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Only one step

Todos los personajes son obra y propiedad de Desirée Arjona Peña, pertenecientes a la
trilogía Only.

Este documento electrónico es un capítulo exclusivo y gratuito de la autora para los


fans. Está totalmente prohibida su venta o alquiler. Todos los derechos reservados. No
está permitida la reproducción total o parcial de cualquier parte de la obra, sin el
permiso de la autora, Desirée Arjona Peña. Si has descargado o leído, este documento
de una web que no sea Flota con un libro, te partiremos la cara. Bueno, no, es broma,
pero el niño Jesús se enfadará contigo.

Desirée Arjona Peña


Editado por: Irene Arjona Peña

Advertencia:
La siguientes páginas ocurren antes de Only one step, el primer libro de la trilogía.
Igualmente se recomienda leer antes la saga entera, para conocer a los personajes y el
contexto. Disfrutad mucho la lectura 😊.
Primera Parte: La chispa que encendió la guerra

Sí, ahora era un chico de instituto. Novato, vale, pero nadie le tomaba como tal. Las
pruebas en el equipo fueron un éxito, ya estaba dentro, y quién sabe, en un año podría
estar de titular, y pronto ser capitán. No le hizo falta hacer nada, de hecho en cuanto los
chicos mayores de tercero y último curso vieron la clase de tío que era, le aceptaron sin
más. Con los de cursos superiores no podía lograr gran cosa, pero por lo pronto se haría
con el primer curso. Chace, su mejor amigo, estaba en su misma clase, por lo que no
hubo problemas. Allí conoció a Vince y a Zack, ambos habían hecho también las
pruebas del equipo, aunque solo cogieron a Vince, ya que para los puestos de Zack y
Chace no había vacantes, sin embargo, el entrenador Carson, un tipo bastante genial, les
dijo que tenían madera, y que el próximo año podrían entrar en el equipo. Por lo pronto,
al mes ya tenía su grupo de amigos consolidado, sus tres más íntimos amigos y un
séquito que fue haciéndose poco a poco. Gente que consideraba con nota de nueve. Y al
mes, también se había ganado una buena reputación. Su clase en un primer momento no
le pareció gran cosa. Las chicas eran bastante normalitas, solo había dos que destacaban
entre las demás, Charlotte, rubia con ojos azules, que había conseguido un puesto en el
grupo de las animadoras, y Lyla, una chica algo rara, pero todos sus compañeros de
clase habían estado babeando por ella en lo poco que llevaban de curso. Ellas eran un
ocho. Después estaban los cincos, gente totalmente normal, no destacaban
absolutamente en nada, los tíos se dedicaban a reírles las gracias al grupo de Henry y a
callarse cuando hablaban o les miraban. Las chicas, casi lo mismo, solo que con la
diferencia de que les gustaba soltar risitas tontas, y balbuceaban si les pedía hasta una
goma de borrar. A veces subían al seis, cuando hacían algo que a Henry le resultaba útil,
o bajaban al cuatro cuando se volvían realmente molestos. Luego estaba el grupo de los
empollones, formado por tres tipos con gafas y una tía, la cual parecía muy
entusiasmada por su nombramiento como delegada. Marta Foster se llamaba, y bueno,
Henry ya le había encargado un par de trabajos que no pudo acabar a tiempo. Aquellos
eran un dos. Y en lo más bajo de aquella pirámide estaban los dos deshechos de su
clase, un total cero. Un gordo con pantalones rotos, camisetas ostentosas y horteras,
pendientes en las orejas, greñas en vez de pelo, tatuajes (sí, tatuajes, y el chaval tenía su
misma edad, catorce años), unas converses con más agujeros que un colador y guantes
de cuero con cadenas. Y a su lado, sumándole todo lo anterior (exceptuando lo de
gordo) se encontraba alguien que podía incluso bajar la nota a un número negativo. La
verdad es que el primer día, cuando le vio sentado, exactamente con la misma postura
que tenía en aquel momento, apoyando la cabeza en sus brazos mientras dormía
plácidamente en medio de clase, pensó que tal vez era un uno. De esa gente extraña que
le gustaba ir con esas pintas grunge, que escucha música rara, que le gusta estar solo
y…, bueno, Henry no sabía demasiado de ese tipo de gente. Digamos que pensaba que
era del tipo de persona que pasaba de todo. El gordo estaba claro que iba a ser el blanco
de sus insultos e intimidaciones, es decir, ¿cómo no iba a hacerlo? ¡Era gordo! Pero el
otro… no despertó en él ningún tipo de burla en general. Incluso, si se quitara aquella
horrible ropa, podía pasar al grupo de los cincos… bueno, incluso podía ser un siete…,
y si se comportaba, podía ascender más. Pero Henry no pudo estar más equivocado con
aquel mocoso. Jake Rivers. Hacía un par de meses, Henry hablaba sin preocuparse
demasiado por la explicación de la profesora sobre la Revolución Francesa, por lo que
la mujer acabó por hartarse.
—Señor Woods —le llamó, haciendo que Henry dejara de reírse con sus amigos—.
¿Quiere opinar de la clase?
Sus amigos soltaron risitas, ya que Henry había compuesto una sonrisa chulesca.
—Bueno, pienso que Luis XVI fue un rey débil —soltó sin ningún reparo.
La profesora alzó una ceja.
—¿Ah sí?
—Si ocurrió la revolución fue por su culpa —contestó el rubio.
La profesora asintió un par de veces.
—¿Y qué hubiera hecho usted para evitarlo?
—Ahogarles a impuestos —soltó Henry, y la cabeza de Jake, que había estado tumbada
sobre sus brazos toda la clase, se alzó—. Estarían tan preocupados en qué llevarse a la
boca que no pensarían en ninguna revolución, además, con el dinero fortificaría mi
ejército, y así controlar más al pueblo —continuó Henry, siendo observado por toda la
clase, pero sobre todo por Jake—. Y castigaría a todo aquel que se atreviera a insinuar
algo en contra de mí. Algo así como una inquisición.
—Eso solo avivaría más la ira del pueblo —habló alguien.
Henry, sorprendido, al igual que toda la clase, incluso la profesora, miraron hacia el
fondo de la clase, donde estaba Jake, para sorpresa de todos, atento a la clase.
—Señor Rivers, levante la mano —le reprendió la profesora.
Jake levantó la mano y le dio la palabra.
—Luis XVI hizo precisamente lo que tú has dicho. ¿Y sabes cómo acabó? —Jake se
pasó un dedo por el cuello—. Guillotinado por el pueblo.
Henry le miró fijamente. ¿Le estaba amenazando? ¿Cómo se atrevía siquiera a
contradecir algo dicho por él? El gordo de su lado rio, mientras los amigos de Henry
fruncieron el ceño.
—Muy esclarecedor, señor Rivers —escuchó Henry decir a la profesora—. Y luego
suspende mis exámenes…
Jake dejó de mirar a Henry para componer una risa socarrona a la mujer.
—Solo me aprendí bien la parte de la guillotina, profesora.
Tras una mueca, la profesora volvió a la lección, y Jake volvió a acomodar su cabeza
entre sus brazos. Henry permaneció toda la clase mirando con odio a aquel chico.

Jake salió de clase junto a Kire. Conversaban animadamente sobre la canción “Are you
gonna be my girl” que acababa de salir, cuando escucharon que alguien les gritaba por
atrás.
—¡Eh!
Ambos se dieron la vuelta, y al instante, estaban rodeados por los cuatro tíos más
problemáticos de su curso. A Kire le sacaban bastantes centímetros de alturas, pero Jake
sin embargo, era igual de alto que ellos.
—¿Sí? —preguntó Jake sin inmutarse a penas.
Henry dio un paso adelante, recortando la distancia amenazadoramente. Jake no se
movió.
—¿De qué iba todo ese numerito de la clase de historia?
—No era ningún numerito. Solo daba mi opinión.
Una mano se posó en el hombro de Jake de forma amenazadora, debía ser de Vince o de
Zack, los dos que estaban detrás de él cortándole el paso por atrás.
—Si quieres seguir conservando las facciones de tu cara, será mejor que te ahorres tu
opinión.
Y tras aquella amenaza, los cuatro se marcharon con miradas intimidantes.
En la cafetería, Jake comía de su bandeja, mientras sus mejores amigos, Shorty, el más
menudo, de pelo rubio despeinado y ropa similar a la de los demás, garabateaba en un
cuaderno, Kire comía aprisa su tercer postre robado a sus amigos, y David, con un pelo
verde, escuchaba el relato de las palabras de Woods.
—Jake, mejor pasa de ellos.
—Si yo paso de ellos, pero ese tío solo estaba diciendo majaderías —soltó Jake.
—He oído que su padre es el dueño de varios restaurantes —comentó David.
—¿Tipo Tacobell? —preguntó Kire de pronto interesado.
—No, de esos en los que los camareros van en pajarita y un señor repipi te pregunta si
tienes reserva, la cual has tenido que pedir con un mes de antelación —explicó David.
Jake se encogió de hombros.
—¿Y qué con eso?
—Pues que tiene mucha pasta, por eso todos le lamen el culo —simplificó David.
Jake bufó con incredulidad.
—Ni que por ello les fuera a poner en la herencia.
Shorty dejó por fin su bolígrafo y levantó la vista.
—Bueno, ya hemos descartado cuatro. Nos quedan tres; Out of phase, The dirty fingers
o The wastes.
Los cuatro habían decidido formar un grupo. Llevaban toda la semana pensando el
nombre, y les estaba costando más de lo que habían podido imaginar.
—Yo descarto The dirty fingers —dijo David.
Kire le miró con horror.
—¡¿Por qué?! —quiso saber.
David entrecerró sus ojos.
—Porque el único que lleva siempre los dedos sucios eres tú.
—Es una metáfora —les espetó.
Los otros tres pusieron los ojos en blanco.
—¿Qué metáfora es esta vez? —preguntó Jake con voz cansina.
Kire se aclaró la garganta antes de hablar.
—Las cuerdas de nuestras guitarras no son nuevas, están manchadas porque son viejas,
no son guitarras de niños pijos, y cuando las tocamos nos manchamos los dedos, de ahí
The dirty fingers.
Sus amigos se quedaron en silencio un par de segundo hasta que David habló.
—¡¿Qué coño dices?! Si propusiste el nombre mientras te chupabas los dedos llenos de
salsa barbacoa.
—Da igual de donde saliera la idea —le espetó Kire.
—No, no da igual —replicó Shorty—. ¿Descartada?
—Descartada —dijeron Jake y David al unísono.
Kire se cruzó de brazos, e incluso dejó de comer.
—Vale, ¿y ahora?
—Pienso que The Wastes es mejor, creo que nos representa más —dijo Jake.
David asintió en señal de acuerdo.
—¿Votos a favor? —preguntó Shorty.
Todos levantaron la mano menos Kire.
—¿Prefieres Out of phase? —preguntó Jake sin comprender.
—No, prefiero The dirty fingers.
—Ya, pero ese ya le hemos descartado —respondió David con desagrado.
Y volviendo a su postre, Kire cedió.
—Está bien, está bien, The wastes.
—Genial —soltaron los demás.

Billy Kramer, se arqueaba, gemía y se atragantaba mientras Henry, Vince y Zack se


carcajeaban.
—Billy, hombre, que un poco de agua no te va a matar —decía Henry mientras el chico
lloriqueaba con la cabeza en el retrete.
—¿No ves lo limpio que estás quedando? —inquirió Vince mientras Zack reía.
El error que llevó a Billy Kramer a aquella situación, fue únicamente chocar con
Vincent Kors. Se arrepentía enormemente de haber estado demasiado inmerso en su
cómic de X-men.
La puerta del baño de pronto se abrió, extraño, ya que los que les habían visto entrar
solían avisar a todo el que se acercase al baño de lo que estaba ocurriendo. Henry se
asomó temiéndose que quien había entrado fuese un profesor, pero no, era ese Jake
Rivers. El moreno se quedó mirándoles allí plantado. Los otros tres le ignoraron.
—¿Qué estáis haciendo? —inquirió Jake.
Henry dejó de sujetar a Billy y miró con amenaza a Jake.
—¿Y a ti qué te importa?
—No lo sé, ¿y a Billy? Seguro que a él sí le importa que le estéis metiendo la cabeza en
el váter.
Vince y Zack tiraron de Billy para sacarle del retrete, pero no le soltaron. Henry pasó su
brazo por los hombros de Billy con fingida amabilidad.
—Billy está muy bien con nosotros. ¿Verdad, Billy? ¿A que no te importa? —inquirió
Henry con una sonrisa pero con unos ojos amenazadores.
—N-no, no… —balbuceó Billy.
—Ya le has oído —dijo Henry a Jake—. ¿Así que por qué no te das la vuelta y te largas
por dónde has venido?
Jake miró a Billy Kramer muerto de miedo, y aunque el muy idiota era incapaz de
plantarle cara a aquellos capullos, no podía permitir que siguieran haciéndole aquello.
—Creo que no —dijo Jake para sorpresa de Henry y los demás presentes.
Henry apartó su brazo de Billy, y se acercó a Jake.
—¿Quieres cambiarte por él? —inquirió.
Y ambos se mantuvieron la mirada varios segundos, hasta que la puerta se abrió de
repente, dejando paso al profesor de matemáticas.
—¿Qué estáis haciendo todos aquí? —preguntó al ver a los cinco chicos allí.
Henry compuso una angelical sonrisa.
—Nada, señor Ulrich, estábamos aquí charlando.
—¿Señor Kramer por qué está empapado? —preguntó el profesor al ver a Billy.
Henry, Vince y Zack miraron con miedo a Jake, y éste les fulminó con la mirada antes
de disponerse a hablar. No era ningún chivato, pero callárselo le hubiera parecido peor
que tener la etiqueta de chivato. Pero no pudo hablar, Billy se le adelantó.
—En la hora de la comida me resbalé y se me cayó toda la bandeja encima y… me he
intentado limpiar un poco —se inventó rápidamente.
A Henry se le asomó una pequeña sonrisa, mientras que a Jake, casi se le salieron los
ojos de las cuencas. ¿De verdad les iba a encubrir?
—Pues parece que te has pasado con el remojo, ¿eh? —soltó Vince dándole un
manotazo en la espalda con burla.
—Sí —respondió Billy apenado.
Ulrich miró a todos una vez más antes de decir:
—Todos a clase.
Cuando salieron al pasillo, Henry se dirigió a Billy.
—Muy bien, Billy, has estado rápido, así me gusta —y entonces se volvió hacia Jake—.
Y tú, no te voy a volver a repetir que te andes con cuidado. La próxima vez iré a por ti
de verdad.
Jake le devolvió la misma mirada de repugnancia y odio que Henry Woods le había
lanzado. Jake se dio cuenta que pasar de aquellos impresentables le sería difícil, muy
difícil.

Diez dólares de paga habían puesto cada uno para imprimir los folletos de su primer
concierto. Muy ilusionados, David y Shorty los colgaban por los pasillos del instituto.
Sería en la tarde del viernes, habían tenido la suerte de encontrar un local en el que
probar antes de que los grupos importantes de la noche salieran.
—Oh vaya, ¿The Wastes? —escucharon David y Shorty a sus espaldas. Henry Woods
les miraban con una sonrisa y una mirada amable—. Creo que el nombre os queda muy
bien —dijo.
David entrecerró sus ojos sin saber muy bien con qué intenciones decía aquellas
palabras. Shorty en cambio, sonrió de par en par.
—Gracias.
—¿Me dejáis ver uno? —preguntó señalando los folletos.
—¡Claro! —exclamó Shorty tendiéndole uno.
Henry comenzó a leerlo.
—¿Cuántos sois en el grupo? —preguntó Henry.
David volvió a preguntarse en su interior si verdaderamente le importaba.
—Cuatro, nosotros dos, Kire y Jake.
Zack y Chace, al lado de Henry, miraron a su amigo.
—¿Jake Rivers? —preguntó entonces.
—Sí —respondió Shorty.
—Sí, los conozco, vamos juntos a clase.
Shorty en ese momento pensó que Henry Woods no era tan horrible como Kire y Jake le
habían dicho, era más, parecía que estaba interesado en su grupo y se veía como un tipo
amable.
—¿Y qué música tocáis?
—Algo así como rock o punk alternativo —explicó Shorty.
—¿En serio? —preguntó Henry como si acabara de escuchar lo más maravilloso e
interesante del mundo.
Chace y Zack se lanzaron una mirada cómplice que escondía una carcajada.
—Sí. Tocaremos nuestras canciones el viernes, si queréis venir y escucharnos… —dijo
Shorty con una sonrisa ilusionada.
—¡Claro! Nos pasaremos, ¿verdad, chicos? —dijo Henry mirando de manera extraña a
sus amigos, que asintieron muy efusivos—. ¡Ey! Si quieres puedes darnos los folletos
que os quedan, los repartiremos en el entrenamiento de hoy, seguro que muchos estarán
interesados.
—¿Sí? Estaría genial. ¡Muchas gracias! —dijo Shorty tomando el fajo de David y
dándoselo a Zack, y Shorty le dio el suyo a Henry.
David estuvo a punto de gritarle que no lo hiciera, pero ya era tarde. La sonrisa de
simpatía de Henry se transformó en una mueca de asco. Escupió el fajo que tenía en las
manos antes de hacerlo jirones con sus manos y dejarlos caer al suelo. Shorty abrió sus
ojos de par en par, mientras que David frunció lo más que pudo el ceño.
—¡¿Qué haces?! —le espetó Shorty.
—Nadie irá a vuestro estúpido concierto. ¿De verdad crees que alguien va a querer
perder su valioso tiempo en escuchar vuestra mierda de música? —inquirió con burla
mientras se carcajeaba—. Haceros un favor y romped vosotros todos los que quedan —
dijo mientras se alejaba—. Ah, por cierto, ¿sabéis dónde estará todo el mundo el viernes
por la tarde? Viéndome a mí jugar un partido.
Zack y Chace se carcajearon mientras se alejaban al lado de Henry. Shorty estuvo a
punto de hacer lo que Henry dijo, quitar todos los panfletos que habían colgado. La
poca confianza que tenía en su grupo, Henry Woods la había anulado de un soplido. La
cabeza de Shorty comenzaba a imaginar las risas y las burlas de la gente al escucharles,
y empezó a sentir pánico.

