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Memorias

del Ángel de la Muerte


Por

Karla Prieto


NACE UN ANGEL

No me gusta decir mi nombre, pero tengo que contar mi historia, una


historia tan difícil de contar como de creer, y que en su lugar hubiera preferido
la muerte, desde el primer momento en que la tuve cerca.
Cuando nací mis padres me creyeron un ángel, pero por las circunstancias
que he tenido que vivir, tomé la decisión de no ser el tipo de ángel que ellos
creían. En lugar del ser celestial que, según ellos, yo parecía, decidí volverme
un arma humana diseñada para las peores venganzas.
Mis padres me pusieron el nombre más angelical del mundo: Mariangeline.
Sin imaginar que lo único angelical en mí sería sólo eso. Creyeron que era una
bendición caída del cielo, sin sospechar que lo que caería del cielo sería una
interminable lluvia de desgracias.
Apenas me dio a luz, mi mamá sufrió una severa complicación, nunca
llegué a saber qué fue, pero quedó en coma por más de un mes, así que mi
papá tuvo que arreglárselas como pudo para cuidarme día y noche, temiendo
por la vida de mi mamá y rogándole a Dios que ella despierte pronto.
Una noche de lluvia, mi papá recibió la llamada del médico que atendía
personalmente a mi mamá, ella al fin estaba reaccionando y era muy probable
que a la mañana siguiente ya esté despierta. Mi papá estaba feliz, agradecido
con Dios por ese hermoso milagro, contando cada minuto para que mi mamá
al fin me viera de nuevo, pues sólo me había visto al nacer y al instante se
desmayó. Mi papá ni siquiera sabía si ella me recordaba y estaba ansioso
porque seamos la familia feliz que siempre habían soñado.
Mis papás tenían 25 y 24 años, me tuvieron antes de lo planeado, pero aun
así les hizo mucha ilusión el embarazo, y ya habían ahorrado y arreglado todo
para que al nacer no me faltara nada; siempre se esforzaban al máximo por mí,
y yo así he llevado mi vida, siguiendo ese ejemplo por instinto, sin recordar
que todo esto me lo enseñaba mi papá cuando era pequeña.
Mi padre creía mucho en Dios, jamás entendí por qué, fue una de las cosas
que jamás pude ni quise aprender de él. Yo siendo tan pequeña nunca pude
tener ni un poco de fe, tenía el fatalismo y la ironía muy arraigados en el
corazón y en la mente, como si hubiera nacido con ellos, y no compartía con
mi padre la ingenua esperanza de que este asqueroso mundo tuviera solución.
Siempre que veía en las noticias los ataques terroristas que había en nuestro
país, se la pasaba pidiéndole a Dios que todo acabe y que haya paz al fin. Yo
por mi parte jamás he creído en la suerte, el azar, y mucho menos en ningún
dios o santo. Siempre he estado segura de que si existe la suerte te juega en
contra, que si hay un Dios, él nos odia, y que la fortuna la hace uno mismo.
Por eso hice mi propia paz y mi propia justicia. Nadie puede darse el crédito ni
echarse la culpa de que yo sea el Ángel de la Muerte, a mí toda la vida me
quisieron enseñar a perdonar y olvidar, pero yo decidí serlo para que ya nadie
pudiera volver a hacerme lo que me hicieron, ni a mí ni a ninguna otra persona
en el mundo, después de todo cuando alguien hace limpieza acaba
ensuciándose… y eso tuve que hacer, mancharme las manos con la sangre más
sucia para eliminar a la peor escoria que pueda existir.
La situación en mi país era cada vez peor, mi papá deseaba sacar a mi
mamá del hospital lo antes posible porque los malditos terroristas estaban
atacando los lugares públicos más concurridos: hospitales, universidades y
hasta escuelas de primaria, y aunque mi papá confiaba mucho en su Dios,
temía mucho por nosotras.
Aquella mañana me preparó para que mi mamá me viera, me perfumó, me
vistió y me subió al auto, rumbo al Hospital Del Sur, que estaba en un gran
arenal a cinco kilómetros de las playas, donde se proyectaba a construir más
edificios para el hospital, y por el momento todo ese espacio servía de
estacionamiento. Había muchos pueblos pequeños cerca, por eso el hospital
estaba ubicado ahí, prácticamente en medio de la nada, porque se encontraba a
la misma distancia de varios poblados pequeños que requerían un centro de
salud cercano.
Nuestra casa se encontraba cerca de las playas, en uno de esos pueblos, la
ciudad era muy peligrosa y más propensa a ataques terroristas, así que mis
papás se mudaron y se casaron en un pueblo cerca al mar para empezar una
vida tranquila y feliz, para formar ahí su familia y vivir en paz.
Cuando finalmente llegamos y estábamos entrando con el auto a la
improvisada zona de estacionamiento, se sintió una vibración en el aire, que se
hacía cada vez más fuerte. Yo, una bebé de un mes, empecé a llorar aturdida
por el ruido, mi papá miró por la ventana del auto y vio que en el cielo
aparecía un avión de guerra, que volaba directamente hacia el hospital. Mi
papá se desabrochó el cinturón de seguridad, me tomó en sus brazos y salió
del auto inmediatamente, pero en un pestañeo el avión dejó caer una bomba
sobre el hospital y desapareció. La explosión fue terriblemente ensordecedora.
Mi papá cayó al piso cubriéndome con su cuerpo, el cielo entero se ennegreció
por el humo, y cuando esa nube negra empezó a dispersarse, se veía
vagamente la imagen del hospital en llamas desmoronándose como un castillo
de arena.
- ¡¡¡Abigail!!! -gritó mi papá aún arrodillado presionándome contra su
pecho y viendo cómo el hospital donde estaba mi mamá, el amor de su vida,
había desaparecido en dos minutos.
Y ahí estaba yo, una bebé de seis semanas, sola con un padre primerizo,
perdiendo a mi madre sin conocerla y del modo más horrible, sufriendo las
peores desdichas desde que llegué al mundo.
Mi papá después de eso decidió sacarme de ese maldito país y criarme
viajando de un lado a otro para protegerme. Vendió la casa, retiró todos sus
ahorros del banco y vivimos esos primeros cinco años viajando, sin quedarnos
en un mismo lugar por más de dos semanas. Por poco pierdo la audición en un
oído gracias a esa explosión, y por eso tuve que usar los primeros quince años
de mi vida un audífono especial para poder hablar y escuchar sin dificultades,
y mi papá tuvo que enseñarme a hablar correctamente y también a
comunicarme por señas, en caso de que perdiera el audífono, ya que siempre
he sido muy olvidadiza. También me enseñó a no tener miedo, me instruyó en
primeros auxilios a los cuatro años, y me enseñó a amar la naturaleza y a
encontrar en ella una cómplice. Nunca pude ser la típica niña tierna y
habladora que todos imaginaban al verme, era callada, silenciosa, no podía
escuchar bien pero tampoco quería hacerlo, la gente adulta hablaba siempre de
mi mamá con mi papá pensando que no me daba cuenta, o que no me dolía,
pero lo cierto es que veía niñas con sus mamás y me sentía mal cuando
pensaba que nunca tendría una. Mi papá se esforzaba mucho por hacerme
sonreír, y a pesar del dolor de no tener a mi mamá fui muy feliz, mi papá era
un hombre maravilloso.
Cuando cumplí cinco años decidió que ya era hora de quedarnos en un
lugar fijo y nos instalamos en una pequeña ciudad fría, cercana a Los Pantanos
del Diablo, un lugar en el país que era supuestamente místico, la gente creía
que era un portal a otro mundo o algo así.
Mi papá encontró en alquiler un departamento frente a un gran jardín, todo
el vecindario formaba un círculo alrededor de ese mini parque, no había
espacio para autos y había juegos para niños y flores por todas partes. Frente
al edificio donde viviríamos había una pequeña escuela de niños, era el lugar
ideal para que un padre soltero crie a su pequeña niña sin problemas ni
peligros, no se habían reportado ataques terroristas en esa ciudad.
Nunca voy a olvidar la extraña sensación que me producía saludar a un
desconocido, estaba acostumbrada a hacerlo porque en nuestros viajes
conocíamos a todo tipo de personas, pero la sensación de desconfianza, el no
saber cómo iba a ser la siguiente persona que conocería, la incertidumbre de si
será amable o será insoportable, esa sensación de no saber ni siquiera qué
esperar, es algo que jamás, ni perdiendo la memoria, he podido dejar de sentir
y recordar.
Aquella vez mi papá se acercó al jardín de la entrada de la escuela para
inscribirme, había un anciano negro, alto, de ojos grandes y cabello canoso,
que cantaba mientras regaba las plantas.
-Buenas tardes- Saludó mi papá
-Buenas tardes, muchacho- Respondió el anciano con una sonrisa -Buenas
tardes, señorita- agregó al verme. Me sorprendió que un adulto me diera
importancia como para saludarme en vez de preguntar por mí como si yo no
estuviera presente, como hacían todos los adultos, la clásica pregunta “¿Tu
hijita?” o “¿Es tu niña?”. No, este señor me dijo “Buenas tardes, señorita” pero
yo tenía apenas cinco años, y no supe cómo reaccionar, así que solamente dije
Hola y me escondí detrás de las piernas de mi papá.
-Vengo a inscribir a mi hija- dijo mi papá sonriendo y acariciándome el
cabello. El viejo se sorprendió cuando le dijo que yo era su hija -¡Pero si
parece tu hermanita, muchacho!- exclamaba. Nos hizo pasar preguntándonos
nuestros nombres y haciendo que mi papá le cuente un poco de nuestra
historia, me ofreció dulces que, para variar, yo no acepté a la primera, hasta
que mi papá me hizo una seña de que todo estaba en orden. El viejo se
presentó formalmente cuando mi papá le dijo su nombre. Se llamaba Walter y
era el director de la escuela.
Mi papá me inscribió y al día siguiente empecé clases contra mi voluntad.
Walter me acogió y se encargó de presentarme a todos los alumnos y
profesoras, yo siempre trataba de mantenerme en silencio y lejos de todos,
pero él día a día se esforzaba por integrarme a mi grupo. Recuerdo muy bien
que me llamaba “ovejita negra”, y que le hacía mucha gracia cuando me
hablaba y yo jamás le contestaba. Yo jamás hacía berrinches pero simplemente
si no estaba de acuerdo con algo, no hablaba, y cuando entré a esa escuela
apliqué muchísimo ese modo de protesta.
Walter se encariñó mucho con mi papá y conmigo porque tenía un hijo de
su edad, y anhelaba que algún día su hijo tuviera una hija como yo, alguna vez
él la tuvo pero la perdió a ella y a su esposa en un accidente. A pesar de ello,
Walter siempre sonreía.
Recuerdo aquella mañana en que la profesora no se dio cuenta y escapé de
sus clases. Deambulé por los salones y pasillos de esa gran casona y entré al
salón que estaba debajo de la escalera. Había algo ahí que me llamó mucho la
atención: era como una mesa con una hilera de barras blancas y, entre ellas,
había otras barras negras más pequeñas, y ese enorme aparato tenía una caja
de madera tallada. Me senté en la silla que había delante de eso y presioné una
de las barras blancas. Jamás había visto algo así pese a que mi papá siempre
me hacía escuchar música, pero al presionar la tecla y escuchar el sonido que
emitió me asusté un poco al principio, y una vez que me repuse de la sorpresa,
sonreí, era algo fascinante aunque no sabía cómo se llamaba.
- Es un piano, Mariangeline.
Walter estaba en la puerta del pequeño salón, con su sonrisa apacible y
calmada, pero me volví a asustar, había aparecido de la nada.
- Tranquila, pequeña, es para hacer música, es como mágico, escucha esto.
Walter se acercó al piano y tocó una melodía que a pesar de todo jamás
pudo borrarse de mi mente ni de mi corazón, una melodía que habría de
acompañarme desde ese momento para toda la vida. Cuando acabó de tocar
nos miramos fijamente y yo le pedí que me enseñe a hacerlo igual.
- ¡Pero claro que sí, niña! Si el piano puede hacerte sonreír, te enseño todo
lo que quieras saber sobre música
Walter se había sorprendido de verme sonriendo porque desde que mi papá
me dejó ahí y solo lo veía en las noches, me volví muy apática y muy solitaria,
casi nunca hablaba y jamás sonreía.
Desde esa mañana me comenzó a dar clases de piano y me volví menos
antisocial. Comencé a hablar con los otros niños y así fue como caí en cuenta
de que había una niña pelirroja y pecosa a la que los chicos más grandes
siempre molestaban. Le jalaban el cabello, se reían de ella, no la dejaban en
paz, y lejos de sentir lástima por ella, sentía una profunda ira al ver que ni
siquiera intentaba defenderse. Algo dentro de mí me hacía odiar su derrotismo
casi tanto como odiaba a los chicos que la acosaban.
Un día, a la hora de recreo, ella estaba sentada en el columpio del patio
sola y tranquila, yo la veía desde un balcón, y de pronto aparecieron otra vez
los tres chicos que siempre andaban molestándola. La empujaron haciéndola
caer del columpio, y al caer se raspó las rodillas y se rasgó el vestido. Para mi
sorpresa la niña que hasta ese momento había sido invisible e insignificante,
miró hacia arriba y se secó las lágrimas con las manos, poniéndose en pie y
mirando a los ojos al mocoso gigantesco que la había empujado
- ¿¡Qué te he hecho para que me odies tanto!? – le dijo ella dándole un
puñetazo en la nariz con tanta fuerza que en un segundo el niño cayó al suelo.
Me quedé helada, pero los otros dos niños la iban a golpear así que bajé
corriendo a ayudarla. Se defendió de un modo admirable y merecía que
alguien la ayude, aunque al principio la haya subestimado. Llegué justo
cuando los dos idiotas habían ayudado al otro a levantarse y se disponían a
cobrarle muy caro el golpe a la pequeña pelirroja.
- ¡Alto! – grité. Los cuatro me miraron sorprendidos – Ni siquiera la
toquen porque él se lo buscó. - ¿Y tú qué harás?¿Defenderla? – el niño que me
respondió eso intentó empujarme, pero le doblé ambas muñecas apenas me
puso las manos encima y lo hice con tanta fuerza y determinación que se
arrodilló llorando, desesperado porque no me daba la gana de soltarlo. El que
empujó a la pelirroja seguía aturdido por el golpe que ella le dio y el tercero
intentó forcejear conmigo, pero la niña lo jaló del cabello como él solía
hacerle a ella y lo arrojó a un lado. Los otros niños habían salido poco a poco
de los salones, la hora de recreo había comenzado, hicieron un círculo
alrededor de nosotros para ver el espectáculo de dos niñas pequeñas y
aparentemente delicadas pateándoles el culo a los tres niños más grandes y
abusivos de la escuela. Cabe aclarar que ésa era una escuela de kínder y
primaria, ellos tenían siete años, pero parecían de nueve y nosotras teníamos
no más de cinco años.
- ¿Qué pasó aquí? – irrumpió una profesora viéndonos algo despeinadas y
a nuestro lado los tres niños en el suelo llorando como bebés. Los niños que
habían visto todo comenzaron a gritar que éramos heroínas porque habíamos
acabado con los abusivos de la escuela. La profesora nos llevó a la oficina de
Walter, que, aunque era como mi familia, era el director y debía encargarse de
castigarnos por “agredir a nuestros compañeros” según ella. Antes de llamar a
nuestros padres, la odiosa profesora se encerró en la oficina con Walter para
contarle su versión de los hechos y nos dejó a mí y a Ivanna solas afuera
esperando sentadas en el suelo. Pero yo no tenía por qué bajar la cabeza ni
esperar sentada en el piso y ella tampoco, así que me levanté y le hablé
extendiéndole mi mano para ayudarla a ponerse en pie
- No me importa lo que diga esa profesora, ya era hora de que te defiendas,
¿Cómo te llamas?
- Soy Ivanna. No me gusta pelear pero este vestido me lo hizo mi mamá y
es muy especial, ya me harté de que me molesten sin razón.
- ¿Tu mamá? ¿Tu mamá te hace la ropa? – dije yo sorprendida, nunca me
habían hablado de una mamá ni de lo que hacen.
- Algunas cosas…
- Yo no tengo mamá – le confesé. Ivanna me miró en silencio
- Yo tampoco, ella murió hace poco, y éste fue el último vestido que me
hizo, por eso me enojé tanto, ahora no tendré quién lo arregle…- Ivanna
comenzó a llorar. Por primera vez en mi corta vida me sentí conmovida, la
verdad es que yo siempre había sido una niña fría, pero en ese momento, al ver
que había una niña como yo pero a la vez tan sensible me sentí mal y no sabía
cómo consolarla, pues ella si había podido tener a su madre y sabía lo que
había perdido, a diferencia de mí que jamás supe lo que era y nunca pude
extrañarla. Entre sollozos me contó que su madre y su hermana estaban
muertas y que ella vivía con una tía que no la quería y que si la llamaban por
este problema le iba a dar una paliza.
- Ivanna, escúchame – le dije tomándole las manos – nunca bajes la cabeza
si la culpa no es tuya, y aunque lo fuera, hay veces en que es necesario hacer
cosas malas para defenderte. – en ese momento la profesora que nos había
llevado salió de la oficina de Walter con rostro amenazante. Yo la miré a los
ojos fijamente sin miedo y abrazando a Ivanna, pues sabía que era injusto que
nos llevaran solo a nosotras a la dirección y no a los idiotas que nos
molestaron. Nos hizo pasar y entró ella también para convencer a Walter de
que nos obligue a disculparnos con esos niños, a lo que yo me negué
rotundamente, e Ivanna no respondía, pensando en todo lo que le había dicho.
Walter y la maldita profesora insistían en que debíamos disculparnos con los
niños, pero no aceptamos, Ivanna al final también se negó y tuvimos que
cargar con un castigo por cinco días, que en realidad eran diez, pero en el
quinto día entré a la oficina de Walter sin avisos ni permisos y le hablé con mi
voz más fuerte.
- Es injusto que yo me disculpe con esos niños que intentaron empujarme
por defender a Ivanna, y es injusto que ella tenga que disculparse con ellos por
no seguir permitiendo que la traten mal, la golpeen y la insulten desde que
llegó a esta escuela, y es injusto que ni siquiera nos permitan contar cómo
pasó todo en verdad. Le rompieron el vestido, me trataron de tirar al suelo
cuando quise defenderla ¿Y encima tengo que disculparme? -
Walter se quedó mirándome, tratando de disimular una sonrisa de orgullo y
me permitió contarle al detalle lo que sucedió ese y los días anteriores para
que yo reaccionara así, lo que la necia profesora no vio ni quiso entender. Esa
semana la bruja nos hizo la vida imposible, pero a partir de la semana
siguiente no la vimos más, Walter la despidió. Nos habían castigado
injustamente gracias a su terquedad. Los niños que golpeamos también
recibieron su castigo, y no fue por diez días, fue por un mes. -Eres mi niña
valiente- me dijo mi papá cuando Walt le contó lo que sucedió.
Desde ese día Ivanna y yo ganamos dos cosas muy valiosas: el respeto de
todos, profesores y alumnos, y una amistad que nos uniría hasta la muerte, e
incluso después. Ahí tuve un pequeño tiempo de paz en mi vida, con mi papá
y en la escuela, pero si algo he aprendido con todo por lo que he pasado, es
que la paz sólo es una ilusión previa a un golpe mortal del destino. Apenas
empezaba a hacer amigos en la escuela y a adaptarme a mi nueva vida con mi
papá en el vecindario, cuando sucedió algo que torció mi vida y mi alma.

