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Por
Karla Prieto
NACE UN ANGEL
UN ÁNGEL EN EL INFIERNO
VOLVIENDO A NACER
PIEZAS
A FUEGO LENTO
Esa noche Alex estaba en casa descansando después de dos días seguidos
de arduo trabajo. Había estado investigando a un político corrupto que al
parecer tenía algo que ver con El Imperio, y se hacía pasar por su asistente
para observar cada movimiento de cerca, pero aquella noche se sintió mal de
salud y estaba durmiendo tranquilo después de muchos días sin descansar, era
la oportunidad perfecta para la primera venganza de Mariangeline.
Aunque ella no lograba recordar su propio apellido pese a sus muchos
esfuerzos, ni los nombres de las personas que conocía antes de morir en el
pantano y volver a vivir, Ángel recordaba los rostros plateados y el rostro
dorado en sus pesadillas cada noche, recordaba el sonido estruendoso y
devastador de las metralletas, y sentía una angustia terrible cuando portaba en
sus manos la pistola que le dio Alex para defenderse. Para cualquier persona
normal darle un arma de fuego a una niña de quince años resultaba algo
descabellado, pero Alex sabía muy bien que, con su carácter, sus valores y su
entrenamiento, más todos los peligros que corría por su belleza y por su
pasado, la pistola en las manos de Mariangeline era necesaria, si en algún
momento alguien intentaba hacerle daño ella tenía que defenderse, pero Alex
se encargó de enseñarle detalladamente en qué casos utilizarla. Para él,
Mariangeline era y siempre había sido un hermoso e indefenso ángel. Sin
embargo, cada vez que tenía esa pistola en sus manos ella sentía algo horrible
en el pecho, y veía sus manos llenas de sangre, sentía un apremio por despertar
como si estuviera en una pesadilla, y no sabía por qué.
Cuando Alex estaba profundamente dormido, Ángel se deslizó por la
ventana silenciosamente. Salió al estacionamiento y robó una motocicleta
eléctrica, que hacía un ruido imperceptible, y se fue a toda velocidad, vestida
de azul oscuro, cargando un pequeño bolso, con guantes de látex y con el
cabello sujeto en un moño clásico de bailarina, como cuando practicaba ballet.
Los miembros de El Imperio se hospedaban en departamentos o apartamentos,
repartidos en distintos puntos del país y el extranjero, y justamente el tipo que
Mariangeline había estado espiando virtualmente, estaba en la misma ciudad
que ella por unos días para ver un asunto personal del jefe de Rostro Dorado,
ya que era su mano derecha y sólo en él confiaba para esos casos, sin imaginar
que lo llevaría hasta su muerte.
Mariangeline encontró fácilmente el condominio donde estaba su víctima,
entró con extremo cuidado evitando tanto personas como cámaras de
seguridad, subió hasta la azotea y desde ahí bajó pendiendo de una cuerda
hacia la ventana del asesino que estaba buscando y entró en completo silencio.
La habitación era oscura, olía a whisky y a cigarro, había una laptop
encendida, dos celulares, armas, un galón con gasolina, explosivos y
dispositivos para activarlos, cadenas, esposas, papeles, muchos papeles, y en
la cama un hombre realmente enorme roncando, apenas cubierto con una
sábana y evidentemente desnudo. Mariangeline sentía su pequeño corazón
golpeándole el pecho muy fuerte, la adrenalina le recorría todo el cuerpo. Sin
perder el tiempo y con su sigilo de fiera le inyectó un somnífero que consiguió
en el hospital, cuando fue a hacerse su chequeo anual hacía una semana. El
somnífero actuó rápido, el sujeto entró en un sueño casi de muerte, y no
reaccionaba ni siquiera a los golpes en la cara que le dio Ángel.
Comenzó la venganza, Mariangeline encadenó al infeliz en su propia cama
mientras dormía. Si se levantaba no podría moverse de ningún modo. Ella
empezó a dar vueltas por el apartamento buscando algo sin saber qué. Vio en
la laptop varios archivos con códigos extraños y abrió uno.
-Maldito asqueroso…- exclamó en voz baja y llena de rabia al ver una
galería de fotos de pornografía infantil. Cerró la laptop sin apagarla y la
guardó en su bolso para seguir investigando. Siguió caminando por la
habitación y encontró una pintura facial plateada. Definitivamente era uno de
ellos y definitivamente iba a morir. Siguió pensando en cómo debía morir un
monstruo como ése, era su primera víctima y debía ser una muerte casi
poética, que se note que quien lo haya matado no fue un simple mortal sino un
ser sobrenatural e invencible. Vio una gran metralleta a los pies de la cama y
un reloj en la mesita de noche y al ver esos dos objetos todo su cuerpo se
estremeció y se le dispararon en un segundo mil recuerdos horribles: gritos,
sangre, llanto, balas, un brazo fornido preparando una metralleta para disparar
a la niña que estaba a su lado, una niña con la que siempre soñaba y jamás
había logrado recordar su nombre, un brazo musculoso en el que estaba ese
reloj, y que sujetaba esa metralleta, y en ese disparo de recuerdos oyó su
propia voz gritando uno de los nombres que no había podido recordar en todos
esos años: -¡Ivanna!- y veía a la niña pelirroja bañada en sangre y con el
cuerpo deshecho por las balas, cayendo a su lado.
Mariangeline estaba lívida, sus ojos brillaban como dos estrellas
furibundas, y de inmediato se subió a la cama, se sentó encima de su futuro
muerto y con su navaja suiza le escribió el nombre de la niña en el pecho. El
sujeto al sentir su voz y su olor, comenzó a abrir los ojos.
-Despierta, maldito, despierta- le decía ella con una dulce y suave voz
-¿Estoy muerto?¿Eres un ángel?- decía él con los ojos a medio abrir
- Todavía no, infeliz, pero en breve lo estarás, y sí, soy un ángel, pero no tu
ángel de la guarda, querido, no tienes tanta suerte– Mariangeline se soltó el
cabello y lo miró fijamente, el asesino tembló –Dime tu nombre– le dijo ella
mientras él en un chispazo recordaba el fatídico día en que esa niña murió
delante de sus ojos. Mariangeline volvió a preguntar, pero esta vez furiosa -
¡Dime tu maldito nombre!– el asesino habló con voz temblorosa -¿Qué me has
hecho?¿Eres ella? No, es imposible, ella murió, murió delante de mí, debes ser
de su familia, ¡No eres ella!…- Mariangeline le empezó a clavar las uñas en el
pecho – dime tu maldito nombre o te juro que …
-Oliver… me llamo… Oliver… ¿Tú quién eres?
-Tú lo sabes…
-¿Eres ella?¿La niña?
-Te acuerdas que había dos niñas ese día ¿Verdad?
-¿Qué?
-¿Te acuerdas?
-Sí…la otra niña lloraba…la pelirroja…
-¿Alguna vez te preguntaste siquiera su nombre? – la expresión de Ángel
cambió, se veía triste y asustada, pero se sentía su energía y su odio, y Oliver
la veía a los ojos con miedo, presintiendo que en manos de esa pequeña niña le
esperaba un final realmente macabro.
-No…no lo sé…por favor, tú no me puedes matar, eres tan pequeña, tienes
toda la vida por delante, no te manches de sangre otra vez…
-¿Otra vez?¿Acaso yo lo decidí? Ustedes con sus rostros plateados
aparecieron de la nada y destruyeron mi vida…en fin, no sabes el nombre de
la niña que murió junto a mí ¿Verdad?
-No, te juro que no lo sé…
-Bueno, te cuento que yo después de eso perdí la memoria casi totalmente
y no puedo recordar ni mi propio apellido, y menos podía recordar su nombre,
pero ese lindo reloj y tu arma…fue como si me lo hubieran dicho todo– Ángel
le quitó de encima la sábana, que empezaba a mancharse de sangre, y Oliver
vio horrorizado el nombre de la niña escrito en su pecho
-¿¡Qué me has hecho, maldita!?
-Mereces morir con el nombre de una de tus víctimas escrito en la piel ¿No
lo crees?– Oliver empezó a sacudirse con desesperación, intentando liberarse
de las cadenas que lo ataban a su propia cama, Mariangeline lo amordazó con
un nudo de tela y le clavó la navaja en los genitales con una monstruosa
frialdad. Oliver soltó un aullido de dolor
-Y te mereces perder lo único que tienes de hombría por arruinarle la vida
a tantos niños, malnacido.
-¡¡Maldita!!¡¡Maldita mocosa!!¡Te vas a arrepentir!¡Mi jefe te va a
encontrar!
-¿Tu jefe?– Mariangeline miró a Oliver con esbozando una espeluznante
sonrisa
-Él te va a encontrar y te va a destruir antes de que puedas pestañear, niña
-Yo lo voy a encontrar y va a tener la muerte más horrenda que alguien
haya podido imaginar, querido. En cuanto a ti… no sabes lo que te espera
¿Verdad? Te agradezco de antemano que tengas gasolina, no sé a quién querías
incendiar, pero no se va a poder porque probablemente se me acabe toda y
tampoco podrás ir a conseguir más.
Mariangeline le echó encima toda la gasolina del galón mientras Oliver
gritaba por el ardor del combustible en sus heridas y por el miedo a lo que le
iba a pasar.
-Déjame ir, por favor, te prometo que te ayudaré a encontrar lo que quieres,
incluso a mi jefe, el confía en mí, te lo prometo… pero por favor, no me
quemes, tú eres apenas una niña…por favor…- Mariangeline dio una vuelta
por la habitación revisando que no haya ningún dato importante que estuviera
olvidando, ni cámaras que la estuvieran grabando recogió algunos papeles que
consideró interesantes, metió a la tina del baño todos los explosivos y
dispositivos para activarlos, salió muy tranquila del baño y se sentó en el
borde de la ventana. La gasolina de la cama comenzó a derramarse en el piso y
Ángel sacó de su bolso un cigarrillo y un encendedor. Oliver se puso pálido, la
miró sabiendo que era su fin y arrepintiéndose tarde de todo el daño que había
hecho.
- Hace un momento me preguntaste si soy un ángel y no terminé de decirte
qué ángel soy, lo siento, fue una descortesía de mi parte…- dijo ella
encendiendo el cigarro - Soy Mariangeline, por si no lo recuerdas, y soy el
Ángel de la Muerte… ¡Oh! Pero ¡Qué tonta! Yo no fumo– Ángel dejó caer el
cigarrillo de entre sus dedos y al tocar el suelo una enorme llamarada fulminó
toda la habitación quemando vivo y a fuego lento a Oliver, que gritaba de
manera desgarradora mientras las cadenas se le fundían en las muñecas y los
tobillos, y mientras todo su cuerpo ardía.
Mariangeline se ató el cabello antes de subir a la azotea y se aseguró de
que no se le hubiera caído ni uno solo; bajó a buscar la moto con la que llegó y
se fue sin el menor remordimiento bloqueando el recuerdo como tantos otros
para poder seguir su vida con normalidad.
Llegó a casa y escondió la ropa y los zapatos que había utilizado para
quemarlos en la chimenea al día siguiente cuando Alex no estuviera en casa.
Se dio una ducha rápida, se puso el pijama y se echó a dormir con la
conciencia tranquila, pensando que gracias a ella había menos escoria en el
mundo a partir de esa noche.
Las mejores cosas en la vida pasan por azar, como enamorarse, ganar una
apuesta, encontrar dinero en el suelo o que una completa desconocida se
vuelva tu mejor amiga justo en el momento en que más la necesitas. Ese fue
mi caso.
Me llamo Katlyn, pero prefiero mil veces que me digan Kate, y soy adicta
a la velocidad. Amo ir a todos lados en skate, gracias a eso sé lo que se siente
volar.
Cuando era pequeña vivía con mis padres, pero a mis cinco años mi mamá
volvió a salir embarazada y mi padre, un alcohólico abusivo e infeliz, nos
abandonó. Fue fácil darnos cuenta, sin embargo, que en realidad su ausencia
era lo mejor que nos pudo pasar. Los siguientes cinco años y medio fueron los
mejores de mi vida. Mamá trabajaba muchísimo, pero éramos, mi hermana,
ella y yo, una familia feliz; hasta que un día mi mundo se desmoronó por
completo.
Era víspera del cumpleaños de mi hermana, iba a ir a su escuela con mi
madre para llevarla de compras, ya estaba lista para salir cuando de pronto dos
tipos se metieron a mi casa y golpearon a mamá en la cabeza tan fuerte que
cayó al suelo con la cara y el cabello llenos de sangre, inconsciente. Sin
tiempo para pensarlo intenté correr, pero uno de los malditos me tomó del
brazo y me tapó la boca para evitar que grite– tranquila, chiquita, tranquila,
nos vamos a divertir mucho– dijo. Jamás podré olvidar su voz porque cada
noche a partir de ese día, la escucho en mis pesadillas y no puedo dormir en
paz.
Esa tarde lo perdí todo. Mi casa la incendiaron con el cuerpo de mi mamá
adentro, y a mí me llevaron a un sórdido lugar donde me tuvieron encerrada
por meses, atada de manos, con los ojos vendados, amordazada, un lugar
asqueroso, frío y oscuro en donde yo era el juguete de placer de diez o quince
hombres diariamente, donde jugaban conmigo mientras bebían, se drogaban y
se reían de mi sufrimiento y sus humillaciones hasta que perdían la
consciencia, luego se oían ronquidos, goteo de sangre, mi sangre, y deseaba
que pronto caiga la última gota; también se oían mis latidos, que deseaba que
al fin dejen de sonar para irme por siempre de este mundo de mierda que me
cobraba tan cara la felicidad; y de pronto recordar que fui feliz me trajo a la
mente el dulce recuerdo de mi hermana, que debía estar viva y sola en alguna
parte porque a ella no la encontraron ese día, y el miedo y la desesperación me
impulsaban a escapar, pero era inútil, tenía los ojos vendados, estaba desnuda,
golpeada, violada, encadenada y colgada de los brazos, sola, totalmente sola, y
rota como una muñeca vieja. Por mucho que me agitaba no lograba pensar, ni
zafarme, ni calmarme, y el cansancio me vencía, luchaba para no dormir, pero
era imposible, y sólo le pedía al cielo que cuiden a mi hermanita, y que yo no
volviera a despertar. Si tenía algo de suerte pasaba uno o dos días sin que
nadie fuera a buscarme, me quedaba echada, encadenada a una mesa de
tortura, de metal, helada, cubierta apenas con un trapo sucio, muriéndome de
hambre, de frío y de miedo, rogando que se hubieran olvidado de mí. Prefería
mil veces estar así a que ellos me llevaran comida y me la cobraran con sus
macabros y morbosos juegos, prefería agonizar sola a que ellos repitieran su
horrenda rutina. Seis o siete meses pasaron jugando conmigo, una niña de
menos de once años.
Cuando creí al fin que ya no saldría viva de ahí, una tarde fueron tres de
los malnacidos a “jugar” conmigo. No les vi las caras hasta el último instante
de sus vidas, muchos años más tarde, pero ya reconocía a cada uno por sus
voces, y sabía cuál era el sobrenombre de cada uno de los quince. Los tres que
fueron esa tarde eran los que más iban a “visitarme”, los que me llevaron ahí,
me desencadenaron de la mesa de metal y me ataron las manos a una soga que
colgaba desde el techo, de modo que quedé arrodillada con los brazos hacia
arriba. Hicieron cuanta porquería pudieron conmigo hasta caer al suelo como
costales de piedras, ebrios, drogados, inconscientes, sin notar que yo seguía
despierta y no llegaron a drogarme.
Era mi oportunidad de escapar y buscar a mi hermana, que seguramente
me necesitaba. Pensé rápido, no tenía tiempo. Me corté las muñecas en la
interminable tarea de soltar los nudos que me ataban.
Cuando lo logré caí al suelo estrepitosamente, pero me quité la venda de
los ojos y me levanté lo más rápido posible. Estaba en medio de un salón de
techo alto y paredes estrechas, todas las luces apagadas, salvo una lámpara en
la mesa donde me encadenaban, las pocas ventanas que había estaban selladas,
no podía ver casi nada, la poca luz que había más el hecho de haber llevado
los ojos vendados casi todo el tiempo durante medio año, me cegaron al punto
que tuve que tomar casi a tientas la ropa que me habían arrancado esos
malditos, ponérmela al vuelo y saltar para esquivarlos con la poca fuerza que
tenía mi cuerpo, en busca de una salida.
Volví a mi casa y solo encontré cenizas, busqué por todas partes y no
encontré nada, lo único que no se quemó fue mi skate, que descuidadamente
dejaba en el jardín trasero y mi mamá siempre me reñía por eso, todo lo que
conocía había desaparecido. Busqué a la policía y en menos de una semana me
encerraron en un maldito orfanato y de mi hermana no había ni rastros, solo
me dijeron que se la dieron a un familiar y que luego desapareció. Nadie me
ayudó, nadie me entendió, nadie quiso hacer más por mí. Enterré mi skate en
un parque antes de que logren encerrarme y me lo quiten, y esperé un tiempo
atrapada en ese orfanato. No derramé una sola lagrima en los tres años que
estuve ahí encerrada, y cuando escapé y fui a buscar otra vez mi domicilio, en
él ya no había cenizas sino una casa linda, pintada de blanco y con un bello
jardín de flores. Miré por la ventana pensando que al fin había despertado de
mi oscura pesadilla, queriendo creer que encontraría a mi mamá y a mi
hermana esperándome, y vi a una mamá con dos hijas y sin papá, una familia
como la mía, y en ese momento dejé salir las lágrimas que había reprimido
todo ese tiempo desde que mi mundo se derrumbó y me quedé absolutamente
sola. En mi corazón sentí la angustiosa seguridad de que mi hermana estaba
muerta, al igual que mi madre. Lloré y lloré por un momento eterno, sintiendo
el deseo de un abrazo, del abrazo de la muerte, o de alguien que quisiera
ayudarme, sentí ganas de pedirle ayuda a esa señora con sus dos hijas,
pensando que si era como mi madre me ayudaría sin dudarlo, pero luego
recordé que ni la policía, ni la trabajadora social, ni los psicólogos y
cuidadores del orfanato me quisieron ayudar ¿Por qué si ellos, siendo su
trabajo, no me ayudaron, me iba a querer ayudar una completa extraña?
Recordé que cuando pedí ayuda solo recibí patadas de la vida, y retrocedí.
Corrí a buscar mi skate en donde lo había enterrado sin esperanzas de
encontrarlo, pero sí lo encontré. Sonreí con los ojos llenos de lágrimas y
abracé mi skate, era lo único que conservaba de mi antigua vida, me monté en
él y volé al acantilado de la costa, a diez kilómetros de la que fue mi casa, y
cuando llegué después de cruzarme en el camino a cuanto vehículo veía con la
esperanza de ser atropellada, me acerqué al borde del acantilado para medir la
altura y calcular las dulces posibilidades de morir. Oía el mar, la brisa, las olas,
no había nadie, estaba atardeciendo, el sol se ocultaba en el horizonte y me
senté a verlo en el borde del acantilado, con la idea de saltar cuando el sol se
hubiera escondido totalmente.
Cuando ya estaba por acabar de oscurecer sentí a alguien cerca hablando
por teléfono con un parloteo insoportable, era una chica con una minifalda y
tacones, demasiado delgada y alta, seguramente una modelo, llevaba colgado
en el brazo un bolso que era tan grande que fácilmente podría quebrar su
escuálido brazo.
- Pero ¿Por qué me preocuparía yo por eso? Necesito otro auto, el que
tengo es del año pasado y da vergüenza, el dinero para mi papi no es
problema, así que no importa… si, si… bueno no tengo nada que hacer así que
creo que iré de shopping, a comprarme un par de zapatos, o dos, no lo sé, los
que quiera… obvio, mi vuelo sale la otra semana…primera clase, por
supuesto… ¿mi bolso? Cuatro mil dólares, querida… recién lo compré ayer y
creo que hoy compraré otro – la chica hablaba y hablaba por el celular y
estaba tan ensimismada alardeando de su fortuna que me dio tiempo de pensar
bien lo que iba a hacer, de calcular cada paso y cada detalle, de ver si no había
nadie alrededor hasta que lo decidí. Ella se había sentado en una banca del
mirador dando la espalda al acantilado, sin ver que yo estaba sentada en el
borde; el mirador recorría todo un circuito de playas desde arriba del
acantilado y esa tarde no había nadie. La pobre estúpida dejó su lindo bolso de
cuatro mil dólares a un lado de la banca donde estaba sentada y siguió su
irritante conversación sin imaginar que me estaba dando la respuesta a lo que
me estuve preguntando.
Me levanté en silencio y tomé el skate en mis manos, lo sostuve con un
brazo y me acerqué acechando sin el menor ruido. Tomé el bolso y ella no se
dio cuenta hasta que estuve a veinte metros de distancia volando sobre el skate
con el bolso de diseñador en la mano y se levantó de un salto gritando con su
maldita voz chillona -¡Mi bolso!– a lo que respondí divertida -¡Hoy comprarás
otro!– y desaparecí. No tuve ningún remordimiento por ella porque como dijo
el dinero no era problema, y tenía razón. Cuando estuve ya segura y lejos de
su alcance abrí el bolso y encontré un Ipad, un estuche de maquillaje que en
total equivalía a la mitad del precio del mismo bolso, las llaves del auto y una
billetera de la misma marca del bolso con cien dólares en efectivo y diez mil
en cheques que fui a cobrar de inmediato antes de que la calabacita los
cancelara, no sin antes ir a comprarme ropa decente con los cien dólares en
efectivo y alquilar un baño con ducha para bañarme y estrenar mi ropa nueva.
Me maquillé un poco con lo que había en el estuche de la modelito y
cuando estuve lista recordé que necesitaría una identificación. Tuve que
mandarme a hacer una en la misma calle de delincuentes en donde vendí el
bolso y lo que había en él después de cobrar los cheques. Demoró tres horas,
pero parecía genuina: Claire Smith, diecinueve años porque no podía aparentar
más, tenía catorce y un mes.
Pasé los siguientes años de mi vida viajando de un lado a otro, robando y
estafando a gente adinerada y soberbia como esa primera chica, jamás a gente
pobre para no sentirme como una rata, mi apariencia me ayudaba a colarme en
lugares de lujo, discotecas, cines, teatros, restaurantes y hasta hoteles, y lo que
más me divertía era conquistar hombres y robarles el corazón y la billetera en
un solo instante. Era una catarsis por lo mucho que otros hombres me habían
robado a mí, y eso que jamás tuve que entregarme a ninguno ni matarlo.
No tenía nada que perder, no quería a nadie, sólo tenía mi skate, mi
ingenio, mi dinero y mi libertad, y era todo cuanto necesitaba. Sin embargo,
había días en que me quedaba pensando en mi profunda soledad, y
preguntándome qué propósito podía tener mi vida. Como aquel día en que
cumplí veinte años y volví a mi ciudad de origen en busca de algo sin saber
qué. Caminé por el acantilado en donde años atrás estuve a punto de acabar
con mi vida, y mientras evocaba los recuerdos de lo que sucedió ese día vi
que, bajo el acantilado, en la carretera de la playa, había un animal tirado y
ensangrentado moviéndose. Bajé corriendo por una peligrosa escalera de
piedra para auxiliar a ese pobre animalito, cualquier ser indefenso que
necesitara ayuda podía hacer que mi corazón estalle por ir en su auxilio desde
que me pasó lo que me pasó. Era una perra con una herida en el costado,
parecía que la hubieran atropellado, el pobre animal chillaba de dolor. Tuve el
impulso de aplicarle la eutanasia, la verdad, no parecía que pudiera salvarse y
yo no sabía de qué otro modo ayudarla, pero su mirada fue tan suplicante que
no pude, si yo sobreviví ¿Por qué ella no iba a poder hacerlo?¿Y por qué no
iba a ayudarla a lograrlo? No había nada qué pensar, debía ayudarla
inmediatamente a sobrevivir. Cubrí a la perra con mi chaqueta y la subí al
skate para llevarla cuesta arriba por la carretera del acantilado y buscar un taxi.
Le pedí al conductor que me llevara a un lugar cercano en donde pudieran
ayudarme.
Me llevó, entonces, a un refugio de animales abandonados en donde, según
me dijo, cuidaban perritos y gatitos rescatados en situaciones realmente
extremas, y luego los daban en adopción a familias responsables.
Entré al refugio arrastrando a la perrita en el skate intentando no lastimarla
y pedí ayuda, de inmediato la chica de la recepción llamó a un doctor que
estaba adentro y la metieron a una habitación en donde le curaron la herida.