Mientras David relataba aquella tarde en el garaje de la casa de Kire lo que había
ocurrido, Shorty sentía cada vez más que la idea del grupo no había sido tan buena idea.
—Ese chaval tiene un serio problema en la cabeza.
—Mira que yo lo estaba viendo venir… A ese pijo asqueroso no le interesa una mierda
nuestro…
—¡Vale, ya me he enterado de que no debí ser tan imbécil y creer que podía estar
interesado!
—Shorty, ni se te ocurra culparte por la anomalía cerebral de ese tío. Tiene a todos
engañados, no eres el primero que cae en sus crueldades. Si vieras a los de mi clase…
—Bueno, pues a lo mejor tiene razón.
—¡¿Qué?!
—Nadie vendrá a nuestro estúpido concierto, todos querrán ir a verle a él y a su equipo.
—Shorty, por muy creído que se lo tenga ese tío, no todo el instituto va a ir a su bobo
partido. Y aunque así fuera, hay un mundo muy grande fuera del instituto, que estoy
seguro que tiene mejor gusto.
—Además, comenzamos este grupo con Kire golpeando cubos de basura en vez de una
batería de verdad, podemos empezar subiéndonos a un escenario sin tener un público
ahí debajo.
—Sí, lo que importa es que por primera vez estamos en un puto escenario. Eso es más
de lo que siempre imaginamos.
—Eso es, Kire.
—Así que no vuelvas a decir que ese capullo tiene razón, jamás. Nuestro grupo, llegue a
lo que llegue, siempre valdrá mil veces más que su opinión.
Sin embargo, cuando vio por la tarde a sus amigos, y ensayaron las canciones de su
concierto, se dio cuenta de que por muchos Henry Woods que le dijeran que su música
era una mierda, no podría anular lo bien que se lo pasaba haciendo música con sus
amigos.

Jake se tomó muy en serio su venganza por las palabras que Henry dedicó a su grupo, y
en especial a Shorty y a David. Por lo que en la reunión que hicieron en su curso para
escoger fiesta, le robó algo que sabía que Henry Woods valoraba más que nada. El
protagonismo.
—Bien, comencemos. Primero expondréis vuestras propuestas, los demás podréis hacer
las preguntas que necesitéis y después podréis votar entre todas las ideas. La que reciba
más votos será la elegida —dijo Marta Foster, representante del consejo de alumnos,
desde lo alto de un pequeño escenario—. ¿Quién quiere comenzar?
Henry levantó la mano como una bala, las caras de algunos alumnos fue de decepción.
Si Henry proponía una idea, nadie se atrevería a proponer otra que eclipsara la suya, o
acudiría con su panda de gorilas y le darían una paliza. Por lo que solo habría una
propuesta, y sería la de Henry. Subió al estrado y todos aplaudieron efusivamente.
—Gracias compañeros, gracias —dijo moviendo los brazos para que dejaran de
aplaudir—. Bueno, como ya sabéis yo tengo una casa con bastante espacio para hacer
nuestra gran fiesta de fin de curso. Allí tengo los mejores videojuegos, los últimos CDS
de música, y una barbacoa que podríamos utilizar. Además mi padre es dueño de varios
restaurantes, así que no faltaría comida —expuso Henry sabiendo que no podía haber
nada mejor que su idea.
—Muy generoso por tu parte Henry, bien, demos paso a vuestras preguntas —dijo
Marta Foster.
Nadie levantó la mano, todos asentían satisfactoriamente por la idea de Henry. Los tenía
en el bote. Pero entonces vio una mano alzada en la cuarta fila, y cómo no, era de Jake
Rivers. Todos comenzaron a cuchichear.
—Sí Jake, ¿cuál es tu pregunta? —preguntó Marta Foster dándole paso.
—Sí, emmm... He oído que tienes piscina en tu casa, ¿la podríamos usar? —dijo Jake
con cara curiosa.
Todos miraron expectantes a Henry para ver su expresión y saber su respuesta.
—Pues bueno, como la fiesta será por la noche no creo que a mi padre le pareciese bien
que la usáramos —contestó Henry bastante irritado.
—Ya veo, y vives en un vecindario bastante prestigioso, respetable y tranquilo, ¿no? —
dijo Jake.
—Sí, así es —respondió Henry orgulloso.
—Pues no sé qué pensarían los vecinos del volumen de la música, porque en una fiesta
suele ser bastante alto —dijo Jake. Estaba disfrutando desarmando la idea de Henry.
—Habría que ponerla a una altura media, claro, pero mis altavoces son de gran calidad,
se oirá perfectamente —intentó salir del paso, estaba más que irritado, ¿que intentaba
Rivers?
—Claro, claro y tu padre estaría presente en la fiesta, ¿verdad? —dijo Jake con cara
inocente.
—Bueno... ¡Es su casa! —contestó Henry alterado.
—Por supuesto, ¿y podremos llevar gorritos de fiesta o los prohibirás por si se nos clava
la punta en el ojo? —dijo Jake con una sonrisa maliciosa.
Henry le miró con una inmensa furia contenida. La tensión se podía sentir, todos los
alumnos estaban callados y temiendo lo que podría venir a continuación. Jake se rio de
manera natural y quitándole importancia.
—Es broma, no tengo más preguntas —dijo y se sentó relajado y cruzándose de brazos.
Henry estaba lleno de ira, le había dejado en ridículo delante de todos. Se intentó relajar,
no debía preocuparse, luego le daría su merecido, además, nadie más propondría nada,
así que la victoria era suya.
—Bien, ¿alguna otra propuesta? —preguntó Marta Foster.
En unos segundos Henry saborearía el éxito, y después lo celebraría dándole una paliza
a ese bocazas.
—Jake Rivers, muy bien sube —dijo Marta algo sorprendida.
¿Había levantado la mano? ¿Él? Jake subía al escenario con una sonrisa en la cara. La
cara de Henry era un poema, se veía a distancia que estaba anonadado y luchando contra
una horrible rabia. Todos le aplaudían, pero con cierta precaución. Adoraban a Jake
Rivers, pero el miedo era mayor.
—Bueno, mi idea es algo diferente a la de Woods —le miró como si fuera su amigo
íntimo.
Lo hacía aposta, sabia el odio que le tenía Henry, se palpaba en el aire, pero él no
permitiría ser controlado por nadie, la mejor forma de demostrárselo era esa, arruinando
su protagonismo
—Como algunos sabéis toco en un local bastante exitoso, es grande y cuenta con las
mejores luces y equipos de sonido. El dueño me haría el favor de dejármelo una noche
solo para nosotros, tendríamos música en directo a todo volumen, y bebida —dijo
guiñando un ojo a su público. Todos pusieron máxima atención, y comenzaron a sonreír
y a comentar entre ellos—. Nos emborracharemos y bailaremos toda la noche —dijo
Jake animado, mientras el público asentía efusivamente—. Vamos, lo que se dice una
fiesta real. Estamos en el instituto joder, y es fin de curso, hagamos las cosas bien —
concluyó Jake haciendo que todos se levantaran vitoreando y encantados con la idea.
—Muy bien, muy bien, ¿alguna pregunta para la propuesta de Jake? —preguntó Marta
intentando tranquilizar a los alumnos.
Nadie levantaba la mano, Henry trató de pensar rápidamente cómo podía hacer
detestable la idea de Jake, pero no se le ocurría nada. Miró a sus amigos para ver si ellos
levantaban la mano para ayudar, pero estaban hablando entre ellos sobre la fiesta de
Jake, preferían la de él a la suya. Nadie decía nada, puede que hubiera perdido, que su
propuesta hubiera fracasado por culpa de aquel personaje. No se lo perdonaría nunca.
La votación fue demoledora para Henry, solo tuvo cuatro votos, que supuso que serían
de sus amigos, que obviamente se lo dieron por lealtad, pero ellos querían la fiesta de
Jake. Salieron del gimnasio dándole la enhorabuena a Jake, que sonreía como un niño
pequeño y agradecía a todos sus halagos. Henry pasó a su lado acompañado de sus
amigos dándole un pequeño empujón con el hombro. Aquel se convirtió en el primero
de muchos, cada vez que le veía le empujaba, le insultaba. Su rivalidad se hizo conocida
por todo el instituto, y nunca fue a menos. Solo a más, y a más.
Segunda Parte: Space Jam, un ojo morado y un baile

El inicio del segundo curso, no fue todo lo bueno que podía esperar Jake. En su clase
volvía a estar el capullo de Henry Woods, y no solo él, sus tres amigos cara culos
también. Al menos, ese año, David también iba a su clase, aunque su amigo no estaba
muy contento. Hubiera preferido no coincidir con aquellos idiotas, sobre todo aquel año.
Parecía que Henry Woods, tras la fiesta de fin de curso y el verano, había acumulado
una gran cantidad de odio, y muchas ganas de venganza. Jake a duras penas podía ir de
un lado a otro del pasillo sin que Henry y sus amigos le acribillaran a empujones. Jake
trataba de tomarse las cosas desde otra perspectiva, se comportaban así por el ridículo
que habían hecho el día del gimnasio. Pero a Jake le comenzaba a resultar difícil
tomárselo desde esa perspectiva cuando sus amigos recibían el mismo trato.
—¡Eh, pelo lechuga! ¿Te has dejado esto en clase? —inquirió Henry mostrándole a
David su mochila totalmente quemada.
Y lo del interior no estaba mucho mejor que ésta. Cada vez que Jake o David salían a la
pizarra una serie de murmullos y risas se apoderaban de la zona de Woods y el resto. Y
en las clases donde los profesores eran más tolerantes, gritaban burlas a grito pelado.
Henry se sentía de nuevo un ganador. Hasta aquel fatal mote.

Jake acudió a casa de Lorie Sanders, una chica de su clase con la cual le tocó hacer un
trabajo. No había hablado demasiado con ella, y aunque era de las tontas que le reían las
gracias a Woods, no le caía mal. Fueron a su habitación y después de un rato de redactar
el trabajo, Jake se levantó del suelo, para poder estirarse y echó un vistazo a las
fotografías que tenía la chica en su habitación, cuando vio algo que le interesó. Un
grupo de niños de cinco años disfrazados, y uno de ellos le resultó extremadamente
familiar.
—¿Este es Woods? —preguntó Jake de pronto viendo a un niño de ojos azules, muy
rubio y adorable vestido de Piolín.
Lorie se levantó del suelo y vio la foto.
—Ah sí, íbamos juntos al colegio —explicó antes de reírse—. Cada uno teníamos que ir
de un personaje de Space Jam, Henry pidió ir de Michael Jordan pero la profesora le
dijo que él debía ir de Piolín porque se parecía más —decía mientras reía—. Ya sabes,
por el pelo rubio, los ojos, cara angelical… y bueno, de pequeño tenía mucha cabeza.
Henry se enfadó muchísimo.
La carcajada se le contagió a Jake, lo cierto es que esa maestra tenía mucha razón. La
chica de pronto dejó de reírse y se tapó la boca.
—Por favor, no le digas que te he dicho nada de esto —le pidió, y parecía que le
preocupaba verdaderamente que Henry se enterara de aquella bobada.
Jake se lo prometió, pero le fue difícil borrar aquella imagen de la cabeza. Se podía
decir que dejó de ver a Henry Woods con los mismos ojos. Al día siguiente, Jake y
Lorie expusieron su trabajo, y obviamente, Henry no se quedó callado.
—Rivers, si el hombre viene de los primates, ¿de qué vienes tú? —preguntó con burla,
y la clase rio.
—No sé, pero al menos no me he quedado en primate como otros, Piolín.
Lorie miró a Jake con horror, pero no pudo ocultar una risa, ni el resto de la clase
tampoco. Henry miró a todos entre confuso y enfadado, antes de mirar a Chace.
—¿Qué me ha llamado? —le susurró.
—Primate —contestó Chace.
—¡Digo luego!
—Piolín.
—¿Y por qué coño me llama eso? —inquirió mirando a Jake con rabia.
Y no acabó ahí.
—Woods —le llamó Jake en un cambio de clase. Henry estaba sentado sobre su mesa
hablando con sus amigos, cuando el moreno llegó hasta él y le tendió una foto—. ¡El
viernes jugaste increíble! ¿Me firmas esta foto tuya?
En la imagen se veía a aquel estúpido pajarraco. Henry tomó bruscamente la foto y la
arrugó con rabia. Jake se carcajeó antes de alejarse. Ese mote se propagó por todo el
instituto, aunque solo Jake Rivers tenía el valor de decírselo a la cara.

El mote le costó a Jake un ojo morado durante una semana, pero no por ello dejó de
llamarle así. Ese ojo morado también trajo un nuevo problema. Henry, Chace, Vince y
Zack llegaban de clase de gimnasia, cuando vieron a una mujer morena, de preciosas
piernas, busto prominente y bonita sonrisa, con un vestido rojo barato y una fina
chaqueta. A Henry no le llamó la atención, sin embargo sus tres amigos pararon de
golpe.
—¿Quién coño es esa? —inquirió Vince con la boca abierta.
—Por favor, que sea una nueva profesora, por favor, que sea una nueva profesora… —
rezaba Zack.
—Está buenísima —soltó Chace, y acto seguido miró a Henry, que se apresuró a hablar.
—Sí, madre mía —dijo, aunque tampoco le parecía nada del otro mundo.
—¿Mamá? —escucharon los tres a sus espaldas.
Jake Rivers, que también venía de clase de gimnasia, miraba a aquella mujer, pero con
unos ojos muy distintos a los de ellos.
—¿Mamá? —repitió Vince antes de carcajearse—. ¿La tía buenorra es la madre de
Rivers?
La mujer miró a Jake y caminó con paso ligero hasta él.
—¿Qué haces aquí? —quiso saber Jake.
—¿A ti qué te parece? ¡He venido a hablar con tu profesora para saber qué andabas
haciendo para venir a casa con el ojo así! —comenzó a gritar la mujer en medio del
pasillo. Jake se puso rojo de vergüenza, lo que fue todo un placer para los cuatro
testigos—. ¡Y para colmo me dice que te pasas el día durmiendo en clase! ¡Y eso
cuando no faltas! —continuaba gritando.
Henry y sus amigos, reían en silencio viendo la escena. Cuando la mujer acabó de gritar
y se marchó dejando a su hijo, con un montón de miradas puestas en él y abochornado,
los cuatro fueron hasta él.
—Menuda bronca te ha caído, eh Rivers —le soltó Henry.
—Oye Rivers, ¿tu madre te sigue dando el pecho? Lo digo porque a lo mejor también
querría dármelo a mí —dijo Vince haciendo que sus amigos tronaran en carcajadas.
—Cállate, o lo que me habéis hecho en el ojo no será nada comparado a lo que te haré
yo en toda la cara —dijo Jake con los ojos llenos de ira.
Y Henry vio allí la oportunidad perfecta para hacerle daño.
—Tranquilo, Rivers, le pagará bien. Tenemos dos billetes de cinco, es más dinero del
que tenéis, ¿no? —inquirió Henry con una sonrisa llena de maldad—. Os haríamos un
favor.
Jake se lanzó contra Henry, pero no pudo hacer demasiado antes de que un profesor le
apartara del rubio. Estuvo castigado una semana, y su madre le prohibió tocar con el
grupo en el local durante un mes.