UN ÁNGEL EN EL INFIERNO

Aquella mañana parecía muy normal. Esteban dejó a Mariangeline en la


escuela como todos los días y fue directo a su trabajo.
Cerca de las diez de la mañana se oyó en la radio sobre varios atentados
terroristas en escuelas y universidades, lo sorprendente era que se hacían en
escuelas tanto de secundaria como de primaria y kínder, el número de muertos
no ascendía de diez por centro de estudios, en su mayoría docentes, pero la
cantidad de niños desaparecidos era preocupante, los secuestraba el grupo
terrorista que se hacía llamar El Imperio, y aún no se sabía para qué se los
llevaban.
Esteban sintió una punzada en el pecho y un fuerte escalofrío, algo no
andaba bien y lo único que deseaba era abrazar a su hija y llevársela lejos otra
vez.
Pidió permiso en secreto para ir a buscarla a la escuela y poder tenerla en
el trabajo ese día. Esteban había sido un excelente trabajador desde que llegó a
esa empresa, y su jefe no dudó en permitírselo, viendo lo nervioso que estaba.
En la escuela aún no llegaba la hora de recreo y la pequeña Mariangeline
también sintió algo muy extraño. De la nada se oyeron unos ruidos raros.
Golpes en las paredes y gritos de una profesora. Unos hombres de negro
armados hasta los dientes y con las caras pintadas de plateado habían entrado a
la escuela y ordenaban a todos los niños en filas en los pasillos de la casona.
Walter estaba sentado junto a la escalera en silencio, tratando de llamar a la
policía con su viejo celular, los hombres de rostro plateado no se percataron de
su presencia, separaron a los niños más grandes y corpulentos y se los llevaron
al patio, pero dos de los sujetos de cara plateada se quedaron con los demás
niños y profesoras, dentro de los pasillos de la casona.
Mariangeline estaba entre todos ellos y nadie podía notar el brillo de odio
en sus hermosos ojos azules. Sentía en el cuerpo un vibrar, un impulso, un ser
que le gritaba “Véngate” “No temas” “Ódialos”, un fuego atroz que le recorría
cada vena del cuerpo y que le impedía reaccionar como los otros niños,
entonces apareció Él, un tipo vestido también completamente de negro, pero
con un porte mucho más elegante y seguro, y con el rostro pintado de dorado,
a diferencia de los demás.
- Buenos días, pequeñas basuritas – saludó con una sonrisa burlona -
¿Quiénes son los niños más fuertes y los más listos de esta escuela? – preguntó
– Niños o niñas, eso no importa… pero debe haber un grupito de niños que
todos respetan, ¿Verdad? Los que pisotean y patean a todos aquí…
- Ya los vencieron – respondió un niño inocentemente.
- ¿Vencerlos? – dijo con asombro el terrorista de cara dorada - ¿Quién lo
hizo? – todos los niños miraron sin disimular y en completo silencio a Ivanna
y Mariangeline, con la ingenua esperanza de que esos hombres fueran policías
que venían a premiar a esas dos niñas valientes por su gran hazaña.
- ¿Ustedes dos? – rio el hombre de rostro dorado - ¡Pero si sólo son unas
niñitas!
Ivanna se intimidó y no respondió, pero Mariangeline, que sabía quién era
el tipo de rostro dorado, le sostuvo la mirada fríamente demostrando que no
tenía miedo en lo más mínimo – Él es Magno, él mató a mi madre – susurró
Mariangeline a su amiga tomándola de la mano. Su padre jamás le ocultó la
verdad sobre la muerte de Abigail, su mamá, Mariangeline no desconocía
ningún detalle, apenas tuvo uso de razón, Esteban le contó todo lo que sabía
sobre El Imperio y sobre Magno, la cabeza de ese maldito grupo terrorista, el
Rostro Dorado, el rey del terror, la peor plaga que había azotado al país en
toda su historia, pero Mariangeline no tenía miedo. Ella, pese a ser una
pequeña de cinco años, tenía el coraje y la valentía de un soldado. No se dejó
intimidar por el tono burlón de Magno y sosteniéndole la mirada le respondió:
- Sí, nosotras, porque no era justo que un grupo de cobardes se aprovechen
de todos aquí y nadie les haga nada – el Rostro Dorado se llenó de asombro,
pero trató de mantener su sonrisa burlona.
- Me gusta como piensas y como hablas, pequeña, eres una niña valiente
¿no? Pero tu amiga… mírala, está temblando. Sólo es una niña más del
montón, por poco y se orina en las faldas, no es como tú y eso se nota a
leguas, no creo que se haya enfrentado a nadie en su pequeña vida.
- Pues lo hizo, es mil veces más valiente que ustedes ¿Qué quieres aquí?
¿Para qué has venido? – el terrorista quedó perplejo, nunca nadie le había
hablado así y había vivido para contarlo, todo el país lo sabía, y de la nada una
adorable niña de menos de seis años lo retaba. Había dos profesoras presentes,
y estaba también Walter, oculto bajo la escalera, pero todos guardaban
silencio, tratando de decirle con la mirada a Mariangeline que ya se callara.
Pero el miedo que los adultos y los niños tenían, en ella era odio y coraje, era
increíble ver a esa niñita sin un ápice de temor, de pie con toda la seguridad
del mundo enfrentándose a un despiadado jefe terrorista.
- ¿Sabes quién soy? – preguntó Magno
- Creo saberlo – respondió Mariangeline sin quitarle la mirada
- Ah, ¿sí? ¿Y quién crees que soy, pequeña?
- Eres el insecto que todos quieren aplastar – los niños soltaron una risita
inevitable ¡Era el colmo! Unos niños de kínder burlándose del terrorista más
buscado y temido del país – Soy Magno, maldita niña, yo mando aquí y en
todo el país – gritó él tomando a la niña del cuello. Los niños y las profesoras
se asustaron, pero antes de que intenten ayudarla, el cobarde hombre de rostro
dorado amenazó con romperle el cuello. Le hizo un gesto a uno de los sujetos
de cara plateada y arrojó a la niña al suelo, en un espacio vacío delante de
todos los niños, junto a Ivanna. Los dos cara plateada apuntaron a
Mariangeline con sus metralletas, pero lejos de asustarse, ella se puso de pie y
se sacudió la ropa mirando fijamente al desalmado que acababa de ahorcarla,
tenía el rostro rojo de furia y el cuello se le estaba amoratando. Mariangeline
lo miraba con un odio que le quemaba el cuerpo.
- Lo diré una sola maldita vez, niña, serías una aliada perfecta, incluso
siendo tan pequeña, si te unes a mí yo prometo cuidarte como mi hija, pero
como enemiga el día que crezcas serías realmente peligrosa, y para mí sería
una lástima tener que matarte, así que tú decides… ¿Vienes conmigo o mueres
llena de balas?
- ¡No, por favor! ¡Mariangeline! – la profesora de las niñas se arrojó al
suelo abrazando a la pequeña rubia, y otra profesora mientras tanto, intentó
apartar a Ivanna, pero el tipo de Rostro Dorado no se lo permitió y ambas
maestras se quedaron ahí en medio de todos abrazando a sus niñas.
- ¡Prefiero morir por las balas que vivir contigo!
- Mariangeline… - la interrumpió Ivanna con un hilo de voz – No, Ivanna,
no tengo miedo, si me tengo que morir lo haré, pero no me van a llevar con
ellos nunca…
- Pues bien, niñita – dijo Magno, ansioso y enojado – ya que eres tan
valiente morirás ahora mismo.
-¡Bien!
Pero en ese momento el tiempo se congeló, el ambiente fue invadido por
un silencio sordo, una tensión que volvía sólido el aire. A todos se les detuvo
el corazón al ver a los asesinos apuntando al pecho de la pequeña y temeraria
niña que ni por un segundo bajó la cabeza, pero ambos asesinos se miraron,
dudaron, no pudieron disparar al ver los ojos de la niña, pues su mirada los
desconcertó y los petrificó por un instante, entonces se oyó un grito desde
afuera - ¡Mariangeline! – y un sudor frío recorrió el cuerpo de la niña al oír la
voz de su padre, peleando con alguien afuera, intentando entrar. Magno miró a
la niña notando su tensión y se burló:
- Parece que alguien te busca…
- ¡¿Qué te importa?! - gritó ella, nerviosa, queriendo impedir que metieran
en eso a su padre
- ¿No te doy miedo, pequeña?
- ¡No! ¡Me das asco!
- Vaya… - el jefe de rostro dorado se volvió a ver a sus hombres y les dijo
con tono irónico:
- ¿No les parece gracioso, muchachos? Todo un país me teme más que al
mismísimo Satán y una adorable y tierna niña me reta y no me tiene ni puto
miedo. Esto merece más que solamente aplausos ¿No creen? Mereces una
oportunidad...
Magno sacó de su bolsillo una pequeña pistola, le puso una bala y la
deslizó en el suelo hasta los pies de Mariangeline.
- Tienes una oportunidad, muñequita, para salvarte tú, a tu amiguita
pelirroja que, por cierto, es muy bonita, a tus profesoras…y a cada pequeña
alma de esta maldita escuela. Dispárame. Sálvate, pequeña. – dijo con una voz
muy tranquila y su dorado rostro sonriente y burlón, e inmediatamente cambió
su tranquila expresión, volviéndose un monstruo realmente horrible, abrió los
brazos y le gritó - ¡¡Mátame!!
Mariangeline lo observó ansiosa, sujetó el arma con sus blancas y
diminutas manos, pensó un segundo, pero reaccionó a tiempo. Recordó que su
padre le había enseñado a no ser vengativa, a respetar cualquier tipo de vida, si
ella misma deseaba recibir ese respeto, además, ella sabía que si disparaba se
convertiría en un monstruo igual o peor que él.
- No – dijo dejando caer el arma al suelo – Yo no soy como tú.
La mirada del monstruoso Magno se llenó de odio y desprecio, su sonrisa
burlona se borró por completo
- Por supuesto que no eres como yo, niñita, o ya estaría muerto, pero me
equivoqué contigo, eres débil y estúpida como cualquier otra niña, así que
gracias…
- ¿Gracias por qué?
- Por hacerme entender que no es un desperdicio desaparecerte… Mátenlas
El ruido ensordecedor de las ametralladoras invadió todo. En un segundo
las maestras e Ivanna cayeron al suelo completamente bañadas en sangre y
Mariangeline, con la ropa y el cabello teñidos de rojo y totalmente
desconcertada, cayó al suelo sobre una de sus maestras, pero trató de
incorporarse mirando sus manitos ensangrentadas, levantó la cabeza y se
sentó, temblando y sintiendo que todo empezaba a oscurecerse.
El Rostro Dorado cerró los ojos y respiró profundo de forma teatral, como
si hubiera acabado una gran obra de arte; los hombres de rostro plateado
estaban demasiado confusos por lo que acababan de hacer, y no podían mirar a
la niña. En ese momento, en lugar de dejarse caer otra vez, Mariangeline se
inclinó hacia un lado y recogió la pistola que había tirado al piso y que aún
estaba junto a ella, apuntó al maldito que había dado la orden de matarla y
disparó sin pensar, el disparo resonó en toda la sala, como si hubiera sonado
mil veces más fuerte que los disparos de las metralletas, los niños empezaron a
llorar en silencio, más asustados de lo que jamás estarían en sus vidas, pero
cuando el Rostro Dorado abrió los ojos la bala no lo había tocado.
Él no iba a permitir que esa pequeña niña que amaba como si fuera su nieta
arruine su inocencia justo un segundo antes de irse al cielo, por un maldito
bastardo como el que estaba ahí. Walter se lanzó delante de Mariangeline
tratando de quitarle la pistola antes de que dispare, y lo que hizo en lugar de
impedirle matar al jefe terrorista, fue tomar su lugar y convertirse en la
primera víctima de su pequeña niña.
Mariangeline lo vio a los ojos, quedándose sin aire, y vio la herida que le
hizo en el pecho con una bala que en realidad no era para él. La niña no podía
creerlo, todo se había convertido en la peor de sus pesadillas.
- Walter… - dijo ella casi sin voz, paralizada de horror, deseando despertar
de ese sangriento sueño.
- Mi pequeña…esto no es tu… culpa – diciendo esto con su último aliento,
Walter cayó a los pies de Mariangeline y ella, llorando, se dejó caer hacia un
lado, sobre él, sumiéndose en una nube negra, sin saber más del mundo.
En ese momento entró Esteban, escoltado por otros dos hombres de rostro
plateado y golpeado, pero al ver el horrendo escenario en el que se encontraba,
el pobre hombre se lanzó al suelo a cargar el cuerpo aún tibio de su hijita,
gritando con toda su desesperación, perdiendo lo único hermoso que tenía en
la vida, y arrancándose la camisa para envolver a la niña, e impedir que la
sangre siga brotando de su pequeño cuerpo.
Los asesinos cargaron los cadáveres en las camionetas para llevarlos a
donde pudieran deshacerse de ellos.
Fueron en caravana a una carretera abandonada que había sido construida
por error y el final del camino daba a un pantano enorme y alejado lo más
posible de la civilización, y en donde se sabía de tantos monstruos fantásticos
y tantas leyendas de terror, que nadie ni ciudadano, ni forastero, se metía a ese
camino desolado. Eran los famosos Pantanos del Diablo, el lugar que nadie se
atrevía a visitar. Había tantos charcos, arenas movedizas, bichos y plantas
acuáticas que ese lugar al final de la carretera mal construida eran perfectos
para eliminar evidencias y arrojar cadáveres.
Cuando las camionetas se detuvieron los asesinos salieron cargando a
rastras los cadáveres de las profesoras, de Ivanna, de Walter y tratando de
separar al desesperado y aturdido Esteban, del cuerpo de su pequeña hija.
- Hijita, por favor, hijita… Mariangeline… - lloraba abrazándola. Uno de
los asesinos golpeó a Esteban en la cabeza con la pistola y el pobre cayó al
suelo desmayado y sangrando por la nariz, entonces empezaron a lanzar los
cuerpos al agua para que se hundan entre las plantas y musgos.
El cuerpo de Mariangeline cayó sobre el cadáver de Walter, hundiéndolo
más rápido, pero manteniéndola a ella en la superficie con la cara sumergida.
Los asesinos aún reían de su hazaña cuando oyeron que se acercaba una
camioneta.
Subieron a sus vehículos y volvieron por donde habían llegado, pero al
salir se cruzaron con la camioneta que se acercaba y vieron al chico que la
conducía: moreno, muy joven, con lentes de sol y la música en alto volumen.
- Si fuera tú no voy por ese camino, muchacho – dijo uno de ellos sin bajar
la ventanilla de su camioneta para que el chico no viera su rostro dorado.
- Solamente hay un maldito pantano desolado, no hay ni un alma ahí.
- Gracias, señor, lo tendré en cuenta.
Los asesinos se fueron tranquilos viendo que el chico realmente estaba
girando para salir de ahí; sin embargo, cuando ya se habían ido, regresó al
camino abandonado.
Ése no era cualquier muchacho, era un militar que acababa de volver de
una guerra en el Medio Oriente y estaba buscando a su padre, pero no conocía
bien la ciudad y entró por error a la carretera abandonada, o tal vez por
artimañas del destino. Si algo había salvado su vida y la de sus compañeros en
la guerra, era su instinto y su intuición, él sabía que algo no andaba bien. Esos
hombres iban en caravana en camionetas negras de ventanas oscuras, se
notaba que conocían la carretera lo suficiente como para no perderse y en todo
caso, Alex, el militar, notó a través de la ventanilla la luz de una pantalla GPS
en la camioneta del tipo que le habló, ellos sabían que había ahí, era absurdo
creer que entraron ahí por error, algo tramaban.
- ¡Ay, Alexander, la guerra te dejó paranoico! – se dijo a sí mismo, pero
para descartar cualquier duda decidió inspeccionar de todos modos.
Cuando llegó al fin del camino, en donde el pantano se comía la carretera
de un mordisco, estacionó y bajó de la camioneta, caminando y buscando algo
sin saber qué.
- ¡Definitivamente el desierto y la guerra me volvieron loco! – se dijo.
Entró a su carro de nuevo y cuando iba a dar marcha atrás, vio buitres
merodeando sobre un punto dorado en el agua. Ahí en el pantano, hundiéndose
entre plantas acuáticas, flotaba una cabellera más brillante que el sol, de quien
le cambiaría la vida para siempre.
- ¡No puede ser! ¡Es una chica!
Alex sacó de su camioneta una soga para atar un extremo en la defensa del
carro y otra en su cintura, y sin pensarlo dos veces se lanzó al agua para salvar
a la dueña del cabello dorado.
Cuando la atrapó pesaba mucho menos de lo que esperaba, pero no se fijó
en eso, sólo se concentró en sacarla del agua. Con gran esfuerzo salió del
pantano cargando en sus brazos un cuerpo pequeño, envuelto con una camisa
de hombre y lleno de sangre, pero aún tibio, y se dio cuenta de que no era una
mujer, como pensó cuando vio el destello flotante de su rubia cabellera, sino
que se trataba de una niña de no más de seis o siete años. Lo más asombroso
aún era que tenía muchísimas heridas de bala en el pecho, vientre y en un
brazo, pero pese a esas heridas y la apariencia delicada y frágil de la pequeña,
su corazón seguía latiendo y sus pulmones, respirando, Mariangeline estaba
viva.
Alex se arrancó la camisa con todas sus fuerzas, le limpió el lodo y la
sangre lo mejor que pudo y la envolvió de nuevo presionando fuertemente las
heridas para detener las hemorragias. Subió a la pequeña a la camioneta y la
llevó a toda velocidad al hospital más cercano.
Tenía varios órganos severamente comprometidos y tuvieron que
extirpárselos para salvarle la vida, Alex le donó sangre hasta quedar con una
fuerte anemia pero no le importó, el tipo de sangre de la niña era muy raro y
era un milagro que coincidieran hasta en eso, además se sintió muy mal por
ella, pues entre los órganos que tuvieron que sacarle había un riñón y toda la
matriz, la pequeña apenas empezaba a vivir y ya le habían arrancado todas las
posibilidades de una de las mayores ilusiones en la vida para una persona.
La vida de esa niña era por completo un milagro, pues las balas no habían
siquiera rozado el corazón, hirieron los pulmones gravemente, pero se
pudieron salvar, tampoco tocaron la cabeza, aunque si tenía una lesión por el
golpe al arrojar su cuerpo dentro de la camioneta, cuando iban a llevarla al
pantano creyéndola muerta, pero el hecho de que sus órganos no hayan
quedado despedazados, que Alex la haya encontrado justo a tiempo para
devolverla al mundo, y que encima tuvieran el mismo tipo raro de sangre
contribuía a un hermoso y asombroso milagro.
-Definitivamente no era tu hora de morir, pequeña – dijo Alex, asombrado
cuando la vio después de la operación.
Mariangeline estuvo dormida un mes y dos semanas desde que Alex la
encontró, entrando y saliendo del quirófano una y otra vez, y él estuvo
pendiente de ella en todo momento como si fueran familia. A partir de aquel
día Alexander jamás iba a poder alejarse de esa pequeña gran niña.

