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Título: Daños derivados de denuncias falsas sobre violencia familiar


Autor: Caramelo, Gustavo
Publicado en: RDF 65, 08/07/2014, 111
Cita Online: AP/DOC/818/2014

Sumario: I. Introducción.— II. Conceptos, procedimientos y procesos vinculados con una denuncia de
violencia familiar.— III. La proyección dañosa de un accionar judicial legítimo.— IV. Inconsistencias del
sistema aptas para generar perjuicios en diversas direcciones.— V. La acción por daños y sus
presupuestos.— VI. El debate jurídico en la acción por daños.— VII. Casuística.— VIII. Conclusiones
(*)
I. Introducción
Este artículo tratará sobre el lado más oscuro de un tema siempre delicado y doloroso, como es el de la
violencia intrafamiliar.
Ella tiene grave impacto en cualquier familia, tanto cuando es real y sufrida por alguno o varios de sus
integrantes como cuando, sin que hubieran mediado circunstancias legítimas que lo justifiquen, se la instala
como un tema en la disputa de poder y derechos entre algunos de sus componentes; supuesto en el que la acción
del denunciante, generalmente fundada en un juego oportunista por el cual se intenta colocar al denunciado a la
defensiva tanto en lo judicial como en lo familiar y social, puede generar daños de importancia al acusado y a
otros integrantes del grupo familiar, como los hijos de una pareja trabada en ese tipo de contienda.
La cuestión debe ser tratada con prudencia, pues la violencia familiar existe en nuestra sociedad como una
realidad cotidiana y en los últimos años se han hecho importantes esfuerzos por darle visibilidad y abordarla con
seriedad y criterio protectorio de las víctimas, por lo que un trabajo en el que se va a poner el acento en las
derivaciones perjudiciales del ejercicio antifuncional del derecho a formular denuncias por parte de las víctimas
podría generar dudas sobre la habitual seriedad y gravedad de aquéllas. No es tal la intención de estas líneas,
sino la de evaluar las alternativas jurídicas para tratar los daños causados por una denuncia falsa, que también
constituye un acto de violencia, pero ejercida aprovechando los recursos institucionales establecidos para la
protección de las víctimas de hechos reales de maltrato físico o psicológico.
Quienes en forma deliberada formulan una denuncia falsa de violencia contra algún integrante de su grupo
familiar saben que pueden navegar un tramo con viento a favor, porque en gran parte de esos casos el Estado —
y el sistema de justicia en especial— habrá de desplegar un conjunto de medidas y actividades, ejecutadas con la
presunción de legitimidad de la que gozan primariamente los actos del poder público, que servirá a los objetivos
de presión y estigmatización del otro perseguidos por el denunciante, quien habrá aprovechado de modo
antifuncional en su favor lo que se ha desarrollado como una fortaleza del sistema de protección.
En las próximas páginas evaluaré las vías de abordaje actuales en materia de denuncias de violencia familiar,
porque ellas tienen en gran medida que ver con que el sistema pueda ser empleado por quien formula la
denuncia para adoptar una posición de fuerza de cara a una futura disputa derivada del naufragio de una relación
familiar, para desarrollar luego lo relativo a los daños que pueden derivarse de ello y las circunstancias en las
que habrán de ser discutidos en un proceso judicial.
II. Conceptos, procedimientos y procesos vinculados con una denuncia de violencia familiar
En nuestro actual sistema normativo, por derivación de las normas que integran el bloque de
constitucionalidad federal argentino, debe considerarse que existe un grupo familiar siempre que se verifique
entre sus integrantes un vínculo afectivo perdurable que diseñe un proyecto biográfico conjunto en los aspectos
materiales y afectivos, lo que se da, por ejemplo, entre personas de distinto sexo que conviven con o sin hijos;
entre personas del mismo sexo que conviven con o sin hijos; entre dos o más parientes consanguíneos o afines
que convivan o no; en el caso de una persona que vive sola con sus hijos; en el de un progenitor y sus hijos, con
quienes no convive; entre una mamá y su hijo no reconocido por el padre o entre dos personas divorciadas que
conviven con los hijos del matrimonio anterior de uno o de ambos, entre otros supuestos (1).
 

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En las siguientes páginas consideraremos violencia doméstica la ejercida por un integrante del grupo
familiar, independientemente del espacio físico donde ella ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la
integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, la libertad, comprendiendo la reproductiva, y el
derecho al pleno desarrollo de la víctima (2).
La cuestión relativa a las intervenciones del sistema de justicia, derivadas de situaciones de violencia
familiar transitó por diversos estadios, que reduciré groseramente a tres etapas.
1. Etapa de la mirada patriarcal
Por muchísimo tiempo, las situaciones de violencia eran acalladas, especialmente cuando la agresión
provenía de un hombre hacia su mujer y sus hijos. De hecho, la visión patriarcal de la sociedad no visibilizaba
como ilícitas tales conductas y así era habitual que las comisarías no tomaran denuncias y que los vecinos de
una mujer o un niño golpeado miraran hacia otro lado, soslayando la situación.
Se consideraba que las cuestiones familiares pertenecían exclusivamente al ámbito de lo privado y que en él
debían ser resueltas, sin trascendencia pública.
2. Etapa de las excusas enervantes
Por tiempo, muchos fiscales penales que intervenían en procesos en los que se habían denunciado delitos
enmarcados en una situación de violencia familiar solicitaban el rápido archivo de las actuaciones, sosteniendo
que la intervención de la justicia represiva incrementaba el conflicto.
Tal actitud resultaría hoy violatoria de normas constitucionales y de compromisos internacionales asumidos
por el país, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos; la Convención sobre Derechos del Niño,
la CEDAW y, específicamente, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer (Convención de Belém Do Pará), que impone a los Estados signatarios adoptar las medidas
necesarias para asegurar a las mujeres que hubieran sido víctimas de violencia el acceso a procedimientos
legales justos y eficaces, con medidas de protección para la víctima.
3. Etapa de las OVD
En un esfuerzo por crear conciencia social y del sistema de justicia sobre la necesidad de dar una respuesta
jurisdiccional efectiva en este tipo de cuestiones, la Corte Suprema de Justicia de la Nación —con el infatigable
impulso de la jueza Elena Highton de Nolasco, quien tiene a su cargo el despliegue de las políticas de acceso a
justicia desarrolladas por el tribunal— creó una Oficina de Violencia Doméstica (OVD) (3), que comenzó a
funcionar en septiembre de 2008; atiende casos en los que el hecho de violencia haya ocurrido en el ámbito de la
Ciudad de Buenos Aires o en los que la persona afectada resida o trabaje en la ciudad; funciona las 24 horas,
todos los días del año, y constituye un modelo que ha sido básicamente replicado en las provincias de Tucumán,
Santiago del Estero, Salta y Santa Cruz (4).
La OVD está integrada por un equipo interdisciplinario con profesionales de las áreas del derecho, la
medicina, la psicología y el trabajo social, lo que le permite un abordaje integral rápido de los distintos aspectos
básicos relevantes en la evaluación de una denuncia de violencia. El procedimiento comienza con la exposición
hecha por la víctima o por cualquier persona que refiera hechos que afecten a otra.
El equipo de atención guía la entrevista para que en primer lugar se asienten en ella los detalles del hecho y
si de ese relato surge la posible comisión de un delito, el equipo profesional realiza las preguntas necesarias para
describir las circunstancias de tiempo, modo y lugar que permitan su encuadre penal; se hacen preguntas
orientadas a trazar la historia familiar de las personas involucradas en el hecho, a fin de extraer los indicadores
tendientes a establecer el nivel de riesgo en el que se encuentra la persona afectada.
Una vez confeccionada el acta, realizado el informe de evaluación de riesgo y revisada la presunta víctima
por el médico, se le informan a la persona las opciones judiciales y no judiciales a su alcance, de forma tal que
pueda manifestar aquella que desee seguir; se deja constancia de su elección y se efectúan las derivaciones
correspondientes, que pueden ser judiciales o no judiciales, como la Dirección General de la Mujer —en cuya
 