Aquella batalla dio una gran victoria a Henry, pero las represarías fueron tales para él,
que por un segundo, se arrepintió de haberle hecho aquello a Rivers. Jake y sus amigos
la denominaron la operación “Piolín cagón”. La llevarían a cabo en el baile de Navidad.
A ninguno de los cuatro le gustaba ir a la fiesta de Navidad, a Shorty por ser un negado
con el baile y consiguiendo pareja, David y Jake detestaban aquellos acontecimientos en
los que por unas razones u otras, Henry Woods y sus amigos siempre acababan siendo
el centro de todo, y Kire, bueno, a él le daba más bien igual si iban o no a los bailes. No
acudieron lo que se dice “elegantes”, Kire llevaba su camisa de los domingos, y
enseguida terminó manchada de comida. David vestía un traje que le quedaba bastante
grande, Shorty otro traje bastante pequeño y Jake no se molestó ni en quitarse los
vaqueros ni las converses, se limitó a ponerse una chaqueta de traje negra sobre su
camiseta de los Ramones, y fin. Tampoco llevaron pareja, no porque no pudieran, al
menos Jake, que recibió varias propuestas, sino porque aquella visita al baile era
únicamente estrategia de guerra, para darle a Henry Woods donde más le dolía. Kire
robó el frasco de laxante que tomaba su abuela, y con eso ya tenían la venganza perfecta
para Henry Woods. Los vieron sentados en una de las elegantes mesas, todos trajeados
impecables, acompañados de las chicas más guapas del curso, y también las más crueles
y estúpidas. Charlotte Montgomery, era la pareja de Henry, y era tan pécora como él.
Los de segundo año se tomaban muy en serio el baile de invierno, ya que ellos no
podían asistir al de primavera, a no ser que alguien de curso superior les invitara.
Cuando los Wastes les localizaron, trazaron el plan. Esperaron a que salieran a bailar, y
entonces se apresuraron a ir a su mesa para dejar caer unas cuantas gotas en el vaso de
Henry. Jake fue el que se acercó junto a Shorty a su mesa, mientras David y Kire
esperaban alejados para no levantar sospechas.
—Con disimulo —le dijo Shorty.
—Tranquilo —dijo Jake junto a la mesa
—¡Solo unas gotas! —exclamó Shorty viendo que Jake echaba casi todo el bote.
—Se me ha resbalado —dijo Jake, pero sin demasiada culpa en su tono.
—¡Agua, agua! —escuchó de pronto decir a Shorty que huía a prisa, Jake no tuvo
tiempo de moverse cuando tuvo a Henry cara a cara.
—¿Qué haces aquí, Rivers? —inquirió cuando vio a Jake en su mesa.
Jake se escondió rápidamente el frasco.
—Venía a sentarme, estoy cansado.
Henry alzó una ceja.
—¿En mi mesa?
—Oh, ¿es tu mesa? —preguntó fingiendo sorpresa—. No lo sabía, si no, no me hubiera
venido a sentar aquí, Piolín.
Henry cogió su vaso entonces.
—Deja de llamarme eso —le ordenó Henry con disgusto.
—¿O qué?
—O te colgaré como guirnalda en el techo —le amenazó Henry antes de tomar un largo
trago de su vaso. Cuando acabó, volvió a mirar a Jake—. ¿No me has oído?
Jake, a pesar del tono de Henry, sonrió triunfante.
—Claro —dijo antes de marchase.
Ahora solo quedaba esperar, y no fue demasiado tiempo. En media hora la cara de
Henry se volvió muy pálida, y parecía estar sudando.
—Henry, ¿te encuentras bien? —le preguntó Charlotte mientras bailaban.
—S-sí —respondió, pero realmente no se sentía nada bien, y se alarmó gravemente
cuando escuchó un extraño sonido proveniente de su estómago, que esperó que
Charlotte no hubiera escuchado, pero lamentablemente, pareció que sí.
—¿Seguro que estás bien?
Henry no pudo contestar, algo se avecinaba.
—Disculpa —logró articular antes de salir disparado hacia el baño.
Jake y sus amigos se desternillaban de risa desde la otra punta de la sala mientras le
observaban. No pararon de reír ni cuando los de cursos mayores les fulminaban con la
mirada. Un cuarto de hora después, Henry volvió, pero no con mejor cara. Ni siquiera
pudo contestar a sus amigos cuando le preguntaron también y se encontraba bien,
porque enseguida tuvo que volver a marcharse al baño. Muchos de los presentes ya se
estaban marchando. Vince había planeado irse con Henry y sus respectivas parejas a
casa del rubio, que como tantas otras veces, estaba sola, y tal vez, poder llegar a
segunda fases con las chicas, o incluso más si tenían suerte, pero Henry se estaba
poniendo muy difícil.
—Oye Henry, las chicas quieren irse ya, ¿les digo lo de tu casa o qué?
Henry miró con horror a Vince. Se encontraba fatal, y no dejaba de ir al baño, ¿cómo
iba a poder siquiera estar pegado a Charlotte sin tener ganas de…? Un nuevo retortijón
le confirmó que su plan de aquella noche se iba a ir al garete.
—Vince, no creo que…
—¿Pero qué narices te pasa? —preguntó Vince sin comprender nada.
—Eso Henry, ¿qué te pasa? No te he visto en toda la noche —exigió saber Charlotte
apareciendo ante ellos.
—Charlotte, yo te diré lo que le pasa —dijo Jake acercándose también, con una sonrisa
malvada—. ¡Woods se caga por la pata abajo!
Y Jake comenzó a reír sin parar, al igual que sus amigos.
—Su pareja de esta noche ha sido el baño, no tú —gritó Kire sin dejar de reír.
Charlotte compuso una expresión impagable, al igual que Vince y el resto. Pero la
mejor cara, sin duda, fue la de Henry. La palidez que había ganado hasta entonces se
transformó en un color rojo intenso. En un primer momento fue de terrible vergüenza,
pero también de una enorme furia.
—¡¿Vosotros?! Yo, les, ma… —pero no acabó su frase, ya que tuvo que salir disparado
de nuevo al baño.
Los Wastes volvieron a echarse a reír.
—¡Se acabó, nos vamos! —exclamó Charlotte furiosa tirando de su amiga.
Vince se quedó sin chica aquella noche, pero Henry perdió algo que valoraba mucho
más, un poco de su dignidad.
Tercera Parte: El conflicto del césped

La venganza le fue a Henry casi regalada. Tuvo tanta suerte que ni él mismo se lo creía.
Jake llegó a su casa aquel día agotado, tiró la mochila en su habitación y fue al salón
pensando en cómo pedirle a su madre dinero para grabar la maqueta del CD del grupo.
Los Wastes tenían pensado alquilar por un día un estudio de grabación del centro para
poder grabarla, y ya de paso hacer unas cuantas copias. Los gastos se los repartirían
entre los cuatro por lo que Jake necesitaba cincuenta para el fin de semana, y lo cierto es
que pedir cincuenta dólares a su madre no era tarea fácil. Cuando su madre llegó del
trabajo, Jake la esperaba con una sonrisa y la cena preparada.
—Vaya, ¿a qué debo este honor? —inquirió ella con la mirada llena de sospecha pero
sentándose en la mesa para cenar.
—Nada mamá, solo que pensé que vendrías cansada y con hambre —dijo Jake
componiendo una sonrisa angelical.
—Si intentas poner caritas bonitas ahórratelo, hace un año que dejaste de ser adorable
para pasar a otra cosa —dijo ella mirando con ganas la cena.
Jake borró su sonrisa.
—¿Qué quieres decir? —preguntó sin comprender.
—Que esa sonrisa ya no vale para tu madre, sino para otras mujeres —dijo comenzando
a comer—. Mmmm.
Jake sonrió al ver la expresión satisfecha de su madre. Cenaron casi en completo
silencio, y Jake, impacientándose, cuando su madre acabó su plato, habló.
—Oye, mamá. ¿Podrías prestarme…? —comenzó a decir Jake. Su madre levantó la
cabeza antes de ladear sus ojos—. ¿Qué pasa? —inquirió Jake molesto por aquella
expresión.
—Ya me extrañaba a mí esta cena.
—Solo necesito cincuenta dólares —dijo con la boca chica, ya que a él también le
parecía bastante dinero.
—¡¿Cincuenta dólares?! ¡¿Acaso tengo pinta de banco?! —soltó ella molesta.
—Es que el grupo y yo…
—¡Oh, el grupo! Me parece muy bien que juegues con tus amigos a las bandas de
música, pero de ahí a que te gastes tanto dinero en eso… —comenzó a decir su madre
con desdén mientras dejaba su plato.
—¿Es que acaso si fuera para otra cosa me lo darías? —inquirió Jake enfadado.
Su madre le miró largo rato.
—Mira, hagamos una cosa, sabes que apoyo tu grupo, pero no voy a gastar cincuenta
dólares en eso. Si quieres invertir dinero en tu grupo tendrás que ganártelo tú —dijo
ella, y dentro de lo que cabía, Jake vio aquello razonable, en realidad, si de él
dependiera no le pediría dinero a su madre jamás, pero, ¿qué otra opción tenía?
—Haré lo que sea —dijo pensado en las tareas que podía encomendarle su madre, pero
ella no tenía esa idea en la cabeza.
—La directora del centro comentó esta mañana que necesitaba a alguien para que
cortara el césped. Si estás interesado puedo llamarla —dijo su madre. Y a Jake se le
iluminó la cara. ¡Claro que lo haría!—. Pero ni se te ocurra liar nada, Jake, es mi jefa
y…
—Vale, vale, no liaré nada —se apresuró a decir antes de darle un beso.
El entrenamiento había durado poco aquel día. Henry caminaba por su calle pensando
en que en menos de un año tendría por fin edad para conducir y que no tendría que darse
esos viajes cuando alguno del equipo no podía llevarle. Estaba contestando los mensajes
que había recibido esa tarde, cuando un ruido a su derecha le molestó. A su lado, en la
casa de la señora Trevon, alguien cortaba el césped. Henry con una mueca de disgusto
volvió a mirar la pantalla de su móvil, pero algo le hizo volver la vista como un rayo
hacia la persona que cortaba el césped. Enguantado, con unas botas algo grandes y con
ropa cómoda, estaba Jake Rivers cortando el césped de su vecina. Jake no vio a Henry,
estaba demasiado inmerso en su trabajo y en su música. A Henry le apareció una sonrisa
cruel en el rostro, iba a acercarse para poder burlarse con ganas de aquel idiota que se
había atrevido una vez más a dejarle en ridículo, sin embargo, se detuvo. Aquella
situación podía ser aún mejor, y no la iba a desaprovechar. Se alejó con cuidado para
que Jake no notara su presencia y entró en casa.
Esperó en la cocina a que llegara su padre del trabajo. Cuando llegó, con una angelical
sonrisa (similar a la que componía Jake frente a su madre), después de preguntarle qué
tal el trabajo, fue al grano.
—Papá, ¿no crees que el césped está demasiado largo? —preguntó como si tal cosa.
El señor Woods ojeaba el correo sin prestarle demasiada atención a su hijo.
—¿Sí? Bueno, mañana llamaré al jardinero para que se pase.
Henry soltó una risa despreocupada.
—¿Para qué llamar al jardinero por algo así? Yo creo que alguien joven… podría
solucionarlo en un día —dijo con el tono más inocente que pudo.
El señor Woods alzó el rostro para mirar a su hijo por fin.
—¿Quieres cortarlo tú? —preguntó su padre extrañado.
Henry abrió los ojos de par en par horrorizado.
—¡¿Yo?! ¡No, por dios! ¿Cómo me voy a poner yo a cortar el césped? —inquirió
indignado—. Me refería a que he visto a un chico cortando el césped de la señora
Trevon. Podrías decirle que le diga que pase el nuestro también. ¿Qué te parece? Seguro
que es barato.
Henry se mordió el labio y esperó ansioso la respuesta de su padre. El señor Woods
volvió a las cartas.
—Sí, es buena idea. Mañana me pasaré —dijo su padre de nuevo con un deje distraído.
Pero ese tono no impidió que Henry sonriera triunfante.

Parecía que la suerte sonreía a Jake. Veinte dólares se había llevado aquel día por
arreglar los dos patios de la señora Trevon, y lo mejor de todo era que la mujer le dijo
que pasara por la casa de su vecino al día siguiente para arreglarle el jardín también.
Solo le faltarían diez dólares más para pagar el estudio. ¿Quién sabe? Tal vez otro
vecino le viera y acabara con diez dólares adicionales en el bolsillo. Lo cierto era que su
cielo estaba tan azul que no esperaba que se nublase a tal velocidad, y con aquellas
nubes tan negras. Pero ocurrió.
La casa de aquel vecino estaba dos más arriba. Era un poco más grande que la casa de la
señora Trevon, y menos hogareña. Su jardín era también más espacioso, e imaginaba
que el trasero también. Se acercó a la puerta con una sonrisa y sin esperar, pulsó el
timbre. Casi al segundo la puerta se abrió, como si el propietario de la casa le hubiera
estado esperando tras la puerta. Jake iba a componer una amable sonrisa cuando vio a la
persona que menos esperaba allí. Henry Woods abrió la puerta con una amplia sonrisa,
tal vez la más amplia que jamás Jake le había visto.
—¿Sí? —preguntó Henry con un tonillo demasiado petulante.
La sonrisa de Jake se deshizo en una mueca de espanto. Iba a girarse en redondo para
marcharse de allí, cuando una mano se aferró a su hombro. La señora Trevon había
aparecido tras él y sonreía a ambos chicos.
—Oh vaya Jake, ya has llegado. El señor Woods no está en casa, pero Henry, su hijo, te
enseñará dónde está el cortacésped y todo lo que necesites —dijo ella con una amable
sonrisa demasiado pintada de carmín.
—Señora Trevon… —comenzó a decir Jake intentando inventarse una excusa para
largarse de allí.
—La señora Trevon le ha dicho a mi padre que hiciste un gran trabajo con su jardín, y
mi padre se fía siempre de su palabra —dijo Henry, y su forma de hablar tan angelical
dieron ganas de vomitar a Jake.
—Oh Henry, eres un cielo, igual que tu padre. Os prometo que no os decepcionará.
¿Verdad, Jake? Su madre es una de las auxiliares mi centro —explicó la señora Trevon
haciendo a Jake sonrojarse más.
—¿En serio? —inquirió Henry sabiendo que esa información era muy útil.
—Sí. Vamos Jake, manos a la obra —le empujó la mujer viendo a Jake sin querer
moverse de la entrada.
Jake entró muy a su pesar, en primer lugar por el dinero y su grupo, y en segundo lugar
porque aquella mujer parecía muy interesada en tener contentos a los Woods, y si Jake
se negaba a cortarles el puñetero césped, podría tener consecuencias…

Para fastidio de Henry, la señora Trevon se auto-invitó a un café. Por suerte, se quedó
charlando con la señora Martínez mientras ésta se lo preparaba, y así él podía encargase
de Rivers. Henry iba delante con una enorme sonrisa. Dirigió a Jake hasta el garaje, y al
abrirlo, vio la cara de Jake asombrarse con todas las cosas que tenía Henry allí. Casi
todo lo que querría cualquier chico de quince años y más. Henry sonrió triunfante, el
mendigo de Rivers jamás podría tener nada de eso.
—No toques nada con tus asquerosas manos, Rivers —le advirtió Henry cuando por fin
estuvieron solos, sin tener que fingir ya—. Aquí está la cortadora, espero que lo hagas
bien, o no verás ni un centavo.
Que Woods le estuviera dando órdenes le estaba poniendo enfermo. Trató de pensar en
los CDs que podrían grabar con el dinero y consiguió morderse la lengua.
—¿Dónde está la toma de corriente? —preguntó Jake pensando en terminar el trabajo
cuanto antes.
Mostrando sus dientes, Henry se lo señaló. Jake se iba a poner manos a la obra
enseguida. Henry notaba que el moreno no le miraba, estaba seguro de que se sentía tan
humillado que no podía siquiera mirarle a los ojos. Eso era fantástico.
—Ala, ponte a trabajar, piojoso —le espetó.
Y esperó un segundo a entrar en la casa, para ver si Jake le respondía. Pero no lo hizo.