VOLVIENDO A NACER

-¡No te tengo miedo! ¡Dispárenme, cobardes!


Mariangeline al fin comenzaba a reaccionar. Aún sin abrir los ojos hablaba,
gritaba y se sacudía frenéticamente desafiando a alguien que quería hacerle
daño. Alex la escuchó y entró inmediatamente a su habitación.
-Hey, hey, cálmate…tranquila–
La niña abrió los ojos y presionó los brazos que la sujetaban con una
fuerza sobrenatural. Alex quedó totalmente impactado, por primera vez veía
esos hermosos y congelantes ojos, y la fuerza que tenía la niña era increíble,
no solo la fuerza de sus manitos, sino también su fuerza interior que se sentía a
flor de piel. Quedaron viéndose por eternos segundos, ella furiosa y
confundida, él, admirado e hipnotizado con tanta belleza y tanta fuerza.
-¿Quién eres?¿Dónde estoy?¿Y mi papá?¿Qué me han hecho?– preguntaba
ella agitada, tratando de arrancarse los tubos y sondas que tenía en el cuerpo.
-Cálmate, estás en un hospital, vas a estar bien…
-¿Y mi papá?
-Eh… escúchame, yo te encontré en los Pantanos del Diablo, entré por
error y vi que estabas ahí, pero…
-¿Y mi papá?
-…pero te encontré sola- la niña se paralizó de inmediato y sus ojos se
humedecieron, y en un segundo se enfureció más y trató de levantarse
golpeando a Alex para que la suelte.
-¡¡Eso no puede ser!!
-¡Escúchame!– Alex levantó la voz y la tomó de ambas manos con firmeza
–Necesito saber de ti, ¿Qué te pasó?¿Dónde y cuándo te hicieron esto?¿Con
quién estabas? Lo que te ha pasado es algo horrible, pequeña, y para ayudarte
necesito que me des detalles...
-Pero ¡¿Qué pasó?! Quiero ver a mi papá...
-Estás aquí hace más de un mes, estuviste dormida todo este tiempo, pero
por favor, no te conozco y no puedo entender que siendo tan pequeña te hayan
acribillado de esa manera…
-¿Acri… qué?
-Acribillado, los disparos...¿No recuerdas nada?- Mariangeline recordaba
sólo el ruido de los balazos y los gritos, pero todo era demasiado confuso y lo
único que pudo decir fue : -Yo tampoco sé quién eres
- Soy Alex Brown
-¿Brown?– la niña se quedó mirando al aire, con la mente enredada en
ruidos y una profunda sensación de angustia -Tu apellido me suena familiar.
-Soy militar estuve en la guerra del oriente, durante cuatro años, desde mis
diecisiete, pero esa guerra terminó y supe que mi papá vivía en esta ciudad, así
que vine a buscarlo, pero el día que llegué me perdí y entré a la carretera del
pantano. Cuando estaba entrando vi camionetas blindadas saliendo de ahí, las
ventanas eran polarizadas y estaban cerradas, pero se detuvieron cuando nos
cruzamos y me advirtieron que no entre. Aún así, entré, porque era lógico que
algo ocultaban
-¿Quiénes eran?
-No lo sé, se fueron y yo entré al pantano y no me equivoqué al pensar que
algo ocultaban, estabas flotando, a punto de morir, pero te juro por lo más
sagrado, pequeña, que sólo te vi a ti en todo ese desolado pantano, por favor
dime, aunque sea sólo tu nombre
-¿Para qué?– dijo ella secamente. Alex la miró un poco asustado
-Perdóname– dijo ella con voz más suave, él le sonrió y le tomó la mano
con un gesto de complicidad
-Tranquila, todo esto es... demasiado, es normal que desconfíes de todo a
tu alrededor, y es bueno, sabes cuidarte, pero tú y yo estamos juntos en esto.
Yo también estoy buscando a mi papá, así que te propongo que cuando te
recuperes podemos buscar a tu padre y al mío juntos ¿Te parece?
-No creo que encuentre al mío, Alex, si casi me matan, los que hicieron
esto deben haberlo…
-Aún así aquí estás, tenías una camisa alrededor del cuerpo cuando te
encontré, hasta el último momento él te protegió. Tú eres fuerte, y seguro lo
heredaste de tu padre…
-No sé, Alex
-Niña, créeme, en las guerras he pasado muchas cosas horribles, pero la
esperanza es lo último que se pierde ¡Mírate! Eres la prueba viviente de lo que
digo, desafiaste a la muerte, has vuelto a nacer.
-¿Vuelto a nacer?– pregunto ella sin entender la frase y pensando en la
madre que nunca conoció -¿De qué hablas?
-Cuando alguien tiene a la muerte tan cerca y sobrevive es como si
volviera a nacer. Y tu pequeña…
-Mariangeline
-¿Qué?
-Mi nombre es Mariangeline.
-Muy bien, Mariangeline, entonces estás de acuerdo con lo que te digo
¿Verdad?
-¿Cómo sé que no me harás daño?
-Porque estás viva y recuperándote, cariño, si no fuera así…- la niña le
lanzó una mirada de leona y Alex se intimidó
-No te enojes… confía en mí, pequeña, desde hoy yo cuidaré de ti hasta
que encontremos a tu padre.
- Está bien, pero ya te dije mi nombre, no me digas pequeña.
- Ok, Mariangeline.
En ese instante entró el doctor a examinar a la niña y a conocerla, pues la
había operado muchas veces y conocía cada herida que tenía, pero como había
estado en coma, nunca le había hablado.
- Buenos días, Alex, buenos días, señorita – saludó el doctor amablemente.
Al escucharlo, Mariangeline sintió un escalofrío y otra voz le sonó en la mente
mil veces diciendo la misma frase “Buenos días, señorita” Esa frase le
recordaba algo que no identificaba, pero resonaba en su mente una y otra vez
provocando una sensación de angustia. Alex saludó al doctor mientras
Mariangeline permanecía con la mirada desorbitada, temblando y con el pulso
agitado.
-Niña ¿Estás bien?– preguntó el doctor al verla así.
-Ma…Mariangeline- dijo la niña, volviendo en sí.
-¿Qué?
-Mi nombre es Mariangeline
-Pequeña… ¿Te sientes bien? Te has puesto pálida– dijo Alex
-Estoy bien- respondió ella, sonriendo con una súbita tranquilidad
-Vas a estar bien, Mariangeline, lo prometo– dijo Alex sosteniéndole la
mano
-Sí, querida, tú no estás sola, Alex está cuidándote día y noche, nosotros
estamos pendientes de ti ¿Ok?
- Gracias, doctor, y gracias, Alexander.
El doctor le pidió un momento a Alex para conversar y mientras tanto una
enfermera entró a la habitación de la pequeña para darle de comer.
-Hola, cariño, ni nombre es Evelyn– saludó la enfermera
-Hola, soy Mariangeline
-Qué bueno que hayas despertado, nos tenías preocupados, ese chico te
trajo…
-¿Alex?
-Sí, él, te ha cuidado sin descanso a pesar de que no sabía ni tu nombre,
gracias a él pudimos ayudarte y es un milagro que estés viva después de lo que
pasó, pero no tienes de qué preocuparte, cariño, nosotros cuidamos de ti.
-Gracias, Evelyn
-Veo que hablas poco, eso es raro en una niña, pero lo aprecio, además es
normal con lo que pasó ¿Puedo preguntarte algo?
-Dime
-¿Quién te hizo esto?
-¿Hacer qué?
-Los disparos, linda ¿Lo recuerdas?¿No sabes cómo acabaste en el
pantano?– Mariangeline se quedó muda mirando al aire, intentando recordar
los hechos al detalle, pero todo se había vuelto borroso y diáfano como en una
pesadilla: al despertar no la recuerdas, pero aún sientes la misma angustia.
-No recuerdo casi nada, Evelyn, sólo el sonido de las balas… Los gritos…
la sangre en el suelo y...- los latidos de Mariangeline se aceleraron demasiado,
ella aún estaba muy débil y no podía seguir así o sufriría un ataque cardíaco.
Al no poder hacerla volver en sí, Evelyn tuvo que inyectarle un calmante y la
niña poco a poco fue sumiéndose en una suave y delicada nube en donde sus
miedos y sus problemas perdían la relevancia que en verdad tenían, como si
fueran sólo pesadillas.
-¿Qué me has puesto?
-Un calmante, pero puedes seguir despierta, es sólo para que estés tranquila
y no dañes tu corazón asustándote ¿Sí?
-Que bien se siente…
-Mariangeline, quiero que cuentes conmigo, seré tu amiga ¿Ok? Si me
necesitas aquí estoy. Alex, el doctor y yo te vamos a cuidar y proteger, cariño,
estoy aquí contigo ¿Si?
-¿Por qué?– preguntó la niña, atontada por la anestesia, pero siempre
desconfiada. Evelyn bajó la cabeza y suspiró, triste.
-Mariangeline, a mi hermana le hicieron lo mismo que a ti, pero ella no
sobrevivió, ni ella ni las personas que murieron con ella, pero los que salieron
vivos no quieren hablar por miedo, y con razón, el único que dio algo de
información amaneció muerto al día siguiente. Esas noticias me llegaron un
par de días después de que Alex te trajo aquí, busco a mi hermana por todos
lados, pero ya no sé qué hacer, cariño.
-Lo siento, Ev…- Mariangeline se durmió repentinamente tomando la
mano de su nueva amiga; entre tanto Alex y el doctor hablaban sobre las
consecuencias y cuidados que tendría la niña.
-¨Mariangeline¨, esta pequeña se ha salvado de milagro, Alex
-Lo sé, doctor
-Pero lamentablemente tendrá algunas secuelas, más que nada durante su
niñez, aunque habrá una en su adultez que creo que será lo más difícil.
-¿Qué será, doctor?
-Mariangeline tenía los órganos reproductores demasiado dañados,
lamentablemente tuvimos que extirparle toda la matriz, además tuvimos que
sacarle un riñón y aunque hubiéramos podido salvarle la matriz, un embarazo
contando solo con un riñón resulta fatal en el noventa y cinco por ciento de
casos. Mariangeline no podrá tener hijos, Alexander, y cuando encuentres a su
padre tendrás que informarlo al respecto.
-Está bien, doctor– Alex suspiró agobiado ¿Cómo iba a explicarle algo así
a una pobre niña de cinco años que sólo conocía dolor y sufrimiento? El
doctor también le explicó cómo debían alimentarla y medicarla y apoyarla
mientras estuvieran con ella
-Mariangeline…- dijo el doctor, viendo el expediente de la niña –Tiene
nombre de ángel, con razón se salvó.
-¿Cómo?
- Los ángeles no pueden morir y por lo que veo se ayudan entre ellos, tú
fuiste el ángel de este ángel más pequeño y la salvaste
-Sólo soy un soldado, doctor, era mi deber ayudarla
-Eres más que eso, Alexander, lo que hiciste va más allá del deber, y ahora
eres todo lo que ella tiene, además si no encuentran al papá, serás lo único que
tenga el resto de su vida
-Dios mío ¿Y qué haré con ella si no encuentro a su padre?
-Cálmate, muchacho, si necesitas un lugar donde dejarla conozco una casa
hogar cerca de…
-No, doctor, no podría hacerle eso a esa criatura tan indefensa y frágil, ya
sufrió demasiado
-Dependiendo de su recuperación, calculo que en un par de semanas le
estaré dando de alta
-Dios, por favor, que esté vivo el padre de esa niña - Alex no sabía qué iba
a hacer, cómo iba a buscar al padre de Mariangeline, si ella no recordaba nada
de su pasado, qué haría con ella si nunca lo encontraban o si lo hallaban
muerto, por otro lado, Alex también buscaba a su propio padre y nadie de sus
contactos le daba razón, él no sabía en donde estaba ni tenía siquiera un
número de teléfono. Tenía ahorrado muchísimo dinero, además estaba
contratado por el gobierno para otras cosas fuera del ejército. Le daban
misiones de rescate, espionaje e investigaciones y así él podía conseguir más
contactos para profundizar e indagar más sobre las desapariciones y las
desgracias que estaban pasando en toda la nación, como la de Mariangeline.
Mientras pensaba qué hacer, Alex entró a la habitación de la niña. Estaba
dormida y seguía conectada a varias máquinas; él la observaba en silencio, con
ternura y angustia. Realmente parecía un hermoso y pequeño ángel, su cabello
era largo, rizado y dorado, su piel blanca como el papel, sus labios tan
inocentes y rosas, y aunque durante semanas estuvieron cerrados, Alex no
podía olvidar esos ojos del color del cielo más hermoso, esos ojos que todo lo
veían.

