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Only One Step ♥ Only Two Things

Capítulo especial

Todos los personajes son obra y propiedad de Desirée Arjona Peña, pertenecientes a la novela
Only One Step.

Este documento electrónico es un capítulo exclusivo y gratuito de la autora para los fans. Está
totalmente prohibida su venta o alquiler. Todos los derechos reservados. No está permitida la
reproducción total o parcial de cualquier parte de la obra, sin el permiso de la autora, Desirée
Arjona Peña. Si has descargado o leído, este documento de una web que no sea Flota con un
libro, te partiremos la cara. Bueno, no, es broma, pero el niño Jesús se enfadará contigo.

Desirée Arjona Peña


Editado por: Irene Arjona Peña

Advertencia:
Contiene algunas escenas sexualmente explícitas y lenguaje adulto que podría ser considerado
ofensivo para algunos lectores y no es recomendable para personas sensibles.

Contiene spoilers del libro Only one step. Las siguientes páginas transcurren entre el primer
libro, Only One Step, y el segundo, Only Two Thing, así que si no has leído aún el primer libro
(¡como mínimo!), no sigas, ya que: 1. No te vas a enterar de nada, y 2. ¡Te vas a spoilear!

Dicho todo esto, disfruta de la lectura.


Vale, debía reconocer que si alguno de sus compañeros de equipo comenzaba a salir con uno
de los Waste, le hubiera llamado la atención, y tal vez hablaría de ello durante una semana.
Pero, ¿después de un mes? ¡Era de locos! También era cierto que los implicados no eran dos
cualquiera, y Henry se tenía en muy alta estima, y que no era muy dado a los chismorreos, la
vida del resto del mundo le traía más bien sin cuidado. Pero aun así, le gustaría, por primera
vez en su vida, que la gente dejara de estar tan pendiente de él. Lo más increíble era que el
instituto había acabado. Daba gracias por que todo hubiera saltado poco antes de terminar las
clases, no podría soportar tanta expectación con lo referente a su relación con Jake. Él mismo
estaba teniendo dificultades para acostumbrarse a ello, pero que le estuviera costando
acostumbrarse no significaba que le estuviera pareciendo algo desagradable, es más, estaba
resultando algo extrañamente maravilloso. Es decir, él, Henry Woods, ya era extraño que
estuviera feliz con una relación, una relación de verdad, de esas en las que eres fiel, de las que
no te apetece estar con nadie más, de las que tienes celos si alguien se acerca a esa persona,
de las de querer agarrarse de la mano y besarse a todas horas. Henry nunca pensó que estaría
jamás en algo así, al menos no sintiendo que realmente era lo que le apetecía, o hacerlo de
forma natural. Ya había fingido varias veces que salía con chicas. En primer curso, estuvo
saliendo dos meses con Jennifer Aldrin. Jennifer era un curso mayor que él, y muy popular, por
lo que salir con ella fue algo que le convenía bastante. Debía decir que fue con la que mejor lo
pasó de todas. En segundo, Charlotte Montgomery, salió con ella únicamente porque era la
capitana de las animadoras, y quedaban muy bien juntos. Ambos rubios, de ojos azules y
atletas. Aunque hubo demasiadas infidelidades entre medias como para considerarlo una
relación. En tercero, estuvo Emma Clyde, y todo fue únicamente por estrategia para ser reyes
del baile, por parte de Henry, claro. La última fue Vicky, y bueno, poco hay que decir de ella. Y
la cosa no era muy distinta con Jake Rivers. Aunque lo cierto era que Jake, jamás había tenido
una relación. Lo que más se había acercado en su vida a tener una relación, era su tóxica
amistad con Lyla. Si llegaron a salir alguna vez, Jake no lo sabía, porque Lyla era como una
puñetera montaña rusa de emociones. Lo que sí estaba claro, es que Jake no había mantenido
ninguna relación porque simplemente no lo necesitaba. No había tenido jamás la necesidad de
estar con nadie de esa manera, hasta ese momento. Catastrófico momento en el que se
enamoró de Henry. Ya es complicado tener que salir del armario, pero tener que hacerlo con
Henry Woods de la mano, lo es aún más. Para asombro de ambos, las cosas no estaban siendo
tan extrañas o complicadas como pudieron pensar en un principio, pero eso no quería decir
que no lo fueran, solo que no tanto. Había pasado un mes desde que el instituto había
acabado, y Jake y David, aquella tarde de verano, se planteaban hacer lo mismo que el resto de
tardes de sus vidas; pasarla en el porche de Shorty. Pararon en la gasolinera en la que trabaja
la hermana de David para coger provisiones. La puerta automática se abrió, y enseguida vieron
a la chica, de pendientes exageradamente grandes, maquillaje prominente, y una goma de
mascar en la boca.
—Hola Tiff —saludó David a su hermana.
Ésta, hizo una mueca al verles, pero no dejó de leer la revista que tenía en las manos.
—¿Qué queréis?
David se acercó al mostrador, mientras Jake comenzó a caminar por los pasillos para coger lo
que consideraba necesario.
—¿Tú qué crees? Venimos a… —comenzó a contestar David, pero su hermana le cortó.
—Sí, sí, vale. Comprad lo que necesitéis deprisa, estoy ocupada —se quejó ésta.
—¿Haciendo qué? —inquirió David enarcando una ceja.
Jake se acercó a las neveras del fondo y cogió una caja de seis cervezas.
—Haciendo un test para ver a qué famosa me parezco más —escuchaba decir a Tiffany desde
el mostrador.
—Ya te lo digo yo, a Lindsay Lohan —contestó.
Jake se acercó al estante de comida, y se hizo con una bolsa de regalices que se escondió en
los pantalones, dos cajas de cigarrillos, y tres bolsas de patatas.
—Ja, ja… —soltó Tiffany ladeando los ojos.
Cuando el moreno se escondió bien la mercancía, se unió por fin a su amigo y a su hermana.
Puso la caja de cervezas en el mostrador y sonrió de forma angelical.
—Solo será esto.
Tiffany elevó sus ojos, miró a Jake, después a las cervezas, y de nuevo a Jake.
—Todavía sois dos renacuajos, no puedo venderos esto.
—¡Oh vamos, Tiff! ¡Que no somos unos putos críos de quince años! —se quejó su hermano.
—Es verdad, sois unos putos críos de diecisiete —replicó ella antes de suspirar—. Está bien,
pero tenéis que darme cinco dólares más. Cada uno.
David bufó, pero apoquinó los cinco dólares que le tocaban, porque sabía que Jake
seguramente ya llevaba más de esa cantidad escondida en los pantalones. Tiffany abrió la caja
registradora mientras mascaba, casi con la boca abierta, su chicle.
—Oye Jake —dijo de pronto—, ¿es cierto que te has cambiado de acera?
A Jake le pilló tan desprevenido aquella pregunta que se le cayeron dos de las bolsas de
patatas. David ladeó los ojos y se apresuró a darles una patada para que su hermana no las
viera.
—Vaya, la noticia ha llegado hasta la gasolinera —respondió Jake como si tal cosa.
—¿Y con nada menos que Henry Woods?
David temió que en ese momento a Jake se le cayeran el resto de productos robados, pero por
suerte no ocurrió.
—Ajá —respondió sin querer decir nada más, mientras se apresuraba a meter las cervezas en
una bolsa.
—¿Tú también babeas por Woods? —inquirió David con desagrado a su hermana.
Tiffany se encogió de hombros.
—Está bueno, pero es muy joven para mí. Aunque una de mi clase se lo tiró cuando iba solo a
segundo. Ya estaba bueno entonces —dijo, y de pronto su mirada se perdió. A Jake no le gustó
aquella mirada, sobre todo porque ahora, del que hablaba, era su novio.
—Vale. Gracias por esto, Tiffany —dijo Jake con intención de marcharse cuanto antes.
—¡Esperad! —exclamó ella en el último momento. Si les hubiera descubierto robando era un
milagro, pues en los dos años que Tiffany llevaba trabajando en la gasolinera, jamás les había
descubierto, y tampoco es que fueran muy discretos—. ¿Esa bebida es para la fiesta de Woods
entonces?
David miró la cerveza y luego a su hermana extrañado.
—¿Qué fiesta?
Pero fue Jake el que respondió.
—Henry ha montado hoy una de sus fiestecitas —contestó.
Y enseguida David percibió el extraño tono del moreno.
—¿Y no te ha invitado? —quiso saber, y por la expresión que compuso Jake supo que había
dado en el clavo.
David no solía alegrarse de las desgracias de sus amigos, pero desde que supo que Jake había
empezado a salir con la persona que más detestaban, no pudo evitar querer que su amigo
abriera lo ojos respecto a Woods. No podía salir nada bueno de él.
—No quiero ir —dijo Jake.
Y era verdad, no quería ir a una estúpida fiesta en la que solo estaban los lameculos de Henry.
Además, sabía que ambos seguían perteneciendo a mundos diferentes. Pero aun así, había
algo en su interior que le incomodaba. Una invitación no hubiera estado mal, aunque
posiblemente la hubiera rechazado. Ya era bastante incómodo cuando se encontraba a alguien
que sabía lo de los dos y le preguntaba, imaginarse lo que podría conllevar una fiesta en la que
estuvieran ambos… era horrible.
—Pero entonces, ¿estáis saliendo o qué? —volvió a preguntar Tiffany comenzando a
impacientarse por no recibir una respuesta clara.
—No es asunto tuyo —le espetó Jake con sequedad.
—Sí, lo están —contestó David casi al mismo tiempo.
Jake le fulminó con la mirada cuando salieron y dejaron la tonta risita de Tiffany lejos.
—¿Por qué has tenido que decírselo? —quiso saber Jake dejando las cerveza en el maletero
del coche de su amigo.
—Jake, a mí también me gustaría poder negar esa pregunta a todo el mundo, pero por
desgracia para mí, resulta que el idiota de Woods ahora es tu novio —dijo antes de sentir un
escalofrío desagradable por el cuerpo—. Me da grima solo decirlo.
—Entonces no lo digas.
—Pues déjale, es lo más sensato que podrías hacer —dijo ocupando el asiento del conductor.
Arrancó el coche y volvió a preguntar—. ¿En serio no te ha invitado?
—Ya te lo he dicho, no quiero ir.
—No te he preguntado eso —dijo, pero la respuesta estaba clara, no le había invitado—.
Menudo gilipollas.
Jake no dijo nada, estaba muy acostumbrado a los insultos de sus amigos a Henry, solo que ya
le estaban comenzando a incomodar.