Piensa en el dinero, en el dinero… en el grupo. Ignora a estos capullos, ignora a estos


capullos, pensaba mientras trataba de ignorar a Henry y sus amigos.
Sí, sus amigos, pues Henry les había llamado para que acudieran a su casa a ver cómo
Jake Rivers cortaba el césped de su casa.
—¿Habéis visto a mi nuevo esclavo? —decía mientras sin ningún descaro observaba
con sus amigos a Jake—. Qué obediente es.
Se habían sentado y tomaban un refresco mientras Jake trabajaba. Sus amigos se partían
de risa.
—Aunque no parece muy listo… —soltó Chace.
—Cierto, es más tonto que un besugo, pero al menos es barato —continuó Henry.
Jake apretó su mandíbula hasta que sus dientes rechinaron.
—¡Eh, Rivers! ¡Te has dejado un trozo! ¡Vuelve atrás! —le gritó Henry.
—¡O mejor!, ¿qué tal si vuelves a pasar todo?! —propuso Vince.
Y seguían riendo como idiotas. Jake intentaba lo mejor que podía hacer oídos sordos.
—Oye Henry, ¿tienes algo de comer? —preguntó Zack.
—Sí, vamos a la cocina a coger algo —dijo Henry poniéndose en pie, y sus amigos
enseguida le imitaron—. ¡Rivers, cuando vuelva espero que hayas terminado con este
jardín o quitarás lo que falta con los dientes!
—Henry, tiene cerebro de animal, eso no le importará —dijo Vince.
Y de nuevo más risas. Por suerte para Jake, los cuatro entraron en la casa. Tenía que
terminar cuanto antes y marchase. Henry sacó varias cosas de su despensa y se las lanzó
a sus amigos. Chace, como buen receptor, las cogió al vuelo, y fue cuando vio la
mochila de Jake en una esquina.
—¡Eh!, ¿esa es la mochila de Rivers?
Todos miraron hacia allí.
—Sí… —dijo Henry con lentitud mientras se rascaba la barbilla—. Tengo una idea.
Se agachó y abrió uno de los compartimentos del mueble de la cocina. De él sacó dos
guantes de goma, de esos que sirven para fregar, y se los puso.
—¿Qué haces? —preguntó Chace confuso.
—¿No pensarás que voy a meter mis manos ahí sin protección? —inquirió Henry
haciendo reír a sus amigos. Cogió la mochila simulando una gran expresión de asco, la
dejó sobre la mesa, y usando solo el índice y el pulgar, la agarró para abrirla. Sus
amigos no dejaban de reír mientras hacía todo aquel teatro—. Qué porquería… —se
quejó con una mueca sacando de dentro un cuaderno. También lo cogió con extremo
asco—. Uh, vamos a ver —dijo antes de comenzar a ojearlo—. Bla, bla, bla… soy un
fracaso… Bla, bla, bla, vivo en un estercolero… Oh. ¿Dinero para grabación? Cincuenta
dólares.
Todos dejaron de reír, y Vince meditó aquello.
—Mmm, para eso debe querer el dinero.
—¡¿Mi dinero va a servir para crear más de su porquería?! —soltó Henry muy
indignado—. De eso nada… —dijo antes de comenzar a sacar todo lo que había en el
interior de la mochila—. Porquería, más porquería… —decía, mientras tiraba todo lo
que sacaba en el cubo de la basura. A sus amigos aquello les parecía enormemente
divertido. Henry se detuvo cuando de la mochila sacó la cartera de Jake—. Vaya, vaya,
vaya, ¿qué tenemos aquí?

Había estado estudiando hasta tarde en casa de su amiga Mary. Sacó un coletero de su
bolsillo, y comenzó a hacerse una coleta. Le gustaba llevar el pelo suelto, las chicas
estaban mejor así, pero para estar por casa prefería llevarlo recogido, total, allí nadie la
vería, excepto su hermano, claro, pero lo que pensara él le traía sin cuidado. Claire entró
en su calle y se dirigió rápidamente a su casa. Sacaría su tarrina de helado del
congelador y vería por lo menos diez capítulos de Gossip Girl. Meditaba sobre el último
capítulo que había visto, cuando le vio. Posiblemente el chico más guapo que había
visto en su vida, y estaba en su casa. ¡EN SU CASA! Cortando el césped. ¿Desde
cuándo un chico como él les cortaba el césped? ¡A una se le debía informar cuando se
contrataba a un chico guapísimo como jardinero! No se había dado cuenta, pero se había
quedado en medio del pequeño camino que había hasta la puerta, mirando embobada a
aquel chico. Por suerte, el joven estaba mirando con el ceño fruncido la verde hierba,
como si tratara de eliminarla con los ojos. Claire salió de su ensoñación y se quitó la
coleta que se acababa de hacer y dejó su pelo rubio volar. Entonces, escuchó risas de
chicos en el interior de su casa. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por dejar de mirar a
aquel joven. Dios, vestía tan casual, casi como si le importara un bledo lo que llevara,
pero aquellos vaqueros raídos y camiseta que su madre catalogaría como “para trapos”,
le hacían muy irresistible. Y tenía pendientes, y, ¿qué es eso que veía? ¡¿Un tatuaje?!
Un grito se escuchó en el interior de su cabeza. Si no se marchaba corriendo de ahí
empezaría a gritar en alto. Cerró la puerta de su casa y fue aprisa hacia la cocina donde
se oían las risas. Su hermano estaba allí con los idiotas de sus amigos, y para su
sorpresa, miraban a través de la ventana al chico que acababa de convertirse en el dueño
de sus sueños.
—Henry, ¿quién es ese? —preguntó Claire.
Su hermano, que no se había percatado de su entrada, la miró con aburrimiento.
—Eso a ti no te importa, enana —le soltó antes de volver la atención a sus amigos.
—¿Es el nuevo jardinero? —preguntó ella ansiosa.
Oh, por favor, sí, y que esté aquí todos los días, deseó ella. Henry la miró con molestia.
—No seas tonta, ¿cómo vamos a tener un jardinero de quince años? —le espetó como si
fuera tonta.
—¿Tiene tu edad? —preguntó Claire sorprendida de que ese dios pudiera compartir
cualquier cosa con el memo de su hermano.
—¡Claro que tiene mi edad! ¿Qué te creías?
—Que era mayor —dijo, pero lo hizo sin pensar.
Henry frunció el ceño.
—¿Qué Jake Rivers te ha parecido mayor que yo? —escupió con asco.
¿Jake Rivers? ¿Así se llamaba? ¡Hasta el nombre le tenía bonito! El rostro de Henry
compuso una extraña mirada, casi de susto, de horror, de pavor, al ver que su hermana
ponía esa cara al mirar por la ventana a su enemigo… ESA cara que ponían las chicas
de primero al mirarle a él, y bueno… también a Jake.
—¡¿Qué significa esa mirada?! —inquirió de pronto con gravedad.
Claire dejó de componer aquella cara de embobada.
—¿Qué mirada? —preguntó ella a la defensiva, aunque sabía perfectamente a qué se
refería.
Henry dio un paso hacia ella y la señaló con el dedo.
—Ni se te ocurra mirarle así. Tú no —le advirtió con tanta seriedad que sus amigos
dejaron de bromear y observaron a los dos hermanos.
—Le miraré como quiera. Y si no, no haberle traído —dijo Claire dándose la vuelta.
—Oye Claire, ¿cuántos años tienes ya? —gritó Zack, pero Claire ya subía las escaleras.
Henry le fulminó con la mirada.
—¡¿Eres idiota o qué?!

Claire se quedó observando toda la tarde cómo Jake cortaba el césped del jardín trasero.
¡A la mierda Gossip Girl! Jake se limpió la frente de sudor, y por fin se quitó los
guantes con la inmensa felicidad de haber acabado. El silencio que se produjo de pronto
al apagar el motor de la cortadora hizo que Henry y sus cuatro amigos fueran hasta
donde estaba Jake.
—Ya he acabado —anunció Jake, siendo lo único que les diría a esos idiotas.
Henry llegó hasta Jake franqueado por sus tres amigos.
—Muy bien, Rivers —dijo con el tono que un amo dirige a su perro.
Jake tomó aire.
—Bueno, ¿me pagas para que pueda irme?
—Nada me haría más feliz que dejaras de ensuciar el suelo de mi casa. Pero antes
quería hacerte una oferta.
Jake alzó una ceja mirando a Henry con desconfianza.
—No me interesa —dijo sin tan siquiera meditarlo.
—Pero si ni siquiera la has oído.
—No me interesa —repitió seguro de ello.
Vince y Zack sonreían sádicamente. Chace, solo parecía estar atento.
—Pues yo creo que sí. Me parece que con el dinero del trabajo que le hiciste a la señora
Trevon, y el que has hecho en mi casa, no te da para lo de… tus CDs.
Jake entrecerró sus ojos.
—¿Y tú qué sab…?
—Soy muy listo, por si todavía no te habías dado cuenta —le cortó Henry, y sus amigos
rieron por lo bajo—. El caso es que hoy me siento generoso, así que… te daré estos diez
pavos más, si haces una cosa. Una cosa pequeña… sin importancia.
—¿El qué? —preguntó, pero estaba seguro de que no quería saber lo que era.
Henry miró a sus amigos antes de contestar con malicia.
—Quiero que me beses los pies.
—¿Qué? —preguntó Jake, no podía hablar en serio.
—Que me beses los pies —dijo claramente Henry.
Vince y Zack sonreían tan ampliamente que parecía que tuvieran grabados los labios en
lo alto de las mejillas. Jake bufó.
—Estás chalado si piensas que voy a hacer algo así. Dame mis veinte pavos y me largo
—dijo sin estar de humor para más chorradas de Woods y sus amigos.
—¿Rechazas mi oferta? —preguntó Henry fingiendo estar ofendido.
—Sí.
—Pues siento decirte que no te puedo dar los veinte pavos —dijo Henry, se estaba
burlando de él y Jake estaba perdiendo la paciencia.
—Dame el dinero, Woods. He cortado tu puñetero césped, así que ahora págame —dijo
comenzando a estar verdaderamente enfadado.
—Solo te los daré si posas tus asquerosos labios en mis zapatos.
Jake apretó de nuevo sus dientes con fuerza.
—¿Sabes qué? Puedes meterte por el culo tu dinero. No lo quiero —dijo dispuesto a
darse la vuelta y marchase de allí, con o sin dinero.
Pero aun así, Henry no perdió su sonrisa.
—Vaya, puede que cambies de idea cuando veas lo que he encontrado en tu asquerosa
cartera —Jake se paró en seco. Se dio la vuelta y vio su cartera en manos de Henry, que
la tiró al suelo con asco. Pero se quedó algo en las manos—. Oh, ¡si es el dinero que
ganaste en la casa de la señora Trevon!
Jake miró el dinero que había ganado con horror. Volvió al sitio donde estaba, frente a
Woods.
—Dámelo —le ordenó Jake.
Henry fingió meditar aquello.
—Mmm, creo que no. Al menos no lo haré si no cumples con lo que te pido —dijo
Henry acercando el billete peligrosamente al cortacésped. Zack tenía una de sus
regordetas manos sobre el interruptor. Jake estaba seguro de que si Henry soltaba el
billete, Zack encendería la máquina al instante. Su dinero, el que tanto le había costado
conseguir, y sobre todo, el que le permitiría poder seguir su plan con su grupo. Henry
percibió la voluntad de Jake flaquear, y sonrió con sorna—. Tú eliges, ¿tu dignidad o…
tu sueño y el de tus amigos?
—Está a tu alcance, Rivers —le recordó Vince—. Solo un besito y tendrás tus cincuenta
pavos.
Los cuatro observaron cómo el rostro de Jake se desencajaba. A Henry le pareció ver
que Jake le miraba los pies. ¿Podía ser que por fin el idiota de Rivers terminara
arrodillándose ante él? Su pregunta, la respondió Jake enseguida.
—No hay nada que me hiciera caer tan bajo como para besarte a ti los zapatos —dijo
con voz grave y ronca.
Y ahora sí que se marcharía de allí. No había nada que le hiciera darse la vuelta y volver
a ver la cara de aquellos capullos. Henry ya estaba lo suficiente contento de haberle
arrebatado el dinero a Jake, y sobre todo de haberle hecho trabajar en su casa, pero
Vince no parecía estar contento todavía.
—¿Y qué te parece… la vergüenza de tu madre? —inquirió de pronto.
Y Jake se detuvo.
—¿Qué? —preguntó de nuevo sin comprender.
Los tres amigos miraron a Vince confusos.
—Resulta… que hemos visto que te has metido en tu mochila… esto —dijo sacando de
su bolsillo una pluma de oro que tenía su padre en su despacho. Henry miró a Vince
sorprendido. ¿Qué estaba haciendo? Y Jake, le miraba con miedo, tal y como le gustaba
a Vince que le mirasen—. ¿Querías conseguir dinero extra robando en casa de Henry,
rata asquerosa?
—¡Eso es mentira! —exclamó Jake.
Chace miró con preocupación a Henry, tratando de decirle con la mirada que aquello era
demasiado serio y que les traería problemas. Pero su amigo no le prestaba atención.
—Puede ser… pero es tu palabra contra la nuestra. ¿A quién crees que van a creer? ¿Y
sabes lo avergonzada que se sentirá la señora Trevon cuando sepa que ha llevado un
ladrón a la casa de su querido vecino? Estará tan abochornada que tal vez despida a tu
madre de su asqueroso trabajo.
A pesar de que Henry jamás había visto en Jake una expresión de derrota, miedo y
preocupación tan agravada, no estaba seguro del plan de Vince.
—Henry… —escuchó decir a Chace a su lado.
Henry miró a su amigo, y éste le decía con la mirada lo que parte de él estaba pensado.
Pero, eso era lo que quería, ¿no? Vengarse de Jake Rivers. Y Vince estaba dejándole
una venganza demasiado deliciosa como para rechazarla.
—¿Eso quieres? ¿Que despidan a tu pobre madre? —inquirió Henry sumándose a la
propuesta de Vince, y compuso su misma mueca burlona y cruel.
Zack reía igual que al principio. Jake miró de nuevo a Henry, y lo hizo con tanto odio
que Henry lo sintió en sus carnes, y bueno, era estupendo.
—Siendo tu madre seguro que es igual de inútil que tú. Si la despiden, ¿de qué crees
que tendrá que ponerse a trabajar? Has tenido suerte de que al menos tenga un buen culo
—dijo Vince, y Henry y Zack soltaron una gran carcajada. A Chace todo aquello ya no
le parecía divertido.
Jake sentía sus manos temblar. Podía matar aquellos cuatro idiotas, de verdad sentía que
en ese momento podía hacerlo.
—Vamos, Rivers, aquí están mis bonitos zapatos —soltó Henry agitando su pie
derecho.
Y en el preciso momento en el que todo iba a estallar en las narices de todos, una
estruendosa voz sonó.
—¡Henry!
Henry abrió los ojos de par en par, y la mueca cruel de su rostro desapareció para
componer una expresión asustada al ver a su padre. Los tres amigos de Henry también
miraron al señor Woods asustados, e incluso Jake se sobresaltó al escucharle, pues solo
un segundo antes, había estado a punto de lanzarse hacia su hijo para romperle la cara a
golpes.
—¿Qué ocurre? —preguntó el señor Woods al llegar a ellos, mirando a Henry.
—¿O-ocurrir? N-nada… —balbuceó asustado por si su padre había visto lo que estaban
haciendo.
—Me ha dicho mi secretaria que habéis llamado, que había una emergencia —dijo su
padre con tono y cara severa.
Henry frunció el ceño confuso.
—Yo no… —comenzó a decir, pero entonces… levantó la vista y vio a su hermana
asomada a la ventana.
Al cruzarse con la mirada de Henry, la chica se metió de nuevo en su habitación. El
rubio apretó los labios. Claire había estado observando todo y había llamado aprisa a su
padre. Chivata…
—¿Qué haces tú con eso? —preguntó el señor Woods al ver su pluma en manos de
Vince—. Trae aquí —le espetó arrebatándosela, y miró a su hijo—. ¿No te he dicho que
no juegues con estas cosas?
Henry iba a comenzar a dar explicaciones cuando alguien carraspeó a su lado.
—Disculpe. La señora Trevon… —comenzó a decir Jake, que había estado callado.
Henry le miró con tirria y desprecio.
—Ah, tú eres el chico del césped —cayó en cuenta el señor Woods.
—Sí, señor. Y ya acabé.
—Muy bien —dijo con el tono ausente, como si aquellos mocosos le interesaran más
bien poco—. Henry, dale el dinero que te dejé para él.
Jake tendió su mano para que Henry le diera el dinero. Henry, con la mirada llena de
odio, dejó los dos billetes de veinte en la palma del moreno. Por unos segundos ambos
se miraron con intenso desprecio, como si se retaran con la mirada, como si en ese
momento solo importara dejar claro lo mucho que se odiaban.
—Adiós —dijo finalmente Jake, antes de salir por la casa que jamás pensaba volver a
pisar.
Cuarta Parte: La carrera de la virginidad

Chace y Zack habían sido admitidos en el equipo, por ello, Henry y sus amigos estaban
rebosantes de alegría aquel día, y eso solo podía significar desgracias para los demás.
Nada había estado fuera de lo habitual. Intimidaciones, bromas pesadas, burlas y mucho
flirteo con las chicas. Henry había comenzado a salir con Charlotte oficialmente. No es
que la chica fuese muy divertida o interesante, pero era guapa, o al menos a todos los
demás se lo parecía, y a Henry con eso le valía. Todo el mundo decía que hacían una
pareja genial y Henry se sentía muy orgulloso de poder decir que había pasado a
segunda base con ella. Era de los pocos del curso que lo había hecho, y además con
Charlotte. Sus amigos habían estado alabándole por ello semanas, hasta que ocurrió
algo que no había previsto, alguien que no era él pasó a tercera base, y aun peor, fue el
mismísimo Jake Rivers.