PIEZAS

-Pequeña, hoy sales de aquí


-No me digas pequeña, no dejes que olvide mi nombre
-Mariangeline- irrumpió el doctor -ya puedes irte de aquí y por hoy, comer
lo que desees, estás recuperada oficialmente.
-¿De verdad, doctor?– los ojos de la niña se iluminaron
-Así es, cariño– dijo Evelyn con una gran sonrisa, entrando a la habitación
–ya puedes escaparte de este horrible lugar
-Evelyn…- Mariangeline atrapó a su enfermera en un tierno abrazo, que no
era propio de la inexpresiva niña, pero fue inevitable
-Cuídala mucho, Alex– dijo la enfermera mirando al chico sin soltar a la
pequeña
-Lo haré, Evy, no te preocupes
-Mariangeline, aquí siempre tendrás una amiga incondicional, te quiero
mucho, niña
-Yo también, Evy. Gracias por todo lo que han hecho por mí…
-No agradezcas, querida, gracias a ti por tantas alegrías, además ahora sí
puedo creerme un buen médico
-Claro que lo es, doctor- sonrió Alex
Evelyn sacó del armario una caja blanca con listones dorados como el
cabello de Mariangeline, y la puso junto a ella sobre la cama.
-Cariño, este es un regalo de parte del doctor, de Alex y mía – dijo Evy.
Mariangeline tembló y se ruborizó.
-¿Por qué?– preguntó titubeando
-¿Cómo que por qué?¿Por qué va a ser?¡Porque te queremos, niña!–
exclamó el doctor. Ese señor bonachón y tierno, con su enorme barriga y su
barba blanca, por la piel pálida y los ojos claros parecía ser abuelo de la niña.
Siempre quiso tener una nieta como ella y jamás la tuvo, y cuando llegó al
hospital agonizando él no creyó que podría salvarla, ni mucho menos imaginó
que unos meses más tarde la vería, no sólo viva, sino lista para salir del
hospital dando brincos de gacela. En sus treinta y seis años como médico no
había visto nada igual al caso de Mariangeline, cinco años, estatura mínima,
peso promedio, el cuerpo lleno de balas pero ni una sola le comprometió la
columna y a pesar de que también estuvo a punto de morir ahogada si no se
desangraba antes, ahí estaba, viva, radiante, su corazón latía, sus pulmones
respiraban y el riñón que le quedaba, trabajaba perfectamente. Ahí estaba la
niña, atónita, sin saber cómo reaccionar ante ese inesperado obsequio.
-Mariangeline… ¿Qué pasa?– preguntó Evelyn, pero no recibió respuesta,
la niña estaba inmóvil. El doctor, Alex y Evelyn la observaban algo asustados
hasta que Alex se atrevió a hacer algo:
-Ven, ángel, te ayudó a abrirlo
Quitó el listón dorado y abrió la caja. Mariangeline vio dentro de ella, siete
mudas de ropa nueva y dos pares de zapatillas con un bolso negro a juego y un
gorrito tejido que habría de acompañarla por mucho tiempo, todo lo que ella
necesitaba en ese momento para salir del hospital.
-No sé cómo supieron, pero… gracias, por todo esto– decía la niña casi sin
voz, reteniendo apenas sus lágrimas escurridizas.
-¿Saber qué, querida?- preguntó el doctor
-Hoy cumplo seis años
-¿En serio?– dijo Evelyn
-Sí, lo recuerdo, hoy como todas las mañanas me dijiste la fecha exacta,
Evy, y eso me hizo recordar que mi papá lo hacía en mi cumpleaños cuando
me despertaba, dándome regalos…creo que fueron los únicos regalos que he
recibido en mi vida. Ustedes han hecho algo muy parecido, gracias…
-No teníamos idea, cariño, pero qué bueno que así pasó
-Feliz cumpleaños, Mariangeline, y que sean muchos más.
-Gracias, Evelyn, gracias, doctor… Alex, gracias por cuidarme.
Mariangeline se vistió y se peinó con ayuda de Evelyn, y emprendió un
viaje y una búsqueda que no tuvo fin hasta mucho tiempo después.
Alexander trató de unir piezas del rompecabezas que formaba todo ese
misterio acerca de la vida de Mariangeline, pero eran tan borrosos los
recuerdos de la niña, que no tenía suficiente.
Alex empezó a colaborar con el gobierno en algunas investigaciones sobre
los terroristas en los lugares que habían atacado.
De su madre había heredado una fortuna, pero él quiso ser militar por
vocación, y en los años que pasó luchando en el Medio Oriente su fortuna fue
invertida en la bolsa de valores e incrementada. Tenía para vivir cómodamente
el resto de su vida, siempre que no se excediera.
Él era un muchacho de veintiún años, moreno, alto, de ojos cafés y
pestañas rizadas, delgado, pero de músculos firmes, y tenía el cabello crespo y
brillante.
Su madre murió cuando él tenía dos años y vivió con su padre que era
profesor en la facultad de pedagogía de la universidad más prestigiosa del
país.
Al terminar la escuela a los dieciséis años y con el mejor promedio de su
clase, Alexander Brown se enlistó en el ejército sin pensarlo. Ése siempre
había sido su sueño. Nunca le hizo ilusión vivir como la familia de su madre
en lujosas casas con sirvientes ni tener más de un auto. Jamás le gustó
presumir ni llamar la atención y no utilizaba su dinero más que en lo
verdaderamente necesario. No le fue problema pagar los gastos de
Mariangeline en el hospital ni pensaba cobrárselos a su padre cuando lo
encontraran. Lo único que le importaba era que la niña estuviera bien y que
pronto pudiera estar feliz en los brazos de su papá.
Por otro lado, Alex también estaba buscando a su padre. La última vez que
pudo hablar con él, su papá le contó que se había mudado de ciudad porque la
universidad había sido invadida por los terroristas y convertida en una especie
de campo de concentración; gracias a Dios, él pudo desaparecer a tiempo,
tratando de borrar todo dato suyo de los papeles de la facultad, pero para
mayor seguridad era preferible perder contacto por unos meses. Medio año
había pasado desde aquella última conversación, Alex no pudo avisarle a su
padre que iba a regresar con él porque la guerra al fin había terminado y al
llegar a la ciudad en donde su padre le dijo que estaba, se desorientó y entró
por un camino equivocado. Aquel camino había sido construido quince años
atrás en una zona que en realidad era prohibida por el antecedente de un lago
seco. Antes de acabar la construcción de esa carretera llegó la época de lluvias
y bajo el pavimento se abrió un gran lodazal que se tragó la mitad del camino
en unos minutos y con eso también se hundieron los ingenieros y arquitectos,
y un tercio de los obreros que trabajaban en la obra y que estuvieron presentes
en aquel desastre tristemente inolvidable.
La gente de la zona atribuyó esa catástrofe a que en ese lugar habitaban
espíritus encargados de hacer respetar la naturaleza, pues por aquella
construcción se talaron muchos árboles y se dañó para siempre todo el
ecosistema en tres kilómetros a la redonda. El lodazal se acabó convirtiendo
en un gran pantano, lleno de arenas movedizas, plantas, bichos y agua turbia.
Jamás se hallaron los cuerpos de los trabajadores que cayeron en el derrumbe
y se hundieron en el lodo. Cada año el pantano se iba tragando un pedazo más
del camino mal construido y nadie, ni forastero ni ciudadano, se atrevía a
entrar a ese camino olvidado. Sin embargo, ése era el lugar perfecto para
deshacerse de un cadáver, o, en fin, de dos o tres, además la entrada de esa
carretera era como cualquier otra, y para un chico que no conocía para nada
esos lugares, como Alex ese día, era fácil meterse ahí creyendo que era la
salida.
¿Cómo iban a imaginar los asesinos que alguien encontraría uno de los
cuerpos antes de que se hunda?¿Cómo iban a esperar que aún tuviera vida?
Especialmente una niña tan pequeña y aparentemente frágil con el cuerpo
lleno de balas. Y ¿Cómo Alex iba a imaginar que en vez de otro camino
encontraría a esa niña?¿Cómo iba a pensar que esa vuelta en la carretera
cambiaría para siempre el rumbo de sus vidas?
Así se lo contaba a Mariangeline una y otra vez mientras pensaba qué
hacer y con quién contactarse.
Le preguntaba a la niña todo cuanto pudiera recordar de su pasado, pero
por más esfuerzos que hiciera ella no podía recordar nada. Alex había
consultado con el médico que la salvó y la cuidó, él por qué de su falta de
memoria.
-Es normal que después de tantos momentos difíciles ella haya olvidado
muchas cosas, Alex. La mente humana está programada para sobrevivir, y
algunas veces los recuerdos traumáticos causan tanto dolor y tanto sufrimiento
que la misma mente que los almacena casi involuntariamente los bloquea, ella
lo olvida, pero en cualquier momento podría sufrir chispazos de lucidez y
recordar, en sueños, visiones, o cosas por el estilo, y debes tener cuidado
porque esos chispazos tienden a causar severos ataques de pánico.
-Necesito que ella recuerde.
-Tranquilo, Alex, ten en cuenta que ha pasado por muchas operaciones y
ha estado en coma, eso puede revolverle la mente a cualquiera, además es
pequeñita, recuerda que los niños muy pequeños conforme van creciendo van
olvidando cosas.
Alex recordaba todo lo que le había dicho el doctor y trataba de no
presionar a Mariangeline, pero era desesperante porque ella se presionaba a sí
misma y nada conseguía; sin embargo, él la ayudaba a no perder la calma y le
iba haciendo preguntas poco a poco.
-¿Nombre?
-Mariangeline
-¿Apellido?
-Mmm…. No sé…
-A ver, tranquila…
-Es que no sé… no puedo acordarme…
-Edad
-Seis años
-¿Cumpleaños?
-Veintiséis de abril.
-Tu dirección
-¿Qué?
-Tu domicilio, pequeña, ¿Recuerdas dónde vives?
-En un departamento en…ahh…no puedo…no puedo recordarlo
-Ya, tranquila, Mariangeline, cálmate, tuviste un fuerte shock y tus
recuerdos se confundieron, pero poco a poco los irás recuperando.
-¿En cuánto tiempo?
-No lo sé, pequeña…
-No me digas, pequeña, no dejes que olvide mi nombre, por favor
-¿Por qué dices eso, niña?
-Porque ya olvidé mi casa, mi apellido, olvidé si tenía amigos, si tenía
familia, no recuerdo con quien vivía, no sé nada de mí, no me conozco…
-Cariño, cuando tú te despertaste me dijiste que te llamabas Mariangeline,
y te aseguro que no dejaré que lo olvides. Yo sé tu nombre, y si en algún
momento llegas a olvidarlo, yo te lo haré recordar ¿Ok?
-¿De verdad?
-De verdad, pequeña Mariangeline
La niña sonrió tiernamente
-Otra cosa que puedo recordar es que cuando tú despertaste el primero por
quien preguntaste fue por tu papá.
-Cierto
-Eso quiere decir que cuando… pasó aquello… él estaba contigo
-¿Crees?
-Estoy seguro, porque además te encontré envuelta en una camisa de
varón, así que lo más probable es que estuvieras con tu padre en esos últimos
momentos…¿Y no recuerdas a tu madre?
-¿Mi madre?... no … no me acuerdo
-Tal vez no vivías con ella, o no sé…intenta recordar.
Pero Mariangeline no podía recordar nada más, y cuando le preguntaba
sobre los balazos ella entraba en pánico y lloraba. Alex se contactó con
algunos de sus amigos del gobierno para investigar las listas de personas
desaparecidas y buscar algún dato de Mariangeline, pero no existía ningún
registro. Era común ver eso porque El Imperio se infiltraba en el sistema y
borraba por completo a sus víctimas de todos los registros. Borraron a la niña
y a su padre del sistema tal y como los habían borrado de la faz de la tierra,
pero Alex utilizó eso a su favor y con ayuda de sus contactos registró a la niña
como su hija y con una identidad falsa: Catalina Brown. De madre italiana,
fallecida al dar a luz a la pequeña. Era el mejor modo de proteger a
Mariangeline, porque de saber que estaba viva, los asesinos que casi acaban
con ella la atacarían de nuevo para no dejar cabos sueltos.
Alex trataba de ayudar a la niña a recordar más detalles sobre su pasado
para unir piezas y obtener pistas, y sin darse cuenta se empezó a encariñar con
ella, pero pasaban los meses y no lograba encontrar ni la más mínima señal de
su padre, ni del padre de la pequeña, y pese a ello rendirse jamás fue una
opción.
Una mañana recibió por correo un dato muy importante que lo ayudaría a
dar un gran paso, era la dirección de la escuela en donde trabajaba su padre
hasta antes de su desaparición.
Alex se preparó para salir de inmediato, pero era sábado y no tenía con
quien dejar a Mariangeline si ella no iba a la escuela. Tuvo que llevarla con él.
Antes de despertarla se quedó viéndola, observando lo tierna que se veía y
pensando lo fuerte que era. A pesar de todo lo que había pasado, Mariangeline
en uno de sus ataques de pánico le prometió no volver a llorar porque sabía
que lo ponía muy nervioso.
-Debes hacerlo si es necesario.– fue la sabia respuesta de Alex. Como no
sabía cómo criarla o cuidarla, Alex la inscribió en una escuela privada
experimental que tenía un método distinto del convencional, y la dejaba ahí
hasta que terminaba de trabajar, por las tardes. Se instalaron en una bonita
casa, que era grande para los dos, pero les gustó tanto que estuvieron de
acuerdo en vivir ahí. Él sabía cuáles eran las posibilidades respecto al padre de
la niña, pero en cualquiera de los casos había decidido protegerla y procurarle
felicidad mientras esté a su cargo, y así ambientó la casa como jamás lo
hubiera imaginado: columpio en el jardín, casa del árbol, juegos de mesa, de
video, paneles de dibujo en los pasillos, una bicicleta, patines, un mini cine en
la sala de estar, todo tipo de vestidos y zapatos, e incluso acondicionó el jardín
como un circuito de obstáculos para que ella pudiera entrenar y jugar al mismo
tiempo, pues el médico le recomendó mucho ejercicio.
Sin darse cuenta amaba a esa niña, ya habían pasado meses desde que salió
del hospital y no había rastros de dolores. La sometieron a un tratamiento
regenerativo experimental en el hospital militar, el proceso podía llegar a curar
por completo sus heridas a largo plazo, Alex era optimista y esperaba poder
sanar a Mariangeline, y ella se veía cada vez más sana y más vital que nunca,
salvo en los momentos en que le daban los flashbacks y recordaba algún
detalle del pasado, porque siempre después de eso venía un ataque nervioso.
Aún así, Alex la adoraba. Adoraba cada característica suya, mala o buena,
adoraba su irónica ternura, su picardía, su inocencia, su humor cambiante, sus
manías, su sentido del orgullo pese a tener solo seis años, su locura, sus
excentricidades. Amaba que cuando ella veía algo o a alguien en problemas no
había dios ni fuerza que eviten que ella ayude. Si veía un cieguito queriendo
cruzar la calle, ella de inmediato le decía a Alex que ella lo ayudaría, y sin
acabar de decirlo iba con paso resuelto; si veía a algún perrito de la calle
hambriento o con frío ella le daba su abrigo o su comida sin pensarlo dos
veces; si veía una planta secándose, inmediatamente le echaba agua de su
botella, dentro de lo maniática que podía ser a veces, era una niña muy noble y
muy carismática.
En eso pensaba Alex mientras la miraba antes de despertarla, pensando que
aquella hermosa y noble criatura solo lo tenía a él para sobrevivir, y que él la
protegería hasta con su vida, siempre.
-Buenos días, Ángel.
-Buenos días, Alex.
-Levántate ya, tenemos que ir a un lugar.
Mariangeline se vistió con un pantalón negro, una camiseta verde mar (su
color favorito) su abrigo, su gorrito tejido y sus zapatillas blancas con negro;
desayunó con Alex y se subió a la camioneta cantando, como siempre. Él le
explicó a dónde iban sin que ella se lo preguntara, y trataba de interrogarla de
nuevo en otro intento vano de hacerla recordar.
Llegaron a la dirección indicada y en lugar de lo que había imaginado,
Alex encontró una casona vieja y aparentemente abandonada, con arbustos
secos en la entrada, las ventanas bloqueadas con tablas carcomidas, y lo más
intrigante: la casa estaba rodeada de guardias y camionetas blindadas. Alex
ocultó a la niña en el espacio entre los asientos delanteros y traseros, y le
ordenó ocultar su cabello dentro del gorro.
-Mariangeline, no hables ni mires para nada, ahora más que nunca necesito
que seas invisible, ¿Entiendes?
-Está bien, Alex
Al ver la camioneta, uno de los guardias se acercó amenazante con la
metralleta en las manos, pero Alex le dijo:
-Hola disculpe, estoy buscando a alguien que trabajaba aquí, tal vez usted
lo conozca...
Pero el guardia lo interrumpió secamente
-Si trabajaba aquí ya no está, váyase ahora o se meterá en problemas.
-Mire, se trata de mi padre, llevo meses buscándolo…-de pronto se acercó
otro hombre armado.
-¿Hay algún problema?- dijo
-Un intruso, jefe
-Mmm, ya veo-el jefe miró a Álex y le habló con frialdad y viéndolo a los
ojos- Si yo fuera tú me largo de aquí ahora mismo
Alex reconoció al mismo hombre que le dijo que saliera del camino
abandonado cuando estaba a punto de encontrar a Mariangeline en el pantano
y se quedó paralizado frente al par de asesinos durante unos segundos. El
sujeto lo reconoció vagamente y vaciló.
-¿Te conozco?- preguntó el jefe, confundido. Alex también vaciló y en un
instante piso a fondo el acelerador y arrancó de golpe cuando oyó un grito en
seco -¡Disparen!- y todos abrieron fuego contra la camioneta de Alex,
Mariangeline, aún oculta entre los asientos, se encogió lo más que pudo,
paralizada de miedo por el ruido.
Alex volaba en la camioneta lo más lejos que podía, pero una bala le dio en
el brazo y por poco se estrella. Mariangeline salió de su escondite cuando lo
oyó gritar, pero contrario a lo que esperaba Alex, no derramó ni una sola
lágrima, le pidió que detuviera la camioneta en algún lugar oculto lo antes
posible y cuando lo hizo, la niña le limpió la herida con un pañuelo y le ató
una bufanda que siempre llevaban en el auto y jamás usaban. Alex sabía que
no podían volver a casa para quedarse, preparó todos sus papeles, dejó a la
niña con una compañera de confianza para recoger todo lo que pudiera de su
casa y en dos días se estaban mudando de país. Sabía que se alejarían de toda
probabilidad de encontrar a sus respectivos padres, que Mariangeline tendría
que quedarse con él por un largo tiempo, pero si se quedaban el riesgo de ser
encontrados era inminente. Mariangeline se opuso totalmente a irse, pero Alex
le hizo entender que no había opción, que si se quedaban morirían antes de
encontrar a sus familias, y que aún desde lejos él investigaría hasta el
cansancio.
-Debemos irnos, pequeña
-Si nos vamos nunca encontraremos a tu papá ni al mío…
-Si nos quedamos nos matarán y nunca los encontraremos, si nos vamos,
nos buscarán y no nos encontrarán, se cansarán de buscarnos y se olvidarán de
nosotros, podremos volver dentro de un tiempo y seguir buscando de cerca, te
prometo que aunque nos vayamos yo seguiré investigando, y si quieres te
enseño a que me ayudes, pero debemos irnos lejos…
-No, Alex…
-Te juro que vas a estar bien
-¿Y si nunca los encontramos? – Alex abrazó a la temblorosa niña
-Si no llegáramos a encontrar a tu padre, ten por seguro, pequeña, que tú
no estás ni estarás sola. Yo cuidaré de ti siempre, ya te lo he dicho, y si esos…
monstruos… ah… si él…- Alex no sabía qué palabras usar con ella para no
herirla
-Si esos monstruos mataron a mi papá– completó ella fríamente y él
suspiró con tristeza
-Si eso pasó te quedarás conmigo y nada te faltará, te lo prometo.
Viajaron al extranjero y Alex le dio la misma calidad de vida que le
hubiera dado a una verdadera hija suya, una casa grande para los dos con
todos sus juguetes, pero esta vez la puso en una escuela para hijos e hijas de
policías, militares y agentes del gobierno. Mariangeline creció siendo
entrenada por él en distintas disciplinas y artes marciales, Alex le enseñó a
utilizar armas a modo de defensa, a controlar sus mayores miedos, a portar una
pequeña pistola por si tenía algún problema, pero también le enseñó a ser
compasiva, a tener paciencia, a evitar peleas, a defenderse sólo con palabras, a
controlar su temperamento que no era nada fácil, y sobre todo Alex le
enseñaba a evitar pensamientos o sentimientos de venganza, porque sabía que
si ella llegaba a tenerlos sería un arma letal y no habría quién la detuviera, ni
siquiera él mismo.
Mariangeline por su parte, creció sabiendo que no podría compartir jamás
con Alex su deseo de vengarse de cada uno de sus enemigos. Era una niña,
pero esos pensamientos, al igual que el ruido de las balas, estaban presentes en
su mente, y nada la haría cambiar de opinión.
Ángel, (pronunciado en inglés) como la llamaba Alex cariñosamente,
practicaba gimnasia rítmica y ballet como parte de su entrenamiento, y Alex,
que siempre la apoyaba en todo lo que era bueno para ella, siempre asistía a
sus presentaciones, pues su gracia natural, su talento y su esfuerzo, hacían de
Mariangeline la mejor bailarina de su escuela, y Alex estaba muy orgulloso de
ella.
Sin embargo, a espaldas de su protector, la niña se estaba preparando para
vengarse cuando tuviera la edad suficiente, entrenaba física y mentalmente
para realizar los más crueles asesinatos que jamás se haya visto, como una
serpiente que deja de comer por un tiempo para poder cazar una presa más
grande. Y pese a tener tantas ideas de cómo torturar y asesinar a sus enemigos,
ella no soportaba ver los casos de maltrato animal que se reportaban en las
noticias por internet o por televisión. Mariangeline amaba a los animales y
sufría cada vez que veía denuncias audiovisuales de maltrato en redes sociales,
especialmente las torturas de las industrias peleteras y cárnicas, ver cómo
había gente capaz de despellejar a un animal vivo o matarlo a golpes, siendo
seres sin malicia, sin maldad, seres completamente puros e inocentes que no
exigen nada a nadie, y al ver estas cosas Ángel sólo deseaba darles una muerte
igual a las personas que veía haciendo esas cosas en los videos y poder
devolver a esos pobres animales a su vida natural.
Los años pasaban, y de ser una pequeña y tierna niña, Mariangeline o
Catalina Brown, como todos la conocían, se volvía una chica radiante y
hermosa, firme y madura para su edad, distinta de todo a todo, de las otras
chicas de su entorno. Alex estaba orgulloso de ella, la veía crecer fuerte como
un roble y bella como una flor, y sentía que realmente era un ángel en su vida,
porque sin ella él estaría solo en el mundo, no imaginaba que fuera capaz de
hacerle daño a nadie, pues ella le contaba las cosas que iba recordando pero no
sus oscuras intenciones de venganza.
Ángel entró de voluntaria a un albergue de animales abandonados a los
quince años. Se volvió vegana, no soportaba comer ningún tipo de carne y eso
sólo la hacía ver aún más inofensiva, aunque no era ésa su intención. No había
forma de imaginar lo que en el fondo anhelaba: encontrar al jefe de El
Imperio, el hombre de Rostro Dorado, y también encontrar a sus hombres de
rostro plateado, todos los terroristas que le habían deshecho la vida, y hacerlos
pedazos a todos.
Con Alex aprendió desde los trece años a desencriptar archivos, hackear
contraseñas, y encontrar cualquier información en redes sin ser detectados, a
desentrañar misterios, desenmascarar criminales ocultos, y todo tipo de
asuntos policiales. A los quince ya tenía ubicado al tipo que era mano derecha
del Rostro Dorado desde hacía más de veinte años, así que era muy probable
que él hubiera estado en el atentado donde casi la matan. Ángel planificó todo
detalladamente, encontró la dirección y las fotos de su primera víctima y
esperó pacientemente el día.

