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1.

Metodología

Para desarrollar un camino metodológico a seguir, se utilizarán los estudios de caso (apartado
9.1) las nociones trabajadas por Daniel Bertaux en relación con los relatos de vida (apartado 9.2) y
de Silvia Rivera Cusicanqui, Farías y Santaella en relación con el trabajar a partir de la memoria
oral (apartado 9.3), finalizando con la muestra específica a consultar en Parral (apartado 9.4).

9.1 Los estudios de caso

Para quienes han seguido instruyéndose a partir de la Escuela de Chicago, como es el caso del
autor que guiará este apartado, Juan Ignacio Piovani, la precisión en la observación difícilmente se
podría lograr sólo a través de instrumentos estandarizados. En este caso, se requiere de formas de
observación que puedan redireccionarse de forma dinámica y flexible. En La escuela de Chicago y
los enfoques cualitativos: términos y conceptos metodológicos (2011), Piovani revisa lo que fue el
estudio de caso para diferentes autores.

Autores como Holt (1926) define los estudios de caso como un método sistemático para acceder a la
personalidad humana, las actitudes individuales y los propósitos de vida de los individuos, pero lo
defiende en cuanto medio para generalizar y formular leyes. Chaffee (1930) sostiene las ventajas
del estudio de caso para realizar la investigación de pequeños grupos e instituciones, recuperando la
historia de la comunidad, su organización política y económica, cubriendo aspectos objetivos y
subjetivos. Sin embargo, también cree que luego de estudiar varios casos se pueden establecer
generalizaciones a partir del control de las conclusiones derivadas de un caso por medio del estudio
de otros similares.

Ambas formas de entender los estudios de caso nos sugieren que esos autores aún conservaban
herencias de la tradición positivista; encontrar leyes universales para la sociedad, así como también
apuntar a una suerte de objetividad.

Por su parte, Wood (1927), plantea que, dadas las limitaciones de la estadística para revelar la
personalidad del criminal, se vuelve necesario el uso de las historias de caso individual y
comunitario como el medio más pertinente para interpretar la conducta.

Burgess (1923) ve al estudio de caso como una revolución metodológica, un sustituto de los
procedimientos estadísticos y de la especulación teórica. En él no pueden aplicarse técnicas
estandarizadas de medición, ya que los fenómenos requieren una definición cualitativa. “Recupera
la idea del sujeto en interrelación (con pares, comunidad, ambiente, etc.): el foco de atención es la
persona” (Piovani, 2011, 252). como producto de la interacción social, la persona se refiere a
alguien que está en interacción social con sus pares.

Por último, Park (1930) ofrece la definición del estudio de caso “más radicalmente alejada de la
lógica científica canónica y, por lo tanto, más cercana a la concepción cualitativa contemporánea”
(Piovani, 2011, p.253). Define los estudios de caso como formas de investigación que implican
asociación y conversación íntima con los sujetos, a través de la observación personal y el contacto
directo “haciendo inteligible la realidad a partir del entendimiento (o la comprensión, ya que usa el
término understanding) de los sujetos y de su conducta” (Piovani, 2011, p.253) En otras palabras,
hay que hacerlo mismo que se hace en la vida cotidiana, observar y conversar, sólo que en la ciencia
debería realizarse de manera más sistemática, autoconsciente y persistente. En las entrevistas que se
desarrollan en un estudio de caso, lo ideal es sostener un espacio en que se estimule a las personas a
que hablen libremente.

De este modo de entender el estudio de caso y la sociología misma, es posible recoger la intención
de no inducir la conversación hacia las propias direcciones que la investigadora desee, sino más
bien oír lo que las personas están esperando decir. Asimismo, se abandona la pretensión de verdad,
que muchas veces guio a las ciencias sociales de las antiguas tradiciones, y, por último, mas no
menos importante, se abandona la pretensión de identificar leyes sociales generales y objetivas. Lo
que sí se rescata es el aporte que hace sobre todo Park al buscar la intimidad del encuentro humano,
entendiendo que la investigación no se hace sobre objetos, se hace en conjunto con personas.

