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(Volúmenes I-II-III-IV)
ERINA ALCALÁ
CUATRILOGÍA
LOS HIJOS DE MÓNICA
AMDER
I. MÓNICA
ERINA ALCALÁ
Recordar es fácil para
el que tiene memoria.
Olvidarse es difícil para
quien tiene corazón.
CAPÍTULO UNO
Esa noche de junio era fresca. Corría una suave brisa que daba paso al
verano. La camioneta de Nolan Wilson acababa de aparcar en el sendero
que llevaba al Ponce Ranch. Apagó las luces. Había suficiente claridad
con la gran luna llena que dominaba el cielo nocturno plagado de estrellas.
Cuando Nolan paró la camioneta, Mónica sabía qué iba a pasar y lo
había deseado con fuerza durante toda su adolescencia y juventud. El chico
la miró. La sacó de la camioneta de la mano y se fueron ambos a la parte
de atrás. Echó una manta y se subieron. Se puso encima de su frágil
cuerpo. Se besaron y ella tembló como un pajarillo disponiéndose a dejar
de ser virgen esa noche a la vuelta de la fiesta de graduación del instituto.
Nolan besaba bien, besaba mejor que nadie para ella, porque siempre
estuvo enamorada de su vecino, aunque éste, era mayor que ella cinco años
y nunca la hubiese visto como una chica guapa, como las animadoras
rubias y las chicas preciosas del instituto y de la que era novia suya, Pam,
y posteriormente las que hubiese conocido en la Universidad de Cheyenne.
Él había terminado ese verano la Universidad. Llevaba saliendo con Pam
casi cinco años.
Mónica no era esa, ni era su novia. Y sin embargo estaba allí con él
perdiendo la virginidad en la parte de atrás de la camioneta de quien tanto
adoraba.
Había sido una casualidad que se encontraran en el pueblo y que Nolan
la llevara a su casa del rancho en la camioneta.
Los padres de Nolan obligaron prácticamente al hermano de Nolan,
Oscar a llevarla al baile de graduación, y éste como a su hermano le
gustaban el mismo tipo de chicas. Así que el baile, fue como esperaba,
Oscar se fue con sus amigos y chicas guapas y ella se quedó sentada hasta
que salió del instituto y se quedó allí en la puerta, sola. Cuando pasó Nolan
camino del rancho, después de dejar a su novia, la vio sentada allí y le dijo
que si la llevaba al rancho. Llamó a su hermano y se lo dijo. Ella quería
irse a casa y accedió a que la llevara Nolan al rancho. Iba seria y triste.
Ese momento fue para ella un tanto doloroso al principio, pero Nolan le
hizo sentir lo que imaginaba cuando soñaba con él y más. Se puso un
preservativo y entró en su sexo, supo que era virgen y sin palabras, con los
movimientos y gemidos en la noche estrellada, ella tuvo un orgasmo con
el hombre soñado y adorado desde que tuvo doce años y en esos
movimientos, se corrió en ella. Se demoró más de lo previsto en salir, pero
ahí acabó todo. Luego, le bajó el vestido de graduación, se subió los
pantalones y se fueron en silencio a la parte de delante de la camioneta.
Arrancó y la llevó a su rancho.
Sin palabras.
Jamás le preguntó qué sintió ella, que siguió temblando durante horas
esa noche.
Esos momentos hizo que Mónica se sintiera culpable de lo que había
hecho. Nolan tenía novia y ninguno de los dos habían hecho bien.
Y supo con certeza que era el vanidoso y engreído que se pavoneaba y
aprovechaba de cualquier chica más joven, porque ella tenía diecisiete
años y Nolan ya había terminado la universidad y acababa de cumplir
veintidós años. Siempre había sido mujeriego y aunque lo había pensado,
esa noche, había sido solo sexo para Nolan, ni un beso, ni la tocó siquiera.
Era raro porque ella tampoco sabía demasiado del tema sexual, pero él, sí
debía saberlo y se había reído de ella. No lo vería más. Cuanto más
pensaba en Nolan, más rabia y culpa sentía contra él y contra ella misma
por dejarse, por seducirla, por tener novia, por todo.
Nolan Wilson vivía en el rancho de sus padres, que justo estaba encima
del Ponce Ranch, en el alto de la colina. Sus ranchos estaban separados
por alambradas.
El Wilson Ranch era como dos veces más grande que el Ponce Ranch,
y desde la casa de Nolan se veía la casa de Mónica.
Los padres de Nolan y Oscar, como los de Mónica eran amigos desde
que ellos eran pequeños. Incluso el padre de Nolan estuvo alguna vez
enamorado de la madre de Mónica cuando eran jóvenes, pero ella, se fue a
España y ahí se acabó todo.
Sin embargo fueron vecinos y amigos hasta la muerte de la madre de
Mónica cuando ésta tenía diez años de una mala caída de un caballo. Y
ella se quedó a solas con su padre.
Y los padres de Nolan y Oscar, siempre estaban pendientes de Mónica,
tanto que obligaron a Oscar de su mismo curso, a llevarla al baile de
graduación. Y Oscar, no quería porque había chicas mucho más guapas y
quería acostarse con alguna.
Mónica sabía que Oscar, la había invitado aquella noche obligado por
sus padres. Sin embargo, la presión y su timidez la obligaron a ir con él.
Aunque no bailaron, él solo se hizo cargo de llevarla y su hermano la llevó
de vuelta.
En Málaga fue feliz, con su hijo, con sus abuelos. Se olvidó de Nolan
pensando que sería madre soltera y que él ya tendría otros hijos con Pam o
estaría casado y nunca se lo diría. Alex, era solo suyo. Y esa maldita
noche, y a esos chicos que la habían apartado a un lado en el instituto
también los olvidó.
Se hizo amigos en Málaga en la universidad, tuvo un par de chicos con
los que se acostó y salió con ellos, pero su hijo era un obstáculo para los
chicos jóvenes y, además, nunca fue como con Nolan a pesar de todo.
Aprovechó sus cuatro años de estudio y un master que su padre le pagó
y sus abuelos no querían que se fuera. Tuvo al pequeño en el colegio desde
los tres años. Y era un niño precioso y bueno.
Durante los veranos, aprovechaba para pasearse por la playa con su
hijo, salir con sus amigos y dar las clases de inglés en la academia por las
mañanas, con el que se sacó el carné de conducir cuando ya no tuvo que
pagar guardería y comprarse un coche pequeño para moverse, de segunda
mano, aunque sus abuelos quisieron comprarle uno nuevo, ella no quiso. Y
llevaba a sus abuelos a comer o a tapear los fines de semana por la costa
del sol y a la playa. Y fue una época feliz.
Dejó de ser la chica tímida para ser la mujer y mamá alegre, disfrutar
de esa ciudad, de los pueblos, del clima, de las amistades, de su familia y
sobre todo de su pequeño. Su vida cambió y dio un giro de trescientos
sesenta grados. Y cuando volviera al rancho y su padre conociera a su hijo,
se iba a quedar de piedra, pero le encantaría su nieto.
Nolan fue tras ella al rancho. Si el hijo era suyo tendrían que hablar en
serio, aunque ahora ella tenía mucho que hacer y su padre estaba como
estaba, pero, joder, había tenido a su hijo sola y tenía un hijo precioso de
cinco años con ella.
Estaba tan distinta… Había cambiado. No era la chica tímida del
instituto ni la que callaba todo cuando iba a su rancho con sus padres, con
su padre o cuando hablaban con ella.
Tener un hijo… era…
Cuando ella llamó a la puerta, Nolan estaba tras ella. Se sentía una
enana a su lado, le llegaba por los hombros y olía muy bien. Margot, la
mujer que cuidaba a su padre y la casa le abrió la puerta. Llevaba con ellos
toda la vida y era la mujer del capataz Alfred, pero ambos estaban para
jubilarse.
-¡Ay mi niña! -Y la abrazó fuerte. -¿Y este pequeño?
-Es mi hijo Alex, Nani. -Como ella llamaba a Margot toda la vida.
-¿En serio? Pero qué guapo. Anda pasad. ¡Hola Nolan!
-Estás en casa, cómo has cambiado, ¡qué guapa!
-Y ella abrazó a Margot llorando.
-Vamos no llores mi niña.
-¿Mamá por qué lloras? -Se asustó el pequeño.
-No te preocupes hijo, es de la emoción de ver a mi Nani.
-Los he encontrado cenando en la cafetería -le dijo Nolan a Margot.
-Gracias hijo por acompañarlos.
-¿Cómo está hoy? He tenido que ir a hacer una gestión esta tarde al
pueblo y no he podido venir.
-Dormido del todo ya, ni se despierta -Y Nolan miró a Mónica.
-Dame las llaves del coche Mónica y te saco el equipaje.
Ella lo miro y no iba a ser descortés cuando se ofrecía a ello.
Nolan le metió todo en la casa y luego tomó la llave del garaje y le
metió el coche. Parecía que conocía todo lo que estaba en su casa.
-Gracias le dijo ella.
-Bueno, me voy. Aún tengo que dar una vuelta a los chicos a ver si el
ganado está bien. Nos vemos, Mónica
-Está bien, gracias Nolan.
Cuando él se fue, ella se abrazó llorando a Nani.
-Vamos pequeña, no llores.
-Mami no llores.
-No nos iremos hasta que él se vaya. Pero después debes buscar un buen
vaquero para el ganado. Tienes poco. Ya te pondrá mi marido al tanto.
Pero ya está demasiado cansado y nos hemos comprado una casita en el
pueblo. Pero no te dejaremos sola.
-Gracias Nani, yo me iré haciendo cargo de todo. Voy a verlo.
-Vamos Alex a ver al abuelo. Está malito. Entraremos en silencio.
Y subieron las escaleras y entró en la habitación de su padre y lo vio
allí, tan delgado, demacrado y dormido, sin abrir los ojos y lloró como una
niña. Por eso no había podido asistir al entierro de sus padres, él mismo
estaba enfermo. Le cogió la mano.
-Papa no me dejes, no me queda nadie salvo tu nieto y no vas a
conocerlo si te vas, Nani y Alfred se van si tú te vas.
-¿Dónde se va el abuelo?
-Con los otros abuelitos, mi amor. ¡Qué voy a hacer!…
-No llores mamá.
-No cariño. Vamos a dormir.
Estaba cansada. Iba a ocupar con su hijo su antigua habitación, se dio
una ducha y otra al pequeño y no dejó Nani a cambiar las sábanas, ella las
cambió y subió sus maletas arriba.
Cuando llegó, al banco su padre tenía una cuenta a nombre de los dos,
solo una, allí tenía las domiciliaciones de todo. Y tres millones de dólares.
Se quedó pasmada, pero sabía que en sus tiempos, el rancho había sido
próspero y ella sabía de ranchos, no se le había olvidado, y ahora además,
sabía de cómo gestionarlo.
Metió en la cuenta del rancho su dinero y ascendió a más de cinco
millones y medio. Pidió una sola tarjeta y anuló la de su padre. Y su
cuenta y tarjeta que traía de España.
Fue a la clínica con Nolan y mientras esperaba que la atendiera el
doctor Norton, se sacó un seguro de salud y Nolan quiso pagar el de Alex,
ya llevaba otras tarjetas más.
-Nolan…
-Ese lo pago yo, Mónica.
-Está bien, ¡Qué terco eres!
-Tú has pagado cinco años de todo, Mónica.
El doctor cuando la atendió le dijo que apenas un mes le quedaba a su
padre si llegaba, o menos, ya llevaba morfina en el suero que tenía puesto
y que había que ponerle una dosis al día, pero nada más se podía hacer por
él. No se podía hacer nada y ella lloró, al salir.
Con unas gafas negras se dirigió a la oficina del sheriff para cambiar su
carnet de identidad y de conducir.
Luego se pasaron por la tienda de ropa y se compró más ropa para el
rancho, las cuadres, un sombrero, un abrigo para el rancho…
Nolan compró también ropa para su hijo. Ella no le dijo nada. Y en la
juguetería libros y juguetes para Alex y para ella un par de libros. Nolan
también compró muchos más que ella y una silla para el coche. Para su
hijo.
Luego pasaron por la de muebles y le compró un dormitorio y una mesa
para hacer deberes.
Y por fin pasaron por el colegio y lo apuntaron. En la librería
compraron los materiales y al día siguiente tenía que ir al colegio de nueve
a cuatro. Comería allí, así ella tendría tiempo de hacer todo.
El colegio era público, donde ellos estudiaron y los materiales y libros
los compró de nuevo Nolan y ella ya no discutía con él. Compró toda la
lista de materiales.
Ahora no estaba para discutir por tonterías, había crecido y su padre se
estaba muriendo. Eran ya muchas muertes en menos de un año.
Y si Nolan quería gastarse dinero en su hijo, no sería ella quien se lo
impidiera. Estaba haciendo lo mejor.
Nolan, a caballo, la vio salir del barracón y pasear entre la nieve, a ver
las vallas, seguro iba a verlas, Alfred se metió con los animales y Nolan
abrió las vallas que comunicaban al rancho de ella. Había hecho una puerta
para entrar si fuera necesario, hizo un camino con la camioneta también, le
puso un cerrojo y si tenía que echarle un cable a Alfred, entraba por allí
para no tener que dar la vuelta a todo el rancho y abrió el candado y fue
hacía ella con el caballo.
Cuando llegó a su lado
-¡Hola Mónica! -y se bajó del caballo caminando a su lado.
-¿Cómo has entrado?
-Hice una puerta en la valla, quité las tuyas viejas y oxidadas que pegan
a mi rancho y puse esas blancas de madera. No nos hacen falta dos.
Cuando tu padre enfermó hice una puerta para ayudar más que nada y no
dar toda la vuelta al rancho si algo le ocurría a Alfred, es mayor.
-Sí, lo es, gracias, si tengo que darte algo por las vallas, la mitad, me
dices lo que te debo.
-No hace falta, está pagado ya mujer.
-Pondré las mismas en mi lado, iguales cuando reforme.
-¿Has hablado con Alex?
-Esta noche ¿Y tú?
-Sí, ha sido toda una convulsión en casa, los juguetes, la ropa, he
mandado quitar una habitación, se la han llevado los chicos para una
familia al pueblo. Una locura, están deseando conocerlo. Saber que tienen
un nieto… Están como locos. Te quieren, Mónica.
-Lo llevaré mañana cuando salga del colegio a que lo conozcan.
-Ya tendrá su dormitorio listo.
-Estoy nerviosa Nolan, que lo sepas.
-No pasa nada mujer. Todo se solucionará y no es tan grave salvo lo de
tu padre. No pienses en nada más ahora.
CAPÍTULO TRES
A eso de las cinco y media ella les dijo que se tenían que ir, sobre todo
por su padre.
-¿Ya mamá, tan pronto?
-Ahora querrá quedarse aquí.
-Claro mujer, aquella casa esta como está.
-Tienes que hacer deberes cariño.
-Mañana puedes quedarte y luego que te lleve papá. – Le dijo Nolan.
-¿Puedo?
-Sí, puedes. -Y todos se reían.
Cuando se despidió de ellos, Nolan salió a despedirlos al coche, metió
al pequeño, lo besó
- ¿Quieres que vaya mañana a por ti al cole y te llevo por la noche?
Hacemos los deberes,
-Sí, ¿Puede mamá?
-Puede.
Cerraron el coche.
-Al final me lo quitarás.
-Nunca te lo quitaría, ni tú a mí ahora tampoco.
-A las cuatro Nolan, me llamas cuando lo recojas.
-Que sí mujer, no te preocupes tanto. La cogió por la cintura y la besó
en los labios.
-¿Qué haces?
-Lo que tenía ganas de hacer desde que llegaste.
-Estás loco, tengo a mi padre en las últimas, estoy lamentablemente
hundida.
-Tienes que salir de esta y yo te ayudaré, es lo que me pidió tu padre.
-Siempre te estaba pidiendo que me protegieras. Tú nunca querías.
-Esto es diferente Mónica y lo sabes.
-Lo sé, pero ahora mismo no quiero salir con nadie Nolan.
-Está bien, esperaremos.
-¿Esperaremos?
-Sí, no creerás que esto se va a quedar así. Tenemos un hijo. Y me
gustas.
-Eres el tipo más vanidoso del mundo -Le dijo riéndose.
-Sí, no puedo evitarlo.
Se metió en el coche.
-¡Hasta mañana Nolan!
-Yo te lo llevo.
-Tiene deberes y un tema que adelantar.
-Lo sé. No te preocupes.
En una semana su Nani de toda la vida y Alfred se iban del rancho para
siempre. Ella les pagó bien.
Había contratado con la ayuda de Nolan, un capataz y su mujer para la
casa y le estuvo explicando que comerían juntos de momento los tres y el
pequeño y el sueldo que les pagaría y que de momento estaría solo hasta a
arreglar todo y meter más reses y contratar más personal.
-Así te ayudará con la casa y con la comida de los chicos cuando los
tengas y limpiará- pero a ella le parecía demasiado trabajo con la casa que
quería hacer. Ya vería.
-¿Tú tienes? -Le preguntaba a Nolan.
-Sí tenemos un cocinero que hace todo en el barracón. Limpia, hace la
comida y compra. Ese es su trabajo. Solo para los vaqueros.
-Sería una idea estupenda.
-Voy a llamar mañana al constructor.
-Lo llamaré yo, para que se porte bien contigo,
-¡Cuánto te voy a deber! -Le decía derrotada y Nolan la abrazaba.
-Nada, para eso somos vecinos.
No volvieron en esa semana a hacer referencia al beso que le dio, pero
ella lo había sentido, le había gustado, la había llevado a años atrás aunque
nunca la besó y su beso en los labios lo sintió como un viento fresco,
ligero y sutil.
Lo que sí hizo fue comprar una camioneta nueva para empezar que la
llevara su capataz James y dos caballos y un yegua de momento. James les
hizo sitio en las cuadras, le dijo que había que comprar pintura para los
bebederos, eso lo haría él y pintó los bebederos a lo largo del rancho para
llevarles agua del arroyo que lo atravesaba cuando llegara la primavera.
Quería hacer todo entre lo que quedaba de octubre y parte de noviembre
antes de las nieves fuertes.
El constructor pasó por su casa, al día siguiente de llamarlo Nolan.
Estuvo viendo el barracón, las cuadras, los almacenes, la casa y la
casita del capataz de una sola planta. Su casa, quería ampliarla entera,
cinco dormitorios todos con vestidor y baño con ducha excepto el
principal dos vestidores grandes y un baño doble, dos salas grandes abajo
y reformar todo con un concepto abierto.
-Quiero reformar lo que pueda y luego hablaré con la decoradora.
Quiero todo por fuera de gris. Y si ves que los tejados no están bien, los
cambiamos.
-Ya tengo lo que quieres. Quedará precioso, todo el rancho. No te
preocupes.
-Estupendo.
-Te voy a dejar todo precioso. Ya verás.
-Me pasas el presupuesto de todo.
-Sí, te lo paso. Y creo que en un mes, para mediados de noviembre, lo
tienes todo listo, con las nuevas vallas como las de Nolan en la parte que
te faltan y una entrada bonita con el nombre del rancho.
-¿En serio tan pronto? Me gustaría, sí, lo quiero antes de las nieves
fuertes.
-Y lo tendrás, mi cuadrilla te irá haciendo todo, menos el barracón, que
será lo último cuando vayas decorando. Tu casa te la empiezo lo primero
ya te puedes ir a dormir al barracón, los chicos sacarán todo. Y te llevan lo
que te vayas a quedar, allí, y lo que no quieras lo tiramos o donamos,
como prefieras, me traigo unas cuantas cubas. Te mandare unas cuantas
entradas de rancho y eliges.
-Gracias Chad.
Al día siguiente, le pasó un presupuesto de unos cuantos miles de
dólares menos de un millón y le apreció barato y dijo que sí, y durante un
mes no dejaban de hacer obras de un lado a otro y, además, llamó a la
decoradora para ir viendo cosas y muebles para todo.
A James le dijo que fuese haciendo lista de herramientas y comprarían
otro par de camionetas y lo que faltara para las cuadras y barracones de
grano y animales. Algún rifle y mirara los litros del depósito de gasoil.
Y terminaron la casa de capataz. Lina, James y ella dormían mientras
en el barracón.
Lina y James no quisieron cambiarse y dejarla sola en el barracón hasta
que tuvo su casa lista también. Lina decía que su casita era preciosa. Tenía
tres dormitorios una pequeña sala salón cocina y dos baños y uno en el
dormitorio. Cuando se metieron en la suya ella le pregunto cuánto subía
con una piscina en el patio no demasiado grande.
Y la hizo por 40.000 dólares más.
Decoró las casas, la suya era preciosa, con todo, y un despacho
completo y enorme maravilloso. Y uno infantil para su hijo al lado del
suyo con un hueco abierto, para estar pendiente de él.
Compró materiales, los colocó en las estanterías y en un mes le dejaron
todo listo. Vallas y entrada y cementerio incluido. Estaba muerta. Nolan le
había ayudado con el pequeño y se había quedó a dormir muchas noches
para alegría de los abuelos que le dijeron que no se preocupara hasta
terminar el rancho.
Les dio las gracias a Chad y a la decoradora.
Lina y James estaban en su casa y ella le dijo que hiciera comida para
los cuatro, no dos comidas de momento y James ya tenía la lista preparada
El barracón lo decoró y preparó con todo para doce chicos, y las
cuadras para catorce caballos, incluidos los dos que tenía y su yegua. De
momento se apañaba bien con eso.
Y cuando todo estaba en orden y los animales dentro, ya que tuvieron
que sacarlos para la reforma unos días antes de las nieves, justo cuando
todo estaba acabado, empezaba a nevar.
Nolan le había ayudado mucho con el pequeño durante ese mes y padre
e hijo se unieron mucho ese tiempo.
Ella inició en su despacho, la gestión del rancho.
No tomó en cuenta nada, salvo que abrió una cuenta con millón y medio
para gastos anuales, hasta el fin del año siguiente.
Sabía que era mucho pero si debía poner pondría más. Dejó otro millón
y medio en su cuenta particular, por si las cosas no salían bien que no se
quedaran sin nada y le quedaba después de todos los gastos un millón
cuatrocientos para comprar las camionetas, el gasoil, la lista de James, el
veterinario que debía pasar en cuanto comprara reses. Las reses y caballos
necesarios, y para ello empezaría por comprar la lista, le gasoil las
camionetas y ver cuantas reses podía comprar, los caballos y ver cuántos
vaqueros podía contratar y necesitaba a Nolan, y a par ti de ahí empezó a
meter gastos que iba comprando.
Era sábado y prefería no molestarlo durante la semana. Bastante había
hecho ya por ella con el pequeño, aunque fuese su hijo, pero la había
ayudado bastante.
-Esta tarde voy guapa y así veo al pequeño. Tenerlo aquí tantos días,
ahora ya lo echo de menos. Voy a la hora del café.
-Perfecto, te invitaré a café y a un trozo de tarta y te enseño cómo ha
quedado todo.
-Hasta luego guapa y le colgó.
-¡Vaya, guapa! -es sorprendente -se dijo sonriendo.
-¿Quién era? -Le dijo su padre que entraba en el despacho. Venía de ver
a los animales y se sentó frente a él.
-Mónica. Voy a ir a verla para el café, seguro que quiere ya comprar las
reses y los caballos y contratar personal.
-¿Ya ha terminado el rancho?
-Ayer le terminaron rodo.
-Menos mal está empezando a nevar.
-Sí ha tenido suerte -Y se quedó mirando a su hijo.
-¿Qué que pasa papá?
-Eso digo yo, qué pasa. Aún espero que me cuentes qué pasó hace seis
años, si tenías novia y qué piensas hacer ahora que tienes un hijo.
-Papá. Esas cosas…
-Esas cosas me las cuentas. Tengo un nieto y ella era menor de edad. Lo
sabías, ¿No?
-No sabía exactamente si ya tenía 18 años. Acababa de venir de la
Universidad.
-Pero era la hija de nuestros vecinos, y amigo. No tenía madre, se la
encomendamos a tu hermano, así que ¿Qué pintabas tú con ella?
-¡Joder papá!
-Sí, joder.
-Está bien. Me había enfadado con Pam aquella noche. A mi hermano
lo obligasteis a llevarla al baile, pero ya sabes cómo es Oscar, le gustan
demasiado las mujeres.
-Y a ti también. Sé cómo son mis hijos.
-Sí, pero estuve saliendo años con Pam, bueno saliendo y rompiendo.
No podía más con esa relación al final. Era demasiado tóxica. Pero esa
noche nos enfadamos y cuando pasé por el instituto, Mónica estaba fuera
sola, sentada en la puerta y quería irse del baile. Yo me la traje y se lo dije
a Oscar que estaba con otra chica.
-¿En la camioneta?
-Papá por Dios, no pienso contarte eso.
-Está bien. ¿No te gustaba?
-No, ni a Oscar ni a mí nos gustaba en ese tiempo.
-¿Y ahora que ha vuelto preciosa y tiene un hijo tuyo?
-Quiero al pequeño, como vosotros, es mi hijo.
-¿Y ella?
-¿Qué pasa con ella?
-Eso te pregunto si tienes planes, si te gusta, si piensas casarte con la
madre de tu hijo. Eso queremos saber tu madre y yo.
-Me gusta mucho, sí, está distinta y guapa.
-Al menos es algo. Y espero que no sea solo por tu hijo.
-No es por eso. Me gusta de verdad. Pero no quiere salir con nadie hora.
-Eso es una tontería. Le gustas, lo sé, siempre le gustaste.
-No lo sabía.
-Pero tu padre tiene ojos y por eso me da rabia que te aprovecharas de
ella. Eso es imperdonable. No he educado a mis hijos para eso.
-Lo sé papá y lo siento.
-Quiero que mis hijos sean honrados y buenos con las mujeres, como
soy yo con tu madre.
-Ya te he dicho que me gusta y quiero casarme con ella.
-Es la primera vez que te veo pensar con coherencia, pero si consigues
casarte con ella, si le haces daño, no pondrás un pie en mi rancho. Será de
mi nieto.
-Pero papá… Necesito tiempo.
-Y que no te vea con otras chicas.
-No pienso en otras chicas, o no se casará conmigo.
-Si te casas con ella, supongo que vivirás allí.
-Supongo que sí, pero vendré a mi trabajo en este rancho, ella llevará el
suyo. Mi trabajo no va a cambiar nada.
-Está bien. Veamos qué nos dice el tiempo, pero ya sabes hijo, ahora
tienes una familia y si te gusta tienes que hacer tu propia familia. Piensa
en ello.
Y lo dejó pensando en el despacho. Su padre le había reñido como si
fuese un niño y sonrió, pero se sintió mal como se sentía cada vez que
pensaba en esa noche.
CAPÍTULO CUATRO
Por la noche les llevó los contratos, ya habían cenado y fue con su
pequeño en la camioneta, no estaba lejos, pero nevaba.
Entró y les dio para firmar a todos sus contratos dejándoles una copia.
Y sus documentos
-¿Y este pequeño? -Dijeron algunos.
-Es mi hijo, saluda Alex a los chicos.
-¡Hola!
Y se rieron saludándolo.
Allí estaba James hablando con Nick, un chico alto y rubio con la lista
del ganado que tenían que traerse. Nick había trabajado en un rancho de
venta de ganado y por eso lo eligió James para elegir bien las reses y los
caballos.
Su hijo se fue al lado de West que terminaba en la cocina
-¿No tienes una mujer? -Le preguntó el chico.
-No, no tengo pequeño, ¿Por qué?
-Para que te lave los platos -Y éste se rio.
-Yo soy el cocinero.
-En mi casa lo hace Lina.
-Ya sé.
-Mi padre no lava los platos, vive en el rancho de al lado.
-¿Sí?
-Sí.
-Muy bien, ¿Has hecho deberes?
-Sí, tengo que hacer más que otros niños porque llegué tarde, mi
abuelito se ha muerto.
-Lo siento mucho pequeño.
-Alex, no molestes a West.
-No me molesta Mónica. Es muy gracioso.
-Bueno, os dejamos descansar. Buenas noches y bienvenidos.
Buenas noches señorita.
-James vamos -le dijo ella.
-Toma esta tarjeta y pagas con ella, -le dijo cuando salieron fuera, ¿A
qué hora os vais?
-A las cinco, hay que elegir mucho y son doscientos kilómetros.
-Paga los desayunos con la tarjeta y la comida de vuelta.
-Está bien. Y elígeme bien James.
-No te preocupes, he visto que Nick sabe bastante, ha trabajado siete
años en un rancho de venta.
-Menos mal que lo he elegido.
-Bueno, estamos en contacto, me llamas si hay algún problema o se
pueden comprar más, ya sabes el límite para caballos y reses.
-Lo sé, no te preocupes.
-Hasta mañana, James.
-Hasta mañana jefa.
James y Nick llegaron sobre las siete. Su hijo estaba viendo la tele en
pijama. Ya habían cenado y ella los invito al despacho. James le dio la
tarjeta. Habían comprado todas las reses y los caballos, elegido bien, y les
habían regalado unos cuantos terneros jóvenes. Apenas le quedaba cien
dólares en la cuenta.
-Nos los traen el jueves -le dijo.
-Estupendo, gracias a los dos, id a cenar que West tiene vuestra cena y
mañana ya preparáis los otros dos corrales para los animales. Llamaré
mañana al veterinario y que les eche un vistazo.
-No hace falta, de momento están revisados. Toma sus libros. Hasta
dentro de tres meses si no es necesario no hace falta.
-¡Qué bien, por Dios!, los pondré con el resto mañana en la oficina del
veterinario. Es un gran ahorro. Gracias.
-Bueno, nos vamos.
-Buenas noches que descanséis.
No la llamó al día siguiente sino que dijo que iba a recoger Alex del
colegio y lo llevaba él. Y ella accedió.
Lo dejó en la casa y ella le preparó la merienda al pequeño mientras
este jugaba un rato antes de hacer los deberes.
-Me voy a los Ángeles -le dijo Nolan en la cocina.
-Me alegro mucho de que salgas de aquí.
-Mis padres no quieren.
-Normal.
-¿Quieres llevar el rancho?
-¿Qué rancho?
