica del discurso imperante, discurso del Amo,
fálico y hegemónico, una legitimación de la agre-
sividad imaginaria?
A nivel simbólico, la mujer ha encarnado la
figura del Otro radical (incluso para sí misma),
aquella que no encaja del todo en la horma fálica.
Es que las mujeres habitan este universo simbólico;
más aún, son, al igual que el resto de los seres
hablantes, habitadas por el lenguaje. ¿Y qué les ha
pasado a las mujeres con el lugar que les ha sido
asignado? Sin duda han sintomatizado. Han hecho
y siguen haciendo intentos por encajar en el mode-
lo (no todas, por supuesto). Encajar bajo el modo
de condescender al lugar que les fue otorgado,
encajar buscando parecerse a los hombres, incluso
denunciando lo mal que el hombre hace su papel y
dedicando su existencia a esta denuncia.
En los análisis de algunas mujeres aparece la
referencia constante a la boludez de los hombres, a
su impotencia, junto con la fantasía de vengarse de
ellos, de aleccionarlos siendo como ellos, duras,
insensibles, frías (estas características son sólo un
recorte clínico, reflejo de lo que la masculinidad
significa para algunas mujeres). Para ellas ser
mujer es sinónimo de sufrir y por eso reniegan de
ese lugar. Paradójicamente, este camino las condu-
ce a una trampa de padecer constante. Hay aquí un
aspecto que ha llamado mi atención y es cierta
ligazón de la feminidad y el sufrimiento de un
modo bastante frecuente. A esto, entre otras cosas,
me refería cuando hablaba de las marcas que la his-
toria de las mujeres ha dejado hoy en día. Por
supuesto no paso por alto la relación de los sujetos
con el goce, con los significantes propios con los
que se han quedado enredados en el padecer parti-
cular; esto último atraviesa a todos los seres par-
lantes. Pero, si tal como propone Lacan, el incon-
ciente es el discurso del Otro, si estos dos tienen
una relación mohebiana, ¿no sería lógico pensar
que este discurso ha distribuido ciertos modos de
goce, en este caso de padecer?
En este punto, y lejos de plantear ``la culpabili-
dad de la víctima´´ ( y en disidencia tanto con el
concepto de culpabilidad como de víctima), si me
parece una pregunta necesaria e interesante la de si
la mujer sostiene, en tanto marcas de goce, modos
de goce señalados por el discurso, el lugar de la no
entendida, la desdichada, la maltratada, la sufrien-
te. E insisto, no estoy diciendo con esto que las
mujeres tienen la culpa de estar en ese lugar;
durante todo el trabajo he intentado mostrar lo
difícil que ha sido para las mujeres convivir con el
lugar que les era asignado discursivamente.
Pero si creo que para pensar en un cambio de la
situación es necesario interrogar tanto un lado
como el otro. A la ``dominación masculina´´ de la
que habla Pierre Bourdieu, ¿cómo respondieron las
mujeres? Una de las respuestas fue el odio, la agre-
sividad, la denostación del universo masculino. Y si
bien podemos pensar que estas reacciones están
más que justificadas teniendo en cuenta todo el
odio que el sexo femenino ha tenido que soportar
por gran cantidad de culturas (ahora me viene a la
cabeza la ablación practicada a algunas mujeres),
no parece ser este el camino por el cual se consiga
terminar con la violencia, sino todo lo contrario. A
decir verdad, no creo que la violencia sea algo que
pueda erradicarse, pero definitivamente pienso
que las cosas pueden ser de otro modo, que hay un
horizonte de lo posible por construir. Además, el
ejercicio de la violencia por parte de los actores
individuales, también tiene que ver con cierta legi-
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timación de ésta y en ese punto la cuestión deja de
ser personal y se convierte en social, cultural, edu-
cacional y política.
Por su parte las mujeres tendrán que hacerse
cargo de salir a buscar su nuevo lugar, de hacerse
responsables de construir una nueva identidad,
nuevas formas. Sin embargo, si bien creo que hay
muchos aspectos en los que las mujeres tenemos
que lograr nuestra propia forma de expresión,
nuestro modo particular de ser en el mundo y con
el mundo, también creo que este cambio tiene que
darse en constante interacción con los hombres,
que a su vez tendrán sus movimientos para hacer.
Siempre habrá una brecha, la diferencia, que en
términos de identidad sexual ya ni siquiera se
reduce a hombre o mujer; también están los tra-
vestis, los transexuales, lesbianas, gays, queer y
quién sabe cuántos más…siempre habrá diferen-
cia. Se trata de vivir con eso.
Desde ya, este es un recorte de la situación, una
interpretación personal. Hay mucho por construir
en el camino hacia una relación más armónica
entre los sujetos, hacia un sistema en el que puedan
coexistir las diferencias individuales…
Notas
(1) Sendón de León, Victoria. ``Matria. El horizonte de lo posi-
ble´´. Capítulo 3. Pág. 113.
(2) Idem. Pág. 108
(3) Marta Fontenla. ``¿Qué es el patriarcado?´´.
http://www.nodo50.org/mujeresred/spip.php?article1396
(4) Sissa, Giulia. Filosofías del género: Platón, Aristóteles y la
diferencia sexual. En Historia de las mujeres. Tomo 1. La
Antigüedad. Ediciones Taurus, Madrid, 2000. Pág.130
(5) Platón. Timeo. En Diálogos VI (Filebo, Timeo, Critias).
Biblioteca Clásica Gredos. Editorial Gredos, Madrid, 1992.
Págs.259-260
(6) Thomasset, Claude. “La naturaleza de la mujer”. En
“Historia de las mujeres”. Tomo II. La Edad Media. Ediciones
Taurus, Madrid, 1992. Pág. 80
Bibliografía
-Sendón de León, Victoria. ``Matria. El horizonte de lo posible´´.
España. Siglo XXI editores. 2006.
-Bourdieu, Pierre. ``La dominación masculina´´. España.
Editorial Anagrama.
-Butler, Judith. ``El género en disputa. El feminismo y la subver-
sión de la identidad´´. España. Editorial Paidós. 2007
-De Beauvoir, Simone. ``El segundo sexo´´. Buenos Aires.
Editorial Sudamericana. 1999
-Irigaray, Luce. ``Espéculo de la otra mujer´´. España. Editorial
Akal. 2007
-Lacan, Jacques. ``Escritos 1. Capítulo 2: La agresividad en psi-
coanálisis´´. Siglo XXI editores. Decimo cuarta edición en espa-
ñol. 1985
-Lacan, Jacques. ``El seminario. Libro XVII: El reverso del
Psicoanálisis (1969-1970)´´. Buenos Aires. Ediciones Paidós.
1992
-Fernandez, Ana Maria. ``La mujer de la ilusión. Pactos y con-
tratos entre hombres y mujeres.´´. Buenos Aires. Editorial Paidós.
1993.
Actualidad Psicológica
“Todo por ser
mujer”
Analía Losada
S
onia es derivada por un gastroente-
rólogo al Instituto Argentino de
Trastornos de la Alimentación.
Manifiesta que todo lo que come lo
vomita, que esta hecha un asco y que
todo lo que le pasa es por ser mujer.
A los once años de edad y cansada de seis años de
abuso sexual por parte de su padrastro decide escri-
birle una carta a su madre contándole sus padeci-
mientos. Su mamá la despierta a los gritos “Sabía que
me ibas a sacar a mi marido… no puede haber dos
mujeres en la casa…”. Al tiempo fue entregada por su
familia a un prostíbulo a cambio de doscientos pesos.
Dice: “allí los hombres pagaban por violarme…”
Luego de casi diez años de haber permanecido en
cautiverio y con veintiuno recién cumplidos un
cliente le ofrece llevarla a vivir a su casa en la
Provincia de Buenos Aires y convertirse en su espo-
so. Luego de su primera cena en esa casa comienza a
vomitar. “Todas las mujeres son iguales, sos atorran-
ta… no servís para nada…”. Lejos de aquel “fueron
felices y comieron perdices”, en la vida conyugal vol-
vió a vivenciar lo acontecido en su infancia y adoles-
cencia. “Eran como las cosas malas que le pasaban a
la Cenicienta o peores… en los cuentos nunca le
pasan a los hombres, siempre a las mujeres…”
Factores de Riesgo
Mientras que escuchaba el desgarrador relato de
Sonia recordaba que esa mañana había estado traba-
jando con una alumna en su tesis sobre los factores
de riesgo en los niños. Estos principios son condi-
ciones o características propias del individuo y/o de
su entorno que aumentan la probabilidad de padecer
un desajuste psicosocial (Silva, 1999; Mikulic y
Crespi, 2005). Son características, hechos o situacio-
nes propias del sujeto o de su entorno que aumentan
la posibilidad de desarrollar desajuste psicosocial
(Silva, 1999).
Desde la perspectiva de los factores de riesgo la
pobreza, el desempleo, los problemas de vivienda, el
estrés económico, el aislamiento social, los conflictos
de pareja, la movilidad social y la falta de sistemas de
apoyo son los principales determinantes del maltra-
to infantil (Coulton, Korbin, Su y Chow, 1995).
Aunque es discutible que la etiología del maltrato
infantil pueda reducirse a la presencia de estas pro-
blemáticas.
Otros enfoques se centraron en las caracte-
rísticas individuales del niño maltratado. El modelo
de la vulnerabilidad infantil entiende que hay carac-
terísticas infantiles que aumentan el riesgo de sufrir
situaciones de maltrato, con una incidencia mayor
de casos de maltrato en niños prematuros, de bajo
peso al nacer y en los que han sufrido complicacio-
nes en el período peri natal, así como en los que pre-
sentan características físicas y conductuales tales
como temperamento difícil, minusvalía física, psí-
quica o sensorial, dificultades de aprendizaje, retra-
sos en el desarrollo del lenguaje o escasa habilidad
social (Verdugo, Gutiérrez, Fuertes y Elices, 1993).
Rodríguez Cely (2003) sostuvo que si bien cual-
quier niño puede ser víctima potencial de abuso
sexual, dado su desconocimiento del tema, su impo-
tencia y dependencia, existen algunos factores como
la edad y el sexo que hacen más vulnerables a ciertos
niños que a los demás.
Entre el perfil del niño abusado propuesto por
Vargas, C., Vargas, E. y Mejía (1995), también se
encuentran aquellos menores que son fácilmente
manipulables, que su autoestima es negativa y están
necesitados de atención y afecto, que han sido edu-
cados por adultos autoritarios que los obligan a obe-
decer sin cuestionar las imposiciones de los mayores,
y no saben lo que es el abuso sexual ni la manera de
evitarlo o afrontarlo.
Finkelhor (1979) desarrolló un método para
organizar las diversas y hasta opuestas teorías y resul-
tados mencionados en la literatura existente hasta
ese momento. Este modelo denominado de los cua-
tro factores o de las cuatro precondiciones del abuso
Mayo 2012 • Página 19
sexual. Este modelo establece que para la ocurrencia
de una situación de abuso se debe cumplir con las
siguientes precondiciones:
- Motivación: La persona que abusa posee una
motivación ya sea por experiencias traumáticas de la
infancia o por incapacidad de relacionarse eficaz-
mente con otras personas adultas.
- Bloqueo de los inhibidores internos: Todas las
personas poseen una serie de inhibidores, denomi-
nados conciencia moral, auto control, que impiden
la ejecución de ciertos actos. Sin embargo, éstos pue-
den ser bloqueados por ciertos desinhibidores como
el alcohol, drogas o impulsos violentos que contri-
buyen a precipitar la acción.
- Bloqueo de los inhibidores externos: Pueden
servir como bloqueadores externos la sanción social,
la represión judicial, la acción de la familia y la
comunidad. La falla o ausencia de estos sistemas
puede favorecer la presencia del abuso sexual
(Finkelhor, 1980a, Finkelhor, 1980b).
- Vulnerabilidad: Finkelhor y Browne (1985)
sostuvieron que no es suficiente la presencia de las
tres precondiciones anteriores si el ofensor no tiene
acceso a una persona que sea vulnerable. Un niño es
vulnerable cuando: carece de información sobre el
abuso, vive aislado y no tiene posibilidad de comu-
nicación, no se le percibe como sujeto de derecho,
sino como objeto y propiedad de sus padres o de los
adultos con quienes se encuentra en relación de
dependencia.
Colombo (2004) planteó que si en una familia
existen disfunciones parentales y en especial si no es
eficaz el cumplimiento de la función materna, estas
dificultades dejan librado al niño en un lugar de vul-
nerabilidad que puede llevar al maltrato. Se trata de
una imposibilidad de respetar al desarrollo del niño.
Colombo, Agosta y Barilari (2008), refirie-
ron que el descuido hacia el niño es un descuido al
futuro de la humanidad. En ese marco interpretaron
al maltrato infantil como un asesinato al alma, una
herida en sus afectos, autoestima y esperanza. El
maltrato infantil crónico provoca efectos que van
desde la aparición de síntomas relacionados con el
estrés postraumático y más puntualmente favorece-
dores de desordenes disociativos de la personalidad
que podrán confundirse con enfermedades mentales
de tipo estructural.
Los niños víctimas presentan a posteriori trastor-
nos somáticos como trastornos en el sueño y trastor-
nos en la alimentación como voracidad, anorexia o
bulimia (Colombo, Agosta y Barilari 2008).
La víctima de abuso sexual, por su corta edad, se
encuentra imposibilitada de elaborar la situación
traumática que lo invade y a su vez lo inhibe en su
crecimiento y desarrollo. Colombo, Agosta y
Barilari (2008), destacaron que toda situación de
abuso constituye un trauma que motiva la disocia-
ción. A la vez que un ambiente facilitador puede
contener y servir al niño como estructurador en su
desarrollo, pudiendo resolver la problemática de la
disociación. Las autoras plantearon que niños que
presentan este desorden disociativo luego de episo-
dios de abuso sexual tienen padres con anteceden-
tes observables de disociación. La capacidad de
disociar puede pasar de una generación a otra
como ciclo del abuso o es la consecuencia de la con-
tinuación a otra en una familia.
Cyrulnik (2003) expuso que en las situaciones
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en las que el entorno esta desprovisto de tutores
afectivos el futuro de los niños se verá gravemente
comprometido.
La adversidad es el conjunto de factores de riesgo
que toman cuerpo e interactúan en una situación de
vida específica. Las interrelaciones de estos factores
elevan la posibilidad de que se inicien trastornos de
distintas índoles o de que se mantengan en el tiempo
ciertos problemas (Simpson, 2008).
El riesgo representa la probabilidad de que ocurra
un suceso durante un período de tiempo. Los facto-
res de riesgo son características o factores que están
asociados con un aumento de la probabilidad de que
aparezca una enfermedad, se comprometa la salud o
la vida. A la vez, una conducta de riesgo es una con-
ducta voluntaria que compromete aspectos del desa-
rrollo de los individuos. Las conductas de riesgo no
ocurren aisladas, sino que están relacionadas y cova-
rían (Suárez Ojeda, Munist y Kotliarenco, 2004).
