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Ruth Teubal
Licenciada en Trabajo Social. Especialista en Violencia Familiar UBA.
Docente e investigadora de Universidad de Buenos Aires (Argentina)
1. INTRODUCCIÓN
[287]
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Si bien la autora escribe en nombre propio, son varios los desarrollos aquí
mencionados que fueron discutidos, conversados y producidos por el equipo de
investigación, en prolongadas reuniones de estudio y reflexión.
Son pocos y recientes los desarrollos teóricos referidos al proceso de descubri-
miento del ASII de los hijos, por parte de la figura protectora, mayormente la madre.
En el presente trabajo se intentará comprender y analizar su trayecto , que se inicia
en un lugar de «desconocimiento» de la situación de abuso, transita hacia el «darse
cuenta que algo anda mal», hasta llegar a la «sospecha», y luego, arribar a la
«certeza».
Su recorrido no termina ahí, ya que posteriormente, deberá efectivizar y afrontar
durante tiempos prolongados los requerimientos de lo que podríamos denominar el
sistema de protección de niños, niñas y adolescentes, en los cuales, se validará o no,
formalmente, la ocurrencia del incesto y, a nivel institucional y legal, se
implementarán las medidas correspondientes. Este proceso institucional no está libre
de situaciones adicionales de revictimización institucional, por parte de los
profesionales y técnicos, quienes frecuentemente adolecen de una formación en
género, de la problemática compleja de la violencia intrafamiliar, y más
específicamente del ASII, pero que detentan el poder de tomar decisiones sobre las
vidas de las víctimas y los agresores. A ello se suma en ocasiones el acoso, la presión
coercitiva y las amenazas del presunto agresor, frecuentemente el padre, padrastro o
pareja íntima de la madre, sobre las víctimas, y sobre los profesionales
intervinientes.
En la familia moderna, la madre es aun hoy considerada como la responsable
principal de la crianza de sus hijos/as. Este lugar de la función materna, en oca-
siones y en determinados sectores sociales, es valorado y destacado desde los dis-
cursos culturales, al punto de cierta idealización, y a la vez, operan como negación
de las responsabilidades paternas hacia sus hijos/as. En el caso de madres cuyos
hijos/as han sufrido abusos sexuales incestuosos, ello ha operado negativamente,
debido a que las teorías psicológicas y psicosociales, como también los sistemas de
creencias, mitos y estereotipos populares que ofrecen explicaciones sobre el
problema del incesto, las han descripto y todavía las describen como responsables,
conniventes, negadoras, negligentes o disociadas. Posteriormente, a partir de es-
tudios empíricos que resultaron en un mayor conocimiento acerca de los ofensores
sexuales y del proceso intencional, programado y clandestino de captación de un
hijo/a en una relación incestuosa, se ha revertido esta postura, comprobándose que
frecuentemente las madres no saben del incesto durante su ocurrencia.
Investigaciones más recientes las visualizan como personas que en todo caso,
pueden tener su capacidad protectora disminuida (Faller, K., 2006) o, dicho de otra
manera , pueden contribuir a la vulnerabilidad del niño/a, antes de considerarlas
como responsables (Millar-Perrin, C. y Perrin, R., 1999). La disminución de la
capacidad protectora puede deberse a diversos factores de riesgo, tanto
intrafamiliares (por ejemplo, la violencia de género hacia la madre; su vínculo
traumático con el ofensor sexual), como extrafamiliares (por ejemplo, desempleo,
pobreza, ausencia de ingresos propios, falta de educación, y otras carencias) que
generan dependencias de tipo económica, social y afectiva. Millar-Perrin, C. y
Perrin, R., (1999) las consideran co-víctimas dada la frecuencia en que son también
maltratadas física, sexual y emocionalmente por sus parejas, y/o poseen una historia
infantil de violencia. Si bien las cifras son infinitamente menores, no se desconoce la
existencia de madres no protectoras, o en otros casos, abusadoras sexuales ellas
mismas, como tampoco se niega la presencia de padres protectores. Siempre se
deberá considerar responsable a la persona que ejerce la violencia.