Tardaron cerca de un par de horas, pero cuando salieron me dijeron que la
perrita estaba a salvo y me preguntaron si me la iba a quedar. Conversé con
ella un momento y acabé contándole que no tenía una casa en donde recibir a
esa pobre perrita –Soy tan huérfana como ese animalito, no tengo donde
recibirla ni tiempo para hacerme cargo de ella– la chica me miró totalmente
desconcertada, pero trató de disimular su sorpresa contándome que ella
también lo era. Abrió un libro de registros y me preguntó mi nombre
-Claire… mi nombre es Claire Smith
-Es un placer, Claire, mi nombre es Catalina Brown, soy voluntaria en este
refugio desde hace un año y soy la encargada de los registros de los animalitos
que entran y salen de aquí.
-¿Brown?¿Marrón? Ice o Gold te quedaría mejor, tienes apariencia de reina
del hielo.
Catalina dejó escapar una carcajada, realmente parecía una reina de hielo,
su piel era blanca, su cabello dorado claro, casi platinado, sus ojos celestes, tan
bella que una al verla la odia y la ama al mismo tiempo, pero a los diez
minutos de conversar me hizo quererla más que a nada en el mundo, me
comprendía, y me inspiraba una absoluta confianza sin saber por qué.
Esa tarde conversamos por horas, hacía años que no tenía una verdadera
conversación con alguien, y Catalina no sólo me escuchaba, sino también me
comprendía. Me invitó a unirme al cuerpo de rescatistas voluntarios en ese
refugio, y a quedarme al menos unos días en su casa para estar cerca y ver el
progreso de Donut, la perrita que salvé.
Unos días se volvieron dos meses, así que para no incomodar en casa de
Catalina renté un apartamento amoblado, y detuve mi lucrativo negocio en ese
tiempo, sólo salí de la ciudad después de un mes, un fin de semana, y volví
recargada de billetes. En realidad no me hacían falta, tenía para vivir así o
mejor durante un año, pero siempre fui muy precavida con esas cosas, siempre
tenía el temor de que me robaran a mí en vez de hacerlo yo y todo lo que había
conseguido se fuera al diablo, por eso siempre conseguía más y enterraba todo
mi tesoro en una cripta con el nombre de mi mamá y el de mi hermana, porque
jamás encontré sus cuerpos pero les dediqué esa hermosa tumba y a cambio
ellas guardaban ahí mi dinero. Lo divertido era cuando quería guardar o sacar
más dinero, visitaba el cementerio por las noches vestida con una túnica negra
y una pequeña botella de sangre artificial, y asustaba a todo el que se me
cruzara en el camino para finalmente quedarme sola y poder abrir la tumba sin
ser vista.
El tiempo pasaba y Catalina y yo nos volvíamos más cercanas. Recuerdo
aquella tarde en su casa, después de un arduo día de trabajo, cuando ella me
contó la verdadera historia de su vida y me mostró las múltiples cicatrices que
tenía en el cuerpo. Me contó que Alex no era realmente su familia, pero que
gracias a él ella seguía viva, ella decía que él era su ángel guardián.
-Pero no entiendo Cat, el que te dice “Ángel” es él, ¿No debería ser al
revés?– pregunté, pero mi amiga se quedó callada mordiéndose los labios,
como si no supiera qué decir, entonces Alex me explicó –Yo no soy un ángel,
solo soy un soldado, pero ella es inmortal y tan bella como sólo un ángel
puede serlo.
-Discúlpalo– dijo Catalina –Ve muchas telenovelas
-Que hermoso que diga eso de ti, Cat, es muy… poético– le respondí. En
realidad iba a decir romántico pero le hubiera dado otro sentido a mi
comentario, un sentido bastante perverso, supuestamente eran padre e hija.
Alex era tan fuera de serie como ella, y a pesar de no ser familia de sangre,
el calor de hogar se sentía en ellos y en su casa, aunque eran una familia poco
convencional, y pese a todos los problemas que habían tenido, ellos se tenían
una confianza ciega y un amor incondicional. Esa misma noche fuimos al
patio trasero a buscar mi skate para ir al parque, Catalina quería que le enseñe
a patinar, pero cuando lo tuvo en sus manos vio que tenía escrito mi verdadero
nombre. Yo le había dicho que todo el dinero que tenía era heredado de mi
madre fallecida, y que también había ahorrado trabajando durante un buen
tiempo, así expliqué mi apartamento, mi súbita estadía en la ciudad, y el hecho
de que haya cubierto todos los gastos de la recuperación de Donut, pero
cuando ella vio mi skate con otro nombre pensó que era robado, y no quería
que piense que era una ladrona, aunque en realidad lo era –Claire… ¿esto de
verdad es tuyo?– entonces sentí no la resignación, sino el deseo de contarle
toda la verdad sobre mi vida detalle a detalle, desde el abandono de mi padre
hasta cómo llegué al refugio con Donut, la perrita herida.
-No sé qué pienses de mí ahora – le dije después de relatarle la triste y
sórdida historia de mi vida -pero fue…ahh el único modo que encontré para
sobrevivir, Catalina…
-Mariangeline
-¿Qué?
-Kate, mi nombre es Mariangeline
No podía creerlo, ambas nos habíamos presentado con nombres falsos y
casi por los mismos motivos, entonces ella me contó también toda la verdad
sobre su vida. Era asombroso cómo siendo tan pequeña había podido volver a
la vida después de pasarle todo lo que pasó, y a partir del año siguiente iban a
experimentar con ella un método de regeneración de órganos mediante
impresión 3D para devolverle los órganos que perdió aquella vez, pues no
solamente le faltaban órganos, sino que jamás iba a poder concebir porque le
habían extirpado la matriz completa.
Ella me contó también que lo que más deseaba aparte de encontrar a su
verdadero papá, era vengarse uno a uno de todos los miembros de El Imperio
y su jefe de rostro dorada. Cuando me dijo eso un recuerdo se disparó en mi
mente, efectivamente los malditos que irrumpieron en mi hogar y destruyeron
mi vida también tenían el rostro plateado, y aunque no había nadie de rostro
dorado siempre hablaban por celular con un jefe, y ese mismo jefe fue a
visitarme muchas veces en la fábrica abandonada donde jugaban conmigo,
pero jamás lo había visto, sólo conocía su voz y su olor perfectamente.
-Este secreto no lo sabe nadie en absoluto, ni siquiera Alex, porque él me
ha enseñado a no desear vengarme, pero no es justo que nadie haga nada con
esos malditos, yo quiero acabar con esa plaga, El Imperio, y lo voy a hacer,
Kate, te lo juro.
Mariangeline cambió su tierno y alegre ánimo, estaba totalmente seria y se
sentía el odio y la seguridad en sus palabras, y la verdad, yo deseaba ayudarla.
Juré no delatarla, aunque mi vida dependiera de ello, y la abracé
-Sé que has vivido desconfiando de todo y de todos, yo también he vivido
así, pero te juro, Mariangeline, que tu secreto está a salvo conmigo. Después
de mi madre y mi hermana, eres la única amiga que he tenido en mi vida,
Ángel.
-Tú también lo eres, Kate, mi primera amiga después de la que murió a mi
lado ese día. Sólo tú y Alex saben mi verdadero nombre y mi verdadera
historia.
-En mi caso eso sólo lo sabes tú… ¿Qué amiga?- empecé a ponerme un
poco nerviosa, pues el lugar del ataque a Mariangeline me sonaba bastante
familiar, y tenía un triste y extraño presentimiento
-La niña que murió a mi lado… ella no debía morir, pero estaba ahí
conmigo y esos imbéciles la mataron también, y a nuestras profesoras…
-¿Cómo era?- No podía más, tomé de los hombros a Mariangeline, y
comencé a levantarle la voz, estaba cada vez más nerviosa
-¿Quién?- preguntó Mariangeline
-¡La niña!
-Pelirroja, pequeña, delgada…
-¿Era pecosa?
-Sí… ¿Cómo lo sabes?
-¿Recuerdas su nombre? - Mariangeline se puso nerviosa, pues llegó a su
mente el nombre de su amiga muerta y también cómo lo recordó
-Sí, sí…- titubeó ella
-¡¿Cómo se llamaba, Mariangeline?!¡Habla!
-¡Ivanna!- gritó, y sentí como si me dieran un golpe directo en el corazón
al escucharlo. No pude contener el llanto, y mientras lloraba, Mariangeline
siguió hablando, buscándome la mirada -Se llamaba Ivanna, y era una niña
muy valiente- dijo Mariangeline, con lágrimas en los ojos por recordar a su
amiga, y confundida, seguramente por verme llorando.
-¿Qué pasa, pelirroja?¿Por qué lloras?- me preguntó con voz triste
-Iv era… mi hermanita– respondí llorando como jamás lo había hecho,
pues en ese momento era más que seguro que mi hermana menor estaba
muerta, y era horrible saberlo porque Mariangeline, al no saber de quién se
trataba, me contó cada detalle que recordaba de ese día. Ángel me abrazó y
lloramos juntas por un largo rato, hasta que soltamos todo el dolor que ambas
sentíamos y que sólo se podía compartir con una amiga.
Esa noche prometimos que todos esos secretos no los compartiríamos con
nadie más, que moriríamos con eso. Ninguna de las dos deseaba volver a
mencionarlo para que nadie lo supiera. Le prometí por mi vida que siempre le
iba a ser leal y que a cambio sólo le pedía ser correspondida.
- Y así será, Kate, de mi boca no saldrá nada de esto, mucho menos que
hemos llorado: Alex no me ve soltar una lágrima desde que tengo seis años.
Ambas reímos y nos abrazamos, desde ese día nos volvimos como
hermanas, compartiendo todo y tratando se ser felices, a pesar del pasado y sin
imaginar el futuro.
A FLOR DE PIEL
RAÍCES
Evelyn y Abraham vivían juntos desde que ella lo encontró, trece años
atrás, deambulando como un pordiosero por la carretera, con los zapatos y la
ropa embarrados y rotos, sin camisa, sólo con un abrigo, golpeado, sangrando,
hablando incoherencias y sin recordar ni siquiera su propio nombre, lo que
jamás logró recordar y por eso lo llamó Abraham.
Aquella noche ella acababa de salir de su guardia en el hospital donde
trabajaba, era enfermera, y manejaba su auto rumbo a casa, donde vivía sola y
casi aislada, cuando de la nada se le atravesó en el camino un extraño y tuvo
que frenar en seco. El sujeto cayó delante del auto sin ser impactado, pero ella,
creyendo haberlo atropellado, bajó del carro y corrió a ayudarlo.
Esa noche marcó su vida para siempre. Desde que lo encontró, Evelyn no
pudo dejarlo solo, Abraham se quedó a vivir con ella y apenas pudo comenzó
a trabajar en el área administrativa del hospital, pese a su amnesia era un
hombre muy capaz y muy inteligente.
Evelyn trató de investigar la procedencia de su amigo pero jamás encontró
ningún documento, foto o algo por el estilo; en la policía tampoco ayudaron
demasiado, no había ninguna denuncia por desaparición y en ningún reporte
aparecía alguna imagen o descripción de alguien como Abraham, así que
decidió investigar ella misma ayudándose de los recuerdos que puedan surgirle
a su amigo.
Los años pasaron y ellos se hacían cada vez más unidos, al punto de
comenzar a enamorarse sin darse cuenta. Parecían una pareja de esposos, se
volvieron familia, pero eran incapaces de decirse la verdad.
Abraham no lograba recordar nada sobre su pasado, sólo en las noches
cuando lograba dormir profundamente soñaba una misma pesadilla: sangre,
gritos, miedo, lodo, agua, disparos. Pero luego se transportaba a un mismo
dulce sueño: risas, perfume, juegos, música, unos hermosos ojos color
turquesa, una larga y dorada cabellera, felicidad, y un nombre que escuchaba
una y otra vez en el sueño y en la pesadilla, pero que al despertar olvidaba por
completo. Todos esos bellos detalles, cuando abría los ojos, se borraban de sus
recuerdos. Sólo le quedaba la angustia de haber perdido algo muy importante.
Una tarde Evelyn y Abraham salieron de compras al super mercado y
cuando estaban haciendo fila en caja para pagar, ella recordó que faltaban un
par de cosas y fue por ellas, dejando en la fila a Abraham con el carrito de
compras.
Todo iba bien hasta que unas chicas llegaron a pagar en la caja contigua:
una pelirroja, una china y una rubia. Abraham, sin saber por qué, tuvo una
sensación de angustia y alegría al ver a la rubia, pero cuando ella lo vio a los
ojos quedó petrificada.
En un segundo Abraham tuvo un chispazo de recuerdos, la pesadilla y el
sueño al mismo tiempo y estando despierto, y sin pensarlo de sus labios salió
un nombre que nunca había dicho -Abigail- y ese nombre para ella fue como
un golpe directo al corazón aunque no lo había oído antes. Evelyn llegó e
interrumpió ese momento tenso haciendo que ambos vuelvan en sí.
-Mariangeline- preguntó la pelirroja a su amiga, que aún no se movía y
miraba atónita a Abraham -¿Todo bien?- Y él, al escuchar ese nombre sintió
que su corazón iba a estallar.
-¿Ése es tu nombre?
-¿Quién eres?- dijo Ángel casi sin respirar
-¿Quién eres tú?- le dijo Kate a ese extraño sujeto, preocupada.
-Por favor...¿Podemos hablar?- dijo Abraham, nervioso, sabiendo dentro de
sí que no debía dejarla ir, que esa niña era importante y tenía que hablar con
ella.
-¿Quién eres?- insistió Ángel asustada.
-¡No lo sé!¡Te juro por Dios que no sé quién soy pero creo que tú sí...!
-¿Dios?
-Por favor, te juro que no quiero hacerte daño, pero necesito que me
ayudes, yo siento que te he visto antes, pero más adulta y no entiendo por qué.
Perdí la memoria y si sabes algo, por insignificante que parezca, a mí me sirve
-¿Qué edad tienes?- preguntó ella mirándolo con angustia y desconfianza
-No lo sé- Mariangeline lo miraba a los ojos sin poder moverse, solamente
le hablaba con un hilo de voz, no podía reaccionar de otra forma. Sentía una
extraña fuerza en su interior, algo que le decía que ese hombre sin pasado, sin
historia, sin recuerdos, podía ser la respuesta a muchas de sus preguntas,
incluso podía ser esa persona que tanto buscaba, pero también podía ser una
trampa y al pensar eso pudo tomar una decisión y reaccionar
-No voy a hablar contigo aquí- le dijo acercándosele para que sólo él
pudiera escucharla -No sé quién demonios eres y no es mi problema que tú
tampoco lo sepas...- continuó susurrando mientras lo veía fijamente a los ojos,
temblando.
-por favor... tengo que volver a verte ¿De dónde me conoces?
-¡No te conozco!- exclamó Ángel levantando la voz, cansada de estar en
esa situación, una caja de supermercado no era el lugar más preciso para que
dos amnésicos hablen sobre su falta de memoria y sus olvidados pasados,
después de todo. Kate y Kuan Yin decidieron que era momento de actuar
cuando la vieron ya bastante agobiada -Mariangeline, vámonos- Kuan Yin la
tomó de la mano y la sacó directo al estacionamiento, a buscar el auto
mientras Kate terminaba de pagar las compras y hablaba con Evelyn.
-Si ella lo conoció antes de que perdiera la memoria, puede ayudarlo a
recuperar su vida
-Nosotros no los conocemos ¿Por qué tendríamos que creerles?
-Porque por lo visto ella tampoco recuerda muchas cosas. Soy enfermera
desde hace más de quince años y sé tratar a personas con traumas severos y
problemas de memoria y tu amiga los tiene, por favor, ya va más de una
década de haberlo encontrado y hasta ahora no ha podido recordar ni siquiera
su propio nombre. Parece que él la hubiera conocido y realmente necesito
averiguar si es cierto, debemos intentarlo suplicó Evelyn. Kate sabía que eso
también podía ser conveniente para Mariangeline, que no era una idea del todo
loca y que ese hombre podía ser alguien importante
-¿Tienes algún número para comunicarnos?- preguntó la pelirroja
suspirando
-Sí, sí, sí, gracias, gracias- respondió Evelyn emocionada
Kate decidió consultarlo con Alex en casa, si esa mujer decía la verdad
podrían armar al fin el rompecabezas de la vida de Mariangeline. A ella no se
le quitaba de la cabeza que ese hombre podía ser familiar o amigo del padre de
Mariangeline, o en el mejor caso, podía ser el padre, pero ¿Qué pasaría si
Mariangeline por fin encuentra a su padre?¿Se iría con él y dejaría a la familia
que ahora tenía con ellas y Alex?¿Se olvidaría de la venganza contra Magno y
su maldito Imperio de terror?¿Sería tan fuerte su miedo a decepcionar a su
padre como el miedo a decepcionar a Alex, que dejaría todos los planes que
tenía con ellas para comenzar una vida sin venganza y dejando vivos a todos
los que faltaban? Kate tenía miedo de que hallar lo que tanto había buscado
Mariangeline haga que olvide el objetivo por el que entrenaban
incansablemente desde hacía tres años.
-Ella tendrá que decidir, Kate, pero no podemos impedir que encuentre a su
verdadera familia- Le dijo Kuan Yin cuando se lo comentó, ya en casa y
estando Mariangeline dormida con calmantes.
-Nosotras y Alex somos su familia, Kuan Yin- respondió Kate entre
sollozos reprimidos
-Pero ella tuvo un padre, y es posible que todavía esté vivo. Su única
ilusión en la vida desde que Alex la salvó es encontrar a ese padre que perdió,
eso es más grande que todas nuestras venganzas habidas y por haber, y no
podemos negárselo a ella, que nos ha dado tanto, por egoísmo, para que no se
vaya ¿Entiendes eso, Kate?
-¿Y si nos olvida?- Kate no pudo contener más el llanto
-No lo va a hacer, Skater, ella es nuestra hermana
-Pero olvidó su nombre, y si no se lo repitiéramos diariamente lo
olvidaría... perdió su historia, sus recuerdos, igual que nosotras... no quiero
perderla... y tampoco quiero dejar atrás la venganza porque esos malditos no
van a dejarnos en paz...
-Lo sé, pero nos venguemos o no de esos malnacidos, eso no nos devolverá
a nuestras familias, en cambio Ángel tiene la oportunidad de recuperar un
pedacito de la suya, no podemos negarle esa información ¿Entiendes? Su
padre y ella son víctimas igual que nosotras dos, merecen volver a estar juntos,
y será decisión de ella seguir o no con nuestra venganza
-¿Cómo puedes mantener la cordura después de todo lo que te ha pasado,
Kuan Yin?
-Ustedes son todo lo que tengo en el mundo, mi única familia, y lo único
que deseo es que algún día no muy lejano, todos podamos tener paz y ser
felices.
Kuan Yin y Kate se abrazaron por un largo rato y luego fueron a hablar con
Alex sobre lo sucedido en el supermercado, y él escuchó atentamente cada
detalle de lo que le contaron las chicas.
-Kuan Yin cree que es familiar de Ángel– le dijo Kate
-Pero su papá se llamaba Esteban- dijo Alex
-Pero este hombre no recuerda su verdadero nombre, Evelyn se lo debe
haber puesto...- Alegó Kuan Yin, pero Alex la interrumpió al escuchar ese
nombre
-¿Evelyn?
-Sí, así se llama la chica que lo encontró y lo salvó - explicó Kate
-Alex tenemos que contactarlos y averiguar la verdad - Kuan Yin quería
comparar el ADN de ese hombre con el de Ángel para saber si eran familia
directa e insistía en contactar a esa pareja para investigar, pero Alex tenía
muchos sentimientos encontrados. Se sentía feliz de que talvez hubiera
posibilidad de encontrar al padre de Mariangeline después de tantos años
buscándolo; sin embargo, eso conllevaría perderla, porque tendría que irse con
su padre, él mismo se lo prometió cuando la encontró y la salvó, y aunque era
egoísta, su primera reacción lo hacía dudar y le impedía pensar claramente,
había algo en su corazón que lo llenaba de angustia al pensar en Mariangeline
yéndose de su lado para siempre. Sentía que su corazón gritaba desesperado
“¡No quiero perderte, Ángel!" . La amaba tanto que realmente no podía
concebir su vida sin ella, pero si estaba en sus manos tendría que hacer lo que
decía Kuan Yin.
Alex mandó a Yin y Kate a dormir y se encerró en su habitación, pero no
pudo conciliar el sueño en toda la noche pensando qué hacer en esa situación,
también pensaba que podía tratarse de una trampa, y el nombre Evelyn le
sonaba demasiado conocido y estaba tratando de recordar de dónde cuando en
mitad de la madrugada sonó su celular inexplicablemente. Alex no lo contestó,
como era su costumbre si era un número desconocido, pero el teléfono siguió
sonando una y otra vez durante eternos minutos. Alex contestó, furioso porque
no respetaban sus horas de sueño, creyendo que lo llamaban del trabajo.
-¿Sí?
-¿Alex? - contestó una voz temblorosa de mujer
-¿Quién habla?
-Soy Shadie Brown
-¿Prima?
-Sí
-¿Qué sucede?¿Estás en el extranjero?¿Por qué llamas a esta hora?
-Discúlpame, primo, necesito ayuda y no sabía a quién llamar...
-¿Qué pasa?
-Necesito verte...
Shadie era hija de la hermana menor del padre de Alex, era su prima, y la
verdad, sólo la había visto en persona una vez, cuando estaba recién nacida,
pero siempre se comunicaba con ella y con su hermano, que era no sólo un
primo sino un gran amigo. Ellos vivían con sus padres al otro lado del país,
pero Shadie estaba llamando para contarle una gran desgracia a Alex y para
suplicarle ayuda.
-Shadie, en este mismo instante salgo al aeropuerto y tomo el primer vuelo
para allá. Por favor, quédate donde estás y llámame exactamente dentro de tres
horas para acordar dónde encontrarnos.
Alex se levantó de un salto y se cambió de ropa inmediatamente, tomó sus
documentos, su billetera, dinero en efectivo de la caja fuerte y salió en el auto
a toda velocidad.
Cuando llegó al aeropuerto compró el primer boleto que consiguió sin
importar el costo, y abordó el avión casi corriendo, desesperado por llegar
antes posible. Una vez en su asiento les envió un mensaje a las chicas para
explicarles lo que estaba pasando y diciendo que llegaría a casa ese mismo día
en la tarde y que no salgan de la casa para nada.
Alex fue el primer pasajero en bajar del avión y apenas lo hizo recibió otra
llamada de su angustiada prima. Ella ya estaba en el aeropuerto y deseaba irse
con él cuanto antes, estaba muerta de miedo. Alex la encontró dentro del
aeropuerto, tardó en reconocerla porque lucía demacrada y andrajosa, no tenía
ni una maleta, sólo cargaba una pequeña bolsa, la gente la miraba con
desconfianza, como si fuera una pordiosera o una ladrona, y los de seguridad
se le estaban acercando para echarla del aeropuerto justo cuando Alex la vio, y
él, al percatarse de lo que le iban a hacer, corrió y la abrazó llorando y
diciéndole que todo estaba bien. Shadie no quiso hablar en ese momento, sólo
le explicó que no tenía dinero ni documentos pero que debía irse
inmediatamente de ahí -Quiero irme de este maldito lugar, por favor, Alex– le
suplicó. Alex, que no tenía corazón para insistir en quedarse, viéndola tan
vulnerable y asustada, la llevó de inmediato a comprar los boletos de regreso.
Por ser un vuelo dentro del país, el hecho de que no tuviera documentos no
resultó un gran problema, Alex tuvo que recurrir al soborno con los guardias
del avión y las vendedoras de la aerolínea, pero resolvió el problema con
facilidad, y antes de tomar el avión le compró a Shadie una muda de ropa y un
par de zapatillas en las tiendas del mismo aeropuerto para que ya no vistiera
esos harapos que tenía puestos desde hacía dos días. Shadie lo abrazaba
llorando y temblando, pero no hablaba, las palabras no se le entendían o se le
cortaba la voz.
Tomaron el avión en silencio y cuando ya estuvieron en sus asientos Alex
trató de hacerle preguntas -Por favor, primo– dijo ella con un hilo de voz - es
mejor que todo esto te lo cuente en casa, es demasiado para hablarlo aquí y
ahora.
Apenas el avión despegó, Shadie se durmió apoyada en el hombro de Alex,
y él también intentó dormir un poco.
El vuelo llegó sin contratiempos y Alex llevó a Shadie a casa.
Llegaron en el auto a toda velocidad y Alex dejó a Shadie en la sala de
estar, esperando mientras él reunía a Kuan Yin, Kate y Mariangeline para
decirles a quién había llevado y cómo debían recibirla.
-Se va a quedar con nosotros así que, por favor, chicas, preparen un cuarto
para ella
-¿Qué ha pasado, Alex?- dijo Mariangeline mientras las demás iban a
arreglar todo
-Algo espantoso, Ángel, pero yo mismo no sé todo al detalle así que, por
favor no me preguntes. Ella tiene dos años más que tú pero es como si fuera
menor, no había sufrido tanto hasta ahora. Necesito que la cuiden como a una
de ustedes ¿Ok?