Aparcaron unos metros más abajo de la casa de Shorty después de recoger a Kire. A su padre
no le gustaba que el coche de uno de los amigos de su hijo estuviera ocupando la que era “su
acera”, por lo que bajaron del coche y caminaron hasta la bonita casa de Shorty. Y decían
bonita porque era la menos desastre de las casas de los cuatro. Las viviendas de David y Jake
se caracterizaban por ser bastante diminutas, incluso la de David era un poco mayor, al tener
un dormitorio más. La de Kire era grande, pero al pertenecer a su abuela siempre olía a vieja.
Además, si no querían acabar con un cuerpo como el de Kire, lo mejor era no pasar demasiado
por allí. La madre de Shorty era una agradable mujer que trabajaba por las tardes dando clases
para jubilados en el ayuntamiento, por lo que no solían verla muy a menudo. Su padre tenía un
turno mucho mayor en una fábrica de enlatados en las afueras, y cuando su turno acababa le
gustaba ir al bar a ver cualquier partido con sus amigos mientras bebían, tarea que le hubiera
gustado compartir con su hijo en casa, de no ser porque resultó ser “un punky amariconado”, y
lo de amariconado venía a raíz de que según su padre, cualquier hombre al que no le gustara el
fútbol, debía de ser marica. Shorty quería hablarle de Henry Woods, pero pensó que tal vez lo
mejor era guardarse esa pequeña historia para más adelante. Pero ahí había otra razón para
que Shorty detestara a Woods, el rubio era el hijo que su padre siempre hubiera querido tener.
Solía ir a ver sus partidos cada viernes. Por suerte, Woods ya se marchaba del instituto, lástima
que le siguiera teniendo que ver a causa de su amigo Jake… y por otra razón más. David, Kire y
Jake llegaron al porche.
—¡Shorty! —exclamó David comenzando a subir las escaleras del porche—. Hemos traído… —
se quedó mudo de repente al ver que Shorty no estaba solo. En el columpió amplio del porche,
Shorty se levantó de repente, descubriendo una figura femenina que David ya había visto en
otra ocasión, la hermana de Woods—. Oh, hola.
Claire se colocó el pelo algo sonrojada, y sonrió a los recién llegados. Jake miró a Shorty y
sonrió con picardía. Tras los eventos de la final del concurso de grupos y del baile de fin de
curso, Shorty y Claire comenzaron a verse muy a menudo. Para Jake, eso hacía las cosas aún
más extrañas, pero veía tan feliz a Shorty que era incapaz de ver cualquier aspecto negativo en
una relación entre la hermana de Henry y su mejor amigo.
—Volveremos lue… —comenzó a decir agarrando a David para que ambos se retiraran.
—¡No, no pasa nada! —se apresuró a decir Claire incorporándose—. Yo ya me iba —dijo
mirando únicamente a Jake, pero enseguida, apartó los ojos y los posó en Shorty—. ¿Nos
vemos luego?
—¡Claro! —exclamó él en lo que a Jake le pareció un entusiasmo exagerado—. Hasta luego
entonces.
Cuando la chica se alejó, todos miraron con una sonrisita a Shorty.
—Bueno, bueno… parece que alguien está muy colado —apuntó Jake acomodándose en un
lado del porche.
—Es preciosa, ¿a que sí? —dijo Shorty con una sonrisa de bobalicón.
—Está muy bien, sí —le concedió Kire acomodándose también, y sin perder más tiempo, abrió
una de las latas de cerveza.
—¿Aunque no te incomoda que sea la hermana de Woods? —quiso saber David.
—Jake se tira directamente a Woods, ¿qué más da que Shorty se tire a su hermana? —inquirió
Kire.
—Kire, deja ya de sacar el temita —le pidió el moreno.
Si Shorty y David por lo general evitaban sacarle el tema, a Kire le gustaba explotarlo al
máximo.
—Joder, ¿soy el único al que le parece un tema que deberíamos hablar en profundidad?
—Yo no quiero hablarlo —dijo Jake.
—Yo tampoco —coincidió David.
Shorty se removió incómodo en su asiento.
—Yo… bueno, alguna preguntilla sí que tengo —reconoció.
—¡Menos mal! —exclamó Kire iluminándosele el rostro—. ¡Un ser humano por aquí!
Shorty miró a Jake, temiendo que se enfadara.
—Es que… no sé, tío… es Woods… ¿En qué momento…?
—¡Ya os lo he contado! —exclamó Jake. Y era cierto, ya tuvo que someterse a un
interrogatorio en el cual sus amigos le pedían explicaciones sobre lo sucedido. Las preguntas
de David eran siempre las mismas: ¡¿Pero por qué Woods?! Exclamaba como si fuera la mayor
de las desgracias. Las de Shorty variaban: Pero, entonces… ¿Te gusta Woods? ¿De una manera
romántica y sexual? ¿Y cómo ocurrió? ¿Cómo fue? ¿Surgió sin más? Y las de Kire… bueno, solo
abarcaban un único tema: O sea, ¿qué te has tirado a Woods durante meses y no nos has dicho
nada? ¿Se la metías? ¿En su casa, en los baños, en el coche…? Y siempre soltaba una inmensa
risotada maligna que a Jake le daba algo de mal rollo—. Simplemente ocurrió, estábamos muy
cerca y… nos besamos…
—En su momento dijiste que fue él —le recordó Kire, pues él se había quedado con todos los
detalles de aquella historia, porque fue lo más interesante que había vivido en años con sus
amigos, y eso que habían vivido muchas cosas en su grupo.
—Y es cierto, ¡fue él! —se apresuró a decir Jake.
Todos se quedaron en silencio un segundo, hasta que Shorty preguntó lo que todos los demás
tenían en mente.
—¿Crees que ya le gustabas de antes?
—¡¿A Henry?! —inquirió Jake—. No lo creo.
Aunque no había pensado demasiado en ese tema. Los demás se miraron entre ellos, aún les
sonaba extraño cuando Jake se refería a su enemigo acérrimo por su nombre de pila, como si
fuera un amigo más de confianza.
—¿Y entonces por qué narices te besaría? —quiso saber Shorty.
—¡Ya os lo he contado!
—Mira, lo de “estábamos muy cerca” no se lo cree nadie —repitió Kire.
—Fuese como fuese, tú no te apartaste —intervino Shorty—. Entonces, ¿a ti él sí te gustaba?
—No, claro que no. No lo sé —dudó—. Solo sé que cuando me besó, en esos segundos en los
que no le aparté, fue como si hubiera descubierto un mundo que estaba ahí, y no veía —
meditó Jake, abriéndose a sus amigos, como no había podido hacerlo en todos aquellos meses
con nadie. En el fondo, aunque fuese un tema que le incomodara hablar con sus amigos, era
un alivio poder decirlo por fin en voz alta—. Aunque enseguida me di cuenta de que me estaba
besando con Woods y le aparté. Pero aquella noche apenas pude dormir.
—Normal —coincidió David.
—Ya, lo de besarse, lo puedo llegar a entender… pero ya lo de… —continuó Shorty ávido de
querer saber más.
—Follártelo —concluyó Kire. A él le gustaba hablar claro.
Jake volvió a incomodarse, sobre todo porque David le miraba con asco, no por él, sino por la
persona con la que lo hacía. Shorty parecía más incómodo aún, y Kire tenía esa mirada que
ansiaba saber más, que le ponía de los nervios.
—Por dios, ¿por qué tenemos que hablar de esto? —soltó David.
—¡Cállate, David! ¡Tómatelo como un experimento científico! —le pidió Kire.
—A ver, ¿cómo ocurrió la primera vez? —preguntó Shorty armándose de valor para preguntar.
Jake resopló.
—Estábamos en su casa… haciendo un trabajo. Se puso pesado, así que le besé, y bueno, lo
demás ya os lo imagináis.
—Créeme tío, no me lo imagino —le aseguró Shorty.
—¿Te la comió? —preguntó Kire por esa bocaza suya.
David abrió los ojos de par en par escandalizado.
—¡Dios, Kire eres un cerdo de mierda!
—¡Tú preguntas eso cada vez que nos liamos con alguna! —le espetó Kire, y lo cierto era que
cada vez que hablaban de alguno de sus rollos no escatimaban en detalles.
—¡Ya, pero esto es diferente! ¡Es Woods!
—¡Más razón! —exclamó Kire.
Por dios, ¿era el único que veía ahí una verdadera fuente de información de humillación para
Henry Woods?, pensaba Kire frustrado.
—A mí lo que hagáis me da igual, te conozco y sé lo que hay, bueno no, pero puedo imaginarlo
—comenzó a decir Shorty—. Tampoco lo entiendo, pero… ¡Yo qué sé! Lo que quiero saber es
en qué puto momento pudisteis llegar vosotros dos, a algo así.
Jake rió en su interior. Buena pregunta, pensó.
—No lo sé, Shorty. Ni yo lo sé. Pero me gusta, Woods me gusta, muchísimo. Es la persona que
más me ha llenado…
—Je, je… —masculló Kire con una mirada perversa.
Jake le miró con irritación.
—Más me ha llegado. —se corrigió—. Es la persona que más ha puesto el corazón a cien, en
todos los sentidos.
Tras esa declaración, los cuatro se volvieron a quedar en silencio un largo minuto, hasta que
Kire habló.
—Así que… le diste caña… —dijo aun con esa pícara sonrisa en los labios.
Shorty, David y Jake aquella vez no pudiera evitar sonreír con él.
—Sí, Kire, le di caña. Quédate con eso —dijo Jake antes de que los demás se echaran a reír.
—¿Gimotea mucho? —volvió a preguntar Kire.
—Sí —desveló Jake sin dejar de sonreír—. Y dios, eso os pondría hasta a vosotros.
David podía asegurar que a él no.
—Tranquilo Jake, si a mí todo este asunto me la pone muy dura —soltó Kire—. Es puta justicia
poética.
Jake negó con la cabeza, aunque no dejó de reír.
—No te lo tomes como una venganza Kire, yo le hago disfrutar mucho.
—Algún día podías darle unos buenos azotes o algo, ya sabes, uno por cada putada que nos ha
hecho —dijo Shorty entre risas.
A Jake no le pareció una mala idea.
—Me lo apunto —dijo antes de sentir que su bolsillo vibraba. En la pantalla de su móvil se
iluminó el nombre de Henry. Olvidando que se encontraba frente a sus amigos, se apresuró a
cogerlo—. ¿Sí?
Y bajó las escaleras del porche con velocidad para poder escuchar mejor.
—¿Habéis visto la cara que ha puesto cuando ha leído su nombre en el móvil? —apuntó Shorty
a los otros dos, de nuevo riendo.
—¿Cómo coño tendrá su número guardado? —preguntó David entre carcajadas.
—Mi amado Piolín —se burló Kire.
Alejado de sus amigos, Jake se aclaró la voz antes de hablar.
—Hola, Piolín. ¿Te aburres en tu fiesta? —inquirió con su habitual tono casual.
—Yo nunca me aburro, y menos en mis fiestas —respondió al otro lado.
La voz de Henry era algo ronca y grave, y dijera lo que dijera sonaba demasiado irresistible. Es
decir, que podría estar hablando del tiempo, y aun así parecería la voz en off del típico anuncio
de lubricantes. A Jake le hubiera gustado recomendarle a cualquier empresa de marketing,
podrían vender cualquier cosa, en serio, cualquier cosa, si lo anunciaba la voz de Henry Woods.
—¿Y a qué debo tu llamada entonces? —preguntó escuchando molesto que detrás de esa
increíble voz, se escuchaba música, voces de tíos idiotas, y risitas tontas de mujeres.
—Me estaba preguntado si te apetecía venir —le dijo con una tranquilidad pasmosa.
¡¿Qué acababa de decirle?! ¡¿Qué fuera a su fiesta?! Un Henry Woods borracho suele hacer
esas cosas, pero parecía bastante sobrio, la verdad.
—¿A tu fiesta? —preguntó Jake bastante incrédulo.
Y a Henry pareció hacerle gracia la forma en la que Jake entonó aquella preguntó, porque soltó
una pequeña risa.
—Sí —respondió como si tal cosa.
—¿Con tus amigos? —volvió a preguntar Jake con la misma entonación.
—Bueno, ni que fuera la primera vez que vas a una fiesta en mi casa, y la otra vez no te
importó que solo hubiera amigos míos aquí —dijo, y al no recibir respuesta inmediata, volvió a
preguntar—. Bueno, ¿qué? ¿Te apetece o no?
Y aquella vez la respuesta no se hizo esperar. Puede que si Jake la hubiera meditado hubiera
respondido otra cosa, pero lo que respondió fue:
—Sí, claro. Ahora me paso.
—Vale, nos vemos —dijo Henry pausadamente.
—Adiós —se despidió Jake.
Y ambos esperaron al otro lado un segundo más, tal vez por si uno se atrevía a decir lo que el
otro no. Pero ninguno dijo nada, así que colgaron. Jake llegó al porche sin saber muy bien qué
decir a sus amigos.
—Te vas, ¿no? —dijo Shorty ayudando a Jake.
—Sí —respondió éste.
Y sin más les hizo un gesto con la cabeza a modo de despedida.
—¡Jake, ni se te ocurra convertirte en el perrito faldero de Woods como el resto de tíos! —le
gritó David antes de que se marchara.
Jake se giró y compuso una sonrisa sobrada.
—¡Por favor! ¿Quién ha llamado a quién?