Lamentablemente, en tiempos más recientes y nuevamente a partir del backlash,
paradojalmente se vuelve a atribuir a la figura parental materna la condición de
madre maliciosa o generadora de falsas denuncias.9 Frente a estos nuevos discursos,
las madres se pueden encontrar en una situación sin salida: si no denuncian o no
«interpretan» el ASII, son conniventes; si denuncian el abuso, son madres
maliciosas. Siguiendo la línea de pensamiento de A. Ganduglia, cabe preguntarse:
¿qué sería de estos/as NNyA, si las madres no denunciaran?10
El poder de este contra-movimiento social también puede afectar el desempeño
de profesionales que intervienen, por las amenazas reales o potenciales a las cuales
estos/as se ven expuestos, por parte de las personas denunciadas, generando como
consecuencia, y de modo concausal, que los niños/as que padecen estas situaciones
no sean adecuadamente protegidos/as. Desde otra mirada, Calder y Peake (2001)
mencionan que para los profesionales, el temor más grande es la revelación del ASII,
por su falta de formación específica frente a un problema de alta complejidad, el
impacto horroroso de los hechos y la falta de pautas adecuadas a seguir.
Numerosos estudios empíricos muestran que la figura parental protectora,
mayormente la madre, cumple una función importantísima en la recuperación de los
hijos/as dañados por el ASII. Por lo tanto, comprender el impacto que sobre ellas
tiene el develamiento del ASII, el poder apoyar y asesorarlas tanto en las etapas
iniciales de develamiento del abuso, como también en los habitualmente complejos y
prolongados procesos institucionales que le siguen, contribuye a la recuperación de
sus hijos/as (Hooper, 1992; Deblinger, E. y Heflin, A. H., 1996; Calder, M., Peake,
A. y Rose, K., 2001; Plummer, C. A., 2006).
Puede ser muy intenso el impacto emocional experimentado por las madres ante
el descubrimiento del incesto de un/a hijo/a, especialmente si el ofensor sexual es el
padre biológico. Para una madre protectora, puede implicar una doble
traumatización: la del abuso y daño severo ocasionado a su/s hijos/as y, el daño hacia
ellas mismas por el duelo que significa la traición de la confianza en sus vínculos
significativos, la caída de su concepción de familia como proyecto de vida, el
cuestionamiento a su autoconcepción como madre, mujer y esposa (o pareja). Más
globalmente sería la pérdida de la creencia en un mundo confiable y predecible.
9
Esta reacción negativa conservadora ha surgido en casi todos los países en donde se ha llegado a
conocer más acerca del abuso sexual incestuoso y en los cuales ha habido un incremento de los di-
vorcios litigiosos ocasionados por tal motivo. En la Argentina comenzó a visibilizarse de forma más
evidente a partir del 2000.
10
Trabajo inédito de Ganduglia, Alicia, «Por qué las madres….».
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CAPÍTULO 11: ABUSO SEXUAL INTRAFAMILIAR DE NIÑOS… 293
12 No hemos preguntado en las entrevistas acerca de la violencia sexual; los testimonios surgieron espontaneamente. Por lo
tanto, sería probable que el número fuese mayor, y que no fueran revelados del mismo modo, por razones de pudor o
vergüenza. Es sabido que en encuadres terapéuticos, si los profesionales no preguntan, las mujeres no revelan fácilmente el
ASI experimentado en la infancia, o la violencia sexual actual que puedan estar padeciendo.
13 Las respuestas son múltiples.
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Siguiendo la línea de los estudios sobre victimología, Mary Ann Hooper (1994)
en su obra Madres sobrevivientes al abuso sexual de sus niños, menciona que el
incesto genera una serie de consecuencias victimizantes de orden emocional,
conductual y cognitivo en las personas del entorno afectivo cercano de las víctimas,
algunos de quienes son los que asumen o deben asumir el papel de protegerlos.