-El mío.
-No, Nolan, con el mío tengo, no tengo tiempo de estresarme, tu rancho
es demasiado grande y yo quiero estar con Alex por la tarde.
-Entonces buscaré a alguien del pueblo que se ocupe unas horas.
-¿Se lo has dicho a Alex?
-Sí, quería hablar con él, por eso he ido a recogerlo al colegio.
-¿Cuándo te vas?
-La semana que viene. Le he abierto una cuenta, toma.
-¿Para qué?
-Le ingresaré un dinero mensual para él y lo llamaré.
-No lo necesita.
-Es mi hijo también Mónica, guárdalo para la Universidad.
-Está bien, si es lo que quieres… Muy bien, espero que seas feliz allí.
-Vendré a ver a Alex.
-Cuando quieras, pero él no irá allí, lo sabes.
-Lo sé, por eso vendré a verlo y lo llamaré.
-Muy bien.
-¿No te importa?
-No me importa que tomes tus decisiones. Gracias por tu ayuda en el
rancho.
-Te voy a echar de menos.
-Espero que no Nolan, espero que no.
Cuando su hijo de quedó dormido y él se fue, lloró como una niña
pequeña, había pensado toda su vida en ese hombre y había elegido a su
novia de toda la vida y a su otro hijo. Pero ella era fuerte, y pensaría solo
en su hijo, sacaría su rancho adelante, iría de vacaciones y se olvidaría de
esa locura de hombre. Ya le había dedicado demasiado tiempo de su vida.
El fin de semana Nolan la llamó para ir a por el chico y ella le dijo que
no, que si querían verlo sería en casa y le preguntó por qué y se lo dijo sin
contemplaciones, nadie le hacía daño a su hijo o que te atuviera a las
consecuencias.
Y él se pasó por la casa un par de horas a jugar con el chico y a
despedirse de él, mientras ella se fue al barracón.
-Te dejo, voy al barracón, llámame cuando te vayas.
Y allí se sentó con los chicos a hablar con ellos y a conocerlos. Al
menos pasó un rato ameno con ellos
Cuando se levantó a por un café, West le preguntó:
-¿Y Alex, lo has dejado solo?
-No West, ¿cómo crees?, está con su padre, se va a los Ángeles con su
novia embarazada
-Vaya por Dios…
-Seguro que ya lo sabes, Luc es del pueblo y esto es un pueblo pequeño.
Y él y yo fuimos al colegio y al instituto, aunque era mayor que yo, pero
era un buen chico.
-Bueno, algo he oído, pero no toda la historia.
-¿Te interesa?
-Si quieres contármela…
-Cuando haya menos público, te la contaré algún día.
-Bien, como quieras.
-He mandado a Lina a comprar un buen pavo y tarta de calabaza para
Acción de Gracias, comemos todos en el barracón juntos. Claro los que
nos quedemos, así que tienes trabajo, -Me encantará.
-Lina te echará una mano.
-Estupendo.
El 25 fue a casa de los padres de Nolan y les dio sus regalos y ellos a
ella y a su pequeño, hasta Oscar la saludó y le dio un regalo.
-¡Ay que ver qué señorito te has vuelto! Mira cómo vistes, y un reloj de
oro- Y Oscar se reía.
-Y tú también, aunque tengas esa pinta de vaquera. Eras una niña tímida
y fea.
-Hombre gracias -Y se reían.
-Me acuerdo cuando mi padre me obligó a llevarte al baile.
-Sí, y no querías.
-Sí -y se reían, -que me lo pida ahora…
-Anda, anda. ¿Tienes novia? – le preguntó mientras los abuelos estaban
con el pequeño y los regalos.
-Sí, estoy saliendo con una chica. Tenía trabajo, por eso no ha venido y
me voy pronto.
-Me alegro Oscar.
-Es una buena chica.
-Ya era hora
-Si. -Y se reía -¡Quién me lo iba a decir con lo que fui!
-De verdad.
-Pero tengo un trabajo estresante.
-Sí, ser bróker no es fácil, yo me quedaría ronca.
-He visto lo que has hecho en el rancho, lástima que tenga que irme
pasado mañana. Quiero pasar el tiempo con mis padres, desde que Nolan
se fue.
-Sí, fue un palo para ellos
-Siento lo que te hizo, Mónica, si lo llego a saber no lo dejo irse contigo
aquella noche.
-Pero tengo a mi hijo.
-No sé cómo ha podido elegir a Pam, no terminaran bien, es la historia
de una relación infeliz, y más después de perder a la niña.
-¿Cómo que ha perdido a la niña?
-¿No lo sabes?
-No, ¿Que ha pasado?
-Mis padres están tristes y no habrán querido decírtelo. Mi hermano
está hecho polvo. La niña murió en el parto. Es decir por lo que sé, había
muerto días antes. Y ella no puede tener más hijos por no sé qué historia.
-¡Joder, Oscar! Es un palo para los dos.
-Sí, es una putada.
-Nadie me ha dicho nada. Tampoco les pregunté a tus padres. Me dan
pena. Ya tienen bastante.
-Sí, a pesar de que nunca les gustó Pam están ahora tristes, pero creo
que más por mi hermano. A ti, siempre te gustó desde pequeña.
-Siempre me gustó tu hermano, pero creo que dejó de gustarme en un
momento de cobardía.
-Se casan en abril aunque parece que ella tiene una depresión, pero se
casan. Creo que irán mis padres yo no sé si podré asistir. Haré lo imposible
por ir.
-Yo me alegro, no me gustaría que me dejaran sola en un momento
como ese.
-Ya sabes cómo ha sido siempre.
-¿Tu hermano tiene trabajo? -Le preguntó ella.
-Sí ha encontrado en una empresa de turismo como director de
contabilidad.
-Vaya, me alegro.
-Por enchufe.
-Muchos trabajos son por enchufe, Oscar.
-El mío, no.
-Bueno, tu hermano es bueno en lo que hace.
-Sí, es inteligente. Tienes un hijo maravilloso, no sé por qué no se
quedó contigo.
-Yo tampoco – Y empezaron a reír.
CAPÍTULO SEIS
Por la tarde descansó leyendo y su hijo jugaba con los juguetes de los
reyes. Merendaron y a las seis la llamó Nolan.
-¡Hola Mónica!
-¡Hola Alex!, siento lo de tu hija.
-Gracias.
-Te pongo a Alex.
Y estuvo una hora hablando con su hijo. No sé qué hablaban pero el
pequeño se reía a veces.
Mónica, habló con los abuelos y con su hijo y aceptó quedarse con los
abuelos esa noche.
-Debes salir más hija, mira que un día desde que llegaste… Vienes a
por él, el domingo por la tarde. Aquí tiene juguetes. Y le leeré un cuento.
Y hay tele.
-Gracias señora Wilson.
-Al contrario. Estamos encantados. Tiene su habitación aquí para
cuando quiera.
-Si pasa algo, me llaman.
-Sal tranquila y no te preocupes por nada.
El sábado, cuando West les dio de cenar y recogió la cocina, se dio una
ducha y se vistió, con unos vaqueros negros, botas negras, camisa azul y
un abrigo negro.
-Ey… West, ¿Dónde vas? -Le dijeron los chicos que no habían salido.
-Tengo la noche libre. Ya sois grandecitos.
-Ay West va a buscar una chica, ya pensábamos que… Y él se reía.
-Cuidad bien esto y apagad las luces.
Tomó su todoterreno y aparcó frente a la casa de Mónica.
Ella se había puesto un vestido verde botella de media manga, estrecho
hasta media pierna, medias y botas vaqueras de vestir negras, su abrigo y
su bolso, se perfumó y se dejó el pelo suelto. Y le abrió la puerta.
-¡Madre mí Mónica!, ¡Qué guapa, así cómo quieres que te deje sola
mujer!
-¡Qué tonto!, anda vamos.
-¿Y el peque?
-Lo llevé esta tarde con los abuelos. Están encantados.
-Pues nos vamos -y le abrió la puerta del coche.
-¡Estás guapo!
-Soy guapo.
-¡Que tonto eres!
-Anda sube, preciosa.
Y ella subió y le cerró la puerta...
-¿Dónde vamos primero?
-A cenar. Solo hay un restaurante en el pueblo.
-Dios cuánto hace que no salgo, estoy nerviosa.
-Si es que no puede ser mujer.
-Ha hecho frio y no me apetecía.
-Ya saldrás más con la primavera.
Sí, sí, oh Dios Qué feliz, Dios mío concédeme este hombre, es perfecto.
Deja que me quiera y que se enamore de mí y yo de él. Está… tan bueno y
es tan guapo. Y no se deja dominar y eso me gusta. Tiene las cosas claras.
Ay qué feliz soy. Tengo las piernas oxidadas. No me puedo mover. Sí,
voy a salir con él.
Decía hablando sola en la casa.
Se levantó y se tomó un desayuno, hizo la cama y pensaba comer al
mediodía en el barracón y tomar café con los chicos. Por la tarde iría a por
Alex, pero llamó para ver si estaba bien, y estaba encantado con los
abuelos.
Cuando salió fuera, fue a casa de Lina. Ésta le abrió sorprendida.
-¿A qué se debe tu visita?
-¿Qué haces?
La cena para James y para mí, esta noche, pasa. ¿Y Alex?
-Con sus abuelos. ¿Estás sola?
-Sí, ¿Por qué?
-Tengo que contarte algo Lina. Y le contó toda su vida mientras Lina
hacía la cena en silencio.
-Hija eres joven para haber pasado tantas muertes, pero ya hace tiempo
de todo, incluso de Nolan.
-Habla con su hijo todas las semanas, antes todos los días, pero ahora
todas las semanas y le manda 1000 dólares al mes que se lo guardo para la
universidad. En el fondo me da pena que no pueda tener hijos.
-Se portó mal contigo, Mónica.
-Sí, pero suelo perdonar.
-¡Qué mujer!
-Estoy feliz ¿sabes?
-Cuenta eso.
-Anoche me acosté y salí con un hombre.
-Ya puedes contar.
-Con West.
-¿El cocinero?
-Sí, el mismo.
-Madre mía Mónica, está de muerte.
-¡Estás casada!
-Pero no ciega, menudo tipo. Sabes, me alegro mucho por ti, espero que
sea un tipo estupendo y te trate bien.
-El sexo con él es…
-Eso no me lo cuentes.
-Vamos que tu James…
-Sí, pero no quiero que me pongas los dientes largos con Jason Momoa.
-Y ella empezó a reírse.
-Me encanta la pareja que hacéis, tan pequeña y él mide 1,90, y es
fuerte.
-Es especial, solo espero que la vida me dé la felicidad que no me ha
dado. Me la merezco Lina.
-Te la mereces. Y si no sales con ese hombre, te las verás conmigo.
Creo que te adora,
-¿Cómo sabes eso?
-Tengo ojos.
-¡Ay Lina! -y la abrazó
-Anda ve un rato antes de que vengan los chicos.
-Voy, hasta luego Lina, te quiero…
-Anda sí. -Y Lina se reía.
-Ojalá te salga bien, Mónica, lo mereces. Dijo cuando salió de su casa.
Eres una buena persona.
Nolan se enteró por su hijo que su mamá se casaba con West el cocinero
y maldijo el día que lo contrató. Las cosas no le iban bien con Pam, nunca
le fueron bien y ahora su hijo llamaba papá a otro hombre y a él papá
Nolan, como si fuese su abuelo.
-Pásame a tu madre Alex. Pequeño, te llamo la semana que viene.
-¡Hola Mónica!, Dice Alex que te casas.
-Sí, el 14 de febrero.
-Con West, el cocinero.
-Sí, con él. Es el hombre de mi vida.
-Que seas feliz.
-Lo soy Nolan, como nunca en mi vida.
-El niño lo llama papá.
-Y a ti también y sabe que tú eres su verdadero padre, pero quiere
llamar papá a alguien.
Espero que a Pam y a ti las cosas os vayan bien.
-Sí, nos van bien. Algún día iré a verlo.
-Aquí está cuando quieras. Y tus padres lo tienen cuando quieren.
Bueno tengo que dejarte Nolan, tengo que preparar muchas cosas.
Cuando por fin llegaron a Manhattan, a la dirección que les había dado
el agente inmobiliario por teléfono, aparcaron en la puerta y ella se bajó a
que el agente le diera las llaves. Le dijo que entraran al parking, plazas
530 y 531, y le dio el número del apartamento. En planta 18, número 1808.
Y fue a decírselo a West y a Alex que metieron los coches en el parking y
fueran subiendo cajas en los ascensores, porque ella se iba al apartamento
con el agente a firmar.
Entre todos los chicos fueron metiendo cajas en los ascensores y ella
subió primero con el agente, firmó y este le dejó una copia ya que le había
hecho una transferencia y había quedado en que le cobraría los días que se
quedaran solamente, ya que iban a necesitarlo para comprar un
apartamento más grande y un local o en cualquier caso alquilar el local.
-Abra si quiere y se la enseño -Le dijo el agente.
-Vamos allá. ¡Ah!. Es bonita
-Es lo que me pidió, bonita, limpia y con tres dormitorios, solo tendrá
que meter la comida. Tiene dos baños, uno en el dormitorio y otro en el
pasillo.
Está bien, tiene un concepto abierto, y es para unos días.
-Sí.
-Le dije que buscamos uno mucho más grande de al menos cinco
dormitorios y un gran despacho, con baños al menos en cuatro o dos
dobles. Tengo gemelos. En ese momento entraban los chicos metiendo
cajas y bajaron a por más.
-Este nos gusta, para estar hasta que encontremos uno para comprar.
-Bien, ¿En qué zona? -anotaba el agente.
-En alguna zona de Manhattan que sea juvenil, con bares, restaurantes,
una zona de trabajo de negocios, queremos montar una cafetería o
restaurante, ya veremos, y queremos un apartamento cerca y un colegio e
institutos cerca también. No queremos un local traspasado, preferimos
ponerlo a nuestro gusto, es más barato que si tiramos y levantamos. Entre
ochocientos y mil metros cuadrados.
-Bueno, intentaré encontrarle algo. De momento este les viene bien.
-Sí, nos apañaremos hasta que nos encuentre pronto lo que nos gusta.
-Tienen las dos plazas de garaje que me pidió.
-Gracias.
-Tome mi tarjeta, estamos en la avenida paralela de arriba, en este
número. Me pongo a buscar lo que necesita y la llamo.
-Gracias. Lo antes posible por favor.
-No se preocupe.
-Muchas gracias.
-A usted señora Mónica. Les dejo que se instalen.
-Adiós, adiós.
Y ella fue metiendo las cajas enumeradas en los dormitorios. Había
pedido tres dormitorios, uno con dos camas. Y en cada dormitorio metió
las cajas de cada uno y sus maletas.
Por fin subieron los chicos con todo.
Y West, la abrazó mientras los chicos abrían cosas en su dormitorio.
-¿Habremos hecho bien nena?
-Ya no hay vuelta atrás, pero me gusta, es distinto hay gente por la calle
como loca andando, una barbaridad. Es un gran cambio, pero los chicos y
tú estaréis mejor y os gustará, lo sé.
-¿Y tú?
-Yo, donde esté mi hombre y mis hijos estaré bien, y esto no está mal,
ya le he dicho al agente que nos busque lo que queremos, espero que nos
llame pronto y lo vemos.
-Mi amor, te quiero.
-Yo también a ti.
-Mañana sacamos una cuenta para Alex con tarjeta para la Universidad
y le iremos metiendo cada mes. He pensado 2000 dólares al mes pero le
meteremos unos 25.000 al principio para libros y lo que necesite y le
compramos un coche. Vas tú con él, nuevo, pero no demasiado grande
West, unos diez mil más o menos. Y un seguro. Y los gastos se los
domiciliamos en la nuestra, la comida, estancia matrícula, si no le dan
beca. Hay que comprarle ropa un pc nuevo, y bueno, un móvil y varios
pendrives. Luego que compre lo que necesite.
-Me parece perfecto.
-¿Sí?
-Sí, lo necesita.
-Gracias cielo. No me parece justo utilizar la cuenta de su padre y de
sus abuelos y pagar la de los otros pequeños de la nuestra. Se la
guardaremos hasta que acabe la universidad y se la damos.
-Es una buena idea. Sabes que en eso estoy de acuerdo. ¡Qué haría yo
sin ti!
-Nada bobo. Tendrías una mujer modelo de piernas largas. Eres un
tipazo a los cuarenta.
-Ven aquí anda y no digas tontería, aun me falta un año para eso. -Y la
tiró en la cama.
-Pero estás loco, están los chicos…
-Sí, en sus habitaciones y cerró la suya,
-Por Dios nene…
-¿Qué? ¿No quieres a tu marido?
-Más que nunca…
-Entonces no hagas ruido.
Y se la llevó al baño y allí le hizo el amor contra la pared como un loco
entrando y saliendo de ella.
-¡Ay por Dios West! Ummm…
-No hagas ruido, preciosa.
-Por Dios, es que no aguanto West. Y este la besaba para que no hiciera
ruido hasta acabar corriéndose en ella, cuando supo que ella tenía un
orgasmo. Conocía su cuerpo a la perfección.
-¡Ah qué bueno eres mi amor!
-Eso lo sé -bajándola despacio.
-No te vuelvas vanidoso.
-Ummm me encantan las tetas que te han salido y esos pezones me
vuelven loco.
-Tantos hijos…
-Son bonitas.
-Se me están cayendo.
-Yo te las subo con la boca.
-¡Qué brutillo eres mi amor! -Y lo besaba, anda tengo hambre.
Y se cambió de ropa y él también.
-¡Qué buen estreno!
Y ella lo abrazaba.
-Tengo hambre chef.
-Salimos a comer primero y nos traemos entre todos una compra.
Cuando West, tenía que ponerse serio con ellos, se ponía. Mónica era
más blanda. Pero él era más estricto y los chicos lo respetaban.
-Venga a comer. Salimos fuera.
Y salieron a una cafetería cercana y se sentaron.
-¿Podemos pedir lo que queramos? -dijo West, uno de los gemelos.
Claro, faltaría más, hijo. -Dijo Mónica.
Y cuando les sirvieron los platos, ella vio feliz a todos sus hijos y a su
familia, como hablaban con su padre y él la miro interrogante y supo qué
pensaba. Y le dijo al oído:
-¿Eres feliz?
-Tengo una familia preciosa y un marido maravilloso.
-¿En eso pensabas chiquita?
-Sí. Estoy contenta.
-Te amo, lo sabes.
-Desde que entraste al rancho.
-Exacto nena.
-¿Os gusta Nueva York?
-Nos encanta.
-Espero que a Alex le guste la universidad. Se va lejos.
-Pero si estoy a unas horas.
-Es verdad, vendrás en Acción de Gracias y en Navidad y nos llamarás
al menos una vez o dos a la semana o cuando nos necesites. Ya tu padre te
dará las normas.
-Ya me las has dado.
-También te daré yo algunas. -Y se reían
-Mamá -Dijo John, que era muy gracioso. -¿Iremos a colegios nuevos?
-Me gustaría y que hablarais castellano.
-Ya hablamos.
-Bastante mal y eso que quiero que hablemos al menos en casa un poco.
-Es que es muy complicado, los verbos…
-Te voy a dar. Sí, esperemos un buen colegio público, nada privado,
como vuestro hermano. Los habrá buenos aquí.
Cuando terminaron, West pagó y ella le había preguntado al dueño de la
cafetería por un supermercado y un centro comercial.
Y le dijo que si bajaran un par de manzanas, encontrarían un centro
comercial y allí había un hipermercado dentro.
Y allí de dirigieron todos.
Su padre dijo que cogieran tres carros.
-¿Tres, West? -Dijo Mónica.
-Si nos sobra algo, nos lo llevamos al nuevo, pero no hay nada cielo.
-Es verdad.
Cuando pagó no quiso ver la cuenta. Una hora de compras estuvieron
entre todos.
Nos la llevan las seis.
-Jolín, -dijo Mónica, pues podemos comprar los pc y los móviles al
menos.
-Y la ropa, nos va a dar tiempo de todo.
Compraron los móviles, cinco ordenadores portátiles, dos más baratos
para los gemelos y los demás de última generación, completos, así como
tres pack de pendrives de diez cada pack, como los móviles, allí se
gastaron una pasta.
Y luego compraron una maleta grande para Alex. Y ropa para los tres,
de todo.
-Te has pasado en la ropa -le dijo Alex.
-Papá -mamá es una exagerada, no me va a caer en la maleta y tendré
que comprar allí de la universidad.
-Déjala, es feliz -le dijo cuando iban para al apartamento.
-Me ha comprado perfume caro.
-Para las chicas.
-Por Dios Papá.
-Eres presumido como tu padre y debes protegerte siempre, lo sabes.
-Sí. Lo sé.
-Yo solo tengo vaqueros y algo de ropa fina. -Dijo West cuando Mónica
los miró.
-Eso hay que solucionarlo. Ya iremos nosotros de compras, con los
chicos ya no nos quedaba tiempo.
-Mañana el coche y el banco y ya está Alex listo, espero que pronto nos
llamen de la inmobiliaria también.
-¿Tomamos la merienda?
-¿Qué hora es? -Dijo West.
-Las cinco, da tiempo, venga.
Y luego se fueron a casa. Los chicos metieron sus cosas en la
habitación con los móviles y los pc y ellos dejaron los suyos en el
dormitorio y colocaron la compra.
-¡Dios mío! Qué lista…
-Es que no había nada guapa. Estás hecha una señorita, solo gestionar
nada más.
-¡Qué malo eres! Si estaba loca de allá para acá llevando a los chicos,
deberes y mirando por mi rancho y por mi marido -y él, le dio en el
trasero.
-¡Qué tonto que me caigo!
-No te dejaré caer.
-Qué cansada estoy…
-Preparo cualquier cosa para la cena. Una tortilla y ensalada y se acabó
por hoy. Lo hago enseguida.
-Me ducho antes. -Dijo Mónica.
-Sí, y sácame algo de la maleta, cuando cene me ducharé yo.
-Está bien cielo. Lo besó y fue a sacar ropa y la colocó en las perchas de
los vestidores, ropa interior y casi toda las maletas de ambos. Si había que
recoger, luego se recogía.
Tenían la plaza de garaje 532 alquilada para el coche de su hijo, el que
iban a comprarle. Ya se lo dijo al agente.
Cuando estaban acostados por la noche…
-Le vamos a comprar un coche pequeño.
-Es mejor mediano, así le durará unos años para luego buscar trabajo.
-Está bien, no más de doce mil dólares.
-Bien, como tendrá su tarjeta, que elija su coche
-Vas con él tú y le metes 25.000 dólares para empezar. Y le pides una
tarjeta, que la guarde en la cartera con las demás tarjetas.
-Sí, en cuanto desayunemos, me lo llevo al banco y vamos a por el
coche. Y llamamos a la universidad. Ven aquí, que aún estoy muerto de
miedo, nena.
-Tenemos que hablar del restaurante, así que nada de nervios.
-¿Dime qué idea tienes?
-Un restaurante de noche, quieres dar desayunos a media mañana,
meriendas, cenas, qué, vegano…
-No sé nena, tengo un libro de recetas, hay que pensar.
-He pensado… -Dijo ella.
-¿Que has pensado cabecita?
-Si el local es grande, puedes hacer de todo, pero trabajarás mucho y no
quiero que estés desde las siete de la mañana hasta las una o dos de la
madrugada, eso no puede ser. Hemos de elegir cafetería o restaurante.
-Eso nunca me ha importado.
-Pero no quiero tantas horas sin ti y sin los chicos. Tenemos que elegir.
O haces un restaurante por la noche o haces hasta terminar la merienda,
cada cosa tiene que tener su aparte.
-¿Qué hacemos? Preciosa.
-¿Tú que hacías en el curso?
-De todo.
-Habrá que contratar a gente.
-¿Qué has pensado tú?
-¿Te lo digo?
-Sí
-Un lugar para desayunos y mesas tipo vintage, pero cómodas,
alrededor de todas las ventanas, bonito, alegre. Allí desayuna la gente de
negocios, y a media mañana ponemos pinchos tapas, montaditos, tipo
españoles con algunos veganos, mini hamburguesas perritos. Y las
meriendas cafés y tartas de todo tipo, al menos seis tipos de tartas o diez,
depende del mostrador. Con horarios para cada cosa. Por ejemplo a las
diez se acaban los desayunos y empieza el resto y a las tres empiezan las
meriendas.
Y las cinco se cierra, media hora para recoger entre todos. Con unas
veinte o veinticinco mesas y su barra. Metes a gente. Yo te gestiono las
compras, ventas y la contabilidad. Abrimos una cuenta aparte, para saber
si obtenemos beneficios.
-Me gusta esa idea, mejor que el restaurante, todo a la vez lo veo
demasiado.
-Por qué no vemos la zona cuando tengamos el local y vemos qué
horarios pueden ser mejores, así como cuotas de mercado, porque si es de
gente trabajadora, es mejor hasta la merienda.
-Es cierto.
-Puedes lucirte con las tapas y la comida del medio día. Si luego nos va
bien, podemos montar más.
-¡Estás loca mujer, tengo 39 años!
-Jovencito.
-¿Jovencito para qué?
-Para esto -Y se tumbó encima de él y lo besó, y bajó a su sexo duro.
-No te preocupes cielo, ya lo vemos.
-Si no, me preocupo, nena, por Dios…
-Shhh, los chicos…
-Mónica, nena, que me ohhh Dios, qué mala eres…
Y ella chupaba su sexo grande y le hacía lo que a él le gustaba y a ella.
Hasta dejarlo muerto.
-¡Dios pequeña! -Y con esas manos chiquitas y me matas. Nunca me he
podido resistir a ti, y así sigue siendo.
-¿Me quieres?
-Para siempre te quiero. No hay otra mujer para mí que tú, mi familia,
que mis hijos, todos, lo sabes.
-Lo sé y por eso te quiero. Alex es más tuyo que de Nolan.
-Lo sé. Es un chico estupendo ¿Verdad? -Decía satisfecho.
-Espero que esto nos salga bien mi amor. Tengo confianza.
-Ya veremos. Vamos a dormir nena.
-Sí, y se quedaron abrazados.
Había sido un día estresante y cansado. Cuando se despertó, estaba sola
en la cama.
-¡West! -llamó, pero no se oía nada.
Se levantó, se dio una ducha y se lavó el pelo. Cuando se había vestido
fue a la cocina.
-Estos se han ido. -Se dijo.
Tenía una nota en la cocina.
Y así fueron haciendo una gran lista de todo. West, estaba encantado
con las ideas de Mónica, y en eso sonó el teléfono.
-Sí, Henry, sí dime…
-Es el constructor -le dijo a ella tapando el teléfono.
-Lo sé -le dijo silenciosa.
-Mira West, lo que quieres decorado con ese suelo, la barra construida,
las taquillas y el despacho, el cuarto de limpieza, las cristaleras, alarma y
cocina, salida de humos y agua etc., Ya sabes todo menos lo típico
decorativo y electrodomésticos, solo luces empotradas halógenas. En fin
lo que hablamos con licencias incluidas, hasta la de apertura, impuestos,
los baños para el personal, para vosotros en el despacho, con todo te va al
millón y medio de dólares. Si empezamos ya el lunes, te lo tengo para
primeros de septiembre listo, y ahí te mando a la decoradora. Que ya más
o menos tiene una idea y va a trabajar conmigo. Ya os llamará ella con lo
que le dijisteis.
-Perfecto.
-¿Quedamos ahora y me das la llave?, Te empiezo cuanto antes.
-¿Te hago una transferencia?
-Estupendo.
-Dame el número, te lo ingreso y quedamos en la puerta.
-Perfecto, hasta ahora West.
-¿Dónde vas? –Le preguntó ella.
-A llevarle la llave y a transferirle un millón y medio, es lo que nos
pide.
-¡Qué barato!, esperaba más.
-Espera que metamos decoración y letreros y demás, máquinas... ¿Has
pensado el nombre? Tengo que decírselo para los permisos. No había
pensado nada.
-Café Manhattan Amder -dijo Mónica. -Me gusta.
-¿Te gusta ese?
-Me encanta, y es tu apellido.
-Pues le hago el ingreso, -Y cuando lo hizo.
-Dame un beso, vengo en un momento. Esto ya está en marcha.
-Sí, mañana seguimos. Por hoy está bien.
Los dos siguientes días salieron a dar un paseo con los chicos y
trabajaban en sus tapas y veían locales y decoración.
Y el viernes al mediodía la llamó la decoradora. Su casa estaba lista.
West, compró tres cerraduras y alarma ya tenía.
El sábado estaban en casa y entregando las llaves en la inmobiliaria que
les devolvió la fianza y les cobró lo que habían estado, ese fue el acuerdo.
Dejaron los coches en sus plazas y mientras West colocaba los
alimentos de la cocina que tenían en el otro apartamento, los chicos
sacaron y colocaron sus ropas, estaban locos con la casa y sus dormitorios
y despachos.
Ella les dijo que lo que había arrugado al cuarto de lavado en la
encimera de la plancha. El domingo por la noche, por fin, todo estaba
colocado, West había colocado todo lo de los despachos y conectado todo
con ayuda de los chicos, internet, en la alarma puso los números y se los
dijo a todos, tenían que recordarla, se encargó de las cerraduras de la
puerta y hacer copias para todos, y ella de planchar toda la ropa, hacer un
par de coladas, y los chicos de echar una mano, de forma que por la noche
como todo estaba listo y precioso a West le encantó, a todos, pero estaban
derrotados.
-Pero nena, esto es enorme nos vamos a perder.
-Pero es preciosa, las lámparas todo.
-Eso sí, te quiero, cuando haces algo, lo haces bien, lo reconozco
chiquita.
-Lo sé mi amor, pero ella sabía qué se refería.
-¿Pedimos pizza para cenar? Papá está cansado esta noche.
Y estrenaron la mesa del comedor para seis que le había puesto
preciosa la decoradora y que ella la llamó para agradecérselo. Ya
quedarían cuando la obra estuviese avanzada para el local,
-Ya estamos en casa.
-Papá, -Dijo Alex.
-Dime hijo…
-Mañana llamamos a la universidad.