- No te preocupes- respondió la rubia
Alex salió de nuevo a la sala y se sentó frente a Shadie, que estaba
encogida en el sofá, llorando. Mariangeline se asomó a mirar sin dejarse ver y
vio a quien estaban esperando: una chica como de su edad, hermosa pero que
en ese momento tenía muy mal aspecto. Era de tes morena como Alex pero
lucía demacrada, tenía el cabello rizado y oscuro pero sujeto en un
improvisado moño y se veía opaco, los ojos almendrados y brillantes, llenos
de lágrimas, una silueta como de sirena, pero con heridas y moretones en todo
el cuerpo. Algo realmente malo debía haberle pasado. Alex la abrazó muy
fuerte y lloró con ella, pidiéndole que ahora sí le cuente con detalles.
- Nos atacaron, Alex... pensaron que era tu casa, confundieron a mi
hermano contigo, te buscaban a ti y a ella y los asesinaron...
Mariangeline estaba entrando a la sala con una taza de té relajante para
presentarse y ayudarla, pero al escuchar eso inevitablemente se paralizó y
soltó la taza que, al impacto, se hizo pedazos en el suelo.
-¿¡Qué!?- exclamó Ángel. Alex se levantó de un salto -Ángel, ella es mi
prima Shadie, Shadie, ella es Mariangeline- dijo él intentando calmar a su
prima y de hacerle gestos a Mariangeline para que controle su sorpresa, pero
ella, sin ninguna delicadeza, como era propio de su carácter, le pidió detalles a
Shadie acerca de lo que había pasado.
-Todo fue muy rápido- continuó -estábamos almorzando en el jardín, en la
terraza, celebrábamos el cumpleaños de mi hermano, todo iba muy bien. Entré
un momento a la cocina y ahí fue cuando pasó todo, si no hubiera entrado
también estaría muerta- Shadie empezó a llorar desconsolada, hablaba muy
nerviosa, temblaba, se sentía el temor en cada palabra que decía y en cada
movimiento que hacía -sigue hablando- insistió Mariangeline, pero Alex le
lanzó una mirada fulminante para que se calle y trató de calmar a su prima -
Tranquila, Shadie- dijo -Ya estás aquí, nosotros te vamos a ayudar y a
proteger, pero, por favor, necesito que nos cuentes todo, puedes hablar delante
de Ángel, ella me ayuda en las investigaciones sobre terrorismo- Mariangeline
entendió que debía tener más tacto para sacar información, por urgente que
sea, porque su desesperación no la ayudaba, y también le conmovió ver que a
alguien más le destruían la vida esos malditos y que ellos no pudieron hacer
nada para evitarlo. Se sintió avergonzada. Shadie, sin embargo, siguió
hablándoles a ambos sin incomodarse por la brusca forma de preguntar de
Ángel.
-Cuando estuve dentro de la cocina escuché frenar unas camionetas, varios
hombres se bajaron de ellas y sonaban sus pasos fuertes y el ruido de sus
armas listas para disparar. Mi mamá les gritó asustada "¿Quiénes son ustedes?
¿Qué hacen aquí?" pero ellos los tiraron al suelo y solamente preguntaron por
Alex Brown y Mariangeline, y mis padres no sabían la verdad, pensaban que
tuviste una hija con una italiana que murió después de dar a luz a la niña, y
pensaban que esa niña se llamaba Catalina, o sea creían la versión oficial, los
únicos que sabían la verdad éramos mi hermano y yo, pero a mí no me vieron
y él no quiso hablar, sabía que de todos modos los iban a matar. Mi mamá dijo
que no sabíamos quiénes eran, pero esos malnacidos tenían documentos de
nosotros, sabían que somos familia, y cuando vieron bien a mi hermano
comenzaron a hablarle como si él fueras tú, le preguntaban por ti,
Mariangeline, preguntaban dónde te había escondido
- ¿No les dijeron que él no era yo?- preguntó Alex, bañado en lágrimas
-No seas ingenuo, Alex- respondió secamente Mariangeline, recordando en
chispazos el día en que casi la matan -¿Cómo puedes explicarle algo a unos
asesinos que te están apuntando con metralletas listos para desaparecerte?
¿Crees que hay oportunidad de hablar?
-No quisieron escucharlos, Alex, iban a matar y solamente a matar, fueran
o no fueran ustedes, y a pesar de eso mamá sí lo intentó... ella abrazó a mi
hermano y les gritó a todos que él no era quien estaban buscando, que lo dejen
en paz, que él era un buen chico... mamá estaba muy alterada y puso nerviosos
a todos con sus gritos... uno de ellos le dio un tiro directo en la garganta y la
sangre salpicó por todos lados. Me mantuve oculta en la cocina, muerta de
miedo y de coraje, sin saber qué hacer, ni siquiera tenía mi teléfono para pedir
ayuda, lo había dejado en la mesa de la terraza... Mi hermano aún estaba entre
los brazos del cadáver ensangrentado de mamá, la sujetó llorando y gritando
pero mi papá lo arrastró lejos del cuerpo y lo escudó detrás de él para
protegerlo, pero esos asquerosos le dispararon en la cabeza, riéndose, y los
pedazos del cráneo y el cerebro de papá se esparcieron en el césped... hasta
ahora y creo que hasta el día de mi muerte voy a recordar el grito de mi
hermano en ese momento, y su imagen arrodillado en medio de los dos
cadáveres irreconocibles de mis padres, el jardín de sangre... ni en mis peores
pesadillas había visto algo tan horrible, Alex...- Shadie se ahogaba en su
propio llanto pese a sus grandes esfuerzos por seguir contándoles lo sucedido,
Mariangeline lloraba de rabia y angustia por Shadie, porque ella recordaba a la
perfección y no tenía esa ventaja (o desventaja) de bloquear los recuerdos, y la
abrazó para tratar de calmarla, arrepentida de haberla tratado tan crudamente
al principio. Apenas tres días antes ella era feliz con su familia y de la nada
estaba ahí, en casa de un primo al que nunca había visto en persona y que
ahora era su única familia, contándole cómo había visto morir a sus padres y a
su hermano de las maneras más sangrientas y sin poder hacer absolutamente
nada. Todo era muy reciente y demasiado difícil de soportar sin volverse loca,
Mariangeline sabía cuánto iba a necesitarlos esa pobre chica.
Shadie respiró profundo y siguió hablando:
-Mi hermano ni siquiera volteó a mirar la casa para no delatarme, pero hizo
al aire nuestro saludo de hermanos para despedirse de mí, sabía que no iba a
salir vivo de ahí. Los asesinos seguían preguntándole por Mariangeline, aún
creían que eras tú, Alex... lo golpearon, le rompieron los huesos, le cortaron la
cara, todos eran unos cobardes... llevaban pintura en la cara, sólo al que les
daba las órdenes le vi la mitad del rostro, no estaba tan pintado como los
demás, solo se cubría los ojos, como si usara un antifaz...
-¡¿De qué color eran sus rostros?!- preguntó Mariangeline, con el corazón
estallándole -plateado- respondió Shadie. Mariangeline supo que
definitivamente eran los mismos, y supo con toda seguridad que Shadie iba a
ser una de ellas - Él les pedía piedad, les rogaba que lo maten de una vez sin
torturarlo pero el maldito que daba las órdenes se reía. Recuerdo
perfectamente su rostro, era calvo, alto, blanco, de facciones duras, fornido, su
mirada era monstruosa, recuerdo su macabra risa mientras mi hermano
lloraba... pero él hablaba de un jefe, y decía que él la iba a encontrar...
"Cuando el jefe la encuentre ella va a desear haberse muerto aquella vez y tú
ya no puedes hacer nada por ella" fue lo último que le dijo antes de dispararle
en el pecho. Yo no podía moverme, estaba tirada en el suelo abrazando mis
rodillas, queriendo despertar de esa pesadilla y hasta ahora no despierto...
Cuando mi hermano ya estaba muerto ese monstruo les dio la orden de
registrar la casa. Nosotros vivíamos alejados, frente a un bosque, entre nuestra
casa y el bosque estaba la carretera por donde ellos llegaron, y detrás de
nuestra casa había más bosque y una laguna, así que cuando los vi a punto de
entrar a la casa salí por la puerta de atrás y corrí a la laguna, me metí al agua y
nadé por el fondo hasta la otra orilla, me escondí entre los árboles, ya estaba
atardeciendo y las sombras del bosque me ayudaron a ocultarme. Vi de lejos
cómo incendiaron mi casa, pasé esa noche en un árbol, muriéndome de miedo
y de frío, no quise ni siquiera encender una fogata por miedo a que alguien me
encuentre. Nadie llegó a ayudarnos hasta que pasó un auto y vio el incendio y
al rato llegaron los bomberos, pero para entonces ya era de noche y supongo
que esos malditos ya se habían ido, yo seguía observando todo desde el otro
lado de la laguna... a la mañana siguiente no sabía qué hacer y caminé hasta el
poblado más cercano para ver el modo de venir hasta aquí... Mi hermano,
Alex... mis padres...
-Tranquila, Shadie, tranquila...- Alex la abrazó de nuevo
-Nuestro verde jardín se tiñó de rojo para siempre, igual que mi mente que
ahora sólo tiene sangre, miedo y odio... no sabes cómo quisiera matar a esos...
-No digas eso, Shadie- dijo Mariangeline -jamás digas esas cosas, tú no vas
a ser como ellos nunca ¿Entiendes?
-No me importa nada, esos malditos me arrebataron todo, me quedé sola...
-Tú no estás sola, cariño, y nunca lo estarás- contestó Ángel
-Gracias, Mariangeline. Alex tenía razón sobre ti, eres un ángel en toda la
extensión de la palabra
-No, Shadie, sólo soy alguien que también perdió todo lo que tenía por
culpa de esos desgraciados, pero aún así tengo una familia con Alex y las
chicas, él es el verdadero ángel, y cuando las conozcas las querrás como si
fueran tus hermanas, y espero que a mí también. No sabes cuánto te agradezco
que no nos hayas delatado, a ti y a tu hermano, que sé muy bien que debe estar
en el cielo.
- Mi hermano siempre decía que te debía la vida, Alex, pero nunca me dijo
el por qué
- Es una historia muy larga y tediosa, Shadie, pero ahora es mejor que
descanses ¿Si? Sólo quiero que tengas presente que nosotros también somos tu
familia, y que, como dice Ángel, nosotros vamos a cuidarte y tendrás nuevas
hermanas.
Mariangeline acompañó a Shadie a su habitación y le presentó a las chicas,
que la recibieron con abrazos y flores, felices de tener una nueva hermana.
Una semana después, Alex recibió la orden para una misión en una ciudad
al este, pero como aún estaban creando la nueva identidad de Shadie (como lo
hizo con Mariangeline, Kate y Kuan Yin), no podía sacarla de la ciudad, así
que las chicas decidieron quedarse en casa durante esa misión, prometiendo
que estarían bien, y Alex, aceptó pese a estar un poco preocupado.
Como Shadie insistía en su idea de hacer justicia contra los malditos que
mataron a su familia, Mariangeline le empezó a dar ideas y a probarla.
-Cómo quisiera poder matarlo del mismo modo en que mató a mi hermano,
Mariangeline, torturarlo y reírme en su cara mientras me suplica, mientras
llora lágrimas de sangre...
-Eso lo dices porque estás muy herida, prima, pero ponte en la situación de
que lo encuentras y tienes la oportunidad de, no sólo matarlo, sino también
torturarlo, de abrirle la garganta y volarle en pedazos la cabeza, ¿Tú podrías
vivir ese horror una vez más?
-Ya lo viví viendo morir a mi familia, a los seres que más he amado en mi
vida, ¿Crees que me daría asco o lástima ver a los culpables de eso sufriendo
lo que realmente merecen?
-¿Y no te daría miedo o vergüenza parecerte a esos malditos?
-No sería como ellos. Esos infelices mataron a mi familia sin motivo, no
les habíamos hecho absolutamente nada, destruyeron mi vida, quemaron mi
hogar, masacraron a mis padres y a mi único hermano, si los mato les estaría
haciendo justicia a ellos y a las otras familias que deben haber destruido, le
haría un favor al mundo porque nadie asegura que metiéndolos a la cárcel
tendrán su merecido, o que no escaparán, en cambio de la muerte no se puede
escapar...
-Al menos que seas una de nosotras- dijo sonriendo Mariangeline, y en ese
momento entraron Kuan Yin y Kate a la habitación -Vamos a darte esa
oportunidad, cariño- dijo Kuan Yin -pero debes jurar por tu vida que el secreto
quedará y morirá con nosotras- dijo Kate. Shadie las miró asombrada y
preguntó de qué se trataba pero primero la hicieron jurar por su vida que
guardaría el secreto. Ella lo hizo, aunque ya imaginaba de qué podía tratarse.
Mariangeline le explicó detalladamente cuál era el objetivo y cómo era el
entrenamiento, le explicó cómo detectaban a las víctimas y cómo las
acorralaban. Shadie escuchó atentamente y aceptó de inmediato. Ese mismo
día comenzaron a entrenar y les pidió ayuda para investigar al maldito que dio
las órdenes de matar a su familia.
Mariangeline ya tenía investigados a cuatro miembros de El Imperio desde
hacía un mes, tenía sus ubicaciones y sólo hacía falta que el momento de
atacar llegue. Dos de ellos habían sido relativamente sencillos de encontrar,
además ambos nombres le sonaban a Kate, así que era muy probable que
también fueran sus violadores; el tercero fue el más difícil de ubicar sin que se
dé cuenta, Gecko, el que todo lo ve, el que se infiltraba en las redes y borraba
las listas de desaparecidos de los datos de la policía según lo que le dijo Skin a
Mariangeline antes de ser desollado vivo junto a su mujer en la procesadora de
pieles; y finalmente el cuarto era sin duda alguna, por la foto que Mariangeline
le mostró a Shadie, el que lideró el ataque a la casa de los tíos de Alex, el
principal responsable de la muerte de los padres y el hermano de Shadie. Los
dos posibles violadores de Kate, a pedido suyo, serían torturados y asesinados
por ella y fueron ubicados en burdeles clandestinos de esclavas sexuales.
Ambos burdeles eran distintos entre sí, uno era de lujo, en una zona aislada en
medio del bosque, en una gran casona de un solo nivel que se camuflaba entre
los árboles con paredes de espejo. Ahí llegaban para divertirse, por carretera
en autos blindados, todo tipo de jefes de mafias, empresarios privados y
algunos representantes corruptos del gobierno, pues ellos eran los que
realmente formaron El Imperio y le pagaban a Magno para que se hiciera
cargo de sembrar el terror y tener el país gobernado mediante el miedo; y
como un negocio recíproco Magno permitía a sus hombres formar otros
pequeños negocios con los que beneficiaba a esos “Grandes Señores” y
ganaba aún más dinero, por eso tenía tres procesadoras de pieles ilegales;
burdeles para públicos distintos con esclavas sexuales de todas las razas y
edades, “para todos los gustos”; vendía drogas y armas, e incluso traficaba
órganos. Todo negocio que fuera turbio, ilegal y terrible él lo manejaba a la
perfección y le generaba millones de dólares al día.
Kate decidió junto con las chicas que atacarían primero al más difícil,
porque si empezaban por el más sencillo los otros se alertarían y se cuidarían
el triple, todo se volvería más complicado y no podrían completar la misión.
El más difícil de alcanzar sería el Cazador, nombre que Kuan Yin conocía,
pues había sido dueño del burdel donde ella fue obligada a trabajar hasta que
Oliver se la llevó y ahora era quien manejaba el burdel de lujo en medio del
bosque, y sería el pez más gordo porque esa casa estaba demasiado
resguardada, había guardias entrenados para matar intrusos por todas partes y
el único modo de entrar era hacerse pasar por una de las chicas que
secuestraban y forzaban a trabajar ahí, es decir, tenían que trazar el plan
milimétricamente o podía resultar fatal. El siguiente en morir sería Gecko, que
se encontraba en un apartamento en la ciudad como el que tenía Oliver cuando
vivía con Kuan Yin, y aunque ya lo tenían perfectamente ubicado, estaba en
un lugar demasiado visible. El tercero en morir sería el Antifaz, el maldito que
dio la orden en el ataque a la casa de los Brown, y asesinó a la familia de
Shadie, el moriría en sus manos, ella misma lo torturaría y reiría en su cara
mientras él le suplicaba; y el último en morir sería el que conocían como
Látigo, el que mandaba en el burdel de mala muerte y que al parecer era
conocido con ese nombre porque azotaba todo el tiempo a las pobres chicas
que esclavizaba. Así era como, poco a poco, cada maldito iba llegando a ellas,
a su propia muerte, al más horrible infierno.
CAZADOR CAZADO
FOGATA DE ROSAS
Por esos días Mariangeline estaba muy molesta e irritable. Había un chico
que apenas le había comenzado a hablar a mediados del ciclo en la
universidad, y estando en exámenes finales se volvió muy insistente con ella y
la tenía harta, pese a lo cortante y cruel que era para rechazarlo. La llamaba y
le escribía al celular todo el tiempo, invitándola a salir a cualquier lugar que se
le ocurría, incluso cuando ella estaba con sus hermanas planeando sus
maquiavélicas venganzas, tenía que desactivar el sonido del celular o apagarlo
enojada, porque ya no servía para nada ponerle excusas al chico para que la
deje en paz.
-Nunca se rinde ¿No?- le dijo Kate a Ángel, irónica, viendo que apagó el
celular resoplando de fastidio –No, maldita sea, ya me está provocando volarle
la cabeza en pedazos– respondió Mariangeline, aburrida, tratando de continuar
con lo que estaban haciendo. Llevaban dos horas diseñando el plan para
capturar al Antifaz, el asesino de la familia de Shadie y ultimando los detalles
para la muerte de Gecko, pero como el chico no se daba por vencido y seguía
llamando a Ángel, no podían terminar. Kuan Yin y Shadie quisieron saber más
sobre el romántico acosador, puesto que una semana antes había mandado un
enorme ramo de cincuenta rosas a la puerta de la casa, y Mariangeline las
quemó en una fogata en el jardín y le envió una foto para que le quede claro
que ella no quería nada de eso.
-Pobre chico- se burlaba Kuan
-Deberías darle una oportunidad, en serio te pasaste de perra con la pira de
rosas, Ángel- agregó Kate, riéndose
-Y lo seré aún más si no me deja tranquila, en serio sueño con reventarle la
cabeza de un balazo, ya me tiene harta– dijo Mariangeline, ofuscada
-No, Tianshi, no, él no nos ha hecho tanto como para matarlo, simplemente
síguelo rechazando a tu estilo y en algún momento te hará un daño realmente
significativo y ahí si podremos matarlo…
-¡Kuan!- exclamó Shadie
-¿Qué?- sonrió Kuan Yin con picardía -o se hartará de tanto rechazo y te
dejará en paz, ten paciencia, cariño- continuó diciéndole a Ángel.
-Pobre diablo- dijo Kate entre risitas – mira que algo muy grave debe haber
hecho en otra vida para pagarlo en ésta enamorándose de ti
-Eso es verdad- afirmó Shadie -¿Cómo se llama el ingenuo?
-Alejandro
-Tiene nombre de conquistador- dijo Kuan, que le encantaba estudiar
historia universal
-¿Y? yo tengo nombre de ángel y soy un monstruo- dijo Ángel secamente
-Bueno, bueno, eso es cierto, pero…¿No tendrás una foto para ver cómo
es?
-Sí, ahora que lo mencionas, sí- Mariangeline les mostró una foto en su
celular -recuérdenlo bien y si lo ven cerca lo alejan o lo capturan para que me
conozca de verdad ¿Ok, chicas?
-Cálmate, Tianshi…- dijo Kuan
-¿¡Qué demonios significa “Tianshi”!? Me desespera que no me digan mi
nombre, Kuan
-ángel- dijo Kuan Yin cambiando su sonrisa por una expresión triste -
significa tu nombre en mi idioma– Mariangeline se sintió mal por haberle
levantado la voz a Kuan Yin, y recordó cuando le dijo que así como ella no
quería olvidar su nombre, Kuan no quería olvidar su idioma. Ángel buscó una
salida a ese momento tenso.
-Ah bueno, entonces sigue diciéndome así porque así aprendo chino y no
olvido mi nombre– dijo abrazándola mientras seguían diseñando el plan.
Llegó el día en que acabarían con Gecko, ya todo estaba calculado al
milímetro y se preparaban para salir cuando sonó el timbre de la nada. Las
chicas se pusieron algo nerviosas, estaban armadas hasta los dientes, listas
para ir a matar y llegaba alguien a casa a arruinarle los planes. Temían que
fuera Alex volviendo antes de tiempo.
-¡Maldita sea!- exclamó Ángel -Kate, revisa las cámaras. Kuan, esconde
todo en el sótano de mi habitación, Shadie, ayúdala, yo veré quién demonios
está afuera…
-Ángel, es… el chico de la foto– dijo Kate que revisó las cámaras de la
casa desde su celular
-¿Alejandro?
-Sí
-¿Alejandro está aquí?¡Dime que estás bromeando, Kate!
-No, Ángel, es él, está ahí afuera
-¡Maldita sea!¿¡Por qué a mí!? Ahora sí lo mato…- Mariangeline, fuera de
sí, casi sale con el arma en la mano a acribillar al chico en la puerta de su casa.
Shadie la tomó del brazo para retenerla
-¡Mariangeline!¿Qué rayos te pasa? No puedes matarlo en la puerta de
nuestra casa, tenemos cámaras en todas partes, y ese chico sólo está
terriblemente enamorado de ti
-Le he dicho casi en todos los idiomas que no voy a salir con él, Shad, así
que ¡Déjame ir a liquidarlo porque ya me tiene hasta el carajo!
-Mariangeline- dijo Kate -¡Reacciona! Date cuenta de la oportunidad que
tenemos
-¿De qué hablas ahora, Kate?
-Un testigo
-¿Qué?
-Por si sucede cualquier cosa fuera de los planes, tu acosador será testigo
de que nosotras hemos estado hoy en casa viendo películas todo el día, que tú
estás enferma y no puedes salir a ningún lado y que nosotras te estamos
cuidando, y así te deshaces de él y nosotras salimos por el escape subterráneo
que nunca podemos usar, y parecerá que durante la muerte de ese infeliz
estuvimos aquí en casita, y de ninguna manera podría sospecharse de
nosotras…
-¿Y qué propones?¿Que salga en pijama a decirle a ese idiota que estoy
enferma y que no puedo salir?- la cortó Mariangeline, dejando en claro que
para ella esa idea era una completa estupidez. Pero como todas las estupideces
que decía Kate acababan siendo grandes ideas, Mariangeline, a regañadientes,
se puso el pijama, se despeinó para luego sujetarse el cabello en una coleta
desordenada, se lavó la cara para borrarse el maquillaje y se pintó ojeras
manchándose y frotándose los ojos con un poco de delineador, y salió a abrir
la puerta del jardín, porque Alejandro seguía tocando el timbre, pero ni
siquiera lo dejó pasar al jardín, sólo se mantuvo de pie sujetando la puerta
entrecerrada para que él la viera nada más a ella y entendiera el mensaje.
-¿Qué haces aquí, Alejandro?- dijo sin disimular su fastidio
-Catalina…
-¿Qué pasa?¿No me creíste cuando te dije que no puedo salir?
-No, Cati…
-Catalina- lo corrigió ella secamente
-Catalina… no es eso, es que me preocupé porque no me contestabas el
celular
-Me llamas cada hora y me escribes cada diez o quince minutos, y estoy
descansando porque estoy enferma, no he atendido mi celular en varias horas
¿Crees que puedas entender eso?
-Sí, Cat… pero, ¿Y si me quedo a cuidarte?- Mariangeline soltó una risita
sarcástica, levantando las cejas, un gesto típico suyo.
-Para eso tengo hermanas, voy a pasar el día entero viendo películas con
ellas, mientras me cuidan ¿Ok?
-Pero… puedo estar con ustedes, no me molesta estar rodeado de chicas…
-¡No!- Mariangeline trató de cerrarle la puerta en la cara, pero Alejandro la
detuvo, insistiendo, y hubiera muerto baleado por ella si Kate no le hubiera
quitado el arma antes de dejarla salir a recibirlo, Ángel ya estaba harta del
acoso de ese chico
-¡Ya!¡Está bien!¡Está bien! Mira, hagamos un trato, y te dejo en paz
-Es simple ¡Déjame en paz!
-Dame una sola oportunidad
-Vete al infierno…- otra vez trató de cerrarle la puerta y él otra vez lo
impidió
-¡Catalina…!- exclamó, y ella le lanzó una mirada llena de furia y susurró
con odio -No me grites, imbécil.
