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La preparación no es sólo "mandarlos al Catecismo"...

Elementos que conforman una buena preparación para la Primera Comunión.


Por: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net

Hoy en día, muchos padres creen que cumplen con su deber de educar a los
hijos en la fe, únicamente con inscribirlos en un curso de catequesis por las
tardes. Esto es erróneo, pues una buena preparación para la Primera Comunión
debe empezar mucho antes.

Preparación remota: El bautismo, la familia cristiana.

La preparación para recibir a Jesús en la Eucaristía, empieza desde el


momento en que los padres llevan al niño a la iglesia para ser bautizado. Ya la
sola intención de los padres al bautizarlo, implica el deseo de que el pequeño
se una íntimamente con los demás cristianos y con el mismo Jesucristo en el
Sacramento de la Eucaristía.

En el Bautismo, además de quedar limpio del pecado original y recibir la


Gracia santificante, el niño se convierte en hijo de Dios, miembro de la Iglesia
y templo del Espíritu Santo; recibe los dones de la Fe, la Esperanza y la
Caridad y se hace partícipe con Cristo de sus funciones de sacerdote, profeta y
rey.

Sin embargo, su pertenencia a la Iglesia no se llevará a cabo plenamente hasta


que se una al Cuerpo Místico de Cristo a través del sacramento de la
Eucaristía.

Poco a poco y a lo largo de la infancia, los padres estarán encargados de


preparar al niño para ese encuentro personal con Cristo a través de los actos
cotidianos: la convivencia en familia, el interés por el bien de los demás, la
preocupación por las necesidades ajenas, la oración en familia al inicio y al
final del día, la bendición de los alimentos, la asistencia a la misa dominical,
las visitas a los abuelos, el trato con los amigos y el cumplimiento fiel de las
obligaciones diarias con el consecuente desarrollo de las virtudes cristianas: la
caridad, el respeto, la paciencia, la ternura, la comprensión y la obediencia.

En cada una de estas actividades, el niño se irá dando cuenta de que forma
parte de una gran familia que es la Iglesia, en la cual todos son importantes y
todos necesitan de los demás. Esta preparación es la más importante, pues el
niño captará entonces fácilmente el significado de unión de los cristianos en la
Eucaristía si ha visto desde pequeño la manera como lo viven sus padres en la
vida diaria.

Preparación próxima: El catecismo, la confesión.

Alrededor de los siete años, cuando se adquiere el uso de razón, el niño es


capaz de comprender la diferencia que existe entre el pan natural y el Pan
eucarístico.
Al ser capaz de hacer esta distinción, el niño se mostrará deseoso de recibir a
Jesús y lo expresará de mil maneras diferentes, aunque tal vez no use las
palabras adecuadas.

Con esta capacidad y este deseo, se puede considerar que el niño está
suficientemente preparado para hacer la primera comunión y los padres deben
de procurar retrasar ese momento lo menos posible, pues el niño merece
recibir cuanto antes todas las gracias que da la Eucaristía y que le ayudarán en
todos los aspectos de su vida: como hijo, como hermano, como amigo y como
estudiante.

Sin embargo, para que el niño saque el mejor provecho del sacramento, la
Iglesia ha establecido, como requisito para hacer la primera comunión, que el
niño conozca las verdades fundamentales de la fe católica, las leyes de Dios y
de la Iglesia, las oraciones básicas del creyente y el significado de los
sacramentos. Esto es lo que el niño estudia y aprende en las clases de
catecismo, que duran aproximadamente seis meses, pero como decíamos, la
preparación para la primera comunión empieza muchos años antes de que el
niño asista a uno de estos cursos.

A grandes rasgos, los temas que estudia el niño en un curso tradicional de


catecismo previo a la primera comunión son:

I Temas de la historia de la Salvación.

Dios es el Creador de todas las cosas.


Dios ha creado todo para el hombre
El hombre estropeó los planes de Dios con el pecado.
Dios nos prometió un Salvador.
Dios preparó la venida del Salvador.
Dios se comunica con el hombre.
Dios le dio sus leyes al hombre. Los Diez Mandamientos.
Jesús es el Salvador de los hombres.
Jesús nació en Belén en un establo.
María, madre de Jesús y madre nuestra.
Principales enseñanzas de Jesús: las Bienaventuranzas, el sermón de la
montaña, el mandamiento del Amor.
Algunos milagros de Jesús.
Jesús instituyó los sacramentos.
Jesús fundó la Iglesia y la dejó en manos de los apóstoles.
Jesús murió en una cruz.
Jesús ha resucitado y está en el cielo esperándonos.
El Papa y los obispos, sucesores de los apóstoles.
Todos los cristianos formamos la Iglesia.
Jesús se quedó con nosotros en la Eucaristía.

II Temas doctrinales

El pecado. Su gravedad y sus clases.


Los enemigos del alma: el demonio, el mundo y la carne.
La gracia santificante y las gracias actuales.
El mérito de las acciones libres.
Los mandamientos de la Ley de Dios
Los sacramentos.
Los mandamientos de la Iglesia.
Los pasos para una buena confesión.
Los frutos de la comunión.
Los deberes del cristiano.
Los novísimos: la muerte, el juicio, el infierno y el cielo.

III Oraciones básicas del creyente.