-Sí, a media mañana, luego me paso por la obra.
-Espera hasta el fin de semana, el viernes. Tenemos que hacer cosas y
que los chicos salgan también. Además no habrán hecho nada, hombre.
-Es verdad, mejor hago tapas.
-No corras, ellos saben hacer su trabajo y vas a encontrar escombros.
Los meses pasaron, Alex vino por Acción de Gracias y su padre preparó
un menú especial, el viernes se fue con Nolan y los abuelos y el domingo
se fue a la universidad de nuevo. Volvió por Navidad, ella decoró el árbol
y la casa con los chicos y con West la cafetería y otra tarde fue a por
regalos para todos, y padre con ellos otro día para ella.
Y los meses pasaron y los años y seis años después, Alex terminó su
carrera y un máster de dos años y lo llamaron de un bufete de Nueva York,
para trabajar, ya que fue el tercero de su promoción, y en un mes debía
incorporarse.
Sus padres habían asistido a la graduación de la carrera y del máster en
derecho financiero.
Y volvió a casa, con 24 años, un joven guapo, fuerte e inteligente.
Ocupo su habitación y su estudio y lo modifico. Ese año habían pintado
toda la casa antes de que acabara Alex, y la cafetería, la pintaban todos los
años, pero cambiaron un poco la decoración. Había que hacer cambios
cada cinco o seis años.
De nuevo tenía en su casa a todos sus hijos reunidos. Los gemelos,
tenían ya 16 años y estaban en el instituto, apenas le quedaban dos cursos e
irían a la universidad pronto.
Eran cuatro hombres grandes y presumidos los que tenía en casa,
bajaban al gimnasio y a la piscina y eran estupendos, ella a veces bajaba
también al menos tres tardes a la semana si podía y West, cuando se
levantaba temprano. Desde el rancho estaba acostumbrado a madrugar. Y
le venía bien el ejercicio.
Y así pasaron otros dos años y Alex cumplió 26 años en marzo y ese
mismo año, terminaban los gemelos el instituto en junio.
Y el domingo les dijo a sus padres que quería independizarse, que
ganaba un buen sueldo y que había encontrado en la misma avenida, justo
entre sus dos padres un apartamento de tres dormitorios y un despacho,
por siete millones y su padre le dio cuatro para comprarlo.
-Pues nosotros te damos el resto y te lo decoramos. Te daremos otros
cuatro.
-Está pintado y reformado, solo faltan los muebles. Os quiero a todos lo
sabéis.
-Sí. Te transferimos cuatro y así tienes para los impuestos y para
decorarlo a tu gusto todo y puedes llevarte lo que quieras de casa, así si los
gemelos quieren dormir solos, que ocupen tu dormitorio.
-Sí, -dijeron -cada uno su dormitorio y despacho.
Y así su hijo Alex vivía relativamente cerca en un piso que le dejaron
precioso. Contrató una señora un par de horas al día y ganaba un buen
sueldo.
II. ALEX
ERINA ALCALÁ
Seré un ladrón de minutos
Para estar más tiempo contigo.
CAPÍTULO UNO
Justo el año que se cambiaron a Nueva York, Alex recibió una beca para
estudiar en Harvard, había solicitado Derecho y allí, conoció a su mejor
amigo, de Wyoming, de Cheyenne, la capital y durante los seis años que
permanecieron en la universidad, fueron los mejores amigos. Iban juntos a
todos lados, estudiaban, salían con chicas. Más un tonteo que otra cosa los
primeros años, pero el cuarto año de universidad, Alex creyó enamorarse
de una chica que en una de las fiestas que hicieron, chocaron y ella le echó
su refresco encima.
Tenía 21 años y cuando miró la cara de esa chica asustada y preciosa,
supo que había tenido la mayor suerte del mundo.
-¡Ay Dios! Lo siento, siento haberte echado…
-No pasa nada, ha sido un accidente- Dijo él casi encantado.
- Lo siento de verdad- Dijo de nuevo la chica.
-Te lo perdono si vienes a que me cambie.
-¿A tu habitación?
-No te voy a comer.
-¿Qué estudias?
-Derecho ¿y Tú? -Le preguntó Alex.
-Yo también.
-¿Que año?
-Cuarto.
-Yo tercero- Dijo ella.
-Pero no eres de aquí por el acento, digo…
-No, soy española, de Málaga. Marbella en concreto.
-¿En serio?
-Sí, ¿Por qué?
-Yo nací allí, mi abuelo también lo era y mi madre, pero me viene a los
casi seis años a Wyoming a nuestro rancho, ahora vivimos en Nueva York-
Le contaba mientras caminaban hacía su dormitorio.
-¡Qué casualidad! Yo soy de Marbella y mis padres quisieron que
estudiara en esta universidad.
-¿Tienes beca?
-No, ¿Tú sí?
-Sí- Dijo Alex.
-¡Qué suerte!
-¿Cómo te llamas?
-Sofía ¿Y tú?
-Alex encantado, ya llegamos y me cambio.
-Vale.
Y lo acompañó a través del campus y se metió en el baño y se cambió.
-Bueno, ya está. ¿Volvemos a la fiesta?
-Sí.
-¿A qué se dedican tus padres?
-Mi padre es médico y mi madre también.
-¿Son ricos?
-No demasiado, solo que ganan bien y mis abuelos me dan algo para la
universidad.
-¿Tienes más hermanos?
-Sí, tengo uno mayor. Julio. Es policía en Málaga, pero ya es
independiente.
-¿Qué edad tienes?
-20, pronto cumpliré 21 en marzo.
-Yo 21. Y cumpliré en unos meses 22. Nunca te he visto por aquí
-Siempre estoy en la habitación o en la biblioteca. Tengo que estudiar,
no puedo dejar que mis padres se sacrifiquen y no aprobar los exámenes.
Alex terminó su master, pero nunca olvidó a Sofía, estuvo dos años en
casa de sus padres y lo llamaron para trabajar en un bufete, y a los 26 años,
se independizó, tenía trabajo, un apartamento situado en la misma avenida
que vivían sus dos padres, y que le pagaron y decoraron entre ambos
padres, y además tenía dinero.
Sus abuelos cuando vendieron el rancho le habían dado un millón de
dólares que su madre junto con lo que le había ido dando su padre Nolan a
lo largo de los años, recibió. Y su cuenta fue aumentando con los dos años
que vivió en casa de sus padres y que no quisieron cobrarle nada.
Vivía feliz, tenía todo, chicas no le faltaban y a veces veía a su amigo
Jim que se mudó a Nueva York y seguía con Karen y cuando los veía
juntos, se acordaba de Sofía, pero eso ya no podría ser.
Sin embargo, ninguna chica fue como Sofía en esos años.
Sofía por su parte, al año siguiente y con uno de retraso, tuvo que
repetir curso en Málaga, el último de Derecho, en cambio el master duraba
un año allí, así que cuando acabó tenía 24 años y vivía con sus abuelos.
No había olvidado a Alex y nunca más salió con otros chicos.
Quería ir a Nueva York, pero ¿Cómo encontrarlo?, quizá tuviera novia,
quizá… Pero iría.
Así que una noche cuando había acabado su master quiso irse a Nueva
York y así se lo dijo a sus abuelos que, acongojados, no querían perder a su
nieta.
Su hermano en cambio le dijo que si ese era su deseo, se fuera y
probara, si no, que volviera. Era su vida.
-Pero abuelo, está mi hermano Julio, he hablado y con él y con
Manuela.
-¿Y qué te ha dicho tu hermano y tu cuñada?
-Que haga mi vida. Hemos repartido el dinero y vendido la casa de mis
padres.
-¿Y cuánto tienes hija?
-Después de pagar el máster, casi 500.000 euros, serán más en dólares,
alquilaré un apartamento en Manhattan.
Donde vivía Alex con la intención de verlo. Esa era la única intención,
encontrar trabajo también, pero verlo…
-Un apartamento pequeño y buscaré trabajo en un bufete.
-Está bien cariño, te daremos algo más nosotros y a tu hermano. Si es lo
que quieres...
-Me iré cuando pasen los reyes, me quedaré aún un par de meses
mientras renuevo el carnet, vendo el coche y quiero pasar las Navidades
con vosotros.
-¡Ay cariño! que lejos tan sola y con 24 años…
-Cuando me vaya tendré casi 25. Los cumplo en marzo abuela.
-Los que sean, eres tan joven y esa ciudad es tan grande, tan lejos… Y
estarás sola.
-Abuela, vendré todos los años a veros, lo prometo, en vacaciones
estaré con vosotros.
-Mi niña…
A los diez minutos entró Alex en el despacho y vio a una mujer sentada
de espaldas y su corazón dio un vuelco, no podía ser…
Pero era. Ella se levantó y se dio la vuelta. Estaba preciosa y ambos se
pusieron nerviosos.
-¿Sofía? ¿Pero qué haces aquí?
-¡Hola Alex! ¿No me saludas?
Y se abrazaron y él sintió los pechos de ella en su cuerpo, su calor, la
sensación extraña de que no la había olvidado. Y de que era la única.
-Me alegro de verte, sabía que llegarías lejos.
-Y tú también.
-Estoy trabajando para un bufete menos ostentoso que este. Tu novia
me ha dejado aquí en tu despacho, es preciosa Alex.
Y él se sintió desazonado, porque cuando la vio, el mundo desapareció
bajo sus pies. Cuando estuvo con ella, era una jovencita, pero ahora era
toda una mujer preciosa y elegante.
-Pero cuéntame desde cuando estás aquí, todo eso- y ella le contó todo.
-¿Pero por qué no me has llamado antes, en cuanto volviste?
-No quería por si no me quedaba en Nueva York. Tenía miedo de que
estuvieses con otra mujer, no…
-¡Joder Sofía, si me hubieses llamado!
-¿Por qué?
-Llevo siete meses saliendo con Marie.
-¿No hubieses salido con ella?
-Por supuesto que no, no te he olvidado a pesar de todo, lo sabes, estuve
enamorado de ti, mucho. Eras toda mi vida y ahora estás aquí y nada ha
cambiado Sofía.
-Lo sé y yo también y sufrimos mucho, pero ahora solo nos queda ser
amigos.
-¡Joder, maldita sea!, ¿Y has venido a verme?
- En parte, pero tengo un caso con Jack.
-¿Con Jack?, es criminalista.
-Como yo. Quiere ir a juicio.
-Te despedazará en el juzgado.
-Ya veremos.
-¡Joder!
-A cambio me ha invitado a salir.
-Se acostará contigo seguro.
-Bueno, no estaría mal, Alex, tú tienes novia.
-¡Madre mía Sofía!
-No tenía que haber llegado Alex, perdona y se levantó para irse, no
quería que tu vida cambiara. Ni quiero, solo quería saber cómo te iba la
vida.
-No puedes aparecer en mi vida e irte de nuevo. No te dejaré.
-Alex, Marie es una chica encantadora y no voy a salir contigo, si es eso
lo que pretendes.
-¿Sales con alguien?
-No con nadie, pero esa no es la cuestión, vamos Alex, tengo que irme.
Ya te he visto.
-No es así la cuestión, Sofía. Dame tu teléfono.
-Con una condición, no quiero que tu vida cambie, solo como amigos.
-Está bien, como amigos- Y a ella no le sonó convincente.
-Te dejo ya. Tengo asuntos pendientes.
Y lo abrazó.
-Vamos, reflexiona, no seas impulsivo, lo nuestro fue y se acabó, Alex.
-¡Dios Sofía! Eso ya lo veremos. Te llamaré.
-Muy bien.
-Adiós Alex.
Y un cuerno- dijo cuándo se fue. Esto es el principio. Acaba de empezar
y esta vez no te dejaré marchar. Conocía a Jack, se acostará con ella.
¡Maldita sea! Pero qué, joder… joder… menudo puto día llevo.
Sofía sabía que había sido un error en el momento en que Alex se puso
alterado al verla. Ella también y estaba fantástico, guapo y elegante, era un
hombre, no el joven que conoció sabía que no podía ser suyo, ni ella era de
las que destrozaban parejas. No debía haberlo visto desde que Jack le dijo
que tenía novia, pero no se esperaba bajo ningún concepto que rompería la
relación de Alex.
No quería, no quería hacerlo infeliz, al contrario, quería que fuese feliz
y su novia le cayó muy bien, era una buena chica, agradable y amable. No
debió hacerlo, pero ya no tenía solución.
Y ahora la llamaría y querría hablar con ella.
Bueno si era solo hablar no tendría inconveniente, pero hasta ahí.
Estuvo toda la tarde alterada, menos mal que no había quedado esa
noche con Jack, el lobo.
Porque ese hombre era peligroso y ella hacía mucho tiempo que no
hacía el amor. Y eso era peligro seguro. Pero era libre.
Se dio una buena ducha caliente y larga. Se secó el pelo y se hizo algo
de cena. No pensaba hacer nada más. Ese último día de la semana había
terminado con sus fuerzas, quizás el domingo o al día siguiente por la
mañana mirara los casos que llevaba para seguir preparándolos. Porque en
dos semanas, tenía que ir tres días al juzgado, era estresante, pero le
encantaba.
Había acabado de cenar y recibió una llamada. No tenía registrado ese
teléfono, pero sabía que era Alex.
-¡Hola Sofía!, ¿Molesto?
-No, he acabado de cenar.
-Pensé que habías salido.
-Mañana salgo a tomar una copa, es una de las pocas veces que salgo
Alex.
-Quiero verte, tenemos que hablar.
-Tienes novia Alex no sé de qué quieres hablar.
-De cómo nos ha ido, como tú dices como amigos.
-Está bien. Por la mañana y damos un paseo por el parque.
-Comemos al mediodía. Y tomamos café.
-Como quieras.
-Dame tu dirección- Y ella se la dio.
-Te recojo a las once.
-Me viene bien, así puedo trabajar un poco.
-Hasta mañana Sofía.
-Hasta mañana- Y registró su número en el teléfono porque sabía que la
llamaría más veces.
Alex, Dios mío, no quiero sufrir. – Se dijo. Durmió inquieta esa noche
sabiendo que Alex estaba con otra mujer. Quizá vivían juntos, o no, pero se
enteraría.
¡Qué bobo era! Pero había pasado una noche espectacular. Inmejorable.
Y lo necesitaba.
Sin embargo, para Alex la noche fue una pesadilla. En cuanto habló con
Marie y le dijo que quería dejarlo, ella se echó a llorar, a suplicar, a darle
un ataque de ansiedad, de pánico y él intentaba consolarla, quiso llevarla
al hospital debido al estado en el que se encontraba, pero ella se negó, se
abrazaba, sufría y se sintió débil para dejarla. Pero si algo tenía claro Alex,
es que no haría el amor más con ella.
El domingo llamó a su madre y le contó lo que había pasado.
-Hijo. Si no eres feliz, no puedes continuar esa relación, por más que
llore o le dé un infarto.
Mónica supo que a su hijo lo dominaba esa mujer y no lo dejaría ni él a
ella, y por pena no se tenía una relación, y así se lo dijo a su hijo. Y sufría
porque lo conocía, era un buen chico pero no quería que nadie se
aprovechara de él.
Alex se dijo que había cometido un error, mira que su madre se lo dijo.
Y había quedado como un hombre débil ante ella y eso no le gustó. No le
gustó nada que Sofía tuviese ese concepto de él.
Jack la llamó el domingo al medio día.
-¿Cómo está mi caperucita?
-Trabajando un poco, lobo.
-¿No dices mi lobo?
-Por si acaso tienes muchas.
-No hay nadie ahora mismo caperucita. Me invitas a café, así nos
despejamos.
-Sé cómo es la forma en que te despejas.
-No te quejaste anoche.
-Y no me quejaré en el café, anda ven.
-Estoy allí a las tres, a las seis tengo que venirme, tengo un juicio que
preparar para el martes.
-Vale.
-¿Tendremos con tres horas? -Bromeó ella.
-Suficiente.
-Un lobo que aúlla rápido.
-¡Qué mala eres conmigo!
-Aun no tengo práctica, pero me enseñarás. Soy buena alumna y estoy
dispuesta a aprender.
-No lo dudes pequeña.
Alex se sentía como su padre cuando tuvo que elegir y eligió mal y no
quería que a él le pasara lo mismo, no quería que la historia se repitiera,
porque su padre Nolan fue infeliz, aunque ahora estuviese en pareja con
una mujer, siempre había tenido a su madre en el corazón, él sabía que tan
solo una noche que pasó con su madre no la olvidó, cuanto más él, que
había pasado año y medio con Sofía. Y no sabía cómo quitarse a Marie de
encima.
El lunes, dos semanas atrás se enteró de que Jack salió y se acostó con
Marie. Fue a verlo a su despacho.
-Pasa, Alex qué raro que vengas a verme.
-Es un tema personal -Dijo Alex.
-Lo imagino siéntate, -Y Alex se sentó.
-Es por Sofía.
-Lo sé, sé que salisteis en la universidad, pero sales con Marie ¿No?
-¿Te has acostado con ella?
-Vamos Alex, yo no cuento mis relaciones, aunque la gente hable, yo no
te pregunto por las tuyas, pero si quieres a esa mujer, estás tiempo, deja a
Marie.
-Es complicado.
-Marie no es la mujer que piensas si quieres que te sea claro. Déjala y
tendrás a Sofía, pero si no la dejas, yo tampoco pienso dejar se salir de
momento con Sofía, no tenemos un relación como la tuya, apenas salimos
este fin de semana, pero me gusta.
-¡Joder Jack!
-¿Qué pretendes? Que espere dentro de cuatro años a que dejes a Marie,
tú no vas a ser capaz de dejarla. Es más lista que tú y hará lo impensable,
ten cuidado. Es un consejo de compañero.
-Vete al cuerno Jack.
-Mira Alex. Hagamos un trato, a mí me gusta Sofía, si eres capaz de
dejar en dos semanas a Marie, y te doy dos semanas, hablamos y me retiro
para que la conquistes si estás enamorado de ella. Dos semanas y ahora
siento decirte que me tengo que ir.
-Eso que dices es…
-Alex, o lo tomas o lo dejas, eres un buen abogado, pero en las
relaciones eres un poco ingenuo, te dejo. Cogió su maletín y le dijo a Alex:
-Vamos. Tengo que irme.
Y cerró su despacho y Alex bajó al suyo pensando y maldiciendo. Jack
no se iba a retirar tan fácilmente y le había dado dos semanas, y aunque
Jack tenía palabra, le parecía poco para convencer a Marie si se había
puesto como se puso el fin de semana anterior. Pero no podía estar con
ella.
Lo cierto es que empezó a gustarle Jack, era tierno, era pasional eran
mil hombres diferentes. No sabía encuadrarlo y todos le gustaban, ella se
lo decía que era multi hombre.
A él le hacía mucha gracia su acento y su ingenuidad.
También es que le llevaba siete años y cien de experiencia y eso lo
ponía. Enseñarle a ella todo, le encanta ver cómo se encendía le encantaba,
pero no quería quedarse pillado de ella, aunque se dio cuenta de que en
esas dos semanas no había pensado en ninguna otra y era feliz cuando
entraba al trabajo.
-Pareces contento ¿Eh?, le dijo un día un compañero suyo.
-Lo estoy.
-¿Una mujer interesante?
-Muy interesante.
-¿De piernas largas?
-Todo lo contrario.
-Me lo creeré cuando lo vea.
Cuando Jack la miró, se quedó con la boca abierta y ella lo miró con
adoración. Cuando llegó a su despacho todos la aplaudieron porque había
ganado a Jack Redmond.
Esa noche, Jack pasó por su casa a pesar de ser miércoles, con un ramo
de flores. Se quedó en el umbral con las piernas cruzadas.
-Anda, entra lobo.
-No puedo creerme que me hayas ganado, nena.
-No me conoces.
-Has utilizado la pena.
-Tengo mis recursos.
-Toma, te las mereces -Y le dio el ramo de rosas amarillas.
-Gracias, creí que no querías verme más después de eso.
-Qué tonta, pierdo juicios como los gano. Ven aquí caperucita, me has
comido en el juzgado y ahora voy a comerte antes de irme a casa, te lo
mereces.
-¿De verdad?
-Has estado fantástica, en serio. Has tenido suerte con ese juez, es débil.
-Gracias. De todas formas.
Y la cogió en brazos y llevó a la cama.
-Loco pervertido…
-Ummm, esto merece empezar por abajo como premio.
-¡Ay Jack! Ah Dios Jack…
-Me encanta cuando me dices eso.
-Ummm. Por dios Jack. Y él lamía su sexo y lo chupaba y sabía qué
hacer para que ella se derramase en su boca. Y lo hizo.
-Me encantas, lo sabes, y sabes bien, y hueles mejor. -Y se puso un
preservativo y entró en ella
-¡Ag, nena! La cogió por las caderas y la penetraba hondo.
-Me matas nena, no me aprisiones tanto que no te aguanto.
Y ella echaba la cabeza hacía atrás sujetando su trasero y las manos de
esa pequeña eran inexpertas pero le llegaban. Y explotaron juntos en un
clímax maravilloso.
-¡Ah nena!, lo necesitaba, desde el domingo… Y eso que tengo trabajo.
Y pellizcaba sus pezones, mientras se quedaba un rato con ella en la
cama.
-Me gustan tus pezones tiesos como un arco, sintonizantes.
-¡Qué bobo eres!, La antena la tienes tú.
-Muy graciosa, y la abrazaba. ¿Me das de cenar?
-Te doy de cenar.
-Luego me voy nena, nos vemos el fin de semana.
-¡Está bien!
Mientras cenaban, él le contó la visita de Alex.
-¿De verdad fue a verte por mí?
-Sí, me preguntó, bueno, quería saber si nos acostamos, tranquila no
cuento mis andanzas, que cada uno piense lo que quiera. Te quiere, Sofía,
está enamorado de ti.
-No lo creo Jack, llevo ya dos semanas y me llama y no la deja. Si me
quisiera la hubiese dejado ya, sobre todo por ella, yo, no querría estar por
pena con un hombre que no me quiere.
-No seas ingenua, no va dejarla, ya se inventará ella algo. Alex es un
buen hombre y le queda una semana.
-¿Una semana?
-Sí, le dije que si dejaba a Marie en dos semanas yo me retiraba. Si aún
estás enamorada de él y por eso has venido Sofía y lo sabes, y te quiere.
Me retiro, en serio. Pero me temo que no podrá y si no lo hace, no te
merece. Eres una gran mujer.
-Estoy que no sé qué pensar. Y estoy enfadada contigo.
-¿Por qué? Lo he hecho por ti.
-No te lo he pedido.
-¿Pero por qué te enfadas?
Y a ella se le saltaron las lágrimas…
-Vamos pequeña, no llores, ¿Por qué?
-Quiero que te vayas.
-¿Me lo dices en serio?
-Sí, en serio.
-No quiero irme si te quedas así.
-De verdad Jack quiero estar sola.
-Está bien, te dejo, te llamo luego.
-No, prefiero que no lo hagas.
-¿Quieres terminar?
-Necesito pensar.
-Como quieras. Te dejo, lo siento si he hecho algo que te hay
molestado.
Y le dio un beso en los labios y se fue. Y se fue preocupado porque no
sabía qué había hecho mal con ella, tan solo ser generoso, por ella, si
estaba enamorada de Alex, aunque a él le gustaba, la dejaría libre.
A él le gustaba, nada más y lo pasaba bien con ella y se sentía bien a su
lado, pero nada serio. Nunca lo tenía con ninguna mujer.
Pero lo otro era distinto.
¡Joder qué había hecho Jack!
Sofía estaba enfadada con Alex y con Jack, con Alex por ir a enterarse
de si se había acostado con Jack que era en definitiva lo que le molestaba y
con Jack por decidir por ella y no por él mismo.
El día había terminado de la peor manera posible y se planteó dejar a
Jack, de todas formas, habían salido apenas dos fines de semana. Y cuando
la llamó y ella estaba en la cama, no le contestó.
Y Jack, le mandó un mensaje:
Pero ese fin de semana ocurrirían algunas cosas inesperadas. Alex sabía
que no le quedaba mucho tiempo para dejar a Marie, o lo de Jack y Sofía
podía alargarse y con ello su sufrimiento, pero cuando llegó el viernes a
casa, a Marie le dijo que tenían que hablar.
Sí que tenían que hablar y en serio. Lo sentía por ella, lo sentía en el
alma. Se pusiera como se pusiera.
Pero Alex, se iba llevar una sorpresa como la que se llevó, cuando
Marie llegó a su casa y le dijo que estaba embarazada y a él se le cayó el
mundo encima. ¿Quería hijos? Sí, ahora no, todavía era joven y no los
quería con Marie, quería hijos con Sofía, si es que alguna vez tenía hijos.
Y Alex se desesperó y supo que la había perdido porque él no haría lo
que hizo su padre, abandonar a su hijo. Y ya no habría decisión posible,
llamaría a Sofía y se lo diría y cerraría con todo el dolor se su corazón ese
capítulo de su vida.
Comió fuera y llegó a casa a la hora del café, compro una tarta en la
cafetería cercana, pequeña y llamó a Jack.
-Ya estoy en casa.
-¿Sigues enfadada conmigo?
-Estoy enfadada, sí.
-Voy, y hablamos, estoy en media hora.
POSITIVO
En toda regla y ella que había pedido cita a la ginecóloga para tomar
pastillas. La tenía el martes a las seis a la salida del trabajo. Y ahora todo
iba a cambiar.
Y se desplomó en el sofá. Iba a tener a su hijo, sola, como todas las
madres solteras, si volvía Alex bien, pero si no ahora su hijo era la persona
más importante de su vida.
Conforme avanzaba el día se tocaba el vientre y supo que ahí había
alguien por quien luchar, su bebé y se iba a poner manos a la obra,
alegrarse y ser feliz. Nada de tristeza, no quería que su bebé llegara al
mundo con una madre triste. Era joven. No necesitaba a nadie, cuando lo
tuviese tendría una chica interna una semana y luego ella con su
maternidad, no necesitaba a nadie y después una guardería.
En cuanto fuese a la ginecóloga, buscaría otro apartamento. Eso estaba
claro. En un lugar tranquilo de Manhattan, con un dormitorio más.
Alex, por su parte, le dejó las cosas claras por una vez a Marie,
seguirían como estaban saliendo solo para las cosas del pequeño y si la
necesitaba y se haría cargo de su bebé, pero no vivirían juntos, de
momento, ni pensaba casarse con ella porque no la amaba. Y a Marie con
eso le bastaba, no le quedaba más remedio. Aún tenía esperanzas.
A los dos días el agente la llamó y quedo por la tarde el viernes para ver
un par de ellos que tenía en un edificio.
Y los vio, los dos, en el mismo edificio con plaza de garaje cerca del
trabajo con el mismo precio que pagaba en el otro y una habitación más.
Una se la vaciaban como quería ella.
Los dos eran prácticamente iguales, pero ella eligió el recién pintado,
no tan alto, en la planta 12 y el que mejores muebles tenía y los colores
también le gustaron. Tenía de todo y se quedó con el, se cambiaba ese fin
de semana.
Allí mismo hizo el contrato y rescindió el otro, adecuaron el dinero y
quedó en llevarles las llaves del otro el lunes por la tarde.
Así que el viernes preparó todo lo del despacho de casa en una caja e
hizo algunas maletas y el sábado se levantó temprano, se fue con el coche
y productos de limpieza y le dio al apartamento, puso coladas y al medio
día estaba todo limpio. Salió al súper que había cerca y e hizo la compra
semanal, se traería todos los productos que tenía en el otro apartamento.
Vio la guardería, le encantaba, justo enfrente y diez minutos andando su
trabajo.
Le gustó mucho la tranquilidad de la zona. El parque lo tenía a 20
minutos. Decoraría la habitación sin prisas, cada mes pondría y compraría
algo.
El sábado por la tarde se echó un rato en el sofá de casa, estaba cansada
y por la tarde llevó casi todo, excepto la comida. Últimamente se cansaba
más, pero durmió en el apartamento nuevo.
Y el domingo fue a por lo que le quedaba, le dio al suelo y limpio, y le
dijo adiós, había pasado allí más de un año, pero el que tenía casi le
gustaba más. Tenía alarma como el otro y eso le daba seguridad, porque
vivía sola.
Y el domingo se lo tiró vagueando en el sofá y viendo la tele, leyendo.
Tampoco Jack dio señales de vida. Eso ya estaba terminado y Alex
tampoco llamó. Claro que no esperaba que ninguno de los dos lo hiciese.
El fin de semana siguiente si no tenía mucho trabajo iría un día a
Harvard y a Cambridge y allí comería o se quedaría una noche en uno de
los hoteles a los que iba con Alex.
Hacer el amor con Alex había sido distinto y ahora diferente, mucho
mejor, pero sabía que esa historia no iba a poder ser de ninguna de las
maneras. Un hijo con cada una. Y ella no le iba a dar a elegir. Haría como
hizo la madre de Alex.
Paso el tiempo y ella iba decorando la habitación de su bebé. En el
bufete se enteraron de que estaba embarazada, ya no podía esconderlo y
nadie supo quién era el padre. Ella no lo dijo.
Y en tres meses, en septiembre cogió vacaciones, estaba de cinco meses
casi y supo que iba a tener una niña.
La ginecóloga le desaconsejó todo viaje largo hasta después del
embrazo con lo cual, pasó las vacaciones en casa y viajando a lugares
cercanos, fue a la playa de Brooklyn, pero eso estaba abarrotado y ella no
quería meterse en esos lugares.
Pensó en llamar a su hija como su madre, Ana, a la que estuvo muy
unida, y aún no se lo había dicho a su familia. Aprovechó para a ir
decorando la habitación, comprar la cuna, un cucú para su dormitorio
porque nacería en invierno y quería tenerla en su dormitorio, un balancín
para dormirla y ese mes llenó la habitación de la pequeña. Un sofá cama
para que se quedara la chica.
Había un baño pequeño entre la habitación y el despacho y allí la
bañaría, ese sería el baño de su pequeña, porque el suyo no era demasiado
grande tampoco.
Ya le quedaba comprar la ropa pero esa la compraría en Navidad junto
con el bolso para el hospital biberones y demás, pero lo importante, lo
tenía.