-Perdóname…- dijo él, avergonzado -mira, salgamos una sola vez, a dónde
quieras , y si no logro hacer que te diviertas conmigo, o que dejes de odiarme,
te dejo en paz, ¿Te parece?
-Querido, mi odio es irreversible, como las licuadoras, cuando ya la
encendiste aunque sea por unos segundos, ya trituró todo y no puedes volverlo
a su estado anterior. Tú ya trituraste mi paciencia, la hiciste polvo, así que
desaparece, esfúmate de mi vida que no tengo tiempo para estupideces
-Por lo menos ahora sabes que existo y me odias, eso es un avance, pero si
tu odio es como una licuadora que nuestra relación sea un milkshake, yo le
sacaré lo dulce a tus desprecios, Catalina- bromeó Alejandro sosteniendo la
puerta para que la rubia no se la cierre en la cara, pero ese mal chiste, en lugar
de hacerle gracia, le dio una mezcla entre asco y lástima, como quien ve una
rata muerta.
-¡Qué cursi, maldita sea!¡Ya déjame en paz!¿Cuántas veces tengo que
decírtelo para que lo entiendas?
-Sólo lo haré bajo esa condición, vamos a donde tú quieras, y si no
funciona te prometo que te dejo tranquila
-Mira- dijo Mariangeline soltando la puerta y haciendo que Alejandro
pierda el equilibrio y caiga al suelo, pero sin importarle eso siguió hablándole
molesta -En primer lugar, tú a mí no me pones condiciones. En segundo lugar,
no sabes cómo maldigo la hora en que me viste por primera vez, y más aún
maldigo la hora en que te atreviste a hablarme, ¡Maldita la hora! Pero ya que
no tengo más opción para que me dejes en paz, esto es lo que haremos…
saldré contigo una sola vez, y yo no elegiré nada. Impresióname, y si lo logras
tendrás la oportunidad de que salgamos otra vez, pero ya basta de acosos, deja
de llamarme cada hora y escribirme tantos mensajes porque no tengo por qué
estar pendiente de ti si ni siquiera me importas- Ángel respiró profundo y
finalmente preguntó con más calma y sarcasmo -¿Entendiste, cariño?-
Alejandro la miró y sonrió aún algo confundido.
-¿Hablas en serio, Cati…? Perdón...¿Catalina?
-Tienes cuatro días, ahora vete de aquí y déjame descansar
-Gracias, Catalina, no te arrepentirás…
Mariangeline cerró la puerta de un golpe, furiosa por lo que acababa de
aceptar, pero lista para ir a matar a Gecko con sus hermanas, entró a la casa sin
disimular su enojo y sus hermanas la atacaron a preguntas entre risitas, pues
Ángel no había tenido nunca una cita y no demostraba interés en tenerla, pero
ellas si deseaban que saliera con un chico y les hizo gracia todo lo que hacía
ese loco enamorado.
-¿Quedaron en algo?- preguntó Shadie
-Maldigo la hora en que se cruzó en mi camino ese pobre imbécil.
Vámonos a matar al otro infeliz, que valga la pena lo que acabo de hacer.
-Pero cuéntanos, Tianshi- insistió Kuan Yin
-Voy a salir con él dentro de cuatro días, para que me deje en paz
¿Contentas?- respondió Ángel.
Las chicas no hicieron ningún otro comentario para no enojar aún más a
Ángel, que echaba chispas, y esperaron a que vuelva a vestirse, sujetarse el
cabello perfectamente y prepararse para la siguiente venganza.
A CIEGAS
Las chicas salieron por un escape subterráneo que Alex construyó para
casos de emergencias extremas, como incendios, asaltos o ataques terroristas;
salieron por ahí por si a Alejandro se le ocurría quedarse deambulando cerca
de la casa, así no las vería salir y estaría seguro de que las cuatro hermanas
estaban ahí.
Kate, Shadie, Kuan Yin y Ángel fueron a la dirección en donde habían
ubicado a Gecko, un apartamento lleno de computadoras desde donde ese
espía se infiltraba en las redes para borrar y encontrar datos según lo que le
ordenaba Magno. Por él era que no había listas de desaparecidos, y que la
policía tenía que cuidar muy bien la información que manejaba, él era quien
buscaba, encontraba y desaparecía a personas de los registros del gobierno, la
gente que el Imperio asesinaba no sólo dejaba de existir, sino también se
borraban todos sus datos y era como si jamás hubieran existido. Por eso
Mariangeline no encontraba nada sobre ella misma ni sobre su padre, ni Alex
sobre el suyo, ni las demás chicas sobre sus familias.
Las chicas acordaron que quien entraría primero al apartamento como
distracción sería Kuan Yin, pues Kate había logrado acceder a la computadora
personal de Gecko, y encontró varios archivos de pornografía que él iba
reservando para sus momentos de ocio.
-Las chicas que más le gusta ver son las asiáticas- dijo Kate, cuando aún
estaban en casa diseñando el plan, y las tres miraron a Kuan inmediatamente,
sonriendo con malicia, porque el plan iniciaba con una de ellas seduciendo a
Gecko.
-Ni siquiera lo piensen- dijo Kuan ese día cuando vio las caras de sus
hermanas –Yo no voy a hacerlo, ¡Olvídenlo!- Pero como todas las estúpidas
ideas de Kate acababan salvándoles el pellejo en las peores situaciones a
todas, Kuan Yin terminó aceptando.
Entraron al edificio donde vivía Gecko sin que nadie las vea, y Kuan se
acercó a tocarle la puerta al futuro muerto, mientras las demás se escondieron
y se prepararon.
-¿Quién es?- sonó una voz ronca cuando Kuan Yin tocó la puerta –Hola,
necesito ayuda, por favor, es urgente…- dijo Kuan, fingiendo estar en apuros.
El pobre diablo que abrió la puerta no era para nada lo que ellas esperaban ni
lo que solían ver cuando buscaban miembros del Imperio. La mayoría de
hombres que habían asesinado hasta el momento eran grandes, fornidos y con
expresiones malignas, pero en este caso se trataba de un tipo flaco, sin gracia,
de ojos oscuros y enormes, granos en la cara, realmente hacía honor a su
nombre, Gecko, porque tenía los ojos demasiado grandes y salidos y era
delgado y extraño como una de esas lagartijas. A leguas se notaba que era un
típico nerd, y cuando vio a la hermosa Kuan Yin, con su cabello castaño y
brillante, sus tiernos y dulces ojos rasgados, su piel de porcelana y sobre todo
su delgada y bella figura, quedó totalmente petrificado por largos y eternos
segundos.
-Necesito ayuda, por favor, hay alguien siguiéndome desde hace dos
cuadras y entré a este edificio para esconderme, pero ese tipo ya entró también
y necesito esconderme, por favor, por favor- dijo Kuan entrando poco a poco
al apartamento. Gecko no se lo impidió, la dejó pasar tratando de disimular su
estupor, pero ya pensando en cómo cobrarle el favor.
-Tranquila, tranquila- dijo él cerrando la puerta con llave -Ese sujeto no te
va a encontrar aquí, cálmate…
-Gracias, gracias por dejarme pasar, no sabes cuánto me estás ayudando
-De nada, hermosa… tranquila, siéntate- dijo Gecko mientras la miraba de
arriba hacia abajo, pensando -¿Cómo te llamas?- preguntó
-Mei
-¿Mei? Qué hermoso nombre, cariño, ¿Y qué significa?
-Encantadora- Kuan yin lo miró a los ojos, y Gecko no pudo evitar sentirse
completamente excitado -¿Y tú? - preguntó ella
-Me llamo Dante
-¿En serio?
-Sí ¿Por qué?
-Me encanta ese nombre- Kuan le sonrió
-¿Sí? - El pervertido sujeto ya no podía más con sus instintos, había estado
demasiado tiempo encerrado
-Sí - respondió ella mirándolo fijamente
-A mí me encantas tú… - Gecko se lanzó sobre Kuan, la besó
violentamente y la arrojó a la cama
-¿¡Qué haces!? - gritó Kuan Yin entre carcajadas
-No te atrevas a negarte porque será peor
-No pensaba hacerlo, pero espera un momento- dijo Kuan
correspondiéndole a los besos disimulando el asco que realmente sentía para
no echar a perder la situación. -Sólo dame un segundo ¿Si? Quiero ir al baño-
le pidió entre besos y caricias, mientras el pobre infeliz se volvía loco de
lujuria. Cuando Kuan Yin entró al baño abrió la ventana que había ahí
desactivando una alarma que tenía, como le había indicado Kate, y por ahí
entró Shadie, que había esperado trepada en la pared de afuera. Kuan se quitó
el abrigo y se acomodó la peluca que estaba utilizando, en realidad su cabello
era negro y corto, y la peluca era larga y castaña, pero era parte del disfraz.
Tenía un corset negro que resaltaba más su hermosa y sensual figura, y que
terminaría de idiotizar a su víctima.
Cuando Kuan Yin salió del baño las luces estaban apagadas y Dante la
esperaba tendido en la cama totalmente desnudo y ansioso –Prepárate, Dante,
para la experiencia más increíble de tu vida– dijo ella acercándose a la cama y
sentándose encima de él, aún vestida. Lo besó, aguantando las náuseas que ese
tipo le provocaba, como cuando era una esclava sexual y tenía que acostarse
con cualquier malnacido asqueroso que pagara por ella, pero esta vez sabiendo
que era sólo por un par de minutos más, y sin permitir que el infeliz logre
quitarle la ropa, ni mucho menos que se diera cuenta de que la habitación se
estaba llenando de sombras.
-Me sorprende que tu nombre sea Dante, cariño- dijo Kuan entre susurros y
besos
-¿Por qué?
-Porque juraría que te llamabas… Gecko– El pobre imbécil se detuvo
súbitamente y miró a Kuan Yin asustado –o al menos eso me dijeron–
continuó ella, y al ver su reacción confirmó que era quien estaban buscando.
Sin darle tiempo de reaccionar, Kuan Yin tomó del cuello a su víctima y
comenzó a asfixiarlo, mientras Shadie y Kate le sujetaban las manos para que
no pudiera defenderse, y Mariangeline encendió la luz.
Kuan dejó desmayado a Gecko pero no lo mató, las chicas lo ataron a la
cama y lo despertaron para interrogarlo. El pobre infeliz intentaba inútilmente
soltarse sacudiéndose frenético. Miraba a las chicas con los ojos brillantes, sin
saber qué pensar porque ellas le sonreían con malicia y podía tratarse de una
broma o una sorpresa erótica de parte de Magno, pero también podía tratarse
de una trampa, y era lo más probable, el peligro y la muerte se podían sentir en
el aire, no era normal esa sensación que tenía, una sensación de ser la presa en
una jaula de leonas.
- ¿Quiénes son ustedes? - preguntaba el asustado hombrecillo, sudando frío
al ver a esas diosas asesinas observándolo
- ¿No lo adivinas? - respondió Shadie, que había sido la primera en entrar
- Tú debes saber quiénes somos, querido, tú mejor que nadie - agregó Kuan
Yin
- Y también debes saber quiénes son nuestras familias, cuáles son nuestros
apellidos, debes saber muchísimo de nosotras porque tú eres el encargado de
terminar de desaparecernos ¿Verdad? - dijo Kate
- No sé de qué hablan... - contestó Gecko poniéndose aún más nervioso
- Por supuesto que lo sabes, maldito - dijo Ángel - y ahora mismo lo vas a
decir o ya no serás el que todo lo ve.
Mariangeline sacó la navaja suiza de su bolsillo y comenzó a frotar los
párpados de su víctima con la punta de la hoja.
- Empieza a hablar, lagartija, porque de ésta no te escapas y no tenemos
todo el día – dijo Kate, ansiosa
- ¿Qué quieren de mí?
- Queremos la información que eliminaste de las listas de desaparecidos de
hace trece años de ciertas ciudades, en ciertos distritos y con ciertos rasgos
físicos. - dijo Mariangeline, muy tranquila pero sin dejar de jugar con la
navaja en la cara de Gecko
- Tú, maldita lombriz, te escabulles en las bases de datos del gobierno y de
la policía y no permites que las personas puedan buscar a sus familias perdidas
– dijo Kate, cada vez más nerviosa.
Mariangeline comenzó a sonreír y con ella Kuan Yin y Shadie empezaron
a reír también. Esto era algo que solían hacer durante sus venganzas para jugar
con la mente de la víctima. Sabían que Gecko era un hombre muy débil, se
notaba, era un sedentario que no tenía vida fuera de su apartamento y ellas
podrían torturarlo física y mentalmente con muchísima facilidad, y él, muerto
de miedo, comenzó a cerrar los ojos como si estuviera desmayándose por la
confusión y el miedo.
- Gecko, Gecko – le dijo Ángel dándole cachetadas para que reaccione –
Despierta ¡Gecko! ¿Ves a mi amiga? - agregó la rubia señalando a Kate - ¿La
ves? - insistió
- Sí… si la veo… - respondió él, aturdido.
- ¿Cómo es ella? - preguntó Ángel con una voz tan suave que sonaba
amenazante, acariciando el rojo cabello de Kate
- pelirroja...
- Y ya sabes lo que dicen de las pelirrojas ¿Verdad? - Mariangeline le
sonrió a Kuan Yin para que ella le siga el juego
- Mi amiga tiene una historia muy interesante – dijo Kuan sonriéndole a
Shadie
- Ella perdió, como todas nosotras, a su familia, y su historia se torció por
culpa de tu jefe – dijo Shadie sonriéndole a Ángel
- Mírala bien, Gecko, mi amiga, la pelirroja…está muy loca ¿Sabes por
qué? - dijo Mariangeline, pero el asustado hombrecito no podía responder,
estaba paralizado por el miedo
- Porque le destrozaron el cuerpo y el alma cuando comenzaba a vivir –
agregó Kuan
- Porque vio, igual que yo, como mataban a su familia, sólo que siendo una
pequeña e indefensa niña. Si yo, que lo vi siendo adulta, no puedo vivir con
eso, ¿Te imaginas lo que debe haber sido para ella? - dijo Shadie
- Y tú te has encargado de borrar todo dato de esa familia, de las familias
de cada una de nosotras, maldito – sonrió Kuan Yin
- Por eso hemos venido a visitarte – Dijo Mariangeline mientras Kate
comenzaba a reír a carcajadas viendo a los ojos a Gecko con la mirada
desorbitada, como una auténtica loca.
- No es justo lo que nos ha pasado, éramos niñas inocentes que nada te
habíamos hecho, ni a ti ni al malnacido de tu jefe, y la más afectada por todo
eso ha sido la pobre pelirroja – dijo Kuan Yin
- ¿Y sabes qué es lo que más deseo desde que eso pasó? - dijo Kate entre
sus macabras risitas, pero Gecko temblaba y no podía articular palabras, sólo
la miraba fascinado y asustado al mismo tiempo.
- La pelirroja te ha hecho una pregunta – dijo Kuan Yin jalándole el
cabello al infeliz
- ¿Sabes qué es lo que sueño todas las noches desde que me pasó todo eso,
cariño?- preguntó de nuevo Kate, mirándolo con los ojos muy abiertos y su
maquiavélica sonrisa, haciendo que Gecko sintiera que estaba delante del
mismísimo demonio.
-¿Qué es lo que deseas?- dijo Gecko con la voz temblorosa, esperando,
como respuesta, una muerte salvaje y horrible en ese preciso instante.
-Encontrarlos…- dijo Kate empezando a llorar sin dejar de sonreír – y tú
los terminaste de desaparecer - Gecko no soportó la tensión y gritó que las
ayudaría, y les confesó en qué computadora y en qué archivo tenía los datos
que ellas buscaban.
-¡Les juro que sólo hacía mi trabajo!¡No era nada personal!... pero, por
favor, no me hagan daño- gritaba la asustada lagartija, como le decía Kate.
-sh,sh,sh...tranquilo, cariño- dijo Kuan Yin, retomando su rol de seductora
-no te haremos daño si tú nos ayudas, dinos en qué computadora tienes los
datos que necesitamos - Kuan le dijo los años y lugares exactos de donde
necesitaban las listas de desaparecidos, y también le pidió que las ayude a
buscar a Magno para hacerle una visita.
-¿Estás loca? Si te digo dónde encontrarlo y me dejas vivir será él quien
me mate, no puedo hacer eso...- respondió él, olvidándose, por un segundo, del
miedo que tenía. Kate comenzó a reír y a presionarle el cuello con una mano -
¿Le dijiste loca a Kuan Yin?- dijo la pelirroja entre risas -Tú realmente no
sabes quiénes somos ¿Verdad? ¿Ves a esta hermosa rubia?- Kate señaló a
Mariangeline con un gesto teatral mientras Gecko las miraba aterrado -¿Tú,
por casualidad, no recuerdas la noticia de La cama en llamas? o ¿Nunca
escuchaste la de la peletera ilegal?¿La parejita desollada?¿Te suenan esos
casos, cariño?- preguntaba Kate sonriendo con los ojos muy abiertos,
asustando cada vez más a su víctima. Gecko asintió temblando y luego
preguntó -¿Lo hicieron ustedes?- Y Kate, aún sonriendo negó con la cabeza y
miró a Mariangeline -Lo hizo ella sola- Gecko sentía que su corazón se iba a
detener por el miedo -Así que cuando le digas a una mujer que está loca,
piénsalo dos veces, cariño, porque tú no sabes lo que es la locura, aunque,
bueno...
-¿Y sabes quién está mil veces más loca que yo?- agregó Mariangeline
acercando su rostro al de Gecko, y él no pudo responder, su respiración se
agitó muchísimo, lloraba en silencio y moría de miedo. Las tres hermanas
miraron a Kate y ella seguía riendo como loca. Le pidieron a Gecko que les
contara todo lo que sabía sobre Magno y que les diera todos los códigos de las
computadoras para encontrar los datos que necesitaban.
-Los códigos los tengo yo– dijo –son mis huellas dactilares y mis ojos,
necesitan tenerme con vida. Kate dejó de reír súbitamente- ¿En serio?
¿Quieres vivir el resto de tus días con nosotras? ¿Cuáles son las huellas que
necesitamos? - preguntó Kate
-Todas
-¡Perfecto! ¿Algo más que necesitemos saber? Se nos acaba el tiempo...
-No… en la otra laptop tengo la ubicación de Magno y los movimientos
que hará, está rastreado con un GPS por si le sucede algo, llévense todo cuanto
necesiten.
-¡Qué lindo chico!- exclamó Kate -¿No es una ternurita?
-Hey– dijo Ángel -creo que ha hecho méritos suficientes y ya no tenemos
tiempo
-Bueno, de todos, hasta ahora, has sido el más inteligente, querido– dijo
Kate recibiendo la navaja de Mariangeline.
-Fue un placer, cariño, mis saludos a Satán.
La pelirroja le cortó el cuello a Gecko. Mariangeline y Shadie cortaron sus
dedos cuidadosamente, Kuan Yin se encargó de retirarle los globos oculares y
dejaron el cadáver en una bolsa herméticamente sellada dentro del closet. Se
llevaron todo lo que pudieron aparte de las laptops que el espía les había
dicho, destruyeron las cámaras de seguridad que había en el apartamento y
limpiaron todo cuanto pudiera relacionarlas con el asesinato.
Quitando del camino a Gecko, las chicas estaban dejando prácticamente
ciego al Imperio, pues Magno contaba solamente con él para borrar las listas
de desaparecidos y torcer el camino de la policía cada vez que estaban cerca
de encontrarlo. Las chicas decidieron no torturar al espía porque los gritos se
escucharían en los demás apartamentos, aunque el edificio daba la impresión
de estar casi vacío, y porque disponían de poco tiempo, además él les había
facilitado todo por miedo, en lugar de amenazarlas como los otros malditos
que habían asesinado, y sus crímenes no habían sido tan macabros como los de
los otros, él no había matado, se notaba que sólo era un pobre friki que
obedecía a Magno y vivía encerrado en ese apartamento, por eso se salvó de
una muerte muy al estilo de Kate, llena de sufrimiento.
Las chicas arreglaron todo para que el cadáver no fuera encontrado hasta el
mes siguiente, establecieron turnos para vigilar el edificio, querían que el
cuerpo sin dedos y sin ojos fuera encontrado por el mismísimo Magno cuando
hiciera su visita quincenal, como era su costumbre según las conversaciones
que había en la laptop personal de Gecko, y eso sería suficiente para que el
crimen no lo investigue la policía ni salga en las noticias, sino que lo trataría
de investigar Magno sin éxito, y en caso de que lograra saber algo, llegaría
hasta ellas por sus propios pies, y les ahorraría el trabajo de buscarlo para
matarlo.
El Imperio ahora trabajaría a ciegas y ya no iba a poder desaparecer
personas por completo como lo había hecho durante tantos años, pero aún
quedaban dos malditos por exterminar, y aún muchos más por encontrar.
EL PACTO
HIERRO Y FUEGO
ALAS QUEBRADAS
Alex confirmó que llegaría ese día y las chicas estaban emocionadas. Pese
a todo lo que pudieron hacer en su ausencia, lo extrañaron mucho y querían
tenerlo de vuelta en casa.
Mariangeline estaba muy nerviosa, quería que la casa estuviera perfecta y
tenía el temor de que Alex sospeche algo sobre lo que había pasado mientras
él no estaba, y también temía que el insufrible Alejandro apareciera de
sorpresa, como le encantaba hacer. Ella le había advertido desde hace algunos
días que Alex llegaría esa semana y que el día que eso suceda, sus hermanas y
ella estarían ocupadas y no podría verlo, pero como Alejandro era
desesperantemente romántico e impulsivo, era probable que se le ocurriera la
desatinada idea de aparecer justo cuando Alex estuviera para pedirle permiso
formalmente de salir con su hija, como él tanto se lo decía a Ángel.
Ella no estaba enamorada ni mínimamente ilusionada con César, tenía muy
claro que sólo saldría con él por su insistencia y para olvidarse del enfermizo
sentimiento que tenía por Alex, pero apenas dejara esas extrañas emociones
vería el modo de librarse de la plaga en la que se estaba convirtiendo su
pretendiente, y seguiría con su vida normal… o eso creía.
Alex llamó a casa y les dijo a las chicas que lo esperen ahí, que ya estaba
saliendo del aeropuerto y llegaría en más o menos una hora. Las chicas se
arreglaron y dejaron todo listo para darle una gran bienvenida a su ángel
guardián y cuando por fin sonó el timbre, Mariangeline salió corriendo a abrir
la puerta del muro del jardín. Cuando abrió y salió con una radiante sonrisa en
el rostro, vio a Alejandro, de quién se había olvidado esos quince segundos en
que creyó que Alex había llegado
-Pero...¡¿Qué demonios haces aquí?!
-Te extrañaba mucho…
-No seas idiota, nos hemos visto hace dos días
-Por eso, Catalina… me haces mucha falta y ya no puedo aguantar más-
Alejandro tomó el rostro de Ángel firmemente y se acercó para besarla, pero
ella giró ligeramente hacia un lado y evitó que el beso cayera en sus labios, o
hubiera desperdiciado su primer beso con alguien por quien no sentía nada. En
ese momento llegó Alex en un taxi y cuando vio a su ángel inocente en los
brazos de un desconocido, quedó estupefacto y una furia intensa comenzaba a
apoderarse de su corazón.
-¿Catalina?- dijo tratando de no levantar la voz y de no decir el verdadero
nombre de su supuesta hija -¿Qué es esto?
-¡Alex!- Ángel, aún incómoda, sonrió y corrió a abrazarlo, y él le
correspondió el abrazo, reconfortado, pero mirando con recelo al intruso, y
éste también lo miraba, dándose cuenta de algo realmente desafortunado e
inimaginable. Alejandro sintió desde ese momento que Alex era el verdadero
impedimento entre él y Catalina, pero de inmediato supo que no podía tratarlo
como un enemigo si realmente quería lograr algo con ella.
-Bienvenido, señor Brown, vine a visitar a su hija y a hablar con usted
sobre ella. Mi nombre es…
-Acabo de llegar y sólo quiero pasar tiempo con Catalina y sus hermanas.
Ella me contará lo que desee contarme y, otro día si tengo tiempo, hablaré
contigo, ahora bórrate de aquí, chico, antes de que te haga arrestar por
acosador– dijo Alex sin dejarlo decir nada más, y Mariangeline, sin separarse
de Alex, sólo miró a Alejandro con una ligera sonrisa y entró a casa sin decir
una palabra más. Alex saludó a las chicas abrazándolas contento pero un rato
después ordenó a Mariangeline acompañarlo a su sala de trabajo para
conversar sobre lo que había visto al llegar.
-¿Quién es ése, Mariangeline?
-Es el chico de la facultad que te comenté por teléfono, Alex
-¿Qué es?