Jaen Rincón y Garrido Fernández (2009) plante-
aron que las víctimas llegan al tratamiento con vul-
nerabilidad y necesidad de consuelo y reparación.
Por lo tanto debe buscarse propiciar al paciente un
espacio y un rol diferente en este grupo familiar.
Jaen Rincón y Garrido Fernández observaron en
estos pacientes que las relaciones entre madres e
hijas pueden ser definidas como una relación donde
predominan las interacciones simétricas y que habi-
tualmente llevan a una escalada que suele finalizar
con insultos, gritos y pérdida del control por parte
de ambas. Este tipo de interacción se produce de
modo generalizado e incluye a otros miembros de la
familia y del entorno.
La incapacidad de las víctimas del abuso sexual
infantil para dar significado a la experiencia sufrida,
determina lo que Kelly (1955) denominó interrup-
ción del ciclo de la experiencia, cuyo resultante es la
aparición de variada sintomatología tanto de tipo
emocional como conductual. La respuesta del con-
texto en su interacción con la víctima y fundamen-
talmente de aquellas figuras emocionalmente vincu-
lantes, puede tener un efecto reparador en cuanto a
que pueden facilitar un discurso en torno a expe-
riencia traumática aportando tonalidades emocio-
nales y significados que permiten salir de un ciclo
ininterrumpido en el que las emociones y las con-
ductas están carentes de significados o, en el peor de
los casos, están asociados a construcciones de sí
patologizantes y desadaptativas.
La presencia de factores de riesgo como el ser
niña o adolescente, convivir sin uno de los padres
biológicos, una madre poco o nada disponible, negli-
gencia, una percepción de la propia familia como no
feliz, niños con discapacidades emocionales, senso-
riales, físicas o cognitivas, familias poco cohesivas, no
demasiado organizadas y disfuncionales se muestran
como elementos para el desarrollo de una vulnerabi-
lidad previa (Losada, 2009).
Ganduglia (2003) señaló que el baklash es un
nuevo factor de riesgo que se construye en la con-
fluencia de críticas que desde lo legal, asistencial y
teórico se muestran frente al abordaje específico de la
problemática de la violencia familiar, especialmente
en el caso de violencia hacia los niños, siendo uno de
los mayores obstáculos que encuentra la visibilidad
del maltrato infantil.
Noguerol (1995) expuso que las consecuencias
sociales y contextuales del abuso como las medidas y
métodos judiciales que contribuyen a un aumento
del estrés y, debido a su lentitud e impredecibilidad,
conllevan a la víctima a un constante estado de aler-
ta, dificultando su proceso de recuperación, funcio-
nando como factores desprotectores. Otros factores
de riesgo como ser niña o adolescente, el convivir sin
uno de los padres biológicos, una madre poco o nada
disponible, negligencia, percepción de la propia
familia como no feliz, o niños con discapacidades
emocionales físicas o cognitivas parecen colocar al
niño en lugar potencial para el abuso sexual.
Familias poco cohesivas, no demasiado organizadas
y generalmente mas disfuncionales, con problemas
en la comunicación, falta de cercanía emocional, fle-
xibilidad en los roles y aislamiento social, también
inciden a modo de vulnerabilidad previa.
Soria y Hernández (1994) plantearon que algu-
nos elementos clave que potencian los efectos trau-
máticos del abuso sexual infantil son: la duración
temporal del abuso, la dificultad en la adaptación
psicosocial del menor a los efectos del abuso, el esca-
so apoyo emocional y la falta de protección por parte
de la familia, los efectos derivados de la segunda vic-
timización o inducidos por los profesionales dis-
puestos para el apoyo de la víctima, la existencia de
un abuso físico y/o aprovechamiento económica, la
violencia elevada ejercida por el adulto, y que el agre-
sor sea afectivamente próximo al niño.
Factores de protección
¿Sonia ha tenido factores de protección?
Pereda Beltrán (2009) describió la importancia
de los factores de riesgo y de protección en el desa-
rrollo de psicopatologías tras la vivencia del abuso
sexual infantil. Refirió que, tras sufrir una experien-
cia de abuso sexual, algunos niños víctimas seguían
manteniendo un adecuado desarrollo sin presentar
alteraciones psicológicas. La percepción de apoyo
social por parte de la víctima y la ausencia de senti-
miento de culpa fueron factores que se demostraron
como protectores del bienestar emocional de las víc-
timas de abuso sexual, identificando a aquellos indi-
viduos como resilientes.
Pereda Beltrán (2006) promovió la puesta en
práctica de programas de tratamiento que intenten
activar los factores de protección del individuo, por
la importancia constatada que tienen en la mejoría
de las víctimas de abuso sexual infantil. Planteó que
debe obtenerse del entorno apoyo familiar y acceso a
recursos profesionales para que el abuso sexual sea
visto como una experiencia negativa, pero acotada a
un período determinado, sin extender su influencia
al resto de la vida del individuo.
Los factores protectores son influencias que
modifican, mejoran o alteran la respuesta de una
persona a algún peligro que predispone a un resulta-
do no adaptativo. Sin embargo, esto no significa en
absoluto que ellos tengan que constituir experiencias
positivas o benéficas (Rutter, 1990, 1993).
Un factor protector no constituye un suceso en
agradable. Pero en ciertas circunstancias, los eventos
displacenteros y potencialmente peligrosos pueden
fortalecer a los individuos frente a eventos similares.
Los factores protectores, a diferencia de las experien-
cias positivas, incluyen un componente de interac-
ción. Las experiencias positivas actúan en general de
Actualidad Psicológica
manera directa, predisponiendo a un resultado
adaptativo. Los factores protectores manifiestan sus
efectos ante la presencia posterior de algún estresor,
modificando la respuesta del sujeto en un sentido
más adaptativo que el esperable. Un factor defensor
puede no constituir una experiencia en absoluto,
sino una cualidad o característica individual de la
persona (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997).
Suárez Ojeda, Munist y Kotliarenco (2004) divi-
dieron los factores protectores en parentales, familia-
res y ambientales y en hereditarios o genéticos. Los
factores protectores hereditarios o genéticos refieren
a ciertas capacidades y sobre todo habilidad de reso-
lución de problemas. Suárez Ojeda, Munist y
Kotliarenco sostuvieron que las mujeres tienden a ser
menos reactivas al estrés familiar que los hombres,
aunque varía de acuerdo a la edad. A la vez exponen
que los niños resilientes tiene un temperamento fácil
durante la infancia y que se caracterizan por tener
espontáneamente una buena relación con pares y
adultos, y poseen capacidad de humor y creatividad.
Colombo, Agosta y Barilari (2008) indicaron que
los factores protectores presentes en los niños son un
vínculo positivo con los padres, un clima emocional
positivo para el desarrollo, aptitudes y habilidades,
sentido de la vida, sentido del humor y socialización.
El factor protector más relevante para el desarro-
llo de las personas correspondería al vínculo afectivo,
a las vivencias afectivas y valores vividos en su espa-
cio de crecimiento familiar. La resiliencia, en tanto
capacidad que tiene un sujeto para fortalecerse,
adaptarse y superarse ante las adversidades que se le
presentan, resulta de la combinación de factores de
riesgo y protección, que permiten a una persona o
grupo afrontar y superar las adversidades de la vida
(Suárez Ojeda, 2001). Resiliencia alude a la capaci-
dad, resistencia, superación, fortalecimiento ante
situaciones adversas (Mikulic y Crespi, 2005). Como
capacidad de los seres humanos permite sobrepo-
nerse a la adversidad y construir sobre ella. Es un
proceso dinámico que tiene por resultado la adapta-
ción positiva, aún en contextos de gran adversidad.
El potencial resiliente es el resultado producido
de la diferencia entre los factores de riesgo y los de
protección. Existen mecanismos mediadores en los
procesos de riesgo y de protección. Estos mecanis-
mos son los que permiten que ciertos sujetos, aún
expuestos a factores de riesgos sean considerados
resilientes (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997).
Rutter (1990) destacó qué diversos mecanismos
actuarían como predictores en los procesos protecto-
res. Por una parte los mecanismos que reducen el
impacto del riesgo de dos maneras: modificando el
proceso cognitivo, y por lo tanto, la apreciación que
una persona tiene de determinada situación de ries-
go; disminuyendo el involucramiento o la exposi-
ción al riesgo. A la vez devienen aquellos dispositivos
que reducen la probabilidad de reacciones negativas
en cadena, es decir, aquellas que se dan luego de
haber estado expuesto a la situación de riesgo y que
perpetúan los efectos del mismo. Los que promue-
ven el establecimiento y mantenimiento del autoes-
tima y autoeficacia, y las experiencias o momentos
claves en la vida de una persona, que son capaces de
crear oportunidades de desarrollo adaptativo, y que
marcan continuidad en la trayectoria vital del indivi-
duo, también son mecanismos reductores del impac-
to de riesgo.
Actualidad Psicológica
Según Silva (1999) todo ser humano posee el
potencial resiliente. Todos tienen la posibilidad de
desarrollarlo. A su vez la autora señaló que la resilien-
cia se presenta en diversos grados, ya que los indivi-
duos pueden manifestarse como altamente resilientes
cuando presentan un ajuste y adaptación psicosocial
en todas las áreas de su desarrollo. Si evidencian un
ajuste y adaptación psicosocial en casi todas las áreas
de su desarrollo, aunque algunos conflictos significati-
vos, se trataría de sujetos medianamente resilientes.
Silva expone que aquellos que presentan desajuste en
algunas áreas del desarrollo, pero se evidencian una
serie de recursos para ser desarrollados o quienes
denotan desajuste en casi todas las áreas del desarrollo
y aunque en muy poca cantidad, hay ciertos recursos
psicológicos presentan grados de poco resilientes y
muy poco resilientes, respectivamente.
Los factores protectores o resilientes forman una
especie de escudo protector para el sujeto, que lo
defiende de las agresiones y limitaciones del medio en
que le toca vivir (Suárez Ojeda, Munist y Kotliarenco,
2004). El sujeto resiliente cuenta con habilidad, adap-
tabilidad, baja susceptibilidad, enfrentamiento efecti-
vo, capacidad, resistencia a la destrucción, conductas
vitales positivas, temperamento especial y habilidades
cognitivas, todas desplegadas frente a situaciones
vitales adversas, estresantes que les permite atravesar-
las y superarlas (Silva, 1999).
Por su parte, Cicchetti y Rizley (1981) propusie-
ron un modelo que se centra en el equilibrio entre los
factores de riesgo y los factores de protección: mien-
tras que la presencia de los factores de riesgo incre-
menta la probabilidad de que ocurra el maltrato, los
factores protectores disminuyen la posibilidad de que
tales situaciones lleguen a ocurrir. La conducta paren-
tal estaría determinada por el equilibrio relativo entre
ambos tipos de factores. Según este modelo, el mal-
trato tendría lugar cuando los factores de riesgo supe-
ran o anulan cualquier influencia protectora. A esta
dimensión de probabilidades, Cicchetti y Rizley
(1981) añaden una dimensión de temporalidad, con
dos polos consistentes en situaciones transitorias y
situaciones crónicas; mientras que las primeras pue-
den fluctuar y cambiar, las segundas aparecen como
factores estables y permanentes. Todo el modelo
puede representarse en una matriz de dos por dos, tal
como aparece en el cuadro siguiente: (ver al pié)
Del cruce de esas dos dimensiones resultan cua-
tro tipos de situaciones. La reflejada en el recuadro 1.
muestra una situación de alto riesgo en la que los
factores de riesgo están presente de forma crónica. Se
incluyen aquí situaciones en las que hay enfermedad
crónica, retraso mental, discapacidad, historia de
vida de los padres, baja tolerancia al estrés, trastor-
nos psicológicos, la interacción familiar disfuncional
(tal como problemas serios de pareja, escasa habili-
dad para tratar a los niños y las influencias sociales y
culturales a manera de problemas económicos o
desempleo) y valoración positiva del castigo físico.
En recuadro 2 en contraste con lo anterior, la pre-
sencia de factores protectores permanentes reducen,
también de una forma permanente, la posibilidad de
que ocurra un episodio de maltrato: buena salud,
fortaleza física, temperamento dócil en los niños y,
en los padres, recuerdos agradables de la infancia, un
buen nivel de autoestima, capacidad para responder
de una manera flexible a los problemas de crianza del
niño, ausencia de tensiones económicas, actitud con-
traria a la violencia. Entre las influencias transitorias
en el recuadro 3 están las situaciones de crisis a las
que de vez en cuando se enfrentan las familias como
enfermedades o accidentes domésticos, pérdidas de
trabajo, pérdida de un ser querido, problemas para
encontrar a una persona que se encargue de cuidar al
niño. Del otro lado en el recuadro 4 se ubican los
amortiguadores temporales que incluyen circuns-
tancias cuya influencia tiende a disminuir los niveles
de estrés familiar y, en consecuencia, la probabilidad
de maltrato: la superación de un período difícil para
el niño, la partida de un vecino molesto, encontrar
trabajo, contar con una persona que colabore con el
cuidado del niño en determinados momentos
(Cicchetti y Rizley, 1981).
Discusión
En el inter juego entre los factores protectores y
los de riesgo tratamos de visualizar a Sonia. El tra-
tamiento se oriento a rescatar lo que teníamos: esta-
ba viva, eso no era poco. También se decidió rescatar
el ser mujer. Construir una femineidad entre tanto
mal uso, es decir abuso. Sobrevivió a tanto horror y
resistió. La pregunta era como sobreponerse a la
adversidad y construir sobre ella. Los contextos en
los que había vivido mostraban una gran adversidad.
El sistema terapéutico a construir debía ser un con-
texto diferente. El tratamiento busco que a pesar de
la intensa exposición a factores de riesgo puedan
comenzar a desarrollarse factores protectores. No de
sus padres, de su ex esposo, sino propios.
Construcciones propias “… Puede ser que tengas
razón quizá halla para mi algún final feliz…”.
analia_losada@yahoo.com.ar
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Dimensión de probabilidad
Factores de riesgo
Dimensión Situaciones 1. Factores permanentes
temporal crónicas de vulnerabilidad
Dimensión Situaciones 3. Situaciones de
temporal transitorias crisis
Dimensión de probabilidades y dimensión temporal (Cicchetti y Rizley, 1981).
Mayo 2012 • Página 21
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Atención
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protectores Psicólogos UBA
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Página 22 • Mayo 2012
Vínculos La manipulación en la violencia
S
i pensamos en la desmesura en una
relación, en desbordes emocionales,
en excesos y abusos en el trato con el
tóxicos otro, estamos hablando del arrasa-
miento de la subjetividad.
Si estamos en presencia de un sometimiento de
la voluntad del otro, de la presencia de un déspota
que colocado en el lugar de amo instaura su propia
Ana María Britti ley, si la situación se completa con el trastocamien-
to de la intimidad del otro convertida en amenaza,
entonces estamos hablando de violencia.