Desde los estudios en victimología, serían por ello, víctimas indirectas (Pluis, L.,
1998).
Una actora principal en el ASII es la figura de la madre. Históricamente, ella ha
sido representada en la literatura profesional, y también en las representaciones
populares, de diversas maneras, mayormente negativas: ha sido y aún es visualizada
como la responsable («ella tendría que haberse dado cuenta»), la cómplice («ella
sabía y se callaba»), la descreida («pensó que fue otro el abusador»; «no hubo tal
abuso» y en todo caso, no protectora14. Más recientemente, los estudios académicos
la describen como personas que, en todo caso, pueden tener su capacidad protectora
disminuida, o lo que es similar, como que pueden contribuir a la vulnerabilidad del
niño/o. Pero, en tanto víctimas secundarias de la transgresión a un pacto social de
prohibición del incesto, no les cabe la acusación de responsables. Alicia Ganduglia
(2007, 2010)15 argumenta que la madre sería una víctima directa y primaria, por el
daño profundo a su identidad a causa del incesto, especialmente el paterno-filial 16,
ya que conlleva en general, un ataque directo al vínculo madre-hijo en su identidad
como tal, como esposa, y como mujer; todos éstos, constitutivos de su subjetividad.
Como se ha señalado en trabajos anteriores (Teubal y colaboradoras 2010) 17, esto
puede significar el desmoronamiento de su «mundo construido» (Berger y Luckman,
1983), la aparición de una diversidad de emociones intensas como por ejemplo, los
sentimientos de culpa, la pérdida de la confianza hacia otros, el descenso de la auto
estima, depresión, el estress post-traumático, sentimientos de bronca, etc. Los duelos
a elaborar incluyen la pérdida de un vínculo afectivo (pareja íntima), el ideal de niño
y el ideal de madre. Generalmente la necesaria separación o divorcio es acompañado
por la salida del hogar conyugal del agresor, y adicionales pérdidas de relaciones
sociales y familiares, como también una merma de su condición económica.
Otros estudios mencionan que muchas madres de niños que padecieron incesto
son a la vez, mujeres maltratadas física, emocional y sexualmente, por sus ma-
ridos/parejas, lo cual complejiza el análisis de la situación a la hora de intervenir
14
Como observará el lector, estas adjudicaciones a la figura de la madre, van de mayor a menor
gravedad.
15
Ganduglia, Alicia, Curso online del Servicio de Adolescencia del Hospital R. Gutiérrez, 2007,
2010.
16
Que incluye al padrastro o padre adoptivo o pareja conviviente de la madre.
17
Trabajos presentados el 13 de noviembre de 2009: II Congreso Internacional; III Nacional y IV
Regional «Violencia, Maltrato y Abuso» organizado por Salud Activa. En el 2010: el XII Congreso
Metropolitano de Psicología, Psicología y Sociedad. Título: La experiencia de las madres protectoras
frente al abuso sexual intrafamiliar de sus hijos/as.
El incesto: Dentro del abuso sexual infantil, se halla el incesto o abuso sexual
incestuoso. El término «incestuoso» designa más claramente las características del
hecho y sus implicancias en lo referente a intercambios sexuales intrafamiliares,
prohibidos por la cultura occidental y la ley del parentesco.
Susan Sgroi (1982)18 describe las diferentes fases que se desarrollan en el pro-
ceso que culmina con el incesto. Menciona que:
situación de incesto o ASI pero que, en muchos casos, pueden estar relacionados con
otros factores o problemas de los/as niños/as. Por todo lo consignado anteriormente,
el relato del/la niño/a y la creencia en sus palabras es de la mayor importancia para
el descubrimiento por parte de las madres. Para el sistema judicial argentino, el
relato también lo es.