-Un insoportable estudiante de veterinaria y zoología
-¿¡Qué es de ti, Ángel!?- Alex levantó la voz
-¿Cómo que de mí? - Mariangeline comenzaba a ponerse más tensa
-¿Es tu novio?
-¿Qué?¿Es en serio?- dijo ella furiosa
-¡Habla!
-¡No me grites!
Pocas veces a Alex y Ángel se les escuchaba discutir a gritos como lo
estaban haciendo, pero él estaba realmente desconcertado con la escena que
vio en la entrada de su casa. Era inevitable sentirse así, ella apenas hablaba
sobre Alejandro y todo lo que decía sobre él era que la perseguía casi tanto
como El Imperio y que estaba obsesionado con ella, y cuando por fin Alex
llega a la ciudad, después de escucharla quejarse por teléfono sobre el tema
durante dos semanas, la encuentra besándose con él. Alex no se había
percatado de cómo pasaron realmente las cosas, cuando llegó vio a César de
espaldas sujetando el rostro de Ángel a dos centímetros del suyo, no se dio
cuenta de cómo ella esquivó el beso, ni le dio tiempo a Mariangeline de
reaccionar como realmente iba a hacerlo. Salvó sin querer al acosador, de la
cachetada de su vida, y ella creyó que con lo que Alex le dijo, ya estaría
librada de ese obsesivo pretendiente. Cuando ella le contó que el chico
comenzaba a hostigarla Alex trató de investigarlo pero no encontraba nada
sobre él y hasta ese momento no le había dado demasiada importancia, pero
esto lo cambiaba todo, era más cercano a Mariangeline de lo que parecía,
representaba un mayor peligro.
-Alex- dijo Mariangeline viéndolo a los ojos mientras él pensaba en cómo
decirle sus sospechas, inquieto –Yo no permití que me bese, lo intentó y no
pudo, y justo ahí llegaste, no tenemos nada pero yo le gusto y no me deja en
paz, esa es toda la verdad, no diré nada más.
Alex la miró y la tomó de los hombros, sin saber qué decirle.
-Perdóname, Ángel, esto es muy difícil para mí, nunca te había imaginado
así con alguien porque...
-Te entiendo, tú me has visto crecer y has luchado conmigo en todo
momento....
-No es solo por eso...
-¿Entonces...?
Alex guardó silencio, temblando, soltó a Ángel y dejó de mirarla a los
ojos, empezó a evadirla, a alejarse para disimular su nerviosismo
-Alex, háblame- dijo Mariangeline, preocupada por verlo tan nervioso.
Alex la tomó del rostro con las dos manos y la acercó más, acariciándola con
muchísima ternura -Perdóname, Ángel- ninguno de los dos pudo ni quiso
evitarlo, Alex besó a Mariangeline como si fuera el primer y último beso que
recibiría en su vida, amándola con el alma, con el corazón, con todas sus
fuerzas, amándola como el ser celestial que era para él desde que la conoció,
amándola como lo más bello que le había podido pasar, aunque sabía que ese
amor era extraño y para muchos podría resultar inaceptable. Mariangeline lo
miraba con los ojos muy abiertos, sin una palabra, paralizada, no podía creer
lo que estaba pasando.
-¿Me besaste?- preguntó cuando pudo sacar voz
-Si... Ángel...- respondió Alex, temblando y temiendo decir algo que
pudiera empeorar todo, pues vio que la reacción de su protegida era muy
contradictoria.
-¿Me pediste perdón y me besaste?¿Por qué, Alex?
-No lo sé, porque pensé que...No sé, Mariangeline, pero ya no podía más
con esto, yo te amo...
-Y... ¿Qué tengo que decirte?
-No lo sé, lo que sientas, sé sincera, dime lo que quieras decirme...
-No sé...No sé qué quiero decirte, sólo sé que...no sé nada...
Mariangeline salió corriendo de la casa, confundida, y se fue al bosque a
pensar, era el único lugar en donde no podían molestarla, nadie sabía que
estaba ahí, nadie conocía ese lugar, podía estar en paz por un rato, podía llorar
tranquila sin que nadie la vea. Lloraba de rabia contra ella misma por no haber
reaccionado de forma madura a esa situación, lloraba de felicidad de saber que
lo que sentía por Alex era mutuo y no estaba loca, o al menos no ella sola,
lloraba de miedo porque no sabía lo que iba a pasar, lloraba de angustia al
pensar en lo que pasaría si Alex descubría sus venganzas y sus planes, lloraba
sin saber por qué tenía tantas ganas de llorar, sintiéndose estúpida, sintiéndose
basura, deseando saber qué hacer como siempre que tenía un problema, pero
con los sentimientos revolviéndole los pensamientos. Se subió al puente de
piedra que estaba en medio del bosque, su escondite, su refugio secreto, y
estaba ahí mirando correr el agua del riachuelo, viendo flotar las hojas del
otoño, cuando de pronto escuchó una voz conocida
-Princesa...- era Alejandro, que llegó inexplicablemente y estaba oculto
detrás de un árbol. Mariangeline se secó las lágrimas rápidamente y tratando
de disimular el llanto pero con la voz aún temblorosa le preguntó -¿Qué haces
aquí?- Alejandro salió de su escondite y se acercó al puente -¿Qué haces tú
aquí, cariño?- preguntó él, sonriendo. Mariangeline sentía algo muy raro, un
mal presentimiento, el aire estaba enrarecido y no se respiraba la misma paz
que había siempre, además Alejandro le estaba hablando como ella desde el
principio se lo había prohibido, pero la sensación de peligro la puso en alerta y
no quiso reprenderlo por hablarle así, como lo hacía normalmente -Yo
pregunté primero– insistió -¿Cómo llegaste hasta aquí?- pero César seguía
sonriendo y sólo respondió – Lo siento, princesa, te dije que confiaras en mí –
Mariangeline estaba a punto de sacar el arma para apuntarle, pero dudó un
momento -¿De qué hablas? Te lo advierto, Alejandro, no estoy jugando
¿Cómo has llegado hasta aquí?- Pero mientras él seguía sonriendo, una voz
que venía de los árboles se burló de Mariangeline
-Tranquila, niña inmortal- dijo -ése es el menor de tus problemas
Mariangeline vio salir de entre los árboles al ser que más repudiaba desde
que tenía uso de razón, al culpable de todas las desdichas de su vida, la plaga
contra la que había luchado casi a ciegas, y, mirándolo a los ojos y sacando el
arma lentamente, pronunció su nombre con la voz firme y llena de odio
-Magno
-Hola, preciosa y eterna Mariangeline, veo que me recuerdas, me halagas-
dijo con una maquiavélica sonrisa.
-Por supuesto que te recuerdo, infeliz, cada día de mi vida pienso en cómo
te voy a matar y pienso en si yo te iba a encontrar o tu llegarías a mí por tus
propios pies, y veo que fue lo segundo, vienes a mí a morir.
- No, querida, yo te encontré pero no para que me mates, al contrario,
quien va a morir hoy mismo es la hermosa niña rubia que debería estar muerta
hace más de trece años y que ahora es…¿Cómo es que te haces llamar,
preciosa?
-Soy Ozriel, el Ángel de la Muerte, Magno, y tú y tu mascota lo recordarán
más que nadie- Mariangeline en una milésima de segundo disparó a Alejandro
en la rodilla y éste cayó sobre el césped chillando como un cerdo, Magno se
asustó y le ordenó irse detrás de un árbol para cubrirse, Alejandro intentaba
arrastrarse hasta el árbol más cercano, pero estaba sangrando demasiado y el
dolor era insoportable. Mientras él intentaba alejarse, Magno sacó un arma
pero Ángel se escondió tras el muro del puente – ¿Ves lo que pasa cuando me
traicionas, cariño?- le dijo Ángel a Alejandro, riendo irónica – Mírate ahora,
herido y arrastrándote como lo que eres, una plaga, un asqueroso bicho, débil,
insignificante, es una lástima haber desperdiciado mi tiempo contigo, pero no
importa- Mariangeline se descubrió y le disparó en la cabeza tan rápido que
Magno no tuvo tiempo ni siquiera de arrojarse al suelo, la sangre salpicó todo
el césped y los pedazos del cráneo y el cerebro le cayeron a Magno en la ropa
y en la cara -¡Alejandro!¡Maldita seas, Mariangeline!¡Mil veces maldita!-
gritó, fuera de sí. Mariangeline seguía oculta en el puente y sin que Magno se
diera cuenta fue bajando, para ocultarse debajo del puente, entre las rocas, una
posición más favorable para ella. Magno se arrodilló un momento junto al
cadáver de Alejandro, viendo su cabeza hecha pedazos y todo el cuerpo
cubierto de sangre, y era de no creerlo, estaba sollozando aunque se esforzaba
por evitarlo. Mariangeline lo observó extrañada, jamás imaginó que un
desalmado como él tuviera la capacidad de llorar, pero Magno se secó las dos
únicas lágrimas que dejó escapar y se levantó amenazante
-Te juro que vas a morir lenta y dolorosamente, perra, vas a pagar muy
cara la muerte de Alejandro, ¿Quieres saber por qué?- Magno se acercó a la
subida del puente -¡Responde, maldita! - gritó creyendo que al subir
encontraría a Mariangeline, llevándose una sorpresa, pues ella ya no estaba
ahí.
-Maldita miedosa- dijo en voz alta -Sé que estás ahí- Magno buscó su
celular en el bolsillo de su pantalón mientras bajaba del puente de piedra -Ni
se te ocurra huir porque hoy tenemos una reunión importante, querida- el
infeliz llamó por su celular y cuando contestaron era una videollamada con
una mujer muy joven, que apenas le llevaría unos años a Mariangeline, y tenía
capturado a Alex -¿No quieres ver de nuevo a tu adorado protector, querida?
Hola, Alex, aquí está tu hermosa rubiecita, estamos jugando a las escondidas,
y ella va ganando- dijo Magno con sarcasmo. Mariangeline tenía aún el
auricular especial para la falta de audición y podía escuchar a la perfección lo
que decía Magno y la voz en el teléfono que le respondía, y para su desdicha
de verdad era Alex.
-Maldito- susurró Ángel -esto sólo aumentará tu deuda conmigo
Mariangeline se acercó al pie del puente mirando a Magno, con una jeringa
en la mano fijándola en su propio cuello -Tu guerra es conmigo, cobarde- le
dijo sin demostrar ni un resquicio de miedo -Suelta a Alex y enfréntame
porque no voy a huir de ti jamás, infeliz. No vas a perseguirme nunca más en
tu asquerosa y miserable vida.
-Por ese malnacido estás viva y he tenido que perseguirte durante tantos
años, ¿En serio crees que voy a dejarlo ir? Sólo viéndote muerta, solamente si
tengo tu frío y pálido cadáver en mis manos lo dejaré ir, Mariangeline, porque
tú mataste a mi hijo y así haría que tu adorado Alex viva sufriendo lo que yo
voy a sufrir por esto desde hoy.
-Alex es un ángel y tú eres un monstruo, no hay punto de comparación
entre tú y él, imbécil. Él me salvó de la muerte, me devolvió a la vida y me
procuró felicidad a pesar de que yo había perdido todo, ¿Tú que hiciste por tu
hijo? Enviarlo a enamorarme, lo que ni siquiera pudo hacer porque era tan
poco hombre como tú, mandarlo a tenderme una trampa, a mí que ni a los
cinco años te tuve miedo a pesar de que estabas a punto de matarme; lo único
seguro en la misión que le diste a tu hijo era la muerte, pero no la mía, sino la
de él, y ahí está con la cabeza reventada a tus pies. Eres tan buen padre como
inteligente, Magno, enviaste a tu hijo a una muerte segura y llegaste a mí sin
que tenga que buscarte.
-¡Cállate, maldita! y entrégate, o mandaré a que le abran el cuello a tu
amado protector
-Hazlo y yo misma daré fin a tu más cruel anhelo, infeliz- Mariangeline
estuvo a punto de punzarse el cuello con la aguja -El único ser en esta tierra
que me va a matar seré yo misma de ser necesario, pero tú…¡Jamás! Así que
suéltalo ahora mismo o en serio te quedarás sin cumplir tu gran sueño - Magno
la miró con los ojos muy abiertos, tratando en vano de disimular su
nerviosismo
-Hazlo, me ahorras una bala, querida- respondió intentando parecer
tranquilo, pero Mariangeline sabía que ese sádico anhelaba poder hacerla
derramar hasta la última gota de sangre, y sabía que amenazarlo con suicidarse
sería mucho más efectivo que amenazar con matarlo.
-Lo que más has deseado todos estos años es hacerme pedazos, Magno
¿Crees que no lo sé?- le decía para provocarlo, y Alex, que desde el teléfono
en las manos de Magno, escuchaba y veía todo lo que pasaba, se estaba
volviendo loco de angustia por un mal presentimiento al escuchar las duras
palabras de Mariangeline, y se debatía atado en una silla gritando lo más fuerte
que podía a su ángel para que detenga todo eso antes de que fuera tarde. No
podía ni quería creer que Mariangeline le había destrozado el cráneo al hijo de
Magno como lo insinuó, y tampoco quería ni podía ver como su linda e
inofensiva protegida, a quien unas horas antes le había confesado sus
verdaderos sentimientos y había visto llorar desconcertada por eso, estaba
amenazando al hombre más temido del país con suicidarse por hacerlo perder
el gusto de torturarla.
-¡Mariangeline, por favor!¡No juegues así con tu vida!¡Huye, por favor!- le
rogaba Alex a gritos y con los ojos llenos de lágrimas, pero Mariangeline
bloqueó sus sentimientos y se esforzó por no escucharlo
-Sólo teniendo mi cadáver en tus manos liberarás a Alex, y perderás
nuestra guerra ¿Verdad?- preguntó Ángel
-Sí, querida- respondió Magno, seguro que al escuchar a Alex,
Mariangeline no se atrevería a dar fin a su vida, porque sólo escucharlo
bastaba para saber que él no podría vivir sin ella, y sería demasiado cruel de
parte de ella suicidarse, provocándole un dolor tan grande al pobre Alex,
sabiendo cuánto lo amaba y admiraba.
-Escucha a Alex, pequeña- continuó Magno -él prefiere morir por ti a que
tú mueras por él, no sabe que si vives igual voy a matarlos a ambos y muy
lentamente, así que tú decides, o cumples tu promesa de matarme como tanto
lo has jurado y como tanto lo deseas, o salvas a este buen hombre y le pagas tu
vida con tu vida, porque después de todo... él te salvó primero ¿No? y así
también te ahorras el suplicio delicioso que pasó tu querida amiga Kate, en
presencia, por supuesto, de tu protector, porque eso es lo que realmente
quisiera hacer contigo, preciosa- Magno estaba demasiado seguro de que
Mariangeline, al recordar su promesa de venganza, lo que él le había hecho a
Kate y lo que podía hacerle a Alex, no se suicidaría por el deseo tan arraigado
que tenía de hacer justicia, estaba seguro de que la tenía totalmente acorralada
y no tenía pierde en esa guerra. Pasaron eternos segundos mirándose a los ojos
fijamente hasta que Mariangeline clavó la aguja en su cuello y presionó la
jeringa, inyectándose todo el contenido, acabando por fin con ese maldito
infierno y despidiéndose de la persona que más había amado en su vida -
Gracias por todo, Alex, yo también te amo- y después de caer como un
hermoso lirio, cerró los ojos y su cuerpo quedó tendido sobre el césped
mientras el sol se ponía.
-¡Nooo!- gritó Alex, sacudiéndose desesperadamente en la silla donde lo
tenían inmovilizado, viendo desde la pantalla cómo su adorado ángel daba su
último aliento y cerraba sus bellos ojos para no volver a abrirlos, y enloqueció
recordando en un segundo la primera vez que los vio abrirse, trece años atrás,
cuando ella volvió a la vida.
-¡Maldita sea!- exclamó Magno acercándose al cadáver de Mariangeline -
Maldita niña escurridiza, te atreviste a hacerlo...
-Jefe- lo interrumpió desde el celular la chica que tenía capturado a Alex -
¿Qué hacemos con él? ¿Lo liberamos?
-¿Cómo se te ocurre, Morgana? Espera que llegue y lo liberaré yo mismo,
junto con su bello angelito.
Magno esperó a dos de sus mejores hombres para que lo ayuden. Los
fornidos ayudantes echaron agua en todo el césped que estaba manchado de
sangre, haciendo que las huellas del delito de Mariangeline se las lleve el río
que tanto visitaba, por no dejar la sangre de Alejandro tirada por todos lados
arriesgándose a que la policía investigue, y levantaron los dos cadáveres. El de
Alejandro, que derramaba sangre por todas partes, lo metieron con cuidado en
una bolsa y lo guardaron en la maletera, y el de Mariangeline, que estaba aún
tibio y comenzaba a volverse más blanco que el papel, lo llevaron en uno de
los asientos, pues Magno creía que en cualquier momento podía despertar.
Llegaron a la guarida y Magno mandó a poner el cadáver de su hermosa
enemiga en una habitación donde las paredes eran de metal y sólo había una
mesa. Colocaron el pálido cuerpo sin vida sobre la mesa y a los pocos minutos
llevaron al golpeado y ensangrentado Alex para encerrarlo ahí por dos días,
pues Magno creía que Mariangeline iba a despertar y quería asegurarse de que
eso no pasara, pero no se atrevía a cortarle o romperle el cuello a un cadáver y
menos al de ella, que parecía tan sobrenatural.
Cuando arrojaron a Alex dentro de la habitación, el pobre estaba tan débil
y maltratado que cayó de rodillas delante del cuerpo sin vida de Mariangeline,
y cuando la vio sus ojos se inundaron de lágrimas, no podía creer lo que estaba
viendo.
-Ángel- dijo con un hilo de voz -¿Por qué lo hiciste?
Alex rompió en llanto abrazando el cadáver -¿Por qué no me escuchaste?
¿Por qué?¿Por qué? Tenías que obedecerme... salir de ahí...- Alex le hablaba
tomando su rostro con las dos manos, acariciando sus mejillas, sus rizos
dorados, abrazándola, pero ya era tarde, Mariangeline no lo escuchaba.
-Mariangeline...mi ángel...mi niña hermosa...- decía cuando calmaba su
llanto -perdóname...- y volvía a llorar. Alex estaba desconsolado, apenas había
logrado reunir el valor para contarle la verdad ese día, apenas le había dado un
beso, que realmente fue el primero y el último, y no podía creer que ya no
volvería a verla jamás.
-¿Por qué no me dejas degollar su cuerpo sin vida? Así muere dos veces y
ya no podrá despertar de ninguna manera- le decía Morgana, la secuaz que
estaba con Alex durante la videollamada, a Magno, su idolatrado jefe, al otro
lado de su enorme guarida, en la “sala de reuniones”- ¡Porque no!¡Maldita
sea!¿Entendiste?¡Porque yo digo que no y punto! - le respondió Magno
gritando con su voz monstruosa, y Morgana callaba y bajaba la cabeza.
Había muchas cosas que impedían a Magno sucumbir ante el deseo de
cortar el cuello de su enemiga muerta para asegurarse de que esta vez no
regrese a la vida. Ella al suicidarse no sólo salvaba a Alex, también ganaba
una guerra que había peleado toda su vida; evitaba que el ser que más la
amaba, la vea ser violada, torturada y asesinada de las maneras más crueles y
horribles; conseguía por fin la paz que en vida nunca disfrutó; le arrebataba el
gusto de verla soltar una sola lágrima. Mariangeline estaba muerta, pero se fue
como lo que era, el Ángel de la Muerte, una diosa de la venganza, un ser de
otro mundo; no se dejó vencer ni siquiera por sus propios miedos, y Magno,
un asesino que en vez de llorar a su propio hijo, estaba pensando solamente en
ella, reconoció que al ganarle así la guerra no podía hacerle nada al cadáver,
que ya nada sentiría, sino al hombre que ella amaba. Así que lo torturó no
físicamente, sino de forma psicológica, encerrándolo por dos días junto al
cadáver de su adorada niña para que sienta como se enfriaba hasta quedar
helado, para que vea como cambiaba de color y se volvía gris, para que vea
cada rubio cabello perder su brillo y su color, y para que él mismo se desee la
muerte, para que su corazón se haga pedazos y su espíritu se marchite, para
que sus alas queden totalmente quebradas, y no quiera cobrar venganza, para
que lo único que desee sea acabar con su propia vida, para que se vuelva loco
de dolor y Mariangeline, desde donde esté, vea sufrir a su ángel guardián por
su culpa, y para disfrutar del espectáculo de Alex llorándola como si fuera el
ser celestial e inofensivo que creía que era.
Dos días pasó Alex encerrado entre cuatro frías paredes de metal, sin
comida ni agua, abrazado al cadáver helado de su amado ángel, pidiéndole sin
tregua que despierte, llenando su dulce rostro de besos tiernos y lágrimas del
más profundo sufrimiento hasta que Magno estuvo seguro de que ella estaba
muerta y Alex completamente loco de dolor.
Cumplidos los dos días se abrió la puerta del sórdido cuarto y entraron los
mismos tipos fornidos que ayudaron a Magno a levantar los cadáveres de
Alejandro y de Ángel, y golpearon a Alex en la cabeza para aturdirlo. Lo
llevaron al auto de Magno encadenado y amordazado, y también llevaron el
cadáver de la rubia. Alex se desmayó y cuando despertó se encontraba en un
yate, era de madrugada, tenía el cuerpo de Mariangeline encadenado al suyo
espalda con espalda, y las cadenas los unían a dos enormes bloques de metal.
-Adiós, ángel guardián, ella se fue al infierno y tu irás al cielo por buenito,
así que igual me alegro de que te mueras, porque ni así la verás- dijo Magno,
que tenía una copa de champagne en la mano, y al levantarla para “brindar”
sus dos ayudantes lanzaron al agua a Alex encadenado al cadáver de
Mariangeline, y el peso los arrastró hacia el fondo.
El yate se alejó inmediatamente después de arrojarlos al agua. Magno los
había lanzado casi llegando a la desembocadura del río, antes del Gran Puente
que unía la carretera del bosque con la de la ciudad, y esa zona del río se
encontraba terriblemente contaminada, el fondo estaba lleno de basura y
desperdicios de todo tipo, el lugar perfecto para que un par de cadáveres se
atoren y no salgan a la superficie jamás. No contó con que Alex había sido
soldado, y no sólo un soldado, sino el mejor en supervivencia y escapes, y
antes de llegar al fondo logró zafar sus brazos de las cadenas. Alex empezaba
a desesperarse por salir, no había tomado aire suficiente antes de caer, le
quedaba poco tiempo y comenzó a mirar a su alrededor. Encontró un pedazo
de alambre de metal entre los desperdicios que utilizó inmediatamente para
abrir el candado de las cadenas y liberarse.
Alexander Brown salió a la superficie a respirar antes de morir ahogado,
pero al ver como el cuerpo de su hermoso ángel se hundía recordó la primera
vez que la vio, en una situación muy parecida, y no pudo evitar, como aquella
vez, sumergirse de nuevo y nadar lo más rápido posible hacia ella para
salvarla. Tomó en sus brazos el helado cuerpo de Ángel y se impulsó con lo
poco que le quedaba de fuerzas hacia la superficie -Tranquila, mi amor- decía
como si ella lo escuchara -Llegaremos a la orilla e iremos a casa- y así lo hizo,
pero cuando llegó a la orilla Mariangeline seguía muerta, no despertaba
milagrosamente como él aún lo esperaba, y el pobre ángel guardián se dejó
vencer en la orilla, se desmayó abrazado a su amada esperando la muerte para
reunirse con ella en donde quiera que esté, derramando una última lágrima
sobre su pálido y frío rostro. Pasadas unas horas Alex despertó y no encontró
el cadáver junto a él, se había esfumado, pero no pudo ir muy lejos en su
búsqueda antes de volver a desmayarse, sin poder asumir que el cadáver había
sido arrastrado por la corriente de vuelta al fondo. Alex volvió a caer rendido e
hirviendo en fiebre y no despertó en varias horas.
NO TE DEJES VENCER
Cuando Alex despertó no reconocía el lugar en donde estaba. Kate lo
encontró en una playa, rastreándolo con un anillo que nosotras le regalamos, y
que contenía un GPS para casos como este... pero este caso superó para mal
todas nuestras expectativas. Encontramos a Alex ardiendo en fiebre, casi sin
signos vitales, convulsionando y hasta pensamos que no llegaría al hospital.
Lo subimos al auto lo más rápido que pudimos entre Shadie, Kate y yo, y la
pelirroja hizo volar el auto hasta el hospital, ni siquiera una ambulancia
hubiera ido tan rápido, y cuando llegamos pedimos a gritos una camilla y lo
subieron de inmediato a emergencias. Logramos salvarlo pero temíamos lo
peor respecto a Ángel, porque no la encontramos en la playa junto a él. O
Magno aún la tenía o ... no queríamos pensarlo.