Aquel día, Jake llegó pronto a clase. Todos los alumnos estaban de pie y hablando entre
ellos. Como habitualmente, en las mesas del fondo junto a las ventanas estaba el grupo
de Woods. A David acababan de operarle de anginas, por lo que llevaba varios días sin
venir, y esa semana estaba siendo un infierno, no solo porque no tener a David en clase
se notaba, sino porque además no era lo mismo ensayar en grupo sin uno de ellos. Jake
se sentó al fondo pero en el otro extremo, solo.
—Piolín, ¿por qué no les dices a tus monos amaestrados que se callen? Hay gente que
intenta dormir —dijo Jake mirando con molestia a los cuatro.
Henry detestaba cuando le llamaba así, pero Vince se molestaba aun más cuando le
llamaban cualquier cosa que él no consideraba buena.
—Cierra el pico, piojoso de mierda —dijo Vince con cara de amenaza.
—¿Que cierre el pico? Esa frase solo vale para tu amigo Woods —replicó Jake.
Los cuatro se iban a poner en pie de forma amenazadora, cuando su profesor entró, y
por desgracia tuvieron que sentarse. Jake les sonrió burlonamente antes de acomodarse
de nuevo en sus brazos para poder dormir, pero seguía escuchando los susurros de los
cuatro orangutanes.
—¿Entonces te hizo…? —escuchó preguntar a Zack.
—Sí, y no lo hacía del todo mal —dijo Henry presumiendo de haber tenido la mano de
Charlotte bajo los pantalones.
—¿Y crees que la próxima vez te dejará pasar a tercera base por fin? —preguntó Vince
muy interesado, pensando que en cuanto Charlotte y Henry mojaran por fin, él tendría
esa posibilidad.
—La tengo en el bote, puede que hasta me deje pasar a quinta.
—Quinta no existe —repuso Chace.
Henry puso los ojos en blanco.
—Es una forma de hablar, Chace. Qué tonto eres a veces.
—Si te deja tienes que soltarlo, aunque ella se moleste —dijo de pronto Vince—.
Obviamente serías el tío más guay si…
—Ya soy el más guay —le interrumpió Henry.
—Sí, pero esto… son palabras mayores.
—Está todo controlado, ¿vale? —dijo Henry sintiendo de pronto la presión, pues no
estaba del todo seguro de que Charlotte fuera a querer dar ese paso.
Recordando aquella vez en su casa, fue muy difícil que incluso se dejara quitar el
sujetador.
—¿Quieres que vayamos esta tarde a por condones? —preguntó Vince.
—Podríamos comprar una caja todos —dijo Zack muy animado.
—¿Para qué ibas a querer tú condones? —inquirió Henry con burla.
Jake ladeó los ojos, y las risas de los cuatro quedaron muy muy lejos. Cuando despertó,
la clase había terminando, y alguien le daba leves toquecitos en la cabeza.
—Jake, despierta.
Jake abrió sus ojos y se incorporó. Fue un alivio ver que su profesor no estaba. Lyla
estaba ante él, vestida como solían hacerlo las chicas mayores, un vestido corto pero no
demasiado provocativo, una chaqueta larga y unos calcetines largos que se asomaban
por sus botas.
—He oído que este viernes no vais a actuar —dijo ella mientras Jake se desperezaba.
—No, David está enfermo. ¿Por qué? —preguntó como si tal cosa.
—Bueno, he pensado que podíamos quedar para ver algunas películas, el viernes por la
noche en tu casa —dijo ella con una sonrisa.
Jake se la devolvió.
—Vale, yo pongo la comida y tú las pelis —dijo mientras se ponía en pie con su
mochila.

Ambos salieron de clase juntos y conversando sobre las últimas películas interesantes
que habían visto. Su amistad empezó el día en que se dieron cuenta de que en clase,
había dos tipos de personas, Henry y Charlotte por un lado, y luego estaban ellos. Por lo
que lo más adecuado era juntarse ante la adversidad de tener que soportar a aquellos
rubiales que se creían los reyes del mundo. Lyla era divertida, aunque demasiado
presumida y coqueta, por eso las chicas no la soportaban, tenía demasiados amigos
chicos y le daba igual lo que pensaran los demás de ella. A Jake también le daba lo
mismo lo que pensaran de él el resto, por lo que ser amigos era estupendo. Por eso,
aquel viernes, cuando terminaron de ver las dos películas que Lyla había traído, ambos
se quedaron hablando y riendo durante horas. Jake había cogido un par de cervezas de
su madre de la nevera, y eso y la buena conversación, hicieron que las horas se les
hicieran cortas. Lyla reía con la mano puesta en el brazo de Jake, y en ocasiones lo
movía a su rodilla, y otras al muslo. Y cuando de pronto se hizo el silencio, ambos se
miraron y sabían lo que iba a pasar. Se besaron sin más, y así estuvieron largo rato,
hasta que Lyla se apartó y se puso en pie frente a Jake. Se desnudó lentamente hasta
quedar en ropa interior. Jake se quedó sin aliento por un segundo, antes de posar sus
manos sobre las caderas de Lyla y acercar su piel a sus labios. Lyla gimió al sentir los
labios de Jake sobre su ombligo y en la comisura de su ropa interior. Se apresuró a
quitar la camiseta al moreno, y vio su joven tatuaje en el brazo y su definido cuerpo a
pesar de tener solo quince años. Los vaqueros de Jake también se perdieron el mismo
momento en que Lyla se desabrochó el sujetador para dejarlo caer. No era el primer
pecho que Jake veía, ni la primera vez que tocaba uno, pero eso no impidió que los
tomara con ganas. Entre besos y caricias, Lyla comenzó a notar cómo la dureza de Jake
se pegaba a ella y estaba en todo su esplendor. Con impaciencia, Jake cogió a Lyla, y
ésta envolvió sus piernas alrededor de su torso, y la condujo hacia su habitación. La
dejó caer sobre la cama y pidiéndole permiso con la mirada, le deslizó la última prenda.
Y aquello sí que fue totalmente nuevo para él. Algo en él le decía que el cuerpo de Lyla,
a pesar de ser exuberante, no le animaba del todo, pero la situación sí. Lyla le quitó a él
también la última prenda y pasaron a otro juego que los jóvenes llamaban segunda base.
Y Lyla, tras varios minutos, le dijo con la mirada que quería dar un paso más. No se
dijeron nada, al menos no con palabras. Jake se puso en pie y buscó en su cajón, y
enseguida dio con lo que buscaba. Rompió el envoltorio y Lyla se lo robó de los dedos,
y ella misma se lo colocó. Eso fue demasiado sexy para Jake, por lo que no esperó ni un
segundo más para traspasar la línea. Mentiría si dijera que hasta ese momento había sido
una de las experiencias más excitantes y satisfactorias de su vida. Fue delicado con ella,
hasta que lo peor pasó. Y entonces los dos se convirtieron en otras personas. Ese fue el
primero, luego hubo dos más, y ambos supieron que no serían los últimos. Entre ellos
no había nada más allá que un sentimiento de amistad, y aquello era como un deporte
que practicaban dos amigos. Y siempre que podían, quedarían para entrenar.

Jake se lo contó a sus amigos, claramente. Las bromas, los codazos y las miraditas que
sus amigos le dedicaban, hacían reír a Jake. Pero dejando a un lado todo eso, sus amigos
tenían un millón de preguntas. Las típicas que tiene cualquier joven inexperto cuando su
mejor amigo por fin lo consigue y puede ofrecerles cierta información que todos
necesitan. ¿No descargaste demasiado rápido?, ¿cuánto duraste?, ¿cómo tenía las
tetas?, ¿ella dio el primer paso?, ¿cómo tenía las tetas? (Sí, esa pregunta se repitió
unas cuantas veces por Kire). ¿Usasteis condón?, ¿es verdad que se siente menos?,
¿cuando la metes…? Y algunas más técnicas y poco discretas. Por parte de Jake, del
círculo privado de sus amigos no salió. Sin embargo, Lyla, territorial, presumida y
demasiado atrevida, lo soltó delante de un circulo que no era demasiado discreto, y la
noticia se propagó como la pólvora. Henry no tardó en enterarse.
—¡Anda ya! ¿Rivers y Lyla? —inquirió Henry evidentemente molesto.
—Pues yo sí me lo creo —dijo Vince.
—Según parece, lo hicieron en casa de Rivers. ¡Y varias veces!
—¡Anda ya! —volvió a repetir Henry, más molesto aun—. Rivers solo está
fanfarroneando.
—Lo dijo ella —contestó Chace para más disgusto de Henry.
Cuando llegaron a clase, tres tíos se habían acercado a la mesa de Rivers, y parecían
estar atacándole a preguntas y halagos. Sin embargo, a diferencia de Henry, a Jake no le
estaba gustando aquella atención, y menos por ese asunto. Una cosa eran las bromas, las
preguntas y los halagos de sus amigos, y otra las de sus compañeros de clase con los
que no tenía ningún tipo de relación. Henry, cabreado, hizo a un lado a esos tres y se
colocó ante Jake.
—¡Eh Rivers! ¿No te da vergüenza dejar que vayan soltando mentiras por ahí de ti?
—¿Qué mentiras? —inquirió Jake.
Y David, que había estado ausente en la conversación de aquellos tres con Jake, volvió
a atender.
—Eso de que te has tirado a Lyla.
Jake frunció el ceño.
—Eso no es asunto tuyo —dijo.
Henry se cruzó de brazos.
—Pues que sepas que pienso que no es más que una sarta de mentiras.
Jake se encogido de hombros.
—Vale. Piensa lo que quieras.
—Es cierto, Woods —dijo David, para fastidio de Henry—. Solo estás picado porque tú
aun eres más virgen que la virgen María.
Henry bufó con rabia.
—¿Y tú qué sabes pelo-moco?
—¿Acaso no es verdad? —inquirió David enarcando una ceja.
—Al menos él ha tocado una teta —repuso Vince, sabiendo que ninguna tía tocaría a
David aunque fuera el último hombre sobre la tierra.
—Sí, las de su madre —dijo Jake, y David y él rieron.
Henry entrecerró los ojos.
—¿Quieres que hablemos de madres, Rivers?
Jake se puso en pie.
—¿Quieres que te cambie el pico por un agujero en la cara, Woods? —dijo con voz
amenazante.
—¿Qué hacéis? —escucharon a sus espaldas.
Lyla había dejado sus cosas sobre su mesa y miraba al grupo de chicos con curiosidad.
Vince sonrió.
—Lyla, ¿es cierto que has caído tan bajo como para convertirte en la golfa de Rivers?
—le preguntó con malicia.
Henry sonrió a su amigo. Jake apretó los puños con intención de clavárselo a Vince en
el estómago, cuando Lyla respondió con naturalidad.
—Si con golfa te refieres a que los dos hemos pasado un buen fin de semana, es verdad
—dijo para sorpresa de todos los chicos. Y entonces soltó una risita—. ¿Qué pasa, que
Charlotte y sus amigas no os quieren tocar a vosotros ni con un palo? ¿O es que son
demasiado mojigatas?
—Uuuhh —dijo David disfrutando de la humillación de Henry y sus amigos.
—Algunas no tienen esa facilidad para abrirse de piernas —replicó Henry.
—No, pero sí para afinarte a ti la flauta y ellas quedarse con las ganas. Qué patéticas —
contestó Lyla, dejando a Henry y Vince sin saber qué contestar.
Jake sonrió a Lyla, y ésta a él. Pero la cosa no se quedó ahí. Lyla tuvo problemas con
Charlotte y el resto, Henry y Vince se encargaron de ello. Solo que a Lyla las
intimidaciones le importaban tanto como a Jake las de Woods. La guerra se calmó
rápido, sobre todo porque Charlotte tuvo que callarse cuando por fin cedió con Henry.
El rubio comenzó a estar verdaderamente perseverante con ella, y a riesgo de perderle,
cedió. Aunque él ya había encontrado antes otras con la que igualar a Jake Rivers.
Michelle Duncan era una chica de pelo negro y ojos verdes de tercero. Tenía la piel muy
pálida, pero era increíblemente guapa, posiblemente la más guapa de tercero. Michelle
daba clases de interpretación y aspiraba algún día a ser actriz. Y era buena, siempre le
daban los papeles principales en las obras de teatro, además era muy buena estudiante.
La razón por la que estaba aquel día en casa de Henry era porque ayudaba a Claire con
sus deberes de cálculo. El señor Duncan era amigo del señor Woods, por ello le envió a
su hija para ayudar a Claire. Cuando Henry llegó enfadado de casa de Charlotte por ser
de nuevo rechazado por ella, y recordando que Jake Rivers se le había adelantado, las
dos chicas estaban en el salón, y le miraron al pasar, pero Henry las ignoró. Subió a su
cuarto pensando en que al día siguiente mandaría a la mierda a Charlotte. ¿De qué le
servía la chica si no era para eso? Mascullaba y gruñía sobre ello cuando llamaron a su
puerta. Michelle asomó su cabeza.
—Henry, Claire y yo vamos a preparar algo para cenar. ¿Quieres algo? —preguntó ella
con voz dulce.
Henry miró a Michelle de arriba a abajo. Sería un buen trofeo.
—Lo que sea que preparéis estará bien —dijo, pero tuvo una nueva idea—. Oye
Michelle, ¿os importa si os ayudo?
Ella sonrió ampliamente.
—Claro que no.
Y enseguida se pusieron los tres manos a la obra. Michelle y Henry no paraban de
reírse, empujarse con delicadeza, bromeaban, se manchaban la cara como dos idiotas, y
Claire no podía dejar de observarles con repugnancia. Entrecerró los ojos preguntándose
qué tramaba su hermano. Cenaron los tres, pero Henry y Michelle estaban tan pegados
que Claire empezó a sentir que se habían olvidado de que ella estaba allí. Cuando
acabaron los tres estaban en el salón, Henry y Michelle en un sofá y Claire en otro.
Cansada de sentirse ignorada dijo:
—Bueno, yo me voy a mi habitación —dijo con molestia, pero ninguno la contestó, por
lo que se fue sin más.
Henry la tenía casi acorralada en el sofá, y ella parecía estar en las nubes, hipnotizada
por la sonrisa de Henry. Cuando el volvió a sonreír ella ya no pudo evitar besarle, mejor
dicho, comérselo a besos, porque aquello fue imposible de parar. Para ser un año mayor
que él, ella parecía estar más nerviosa. Henry le preguntó si quería subir a su habitación,
y ella pareció dudar y por un momento Henry creyó que iba a tener la misma suerte que
con Charlotte, pero por suerte no fue así. Y una vez arriba, cuando Michelle vio a Henry
sin camiseta, nada pudo pararla, aunque eso no significó que no estuviera nerviosa. Ella
era un total manojo de nervios, y Henry, temiendo que se echara atrás, la trató con tal
dulzura que a la chica le dejaron de temblar las manos y empezó a llevar la iniciativa,
pensando que Henry era de verdad un buen chico. Se volvió más atrevida, haciendo
cosas que jamás pensó que haría. Henry se dejó hacer y cerró sus ojos disfrutando, hasta
que la chica acabó y él buscó la caja de preservativos que había comprado para su
estreno. Se lo puso aprisa y por fin cumplió lo que llevaba deseando hacer todo el curso.
Cuando acabó, su dulzura se esfumó. Aunque no fue brusco, Michelle podía ser alguien
a quien recurrir cuando hiciera falta. Henry no dudó en contarlo en el instituto. Y de
pronto, volvía a sentirse el mejor. ¡Él había estado con una chica mayor, mientras que
Jake Rivers había estado con Lyla, una chica de su misma clase! Ganaba él, ¿verdad?
Pero ahí no terminó todo. Emma no era ni por asomo tan guapa como Michelle, pero era
mucho, mucho más atrevida. Y con ella estuvo largo rato en los vestuarios tras el
entrenamiento. Charlotte se enteró, claro, Henry no había sido precisamente discreto.
Pero en vez de enfadarse, ¿qué hizo? Darle a Henry lo que más quería. Y Henry le dio
lo que más quería ella, una relación. Aunque eso no impidió que Henry se viera con
Emma en ocasiones, y algunas otras del equipo de animadoras. Michelle, aunque se
hacía la dura, siempre caía en sus brazos cada vez que iba a su casa. Hasta que Claire
dijo que no necesitaba más clases de cálculo, harta de soportar que su hermano se tirara
a su profesora.
—Mírale con esa cara de chulo —masculló David viendo como Charlotte se sentaba en
las piernas de Henry y le besuqueaba en la cafetería, a pesar de que también ella sabía
que Henry se había acostado con Michelle Duncan y Emma Harris. Las dos chicas
miraban con rabia a Charlotte, que tenía el gran honor de estar con Henry, y a los
Wastes todo aquello les asqueaba.
—Sí, lo que le faltaba a Woods, que ahora todas las tías quieran acostarse con él —dijo
Shorty mirando con el mismo asco a Henry.
Jake vio cómo la mano de Woods subía por la falda del uniforme de animadora de
Charlotte. Le asqueó tanto que no pudo tomar más bocados de su comida.
Quinta Parte: Nada más que empezar