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órbita funciona el Refugio para Víctimas de Violencia Doméstica y los centros integrales de la mujer, en los que
se ofrece asesoramiento jurídico, acompañamiento y participación en grupos de ayuda mutua—, a los centros de
salud y a los servicios de asesoramiento y patrocinio jurídico gratuitos.
El informe de riesgo es uno de los elementos más importantes que la OVD aporta al Poder judicial (5). La
oficina no verifica la veracidad del relato que recibe, su objetivo es dar cuenta de la situación planteada; será el
juez civil o penal a quien el sistema de sorteo informático asigne la causa quien deberá indagar en la seriedad de
la cuestión (6).
Dado que si bien la OVD trabaja las 24 horas, aun en días inhábiles, los juzgados mantienen el horario
judicial, el caso llegará dentro de las 72 horas a conocimiento de un juez, quien adoptará la decisión acerca de la
pertinencia o no del dictado de medidas de protección, con base en el acta de denuncia, el informe de riesgo y el
informe médico remitidos por la oficina.
III. La proyección dañosa de un accionar judicial legítimo
Ya sea que la denuncia de violencia familiar tramite en la justicia de familia, ya que lo haga en la justicia
penal, ya en ambas, lo más factible es que, si tiene verosimilitud primaria, el juez que intervenga adopte
medidas protectorias del tipo de las previstas en el art. 4º de la ley 24.417, como por ejemplo: ordenar la
exclusión del autor de la vivienda familiar o prohibir su acceso al domicilio del damnificado o a los lugares en
los que estudia o trabaja. Ello puede traer aparejada, por ejemplo, la interrupción de la comunicación del padre o
madre denunciado con su hijo o que tomen conocimiento de la denuncia terceros, como autoridades escolares, lo
que puede generar una mirada social estigmatizante del denunciado, cuestión que puede tener incidencia en la
posterior evaluación de los daños, de ser falsa la denuncia que condujo a la adopción de esas medidas.
Debe tenerse en consideración que para el dictado de medidas de urgente amparo de las víctimas de
situaciones de violencia familiar resultan suficientes la verosimilitud de la denuncia y la existencia de una
sospecha de maltrato psíquico o físico (7) y que ellas habitualmente se adoptan en un ámbito de cognición
limitado y con postergación de la bilateralidad (8), por lo que tendrán virtualidad y proyección familiar y social,
sin perjuicio de su posterior levantamiento. Se suma a ello que, por la naturaleza de las cuestiones involucradas,
este tipo de cautelares se adopta sin que se exija contracautela real para su traba.
El magistrado que conoce en un proceso de violencia familiar tiene amplias facultades para sustanciar
pruebas destinadas a demostrar la verosimilitud de los hechos, aunque las partes no lo soliciten, y puede también
ordenar de oficio medidas protectorias y ampliar o modificar las que se peticionan (9).
IV. Inconsistencias del sistema aptas para generar perjuicios en diversas direcciones
La decisión de formular una denuncia contra otro integrante del propio grupo familiar es muy difícil. A
menudo quienes las realizan se encuentran sumergidas en una red de condicionamientos psíquicos de las que se
les hace muy difícil desprenderse para poder dar ese paso.
No obstante ello, es habitual que tanto quienes tienen a su cargo el ejercicio de la acción penal como quienes
deciden sobre la conducción del proceso en los ámbitos donde no rige el sistema acusatorio puro citen a las
víctimas para que ratifiquen la denuncia bajo apercibimiento de archivar las causas; ello sin que exista norma
que lo exija, especialmente cuando la denuncia se formuló ante funcionarios judiciales, como los de la OVD.
Esa citación tiene a menudo un efecto disuasorio que lleva a la víctima, inmersa en lo que se denomina "círculo
de la violencia", a arrepentirse de su previa decisión, quedando con ello inerme.
A menudo se advierte la existencia de una actitud de sospecha hacia la propia víctima, con relación a quien
se requieren peritajes sobre las características de su personalidad, en miras de establecer su capacidad de
fabulación.
Y también subsiste en muchos ámbitos del país una actitud pseudo-paternalista de parte de quienes deben
recibir las denuncias y, en lugar de hacerlo, pretenden reducir la cuestión a un consejo y a algún reto al agresor.
Los delitos de lesiones leves y abuso sexual son delitos dependientes de instancia privada, por lo que la
 