Podría haberle pedido a David que le llevara en su coche, pero sabía que la respuesta sería un
no rotundo. No solo porque su amigo prefería que no acudiera a ese lugar, sino además,
porque su coche podría peligrar entre tanto Tiger borracho con ganas de diversión. Por lo
tanto, Jake tuvo que caminar hasta el barrio de buen nombre de Henry. Las viviendas de aquel
lugar eran muy diferentes a las del barrio de Jake. Para empezar, el césped de aquellas casas
parecía una impecable alfombra verde, se veía incluso más mullido y suave que la propia cama
de Jake. Cuando entró en la calle de Henry, la música ya se podía oír. Los vecinos del rubio
solían aguantar esa fiesta por dos razones; Henry sabía muy bien cómo agradar a la gente,
meterse a sus vecinos en el bolsillo no era ningún problema para él. Todos le habían visto
crecen con su pelo rubio y sus ojos brillantes y azules, que le hacían ver como un pequeño
ángel, aunque bajo esa fachada se escondiera el peor de los demonios. Y aun cuando esa
apariencia angelical desapareció, y se convirtió en otro tipo de ángel, seguían teniéndole en
muy buena estima. Tan buen estudiante, tan apuesto, tan buen atleta... se podía decir que una
fiestecita al mes no le haría daño al joven, ni a ellos tampoco. Y del mismo modo que Henry
sabía meterse en el bolsillo a la gente, también sabía amenazarlos con discreción. La señora
Cliver había comprobado por ella misma, que llamar a la policía o hablar con el señor Woods
para chivarse sobre su hijo, no eran buena idea. En la parte delantera no había nadie. La
puerta estaba cerrada, aunque Jake ya pudo divisar a la gente desde las ventanas. Podía ver a
muchas personas en el interior, pero sabía que la mayoría estarían en el jardín trasero. Jake
llamó a la puerta, y tuvo que repetir la acción un par de veces más hasta que alguien le abrió.
Jake, que normalmente se sentía seguro ante cualquier adversidad, y sobre todo ante aquellos
idiotas, sentía que esta vez la seguridad le abandonaba. No era el mismo Jake Rivers que
intentaba colarse en la fiesta de su odiado enemigo Woods, no, ahora era Jake Rivers, el novio
de Henry, al cual habían invitado a la fiesta. La puerta se abrió, y la cara sonrojada y alegre de
Chace apareció ante él, aunque, en cuanto Chace reconoció a Jake, aquella sonrisa
desapareció.
—Oh, tú —dijo como si le hubieran chafado la fiesta de repente.
—Sí, yo —contestó Jake.
Se dispuso a entrar, pero Chace seguía cortándole el paso.
—¿Acaso tienes invitación? —inquirió Chace.
—Da la casualidad de que sí. Y yo que tú, me iría acostumbrando.
Aquella última frase pareció molestar especialmente al mejor amigo de Henry, pero no dijo
nada, y se apartó de la puerta muy a su pesar. Lo más extraño, era que Jake no tenía por qué
soportar al cara culo, ni a todas las miradas que de pronto parecían estar fijas en él. Podría
estar con sus amigos, tomando cervezas, mientras reía hasta que le doliera el estómago. Sin
embargo, estaba allí, en una fiesta en la que quería estar solo por una razón. Jake buscaba,
pero sin mirar atentamente a nadie, o sabía que se cruzaría con miradas llenas de curiosidad.
Ya conocía bastante bien aquella casa, por lo que fue hasta el salón directamente, y dio en el
clavo. Rodeado como siempre de gente, que le escuchaba y le miraba con admiración, estaba
Henry. Soltó una bonita carcajada antes de llevar sus ojos hasta donde Jake se situaba. Henry
se puso serio entonces, dedicó unas palabras a sus acompañantes, las cuales Jake no pudo
escuchar, y se despidió de ellos para comenzar a caminar hasta Jake. Cuando estuvo a su
altura, le dedicó una ligera sonrisa que Jake le devolvió. A sabiendas de que todas las miradas
estaban puestas en ellos, Henry le indicó con una mirada a Jake que fueran a otro lugar.
Subieron las escaleras en silencio y de nuevo siendo observados. Para sorpresa de Jake, la
mayoría de las personas se habían tomado bien lo de Henry, eso, o que esperaban que en
cualquier momento soltara que no era más que una broma muy pesada a Rivers. O tal vez
preferían guardarse su opinión y seguir teniendo la poca simpatía que Henry les pudiera
procesar. Respecto a Jake, bueno, todo el mundo ya pensaba de él que era algo raro. Las chicas
se manifestaron mucho más afectadas por el asunto, pero Jake Rivers homosexual seguía
siendo irresistible, e incluso más. Llegaron hasta la habitación de Henry, la cual estaba vacía, ya
que a Henry no le gustaba que usaran su cuarto. Jake fue el primero en entrar, estaba de
espaldas a la puerta por lo que no vio cuando Henry la cerró, solo lo escuchó. Y justo en el
momento en el que se giró, Henry se lanzó a besarle. Notaba sus manos en su cintura
aferrándose. Jake perdió toda aquella inseguridad que le había abordado hacía unos minutos,
tomó el rostro de Henry en sus manos, y le correspondió con pasión. La espalda de Henry
chocó con su puerta, pero no le molestó el ansia de Jake, es más, le encantó. Sin embargo, le
apartó.
—No puedo estar demasiado contigo ahora.
Jake suspiró con disgusto.
—Sí, supongo que tendrás que volver con todos esos cara culos.
A pesar de las palabras de Jake, Henry no se alteró, en cambio, se pasó la mano por la nuca.
—Quería proponerte una cosa —dijo con lentitud.
Jake le miró con sospecha.
—¿El qué?
Antes de hablar, Henry pasó sus manos de nuevo por la cintura de Jake.
—Mi padre se ha ido el fin de semana.
—Sí, lo he notado —le apremió.
—Y he pensado... si te apetece, claro, que podías quedarte a dormir.
Los párpados de Jake se abrieron drásticamente.
—¿Aquí? ¿Contigo? ¿En tu cama? —preguntó apresuradamente, apartándose de pronto de
Henry.
—No, te he preparado una caja, una manta y un comedero en el jardín —soltó Henry—. ¡Pues
claro que en mi cama!
Jake entrecerró los ojos.
—Qué gracioso...
—¿Entonces qué? ¿Te apetece dormir aquí o no? —preguntó Henry, ya bastante le estaba
costando pedírselo, como para que encima el memo tardara tanto en contestarle.
El moreno se lo pensó un segundo, pero simplemente por el hecho de que en realidad le
azoraba pensar en que esa noche podría dormir al lado de Henry.
—Está bien —dijo con fingida tranquilidad—. Aunque tendré que aguantar esta fiestecita, ¿no?
—Solo durará un par de horas más —dijo antes de llevar sus labios al cuello de Jake—. Luego
podremos estar solos.
—Vale. Me has convencido —dijo sintiendo un escalofrío por su espalda.