Si, finalmente, hablamos de la ausencia de esti-
mulación en un niño que está creciendo, quedan-
do a merced de su propio mundo interno sin
nadie que lo pueda asistir o apuntalar también
hablamos de violencia. Ésta es una violencia por el
déficit, por lo que no está, es violencia por desa-
tención, hay falta y la ausencia es violencia. Se
trata de violencia por omisión, a diferencia del
maltrato físico, sexual o psicológico en los cuales
la violencia es por acción.
En los últimos años las estadísticas han revela-
do que el lugar considerado más seguro, la propia
casa, es concebido como el sitio en el cual pueden
ocurrir una buena cantidad de actos violentos
En el marco del hogar, ámbito de protección y
afecto, millones de personas padecen toda clase de
sufrimientos debidos a la violencia entre parientes
hasta llegar a morir por ello. La violencia familiar
ha sido algo secreto y soslayado.
Aún hoy resulta difícil vencer la resistencia al
tema que oponen las creencias sociales o cultura-
les. Éstas sostienen que la familia es como un san-
tuario plagado de amor y cuidado. En general se
prefiere rodear de silencio al sufrimiento. Esto ha
impedido la toma de conciencia de que con tal
actitud se ha fomentado y encubierto la comisión
de delitos con total impunidad; no está bien visto
“sacar los trapitos al sol”, como indica el dicho
popular. Me refiero a modalidades crónicas per-
manentes, de comportamientos agresivos que reca-
en, sobre todo, en los más débiles del grupo. Las
dos cuestiones más graves se refieren a “la mujer
golpeada” y “al niño agredido”. Para ellos su hogar
es un ámbito de terror y de riesgo fatal.
La víctima es desvalorizada y queda en una
posición de sometimiento. Tomamos la violencia
hacia la esposa, por ser el tipo de violencia estadís-
ticamente más frecuente en todas partes del
mundo. Debemos diferenciar la violencia familiar
que es global e incluye a todos los miembros de la
familia, de la violencia conyugal instalada en la
relación íntima y estable entre un hombre y una
mujer que constituyen una pareja. La violencia
marital configura un cuadro específico de la situa-
ción y recae en la esposa. Cuando ella permanece
sin conseguir salir de esa modalidad vincular, con-
figura la llamada “mujer golpeada”. Es por lo tanto
un síndrome de violencia crónica unidireccional;
va siempre del hombre hacia la mujer.
Esa violencia forma parte de los vínculos
vivenciados en su infancia, relacionada con el
tipo de educación, las circunstancias familiares y
las creencias. Generalmente son hijas de una
familia violenta y abusadora. Este vínculo fami-
liar se ve reeditado en la relación de pareja que la
niña realiza de adulta. La violencia ejercida y
Actualidad Psicológica
padecida es una enfermedad del vínculo: se nece-
sita una víctima y un victimario
En la violencia marital hay insultos, amenazas y
golpes. Además pueden complementarse los malos
tratos con el robo de bienes de la esposa o del
patrimonio de la sociedad conyugal, sustracción o
destrucción de propiedades y objetos personales de
la mujer y, llegando a situaciones extremas, las
lesiones invalidantes, los abortos provocados por
golpes y patadas, la violación sexual de la propia
esposa, la tortura y hasta el homicidio.
La víctima adolece de sentimientos de pérdida,
de baja autoestima, escasa confianza en sí misma,
pesadillas, llantos, y miedo crónico. La personali-
dad de la víctima queda modificada por el impac-
to de la agresión, sostenida por un sentimiento de
vulnerabilidad. Se trata de una herida abierta per-
manentemente. Por otro lado se produce un proce-
so de aislamiento y marginación de la persona
afectada. Generalmente es culpada por lo que le
sucede pues trae molestias a los que la rodean
mientras que el golpeador queda como a la sombra
de lo que sucede, protegido y gozando de impuni-
dad, del olvido o hasta de una cierta compasión.
Ellos saben muy bien disimular delante de los otros
el grado de violencia que descarga en la víctima.
A todo esto hay que sumar la ignorancia habi-
tual que de sus derechos personales y legales tiene
la víctima, su desconfianza en la justicia, la ver-
güenza y humillación de exponerse para declarar
los hechos que padece. También cuentan el miedo
a la venganza, la falta de pruebas, una culpa irra-
cional de creerse co-responsable del delito, el
temor al proceso legal y al mundo desconocido de
comisarías, juzgados y tribunales.
Estas mujeres suelen encerrarse en sí mismas,
tienen una imagen negativa de sí generalmente
correspondiendo al modo que la madre las trató en
el vínculo, racionalizan y niegan las agresiones
para poder sobrellevar el dolor, hacerse muy
dependientes y obedientes para reducir al máximo
las posibilidades de ataque.
Hay una profunda incomunicación por el ais-
lamiento que se fue produciendo en su vida debi-
do al vínculo que mantiene con el victimario. De
este modo se le hace el camino más fácil al agresor
para convencerla de que ciertos sucesos, como los
episodios violentos, fueron producto de su mala
interpretación de la realidad; niega su existencia o
las características que la mujer le atribuye. Así
anula su capacidad perceptiva, de juicio y de
memoria y la hace sentir culpable por traer a cola-
ción cuestiones irritantes. Por lo tanto ha perdido
la capacidad de conectarse con la realidad y consi-
go misma. En definitiva, una mujer cuya autoesti-
ma está destruida, sus recursos defensivos están
deteriorados y su capacidad de actuar se encuentra
paralizada por los efectos del abuso al que es some-
tida; todo esto la lleva a creer que su situación no
tiene arreglo, que carece de fuerza e iniciativa para
lograr una vida autónoma.
Origen de la enfermedad
La relación fusional de la niña con una madre
con conflictos graves por ejemplo una madre
“seductora narcisista” (fachada de sobreprotección
Actualidad Psicológica
para que la criatura no se separe nunca de su lado),
una “madre ausente” que la priva de sentir sensa-
ciones de ternura y cariño o una madre “controla-
dora” de la libre expresión de la niña representa
para la bebé una disposición a quedarse apegada a
esa figura violenta, que le impide el despliegue de
su subjetividad. Espera ser tenida en cuenta como
sujeto, sin lograr desarrollar su particular modali-
dad vincular. Esta situación la llevará a instalar una
dependencia con la figura materna que puede cos-
tarle el desarrollo de su individualidad.
Se acentúa el problema por la igualdad de géne-
ro lo cual le dificulta salir de esa encrucijada.
Queda instaurada la situación traumática que la
llevará hacia una continua repetición del conflicto
vincular, dentro del cual el encuentro con un varón
con determinadas características de dominio, con-
trol y violencia (como su madre) se constituye en
el arquetipo de sus relaciones interindividuales.
Por otro lado se observa que mientras el varón
ve transformada la interdicción en promesa de otra
mujer, la niña sólo podrá recuperar a su madre sos-
teniendo el apego con ella. Como el vínculo es
patógeno, este mecanismo está dañado por lo cual
la niña queda pegada a la figura materna y no logra
realizar el proceso de individuación. La madre no
está disponible para servirle de modelo porque la
absorbe. No obstante sus intenciones en busca del
amor de su madre, la niña no alcanzará a satisfacer
todos sus deseos. Éstas son madres que buscan su
propia satisfacción y pretenden que la niña se las
cumpla completamente, lo cual hace imposible su
realización. Lo que sucede realmente es que esa
hija no llega a acceder a un lugar de sujeto para ella
sino que se convierte en el complemento de su
madre. De este modo la realidad se le vuelve decep-
cionante a la niña respecto de lo que lo anímico se
prepara para alcanzar. Entonces el sentimiento de
sí, la constitución de su identidad, es reemplazado
por un sentimiento de inautenticidad, debido a
que no logra una identificación sana con el mode-
lo de la madre. Por lo tanto se ve impedido el desa-
rrollo de una estructuración psíquica autónoma de
modo que se extiende a perpetuidad el vínculo
patológico. Serán mujeres que no logren ser ellas
mismas sino depositarias del mundo interno pato-
lógico del otro, generalmente un hombre.
La violencia en la conyugalidad
Nos referimos a la relación de dominio y con-
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trol dentro de la conyugalidad. Esta situación
implica un ataque al otro (generalmente la mujer)
en tanto sujeto que desea. El otro, por sus tenden-
cias masoquistas pasa a ser un objeto totalmente
maleable para el perverso que lo maneja.
En la perversión sexual el dominio se manifiesta
en el plano sexual sobre la pareja y se obtiene
mediante la seducción, la fascinación o el terror. Es
decir que la víctima queda paralizada frente al per-
verso. Mientras que en la perversión narcisista, el
dominio se manifiesta mediante la manipulación de
los deseos, pensamientos y acciones del partenaire
masoquista. Desde su posición sádica, el perverso
necesita negar la diferencia, porque niega la subjeti-
vidad de su partenaire. En esta estructura sadoma-
soquista, la marca en la piel es una prueba del esta-
do de sumisión impuesto y aceptado. Ésta última
actitud se observa mediante golpes, abuso sexual,
violación, y permanentes maltratos psicológicos.
La perversión (narcisista y sexual) se caracteri-
za por dirigir sus deseos hacia la destructividad del
otro en la relación, lo cual no deja de ser contra-
dictorio porque es una estructura patógena que
necesita del otro para ser consumada. Es la eterna
vuelta de lo igual: lo necesita y a la vez su objetivo
es que desaparezca. La víctima puede intentar
resistir o no, porque la desborda un terror absolu-
to, pero el acto perverso debe continuar. Es como
necesitar que la víctima viva en “estado de coma,”
no muerta, porque no podría desplegar la patolo-
gía pero tampoco demasiado “viva” porque podría
cobrar autonomía.
Retomando algunas características de estas
patologías, se puede destacar que la historia infan-
til de los sujetos perversos revela que han sido víc-
timas de la relación con una madre “seductora nar-
cisista” o alguna figura sustitutiva con las mismas
características. En el inicio de la enfermedad es
compartida con el origen de la patología de la víc-
tima. La diferencia reside en que el futuro victima-
rio reeditará este vínculo colocándose en el lugar
de su madre respecto a una mujer a la cual maltra-
tará como lo hicieron con él.
En cuanto a la figura materna, se trata de una
seducción real, intensa y reiterada. Al mismo tiem-
po, la madre es ambivalente y por momentos hos-
til y destructiva. De tal modo que se constituye una
comunidad de desmentida mediante la cual logra
hacer a un costado la realidad y se mantiene el vín-
culo alejado de las condiciones del mundo exterior.
Queda patologizado el vínculo. El objetivo de la
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Mayo 2012 • Página 23
madre es establecer el control omnipotente sobre
el niño o niña, a quien exige una sumisión total.
Respecto del padre, en algunos casos es viven-
ciado como un déspota que dirige los destinos de
los integrantes del grupo familiar. En realidad, la
figura del déspota se encuentra siempre en estas
patologías, puede ser representada por padre o
madre, ambos en diferentes momentos, y hasta un
hermano o hermana alternativamente. Es decir
que la violencia es una parte constitutiva en los
vínculos dentro del contexto familiar.
En el caso de la niña, ésta figura será internali-
zada y el yo tratará de reeditarla buscando en el
mundo exterior el imprescindible encuentro con el
déspota perverso que le garantice un vínculo des-
humanizante a perpetuidad. O puede ocurrir que
se identifique con ella, como sucede con el varón,
futuro perverso, y él mismo represente al déspota
en busca de una víctima como lo fue él en su infan-
cia. En la vida adulta, el perverso se identifica con
su agresor e impone a la pareja el mismo dominio
tiránico que padeció.
Pese a la violencia ejercida sobre el otro, existe
en el perverso un deseo de reconocimiento por su
parte. La ambivalencia emocional es extrema. El
eco que despierta se basa en las tendencias auto-
destructivas de su partenaire, portador de un yo
masoquista propicio a recibir los golpes de la vida.
En estos cuadros patológicos las mujeres tienden a
negarse a sí mismas.
En este cuadro de situación no debemos olvidar
que frente a la posibilidad de la resolución de la
patología encontramos víctimas que son refracta-
rias al cambio. Recordemos que la renuncia al
poder de un Amo, a la vez que produce un efecto
liberador, requiere el enfrentamiento con la orfan-
dad como parte de la condición humana, es decir
el sujeto consigo mismo. Se trata del sentimiento
de soledad constitutivo de la personalidad, que en
estos casos aún no han podido generarlo por con-
siderar que dicha pérdida significa desamor y falta
de interés por su vida.
El mundo de la percepción
en la violencia
Para la persona víctima de la violencia, la per-
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Página 24 • Mayo 2012
cepción del mundo real es casi inexistente. El suyo es
un mundo de aturdimiento y dolor. No dispone de
un yo que logre enfrentar dicha realidad para poder
actuar con ella en su beneficio. Sus conductas son
frágiles e infantiles porque están en concordancia
con la regresión que sufre el yo en estos vínculos. El
contexto se les presenta enturbiado por la intoxica-
ción que sufren en el seno del grupo familiar. Desde
la crianza ha sido formada su personalidad como
parte de un clan dentro del cual no se permiten las
diferencias individuales, por lo tanto todos deben
tener una percepción idéntica de la realidad. Esta
constitución de un contexto intoxicante le impide
encontrarse a sí misma y asumir el sentimiento de sí
y la subjetividad. Son familias en las cuales no está
determinada la subjetividad de sus miembros, son
como pedazos uno del otro: pueden tomar la posi-
ción de objeto, ayudante o asistente del otro pero no
se insertan como protagonistas de una vida plena y
pensada para sí mismos.
En cuanto al mundo de los afectos, en la vícti-
ma predomina una profunda confusión y desvalo-
rización de sí misma, idéntica a la que padeció
desde los orígenes de su infancia. Se trata de una
percepción patológica en la cual coloca en el
mundo, luego de haberlo sufrido en la familia, un
ser desvalorizador de su propia persona, por lo
tanto piensa que no es valorizada por nadie. En
cuanto al victimario, coloca en el mundo desde su
aparato psíquico, el lugar de una víctima como lo
fue él. La diferencia es que el violento pudo pro-
yectar hacia afuera, en el mundo, un ser como el
que lo hizo sufrir. Es él el personaje desvalorizador
y despótico que irá en búsqueda de su presa.
Volviendo a la víctima, ésta necesita, podríamos
decir, de la impronta de un personaje despótico que
intenta suprimirla del mundo, y vive en permanen-
te estado de amenaza por parte de ese personaje. Es
decir que aquello que vivió en su infancia relaciona-
do a las marcas de la violencia, lo vuelve a encontrar
en un personaje de la realidad. Termina coincidien-
do el personaje interno con la persona con la que se
encuentra. Con este bagaje sale al mundo detentan-
do defensas patógenas, por lo cual cuando quiera
formarse un mundo adulto no tendrá otro destino
que la repetición de lo que vivió.