Dos autoras, Carol Ann Hooper (1994) y Tina Jensen (2005) desarrollan mi-
radas complementarias referidas al descubrimiento que puede realizar una madre,
respecto del ASII de su/s hijo/a/s.
Hooper plantea que el descubrimiento del ASII es generalmente un proceso, que
se desarrolla en el tiempo, y no un hecho puntual. Frecuentemente no tiene principio
ni fin evidentes, y su descubrimiento puede llevar mayor o menor tiempo. Hay
elementos en el proceso acumulativo de signos y datos que señalan que se puede
transitar desde una etapa o condición de «no saber», y luego advertir en el/ la hijo/a
que «algo anda mal». Luego de una búsqueda de explicaciones no exitosas, pasar a
sospechar del incesto, y necesitar confirmar tal sospecha, y finalmente llegar a un
estado, el de saber, de tener certeza. Hooper refuerza el hecho de que el trauma que
ocasiona el estado de sospecha en la madre puede generar motivaciones fluctuantes
para seguir rastreando y averiguando. Plummer (2006) corrobora que en su
investigación con grupos focales con madres, son diversos los tiempos que puede
llevar a las madres arribar a la certeza, ya que ninguna madre desea para sus hijos,
tal experiencia y sufrimiento. Al mismo tiempo que la madre puede estar
averiguando más respecto de sus sospechas, estará realizando un trabajo psíquico
interno de gradual asunción del fenómeno. Asociado a esto, según Hooper, la madre
puede tener diferentes niveles del «saber», debido a que en determinado momento,
puede necesitar tiempo para asimilar la información. El trabajo de Hooper se orienta
teoricamente hacia la conceptualización de las «estrategias de afrontamiento» frente
a la información que genera sospecha.
¿Por qué es tan difícil detectar el incesto o el abuso sexual infantil cuando está
ocurriendo? Es la pregunta que se hace Tina Jensen, de la Universidad e Oslo 20. Las
sociedades, en el devenir de sus historias, construyen discursos, saberes, criterios,
valores y actitudes acerca del desarrollo infantil y de lo que es una adecuada rela-
ción entre padres e hijos. También construyen nociones, valores y actitudes de lo que
es el funcionamiento deseable en la pareja de padres y ofrecen conocimientos y
herramientas para interpretar cuándo los niños se sienten contentos o no.
La interpretación de los padres y las madres de la conducta de sus hijos/as es un
proceso continuo en la cotidianeidad de las situaciones de crianza de niños/as y no se
limita a las situaciones de incesto. Cuando observan alguna conducta o signo que no
se considera adecuado o normal, las madres se dan explicaciones o interpretaciones
20
Aclaramos que se trata de los casos en que los/as niños/as no han relatado aún el ASI.
eran las pesadillas. La primera interpretación de la mamá era que se debía a que la
niña era muy sensible, reservada, que se parecía a ella.
2. Repertorio de la edad. Los signos del /la niño/a son interpretados en rela-
ción al momento evolutivo del chico. Y en base al conocimiento que se tiene res-
pecto al desarrollo infantil, estas conductas van a ser consideradas apropiadas o no.
Se interpreta además que van a superarse cuando el niño pase a otra etapa evolutiva.
Por ejemplo: la hija de una de las mamás que entrevistamos tenía algunas conductas
sexualizadas, entre ellas la masturbación. Ella decía: «Ella empezó con actitudes
masturbatorias hace dos semanas. Yo no dije nada porque pensaba que era típico de
la edad, que ella se estaba descubriendo, qué se yo… Por ahí yo sabía que los chicos
empiezan a tocarse o se rozan».
