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ADOLESCENCIA – ARMINDA ABERASTURY

La adolescencia es un momento crucial en la vida del hombre y constituye la etapa decisiva


de un proceso de desprendimiento. Este proceso atraviesa tres momentos fundamentales: el
primero es el nacimiento; el segundo surge al final del primer año con la eclosión de la
genitalidad (1), la dentición, el lenguaje, la bipedestación y la marcha; el tercer momento
aparece con la adolescencia.

En la adolescencia, cuando la madurez genital lo estimula para relacionarse con el otro


sexo, se hace también posible la consumación del incesto. Al mismo tiempo, se define su
rol procreador y, escapando al incesto, el adolescente inicia la búsqueda de objetos de amor
en el mundo externó, la que se concretará en el hallazgo de la pareja si se logra el
desprendimiento interno de los padres.

Ambivalencia de los padres

Erikson (2) ha sostenido que la sociedad ofrece al niño una “moratoria social”. Sucede que
el niño mismo necesita tomarse su tiempo para hacer las paces con su cuerpo, para terminar
de conformarse a él, para sentirse conforme con él. Pero sólo llega a esta conformidad por
medio de un largo proceso de duelo, a través del cual no sólo renuncia a su cuerpo de niño
sino que abandona la fantasía omnipotente de bisexualidad, base de su actividad
masturbatoria (3). Entonces sí puede aceptar que para concebir un hijo necesita la unión
con el otro sexo, debiendo renunciar el hombre a las fantasías de procreación dentro de su
propio cuerpo y la mujer a la omnipotencia maternal. En una palabra, que la única forma de
aceptar el cuerpo de otro es aceptar el propio cuerpo.

El nacimiento de la sexualidad adolescente

Los caracteres sexuales primarios y secundarios se presentan en varones y mujeres a


distintas edades. En las niñas, que son más precoces, el desarrollo de los pechos es uno de
los primeros indicios que afirman el comienzo de la maduración sexual. Luego aparece el
pelo pubiano y entre éste y el vello axilar generalmente se instala la menstruación. En los
niños, en cambio, el primer carácter sexual secundario es el vello pubiano, una vez que ha
comenzado a aumentar el tamaño de los órganos genitales. Luego aparece el vello axilar y
finalmente el facial.

Es de especial interés señalar que las niñas no cambian de voz. Ese fenómeno, tan conocido
popularmente, es privativo de los varones. De acuerdo a nuestras postulaciones sobre el
desarrollo temprano (4) considero que esa voz estridente, asexuada, casi femenina, cuya
modulación el niño no puede controlar, indica un incremento de las tendencias femeninas,
que aparecen como defensa ante la pérdida de la bisexualidad, antes de la definición genital
madura.

La coordinación motriz en el niño y el adolescente

Todos los estudios realizados en adolescentes de 13 a 16 años muestran que ésa es una edad
de plenitud en el desarrollo de la motricidad. De acuerdo a nuestra experiencia esa torpeza,
frecuente en muchos adolescentes, proviene de conflictos en su relación con el cuerpo y en
especial con la actividad masturbatoria, y no implica ninguna- mengua de su capacidad de
coordinación motriz.

El periodo de latencia

Se tomó de los escritos de Freud una definición de ese período como lucha contra la
masturbación y latencia de la sexualidad, con rasgos muy típicos y excluyentes.

Pensamos que este período entre la fase final de la primera infancia y la temprana
adolescencia se caracteriza por un incremento de las tendencias homosexuales. La
masturbación reviste características grupales y exhibicionistas, y el niño va logrando a
través de esta actividad sexual y de sus juegos el aprendizaje de su identidad genital.

La masturbación del cuerpo

El adolescente redescubre y explora sus genitales, que han adquirido nuevas características.
En el adolescente temprano la masturbación reaparece inducida por la creciente madurez
genital, y cumple una doble tarea: lo ayuda a aceptar “su sexo” y a luchar contra la
tendencia a consumar el incesto.

En la adolescencia, la masturbación asume así un significado totalmente nuevo de defender


al joven del incesto, ya que las fantasías 'incestuosas pasan a ser posibles en la realidad: el
adolescente, a diferencia del niño, posee el órgano genital maduro con el cual podría
consumar el incesto.

Los dibujos y la imagen corporal

Tanto los niños como las niñas en la adolescencia temprana manifiestan a través de sus
dibujos la búsqueda de la representación del propio cuerpo. A veces estas modificaciones se
refieren al largo de las extremidades u otras partes del cuerpo, revelando su ambivalencia
frente al crecimiento. Los adolescentes expresan con dibujos su ansiedad ante los cambios
que se están produciendo en su cuerpo. En otros casos los dibujos reflejan la aparición de
los caracteres sexuales secundarios, o el desarrollo de los órganos sexuales primarios.

En la adolescencia normal la masturbación cumple la función de ayudar al Yo a


reorganizarse en torno de la supremacía genital. Si lo logra, ésta es la prueba de una feliz
elaboración del duelo por la pérdida del cuerpo y la identidad infantiles, y este éxito yoico
se expresa en la modificación de la representación gráfica del cuerpo, que adquiere
coherencia y armonía con la edad cronológica del que la dibuja.

La aparición del semen en el varón y de la menstruación en la niña son el punto de partida


de una nueva etapa en la posesión del cuerpo, etapa en la que el esquema corporal debe ir
adaptándose a los roles futuros que cumplirán en la procreación; el grado de normalidad de
un adolescente sé puede detectar a través de su actitud frente al cuerpo. Puede sentirlo
totalmente propio o, en algunos casos de mala elaboración del duelo por el cuerpo infantil,
como perteneciente en parte a su madre. En consecuencia, todo cambio le produce ansiedad
porque lo obliga a la modificación de su vínculo con los padres de la infancia.