Ejemplo clínico. Azul
A partir de lo expuesto en forma sintética para
que el lector comprenda el contexto teórico desde
el cual puede entenderse lo que sucede en el
mundo privado y doméstico de la víctima de vio-
lencia, abordaré un caso clínico con el fin de mos-
trar los mecanismos de la enfermedad. Describiré
las circunstancias de la vida familiar (esposo e hijo)
y las características de su familia de origen, en una
paciente, víctima de violencia de género.
Azul es ex esposa de Pedro y madre de Gastón
de 9 años al comienzo del tratamiento. Es abogada,
no ejerce porque su ex marido le había dicho que
era mejor que ella cuidara de su hijo y que él se
encargaría de sostener económicamente a la fami-
lia. Consultó hace tres años, a los 37, en plena cri-
sis depresiva revestida con ataques de pánico, debi-
do a la separación de su marido con el que se sen-
tía víctima de violencia física, sexual y psicológica,
además de las infidelidades, con una alta probabi-
lidad de relaciones homosexuales y promiscuas,
que él le comentaba a modo de confidencia a una
madre: Le relataba lo sucedido o lo que sentía con
toda confianza, esperando su ayuda. Desde ese
lugar le contó, entre otras cosas, que no se sentía
seguro de su identidad sexual y masculina, que
había conocido a un muchacho muy lindo a quien
le gustaría tratar más profundamente y que por
ello pensaba salir algún día de la semana. También
le comentaba que salía con prostitutas. La paciente
toleraba, siempre relativizando y disminuyendo la
importancia de los hechos. De modo tal que fue
enfermando y lesionando su cuerpo y su psiquis
desarrollando crisis depresivas, ataques de pánico,
sentimientos de abandono, y síntomas físicos
como problemas intestinales, hepáticos, heridas en
el colon debido a las relaciones sexuales y anales
con objetos; y concurría al hospital por los golpes
que recibía, sufría quebraduras de costillas y algu-
na enfermedad venérea. Aun así no podía decir a
los especialistas la causa de sus malestares. Todo
era tolerado sin pedir auxilio a nadie. Si alguna vez
comentaba algo en su casa paterna era disuadida
de hacer algo, sus padres le decían que ése era el
hombre que había elegido, con el cual había for-
mado una familia y tenía que aguantarse.
Cuando él le contó que conoció a alguien que le
habría pedido que se vieran los fines de semana
pero él no podía hacerlo por ella Azul le pidió que
se fuera de la casa Después de sufrir algunas palizas
y de que él le planteara que se iría pero que volve-
ría cuando quisiera para tener relaciones sexuales-
algo así como tener dos casas donde vivir, a lo que
ella se opuso, él reconoció que el vínculo no daba
para más. Se fue y adujo que si se quedaba un día
más la mataría y que le iba a destruir la vida.
De este modo comienza una segunda etapa: ini-
cia terapia, y es un tiempo que se caracteriza por la
búsqueda de su independencia y de su libertad y
por la pérdida del amor de su marido, por el que
lloró casi un año en terapia, diciendo que lo que-
ría, que le tenía lástima que sólo ella lo podía com-
prender. Paralelamente, y en sentido opuesto, reco-
nocía todo lo que había sufrido en tantos años.
Todo el discurso de la paciente estaba constituido
por la desmentida.
Actualmente, y a pesar de la separación, él con-
tinúa con amenazas telefónicas e insultos motiva-
dos por la decisión de Azul de judicializar la situa-
ción y encarrilarla por vía de la ley. Esta decisión
fue, y es, muy censurada por su ex esposo quien
varias veces ha intentado arreglar el problema sin
terceros, sólo entre ellos dos, a lo que la paciente se
negó rotundamente. Esta actitud fue apoyada por la
abogada y por mí, ya que no es conveniente que al
perverso se le deje el campo libre pues se toma
todas las libertades. En cambio si la ley está de por
medio suelen comportarse inhibiendo su violencia.
Los juicios continúan hasta hoy. Azul ha pedido
tratamiento psicológico para ella y su hijo, por las
perturbaciones que les ha causado todo el proceso.
Se trata de la típica pelea de poder en la cual
todo puede ser motivo y causa para generar un
espiral de violencia que no tiene fin.
Inicialmente ella creyó que lo más adecuado era
obedecer al marido, y cuando sintió el
deseo de retomar su carrera, por miedo a lo que
Pedro dijera o hiciese, prefirió callarlo.
Actualidad Psicológica
Se casaron luego de 7 años de noviazgo.
Durante el matrimonio y el noviazgo, se mostra-
ban los actos violentos de Pedro pero mezclados
con gestos muy románticos y seductores.
La familia de Azul nunca quiso conocer a
Pedro. Cuando a los 7 años de casados explotó la
crisis, la familia de la paciente tampoco quiso
conocerlo ni darle apoyo a Azul Durante el noviaz-
go la paciente quedó embarazada y quiso inte-
rrumpir el embarazo: “Yo nunca quise hijos, no me
gustan los chicos, aunque después a Gastón lo
adoro, pero no quería ser ama de casa y criar un
hijo, yo prefería ejercer mi profesión”. Esto fue dis-
cutido con Pedro, quien la convenció según ella, de
que lo tuviera porque iban a ser una familia muy
feliz. Entonces siguió adelante con el embarazo,
pero se agravaron las situaciones de violencia; fue
severamente golpeada por causas que describe
como sin importancia.
Continuó siendo objeto sexual de él con agre-
siones físicas de toda índole, a la espera de una
satisfacción que nunca llegó. Ella todo lo justifica-
ba: “A todas las mujeres seguramente les pasa lo
mismo”, era su esposo y lo tenía que “tolerar”.
Al nacer Gastón se profundizan aun más las con-
ductas violentas de Pedro, infiero que por los celos
que le provocaban la existencia del niño. Ya se había
constituido la estructura familiar, y los adultos no
lograban asumir la realidad en forma sana y eficaz.
Azul se hacía cargo totalmente del niño. El
padre nunca mostró interés por él. No lo atendía,
no jugaba con él ni le importaban sus estados de
ánimo o sus necesidades. El niño era vivido como
un rival difícil de vencer.
Gastón hoy tiene 12 años y es la víctima de su
padre el cual con la silenciosa pretensión de que
llegue a oídos de la madre lo que dice, lo maltrata
psicológicamente amenazándolo con que va a
agredir a su madre en forma violenta. Gastón es el
depositario de la violencia verbal y emocional del
padre. Es llevado de vacaciones pero ni él, ni su
madre saben adónde irán hasta que no están en
viaje. El padre no le da de comer porque supone
que está obeso (los padres del niño son obesos), le
retacea los medicamentos que debe tomar rom-
piendo la continuidad del tratamiento (medica-
mentos endocrinológicos y psiquiátricos).
Gastón, debido a la situación, hace psicotera-
pia; es medicado por un psiquiatra y por una
endocrinóloga por cuestiones de sobrepeso y algu-
nos desarreglos hormonales (hipotiroidismo),
problemas de conducta y alteraciones psíquicas.
Tiene alucinaciones que puede denunciar como
que ve “asteriscos”; le comenta a la madre “me va a
venir”, “mamá me va a venir” para expresar que
está al borde de una alucinación que lo aterra y ve
“monstruos”.o “fantasmas”. Cuando entra en crisis
se toma la cabeza, se le pone la cara roja, y siente
que algo le va a estallar por dentro.
En un principio no podía siquiera decirle algo a
su padre porque éste lo cargaba o no le creía según
relata el chico. Poco a poco las crisis van tornándo-
se más aisladas, junto con la progresiva verbaliza-
ción a su padre de lo que le sucede cuando está con
él. Es decir que lentamente va logrando instalar
una defensa cada vez más eficaz ante el vínculo
violento con su padre. Aunque todavía tolera
Actualidad Psicológica
muchas cosas y algunas se las oculta a su madre
para que no sufra o porque el padre le va a hacer
algo si ella lo sabe.
En la medida que el niño se defiende mediante
respuestas que le da al padre, éste se pone más vio-
lento y, a través de Gastón, manda mensajes acusa-
torios y vengativos dirigidos a su madre. Estas
amenazas o castigos son del orden de sacarle la
tenencia del chico, acusarla de loca ante el tribunal,
o disminuir la cantidad de dinero que debe pasar-
le por mes, algo que ya hizo, a pesar de que la jus-
ticia fijó una suma de dinero mayor para la manu-
tención del nene. Todas estas medidas las ha habla-
do previamente con su hijo como para tenerlo
informado de lo que va a hacer.
El control del desborde y la capacidad de tole-
rancia del niño cada vez es menor y es la madre
quien lo contiene cuando vuelve a su casa, tarea
que puede llevarle 3 ó 4 días. El padre quiere com-
pensar con regalos costosos, algo que al principio
daba buen resultado para el logro de sus objetivos.
La violencia parece no acabar acá ya que en su
cuerpo el niño es objeto de conductas de avasalla-
miento y abuso. El médico le encontró dos fisuras
anales cuya causa está por comprobarse. La médi-
ca endocrinóloga informó que una posibilidad es
el manoseo sexual o la penetración. Fue derivado
a un proctólogo. El niño guarda aún bastante
información acerca de lo que sucede cuando está
con su padre.
Con respecto a Azul, el ex marido logra el
cometido de angustiarla profundamente y hacerla
sentir un objeto desvalorizado e inútil, así como le
sucede al niño cuando comparte tiempo con su
padre. En terapia le cuesta bastante recuperarse de
esta imagen de sí misma que proviene de las pro-
yecciones del ex marido y de las introyecciones de
ella. Son los momentos en que quiere morirse o
bajar los brazos y no luchar más.
Esta última opción ya no la utiliza tanto porque
el vínculo transferencial se solidificó. En el seno de
su familia las cuestiones de violencia no han cam-
biado; a medida que Azul realiza un proceso de
desintoxicación, en su familia primaria (padre,
madre y hermana) aumenta la violencia.
Familia de origen
Azul es la mayor de tres hijas, sus hermanas tie-
nen 37 y 35 años. Su padre, de 71 años, es ex poli-
cía, llegó hasta el mayor escalafón de su carrera,
comisario inspector, y luego se jubiló. Actualmente
vive de su jubilación y está en su casa todo el día, lo
cual empeoró la situación familiar porque “nadie
lo aguanta”, según dice la paciente. No ve bien de
un ojo por un glaucoma y tiene diabetes avanzada.
Su madre, de 62 años, es ama de casa. Vivieron
con la abuela paterna hasta que falleció Ésta, al
decir de la paciente, era muy violenta y autoritaria
con sus nietas mientras que la madre no ejercía
ninguna autoridad para dar su opinión; tampoco
se encargaba de criar a sus hijas. Muy silenciosa y
sometida al marido (según dice la paciente lo
único importante era su esposo) y a los prejuicios
sociales, por lo cual acudía a sancionar a sus hijas
sólo si lo que hacían quedaba mal en el barrio. La
apariencia y el qué dirán dirigían su accionar.
La infancia y la adolescencia de las tres herma-
nas fue frustrante y angustiosa; sus padres (espe-
cialmente él) no las dejaban participar de ninguna
salida con sus compañeras, ni podían tener amigas;
no iban a fiestas y sólo veían a unos primos de su
misma edad de vez en cuando, a quienes visitaban
porque el padre decía que eran de su propia sangre.
Pero no sucedía lo mismo con la familia materna a
la que no consideraba apta para estar con sus hijas.
También ejercía una fuerte presión para que las
niñas fueran excelentes alumnas; si no corrían peli-
gro de ser blanco de sus ataques violentos.
La hermana que le sigue se fue de la casa por-
que no toleraba más el clima y la educación fami-
liar, ni a sus padres. Al día de hoy no sabe nada
acerca de ella y parece no importarle, lo mismo
siente su hermana menor. La hermana desapareci-
da por propia decisión, no se comunicó con nadie
más de la familia excepto de tanto en tanto con su
madre. El padre la dio por muerta por decreto y
nadie más habló de ella. En la actualidad el único
que pregunta de vez en cuando por ella es Gastón
Actualmente Azul sigue muy conectada con su
familia de origen porque, como dice, es lo único
que tiene y porque no puede sostener económica-
mente los gastos de la casa, entonces come con su
hijo en casa de los padres.
De sus padres y de su hermana menor sigue
recibiendo ataques y cuestionamientos; nunca una
referencia a algún logro que pueda obtener. Es sor-
prendente la negación que hacen sus padres y su
hermana de lo que a Azul le sucede. Le cuestionan
todo lo que piensa o hace respecto a su divorcio y
estimulan conductas que lleven a que pierda todo
lo que tiene: “No te hagas problema, dejá todo así,
que te va a sacar el nene”, o “dejale todo y buscá un
trabajo y no vas a tener más problemas”.
El padre hace comentarios acerca de que está
esperando el momento oportuno para matarlo.
Está armado permanentemente desde hace un par
de meses cuando sufrieron un robo en la casa sin
consecuencias graves.
Finalmente, la hermana menor, que es la que
vive con los padres, antes ayudaba a Azul y a su hijo
en lo que hiciera falta: compañía, a veces dinero,
pero últimamente se ha colocado en el lugar de un
loco envidioso que le reprocha a la paciente todo lo
que hace, y no le dirige la palabra no se sabe por
qué, no se presta a ayudarla en lo más mínimo. Se
pone celosa de su padre por el trato que actual-
mente tiene con Azul, a la que le presta más aten-
ción no se sabe bien por qué. Entonces no sale de
un estado de malhumor permanente.
Deduzco que podría tratarse de otro movi-
miento de la estructura familiar en la medida que
Azul puede reflexionar un poco más y disminuir el
aturdimiento que la atormentaba.
Análisis
Para comenzar, considero relevante analizar las
características del grupo familiar envuelto en situa-
ciones violentas y la falta de subjetividad y autono-
mía de los miembros. En el grupo existen alianzas
y pactos narcisistas entre los miembros, que con-
tribuyen a sostener la patología. Se trata de un esta-
do de fusión y adherencia del grupo en su conjun-
to. Se forma de este modo un grupo que funciona
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como continente de contenidos indiferenciados. Se
trata de una familia donde predomina la toxicidad
en los vínculos.
El modelo que caracteriza el intercambio de sus
miembros, es el vínculo adhesivo, del apego. En
estos casos la percepción de la realidad es reempla-
zada por un mundo de aturdimiento y dolor con
conductas frágiles e infantiles. No se observa una
percepción nítida sino enturbiada por la intoxica-
ción pulsional y del contexto familiar. Dicha per-
cepción gobierna el mundo de cada miembro. La
familia funciona con vínculos degradados, en una
realidad sentida como aturdimiento violento cuyos
miembros no se diferencian entre sí. Son como
pedazos de un todo.