3. Repertorio de la agencia (entendida como sujeto de la acción). Se refiere a
las conductas de autoafirmación. En este repertorio las madres interpretan estos
signos como estrategias que usan los chicos para lograr lo que desean o para im-
poner su voluntad. Por ejemplo, una mamá que relató que la hijita no quería ir con el
papá en las visitas, dice: «Empezó a no querer irse más con él, a no querer verlo. A
buscar formas de que él se quedara con nosotras cuando a él le tocaba su momento
con ella. A invitarlo. Le ofrecía juegos. Lo invitaba a quedarse en casa. Pero yo lo
primero que pensé era que se aburría con él».
La situación de no querer ir con el padre se vio en varias madres, y fue inter-
pretado: «El padre no sabe cuidarlos»; «no sabe jugar con ellos»; «es negligente»;
«mira la TV»; «está con los amigos».
Posteriormente, desde la retrospectividad, estas interpretaciones se unen y se da
otro sentido a la conducta de los hijos/as.
4. Repertorio de la socialización. Los signos se atribuyen a las experiencias
cotidianas en el marco del proceso socialización del niño. Se van a focalizar en lo
que el niño aprende en relación a otros niños y a otros adultos. Por ejemplo, frente a
una conducta inadecuada o alguna expresión, dicen: «Seguramente escuchó hablar
de este tema entre los compañeros del colegio».
5. Repertorio del conflicto parental. Los padres interpretan estos signos como
una consecuencia natural y esperable del conflicto entre ellos. Por ejemplo una de
las mamás que entrevistamos nos decía: «En esos seis meses posteriores a mi
separación, JM cada vez que venía de lo del padre se ponía nervioso, rompía cosas,
estaba irritable, histérico, se trepaba. No respondía a nada. Le pegaba a las cosas.
Estaba enojado. Yo pensé que era por la separación». Otra madre: «Lo que mis hijos
presentaron siempre se atribuyó a la separación. Por ejemplo, mi hijo comenzó a
tener dolores de cabeza cada vez más contundentes y con menos posibilidades de
que fuera por causa fija. Comenzamos por el oculista, por el dentista, por el pediatra,
por el neurólogo, fuimos pasando por todos. Me di un poco por vencida, debe ser la
“psicosomatización” 22.
Asimismo es de destacar que entre varias madres entrevistadas, la develación del
abuso fue posterior a la separación, razón por la cual, la mitad de ellas creía que los
malestares observados en sus hijos eran esperables ya que eran una reacción de los
hijos/as frente al conflicto que vivían los padres. Mencionamos que las
22
Esta madre se refería a que lo que le ocurría a su hijo era psicosomático.
Gráfico 1
Gráfico explicativo del proceso de armado de la sospecha24
Las madres registran que hay algo que no anda bien. Luego, en otro momento,
mucho más tardío, o a veces simultáneamente, pero en otro contexto, les llaman la
atención otros signos, que no se relacionan aparentemente entre sí. Así van surgiendo
y se van interpretando, según el contexto. Por ejemplo, este gráfico pertenece al
develamiento de una niña de 6 años que fue abusada posiblemente entre los 3 y los 6
años. No hay precisión de la fecha exacta. El contexto familiar era que los padres se
habían separado porque, según la madre, había muchas discusiones entre los padres,
no se ponían de acuerdo en cuestiones de la crianza de los hijos/as, etc. Los niños
realizaban visitas al padre, acordadas privadamente.
Esta nena vomitaba antes de concretarse la separación. Estaba en una familia
donde la violencia emocional era fuerte, y se discutía mucho, muchas veces por des-
acuerdos respecto de la crianza del hijo y de la hija. Por ejemplo, si la hijita o el hijo
estaban enfermos, el marido se oponía sistemáticamente a que venga el pediatra.
24
La licenciada Marta Ogly es quien ha realizado los dos gráficos que se expondrán a continuación.
La madre, observando que su hija no estaba bien, luego de hablar con el pe-
diatra, se da cuenta y supone que esta situación de vomitar en forma frecuente se
asocia con lo que se estaba viviendo en la familia. Entonces, resuelve la separación
(quinto repertorio, el del conflicto familiar). Luego de la separación (aunque también
ocurría antes), la nena llora de noche, dormida. Tiene pesadillas de las que no se la
logra despertar, con llantos prolongados, verbalizaciones incomprensibles y terrores
nocturnos recurrentes.