La motivación inconsciente del dibujar que es en su última esencia recrear algo que se
pierde. En las deformaciones del dibujo pueden detectarse los del esquema corporal que va
cambiando incesantemente. Dibujar el cuerpo es alternativamente regresar al pasado,
retener el presente y apresar el futuro.

El adolescente y su cuerpo

Todas las modificaciones corporales incontrolables, como los imperativos del mundo
externo, que exigen del adolescente nuevas pautas de convivencia, son vividos al principio
como una invasión. Esto lo lleva como defensa a retener muchos de sus logros infantiles,
aunque también coexiste el placer y el afán de ocupar realmente su nuevo status. También
lo conduce a un refugio en su mundo interno para poder reconectarse con su pasado y desde
allí enfrentar el futuro.

El duelo por el cuerpo infantil y la renuncia al incesto

La pérdida que debe aceptar el adolescente al hacer el duelo por el cuerpo es doble: la de su
cuerpo de niño cuando los caracteres sexuales secundarios lo ponen ante la evidencia de su
nuevo status (rol que deben asumir, abandono de la fantasía del doble sexo), y la renuncia
al incesto que revive una temprana frustración ligada a la iniciación del complejo de Edipo.

La negación del sufrimiento sería una de las patologías más graves de la adolescencia,
condicionando, a veces, crisis de Rebeldía que llevan a actitudes antisociales y
autodestructivas; entraría también dentro de esa patología la iniciación excesivamente
temprana de la vida sexual y en condiciones precarias o de peligro.

La fluctuación entre la niñez y la adolescencia es dolorosa, los adolescentes querrían ser


adultos de golpe o no crecer nunca. También para los padres aceptar las progresiones y
regresiones necesarias en la adolescencia de sus hijos es un proceso conflictivo.

Ni acelerar ni detener
Las condiciones familiares y culturales podrán mitigar, favorecer, demorar o precipitar este
desarrollo, pero no impide que sean los adolescentes quienes elaboren por sí mismo el
duelo.

Este conflicto puede expresarse dramáticamente si los padres no aceptan que el hijo
empiece a elegir su ropa (dificultad de aceptar el desprendimiento).

Los padres se ven exigidos a aceptar la fluctuación llamativamente polar entre


dependencia-independencia, refugio en la fantasía-afán de crecimiento, logros adultos-
refugio en logros infantiles. Si no logran adaptarse a estas oscilaciones, los padres
dificultan la labor de duelo de sus hijos, en la que son necesarios permanentes ensayos y
pruebas de pérdida y recuperación. Entre esos procesos necesarios incluimos: (a) algunas
técnicas defensivas como la desvalorización de los padres para eludir los sentimientos de
dolor y pérdida y (b) la búsqueda de figuras sustitutivas.

Los conflictos, surgidos sobre todo de la. disociación entre el cambio corporal y el
psicológico, llevan al adolescente a la necesidad de planificación característica de este
período (de su mundo externo y de la verbalización, como modo de control para atenuar el
dolor).

El adolescente y la sociedad

Su nuevo plan de vida le exige plantearse el problema de los valores éticos, intelectuales,
afectivos; implica el nacimiento de nuevos ideales y la adquisición de la capacidad de lucha
por conseguirlos; pero, al mismo tiempo, este proceso supone un desprendimiento:
abandonar la solución del “como si” de juego y del aprendizaje, para enfrentar el “sí” y el
“no”, irreversibles de la realidad activa que tiene en sus manejos.

Su hostilidad frente a los padres y al mundo en general se expresa en su desconfianza, en la


idea de no ser comprendido, en su rechazo de la realidad, situaciones que pueden ser
ratificadas o no por la realidad misma. Todo este proceso exige un lento desarrollo donde
son negados y afirmados sus principios, donde lucha entre su necesidad de independencia y
su nostalgia y necesidad de reaseguramiento y dependencia.
El adolescente del futuro

La sociedad proclama aceptación, pero los ven como mercado, tendientes a fijarlos en
etapas.

Cuando el adolescente busca diferenciarse del, adulto lo busca mucho más allá de estos
signos externos, lo busca en su lucha por la reforma universitaria, por la' reivindicación
social y política, cuando exige que se le dé una parte activa en las decisiones sobre la
formación que ha de recibir.

El adolescente no quiere penetrar en la vida del adulto, quiere prepararse a ser adulto y
mientras tanto en ese proceso de cambio busca la sociedad de sus pares con los que puede y
debe discutir.

Se opone a sobrevivir, quiere vivir

El adolescente temprano es un niño que se hace joven, pero que cuando ya ha pasado los 15
o 16 años es 4 un joven adulto y necesita participar en derechos y deberes de la sociedad en
que vive y lucha por lograrlo: comprensión de los deberes de su núcleo familiar, y de la
política.

El adolescente como crisis de la sociedad

Es una forma de crisis de los jóvenes dentro de una sociedad en crisis. Entre más trabas
ponga la sociedad, más distorsiona las formas de rebeldía.

Me pregunto ahora si las tensiones y conmociones que resultan de la irrupción del joven en
la sociedad que vivimos y su voluntad de intervenir en ella de una manera cada vez más
activa no surgen tanto de la percepción de la fuerza que van adquiriendo como de necesidad
de luchar contra el miedo del adulto.

Lo normal es que los adolescentes participen dentro las inquietudes que son la esencia
misma de la atmósfera social en la que les toca vivir, y si consiguen emancipación no lo
hacen en la búsqueda de llegar al estado de adultos —muy lejos de ello— sino que
necesitan adquirir derechos y libertades similares a los que los adultos tienen, sin dejar por
eso su adición de jóvenes.

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