A FUEGO LENTO

Esa noche Alex estaba en casa descansando después de dos días seguidos
de arduo trabajo. Había estado investigando a un político corrupto que al
parecer tenía algo que ver con El Imperio, y se hacía pasar por su asistente
para observar cada movimiento de cerca, pero aquella noche se sintió mal de
salud y estaba durmiendo tranquilo después de muchos días sin descansar, era
la oportunidad perfecta para la primera venganza de Mariangeline.
Aunque ella no lograba recordar su propio apellido pese a sus muchos
esfuerzos, ni los nombres de las personas que conocía antes de morir en el
pantano y volver a vivir, Ángel recordaba los rostros plateados y el rostro
dorado en sus pesadillas cada noche, recordaba el sonido estruendoso y
devastador de las metralletas, y sentía una angustia terrible cuando portaba en
sus manos la pistola que le dio Alex para defenderse. Para cualquier persona
normal darle un arma de fuego a una niña de quince años resultaba algo
descabellado, pero Alex sabía muy bien que, con su carácter, sus valores y su
entrenamiento, más todos los peligros que corría por su belleza y por su
pasado, la pistola en las manos de Mariangeline era necesaria, si en algún
momento alguien intentaba hacerle daño ella tenía que defenderse, pero Alex
se encargó de enseñarle detalladamente en qué casos utilizarla. Para él,
Mariangeline era y siempre había sido un hermoso e indefenso ángel. Sin
embargo, cada vez que tenía esa pistola en sus manos ella sentía algo horrible
en el pecho, y veía sus manos llenas de sangre, sentía un apremio por despertar
como si estuviera en una pesadilla, y no sabía por qué.
Cuando Alex estaba profundamente dormido, Ángel se deslizó por la
ventana silenciosamente. Salió al estacionamiento y robó una motocicleta
eléctrica, que hacía un ruido imperceptible, y se fue a toda velocidad, vestida
de azul oscuro, cargando un pequeño bolso, con guantes de látex y con el
cabello sujeto en un moño clásico de bailarina, como cuando practicaba ballet.
Los miembros de El Imperio se hospedaban en departamentos o apartamentos,
repartidos en distintos puntos del país y el extranjero, y justamente el tipo que
Mariangeline había estado espiando virtualmente, estaba en la misma ciudad
que ella por unos días para ver un asunto personal del jefe de Rostro Dorado,
ya que era su mano derecha y sólo en él confiaba para esos casos, sin imaginar
que lo llevaría hasta su muerte.
Mariangeline encontró fácilmente el condominio donde estaba su víctima,
entró con extremo cuidado evitando tanto personas como cámaras de
seguridad, subió hasta la azotea y desde ahí bajó pendiendo de una cuerda
hacia la ventana del asesino que estaba buscando y entró en completo silencio.
La habitación era oscura, olía a whisky y a cigarro, había una laptop
encendida, dos celulares, armas, un galón con gasolina, explosivos y
dispositivos para activarlos, cadenas, esposas, papeles, muchos papeles, y en
la cama un hombre realmente enorme roncando, apenas cubierto con una
sábana y evidentemente desnudo. Mariangeline sentía su pequeño corazón
golpeándole el pecho muy fuerte, la adrenalina le recorría todo el cuerpo. Sin
perder el tiempo y con su sigilo de fiera le inyectó un somnífero que consiguió
en el hospital, cuando fue a hacerse su chequeo anual hacía una semana. El
somnífero actuó rápido, el sujeto entró en un sueño casi de muerte, y no
reaccionaba ni siquiera a los golpes en la cara que le dio Ángel.
Comenzó la venganza, Mariangeline encadenó al infeliz en su propia cama
mientras dormía. Si se levantaba no podría moverse de ningún modo. Ella
empezó a dar vueltas por el apartamento buscando algo sin saber qué. Vio en
la laptop varios archivos con códigos extraños y abrió uno.
-Maldito asqueroso…- exclamó en voz baja y llena de rabia al ver una
galería de fotos de pornografía infantil. Cerró la laptop sin apagarla y la
guardó en su bolso para seguir investigando. Siguió caminando por la
habitación y encontró una pintura facial plateada. Definitivamente era uno de
ellos y definitivamente iba a morir. Siguió pensando en cómo debía morir un
monstruo como ése, era su primera víctima y debía ser una muerte casi
poética, que se note que quien lo haya matado no fue un simple mortal sino un
ser sobrenatural e invencible. Vio una gran metralleta a los pies de la cama y
un reloj en la mesita de noche y al ver esos dos objetos todo su cuerpo se
estremeció y se le dispararon en un segundo mil recuerdos horribles: gritos,
sangre, llanto, balas, un brazo fornido preparando una metralleta para disparar
a la niña que estaba a su lado, una niña con la que siempre soñaba y jamás
había logrado recordar su nombre, un brazo musculoso en el que estaba ese
reloj, y que sujetaba esa metralleta, y en ese disparo de recuerdos oyó su
propia voz gritando uno de los nombres que no había podido recordar en todos
esos años: -¡Ivanna!- y veía a la niña pelirroja bañada en sangre y con el
cuerpo deshecho por las balas, cayendo a su lado.
Mariangeline estaba lívida, sus ojos brillaban como dos estrellas
furibundas, y de inmediato se subió a la cama, se sentó encima de su futuro
muerto y con su navaja suiza le escribió el nombre de la niña en el pecho. El
sujeto al sentir su voz y su olor, comenzó a abrir los ojos.
-Despierta, maldito, despierta- le decía ella con una dulce y suave voz
-¿Estoy muerto?¿Eres un ángel?- decía él con los ojos a medio abrir
- Todavía no, infeliz, pero en breve lo estarás, y sí, soy un ángel, pero no tu
ángel de la guarda, querido, no tienes tanta suerte– Mariangeline se soltó el
cabello y lo miró fijamente, el asesino tembló –Dime tu nombre– le dijo ella
mientras él en un chispazo recordaba el fatídico día en que esa niña murió
delante de sus ojos. Mariangeline volvió a preguntar, pero esta vez furiosa -
¡Dime tu maldito nombre!– el asesino habló con voz temblorosa -¿Qué me has
hecho?¿Eres ella? No, es imposible, ella murió, murió delante de mí, debes ser
de su familia, ¡No eres ella!…- Mariangeline le empezó a clavar las uñas en el
pecho – dime tu maldito nombre o te juro que …
-Oliver… me llamo… Oliver… ¿Tú quién eres?
-Tú lo sabes…
-¿Eres ella?¿La niña?
-Te acuerdas que había dos niñas ese día ¿Verdad?
-¿Qué?
-¿Te acuerdas?
-Sí…la otra niña lloraba…la pelirroja…
-¿Alguna vez te preguntaste siquiera su nombre? – la expresión de Ángel
cambió, se veía triste y asustada, pero se sentía su energía y su odio, y Oliver
la veía a los ojos con miedo, presintiendo que en manos de esa pequeña niña le
esperaba un final realmente macabro.
-No…no lo sé…por favor, tú no me puedes matar, eres tan pequeña, tienes
toda la vida por delante, no te manches de sangre otra vez…
-¿Otra vez?¿Acaso yo lo decidí? Ustedes con sus rostros plateados
aparecieron de la nada y destruyeron mi vida…en fin, no sabes el nombre de
la niña que murió junto a mí ¿Verdad?
-No, te juro que no lo sé…
-Bueno, te cuento que yo después de eso perdí la memoria casi totalmente
y no puedo recordar ni mi propio apellido, y menos podía recordar su nombre,
pero ese lindo reloj y tu arma…fue como si me lo hubieran dicho todo– Ángel
le quitó de encima la sábana, que empezaba a mancharse de sangre, y Oliver
vio horrorizado el nombre de la niña escrito en su pecho
-¿¡Qué me has hecho, maldita!?
-Mereces morir con el nombre de una de tus víctimas escrito en la piel ¿No
lo crees?– Oliver empezó a sacudirse con desesperación, intentando liberarse
de las cadenas que lo ataban a su propia cama, Mariangeline lo amordazó con
un nudo de tela y le clavó la navaja en los genitales con una monstruosa
frialdad. Oliver soltó un aullido de dolor
-Y te mereces perder lo único que tienes de hombría por arruinarle la vida
a tantos niños, malnacido.
-¡¡Maldita!!¡¡Maldita mocosa!!¡Te vas a arrepentir!¡Mi jefe te va a
encontrar!
-¿Tu jefe?– Mariangeline miró a Oliver con esbozando una espeluznante
sonrisa
-Él te va a encontrar y te va a destruir antes de que puedas pestañear, niña
-Yo lo voy a encontrar y va a tener la muerte más horrenda que alguien
haya podido imaginar, querido. En cuanto a ti… no sabes lo que te espera
¿Verdad? Te agradezco de antemano que tengas gasolina, no sé a quién querías
incendiar, pero no se va a poder porque probablemente se me acabe toda y
tampoco podrás ir a conseguir más.
Mariangeline le echó encima toda la gasolina del galón mientras Oliver
gritaba por el ardor del combustible en sus heridas y por el miedo a lo que le
iba a pasar.
-Déjame ir, por favor, te prometo que te ayudaré a encontrar lo que quieres,
incluso a mi jefe, el confía en mí, te lo prometo… pero por favor, no me
quemes, tú eres apenas una niña…por favor…- Mariangeline dio una vuelta
por la habitación revisando que no haya ningún dato importante que estuviera
olvidando, ni cámaras que la estuvieran grabando recogió algunos papeles que
consideró interesantes, metió a la tina del baño todos los explosivos y
dispositivos para activarlos, salió muy tranquila del baño y se sentó en el
borde de la ventana. La gasolina de la cama comenzó a derramarse en el piso y
Ángel sacó de su bolso un cigarrillo y un encendedor. Oliver se puso pálido, la
miró sabiendo que era su fin y arrepintiéndose tarde de todo el daño que había
hecho.
- Hace un momento me preguntaste si soy un ángel y no terminé de decirte
qué ángel soy, lo siento, fue una descortesía de mi parte…- dijo ella
encendiendo el cigarro - Soy Mariangeline, por si no lo recuerdas, y soy el
Ángel de la Muerte… ¡Oh! Pero ¡Qué tonta! Yo no fumo– Ángel dejó caer el
cigarrillo de entre sus dedos y al tocar el suelo una enorme llamarada fulminó
toda la habitación quemando vivo y a fuego lento a Oliver, que gritaba de
manera desgarradora mientras las cadenas se le fundían en las muñecas y los
tobillos, y mientras todo su cuerpo ardía.
Mariangeline se ató el cabello antes de subir a la azotea y se aseguró de
que no se le hubiera caído ni uno solo; bajó a buscar la moto con la que llegó y
se fue sin el menor remordimiento bloqueando el recuerdo como tantos otros
para poder seguir su vida con normalidad.
Llegó a casa y escondió la ropa y los zapatos que había utilizado para
quemarlos en la chimenea al día siguiente cuando Alex no estuviera en casa.
Se dio una ducha rápida, se puso el pijama y se echó a dormir con la
conciencia tranquila, pensando que gracias a ella había menos escoria en el
mundo a partir de esa noche.

