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c) Kerigmática y esencial
Finalmente, esta propuesta carismática tendrá que ser sobre
todo kerigmática, o sea, esencial, fundada sobre el Evangelio,
expresión de la voluntad de salvación que constituye el
sentido más profundo de la vida consagrada en el momento
presente de la historia (de salvación), sin tantas contorsiones
intelectuales o espirituales, sin desequilibrios ni excesos en
el hacer o en la atención a las economías internas. Debe
aparecer clarísimamente que el instituto no está interesado
en sí mismo, ni siquiera al bienestar psicológico y espiritual
de sus miembros, ni a la propia afirmación y tampoco al
propio crecimiento, sino solamente al cumplimiento de la
voluntad salvífica del Padre, de la cual el instituto no es más
que una expresión pequeña, pero veraz. Nos consagramos
para la Iglesia, para el mundo, para que se cumpla el designio
de la redención. Y, por tanto, la familia religiosa halla todo su
significado en ese misterio de muerte y resurrección, del que
procede la salvación y que ahora ella anuncia y revive, sobre
todo en sí misma. Puede parecer reductivo, pero si la vida
consagrada vuelve a anunciar con fuerza el kerigma,
Jesucristo muerto y resucitado, y a ser ella misma más
kerigmática, sin duda será más escuchada y creíble.