El Padrenuestro
El Avemaría
El Gloria
El Credo
El Acto de contrición
El Rosario
La Salve
Oración al Ángel de la Guarda
Oración de ofrecimiento del día
Oración para antes de acostarse
La confesión previa a la comunión.

La preparación del niño para recibir a Jesús en la Eucaristía, culmina con el


sacramento de la confesión, en el que el niño tendrá un encuentro vivencial
con la misericordia de Dios, quedará limpio de todos sus pecados y su alma
estará lista para recibir a Jesús en la Eucaristía.

Para acudir a la confesión, el niño habrá aprendido previamente el significado


del sacramento:

«La penitencia es el sacramento mediante el cual, Dios nos perdona todos los
pecados cometidos después del bautismo por medio de la absolución dada por
un sacerdote».

No es requisito que el niño sepa repetir textualmente la definición, sino que


capte la fealdad del pecado y el amor y la misericordia de Dios que quiere
perdonarlo con el sacramento de la penitencia.

Es importante que el niño sepa que Dios no quiso tener una línea directa para
perdonar a los hombres, sino que dejó el sacramento del perdón en manos de
la Iglesia para que fuera un sacerdote quien en su nombre perdonara los
pecados.

«Sopló sobre ellos y dijo: Reciban al Espíritu Santo. A quienes les perdonen
los pecados, les serán perdonados y a quienes se los retengan les serán
retenidos» (Jn 20, 23)
Antes de recibir este sacramento, el niño habrá aprendido los pasos necesarios
para tener una buena confesión:
1. Examen de conciencia
2. Arrepentimiento de los pecados
3. Propósito de enmienda
4. Decir los pecados al sacerdote
5. Cumplir la penitencia

Estos pasos se enseñan, generalmente, visualizándolos en la Parábola del Hijo


Pródigo (Lc 15,11-42), en la cual Jesucristo nos presenta de manera magistral
la actitud del pecador arrepentido, el amor misericordioso de Dios y la alegría
ante el pecador que vuelve a casa.
Lo importante no es que el niño memorice los nombres de los pasos de la
confesión y los sepa repetir en el orden correcto, sino que sepa prepararse para
aprovechar al máximo todas las gracias que ofrece este sacramento.

Se le deberá ayudar al principio para que sus exámenes de conciencia sean


profundos y concisos, para que capte la fealdad del pecado, el sentido del
arrepentimiento y tenga verdaderamente el propósito de no volver a caer en las
mismas faltas. Se le deberá recordar la importancia de decir todos los pecados
y el sentido de reparación que tiene la penitencia que le impondrá el sacerdote.

Después de la primera confesión y la primera comunión, es importante


enseñar al niño a confesarse frecuentemente aunque no tenga pecados
mortales, pues el sacramento de la Penitencia, además de perdonar los pecados
cometidos, aumenta la gracia santificante y le dará las gracias necesarias para
no caer en pecados graves. La confesión frecuente es un camino seguro para el
perfeccionamiento continuo.

Glosario
Fe: es la virtud teologal mediante la cual creemos en Dios y en todo lo que Él
nos ha revelado.

Esperanza: Es la virtud teologal que nos hace capaces de confiar en Dios y en


sus promesas.

Caridad: Es la virtud teologal por la cual amamos a Dios como padre y a los
hombres como nuestros hermanos de la misma manera como Dios lo hace.

Sacerdote: Es aquél que convierte en sacrificio cada uno de sus actos.


Sacrificar significa hacer sagrado. El cristiano cumple sus funciones
sacerdotales haciendo sagradas todas sus acciones al ofrecérselas a Dios.

Profeta: Es aquél que habla en nombre de Dios. El cristiano cumple sus


funciones proféticas anunciando el Evangelio a todos los hombres con sus
palabras y sus obras.

Rey: Es aquél que ha sido elegido para servir y gobernar un pueblo. El


cristiano cumple sus funciones regias siendo un líder por su espíritu de
servicio que siempre busca el bien de los demás.
La parábola del Hijo pródigo

«Jesús les dijo: "Un hombre tenía dos hijos y dijo el más joven de ellos al
padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde’. Les dividió
la herencia y pasados pocos días, el más joven, reuniéndolo todo, partió a una
tierra lejana y allí disipó toda su herencia viviendo disolutamente. Después de
haberlo gastado todo, sobrevino una fuerte hambre en aquella tierra y
comenzó a sentir necesidad. Fue y se puso a servir a un ciudadano de aquella
tierra, que le mandó a sus campos a apacentar puercos. Deseaba llenar su
estómago de las algarrobas que comían los puercos y no le era dado.
Volviendo en sí dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia y yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le
diré: Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser
llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros’. Y levantándose, fue
al encuentro de su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio el padre y,
compadecido, corrió a él y se arrojó a su cuello y le cubrió de besos. Dijo el
hijo: ‘Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser
llamado hijo tuyo’. Pero el Padre dijo a sus criados: ‘Pronto, traigan la túnica
más rica y vístansela, pongan un anillo en su mano y unas sandalias en sus
pies y traigan un becerro bien cebado y mátenlo y comamos y alegrémonos,
porque este mi hijo, que había muerto, ha vuelto a la vida: se había perdido y
ha sido hallado’. Y se pusieron a celebrar la fiesta".» Lc 15, 11-24.

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