KATE, ESCAPADA DEL INFIERNO


Las mejores cosas en la vida pasan por azar, como enamorarse, ganar una
apuesta, encontrar dinero en el suelo o que una completa desconocida se
vuelva tu mejor amiga justo en el momento en que más la necesitas. Ese fue
mi caso.
Me llamo Katlyn, pero prefiero mil veces que me digan Kate, y soy adicta
a la velocidad. Amo ir a todos lados en skate, gracias a eso sé lo que se siente
volar.
Cuando era pequeña vivía con mis padres, pero a mis cinco años mi mamá
volvió a salir embarazada y mi padre, un alcohólico abusivo e infeliz, nos
abandonó. Fue fácil darnos cuenta, sin embargo, que en realidad su ausencia
era lo mejor que nos pudo pasar. Los siguientes cinco años y medio fueron los
mejores de mi vida. Mamá trabajaba muchísimo, pero éramos, mi hermana,
ella y yo, una familia feliz; hasta que un día mi mundo se desmoronó por
completo.
Era víspera del cumpleaños de mi hermana, iba a ir a su escuela con mi
madre para llevarla de compras, ya estaba lista para salir cuando de pronto dos
tipos se metieron a mi casa y golpearon a mamá en la cabeza tan fuerte que
cayó al suelo con la cara y el cabello llenos de sangre, inconsciente. Sin
tiempo para pensarlo intenté correr, pero uno de los malditos me tomó del
brazo y me tapó la boca para evitar que grite– tranquila, chiquita, tranquila,
nos vamos a divertir mucho– dijo. Jamás podré olvidar su voz porque cada
noche a partir de ese día, la escucho en mis pesadillas y no puedo dormir en
paz.
Esa tarde lo perdí todo. Mi casa la incendiaron con el cuerpo de mi mamá
adentro, y a mí me llevaron a un sórdido lugar donde me tuvieron encerrada
por meses, atada de manos, con los ojos vendados, amordazada, un lugar
asqueroso, frío y oscuro en donde yo era el juguete de placer de diez o quince
hombres diariamente, donde jugaban conmigo mientras bebían, se drogaban y
se reían de mi sufrimiento y sus humillaciones hasta que perdían la
consciencia, luego se oían ronquidos, goteo de sangre, mi sangre, y deseaba
que pronto caiga la última gota; también se oían mis latidos, que deseaba que
al fin dejen de sonar para irme por siempre de este mundo de mierda que me
cobraba tan cara la felicidad; y de pronto recordar que fui feliz me trajo a la
mente el dulce recuerdo de mi hermana, que debía estar viva y sola en alguna
parte porque a ella no la encontraron ese día, y el miedo y la desesperación me
impulsaban a escapar, pero era inútil, tenía los ojos vendados, estaba desnuda,
golpeada, violada, encadenada y colgada de los brazos, sola, totalmente sola, y
rota como una muñeca vieja. Por mucho que me agitaba no lograba pensar, ni
zafarme, ni calmarme, y el cansancio me vencía, luchaba para no dormir, pero
era imposible, y sólo le pedía al cielo que cuiden a mi hermanita, y que yo no
volviera a despertar. Si tenía algo de suerte pasaba uno o dos días sin que
nadie fuera a buscarme, me quedaba echada, encadenada a una mesa de
tortura, de metal, helada, cubierta apenas con un trapo sucio, muriéndome de
hambre, de frío y de miedo, rogando que se hubieran olvidado de mí. Prefería
mil veces estar así a que ellos me llevaran comida y me la cobraran con sus
macabros y morbosos juegos, prefería agonizar sola a que ellos repitieran su
horrenda rutina. Seis o siete meses pasaron jugando conmigo, una niña de
menos de once años.
Cuando creí al fin que ya no saldría viva de ahí, una tarde fueron tres de
los malnacidos a “jugar” conmigo. No les vi las caras hasta el último instante
de sus vidas, muchos años más tarde, pero ya reconocía a cada uno por sus
voces, y sabía cuál era el sobrenombre de cada uno de los quince. Los tres que
fueron esa tarde eran los que más iban a “visitarme”, los que me llevaron ahí,
me desencadenaron de la mesa de metal y me ataron las manos a una soga que
colgaba desde el techo, de modo que quedé arrodillada con los brazos hacia
arriba. Hicieron cuanta porquería pudieron conmigo hasta caer al suelo como
costales de piedras, ebrios, drogados, inconscientes, sin notar que yo seguía
despierta y no llegaron a drogarme.
Era mi oportunidad de escapar y buscar a mi hermana, que seguramente
me necesitaba. Pensé rápido, no tenía tiempo. Me corté las muñecas en la
interminable tarea de soltar los nudos que me ataban.
Cuando lo logré caí al suelo estrepitosamente, pero me quité la venda de
los ojos y me levanté lo más rápido posible. Estaba en medio de un salón de
techo alto y paredes estrechas, todas las luces apagadas, salvo una lámpara en
la mesa donde me encadenaban, las pocas ventanas que había estaban selladas,
no podía ver casi nada, la poca luz que había más el hecho de haber llevado
los ojos vendados casi todo el tiempo durante medio año, me cegaron al punto
que tuve que tomar casi a tientas la ropa que me habían arrancado esos
malditos, ponérmela al vuelo y saltar para esquivarlos con la poca fuerza que
tenía mi cuerpo, en busca de una salida.
Volví a mi casa y solo encontré cenizas, busqué por todas partes y no
encontré nada, lo único que no se quemó fue mi skate, que descuidadamente
dejaba en el jardín trasero y mi mamá siempre me reñía por eso, todo lo que
conocía había desaparecido. Busqué a la policía y en menos de una semana me
encerraron en un maldito orfanato y de mi hermana no había ni rastros, solo
me dijeron que se la dieron a un familiar y que luego desapareció. Nadie me
ayudó, nadie me entendió, nadie quiso hacer más por mí. Enterré mi skate en
un parque antes de que logren encerrarme y me lo quiten, y esperé un tiempo
atrapada en ese orfanato. No derramé una sola lagrima en los tres años que
estuve ahí encerrada, y cuando escapé y fui a buscar otra vez mi domicilio, en
él ya no había cenizas sino una casa linda, pintada de blanco y con un bello
jardín de flores. Miré por la ventana pensando que al fin había despertado de
mi oscura pesadilla, queriendo creer que encontraría a mi mamá y a mi
hermana esperándome, y vi a una mamá con dos hijas y sin papá, una familia
como la mía, y en ese momento dejé salir las lágrimas que había reprimido
todo ese tiempo desde que mi mundo se derrumbó y me quedé absolutamente
sola. En mi corazón sentí la angustiosa seguridad de que mi hermana estaba
muerta, al igual que mi madre. Lloré y lloré por un momento eterno, sintiendo
el deseo de un abrazo, del abrazo de la muerte, o de alguien que quisiera
ayudarme, sentí ganas de pedirle ayuda a esa señora con sus dos hijas,
pensando que si era como mi madre me ayudaría sin dudarlo, pero luego
recordé que ni la policía, ni la trabajadora social, ni los psicólogos y
cuidadores del orfanato me quisieron ayudar ¿Por qué si ellos, siendo su
trabajo, no me ayudaron, me iba a querer ayudar una completa extraña?
Recordé que cuando pedí ayuda solo recibí patadas de la vida, y retrocedí.
Corrí a buscar mi skate en donde lo había enterrado sin esperanzas de
encontrarlo, pero sí lo encontré. Sonreí con los ojos llenos de lágrimas y
abracé mi skate, era lo único que conservaba de mi antigua vida, me monté en
él y volé al acantilado de la costa, a diez kilómetros de la que fue mi casa, y
cuando llegué después de cruzarme en el camino a cuanto vehículo veía con la
esperanza de ser atropellada, me acerqué al borde del acantilado para medir la
altura y calcular las dulces posibilidades de morir. Oía el mar, la brisa, las olas,
no había nadie, estaba atardeciendo, el sol se ocultaba en el horizonte y me
senté a verlo en el borde del acantilado, con la idea de saltar cuando el sol se
hubiera escondido totalmente.
Cuando ya estaba por acabar de oscurecer sentí a alguien cerca hablando
por teléfono con un parloteo insoportable, era una chica con una minifalda y
tacones, demasiado delgada y alta, seguramente una modelo, llevaba colgado
en el brazo un bolso que era tan grande que fácilmente podría quebrar su
escuálido brazo.
- Pero ¿Por qué me preocuparía yo por eso? Necesito otro auto, el que
tengo es del año pasado y da vergüenza, el dinero para mi papi no es
problema, así que no importa… si, si… bueno no tengo nada que hacer así que
creo que iré de shopping, a comprarme un par de zapatos, o dos, no lo sé, los
que quiera… obvio, mi vuelo sale la otra semana…primera clase, por
supuesto… ¿mi bolso? Cuatro mil dólares, querida… recién lo compré ayer y
creo que hoy compraré otro – la chica hablaba y hablaba por el celular y
estaba tan ensimismada alardeando de su fortuna que me dio tiempo de pensar
bien lo que iba a hacer, de calcular cada paso y cada detalle, de ver si no había
nadie alrededor hasta que lo decidí. Ella se había sentado en una banca del
mirador dando la espalda al acantilado, sin ver que yo estaba sentada en el
borde; el mirador recorría todo un circuito de playas desde arriba del
acantilado y esa tarde no había nadie. La pobre estúpida dejó su lindo bolso de
cuatro mil dólares a un lado de la banca donde estaba sentada y siguió su
irritante conversación sin imaginar que me estaba dando la respuesta a lo que
me estuve preguntando.
Me levanté en silencio y tomé el skate en mis manos, lo sostuve con un
brazo y me acerqué acechando sin el menor ruido. Tomé el bolso y ella no se
dio cuenta hasta que estuve a veinte metros de distancia volando sobre el skate
con el bolso de diseñador en la mano y se levantó de un salto gritando con su
maldita voz chillona -¡Mi bolso!– a lo que respondí divertida -¡Hoy comprarás
otro!– y desaparecí. No tuve ningún remordimiento por ella porque como dijo
el dinero no era problema, y tenía razón. Cuando estuve ya segura y lejos de
su alcance abrí el bolso y encontré un Ipad, un estuche de maquillaje que en
total equivalía a la mitad del precio del mismo bolso, las llaves del auto y una
billetera de la misma marca del bolso con cien dólares en efectivo y diez mil
en cheques que fui a cobrar de inmediato antes de que la calabacita los
cancelara, no sin antes ir a comprarme ropa decente con los cien dólares en
efectivo y alquilar un baño con ducha para bañarme y estrenar mi ropa nueva.
Me maquillé un poco con lo que había en el estuche de la modelito y
cuando estuve lista recordé que necesitaría una identificación. Tuve que
mandarme a hacer una en la misma calle de delincuentes en donde vendí el
bolso y lo que había en él después de cobrar los cheques. Demoró tres horas,
pero parecía genuina: Claire Smith, diecinueve años porque no podía aparentar
más, tenía catorce y un mes.
Pasé los siguientes años de mi vida viajando de un lado a otro, robando y
estafando a gente adinerada y soberbia como esa primera chica, jamás a gente
pobre para no sentirme como una rata, mi apariencia me ayudaba a colarme en
lugares de lujo, discotecas, cines, teatros, restaurantes y hasta hoteles, y lo que
más me divertía era conquistar hombres y robarles el corazón y la billetera en
un solo instante. Era una catarsis por lo mucho que otros hombres me habían
robado a mí, y eso que jamás tuve que entregarme a ninguno ni matarlo.
No tenía nada que perder, no quería a nadie, sólo tenía mi skate, mi
ingenio, mi dinero y mi libertad, y era todo cuanto necesitaba. Sin embargo,
había días en que me quedaba pensando en mi profunda soledad, y
preguntándome qué propósito podía tener mi vida. Como aquel día en que
cumplí veinte años y volví a mi ciudad de origen en busca de algo sin saber
qué. Caminé por el acantilado en donde años atrás estuve a punto de acabar
con mi vida, y mientras evocaba los recuerdos de lo que sucedió ese día vi
que, bajo el acantilado, en la carretera de la playa, había un animal tirado y
ensangrentado moviéndose. Bajé corriendo por una peligrosa escalera de
piedra para auxiliar a ese pobre animalito, cualquier ser indefenso que
necesitara ayuda podía hacer que mi corazón estalle por ir en su auxilio desde
que me pasó lo que me pasó. Era una perra con una herida en el costado,
parecía que la hubieran atropellado, el pobre animal chillaba de dolor. Tuve el
impulso de aplicarle la eutanasia, la verdad, no parecía que pudiera salvarse y
yo no sabía de qué otro modo ayudarla, pero su mirada fue tan suplicante que
no pude, si yo sobreviví ¿Por qué ella no iba a poder hacerlo?¿Y por qué no
iba a ayudarla a lograrlo? No había nada qué pensar, debía ayudarla
inmediatamente a sobrevivir. Cubrí a la perra con mi chaqueta y la subí al
skate para llevarla cuesta arriba por la carretera del acantilado y buscar un taxi.
Le pedí al conductor que me llevara a un lugar cercano en donde pudieran
ayudarme.
Me llevó, entonces, a un refugio de animales abandonados en donde, según
me dijo, cuidaban perritos y gatitos rescatados en situaciones realmente
extremas, y luego los daban en adopción a familias responsables.
Entré al refugio arrastrando a la perrita en el skate intentando no lastimarla
y pedí ayuda, de inmediato la chica de la recepción llamó a un doctor que
estaba adentro y la metieron a una habitación en donde le curaron la herida.
Tardaron cerca de un par de horas, pero cuando salieron me dijeron que la
perrita estaba a salvo y me preguntaron si me la iba a quedar. Conversé con
ella un momento y acabé contándole que no tenía una casa en donde recibir a
esa pobre perrita –Soy tan huérfana como ese animalito, no tengo donde
recibirla ni tiempo para hacerme cargo de ella– la chica me miró totalmente
desconcertada, pero trató de disimular su sorpresa contándome que ella
también lo era. Abrió un libro de registros y me preguntó mi nombre
-Claire… mi nombre es Claire Smith
-Es un placer, Claire, mi nombre es Catalina Brown, soy voluntaria en este
refugio desde hace un año y soy la encargada de los registros de los animalitos
que entran y salen de aquí.
-¿Brown?¿Marrón? Ice o Gold te quedaría mejor, tienes apariencia de reina
del hielo.
Catalina dejó escapar una carcajada, realmente parecía una reina de hielo,
su piel era blanca, su cabello dorado claro, casi platinado, sus ojos celestes, tan
bella que una al verla la odia y la ama al mismo tiempo, pero a los diez
minutos de conversar me hizo quererla más que a nada en el mundo, me
comprendía, y me inspiraba una absoluta confianza sin saber por qué.
Esa tarde conversamos por horas, hacía años que no tenía una verdadera
conversación con alguien, y Catalina no sólo me escuchaba, sino también me
comprendía. Me invitó a unirme al cuerpo de rescatistas voluntarios en ese
refugio, y a quedarme al menos unos días en su casa para estar cerca y ver el
progreso de Donut, la perrita que salvé.
Unos días se volvieron dos meses, así que para no incomodar en casa de
Catalina renté un apartamento amoblado, y detuve mi lucrativo negocio en ese
tiempo, sólo salí de la ciudad después de un mes, un fin de semana, y volví
recargada de billetes. En realidad no me hacían falta, tenía para vivir así o
mejor durante un año, pero siempre fui muy precavida con esas cosas, siempre
tenía el temor de que me robaran a mí en vez de hacerlo yo y todo lo que había
conseguido se fuera al diablo, por eso siempre conseguía más y enterraba todo
mi tesoro en una cripta con el nombre de mi mamá y el de mi hermana, porque
jamás encontré sus cuerpos pero les dediqué esa hermosa tumba y a cambio
ellas guardaban ahí mi dinero. Lo divertido era cuando quería guardar o sacar
más dinero, visitaba el cementerio por las noches vestida con una túnica negra
y una pequeña botella de sangre artificial, y asustaba a todo el que se me
cruzara en el camino para finalmente quedarme sola y poder abrir la tumba sin
ser vista.
El tiempo pasaba y Catalina y yo nos volvíamos más cercanas. Recuerdo
aquella tarde en su casa, después de un arduo día de trabajo, cuando ella me
contó la verdadera historia de su vida y me mostró las múltiples cicatrices que
tenía en el cuerpo. Me contó que Alex no era realmente su familia, pero que
gracias a él ella seguía viva, ella decía que él era su ángel guardián.
-Pero no entiendo Cat, el que te dice “Ángel” es él, ¿No debería ser al
revés?– pregunté, pero mi amiga se quedó callada mordiéndose los labios,
como si no supiera qué decir, entonces Alex me explicó –Yo no soy un ángel,
solo soy un soldado, pero ella es inmortal y tan bella como sólo un ángel
puede serlo.
-Discúlpalo– dijo Catalina –Ve muchas telenovelas
-Que hermoso que diga eso de ti, Cat, es muy… poético– le respondí. En
realidad iba a decir romántico pero le hubiera dado otro sentido a mi
comentario, un sentido bastante perverso, supuestamente eran padre e hija.
Alex era tan fuera de serie como ella, y a pesar de no ser familia de sangre,
el calor de hogar se sentía en ellos y en su casa, aunque eran una familia poco
convencional, y pese a todos los problemas que habían tenido, ellos se tenían
una confianza ciega y un amor incondicional. Esa misma noche fuimos al
patio trasero a buscar mi skate para ir al parque, Catalina quería que le enseñe
a patinar, pero cuando lo tuvo en sus manos vio que tenía escrito mi verdadero
nombre. Yo le había dicho que todo el dinero que tenía era heredado de mi
madre fallecida, y que también había ahorrado trabajando durante un buen
tiempo, así expliqué mi apartamento, mi súbita estadía en la ciudad, y el hecho
de que haya cubierto todos los gastos de la recuperación de Donut, pero
cuando ella vio mi skate con otro nombre pensó que era robado, y no quería
que piense que era una ladrona, aunque en realidad lo era –Claire… ¿esto de
verdad es tuyo?– entonces sentí no la resignación, sino el deseo de contarle
toda la verdad sobre mi vida detalle a detalle, desde el abandono de mi padre
hasta cómo llegué al refugio con Donut, la perrita herida.
-No sé qué pienses de mí ahora – le dije después de relatarle la triste y
sórdida historia de mi vida -pero fue…ahh el único modo que encontré para
sobrevivir, Catalina…
-Mariangeline
-¿Qué?
-Kate, mi nombre es Mariangeline
No podía creerlo, ambas nos habíamos presentado con nombres falsos y
casi por los mismos motivos, entonces ella me contó también toda la verdad
sobre su vida. Era asombroso cómo siendo tan pequeña había podido volver a
la vida después de pasarle todo lo que pasó, y a partir del año siguiente iban a
experimentar con ella un método de regeneración de órganos mediante
impresión 3D para devolverle los órganos que perdió aquella vez, pues no
solamente le faltaban órganos, sino que jamás iba a poder concebir porque le
habían extirpado la matriz completa.
Ella me contó también que lo que más deseaba aparte de encontrar a su
verdadero papá, era vengarse uno a uno de todos los miembros de El Imperio
y su jefe de rostro dorada. Cuando me dijo eso un recuerdo se disparó en mi
mente, efectivamente los malditos que irrumpieron en mi hogar y destruyeron
mi vida también tenían el rostro plateado, y aunque no había nadie de rostro
dorado siempre hablaban por celular con un jefe, y ese mismo jefe fue a
visitarme muchas veces en la fábrica abandonada donde jugaban conmigo,
pero jamás lo había visto, sólo conocía su voz y su olor perfectamente.
-Este secreto no lo sabe nadie en absoluto, ni siquiera Alex, porque él me
ha enseñado a no desear vengarme, pero no es justo que nadie haga nada con
esos malditos, yo quiero acabar con esa plaga, El Imperio, y lo voy a hacer,
Kate, te lo juro.
Mariangeline cambió su tierno y alegre ánimo, estaba totalmente seria y se
sentía el odio y la seguridad en sus palabras, y la verdad, yo deseaba ayudarla.
Juré no delatarla, aunque mi vida dependiera de ello, y la abracé
-Sé que has vivido desconfiando de todo y de todos, yo también he vivido
así, pero te juro, Mariangeline, que tu secreto está a salvo conmigo. Después
de mi madre y mi hermana, eres la única amiga que he tenido en mi vida,
Ángel.
-Tú también lo eres, Kate, mi primera amiga después de la que murió a mi
lado ese día. Sólo tú y Alex saben mi verdadero nombre y mi verdadera
historia.
-En mi caso eso sólo lo sabes tú… ¿Qué amiga?- empecé a ponerme un
poco nerviosa, pues el lugar del ataque a Mariangeline me sonaba bastante
familiar, y tenía un triste y extraño presentimiento
-La niña que murió a mi lado… ella no debía morir, pero estaba ahí
conmigo y esos imbéciles la mataron también, y a nuestras profesoras…
-¿Cómo era?- No podía más, tomé de los hombros a Mariangeline, y
comencé a levantarle la voz, estaba cada vez más nerviosa
-¿Quién?- preguntó Mariangeline
-¡La niña!
-Pelirroja, pequeña, delgada…
-¿Era pecosa?
-Sí… ¿Cómo lo sabes?
-¿Recuerdas su nombre? - Mariangeline se puso nerviosa, pues llegó a su
mente el nombre de su amiga muerta y también cómo lo recordó
-Sí, sí…- titubeó ella
-¡¿Cómo se llamaba, Mariangeline?!¡Habla!
-¡Ivanna!- gritó, y sentí como si me dieran un golpe directo en el corazón
al escucharlo. No pude contener el llanto, y mientras lloraba, Mariangeline
siguió hablando, buscándome la mirada -Se llamaba Ivanna, y era una niña
muy valiente- dijo Mariangeline, con lágrimas en los ojos por recordar a su
amiga, y confundida, seguramente por verme llorando.
-¿Qué pasa, pelirroja?¿Por qué lloras?- me preguntó con voz triste
-Iv era… mi hermanita– respondí llorando como jamás lo había hecho,
pues en ese momento era más que seguro que mi hermana menor estaba
muerta, y era horrible saberlo porque Mariangeline, al no saber de quién se
trataba, me contó cada detalle que recordaba de ese día. Ángel me abrazó y
lloramos juntas por un largo rato, hasta que soltamos todo el dolor que ambas
sentíamos y que sólo se podía compartir con una amiga.
Esa noche prometimos que todos esos secretos no los compartiríamos con
nadie más, que moriríamos con eso. Ninguna de las dos deseaba volver a
mencionarlo para que nadie lo supiera. Le prometí por mi vida que siempre le
iba a ser leal y que a cambio sólo le pedía ser correspondida.
- Y así será, Kate, de mi boca no saldrá nada de esto, mucho menos que
hemos llorado: Alex no me ve soltar una lágrima desde que tengo seis años.
Ambas reímos y nos abrazamos, desde ese día nos volvimos como
hermanas, compartiendo todo y tratando se ser felices, a pesar del pasado y sin
imaginar el futuro.