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acción es pública, pero para que ella se ponga en marcha es necesaria actividad de la víctima y, por otra parte,
suele argumentarse que su solo testimonio no resulta suficiente para avanzar en la investigación ni para fundar
una sentencia condenatoria, cuando el Estado debe agotar la búsqueda de elementos de prueba que permitan
encauzar la investigación.
Por otra parte, en situaciones en las que la falsedad no aparece clara en la etapa liminar del proceso, éste
avanzará y en el ámbito penal lo hará hacia el debate oral, pues prevalece allí el criterio de lo que se ha dado en
llamar "la tesis de la contradicción insalvable"(10), establecida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
en la inteligencia de que el art. 31 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados y el art. 7º, párr.
1º, de la Convención de Belem do Pará establecen que no puede ser admitida cualquier definición del caso por
un método distinto al del debate oral, como puede ser la suspensión del juicio a prueba (11).
Cuando una denuncia fue formulada, alcanzando trascendencia, y luego no se alcanzó un pronunciamiento
claro sobre la veracidad de la imputación, aunque mediara sobreseimiento, queda abierta la posibilidad para que
el denunciado se sienta agraviado y evalúe efectuar algún planteo resarcitorio.
Ello debe ser tenido en cuenta por los operadores del sistema de justicia, quienes deben intervenir ante la
evaluación del caso y procurar tanto no dejar a una eventual víctima expuesta a una agudización del maltrato —
nada lleva a pensar que un maltratador perverso no podría agregar a su agresión la de un juicio por daños y
perjuicios— como poner en evidencia las situaciones en las que se establece la falsedad del planteo, para evitar
el envilecimiento del sistema protectorio, que generaría su utilización para fines distintos de los tuitivos.
V. La acción por daños y sus presupuestos:
1. Competencia
Dado que las denuncias de violencia doméstica suelen dar lugar a la tramitación de actuaciones tanto penales
como civiles (justicia de familia), en las acciones por las que se persigue el resarcimiento por denuncias falsas la
competencia no necesariamente podrá ser fijada por el principio de "perpetuatio jurisdictionis", por lo que lo
razonable es que tramiten ante un órgano jurisdiccional competente para intervenir en juicios de daños y
perjuicios entre particulares.
La acción podrá tramitar en la misma jurisdicción en la que lo hicieron las actuaciones por violencia familiar
o en la del domicilio del demandado al tiempo de la interposición de la acción (12).
2. Legitimación
La acción por la que se procura la reparación de los daños causados por la formulación de una denuncia
sobre la falsa existencia de violencia familiar podrá ser formulada por quien fue imputado de tal conducta, ello
teniendo en cuenta que lo que en ella se pretenderá será, principalmente, la reparación de la lesión al honor o a
la identidad dinámica del sujeto, cuestiones inherentes a los derechos personalísimos del afectado; naturalmente,
en caso de fallecimiento del ofendido, ella podrá luego ser continuada por sus herederos.
Pero puede que la denuncia haya sido parte de un proceso de elaboración de un "síndrome de alienación
parental"(13) del que hayan sido también víctimas niños, cooptados psicológicamente para rechazar al
denunciado, supuesto en el que éste pude procurar que quien deliberadamente desarrolló una conducta orientada
a crear esa situación se haga cargo de los daños psicológicos y morales provocados a los chicos, también
víctimas de la situación (14).
En todos los casos en los que en el debate resarcitorio se encuentren comprometidos intereses de niños, debe
asegurarse el ejercicio de ellos a ser oídos (15).
La acción puede ir también contra los representantes necesarios de menores o incapaces, en tanto se
considere que hicieron un ejercicio antifuncional de su deber de denunciar, según lo establecido en el art. 2º de
la ley 24.417.
Si lo falsamente imputado fue la comisión de un delito, el afectado puede iniciar una acción penal por delito
de calumnias (art. 109 y concs., CPPN), y solicitar en ella la determinación del resarcimiento por los daños
 

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sufridos, constituyéndose el querellante en actor civil (art. 87 y concs., CPPN).


En caso de haber el imputado querellado por calumnias o injurias, puede solicitar que en el mismo proceso
penal se determine el resarcimiento de los daños por él sufridos.
3. Mediación extrajudicial previa
La interposición de una acción en la que se pretende el resarcimiento de los daños y perjuicios provocados al
imputado en una falsa denuncia de violencia familiar no figura entre las exceptuadas del procedimiento
extrajudicial de mediación previa obligatoria establecido en la ley 24.573, por lo que quien la inicie deberá citar
al futuro demandado en los términos previstos en esa norma.
4. Prescripción
La responsabilidad evaluada en este tipo de casos es de naturaleza extracontractual, por lo que la acción
destinada a reclamar por los daños generados por falsa denuncia prescribirá en el plazo de dos años, establecido
en el art. 4037 del Cód. Civil, el que debe ser computado desde la notificación del auto por el que se dispuso la
conclusión del proceso abierto por la denuncia de violencia familiar.
Si la acción se plantea entre cónyuges o entre quienes lo fueron y se encuentran divorciados, la prescripción
no corre entre ellos, en razón de lo establecido en el art. 3969 del Cód. Civil, según la redacción que le asignó el
art. 34 de la ley 26.618.
Si el imputado en la causa de violencia familiar querelló por calumnias, ese trámite suspende el término de
prescripción de la acción civil, aun cuando no se hubiera solicitado resarcimiento en sede penal (art. 3982 bis
del Cód. Civil), suspensión que se prolongará hasta la terminación del proceso penal o hasta el desistimiento de
la querella.
También puede darse la suspensión del cómputo del plazo de prescripción de la acción por verificarse alguna
situación que el juez del proceso resarcitorio considere comprendida en la previsión del art. 3980 del Cód. Civil
—impedimento temporal de accionar por situación de hecho—.
El curso de la prescripción también se ve alterado por la iniciación del proceso de mediación, según lo
previsto en el art. 29 de la ley 24.573, redacción establecida por la ley 25.661, y, por única vez, en caso de
intimación en los términos del art. 3986 del Cód. Civil.
El inicio de la acción civil interrumpe el curso de la prescripción, efecto que perdurará mientras subsista el
trámite del proceso (arts. 3986 y 3987 del Cód. Civil).
5. Prejudicialidad
Aun cuando el afectado pueda haber iniciado la acción civil encontrándose pendiente de finalización el
proceso por violencia familiar o encontrándose en trámite una acción penal por calumnias, en razón de lo
establecido en el subsistema normativo de los arts. 1101 a 1103 del Cód. Civil, el juez del proceso resarcitorio
no podrá dictar sentencia hasta tanto se defina la situación de la causa criminal.
En razón de ello, si en sede penal se determina la inexistencia del hecho por el que se formuló la imputación,
tal cuestión no habrá de ser luego objeto de tratamiento en el proceso civil, aun cuando puedan evaluarse las
motivaciones del denunciante.
Y si en un proceso por calumnias se condena al denunciante de la violencia familiar, tampoco se discutirá en
el proceso civil resarcitorio la atribución de culpabilidad del obrar antijurídico, pasándose directamente a la
consideración de los daños que resulten consecuencia adecuada de aquel obrar.
Si se produce el sobreseimiento o la absolución del imputado en una causa penal derivada de la denuncia de
violencia familiar, deberán evaluarse sus términos, porque puede que ellos sean dirimentes para excluir la
posibilidad de atribución de responsabilidad civil al autor de la denuncia; pero puede que quede margen para
evaluarla, como cuando tal decisión se adopta por la imposibilidad de reunir pruebas de cargo.
No son pocas las ocasiones en las que los procesos penales detienen su marcha o son archivados. Cuando
 