Los trastornos del sueño como las pesadillas o terrores nocturnos no son indi-
cadores específicos del abuso sexual; pueden deberse a otras causas. Pero sí pueden
ser indicadores menos específicos, que adquieren significado cuando se articulan con
otros factores. La madre los adjudica al haber sido testigo de la violencia en la pareja
y a la posterior separación (repertorio de conflicto familiar). Lo mismo con respecto
a la conducta de retraimiento en el colegio, la maestra le dice que la nena está
retraída, que llora. Además, debido a que la nena hizo una regresión con el habla,
interpreta también que la niña no está bien porque se burlan de ella por esta cuestión.
Entonces incorpora una nueva interpretación que tiene que ver con que lloraba por
las burlas. Encuentra una explicación dentro del contexto del colegio. Entonces, ya
hay dos interpretaciones. «Está mal por que en el colegio le pasan cosas y está mal
por la separación, está sensible». El primero es el repertorio que tiene que ver con las
experiencias cotidianas de socialización. ¿Qué hace? La lleva a una fonoaudióloga
para resolver el problema del habla. Además se observaba irritación de la vagina y
en su momento la mamá también lo significó como que la nena se lastimaba con la
esponja relacionándolo con conductas masturbatorias esperables al momento
evolutivo (repertorio de la edad).
Con todo este cuadro, sumado a que la niña hace dibujos que le llaman la aten-
ción, la madre recurre a un tratamiento psicológico para la nena, para ayudarla a que
esté bien. La niña realiza dibujos en el jardín, en donde a todas las figuras feme-
ninas las dibuja con mucha presión, y con agujeros negros en la zona de los genita-
les. La madre se lo informa a la psicóloga, pero no hay una interpretación de esto. La
psicóloga tampoco le da una significación y queda como un signo aislado, que no se
interpreta ni relaciona con ninguna otra cosa. También hay enuresis nocturna. La
madre no lo manifiesta, pero es muy probable que se siga relacionando con todo lo
que suponían que estaba viviendo. La nena tiene autoagresiones y se lesiona, se
desvaloriza, se cree fea. Una amiga de la madre le dice que le llama la atención que
en las fotos la nena se pone en posiciones muy sexys.
La psicóloga le menciona a la madre que podría haber una incentivación ina-
propiada sexual, que tiene que ver con conductas inadecuadas del padre, como por
ejemplo, pasearse delante de la nena en calzoncillos.
Todos estos indicadores de que algo le está pasando no se dan todos juntos de un
día para el otro, no se dan en un orden, se van dando en distintos momentos a lo
largo de estos años. Esto es lo conveniente transmitir: esto no es en un mes, o en dos,
o en tres. Estas conductas de repente aparecen, están, desaparecen, luego aparecen
otras, que luego son reconstruidas y significadas en su conjunto. Cuando ya se
devela el ASII, es ahí cuando se juntan todas las piezas y todo adquiere coherencia.
La nena empieza a venir de la casa del padre de manera alterada, en forma reite-
rada. La madre describe al padre como alguien poco cuidadoso, torpe, negligente en
Gráfico 2
25
Me cayó la ficha es una expresión idiomática que significa que «hice insight», «me di cuenta».
Este gráfico refleja el proceso de descubrimiento del ASII de una nena, hija
única, que padeció el incesto, presumiblemente , a partir de la separación y las vi-
sitas, o sea, entre los dos años y seis meses hasta los tres años. Los primeros signos
aparecen cuando la pareja se separa, y acuerdan visitas. Según la madre, habían
hecho una buena separación, no obstante lo cual, la madre la lleva a la psicóloga, por
la posible reacción de la nena ante la separación. El padre queda a vivir en el hogar
conyugal y madre e hija pasan a vivir en casa de los abuelos maternos. Un día, la
nena vuelve de la visita con su padre, con un aspecto «muy cambiado», desencajada.