- ¿Por qué liberaría a Alex teniendo en sus manos a ambos? - decía Kate,
tratando de hacernos ver una realidad que nosotras no íbamos a poder aceptar -
Si ella estuviera viva ,Magno no hubiera dejado vivo a Alex, menos aún lo
hubiera liberado. tenemos que aceptarlo...
- ¿Aceptarlo? - la interrumpí yo. La sola idea era demasiado insoportable -
¿¡Aceptar qué?!¡Ella no puede estar muerta, Kate!¡Ella es inmortal!¡Deja de
decir estupideces y espera que Alex despierte y nos diga qué fue lo que pasó!
Nos dirá que ella está viva y que escapó a alguna parte... Mariangeline no
puede estar muerta, Mariangeline está viva...
Pasamos dieciocho horas esperando a que estabilicen a Alex, que estaba
pasando por un severo cuadro de neumonía y tenía el cuerpo lleno de golpes y
heridas, algunas infectadas por el agua contaminada en donde fue lanzado. No
podía hablar, el doctor nos prohibió que lo hiciéramos decir una sola palabra,
pero su mirada, las pocas veces que estaba despierto y podíamos verlo, lo
decía todo, nos decía que algo había muerto en él y nosotras en el fondo
sabíamos qué era, aunque no quisiéramos aceptarlo. Fue demasiado difícil
lograr que se recupere estando tan deprimido, pero las chicas y yo le rogamos
que luche, que lo peor ya había pasado, que lo amábamos y necesitábamos
más que a nadie en el mundo. Se quedó en el hospital por dos meses hasta que
su sistema respiratorio se recuperó, pero cuando pudo hablar nos confirmó lo
que tanto temíamos, y nos contó absolutamente todo lo que sucedió,
incluyendo el beso y las confesiones que tuvieron. Alex tenía el corazón
destrozado, y si luchó por sobrevivir fue porque no quería que murieras en
vano, Mariangeline.
¿Qué haremos ahora? La casa está tan gris, hemos perdido la guerra y aún
más que eso, te hemos perdido a ti, ¿Cómo vamos a ayudar a Alex a superar
esto si nosotras estamos hechas pedazos?¿Dónde está el cadáver? Ni siquiera
podremos darte el memorable funeral que merece una diosa como tú, maldita
sea, Mariangeline, maldita la hora. Ni siquiera pude cumplirte la promesa de
morir por ti, lo hubiera preferido. Ahora todo en nuestras vidas se ha llenado
de oscuridad. Shadie está cuidando a Alex como tú lo harías, Kate está
encerrada llorándote, sin fuerzas para nada más, y yo estoy aquí, deshecha, sin
saber qué hacer, cansada de llorar, agotada de tanto sufrimiento que nos da la
vida, pero feliz de que al fin podrás vivir tranquila en tu propio cielo. Estoy
feliz de que al fin gozarás de la paz que no tuviste nunca en este asqueroso
mundo. De que no verás los ataques de pánico que está sufriendo Alex. Que
no verás la terapia a la que debemos someterlo para que deje de sufrir tu
pérdida. No verás que no sabemos que mierda hacer con nuestras vidas y con
el plan, porque si nos vieras te enojarías muchísimo, Ángel. Estoy tan feliz de
que no veas lo derrotadas que estamos. No te juzgamos por haber hecho lo que
hiciste, fue lo mejor, tú jamás bajarías la cabeza. Derrotaste a ese maldito no
dejándote matar por él. Te fuiste como lo que eres, una diosa, el Ángel de la
Muerte, la invencible e imparable Ozriel… y no sabes la falta que nos haces
ahora…
-Ling – es shadie
-¿Qué haremos ahora?
- no lo sé, irnos tal vez…
-¿irnos? ¿Cómo que irnos?
-no lo sé, shadie…
- ¡¿A dónde?!
-¡¡No lo sé!! Shadie, no lo sé… ¡¡No sé qué demonios podemos hacer
ahora sin ella!! ¡no me preguntes a mí porque no sé…!
Shadie me abrazó, también lloraba, y tampoco sabía qué demonios hacer.
Las semanas pasaban, Kate iba y venía de la universidad como un zombie,
sin hablar, sin mirar a nadie, sin saber nada, entraba a la habitación de Alex
una hora al día, estuviera despierto o dormido, y lo observaba, pero se había
vuelto muda, su rostro había palidecido, su cabello se tornaba más oscuro.
Todas nos volvimos fantasmas de nosotras mismas, pero Alex y ella tuvieron
cambios demasiado radicales. Alexander despertaba siempre buscándote entre
sus brazos, llamándote, temblando, y cuando no te encontraba se sacudía
frenético y saltaba de la cama gritando tu nombre, tratando de salir corriendo a
buscarte, prometiéndote que te cuidaría siempre, fue el momento de retribuirle
todo lo que había hecho por nosotras, y lo cuidamos como si fuera el padre
que jamás tuvimos. Alexander Brown nos demostró que contrario a lo que la
vida nos hizo creer, los hombres buenos existen, él nos dio más que todos los
hombres en el mundo juntos, sin esperar absolutamente nada a cambio, y era
tan desesperante no poder hacer nada para que se sintiera mejor, pero perderte
ha sido la peor tragedia de su vida, te amaba tanto, Ángel, que pensamos que,
en cualquier momento, Alex podía hacer una verdadera locura.
MEMORIAS PERDIDAS
Como es la vida que a veces puedes morir antes de encontrar aquello que
has buscado toda la vida.
Fuimos al supermercado donde encontramos a esa pareja extraña, aquella
vez, ese hombre que te quedó mirando completamente desconcertado, y que
cuando buscamos ya no estaba. Saliste corriendo cuando lo viste y me contaste
que los pensamientos en tu cabeza iban demasiado rápido para poder
describirlos o enumerarlos, que eran como miles y miles de disparos, que así
sonaban y se movían, como disparos, y estallaban todos en sangre y gritos.
Todo se te confundía cuando más necesitabas estar lúcida, Ángel, pero eso no
impidió que encontremos algo valioso para ti.
La chica que estaba con ese hombre, me habló cuando me vio en el
supermercado con Shadie. Me tomó del hombro cuando estaba por la sección
de los lácteos y me dio este sorprendente saludo.
- ¿Dónde está Mariangeline? – yo la miré asustada, ¿Cómo era posible que
alguien más supiera tu nombre y peor aún, si estás muerta? Salí del
supermercado para buscar a Shadie, que me estaba esperando en el auto. La
chica me siguió hasta el estacionamiento tratando de detenerme, pidiéndome
que la espere, y me vio darle una señal a Shadows, sin entender qué estaba
haciendo y sin verla. Enseguida me escondí detrás de una camioneta,
movimiento que aprendí de ti, Mariangeline, y ella me perdió de vista en un
segundo, quedando todo en un silencio sepulcral. Avanzó poco a poco
mirando hacia todos lados, buscándome, y de la nada, cuando la tuve al
alcance, salté sobre ella como una fiera y la tumbé contra la pared presionando
su cuello con mi brazo. La chica me miró con destellos de miedo más puro en
sus ojos, y yo con la mirada llena de odio y coraje comencé a interrogarla
- ¿¡Quién eres!?
- Tranquila… por favor…
- ¿De dónde conoces el nombre Mariangeline?
- Por favor, escúchame
- Te escucho
- Yo conocí a Alex cuando salvó a Mariangeline en el pantano, le devolvió
la vida y la protegió con la suya, hace unos meses yo las vi a ustedes con ella,
pero se me perdieron de vista y no pude volverlas a encontrar, tengo algo
importante que decirle a Alex y a Mariangeline ¿Sabes dónde puedo
encontrarlos?
- Es la última vez que lo pregunto – le dije sin soltarle el cuello -¿¡Quién
eres!?
- Soy Evelyn, la enfermera de la pequeña Mariangeline cuando Alexander
Brown la llevó al hospital donde yo trabajaba después de encontrarla
hundiéndose en los pantanos con el cuerpo lleno de balas. Ella estuvo a mi
cargo, la cuidé por meses. Fue increíble ver cómo a pesar de lo frágil que se
veía, y a pesar de no tener ni siquiera sus recuerdos, esa pequeña niña se
aferraba a la vida con una fuerza sobrenatural ¿Cómo está ella? ¿Cómo está
Alex?
Esa mujer te conocía. Habló de ti con tanta seguridad y con tanto cariño
que no podía estar mintiendo, tú me enseñaste a tener olfato de perro para los
engaños y trampas, y ella no podía estar fingiendo. Mis lágrimas escaparon
inevitablemente. Shadie, como siempre, apareció de entre las sombras y se me
acercó sorprendida y preocupada. Solté a Evelyn, dejé de acorralarla y sólo le
sujeté los hombros, y bajé la cabeza para ocultar mi rostro lleno de dolor y
lágrimas.
- Ella ya… no está – le dije ahogándome en llanto. Shadie puso una mano
sobre mi hombro tratando de calmarme. Evelyn estaba desconcertada - ¿Ya no
está? ¿Cómo que ya no está? ¿Qué le pasó? ¿Cómo…?
Shadie se dio cuenta de que Evelyn estaba realmente turbada y sin saber
qué hacer – Oye … ¿Estás bien? - le preguntó
- Necesitaba encontrarla para poder contarle algo muy importante, pero no
sé que tanto sepan ustedes sobre ella … o si sea verdad porque es algo sobre
su…
- ¿Sobre su padre? – dije interrumpiendo a Evelyn, sintiendo que mis
latidos se hacían más fuertes
- Entonces sí lo saben …
- Debes ir a casa con nosotras
Kuan Yin y Shadie llevaron a Evelyn, con los ojos vendados por seguridad,
a la casa donde vivieron tantos momentos importantes con Mariangeline. Kate
estaba en su cuarto encerrada como todas las tardes, y Alex dormía bajo los
efectos de un calmante.
Kuan Yin buscó a Kate en su habitación y le contó lo ocurrido con Evelyn
- Está abajo, solamente Alex podría reconocerla, él nos habló de una
enfermera ¿Lo recuerdas?
- Si… pero ¿Crees que sea ella?
- La descripción que nos dio concuerda perfecto, han pasado años, y es
muy probable que ella sepa algo del padre de Ángel. Despierta a Alex, Kate,
tenemos que averiguar la verdad.
- Alex está con somníferos, ¿Cómo demonios quieres que lo despierte?
- Dale un café bien cargado y dile que Evelyn está aquí, la sola noticia lo
despertará.
Kate preparó el café y fue al cuarto de Alex. Se sentó en su cama y le
acarició el cabello para despertarlo.
- Alex … - le susurró – despierta, por favor…
- ¿Ángel? - preguntó Alex, aturdido y aún con los ojos cerrados.
- No, Alex, soy Kate … por favor, levántate … necesito que veas a una
persona
- ¿A quién, Kate? ¿Es Ángel? ¿Ella está viva? ¿Volvió…?
- No, Alex, no es ella, por favor entiéndelo… - había días como ése, que
Alex se la pasaba durmiendo y cuando despertaba estaba totalmente sumido en
una fantasía, pensando que Mariangeline volvía a casa, por eso Kate prefería
no despertarlo. Desde la muerte de Ángel él perdió la voluntad de seguir
viviendo y algunas veces perdía el sentido de la realidad. Pero Kate lo hacía
volver en sí, contándole una y otra vez lo que pasó, y como siempre la
reacción era igual, Alex lloraba como un niño y repetía que era su culpa, que
él debió cuidarla mejor, que no cumplió su promesa de encontrar a su padre.
- Creo que ahora podrás hacerlo, Alex, y Ángel lo verá desde donde esté
Alex bajó a la sala de estar con Kate y al ver a Evelyn su rostro demacrado
se llenó de sorpresa
- ¿Eres tú? – preguntó él sin poder moverse. Evelyn se levantó del sillón en
donde estaba sentada y lo abrazó. Las chicas al ver las reacciones de ambos
supieron que era verdad lo que ella decía
- Está muerta, Evy, Mariangeline está muerta...
- Lo sé, Alex, lo siento mucho
Evelyn abrazó y dio a Alex palabras de consuelo durante un largo rato pero
luego le contó lo que sospechaba y lo que había sido de su vida desde que él se
llevó del hospital a Mariangeline completamente recuperada.
- Apenas tres días después de que te la llevaste y desaparecieron por
completo, en la noche, volviendo a casa por la carretera, casi atropello a un
hombre… creí que era un vagabundo o algo así, pero me asusté porque tenía la
cabeza, los pies, las rodillas y las manos ensangrentadas. Me bajé del auto para
ayudarlo pensando que lo había matado, pero en realidad ni siquiera lo había
tocado, me pedía ayuda y lo que decía era casi imposible de entender, hablaba
incoherencias… lo llevé a mi casa, tenía miedo de que me culpen por lo herido
que estaba si lo llevaba a un hospital, además tenía que atenderlo lo antes
posible y estaba más cerca de mi casa que del hospital. Lo ayudé, curé sus
heridas lo mejor que pude, y conforme pasaban los días y las semanas me di
cuenta de que realmente no recordaba nada, ni siquiera su propio nombre. Al
pobre hombre le habían roto la cabeza con un objeto contundente y había
perdido la memoria, e incluso por momentos se paralizaba, pero cuando dimos
parte a la policía nadie nos creyó porque él no podía dar una declaración
confiable si había perdido la memoria, nadie nos ayudaba a averiguar la
verdad y no había mucho que una enfermera sola con un paciente de amnesia
severa pudieran hacer, así que decidí que se quedara a vivir conmigo mientras
yo buscaba la forma de ayudarlo a recuperar su vida. Lamentablemente no
podía encontrarte por ningún lado pese a que te buscaba, Alex, pero pude
hacerle terapias para que se recupere y ya no sufra. Lo empecé a llamar
Abraham porque nunca pudo recordar su nombre. Pasaron los años sin que
pudiera saber más de él y la convivencia nos volvía cada vez más cercanos,
nos volvimos familia y confiamos a ciegas el uno del otro. Hace un tiempo
fuimos al supermercado como lo hacemos semanalmente, pero aquella vez nos
encontramos con estas chicas, y entre ellas estaba Mariangeline. Yo no estaba
segura si era ella, pero Abraham cuando la vio se quedó paralizado y empezó a
tener chispazos de lucidez desde ese día. La llamó Abigail cuando la vio y ella
tampoco fue indiferente. Creo, por lo que me contó él, que ella de algún modo
lo reconoció, pero se fue, y después no volvió a verla, yo en ese momento me
había ido a otro lado y me encontré con él en el estacionamiento, pero estaba
en shock y apenas pudo contarme lo que pasó…
- Entonces es muy probable que Abraham… sea Esteban – interrumpió
Alex, helado de la sorpresa. Kuan Yin, Shadie y Kate se miraban entre ellas,
asombradas.
- Sí, Alex, las fechas concuerdan, él prácticamente la reconoció cuando la
vio
- Pero tal vez sólo la confundió con alguien, recuerda que no le dijo su
nombre, le dijo otro...
- Abigail … pero por lo mismo sospecho que hay alguien más a quien
buscar, alguien con ese nombre que algo tuvo que ver con ellos, tal vez era
hermana de Ángel…
- O su mamá – irrumpió Kate, que recordó una vez en que Mariangeline
gritó dormida “mamá… mamá… no te vayas” y cuando despertó describió a
una mujer muy parecida a ella, pero más adulta
- Puede ser su mamá, Alex, aunque ella jamás recordó su nombre, y eso
explicaría que, con la mente revuelta, el tal Abraham le haya dicho eso ¿Saben
cómo solucionaríamos todo esto? – dijo Kate
- ¿Cómo? Si ella ya no está… - agregó Alex, rendido
- Con una prueba de ADN – Kate subió a su habitación y sacó de un lugar
secreto una bolsa sellada que contenía un bello y dorado rizo de cabello.
- Ángel me lo dio hace mucho tiempo, por si encontraban a su padre y ella
no estaba para comprobarlo - explicó Kate a todos - ella sabía los riesgos de su
propia vida, por El Imperio y por la falta de muchos de sus órganos y su
inestable salud. Mariangeline era realista y consciente de que podía irse de
este mundo en cualquier momento. - Kate contuvo las lágrimas que querían
escaparse de sus ojos y siguió hablando - Sólo tenemos que hacer una prueba
de paternidad y sabremos si eres su padre.
Esa misma tarde fueron Alex, Abraham y Evelyn a un laboratorio del
gobierno en donde Alex tenía un contacto que iba a ayudarlo, el proceso fue
bastante rápido y el resultado fue el esperado
- Noventa y nueve por ciento de probabilidades de que seas su padre - dijo
Alex mientras leía - Entonces no te llamas Abraham... te llamas Esteban -
ambos se miraron atónitos, en ese momento era cuando más falta hacía
Mariangeline. Fueron de vuelta a casa de Alex. Esteban aún no podía recordar
su apellido ni su vida cuando tenía una hija, no recordaba bien a la
Mariangeline que vio en el supermercado aquella vez, y le pidió a Kate que le
muestre fotos de su hija, después de contarle el resultado de la prueba de
ADN.
Kate le mostró las pocas fotos que Ángel se había dejado tomar en vida,
desde las más recientes hasta las más antiguas, y cuando llegó a la primera
foto, un retrato en la billetera de Alex de cuando Mariangeline tenía seis años,
Alex inevitablemente comenzó a llorar como un niño, y Esteban le preguntó
por qué:
- Desde que despertó aquella vez, cuando reaccionó del coma, después de
tantas operaciones, después de burlar a la muerte... lo primero que hizo fue
preguntar por su padre... le prometí que lo encontraríamos y que estaría con
ella hasta que eso pase, le juré que la protegería hasta con mi vida, le juré que
volvería a ver a su padre cuando menos lo imagine y... le fallé, Esteban...
- Alex, no digas eso - dijo Kate - tú la protegiste hasta de sí misma las
veces que ella estuvo a punto de rendirse, la cuidaste y amaste
incondicionalmente, no seas injusto contigo mismo - agregó abrazándolo - no
debías evitar su muerte, porque ella lo que hizo fue morir con dignidad en
lugar de dejar que ese malnacido les gane la batalla. Ella te salvó de ser
torturado y de ver cómo la mataban lentamente, fue lo mejor que pudo hacer,
no es tu culpa.
- Ella debió escapar, conocía ese lugar, muchas veces me decía que iba ahí
a pensar y a estar sola, ese bosque ella lo conoce desde que nos mudamos aquí
y yo le dije que huya y me deje, tenía que obedecerme y buscar ayuda, no
hacer lo que hizo…
Esteban comenzó a preguntar detalles sobre la vida de su difunta hija, y
Shadie comenzó a contarle todo lo que sabía desde su muerte hasta lo que
Mariangeline les contó cuando hicieron El Pacto, omitiendo el ritual, los
asesinatos y los planes que tenía con ellas. Le contó sobre el amor infinito que
le tenía Ángel a los animales, sobre lo inteligente, decidida y valiente que era,
le contó que ella era quien las cuidaba cuando Alex no estaba, y que tenía un
corazón de oro y una mente de acero.
- Lo que más deseaba era encontrarte – dijo Alex, llorando, pero Esteban
apenas conseguía recordarla y no sabía cómo reaccionar. No sabía si llorar,
frustrarse, enfurecerse, o simplemente reaccionar como Alex y querer dejarse
morir por haberla perdido. Evelyn los abrazaba y les pedía que pensaran en
todo lo que aún tenían, que no se rindieran y trataran de continuar con sus
vidas, que siguieran luchando por vivir.
- Abraham… Esteban, tú todavía me tienes a mí, y yo te voy a seguir
apoyando en todo, todavía debemos buscar tu apellido, tu historia, debemos
saber si tenías más familiares… y tú, Alex, tienes a estas chicas que te aman y
que dependen de ti, por lo que nos cuentan, Mariangeline ya era una adulta y
tomó su decisión, ahora tienes que dejarla ir y tratar de levantarte.
Esteban guardaba silencio, Alex lloraba desconsolado y repetía aquello que
le había enseñado a Mariangeline que no se debía decir – No puedo – Y volvió
a encerrarse por varias semanas en el mismo estado en el que estaba antes de
que llegara Evelyn.
Esteban fue a casa con Evy y trató de seguir con su vida, visitando
semanalmente a la que fue familia de su hija, tratando de recobrar la memoria,
esforzándose por recordar quién era Abigail, el nombre que le dijo a
Mariangeline cuando la vio en el supermercado, hasta que un día lo logró.
Entre pesadillas y sueños como los que siempre tenía con su hija, el
atormentado Esteban tuvo uno en donde la veía nacer, de una mujer que era
idéntica a ella, su mismo cabello rubio, su mismo rostro de ángel, y en el
sueño la mujer se desmayaba y se volvía polvo después de que les cortaban el
cordón umbilical y él caía de rodillas al ver eso, cargando a su hija en brazos y
gritando con todas sus fuerzas - ¡Abigail! - mientras se oía una explosión y
súbitamente despertó.
- ¡Evelyn! ¡Evelyn! ¡Evelyn! - gritaba Esteban, desesperado
- ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? - Evelyn corrió a la habitación de
Esteban y le sujetó los brazos porque él en su emoción se sacudía
frenéticamente y gritaba:
- ¡Ya sé quién es! ¡Ya sé quién es!
- ¿Quién es quién? ¡Cálmate, por favor, Esteban!
- ¡Es ella! ¡Abigail! ¡Es la madre de mi hija! ¡Abigail era la madre de
Mariangeline! ¡Era mi esposa! ¡Lo recordé! - El perturbado Esteban abrazó
fuertemente a Evelyn con los ojos llenos de lágrimas y el corazón con una
nueva angustia, pues ese sueño le trajo el recuerdo de lo que realmente pasó
con Abigail un mes después de que naciera Mariangeline, y su mayor
sufrimiento era que lo había perdido todo tantos años atrás y recién ahora lo
recordaba y podía llorarlo. Ahora sólo tenía a Evelyn en el mundo, ya no tenía
nada que buscar, ni su propio apellido le resultaba relevante si ya no tenía una
hija con quien compartirlo. Evelyn tuvo que darle un calmante y fue al día
siguiente a contarle ese nuevo descubrimiento a Alex, que seguía sumido en la
más profunda depresión.
Cuando Alex se enteró, no supo cómo reaccionar, pensaba que ya no tenía
tanta importancia, si Mariangeline no estaba para saber todo lo que se estaba
descubriendo sobre su origen, pero al mismo tiempo crecía dentro de él una
sensación abrumadora y terrible, algo que le ennegrecía el corazón y lo llenaba
de un deseo que jamás había tenido. No era justo que, habiendo cuidado tanto
a Mariangeline, habiendo sido ella una niña tan noble y buena, y habiéndole
dicho ella misma, en un arranque de furia años atrás, que debían eliminar a
Magno y a su Imperio, él no tomó la decisión de hacerlo, no tuvo el coraje que
Mariangeline tal vez sí pudo tener, y se lo prohibió a ella por protegerla para
que al final ella misma tuviera que acabar con su vida para evitar una muerte
dolorosa y lenta. No era justo que él le haya enseñado a no vengarse para que
aún así nunca los dejaran en paz y acabaran destruyendo todo lo que año tras
año, él había construido; y si el recuerdo de Esteban era real, el Imperio no
sólo le había quitado a Ángel su vida, sus recuerdos y a su padre, también era
muy probable que le hubieran quitado a su madre cuando ella era una bebé.
Alex se vio al espejo y se dio cuenta que su alma se había resquebrajado y
que era un ángel con las alas rotas, se dio cuenta que si él no paraba al
Imperio, nadie lo haría y su familia jamás estaría a salvo - En cualquier
momento van a venir por Kate, por Kuan o por Shadie, y no voy a permitir que
les suceda lo mismo que a ti, ni nada parecido, se acabó, Ángel, voy a tomarte
la palabra. - Dijo Alex a una foto de Mariangeline.
El Ángel Guardián se levantó, se dio una ducha y se vistió, y ordenó a las
chicas que hicieran lo mismo y se reunieran en la sala de estar para hablar de
un tema que cambiaría sus vidas. Las chicas, extrañadas, obedecieron y al
cabo de un rato bajaron a la sala vestidas con lo primero que encontraron, con
el cabello mojado y sin maquillaje, dejando ver las grandes ojeras y la
delgadez casi cadavérica que la depresión les había provocado.