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ello ocurre, sin que existan elementos que permitan presumir su próxima activación, corresponde dejar de lado
la prejudicialidad penal instituida por el art. 1101 del Cód. Civil y proceder al dictado de la sentencia en sede
civil (16).
Finalmente, la conclusión de la causa por sometimiento de los procesados al régimen de "probation"
determina que no exista obstáculo, en orden a la prejudicialidad de la acción criminal, para el dictado de esta
sentencia, pues, de conformidad a lo establecido en el art. 76 quáter de la ley 24.316, la suspensión del juicio a
prueba hará inaplicables al caso las reglas de prejudicialidad de los arts. 1101 y 1102 del Cód. Civil.
La mera desestimación de la causa penal no habrá, necesariamente, de dar lugar a un reclamo de daños y
perjuicios de parte del imputado; si el criterio fuera laxo, muchas o muchos denunciantes podrían abstenerse de
dar cuenta de situaciones lesivas por temor a que las dificultades probatorias de este tipo de casos o la aplicación
del principio de beneficio del imputado en caso de duda no permitan alcanzar una determinación de la existencia
de tales circunstancias, exponiéndolos a un reclamo patrimonial que, de ser cierto el maltrato, no haría más que
aumentarlo, aun cuando la acción no fuera a prosperar. Lo relevante es juzgar la buena o mala fe que animó a
quien formuló la denuncia.
VI. El debate jurídico en la acción por daños
Como lo sostuvo hace tiempo la Corte Suprema de Justicia de la Nación (17), "...los arts. 1109 y 1113 del
Cód. Civil sólo consagran el principio general establecido en el art. 19 de la Constitución Nacional, que prohíbe
a los hombres perjudicar los derechos de un tercero. El principio alterum non laedere, entrañablemente
vinculado a la idea de reparación, tiene raíz constitucional...", de modo tal que, siempre que alguien sea
injustamente lesionado, nace para él el derecho subjetivo a reclamar una adecuada reparación.
En nuestro sistema jurídico, la conformación de un supuesto de responsabilidad civil requiere la reunión de
cuatro elementos: 1) antijuridicidad, incumplimiento objetivo, expresado como una infracción de un deber,
como el de no dañar injustamente a otro; 2) verificación de un factor de atribución de responsabilidad suficiente;
3) daño y 4) relación adecuada de causalidad.
El perfil con el que habitualmente se presentan estos requisitos ha variado en los últimos años, pero no así la
finalidad general del derecho de daños, que es la de la reparación del daño injusto. Cercanamente, se ha
sostenido que, verificado un daño y establecida la injusticia de su padecimiento, podemos considerar reunidos
los presupuestos generadores del deber de resarcir (18).
1. Antijuridicidad
La antijuridicidad opera de diferente modo en los supuestos de responsabilidad fundada en factores objetivos
de atribución, como el riesgo, frente a los casos de responsabilidad subjetiva, como los que corresponde
considerar en los casos por falsa denuncia, en los que no es axiológicamente posible —en términos de lógica
sistémica— admitir la existencia de responsabilidades objetivas. En estos últimos es posible hacer un reproche a
la conducta, de algún modo "a priori", mediante una confrontación con el ordenamiento normativo, aun cuando
no provoque un daño en concreto; en tal caso, la conducta antijurídica no generará responsabilidad, aunque se la
pueda calificar como obrar antijurídico y culpable (19).
La acusación calumniosa es una forma de ilicitud específica prevista como delito civil en el art. 1090 del
Cód. Civil, que no excluye la ilicitud genérica del hecho culposo que, como eje del sistema de responsabilidad
civil, enuncia el art. 1109. Se ha dicho que sólo a través de la sentencia penal absolutoria puede aprehenderse el
carácter calumnioso de la denuncia o de la acusación por no existir falsa imputación de un delito doloso
tipificado en el art. 109 del Cód. Penal, pero ello no obsta a que la acción temeraria del denunciante o acusado
sea un cuasidelito civil, aunque no se dicte absolución o sobreseimiento definitivo en sede penal (20).
2. Factores de atribución (subjetivos)
En los ilícitos que afectan el honor, el factor de atribución —"imputatio iuris"— debe ser necesariamente
subjetivo; esto es, fundado exclusivamente en el dolo o la culpa. La culpa del denunciante o acusador quedará
 