La madre y la abuela, que estaba presente en ese momento, observan que la nena se
rehusa a abrir las piernas cuando la quieren cambiar para colocarle el pañal de la
noche. Tiene la vulva inflamada. La madre no le da mucha importancia, pero la
abuela dice «Esta nena está lastimada». La nena no habla a pesar de tener un
lenguaje muy desarrollado para su edad. En el jardín de infantes, cuentan que está
más agresiva y llorona.
La madre nota que se resiste a ir a la casa del padre. Cuando este la viene a
buscar, lo entretiene, pidiéndole que se quede a jugar allí, donde vive actualmente.
La madre piensa que se aburre con el padre. Posteriormente la madre la lleva a su
pediatra (por el raspón). Tras revisarla, la profesional observa una vulvovaginitis. Le
pregunta a la madre ¿con quién estuvo? Preocupada, realiza consulta evaluativa con
la psicóloga de la hijita: la evaluación arroja todos los indicadores de abuso. No
obstante, por la seriedad de esta cuestión, decide consultar o supervisar con
especialistas en el tema. Se confirma la compatibilidad de la ocurrencia del ASII, y
con el padre.
Nuevamente lleva a su hija a la pediatra. Ahora, la hijita relata lo que sucede.
Habla con palabras como «Pitulo en el culo», un lenguaje ajeno a su entorno. Relata
el abuso, señalando al padre. Posteriormente, la nena también relata lo mismo a su
psicóloga. Ambas profesionales consideran que hay compatibilidad con el ASI.
En sus reflexiones retrospectivas, la madre se da cuenta que cuando le tocaba al
padre bañar a la nena, y a la madre cocinar (se rotaban en esta tarea), la hijita lloraba
y gritaba mucho. Ella pensaba en ese momento que la nena no se quería bañar
(repertorio de la agencia), pero ahora, retrospectivamente, piensa en la posibilidad de
que hubiera sido abusada durante el baño.
En este ejemplo, tal como señala Jensen, se observa otra característica del
proceso de interpretación: en general es un proceso de interpretación interactiva y
contextual. Las interacciones con otros/os, la articulación con otras averiguaciones
que hicieron las madres aportaron nuevas interpretaciones, que a la vez, incluyeron
las anteriores. Estas últimas fueron vistas desde una nueva perspectiva, o sea,
resignificadas. Vemos cómo el proceso de interpretación es una actividad social que
involucra factores subjetivos en cada acto de interpretación. Por ejemplo, en las
madres entrevistadas en este proyecto, las interacciones con sus hermanas, amigas y
madres contribuyeron a construir la sospecha y/o la certeza del incesto.
Otra característica del proceso de interpretación desarrollado por Jensen se
refiere a que la interpretación de un signo se puede ir modificando, o se le acoplan
otras interpretaciones: En el ejemplo citado anteriormente, la madre agrega a la
separación como factor que explicaría el malestar de su hija, que ésta tuvo que dejar
su hogar, sus ambientes, su dormitorio, parte de sus juguetes, al ir a vivir a lo de los
abuelos.
El proceso interpretativo llega a un punto en que las interpretaciones culturales
no son suficientes para explicar el malestar de los niños. Las madres, entonces,
tienen que «desafiar» estas explicaciones culturales, cruzar la valla de lo «habitual»
para encarar la idea del ASII. Este momento está cargado emocionalmente, y es aquí
el punto donde se inserta la visión de Hooper en cuanto a que en el proceso de
descubrimiento, existe un tramo donde se despliegan distintas estrategias de
afrontamiento en torno a la revelación de lo ocurrido, para ir alcanzando la
confirmación de la sospecha y el logro de la certeza.