En este sentido parece que las tres mujeres de la
familia viven en un estado constante de confusión
y terror. No decirle ciertas cosas al padre, comer en
horarios y lugares distintos de la casa, encerrarse
en una habitación para no ver al resto de la familia,
son algunos ejemplos del modo de vida sin subje-
tividad ni percepción correcta de una realidad. La
realidad no es leída tal como es, sino desde una
posición pasiva y vulnerable. Azul no es ajena a
esta situación, aunque viva sola con su hijo. Los
juicios que logra hacer de su realidad siempre son
opuestos a lo que a ella la beneficia. No puede sus-
traerse de la convicción de que siempre se equivo-
ca. En cuanto a su mundo afectivo, el desvalimien-
to temprano impide, tal como lo vivió en su infan-
cia, el desarrollo de estados afectivos más comple-
jos mediante los cuales se sentiría más protegida y
sostenida. Consecuentemente prevalece una pro-
funda desvalorización de sí misma.
En el grupo familiar de Azul estas particulari-
dades se observan en la madre a manera de una
desconexión con la realidad externa, por ejemplo
en la falta de empatía con las hijas; y coloca al
marido como único objeto de interés en el mundo.
Quizás esta conducta se deba a un estado de terror
frente a las agresiones del esposo que la desvalori-
za permanentemente mediante insultos y gritos. Al
padre se suman sus propias hijas, que también
contribuyen a desvalorizar las opiniones y razona-
mientos de la madre que no parece tener ninguna
autoridad o función que plantee el lugar de sujeto.
Se comporta como objeto acompañante del víncu-
lo con su marido. Cabe aclarar que la mamá de
Azul padece de conductas especiales: no sale de su
casa, no pasea nunca, cuenta grandes sumas de
dinero sobre la cama de un dormitorio abierto a
que cualquier persona la vea. Ella dice que necesita
contar el dinero. Mientras, su hija Azul no puede
sostener los gastos de su casa ni de su hijo, se
endeuda mediante el uso de la tarjeta de crédito
siguiendo un círculo vicioso del que aún no puede
salir. En el grupo familiar primario Azul no
encuentra apoyo afectivo ni económico por lo cual
se siente sola y expulsada.
En cuanto a su padre, es el típico déspota vio-
lento que tampoco hace gala de una subjetividad
sanamente instalada en el aparato psíquico, sino
que ejerce la violencia más descarnada en el seno
familiar. El autoritarismo sin sentido reemplaza la
subjetividad y denuncia su vulnerabilidad.
Respecto de su hermana menor, parece haberse
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colocado, como un ayudante, del lado de su padre.
Sus actos y conducta no muestran las aptitudes de
un sujeto, sino de un asistente de otro objeto vio-
lento, que es el padre. Está continuamente malhu-
morada, insulta, grita y no se hace cargo de lo que
sucede dentro de la familia. A veces se muestra
cruel con Azul quien trata de complacerla lo más
que puede para atenuar su violencia.
Cada cual está en su mundo privado, intoxicado
y ausente de la realidad del otro. A raíz de tanto
encierro narcisista las relaciones configuran un esta-
do de apego que los gobierna. Es un grupo pegado,
sin que circule el afecto tierno ni la contención.
Entonces observamos alianzas patológicas que
impiden que cada miembro despliegue su subjetivi-
dad. Su auténtico modo de ser. Por un lado el padre
despótico que subsume a sus hijas y su mujer. Por
otro lado esa madre que relega a sus hijas para estar
al lado de su marido, ocupando el lugar de recepto-
ra de sus agresiones. La hermana se coloca en el
lugar de asistente del padre pretendiendo dominar
a Azul con sus conductas despóticas. Y finalmente
Gastón que especula con su madre para ver si saca
partido de la pelea entre sus padres.
Por último Azul, que sabe todo esto pero sigue
el juego para que le den comida y algunos pesos
para vivir. Si tiene bronca, se la aguanta, si sabe lo
que pasa lo calla. Y se aturde. A su pesar es cómpli-
ce de lo que ocurre en su familia. Cuando por algu-
na situación nueva que involucra al mundo exter-
no, se desestructura, aparece un estado concebido
como abulia o apatía. Corresponde a un senti-
miento de dolor intenso. La realidad tiende a
imponerse, entonces para evitar el sufrimiento se
sumerge en la apatía
Esto se observa en las conductas de Azul de niña
y adolescente, que se mantenía totalmente incomu-
nicada de sus hermanas. Por deseo propio estaba
todo el día “haciendo la tarea del colegio”, sola y sin
relacionarse con nadie mientras sus hermanas juga-
ban. De hecho también estaba incomunicada de las
figuras de los padres y de la abuela. Cuando se le pre-
gunta por qué, ella comenta que le costaba mucho
estudiar y concentrarse. Por eso necesitaba todo el
día, mientras que sus hermanas eran inteligentes.
Esta explicación de Azul sustituía la verdadera razón:
el sentimiento de desamparo que se le imponía.
Sentir y pensar la realidad le producía dolor.
En esta familia algunos de sus miembros pre-
sentan un estado de sopor, como hipnótico o
sonámbulo, como muestran su madre y ella
misma. Mientras otros, como el padre y su herma-
na, pretenden reemplazar la falla en la subjetividad
mediante conductas violentas que sustituyen un
pensamiento sincero y un sentimiento auténtico.
La violencia también aturde. Hace ruido y no se
puede pensar. De allí que con su violencia estos
miembros de la familia silenciaban a Azul y a su
mamá que vivían como adormecidas y desganadas.
A los ojos del terapeuta esta condición se mani-
fiesta como un estado de dócil apatía complacien-
te, en el cual la paciente no muestra capacidad de
reflexión, cuestionamiento o pregunta.
La sobreadaptación de Azul al mundo reempla-
za al pensamiento genuino. Cuando logra salir de
este estado lo hace mediante la desconfianza hacia
todos los que conforman la realidad externa.
Entonces se origina un círculo vicioso: está abru-
mada o desconfiada, sentimiento que tampoco la
ayuda a superar los estados de desvalimiento.
Estas circunstancias familiares marcan el modo
en que pudo sobrevivir a un estado de desvalimien-
to primitivo en el cual la madre debía ser su objeto
más querido y necesitado pero fue una madre que
no se colocó en ese lugar, entonces la niña no logró
el objetivo y su psiquismo se desmoronó. Para sos-
tenerse viva tuvo que inventarse una madre que
nunca tuvo, pero a la que siempre deseó, al modo
de una estrategia de sobrevida del aparato psíquico
pues le faltó la ternura materna tan necesaria para
que el bebé pueda crecer sanamente.
Las víctimas de violencia como Azul, son per-
sonas que se quejan de todo porque creen que les
falta todo. Se sienten acreedoras en la vida. Sienten
que la vida en general y los seres queridos particu-
larmente les deben una felicidad que nunca existió.
Lo notable es que creen que esto existió y lo per-
dieron. Mantienen la constante queja sobre todo lo
que les pasa y el convencimiento de que sólo a ellas
les sucede. Todo es una tragedia. Continúan sin
percibir la realidad concreta y colocan otra produ-
cida por ellas mismas que las convalida como
auténticas desvalidas.
En el caso de Azul observamos que se aferra al
anhelo de un objeto (madre) que nunca existirá.
Construye un objeto nostálgico como un modo de
aferrarse a él y desmentir la ausencia del objeto de
amor, es decir la ausencia del amor de su madre. Es
un mecanismo costoso para el psiquismo porque
necesita desmentir permanentemente para creer que
puede tener lo que necesita pero no va a estar nunca.
A Azul el desamparo permanente la acompaña
y desde éste realizó la elección de pareja, vínculo
que sustituyó al de su padre y su madre. De modo
tal que construye posteriormente una pareja con
perfiles parecidos a la pareja de sus padres. Desde
que lo conoció, Pedro encarnó su objeto nostálgi-
co, así pues de él esperó siempre el cambio, ternu-
ra, comprensión, compañerismo y cuidados que
nunca llegaron. En realidad, se trata de una repeti-
ción de ese primer trauma de su infancia con la
figura de su madre por la escasez de sentimientos
auténticos de amor hacia ella. Se trata de mecanis-
mos alejados de la conciencia y se repiten indepen-
dientemente de que la persona quiera o no sentir-
los. Se aparecen a la conciencia así y los experi-
menta de este modo patológico.
En cuanto a la percepción del mundo sensorial,
es de aturdimiento y confusión; si logra salir de
este estado aparece la desconfianza, que por el alto
sufrimiento que le provoca y la carencia de instru-
mentos psíquicos para elaborarla, la devuelve al
sopor. No se trata de una percepción nítida sino
enturbiada por intoxicación pulsional. La relación
con la exterioridad es vivida, por un lado, violenta-
mente; vivencia la realidad como un golpe que la
deja aturdida y confundida. No le es posible defen-
derse. Cuando la madre le dice que no puede ayu-
darla en nada (a veces ni siquiera con la comida
que no puede comprar) la golpea fuertemente, y
Azul se aturde porque contactarse con la realidad
sería altamente doloroso.
Fallan los juicios de realidad y de placer. Como
vimos, la paciente los lee invirtiendo su dirección,
colocándolos en contra de sí misma: “a mí no me
Actualidad Psicológica
creen, no toman en cuenta lo que pienso, no me tie-
nen confianza”. Es sorprendente escuchar que cada
circunstancia en que la realidad está a su favor ella
la lee en su contra. Cuando por ejemplo hay alguna
resolución de la jueza a su favor respecto a la tenen-
cia de Gastón o si el psicólogo del tribunal le expre-
sa que lo que se observa en el psicodiagnóstico del
niño se corresponde con lo que ella declara.
Cuando llamó a la policía para que desalojaran a su
ex marido que hacía cincuenta minutos que estaba
tocando el timbre de su casa e insultándola, el agen-
te que concurrió, tras despedirlo, le dijo a Azul que
su ex le había ofrecido 1.000 pesos para que habla-
ra en su contra. Ella cuenta con todos los datos de
este agente que puede ser muy útil para el juicio,
pero pese a ello no se relaja ni se tranquiliza pen-
sando que ya no está sola en esta batalla sino que
cuenta con testigos en su favor; no puede sentir que
va logrando sus objetivos. La realidad es leída en su
contra siempre, para ella es un problema más que se
agrega a los que ya tiene. Esta actitud proviene de la
crianza que Azul tuvo, durante la cual la razón o los
beneficios de tales o cuales circunstancias eran para
sus padres y las equivocaciones o las dudas siempre
fueron propiedad de las hijas.
Se genera de este modo un discurso familiar
vacío de contenido y denigrante para Azul, pues los
padres no pueden comprender los avances que ella
está logrando sino todo lo contrario. Siempre es
criticada, aun cuando se defiende eficazmente.
En su mundo afectivo predominan la desvalo-
rización propia y la baja autoestima. Se trata de
una interioridad desprovista de todo sentimiento
positivo que le permita sostener un afecto valioso
acerca sí misma. Una parte de estos estados afecti-
vos desvalorizados los proyecta en el mundo exter-
no, de modo que siente que le tienen lástima y
nadie la quiere. Se constituye un mundo en el cual
es víctima de un déspota violento al que nada le
alcanza y pretende su destrucción. Esta misma
situación la revivió en su vínculo con Pedro.
Por otro lado, es importante tomar en cuenta
que esta familia adolece de contratos, alianzas y
pactos intersubjetivos, que brinden una estructura
de contención para el crecimiento personal de
cada miembro.
Recordemos que el contrato narcisista exige
que cada sujeto ocupe un lugar ofrecido por el
grupo al que pertenece. El grupo se encarga de
brindarle un contexto seguro al niño y éste tiene
que tomar el discurso del grupo y hacerlo propio.
Este contrato aparece como un recurso que el niño
posee para compensar el lugar que tiene en el pro-
yecto de sus padres, de aquello que se espera de él.
En el caso que estamos estudiando, el contrato
fracasa por falta de subjetividad y el hijo debe
incluirse en un grupo sin tener idea de las reglas del
mismo y sintiendo que no hay un lugar preestableci-
do para él. En el afán de pertenencia trata de incluir-
se en el proyecto paternal, pero no se le da cabida.
Esto es porque en el proyecto de la pareja de padres
no hubo un lugar para ese hijo dentro del grupo.
Esto contribuye a la indiscriminación de los miem-
bros del grupo familiar. Es el caso no solo de Azul
sino de Gastón a quien ella y su ex esposo tampoco
pudieron darle un lugar de pertenencia a este hijo.
Otra alianza que fracasa en estos grupos fami-
Actualidad Psicológica
liares es el pacto narcisista: es el resultado de una
paz impuesta necesaria para la convivencia armo-
niosa. Hay cuestiones que deben quedar fuera de la
conciencia de cada sujeto para lograr una armonía
del grupo. El pacto tiene por finalidad el sano fun-
cionamiento del grupo, su objetivo es contribuir al
equilibrio del grupo, no hablar de determinados
temas que puedan ser urticantes y conflictivos para
algunos miembros. Entonces se acuerda incoscien-
temente no hablarlos. Todos los miembros del
grupo familiar tienen un saber acerca de lo que se
puede y lo que no, en la familia.
En el caso que estudiamos, como en tantos otros
que padecen de desamparo, este pacto es degradado
y patógeno, pues no son grupos que se desenvuelvan
según los principios que impone la realidad de un
grupo que está conformado por sujetos que deben
integrar una familia y acceder a un contexto social.
En estas familias la cohesión grupal es sostenida
desde la simbiosis de los miembros. No hay grupo,
sino pegoteo de personas, que tampoco son tales
sino sólo objetos; y no vale ninguna ley que respete
las individualidades. Se trata de familias clánicas,
con desbordes afectivos y fallas en la elaboración de
pensamientos que impiden la complejización del
aparato anímico. Tampoco las reglas de convivencia
se presentan con rasgos diferenciales para cada
miembro. En suma, no se desarrolla la subjetividad:
unos y otros son pedazos de algo que los contiene,
pero no hay reglas, ni principios, ni normas lógicas
para una convivencia armoniosa y sana.
Estas familias generan la formación de un espe-
culador ya que al no permitírsele a cada miembro
su equilibrio y subjetividad, además de no sentirse
querido, no le queda otro camino que especular
con lo que los padres le puedan dar de algún modo.
Por ejemplo, Azul tolera la situación familiar a
cambio de la comida que necesitan ella y su hijo o
que su madre se lo cuide aun a desgano cuando
tiene necesidad de realizar otras actividades.
Acepta de ella ciertas imposiciones e intrusiones
para poder pagar su terapia. Se siente obligada a
hacer transacciones a cambio de algo que necesita.
Nada es dado ni recibido por amor.
El fin de estas conductas en esta y en todas las
familias tóxicas es consumar una perpetua depen-
dencia del grupo que debe funcionar con integran-
tes sin perfil propio.
La Pareja
Comencemos a analizar a la pareja desde el
poder despótico que Pedro instala hacia Azul desde
que comienza la relación. Estos mecanismos están
en toda pareja perversa en la cual hay un violento
y una víctima.
Se trata de un dominio obligatorio. Hallamos
un forzamiento del yo de Azul. Este poder sobre el
otro es traumático por ser unilateral y violento.