Las perspectivas que tenía Jake de aquella fiesta no eran demasiado positivas. Bajaron por
separado, Henry quiso retocarse el pelo antes, por lo que Jake se adelantó con la cara entre
risueña y llena de disgusto. Al bajar las escaleras vio sus opciones claras, dos chicas de su clase
de aquel año se aceraron a él con la clara intención de sofocar a preguntas a su compañero
recién descubierto gay.
—Nos encantan los chicos gays —le dijeron al bajar.
Jake se preguntó qué quería decir realmente esa frase. Cuando se libró de ellas con educadas,
pero evasivas palabras, llegó a la cocina, con la única intención de poder comer o beber lo que
fuera, de la gran cocina de Henry. Estaba echando mano de las bebidas, cuando escuchó una
voz que reconocía.
—No hay una sola habitación en la que no estén hablando de ti.
Jake se giró, encontrando unos ojos similares a los de Henry, igual de bonitos, pero que no
tenían ese algo hipnotizante, sino más bien una dulzura intensa. Claire, a la que había visto
solo hacía una hora en los brazos de su amigo, estaba allí sentada, bebiendo de uno de los
vasos de papel rojos que había en todas las fiestas.
—No sabes cuánto me alegra verte —dijo de pronto Jake, sintiendo una gran alegría y
sentándose al lado de ella.
La chica se sonrojó aunque Jake no lo percibió.
—¿En serio?
—Sí, ya pensaba que tendría que pasar toda la noche huyendo de los chismosos y de las
miradas extrañas que me lanzan todos —dijo con voz cansina.
—Al menos no tienes que estar en tu propia casa como una extraña.
—¿Y tus amigas?
—Se fueron hace un rato. Es lo que tiene tener quince años, a las diez debes estar en casa.
Jake lo entendió, y asintió lentamente con una sonrisa. Los dos se quedaron de pronto en
silencio.
—Así que… ¿somos cuñados ahora? —preguntó Claire con una sonrisa.
El moreno, que bebía de su vaso de cerveza, casi escupe el líquido al escucharla. Se limpió la
comisura de la boca algo abrumado.
—Sí, supongo… —dijo con timidez. Últimamente se sentía demasiado tímido con todo por
culpa de esa nueva situación—. Tengo suerte, ¿no? —dijo Jake—. Podía haber sido mucho
peor.
—¿A qué te refieres?
—Henry podía haber tenido una repelente y pija hermana en vez de a ti. O un gemelo igual de
cruel y egocéntrico que él. Eso sí que sería malo.
Claire se carcajeó.
—Visto así… ¿Sabes? Henry no quería hacer esta fiesta, iba a invitarte simplemente a ti, pero
sus amigos le liaron. Sus asquerosos amigos… —dijo con asco las últimas palabras.
Jake la miró con verdadero interés.
—¿Cómo sabes eso?
—No sé si algún día eso cambiará, pero por ahora soy la que mejor conoce al memo de mi
hermano. He visto su cara de decepción al ver a sus amigos, y toda la mañana arreglar su
cuarto, cambiar las sábanas de su cama… y esto no se lo digas, pero ha marcado tu número
unas diez veces durante todo el día, para después colgar —dijo riendo—. Supongo que no se
atrevía a invitarte a dormir. Temería que le dijeras que no, o que pensaras que era muy pronto
para dormir juntos, o demasiado, ¿cursi?
Jake quiso reír también, pero no con burla, sino con un deje de felicidad. Esas carcajadas que
salen de dentro.
—¿Cómo sabes que era a mí al que llamaba? —preguntó entonces, por curiosidad y para
asegurarse de que toda esa historia era verdad.
Claire bufó.
—Me sé tu número perfectamente —soltó como si fuera algo que no podía cuestionarse.
—¿Ah sí? —inquirió Jake alzando una ceja.
Y entonces Claire se sonrojó tanto que su cara podía brillar. Acababa de meter la pata. Se sabía
el número de Jake de memoria de todas las veces que lo había marcado pensando que alguna
vez se atrevería darle al botón de llamada. Había marcado ese número desde que lo consiguió,
y podía tararear a la perfección la melodía que creaban al pulsarse. Pero de eso, Jake no debía
enterarse jamás.
—Sí, porque… —balbuceó buscando cualquier excusa para aquella información que acababa
de declarar.
Pero Jake, ya no estaba con ese tema.
—¡Eh! Me suena esta pulsera —dijo tomando la muñeca de Claire, y ésta, como si hubiera
sentido electricidad al contacto de la piel de Jake, se apartó. Pero Jake tampoco notó aquello, y
compuso una pilla sonrisa—. Vaya, creo que no soy el único con alguien cursi por ahí.
—Shorty es muy buen chico —aseguró Claire mirando la pulsera.
—Sí, lo es. Casi tanto como yo —dijo Jake en tono fanfarrón.
Sí, casi tanto como tú…, pensó Claire.