David llegó muy orgulloso al aparcamiento del instituto conduciendo el coche de su


padre. Shorty, David y Jake se habían sacado el carnet aquel verano, y era todo un paso.
Los dieciséis años les habían sentado muy bien, sobre todo a David y Jake, que habían
pegado el estirón y realmente se sentía un poco más libres. El orgullo de David
desapareció al ver el coche que aparcó a su lado. Henry Woods conducía un flamante
coche.
—Eh Niggles, ¿de dónde has sacado esa tostadora? —preguntó echándose a reír.
David apretó los dientes, pero en realidad no debía sorprenderse, estaba claro que algo
así pasaría.
—Vaya Woods, qué suerte tener un papá que te lo compra todo —le espetó Jake, pero a
Henry, recibiendo todas las miradas de envidia de todos, le importó más bien poco las
palabras del moreno.
—Qué injusto —se quejó David dando una patada a su neumático.
En la clase de tercero, para continuar el horror de Jake, seguía estando con Henry
Woods, y Vincent Kors también. ¿Quién puñetas elegía allí a los alumnos de cada
clase? Haciendo balance de aquel año, Jake no podía estar seguro de si había sido mejor
o peor que los anteriores.
Recordaba el día de la prueba médica. Llegó tarde y le tocó entrar el último, eso
significaba que pasaría a la consulta con Henry Woods, el último de la lista. Ambos se
miraron con tirria cuando entraron.
—Quedaros en ropa interior —les ordenó el médico.
Ambos se miraron muy incómodos. Prefería no mirar, pero no pudo evitar echar un
vistazo al cuerpo de Jake cuando se desnudó. Sorprendentemente, Jake Rivers tenía un
cuerpo increíble, digno de un deportista, pero todo el mundo sabía que no era un amante
del deporte. Aquel mismo año, el entrenador Carson intentó ofrecerle un puesto en el
equipo, cosa que a Henry le pareció un horror, pero más horror le pareció cuando éste lo
rechazó. Jake, casualmente, también observó el cuerpo de Henry, y pensó en lo bien que
olía el chico. Alguien con la personalidad de Henry Woods debía oler a mierda, no a ese
olor que Jake no sabía qué coño era, pero, ¡joder!
—Vamos a medirte a ti primero —dijo señalando a Henry. Y luego miró a Jake—. ¿Te
importa poner esta cinta métrica en sus pies?
Jake la tomó sin estar seguro, y se agachó para que el doctor pudiera ver la altura de
Henry. Un escalofrío le pasó al rubio por la espalda al ver a Jake Rivers agachado frente
a él, pero sintió verdadero pavor, cuando acuclillado tropezó tocando levemente con su
frente las intimidades de Henry. El rubio pegó un vote y se apartó como un rayo.
—¡¿Qué coño haces?! —inquirió consternado.
El doctor les miró sin comprender.
—¡He tropezado idiota! —exclamó Jake como si se estuviera limpiando la frente.
Los dos se pusieron muy rojos, y eso hizo que el doctor pidiera a Jake que se vistiera y
entrara unos minutos más tarde.
Henry recordaba muy bien el día que su hermana hizo lo que Henry menos deseaba que
pasase, se enamoró de su enemigo. La chica acababa de entrar en el instituto, y en
cuanto vio que Jake también estudiaba allí, casi sufre un ataque al corazón, y no solo
ella, sus amigas también. Se habían vuelto totalmente locas por él. Y lo peor fue cuando
descubrieron lo del grupo. Jake Rivers a secas, les parecía irresistible, pero Jake Rivers
cantante, guitarrista y líder de un grupo, ya era el colmo. En el instituto se chocó con la
dura realidad de que no era la única que se había dado cuenta de lo increíble que era
Jake. No solo sus amigas habían demostrado interés, lo cual le aliviaba para poder
hablarlo con alguien que pensaba igual, pero también le molestaba, pues eso significaba
otra buena lista de pretendientas con las que luchar. Pero claro, sus amigas eran lo de
menos. También estaban el resto de chicas de su curso, las de cursos mayores, mucho
más guapas y desarrolladas que ella... Por suerte, no todas estaban locas por Jake, no, la
otra mitad parecía tener ojos solo para otro. ¿Quién? Su hermano… Y eso también era
un alivio, y otra gran molestia. Y resultaba, para más desgracia, que Jake se llevaba a
matar con su hermano. No es que el numerito con el césped de su casa hubiese sido algo
puntual, para nada, su enemistad estaba siempre presente, y eso solo podía significar
otro gran obstáculo para Claire. ¿Cómo iba Jake a fijarse en ella si era la hermana
pequeña del tipo que más odiaba? Pero por primera vez su hermano hizo algo bien, la
ignoró, como si ni siquiera la conociera. Puede que Jake nunca tuviera que enterarse de
que eran hermanos. Bueno, en nuestra boda tal vez se lo tenga que confesar, pensó una
vez, pues estaba muy decidida a conquistar a Jake. Por ello, comenzó a hacer verdaderas
locuras aquel año, como ponerse relleno en el sujetador, casi suplicar a su profesora que
le dejase pedir a la clase de Jake tizas, folios, libros, lo que fuera, siguiéndole para
averiguar dónde tocaba su grupo, comprándose ropa muy diferente a su estilo normal,
comenzar a maquillarse para el instituto llevándose con ello alguna regañina de su
padre, hacer fotos a escondidas, chocar con él “sin querer”… y coger alguna cosa que
otra que se le caía. Pero una de las cosas que recordó en el futuro como algo vergonzoso
fue lo de aquel estúpido papel en la obra de Navidad.
Toda aquella historia empezó el día que pusieron aquel anuncio en el tablón, y una lista
en blanco a su lado. Claire leyó el anuncio el mismo día que lo colocaron. “Audiciones
para el musical de Navidad”. Claire ladeó sus ojos, mientras que Mary dio una palmada
entusiasta a su lado.
—¿Qué musical será? —preguntó su amiga.
—No lo sé, pero es una pérdida de tiempo que intenten que se haga —dijo Claire
habiendo visto aquel instituto en aquellos tres meses—. Nadie querrá apuntarse.
—¿Por qué no? —preguntó su amiga.
—Porque en este instituto no hay nada así como un grupo de arte dramático. Eso es
porque a nadie le interesa.
—Pues hay tres chicas apuntadas.
—Con tres chicas no se hace un musical —se limitó a decir Claire viendo los tres
nombres femeninos de la lista.
—¿Qué es eso? —escuchó Claire a sus espaldas.
Su hermano se hizo un hueco para poder mirar el tablón de anuncios.
—Es un anuncio para un mus… —fue a contestar Claire, pero fue inmediatamente
cortada.
—No hablo contigo —soltó Henry cortante.
Claire le miró con desagrado, y alzó una ceja.
—¿Y a quién hablas? ¿Al aire?
Pero Henry la ignoró completamente.
—¡Eh, Vince! ¿Has visto esto?
Vince, posiblemente el que peor caía a Claire de los amigos de su hermano, llegó hasta
ellos.
—¿Un musical? —inquirió cuando leyó el anuncio—. ¿De verdad esperan que alguien
se apunte? Eso es para tías lloronas y maricones.
Claire frunció el ceño.
—Tú eres tonto —le espetó entonces.
Vince se giró hacia ella y le lanzó una mirada similar a la que ella le estaba echando.
—Mira quién fue a hablar, la cría que acaba de salir de la guardería —le escupió—.
¿Por eso llevas todo ese papel en el sujetador? ¿Para sonarte los moquitos por si te
echas a llorar? —se burló entonces, haciendo que las mejillas de Claire se incendiaran,
pero lo peor fue escuchar la risa de su hermano.
—Muy buena, Vince —dijo Henry antes de volverse hacia su hermana—. Ahora
lárgate.
Claire miró a su hermano con repugnancia antes de girarse y marcharse de allí. Cuando
se alejó lo suficiente, Henry se volvió hacia Vince con una mirada severa.
—No vuelvas a decir nada parecido a mi hermana —dijo entonces, haciendo que Vince
le mirara confuso—. Lo digo en serio.
Vince no objetó nada. Cuando entraron en clase tres días después, Julianne Wilkerson,
la representante de los estudiantes de aquel año, estaba de pie junto a la señorita Fellon.
Marta Foster, que había perdido contra ella en las elecciones, la miró con tirria, y el
resto con curiosidad, excepto Jake Rivers, que Henry pudo ver que en cuanto tomó
asiento, se durmió. Vaya un idiota, pensó el rubio. Pero el caso era que si Henry tenía
que volver a escuchar otra charlita aburrida del consejo estudiantil, iba a imitar al tonto
de Rivers.
—Hola a todos. Como ya sabéis esta Navidad hemos propuesto hacer un musical.
Pusimos un anuncio en el tablón, pero parece ser que no lo habéis visto pues solo se
apuntaron tres personas, y…
—Sí que lo vimos —interrumpió Henry con voz aburrida—. Pero no nos interesa.
—¡Señor Woods! —le reprendió la señorita Fellon, y justo en ese instante, Jake Rivers
levantó su cabeza para ver qué estaba pasando. Si Henry Woods se estaba quejando por
algo, tal vez le interesara—. Señorita Wilkerson, continúe.
Evidentemente más tímida, Julianne comenzó de nuevo a hablar.
—Bueno, hemos pensado que sería una buena iniciativa —comenzó a decir ella
intentando recobrar las fuerzas con las que había comenzado—. El departamento de
literatura estaría encantado de participar para ayudarnos con los guiones, el de artes con
los decorados y el vestuario, y la dirección piensa que sería una experiencia muy bonita
para los alumnos.
—Sí, es precioso ver a cuatro pringados cantando en leotardos —volvió a hablar Henry
haciendo reír a la clase.
Julianne se sonrojó de nuevo, y Marta Foster se enamoró un poquito más de Henry
Woods. Jake, desde su asiento, miró a Henry Woods con una mirada escrutadora.
—¡Señor Woods! No se lo voy a volver a repetir —le reprendió de nuevo la mujer
haciendo que Henry le dedicara una sonrisa inocente.
De pronto una mano se levantó. Henry miró hacia allí encontrando a un muy despierto
Jake Rivers.
—¿Sí, señor Rivers? —dijo la señorita Fellon dando la palabra a Jake con un suspiro.
—Yo creo que Julianne tiene razón —dijo de pronto Jake para sorpresa de todos,
excepto para Henry Woods, pues primero, Jake Rivers era uno de esos pringados a los
que les gusta cantar, aunque sin leotardos, y segundo, le encantaba llevarle la
contraria—. Creo que nuestro instituto debería comenzar a apostar por otras cosas más
educativas y artísticas, y no darle tanta importancia y ayudas económicas a tíos que solo
saben pegarse por un balón.
Henry no se inmutó a penas, pues esperaba algo así. Solo le dirigió una mirada de
desagrado. Sin embargo, Vince a su lado, se puso en pie y le miró con verdadera rabia.
—¿Qué has dicho? —inquirió de manera amenazante.
Jake ladeó sus ojos y suspiró antes de mirar a Vince.
—Vincent, no podemos retrasar la clase cada vez que no entiendes algo, porque así no
avanzaremos nunca —soltó Jake para más enfado de Vince, pues se escucharon varias
risitas de fondo.
—Señor Rivers, quitando alguna cosa que otra... —se hizo oír de pronto su profesora
con un tono entre dientes que relajó enseguida—, son muy admirables sus palabras.
¿Verdad, señorita Wilkerson?
Henry no se había fijado hasta ese momento, pero los ojos de Julianne brillaban
maravillados admirando a Rivers, y sujetaba con fuerza los papeles que tenía en la mano
arrugándolos.
—Sí, lo… lo cierto es que habíamos elaborado una pequeña lista de los candidatos
perfectos para el papel principal masculino... —comenzó a decir la chica en balbuceos
haciendo que Henry previera enseguida lo que iba a pasar—. Y te teníamos el primero,
Jake.
Jake, en cambio, no lo previno.
—¿A mí? ¿A mí por qué? —preguntó totalmente confuso. Y al ver su cara de horror,
Henry quiso carcajearse a gusto, pues su propio plan se le había vuelto en contra al muy
bocazas.
—Sí, ¿por qué a él? —quiso saber Vince como si aquella idea fuera un completo
disparate.
—Bueno, eres cantante, ¿verdad? —dijo Julianne respondiendo a Jake, y de pronto
volvió a sonrojarse perdida en las facciones del chico—. Y eres…
Henry, ante toda aquella escenita, fingió una arcada.
—Creo que voy a vomitar —soltó haciendo reír de nuevo a la clase.
Jake se había quedado callado, como si la cosa no fuera con él, más bien parecía estar
meditando cómo librarse de en lo que él se acababa de meter.
—¡Señor Woods! ¡Quiere dejar de…! —gritó la señorita Fellon sin ninguna paciencia
ya.
Sin embargo, Henry se apresuró a levantar su mano, con una expresión de disculpa, que
Jake al verla, no se tragó ni un por segundo.
—¿Puedo hablar un momento, señorita? Y esta vez en serio —dijo con tanta seriedad
que la señora Fellon dudó y escrutó a su alumno con la mirada, y entonces asintió. Jake
Rivers quiso gritar en ese momento: "¿Qué haces, insensata?", pero ya era demasiado
tarde, Henry Woods carraspeó y comenzó a hablar—. Aquí Jake Rivers dice que lo que
hacemos nosotros es pelearnos por el balón, y que eso ocupa casi todo el dinero del
instituto y bla bla bla, pero tampoco veo justo que el instituto vaya a subvencionar una
obra de teatro que solo es un pretexto de Julianne Wilkerson para poder darse el lote con
Jake Rivers.
Hubo una explosión de risas. La sangre de Julianne subió inmediatamente a su cara, y
Jake, lejos de mirar con rabia a Henry, le dirigió una mirada a su maestra como
diciendo; "¿Por qué le dejaste hablar?".
—¡Señor Woods! —gritó la señorita Fellon.
—¡No es un pretexto! —exclamó Julianne.
—Venga bonita, que la historia de la lista no se la cree nadie —soltó Henry.
—¡Señor Woods! —volvió a repetir la mujer.
Henry de pronto, volvió a componer una sonrisa angelical.
—Lo siento, señorita Fellon. Le prometo que no volveré a abrir la boca.
—Ya lo creo, y va a estar castigado después de clase.
—Tengo entrenamiento —dijo Henry.
—Pues mañana a la hora del almuerzo —rectificó la profesora, y Jake abrió la boca
indignado sin poder creer que le consintieran tanto—. Señorita Wilkerson, creo que es
una gran idea que el señor Rivers participe en el musical —dijo volviéndose hacia
Jake—. Además, puede ser una ayuda en su nota de literatura.
Ah sí, se olvidaba de que acababa de meterse en un buen marrón.
—Yo… lo siento, profesora. Es que yo no canto ese tipo de música, además no se me da
bien la actuación, y no tengo tiempo, con mi grupo y eso…
—Señor Rivers, ¿no quería apoyar la iniciativa?
—Claro, aplaudiré mucho el día del estreno, pero…
—Podrá subir su media.
—Ya, pero…
—Y faltará a alguna clase por los ensayos.
Jake entrecerró sus ojos antes de ladear una sonrisa.
—Eso ha sido un golpe bajo, profesora.
—Venga, Rivers, acepta —soltó de pronto Henry para sorpresa de Jake—. ¿O es que tú
también piensas que son una vergüenza?
—Pues claro que no, Woods —le espetó Jake—. No soy tan cretino como tú —dijo
antes de desviar la mirada y morderse el labio sin saber qué hacer. Tenía todas las
miradas en él, y sentía que si había abierto la boca para defender algo sería muy
hipócrita por su parte no continuarlo, aunque un musical era toda una lata—. Puede que
esté bien…
—¡¿Lo harás?! —preguntó Julianne entusiasmada.
—Bueno —dijo finalmente Jake sin ninguna emoción.
La clase quedó en silencio unos segundos, cuando cuatro chicas levantaron de golpe sus
manos.
—Yo también quiero apuntarme.
—¡Y yo!
Henry observaba la escena en silencio desde su asiento. Por un lado, le fastidiaba que la
oportuna incorporación de Jake al musical supusiera que varios más se unieran a ella,
pero por otro, sabía que Rivers no quería participar en aquella exhibición de bobadas, y
solo se había apuntado porque su bocaza, y él mismo, Henry Woods, le había provocado
para hacerlo. Se podía decir que era una victoria para él. Además, podría reírse de
aquella ridícula actuación durante meses.