Constituye en un principio una conducta seducto-
ra fundada en el ejercicio del poder permanente y
sin límites hacia ella que de este modo pasa a ser la
víctima de la situación. Es una situación en la cual
no hay posibilidad de ser sino el objeto del otro
que dirige los procesos psíquicos. Se constituye en
violencia debido al impedimento del pensar y sen-
tir por parte de la víctima. No se trata de este modo
a alguien si no se supone que el otro es un sujeto
débil al que en lugar de proteger se lo degrada
mediante golpes, verbalizaciones violentas, abusos
sexuales o manipulaciones. Como se ve, esta arti-
culación adquiere vigencia en el vínculo que
enmarca la dupla víctima – victimario.
Pedro supone que tiene derecho a destruir a
Azul porque él es el poder. Denota un abuso de
poder, lo cual genera una situación de permanente
peligro tanto para ella como para el niño, quien es
usado violentamente para destruir a Azul, de modo
tal que termina siendo también víctima de su padre
La vulnerabilidad de Azul remite a su persona-
lidad, que se entiende por los conceptos volcados
previamente acerca de la crianza y la ausencia de
un lugar en su grupo familiar. Esta ausencia es rei-
terada en la pareja porque gana potencia y existen-
cia en el discurso y la mente del violento. Él se
constituye en el dueño del registro de lo vulnera-
ble. En la familia de Azul, ella, su ex esposo y su
hijo sienten una inundación de afectos que los des-
borda, (del orden de la violencia y la agresión) que
es padecido por todos los miembros. Esta violencia
inundante, tanto física como psíquica, que provie-
ne de un miembro que la proyecta, se descarga
sobre ella y su hijo que se colocan en el lugar de fil-
tro o de descarga del proceso pulsional de Pedro.
Lo que caracteriza la descarga es que el cuerpo
de la víctima es tomado como si fuese una propie-
dad personal. El cuerpo de Azul se vivencia como
patrimonio propio, cuando se vencen las distancias
corporales que deben existir entre uno y el otro. Se
introduce un cuerpo en el otro mediante golpes o
insultos o, como expresé anteriormente, por medio
del aturdimiento. Ella queda de este modo intoxi-
cada de la violencia reiterada de su ex marido.
Cuando la pareja no estaba separada y conviví-
an, el objeto de la violencia era Azul que, soporiza-
da y aturdida, tomaba los hechos como dentro de
una supuesta normalidad. Desmentía un estado de
pérdida y abandono que constituiría una repeti-
ción pasiva del trauma sufrido con sus padres.
Su elección de pareja representa la continuidad
de la posición que sufrió en la estructuración de la
familia primaria. Parte de esta toxicidad no es des-
cargada mediante la acción hacia el mundo exter-
no. Entonces queda un remanente en el cuerpo
produciendo diferentes alteraciones físicas, vuelca
la violencia sobre sí misma. Esto se ve en el exceso
de peso, aumento de la presión arterial, colesterol y
complicaciones gastrointestinales, además de las
que le han quedado producto de la violencia ejer-
cida en su cuerpo, como hemorroides, hernia lum-
bar, costillas fracturadas, etc.
Cuando Azul y Pedro se separan el foco de vio-
lencia continúa porque el tipo de vínculo se sostie-
ne, en este caso mediante la manipulación ejercida
por el padre hacia su propio hijo. Al principio Azul
se plegaba, como siempre, a este manejo pero a
medida que lo fue trabajando en su terapia desistió
y dejó de indagar a Gastón acerca de sus experien-
cias con el padre o de lo que habían hablado, segui-
do por comentarios hostiles hacia Pedro.
El niño también presenta las consecuencias de
los malos tratos que son fundamentalmente psico-
lógicos, como depresión, terror, alucinaciones y
exceso de peso, con estallidos de furia difíciles de
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controlar, según lo descripto por la licenciada que
lo atiende y el médico psiquiatra.
Quiero detenerme en el estudio del tipo de vín-
culo que existe entre ellos porque considero
importante destacar algunas pautas que se obser-
van con frecuencia.
La progresiva diferenciación de los sujetos en el
grupo no se ha desarrollado. En principio el niño es
tomado como lugar para la descarga de sentimien-
tos hostiles de sus padres. Actualmente Azul inhibe
estas conductas porque las puede reconocer en la
terapia y evitarlas, pero Pedro inunda al chico con
permanentes acusaciones, insultos y amenazas
hacia él y su madre, que Gastón no puede procesar.
El padre toma el cuerpo de su hijo como de su pro-
piedad con el fin de maltratarlo, tal como lo hacía
con Azul cuando convivían. Los malos tratos psico-
lógicos actualmente se dirigen a enseñarle al niño
que en tribunales tiene que decir que la madre lo
trata mal y que le hace aquello que él le hace al niño.
Claramente le pide a su hijo que mienta y le adju-
dique a Azul lo que él hace: no darle de comer, no
darle las pastillas que necesita, etc. No conforme
con esto, le hace repetir en voz alta lo que quiere
que exprese en el tribunal, a modo de una obra tea-
tral. Gastón delata esta situación contándosela a su
madre y le pide que lo ayude a no visitar más a su
padre. Esto obliga a Azul a iniciar otro juicio para
suspender el régimen de visitas, lo cual aumenta el
caos. Al niño no le es gratuita esta decisión pues
altera su salud y sufre de problemas dermatológi-
cos, hipotiroidismo, además de otros síntomas
como la inestabilidad emocional (llora todo el día y
por cualquier cosa) y ataques de pánico.
Hay una intrusión violenta en el cuerpo y el apa-
rato psíquico del débil que autoriza al violento a
usarlo como propio, de modo tal que le dificulta a su
víctima tomar conciencia del mundo sensorial y
afectivo propio sumiéndolo en un estado de sopor
confuso, alejado de la realidad sensorial y mundana.
Como es de suponer, es un grupo en el cual
falta una ley o una función paterna que es sustitui-
da por un despotismo que se atribuye el derecho de
apoderarse de partes del cuerpo y la psiquis de
estos miembros del grupo. El padre toma a Gastón
como una continuidad de sí mismo, por lo tanto lo
trata como fue tratado y desconoce el mundo
interno del chico, por lo cual no le permite nacer al
mundo. Éste es el origen de la psicosis de Gastón.
En estos grupos quedan suprimidas las subjetivi-
dades, y ello promueve el despliegue de una defensa
patológica y destructiva contra la admisión de la rea-
lidad y las exigencias de crecimiento para el aparato
psíquico. La desmentida de la realidad y la desesti-
mación del sentir gobiernan los vínculos patógenos.
Bibliografía
Berenstein Isidoro (2004): Devenir otro con Otro (S), Paidós
(1997): Lo Vincular, Paidós
Burin Mabel. Meler Irene (1998): Género y Familia, Paidós
Hirigoyen Marie France (2006): Mujeres Maltratadas, Paidós
Kaes René (2010) Un singular plural,Amorrortu
Maldavsky David (1996) Linajes Abúlicos, Paidos
(1991) Procesos y Estructuras Vinculares, Nueva visión
(1992) Teoría y Clínica de los procesos tóxico, Amorrortu
Zizek J (2009) Sobre la Violencia, Paidós
Subjetividad y Procesos Cognitivos Nº 9 (2006) “Violencia”,
UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales)
Página 28 • Mayo 2012
Clínica de la diferencia
En los tiempos de perver-
sión generalizada
José E. Milmaniene
Editorial Biblos
122 págs.
Este texto se configura
como una reflexión sobre
los efectos sociales, cultu-
rales y clínicos que generan
cuando se desconoce la
dualidad esencial masculi-
nidad-feminidad. El ataque
a la diferencia sexual y a la
lógica binaria asentada en
el eje falo-castración sub-
yace en todas las políticas
de goce, signadas por el
masoquismo, la sexualidad
fetichistico-masturbatoria,
la agresividad especular, la
violencia segregativa y el
consumo compulsivo de
los objetos adictivos. Entre
otros temas de alto interés
actual, el autor aborda psi-
coanalíticamente las pato-
logías del vacío-adicciones,
trastornos alimentarios {
anorexia-bulimia}, actua-
ciones transgresivas-, las
características de las perso-
nalidades como si, el fenó-
meno de las tribus urba-
nas, el valor de la marca
comercial como rasgo
identificatorio y las moda-
lidades fallidas de la subli-
mación en algunas expre-
siones del arte contempo-
ráneo. En el texto se descri-
be cómo el repudio de la
castración busca reempla-
zar a la ley que inscribe
diferencias, por la arbitra-
riedad de un orden signado
por goces pulsionales
indiscriminados. Para
Milmaniene la degrada-
ción de la ley paterna, la
crisis de los valores, el
eclipse de los ideales, la
falta de límites simbólicos
y la devaluación de la pala-
bra configuran un panora-
ma que se puede caracteri-
zar como de “ perversión
generalizada”. Éste se defi-
Bibliográficos
ne por la tendencia al des-
conocimiento de la dife-
rencia sexual, dado que el
sujeto queda capturado en
el goce autoerótico que le
procura la mismidad del
narcisismo. Frente al caos y
las confusiones de la altera-
ción del orden normativo
sociosimbólico.
Milmaniene reivindica la
necesidad de restituir el
valor de los discursos y las
prácticas que sostengan sin
concesiones la ética de la
diferencia.
Posmodernismo nostálgi-
co hacia una psicoterapia
sin ataduras
Lois Shawer
Editorial Biblos
127 págs.
Este libro está destina-
do a los psicoterapeutas
eclécticos, cansados de las
viejas teorías, no porque
estas teorías sean incorrec-
tas sino porque son dema-
siado concluyentes. No
permiten el espacio necesa-
rio para que los terapeutas
optimicen su talento y su
habilidad personalmente
adquiridos. Un terapeuta
experimentado desarrolla
una habilidad que muchas
veces supera la explicación,
una habilidad para impro-
visar, para adaptar el pro-
ceso al consultante y al
momento.
La autora desarrolla
aquí la idea de que una
buena teoría sobre la tera-
pia debería hablar sobre
cómo educar y afinar ese
talento único, y no sobre
cómo suprimirlo median-
te la rigurosa adhesión a
técnicas y maniobras espe-
cíficas.
Los artículos sobre la
clínica posmoderna repre-
sentan ideas personales de
la autora respecto a cómo
la filosofía posmoderna
puede ser traducida en
comentarios
sesiones de terapia-¿Es una
sección sobre cómo hacer
terapia posmoderna?
-No, es una sección que
muestra a los lectores
desde el principio del libro
cómo incorporar el pensa-
miento posmoderno en su
propio estilo terapéutico,
cómo convertir su moder-
nismo en algo clínicamente
útil, sin que tengan que
abandonar sus propias
visiones de la terapia y del
mundo. Pero, por supues-
to, éste es el modo de la
autora de hacerlo.
Entre niños, adolescentes
y funciones parentales
Adrián Gras / Néstor
Córdoba
Editorial Entreideas
160 págs.
¿Cómo se desarrollan
las funciones simbólicas
donde enraíza el psiquismo
en la infancia? ¿Cómo
entender y trabajar con sus
fracasos? Funciones de sos-
tenimiento, diferenciación
y transmisión parental, ¿se
mantienen con las trans-
formaciones familiares
epocales? ¿Puede alguien
salirse completamente de
esa experiencia sísmica,
que es la adolescencia?
Trabajar en esta compleji-
dad provoca a los autores
de entre niños, adolescentes
y funciones parentales a
hacer producir al psicoaná-
lisis entre lo intrasubjetivo
y lo intersujetivo, para
marcar un territorio con-
ceptual y clínico. Así, la
investigación genealógica,
el hallazgo de objeto y el
des-orden adolescentes son
algunas conceptualizacio-
nes teóricas que se entrete-
jen con la investigación de
procesos de desparentaliza-
ción, judialización de casos
de divorcio, violencia en la
escena familiar, avatares de
niños y adolescentes en
“situación familiar difícil”.
Respecto de la adoles-
cencia, uno de los temas
centrales del libro, Mario
Waserman señala en su
prólogo el amor, el enigma
y el espanto forman una
tríada que alcanza su
acmé en el desarrollo ado-
lescente. Este libro ayuda a
los analistas de adolescen-
tes a afrontar las peripecias
más crueles de la clínica y
muestra a la vez las poten-
cialidades terapéuticas que
el mismo adolescente apli-
ca a sus angustias.
Este libro está destina-
do también a aquellos pro-
fesionales de la salud y la
educación interesados en
una nueva mirada hacia los
niños, adolescentes y las
funciones parentales.
Psicoanálisis extramuros
Silvia Bleichmar
Editorial Entreideas
149 págs.
Este libro tuvo un ger-
men histórico en 1985, y
verá el lector cómo se va
desplegando el pensamien-
to de Silvia Bleichmar a lo
largo del curso que dictó a
un grupo de profesionales,
a pedido de UNICEF, en
ocasión del terremoto de
México acontecido aquel
año.
El ciclo daba cuenta del
procesamiento teórico y de
la práctica realizada con los
damnificados de la catás-
trofe. Aquella experiencia
le permitió a la autora rea-
lizar un verdadero asenta-
miento de conceptos de la
teoría y la práctica psicoa-
nalítica en el campo social
y, a la vez, revisar y elaborar
cuestiones de exclusiva
pertinencia del cuerpo psi-
coanalítico.
Diversos conceptos
fueron repensados en un
trabajo que sometía, en
vivo y en caliente, los
esquemas teóricos a la forja
de una práctica extramu-
ros, que no se limitaba al
téte á téte de una relación
terapéutica de consultorio
o una conversación con
colegas, sino que eran rele-
vados a la luz de una exi-
gencia pública que definía
la eficacia de sus acciones,
No someterse a la
demanda de las institucio-
nes estatales ni encerrarse
en la imposibilidad de toda
acción social fueron las
premisas que rigieron su
búsqueda de nuevas vías de
trabajo, cuando gran parte
de los conceptos con los
que venía trabajando ya
habían encontrado su rigu-
rosidad pero aún no habí-
an sido sometidos a la
prueba de una experiencia
tan extrema.
Psicólogos, psicoana-
listas, educadores, sociólo-
gos, antropólogos, trabaja-
dores sociales, entre otros,
encontrarán en las páginas
de este libro una guía para
pensar sus propias prácti-
cas en escenarios de catás-
trofe y otras situaciones
límites en que no sólo el
psicoanálisis, sino también
el psiquismo se ponen a
prueba.
De fantasmas, ancestros,
espectros y otras inexisten-
cias más o menos amena-
zantes
Eduardo Said
Editorial EFBA
290 págs.
Se trata de una colec-
ción de notas redactadas a
lo largo de un tiempo
extendido. Puedo suponer
que alcalzan a configurar
una serie de un estilo parti-
cular, por la dominancia de
algunos articuladores, al-
gunas temáticas insistentes:
estructuras, fantasmas,
sujeto y la implicancia clí-
nica que de ellas se derivan.
Actualidad Psicológica
Tal vez no sea sino la
expresión personal y sin-
gularísima de la forma de
procesar teórica y clínica-
mente las enseñanzas de
Freud y de Lacan. Con el
acento puesto en la lectura
crítica como causa moti-
vante.