Henry solo había visto a su hermana y a Jake conversar de refilón, pero aun así no lo vio con
buenos ojos. Sin embargo, Jake estaba enamorado de él, y su hermana jamás haría algo que
pudiera hacer daño a Henry, por mucho que se tratara de Jake Rivers.
—¿Qué miras tanto? —preguntó Chace a su lado.
Henry dejó de mirar hacia allí inmediatamente, pero ya era demasiado tarde.
—Oh, por favor —exclamó con tono cansado.
—¡¿Qué?! —quiso saber Henry molesto.
—¿Por qué no vas a darle un besito, Henry? —le soltó Lawson con burla.
Henry le fulminó con la mirada.
—¿Quieres salir de mi casa con la nariz al revés, Lawson?
Éste le miró con preocupación y cerró el pico inmediatamente, pero Chace sí podía hablarle del
tema a su amigo. En realidad, era el único que podría, en tal caso.
—Si no quieres que te digan esas cosas, deja de mirarle así —le susurró Chace para ayudarle,
pero Henry no lo interpretó así.
—Se ve que nunca te has visto a un espejo cuando miras a Beverly.
—¿Así de bobo parezco? —preguntó Chace con una sonrisa, que solo consiguió agravar más el
ceño fruncido de Henry—. Es broma, es broma… Pero, ¿por qué le has invitado?
Eso mismo se había preguntado él al comprobar cómo todos comenzaron a dejar de ver al
Henry Woods de siempre, para ver al Henry Woods gay, y eso no le gustaba. Pero tenía sus
razones, quería pasar aquella noche con Jake, lo llevaba pensado durante toda la semana, y
cuando le vio aparecer en su casa, supo que había hecho lo correcto, por muchos cuchicheos
que tuviera que escuchar a su alrededor.
—Por la misma razón que tú invitarías a Beverly —respondió Henry con mal humor.
Unos brazos le rodearon por la espalda. Charlotte se apretaba contra él con fuerza.
—Henry, ¿quieres que te ayude a quitarte esa tontería que te ha dado con Rivers? —inquirió
con mirada juguetona.
Henry se quitó de encima a Charlotte.
—No, gracias.
—¿Le quito la tontería a Rivers que le ha dado contigo entonces? —dijo con la misma mirada, y
aquello le gustó mucho menos a Henry.
—Me tenéis un poco cansado con estas bromitas —espetó de malos modos y Charlotte alzó
una ceja sorprendida. Los demás también compusieron una expresión similar—. Soy el mismo
de siempre, ¿de acuerdo?
—Solo que el Henry de siempre echaría a Rivers de su casa, y no le invitaría… —masculló
Lawson, pero Henry lo escuchó perfectamente, y volvió a salir de él aquel miedo intenso que le
hacía decir cosas que en verdad no sentía.
—Mira, le he invitado porque esta noche me apetece mojar, y no es culpa mía que Rivers la
chupe tan bien.
La cara de horror de Chace le indicó que había alguien tras él que no debía haber escuchado
esa frase. Henry se arrepintió de haber dicho aquello, incluso antes de ver quién estaba tras él.
Shorty.
—Iba a preguntarte por Claire, pero creo que mejor voy a buscar a Jake —soltó Shorty justo
antes de darse la vuelta para buscar a su amigo.
—Mierda, cogedlo —les dijo a dos amigos para que impidieran el paso a Shorty, lo cual no les
costó nada, ya que ellos eran unos armarios, y él un renacuajo—. Ven aquí.
Henry agarró a Shorty de la camiseta y le arrastró a un rincón para que nadie escuchara lo que
le iba a decir.
—¡Suéltame! —le exigió Shorty.
—Escucha, estaba fanfarroneando, ¿vale?
—Ya sé que estabas fanfarroneando, es lo único que sabes hacer.
—No iba en serio, así que cierra el pico —le dijo con verdadero miedo a que algo volviera a
estropear lo suyo con Jake.
—Te gusta ir de machito con tus amigos, y luego regalarle los oídos a mi amigo, ¿verdad? Pues
entérate de que él es demasiado para ti —dijo con la mirada más amenazante que Henry le
había visto a aquel medio metro—. Y como a la mínima le…
—¿Qué estáis haciendo? —les cortó una voz.
Claire y Jake les miraban confusos. Henry soltó inmediatamente a Shorty.
—Hola Jake —dijo Shorty colocándose la ropa. Henry le miraba con verdadero miedo, pero el
chico se dirigió entonces a su hermana—. ¿Estás lista, Claire?
—Sí —dijo ella con una sonrisa.
Henry frunció el ceño.
—¿Lista para qué?
—Me voy con Shorty a dar una vuelta.
—¡¿A estas horas?!
—Querías que te dejara un rato la noche libre, ¿no? —dijo su hermana sabiendo que si tenía
que elegir entre impedir que ella se marchara con Shorty y tener una noche de lujuria con
Jake, elegiría lo segundo.
—Sí… —dijo Henry entre dientes, muy a su pesar.
Claire sonrió victoriosa.
—Pues eso, hasta luego —respondió agarrando a Shorty de la mano y tirando de él para que se
marcharan.
Cuando Jake y Henry se quedaron solos, el rubio miró de forma lastimera a Jake.
—La he cagado.
El rostro de Jake no mostró sorpresa.
—Qué raro —respondió Jake con ironía—. ¿En qué esta vez?
Henry, en lugar de responder, suspiró
—¿Sabes qué? No tendríamos que estar en esta fiesta.
—¿Ah no? —preguntó Jake alzando una ceja.
—Deberíamos estar solos tú y yo.
Jake sonrió al escuchar aquello.
—Pues ya sabes qué tienes que hacer.
Sí que lo sabía. Treinta minutos después Henry había echado a todos de su casa.