La habitación tenía un armario empotrado para la niña y con cajones
para su ropita, aun así compró una cómoda para la ropita interior.
El resto de mes de vacaciones lo dedicó a pasear cuando no hacía
mucho calor, a ir al parque y tumbarse sobre la hierba a la sombra y leer.
Se llevaba un libro una manta y un cojín y se quedaba horas. Luego comía
fuera y se relajó. Ya se le notaba un tanto el vientre.
-Bueno, le dijo Jack, creo que no hemos ganado ninguno de los dos.
-El que no ha ganado nada es el muerto. Pero al menos su madre tendrá
una compensación para irse a otro lado a vivir.
-¿Se va fuera?
-Sí, tiene dos hijos más. Se va a algún pueblo pequeño del sur, no lo
sé…
-Lo mejor que puede hacer, su hijo se metió en terrenos turbios.
-Me cae de culo tu defendido. -Y Jack se rio de la expresión.
-A mí también, no creas, pero es trabajo, ya lo sabes.
-Lo sé y a veces lo hago. Creo que algún día pediré una plaza en la
policía.
-Pues mira no estaría mal, toma, un amigo mío de FBI, hacen exámenes
cada cierto tiempo para criminólogos o abogados penalistas.
-¿En serio?
-Sí, es difícil entrar, pero te gustará buscar datos para algún policía y
ganar más.
-Quizá me lo piense. Gracias Jack.
-Nos vemos guapa y le dio dos besos. Voy a buscar al collares de oro.
Y ella se reía…
El fin de semana fue de compras con Alex, y ella compró sola el árbol,
y los regalos y la decoración.
Entre el viernes, el sábado y el domingo estaba todo puesto bajo el
árbol.
Tenían las Navidades repartidas, el 24 por la noche con sus padres y los
gemelos a cenar y el 25 al mediodía, irían con sus abuelos y su padre
Nolan y fue especial.
El 24, cuando llegaron a casa de estar en casa de los padres y pasarlo
genial abriendo regalos, Alex le dio el suyo.
Una cajita con un anillo de compromiso. Se puso de rodillas y se la
abrió.
-Alex Dios mío, es precioso y se emocionó.
-Vamos estoy esperando, nena.
-Sí, claro que sí, me casaré contigo. Te amo mi amor.
Y ella le regaló un reloj de oro.
-Dios mujer, esto cuesta una pasta.
-Te lo mereces.
-Tengo uno.
-Para tu colección.
-Te quiero chiquita, me encanta. Y hay ropa también. Y un peluche para
Ana.
-Vamos a llenar los armarios y nos queda ir a casa de los abuelos.
Cuando llegó la hora habló con Alex. Temía decírselo. No iba a querer
perderla de nuevo y no la perdería, pero ahora también era a su hija.
-No puedo dejar que te vayas Sofía y menos con mi niña, no puedo de
nuevo.
-Tengo que irme mi amor, son mis abuelos y solo será el tiempo de
maternidad y si se alarga un poco, vienes en vacaciones a vernos. Y
hablaremos todos los días. Esta vez no te dejaré que te vayas con otra -Le
decía llorando.
-Y mi hija y tu trabajo.
-No quiero irme, pero no tengo otra opción, mi amor, te amo tanto. Soy
tan desgraciada…
Tengo muy mala suerte Alex.
-Vamos pequeña, no llores así, no es bueno para la niña.
-Estoy dividida. Pero juro que nos casaremos, te seré fiel y tú a mí.
Júramelo.
-Claro pequeña. Me dejas solo de nuevo.
-Esta será la última vez.
-Mi madre no se lo creerá. Y se pondrán tristes por no poder ver a su
nieta.
Y ese día estuvieron llorando y Alex supo que Sofía era el amor de su
vida, una buena nieta y buena mujer, generosa, que anteponía su felicidad
a todo. Y que la esperaría toda su vida.
El tiempo la dejó triste, no quería irse de su casa tan bonita, ni con su
niña sin Alex. Este le dijo que se iba con ella, pero ella no quiso que
perdiera su trabajo. Con que lo perdiera ella, era suficiente.
En enero contrató una chica y ya le dijo que sería apenas un mes, quizá
le viniera bien ayudarla con la pequeña. Alex también lo quiso.
Y tenía en mente algo que llevaba rondando en su cabeza.
Al pasar las Navidades habló con su jefe y le expuso su problema. Y
este le dijo que cuando volviera, lo buscara porque allí siempre tendría un
hueco en su bufete. Y el 31 de diciembre se despidió del trabajo, dejó
todos sus casos atados y recogió sus cosas, quería tomarse la maternidad y
estar tranquila hasta dar a luz, de todas formas, pediría sus cuatro meses al
seguro de salud por irse antes a otro país, le correspondía aunque tenía la
doble nacionalidad. Vendió el coche. Y dejaría los muebles de la pequeña
salvo el carrito.
Una vez que se despidió del trabajo y sin decirle nada a Alex, tomó la
tarjeta que Jack le dio en el juzgado y llamó por teléfono al amigo de Jack,
que estaba interesada en esas plazas y éste le pidió una dirección de
correo, le mandaría toda la información y libros para comprar.
Cuando la recibió, pidió todos los libros y exámenes que le había
recomendado de años anteriores. No trabajaría y se iba a preparar esas
oposiciones y cuando volviera se presentaría al primero que se hiciera o
cuando estuviese preparada. Según este salía uno anual, y las pruebas eran
en Filadelfia.
Eso no importaba, pero no iba a estar sin hacer nada y ese trabajo sería
mejor que el que tenía. Y tenía dinero para aguantar meses sin trabajar. Si
no lo conseguía, buscaría trabajo y se iría presentando hasta aprobar.
Ese mes que estuvo Alex en Marbella fue maravilloso, iban a la playa
con la niña y él era el padre perfecto y el hombre perfecto. Era feliz, era su
hombre y disfrutaba de él el tiempo que la vida allí, se lo permitiera.
No estudió nada y sacaban a la abuela a dar paseos por la Costa del sol
y a comer fuera. A Alex le encantó el sitio donde había nacido. Hicieron
mucho el amor por las noches. Y las siestas. Y él decía que tenía que
llevarse por otro tiempo.
-Cariño, no te preocupes, he visto como está tu abuela y creo que no le
queda mucho tiempo, y nos lo dijo el médico la semana pasada. No quiero
que te estreses con la pequeña, ni sufras, quédate lo que se necesario.
-Pero te echo de menos, quiero estar allí contigo. No quiero dejarla y no
puedo dividirme y mi hermano de verdad que no puede.
-Lo sé, me cae muy bien tu hermano.
-Ha sido mutuo.
-Y estarás pronto, y lo sabes, y nos casaremos y tendremos otro hijo.
-Antes quiero aprobar las oposiciones o buscar trabajo.
-Lo harás. Eres el amor de mi vida y te esperaré lo que sea necesario.
Ya he venido y he visto lo que hay.
-No te acuestes con otra. Alex. Le decía ella llorando. Eres mío.
-Boba, no llores. No lo haré, jamás.
Lloró mucho cuando se fue, habían sido unos días maravillosos, pero no
sabrían cuando iban a verse de nuevo. Y todo volvió a ser como antes de
que fuera a verla.
Pero ese año la abuela no llegó Navidad y tuvieron otra muerte más.
Cuando se lo dijo a Alex…
-Cariño, no te preocupes, yo ya la vi mal en vacaciones y tenía pensado
ir a veros de nuevo en Navidad.
-No vengas, en cuanto solucione los temas de la casa de mis abuelos y
el testamento nos vamos de nuevo. Tengo ganas, aunque estoy rendida y
cansada de estos días. Han sido horribles, no he querido decírtelo hasta
hoy.
-¿Cuándo te vienes?
-Cuando pasen las Navidades, espero que para el primer cumpleaños de
Ana. Solucionar los temas nos llevará tiempo.
-Te echo de menos, y te quiero y en cuanto puedas, te vienes.
-Desde luego. Te dejo cariño, me llama mi hermano, ahora, son todo
papeleos.
-Luego hablamos.
-Vale. Te amo.
Sus abuelos le dejaron a ella el dinero que había y la casa, pero ella
quiso darle a su hermano la mitad.
-No Sofía, te lo han dejado a ti.
-Julio, pues entonces, la casa a medias, y el dinero para mí, pero no te
quedarás sin nada y así podrás pagar tu casa y no tener hipoteca. Tengo un
buen trabajo y aquí he estado casi un año. Tengo 27 años, casi 28 y una
hija soltera, pero Alex me ayudará vivimos en su casa no va a dejarme ir a
ningún lado ni pagar nada, es así y quiero conseguir esa oposición para la
que me estoy preparando a conciencia. Si no apruebo, vuelvo a mi antiguo
bufete, mi jefe me contratará, seguro, me lo dijo.
-Está bien, pero el dinero para ti.
-Tenemos que ponerla en venta, cuando la venda, me voy con Alex.
-Eso me deja tranquilo. Me irás contando.
-Sí.
Tardaron dos meses en vender la casa y ella preparar de nuevo las
maletas, despedirse del de su familia y de nuevo el viaje de vuelta. Parecía
mentira, pero estaba nerviosa. Tuvo que celebrar el primer cumpleaños de
su hija sola con su hermano, pero Alex dijo que lo celebrarían a su vuelta
con su padre. La venta de la casa, se había demorado más de la cuenta.
Su hija Ana ya tenía un añito años y dos meses, era marzo y ella
también había cumplido los 28 años.
Había empezado a tomar pastillas anticonceptivas, no quería tener más
accidentes de momento.
La casa de la abuela la vendieron bien y ahora llevaba más dinero que
con el que se vino, un millón doscientos cincuenta mil y pico dólares.
Estaba contenta, pero le había dolido ver morir a sus abuelos.
Ahora iba más nerviosa que nunca, de vuelta la certidumbre de estar
con él y no pensaba cambiarse ya por nada ni por nadie. Le tocaba vivir a
ella.
Y ese día miró la cuenta. Había acabado y los vestidores estaban llenos,
cambió con la chica los trajes de invierno al vestidor de la habitación de
invitados y dejó en el principal la ropa ya de verano nueva y con su hija
hizo lo mismo. Todo planchado y colocado.
Se había gastado casi 20.000 dólares bien gastados, ya podía decir Alex
misa.
Y dijo, y le riñó y ella le quitó el enfado como sabía.
-Eso no te va a valer hoy, estoy enfadado.
-No. ¿Y si nos vamos de vacaciones quien va a pagar?
-Yo, como debe ser.
-¡Qué machista eres!
-En eso lo soy.
-Pues ponte encima.
-¡Qué mujer! ¿Quieres que me enfade de verdad?
-No te dejaré -Y metía su mano entre su entrepierna y su pene crecía.
-Sofía, ah Dios mujer, no puedes tomarte nada en serio.
-Esto me lo tomo muy en serio.
Y él la cogía en brazos y la penetraba en el sofá.
-Luego ella lo besaba.
-Tonto, te quiero, ¿No te gusta la ropa?
-Me encanta, pero y ella le metía la lengua en la boca.
-Mi amor te quiero. Vivo en tu casa, sé por una vez bueno conmigo.
-Y lo soy…
-Pues entonces por qué te enfadas, ¿Quieres hacerme infeliz?
-No digas eso nunca.
-Ummm, qué bueno estás.
-Eres imposible -Y se reía. Y ella con él.
-Somos felices tonto.
El día que iban a salir las notas ella estuvo nerviosa toda la mañana,
desayunó fuera y se metió en el despacho, con una novela, y dejó abierto el
pc con la página para ver las notas. De vez en cuando la actualizaba, pero
hasta las dos de la tarde no salieron.
Tenía ya los nervios desquiciados y el estómago cerrado. No había
podido tomar nada desde el desayuno, salvo una tila doble.
Y por fin salieron las notas y se vio el número tres en Nueva York y
saltó se alegría.
Le había tocado en Manhattan y no se lo creía.
Tenía que ver dónde estaba la sede.
Pero recibió un correo a las dos y media, con la dirección, y debía
empezar el cinco de julio, en cinco días apenas a las 7 de la mañana. A las
órdenes del agente Dam Stoker. El horario de 7 a 3 de la tarde. Y el sueldo
10.000 dólares mensuales.
-¡Qué pasada! Se dijo.
Y saltó de alegría., imprimió el correo y fue la mujer más feliz del
mundo.
-Voy a comer fuera y llamaré a todo el mundo. -Dijo sola en alto.
Cuando llegó a la cafetería, pidió una buena hamburguesa y cerveza que
le supieron a gloria y se compró una gran tarta para celebrarlo en casa por
la noche con Alex.
Menos mal que se había comprado ropa de trabajo. Pero ya le dirían
qué debía llevar.
Si tenía que comprarse algo se lo compraría.
Llamó a Alex y se lo dijo.
-¿En serio nena?
Sí, un horario estupendo y un sueldo mejor que... Y un trabajo
sentadita. Aunque espero que me saquen alguna vez fuera.
-Muy bien, te quiero, lo sabía, eres una mujer inteligente. Lo
celebramos esta noche. Te amo.
-Y yo, te dejo que tienes trabajo.
-Adiós mi amor.
Luego llamó a su hermano, y después a Mónica y estaban locos de
contentos, ella y West. Solo tendría que llevar a la pequeña a la guardería
más temprano, pero no había problema. Y era más grandecita y allí que le
dieran el desayuno también. Hablaría con la dirección de la guardería y el
día cinco de julio entraría con un nuevo horario.
Y llamó a Jack por último.
-¡Hola Jack!, ¿Estás ocupado?
-¿Sofía?
-Sí, soy yo, la misma.
-¡Dios mío mujer cuánto tiempo!, ¿Cómo te ha ido?
-Muy bien.
-¿Dónde estás?
-Tomando una hamburguesa.
-¿Dónde?
Y le dio la dirección.
-Espera, estoy relativamente cerca y hablamos. Tengo que comer
también.
-Vale. Te espero.
Y cuando él entró, estaba igual que siempre, guapo, olía mejor que bien
y era un ejecutivo como Alex, impecable.
-Dios qué guapa estás.
-Gracias tú también estás muy bien.
-La maternidad te ha sentado bien, ¿Cómo está tu hija?
-Mira, -Y le enseñó la foto en el móvil.
-Es igual que Alex -Dijo Jack.
-Sí, igual que su padre.
-Bueno, y como te ha ido este tiempo, no te he visto por los juzgados,
-He estado un año en España.
-¿Y eso?
Y ella le contó lo de sus abuelos.
-¡Joder, lo siento!
-Te he llamado porque usé la tarjeta que me diste del FBI, antes de
irme, llamé a tu amigo y me inscribí en la página, compré todos los libros
y me presenté cuando vine, hace dos semana y adivina…
-¿Has aprobado?
-Síii, hoy te invito.
-Vaya, te acepto.
-¿No quieres algo más pijo?
-Me viene bien una hamburguesa, no me va a matar un poco de grasa.
¿De verdad has aprobado? Si es dificilísimo entrar.
-Sí, había 1000 personas en el examen, en Filadelfia y solo cinco para
Nueva York y fui la tercera, pero lo que me extraña es que me han dado
Manhattan que fue lo que pedí en primer lugar.
-Bueno, ten en cuenta que a lo mejor los que han aprobado son de
Brooklyn o tiene casa en otro lado.
-Eso sí.
-Bueno, pues ya me ves. Entro el día cinco de julio.
-Qué barbaridad. Ya no te veré en los juzgados.
-O sí, quizá tenga que llamarte para hacer averiguaciones si mi agente
me lo pide.
-¡Qué cosas!
-Te estoy tan agradecida Jack, de verdad.
-Bueno, ¿Y cómo va tu vida con Alex?
-Perfecta, y lo sabes.
-Te envidio.
-Vamos tienes una vida libre con sexo y mujeres, una casa estupenda y
un trabajo que te apasiona.
-Sí, pero tú eras distinta, ahora lo sé.
-Venga no hablemos de eso, me caso el año que viene. Ya tengo un
puesto fijo y espero que me traten bien. ¿Conoces al agente Dam Stoker?
-Claro que lo conozco
-¿Cómo es?
-35 años, soltero, alto y guapo, barba, un figurín, y vanidoso como yo.
-¡Que tonto!
-No es verdad.
-Lo es, te tirará los tejos ya verás. En el trabajo es como yo, le apasiona
y no deja nada al azar y te sacará a la calle.
-¿Cómo lo sabes?
-Te hará trabajar duro.
-Eso no me importa.
-No se conforma si no resuelven los casos. Es duro.
-Bueno, yo soy lista.
-Prepara una libreta para lo que te pida, se te olvidara y te lo echará en
cara.
-Sabré llevarlo.
A ver si es verdad.
-Sí, a veces me consulta en sus averiguaciones si llevo parte del caso.
Tenía un ayudante que creo que se jubilaba, era mayor y lo tenía frito,
quizás sea más feliz contigo.
-¡Que malo eres! No me asustes.
-Te prevengo, hay que trabajar duro.
-Me estoy arrepintiendo de no haber ido a mi bufete de clase inferior.
-No mujer. Es buena persona, pero si trabajadora y un buen agente.
-Gracias, me habías asustado.
-Tiene temple, es tranquilo pero certero.
-Gracias Jack.
-De nada.
-¿En qué andas ahora?
-Un crimen pasional.
-¡Uy que fuerte!
-Sí, marido mata a mujer porque tiene un amante, pero no sé si es cierto
porque la mujer tenía un seguro de vida por dos millones.
-Pues no tiene pinta de crimen pasional.
-Eso pienso yo, pero el amante está de muerte. -Y Sofía se reía.
-¿Te vas a cambiar de acera? -Y Jack rio con ganas.
-No, pero es lo que cualquier mujer diría.
-Estás loco, no has cambiado.
-Dime una cosa en serio, aunque ya no tenga importancia, Sofía, en
serio.
-Dime.
-¿Hubieras salido conmigo si hubiese pensado de forma diferente?
-Sí, lo hubiera hecho, me gustabas mucho pero no quería sufrir ni que
me pusieras los cuernos.
-¿Y Alex es distinto?
-Sí, lo es, confío en él.
-¿Y en Marie?
-¿Qué pasa con Marie? Sale con otro chico.
-Eso no es cierto.
- ¿Cómo que no lo es? Me lo dijo Alex.
-Te equivocas.
-¿No me mientes?
-No, sigue tras él. Ten cuidado Sofía, no me fio de ella un pelo y lo
mismo te dije antes y no me equivoqué.
-Pero Alex…
-No querrá preocuparte, pero no sale con nadie y hace todo lo posible
por consultarle, por invitarlo, por todo, y sabe que está contigo y tiene una
hija.
-¿No me estás mintiendo Jack?
-No podría hacerte eso, y lo sabes. Porque me sigues gustando mucho a
pesar de que por mi vida pasen mil mujeres. Pero sé que lo amas y contra
eso jamás podría luchar, y me gustas como eres también como persona y
no quiero que nadie te haga daño.
-¿Y qué hago? No estoy allí. Es un buen bufete para Alex, si se va de
allí por ella...
-Es el mejor bufete, por eso no se va, no tiene por qué.
-Me dejas de piedra.
-No creo que le haga caso, pero tener una mujer así es estresante.
-¿Y no puede hablar con el jefe?
-Podría, ¿Pero sabes una cosa?
-Dime…
-Que es su cuñada, está casado con su hermana.
-¡Joder Jack!
-Pues prefiero que trabaje en otro bufete, aunque no sea el más
importante.
-Esa sería la mejor idea, hay otro tan importante como el nuestro,
anota…
Y ella tomó nota.
-Si sigue allí estará estresado continuamente, porque no podrá evitarlo
y no es que vaya a tener nada con ella, pero ella lo joderá vivo, y no es
cuestión.
-Gracias Jack, confío en ti. Siempre has tenido razón. Hablaré con Alex.
-No me importa que le digas que te lo dije, hago lo mejor para vosotros.
Sobre todo por ti.
-Y te lo agradezco.
-Bueno preciosa, tengo que irme, tengo trabajo.
Estas estupenda y me alegro por lo que has conseguido.
Y se abrazaron.
-Gracias Jack, eres un buen hombre.
-Sí, lo soy, contigo solo, así que guárdame el secreto.
-Lo haré. Tu secreto está a salvo conmigo.
Cuando salió Alex desnudo de cintura para arriba, ella tuvo ganas de
comérselo.
-¡Qué calor tengo!…
-Ya lo veo.
-Tú estás fresquita también.
-Sí, es un vestidillo de tirantes corto.
-Y muy sexual.
-Alex, tenemos que hablar.
-¡Uy eso qué mal me suena!
-Mientras comemos, venga.
-Vale vamos poner la mesa nena, estoy hambriento. Necesito una
cerveza.
Y mientras comían…
-Venga suéltalo pequeña. Hoy es un día alegre y feliz para ti, ¿Qué ha
pasado?
-Jack.
- ¿Qué pasa con Jack? -Se la quedó mirando, -Sabes que no me gusta…
-Lo llamé para darle las gracias, estaba por la zona y comimos juntos
en la cafetería de enfrente
-¿Has comido con él?
-Sí, no es un delito.
-¡Joder Sofía!
-Me alegro de haber comido con él.
-¿Y eso por qué?
-Porque me has mentido y no me gusta que lo hagas.
-¿En qué te he mentido?
-El otro día te dije que si veías a Marie.
-Sí.
-Y me dijiste que salía con otro, ¿Por qué me has mentido?
-Te ha dicho Jack…
-Sí, me lo ha dicho porque me estima y por nosotros.
-¡Joder, no te he mentido!, No quiero que sufras.
-Y sufres tú.
-Puedo con ello.
-Pero no quiero que puedas con ello, quiero que busques otro bufete.
Tengo la dirección de uno muy bueno.
-No me voy a ir por ella.
-No, te vas por nosotros y por tu salud, no quiero verte estresado, ¿Me
entiendes?
-¡Joder, la gente no sabe tener la lengua quieta!
-Me alegro de que me lo haya dicho, no quiero que te haga daño, tengo
miedo, es una acosadora. ¿No te das cuenta?
-Es en todo caso una pesada.
-Pero tú, no te mereces eso cielo. Hagamos una cosa.
-¿Qué cosa?
-Envías un currículum al otro bufete, y si puedes a algunos más, no
digas nada, ya sé que el dueño es el cuñado de ella.
-Te enteras de todo.
-Estoy muy preocupada, Alex, ponte en mi lugar, ¿Y si fuese yo?
-Está bien, ¿Qué quieres que haga?
-Que hables con el otro bufete, es importante también, y si te cogen, te
vayas de allí al otro. Ahora yo tengo un buen sueldo y quiero que seamos
felices, en todas las facetas, hay más bufetes. No quiero que estés con esa
tipa acosadora. Hazlo por nuestra hija.
Y Alex se la quedó mirando.
-¿Me lo dices en serio?
-Sí. Dime de verdad si estás relajado en el trabajo.
-No -Le dijo serio. -No lo estoy.
-No te enfades mi amor, ni conmigo ni con Jack. Si lo piensas bien,
estarás más tranquilo en otro bufete. No tienes necesidad de trabajar con
esa presión, ya bastante presión tienes con el trabajo. No quiero que sufras
ni me ocultes nada. ¿Lo pensarás?
-Lo pensaré sí, siento no habértelo dicho, No quería…
-Lo sé mi amor, pero ahora no tenemos necesidad. Eres un buen
abogado, con experiencia y cualquier bufete estaría satisfecho de tenerte.
-Lo pensaré cielo.
El día siguiente Alex habló con sus padres y los dejo tranquilos.
-¿Hijo por qué no nos has dicho nada?
-No quería preocupar a nadie y pensé que sería poco tiempo y se le
pasaría.
-Y lleva más de un año. -Dijo West.
-Ya voy a buscar otro bufete, papá, estoy en ello.
-Seguro que lo encuentras. Te vas de allí y que acose a otro.
-Bueno, os dejo. Os quiero, pasamos el fin de semana.
-Está bien hijo. Nos alegramos por todo, y busca otro sitio por tu
familia y por tu salud, cielo -Le dijo su madre.
Y así fue. El mes siguiente ella agilizaba el trabajo. Trabajar para Dam,
le encantaba, era respetuoso, pero era tozudo hasta dejar los casos listos y
ella ordenados.
El tiempo pasaba feliz, ahora sí que estaba ella tranquila con su familia.
Su trabajo le encantaba y su jefe y Alex era feliz en su nuevo trabajo. Lo
amaba sin remedio y lo deseaba tanto…
Siempre le decía que ella lo deseaba más y Alex le ponía la mano en su
miembro. Y a ella la cogí en brazos o se la echaba al hombro cuando se la
llevaba a la cama. Se hizo más abierto y extrovertido y siempre estaba
cogiéndose o tocándose,
Los gemelos en verano, les quedaba ya unos dos años de master nada
más.
Alex dijo que deberían tener otro hijo si querían dos chicos, porque se
iba a llevar con Ana, casi cinco años, y ella le dijo que sí, tenía 31 años y
él 32 y era la hora de tener otro hijo, aun jóvenes.
Por su parte los gemelos habían acabado su master ese verano y como
Alex, se quedaron en casa de sus padres.
John dijo que hasta entrar en el FBI, se prepararía a fondo las
oposiciones, y se metía en su habitación y en el estudio y de allí no salía.
Aunque no tuviese trabajo quería entrar desde el principio.
West, el otro gemelo encontró trabajo en un estudio de arquitectura
nada más pasar el verano.
Tenían 24 años, como cuando Alex terminó sus estudios y Mónica y
West, estaban contentos de tener de nuevo a sus hijos en casa aunque
sabían que sería por poco tiempo. West dijo que se iba en cuanto estuviese
en plantilla en el estudio de arquitectura y John en cuanto aprobara las
oposiciones.
Alex había cumplido 52 años y Sofía 51. La vida había pasado feliz, en
un soplo. Ella seguía en su mismo trabajo con el mismo agente, Dam
Stoker, se hicieron amigos, más que amigos hermanos y muy bueno
compañeros de trabajo. Antes de que Dam, le pidiera algo, ella ya sabía
qué le iba a pedir.
Y trabajaban como uno, nunca tuvieron un choque y eran efectivos
como pareja de trabajo. Los habían felicitado varias veces,
Alex, también seguía en el mismo bufete aunque el jefe se jubiló y su
hija se había hecho cargo renovando la plantilla pero a él lo había dejado,
porque era bueno.
Los gemelos habían cumplido 45 años y tenían sus vidas y los abuelos
habían vivido toda una vida llena de amor.
-Es ley de vid pequeña, pero lo que nosotros hemos vivido nadie lo ha
hecho o muy poca gente, y no quiero que pienses ahora en eso, aún somos
jóvenes y vamos estar felices con nuestros hijos en tu rancho.
-¿Crees que podremos?
-Sí, lo veo. Nos veo a todos juntos felices.
-¿Te has vuelto adivino?
-Lo veo como tú viste nuestra cafetería.
-Está bien, hago las llamadas…
-Dame un besito antes
-Cómo no, mimoso…
III. JOHN
ERINA ALCALÁ
Aprender que hay personas
que te ofrecen las estrellas
y otras que te llevan a ellas.
Esa es la diferencia entre
quien quiere y quien ama.
(Mario Benedetti)
CAPÍTULO UNO
Cuando su madre llegó al rancho con su hermano Alex con casi seis
años, su abuelo murió y ella tuvo que reformar el rancho que estaba hecho
una pena. Contrató a trabajadores y se enamoró del cocinero, un chico de
Montana, su padre West y al que su hermano Alex, quiso más que a su
propio padre que no fue a verlo nunca más, salvo llamarlo por teléfono y
mandarle dinero mensualmente.
No lo volvió a ver hasta los 17 años. Sin embargo, su hermano mayor,
si iba al rancho de al lado de pequeño y hasta los 17, con sus abuelos, los
padres de su padre que lo querían mucho.
Su padre nunca le puso el apellido y su madre no quiso que West, su
padre, le pusiera el suyo, para no hacer daño a su verdadero padre Nolan, y
pasó a llamarse Alex Ponce, el apellido de su madre que siempre tuvo y no
quiso cambiarlo.
Su madre, se casó con su padre West y tuvo dos gemelos, su hermano
West y él mismo. Por eso, ellos se llamaban Amder Ponce, dos apellidos
porque su madre decía que en España se tenían los apellidos del padre y de
la madre. Y para que uniera al menos el suyo a todos sus hijos.
Él, nunca había visto una pareja que se amara más que sus padres.
Siempre se lo decía a su madre, conforme crecía, que quería un amor
como el de ellos y una mujer como su madre, que se amaban tanto.
El no veía que discutieran sino por tonterías y su padre cogía a su
madre en alto y se le quitaba el enfado, y siempre estaba cogiéndola y
besándola y ella a su padre igual.
Siendo ellos pequeños, participaban en esos juegos. En la adolescencia,
le parecían pesados, pero después, eran una envidia para todo el mundo.
Eran su media naranja, el amor de su vida cada uno.
Había cumplido 30 años, era un tipo alto y guapo, con una mirada negra
profunda, era irónico y gracioso, y se tomaba el trabajo muy a pecho. No
tenía horarios, los asesinatos y demás casos no tenían horario. Aunque
tenía turnos, si el caso se alargaba tenía que quedarse, fuese día o noche.
¡Joded qué mujer más guapa! -Pensó John. Tenía toda la información
que necesitaba. No tenía madre desde que murió en el parto, su padre
murió cuando tenía 19 años y su tío, se fue con ella hasta terminar
enfermería.
Llevaban un año en Manhattan y seis meses trabajando en una
residencia con 100 usuarios. Todo un estrés laboral. La residencia tenía 3
enfermeras y ella tenía turnos con las demás. De mañana tarde y noche. Y
los fines de semana había otras enfermeras.
Debía ganar un sueldo decente.
El tío había comprado el apartamento, de tres dormitorios, grande y
precioso en un buen sitio, sí que debía tener dinero y ella alguno de sus
padres, al menos, supo que su tío fue ingeniero industrial en Brooklyn,
pero para su sobrina prefería Manhattan.
-¿Qué pedimos?
-¿Te importa si me doy una ducha? Dos hospitales en el día pueden
conmigo.