- He tomado una decisión – dijo Alex, y las chicas se miraron entre ellas
pensando en que se refería a otra mudanza, y Kate, que no estaba dispuesta a
abandonar la casa en donde compartió con Mariangeline sus últimos días, en
donde habían hecho el pacto y donde habían vivido tantas cosas importantes
juntas, lo cortó en seco – Aunque esta casa estuviera en llamas o sobre arena
movediza no pienso irme de aquí, Alexander, así que si piensas que nos
volveremos a mudar para escapar de esos malditos…
- No, Kate, lo que quiero es acabar con ellos y con todo esto de una vez por
todas – dijo Alex sin dejarla terminar de hablar. Las chicas quedaron
estupefactas. Jamás imaginaron que Alex pudiera decirles algo así, habiendo
tratado de enseñarles con tanto esmero a no ser vengativas.
- ¿De qué estás hablando, Alex? - preguntó Shadie
- De que estoy harto de huir y no hacer nada por detener a esos malnacidos
y no veré morir a una más de ustedes por mi falta de decisión. Mi
investigación no ha servido de nada, los policías que realmente quieren hacer
algo son muy pocos y no tienen el rango suficiente para que podamos hacer
algo significativo, en el gobierno hay demasiada gente que está con el Imperio
y los protegen, he perdido a Mariangeline, mi ángel, y no perderé a una de
ustedes otra vez por no hacer nada contra esos bastardos ¿Entendieron?
- ¿Y qué debemos hacer, según tú? ¿Quieres enfrentar tú solo a todo El
Imperio? - dijo Kuan Yin, ironizando el momento en que él le respondió eso a
Ángel cuando ella, estando hospitalizada después de que Kuan la secuestrara y
la llevara ante Magno, le dijo que debían enfrentar al Imperio - Matarlos a
todos – contestó Alexander con un tono escalofriante, correspondiendo a la
ironía de Kuan Yin, y en el fondo, sintiéndose basura por no haber tomado la
decisión antes, pensando que así hubiera podido evitar la muerte de
Mariangeline.
Todo estaba decidido, ya no estaba Ángel pero ahora contaban con Alex,
que tenía experiencia en combate de todo tipo y había sido un gran estratega
de asaltos en el ejército. Mariangeline y todas las personas que habían muerto
por culpa de Magno y su maldito Imperio de terror, serían vengados por el
Ángel Guardián, el Demonio, la Sombra y el Alma Liberada.
EN PEDAZOS
Alex y las chicas trazaron un plan perfecto para dar su último golpe, acabar
por fin con quien les destruyó la vida y vengar la muerte de Mariangeline.
Kate había ubicado a Magno y a su mano derecha Morgana mediante un
enrevesado sistema de redes. Él había salido de la ciudad y estaba a punto de
volver y ella lo esperaba en una escuela abandonada que habían escogido
como guarida un par de días antes, para que él no llegue al mismo lugar de
donde se fue.
Alex esperaría a las chicas en la camioneta a dos cuadras por si necesitaban
ayuda, lo cierto era que querían matar a Magno y a Morgana sin que
Alexander tuviera que enterarse de todo lo que habían hecho juntas, y aunque
al principio no estuvo de acuerdo, él era el único que podía pedir refuerzos
rápido en caso de alguna emergencia.
Las chicas degollaron a los guardias de las entradas principales. Morgana
estaba en una habitación del segundo piso de la casona, esperando alerta la
llegada de su adorado jefe, a quien amaba y odiaba en silencio.
Morgana daba vueltas como leona enjaulada, ansiosa, sabía que su jefe
volvería más obsesionado que nunca en el propósito de buscar a Skater, Ling y
Shadows para acabar con todo de una vez por todas, Magno sabía que esas tres
chicas representaban tanto peligro como en vida lo fue Mariangeline, el Ángel
de la Muerte, porque fue ella quien las entrenó para destruir a Magno y todo lo
que había creado.
- Todo por esa maldita rubia - decía Morgana para ella misma - Ojalá que
arda en el infierno. Debimos hacerla sufrir mucho más - seguía diciendo
enojada, sin darse cuenta de que alguien la acechaba desde la puerta y oía cada
palabra que estaba diciendo, y cuando menos se dio cuenta, esa espía irrumpió
en la habitación.
- ¿Qué te hizo esa rubia para que la odies tanto? - Morgana miró fijamente
a la pelirroja
- Skater Demon- dijo sonriendo con malicia - La bella y sumisa pelirroja,
el juguetito de Magno y sus hombres, ¿Cómo estás, preciosa?
- Lista para matarte - respondió Kate con su tono rebelde habitual, y en
menos de un segundo sacó de la manga de su chaqueta un paralizador eléctrico
que le regaló Alex. Morgana no tuvo tiempo ni siquiera de pensar, cayó al piso
sin sentir su cuerpo pero despierta, viendo como Kate la levantaba y
encadenaba a una silla para empezar el interrogatorio - Ahora vas a hablar,
perra - Le dijo la pelirroja. Un rato después entraron Shadow y Ling. Shad le
inyectó a Morgana una droga a la que llamaba Terror líquido, una sustancia
alucinógena que la hacía vivir sus peores pesadillas. La sustancia no tardó en
hacer efecto y Morgana comenzó a palidecer y temblar. Las chicas iniciaron el
interrogatorio preguntándole su nombre, a lo que ella respondía que se llamaba
Allison, temblando y balbuceando mientras empezaba a tener horribles
visiones.
- ¿Dónde está Magno? - preguntó Ling
- No lo sé - Morgana empezó a temblar con más intensidad, estaba
realmente asustada por efecto del alucinógeno pero más le asustaba traicionar
a Magno. Shadow, comenzó a estresarse al ver los balbuceos y temblores de
Morgana.
- ¿Por qué lo proteges, Morgana? ¿Por qué lo ayudas?- dijo Shadie
tomándola del cuello. Morgana comenzó a llorar desesperada, la habitación se
oscurecía, el suelo se convertía en lodo negro y ella se hundía encadenada a la
silla, mientras sus enemigas, convertidas en monstruos, se reían con voces
cavernosas, se hundía en el lodo hasta el cuello, el aire se le acababa.
- ¡¡Shadows, suéltala!!- dijo Skater apartando a su hermana.
- Me hundo, me hundo, ¡Ayúdenme! - Morgana gritaba como una
desquiciada hasta que Ling le dio una cachetada para sacarla del trance.
Inmediatamente volvió a la realidad y las chicas continuaron interrogándola.
-Te pregunté desde el principio por qué odiabas tanto a la rubia, y aún
estando muerta la sigues odiando - dijo Kate, acercándose tanto a Morgana
que podían sentir el aliento la una de la otra. Se miraron a los ojos durante
unos eternos segundos y luego Morgana respondió fríamente -Porque no había
otra cosa en la mente de Magno que no fuera atrapar a esa perra, él no dormía,
no comía, no respiraba si no era pensando en cómo la torturaría si la
encontraba, y ahora que está muerta Magno sigue pensando en ella, en lo
mucho que hubiera gozado atormentándola de todas las maneras posibles,
mientras que yo lo amo y daría mi vida por él, él está pensando todo el tiempo
en la persona que más lo odiaba en este mundo.
-¿Odias a nuestra hermana muerta por haber sido y seguir siendo la
obsesión de toda la vida del maniático asqueroso de tu jefe?-Preguntó Shadie,
furiosa
-Si ella no lo hubiera retado una y otra vez, si hubiera sido como las otras
niñas....
-Mariangeline era una diosa, nunca fue como las otras niñas, y tú no eres
más que una insignificante esclava, por eso a Magno ni le importas, perra....-
dijo Ling cuando de pronto se escuchó que alguien entraba a lo que parecía
haber sido el jardín delantero de la casona.
Kate se asomó por la ventana sin dejarse ver y efectivamente era Magno
con dos de sus hombres y por lo visto traían un contenedor parecido a una caja
fuerte.
-el interrogatorio terminó, señoritas, hora de seguir con lo nuestro- dijo
Kate. Shadows le acarició el rostro a Morgana diciéndole "A dormir, perra" y
le dio un puñete para desmayarla -¡¡Shadows!!- exclamó Ling quien se
sorprendió muchísimo y no pudo disimularlo -¿Qué?- Preguntó Shadows
tímidamente, pasando de verse furiosa a verse de nuevo tímida -esto no era
parte del plan- dijo Kate -Se suponía que ibas a inyectarle un calmante -
agregó Ling sin reponerse aún de la sorpresa. - Es que en serio esta tipa está
loca, además recordé que cuando inyectas esta droga, si luego inyectas
calmantes puedes dejar idiota al paciente o matarlo, y la idea es matarla pero
no así ¿Verdad?
Las chicas se encogieron de hombros y salieron de la habitación,
preparándose para el siguiente paso: acorralar a Magno. Shadie y Kate se
escondieron en puntos distintos de la casa, Ling amordazó y ató de brazos y
piernas a Morgana, la escondió en el baño de la habitación, y después de
apagar las luces se echó de lado en la improvisada cama que consistía en un
colchón inflable con sábanas y mantas puesto sobre cajas llenas de libros. -
¿Por qué hay tanto silencio en esta casa?- dijo Magno mientras subía la
escalera. Vio la puerta del cuarto de Morgana abierta y la empujó sin tocar,
viendo que su secuaz dormía plácidamente.
-Mi querida Morgana, ¿por qué estás tan cansada?- dijo acariciándole el
cabello con ternura
- Querido Magno- contestó Ling -Estoy cansada como no tienes idea, de ti
y de todo el mal que has hecho.
Las luces se encendieron y Kate apareció detrás de Magno apuntándole a
la cabeza con su pistola al mismo tiempo que Ling se levantó quitándose la
manta de encima y también le apuntó a la cara con su arma.
-Todo terminó, Magno- dijo Kate golpeándole en la cabeza con el arma
para desmayarlo. Las chicas lo bajaron al primer piso y lo metieron a un salón
donde había varias mesas de metal, mesas de tortura que evidentemente,
habían llevado ahí no hacía mucho, era obvio que no eran parte del mobiliario
de la casona, que al parecer alguna vez fue una escuela o una guardería.
Encadenaron a Magno en una de sus propias mesas de tortura. Ling se quedó
vigilándolo mientras Shadie subió por Morgana y Kate dio un recorrido por la
casa para ver que todo esté en orden.
Cuando Shadie entró al baño en donde Ling había encerrado a Morgana,
recibió un golpe igual al que le dio para desmayarla, Morgana se había
desatado y estaba furiosa y asustada porque escuchó como emboscaron a su
adorado jefe. -Ahora tú dormirás, maldita-le dijo a Shadie atándole las manos -
Tú y tus malditas hermanas- Se disponía a bajar y buscar sigilosamente a las
demás cuando Kate se le cruzó y Morgana al verla tomó del cuello a Shadie
desmayada cubriéndose con su cuerpo y con la otra mano le apuntaba a su
rehén con una pistola. Kate recordó cuántas veces habían ensayado los
movimientos para librarse de una situación así, pero en este caso Shadows
estaba inconsciente y obviamente no podía responder a la maniobra, Kate
debía resolverlo sola.
-Morgana- dijo Kate viéndola fijamente- no eres muy diferente a nosotras,
no tienes historia, no recuerdas tu apellido, ¿Verdad?
-Eso no te importa...
-Él es el único culpable de tus desgracias y las nuestras, Allison, por favor,
piensa un poco ¡Escúchame! Estás del lado equivocado, él ha destruido
millones de vidas, no dejes que destruya la tuya también...
-Amo a Magno con toda mi alma, y él va a acabar con ustedes...
Kate ya había logrado distraerla lo suficiente como para tomar el arma con
la que la estaba apuntando y jalarle el brazo fuertemente para hacerla caer y
soltar a Shadows. En un segundo Morgana intentó incorporarse, pero Kate le
golpeó la nuca y volvía a caer una y otra vez en cada intento. Ninguna de las
dos se daba por vencida, Kate la tenía tomada de un brazo con firmeza y la
golpeaba para aturdirla pero Morgana se mantenía de pie como podía
devolviéndole los golpes a la pelirroja hasta q logró soltarse y empezaron a
pelear cuerpo a cuerpo como dos leonas.
Pelearon con todas sus fuerzas hasta que Morgana finalmente hizo que
Kate perdiera el equilibrio y cayera por las escaleras. La tomó del cabello y la
arrastró por la casona hasta el cuarto donde estaba Magno.
-Jefe, lamento la demora.
Magno tenía a Ling en el suelo con las manos atadas a los pies y el rostro
ensangrentado y a Alex amarrado con brazos y piernas abiertas en una especie
de ruleta. Había cuatro ruletas más, todo estaba preparado para que ellos
llegaran y Magno los torture a su antojo. Kate vio a Alex y a Ling horrorizada,
no pensó que atraparían también a Alex, ni que Magno se fuera a librar de sus
ataduras con tanta facilidad, pues cuando salió de ese salón Ling lo tenía
amarrado y desmayado ¿Qué habría pasado?
Resultó ser que Magno tenía otra cómplice igual que Morgana, oculta en el
sótano de la casona y ella logró interceptar la camioneta de Alex apenas la
estacionaron, pero su estrategia era dejar que avancen lo suficiente para
atrapar a todos sin que ninguno escape. Por eso no le dijo nada a su jefe, ella
había instalado todo un sistema de vigilancia el día anterior en cien metros a la
redonda y veía y oía todo lo que pasaba y todo lo que hablaban. Los tenía a
todos vigilados. Fue ella quien liberó a Magno cuando ya lo tenían, golpeó a
Ling y envió a uno de sus sicarios para que capture a Alex, que esperaba
impaciente a sus protegidas en la camioneta listo para buscarlas y desaparecer
del país para siempre. Fue ella quien logró atrapar a todos uno por uno, y
quién llevó a la última integrante que faltaba a los pies de Magno: Shadow.
-Mi hermosa Miranda- dijo Magno a su secuaz cuando le fue entregada
Shadie. -¿Qué haría yo sin ti?- Miranda se acercó a él y se dejó acariciar el
rostro antes de contestarle.-Morirte, talvez, adorado Magno, o buscar una
como yo- respondió ella con ironía.
Ataron a Shadie, Kate y Alex, pero cuando iban a atar a Ling, ella golpeó a
Miranda en la cara y comenzó a pelear con ella y con Morgana, que sin
pensarlo se incorporó a golpear a Ling. Kuan Yin tenía la fuerza y fiereza de
un tigre, en unos minutos tenía casi vencidas a sus dos contrincantes, y cuando
ya estaba por darles el golpe final a cada una, Magno le golpeó la cabeza por
detrás -Es suficiente, querida- dijo Magno, volviendo a su calma habitual, y
Ling perdió el conocimiento. Alex, Kate y Shadie gritaban tratando de
despertarla, pensando lo peor.
-Esto es lo que le pasa a la gente que me traiciona, preciosa- agregó el
despiadado asesino -Tú me traicionaste, yo confiaba en ti y me hubiera
gustado hacerte tan feliz- Magno le dio una patada en el vientre a Ling
mientras Kate y Shadie gritaban a viva voz que la dejara en paz. Alex parecía
rugir de lo furioso que estaba -¡Ya suéltala, Magno! ¡¡Sé hombre por una vez
en tu puta vida!!¿Por qué no peleas conmigo en vez de golpear a una chica que
no puede defenderse?
-Alexander Brown... Mi querido amigo. Tú eres la razón de que estás tres
malditas estén aquí, vivas, haciéndome gastar tiempo que no tengo y
principalmente, eres la razón de que me haya pasado media vida persiguiendo
a la misma persona que me perseguía para asesinarme...
-No la nombres, malnacido... Tú asquerosa y venenosa lengua no merece
mencionar a un ángel.
-¡Un ángel!- Magno reía con descaro -Claro, para ti ella era un ángel- Kate
tembló, el Gran Secreto pendía de un hilo en ese instante-¿Por qué lo era?
¿Que tenía de angelical aparte de su indiscutible belleza celestial, querido
amigo?
-Todo, hasta el más pequeño gesto, hasta la más insignificante palabra que
saliera de sus labios venía del cielo para mí, ella era y siempre será un ángel y
tú, infeliz, acabaste con su vida, con su historia, con sus recuerdos... Ella
nunca volvió a ver a su padre y yo le prometí que la cuidaría hasta con mi vida
y que lo encontraríamos tarde o temprano...
Ella era mi ángel...- Alex lloraba desconsolado, cada vez que cerraba los
ojos podía verla como si ella volviera, más hermosa que nunca, y más fuerte
aún de lo que jamás podría imaginar.
-¡Esto es absolutamente increíble!- exclamó Magno- Te enamoraste de tu
hija adoptiva, Brown, a la que criaste desde los cinco años y le diste tu
apellido, ¡No puedo con esto!- Magno había descubierto el hermoso y extraño
amor de Alex hacia Ángel, el extraño sentimiento que jamás tuvo título, y no
desaprovechó la oportunidad para burlarse de él -¡Y tanto dicen que yo soy el
que está mal de la cabeza!¡Yo soy el monstruo!
-Tú no eres nadie para juzgarnos, maldito- gritó Shadie - No vas a
comparar el amor de Alex con tus juegos enfermos y todo lo que has hecho.
-Tienes razón, preciosa- contestó Magno- además mientras más jóvenes
mejor...¿Verdad, querida?- agregó acariciándole el pecho a Kate, que al
contacto con su piel tembló de furia y miedo, porque en un segundo revivió
todo el terror que vivió de niña en manos de ese y los demás monstruos -¡No
la toques!- gritó Alex sacudiéndose con todas sus fuerzas, queriendo liberarse
de la ruleta donde lo tenían atado. De pronto escucharon un ruido que venía de
afuera de la casa.
Magno se alertó y mandó a Miranda a revisar las cámaras de vigilancia,
ella salió de inmediato y hubo un silencio sordo por largos minutos hasta que
se oyó un grito aterrador. Algo definitivamente andaba mal, Morgana salió
rápidamente del salón, lista para todo, menos para lo que le esperaba. Cuando
volvió al salón cargaba en su espalda la metralleta con que se había armado y
arrastraba el cadáver sin blusa de Miranda, alguien le había sacado los ojos
con un pedazo de vidrio y con el mismo le había dibujado alas de ángel en la
espalda. Magno se estremeció por completo al verla, su cuerpo temblaba y
sudaba frío, sus pupilas se dilataron, su corazón de piedra estaba a punto de
reventarle en el pecho -¿¡Pero qué mierda está pasando aquí!?- exclamó
asustado. La casa fue invadida por el mismo silencio sordo de hacía un
momento, se sentía la muerte en el aire, el fin estaba cerca.
Una voz femenina tétrica, como si fuera la voz de la venganza, resonó en
el ambiente.
-Ahora estás ciego, Magno- Kate, Ling, Shadie y Alex temblaban también,
alguien los había encontrado, alguien también buscaba venganza contra
Magno, podía ser cualquiera, todo el país le temía y odiaba, y ese alguien
llegaba en el momento perfecto, Alex estaba agradecido con Dios, tenía
siquiera una pequeña esperanza de salvar a su familia.
Magno parecía una rata enjaulada y comenzó a gritar al aire enloquecido -
¿¡Quién eres!? ¿¡Qué quieres!?- y la lúgubre voz le contestaba -Soy aquello
que más temes, que más odias y más amas...
-¿¡Quién eres!?
-Tú vida y tú muerte...
-¿¡Que quieres!?
-tu principio y tu final...
Kate reconoció la voz, y en ese instante cayó una bala directo a la frente de
Morgana, que cayó muerta con el cráneo deshaciéndose, junto a Ling, Magno
miraba a todos lados, tratando inútilmente de disimular su miedo. Era de no
creerlo, en la puerta de la habitación, apoyada en el umbral con su sonrisa
irónica, totalmente vestida de azul oscuro, como siempre que iba a matar a
alguien, con su hermoso y radiante cabello suelto sobre los hombros,
Mariangeline regresaba una vez más de la muerte, lista para vengarse por
completo de esa bestia que le había destruido la vida una y otra vez.
-Hola, Maldito.
Alex, Ling, Kate y Shadie la miraban paralizados sin poder creer que fuera
ella.
Magno la miró y respiró hondo, sin saber si sentirse aliviado o más tenso
de lo que ya estaba, e intentando recobrar su apariencia serena y sarcástica.
-¿Cuántas veces en mi vida tengo que matarte, querida?
-Ni una más, infeliz, jamás lo hiciste, ni siquiera lo intentaste, ¿Recuerdas?
No lo hacías tú mismo, pero, aunque lo hubieras hecho, yo siempre voy a
volver, porque soy yo quien va a matarte.
-Siempre has dicho eso y aquí estoy, preciosa
-Esta es la última vez, Magno, de aquí no vas a salir ni vivo ni muerto,
porque cuando acabe contigo ni tus malditas cenizas quedarán en este mundo.
-Bien... Eso es lo que cree la pequeña Mariangeline, el Ángel de la Muerte,
la niña sin memoria.
-Es lo que va a pasar, ¡Y ya cállate, infeliz!- dijo Kate. Mariangeline soltó
a sus hermanas de las mesas donde estaban atadas, pero no soltó a Alex. Todo
había sido calculado minuciosamente, iba a inyectarle un sedante, de otra
forma no podría llevar a cabo su venganza como deseaba, Alexander jamás lo
hubiera permitido.
-Kate- habló Mariangeline -Ya sabes qué hacer.
Kate salió del salón con Shadie a vigilar toda la casa y los alrededores,
asegurándose de que nada ni nadie pueda impedir que se cumpla el plan a la
perfección.
Alex se agitaba desesperado, intentando escapar. Apenas podía creer que
delante de sus ojos estaba Mariangeline, su amado ángel, viva y
completamente sana, pero su alegría se volvió una tortuosa angustia al
instante, Magno estaba a un paso de distancia de ella y eso representaba un
peligro inminente, no solo para ella, sino también para las chicas, aunque
estuvieran libres, pero estaba aún más asustado porque algo no cuadraba, la
Mariangeline que tenía enfrente no era la misma que siempre había sido, esa
oscuridad que siempre había percibido en ella ahora se notaba hasta en el
ambiente. Alex presentía que su bello ángel planeaba algo realmente terrible, y
lo que más le intrigaba, obviamente, era cómo había vuelto de la muerte una
vez más, más fuerte y más hermosa que nunca.
-Ángel ¿Cómo estás viva? – Ozriel se congeló por un segundo al oír esa
dulce y amada voz, se volvió a mirarlo con los ojos inundados de amor y
lágrimas. -Hola, mi amor- le dijo ella acercándose a acariciarle la cara y
besarlo. – todo va a terminar pronto, mi amado Alex, y al fin vamos a ser
felices, te lo prometo…
-Ángel…No!!
Son extrañas las cosas que pueden suceder en un segundo. Uno tarda
varios años en asimilar cuando en un simple segundo le cambia la vida para
bien o para mal. El tiempo siempre juega en nuestra contra, es imposible
detenerlo, y muy difícil creer lo rápido que pasa y que puede tergiversar el
destino de una o de muchas personas.
Mariangeline se había acercado a darle un beso a Alex después de más de
medio año sin saber de él ni él de ella, después de medio año sin haberlo
tenido cerca ni una sola vez, después de medio año de haber estado muerta.
Todo había sido estrictamente calculado menos ese instante. Ese crudo
instante en que Ángel y Alex se daban su primer beso después de la muerte y
Magno aprovechó para tomar un arma y apuntarles a los dos al mismo tiempo.
Alex y Mariangeline se miraron fijamente pero no sintieron la bala en sus
cuerpos. Pasaron unos segundos y Alex vio detrás de su ángel los oscuros y
rasgados ojitos de Ling mirándolos a ambos y presionándose la herida de bala
que recibió por ellos. Mariangeline se volvió y al verla sus ojos no pudieron
contener más el llanto, ni sus manos pudieron detener el impulso de odio,
tomó su arma y le disparó en la mano armada a Magno, quien con el impacto
cayó lejos de ellas, desarmado, sangrando, con lo que le quedaba de mano
hecho pedazos, chillando como un cerdo a punto de morir, completamente
desesperado. Mariangeline tomó a Ling en sus brazos, el aliento se le cortaba.
No quería ni podía creerlo
-Ling…
-Gracias, Ángel
-No, Ling, no…
-Gracias por darme la oportunidad de vivir contigo y morir por ti…
-No, Ling, por favor, resiste…
- te amo y me voy feliz, gracias…Mariangeline
Ling cerró los ojos con una sonrisa de paz, como si al fin la hubiera
conseguido, pues se fue cumpliéndole a Mariangeline la promesa de lealtad
que le hizo hacia tanto tiempo. Ángel abrazó el cadáver de su hermana por
unos segundos, pero sin perder de vista a Magno, que se retorcía de dolor
como un gusano en el suelo, luego la puso en un rincón del salón donde no le
pasara nada y se acercó a su enemigo con paso firme y amenazante.
-Más hubieras ganado pegándote tú mismo ese tiro, ahora vas a morir
como lo que eres, maldito, UN MONSTRUO.
Mariangeline levantó a Magno con todas sus fuerzas y lo ató en la ruleta
donde había estado Kate, una que estaba frente a frente con Alex.