Henry no era precisamente un fanático de las tareas del hogar. Se deshizo de las botellas, los
vasos usados, de la porquería demasiado evidente, y lo demás lo dejó como estaba. Jake
tampoco iba a obligarle a limpiar nada, ya que se podía decir que en su habitación se vivía
entre porquería. Había dejado a Jake en la cocina mientras él sacaba fuera las bolsas de
basura. Cuando entró, vio que Jake se estaba haciendo un porro. Iba a gritarle
inmediatamente, pero en cambio se quedó observando en silencio cómo terminaba de liarlo,
casi deleitándose con el recorte de la luz en su piel, en cómo se movían sus tatuajes al mismo
tiempo que los músculos que le cubrían... Terminó de liarlo y se lo encendió, dando dos
hondas caladas que dejó salir con un suspiro, echando la cabeza hacia atrás. A Henry fumar
siempre le había parecido un acto asqueroso y un mal hábito, pero en Jake se veía muy sexy, y
en aquel momento, con su mente imaginando lo que esperaba que pasase, ya no pensaba con
claridad. Iba a gritarle que no fumara en su casa aquella porquería, pero se detuvo al ver la
delicadeza con las que sus manos obraban, y porque en el fondo era algo que le parecía
extremadamente irresistible en él. Casi todo lo que les hacía distintos le provocaba
repugnancia y deseo al mismo tiempo. Todo con Jake y él era una contradicción. Estaba
apoyado en la encimera, y no parecía darse cuenta de que Henry estaba junto al marco de la
puerta observándole. Hasta que acabó, se colocó el cigarro en la boca y se lo encendió. Al
respirar el contenido se fijó en Henry y dejó escapar el humo de su boca.
—¿Qué miras? —inquirió Jake con una sonrisa.
Henry dio un respingo antes de componer una mirada de disgusto y acercarse a él.
—Miro cómo dejas mi cocina hecha un cuarto de yonkis —se quejó.
Jake ladeó sus ojos.
—Como si tus invitados no lo hubieran hecho ya.
En eso tenía razón, y prefería que lo hiciera él mil veces antes que un cualquiera de su
instituto. Se colocó frente al moreno, que parecía tan relajado como todas esas veces que le
había visto dormir en medio de clase. No sabía cómo era capaz, él aún se sentía un manojo de
nervios al estar tan cerca de él. Jake dio una nueva calada y apagó el cigarro en el fregadero, y
se apresuró a besar a Henry antes de que comenzara a reprenderle. El rubio se dejó besar sin
quejas, incluso en cuestión de segundos, fue él el que aceleró el ritmo del beso. Jake sonrió en
sus labios y le empujó hacia la mesa de la cocina. Henry se dejó sentar y así Jake pudo
colocarse entre sus piernas y pegar su pecho al del rubio. Sus bocas se separaron, y Jake
aprovechó para fijar su atención en el cuello de Henry. El rubio alzó la cabeza mientras
acariciaba la cabeza del otro.
—¿Aún te sientes raro con esto? —preguntó Jake sin dejar de dar besos en el cuello a Henry.
Henry suspiró.
—Llevamos haciéndolo casi un año —dijo antes de agarrar el mentón a Jake para que le
obligara a mirarle—. Y aunque fuera raro, eso nunca me ha impedido nada.
Los labios de Henry atraparon los de Jake, pero el moreno logró en una pausa de besos, aclarar
lo que quería decir.
—Me refería a lo de… estar juntos.
Henry dejó de besarle, y le miró un largo segundo.
—No me es raro cuando estamos solos —respondió al fin—. Es como si fuera lo que
necesitara, estar contigo de esta manera —Jake sonrió ante esa respuesta—. Los que me
hacen sentir raro son el resto de capullos que tenemos alrededor.
Jake asintió.
—Pienso igual.
Henry se bajó de la mesa y volvió a pegar a Jake contra la encimera. Lo hizo tan fuerza que el
moreno se quejó, pero no dijo nada al ver las manos de Henry dirigirse al botón de su vaquero,
y desabrocharlo.
—A tus amiguitos supongo que sigue sin hacerles gracia —dijo antes de volver a besar a Jake
apresurado, y meter su mano bajó la ropa interior de éste.
—Ajá… ah…. —contestó Jake, pero sin poder evitar emitir un gemido al notar la mano de
Henry.
—En el fondo eso me hace feliz —dijo el rubio ahora centrado en la oreja de Jake—. Me gusta
poder robarles a su líder.
—¿Líder? —inquirió Jake casi riendo y sintiendo escalofríos por toda la espalda al sentir el
aliento de Henry en la oreja.
Éste se apartó y bufó.
—Ah, perdona, se me olvidaba que el líder es el gordo.
Jake frunció el ceño al escuchar el insulto a su amigo, y empujó a Henry con fuerza contra la
pared del lado de la cocina, como venganza.
—¡Ah! —logró quejarse Henry.
—A mí me gusta robarles a su capitán —dijo antes de deslizarle la camiseta.
—Eres un bruto —gruñó Henry, pero permitiendo que le desnudara.
—Y eso te gusta —respondió Jake con una pícara sonrisa, rodeándole la cintura y atrayéndole
más hacia él, y volviendo a besarle.
Henry no dijo nada al respecto, y pasó sus manos por detrás del cuello de Jake, mientras que el
moreno, prefirió deleitarse con el cuerpo de quarterback del rubio, tan definido, duro y suave
como hubiera deseado. Pegó su pelvis a la de Henry, y esa vez fue éste el que gimió. El rubio,
que odiaba perder, incluso en el sexo, se apresuró a quitar también la camiseta de Jake. Sus
tatuajes quedaron a la vista, y Henry sintió electricidad en su vientre. Pasó su palma por todo
el pecho del moreno y notó su respiración acelerada, agradecía no ser el único que tenía el
corazón como un bobo enamorado en esos momentos. Jake, sin dejar de besar a su novio,
también desabrochó su vaquero, y metió su mano en él. Sintió la dureza del rubio en todo su
auge, y comenzó a masajearlo, haciendo que Henry dejara de besarle y emitiera un sonido de
placer contra su boca. Jake sonrió, mientras notaba el calor incrementarse entre los dos. Le
gustaba ver a Henry sentir placer, le gustaba más que nada, verle indefenso en sus manos, a su
merced, contra la pared, sin poder hacer otra cosa que gemir al compás de los movimientos de
su mano. Jake se alejó un poco del rubio, y sacó su mano del interior de sus pantalones,
haciendo que Henry pudiera tomarse un respiro. Pero no sabía que Jake solo quería jugar más
duro. Le dedicó una sonrisa perversa, antes de arrodillarse ante él, sin apartar sus ojos de los
de Henry. El rubio contuvo la respiración cuando Jake le bajó los pantalones, y con la misma
expresión pícara, Jake sacó su dureza de su ropa interior y se la acercó a la boca, acariciando la
punta con la lengua.
—Jake… —suspiró Henry.
Y Jake no sabía si le estaba suplicando que continuara o que parase, pero aun así le pareció el
sonido más sexy, divertido y tentador del universo. Por ello, no dudó en metérsela en la boca,
acabando con el contacto visual entre ambos. Henry tuvo que agarrarse a la encimera de la
cocina que había junto a él para que sus rodillas no le fallaran. Si algo era cierto de lo que
había dicho a sus amigos, era que Jake era increíble en aquello. Su boca lo tomaba todo, y su
lengua le acariciaba mientras lo hacía, le besaba, le lamía, le tocaba y volvía a introducírsela.
Con otras, Henry simplemente se dejaba hacer, pero con Jake todo era distinto, y no podía
simplemente quedarse al margen, por lo que sentía la necesidad de mover su cadera, tomando
la boca de Jake él mismo, o cogerle del cabello con delicadeza, imponiendo cierto ritmo, cosa
que a Jake no parecía importarle. Sentía tal placer, que perdía la noción del tiempo, pero sabía
que estaba a punto de acabar, y no quería que fuese de aquella manera, aun quería hacer
disfrutar a Jake. Tomó de nuevo su pelo moreno, para que dejara aquella tarea y se pusiera en
pie. Henry le besó con pasión cuando estuvo a su altura. Sin dejar de hacerlo, Henry se subió
los pantalones y condujo a Jake hasta el salón. Cuando llegaron, el rubio le empujó al sofá. Jake
se dejó tumbar, y Henry agarró del pie a Jake y tiró de sus vaqueros para retirárselos. Qué
bueno estaba, pensó Henry. Su cuerpo, sus tatuajes, la curva de su cuello, esa cara de chico
travieso y sonrisa cachonda que tenía. Le ponía a cien, y se sentía muy afortunado de que
aquel hombre se derritiera por sus huesos también. Se quitó por fin sus propios pantalones y
se inclinó sobre Jake, para besarle de nuevo, morderle el labio, de forma violenta, apasionada,
dulce y tierna al mismo tiempo. Jake pasó sus manos por el pecho de Henry, le pellizcó sus
pezones haciendo que éste gimiera de nuevo, y estaba harto de ser el único que lo hacía de los
dos, por lo que su venganza sería terrible. Henry bajó hasta su cuello, mordiendo y besándole.
—Mmmm —escuchó Henry decir por fin a Jake—. Joder, cómo me pones —gimió Jake en su
oído.
Y Henry quiso decirle que más bien era al revés, pues no podía soportar más con el problema
que tenía entre las piernas. Deslizó por fin la ropa interior del moreno, viendo que éste estaba
tan caliente como él, y le acarició, sin dejar ni un centímetro por palpar. Mientras lo hacía besó
su pecho, sus pezones, sus abdominales, su ombligo, hasta llegar a su glande, que también