-Claro, no te preocupes, tarda lo que debas. Luego pedimos.
-Échale un vistazo a la casa, si te apetece, seguro que lo estás deseando
-y él sonrió -puedes poner la tele.
-Gracias.
Y ella se metió en su habitación y cerró la puerta, se quitó la ropa sucia
y se dio una ducha y el pelo también. Lo necesitaba siempre que venía de
la residencia, pero encima había tenido que pasar por el hospital y lo
necesitaba. Se puso un vestido de tirantes corto y unas sandalias bajas de
verano.
Mientras, él cómo no, y ella lo suponía, recorrió las habitaciones,
tenían una de invitados, con ropa de temporada en un armario empotrado
de pared a pared, un baño dentro, pequeño con ducha. Bonito y decorado
con gusto.
La habitación de su tío era más masculina, pero tenía un vestidor y un
baño completo solo con ducha, sin bañera, seguro que ella tendría el
principal y más grande.
Un aseo grande con un gran botiquín de enfermería que daba al salón,
precioso y su despacho. Grande y bonito. Debía ser soleado. Tenía
informes de enfermería de la residencia. Y tenía utensilios diversos de
enfermería.
El resto era de concepto abierto con una isla mediana comedor para
cuatro y un salón con dos sofás grandes y un sillón balancín, con una
mesita al lado y una lámpara de lectura. Una mesa de centro y el frontal,
una chimenea de gas, con estanterías blancas a los lados, llenas de libros y
alguna decoración vintage, sin ser excesiva. Y en la entrada otra mesa, alta
cuadrangular, con una lamparita y un cuenco para dejar las llaves junto
con un perchero de pie antiguo.
Se quitó la chaqueta, y se sentó a ver la tele, mientras ella terminaba.
A la media hora salió al salón, a él le pareció preciosa incluso con la
coleta y ese vestidillo corto, sin maquillaje, limpia y con olor fresco.
-¿Ya estás mejor?
-Sí, gracias.
-Ven aquí, siéntate a mi lado.
Y ella se sentó a una distancia prudencial.
-No te voy a comer, mujer.
-Lo sé, pero…
-Vamos ¿Qué pedimos de comer? Hamburguesa, chino, japonés…
-japonés.
-Pues japonés, me apetece también. Pido bebidas.
-Tengo bebidas de todo, en el frigorífico John.
-Bien, pues no pido bebidas.
-Tenemos una chica que se encarga de la casa, mi tío se empeñó, no
quiere que trabaje en casa y fuera. Pero debió pasarle eso cuando no estaba
Samy.
-Seguro que ya se había ido. Yo también tengo otra un par de horas al
día me deja cena.
-Se te va a desperdiciar.
-Mañana me la como, me la deja en el horno o en el frigorífico. No creo
que le pase nasa.
-Bueno ya está, esperamos la comida.
-Pongo la mesa mientras.
-Te ayudo, venga.
Y pusieron la mesa y él tomó una cerveza. Cuando vino el chico con la
comida, se sentaron a comer.
-¿Has tenido algún novio serio, Fanny?
-Aquí no.
-¿Y en España?
-Bueno tuve uno en la universidad y otro en el instituto.
-¿Y te enamoraste?
-No, nunca me he enamorado.
-¿Entonces?
-Salíamos juntos, nada más. Además, no me duraron mucho.
-¿Y eso?
-No me gustan los chicos que beben los fines de semana y son libres
teniendo novia.
Y él sonrió.
-Cuando somos jóvenes, somos distintos.
-Y cuando somos mayores, no somos tan distintos.
Y él se rio de nuevo.
-La verdad, algunos no.
-¿Y tú cómo eres?
-Trabajador, le dedico muchas horas al trabajo, incluso de noche tengo
que salir o volver, depende.
-No me refiero al trabajo, yo también le dedico al mío muchas horas.
-No me gusta nadie en particular.
-Me extraña que un hombre como tú no haya tenido nunca una novia o
pareja al menos de las que duran meses.
-Pues no te sorprendas, no la he tenido.
-Porque no has querido.
-¿Por qué lo dices?
-Porque eres muy guapo, muy alto, tienes un cuerpo espectacular, eres
policía, y eres educado y trabajador, inteligente…
-Para para, que me voy a poner colorado. -Riéndose. -Lo mismo puedo
decir de ti.
-¿Que soy alta y tengo un cuerpo espectacular?
-Lo primero no, pero lo segundo sí… -Y ella se puso colorada.
-Y te has puesto colorada.
-No estoy acostumbrada a que los hombres me digan nada.
-¿Soy un hombre? -Le dijo con una mirada de medio lado demasiado
sexy para ella.
-Sí, yo soy una chica de 24 años y tú un hombre de 30.
-Para mí, tú eres una mujer preciosa.
-¿Me estás tirando los tejos, agente?
-Sí, en la cabeza.
Y por primera vez ella se rio. Y a John le encantó su risa.
-¿Por qué?
-Porque me gustas, desde el primer día que te rozó esa bala. A
propósito, está muy bien, te hiciste un buen trabajo -Señalándosela.
-Aún siento una tirantez a veces, pero se pasará.
No recibió más llamadas de él. Su tío, despertó del coma, sin ninguna
posibilidad de vivir, aun así, ella quiso operarlo como última posibilidad,
pero murió en la operación y ella se quedó sola.
Pensó en llamar a John mil veces, pero no lo hizo. Sabía que era un
hombre libre y ella no iba a molestar a nadie y menos con sus problemas.
¿En serio John? ¿Pero quién te crees que eres, tonto? pensó ella. No
me llamas en dos meses y vienes a preguntarme si me acuesto con otro,
celoso perdido cuando te acabo de ver con una mujer despampanante,
¿Eres tonto o te lo haces?
Me acostaré y saldré con quien quiera. Y tú hombre del demonio
por muy bueno que estés y por mucho que me gustes, maldito, no vas a
dirigir mi vida. Ya sabes, si quieres salir conmigo cambias de vida, si
no, me dejas en paz. Que yo no te he molestado.
Cuando comió con sus padres y tomó café, se fue a su casa y Mónica le
contó a West el problema que tenía su hijo.
-Pero será sinvergüenza, -decía el padre.
-Vamos no te alteres.
-Le hubiese dado un puñetazo. No me gusta que traten así a las mujeres.
-No va a llamarla más, pero saber cómo es, me gusta. Yo creo que está
enamorado, ya verás que tenemos nueva pequeña y andaluza de nuevo.
-Tal y como se ha portado, si yo fuese una mujer, no lo miraría a la
cara.
-Pero eres un hombre.
-Que siempre ha tratado bien a las mujeres y he sido claro.
-Él también lo es, salvo que esa mujer le gusta, si no, para que iba a ir a
su casa y me alegro de ella lo echara.
-Le ha dado en toda su vanidad. Eso está bien. Ya era hora de que
encontrara una mujer así, que lo pusiera en su sitio.
-Me ha dicho que no va a volver a verla, West.
-Conozco a mi hijo, irá, ya verás con cualquier excusa, aunque sea para
pedirle perdón.
-¿Tú crees? -Le dijo Mónica.
-Lo creo, ese está enamorado. Ten en cuenta que la conoce desde hace
cinco meses, la ha visto dos veces y está celoso como un toro…
-Me parece mi amor que ese entrará como tú entraste conmigo.
-No, eso fue distinto, lo mío contigo preciosa, fue un flechazo y estaba
Nolan y no sabía qué había entre vosotros.
-Una noche a los 18 y otra antes de venir vosotros, nada más, pero se
puso celoso cuando te elegí.
-¿En serio?
-Sí, le dije que el cocinero sí, porque me gustaste. Y no me arrepiento
de haberte elegido y haber ido al barracón tantas veces a verte.
-Eso no me lo habías contado.
-Pues ya lo sabes, eras un tipazo de hombre.
-¿Era?
-Sigues siéndolo para mí.
-Ven aquí chiquita que nos vamos a echar una siesta. Es domingo.
-¡Ay, West! Qué loco sigues estando.
-Contigo sí… -Y se la llevaba riendo.
CAPÍTULO CUATRO
Cuando ese día llego a casa, bajó a la piscina una hora, se dio una ducha
y se echó una pequeña siesta.
Despertó, se hizo un café y se metió en el despacho a trabajar un poco
en el máster, porque debía comprar los libros y buscaba información hacer
una lista y para comprarlo todo a la vez en una librería especializada y así
avanzar, porque ese verano no le pagaban las vacaciones en agosto, porque
en ese mes se cerraba la clínica, y hacía apenas unos meses que había
entrado a trabajar en ella.
Estuvo casi tres horas y ya estaba cansada, se hizo la cena y para
llevarse al día siguiente al trabajo. Cuando tomaba el postre, de quedó de
piedra.
La noche anterior no se había tomado la pastilla anticonceptiva. Se la
tomaba al ir a dormir y se había quedo dormida en el sofá toda la noche y
para colmo se había roto el preservativo y fue corriendo a la habitación sin
creerlo. Abrió la mesita de noche y allí estaba, la pastilla que faltaba. Y
ahora ¿Qué hacía?, Dios. Le quedaban siete pastillas, se las tomaría, no
creía que pasara nada. ¿Y si pasaba? Y empezó a ponerse nerviosa.
Maldito, por qué, ahora tendría que estar días alterada esperando que le
viniera la regla.
Tenía 24 años, solamente. No podía quedarse embarazada, llevaba
apenas tres meses en el trabajo, y le gustaba.
Joder, lo mataría si se quedaba embarazada.
Intentó relajarse y decirse que no era posible por una vez, además el
preservativo se había roto, eso tampoco significaba que se quedara
embarazada, las demás pastillas hacían su efecto.
No iba a pensar en eso y estar alterada hasta que pasara una semana.
Pero lo estuvo, y solo la piscina la desestresaba, pero cuando terminaba
la piscina, su pensamiento era solo ese. Aunque ella no se notaba nada.
La semana se le hizo interminable, y sus peores presagios le pasaron
factura. No le vino la regla cuando tenía que venirle y ya llevaba otra
semana de estrés y nervios y al acabar la segunda semana, se compró una
prueba de embarazo junto con la compra, para hacérselo tranquila y
pensar.
Dejó colocada la compra. Y cuando acabó, casi a las cinco de la tarde,
bajó a la piscina, había gente el viernes y allí estuvo hasta la ocho. Cuando
llegó a casa, se duchó. Estaba muerta.
Se tomó una ensalada de pollo y un trozo de fruta. Y se lavó los dientes
y allí estaba, la prueba. Era hora de saber la verdad.
Y lo hizo, le temblaban las manos, pero se esperaba ya un positivo
como la copa de un pino.
Ahora, que, si estaba embarazada, su padre lo iba a tener los fines de
semana. O no se lo diría, o…
¡Joder, estaba!
Pero qué…
Dios le había quitado a su tío y le daba un hijo.
Y cuando llegó casa quiso matar a John. Dos hijos, si ya le costaba uno,
cómo iba a tener dos con 24 años…
Ahora que estaba haciendo su máster, tenía que modificar todo. De
momento los metería en un dormitorio a los dos, hasta que fueran
mayores, hasta terminar el instituto, o sea siempre. La otra se la dejaría de
estudio cuando fueran mayores.
¡Oh, Dios!, iba a vaciar un dormitorio y cuando supiera el sexo, iría
decorando. Lo haría más adelante, se momento seguiría con su vida como
hasta ahora, estudiando, paseando y en la piscina.
Era una barbaridad lo que iba a hacer.
Y no le quedaría más remedio que decirle a la chica que si le podía
aumentar las horas y quedarse al menos diez días cuando diera a luz para
ayudarla o un mes, hasta que estuviese en condiciones.
Habló con ella y Samy le dijo que no se preocupara, que estaría con
ella.
Una cosa menos.
Ahora le quedaba hablar con su doctor, en el trabajo y por el contrario
de lo que pensaba, la felicitó y le dijo que no se preocupara del trabajo,
que ellos no despedirán a nadie por ese motivo. Eso la dejó tranquila al
menos.
Y quedaba el tema del máster. Bueno, al menos podría hacer el primer
semestre y aunque lo terminara en tres años, lo iba a hacer, no se rendía.
Trabajaría con ahínco. Una buena guardería para sus niños en cuanto se le
acabara la maternidad. Pediría junto el mes de vacaciones, así tendrían
cinco meses y no le daría tanta pena, meterlos tan pequeños.
Estaba agotada, de tanto pensar. Eran tantas cosas… Eso sí que iba a
cambiar su vida y su rutina. Era joven, y echó de menos a su tío Peter. Se
tapó la cara con las manos y lloró. ¿Cómo se había podido meter en ese lío
con ese hombre que ni siquiera estaba por ella? Ahora podría salir, era
joven, podía divertirse y la había dejado sola y con dos bebés. Maldito
hombre, maldito fuera…
Cuando acabaron…
-¿Qué tienes? -Le preguntó John.
-Pues nada que no te haya dicho que no sea cierto. Llegó con su tío
Peter desde Cádiz, ingeniero que vivía en Brooklyn, se fue cuando ella
tenía 19 años y su padre murió, se hizo cargo de ella hasta que terminó
enfermería. Su madre murió en el parto.
Se compraron un apartamento en Manhattan, su tío había vendido uno
que tenía en Brooklyn. Y cuando murió en una operación…
-Sí murió en la operación, y el médico le dijo que no tenía
probabilidades, pero ella insistió. Iba a morir de todas formas y como
último recurso había una posibilidad. Pero se quedó en el quirófano.
-Le dejó tres millones de dólares y el apartamento. Tiene tres millones
cuatrocientos en una cuenta de ahorro, ¡joder es rica tan joven!, los
cuatrocientos que se trajo de España de su casa. Y en una cuenta normal en
la que paga las facturas casi cien mil dólares.
Hay un aborto en el hospital donde estuvo su tío en noviembre.
-¡Joder es cierto!
-Sí, no te ha mentido. Estuvo embarazada de ti. Era un aborto gemelar.
-¡Dios mío! -Se levantó John como un león enjaulado con las manos en
la cara.
-Eso no te lo va a perdonar.
-¿Por qué abortó?
-Fue un aborto espontáneo. No fue porque quiso. Ahí está el informe.
Fue en viernes y el lunes empezó a trabajar. Es una mujer fuerte.
-¡Joder, joder! -dijo John. No me ha mentido.
-No tenía por qué.
-Quizá por eso ha vivido amigo, después del dolor.
-Pero bueno por qué te importa si solo has estado con ella un fin de
semana y un día y se acabó.
-Es distinta.
-Aún te gusta.
-Nunca dejó de gustarme.
-Hay más…
-Qué…
-Sigue en la misma clínica, trabaja con un endocrino. Ha terminado un
curso de dos años de un máster en enfermería, le queda uno, on line, en
Harvard, y esto es lo mejor. Tiene vacaciones en agosto, cuando tú John.
-¿Es que tiene algo reservado?
-Sí, señor, diez días en un rancho en Montana, de recreo y dos semanas
en Santa Mónica, hotel de cinco estrellas con todo incluido.
-¡Joder, eso cuesta una pasta!
-No tuvo vacaciones el año pasado, así que querrá resarcirse.
-Imprime los vuelos y los sitios.
-¿Para qué?
-Imprímelos…
-¿Vas a ir?
-Me lo pensaré.
-John por Dios que te conozco, se va a relajarse y no quiere verte.
-Lo sé.
-¿Y por qué eres tan terco?
-Porque no lo sé, me gusta mucho y se ha quedado embarazada de mis
hijos, los perdió.
-Y ahora está tranquila y seguro que quiere conocer a algún chico,
descansar…
-Esta vez no va a ser así.
-¿Por qué?, ¿Vas salir con ella en serio?
-Primero tengo que conseguir que me perdone.
-Va a ser peor, yo creo que deberías esperar a que vuelva de vacaciones,
¿Tú no ibas a ir a Europa?
-Será otro año. Y no voy a esperar.
-¡Joder! John, tú mismo. Haz lo que quieras. Pero que sepas si quieres
un consejo, que no es una buena idea.
-Esperare y sacaré esos pasajes si consigo agosto.
Pero no fue así, porque a los dos días el jefe los llamó. Tenían un
trabajo en Boston de al menos diez días, así que las vacaciones se las
tendrían que retrasar.
-¡Maldita sea, maldita sea! -Dijo John.
-Es lo mejor John, ahora te ha visto, y pensará en ti. Además, si
terminamos pronto puedes ir a Santa Mónica. A Montana ya no puedes.
Cuando acabemos, mira a ver si puedes ir, si no se ha ligado algún tío
cachas en la playa…
-Cabrón…
-Eh, eh que yo no tengo la culpa, díselo al jefe.
Cuando Fanny, había visto dos días atrás a John, quiso matarlo, no
quería verlo, era un sufrimiento. Verlo de vez en cuanto no haría que lo
olvidara. Parecía que los astros se ponían de acuerdo para eso.
Estaba guapo y ella quería olvidarse del hombre que más daño le había
hecho sin pretenderlo. Sabía que no lo había hecho a propósito y que había
sido sincero, pero le hacía daño verlo aún. Sabía cómo era ella y no la
había dejado el año anterior.
Verlo de nuevo, era sentir dolor por sus hijos perdidos. Ya no tanto,
pero sí era culpable de lo nerviosa que se ponía al verlo.
Gracias a que tenía a la vuelta de la esquina las vacaciones. Parecía que
el hecho de vivir en esa gran ciudad no hacía que dejara de verlo. Claro
que vivían relativamente cerca.
Pero no pensaría en él más, se iba a vivir sus vacaciones y al volver
tenía que empezar de nuevo su último curso de máster.
Así que, al llegar agosto, preparó dos maletas, una con más ropa la
primera, le dijeron que en Montana refrescaba por la noche y en la otra, la
más grande, la llevaría casi vacía, iba a comprar ropa en Santa Mónica,
bikinis y ropa para salir, eso el primer día y después a descansar. Había
reservado un hotel en primera línea de playa con vistas al mar. Precioso.
Una maravilla.
Solo pensaba en descansar, primer día compras, el resto descansar en la
playa privada del hotel, pasear, leer, ponerse morena y dormir, comer
sano. Y no pensar en nadie. Si había fiesta en el hotel ni tenía que salir de
allí por las noches, aunque tuviese que bailar la macarena. Pero le habían
dicho que había dos salas de fiesta, una para mayores y otra para gente
más joven.
Bien...
Estaba lista. Allá iba Montana, solo había salido a Boston y a
Cambridge a los exámenes de su máster y a comprar libros, pero ahora
viajaría cada año a un par de estados.
El vuelo duró cuatro horas y media y se vio en Helena, la capital.
En el mismo aeropuerto alquiló un coche para ir a los 300 km que había
hasta el rancho. Metió sus maletas y quería llegar antes del anochecer.
Paró a tomar algo a la hora de ir conduciendo y cuando llegó al rancho, le
encantó.
Era maravilloso, el paisaje espectacular. Una pasada.
Le asignaron una cabaña, de un dormitorio con armario, baño con una
ducha, una pequeña cocina y un saloncito acogedor.
Ella no iba a utilizar la cocina, iba a comer en el comedor principal,
aunque compraría algunos refrescos, alguna botella de agua, café, algo de
lectura…
La cabaña tenía un porche con una mesa y un balancín para las noches.
Era maravilloso sentarse allí tomando un café, tranquila mirando las
estrellas.
De momento iba a buscar el comedor y a cenar. Compraría agua y
dormiría a plomo, ya los demás días miraría bien las actividades que le
habían dado en la recepción y se apuntaría a algunas que le gustasen,
Esa noche después de cenar, se sentó en el porche, a respirar ese aire.
Era cierto que hacía fresco y se puso una rebeca.
Las estrellas estaban bajas allí y se oía la música de la fiesta que se
celebraba por las noches a lo lejos.
Aquello era maravilloso.
Después de estar un rato allí, deshizo la maleta que llevaba para
Montana, la otra la dejo cerrada. Se dio una ducha y se quedó dormida en
ese silencio maravillosos, después de un día agotador de viaje.
A la mañana siguiente se puso unos vaqueros, zapatillas de deporte, una
camiseta y tomó el libreto de actividades y fue a desayunar.
Tomó su bandeja con todo lo que pensaba comer. Tenía hambre, y dos
cafés con el desayuno.
La cena estaba buenísima, un office con todo tan bueno que no sabía
qué elegir,
Tomó una mesa pequeña para dos que daba a un patio con una cascada
de agua maravillosa.
Esa noche estaba cansada, así que cuando recogió la colada, se duchó y
se sentó un rato en la terraza de su habitación, oyendo cómo las olas se
movían sobre la arena.
La mañana siguiente, se fue de compras, se había pasado, no sabía se le
cabría todo en las maletas, si no, compraría otra, No le faltó nada, más
bien le sobraba ropa, y al final compró otra maleta mediana por si acaso.
Por la tarde después de comer y echar una siesta, se fue a la playa, con
su bikini a estrenar, una tolla y un libro. El hotel tenía tumbonas para los
clientes y sombrillas y ella se sentó en una.
Y empezó a leer una novela en castellano que se había comprado en la
tienda, para que no se le olvidara. Era una novela de Pérez Reverte La
carta esférica. Tenía ganas desde hace tiempo de leerla, pero con el
máster, no había podido. Ahora que se la iba a leer en vacaciones.
Siempre estaba que iba a leerla, pero nunca tenía tiempo o compraba
otra, pero en esa pequeña librería encontró novelas en castellano y le
preguntó al librero y la tenía.
Eso era vida, iba a disfrutar sus dos semanas de una buena lectura, un
buen hotel y la playa preciosa y privada, aunque había bastante gente en
ese mes de agosto y tiempo de vacaciones.
Era gente guapa, como dirían en Andalucía, nada que ver con las playas
de Cádiz, allí las chicas no tenían una gota de grasa, incluso con su talla 38
y su altura, se sintió gorda. ¡Joded!
Qué comían esas rubias, altas y guapas, con esos ojos tan azules y los
chicos de gimnasio, imponentes…
En fin, se quedó como una hormiga en la tumbona. Luego se bañó un
rato. El agua estaba buenísima, y estuvo hasta cansarse.
Al volver, al lado de su tumbona había un hombre de esos imponentes,
no tanto de gimnasio, tenía músculos donde debía tenerlos, ocupaba toda
la tumbona a lo largo y la había pegado a la suya, ¡pero qué cara! y tenía
su libro en las manos leyendo. No le veía la cara, pero desde luego no tenía
educación.
Cuando llamó John su puerta para bajar a cenar, ya estaba casi lista. Se
había puesto un vestido de tirantes y unas sandalias altas. Se dejó el pelo
suelto y se maquilló, tomó el bolso y le abrió la puerta.
¡Qué loco estaba!, Pero allí lo tenía en media hora, ese seguro que ya
había preparado el bolso con la ropa.
Ella le dejó un hueco en su vestidor y allí dejó la ropa y lo de aseo en la
parte que había doble.
-Ya está, qué hacías.
-Leyendo.
-Me tumbo contigo un ratito, seguro me quedo dormido.
-Vale.
Y se tumbó tras ella cogiéndola fuerte y se quedó dormido, mientras
ella leía la novela.
Por la noche ella hizo una tortilla, de patatas y ensalada y cenaron.
-Estoy cansada y eso que me he echado una siesta.
-Y yo.
-Tú, eres una marmota, has dormido dos horas seguidas.
-Nena las necesito, no sabes el trabajo duro que me das.
-Seguro que es por eso.
-Tenemos que aprovechar estos días, ¿Qué voy a hacer cuando vayas a
trabajar y me queden casi diez días?
-Ver a tu familia.
-Están de vacaciones.
-Pues lee, trabaja, haz ejercicio.
-Ve a esperarme a la salida del trabajo y tomamos café.
-Eso me gusta.
-Me bañas cuando venga…
-Eso también.
-El resto ya lo sabes.
-¡Qué mala eres!
-¿Estás bien de verdad John?
-Estoy muy bien, soy feliz. No pienso en otra cosa más que en ti
chiquita. No quiero que pienses tonterías, ahora estamos muy bien, ¿O tú
no?
-Sí que lo estoy. Nunca imaginaba perdonarte, pero no tengo nada que
perdonarte, es la forma de vida que elegiste.
-Y ahora elijo otra.
-¿Por mí?
-Por ti y por mí también. Estoy mejor así, ¿Quién me lo iba a decir?
Por el contrario, John se quedó con las manos en las caderas, pensando
si lo que le había dicho podía ser cierto.
¿Que era gay?, Menuda excusa tonta. Lo había visto. No volvería con
ella nunca más. Iba a salir esa noche, se iba a emborrachar y buscaría una
chica, como llevaba siempre su vida.
Y la encontró. Acostarse con otra mujer, lo dejó vacío y se sintió infiel,
insatisfecho molesto y culpable.
No la llamó, no se creyó lo de Connor, y sí iba a investigarlo, dijera ella
lo que dijera.
-¿Otra vez John?, joder tío, -Le dijo Rony. Por qué no te fías de ella. Es
una buena chica.
-Porque es una excusa barata. Los vi.
-¡Joder!
Y a los diez minutos, tenía el informe:
Connor Lake, fue a Montana en agosto, antes de que Fanny se fuera a
California, no había más Connor en el rancho. Es bróker de la bolsa de
Nueva York, trabaja para una empresa privada… Y es gay, aquí tienes a su
pareja, viven juntos desde que vino de Montana, antes tuvo a otro que lo
dejó, justo antes de las vacaciones.
-¡Joder -Joder! Rony
-¿Qué pasa tío?
-Me he acostado con otra este fin de semana. Me emborraché y…
-Eres un cabrón ¿Sabes?
-Ahora no me perdonará jamás, y la quiero, maldita sea. Con las manos
en la cara.
-Dala por perdida.
-La quiero.
-Tú no la quieres John, te quieres a ti mismo, no confías en nadie.
Pero ella sabía que había estado investigando, John era así, y eso no lo
quería ella. Quería que confiara en ella sin necesidad de investigar cada
cosa en la que no confiaba. Y no le perdonaba que hubiera salido ese fin de
semana, porque estaba segura de que se había acostado con otra y no se lo
iba a perdonar.
¡Qué feliz era allí!, allí pasó sus primeras Navidades bañándose en la
playa. Aquello era magnífico, las estaciones estaban cambiadas, pero a
ella no le importaba.
Era feliz en su casita, cuando salía del trabajo, descansaba un rato, y
estudiaba su máster y bajaba a la playa dando un paseo o al revés, se daba
un baño y cenaba y en el porche estudiaba otro par de horas.
No había conocido a nadie, su prioridad era terminar su máster, pero
era tan feliz de momento…
Y salió llorando del edificio. Se había ido por su culpa, estaba seguro.
¿Qué iba a hacer sin ella dos años? Dos largos años…
Pero la esperaría, seguro. Fanny era suya y no sufriría más por su culpa.
Le había prometido no hacerle daño jamás y se lo hace. Se había
comportado como un cabrón, como le dijo su compañero Rony y acostarse
con otra no había ayudado nada a solucionar su relación, al contrario, la
había alejado de ella durante dos largos años. Y todo porque ella tomó un
café con un amigo gay. No se lo perdonaba.
Iba a echarla de menos, ¿Cómo iba a estar dos años sin acariciar su
cuerpo, sin tocarla o sentir su olor? Sin hacer el amor con ella.
Sufriría si se acostaba o conocía otro tipo mejor que él, porque se había
pasado con ella, la había humillado.
Aun recordaba ese viso de ilusión cuando le dijo que se había
enamorado de ella y Fanny se acercó a él ilusionada, dispuesta a abrazarlo
y la retiró de su lado como si fuese veneno.
Estaba tan desesperado… Y ella no le cogía el teléfono, ni le contestaba
a los mensajes.
Pero desde luego no la iba a dar por perdida, era suya, lo sabía. Era el
amor de su vida y la compensaría toda su vida y no desconfiaría de ella
jamás.
No había otra que su Fanny. Y la había alejado de su lado.
CAPÍTULO OCHO
Durante el primer año Fanny, no podía ser más feliz. Quería visitar
lugares maravillosos que había, pero tenía que acabar el máster, y
estudiaba mucho. El año siguiente se recorrería todos los lugares
interesantes los fines de semana.
Estaba considerada en el trabajo como una buena trabajadora y eso le
importaba mucho, aprendió bastante de la rama de ginecología, le
encantaba esa rama cuando la conoció, más que la endocrinología, pero
ambas le encantaban salvo que la ginecología era más amplia.
Las heridas iban menguando con el tiempo y la lejanía. Los recuerdos y
su amor por John, no. No sabía qué tenía ese hombre para ella.
Y cuando llegó junio pidió el mes de vacaciones, el tiempo pasaba y
había cumplido 27 años no había vuelto a tener relaciones sexuales con
nadie, ni lo necesitaba. Estaba inmersa en los exámenes y esos días de
vacaciones estudió como loca sin parar pues el día 20, 21 y 22 tenía los
exámenes, así que allí estaba de nuevo en Harvard para sus exámenes.
Se quedó en un hotel en Cambridge para ello, como hizo el año anterior.
Volver a Estados Unidos, le trajo irremediablemente recuerdos de John
y la historia bonita que podían haber tenido si no hubiese sido por su
terquedad y su impulsividad. Estar en Nueva Zelanda, le dio otro punto de
vista de la situación.
Le hizo ver que ella no podía obligar a nadie a vivir una vida como ella
quería, ni ella tampoco como otra persona quería, simplemente, no estaban
hechos el uno para el otro, porque simplemente veían la vida de manera
distinta. Y él, era un loco impulsivo y desconfiado.
Sin embargo, recordó cuando la última noche en que se enfadaron en
casa de John, éste le dijo que se había enamorado de ella.
-¿Cómo se puede uno enamorar de una persona y acostarse con otra?
Quizá los hombres sí, pero su forma de ser, se lo impedían.
De todas formas, sabía que lo que había sentido con ese hombre, no iba
a sentirlo con nadie más y era una pena.
Había acabado los exámenes, e iba al hotel a descansar. Habían sido tres
días duros y se quedaría unos días en Boston hasta salir de nuevo hacia
Nueva Zelanda, a vivir su segundo año de trabajo allí. Le había servido de
relax.