6.2. Aspectos que han obstaculizado el descubrimiento del ASSI
a) Hemos observado varios factores que han obstaculizado el arribo a la
sospecha y luego la certeza del ASII: Ante ciertos indicadores de posible compa-
tibilidad con el ASII, la falta de profesionales capacitados y formados seriamente en
esta problemática tan específica y compleja. Sus resistencias en dar a conocer la
posibilidad de esta situación. La falla ética de no consultar a otros profesionales de
mayor experiencia en el tema, presente en casi todos los códigos de ética de la
profesión de psicólogo.
b) Las negaciones rotundas del marido o pareja, cuando las madres lo con-
frontan con su nueva información: esta negativa las mantienen en un estado de duda,
lo cual es parte de la victimización hacia ellas. El vínculo de confianza existente
hasta ese momento con el marido hace que las madres supongan que este va a decir
la verdad de los hechos. Desconocen que solo un pequeño porcentaje de padres
ofensores sexuales va a reconocer el abuso. Asimismo, ignoran cómo sus aspectos
manipulativos logran convencerlas y perder el pensamiento crítico (Plummer, 2006;
Calder, M. y Peake, A., 2001). Las madres (y los profesionales también) se apoyan
sobre estereotipos referidos a los pedófilos que no coinciden con la realidad (Jensen,
2006). Las respuestas de manipulación emocional de los maridos/cónyuges fueron:
«estás loca», «es por la separación, la nena está mal», «vos estás muy mal». Algunas
cuentan que «hasta me quiso internar», «querés destruirme», «mente sucia». Ante la
descalificación tan rotunda de los padres, las madres, razonablemente, dudaron.
c) La visión esencialista de la paternidad, conlleva a una idealización de la
misma. Esto también obstaculiza la comprensión de la ocurrencia del abuso:
— Por más que nos llevemos mal, el papá tiene que amar a su hija. Desde el
buen sentido¿no? «No podía creer que él hubiera hecho eso».
d) Ciertas características de los padres, como por ejemplo, en el caso descripto,
su torpeza en el cuidado de los chicos, o en otro, el hecho de que durante las visitas,
estaba con amigos y no jugaba con su hija, desorientaban a las madres porque
atribuían el malestar de sus hijos/as a estas situaciones.
7. CONCLUSIONES
poderosas como para lograr que tenga impacto en la agenda pública (Calder, M. y
Peake, K., 2001).
Como refiere Jensen (2005), en la interpretación del signo, hay una tensión
constante entre interpretar demasiado o demasiado poco, demasiado rápido o
demasiado lentamente; demasiado normal o exageradamente anormal. Las madres
corren el riesgo de quedar entrampadas por la tensión entre las acusaciones de
negligencia parental por un lado y de falsas acusaciones por el otro.
En su complejo proceso de descubrimiento, los intercambios comunicacionales
con «otros», que realizan las madres, a saber en nuestros ejemplos, con la propia
madre, con las hermanas, las amigas, con profesionales, o con conocidos del entorno
laboral de las madres, contribuyeron a esta construcción interpretativa dinámica,
hasta llegar a «saber» del abuso.
Otros intercambios comunicacionales, en algunos casos, han sido negativos, por
la inducción en las madres a permanecer en la incertidumbre, en la confusión y en el
no saber. Plummer (2006) sostiene en su investigación, que la respuesta de los
maridos o parejas, fue el factor más importante de impedimento para llegar a la
«certeza». No obstante, en otras madres, justamente el conocimiento de las
características de los agresores fue lo que las hizo poder acercarse a la idea del in-
cesto. Esto también ha ocurrido en nuestros ejemplos.
Tomando la reflexión de K. Faller (1999), cabe preguntarse entonces si los
profesionales de la salud, justicia y educación, tienen que preocuparse más por las
falsas denuncias, o por qué los niños, niñas y adolescentes no revelan o no de-
nuncian el abuso que están viviendo o han vivido.
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