-Ángel ¿Qué es lo que piensas hacer con él? – preguntaba Alex agitado.
-Tranquilo, cariño, nada que él no merezca.
Al ver que Magno podía desangrarse antes de tiempo por la mano
destrozada, Ángel le hizo un torniquete en ella. Deseaba torturarlo lentamente
y no quería dejarlo morir antes de tiempo.
Con la mano vendada y el sadismo arraigado, acostumbrado al dolor,
Magno se calmó repentinamente y empezó a jugar de nuevo con la mente de
Mariangeline.
-Así que ustedes… se aman mucho…verdad? ¿te enamoraste de tu hija
adoptiva, Alex? ¿Y el monstruo soy yo? ¿soy yo quien anda mal de la cabeza?
-¡ya cállate, infeliz! – Ángel le puso un cuchillo en el cuello a su enemigo,
quería mantenerlo callado mientras preparaba las conexiones eléctricas para
torturarlo con descargas.
-yo creo que tu preciosa angelita se resiste a morirse virgen, y por eso
vuelve una y otra vez… como una maldita cucaracha que pisas y envenenas y
se resiste a morir, viene por ti, para no morirse aburrida y purita
- ¡cállate, basura! – gritó Alex
-por cierto, Dark Ángel, ¿Cuándo planeabas contarle la verdad a tu amado
salvador?
- ¿Ahora de qué estás hablando, infeliz?
- ay, ¡vamos! Deja de fingir que lo has olvidado
-Por tu culpa olvidé toda mi historia, hasta mi propio apellido, ¿de que
verdad estás hablando?
- Finges haberlo olvidado. Ella no es un ángel, querido Alex, de ángel solo
tiene el nombre y la apariencia, pero en realidad ella es igual o más
monstruosa de lo que yo les parezco. ¿O me vas a decir que has olvidado aquel
día, preciosa?
- ¡¿Qué día, desgraciado?! – Mariangeline le puso una navaja en el cuello a
Magno.
- ¡ángel! - exclamó, Alex asustado de ver tan furiosa y fuera de sí a una
niña que siempre había considerado un ser celestial y puro. Magno le susurró
al oído a Dark Ángel – el día en que te convertiste en asesina… a tus cinco
añitos, Mariangeline Vogel
Su voz burlona y silenciosa, escuchar al fin su nombre completo diciéndole
esto y los recuerdos borrosos de sus pesadillas le trajeron de golpe el momento
más horrible y angustioso de su vida: Balas, sangre, gritos, cadáveres, el arma,
esa pequeña arma con la que intentó devolverle un disparo, uno solo de las
decenas de disparos que ella recibió y que casi la matan, pero que acabó con la
vida de una de las personas más nobles que había conocido en su vida.
-Walter…- dijo Angeline, paralizada, con un hilo de voz
-Walter Brown, tu primer muerto, Dark Ángel, con cinco añitos de edad,
una pequeña niña…y ya una asesina, y tu muertito era el padre del hombre que
más amas y al que más le debes en tu vida
-Mariangeline- Alex la miraba desconcertado, temblando, con lágrimas en
los ojos pero ella no se movía, sólo lo miraba con una profunda angustia y una
desgarradora tristeza.
-Mariangeline ¿Tú mataste a mi padre?
-Alex, yo…
-Todo este tiempo buscándolo…
-Alex, por favor, escúchame…
-¡¡Contéstame!!- por primera vez en muchos años Alex le gritó a
Mariangeline, pero esta vez lo hizo con tanto odio, coraje y miedo que las
paredes del recinto vibraron y Ángel no pudo contener más el llanto.
-Quiso matarme a mí, pero como ella misma estaba medio muerta y era
apenas una mocosa, no apuntó bien, y bueno, hay que decirlo, Walter tampoco
la ayudó mucho, se le puso en medio, porque si no…
-Ahora mismo estarías muerto, infeliz, pero yo misma arreglaré eso-
Angeline temblaba de ira.
-Tú lo sabías- le dijo Alex llorando furioso – lo recordabas y jamás me lo
dijiste. Y yo como un imbécil pidiéndote que me ayudes a buscarlo. Fuiste tú
quien lo mató, no este maldito.
- no fue así… yo no quería, Alex, fue un accidente, yo no lo recordaba…
-¿¡Cómo pudiste ocultarme que lo recordabas!? ¿¡Cómo puedes vivir
contigo misma siendo tan monstruosa!?
Mariangeline sintió un golpe en el corazón, escuchar la voz de quien más
amaba diciéndole lo monstruosa que era destruyó todo en ella
-Eres una asesina, Mariangeline- habló Magno para provocarla, pero ella
ya no pudo más y le gritó que se callara, gritó tan fuerte que luego solo se oyó
un silencio tenso y sordo. Su grito furioso sonó tan sobrenatural que logró
asustar a Magno, y éste se quedó mudo observándola. Mariangeline sacó de su
bolso una jeringa y se acercó a Alex
- ¿Qué haces? ¿Qué me vas a hacer?
-no te voy a hacer daño. todo esto terminará pronto, mi amor. Yo no quise
matar a Walter, lo amaba como si fuera mi abuelo, él amaba a mi papá como a
un hijo y a mí como a su nieta, quería dispararle a Magno para que ya no
hiciera daño a más personas, pero Walter se me atravesó queriendo impedir
que yo mate y el disparo le dio a él, lo recordaba, pero siempre creyendo que
era sólo una pesadilla, por eso jamás te lo conté, además no recordaba que
también se apellidaba Brown, nunca se me ocurrió que podrías tener algo que
ver con él. Todo esto terminará pronto, mi amor, y podremos vivir en paz y ser
felices… te amo y espero que puedas perdonarme. – Mariangeline inyectó a
Alex todo el contenido de la jeringa que aún tenía en la mano, era un sedante.
Dark Ángel se secó la última lágrima, esperando que su amado Alexander
se durmiera, pensando en lo mucho que lo amaba, sintiéndose deshecha por el
daño que le había hecho. Pero el calmante que le puso tardaba casi media hora
en hacer efecto, y ella ya no podía esperar un segundo más. Mariangeline miró
con frialdad a su víctima.
-Te llegó la hora, maldito -sonrió ella con los ojos brillantes de odio y
venganza – Vas a pagar con nueve cuchillos, todo lo que me has hecho, y sólo
si fallo te perdonaré tus culpas…claro… las que aún no hayas pagado. –
Mariangeline activó un dispositivo que hizo girar la ruleta de Magno, y se
alejó para poder lanzarle los nueve cuchillos. Kate y Shadie seguían vigilando
afuera, asegurándose de que nada interrumpa el plan. Magno comenzó a gritar
y gemir por el mareo, pero también a burlarse - esto puede ser muy divertido,
querida -
-Primer golpe, asesinaste a mi madre cuando yo era una bebé que nada te
había hecho.
Mariangeline lanzó el cuchillo y éste cayó en una mano del infeliz
atravesándola y se oyó en todo el recinto un grito de dolor.
-Segundo golpe – Mariangeline deshojó unos libros y metió las hojas
arrancadas en un pequeño barril de lata que encontró en el patio le echó todo
el perfume de su bolso y prendió fuego en él. Metió en el fuego la hoja del
siguiente cuchillo hasta que estuvo al rojo, pero Alex, aunque ya estaba un
poco ido, la gritó de nuevo, furioso – ¡Ya basta, Mariangeline! – Ella lo miró,
se dio cuenta de lo poco que faltaba para que al fin hiciera efecto el sedante, se
acercó y lo besó con la mirada triste.
- Ya no me puedo detener, mi amor, hasta que todo acabe
- Por favor, si me amas…
- Te amo, ni volviendo mil veces de la muerte acabaré de decirte cuánto,
pero ensuciarme de la sangre de este infeliz es el único modo de limpiar el
mundo. El modo en que va a morir es el modo más cercano al sufrimiento que
realmente merece este maldito por todo el daño que ha hecho.
- Tú no tienes por qué cargar con eso
- No, pero yo decido… ¡Decido hacerlo! y nada me hará cambiar mi
decisión. - Dark Ángel volvió a su posición para continuar el suplicio de
Magno
-Segundo golpe: las balas que nos disparaste a mis profesoras, a Ivanna y a
mí, cuando irrumpiste en nuestra escuela en un tranquilo día de clases, Cuando
creíste que con balas ibas a acabar conmigo. Querido Magno, ¿No te das
cuenta? Ése fue el principio de tu fin. – Ángel lanzó el cuchillo al rojo vivo y
le dio en la rodilla mientras la ruleta seguía girando, Magno vomitó al
momento de gritar, esparciéndose su vómito en el suelo y en su propio cuerpo
ensangrentado.
- ¡Maldita seas, Dark Ángel! – gritó Magno
- ¡Tú eres el maldito! Y como un maldito morirás…
-Angeline, por favor, detente…-gritó Alex, luchando contra el efecto del
calmante, poniendo todas sus fuerzas para no cerrar los ojos y sumirse en el
sueño profundo que le esperaba. Le desesperaba demasiado ver ese lado de su
ángel que jamás se permitió conocer, ese lado cruel y salvaje, su lado más
oscuro, lo que nunca quiso ver, pues él siempre quiso pensar que ella era una
niña buena, nunca quiso escucharla cuando ella le decía que había que acabar
con Magno, quiso siempre volverla un verdadero ángel.
-No me voy a detener, Alexander. Ahora más que nunca tengo claro por
qué debo matarlo, voy a enumerar cada golpe que me ha dado este infeliz y se
los voy a devolver todos. ¡Tercer golpe! – Ángel puso el siguiente cuchillo en
el fuego – De todo lo que he hecho soy culpable, yo lo decidí, soy causa y
efecto de mis decisiones, excepto de mi primer muerto, ¿Verdad, querido
Magno?
- eres una asesina, angelita – dijo Magno desde su ruleta -mataste a
Walter… eres una asesina igual que yo
- ¡No me vuelvas a comparar contigo! – Mariangeline lanzó el tercer
cuchillo y le dio justo en el brazo. Magno gritaba y vomitaba, pero seguía
burlándose de ella. Ángel se hartó, detuvo la ruleta y le prendió unas pinzas
con cables para electrocutarlo
- Electroshocks, tu juego favorito ¿Verdad, querido Magno?
- ¡Maldita perra! ¡no te atreverías!
- ¿Crees que no? No me atrevería si dijeras la verdad – Ozriel subió la
palanca de la electricidad y Magno comenzó a sacudirse frenéticamente, lo
dejó así por largos segundos y luego bajó la palanca para que su enemigo
confiese la verdad
- ¡Mataste a Walter! ¡Esa es la verdad! – dijo Magno, quien al parecer
amaba sufrir torturas inimaginables. Mariangeline volvió a subir la palanca y
le hablaba mientras el recibía la gran descarga – Di exactamente cómo pasaron
las cosas, o no dejarás de sufrir, malnacido – le gritaba Ángel.
- ¡Mariangeline! Interrumpió Alex pero ella de inmediato le contestó -
¡Tienes que oír de su propia boca cómo sucedieron las cosas y podrás entender
por qué hago todo esto! ¡yo no quería matar a Walter, Alexander, él era como
mi abuelo, me cuidaba y me protegía, yo lo amaba! – Mariangeline bajó la
palanca - Me aferré a la idea de que todo había sido una pesadilla, jamás fue
mi intención engañarte, y este maldito tiene que confesártelo ¡y lo hará,
aunque tenga que desmembrarlo!
- ¡No! ¡Ya basta! ¡Brown, ella está diciendo la verdad, no quería matar a
Walter, me quería matar a mí- Mariangeline lo miró sorprendida, Magno
estaba confesando, y logró hacerlo antes del siguiente electroshock
- yo le había lanzado una pistola para retarla a que me mate y como no lo
hizo le di a mis hombres la orden de matarlas a ella, a su amiga y a sus
profesoras… no sé cómo con tantas balas pudo mantenerse en pie pero lo hizo,
cuando creí que estaba cayendo en realidad se estaba agachando a recoger la
pistola para dispararme, me hubiera matado, pero Walter se le atravesó,
supongo que al igual que tú no quería ver a esa pequeña niña manchándose las
manos con un maldito bastardo como yo… el disparo le cayó a tu padre en la
boca, murió al instante, y ella cayó sobre el cadáver de sus profesoras y su
amiga… jamás había visto algo así, sabía que esa niña era una maldita
amenaza para mis planes y para mi vida.
- Ahora dinos ... ¿Qué fue lo que hiciste con mi papá? Sé que él estuvo ahí,
lo recuerdo perfectamente… ¿Qué hiciste con él?
- Tu papá llegó mientras tú me retabas… mis hombres lo aturdieron con un
golpe en la cabeza cuando se metió, lo llevamos hasta el pantano donde te
dejamos a ti y a Walter, pero él seguía vivo y alguien se acercaba, teníamos
que salir rápido del pantano para no dejar nuestro pozo de muertos al
descubierto, lo llevamos lejos…
- ¿A dónde?
- ¡Ya no importa!- exclamó Alex, y le pidió a Ángel que se acerque para
explicarle algo importante, y cuando lo hizo, Mariangeline se puso pálida.
Magno no escuchó lo que le dijo Alex a la rubia pero comenzó a reír.
-Todo fue aquí ¿No te has dado cuenta?- se burló
- ¿Ahora de qué rayos hablas?
- Mira dónde estás parada, Ozriel, aquí fue donde te convertiste en lo que
ahora eres…
Mariangeline miró a su alrededor, vio las paredes con dibujos desteñidos
de niños, banderas, animalitos, vio el pizarrón a un lado, le vio el sentido a que
hubiera tantos libros por todas partes, era la escuela donde Walter la había
acogido, donde tuvo su primera amiga, sus primeras maestras…y su primera
muerte. Mariangeline se sintió desfallecer.
-Qué buen lugar escogiste para morirte, maldito- dijo ella
-Por favor, ¡Ya basta!- interrumpió Alexander - Ángel, tú no eres así, tú
eres esa niña pequeña y frágil que casi muere en el pantano y que Dios me
permitió encontrar y ayudar, tú eres mi ángel… mi ángel hermoso- Ángel se le
acercó e inclinó su rostro sobre el de su amado.
-Perdóname, Alex– dijo –yo amaba a Walter como si fuera de mi sangre, y
sé cuánto anhelaba volver a verte, él realmente te amaba y hubiera dado su
vida por ti; te amo, tú eres mi ángel, te debo mi vida…– Ángel le vendó los
ojos a Alex para que ya no pueda resistirse más al efecto del sedante, pues eso
podría haberle provocado un daño irreversible.
- cuarto golpe – gritó mientras activaba la ruleta de Magno para que
volviera a girar, y colocaba el siguiente cuchillo en el fuego.
- No…
- La desaparición de mi padre, y todos los años de su ausencia
Mariangeline lanzó otro cuchillo al rojo vivo y cayó muy cerca de la
clavícula de Magno. La voz del infeliz iba cambiando con cada grito, se le
estaba desgarraba la garganta de tanto gritar.
-Quinto golpe: mi amnesia y las noches de infinitas pesadillas por todo lo
que me hiciste pasar
-¡ya basta, por favor! ¡detente!
-Sexto golpe: lo que le hiciste a Kate siendo una niña inocente. Tú y cada
uno de los desgraciados que trabajaban para ti, infeliz. – Mariangeline lanzó el
cuchillo directo a los genitales de Magno, que al impacto soltó toda su voz en
ese último grito.
-ya casi acabamos, querido, no te vayas a morir aún… si yo aguante
cuarenta balas a los cinco años, tú puedes aguantar diez cuchillos. – Magno ya
no podía hablar, su voz ya no se oía, tantos gritos acabaron con sus cuerdas
vocales, con su sarcasmo, y al parecer hasta ese momento, con su orgullo.
-Séptimo golpe: la masacre en casa de Shadows, en un día tranquilo y feliz,
cuando ella tampoco te había hecho nada. Destruiste su vida igual que las
vidas de miles de personas, malnacido – el cuchillo cayó entre sus costillas y
al no poder gritar Magno solo se trataba de sacudir inútilmente. Mariangeline
lanzó el octavo cuchillo con un furioso grito similar al feroz rugido de una
leona, y éste cayó muy cerca del estómago de su moribunda víctima, pero ella
había estudiado desde hacía años los puntos precisos en donde podía herirlo
sin matarlo, para que así la tortura sea larga y sumamente dolorosa.
- Este octavo cuchillo fue por Slowy, mi compañera fiel, mi heroína, el ser
más noble y puro que existió jamás y el noveno… no te lo voy a lanzar,
infeliz, tú ya no tienes escape.
Mariangeline se acercó de nuevo a Alex para quitarle la venda de los ojos
y asegurarse de que estuviera dormido. Cuando lo comprobó, le dio un beso
profundo y triste, y le volvió a vendar los ojos para que no pudiera despertar -
Duerme, mi amor. Cuando despiertes toda esta pesadilla habrá terminado y al
fin conoceré la paz.
Magno deseaba morir antes de tiempo para poder ganarle la última batalla
a DarkAngel y no darle el gusto de matarlo, sabía que lo peor estaba por venir
en manos de esa niña a la que en el fondo siempre le tuvo pavor.
El Ángel de la Muerte puso en el fuego su último cuchillo, el noveno, y al
fin se quitó los guantes, descubriendo sus manos tan blancas como la leche y
sus uñas largas y en punta como las de una fiera.
-Jamás te voy a perdonar esto, maldita – dijo Magno con lo poco que le
quedaba de sí mismo; ella lo escuchó y se volvió para mirarlo. Sus ojos azules
y llenos de odio hicieron que Magno se estremeciera en un intenso y mortal
escalofrío, como si la mirada de Mariangeline hubiera sido otro cuchillo -
¿Quién te pide perdón, rata? Todo lo que te toca ahora es conocer el infierno y
pedir perdón tú por todo el daño que has hecho – sacó el cuchillo del fuego y
se acercó lentamente como una bella leona al acecho, mirando a los ojos al
pobre diablo que temblaba atado a la ruleta ya detenida y reclinada
ligeramente.
-No sabes cómo voy a disfrutar este momento, Magno
Mariangeline le clavó el cuchillo en el ojo izquierdo y fue bajándolo
lentamente cortándole la cara mientras él chillaba como un cerdo, sin poder
moverse. Siguió el recorrido del cuchillo a partir del pecho, lejos del corazón y
del cuello para no apresurar su muerte, abriéndolo en canal como se diseca una
rana en una clase de ciencias, hasta llegar a la zona genital, en donde ya tenía
uno de los nueve cuchillos atravesado.
-Mírate, Magno – se burló ella, sacando un espejo de su bolso y
mostrándole a Magno su horrendo reflejo – y con lo hermoso que eras,
¿verdad? Es una pena – Magno se miraba horrorizado pero tratando de
mantener su odio por ella, haciendo el intento de que ella no lo vea rendido –
Pídeme perdón y te doy el tiro de gracia – dijo ella limpiándose las manos con
un pañuelo y acomodándose el cabello de lo más relajada, pero Magno se
resistía a humillarse delante de ella, y solo esperaba desangrarse y morir sin
pedirle perdón, era cuestión de minutos, aunque su sangre no goteaba como lo
esperaba, se había vuelto espesa como melaza, no se había dado cuenta de que
ella misma le había inyectado un coagulante, todo para prolongar su agonía y
evitar que se desangre en tiempo normal, pero nada le importaba, él jamás iba
a pedirle perdón a Mariangeline
- ¡Perra maldita! ¡Mereces todo lo que te hice y más! ¡También te hubiera
hecho lo que le hice a la pelirroja! ¡Te hubiera encantado, angelito… como le
encantó a Katie…
-¡¡Cállate, cerdo maldito!! – Mariangeline le abrió la herida del pecho con
sus propias uñas y le arrancó los órganos con sus propias manos, totalmente
fuera de sí, enloquecida, furiosa; tiró de sus entrañas a más no poder, era
increíble, por unos minutos se volvió por completo un demonio. Magno ya
nada podía hacer, sólo veía a esa hermosa y salvaje chica que lo destripaba con
sus propias uñas de una manera tan salvaje que parecía irreal, y le gritaba con
una voz diabólica que ya no era para nada similar a su verdadera voz -
¡Bastardo! ¡malnacido! ¡Voy a matarte! ¡Vas a morir mil veces y mil veces
más! ¡Esto es por Ling! ¡por Kate! ¡Por Shadie! ¡Por Alex! ¡Por todos y por
todo! ¡Muérete, infeliz! ¡Muérete!
La escena final era inconcebible, el cabello rubio, la ropa celeste y las
blancas manos del Ángel de la Muerte se habían teñido de rojo, el suelo entero
se había inundado de sangre y vísceras. Mariangeline reaccionó y vio todo lo
que había hecho. Los oídos le zumbaban y las manos le temblaban. Comenzó
a abrir y cerrar los ojos intentando despertar de esa horrible pesadilla
preguntándose una y otra vez - ¿Qué he hecho? – se tapaba los oídos con las
manos y cerraba y abría los ojos, pero no despertaba en una realidad distinta,
seguía atrapada ahí.
De pronto escuchó las voces de Kate y Shadie entrando de nuevo a la casa,
habían tenido que matar a los refuerzos de Magno que llegaron justo cuando
ellas estaban saliendo a vigilar, y hubieran podido matarlas a todas y salvar a
Magno,
Las chicas entraron a la habitación y se encontraron con la escena más
aterradora de sus vidas: Magno atado a la ruleta reclinada con medio rostro
desfigurado, con todo el torso abierto en canal y los órganos internos
esparcidos por el suelo, Alex desmayado (aparentemente muerto) en la otra
ruleta, Ling huá sin vida y llena de sangre tirada en el piso y por último
Mariangeline llorando paralizada, cubriéndose los oídos con sus manos
ensangrentadas y carne entre sus uñas.
- ¡¿Pero qué demonios pasó aquí?! – gritó Shadows, mientras Kate se
acercó corriendo a Mariangeline para ayudarla a volver en sí - ¿Ángel?
Mírame… mírame, por favor, mírame a los ojos ¡Mariangeline, reacciona! –
Kate la tomó de la cara a dos manos y la agitaba para hacerla reaccionar, pero
Mariangeline estaba congelada, luchando con su propia mente para no borrar
ese recuerdo como lo había hecho con tantos otros.
- Lo maté, Kate … lo destripé con mis propias manos
- Tranquila, cariño, aquí estoy, ¡estás viva!, estoy contigo… vamos a salir
de esta, por favor, abrázame y cálmate. Shadows, ayuda a Ling….
- Skater… - Shadows estaba arrodillada junto a Ling y miró a Kate sin
decir una palabra, pues su mirada lo dijo todo, nada podían hacer por ella – Es
demasiado tarde para ella – dijo Shadie
- No, no puede ser… Ling… ¿Qué fue lo que pasó, Ángel?
- Él intentó matarnos… a mí y a Alex… ella se metió y lo impidió… nos
salvó a los dos – Mariangeline hablaba en susurros, su voz se había dañado
muchísimo con los rugidos que dio al matar a Magno, y seguía fuera de sí. –
Pero vengué su muerte – continuó susurrando – vengué la muerte de Ling y de
todas las personas que hemos perdido por culpa de Magno- Ángel sonreía y
lloraba al mismo tiempo, Kate y Shadie la miraban asustadas, jamás la habían
visto ni imaginado así – ni siquiera se arrepintió, Kate, no pidió perdón, no se
arrepintió… por eso lo destripé…
- Tranquila, Ángel, estamos contigo, cálmate – dijo Kate abrazándola
- Tenemos que limpiar todo esto y largarnos, Kate, no tenemos mucho
tiempo – dijo Shadie desatando a Alex, que seguía desmayado.
- ¿Qué haremos ahora? ¿Qué vamos a hacer? – preguntó Mariangeline,
volviéndose la niña temerosa y frágil que en realidad jamás fue.
- Renacer como siempre lo hemos hecho, Mariangeline.
Las chicas se llevaron a Alex inconsciente y el cuerpo de Ling en la
camioneta. Como era imposible limpiar toda esa carnicería decidieron
incendiar el lugar y borrar todas sus huellas.
El fuego fue tan brutal e imparable que como Mariangeline se lo había
prometido a Magno, no quedaron en el mundo ni siquiera sus cenizas, y ni la
policía ni los agentes de gobierno pudieron comprobar quiénes fueron los
responsables de esa salvaje matanza. No tenían a quién culpar ni lo tuvieron
jamás, pero el mundo sabía que el Imperio al fin había acabado, y que el terror
al fin había llegado a su fin.
Mariangeline volvió a encontrarse con su padre y toda la familia tuvo que
desaparecer del país para no volver jamás, y aunque recuperó todo cuanto
había buscado, y obtuvo una nueva y hermosa familia, toda la venganza, el
dolor, las alegrías, el amor, eran y serán siempre parte de las memorias del
ángel de la muerte.