besó antes de introducírselo en la boca. No dejó de mover su cabeza en un rítmico
movimiento, constante y placentero, pero no lo suficiente rápido para aliviar a Jake, que sentía
que Henry sabía perfectamente la frustración que tenía. Aunque no se quejó, en cambio sí se
permitió acariciar el cabello de Henry, pero sin imponer ningún ritmo, solo asegurándose de
que no dejara aquella tarea. Los gemidos que salían de la boca de Jake eran música para los
oídos de Henry. Jake no quería dejar de observar al rubio, pero el placer le hacía que su visión
se nublara. Se agarraba al pelo de Henry mientras que con la otra mano lo hacía al sofá. Podía
ver la puerta de la entrada desde allí, estaba tan a la vista que si en aquel momento entraba
Claire les pillarían en plena faena, pero Jake no quería pensar en eso en aquel momento,
estaba disfrutando demasiado. El rubio se incorporó, imitando la sonrisa perversa que antes
tenía Jake en la cara, y que en ese momento había desaparecido completamente. Su boca
estaba entreabierta, sus ojos casi idos y su cuerpo perlado en sudor. Henry se acercó a sus
labios antes de decir:
—Ahora vuelvo.
Jake le miró con horror.
—¿Qué? ¿Justo ahora?
Henry sonrió.
—No tardo nada, pequeño.
Jake, sin poder decir nada más, vio a Henry, aun vestido con su ropa interior, dejarle
totalmente cachondo y desnudo en su sofá.
—Puto Piolín —masculló aun con la respiración entrecortada.
Y era cierto que volvería enseguida. En sus manos Henry traía algo que lanzó a Jake, y que éste
cogió al vuelo. Un bote de lubricante. Lo miró y alzó una ceja.
—¿Sabor piña?
Henry frunció el ceño.
—Era piña o mango.
Jake sonrió abriendo el bote.
—Me gusta el mango —dijo con una leve risa.
El rubio le miró irritado.
—Bueno, pues la próxima vez… —comenzó a gruñir, pero Jake le calló con un beso y le obligó a
volver a tumbarse con él.
Cuando Henry se relajó, Jake abrió el bote y dejó caer una gota de su contenido en su dedo,
antes de llevárselo a la boca. Lo hizo de una manera tan sensual y provocativa que Henry habló
sin aliento.
—¿Está bueno?
Jake sacó su dedo de su boca antes de volver a hablar.
—Dímelo tú —dijo, y echó otro par de gotas en la punta de su dureza.
Henry no dudó en probarlo de él, y Jake no perdió detalle del acto.
—Está muy bueno —aseguró Henry.
—Sí, pero estaría mejor el de mango —dijo antes de carcajearse.
Henry le golpeó en el pecho y le arrebató el lubricante. Se echó el contenido en sus dedos y los
acercó al hueco entre las nalgas de Jake. Le acarició haciendo que la sonrisa del moreno se
perdiera y volviera aquella expresión dócil y pérdida. Henry introdujo un dedo sin dilación.
—¡Ah! —gritó Jake ante la intrusión—. ¡No estaba preparado!
—¿No? —inquirió Henry divertido—. Qué pena.
—Eres un… —masculló Jake apretando los dientes, pero tuvo que silenciarse ante el repentino
movimiento del dedo de Henry, o lo único que saldría de su boca serían gemidos. Henry sonrió
con malicia sin dejar de mover su mano.
—¿Un qué? —quiso saber Henry.
—Ah… ah… —gimió Jake antes de apretar sus labios y mirar con rabia a Henry, pero sin dejar
de sentir un placer abismal.
—¿Qué? ¿Qué soy? —insistió el rubio, antes de meter otro dedo.
—Un cabrón… ¡Ah!
De la boca de Jake se escapó el mayor gemido por el momento, y su espalda se arqueó.
Continuó con aquel vaivén varios minutos, hasta que comenzó a aumentar el ritmo con sus
dedos, mientras entraban y salían de Jake. Los gemidos que soltaba, sus manos arañando la
espalda de Henry y la forma en la que se retorcía su cuerpo, le estaban poniendo como una
moto y no aguantaba más sin follárselo. Henry pegó su rostro al del moreno, y casi se corrió al
tener un plano directo de su cara, contraída de placer y gimiendo mientras sus dedos le
masturbaban.
—¿Te gusta? —le preguntó al oído.
—¡Sí! —gimió Jake.
Henry sonrió satisfecho. Le depositó otro beso en los labios, que él recibió sin dejar de gemir y
con la misma pasión que Henry se lo daba. Se despegó de él mordiendo su labio inferior y logró
dejar de gemir lo suficiente para hablar.
—Henry, me estoy muriendo, hazlo ya.
¿Cómo iba Henry a negarse ante tal petición? Se incorporó y se quitó la única prenda que le
quedaba. Se deslizó un poco de lubricante sobre su dureza, visión que a Jake le calentó aún
más, si era posible. Jake le tomó la mano para que se diera prisa, e hizo que volviera a
tumbarse sobre él. Henry colocó la punta de su dureza en la entrada de Jake, sin meterla, y
alzó la cabeza para mirarle a la cara mientras se la metía. Su plan era hacerlo lentamente, pero
una vez que le tuvo en mira y vio su expresión traviesa y su mirada intensa, no pudo resistirse
a clavársela de golpe y ver cómo su cara se contraía en una mueca de sorpresa y placer,
ahogando un gemido. Qué zorra era cuando quería. Llevó un ritmo lento en un principio, pero
era imposible que después de todo lo que Jake le había hecho aquella noche, pudiera
mantener ese ritmo por más tiempo. Henry gimió junto a su oreja mientras entraba,
acompañado por un gemido que emitió Jake antes de girar la cabeza para besar al rubio.
Compartieron el beso mientras Henry iba sacándola y volviéndola a meter lentamente,
intentando que el estrecho lugar se adaptase. No tardó mucho en empezar a aumentar el
ritmo y Jake no pareció quejarse, pues rompió el beso debido a su necesidad de gemir. Tanto
placer era imposible de soportar en silencio. Ambos sudaban, se besaban, mordían y lamían sin
cesar. Jake le obligó a parar, y se dio la vuelta para poder sentir aún más en profundidad a
Henry. El rubio, a pesar de que prefería disfrutar de las vistas de la expresión de Jake, no
negaría que la vista de su espalda y su trasero eran igual de excitantes. Agarró de nuevo su
erección y la condujo hacia Jake, que volvió a gemir sin ninguna vergüenza ya. Henry pegó su
pecho a la espalda del moreno mientras se movía. Le hubiera encantado tener un espejo
frente a los dos para poder observar a su chico en su totalidad, pero debía conformarse. Henry
empezó a masajear a Jake, consciente de que él mismo no iba a tardar mucho en acabar, y en
poco tiempo Henry vio a Jake apretar con sus manos el sofá con fuerza, mientras su espalda se
arqueaba, su esfínter se contraía y echaba la cabeza para atrás, gimiendo mientras se corría.
Henry siguió embistiéndole, mientras Jake ponía una mano en el trasero de Henry, notando su
cicatriz, para apretarle aún más contra él. Aquello fue demasiado para el rubio y apenas tuvo
tiempo de respirar una vez más cuando se derramó en Jake. Al terminar, se inclinó sobre él
para besarle, y salió de él lentamente, haciendo que Jake gimiera una vez más, hasta quedar
medio tumbado sobre el sofá, y Jake hizo lo mismo a su lado. Pasaron un par de minutos en
silencio, soltando los últimos suspiros y relajando sus respiraciones. Henry estaba tan cansado
que apenas se podía mover, e incluso apenas sentía que podía hablar, por ello cuando escuchó
la repentina pregunta de Jake, se sorprendió, no solo por su contenido, sino por que Jake
pudiera entonar palabra.
—¿Por qué me besaste la primera vez? —preguntó de pronto como si tal cosa.
Henry le miró extrañado.
—¿A qué viene eso?
Lo cierto era que se lo había preguntado muchas veces, pero aquella conversación con sus
amigos había despertado aún más su curiosidad.
—Es algo que me he vuelto a preguntar esta tarde. ¿Por qué lo hiciste?
Henry se sintió incómodo de nuevo, y se encogió de hombros.
—Ya lo sabes, estábamos muy cerca…
—Sí, sí… —le detuvo Jake ya conociendo “esa versión”—. Pero, ¿cuál es la versión real?
Henry frunció el ceño.
—No lo sé, Jake —le espetó bruscamente—. ¿Por qué tardaste tanto en apartarte? ¿Por qué
me besaste tú al día siguiente? ¿Por qué seguiste con todo esto a pesar de cómo te trataba? —
inquirió con evidente mal humor y atacando al sentirse atacado, solo que no sabía que la
intención de Jake no era esa en absoluto.
—Porque me gustó que me besaras —respondió Jake sin más, no se avergonzaba de decirlo,
ya no. Esperó unos segundos por si Henry le respondía, pero no lo hizo, por lo que suspiró—.
Da igual, si no quieres contestar no lo hagas.
—Es que, ¿qué importa por qué lo hiciera la primera vez? Después de todo lo que hemos
vivido… lo que somos ahora… Aún me despierto pensando si es verdad que el puñetero Jake
Rivers es mi novio, y todavía me cuesta creérmelo.
—Porque es como un sueño para ti, ¿verdad? —bromeó Jake.
—No, porque yo te odiaba —contestó Henry con seriedad—. Te odiaba de verdad. Y aún lo
hago. Pero lo mucho que me gustas lo equilibra, y eso me sigue sorprendiendo… y asustando.
Jake también se puso serio.
—No me odias más de lo que yo te odio a ti, ni te gusto más de lo que tú me gustas a mí.
—Estamos de acuerdo en algo entonces —asintió Henry.
Jake ladeó una sonrisa y se acercó a Henry para volver a besarle.