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evidenciada cuando se advierta que se excedieron los fines en cuyo interés se ha acordado la posibilidad de
acusar. Tal trasgresión se pondrá de manifiesto ante una incriminación formulada sobre bases inconsistentes, o
con omisión de elementales actos de comprobación de la verdad de los hechos, o cuando la denuncia o querella
se revela como un mero instrumento para denigrar o menoscabar al afectado (21).
En principio, no es necesario que se haya actuado con conocimiento de la falsedad y con intención de dañar,
pues, en términos generales, basta que el autor de la denuncia o querella haya procedido con culpa o negligencia
al efectuar la imputación —ello dado que, de acuerdo con los principios generales, todo el que ejecuta un hecho
que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro está obligado a la reparación del perjuicio (art. 1109 del
Cód. Civil), aunque éste sería un supuesto de cuasidelito y no de delito (22)—, pero es razonable sostener que,
en el caso específico de la denuncia por violencia familiar, ese obrar culposo debe tener la forma de una
imprudencia grave, en la que los hechos dudosos fueron orientados argumentalmente por el ánimo alterado de
quien formula la denuncia contra quien recibe la imputación, pues, de lo contrario, podría enviarse un mensaje
socialmente perjudicial, que llevaría a que sólo se animaran a realizar denuncias quienes contaran con una
certeza no siempre habitual en estos casos, que requieren de la pronta adopción de medidas de protección para
evitar el agravamiento de situaciones altamente riesgosas.
En caso de verificarse la construcción de un "caso", como cuando se verifica un supuesto de SAP, es claro
que la atribución de responsabilidad por el obrar antijurídico se basará en el dolo del agente.
3. Daño
No hay responsabilidad civil sin daño causado (art. 1067 del Cód. Civil). Es claro que el daño considerado
no se limita hoy a la proyección exclusivamente patrimonial del hecho, sino que abarca los aspectos vinculados
con la frustración de parte o de la totalidad del programa de vida del sujeto afectado.
La valuación de los daños verificados en el proceso será la que determinará la cuantía de la eventual
condena, cuestión que debe ser apreciada con prudencia. De lo que se trata es de establecer una "justa
indemnización"(23).
Entre los diversos supuestos de daño que pueden ser reclamados en los casos de acciones de resarcimientos
por las consecuencias perjudiciales de una denuncia por violencia familiar, se encuentran:
a) Daño psíquico
Para que el daño psíquico pueda ser resarcido, debe presentar el carácter de permanente (24) y debe producir
una alteración a nivel psíquico que guarde adecuado nexo causal con el hecho dañoso (25).
El daño psíquico produce una ruptura del equilibrio homeostático del sujeto. Aunque ese equilibrio se dé con
características neuróticas, basta que exista un desajuste en su sistema defensivo adaptativo, que no en todos los
casos puede ser reversible (incapacidad permanente), para que el daño en la salud se manifieste (26).
El daño psíquico es una enfermedad psíquica, novedosa en la biografía del sujeto, relacionada causal o
concausalmente con el evento por el que se demanda, que ha ocasionado una disminución de las aptitudes
psíquicas previas, con carácter irreversible o al menos jurídicamente consolidado. No deben considerarse como
daño psíquico: 1) los síntomas psíquicos aislados; 2) las enfermedades que no han aparecido ni se han agravado
a causa del hecho por el que se demanda; 3) aquellos cuadros que, aun cuando constituyan una enfermedad, no
tengan relación causal o concausal con el acontecimiento y 4) aquello que no está cronificado o jurídicamente
consolidado, pues no cabe fijar indemnización por incapacidad si no se verifica cronicidad (27).
La existencia de este tipo de daño se prueba por medio de peritaje especializado. Si el perito establece que la
víctima sufre un perjuicio del que podría recuperarse realizando una terapia adecuada, no se trata de un daño
permanente, pero corresponde que el juez establezca el monto necesario para que el demandante pueda realizar
un tratamiento con algún profesional de su confianza y libre elección.
En caso de establecerse la existencia de daño permanente, deberá fijarse su resarcimiento teniendo en
consideración todas las esferas de la personalidad de la víctima, es decir, la disminución de su seguridad, la
 

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reducción de su capacidad vital, el empobrecimiento de sus perspectivas futuras, etc. Frente a la necesidad de
calcular un monto indemnizatorio, no cabe atender exclusivamente a la productividad económica del sujeto. Tal
concepción del resarcimiento se encuentra ya superada por la doctrina y la jurisprudencia, que han centrado a las
diversas dimensiones de la vida de una persona como un valor jurídico a tutelar (28).
b) Daño moral
Este daño puede ser conceptualizado como el menoscabo o lesión a intereses no patrimoniales provocado
por el hecho o acto antijurídico (29) y es resarcible en atención a lo establecido en el art. 1078 del Cód. Civil.
El carácter de la reparación del daño moral es resarcitorio, como lo entiende la doctrina mayoritaria (30).
La evaluación del perjuicio moral es tarea delicada, pues no se puede pretender dar un equivalente y reponer
las cosas a su estado anterior, como en principio debe hacerse de acuerdo al art. 1083 del Cód. Civil. El dinero
no cumple una función valorativa exacta, el dolor no puede medirse o tasarse, sino que se trata solamente de dar
algunos medios de satisfacción, lo cual no es igual a la equivalencia. La dificultad en calcular los dolores no
impide apreciarlos en su intensidad y grado, por lo que cabe sostener que es posible justipreciar la satisfacción
que procede para resarcir, dentro de lo humanamente posible, las angustias, inquietudes, miedos, dolor físico,
padecimientos propios de las curaciones y actuales malestares subsistentes. Su monto no se debe correlacionar
con el de los daños materiales, porque se trata de lesiones de diferente índole y la existencia o no de daños
materiales carece de influencia en la determinación del agravio moral.
La eventual incidencia que la trascendencia de una denuncia por violencia familiar en ámbitos en los que
desarrolla sus actividades el imputado—grupo familiar extenso, amigos, trabajo, escuela de los hijos, club, etc.
— puede determinar una especial lesión moral y afectación a su reputación (31), con incidencia posible tanto en
la identidad estática como dinámica del sujeto (32).
c) Daño emergente
La víctima de una falsa denuncia puede reclamar que quien incurrió en la conducta ilícita de formularla le
reembolse los gastos en los que debió incurrir para su defensa en sede penal, de no haber sido así dispuesto en
ese proceso, así como cualquier otro que le haya generado como consecuencia de aquella denuncia, como puede
ser la necesidad de alquilar otra vivienda en razón de una medida de exclusión provocada por información
inexacta o mendaz aportada al juez que la dispuso.
d) Lucro cesante
El lucro cesante es la ganancia o utilidad cierta y no puramente eventual o hipotética de la que se ve privado
el acreedor a raíz del acto generador del daño. No puede presumirse y debe ser objeto de la correspondiente
prueba, ya que es menester acreditar de modo efectivo la frustración de ganancias esperadas.
e) Pérdida de la chance
La pérdida de la chance consiste en una pérdida de oportunidad sufrida por el acusado de haber incurrido en
conductas violentas contra integrantes de su grupo familiar. La frustración de un nuevo trabajo o de la
concreción de un contrato derivada de la incidencia de la difusión de la denuncia en el medio del imputado. Se
trata de la pérdida de una oportunidad verosímil de lograr una ventaja o de impedir una pérdida, radicando el
daño indemnizable en la frustración de esa oportunidad a raíz del hecho lesivo.
Los caracteres que definen la chance son: la existencia de una oportunidad probable y futura de obtener una
ganancia o de evitarse un perjuicio conjeturable, la probabilidad suficiente de producción de esa oportunidad
según el curso normal y ordinario de las cosas, la incerteza del resultado de la oportunidad al momento del
hecho dañoso, la frustración definitiva de la oportunidad (33).
La indemnización por pérdida de chance no puede identificarse con el eventual beneficio perdido, sino que
lo resarcible es dicha chance, la que debe ser apreciada judicialmente, según el mayor grado de probabilidad de
convertirse en cierta.
Este tipo de daños, el lucro cesante, la pérdida de la chance, puede probarse por diversos medios de prueba,
 