A FLOR DE PIEL

Mariangeline dejaba que todos a su alrededor la creyeran ajena al mundo y


que sólo le importaba su vida en el refugio, en la escuela, en la academia de
ballet y en casa, así nadie sospecharía de ella. Era una genio de la tecnología y
podía descifrar los códigos que a Alex le daban insomnios, pero, claro, él no
tenía idea, pues ella sabía muy bien que el mejor disfraz de una persona muy
inteligente, es que todos a su alrededor lo subestimen, y eso, por supuesto, se
lo enseñó Alex.
No habiendo pasado mucho tiempo desde que mató al primer sujeto,
Mariangeline encontró en las redes secretas de El Imperio a otro infeliz
bastante alcanzable y sobre todo vulnerable. Otra vez esperó que Alex se
duerma profundamente y salió con total sigilo, tomó prestada otra moto
eléctrica que en la ciudad eran bastante comunes, del mismo modo que la
primera vez y fue al punto que había ubicado en el mapa.
Cuando ella llegó no sólo encontró una gran fábrica abandonada rodeada
de guardias que vigilaban, cada uno, un punto estratégico, reconoció la planta
que había visto en un video sobre el tráfico ilícito de pieles de animales -La
procesadora de pieles, ¿A eso te dedicas, maldito?- dijo para sí misma como si
se lo estuviera diciendo al infeliz que buscaba –Ahora entiendo porque te
dicen ¨Skin¨, no es tu apellido, te ganaste ese nombre- siguió pensando en voz
baja.
Uno a uno logró inmovilizar a los guardias de afuera para luego
degollarlos, trepó por la pared a una ventana muy alta, ocultándose entre
sombras para poder espiar a Skin, el maldito que peleó con Esteban el día que
casi la matan, el infeliz que permitió que un padre vea morir a su única hija,
una niña de seis años ,el que lo golpeó, lo desapareció y seguramente sabía en
dónde estaba.
Mariangeline estaba sentada en un pequeño balcón viendo hacia el interior,
ahí estaba Skin, su siguiente víctima, con una mujer que estaba fuera de lo
planeado, pero que sería incluida desde ese momento, ya que ambos
trasladaban jaulas llenas de conejos y mapaches vivos para despellejarlos.
Abrieron una de las jaulas, cuando todas ya estuvieron acomodadas dentro
del sórdido salón, y sacaron a los mapaches tomándolos del cuello para
golpearlos hasta desmayarlos. Skin y la mujer que lo ayudaba en la cruel y
terrible faena, conversaban y se reían de los chillidos de susto de los
animalitos enjaulados. Mariangeline, apenas vio que golpeaban al primer
animalito, buscó rápidamente el centro de energía de la planta y comenzó a
jugar con las luces haciendo que enciendan y apaguen una y otra vez.
Los despellejadores se alarmaron, pero antes de que reaccionaran
Mariangeline arrojó un pequeño dispositivo dentro del salón, que esparció un
gas somnífero en todo el ambiente. Tuvo que bajar la dosis de la sustancia para
no matar a los animales de las jaulas y eso le iba a quitar algo de tiempo, pero
a cambio de eso los animales le hicieron un gran favor al final.
Cuando ya estaban dormidos por el gas, Mariangeline amarró a los dos
despellejadores y degolló a los mapaches que ya habían sido golpeados que
también estaban bajo los efectos del gas y no sintieron el corte en sus
gargantas, tuvo que hacerlo, aplicarles la eutanasia, porque aunque quiso
intentarlo esos pobres animales ya no tenían salvación, de modo que si los
degollaba, aunque murieran, su piel llena de sangre no serviría para la venta y
tendrían muertes dignas. Las otras jaulas con los animales que aún no habían
sido golpeados, las dejó a un lado.
Apenas había terminado de atarlos cuando los dos infelices despertaron,
aturdidos por el somnífero y por la desagradable sorpresa.
-¿Quién eres?¿Qué pasa?- Gritó la mujer enojada y asustada viendo a
Mariangeline, que enseguida se volvió a ver a sus dos víctimas, pero ella no le
contestó, la miró con un profundo desprecio y luego miró al desgraciado que
participó en su pesadilla
-Hola, Skin- lo saludó -¿Quién eres?– dijo él, asustado como viendo a un
fantasma. Mariangeline como la primera vez que mató, cuando se vengó de
Oliver, el otro asesino, llevaba el cabello atado en un moño de bailarina, iba
completamente vestida de negro
-¿Quién mierda eres?
-Parece que hubieras visto al mismísimo Satán…
-¿Quién eres?
- Aunque no, querido, estás en un error
- ¿Quién eres?
- sh, sh, sh, tranquilo…- Mariangeline le acarició la frente fingiendo
ternura, poniéndolo mucho más nervioso -...Deberías temerme aún más que al
diablo- En un segundo, Mariangeline sacó la navaja y sin ningún
remordimiento se la clavó en el ojo a la mujer. Los dos asesinos gritaban de
horror sin poder hacer nada –Tus ojos no sirven si ves hacer tantas maldades y
lo único que haces es apoyarlas, querida, espero que puedas entenderme- dijo
Mariangeline sacándole la navaja a la mujer
-¡Greta!- gritaba Skin, llorando, entonces Mariangeline supo que eran
pareja.
-Owww, pero qué tierno, Skin ¿Te preocupas por ella? Bueno, el amor
es… tuerto- Mariangeline se encogió de hombros, irónica
-¿Quién eres?¡Voy a matarte, maldita perra!
-¿Aún no sabes quién soy?¿Te doy una pista?
-¡Te voy a matar!
-¡No te tengo miedo!
En ese momento Skin recordó ese día en la escuela y después, cuando
llevaron el cadáver de esa niña y lo dejaron hundiéndose en el pantano.
-No ...imposible...no puedes ser ella ¡No!
-Lo soy, querido, y tengo muchas preguntas que hacerte
-¿Crees que te voy a responder?¡Mira lo que lo que le hiciste a mi mujer!
¿Cómo estás viva?¡Deberías estar en el infierno!
-Si no me respondes voy a hacerle a tu amada lo que tú y ella les querían
hacer a estos pobres animales
-No serías capaz...– al oír esto, Ángel comenzó a frotar la punta de la
navaja sobre el pecho de Greta, sonriendo -¿Quieres averiguarlo?- dijo -Si
ustedes son capaces con animales tan tiernos e inocentes como éstos, dime por
qué yo no sería capaz con ustedes, par de bestias despreciables...
-Porque tú eres una niña, y...aunque quieres vengarte por lo que pasó, en el
fondo eres mejor que nosotros...
-Skin...Skin...es cierto lo que dicen...el amor nos vuelve débiles
- No...no...escúchame...no recuerdo tu nombre...
- Ma...rian...ge...
-Mariangeline...por favor, perdóname, no le hagas daño a Greta, por
favor... ella es todo lo que tengo- Skin lloraba y temblaba, su mujer tenía el ojo
perforado y ensangrentado y gemía asustada.
-Cálmate, Skin ... no le haré nada en tanto tú me respondas algo… ¿Dónde
está mi padre?
-¿Qué? No... No lo sé
-El día que supuestamente me mataron mi papá fue a buscarme y ustedes le
dejaron ver lo que pasó ¿Qué hicieron con él después? Porque yo estaba en el
pantano y él no
-Nosotros te creímos muerta, el jefe quiso deshacerse de las pruebas pero
tu papá seguía vivo. Lo llevamos desmayado en la camioneta y lo dejamos en
el bosque, estaba casi muerto así que era muy probable que se lo hubiera
comido un oso, teníamos que irnos y un cuerpo más en el pantano habría sido
demasiado, no se hundirían tan rápido como debían, por eso lo dejamos en el
bosque, debe estar muerto, Mariangeline…
-¿Qué?
-¡Perdóname, por favor! Esa fue la orden del jefe, nosotros sólo
obedecíamos
-¡Quién es el que se infiltra en las redes y borra los datos de los
desaparecidos?¡Habla o voy a matar a esta maldita…!
-¡No, por favor, no…!
-Habla de una vez, querido, o le haré brocheta el otro ojo
-No sé cómo se llama…
-¡Habla!
Mariangeline puso la punta de la navaja sobre el párpado sano de la mujer
y el infeliz desesperado comenzó a gritar -¡Ya déjala en paz! El tipo que
buscas se llama Gecko
-¿Gecko?
-O al menos así le dicen, es un espía, un reptil escurridizo, un genio de las
redes, él es quien borra todas las listas…
-¿Cómo sé que no estás mintiendo, infeliz?
-Si lo buscas y no es cierto entonces, mátame
-Cuando lo haga tú ya estarás muerto, y los muertos no hablan, querido
-Mariangeline, por favor, perdóname…- Skin lloraba y le suplicaba a
Mariangeline que deje a su mujer
-Esto es entre tú y yo, por favor, deja a Greta
-Ella te importa muchísimo
-Es todo lo que tengo en el mundo …
-¡Vaya!- Mariangeline se acercó a Greta y le acarició el rostro suavemente
-Mi padre también era todo lo que tenía en el mundo y ustedes nos
separaron. Por última vez, Skin ¿Dónde está?
-No lo sé…Te juro que no lo sé, pero lo más probable…es que esté muerto
Skin lloraba con los ojos cerrados, rendido ante Mariangeline, Greta se
había desmayado, pero al oír el llanto y los gritos de Skin, reaccionó.
-Tengo una pregunta, querida- dijo Mariangeline tranquilamente
-¿Te gusta matar animales?- Greta la miraba con un odio ciego, su rostro
seguía cubriéndose de sangre por el ojo perforado y de lágrimas por el otro
-Si no me respondes le haré a él lo mismo que a ti, querida. Seré breve, no
te preocupes, sólo contesta– Mariangeline sonrió con los ojos muy abiertos -
Me gustará aún más matarte a ti, perra– respondió Greta, pero en vez de
molestarse Mariangeline soltó una risita -Lo siento, querida, te quedarás
deseándolo- y golpeó en la entrepierna a Skin
-¡Déjalo en paz, maldita!-gritó Greta mientras su marido gritaba de dolor
-¿Paz?- dijo Mariangeline
-¿Sabes lo que es la paz?¿Es eso lo que sientes cuando despellejas vivos a
estos animales que nada te han hecho?
-¡Y a ti que te importa!¡Sólo buscas una excusa para matarme!
-Te equivocas querida, motivos me sobran, y para matarlos a los dos. Te
cuento que soy amante de los animales, soy vegana y detesto más allá de la
imaginación a la gente que no respeta la vida animal. Claro que no culpo a la
gente que come carne porque, bueno, es una decisión difícil para los
omnívoros, pero algo tan primitivo, cruel y vano como usar pieles para vestir...
querida, si yo veo a una mujer usando pieles cerca de mí le corto el cuello. El
ser humano ahora y desde hace siglos tiene la capacidad de fabricar telas,
hasta de imitar las pieles con materiales sintéticos ¿Para qué seguir matando
animales?
-Es más costoso y la calidad es muy distinta, tú no sabes nada de esto,
cuando Magno te encuentre…
-Greta- Skin la interrumpió
-¿Magno?- Mariangeline entendió -El jefe, el de rostro dorado, su nombre
es Magno ¿Verdad?- Ángel sonrió
-Te dije que jamás dijeras su nombre- dijo Skin
-Entonces supongo que les haré un favor al matarlos, así Magno no podrá
hacerles nada por delatarlo. Esto también es parte de sus negocios, ¿Verdad?
Mariangeline le puso la navaja en el cuello a Skin para que Greta responda
-Sí- dijo la mujer, resignada.
-Bueno, querida, se acabaron las preguntas, ya que ninguno sabe dónde
está mi padre, es hora de eliminar un poco de basura de este mundo. Ya que
dices que la piel es mucho mejor que el material sintético, me gustaría
comprobarlo con un abrigo y un bellísimo vestido para mi graduación. Pronto
terminaré la escuela y quiero ser la reina del baile- Sonriendo, Mariangeline
clavó la navaja en el pecho de Greta, le abrió la piel en canal hasta el vientre y
separó la carne con la punta de la navaja. La mujer soltó un grito desgarrador
viendo su pecho abierto con la piel separada de la carne. Skin también gritaba
y le rogaba a Mariangeline que no siga, alegando que todo eso era entre él y
ella, que Greta no tenía nada que ver
-Ella es lo único que tienes y te la voy a quitar como tú me quitaste a mi
padre– respondía Mariangeline, mientras despelleja a Greta sin piedad,
fascinada y muy en el fondo, aterrada. Toda la piel del pecho quedó abierta
como una camisa y dejaba ver la carne viva, la mujer de Skin gritaba hasta
quedar sin voz, la escena era realmente macabra.
-Llegó tu turno, querido
Mariangeline le hizo el mismo procedimiento a Skin, les abrió a ambos la
piel del pecho, brazos y piernas y, finalmente, les cortó las venas para que
acaben desangrándose en un plazo máximo de treinta minutos.
Mientras tanto, los mapaches y conejos de las jaulas, que de lejos se notaba
que no habían comido en días, se encargarían de los cadáveres, aunque no
necesariamente cuando estuvieran muertos.
-Bien, queridos, son libres y es hora de cenar
Mariangeline abrió las jaulas y salió por una ventana evitando a los
animales que salían en estampida de su encierro y corrían directamente a
donde estaban los que iban a ser sus verdugos y ahora serían su comida.
Los mapaches y hasta los conejos comenzaron a roer a sus presas aún con
vida y ellos ya no podían gritar más fuerte. La suerte de ese par de desalmados
había dado un giro escalofriante.
Skin y su mujer murieron del mismo modo en que mataban. Sus propias
víctimas se los comieron vivos haciéndoles conocer el infierno antes de morir.