Los estilos de escritura
varían con el tiempo de
formación. Los temas, aun
motivados por ocasiones
del encuentro con otros
analistas, no dejan de
retornar a algunas insis-
tencias.
Conservan la secuencia
temporal, me pareció una
forma de facilitar la mos-
tración de la constructivi-
dad de una posición teóri-
co clínica que hoy entiendo
mejor representada por los
últimos textos incluidos.
Me interrogué acerca
del porqué de darle forma
de libro. Se me cruzan dos
razones, el deseo de com-
partir con otros una pers-
pectiva de lectura crítica en
psicoanálisis y la intención
de desprenderme de
mucho texto archivado.
Del título que le puse,
de fantasmas, ancestros,
espectros y otras inexisten-
cias más o menos amena-
zantes, podría decir que el
principio me aconteció.
Lo de fantasmas es per-
tinente, no hay dudas de
eso, ya que es el eje central
de las diversas aserciones e
interrogaciones abiertas.
La referencia precisa a
ancestros y espectros, va
solo expresada como al
pasar pero sobrevuela, en
su tensión de diferencia, el
conjunto de los textos.
Lo de inexistentes me
costaría fundamentarlo en
la lógica, es más un recurso
coloquial como otros.
Lo de amenazantes, eso
va en serio. En morigerar
eso se juega gran parte de
la clínica del psicoanálisis.
Actualidad Psicológica
Sobre los Introducción
E
n el presente trabajo trataremos
de articular conceptos provenien-
tes, en su mayoría, del psicoanáli-
vínculos de sis freudiano y post freudiano,
con un caso clínico de una pacien-
te con una afección psicosomática, víctima de
situaciones de violencia conyugal. Para ello,
dependencia, comenzaremos por hacer una breve síntesis teó-
rica, seguida de la descripción y análisis del caso
(utilizando el algoritmo David Liberman, ADL),
que será discutido a la luz de esas conceptualiza-
ciones.
la violencia y Las instancias del desarrollo anímico
Freud (1923) establece los orígenes del apara-
las manifesta- to psíquico en base a tres polaridades que son las
gobiernan, en general, la vida anímica: 1) Sujeto
(yo)-Objeto (mundo exterior), 2) Placer-
Displacer y 3) Activo-Pasivo. La polaridad yo y
no-yo, sujeto-objeto, se impone en principio al
ciones individuo debido a la experiencia de poder aca-
llar los estímulos exteriores recurriendo a una
acción muscular, quedando, no obstante, inde-
fenso frente a los estímulos pulsionales prove-
psicosomáticas nientes del interior. La oposición placer-displacer
agrega al aparato la posibilidad de cualificar los
estímulos percibidos. La polaridad activo-pasivo
debe diferenciarse de la que media entre yo-suje-
to y afuera-objeto, ya que el yo-sujeto es pasivo
Silvina Perez Zambón hacia los estímulos exteriores, y activo por sus
pulsiones propias. La oposición entre activo y
pasivo se fusiona más tarde, teniendo su apunta-
lamiento en lo biológico, con la que media entre
masculino y femenino, que, antes que esto suce-
da, no posee significación psicológica. Estas tres
polaridades se enlazan recíprocamente de mane-
ras significativas.
En el inicio del desarrollo psíquico, en el esta-
do conocido como narcisismo, dos de estas opo-
siciones coinciden: el yo se encuentra investido
por las pulsiones y es, en parte, capaz de satisfa-
cerlas en sí mismo (autoerotismo). En esta época,
el mundo exterior no está investido con interés y
es indiferente para la satisfacción, razón por la
cual el yo-sujeto consiste en el polo del placer y el
mundo exterior vendría a ser lo displacentero, en
tanto indiferente. A pesar de ser autoerótico y no
necesitar del mundo exterior, el yo recibe objetos
del mismo derivados de las pulsiones de auto-
conservación, y comienza a sentir como displa-
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Mayo 2012 • Página 29
centeros algunos estímulos provenientes de su
interior. Ocurre entonces un nuevo desarrollo, al
servicio del principio del placer: el yo comienza a
introyectar los objetos de afuera que le generan
placer y a deshacerse de lo que le produce displa-
cer. De esta manera, el yo-realidad inicial,
habiendo distinguido entre adentro y afuera, da
lugar al yo-placer purificado y descompone el
mundo externo en placentero (lo propio) y dis-
placentero (lo ajeno).
Resumiendo, podemos decir que el padre del
psicoanálisis se refería a los destinos de pulsión
como las tres grandes polaridades que gobiernan
la vida anímica, a los que las mociones pulsiona-
les están sometidas: 1) la biológica (mediadora
entre la actividad y la pasividad), 2) la real (inter-
media entre el yo y el mundo exterior) y 3) la
económica (que media entre placer y displacer).
El yo realidad inicial
Revisando esta teoría pulsional de Freud,
David Maldavsky realiza sus desarrollos sobre las
patologías del desvalimiento (Maldavsky, 1992,
1995a, 1995b, 2008). Retoma la idea de Freud
(1923b) de que el yo se va separando del ello en
su devenir, y que al principio es uno con el cuer-
po, ya que es el sistema nervioso el encargado de
lidiar con las demandas pulsionales, que tienen
un carácter cuantitativo en este periodo (Freud,
1915c). Estas exigencias son procesadas de acuer-
do a 3 principios: 1) el principio de inercia, ten-
diente a la búsqueda del cero absoluto, 2) la ten-
dencia a la constancia o a la búsqueda del cero
relativo, y 3) la tendencia a buscar el placer y evi-
tar el displacer. Maldavsky concibe estas 3 ten-
dencias como formas de operacionalizar las pul-
siones de muerte (cero absoluto), de auto-con-
servación (cero relativo) y sexual (principio de
placer-displacer), respectivamente.
Entre ellas, la pulsión de muerte expresa la
tendencia a retornar a la inercia orgánica. El
principio de constancia, por su parte, es la ten-
dencia a mantener energía de reserva para llevar
a cabo acciones específicas. Al inicio del desarro-
llo, lo vivo tendía a volver velozmente a la inercia
(Freud, 1920g) como consecuencia de una auto-
intoxicación (producida por células idénticas
entre sí), hasta que se crea una alianza anti-tóxi-
ca entre células diferentes pero afines, que cons-
tituye el empuje de Eros tendiente a neutralizar el
principio de inercia. Esta defensa requiere ade-
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Página 30 • Mayo 2012
más de un complemento para hacer frente a la
amenaza de aniquilamiento que generan los estí-
mulos externos. Esa defensa complementaria es
la coraza anti-estímulo (Freud, 1920g), constitui-
da por una capa de piel muerta insensible.
Esta era entonces, la concepción que tenía
Freud del cuerpo, donde lo vivo tendía a neutra-
lizar dos grandes fuentes de desvalimiento: 1) la
inermidad ante la pulsión, relacionada tanto con
la estasis de la necesidad como con la estasis de la
libido, y 2) la inermidad ante la realidad, vincu-
lada con la irrupción del dolor orgánico, que
amenaza con dejarlo en un estado hemorrágico
perpetuo. Este cuerpo tiene, sin embargo, una
tercera función, que es la de continuación de lo
vivo, relacionada con la sexualidad. Esta función
contribuye el carácter cualitativo de lo anímico,
ya que tiende a la búsqueda del placer y la evita-
ción del displacer, en lugar de la tendencia al cero
(Freud, 1923b).
Dado que la pulsión de muerte tiende a des-
cargar los componentes libidinales no desexuali-
zados, eliminando toda energía de reserva, la pul-
sión de auto-conservación impone a la sexuali-
dad el desarrollo de dicho reservorio, recurrien-
do a diversas formas de la desexualización, como
la identificación, la transformación del erotismo
en ternura, la sublimación. Cuando se logra este
objetivo, la pulsión de muerte no puede imponer
la tendencia a una descarga total, convirtiéndose
entonces, la combinatoria entre libido desexuali-
zada y pulsión de conservación de la especie, en
la principal oposición contra la pulsión de muer-
te. Es en este marco donde se desarrolla el yo rea-
lidad inicial.
Afirma Maldavsky que cuando Freud (1915c,
1925h) describió los distintos tipos de yo (el yo-
realidad inicial, el yo-placer purificado y el yo-
realidad definitivo) que componen el aparato
psíquico, los diferenció por su función. Al yo-
realidad inicial, o sea el primero de estos yo, lo
enlazó con la función de diferenciar los estímulos
internos de los externos. Esto se logra en base al
criterio consistente en el éxito o fracaso del
mecanismo de fuga.
A lo que Freud se refería era a que los estímu-
los de los que resultaba imposible escaparse eran
entendidos como internos. Por otro lado, aque-
llos estímulos que podían ser eliminados
mediante la huida eran concebidos como exter-
nos. A su vez, afirmaba que los primeros eran
relevantes, mientras que los segundos se conside-
raban indiferentes, a menos que surgiera la ten-
sión provocada por la necesidad.
Freud (1950a) señala que en el yo realidad ini-
cial se desarrolla una conciencia originaria, la
cual posee una serie de contenidos que constitu-
yen el primer componente cualitativo en la vida
anímica. Los contenidos a los que se refiere son
los afectos y las impresiones sensoriales. Los más
importantes son los primeros, ya que dotan de
significatividad a los segundos. Freud (1926d)
sostiene que desde el punto de vista neuronal, el
cuerpo tiene dos periferias: una exterior, donde
se hallan los órganos de los sentidos, protegidos
por la coraza antiestímulos, y otra que recibe los
estímulos del interior del cuerpo, con la media-
ción de las zonas erógenas, que están a mitad de
camino entre unas y otras.
Trastornos ligados al
desarrollo yoico
Como hemos mencionado, Freud (1915c,
1925h) establece que el aparato psíquico está
integrado por tres yo: yo-realidad inicial, yo-pla-
cer purificado y yo-realidad definitivo, los cuales
se diferencian por la función que cumplen. El
primero, el yo-realidad inicial, posee la función
de diferenciar entre estímulos internos y exter-
nos, usando como criterio el éxito o fracaso del
mecanismo de fuga. Los estímulos de los que no
se puede fugar se entienden como internos y
aquellos de los que si, son externos.
En este primer yo se va desarrollando la cons-
ciencia originaria, cuyos contenidos (afectos e
impresiones sensoriales) son el primer compo-
nente cualitativo de la vida psíquica. Hemos
comentado en un principio que la diferencia
entre estímulos internos y externos no es tan sen-
cilla, ya que si bien los externos corresponden a
los órganos sensoriales –y los otros a los órganos
internos-, tenemos las zonas erógenas que for-
man parte de ambos. Por este motivo es conve-
niente verlos como una cinta de Moebius.
Presentaremos ahora algunos aspectos de
estructuraciones psíquicas relacionadas con el
yo-realidad inicial, desarrollados por David
Maldavsky (1995a, 1995b). En cuanto a la moda-
lidad de percepción, consiste en formalizar el
mundo sensorial en términos de frecuencias, de
periodos, equiparando los estímulos sensoriales a
una misma distribución temporal.
Su función consiste en mantener un apego
desconectado. Se suelen captar los estados intra-
corporales ajenos (respiración, pulsaciones). Si
fracasa la desconexión aparecen las crisis de vér-
tigo, debido a que la realidad es vivenciada como
un estímulo intrusito. Con respecto a los afectos,
al inicio de la vida psíquica son de carácter auto-
mático, no los regula el sujeto, y su intensidad
depende de las exigencias pulsionales y los estí-
mulos ambientales.
Este matiz afectivo se pierde cuando la inten-
sidad de los afectos es excesiva o nula. El núcleo
de la consciencia está constituido por la conjun-
ción de: el mundo extracorporal captado como
frecuencias, el mundo intracorporal creado por
proyección interna y los afectos como cualifica-
ción de los procesos pulsionales. La motricidad
se basa en la alteración interna y no en la acción
específica.
Esta alteración interna se logra sustrayéndose
de los estímulos externos mediante la fuga o tra-
mitando las exigencias internas por acciones,
tales como la respiración, los procesos autocal-
mantes, dormir. Estos pretenden modificar el
estado de la fuente pulsional sin recurrir a la
investidura con atención de un objeto de la reali-
dad externa. En cuanto al mundo representacio-
nal, predominan las huellas mnémicas referidas
al propio cuerpo, asociadas con los primeros
tipos de afectos.
Actualidad Psicológica
El cuerpo se concibe como un conjunto de
tuberías (Tustin, 1981), a consecuencia de lo cual
un quiebre en ese sistema crea estados hemorrá-
gicos, propios del dolor. La fuente estimulante de
este yo es la pulsión, y el componente erógeno a
ser procesado es, según Maldavsky (1992, 1995a,
1995b) la libido intrasomática, un primer tipo de
investidura que recae sobre los órganos internos
(mayormente el corazón y los pulmones). Luego
se dirige al mundo por vía de las zonas erógenas
periféricas.
Como hemos mencionado anteriormente,
hay un conflicto básico entre eros (que lleva a la
complejización de la vida y la conservación de
energía de reserva) y pulsión de muerte (que
conduce a la inercia y el vaciamiento de la ener-
gía de reserva). Otra amenaza de vaciamiento de
esta energía resulta de las intrusiones de estímu-
los externos que irrumpen, perforando la coraza
antiestímulo (Tustin, 1990) y generando dolor
orgánico.
A consecuencia de esto se da una hemorragia
pulsional. A su vez, un tercer factor que lleva al
vaciamiento es la falta de estimulación atenta por
parte del ambiente, al modo de desinvestidura,
que suele observarse en un ambiente familiar de
características asténicas.
A pesar de que progresivamente el yo-realidad
inicial se ensambla con estructuras más comple-
jas -yo-placer purificado y yo-realidad definitiva-
, ciertas estructuras patológicas encuentran su
punto de fijación en esta instancia. En ellas, las
defensas predominantes son las ya mencionadas
fuga (con su complemento de proyección orgáni-
ca) y la adhesividad. Ambas apuntan a mantener
un equilibrio pulsional interno y con el ambien-
te –permiten tramitar la propia hostilidad-.
A su vez, estas dos defensas son complemen-
tarias de la desexualización, que implica una
cierta actividad en el yo. Cuando ésta fracasa se
desarrolla una defensa de la pulsión de muerte
frente a eros, que es la desestimación del afecto
(Maldavsky, 1995a, 1995b, 1998b, 1999,
McDougall, 1991), la cual interviene en la capta-
ción del mundo afectivo –mundo que otorgaría
cualidad al universo sensorial-. Como comple-
mento de la desestimación tenemos la fuga pato-
lógica excesiva, la introyección orgánica patóge-
na (lo externo se vuelve interno) o la incorpora-
ción (acciones concretas para introducir algo en
el organismo).
Otra posibilidad defensiva son los procesos
autocalmantes, rítmicos que conducen a alcanzar
un equilibrio lindante con el dormir.
