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arriba de la ladera adonde asienta la casa de Gray. Este proyecto no pasa del
papel, sin embargo, a escasos 20 metros, LC construye en 1952 su Cabanon
(cabañita), que Beatriz Colomina llama «caseta de perro guardián». Además,
en 1957, LC también proyecta y construye, en el mismo paraje, la Unité de
Camping.
Así pues, LC practica un doble acoso a la vivienda: por un lado, como el
hierro sobre el ganado, la marca con sus pinturas al fresco (una de las cuales,
para mayor agravio, sobre otra anterior de Gray); por otro, la cerca con dos
obras que, desde su posición dominante, se enseñorean del lugar y dan al
traste con la tan preciada y buscada intimidad. No es de extrañar que algunas
interpretaciones de los hechos hablen de auténtica violación.
La obsesión de LC prosigue haciendo comprar la casa a una amiga suya,
Mme. Schelbert, cuando Badovici muere. Ello le permite, además, pasar largas
temporadas en la casa al final de su vida.
Los hechos son terribles y hablan por sí solos, pero una pregunta es per-
tinente: ¿por qué? A ella responde, con claridad meridiana, Carlos L. Marcos
en el epígrafe final de su aportación Crítica de género: la arquitectura de Eileen
Gray en la E.1027: porque la casa es una crítica, no lacerante pero sí contun-
dente, a los principios corbuserianos. Veámoslo.
La casa se levanta sobre pilotis que no lo son tanto cuanto pilastras y ma-
chones: su sintaxis es muraria. La cubierta-jardín no es habitable ya que ello
sería incompatible con la ansiada intimidad. La planta no es una planta libre,
es decir, el producto de la disociación de la estructura portante y los cerra-
mientos y divisiones, sino que es el resultado de la wrigthiana «ruptura de la
caja» y de las circulaciones en torno a unidades funcionales.
A Eileen Gray no le interesa la máquina de habitar, no cree en ella: aspira a
la obra de arte total y se esmera, con acierto, en concertar espacios, mobiliario
y enseres. La fachada tampoco es libre, sino consecuencia cabal de la planta;
las ventanas son una respuesta al paisaje y a la habitación y por eso las hay
horizontales, pero también rasgadas hasta el suelo; el paseo arquitectónico,
máxima expresión del predominio de la cultura de la imagen y su movimien-
to, se sustituye por la interpenetración interior-exterior. Frente a la arqui-
tectura internacional, la casa nace como vinculación y diálogo con el lugar y
reinterpreta la tradición (en este caso, mediterránea) a la que la modernidad
ha dado la espalda.
Dice Carlos L. Marcos que si en esta historia hay crítica de género, ésta es
la que Eileen Gray hizo sobre la ortodoxia del movimiento moderno con su
propia obra. Sin duda. Pero parece asimismo incontestable que el machaqueo
que sufrió, perpetrado por LC, consentido por Badovici y con la complicidad