—¡¿Qué?! —exclamó cuando Julianne le entregó el libreto del musical—. ¡¿Grease?!


—Sí, ¿qué ocurre? —preguntó Julianne sin comprender.
Jake intentó buscar la excusa más amable.
—¿No está un poco visto ya?
—La gente prefiere ver musicales que conoce. Además, con tu incorporación hemos
tenido que descartar Annie, Mamma mía y Sonrisas y lágrimas.
Jake vio ahí la oportunidad perfecta de escaquearse.
—Si supongo una molestia puedo…
—¡No digas tonterías! No eres molestia, contigo irá todo mejor. Lo único es que ya que
vas a participar, lo mejor es que tengas un personaje a medida, y Danny lo es.
Solo que a Jake no le apetecía hacer ese personaje, ni ese, ni ningún otro. Cuando salió
del auditorio sus amigos ya le estaban esperando con una sonrisa burlona.
—¡Eh, chicos! ¿No es ese Jake Rivers, la nueva estrella de Broadway? —soltó Shorty
con fingida mirada de asombro.
Kire y David se echaron a reír.
—Ja-ja, muy gracioso.
—¿Cómo te han conseguido liar para que te metas en esto? —quiso saber David cuando
comenzaron a caminar al lado de Jake, que iba con los hombros caídos.
—Mezcla chica en apuros, profesora Fellon en busca de un pardillo, mi gran bocaza y
Henry Woods tocando los huevos, y tendrás la respuesta —contestó Jake volviendo a
recordar la escenita de clase con frustración.
—La lista ha pasado de tres personas a veinticinco —le comunicó David.
Jake le miró asombrado.
—¿En serio? ¡Entonces ya no me necesitan! —exclamó Jake recobrando los ánimos.
—Negativo, colega —negó Shorty—. Todas son tías.
—Resulta que van a tener que hacer una prueba para seleccionar a tu futura Sandry —
aclaró Kire ante la nueva cara de desconcierto de Jake mientras se comía una bolsa de
Cheetos.
—Sandy —le corrigió David.
—¿Estás seguro? Me suena más Sandry.
—Pues no. Y si quieres un truco para acordarte, se llama como el helado.
Kire lo meditó un segundo antes de sonreír.
—Mmm, buen truco —le concedió a David.
De pronto Jake suspiró como una auténtica drama queen, que nadie diría que podía
odiar tener el papel principal en un musical, y se dejó caer en el banco que había junto a
la secretaría.
—¿Por qué tanto drama? —quiso saber Shorty—. Tampoco es para tanto. ¿Qué tienes
que hacer? ¿Cantar delante de mucha gente? Eso ya lo haces.
—¡Y bailar! —le recordó Jake.
—Seguro que no es tan difícil.
Jake miró con seriedad a su amigo, antes de unir sus manos con suplica.
—Shorty, haz el papel por mí.
—Ah no, ni de coña —se negó Shorty en rotundo.
Jake se giró entonces a su otra alternativa.
—¿Y tú, David?
David fue a contestar, pero Jake escuchó una voz a sus espaldas que interrumpió a su
amigo.
—Emmm, perdona —Jake ni siquiera tuvo tiempo para girarse, cuando un pedazo de
papel higiénico casi se le estampa en la cara. Henry Woods lo sostenía con una
malévola sonrisa—. ¿Me firmas el papel higiénico? Siempre he querido limpiarme el
culo con tu autógrafo.
Jake entrecerró sus ojos mientras Henry estallaba en risas con su propia broma. Patético.
—Qué casualidad, yo siempre lo hago con una foto tuya —dijo con desinterés.
Sus amigos miraron con desagrado cómo Henry Woods se sentaba al lado de Jake, con
aquella sonrisa falsa.
—Me voy a reservar un asiento en primera fila para que escuches bien mis carcajadas
desde el escenario.
—¡Oh, Henry Woods va a perder su maravilloso tiempo en venir a verme actuar! —
exclamó Jake con un aspaviento e ironía. Después entrecerró sus ojos—. ¿No tienes otra
cosa que hacer en la vida?
—Aunque tengo una vida muy ocupada, podré hacerte un hueco para ver cómo la pifias
—apuntó Henry de nuevo con aquella sonrisa pedante y altanera.
—¡Jake! —escucharon entonces a un lado. Lyla fue hasta ellos aprisa agitando un
pequeño papelito—. Tengo el número 5 en la prueba del viernes para ser el amor de tu
vida. ¡Tachán! —exclamó poniendo el número en plena cara de Jake.
Jake apartó el papel y la mano de Lyla de su cara y miró a su amiga confuso.
—¿Vas a hacer la prueba?
—Sí. Estoy a un paso del estrellato —dijo moldeándose sus tirabuzones con una mano.
—De estrellarse mas bien —susurró Shorty a sus amigos.
Los tres Wastes sabían que las intenciones de Lyla eran seguramente que ninguna otra
chica destacara, y mucho menos que estuviera tan cerca de los labios de Jake.
—Lyla, ¿por qué vas a perder tu tiempo en esa birria de prueba cuando puedes estar mi
cama esa tarde? —quiso saber Henry con una mirada insinuante.
Los ojos de Jake se ondearon. El moreno se puso en pie y miró con desagrado a Henry.
—Lyla, para su cama también hay que pedir número.
Henry también se puso en pie y se encaró con Jake.
—¿Envidioso? —inquirió alzando una de sus cejas.
—Asqueado más bien —aclaró Jake.
Los dos se mantuvieron la mirada un segundo, segundo en el cual, Kire había terminado
su bolsa de Cheetos, y haciendo un gran esfuerzo por no chupar los restos naranjas que
quedaron en sus manos, decidió sacrificar ese manjar por su amigo. Se acercó a Henry y
deslizó su mano por la impoluta chaqueta de los Tigers de Henry. Shorty y David
abrieron sus ojos de par en par antes de estallar en carcajadas, que aumentaron cuando
Henry se giró para ver que había sido eso, y vio con horror que el gordo había puesto su
asquerosa mano en su ropa manchándole. Jake también comenzó a reír.
—¡¿Qué haces gordo de mierda?! —gritó Henry con una mezcla de horror y furia.
Volvió a mirar su chaqueta y comenzó a alejarse para limpiar eso inmediatamente—.
¡Me vas a pagar la tintorería!
—Ais, me vas a pagar la tintorería —le imitó Jake burlándose del rubio mientras se
marchaba.

Emma Clyde le besaba la oreja haciendo tanto ruido que Henry estaba seguro de que si
seguía así acabaría sordo. Se apresuró a llevar su boca a los labios de la chica y así dejar
a su oído descansar, pero cuando Henry comenzó a besarla el cuello ella volvió. Qué
pesada. La quitó aprisa el sujetador para acabar de una vez. Cuando por fin se libró de la
prenda, un dulce aroma le invadió.
—Qué bien hueles —dijo, encontrando por fin algo que le encendía en esa chica—.
¿Qué es?
Emma se detuvo y miró confusa a Henry antes de caer en algo.
—Oh, es el aftershave de mi hermano. Le resulta divertido llenarme de espuma y
hacerme la bromita de la pluma —Henry enrojeció de pronto, hecho que no le pasó
desapercibido a la chica—. ¿Qué te pasa?
—Nada —se apresuró a decir Henry queriendo volver al tema cuanto antes olvidándose
de lo que acababa de pasar.
Unos berridos horribles le llegaron entonces al oído. ¿Es que su pobre oreja no tendría
un respiro aquel día?, pensó.
—¿Qué es eso? —preguntó Emma.
Henry resopló frustrado antes de darse cuenta de que aquellos berridos venían de la
habitación contigua. Su hermana estaba cantando una canción y desde luego no lo
estaba haciendo nada bien.
—Es mi hermana cantan… —Henry no pudo terminar la frase, Emma se había puesto
en pie y comenzó a vestirse—. ¿Qué haces? —quiso saber Henry desde la cama, pero
Emma ya salía de su habitación.
Henry se puso inmediatamente unos pantalones y fue tras ellas sin entender a qué venía
lo de abandonarle en medio de un polvo. Más vale que tuviera una buena excusa. Emma
había llamado a la puerta de su hermana, y ésta parecía haberla dejado entrar, pues en
cuanto Henry llegó, ya estaba dentro, con la música apagada.
—¿Estás ensayando para el musical? —le preguntó Emma a Claire con una enorme
sonrisa maternal.
Y su hermana, lejos de devolverle la sonrisa a Emma, la miró como si un mirlo chillón
hubiera entrado en su cuarto para interrumpirla.
—Puede —se limitó a decir con sequedad.
—Yo también voy a presentarme a la prueba —continuó Emma.
—¿En serio? —inquirió Claire con un tono muy poco interesado.
—¡Sí! Mi registro musical no es muy bueno, pero tengo un tono agudo así que creo que
puedo acercarme a la voz de Sandy —parloteó Emma.
Henry se preguntó cómo no notaba que su hermana estaba apunto de cerrarle la puerta
en las narices.
—Qué bien.
—¿De qué estáis hablando? —exigió saber Henry.
—De nada —contestó Claire sin querer que su hermano se enterara del asunto, pero la
pedorra chica que había traído ya tenía que meter las narices donde no la llamaban.
—Parece que tu hermana será mi competidora en la prueba para el musical.
Claire no sabía que le molestaba más, el hecho de que una pretenciosa admiradora de
Henry se entrometiera entre ella y su objetivo, o esa forma que tenía de hablarla como si
fuera una adorable niña de dos años.
—¿Y por eso hemos dejado de…? —comenzó a decir Henry, evidentemente enfadado,
hasta que le dio por escuchar bien a Emma—. Espera, ¡¿vais a presentaros al papel de
novia de Rivers?!
—¡Será divertido! —exclamó Emma dirigiéndose a Claire ahora—. ¿Verdad?
¿Divertido? No es divertido. Es una batalla por el amor verdadero, tía. Y si no lo es para
ti, ya te puedes largar a hacerle carantoñas a mi hermano. Eso fue lo que quiso decirle
Claire a Emma, pero en su lugar le dijo:
—Sí.
Henry compuso una de sus muchas caras de enfado, esta vez esa que mezclaba con el
horror.
—¿Se ha vuelto todo el mundo loco o qué? —inquirió Henry incrédulo—. Emma, si te
presentas a esa cosa ya te puedes ir olvidando de mí.
—¡¿Qué?! —exclamó ella enfadada—. Tal vez seas tú el que tenga que olvidarse de mí.
Se giró repentinamente y se dispuso a marcharse de aquella casa. Henry ladeó los ojos
antes de mirar a su hermana.
—Y tú, sabes lo que va a pasar si te presentas, ¿no? Vas a quedar en ridículo delante de
todo el mundo. No sabes cantar, ni bailar, ni actuar. Y aunque te cogieran, ¿de verdad
quieres ser uno de esos payasos de circo? ¡Mis amigos y yo vamos a ir expresamente
para reírnos de todo eso!
Claire, lejos de sentirse abrumada por las palabras de Henry, alzó la barbilla.
—Puede que sea porque vosotros sois los únicos payasos de circo —dijo antes de cerrar
la puerta de su habitación a su hermano en las narices.
Cuando Henry estaba a punto de explotar contra ella, Emma volvió a aparecer en el
pasillo.
—Me he olvidado el bolso —dijo caminando de nuevo hacia el cuarto de Henry.
El rubio suspiró mirando al cielo, antes de comenzar a pensar en las palabras que
sirvieran para que aquella chica, que tenía todas las papeletas para ser reina del baile
aquel año, le perdonara.
—Emma…