Y allí en la puerta del hotel, como si fuese una pesadilla o un sueño,
estaba él, John, esperándola, lo sabía.
Se le iluminaron los ojos cuando la vio. Y se acercó a ella y la abrazó y
ella sintió estar en casa, su calor, el olor suyo imparable e imposible.
-¡Dios mío nena, cuánto tiempo sin verte! Estás morena, guapísima -Le
dijo como si el tiempo no hubiese pasado.
-¡Hola John!, -se retiró de él. No puedo deshacerme de ti, -le dijo
minándolo tristemente a los ojos.
-Jamás, eres mía.
-¡Ay, John! -Estoy cansada.
-Vamos a comer, ¿Has comido? -Le preguntó John.
-No, iba a darme una ducha y comer algo.
-Comemos juntos, tenemos que hablar, nena.
-De qué John, no ves que esto me cansa…
-Te espero abajo.
-Está bien, como quieras. -No tenía ni ganas ni fuerza para luchar
contra ese gigante.
Y ella subió temblando a su habitación. Ese hombre la iba a perseguir
por cada rincón del mundo, no podría esconderse en ningún sitio. ¡Qué iba
a hacer con él!, O lo mataba y lo tiraba por un terraplén o lo amaba sin
medida.
-¿Dónde te quedas?
-Aún no lo sé, tengo la maleta en el coche. Solo tengo sacado el pasaje
a Nueva Zelanda a tu lado.
-Eres…
-Sí, soy tuyo.
-Estás tan loco como cuando te conocí.
-Ahora estoy loco por ti. ¿Dónde vamos?
-Pensaba pasar los días que me quedan en Boston.
-Pues nos vamos. Allí dejo el coche y vuelvo por Boston.
Y se fueron al hotel, ella recogió sus cosas, pagó el hotel y salió.
John, le ayudó a meter la maleta y un bolso con los libros en el
maletero.
Una vez sentados en el coche de John, la cogió y la besó profundizando
el beso y abrazándola después.
Ella estaba emocionada y él lo notó.
-No quiero que llores chiquita, por mí, nunca, te he hecho sufrir tanto
que no te merezco.
Y ella lo abrazó fuerte.
-Venga vamos.
Y se quedaron en un hotel del centro de Boston. Se iban a pasar tres
días allí y luego, se iba con ella a Nueva Zelanda, aunque ella tenía
trabajo, él iba a estar allí con ella en vacaciones y aprovecharían las tardes
para bajar a la playa y estar juntos.
Pero al día siguiente no tuvo más remedio que irse. Y ella lo echó tanto
de menos, sobre todo los primeros días, lloraba por la tarde en el poche.
Pero después hablaba con él y se le pasaba, reían, comentaban cosas.
Y el tiempo fue pasando, Fanny, como se prometió, visitaba los lugares
que le quedaban por visitar y echaba de menos en ellos a John, pero, había
cambiado, no dejaba de mandarle mensajes, de ánimo, de amor y de deseo
también, sexuales y ella se reía.
-Sé que estás prometida Fanny, y quería preguntarte una cosa, a parte
del agradecimiento por lo que has hecho y lo bien que has trabajado con
nosotros. Llevas tu finiquito y te tomas el mes de julio de vacaciones,
pagadas, mi hermano te da el mes de agosto también, ya sabes que siempre
cierra en agosto la clínica.
Así que entrarás el uno de septiembre, tienes dos meses de vacaciones,
tienes suerte, pero vas a entrar a trabajar con una ginecóloga porque mi
hija va a trabajar con mi hermano, al final se va a quedar en Nueva York.
-Sí, se irá en agosto, quiere comprar un apartamento y por eso quería
hablar contigo. Le ha gustado Nueva York mucho, y ahí está mi hermano,
por esa parte estoy tranquila porque es joven, pero quiere ser
independiente y le gusta tu apartamento y quiere comprártelo como está
porque está cerca del trabajo y le encanta la decoración.
-¿En serio?
-Sí en agosto quiere ir para empezar en septiembre en la clínica. Quería
saber si tienes intención de venderlo.
-Sí que tengo, mi prometido y yo nos vamos comprar uno más grande
para casarnos.
-¿Se lo vendes a ella?
-Sí, si lo quiere como está se lo vendo a ella mejor que a nadie. Solo
sacó la ropa que me dejé que ya está anticuada, y se lo vendo. Lo que no sé
es cómo estará de precio ahora, lo compró mi tío cuando llegué y no tengo
ni idea de lo que vale.
-Pues mientras, te enteras y me mandas un mensaje con el precio. Si se
lo vendes, debe quedar libre en agosto, quiere pintarlo.
-Claro, en cuanto llegue me entero y se lo digo.
-Gracias, Fanny, me ha encantado trabajar contigo, si alguna vez vienes
de vacaciones, pasas a verme.
-Seguro que sí.
Y se abrazaron.
Cuando bajó del avión y recogió sus maletas en un carrito, al salir por
la puerta, de llegada allí estaba su gigante. Era inconfundible, guapo, era el
amor de su vida y su sonrisa mientras se acercaba a él, era preciosa.
Cuando llegó a su lado, él la levantó a su altura y la abrazó y besó
profundamente. La miró.
-Ahora sí pequeña, no dejaré que te vayas a ningún lado de nuevo. No
sabes lo largo que se me ha hecho todo este tiempo.
-No pienso irme mi amor a ningún lado.
-Bueno, de aquí nos vamos, pero ya.
Y le cogió el carrito con las maletas hasta el aparcamiento y tomaron
rumbo a Manhattan.
-¡Qué guapas estás, joder! Tienes 27 años y hace tres que te conozco y
cada día estás más mujer.
-¡Qué tonto! Tú sí que estás bueno.
-Eso sí es verdad. -Y se reía.
-¡Ay Dios!… ¡Qué vanidosillo sigues siendo! Tengo novedades y unas
cuantas.
-Qué novedades!
-Ya no trabajaré para el doctor Pratt, al final a su sobrina le ha gustado
Nueva York y va a trabajar para él.
-¿Y tú, entonces para quién vas a trabajar?
-Me van a asignar a una ginecóloga, espero que se a la mía. ¿Imaginas?
-¡Ojalá! Si es lo que tú quieres…
-Estoy contenta porque ese trabajo me gusta más.
-Pues mejor, ya tienes experiencia de dos años en ginecología.
-Y tengo otra novedad.
-¿Otra más?
-Sí, quieren comprarme el apartamento tal cual está, a primeros de
agosto debe estar libre., quiere pintar. Para la sobrina de mi jefe. Me
preguntó la madre antes de venir y como dijimos de comprarnos otro más
grande, se lo voy a vender.
-¿Y por cuánto se lo vas a vender?
-No sé cómo estarán tasados ahora, por lo que me lo tasen, esta vez
nada de rebajas que en el alquiler le rebajé 1000 dólares mensuales.
-¿Estás loca?
-Sí, eso hice, pero no importa si me lo ha cuidado bien. Voy a recoger y
pedir precios y en agosto tengo que estar fuera, si no, alquilo uno hasta que
compremos el nuestro, si no te has arrepentido.
-En absoluto, nos lo compraremos este mes. ¿Qué mes tienes de
vacaciones?
-Julio y agosto.
-¿Dos?
-Dos y pagados por el favor.
-Pues tenía pensado pedir julio, pero pido en agosto, pero lo cogeremos
en agosto y para esas fechas ya tendremos nuestro apartamento listo para
vivir y nos vamos de vacaciones tranquilos.
-Si no puedes…
-Sí, puedo, si vendo el mío también, si no lo vendemos a la vuelta, pero
de vacaciones, nos vamos.
-No vamos a pagar hipoteca cielo.
-Vente al mío -Le dijo John.
-Sí no te molesto, lo que hacemos es vender el mío, con eso y lo que
tengo ahorrado compramos uno más grande y luego ponemos el tuyo en
venta.
-Eso me parece bien, lo compramos a medias, en cuánto venda el mío,
te doy mi parte. Y falta para la decoración o para la compra también. Ya
hacemos cuentas después. Guardaremos todas las facturas.
-No me importa John.
-Pero a mi si, va a ser de los dos…
-Bueno, como quieras. Voy a preguntar si hay en mi edificio.
-¿Te gusta allí? A mí no me importa, me parece una buena zona.
-Sí, está cerca de mi trabajo y tiene piscina y gym para ti. Compramos
dos plazas de garaje. En cuanto descanse, me pongo a recoger cosas y voy
preguntando, cuando estés en el trabajo, el resto eres mío.
-Soy tuyo a todas horas.
-Eso lo sé, le he dicho a Samy que nos limpiara la casa, espero que esté
limpia, estoy deseando llegar tras dos años sin verla. ¿Y ahora qué estás
haciendo?
-Tenemos un caso complicado, de momento interrogando a los testigos.
-Vaya, como en la tele.
-No sabes lo que mienten.
-Pero mi gigante tiene un sexo sentido para eso.
-Tu gigante tiene un sexo sentido, está deseando llegar y comerte.
-¡Qué loco estás! -y se reía -¿Tienes el fin de semana libre?
-Todo entero para ti. Un maratón de sexo sin salir a la calle te he
preparado, nena.
-Cada día estás peor, cielo.
-Sí, estoy peor, más viejo y cachondo.
-¡John! -y le dio en el hombro.
Y ella lo tocó mientras conducía, por encima del pantalón.
-Nena no juegues con mi pistola, que se descarga sola.
-Se me había olvidado su longitud.
-Imagina el doble.
-¡Qué exagerado!
Pero de exagerado tuvo poco, en cuanto aparcaron en el garaje de Fanny
y subieron las maletas, no le dio tiempo nada más que de cerrar la puerta y
cogerla en brazos y la dejó en la cama, se desvistieron como locos y
desnudos, la besó y chupó sus pezones.
-¡Joder Fanny, estoy que exploto! Y ella le reclamaba su sexo de lluvia
mientras enlazaba la medida de su espalda y lo atraía a su cuerpo y entró
en ella dispuesto como hierro incandescente, duro y fuego, ocupando su
espacio. Se movieron en una danza primitiva y salvaje, deseante de llegar
al clímax, corto, potente y fuego como lava.
-Nena…
-Estoy muerta, mi amor.
-¡Dios cómo te deseaba!, pequeña. Y se echó a un lado, a recobrar la
respiración.
-Ya no puedo pasar sin ti y sin esto que nos une.
-¡Ay mi niño!…
-Tu niño está descansando un poco solamente…
Y su niño tuvo razón. Tuvieron un maratón de sexo en todo el fin de
semana. Solo salieron a comer, alguna vez, ducharse y pedir comida, y el
domingo por la tarde, dieron un paseo a casa de John coger la ropa del
trabajo y las cosas para el trabajo del lunes.
-Aún no he abierto ni las maletas, desnuda todo el día.
-Como me gusta verte. Tienes que satisfacer a tu hombre.
-¡Qué bobo! Tengo que hacer muchas cosas. Mañana salgo y lo primero
es que vengan y me tasen el apartamento con muebles. Tengo que volver a
hacerme un seguro de salud y empezar a recoger las cosas, y mirar
apartamentos, irme a comprar ropa, aunque creo que voy a esperar a tener
el apartamento nuevo o no, depende y tengo que ir recogiendo en cajas lo
que es mío, tampoco tengo sino libros y ropa algunas cosas de mi tío, y
objetos personales, le dejo todo hasta el despacho.
-Ya te comprarás uno nuevo y yo otro. Si lo vendo me gustaría hacerlo
también con muebles. Así compramos los que nos gusten. Bueno, tú, que
tienes más gusto.
-¿Sabes que tengo agujetas, exagerado?
-¿Sabes que aún tengo ganas de sexo, nena?
-Eres incansable e insaciable.
-Joder, es que llevaba tanto tiempo y eso no es normal en mí.
-Claro, eres un mujeriego.
-No, era independiente pero tampoco un mujeriego.
-Bueno, eso se acabó lo que fueras.
-No lo necesito, tengo más sexo contigo que sin ti, pequeña. -Y la cogía
por la cintura, la levantaba y se la llevaba de nuevo a la cama.
Fanny, no conocía esa faceta de John con sus padres, tan familiar. Era
una familia que parecía se llevaba muy bien y sintió cierta envidia al estar
sola y no tener a nadie y recordó a su padre y a su tío, porque de su madre
no tenía ningún recuerdo.
Fanny, ahora eres de nuestra familia -le dijo Mónica como si supiera lo
que estaba pensando. Y nosotros cuidamos de los nuestros. Mi nuera
tampoco tiene familia allí en España, y es nuestra hija como lo serás tú. Ya
verás cuando conozcas a toda la tropa.
-Conozco a West, el gemelo de John.
-Pues aún te queda. Y tenéis que venir a comer a la cafetería. Y probar
las delicias de mi chef preferido. Voy a traer algunas.
-Le ayudo -dijo Fanny haciendo amago de levantarse.
-No hace falta, cielo, yo voy -Le dijo John.
Y su madre fue a la cocina y John fue tras ella.
-¿Qué te parece mamá?
-Me encanta, es una chica buena y especial y rara vez me equivoco, así
que trata a esa niña bien. Es muy guapa, por Dios, tiene unos ojos verdes,
preciosos.
-Sí, estoy enamorado hasta las trancas de ella.
-Y ella de ti, se le nota.
-Y tengo mucho sexo con ella.
-No me cuentes eso, hijo.
-Vamos que tú no tienes aún con papá. Y la abrazaba por detrás.
-Déjame tontorrón, eso de tu padre y yo, son cosas nuestras y no te las
voy a contar.
-Has tenido mucha suerte con mi padre.
-Lo he tenido sí, y él conmigo también. Hijo quiero que la ames mucho
y ella a ti.
-Vas a ir de boda el año que viernes.
-¿En serio?
-Sí, tiene el anillo desde hace un año. Nos casamos el trece de febrero.
-¿En serio? ¡Oh, Dios mío! todo lo que hay que preparar.
-Nada, vamos a contratar a una organizadora. No te estreses que tienes
mucho trabajo en la cafetería.
-Sí, que lo tengo.
-¿Cómo va?
-Muy bien, pero en cuanto papá cumpla los 65, en unos cuatro años, la
traspasamos y vendemos. Tenemos mucho dinero y quiero ir a visitar
lugares, no me quiero retirar vieja.
Queremos vivir, y tenemos dinero para eso. Si vendemos bien la
cafetería.
-Mamá es una mina de oro esa cafetería, tuviste buen ojo.
-Sí la verdad.
-Siempre lo has tenido para los negocios.
-Venga, lleva esa bandeja, tú padre se ha esmerado.
Luego tomaron café cerca de casa y se echaron una siesta de las suyas.
La cena fue maravillosa y cómo no, el padre West, trajo comida para
que sobrara.
-La próxima en casa en Acción de Gracias, todos, la familia aumenta -
Dijo Mónica.
-A ver West que quedas tú. -Le dijo su hermano John.
-Cuando te cases, me caso yo también.
-¡Qué pájaro! -Le decía su hermano.
Cuando se fueron todos… y se quedaron solos, Fanny, dijo:
-Me encanta tu familia, tu hermano Alex es estupendo.
-Sí que lo es, tiene dos padres y es el más rico de todos, su padre tiene
dinero y no tiene más hijos y quiere a mi madre desde siempre.
-¿En serio? ¿Y por qué no se casó con ella?
-Tuvo una novia, que se quedó embarazada y la eligió a ella.
-¡Vaya!
Y ahora está arrepentido, pero gracias a eso, ella ha sido la mujer más
feliz del mundo con mi padre, son amores de los que ya no existen.
-Sí existen, te quiero.
-Espera que pasen los años.
-No dejaré de quererte gigante.
-¡Ay mi pequeñilla!
-Voy a recoger esto, y a guardar la comida que ha sobrado para mañana
y pasado, no ha querido nadie llevarse nada. Así que tenemos comida para
dos días.
John no podía ser más feliz con ella y a veces, si salía o llegaba tarde o
de madrugada, la despertaba para hacerle el amor.
En noviembre empezaron a preparar la boda y las siguientes
celebraciones antes de la misma.
Fueron en Acción de Gracias a casa de sus padres y en Navidades.
Compraron un árbol mediano para dejar los regalos para ellos y para toda
la familia. Y Fanny estaba tan entusiasmada….
Cada día estaba más integrada en esa familia que ahora era la suya, y
tenía el teléfono de todos y todos el suyo,
A veces salía a tomar café con Sofía, o iban de compras las dos con
Mónica y pasaban la tarde fuera y de chicas.
La madre de John era una mujer juvenil y graciosa y mantenía la
belleza serena que dan los años y nunca se venía sin comprarles algo a
ellas y a todos. Estaba en su naturaleza, luego tomaban café en la cafetería
y se iban Sofía y ella a sus casas.
Con Sofía mantenía una buena relación y se ofreció a quedarse alguna
noche de fin de semana con los chicos para que ellos salieran, y lo
hicieron, aunque lo dejaban más en casa de los abuelos.
Y la boda se acercaba inexorablemente y fue a comprarse una tarde el
vestido con Sofía y con su suegra.
A las dos le encantó el que eligió.
-Es el tuyo Fanny -le dijo Sofía. Estás reluciente, mi cuñado se va a
quedar de piedra.
-Estás preciosa -le dijo la suegra.
Eligió padrinos a los padres de John, no había otros y estos estaban
orgullosos, el padre de John iba a llevarla al altar, y ella se sintió
emocionada porque no tenía a su padre para ese día tan importante.
-Vamos cielo, mi padre te quiere como si fueras su hija.
-Ya lo sé, es solo que me he acordado de ellos en ese día tan importante.
-Venga nos quedan dos días. Ya verás qué guapo va a ir tu inspector.
-Tenemos unos cuantos, invitados, pequeño.
-Sí, mis padres nos han dado un dinero para la boda, dicen que le dieron
a mi hermano Alex también.
-¿En serio?
-Sí.
-Les habrás dado las gracias.
-Por supuesto. Venga ven aquí voy a probarte antes de casarnos.
-Eres lo que no hay.
-Sí, pero me gusta meterme entre tus piernas.
-¡Ay dios loco!
-No tardaré, hare que te corras enseguida.
-John, ay, John por dios, ufff -Y ella se abría como una flor para él.
-Nunca me cansaré de ti preciosa.
La vida era maravillosa para ella, al fin había llegado a una estabilidad
emocional con John que la amaba como ella a él. Lo deseaba, le encantaba
su olor y su cuerpo grande de hombre, cómo la cogía, la besaba y le
tomaba a veces el pelo, cómo le hacía el amor.
Era su hombre, el que le había enseñado todo. El que había cambiado
por ella. Y ahora quería hijos. Estaba un poco loco.
Y su familia… era la suya, porque no tenía a nadie más en la vida y se
sintió muy arropada, igual que su cuñada Sofía, con la que se llamaba
todos los días por teléfono.
- ¿Con quién hablas todos los días? -Le preguntaba John.
-Con Sofía…
-Vaya dos.
-Calla bobo.
-Termina ya y atiende a tu marido.
Y se oía al otro lado de la línea a Sofía; qué tonto es tu marido…
-Sí, -y se reían.
-Anda cuelga hija. Que sé qué quiere, es igual que Alex. Estos hombres
nuestros son demasiado sexuales.
-Mejor, ni quejarse.
Y John le quitaba el teléfono.
-Cuñada, deja ya a mi mujer que tiene que atenderme.
Y se oían las risas
-¡Ay, John! -Y le colgaba.
-¡Estás tontorrón!
-Sí estoy tontorrón, toca y verás, necesito un ratillo de relax que tengo
un tipo que me duele la cabeza de hacerle preguntas. ¡Maldito cabrón! Así
que ven y atiende a tu marido.
Y se la llevaba al baño, y cuando salía se tumbó en la cama, y ella bajó
a su sexo.
-Nena, pero así…
-Así también te gusta, mi amor.
-Ah Dios Fanny, me gusta de todas las formas, gag Dios nena…
Y ella chupaba y lo movía con sus manos de viento y estiraba la piel de
su miembro y sus nubes y él gemía y la nombraba hasta que explotaba en
espasmos inevitables. Luego lo limpiaba y se echaba encima de él y lo
abrazaba, su cuerpo entero, lo acariciaba y besaba en el cuello.
-Nena, que me estoy poniendo firme de nuevo.
-Me encanta tu pistola grande y bonita.
-Cógela y métela en la funda.
Y ella tomaba su pene y lo metía en su interior y se movía encima de él
y lograban tener un orgasmo diciéndose palabras en la boca, a él le
encantaba ese erotismo de ella cuando haciendo el amor le hablaba de su
pene y lo que le hacía, y él le decía palabras más sexuales y se ponían
calientes y húmedos y llegaban al clímax más intenso.
Y allí se quedaba encima de su cuerpo. Hasta que se echaba a un lado.
Y la acariciaba y besaba, le contaba su día y luego se ponían el pijama y
cenaban.
Si venía muy temprano bajaban un rato a la piscina o se daban un
paseo.
Estaban solos y hacían lo que querían.
Siete meses después, en mayo nacían sus gemelos, Peter y John Amder.
Ella, les puso a sus niños el nombre de su tío y el otro de su padre.
No tuvieron que hacerle cesárea, ella tampoco quiso, y tuvo suerte, pero
terminó muerta del parto.
John andaba todo emocionado, llamando a toda la familia. Y aquello
fue una locura con los gemelos, idénticos a su padre y a su tío West y a su
abuelo West también, morenos de ojos oscuros.
-Mi niña. Le decía John, -Son iguales que yo, en chiquitito.
-Sí mi amor, pero aquí cerramos el cupo.
-No me importa, con dos tenemos. Así serás la niña de la casa y todos
te vamos a querer.
-Es ley de vida pequeña, pero lo que nosotros hemos vivido nadie lo ha
hecho o muy poca gente, y no quiero que pienses ahora en eso, aún somos
jóvenes y vamos a estar felices con nuestros hijos en tu rancho.
-¿Crees que podremos?
-Sí, lo veo. Nos veo a todos juntos felices.
-¿Te has vuelto adivino?
-Lo veo como tú viste nuestra cafetería.
-Está bien, hago las llamadas…
-Dame un besito antes
-Cómo no, mimoso…
IV. WEST
ERINA ALCALÁ
En un beso,
Sabrás todo lo que he callado.
(Pablo Neruda)
CAPÍTULO UNO
Cuando su madre llegó al rancho con su hermano Alex con casi seis
años, su abuelo murió y ella tuvo que reformar el rancho que estaba hecho
una pena. Contrató a trabajadores y se enamoró del cocinero, un chico de
Montana, su padre West y al que su hermano Alex quiso más que a su
propio padre que no fue a verlo nunca más, salvo llamarlo por teléfono y
mandarle dinero mensualmente.
No lo volvió a ver hasta los 17 años. Sin embargo, su hermano mayor,
si iba al rancho de al lado de pequeño y hasta los 17, con sus abuelos, los
padres de su padre que lo querían mucho.
Su padre nunca le puso el apellido y su madre no quiso que West, su
padre, le pusiera el suyo, para no hacer daño a su verdadero padre Nolan, y
pasó a llamarse Alex Ponce, el apellido de su madre que siempre tuvo y no
quiso cambiarlo.
Su madre, se casó con su padre West y tuvo dos gemelos, su hermano
John y él mismo. Por eso, ellos se llamaban Amder Ponce, dos apellidos
porque su madre decía que en España se tenían los apellidos, el del padre y
de la madre. Y para que los uniera al menos el suyo a todos sus hijos.
Él, nunca había visto una pareja que se amara más que sus padres.
Siempre se lo decía a su madre, conforme crecía, que quería un amor
como el de ellos y una mujer como su madre, que se amaban tanto.
El no veía que discutieran sino por tonterías y su padre cogía a su
madre en alto y se le quitaba el enfado, y siempre estaba cogiéndola y
besándola y ella a su padre igual.
Siendo ellos pequeños, participaban en esos juegos. En la adolescencia,
le parecían pesados, pero después, eran una envidia para todo el mundo.
Eran su media naranja, el amor de su vida cada uno.
Su madre, cuando tuvo a su hija Luz, no quiso tener más hijos, porque
tuvo una cesárea que fue horrible y sabía con certeza, que, si tenía otro
hijo, también le iban a hacer otra cesárea, pero su hermana Luz insistió
tanto que tuvieran otro y fue Blanca la que nació, también por cesárea.
Una niña radiante. Y siempre se llevaron bien las dos hermanas a pesar
de la diferencia de edad, casi nueve años. Tan solo discutían cuando una se
quitaba la ropa a otra, sin permiso.
Sus padres eran los dos funcionarios. Su padre era ingeniero y su
madre, profesora de literatura y le encantaba escribir.
Era una romántica empedernida y Blanca a pesar de su coraza
extrovertida, las dos hijas le salieron románticas. Su padre era más
racional, pero amaba a sus hijas por encima de todas las cosas. Cada vez
que abrían la boca, allí estaba el padre a ayudarle. Y la madre, Carmen,
disfrutaba comprándoles ropa, aunque tuviesen que ir a descambiarla, pero
disfrutaba con ello.
Le encantaba la Navidad y ponía un Belén todas las Navidades y un
árbol que eran envidiados.
En la mesa no le cabían a su madre más figuras, porque era una
enamorada de la Navidad y a sus hijas les pasó el amor por esas fiestas.
Entre otras cosas.
Vivían en una gran casa en Triana con un gran patio de flores que era
otra de las cosas de las que su madre estaba enamorada. Decía que era su
rincón de oxígeno.
Su hermana Luz era ingeniera como su padre, sin embargo, Blanca,
quiso hacer arquitectura. Carrera que terminó con casi 23 años máster
incluido.
Y estuvo un año trabajando en un estudio de arquitectura americano,
que había conseguido un concurso para hacer unas grandes obras en el
puerto de Sevilla.
Cuando llevaba un año y había cumplido los 24 años, su jefe le propuso
ir a Manhattan y trabajar allí y a cambio se traería un especialista en
puertos de Manhattan. A ella no querían despedirla porque era innovadora
y tenía ideas buenas, pero les sería más útil allí, además hablaba dos
idiomas y se defendía en otros dos.
Cuando se lo propusieron, fue la chica más feliz del mundo. Era joven,
era independiente y estaba más feliz que en toda su vida.
Ahora había que convencer a sus padres de que la dejaran irse, aunque
ya tenía 24 años.
Tras muchas conversaciones, los padres no tuvieron más remedio que
ceder, pero el nido se quedaba vacío ya que ella vivía en casa aún. Estaba
ahorrando para irse a vivir a un piso pequeño, pero ese dinero lo tenía
guardado, unos 20.000 euros.
En España ganaba 1.600 euros, pero en Manhattan iba a ganar unos
8.000 dólares, claro que la vida era más cara.
Aun así, sus padres, le dieron 20.000 euros a cada hija, para no hacer
distinciones. Eran pudientes y ahora una lo necesitaba y la otra no iba a ser
menos.
Así que, tras las vacaciones de agosto, debía empezar a trabajar, en
septiembre en Manhattan.
Y tenía todos los datos a final de julio cuando tomó sus vacaciones, de
dónde estaba la empresa el nombre, el mismo, la dirección…
Y pensó irse en agosto, el mes que tenía vacaciones para alquilar un
apartamento y tener todo listo para trabajar en septiembre.
Cuando salió del trabajo, estaba agotada y no había hecho nada, ese
primer día, ese gigante le había robado la energía, menudo tipazo. Y olía
mejor que bien, un traje impecable. La camisa se le pegaba a los músculos
como ella se pegaría a ese cuerpo hecho para el pecado. Ganas tenía de
verlo vestido informal. Y en cuanto a su ropa, ella vestía así, si no le
gustaba, allá él, solo iría con camiseta, zapatillas y vaqueros a la obra.
Nada más,
Tenía la sensación de que había sido educado, nada más, pero no sólo
era que no le gustaba trabajar en equipo, es que ella no le gustó, por alguna
razón que no llegaba a comprender. Y no de la manera de tener pareja, no
hacía falta, sino como persona, y ella era buena persona. Bueno allá él.
Ojalá terminaran pronto las casas y le dieran un trabajo a ella sola, aunque
estuviese en su despacho, iba a hablar lo menos posible.
Con lo bueno que estaba, si fuese más extrovertido sería todo un
partidazo, estaba tan bueno… Y miraba como de lado, profundo a los ojos.
Pero salió contenta, tampoco era tan radical en el trabajo y le habían
gustado sus ideas. De todas formas eran casi las suyas, por esa razón
estaban de acuerdo en todas las ideas.
Cuando West, salió del trabajo, iba con un mal sabor de boca. Siempre
había sido feliz en su trabajo, había hecho por la empresa más de lo que se
pedía y ahora le colocaban a una enana, que parecía una hormiga de un
lado para otro con su minifalda y sus escotes, era guapa, sí, pero fuera del
trabajo. Estaba acostumbrado a trabajar solo. La chica hacía todo lo que
podía y era simpática y extrovertida y no era tonta para nada. Sino
bastante inteligente y aportaba ideas buenas. En eso estaba de acuerdo,
pero tenerla todo el día con su olor en la nariz…
Bueno, esperaba que pasara pronto ese tiempo de las casas victorianas y
le dieran un trabajo a solas.
Cuando llegó a casa se dio una ducha y antes de cenar lo que la chica,
Loren que la tenía contratada un par de horas al día para la casa y la cena,
le había dejado, llamó a su madre,
-¡Hola mamá!
-¿Qué tal West hijo?, ¿cómo has pasado las vacaciones?
-Para eso os llamo, para ver cómo las habéis pasado vosotros.
-Bueno, hemos venido hace una semana, hemos pintado el local, ya
sabes que pintamos todos los años y limpiamos. Así que hoy ha sido un
buen día, ¿Y tú cómo estás?
-He ido a California. A la playa.
-¿Un mes entero?
-Pasé por San Francisco unos días. Y el resto en casa.
-¿Querías playa?
-Sí, necesitaba un descanso ¿Y vosotros?
-Hemos ido a Florida, donde van los viejos. -Y se reía -Tu padre quería
playa este año.
¿Te pasa algo hijo?, estás serio.
-Sí, me pasa.
-A ver cuéntame.