9.2 Relatos de vida

Buscar el diálogo armonioso entre ambos extremos que podrían entenderse bajo el
paradigma macro/micro en ciencias sociales es un desafío como cientistas sociales. Daniel Bertaux
en Relatos de vida, perspectiva etnosociológica (2005) señala que existen ciertas lógicas del mundo
social que se dan en los microcosmos que lo componen. Observando alguno de esos microcosmos
se podrían captar al menos algunas de las lógicas sociales del mesocosmos mismo. Esta no es más
que una hipótesis, pero que ha inspirado múltiples trabajos de la Escuela de Chicago, de los
interaccionistas simbólicos (Becker, Goffman, Glaser y Strauss), de la sociología del trabajo o de la
sociología de las organizaciones. “En esta perspectiva, el relato de vida puede constituir un
instrumento precioso de adquisición de conocimientos prácticos, con la condición de orientarlo
hacia la descripción de experiencias vividas en primera persona y de contextos en los que esas
experiencias se han desarrollado” (Bertaux, 2005, p.19)

El relato de vida parece una alternativa teórico-metodológica útil para adentrarnos a mirar Parral
como un fractal, o en términos de Bertaux, como un microcosmos. Cada persona es relevada aquí
como un microcosmos.

9.3 Memoria oral

Este apartado utilizará en un primer momento los aportes de Silvia Rivera Cusicanqui
desarrolla en Sociología de la Imagen, miradas ch'ixi desde la historia andina (2015) texto que
registra reflexiones que surgieron a partir del Taller de Historia Oral (THOA), que buscaba ser una
instancia investigativa ligada con la construcción oral del conocimiento. El taller fue fundado por
Silvia y un grupo estudiantes de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés, el 13 de
noviembre de 1983. En un segundo momento aborda lo que Farías y Montero (2005) señalan en
“De la transcripción y otros aspectos artesanales de la investigación cualitativa” y en un tercer
momento lo que Cristina Moral Santaella (2006) en “Criterios de validez en la investigación
cualitativa actual”, en relación a la llamada cristalización para las ciencias sociales.

Para investigar y escribir sobre del lugar en que nací y crecí, me acogeré a las ideas con que Silvia
Rivera Cusicanqui (2015) describe a la Sociología, en contraposición a la antropología, como una
disciplina que “supone una desfamiliarización, una toma de distancia con lo archiconocido con la
inmediatez de la rutina y el hábito. A diferencia de la observación participante, se observa aquello
en lo que ya de hecho se participa” (p.21) Esta conciencia o sensibilidad permite “extraer de los
microespacios de la vida diaria, de las historias acontecidas y que acontecen ahora mismo, aquellas
metáforas y alegorías que conecten nuestra mirada sobre los hechos con las miradas de las otras
personas y colectividades, para construir esa alegoría colectiva (…) reintegrar la mirada al cuerpo, y
éste al flujo del habitar en el espacio-tiempo, en lo que otrxs llaman historia” (p.25)

En el libro hay un capítulo especialmente dedicado al potencial epistemológico de las fuentes orales
e iconográficas. En él, Silvia señala que es en la pluralidad y diversidad donde reside el potencial
epistémico de las fuentes no escritas —que han puesto en entredicho al pretencioso postulado de
objetividad en ciencias sociales— dando paso a una serie de visiones fragmentadas sobre la
sociedad, que no han sido ni pretenden ser articuladas como una única lectura de la historia social
del país. Las fuentes orales tienen el potencial de “develar la textura de los deseos colectivos, las
acciones y las relaciones sociales en una sociedad” (p.91) Así entenderemos el pasado como
fragmentado e inconcluso.

“Mientras que los textos escritos representativos del pensamiento social boliviano tienden a
domesticar el pasado -haciéndolo transparente e inteligible- las fuentes orales e
iconográficas apuntan a la irreductibilidad de la experiencia humana, a las grietas y las
fracturas del ámbito normativo, mostrando las cosas como son, en lugar de figurarse cómo
deberían ser” (Rivera, 2015, p.88)

Yo pediré permiso a mis vecinxs de Parral para poner sus voces por escrito, entendiendo que son
formatos diferentes, que tanto la traducción como la transcripción nos muestran los límites de la
escritura, al verter el lenguaje oral en lenguaje escrito. Farías y Montero (2005) comparan la
transcripción con la traducción al decir que “nos hemos convencido nosotros de que la transcripción
no debe verse como un traslado pasivo de signos, sino como parte decisiva de la “construcción” de
los datos, o como una verdadera y compleja traducción, es decir, como un momento genuinamente
interpretativo” (Farías et al., 2005, p.7).