Jake no quería actuar en aquel musical. Por mucho que sus amigos le dijeran que la
mitad de las alumnas del instituto se estaban matando por conseguir el papel por él,
nada de todo aquello le entusiasmaba. No le gustaba bailar ni actuar, por lo que todo
aquello no tenía sentido. Además, después de que todas esas chicas se presentasen
estaba seguro de que como mínimo algún otro chico del instituto querría participar en
todo aquello, ¿no?
Aquel día era la prueba de las chicas. Claire, desde el escenario, vio cómo Jake entraba
en el auditorio. Estaba junto a sus amigos, pero mientras ellos parecían emocionados, él
se veía indiferente. La respiración de Claire se aceleró aun más de lo que ya estaba. Lyla
estaba a unos pasos de ella, hablando con el chico de las luces, mientras se tocaba el
pelo. Claire pensó en lo feliz que le haría que en ese preciso momento se le cayera un
foco en esa cabezota que tenía. Desvió la mirada en el preciso momento en que vio
entrar a su hermano junto a sus amigos. ¡Genial! ¡Cómo si las cosas no estuvieran
difíciles de por sí! Ambos grupos se sentaron en los extremos contrarios y se miraron
con tirria. Henry no dirigió ninguna mirada a su hermana, la ignoró completamente,
pero eso no significaba que el chico no tuviera muy presente que estaba allí. Charlotte,
Beverly y Vicky se sentaron tras ellos preparadas para mofarse de toda aquella que se
subiera al escenario. Ya habían salido unas cuantas chicas al escenario, cuando Claire
sintió nauseas, desde luego no estaba hecha para aquello, tal vez debía darse por vencida
y bajarse de aquel escenario, pero una sola mirada al patio de butacas y ver allí sentado
a Jake le hizo armarse de valor para salir. Cuando dijeron su nombre para que saliera
tenía intención de fijarse únicamente en Jake y tal vez impresionarle, pero cuando
estuvo ante los curiosos de la prueba, vio que Jake ya no estaba allí, ni siquiera sus
amigos. En cambio, sí estaban las tediosas amigas de Henry, que en cuanto comenzó a
cantar soltaban risitas burlonas. Para su sorpresa, Henry giró su cabeza y las lanzó una
mirada que hizo que se detuvieran enseguida. Para Claire fue un total desastre, no la
cogerían ni en un millón de años.
Lyla estaba furiosa en el pasillo. David, Shorty y Kire prefirieron ahorrarse los quejidos
de la chica, pero Jake, que fue el que tuvo que sacarla a rastras para que no aporreara a
Charlotte y compañía por haberse estado riendo de ella durante toda la función, se
quedó con ella.
—¿Quieres pasar de ellas de una vez? —dijo Jake en un suspiro cuando Lyla pateó la
fuente de agua.
—¡Oh claro! —exclamó ella—. ¡Como si tú pasaras de Woods!
—¡Yo paso de Woods! —le aseguró Jake ofendido.
—¡Jake, te has presentado a este musical solo por cerrarle la boca! —le recordó Lyla.
Jake desvió la mirada, no sabía qué responder a eso. Puede que no ignorara tanto a
Henry Woods como debería. Justo en ese preciso momento salía del auditorio el
putrefacto grupo de Henry entre risas. Lyla, en cuanto vio a las chicas, apretó sus
dientes.
—Uh, la parejita perdedora —dijo Vince con burla en cuanto les divisó. El grupo no
dudó en acercarse a ellos—. ¿Os dais cuenta de que si tuvierais hijos saldrían unos
auténticos desechos de la sociedad?
Jake se encogió de hombros.
—Puede, pero solo porque a ti la naturaleza no te dejará ni reproducirte.
—O no tendrás con quien —aportó Lyla.
Charlotte bufó con asco.
—Lyla, ¿por qué no te vas a buscar la caravana con la que acabarás viviendo con
Rivers? Puede que te hagan descuento y la tengáis para cuando te deje preñada este
verano.
—Te confundes, Charlotte —dijo Lyla sin alterarse—. La que se mete cualquier cosa
sin funda, eres tú.
Henry adelantó un paso y miró a Lyla con amenaza.
—Ten cuidado con lo dices, bonita.
—¿O qué? —intervino Jake acercándose a Henry—. Si tus amiguitas hubieran tenido un
mínimo de respeto ahí dentro, Lyla no tendría que soltarle verdades delante de todos.
Charlotte abrió la boca indignada. Henry en cambió soltó una falsa sonrisa.
—Oye Rivers, ya me cansa un poco tu rollo defensor del pobre. ¿No te ha enseñado
nada el marrón en el que te has metido por ese estúpido carácter tuyo?
En eso tenía razón, pensó Jake, aunque por supuesto no iba a dársela al capullo de
Henry Woods, por lo que se volvió a encoger de hombros.
—No sé de qué hablas, no es ningún marrón.
Henry soltó de nuevo una risa totalmente incrédula.
—Claro, se me olvidaba que eras un mariposón amante de las canciones chillonas.
¿Cuál fue vuestro último éxito, “Perdedores sin remedio” o “Mi madre te la chupa por
cinco pavos”? —inquirió haciendo reír a su grupo.
—Que va, fue “Piolín cagón”, un tributo a tu accidente en el baile de invierno —
contestó Jake haciendo enrojecer y enmudecer a Henry.
Sus amigos se removieron incómodos en sus sitios, pues sabían lo que enfurecía ese
tema a Henry. Tanto era así que la mandíbula de Henry se tensó y dio otro paso hacia
Jake.
—¿Quieres tener tú un accidente? —le preguntó con la voz tensa y una clara amenaza
en sus palabras—. Pero no uno de esos que se pasan en un día, sino de los que te dejan
secuelas de por vida.
Jake no se acobardó, pero estaba claro que si hacia cualquier movimiento o decía
cualquier cosa, Henry y él tendría una pelea, de las gordas, que ya habían tenido en
alguna otra ocasión y de las que nunca salía nada bueno. Chace miró todo aquello con
verdadera incomodidad, y se dispuso a detener a su amigo, sin embargo, no fue él el que
habló.
—Ya vale, chicos —dijo Beverly poniendo una mano en el hombro de Henry, que
Chace miró triste y Vicky y Charlotte molestas—. Vámonos.
Henry miró una última vez a Jake Rivers, antes de comenzar a caminar para que su
grupo le siguiera. Vince, que se quedó el último, dio unos pequeños toques en la mejilla
de Jake.
—Calladito estás más guapo —dijo antes de marcharse, como si ellos hubieran ganado
ese tanto.
Pero a Jake le daba lo mismo si lo había perdido o no, miró a sus espaldas y vio que
estaba al filo de lo alto de la escaleras, si hubiera seguido la disputa con Henry podía
haber terminado muy… Y de pronto, se le ocurrió una idea fantástica, demasiado loca
para compartir en ese momento, y debía hacerla en ese preciso instante, no tuvo tiempo
de pensar en si realmente era una buena idea o no.
—¡Eh, Woods! —gritó entonces para sorpresa de todos. Beverly suspiró, ¿por qué Jake
Rivers era tan insensato e idiota? ¿No se daba cuenta de la que le acababa de salvar o
qué? Vince y los demás se giraron sin creerse que el cabezota quisiera más, pero Henry
se giró con un gesto indiferente. Lyla le miró confusa—. Creo que Emma Clyde se
llevará el papel, no te importará que le enseñe lo que es besar de verdad, ¿no?
Los ojos de Henry volvieron a encenderse.
—¿Qué haces? —susurró Lyla a su amigo.
Pero Jake no tuvo tiempo de contestarle nada, Henry Woods volvía a él para plantarle
cara de nuevo.
—¿Tú crees que besas mejor que yo? —inquirió como si fuera la tontería más grande
del mundo—. Me parece recordar que Lyla se busca alternativas a ti cada semana.
Jake miró de reojo el fondo de la escalera, y se colocó al final del primer escalón, solo
necesitaba un pequeño empujón.
—Oh, ¿Piolín Cagón se ha puesto celoso? Tranquilo, después de la actuación sigue
siendo tu chica, pero recuerda que llevará una rica ración de mis babas.
En la mente de Henry no pudo evitar que apareciera la imagen de Emma y Jake
besándose, y eso le produjo un terrible ardor en el pecho, uno tan terrible que le nubló la
razón, y le hizo hacer lo que hizo. Colocó en un rápido movimiento sus palmas en el
pecho de Jake Rivers, que seguía sonriendo, y le empujó con fuerza.
—¡Henry, no! —gritaron Chace y Beverly.
—¡Jake! —exclamó Lyla.
Al ver a Jake Rivers caer, Vicky se llevó las manos a la boca, con expresión de espanto.
Jake cayó escaleras abajo sin que nadie pudiera hacer nada. Cuando escucharon el
último golpe, Vince se colocó a su lado totalmente asombrado y con una sonrisa
divertida en los labios.
—Te has cargado al jodido Jake Rivers —dijo entonces.
Lyla se apresuró a bajar las escaleras aprisa para ayudar a su amigo.
—Ah… —escucharon decir a Jake.
Henry, Beverly, y Chace también bajaron, aunque ninguno se acercó a Jake, se
quedaron ahí parados sin saber qué hacer. Jake intentó incorporarse con la ayuda de
Lyla, pero no pudo.
—Rivers, yo… —balbuceó Henry lleno de culpabilidad.
—¡Señor Woods! —escucharon un grito atronador—. ¡¿Qué demonios hace?!
—Yo…
—¡Vaya a mi despacho de inmediato! —le cortó la mujer, que llegó al final de la
escalera con ellos y se agachó junto a Jake—. ¿Señor Rivers, está bien?
—No… —dijo Jake en un quejido—. Creo que me he roto la pierna. No creo que pueda
hacer el musical —dijo con una voz llena de pesar.
—No se preocupe ahora por eso.
Entonces Henry abrió de par en par sus ojos. Lo había hecho aposta. El muy cabrón lo
había hecho aposta.
—Tú… tú… —comenzó sin saber bien qué decir por toda la rabia que llevaba dentro.
—¡Señor Woods, le he dicho que vaya a mi despacho! —le gritó de nuevo la directora.
Y antes de marcharse, muy a su pesar, Henry vio cómo en la boca de Jake Rivers
aparecía una pequeña sonrisa triunfante.

—¡Me han cogido! —gritó Claire al leer su nombre al lado de el de Sandy—. ¡No me lo
puedo creer, no me lo puedo creer! ¡Voy a besar a Jake, voy a besar a Jake!
Gritaría con más fuerza y saltaría como una loca de no ser porque estaba en medio del
pasillo de su instituto. Su amiga a su lado, no sonreía.
—Claire… creo que deberías mirar bien la lista.
—¿Qué dices? ¡Lo he mirado bien! Soy la protagonista —dijo Claire entonces.
—Tú míralo.
Claire suspiró antes de mirar de nuevo la lista. Todo estaba bien, ella era Sandy y Jake
era… ¡No puede ser!
—¡¿Quién narices es Terry Barrows?! —exigió saber.
¿Qué narices había pasado ahí? A su espalda, apareció un chico moreno de su estatura
algo afeminado.
—Henry Woods tiró ayer por las escaleras a Jake Rivers —comenzó a relatar el tipo.
¡¿Que su hermano qué?! Mientras escuchaba, su ojo comenzó a parpadear en un
pequeño tic—. Y parece ser que tiene que llevar escayola durante un mes, así que no va
a poder hacer la obra. ¡Soy tu nuevo protagonista!
El tal Terry Barrows extendió sus brazos para abrazar a Claire, pero ésta ni siquiera se
movió de su sitio. Solo logró decir:
—Voy a matar a mi hermano.

Jake pulsaba el botón del mando continuamente sin fijarse en ningún canal. Su madre
aun no había llegado, pero sabía que la directora la había llamado. Sus amigos acababan
de marcharse por lo que se había quedado solo allí en aquella cama de hospital con la
pierna en alto, cuando llamaron a la puerta. La cabeza de la directora se asomó por la
puerta.
—Hola, señor Rivers. ¿Cómo está?
—Oh, muy bien. No hacía falta que viniera —dijo Jake muy incomodo de que allí
estuviera su directora.
—Vengo a acompañar al señor Woods —dijo para asombro de Jake, y en efecto, Henry
Woods también entró en la habitación para pesar de los dos—. Hemos acordado que no
se quedará sin fútbol durante un mes si venía aquí a disculparse. ¿Verdad, señor
Woods?
—Sí —dijo Henry con sequedad.
—Pues adelante —le animó la mujer.
Henry, con las manos en su chaqueta del equipo y el ceño fruncido, se acercó a la cama
de Jake.
—Lo siento mucho, Rivers. Perdí los papeles y no supe qué hacía, pero jamás fue mi
intención mandarte al hospital —dijo Henry de carrerilla, como si decir aquellas
palabras deprisa las hicieran menos vergonzosas.
—¿Y? —le instó la directora.
Henry miró el suelo antes de continuar.
—Y espero que de ahora en adelante tengamos una relación cordial en el instituto —
concluyó, pero con una mirada llena de odio que quería dejar claro a Jake que aquello
solo lo hacía porque le obligaban y nada era verdad, aunque Jake no necesitaba de esa
mirada para saber que todo lo que estaba diciendo era falso.
—Eso está bien —dijo la mujer orgullosa.
—Acepto tus disculpas, Woods —dijo Jake con una sonrisa—. Aunque no estaría mal
que en los días que no pueda ir a clase me lleves a casa lo que nos manden.
Henry forzó una amable sonrisa antes de decir:
—Claro.
En ese preciso momento, el móvil de la directora comenzó a sonar.
—Oh, disculpad un momento —les dijo antes de cogerlo y salir de la habitación para
poder hablar—. ¿Sí?
Henry miró hacia la puerta, y justo cuando la mujer desapareció y la puerta se cerró, se
volvió hacia Jake.
—Cabrón retorcido de mierda —dijo con tremenda aspereza—. No siento nada. Ojalá
cuando te empujé por las escaleras hubieras rebotado y te hubieras caído también por la
ventana.
Jake se llevó una mano al pecho.
—¿Nada era real? —preguntó con fingido dolor—. Me acabas de romper el corazón,
pensé que por fin querías ser mi amigo —dijo con un falso puchero antes de soltar una
risa.
Henry bufó.
—Ríe todo lo que tú quieras. Te habrás librado del estúpido musical, pero te aseguro
que vas a desear haber cantado esas estúpidas canciones con tal de no sufrir lo que te
espera —dijo mientras se sentaba en la cama.
El que bufó aquella vez fue Jake.
—¿Qué vas a hacer? ¿Traerme más deberes de los que en verdad pongan? ¡Ah! —gritó
Jake cuando Henry se apoyó en su pierna.
—Cuando acabe contigo vas a dejar de soltar tantas bromitas.
Jake apretó los dientes por el dolor, pero también porque no le gustaba nada la sonrisa
diabólica que Henry le estaba echando.
—¿Todo bien, chicos? —preguntó la directora que acababa de entrar y había encontrado
a ambos muy cerca y mirándose el uno al otro.
—Sí, muy bien —dijeron al unísono pero sin despegar sus miradas.
—Pues vámonos, el señor Rivers tendrá que descansar.
—Adiós, Rivers —dijo Henry levantándose para ir hasta la puerta—. Recupérate
pronto, estoy deseando verte en el instituto.
La sonrisa angelical de Henry solo le dio escalofríos a Jake. Unos escalofríos que
invadieron su columna.

Claire podía haberse olvidado de Jake en todos aquellos meses que no había conseguido
lograr nada, pero no lo hizo, solo se enamoraba más y más, sobre todo en aquel San
Valentín. Charlotte, Beverly, Vicky y el resto de chicas del equipo de animadoras se
estuvieron burlando de Michelle Gilbert durante el mes entero. Intimidaciones, burlas e
insultos, y Jake, incapaz de soportarlo por más tiempo, decidió darles una lección a
aquellas estúpidas. Grabó un CD de San Valentín para ella, pero jamás llegó a recibirlo.
En cuanto Henry Woods se enteró de ello, decidió hacerlo pedazos junto a Vince. El
segundo por joder, su mayor especialidad, pero Henry… no lo sabía muy bien. Jake
llegó a su taquilla descubriendo el CD totalmente hecho pedazos. Estuvo a punto de
lanzarse contra él, cuando la señora Fellon apareció por allí.
—Te espero esta tarde en el parque detrás del instituto —dijo Jake con la voz más
contundente y amenazante que jamás le había escuchado.
Henry se sintió verdaderamente sorprendido, pero no podía faltar, sería quedar como un
cobarde. Apareció allí con sus amigos, y Jake también, aunque les dijo que no se
metieran.
—¿Serás capaz de decirle a tus amigos que se mantengan al margen? —inquirió Jake
quitándose la cazadora.
Henry bufó.
—Ellos ya saben que esto es entre tú y yo, Rivers —dijo Henry, aunque hasta ese
momento, sus amigos no sabían que ellos no tomarían parte.
El primer golpe lo dio Jake, posiblemente porque era el que más quería pelearse de los
dos. Henry, al sentir aquel golpe en el pómulo, también se dio a la pelea. Shorty cerraba
en ocasiones los ojos, y David tuvo que agarrar a Kire para que no se metiera. Al igual
que Chace, que lo único que deseaba era separarles de una vez. Jake consiguió colocarse
sobre Henry y descargar una serie de puñetazos que dejó a Henry con varias
magulladuras en la cara. Cuando todo empezó a descontrolarse, Chace y David tomaron
partido finalmente.
—¡Ya vale, dejadlo! —gritó Chace agarrando a Henry, mientras David agarraba a Jake,
pero estaba costando separarles.
—¡Eres un gilipollas, Woods! —gritaba Jake mientras le separaban e intentaba golpear
de nuevo a Henry.
—¡Y tú una repugnante rata! —gritó Henry con ira—. ¡Te voy a dejar la cara que no te
va a reconocer ni tu madre!
—¡¿No me digas?! ¡Pues ven!
Henry se abalanzó de nueva cuenta sobre él, empujándolo contra una pared y dándole
un puñetazo en el estómago. Jake se quedó sin respiración, no le había dado tiempo a
parar el golpe. Se echó hacia adelante tratando de recobrar el aire. Sabía que pelarse era
una estupidez, pero en ese momento estaba harto, estaba muy cansado de todo. Le tomó
con furia, empujándolo con todas sus fuerzas, tirándole al suelo. Se lanzó sobre él una
vez más y le golpeo el rostro, tratando de contener todas las emociones que sentía en su
interior.
—¡Jake, vale ya! ¡Ya le has dado su merecido! Vámonos antes de que alguien llame a la
policía…
Jake dejó de golpear a Henry, pero no se levantó. Le miró con rabia.
—Olvídame… —dijo entonces mirándole directamente a los ojos—. ¡Quiero que me
dejes en paz de una vez por todas! ¡¿Qué quieres de mí?! ¡¿Qué quieres?! ¡¿Qué sufra?!
¡¿Ridiculizarme?! ¡¿Humillarme?! ¡¿Qué quieres?!
—¡No lo sé! —gritó Henry de pronto para sorpresa de todos—. No lo sé… —continuó
con un hilo de voz.
Un segundo después, con lentitud y cansancio, Jake se apartó. Se limpió la sangre de la
boca con la camiseta, cuando los amigos de Henry fueron corriendo a levantar al rubio.
—Eres patético —escupió Jake antes de comenzar a caminar para marcharse.
—¡Y tú eres escoria, Rivers! ¡Si piensas que te voy a dejar en paz, estás muy
equivocado! ¡Esto no ha hecho nada más que empezar! —gritó Henry con rabia.
Jake le dedicó una sonrisa amarga.
Sí, tenía razón, aquello no había hecho nada más que empezar.

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