-Han ocupado mi despacho nada más venir de vacaciones.
-¿Cómo es eso?
-Me han puesto un compañero, como es enorme…
-Bueno hijo, si necesitan más personal, tendrán que hacerlo. ¿Es que no
te gusta?
-No, no me gusta, estoy acostumbrado a hacer el trabajo solo y encima
voy a hacer un trabajo en equipo.
-Porque no sabes trabajar en equipo. Es hora de hacerlo, no siempre lo
harás solo a no ser que formes tu propio despacho.
-Ya, pero es una chica para colmo.
-¿En serio? ¿Y qué problema tienes?
-Sí, de Sevilla, española, una enana extrovertida y graciosa.
Y la madre se partía de risa al otro lado de la línea.
-Esa es la tuya, hijo, llenaremos esto de andaluces, faltabas tú.
-Ni de coña, es una enana.
-Como tu madre, así que ni te rías de eso.
-Es distinto, tú eres mi madre. Es una chica buena, es trabajadora, pero
no me gusta.
-Pero por qué, es una trabajadora como tú, tendrás que aprender a
trabajar en equipo y en solitario, eso ya sabes. Y quizá sea bueno y es una
experiencia más.
-¡Joder mamá! cómo viste…
-¿Cómo viste?
-Faldas demasiado cortas y blusas con escote. Tacones altos. Es una
niña, tiene 24 años.
La madre se reía.
-Mejor para ti, así te animas y trabajas más ágil.
-Mamá por Dios, es serio. Entre el perfume, y su ropa los tacones…
-Bueno, pero ya verás como cuando vaya a la obra, vestirá como se
debe.
-Eso espero.
-¿Está sola en el país?
-Sí, ha venido sola pero no pienses ya en acoger a todo gato herido, que
te conozco.
-Pobrecita, pórtate bien con ella hijo. Ten en cuenta, que es su primer
día, que es un trabajo nuevo, que está sola. Se empático. Acuérdate cuando
entraste tú.
-Siempre tienes palabras para todo.
-Y porque no te oye tu padre, si no te ibas a enterar.
-Mejor no se lo digas que luego me canta las cuarenta.
-Bueno hijo, pero sé bueno. Tengo unos hijos maravillosos, y que
ayudan a las personas, no seas brusco.
-Está bien, tienes razón.
-Como siempre mi niño.
-Tu niño ya tiene 31 años.
-Con más razón. Eres un buen chico, si fuese John ya se la habría
ligado.
Y se reían.
-Menos mal que no lo es.
-Por eso, sé bueno y no te preocupes, trabajar en equipo es bueno y si la
chica es guapa y trabajadora y simpática mejor ¿no? Imagina que te meten
un listillo…
-Es una listilla.
-Vamos no será para tanto. Eres un exagerado.
-En fin, ¿estáis bien?
-Sí cariño,
-Pasaré el fin de semana a comer algo.
-Invítala a tomar algo el sábado.
-Ni lo sueñes.
-Como tu compañera, dile que tu madre es de Marbella y tus cuñadas de
Marbella y Cádiz y verás.
-Que no mamá.
-Como compañera de trabajo, quiero conocerla. No seas tan cerrado.
-Ya veré.
-Bueno, os esperamos. Seguro que está sola y le encantará.
-Ya veremos te digo. Un beso a los dos, os veo.
-Adiós hijo te quiero…
-Y yo a ti.
A las once de la noche, West estaba inquieto. Seguro que ella había ido
de verdad a tomarse una copa a ese local lleno de hombres con traje. No
sabía qué le pasaba. No era el guardián de nadie, pero le gustaría verla
cómo se desenvolvía, ¿Y a él qué le importaba? Había cenado y estaba
alterado.
¡Joder!, al final, se dio una ducha y se puso un traje y salió por la
puerta.
Cuando Blanca se despertó por la tarde, bien tarde, se dio un buen baño,
arregló su cuerpo, de lavó el pelo y eligió para ir a ese local un vestido
estrecho de licra negro con tirantes y copas, unos tacones altos negros y el
pelo suelto.
Tomó la cena en casa y a las diez, se vistió y maquilló y se perfumó.
-Por Dios que ligue esta noche, que me voy quedar para vestir santos. Y
miró en el móvil como se iba al local. Estaba cerca y tenía aparcamiento.
Estaba a quince minutos en coche.
Así que iba a estrenar su coche.
Cuando entró al local, era bonito, había música, una pista en alto y una
gran barra, en un lateral y el resto, lleno de sillones bajos tapizados.
Y tenía gente, no demasiado abarrotado, lo cual, le gustó, no le
gustaban las discotecas alocadas. Estaban poniendo música latina y le hizo
gracia. Y la música no estaba muy alta.
Se fue a la barra y pidió un coctel sin alcohol.
West estaba allí, la vio entrar. Estaba preciosa, y soportó cómo los
hombres la miraban y babeaban por ella. Pero Blanca echó un vistazo
alrededor y sonrió. Le había gustado seguro. Fue a la barra y pidió un
cóctel y al darse la vuelta lo vio sentado solo.
Era la leche ese hombre, había ido a vigilarla.
Y se acercó a él.
-¿Has venido a vigilarme West? -Y se sentó a su lado.
-Algo así, no quiero que te pase nada.
-¡Que tonto! qué me va a pasar, he traído el coche y hay chicos guapos,
ahora no podré ligar ni nadie me pedirá bailar. ¿O es que tienes una cita?
- No tengo ninguna cita. ¿Quieres bailar?
-Pues claro, a qué crees que he venido.
-¿A buscar un hombre para acostarte con él?
-No es ese el objetivo, pero si lo encuentro también.
-¿Eres de las que se acuestan con uno un fin de semana y con otro el
siguiente fin de semana siguiente?
-Claro soy joven. -Y West se puso serio.
-Eres tonto. Pues claro que no, eso lo harás tú.
-Yo no hago eso.
-Bueno, ese es tu problema, West.
-¿Entonces quieres bailar?
-Si pones esa cara, no.
-Anda vamos, -y se levantó y la cogió de la mano y se la llevó casi a
rastras a la pista, cuando sonaba una canción lenta.
-¡Ay estás tonto!, Me vas tirar con estos tacones, bruto. Y yo que le he
dicho a tu padre que eres un caballero…
-Cállate mujer por un momento.
-Es que estoy nerviosa.
-Aun así.
Y ella se calló.
Él la abrazó por la cintura y Blanca le echó las manos al cuello. Había
ido por ella ¿no? pues la iba a encontrar, ya que no iba a dejarla ligar con
nadie, sería con él, porque era tan guapo que se lo iba a ligar esa noche, ya
volverían al trabajo como compañeros.
Y se acercó demasiado a él abrazando su cuello y pegando sus pechos al
suyo fuerte y duro. Y sintió la excitación dura de West en su vientre y lo
miró y le sonrió, pero estaba muerta de miedo.
-¿Te hace gracia? -Le dijo West en la oreja despacito.
-¿Que te excites conmigo?, mucha.
-Eres una mujer terrible.
-¿Tú crees?
-Con total seguridad, irritable y enana.
-Pero bien que te excitas.
-Hace tiempo que no lo hago, me excitaría con una vaca lechera esta
noche.
-Mentirosillo, -le dijo levantando su boca y casi pegándola a la de West,
provocándolo.
-No me provoques, nena.
-¿O qué?
-O no respondo.
-Me gustaría ver cómo no respondes.
-Nena…
-Has venido, así que…
Y West arrimó la boca a la suya tan cerca que estaba y la besó en los
labios con ternura.
Pero ella lo miró y acercó de nuevo su boca y fue ella quien metió su
lengua en la boca de West y este se sorprendió y tomo las riendas y
entrelazó sus lenguas en una danza sin fin hasta que a ella le costaba
respirar. Ese gigante besaba de lo lindo.
Estaba colorada y encendida.
-Besas muy bien.
-¿Sí? No me digas…
-Te digo y la abrazó bajo su mata de pelo.
Y la atrajo más a su cuerpo de forma que no quedaba entre ellos un
centímetro de aire.
Y la besó de nuevo, y de nuevo sus lenguas danzaron en un vaivén lento
y húmedo y cada vez ella lo notaba más excitado.
No era un niño, ni jugaba, era un hombre que sabía lo que hacía y le
hacía maravillas en su boca.
Cuando se cansó de besarla…
-¿Tomamos algo más?
-Sí, se van a descongelar los cócteles.
Y se sentaron en los sillones donde estaban antes de bailar, donde
tenían las copas.
-Estoy nerviosa West.
-¿Por dos besos sin importancia?
-¿No tienen importancia para ti?
-Claro que la tienen boba, me gusta cómo besas, y me gustas.
-No me lo puedo creer.
-Tienes un cuerpo pequeñito, pero precioso y me gustaría ver esos
pechos que me has enseñado toda la semana.
-¿Que ha sido del West serio y trabajador?
-Que está de fin de semana. -Y ella rio -Era serio, pero irónico.
-Él la cogió por el hombro y la atrajo hacía sí.
-Nene, eres un peligro para mi estabilidad.
-No voy a ser un peligro,
-Lo vas ser, te lo digo yo.
Y ella lo besó en los labios.
-No lo seré.
-No voy a cambiarte.
Ya sabía qué significaba, ahí se acababa todo. Era una pena, pero no iba
a ser ella la que dijera nada a él en el trabajo, ni fuera, ni hiciera ningún
comentario acerca de lo que habían compartido. Había sido tan
maravilloso, pero sabía cómo era o se hacía una idea, y sabía que ese era el
comienzo de su vida sexual, le había enseñado y la había puesto en el
camino y ahora ella tenía que seguir sola.
Olía tan bien. Toda la cama olía a él, a su cuerpo, su colonia, a olor a
sexo que compartieron. No iba a cambiar las sábanas hasta el sábado
siguiente, las acababa de poner ese día.
Si West, fuese de otra manera, para ella era el ideal de hombre, pero
West no quería salir con chicas y ella no iba a exigirle nada. Tendría que
olvidar esa noche hermosa de sexo y piel encadenada.
Bueno, iba a desentumecer los músculos en la piscina y luego saldría a
desayunar fuera, casi a comer. Y se tumbaría en el sofá, haría la cena para
llevarse al día siguiente y quizá mirara un poco en el despacho el parque.
Al menos hacer dos o tres bocetos por encima. Los que se le ocurrieran y
las entradas a las casas. A ver qué le parecían a West.
Y nada de nombrar nada de esa noche, lo sabía por experiencia de sus
amigas, y ella no cometería ese error, viviría y se olvidaría de ese hombre
inolvidable, por más que le costara.
Si él quería dar algún paso que lo diera, pero que no se creyera que iba
a acostarse los fines de semana con él y si te vi no me acuerdo y como si
nada en el trabajo. Dos veces, podía, pero tres ni loca.
CAPÍTULO CUATRO
El lunes llegó al trabajo contenta como siempre. Iba vestida con falda
corta y una camiseta estrecha, sus tacones y maquillada. Ese día no iba a ir
a la obra pues iba a hacer más o menos diseños de las entradas a las casas
y del parque e iría al día siguiente. Luego ya empezarían a hacer los planos
de las casas, ella haría los que había medido y él las del otro lado, así
quedaron.
Y por supuesto estaba West, pero ella no lo vio esta vez. Él se ocupó de
ello.
Pero él sí, y sabía que iba a ir. Era como todas las mujeres. Y como
todos los hombres, tuvo que reconocer.
Blanca, pidió algo en la barra, y se sentó sola a tomarse su copa
mientras miraba la pista de baile y enseguida tuvo un chico al lado, la vio
sonreírle y hablar con él, la vio bailar con él no muy agarrada, tuvo que
reconocerlo, pero sí que parecía pasarlo bien, mientras él se sentía un
cobarde por no haberle dicho nada. A eso de las dos de la mañana se
despidió de ese hombre y salió sola a la calle y la vio meterse en su coche
e irse a casa. Sola.
Y cuando se estaba desvistiendo llamaron a la puerta y se asustó, miró
por la mirilla y era West.
-¡Hola West!, joder menudo susto me has dado a estas horas. He estado
a punto de llamar a la policía. Pasa anda -se había puesto un camisón corto
y se había quitado el sujetador.
-¿Pasa algo a esta horas? ¿Qué quieres?, acabo de llegar a casa… Anda
pasa, es tarde y no vamos a hablar en el pasillo.
-¿No te has traído a nadie a casa?
-No, da la casualidad de que esta noche no. ¿A eso has venido? ¿Me
estás controlando?
-Quiero saber con qué mujeres me acuesto. -Y ella se echó a reír.
-Pues mira West, da la casualidad de que no me importan las mujeres
con las que te acuestas. Conmigo solo fue un anoche, era virgen y nada
más. Eso dijiste tú y sigo tus normas. Así que ese es tu problema. A partir
de ahí me acostaré con quien me dé la gana, porque no tenemos nada, ¿O
sí tenemos algo y no me he enterado?
-Blanca… La miró.
-¿Qué quieres?
-¡Joder te he echado de menos!
-Pues menuda forma tienes tú de echarme de menos, no quedas
conmigo y no haces referencia a lo que pasó. No soy una mujer de piedra
West. Y te diré algo, no voy a acostarme contigo una noche del fin de
semana y durante la semana si te vi no me acuerdo. Si quieres salir
conmigo, bien y si no te vas y me dejas en paz y trabajaremos como hasta
ahora y olvidaremos lo que pasó. Yo lo tengo asumido.
-¿Qué salga contigo? Yo no salgo con nadie -le dijo humillándola como
si no valiera nada.
-Lo siento, West. Le dijo muy seria. Sal de mi casa y no vuelvas.
Limítate a ser mi compañero de trabajo. No vengas a mi casa a
humillarme a las dos de la mañana. Estoy cansada. Nos vemos el lunes.
Y salió por la puerta enfadado.
Lo había hecho francamente mal, la había humillado como si no valiera
nada cuando le gustaba demasiado y estaba celoso, pero lo mejor sería
olvidarla, o la olvidaba o le traería problemas.
Que hiciera lo que quisiera con su vida, o se costara con quien quisiera,
Bueno, eso no le gustaba nada, había sido solo suya, él le había
enseñado lo que sabía y le molestaba profundamente y que ella pudiera
acostarse con otro y sentir lo que había compartido con él.
Que otro tocara su piel y su cuerpo, lo ponía francamente mal. Esa
enana se le había metido en la piel y bien y qué iba hacer con ella.
¿Y por qué estaba feliz? Dios era una mujer loca y lo volvía loco con
todo lo que le hacía. Cuando metía su pene en la boca, lo desataba y
porque eso no le había pasado con otra mujer, sí, se había acostado ya con
bastantes y llega una enana virgen y lo cambia y se muere con ella.
En perpetua excitación lo tenía, con lo mal que le cayó el primer día y
ahora le caía a plomo cuando la dejaba satisfecha.
No importaba, iba a salir con ella, tendrían que hablar de muchas cosas,
y como todo no iba a ser hacer el amor, ya tendrían tiempo de dejar claro
que lo que durara, pero eso ya lo sabía ella.
Si alguno se cansaba o no quería seguir saliendo con el otro, se dejarían
y tan amigos. Pero ahora no iba a dejarla ni que lo mataran. Necesitaba su
cuerpo, su olor, su sexo de agua. Ese pelo que le encantaba y esos pechos
con esos pezones que lo volvían loco.
Al final su madre tendría razón y todos iban a tener una andaluza
pequeña, pero él no estaba por la labor de casarse.
Era joven y aunque su hermano John, estaba comprometido y con su
novia en Nueva Zelanda por dos años y ya era el último, le costaría
compartir su casa y sus cosas con una mujer. Días a la semana, vacaciones,
lo que fuera sí, pero permanentemente toda la vida, eso era otro cantar.
CAPÍTULO CINCO
El lunes cuando llegó al trabajo, iba nerviosa, por dos motivos, una por
ver cómo actuaba West, y el otro por el trabajo que iban a darle hasta que
el miércoles retomaran el trabajo de las casas por un par de días y luego ya
le dedicarían una vez cada dos semanas hasta que terminaran. Y esperaba
su nuevo trabajo. Y no sabía si iba a ser compartido con West o lo haría en
solitario.
-¡Hola West! Buenos días -Dijo Blanca al llegar al trabajo.
-¡Hola preciosa!
-¡Uy, ¡qué cariñoso!
-¡Qué tonta!, no te hago nada porque el jefe esta llegar, pero eso era lo
que querías, ¿No?
-Algo así.
-Me gustan esas piernas.
-¡Que bobo!
-El escote, la falda y ese sujetador negro de encaje que son…
En ese momento entro el jefe con dos carpetas distintas.
-¡Hola West, hola Blanca!
-¡Hola señor Velasco! -Saludaron ellos.
-Bueno, antes de nada y como os dije el otro día, ha sido fantástico el
trabajo de las casas y la urbanización, me gusta todo, hasta las diferencias
entre unas y otras, los distintos acabados. Solo espero el presupuesto y si
entra dentro de lo que tenemos para ello, permisos y licencia daremos el
visto bueno al contratista.
-Muy bien.
-Si no, tendremos que recortar en algo.
-Bien.
-Bueno… ¿Y cómo van los planos de las casas?
-Ya acabado.
-Ya sabéis que en cuanto se empiecen a construir, una vez cada dos
semanas después del primer mes, tendréis que ir un día a comprobar todo.
Así que aquí os traigo otros trabajos que nos han llegado. Esta vez por
separado, no se necesitan dos arquitectos, no son tan voluminosos los
trabajos.
Y les dio las carpetas.
-Tú West, te tengo una familia que quiere reformar en Brooklyn, un
pequeño edificio de apartamentos. Es una herencia. El padre tenía 6 hijos
y cada uno tiene uno, del mismo tamaño, antiguos, es un edificio de seis
plantas con ascensor y escaleras, entrada y seis pisos, un piso en casa
planta. Es bajo. Hay que reformar el exterior y el tejado. Bueno, te
reunirás con ellos y si no te lían con lo que cada uno quiere… Ahí tienes
toda la información, -señalándole la carpeta -tendrás que verlo, reunirte
con ellos y que Dios te acompañe, le daremos un presupuesto a cada uno y
otro por los exteriores y zonas comunes que tendrán que pagar entre todos,
tienen dinero, no solo han heredado apartamentos, sino dinero. Nada de
lloros.
-Está bien, me leo de momento el informe y veo los planos de cómo
están, y ver si tengo algunas ideas que compartir con ellos.
-Ya te la darán ellos, son un poco especiales, pero al menos para el
exterior estaría bien que tuviesen ideas, no se puede modificar, pero pintar
o restaurar, sí.
-Es de ladrillo, habrá que limpiarlo si no quieren cambiarlo claro.
-Perfecto. -Dijo el señor Velasco.
-Y para ti Blanca, tengo algo muy bonito, pero muy complicado con
muchas normativas que tendrás que leerte.
-¿Sí?
-Sí, te va a gustar. Una residencia de mayores aquí en Manhattan, en el
norte. Cinco plantas. Este es el director y dueño del edificio y su mujer. Te
pones en contacto con ellos y los visitas. Es un edificio antiguo y quiere
convertirlo en una residencia. Llámalo queda con ellos, mira el edificio y
anota lo que quiere en cada planta, si se puede y haces lo de siempre, una
idea y ya irás a medir y planos, se lo presentas a ver qué tal y luego los
haces. Ten cuidado con las medidas el ayuntamiento es muy exigente con
el cumplimento de hasta un centímetro.
-Estupendo.
-Hay tienes toda la información y las normativas de las residencias de
mayores.
-Bueno.
-Os dejo que trabajéis. El miércoles tenemos reunión, así que nada de
quedar ese día, quizá vayáis al ayuntamiento después por lo de la
urbanización.
-Perfecto.
-Ahí os dejo.
Los días y las semanas pasaban y ellos seguían con sus trabajos, el
proyecto y presupuesto de las casas fue aprobado y los meses se pasaron,
todo estaba aún en obras, tirando tabiques y echaron un vistazo y comieron
fuera, la próxima vez que visitaron la urbanización. Hablaron con el
contratista por si había algún problema y por lo demás, seguía ella con su
residencia.
Le quedaba ya poco para terminar los planos, los terminaría para el 15
de noviembre sí o sí, aunque tuviera que trabajar en casa, y en el edificio
de West, ya habían empezado a trabajar, pero en el de ella con tantas
normas, había que señalar las medidas en los planos, pero el 15 de
noviembre lo terminó, incluso con colores de paredes y la zona de patio,
de paseo.
Luego una vez hecho la decoradora se dedicaría a comprar y decorar
con la lista que ella tenía para meter, y que además había que comprar en
sitios especializados con medidas específicas también.
El día que les presentó los planos a los directores, se quedaron
encantados, ella le hizo un plano virtual en su tableta, con un recorrido de
cómo iba a quedar. Se curraba sus trabajos con los programas que tenían.
Y solo quedaba pasarle el presupuesto de la obra, el de la decoración
era otra cuestión,
Para el presupuesto, debían ir al estudio y hablar con el señor Velasco y
el contratista y la decoradora.
Ella ya les pasó los planos a ambos y le quedaba como siempre
licencias permisos y estar al tanto de vez en cuando.
West, había terminado mucho antes y estaba con unos cuantos pisos
sueltos en edificio, trabajos menores.
Aun así, seguían con el primer proyecto que tenía previsto terminarse
para mediados de enero.
Cerrar un proyecto, era acabarlo del todo, y de momento tenían todos
abiertos. Pero estaban contentos.
Salían los fines de semana por la noche, al menos un día que casi lo
pasaban juntos todo el fin de semana, en casa de uno o de otro excepto el
domingo por la noche que West o ella, iban a dormir a su casa o algunas
tardes en las que trabajaban.
Y entre semana, él pasaba algunas noches.
Pero estaban radiantes.
West era feliz con su pequeña, ella era feliz con su gigante y con su
trabajo y llamaba los fines de semana a su casa.
Llegaba finales de noviembre y el frío y había cobrado una buena
nómina en octubre, en septiembre y ahorraba, porque si salía con West el
sábado, aunque cenaban en casa y salían solo a tomar una copa, no la
dejaba pagar y salían poco con el frio. West no era muy fiestero, pero sí
una vez a la semana, le decía ella. Y lo pasaban muy bien, porque si por él
fuera, no salían.
Llegaba Acción de Gracias y tenían unos días de descanso. Blanca
pensó en salir de Nueva York, porque no había visto nada aún y quería
aprovechar el puente con West.
-Voy a comer a casa de mis padres, vamos toda la familia -le dijo casi
diez días antes.
-Podemos ir el viernes fuera y estar un par de días, en Boston o en
algún lugar. Le dijo ella que comprendía que no iba a invitarla a ese día
que era familiar y no llevaban el tiempo suficiente, aunque conocía a sus
padres. Pero no le sentó mal.
-Tendré que aprovechar el puente para trabajar, nena.
-Este puente, podrías descansar.
-Y podemos, pero podemos trabajar también. Nos quedaremos en
casita.
-No West, voy a salir de Nueva York este fin de semana. Necesito ver
otros lugares, salir respirar un poco del trabajo y renovarme. Lo necesito y
qué oportunidad mejor que esta que hay tres días… Si tú, no puedes cielo,
voy yo.
-Pero vuelves por la noche. ¿No?
-No, me voy el viernes y vengo el domingo. Quería salir unos días, de
todas formas, nene, si tienes que trabajar, estarás mejor solo.
-¿Dónde vas?
-Voy a ver las cataratas del Niágara, estarán preciosas en esta estación,
nevadas, solo hay unas siete horas de camino saliendo de Nueva York, si
salgo temprano el viernes, llego al mediodía y me quedo dos noches y me
vengo después de comer el domingo o como por el camino. Me gustaría ir,
y que vinieras conmigo, pero si no puedes venir…
Y él se puso serio.
-Te vas sola.
-Como tú a comer con tu familia. Y me voy sola porque no quieres
venir. No voy a estar encerrada un puente con lo que trabajo, quiero ver
sitios, cada vez que tenga unos días pienso salir y ver lugares, no me
enfado cariño porque no vengas. Pero tú, tampoco debes hacerlo.
-Pero son dos noches fuera.
-Sí y qué, no te vas a morir, así me echarás de menos -Y lo besaba.
-Blanca, no quiero que vayas -le dijo muy serio.
-¿No quieres que me vaya?
-Estamos muy bien aquí en casa.
-Vente conmigo, si sales tarde de la cena de tus padres nos vamos más
tarde.
-No es eso.
-¿Entonces? -y ella, lo miró -Ah no West. Me voy, lo siento.
-¿Te vas, en serio?
-Pues claro, si no pasará nada por irme, en Navidades también estarás
con tu familia y yo sola, y no me enfado.
-Me quedaré el 25 contigo en casa.
-En casa, sin salir.
-Puede que no esté cuando vuelvas.
-¿Pero estás tonto?… Si son dos días ¿Me lo dices en serio?
-¿Me ves riéndome?
-No, no te veo riéndote, pero me voy a ir, te pongas como te pongas,
quedan dos semanas y voy a reservar y a estrenar mi coche por carretera,
ya tengo los planos y me falta reservar hotel, un hotelito no muy caro que
he visto precioso.
Él la miró toda ilusionada y sabía que era una tontería, pero el hecho de
que se fuera sin que él quisiera… Quería pasarlo en la cama con ella desde
el viernes, y ella no quería, pues que se fuera.
Y ella pensó que no todo era sexo sin salir, que le gustaba viajar y ver
cosas nuevas y podían hacer el amor allí.
-Bueno, pues nada. -Dijo él, Tú misma. Y se fue de casa.
Aún quedaban diez días para Acción de Gracias, diez días en que solo la
saludaba en el trabajo y no le había dado un beso ni quedó con ella ese fin
de semana.
Blanca se estaba poniendo de los nervios y eso era lo que West
pretendía, castigarla. Sí que el miércoles antes de Acción de Gracias,
Blanca, le dijo al salir del trabajo:
-Espera West.
-Dime…
-¿Hemos acabado esto?, Porque si lo hemos acabado me gustaría
saberlo, llevas diez días comportándote como un niño mimado porque me
voy tres días de vacaciones y no quieres acompañarme, por eso me voy
sola.
-¿Me retas?
-¿Que te reto?, es un viaje West.
-Hemos acabado, sí, si te vas, hemos acabado.
-Perfecto, por mí no hay problema. Ya sé a qué atenerme. Al menos lo
tengo claro.
Porque a ella le parecía la tontería más grande que iba a cometer ese
tipo, que lo supiera. Ahora era libre, y aunque lo echaría de menos, sabía
que algún día iba a poner cualquier excusa para acabar con ella y así se lo
dijo.
-¿Sabes West? Si quieres encontrar una excusa para dejar de salir
conmigo no hacía falta esa idiotez, me lo dices claro y en paz. En eso
quedamos. A partir de ahora somos libres, puedes acostarte con otras, si es
lo que quieres, yo haré lo mismo.
Y él la miró para matarla.
-Adiós West, hasta el lunes.
Porque el día de Acción de Gracias ella iba a pasar a fichar y de ahí se
iba a la residencia y volvía para fichar e ir a casa.
-¡Será cabrón! -Se dijo, -no me invita a su casa como una amiga porque
no quiere que sepan que sale conmigo desde hace dos meses y no quiere
que vaya de vacaciones sola ni con él, ¿pero qué se ha creído? iría ahora y
cuando quisiera, donde quisiera, no iba a estar encerrada en casa siempre.
Sin ver nada. Solo a tomar una copa un sábado por la noche.
Y se dio cuenta de que si no era porque ella lo animaba se quedarían
siempre en casa, y ella no era de esas, que se olvidara, era joven y quería
salir.
Fuera el gigante. Por muy bien que hiciera el amor o lo quisiera,
estuviese enamorada de él ya sin remedio, pero no había ido a Nueva York
a trabajar y a estar en casa para él y escondida, para nada.
Y en cierta manera se sintió libre porque lo vio con claridad. Se
equivocaba con ella si pensaba que solo iba a salir el sábado de noche y a
un local.
Aún en los meses que llevaban no había visto ni siquiera el parque con
ella, solo a los trabajos, pero eso se acabó. ¿Es que le daba vergüenza ir
con ella o qué leches le pasaba? Era cariñoso y era sensual y sexual, pero
eso no era todo, quería ir de la mano por la calle a plena luz del día y había
estado tonto.
En cuanto llegó el día de Acción de Gracias a casa, sabía que él estaba
comiendo con su familia, excepto la prometida de John, su gemelo que
estaba en Nueva Zelanda, pero si ella estuviera en Sevilla y él estuviese
solo en ese país y en esa ciudad, lo hubiese llevado a su casa, aunque allí
no se celebraba esa fiesta, pero en otra cualquiera.
Le daba igual, se duchó, hizo una maleta pequeña, preparó su buen
abrigo, y bufanda y guantes aparte y se hizo la cena, una sopa y tortilla. Y
como los diez días anteriores en que no la llamó, esa noche menos iba a
recibir llamada o mensaje de él.
¡Que le dieran!
Su despertador y dejó su móvil cargando su GPS, sus documentos en el
bolso y reservó un hotelito cercano a las cataratas. Lo estuvo viendo y era
magnífico.
Y a las seis de la mañana, bajó al parking con su maleta, su GPS y lo
puso en el coche y emprendió camino a las cataratas. Pararía a la salida de
Nueva York para desayunar y luego para tomar algo si se le hacía tarde.
Y por fin a la una y media llegó, le señalaron el aparcamiento del hotel.
Aquello era maravilloso, aunque hacía demasiado frio.
En el hotel contrató un seguro necesario para estar allí, y se apuntó a
ver las Cuevas de los Vientos y el Acuario, una cosa cada día. Con las
vistas tenía suficiente.
Eran una maravilla de la naturaleza. Impresionante.
Entró en la habitación, con vistas y el ruido ensordecedor al abrir la
ventana, estaba encantada.
Bajó a comer al comedor, conoció a gente, entre ellos a un chico
ingeniero de Nueva York, algo mayor que ella, Samuel, con el que hizo
amistad enseguida en la mesa mientras comían, porque le recordaba a
Tom, salvo que este no era gay.