Después de quedarse largos minutos besándose en el salón, fueron hasta la habitación de


Henry. La cama había sido desecha y ya se respiraba un aroma de auténtica guerra campal.
Henry tumbado, sentía cómo Jake le penetraba con cada embestida. Veía su pecho musculado
y sus brazos hacer fuerza para sostener su propio peso, mientras toda su piel se perlaba en
sudor. Era una imagen demasiado excitante. Tuvo que cerrar los ojos.
—Abre los ojos Henry —le pidió Jake entre los jadeos de Henry.
—Si los abro me correré.
Jake se echó a reír, y ya que el rubio no le iba a mirar se enterró en su cuello para sentir aún
más su calor y sus gemidos en el oído.
Sobre las cinco de la madrugada llegó Claire. Henry gruñó palabras inteligibles, pero Jake sabía
que se quejaba porque posiblemente hubiera estado haciendo lo mismo que ellos, y con
Shorty. Se quedaron simplemente tumbados bajo las sábanas, bromeando, tocándose,
besándose… Jake se preguntó si realmente dormirían aquella noche, pero el cansancio cada
vez se hacía más presente.
—Creo que deberíamos dormir, o mañana acabaré con unas ojeras más grandes que un
océano.
—Sí, no destrocemos tu bonita cara —bromeó Jake.
Henry bufó.
—Ni las ojeras más grandes podrían hacer eso.
Jake le concedió aquello, y se acercó para poder besarle antes de quedarse dormido. Aquella
noche, con Henry entre sus brazos, no pudo evitar soñar con él. Pensaba en su cara cuando se
ponía rojo, aunque su apariencia fuera chulesca, cuando Jake decía algo inesperado y balbucea
articulando palabras e intentando no verse vulnerable, como se ve la gente cuando le miran a
él. Veía a ese Henry que conseguía que Jake pensara en su olor, aunque éste no estuviera
presente. Soñaría con Henry, que hacía de los lunes un sábado, de la lluvia el sol, y de la peor
comida un postre. Y Henry, sintiendo por primera vez los brazos de Jake mientras dormía, soñó
con él, que se declaraba entre bromas para no verse cursi, Jake que siempre tenía besos
guardados bajo la manga por si Henry se enfurecía o hablaba demasiado. Jake, que conseguía
que Henry se le quedara mirando como si de una oda se trataran sus labios fumándose un
cigarro. Jake, con el que había aprendido a sentir. Jake y Henry sabían que estaban empezando
a crear nuevos recuerdos que jamás imaginaron que tendrían y que sabían que jamás
olvidarían, para bien o para mal, estaban inventando una historia que no pensaron leer.
Aquella noche, cuando el sueño no pudo más con ellos, se despidieron con un hasta mañana,
era fantástico poder decir que se verían de nuevo al día siguiente.

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