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como la pericial contable, la informativa y la testimonial.


4. Relación de causalidad adecuada
En cuanto a la vinculación lógica que debe presentar el material fáctico considerado, cabe recordar que se
considera que, en materia de causalidad, nuestro Código Civil adoptó la teoría de la causalidad adecuada, aun
cuando su enunciación por Von Kries —aprox. 1888— es posterior a la sanción de nuestra norma. En este marco
conceptual, no todas las condiciones necesarias de un resultado son equivalentes, sino que debe ser considerada
causa aquella que, según el curso natural y ordinario de las cosas, es idónea para producir el resultado. Las
demás condiciones, que no producen normal y regularmente ese efecto, son solamente condiciones antecedentes
o factores concurrentes. La adecuación de la consecuencia a la causa se juzga en relación a la previsibilidad en
abstracto (34) y es esa previsibilidad la que permitirá establecer si estamos ante consecuencias inmediatas,
mediatas o casuales.
Al respecto, cabe establecer que, de conformidad a lo establecido por los arts. 901 y 903 del Cód. Civil, debe
reputarse que media causalidad jurídicamente relevante cuando entre el hecho antecedente y el consecuente, el
primero cuenta con virtualidad para producir el segundo. Se trata de un concepto jurídico, no material.
VII. Casuística
Según las estadísticas de la OVD, aproximadamente un 1% de las denuncias por violencia familiar son
desestimadas, sin que se cuente con información relativa a qué rechazos pueden responder a la verificación de
un supuesto de falsedad en el planteo.
Puede que en muchos de los casos de daños derivados de una falsa denuncia la disputa concluya por vía de
un acuerdo ya extrajudicial, ya alcanzado en el proceso. Ello explicaría la razón por la que en las bases de
jurisprudencia no se registran casi casos que correspondan a tal tipo de reclamos.
Un interesante caso fue fallado en 2006 por la Cámara de Apelaciones en lo Civil de Bahía Blanca (35). Se
trató de una acción por resarcimiento de los perjuicios derivados de una acusación calumniosa, iniciada por el
padre de un menor, a quien su ex esposa acusó de haber abusado sexualmente del niño en un tiempo en el que
ambos padres disputaban en tribunales por la decisión de la progenitora de llevarlo a vivir a una ciudad distante.
El actor supo de la denuncia en su contra cuando sus compañeros de trabajo le hicieron saber que la policía
había ido a buscarlo a la oficina, tras lo que se presentó voluntariamente ante la Fiscalía interviniente, quedando
detenido y alojado en una comisaría por el lapso de veintidós días.
Al responder la demanda, la madre señaló que no correspondía atribuirle responsabilidad, porque su decisión
de denunciar se basó en información de profesionales de la medicina que habían dado cuenta de la posible
existencia de abuso y ella se había limitado a dar noticia del hecho criminal.
El juez de primera instancia admitió la demanda, que fue confirmada por la Cámara, en un meduloso fallo
por el que se condenó a la accionada a reparar el agravio moral ocasionado al actor por su privación de la
libertad, la privación de contacto con su hijo y la afectación del honor, consecuencias inmediatas y mediatas de
la denuncia formulada que debieron haber sido previstas por la denunciante.
En sede penal se había establecido la inexistencia del abuso y el vocal preopinante señaló que tal
circunstancia determinaba que, en razón de lo enunciado en el art. 1103 del Cód. Civil, no correspondiera
revisar tal cuestión y consideró al daño probado y establecida la relación de causalidad que lo ligaba a la falsa
denuncia. Evaluó si la actora obró razonablemente, ponderando todos los pasos por ella seguidos para la
determinación de la existencia de la agresión que imputó al padre del niño. Entre los elementos mencionados se
encontró una declaración de una médica de hospital público, quien refirió que el niño, que sufría problemas de
constipación, le manifestó que su padre le introducía un dedo en el ano cuando lo bañaba, habiendo corroborado
la profesional una dilatación de 1,7 cm en el recto, superior a la normal, y la presencia de clamidias.
El sentenciante destacó que la mera desestimación de la denuncia penal no era suficiente para la procedencia
de la acción resarcitoria iniciada por el imputado y tras ello afirmó que sus profunda reflexión sobre las
 