Había llegado por la mañana y se había apuntado a las mismas
actividades que ella, porque con ir a las vistas, ya no daba más tiempo en
un fin de semana.
Era un chico rubio y encantador de ojos verdes, risueño y agradable, era
alto y guapo, tenía un buen cuerpo, se notaba que hacía algo de ejercicio.
Cuando hablaron de sus trabajos, él trabajaba en un despacho de
ingeniería, cerca de su trabajo y conocía el estudio de arquitectura, incluso
alguna vez habían trabajado juntos en algunos trabajos con los ingenieros
de su empresa. Él estaba en otra sección.
-¿En serio? -Dijo ella.
-Sí, en serio. Nos consultaron los elementos para un estudio como el
nuestro.
-Bueno, yo estoy desde septiembre trabajando en Nueva York.
-¿Eres extranjera?
-Española.
-Se te nota un poco el acento, pero hablas muy bien inglés.
-Gracias.
-¿Y tienes novio?
-Bueno, novio no, salía con un chico del trabajo hasta hace once días.
-¿Y eso?
Ella le contó un poco por encima la historia.
-¿En serio? -se sorprendió Samuel.
-Por esa tontería, por esa, y me he dado cuenta de que nunca he salido
con él de día ni hemos ido algún fin de semana de vacaciones, sí que fui a
la cafetería de sus padres, al principio, como compañera de trabajo, que
eso es lo que éramos, pero de día nunca.
-No puedo creer eso. Mujer te vas a quedar encerrada en casa.
-Pues eso digo yo, y ponerme en la tesitura de ni invitarme a su casa y
no querer que me fuera de vacaciones.
-Eso se llama egoísmo amiga.
-Sí, lo sé.
-Vive tu vida, mujer, que nadie te encierre. Si tienes oportunidad de
hablar con él, se lo cuentas.
-Eso está ya hablado, por descontado, y a partir de ahora, saldré más,
tengo mi trabajo y mi sueldo, intento ahorrar todo lo que puedo, pero salir
a veces ir al parque es casi gratis, vas andando y te das un paseo.
-¿Dónde vives?
-Al lado del trabajo.
-Anda, yo también.
-Estamos a cinco minutos, -Cuando se dijeron dónde vivían.
-¿Qué edad tienes Samuel?
-29 ¿Y tú?
-24.
-¡Qué jovencita! Tu apartamento es alquilado entonces…
-Sí, es pequeño de dos dormitorios. ¿Y el tuyo?
-Me lo he comprado, bueno, mis padres me ayudaron, la verdad.
-¿Tiene piscina y gym como el mío?
-Sí y cuatro dormitorios.
-¡Qué exagerado! ¿Para qué quieres cuatro dormitorios?...
-Iba a comprarlo de tres, pero había uno igual de precio, y me lo
compré de cuatro. Ahora estoy satisfecho.
-¿Y qué tienes cuatro dormitorios?
-No tengo uno de librería y para escuchar música, videojuegos el mío,
otros dos y el despacho que es enorme.
-¿Cuantos metros cuadrados tiene?
-250.
-Madre mía hombre…-Y él se reía. -¿Eres un pijito de Nueva York?
-No soy de Nueva York, soy de Boston, allí viven mis padres, en
Cambridge, allí estudié en Harvard y allí fui un hijo mimado y único.
-Con razón. Podías haber trabajado allí.
-Tenemos la central allí, pero al abrir una sucursal en Nueva York, me
enviaron aquí. Mis padres son ingenieros también los dos.
-¡Qué barbaridad!
Y ella le contó también su historia.
Sin embargo, Blanca estuvo cenando con Samuel esa noche y bailando
en la fiesta.
Luego se sentaron a tomar una copa.
-Lo estoy pasando fenomenal, menos mal que te he conocido.
-Sí, y yo a ti, ha sido una suerte, guapa.
-¿Tienes novia?
-No, hace seis meses terminé una relación, demasiado tóxica para mí,
era controladora y no soporto eso.
-¡Vaya dos! ¿Estabas enamorado de ella?
-Pues no como debería, eso no es amor ¿Y tú del gigante?
-En dos meses, no creo, pero es que es tan raro, y me doy cuenta de
cosas que no me gustan.
-¿El sexo?
-Sí, el sexo es bueno, muy bueno, no te voy a mentir, pero es que no he
tenido salvo a él.
-¿Eras virgen cuando viniste y te acostaste con un tío de 31 años?
-Sí, era una tonta. Pero no me arrepiento que fuera el primero.
Generalmente soy una persona que no me arrepiento de lo que hago.
No mujer, tardaste demasiado. Y si él tiene 31…
-¿Te acostarías con otro?
-Por qué no, seguro que él lo hace, pero no es por eso, soy libre, no me
voy a quedar para vestir santos. -y él rio.
-¿Conmigo?
-¿Me lo estás proponiendo?
-Sí, sinceramente me gustas, eres muy guapa, somos libres, y me
gustaría. Di que sí…
-Sí, -Y Samuel, le tomó la mano y la llevó a su habitación. Blanca iba
temblando.
-Blanca, no tiembles guapa, sé que no soy el primero y no me importa
que me compares, yo soy yo y él es tu primer hombre, y si vuelves con él
sería normal, porque hace muy poco tiempo.
Y ella le pasó los brazos por el cuello y se besaron. Samuel besaba muy
bien y ella estaba mojaba y húmeda y se había tomado dos copas y eso
ayudaba y cuando él se desnudó, ella vio un tipo estupendo con un cuerpo
diez, y se dijo que hasta ahora tenía suerte con los cuerpos de los hombres.
Y Samuel, la trató con ternura y entró en ella hasta arrancarle un
orgasmo fuerte y potente y gemían ambos en esa cama bajo el ruido del
agua.
-¡Oh Dios, qué bonito ha sido Samuel!
-Sí que lo ha sido, pero has visto solo mi parte tierna.
-Bueno, tenemos la noche…
Y fue al baño y al volver, se metió en su sexo y ella sentía la suavidad
de su barba, las cosquillas que ese hombre le hacía y se corrió enseguida.
Le encantaban los hombres con barba corta, como su gigante, negra y
como la de Samuel, suave y rubia.
-Eres demasiado ardiente y sexual nena, ufff… como me pones. Y ella
bajó a su sexo correspondiéndole y Samuel, explotó como las cataratas en
la noche.
Y siguieron con el calor de las copas y el de sus cuerpos y tuvo un sexo,
sin comparar a nadie, ni siquiera a West. Y ni se sintió culpable. Quizá al
día siguiente.
Pero tampoco.
El sábado él la despertó para ir a la excursión y lo pasaron
especialmente bien, en las cuevas. Samuel la llevaba de la mano como si
fuese su pareja y ella se sintió bien.
Samuel medía 1,85, era alto y estaba bueno, le encantaba su barba, las
mujeres lo miraban y ella sintió celos, y se sorprendió.
A la vuelta cenaron y otra vez se quedaron en la cama toda la noche.
-¿Qué me dices chiquita?
-Ha sido perfecto.
-¿Me vas a dar tu teléfono?
-Claro y tú me das el tuyo.
-Y si vuelves con él a la vuelta, quiero saberlo.
-Te lo diré.
-Porque si no te quiere, yo sí quiero salir contigo.
-¿De verdad?
-De verdad, eres una mujer estupenda y no voy a renunciar a ti, a menos
que tú no quieras.
-Samuel…Eres tan guapo. He tenido la suerte de tener dos hombres
guapos. Si no hay nada entre él y yo a la vuelta, pero quiero que vayamos
despacio.
-Tú llevas el ritmo, pequeña.
-No, los dos.
Y la besó.
-Eres perfecta.
-Y tú… No sé por qué no tienes pareja.
-Soy selectivo, no salgo con cualquiera, ni me acuesto tampoco. Pero si
salgo, la fidelidad está en primer lugar, si no, esto se termina y si se quiere
ser infiel también.
Lo sé, creo que pensamos igual en eso.
-Anda vamos a ver el acuario y luego nos vamos, una pena que no
hayamos venido juntos, pero te llamaré a casa para ver si has llegado bien.
¿Vale? Y ahora ven aquí que Samuel tiene una cosita para ti.
-Espero que sea húmeda.
-Muy húmeda.
CAPÍTULO SEIS
Y sabía que ahí había terminado y que ese salía con Marlene sí o sí y
vería como no era tan tonta como ella y salían fuera. La vida era un
pañuelo. De lágrimas.
A la hora de la salida, cuando cerró su despacho, los vio salir y ella se
agarraba a su brazo mirándolo y sonriéndole.
Perfecto. Era el final de los finales, con ese tipo.
Ahora dejaría un tiempo a que Samuel la llamara. Si la llamaba, claro.
No tenía ganas de salir ahora mismo con nadie porque le dolía, le dolía lo
que le había hecho, dejarla doce días porque se iba de vacaciones, sin
hablarle. Por todo. Y ahora le paseaba por las narices a la tiparraca esa. Iba
a hacer el trabajo él y ella se iba a llevar la mitad de los agradecimientos.
Ella estaba mejor sola, y deseaba que acabara pronto las casas para no
tener que ir con él ningún lado.
Esa tarde iba a pasar por la piscina, lo necesitaba y estuvo más de una
hora, se lavó el pelo y salió a comprar un árbol de Navidad y decoración
para la casa.
Las calles ya estaban preciosas. Otro día saldría a comprase algo de
ropa, sobre todo interior bonita.
Quería poner el árbol ese fin de semana y descansar, que falta le hacía.
Los días pasaban y ella veía salir a los dos siempre cogidos de la mano
o él le echaba el brazo por la cintura, solo cuando salían a la calle y ella se
metía en su portal. A veces él la veía entrar. No era feliz para nada.
Estaba acostumbrado a verla ya a diario en su trabajo y ahora la echaba
de menos. Marlene no era Blanca. Era algo empalagosa para como le
gustaban las mujeres y se había metido él solo en la boca del lobo.
Ni siquiera el sexo con ella, era como con Blanca. Y ahora se arrepentía
y se sentía culpable de todo lo que había pasado entre ellos. Estaba
cabreado, irritado y encima Blanca se comportaba con educación cuando
los saludaba, Tanto a ella o a él, como cuando iban juntos.
Y así se lo dijo su hermano John, que había sido un tonto, que la chica
quería salir, no era de las que estaban todo el día en la calle, pero tampoco
la iba a tener encerrada y cuando John se enteró de que había sido virgen
con él y había hecho la misma necedad que él, se enfadó doblemente. Y
West la echaba tanto de menos… Había sido un imbécil y el tema es que
ya no tenía solución. Y a ver cómo dejaba a Marlene. La pesada.
El fin de semana, mientras Blanca decoraba su árbol y su casita de
chocolate como decía West, la llamó Samuel.
-¡Hola guapa!
-¡Hola Samuel! ¿Cómo estás?
-Yo perfectamente, echándote de menos.
-¡Ah ya será menos eso!
-Es cierto guapa, pero quería saber si hay moros en la costa o tengo el
camino libre.
-Tan libre como el viento.
-¿Quedamos a comer?
-Termino de decorar mi apartamento. Si me esperas voy.
-Si me dices donde vives pongo la estrella.
-Anda venga y le mandó por mensaje la dirección.
-En diez minutos estoy allí.
-Y allí estuvo en quince.
-Te has retrasado -le dijo al abrir.
-Y él le tomó en sus brazos y la besó.
-¡Qué guapa con ese vestidillo tan corto!
-¡Que tonto!
-¡Toma! Para una rosa.
-¿Rosas?
-Esos son los cinco minutos de retraso -Y ella se reía.
-¡Qué bonitas! Las pongo en agua.
-¡Qué casita más mona!
-¿Verdad? Ahora te la enseño, que ya termino con la decoración.
-Te pongo la estrella.
-Sí, es lo que queda. Llevo todo el día decorando.
-Pues está genial. Me gusta esta casa coqueta como tú.
-Ven, lo que ves es lo que hay. Un aseo, pequeño, mi despacho…
Y silbó.
-Menudo despacho. Eso sí que me gusta.
-Es grande y tengo de todo. Lo necesito.
-¿Todo?
-Todo… Tonto.
-El mío no es tan grande, pero tengo más espacio.
-Bueno y me queda el dormitorio, con un gran vestidor y un baño
completo pequeño.
-No está mal mujer. ¿Y esa camota?
-Me gustan los hombres grandes.
-Como yo.
-Como tú.
-Ven aquí, esta cama, vamos a estrenarla preciosa.
-Umm… -Y se tumbó encima de él -¡Estás loco!
-Sí, pero he sufrido pensando que habías vuelto con el gigante.
Y ella le contó todo,
-¿En serio?, no me lo creo.
-Estoy deseando terminar las casas para no tener más contacto con él.
-Mejor, y tienes un despachito para ti sola.
-Mira, y se lo enseñó en el móvil.
-Chiquito y coqueto, me encanta. Doña arquitecta.
-¡Que bobo!
Y él la besó y le subió el vestido y apartó el tanga…buff nena, que hace
tiempo que no lo hago, al menos un año.
-¿Conmigo?
-No, contigo como si hiciera un año.
-¿Y con otra?
-Ninguna, te estaba esperando boba.
Y se desvistió y entró entre sus piernas, ambos desnudos. Y la penetró
con pasión como un loco, le hizo el amor.
-Ay nena, eres genial, serás adictiva para mí, me encanta tu cuerpo.
-El tuyo es… ¡Qué me gustan los hombres grandes! Y tú, eres tan
guapo…
Él, se echó a un lado y fue al baño.
Al volver la cogió entre su pecho.
-Blanca.
-Dime Samuel…
-Me gustas, lo sabes.
-Tú a mí también, por qué lo dices…
-Porque quiero salir contigo.
-¿De verdad?
-Pues claro guapa no va a ser de mentira, vivimos cerca, nos gusta salir,
congeniamos, y me pareces una mujer inteligente y trabajadora y tienes un
cuerpo que me pone mucho.
Y ella tocaba su pene.
-Guapa tranquila, que esto tiene resorte.
-Ummm, me gustan los resortes.
-¿Ah sí? Voy a ver por ahí abajo.
-Ay loco, que vas a hacer, ay Samuel, ummm… Dios guapo…
Y tuvo un orgasmo que la dejó encendida…
Me gusta cómo hueles, preciosa…
Y subió a su boca y a sus pezones y al vaivén de sus caderas cuando se
la puso encima de él de nuevo.
Luego ella bajó a su sexo.
-Blanca, nena, que me pones… Ay dios mujer… ufff. Hasta explotar
como un tren arrollador.
-Deja ya hombre que estoy muerta de hambre.
-Pobrecita mi niña, venga ponte algo mujer que así me enciendes.
-¡Qué tonto!, me visto y salimos a comer.
-Y a tomar café, necesito tarta, conozco una cafetería cerca que nos
vamos a poner morados, me das hambre tan chiquitita.
Y ella se reía mucho con él.
Las seis semanas, que pasó en Boston, al final Samuel no pudo ir, y el
fin de semana que podía, al siguiente iba ella, y no hacía falta.
Fue una experiencia estupenda. Su compañero Jeff, era un chico que
acababa de salir de la Universidad, pero ella trabajó intensamente con él
enseñándole todo y el chico era inteligente y trabajaron muy bien juntos.
Le dijo que había aprendido mucho de ella.
A veces, incluso se quedaban un par de horas en el trabajo porque la
residencia que tenían prisa por terminarla pronto y por eso, ellos
trabajaron incansablemente con los planos.
Luego, cuando tuvieron todo, y las licencias, ella le dejó por escrito los
informes de cuándo y cómo revisaría Jeff, porque dejaba unos planos
completos y perfectos para el contratista, que le quitaba trabajo. Aun así,
si había algún problema, ella se llevaba un duplicado por si tenían algún
problema tanto el contratista como Jeff.
Jeff se lo agradeció.
El jefe de Boston la felicitó y le pasó las horas extras a Nueva York, y
la compensación para que se lo pagaran en la siguiente nómina.
Estaba orgullosos de ella y de su trabajo, hasta los directores la
invitaron a la inauguración. Les dijo que si podía ir iría. Pero eso se lo
dejaría a Jeff que había trabajado muy bien con ella,
Cuando volvió a Nueva York, era casi finales de marzo.
Samuel, le dio el tiempo justo de llegar e ir a verla.
-Loco no me has dado tiempo de darme una ducha.
-Ummm. Yo te enjabono, ya no recuerdo tu cuerpo, nena,
-¡Oh, Dios cuánto tiempo!, tócame y verás.
-Estás duro.
-Estoy como una piedra filosofal.
Y la cogió y la llevó al baño.
Se quitaron las ropas y se mojaron juntos, se puso un preservativo y la
agarró a su cintura y entró en ella embistiéndola.
-¡Oh nena, por Dios!, cómo te echaba de menos…
-¡Ah, Samuel nene!, estás loco.
-Sí, estoy muy loco, pero te deseo tanto… Que no tardaron mucho en
correrse.
Luego le ayudó a lavarse el pelo y a secárselo.
Y se tumbaron en la cama.
-¿Tienes hambre?
-Un poco.
-Voy a pedir, algo de comer y hoy sábado ni salimos, nena.
-Me dejas mañana por la mañana que limpie y deshaga las maletas a
cambio.
-Pero me vengo para la siesta.
-Vale, pesado -Y lo besaba.
-Trato hecho.
Y él no la dejaba en toda la tarde, aunque se quedaron dormidos un rato,
él volvía a empezar.
El domingo por la mañana la dejó y ella se fue a su piscina que echaba
de menos, luego volvió a casa, deshizo las maletas, puso coladas, cambió
las sábanas, y limpió un poco, bajó a por comida y comió fuera.
Cuando llegó colocó la compra y se dio una ducha de nuevo.
Se puso un camisón corto y se echó en el sofá. Ya tenía todo colocado,
para el día siguiente ir al trabajo llamó a Sevilla, a su hermana y a sus
padres y les dijo que había vuelto de Boston y, miró su cuenta. Tenía casi
60.000 dólares. Estaba satisfecha y
no sabía qué iban a pagarle en marzo.
Estaba contentísima.
Por la tarde apareció Samuel y tomaron café. Él lo hizo.
-Estoy muerta nene.
-Yo lo hago.
-He comprado una tarta pequeña de las que te gustan.
-¡Qué perfecta eres!
Se sentaron en el sofá y se contaron, la fiesta de los videojuegos, todo
el trabajo de ella, de Jeff.
-¿Era guapo?
-¿Estás celoso?
-Un poco.
-Era un chico recién salido de la universidad bobo…
-¡Ah bueno, no tiene nada que hacer conmigo!
-Te voy a dar, es un chico estupendo con ganas de aprender, amable
agradable y con ideas, creativo y proactivo.
-Menos mal.
El trabajo del hotel era más difícil de lo que parecía, tuvieron al menos
10 días de medir y ver en qué condiciones estaba. El contratista estuvo con
ellos unos días mirando todo.
Y mirando las posibilidades de hacer la piscina en el tejado. Y hubo
suerte porque el tejado tenía una azotea alta, con lo cual podían construir
un gym mediano y una piscina y reforzar el suelo. Quedaría preciosa, el
hotel era alargado y podían hacer la piscina, bastante decente.
Las plantas eran todas iguales, había solo que reformar todo y todo
igual, eligieron los suelos, para todo el hotel iguales, escaleras, ascensores
nuevos, dos, nada de moqueta, suelo de madera, y quitar las bañeras y
colocar duchas.
Todo: la cocina, el parking, el comedor, el exterior pintarlo.
Estuvieron viendo todo milímetro a milímetro y midiendo y el
contratista dio su toque, eligieron todo y al cabo de un mes ellos ya
estaban, con los planos y el contratista llevó los presupuestos y el señor
Velasco eligió el presupuesto con piscina. Tenía otra partida para la
decoradora y materiales. Y eso sería cuando todo estuviese pintado.
Era un gran presupuesto, pero había más reforma que otra cosa, ya que
no estaba en muy malas condiciones, no mucha obra, más bien cambios,
ventanas, suelos, puertas, baños, el hall.
Pero toda la felicidad que tenía con su trabajo y con Samuel, estaba a
punto de acabarse, a finales de abril, cuando más feliz era.
Conservaba su despacho, le encantaban sus proyectos, se llevaba mejor
con West, y con Samuel era feliz, era un loco, encantador, pero en tantos
meses nunca le dijo que la quería, ni ella tampoco. Salían, lo pasaban
estupendamente, eran una pareja, se decían palabras cariñosas, pero nunca
te amo. Ella tampoco necesitaba eso, tenía 25 años y era joven. Había sido
su cumpleaños en marzo y era feliz. hasta que….
CAPÍTULO OCHO
Ese viernes tenía cita con la ginecóloga, hacía más de un año que no
había ido, desde que vino de España, y le hizo una revisión.
-¿Estas son las pastillas que tomas?
-Sí.
-Puedes descansar un par de meses y te mando otras con menos efectos
secundarios, así descansas unos meses. Puedes venir en octubre y te
mando otras con menos efectos.
-Cuando acabo las vacaciones Le pediré cita.
-Bien. No te las tomes este mes si te toca hoy ya y ven en octubre.
-Sí.
-Así en verano descansas, estas son demasiado fuertes y eres joven, hay
otras más adecuadas para ti.
-Vale.
-Pero estás fenomenal, pero estas producen inflamaciones en los
ovarios si las tomas mucho tiempo seguido.
-Las llevo tomando un año cuando viene aquí a vivir.
-Pues hacemos eso, pídeme cita en octubre cuando vengas.
-Vale. Mientras usa preservativos si tienes relaciones.
-Siempre los uso.
-Perfecto.
El sábado se vistió perfecta para salir con West, estaba nerviosa, casi se
había arrepentido de decirle que sí, pero tenía el efecto de ponerla nerviosa
y temblando ese gigante.
Y sabía que quería volver a salir con ella, pero si iba a ser igual que
siempre no saldría con él para nada.
Lo cierto es que fue encantador durante la cena, le dijo lo guapa que
estaba, le habló de su familia, que pronto venía la novia de su hermano de
Nueva Zelanda, que sus padres le habían preguntado por ella.
-Pasaré algún día a comer.
-Cuando yo no esté.
-Sí, cuando no estés. ¿Dónde te vas de vacaciones?
-Me iré a Canadá algunos días y quizá pase otros en un rancho de
recreo. Tengo que venir al menos una semana antes y preparar todo para
irme, ya tengo el billete, me despido el 30 de junio y me voy el 30 de julio.
-¿Tienes apartamento allí?
-Sí, a ver qué lo mire, -y miró el móvil -en el centro, Avenida de la
Constitución.
-Eso es en pleno centro, está Giralda y la Catedral, el río… Es precioso.
¿Y tú dónde vives?
-Cerca, a 40 o 45 minutos andando, al otro lado del río. Te va a gustar
mucho Sevilla, es preciosa.
-Si me la enseñas…
-Lo que pueda.
-Gracias, anda tomemos una copa.
Y a ella le recordó la primera vez que fue con él, y bailaron juntos, y
allí estaba de nuevo, bailando juntos, ella en sus brazos y sentía su calor y
la dureza de su sexo y se echó en su pecho, lo abrazó por el cuello y él la
apretó a su cuerpo, porque era suya y estaba en sus brazos, le tocaba el
pelo que siempre le gustó.
Y la separó un poco de su cuerpo.
Y la miró, bajó sus labios a los suyos y la besó y como la primera vez,
ella metió la lengua en su boca y West tomó las riendas y entrelazó sus
lenguas y la besó agitado. Hasta no poder casi respirar.
-Chiquita, y la abrazó.
-West, no sé si esto está bien.
-No pienses, somos libres.
-Eso me recuerda lo que me dijiste. Y es verdad.
-Pero han pasado tantas cosas entre nosotros…
-Porque he sido un estúpido, si no me hubiese importado tanto que te
acostaras con Samuel… Estaba tan celoso…
-Pero tú te acostaste con Marlene y después también y seguro que con
otras.
-No, no me he acostado con otras.
-¿No?
-No, sabía que serías mía, algo me lo decía.
-Pero West. Eres un testarudo y yo tengo mucho miedo contigo, si no
me das la libertad que necesito.
-Sí que te la daré, iremos a todos los sitios que quieras ver, te lo
prometo.
-¡Ay, West! Te he echado tanto de menos chiquita. Te quiero…
-Que me…
-Sí, te quiero, te quiero, te amo, eso lo sé con seguridad. No hay otra
para mí más que mi enana. Y ella tuvo que reírse.
-Sí, ríete, pero no sabes lo que he sufrido.
-¡Ay, West!
Y él la cogió de la mano y la sacó del local, entraron en el coche y la
llevó a su casa, subió con ella…
-¡Estás temblando!
-Sí, mucho, estoy aterrorizada.
-Pero qué mujer, si nos conocemos.
-Pero hace que no lo hago y hace mucho tiempo que no lo hago contigo.
-Es como montar en bici.
-Ahora tienes sentido del humor…
-Soy irónico, no soy tan gracioso, pero soy así, nena.
-Sí, lo sé.
Y cuando llegó a su casa, cerró la puerta de una patada y la cogió en sus
brazos a horcajadas, como una muñeca que no pesara nada, se desbrochó
los pantalones, se puso un preservativo, le apartó el tanga y entró como
loco en ella.
-¡Ah, Dios, ¡pequeña!
-¡Madre mía West, ah, Dios madre mía! Mientras él la embestía y
bajaba sus tirantes y mordía sus pezones.
-¡Oh preciosa! cómo tenía ganas de entrar en ti y tenerte así, es un
sueño que he tenido todos estos meses, y entraba y salía de ella y se
quedaba dentro y le hacía sentir que era suya. La agarraba por las caderas
en un vaivén lento y cotidiano, fuerte y feroz y ella se derramó en él y
West siguió hasta arrancarle otro orgasmo como él sabía hacerle a su
cuerpo y dejarlo laso y amodorrado.
Ella se agarró a su cuello y lo besó.
-Di que eres mía.
-Soy tuya.
-Siempre.
-Siempre.
-Quería oírtelo decir, eres mía desde la primera vez que hicimos el
amor.
-¿Pero podrás borrar el resto?
-Está borrado enana.
-¡Ay, Dios West, quien me lo iba a decir!
-Tengo que salir nena.
-Y la bajó, se quitó el preservativo y fue al baño.
Y ella se quedó sentada en el sofá, pensando.
Cuando salió la cogió en brazos.
-No pienses, chiquita, esta noche es nuestra,
Y fue suya y ella volvió a ser suya. En el sexo, West, era inigualable,
era más serio, pero la hacía sentir y temblar como su hombre, fuera como
fuera, era suyo y ella gemía y gritaba su nombre. Y supo que nadie sería
como él, por muchos hombres buenos que tuviese, lo que sentía con él no
lo había sentido con Samuel, ni lo sentiría con nadie, aunque el sexo fuese
bueno, lo suyo era una conexión más allá de lo espiritual, ella también lo
quería, pero tenía que pensar, y para ello tenía dos meses sin él y sus
vacaciones.
-Chiquita, -le dijo mientras se besaban y él la tenía abrazada y con los
ojos cerrados.
-Te amo tanto… si me amaras sería el hombre más feliz del mundo
enana.
-Dame tiempo West. Quiero estar segura, que me gustas, es seguro, que
eres el primer hombre y con el que más siento también.
-¿Más que con Samuel?
-Muy a mi pesar, era fantástico, divertido, extrovertido y la vid con él
era muy fácil, pero como te digo, sentir, sentir como tú ninguno y él la
abrazó, pero eso no significa, aunque -¡Ay, Dios!
-Pero salgamos juntos de nuevo, dame una oportunidad, esta vez no la
fastidiaré, nena.
-Pero si vamos a estar separados.
-Solo un mes y poco y te llamaré o te mandaré mensajes o emails, no
pienso perderte de nuevo, pequeña. Pero si te acuestas con otro me lo
dices. Yo pienso serte fiel.
-No voy a acostarme con otro si salgo contigo, nunca lo he hecho, lo
hicimos cuando lo dejamos. Nunca hemos sido infieles.
-Yo sí que me sentí infiel cuando me acosté con Marlene la primera
vez.
-Está bien, saldremos de nuevo, nos daremos una nueva oportunidad,
West, pero no me cortes las alas porque entonces volare libre ya sin ti.
-Iremos donde queramos.
-No se trata de estar todos los fines de semana por ahí a todas horas, no
era eso lo que yo te pedía.
-Lo sé, no me lo recuerdes.
-Es solo que alguna vez me gustaría salir, al parque, de compras, a
cenar o si no tenemos trabajo fuera y quedarnos en un hotelito, cosas así,
que nos renueven y nos saquen de la rutina.
-Y eso haremos, enana.
Y ella se abrazaba a su pecho fuerte, y le tocaba la barba y lo besaba.
Y se subí en su cuerpo grande.
-Loca…
-Te gusta.
-Me encanta, sí. Ahora mismo soy el hombre más feliz del mundo con
mi chiquitilla y se puso un preservativo, la alzó y la penetro sin más hasta
el fondo.
-Dios West, ¡Oh, Dios madre mía!
Y cabalgó sobre su hombre hasta estallar en mil pedazos.
Fue una noche de reencuentro, mágica para ella, el calor del cuerpo, de
él en su piel, la abrazaba posesivo.
Tenía que enseñar a amarla, aunque fuese años mayor que ella, y lo iba
a conseguir como que se llamaba Blanca.
El mes siguiente se enteraron de que eran dos niñas, y West estaba que
no cabía en sí de gozo.
-Así seré el rey de la casa si no tenemos más.
-Que no tenemos más es seguro pequeño, doy fe,
El señor Velasco les dio la enhorabuena a los dos y ella se alegró
porque no tenía intención de echarla. Y se sintió feliz.
-Es ley de vida pequeña, pero lo que nosotros hemos vivido nadie lo ha
hecho o muy poca gente, y no quiero que pienses ahora en eso, aún somos
jóvenes y vamos a estar felices con nuestros hijos en tu rancho.
-¿Crees que podremos?
-Sí, lo veo. Nos veo a todos juntos felices.
-¿Te has vuelto adivino?
-Lo veo como tú viste nuestra cafetería.
-Está bien, hago las llamadas…
-Dame un besito antes
-Cómo no, mimoso…