Los autores desarrollan su texto a partir de la idea de que existe una brecha entre el discurso oral y
sus versiones escritas, que pueden sufrir distorsiones importantes, pues no se puede negar el
carácter inevitablemente interpretativo de toda transcripción, por ejemplo, a veces hasta los signos
más básicos de puntuación son enteramente ignorados, produciendo “textos planos o mutilados, en
los que toda emoción, toda interrogante, todo asombro está ausente” (P.6)

Una sugerencia sencilla que abordan los autores para asegurarnos de no tergiversar el sentido de los
textos es comprobar con los propios informantes la calidad de los resultados. Yo considero que ese
es un aspecto ético mínimo en toda investigación social, además de una motivación afectiva,
biográfica y política cuando sabemos que estamos trabajando con los relatos de personas.
Un último punto que rescato en ese texto es la idea de que las ciencias sociales son una forma de
artesanía intelectual que exige sensibilidades, improvisaciones y criterios necesariamente humanos
y personales (Frías et al,.2005).
Finalmente, frente a la multiplicidad de voces tenemos la oportunidad de conocer diferentes
perspectivas, abriéndonos a la posibilidad de que no existe una verdad singular. Como señala
Cristina Moral Santaella (2006), a esa forma de entender la investigación algunos le han llamado
cristalización, en referencia a la luz que refractan los cristales: “(Los cristales) son prismas que
reflejan la parte externa y se refractan sobre ellos mismos, creando diferentes colores, modelos,
llevándote por diferentes direcciones y caminos. Lo que nosotros vemos depende de nuestro ángulo
de reposo” (Santaella, 2006, p.159).
Lo que podemos hacer desde las ciencias sociales es ir a buscar aquellos puntos de vista en los que
llegan otros colores. La cristalización deconstruye la idea tradicional de validez, que no tiene por
qué ser contraria a la precisión. “No es que se abra la puerta a la ambigüedad y a las múltiples
interpretaciones, sino que no se pretende concluir los trabajos cualitativos desde una sola
perspectiva, posición o autoridad” (p.159)
9.4 Muestra

Esta investigación cualitativa será un estudio de caso que pondrá su énfasis en las
narrativas, historia y memoria oral de lxs habitantes del pueblo de Parral, a través de entrevistas en
profundidad y análisis narrativo del discurso, no como un trabajo de nostalgia o regionalismo, sino
problematizado sociológicamente, entendiendo que el relato de vida es en torno a un lugar.

Se pretende entrevistar a 12 pobladorxs de la provincia a través de un muestreo intencionado,


valorando la multiplicidad de experiencias y en particular de las personas campesinas, rurales y
provincianas (o como se auto perciban) que se quedaron a vivir en ella, son las miradas de quienes
han estado aquí siempre.

Esta no es una muestra de orden cuantitativo, sin embargo, ciertas variables que guiarán las
selecciones serán los rangos etarios, centrando el énfasis en las experiencias de vida de mayores de
sesenta años, la variable de experiencias según locación geográfica específica dentro de la comuna,
considerando el territorio cordillerano, rural y urbano, entendiendo al sector de Los Canelos,
Bullileo y Malcho como la zona cordillerana; Camelia, la Orilla y El Ajial como zona rural y a
cuatro sectores de Parral como la zona urbana (el sector de Buenos aires, la población Viña del Mar,
la Villa Cordillera y el centro de la ciudad). En cada sector se entrevistará a cuatro personas
mayores de sesenta años y de distintos géneros. La razón de escoger esos lugares y distinguir según
género será señalada con fundamento empírico en la siguiente entrega, a partir de la cantidad de
habitantes de los sectores señalados, por un lado, y por otro, según las diferencias experienciales
que implica y ha implicado en el pasado identificarse (y ser identificadxs) con un género u otro.

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