Generalmente, las fallas en las defensas no son
masivas, sino que al dañarse un sector y otro no,
el yo-realidad inicial suele quedar escindido. Al
mismo tiempo, la desestimación del afecto puede
tener tres estados. En su estado exitoso, el yo
mantiene la tensión vital por medio de la violen-
cia, a los estallidos de furia, que lo defienden con-
tra el vaciamiento.
En estado fracasado, surgen las crisis de
angustia automática, que corresponden a la esta-
sis pulsional. En cambio, cuando es exitosa-fra-
casada, se dan los estados de desvitalización
(Freud, 1912f, 1918b, 1950a).
Actualidad Psicológica
Según desarrolla Maldavsky (1995b), un
ejemplo del funcionamiento de esta defensa en
sus diferentes estados, suele observarse a nivel
familiar, en forma de ciclos. Lo que sucede es que
los miembros se van contagiando estos estados
de desvitalización y astenia, luego alguno de ellos
intenta ponerles fin y revitalizarse por medio de
un ataque de violencia y furia ciega, que conlleva
el vaciamiento de la energía y vuelve a desarrollar
un estado desvitalizado.
La violencia del yo-realidad inicial se procesa
tanto por gritos y golpes enceguecidos, como por
taquicardia, aceleración respiratoria, secreciones
gástricas, entumecimientos cervicales, entre otros.
Podemos pensar entonces que las patologías
características de una fijación al yo-realidad inicial
son las neurosis traumáticas, las neurosis tóxicas o
adicciones y las estructuras psicosomáticas.
Presentación de un caso
Carla (36 años) es derivada a psicoterapia por
su reumatóloga, quien la trata hace años por
artritis reumatoidea.
La paciente padece esta enfermedad hace 10
años, es muy inconstante con su tratamiento,
suele desaparecer por largo tiempo, dejando de
tomar la medicación para su artritis, y regresar
una vez que recrudecen los síntomas de su enfer-
medad. A nivel familiar, está separada de Jorge
hace aproximadamente 3 años, con quien estuvo
casada 13 años, y con quien tiene 3 hijos: Marcos
(15), Pablo (13) y Laura (12). De sus hijos refiere
que todos tuvieron problemas orgánicos al nacer
y tuvieron que permanecer un tiempo en terapia
intensiva, al borde de la muerte, situaciones que
fueron muy caóticas para ella. Un año después de
tener a su última hija, se despierta su artritis.
A su familia de origen la describe como muy
buena, en especial su madre, quien padece la
misma enfermedad que ella, oscilando con
momentos en que la critica por sus características
endogámicas. Tiene 2 hermanas, siendo ella la del
medio, de las cuales una padeció enfermedades
orgánicas (de las que no aporta demasiados datos)
y múltiples cirugías durante todas su vida, y la otra
es descripta como una eterna depresiva con idea-
ción e intento suicida. A su padre lo describe como
muy trabajador y moderado en todo.
De su matrimonio cuenta que se casó
siguiendo el mandato de su madre, quien le
decía que formara familia joven, cosa que hoy le
recrimina. Refiere necesitar la habilitación de su
madre para todo, sin poder tomar sus propias
decisiones. Tuvo a sus hijos muy joven, todos
seguidos y refiere haber padecido siempre difi-
cultades en las relaciones sexuales, en especial
debidas a que es muy religiosa y culposa. Refiere
haber tenido encuentros sexuales previos al
matrimonio, con otros novios, pero haberse
casado virgen. No utilizaba métodos anticoncep-
tivos, y dado que para su enfermedad era riesgo-
so quedar embarazada, mayormente decidía no
tener relaciones con su marido o imponer a
Jorge que eyacule fuera de ella.
Ella comenzó a estar muy angustiada, sentirse
muy culpable por todo y a alejarse de su esposo.
Jorge la engañó en una oportunidad con una
chica 10 años menor que ella. La paciente lo per-
donó y continuó la relación, pero refiere haberse
vuelto muy paranoica. Hace 3 años él la vuelve a
engañar, esta vez con una mujer mayor que ella
(que es la actual esposa de Jorge), y en una esce-
na en que ella padece una crisis de nervios, lo
acusa y lo echa, él la golpea fuertemente. Refiere
haberse quedado “como un perro cuando le dan
su primera paliza”. Cuando sus padres ven el esta-
do en que estaban, cuenta que en lugar de conte-
nerla le dijeron que ella había elegido a su mari-
do y que debía hacerse cargo de la situación vol-
ver con él. Al poco tiempo se separan.
De Jorge cuenta que siempre fue violento, la
descalificaba e insultaba desde que eran novios,
lo describe como exitoso, subyugante y seductor.
A sus padres siempre les gustó. Antes de él tuvo
otros novios, los cuales siempre le gustaban a su
madre. Cuando ella tenía 15 años su mamá trajo
a su casa unos chicos que conoció en el super-
mercado, para que se engancharan con sus hijas.
Ella comenzó a salir con Luis, a quien define
como un sujeto tóxico, que la manejaba y la cela-
ba mucho. Luis estudiaba en una universidad
cerca de su casa y, al ser del interior, sus padres le
permitían quedarse a dormir en su casa, por lo
cual, prácticamente convivían.
Esto le parece muy contradictorio a Carla,
dado lo religiosos y moralistas que son sus
padres. La paciente, cansada de soportar el mal-
trato de Luis, pudo echarlo de su casa recién
cuando su madre la habilitó para que lo haga.
Comenta que luego de haber padecido esta situa-
ción, a su madre se le despierta la artritis y ella
queda muy shockeada.
Luego de esa relación conoció varios chicos
más hasta toparse con Jorge, a quienes presentó
en su casa. Cree que su padre debía pensar que
ella estaba loca, y que por lo general se muestra
de una manera pero es de otra. Hoy en día vive
sola con sus hijos pero pasa mucho tiempo en lo
de sus padres, y se siente tan insegura que nece-
sita el consejo de su madre para todo lo que
tenga que decidir, en especial respecto de sus
hijos. Esto le parece ridículo y le da bronca ser
tan dependiente.
Aplicación del ADL
Para analizar el discurso de la paciente, se
aplicó el algoritmo David Liberman (ADL) al
estudio de los relatos desplegados por la paciente
durante una de las sesiones. El ADL es un méto-
do de investigación del lenguaje que permite
detectar deseos y defensas (y su estado) en esce-
nas narradas y desplegadas en sesión, así como
también en las palabras. Sus fundamentos teóri-
cos son los conceptos, instaurados por Sigmund
Freud (1915c), de pulsiones y destinos de pul-
sión. Las pulsiones se expresan en el lenguaje
como deseos y los destinos de pulsión, por su
parte, se reconocen como defensas.
El inventario de pulsiones a detectar es:
Mayo 2012 • Página 31
libido intrasomática (LI),
oral primaria (O1),
sádico oral secundaria (O2),
sádico anal primaria (A1),
anal secundaria (A2),
fálico uretral (FU) y
fálico genital (FG).
La mayoría de las pulsiones mencionadas ha
sido estudiada extensamente en los textos de
Freud y sus continuadores. En cambio, LI ha sido
mencionada por Freud (1926d) solo de paso, al
afirmar que en el primer momento de la vida
posnatal los órganos internos (sobre todo cora-
zón y pulmones) reciben una fuerte sobre-inves-
tidura libidinal.
En cuanto al inventario de las defensas, es
posible distinguir entre las centrales y las com-
plementarias. Las centrales son sublimación, cre-
atividad, acorde a fines, represión, desmentida,
desestimación de la realidad y la instancia pater-
na, desestimación del afecto. Entre ellas, las tres
primeras son funcionales y las cuatro restantes
son patógenas.
La represión predomina en las neurosis de
transferencia; la desmentida, en los rasgos patoló-
gicos de carácter, sobre todo los de tipo narcisista;
la desestimación de la realidad y de la instancia
paterna, en las psicosis; y la desestimación del afec-
to (Mc. Dougall 1989, Maldavsky 1992, 1995a), en
las patologías psicosomáticas y adictivas, en las
traumatofilias y en las neurosis postraumáticas.
Cada defensa puede tener un estado exitoso
(cuando el paciente logra rechazar algo fuera del
yo y mantiene el equilibrio narcisista), fracasado
(cuando lo rechazado retorna y el paciente siente
angustia) y mixto (cuando no hay retorno de lo
rechazado pero, en lugar del equilibrio narcisista,
sobreviene un estado displacentero). Las defensas
centrales pueden diferenciarse por aquello que el
yo pretende desalojar y por aquello a lo cual el yo
recurre para colocar en lugar de lo rechazado. El
ADL dispone de varios instrumentos para el aná-
lisis de los deseos y las defensas y su estado.
El análisis de las escenas o episodios puede
corresponder al nivel del relato o al nivel de los
actos del habla. Los relatos permiten investigar
escenas extra-transferenciales, como lo hizo
Freud cuando analizó la relación entre Dora y el
señor K. Los actos del habla permiten investigar
las escenas intrasesión, como cuando Freud pres-
tó atención a cómo Dora lo acusaba a él, del
mismo modo que antes al padre. La aplicación de
los instrumentos del ADL suele arrojar resulta-
dos multivariados para cada nivel de análisis y
entre dichos niveles. Estos resultados armonizan
con una forma de concebir la dinámica psíquica,
no como estructura unitaria, sino como el pro-
ducto de la coexistencia entre varias corrientes
psíquicas, entre las cuales pueden darse predomi-
nios estables o cambiantes.
Análisis de los relatos de la paciente
En base al discurso de la paciente durante una
de sus sesiones, pudimos construir y analizar (en
Página 32 • Mayo 2012
Sumario I 407 cuanto a deseo, defensa y estado) 31 relatos, de los
cuales presentaremos algunos a modo de ejemplo:
I.1.Nacho tuvo un paro cardio-respiratorio al
nacer/ 2.Estuvo en terapia intensiva dos sema-
nas/ 3.Fue un caos. // LI desestimación de afecto F
IV.1.Nacho y Angie se llevan pocos años/
2.Cuando nació Angie ella estaba muy agobiada//
LI desestimación del afecto F
VII.1.Su madre nunca los llevaba a ningún
lado/ 2.quería que hicieran todo en su casa/ 3.ella
acataba.// O2 desmentida F
XI.1.Siente una inseguridad terrible/ 2.sus
hijos se aprovechan de eso/ 3.Siente que hace
todo mal// O2 desmentida F
XXI.1.empezó a salir con un chico tóxico/
2.Fracasaba en el colegio y no se fue de viaje de
egresados/3 .él era violento, la manejaba// A1
desmentida F
XXII.1.Siendo su familia muy religiosa, sus
padres le permitían a su novio quedarse a dor-
mir/ 2.prácticamente vivían juntos/ 3.eso le pare-
cía muy loco// O1 desmentida EF
Mayo 2012 XXV.1.Su madre estuvo muy mal por el tema
de Luis,/ 2.se le despertó la artritis/ 3.ella quedó
Ilustración de tapa:
Rodolfo López Martino muy shockeada con toda la situación// LI desesti-
Distribución en Interior: D.I.S.A mación del afecto F
Distribución en Capital:
Tricerri -Bignami XXVII.1. José es muy subyugante, seductor/
Los artículos firmados son de exclusiva
2. A sus padres les gustaba mucho/ 3.Ella le creía
responsabilidad de sus autores, lo que dijera// O1 desmentida F
y no reflejan necesariamente la opinión
de la dirección.
XXVIII.1.Había presentado muchos chicos en
su casa/ 2.Su padre pensaría que estaba loca/
3.Ella era de una manera y aparentaba ser de
otra// O1 desmentida EF
XXXI.1.Necesitaba que le dijeran cómo hacer
las cosas/ 2.Aunque lo hicieran desde la violencia
2 Violencia de género: el efecto de fascinación
Eva Giberti o el maltrato/ 3.El cuerpo luego le pasó factura//
LI desestimación del afecto F
7 “Violencia contra las mujeres. El contexto
Estas narraciones han sido ordenadas
cultural y los trastornos psicopatológicos
siguiendo varias líneas estrechamente relaciona-
Irene Meler
das entre sí. Resulta nuclear en esta historia el
tema de la enfermedad, la artritis reumatoidea,
11 Mujer, cuando no te nombro.
en vinculación con la violencia, tanto en ella
El cuerpo entre el patriarcado y el lenguaje.
como en la madre. Otra temática central es la
Vita Escardó
contraposición entre la apariencia y la realidad,
tanto en ella como en su entorno.
15 Raíces de la violencia. Un estudio para pensar Lo que podemos observar en la paciente es un
la cuestión de la diferencia
vínculo con una madre que aparece como pose-
Fernanda Trezza
siva, endogámica, de quien depende como orien-
tadora para salir al mundo y tomar decisiones, y
19 “Todo por ser mujer” sin la cual la realidad es percibida como caótica,
Analía Losada desconcertante.
22 Vínculos tóxicos El conflicto surge en base a que esta madre
Ana María Britti con quien ella cuenta como orientadora, parece-
ría estar tanto o más desorientada que ella, lo
29 Sobre los vínculos de dependencia, la violencia cual se observa en su propia imposibilidad de
y las manifestaciones salir de su casa y de dejar que los demás lo hagan,
psicosomáticas además de ser contradictoria en cuanto a sus
Silvina Pérez Zambón dichos y sus hechos.
Esta historia podría estar operando como
contexto en el cual luego surge el episodio de
Próximo número: Junio 2012 violencia, ya que, al parecer, en lugar de conec-
La escucha del terapeuta tarse con su novio o con su marido, en lugar de
basarse en lo que ella desea, la paciente aparece
más conectada a las ideas o el pensamiento de su
madre, desconexión que podría resultar en deto-
nante de la violencia del otro.
Actualidad Psicológica
En esta misma línea podría pensarse su no
cumplimiento del tratamiento para su artritis, en
la imposibilidad de alojar al otro, debido a que
está pegada a su madre, la dificultad para distin-
guir que le hace bien y qué mal, qué quiere y qué
no. Podemos inferir que en los momentos en
que es violentada debe haber algo que paraliza su
respuesta ante el otro, y que debe tener que ver
con su dependencia de esta madre desorientada y
contradictoria.
Podríamos decir que la paciente presenta
fallas en los juicios de atribución, pero a su vez,
esto se entramaría con algo anterior, más primi-
tivo que la cualificación bueno-malo. Su insegu-
ridad estaría más bien representada por la ausen-
cia de un orientador en el mundo, que permita
distinguir adentro-afuera, expulsar lo displacen-
tero, dificultado por la endogamia, característica
del vínculo entre esta paciente y su madre.
De lo sintetizado en la entrevista podemos
observar que la violencia se presenta, a su vez,
como detonante de la enfermedad, tanto en la
madre como en ella. En la madre, ya que al pare-
cer queda muy afectada por la situación de vio-
lencia del ex novio de su hija, y de la paciente
cuando, luego de hablar de su relación con su
marido violento, aclara que el cuerpo le terminó
“pasando factura”.
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