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constancias de la causa lo llevaba a la íntima convicción en cuanto a que hubo dolo o al menos culpa en el
accionar de la denunciante. Afirmó que descreía de la existencia del relato del niño, a quien consideró
influenciado por su madre; estableció la posibilidad de contaminación de los relatos, otras circunstancias como
que el pediatra del niño había descartado la existencia de abuso sexual, la patología detectada podría haber
tenido otra fuente de contagio distinta de la sexual y la falta de concordancia del relato con los exámenes
realizados, pues algunos testimonios habían dado cuenta del deseo del niño de vivir con su padre.
El juez consideró acreditada al menos la existencia de culpa de la madre y, con base en ello, confirmó la
condena a resarcir, pero duplicando en la cuantificación del monto fijado en la anterior instancia.
Resulta dificultoso compartir el sentido de la decisión mencionada, especialmente porque existía algún dato
objetivo relevante que permitía a la madre creer que podía existir un supuesto de abuso, con presencia de
bacterias que denotaban la presencia de una enfermedad de transmisión sexual. Así planteada la cuestión, se
trataría de un caso en el que hasta podría considerarse negligente a la madre que no procurara adoptar las
medidas necesarias para proteger a su hijo. Pero, dado que este comentario se efectúa sin haber compulsado las
constancias de la causa, que fueron detalladamente analizadas por el sentenciante en un pronunciamiento que da
cuenta de un arduo trabajo de análisis y argumentación, no cabe efectuar una aserción categórica en tal sentido.
VIII. Conclusiones
Una cuestión tan delicada como es la atribución a otro integrante del núcleo familiar de una conducta
encuadrable en violencia doméstica no puede ser planteada con ligereza y mucho menos objeto de utilización
como una construcción arbitraria y forzada, al servicio de intereses oportunistas del denunciante.
Tales denuncias pueden destruir moral, emocional y patrimonialmente a una persona honesta, generando su
estigmatización social y, ante tal situación, corresponde una respuesta resarcitoria. El derecho civil está
destinado a cobijar las mejores posibilidades de calidad de vida de los habitantes del país, ya sea dotándolos de
instrumentos para la construcción de sus proyectos de vida, ya para reconstruirlos cuando fueron afectados por
el obrar ilícito de terceros y debe actuar a la altura de tales circunstancias.
Es principio general de nuestro derecho que quien sufrió un daño injusto debe poder obtener la reparación de
los perjuicios que se le han causado, por lo que quien ha sido víctima de la falsa imputación de una conducta
violenta puede luego iniciar una acción en procura de la reparación de los perjuicios que ella pudo haberle
generado y toda vez que tales conductas ilícitas no sólo afectan los derechos del imputado sino que interpelan
indirectamente al sistema de justicia y a sus mecanismos de evaluación de los casos de violencia, es importante
que los jueces que deben entender en esas causas evalúen la cuestión con rigor, a fin de determinar si medió un
obrar culposo o doloso de parte de quien formuló la denuncia, absteniéndose de condenar en caso de duda, pues,
de no establecerse tal nivel de exigencia, la determinación de condenas podría tener el efecto no deseado de
disuadir y amedrentar genéricamente a eventuales futuros denunciantes que necesiten realmente de protección.
Las consecuencias que para el imputado o imputada pueden derivarse de una falsa atribución de conductas
violentas hacia integrantes del grupo familiar del denunciado pueden ser graves; pero la protección de quienes
se encuentran en situación de vulnerabilidad, o su autopreservación, determinan que en las denuncias no
corresponda exigir certeza absoluta sobre la existencia de situaciones de abuso, porque ella es a menudo
imposible de alcanzar para quien se encuentra inmerso en el ámbito en el que se desarrolla la violencia y a
menudo el paso de la denuncia es también un pedido de ayuda de parte de quien no encuentra cómo frenar a un
abusador.
Tal circunstancia debe ser especialmente tenida en consideración por el juez que intervendrá en el proceso
por daños derivados de la falsa imputación, en el que la antijuridicidad sólo deberá tenerse por acreditada
cuando pueda establecerse que el denunciante actuó con ligereza —supuesto de obrar culposo— o con mala fe
—alternativa de obrar doloso—, pues si el juez alcanza convicción en cuanto a que lo hizo procurando ejercer
una defensa propia o de algún integrante del grupo familiar, corresponde considerar que medió una causa de
justificación que obsta al progreso de la acción resarcitoria.
 

