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LA CIENCIA Y LA GUERRA.

En la más reciente década, los vertiginosos avances de la ciencia y la tecnología ofrecen enormes
potencialidades para mejorar el bienestar de los seres humanos. Paradójicamente, esos mismos
avances también pueden servir para provocar, con igual eficacia, grandes y diversos daños,
incluyendo la desaparición de pueblos y eventualmente, de toda forma de vida sobre la tierra. La
más terrible aplicación tecnológica para fines de destrucción masiva utilizada en una guerra ha
sido la bomba atómica. El desarrollo de las armas biológicas y químicas representa también una
amenaza y surge hoy como tema de actualidad.

Así como se han elaborado sustancias para el diagnóstico y la terapia de enfermedades, en los
avanzados laboratorios militares han surgido sofisticadas armas químicas con efectos nefastos
para los seres vivos. Hay por supuesto, diversos grados de letalidad, dependiendo de qué órgano
es atacado por la sustancia química. Sin embargo, todas tienen como objetivo principal
incapacitar a los soldados o crear terror en las poblaciones. La eficacia de las armas químicas es
tal que cantidades ínfimas son suficientes para provocar una letal reacción en cadena en el
organismo hay incluso vectores en forma de polvos finos, que penetran las vestimentas de
protección para luego iniciar su acción destructora.

Las armas biológicas están formadas por microorganismos que dañan las células de las víctimas.
Existen dos clases: Las armas biológicas no selectivas y las armas biológicas selectivas. Las primeras
sirven para atacar batallones o poblaciones geográficamente bien localizadas. Las segundas amas
pueden ingresar a una gran ciudad y atacar solo a etnias previamente seleccionadas. Las armas
biológicas convencionales, como las armas químicas, atacan a una población entera, sin distinción
alguna. Sin embargo con la biotecnología molecular se pueden elaborar más armas biológicas
selectivas, ya que las diferencias genéticas dan lugar a reacciones diferentes entre las mismas
sustancias biológicas. En los laboratorios se pueden elaborar sustancias que ataquen solo a las
personas que tengan las características genéticas especificadas.

Se teme que algunos de los innumerables científicos del mundo que poseen conocimientos
sobre todo tipo de armas puedan verse tentados por las propuestas de los gobierno con fines
destructivos. Se ha informado que después de la desintegración de la Unión Soviética, algunos
científicos en precarias condiciones económicas salieron de la nación con el fin de vender kilos de
Uranio al mejor postor. Seguramente fueron así mismo, convocados por algunos gobiernos
ansiosos de incrementar sus arsenales.

Podemos decir, entonces, que el conocimiento científico y tecnológico está disponible. Los países
interesados en el bien o en el mal sólo necesitan contratar especialistas e invertir en laboratorios.

Lo único que puede disminuir los riesgos de una guerra nuclear, química o biológica es el respeto
por los tratados Internacionales que incluyen dentro de su reglamentación la búsqueda y
destrucción de los laboratorios sospechosos de desviar el conocimiento hacia fines bélicos.

Modesto Montoya Zabaleta. Diario el comercio.(Adaptación)

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