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 (*) Profesor Adjunto Regular de Contratos Civiles y Comerciales, UBA. Profesor Titular de Teoría General
del Contrato, UP. Docente de la Maestría de Derecho Civil Constitucionalizado, UP, y de la Escuela del Servicio
de Justicia, MPN. Juez Nacional en lo Civil.
 (1) Gil Domínguez, Andrés; Famá, María Victoria y Herrera, Marisa, Derecho constitucional de familia, t. I,
Ediar, Buenos Aires, 2006, p. 76. El concepto coincide con el establecido en el art. 1º de la ley 24.417 y en el
art. 6º, inc. a), de la ley 26.485.
 (2) Según art. 6º de la ley 26.485.
 (3) La fuente de información de este tramo del trabajo es el artículo Feldman, Paula y Monferrer, Analía S.,
"Acceso a justicia: la Oficina de Violencia Doméstica", Investigaciones 1 —2013—, Corte Suprema de Justicia
de la Nación, Buenos Aires, 2014, ps. 29 a 43.
 (4) En Tucumán, además de la sede de la capital provincial, funciona otra OVD en la circunscripción
judicial de Concepción y en Santiago del Estero funcionan la sede de la capital provincial y también las de las
ciudades de Añatuya, Termas y Frías; se encuentran aprobadas, aunque aún no en funcionamiento, las sedes de
Jujuy y Entre Ríos. Sólo la oficina de Santiago capital trabaja con un esquema 365 x 24.
 (5) Según lo explican las autoras mencionadas, entre los indicadores que se tienen en cuenta se encuentra: la
existencia de lesiones físicas en la persona que aparece como víctima; el acceso a armas que pueda tener el
denunciado como agresor; la presencia de diferentes tipos de violencia; la necesidad de la persona de dejar la
vivienda por razones de seguridad; el abuso de drogas o alcohol por parte de la persona indicada como agresora;
la existencia de intervenciones judiciales previas; la celotipia; la naturalización y aceptación de la violencia por
parte de la víctima; su dependencia económica; la falta de una red social que pueda servir de sostén; el
aislamiento de quien se presenta como víctima y el tiempo de su exposición a la situación que se denuncia.
 (6) El 95% de los casos son derivados a juzgados nacionales en lo civil con competencia exclusiva en
asuntos de familia; el 75% a jueces con competencia en asuntos penales (de instrucción o en lo correccional,
nacionales, o contravencionales de la ciudad, según el encuadre del hecho). El 64% de los casos en los que
interviene la OVD tiene por sujetos pasivos a mujeres; el 15% a niñas; el 14 % a niños y el 7% a varones. La
curva de denuncias es ascendente, con 6187 casos para el año 2009; 7370, para el 2010; 8461 para el 2011 y
9934 para el 2012. La oficina atiende un gran número de consultas informativas, que son las realizadas respecto
de los cursos de acción posibles frente a casos de violencia doméstica en distintas jurisdicciones.
 (7) C Nac. Civ., sala C, 28/3/2000, "D. I., A. v. I., D. A.", ED 189-313; íd., sala K, 3/2/2003, "R., G. O. y
otro", DJ 2003-2-198.
 (8) Blanchard, Victoria, "Régimen de adecuada comunicación en los procesos de violencia familiar",
LLGranCuyo, 2014 (marzo), p. 144.
 (9) C. Nac. Civ., sala H., 16/7/1997, "D., S. M. v. R., G. R.", LL 1998-B-247; íd., sala M, 12/5/1999, "P., G.
A. v. T., A. M.", JA 2000-I-323.
 (10) Lopardo, Mauro y Rovatti, Pablo, "Violencia contra la mujer y suspensión del juicio a prueba",
AR/DOC/2163/2013.
 (11) Corte Sup., "G., G. A. s/causa nro. 14092", del 23/4/2013, S.C.G.61, L. XLVIII, considerando 7.
 (12) Criterio art. 5, inc. 4, del CPCCN.
 (13) American Journal of Forensic Psychology, vol. 9, issue 23, 2001/31, citado por De Souza Vieira,
Viviana H. y Ortiz, Diego O., "Las medidas precautorias en el proceso de violencia familiar. El SAP y la
revinculación", LL Gran Cuyo 2013 (nov.), p. 1054.
 (14) Es posible que en esos casos sea pertinente evaluar si no resulta conveniente la designación de un
"tutor ad litem" de los niños, cuestión sobre la que no pueden establecerse premisas generales, pues deben ser
evaluadas en cada caso por el juez interviniente, quien debe asegurar la defensa de los chicos, en los términos
previstos en la ley 26.061.
 

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 (15) Art. 12, inc. 1º, de la Convención sobre Derechos del Niño; observación general 12 del Comité de
Derechos del Niño y arts. 24 y 27 de la ley 26.061.
 (16) C. Nac. Civ., sala A, "Díaz, Rosa E. v. González, Juan José s/daños y perjuicios", del 3/3/1998, AP
10/929.
 (17) Corte Sup., Fallos 308:1118, del 5/8/1986.
 (18) Messina de Estrella Gutiérrez, Graciela N., "Los presupuestos de la responsabilidad civil: situación
actual", en Responsabilidad por daños, homenaje a Jorge Bustamante Alsina Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1990, p. 53; el planteamiento originario de esta concepción lo podemos encontrar en López Olaciregui, "Esencia
y fundamento de la responsabilidad civil", RDCO 1978-941.
 (19) Zannoni, Eduardo A., El daño en la responsabilidad civil, 3ª ed. Astrea, Buenos Aires, 2005, p. 10.
 (20) Bustamante Alsina, Jorge, "La acusación calumniosa y el hecho culposo 'in genere' como fuentes
diversas de responsabilidad civil", LL 1994-E-37.
 (21) Salvatori Riviriego, Gustavo J., "El factor de atribución de responsabilidad civil por acusación
calumniosa o culposa", LL 1997-F-436.
 (22) Bustamante Alsina, Jorge, Teoría general de la responsabilidad civil, 8ª ed., Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1993, p. 350, nros. 851/852.
 (23) Corte Interamericana de Derechos Humanos, 18/9/2003, "Bulacio v. Argentina", LL 2004-A-682.
 (24) Fallos 315:2834; 321:1124; 322:1792; S.36.XXXI, "Sitja y Balbastro, Juan R. v. La Rioja, Provincia de
y otro s/daños y perjuicios", sentencia del 27/5/2003.
 (25) Corte Sup., C. 742. XXXIII, "Coco, Fabián A. v. Provincia de Buenos Aires y otros s/daños y
perjuicios", 29/6/2004.
 (26) Álvarez, Héctor; Varela, Osvaldo H. y Grefi, Dora B., La actividad pericial en psicología forense,
Ediciones del Eclipse, Buenos Aires, 1992, p. 49.
 (27) Risso, Ricardo E., "Daño psíquico. Delimitación y diagnóstico. Fundamento teórico y clínico del
dictamen pericial", Cuadernos de Medicina Forense, año 1, nro. 2, Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, Buenos Aires, 2002ps. 67 a 75.
 (28) Corte Sup., Fallos 323:3229, del 24/10/2000.
 (29) Zannoni, Eduardo, El daño..., cit., p. 149.
 (30) Bustamante Alsina, Jorge, "Extensión de la reparación de la responsabilidad objetiva", LL 1979-C-
1027; Mosset Iturraspe, Jorge, "Reparación del dolor; solución jurídica y de equidad", LL 1978-D-645; Orgaz,
Alfredo, "El daño moral, ¿pena o reparación?", ED 79-855, entre otros.
 (31) C. Nac. Trab., sala 7ª, "Serventi, Juan José v. Telecom Personal S.A y otro", 26/2/2010, LL Online
AR/JUR/686/2010.
 (32) Mosset Iturraspe, Jorge, Responsabilidad por daños, t. I, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, p. 289.
 (33) Márquez, "Indemnización de la pérdida de la chance u oportunidad", LLC 1985-540.
 (34) Bustamante Alsina, Jorge, Teoría general de la responsabilidad civil, 6ª ed. actualizada, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1989, ps. 223 y ss.
 (35) C. Civ. y Com. Bahía Blanca, 19/9/2006, "B., G. M. v. A., M. E.", LLBA2006, p. 1454,
AR/JUR/4960/2006.

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