KUAN YIN, ALMA LIBERADA


Mariangeline, como la primera vez, comenzó a bloquear el recuerdo de su


horrible venganza.
Unos días después de lo que pasó salieron noticias en todos los medios
sobre el descubrimiento de la procesadora ilegal de pieles, y con ella también
habían hallado a los responsables, o al menos sus huesos, en una enorme
mancha de sangre seca, que antes había sido un charco, con algunos restos de
carne podrida y las pieles de ambos colgadas, secando al lado de una pila de
jaulas vacías; al parecer alguien les había dado una cucharada de su propio
veneno y había dejado que los animales que iban a desollar sean quienes
acaben con los cuerpos. Pero no había rastro del responsable del crimen, al
igual que no se supo nunca quién fue el autor del crimen de la cama en llamas.
Lo del apartamento pareció a primeras luces un crimen pasional premeditado,
pues más adelante se supo que la víctima había tenido dos apartamentos y que
en el otro domicilio vivía con una mujer, pero esto, aunque podía serlo por
tratarse de una pareja, más parecía un acto de heroísmo sádico: asesinar
cruelmente a los villanos del mismo modo en que ellos asesinan, y liberar a las
víctimas, en este caso, los animales. Se sabía también que en ambos casos las
víctimas trabajaban para la mafia que tenía al país hundido en la oscuridad, la
mafia detrás del grupo terrorista conocido como El Imperio, pero de cualquier
modo había que capturar al responsable, que sin duda alguna era un fenómeno
absolutamente peligroso, tal vez más peligroso que el mismísimo Imperio y lo
peor es que no se sabía si se trataba de un individuo o un grupo.
Alex investigaba por su cuenta y dejaba que Mariangeline lo ayude, sin
imaginar que cuando estaba a punto de encontrar una mínima pista del
asesino, ella misma lo desviaba y no permitía que la descubra.
El país entero vivía en estado de alerta, desconfiando hasta de sus propias
familias por miedo a que cualquiera podía ser miembro del Imperio y, desde
los asesinatos, por el temor de saber que el o los psicópatas responsables
podían estar camuflados y también podía ser cualquiera ¿Quién iba a imaginar
que una chiquilla de quince años que dedicaba su tiempo libre a cuidar
animales rescatados, que era incapaz de consumir alimentos de origen animal,
una niña tímida y linda, con esa indiscutible apariencia de ángel, podría
siquiera pensar en algo tan sanguinario? Y ahí estaba, una tarde tranquila,
sentada en la recepción del refugio de animales junto a su compañera Kate,
esperando que llegue la hora del cambio de turno, leyendo el periódico
mientras su amiga pelirroja dibujaba y escuchaba música con los auriculares.
- ¿Puedes creerlo, Kate? Desollados los desolladores
- Quien a hierro mata a hierro muere, murieron del único modo que
merecían
- Yo pienso igual, la verdadera justicia es de sangre, yo no creo en eso del
karma ni en Dios, para mí esas son las tonterías más grandes jamás inventadas.
- Son las excusas que ponen los cobardes para no “ensuciarse” las manos
haciendo verdadera justicia, los que le temen a la justicia de verdad, mal
llamada “venganza” son los que defienden ese estúpido dicho de “La justicia
llega sola”, como si fuera cierto, pero esos asesinos merecían lo que les pasó,
yo felicitaría al maldito loco que hizo eso, ¡Hay que tener los pantalones bien
puestos para hacer algo así!
Mariangeline sonrió segura de que Kate sería una aliada perfecta en sus
planes, y en eso pensaba cuando de pronto alguien estacionó una camioneta
negra en la entrada. Mariangeline oyó ladrar a uno de los perros más callados
del refugio y extrañada entró a ver qué pasaba.
Bajó del vehículo una mujer asiática, cabello negro y brillante, piel de
porcelana y ojos rasgados y oscuros, y llegaba con un tipo enorme e
intimidante, ambos completamente vestidos de negro.
Kate al verlos de lejos supo que algo malo pasaría, pero con su admirable
sangre fría, al entrar el sujeto y la chica, ella los atendió con naturalidad
-Bienvenidos al refugio de animales ¿En qué puedo ayudarlos?
-Hola - dijo la mujer – estoy buscando a una perra
-¿Se le extravió? – preguntó Kate con una mirada de extrañeza
-Algo así
-Bueno… tenemos dos recién llegados, pero son machos… usted me dice
que la suya es hembra y no me han informado nada– La chica miraba a Kate a
los ojos con una sonrisa amenazante, y fue inevitable que la pelirroja se
pusiera algo nerviosa, pero trató de disimularlo buscando información en la
computadora de la recepción y hablándole a la extraña visitante -pero talvez
haya salido algún aviso en nuestra página de una perrita encontrada, ¿Me la
podría describir, por favor?
-Rubia, delgada, estatura promedio, ojos azules, y parece un bello angelito
del cielo, pero le divierte matar a sangre fría
Kate miró de nuevo a los ojos a la mujer y se congeló por unos largos
segundos.
-La conoces ¿Verdad?– y en ese preciso instante sonó el ringtone de
llamadas en los audífonos que Kate aún tenía puestos. Disimuladamente
oprimió el botón del manos libres sin decir ni una palabra, sólo escuchó la voz
de Mariangeline: “Tienes el skate a tus pies, la puerta está abierta, cuando
dispare entras y sacas a todos al patio trasero, que ninguno se quede adentro y
tú menos. Ahora somos aliadas. Te necesito, Kate”
La asiática tenía la pistola sobre la mesa de la recepción apuntando directo
al pecho de Kate y volvió a preguntar, viéndola fijamente -¿La conoces?- Y en
ese momento un disparo hizo añicos la puerta principal del refugio, que era
totalmente de vidrio, y una segunda bala le reventó el cráneo al acompañante
de la mujer; Kate subió al skate y en un solo paso entró al cuarto de las jaulas
que tenía salida al patio de atrás. Las jaulas ya estaban abiertas, Mariangeline
había previsto todo y Kate sólo tuvo que abrir la puerta para que los animales
salgan justo a tiempo, pues la intrusa, al sentir la amenaza de los disparos, se
las arregló para salir del refugio y lanzó un explosivo que, un segundo después
de que saliera Kate con todos los animales al patio de atrás, destruyó la sala
principal y el refugio comenzó a incendiarse. Todos los perros y gatos,
enfermos y sanos, salieron en estampida aterrados por el ensordecedor ruido
de la explosión, por el asfixiante olor del humo y por la imborrable imagen del
fuego destruyendo el único lugar que tenían para vivir.
Mariangeline no alcanzó a ver si Kate realmente salió de ahí antes de la
explosión, sólo pudo ver que su enemiga se escondía detrás de un muro del
estacionamiento, afuera del refugio incendiado y ella estaba escondida detrás
de un auto, a veinte metros de distancia. Ángel no sabía si su única amiga y los
animales que tanto cuidaban juntas habían logrado escapar y, totalmente ciega
de ira, se descubrió para disparar hasta su última bala contra la maldita que
había causado todo ese desastre.
-¡Te voy a quemar viva como tú lo hiciste con mi novio, perra!- gritaba la
mujer mientras disparaba desde atrás del muro, pero Mariangeline, sorda y
ciega de odio, más el estruendo de las balas y el fuego, no podía oír ni pensar.
En su descontrol cometió el error de descubrirse por completo queriendo
alcanzar a su enemiga para dispararle de cerca y una bala le cayó en el
abdomen, y aunque intentó sostenerse en pie, no pudo evitar desmayarse, esa
batalla estaba perdida. Al rato despertó y se vio atada de pies y manos en el
asiento del copiloto de un auto blindado, y quien manejaba era la misma que le
había disparado.
-Maldita- alcanzó a decir, jadeando. La china sonrió -¡Vaya! despertaste,
rubiecita
Mariangeline se dio cuenta de que tenía un vendaje alrededor de la cintura
y que su rival tenía otro muy parecido en el brazo.
-Si tanto quieres matarme ¿Por qué no me das otro tiro o dejas que me
desangre lentamente?- preguntó Mariangeline tratando disimular el dolor.
-Todo a su tiempo, querida, todo a su tiempo. Y no te preocupes, sí te voy a
matar- respondió su captora, con ironía.
-Ups...¿Te lastimé?- dijo Ángel tocándole la herida con las manos aún
atadas, haciéndole gritar de dolor y perder el control del auto pero, en una
fracción de segundo, su enemiga frenó y tomó a Mariangeline por el cuello
para amenazarla:
- ¡No sabes con quién te metiste, desgraciada! ¡No me vuelvas a tocar! Vas
a sufrir más de lo que jamás has imaginado. Voy a despedazarte lentamente y a
quemarte hasta el último maldito cabello. Destruiste mi futuro, mi vida, mi
hogar, todo lo que tenía ¿Para qué? Para que yo misma acabe contigo del
mismo modo en que tú mataste a mi prometido- entonces Mariangeline
recordó dónde había visto antes a esa chica: en su primera venganza, junto a la
cama de su víctima había una foto de esa chica, pero aquella vez no le prestó
atención. No imaginó que ese malnacido tendría pareja, ni mucho menos que
fuera tan joven, pues esa chica sólo le llevaba a Ángel un par de años y esa
diferencia ni se notaba, en cambio el maldito que asesinó probablemente
tendría entre treinta y cinco y cuarenta y cinco años.
La china soltó el cuello de Mariangeline cuando vio que su rostro se volvía
morado. Sabía que no debía matarla... aún. Volvió a poner el auto en marcha y
reteniendo las lágrimas siguió hablando -Lo que aun no entiendo es por qué...
-Lo que yo no entiendo es por qué diablos lo amaste y lo defiendes tanto-
interrumpió Mariangeline -era un maldito asesino y creo que tú lo sabes ¿No?
-Tú también lo eres, y eres una sádica...
-Yo sólo hago justicia de sangre, jamás mataría a un inocente ni le
destrozaría la vida a una niña o a una bebé como lo hizo tu adorado novio y el
malnacido de su jefe
-¿De qué estás hablando?
-¿No te contaba sus grandes proezas? Si lo maté como lo hice fue porque
era la muerte que él merecía, él y su jefe me arrebataron todo, a mi madre, mi
hogar, a mi mejor amiga, a mi padre, me arrebataron la vida, la inocencia y
hasta la memoria cuando aún no cumplía los seis años
-¿La inocencia?¿Acaso te violó?- Ángel suspiró y levantó las cejas,
preguntándose a sí misma con ironía "¿Por qué todo el mundo lo interpreta
así?"
-La inocencia no es sólo virginidad, querida, sino la incapacidad de desear
el mal a alguien, la pureza del alma, el no tener pensamientos de deseo,
venganza, muerte, odio. No tener malicia. Y eso fue lo que perdí cuando
conocí cara a cara a la muerte gracias a Oliver y a Magno, pero claro, tu
amado no te contó su gran hazaña ¿Verdad...? como te llames
- Mi nombre es Kuan Yin, y harías muy bien en recordarlo, rubiecita…
-Mariangeline, un placer, y tú harías muy bien en no olvidarlo, perra– dijo
Ángel mientras inesperadamente le puso una navaja en la garganta con una
mano y le presionó la herida del brazo con la otra, pues desde que Kuan Yin
frenó el carro para tomarla por el cuello y amenazarla, ella había aprovechado
para soltarse como tantas veces lo había practicado con Alex, y también había
sacado su navaja esperando el momento preciso para atacar. Mariangeline
odiaba que se refirieran a ella con adjetivos, o nombres que no sean el suyo, ya
bastante esfuerzo le costaba que la llamaran Catalina (su nombre legal) como
para soportar que su enemiga la llame "rubiecita"; perdió la paciencia y ahora
estaba a punto de cortarle la garganta a Kuan Yin, que no podía frenar en seco
esta vez, un movimiento en falso y todo se acababa para ambas.
-Baja eso o nos morimos las dos
-A mí me importa más mi nombre que la muerte, querida, además ... igual
vas a matarme ¿No?
-baja el maldito cuchillo...
-esas no son maneras para una señorita... - se burlaba Ángel
-¡Me importa una mierda!¡Baja esa maldita navaja!
-Di mi nombre, querida...
-Mariangeline, ¡Baja la maldita navaja o nos morimos las dos!
-ok
Mariangeline le soltó el brazo herido y bajó la navaja, pues de todos modos
no podía escapar, tenía aún los pies atados y no iba a tener tiempo de
desatarlos por que necesitaría la navaja con que estaba amenazando a Kuan
Yin, y también necesitaría su otra mano, con la que le sujetaba el brazo herido,
tendría que soltar por completo a su enemiga para desatarse y eso le daría
tiempo a Kuan Yin de que la golpee o la mate, además estaba malherida, no
podría salir corriendo, y se encontraban en una carretera en medio de la nada y
eso tampoco ayudaba. Se mantuvo inmóvil e inexpresiva por un rato mientras
Kuan manejaba, hasta que ella empezó a hablarle:
-¿Siempre eres así?
-¿Cómo?
-tan jodida y loca
-Sí ¿Por qué? ¿Te gusto?
-Si no te odiara tanto me caerías bien
-Si no estuvieras tan desviada
-¿A qué te refieres?
-¿Por qué amabas tanto a tu supuesto novio?
-¡Qué te importa, perra!
Mariangeline la miró sin asombro ni enojo, con una sonrisa sarcástica,
como quien dice "Sólo preguntaba"
-Me importa porque voy a morir por haberle dado su merecido. Lo vas a
vengar como si fuera el héroe o el mártir y yo la villana cuando lo único que
hice fue vengar las muertes de muchas personas, muertes que él provocó por
órdenes de su jefe, y varias de esas personas asesinadas por él aportaron
muchísimo en mi vida: amor de verdad, felicidad, y él me las quitó por
obedecer a ese maldito ¿Él aportó eso a tu vida? - Kuan Yin guardó silencio y
mantuvo la vista fija en el camino para medir sus palabras antes de decirlas
-Yo lo amaba - dijo - él me sacó de un infierno que ni en tus peores
pesadillas podrías imaginar. Me dio un hogar, mi libertad, me dio su tiempo y
sobre todo, su amor
-No hay infierno que yo no pueda imaginar, querida
-¿Puedes imaginar vivir en una madriguera de ratas en donde para no morir
como una tienes que vivir del modo más indigno?
-No entiendo...
-¿Puedes imaginar ver morir a tus hermanos, que tus padres te abandonen,
y que sólo sobrevivas vendiendo tu cuerpo a unos monstruos que te consideran
un objeto desechable?
-¿Qué?
-Eso era yo, Mariangeline, hasta que Oliver me sacó de ahí - Ángel miró a
Kuan Yin asombrada, no podía creer que se pudiera hablar de una manera tan
tierna, de un monstruo como ése.
-Vas a morir, así que no importa si sabes demasiado- dijo Kuan Yin -él iba
al burdel en donde me esclavizaron desde pequeña, y ahí también iban muchos
de los hombres que tú persigues...
-¿Tú cómo sabes que yo...?
-Catalina Brown, o mejor dicho Mariangeline, yo sé muchas cosas sobre ti.
Por mí, querida, tú sigues viva y libre, al menos hasta hoy
-¿Qué? yo sigo viva y libre porque soy ...
-¿El Ángel de la Muerte? Cariño, eres tan inteligente que no contaste con
la video vigilancia en el departamento donde mataste a Oliver, no viste
cámaras y pensaste que no había, y eso pudo costarte mucho más que tu vida
¿Qué hubiera pasado si llegaba la policía a casa de tu querido ángel guardián y
le decían que su preciosa princesita es una asesina despiadada?
Mariangeline, sin perder la calma le contó a Kuan Yin todo lo que hizo su
amado Oliver por órdenes de su jefe, e incluso le contó de la información que
encontró en la laptop que se llevó después de matarlo, los archivos llenos de
pornografía infantil, de torturas inimaginables a mujeres y niñas indefensas.
Kuan Yin se quedó sin palabras, no sabía cómo reaccionar, ella había visto
muchas veces esa laptop pero jamás había logrado utilizarla, Oliver se lo tenía
prohibido, al fin entendía por qué. Mariangeline siguió hablando -No
solamente era un maldito asesino, sino también un violador y un pedófilo,
¿Por qué crees que le gustaste tanto como para comprarte?- pero con ese
comentario Kuan Yin perdió la paciencia y le dio una descarga eléctrica hasta
desmayarla. Al fin habían llegado al lugar donde Magno las esperaba. Una
casa abandonada al este de la ciudad.
Los hombres de Magno salieron a recibir a Kuan para ayudarla a cargar el
cuerpo de su acompañante muerto y a llevar adentro de la casa a Mariangeline
para inmovilizarla en una mesa de tortura.
Mariangeline comenzó a reaccionar y al saberlo Magno entró a verla:
-¡Bienvenida, querida!- Dijo Magno, y al oír esa voz, Ángel abrió los ojos
de golpe, pues para ella era la voz de la misma muerte, pero en lugar de
asustarla, la hizo enfurecer, y al abrirlos dio directamente con la malévola y
retorcida mirada de su peor enemigo, que le sonreía mientras pensaba cómo
era posible que fuera ella.
-Es increíble, pequeña- dijo después de unos minutos sonriendo en silencio
- volviste de la muerte -Pero como siempre ella respondió sin demostrar ni un
poco de miedo - La muerte soy yo- dijo sonriendo -y volví por ti y todo tu
imperio, Magno.
-¡Maldita sea!¿Cómo demonios sabes mi nombre?
-Yo lo sé todo- Mariangeline comenzó a reír con un tono escalofriante
hasta alterarle los nervios a Kuan Yin y a Magno, que le dio otra descarga
eléctrica para desmayarla y que así deje de provocarlos.
Iban a preparar varios implementos para torturarla cuando de la nada se
oyó un ruido como de sismo, y las luces de todo el lugar se apagaron. Magno
salió a ver qué pasaba y Kuan Yin se quedó a vigilar que Mariangeline no
despierte, pero cuando menos lo esperaba recibió un golpe en la cabeza y cayó
al suelo desmayada.
Mariangeline sentía que alguien le soltaba las muñecas y los tobillos, y aún
sin reaccionar del todo ni abrir los ojos comenzó a balbucear -¿Alex...?- a lo
que el susurro de una voz muy conocida le respondió -Hey, loca de mierda,
soy Kate.
-¿Kate?- decía Mariangeline con un hilo de voz, adolorida.
-Sí, salgamos de aquí, vamos por una hamburguesa- bromeó la pelirroja,
siempre se burlaba del veganismo de Mariangeline en los momentos de mayor
tensión.
-Tendrá que ser en otra ocasión, pequeña gatita- Interrumpió Magno
encendiendo las luces y acercándose a Kuan Yin para ayudarla a ponerse en
pie de nuevo. Kate con sólo oír su voz se paralizó. Mariangeline se dio cuenta
y para entonces ya tenía los brazos sueltos, podía resistir el dolor de la herida y
aún parecía desmayada. Kate hablaba casi sin aire, y no se dio cuenta de que
había dejado la navaja en una mano de Ángel.
-No puedes ser tú...- decía la pelirroja, aterrada como una niña pequeña
-Claro que soy yo, querida, tu amigo, el que jugaba contigo ¿Recuerdas?
-¡¡¡No!!!
-Kuan Yin- Dijo Magno acercándose a Kate -Diviértete con la rubiecita, yo
atenderé a nuestra recién llegada, vamos a jugar, preciosa- y justo cuando
estaba a punto de tomarla del brazo, Mariangeline saltó de la mesa de tortura
como una leona y le clavó a Magno la navaja en el pecho, tumbándolo en el
suelo y mirándolo a los ojos – Vas a tener que matarme mil veces antes de
tocarla, malnacido- Magno la miraba fijamente sin poder hablar, sin poder
moverse, sin poder quitársela de encima, inmóvil por el dolor de la puñalada y
por el estupor que le provocaba esa mirada tan llena de odio, de venganza, de
un sádico placer, una mirada congelante, lo más fascinante y peligroso que
había visto en su vida, sin duda alguna era la hermosa y escalofriante mirada
del Ángel de la Muerte. Kuan Yin trató de ayudarlo pero Kate la volvió a
golpear y de nuevo cayó al suelo aturdida.
-¿Te gusta jugar? A mí también me gusta. Me gusta jugar a la heroína, pero
con un toque de villana, como lo que les hice a tus perros- dijo Mariangeline
mientras le clavaba la navaja varias veces en el pecho - A ti te gusta jugar a
que eres invencible, a que puedes hacer lo que sea con quien quieras y cuando
quieras, pero ¿Sabes qué? Todo el país, el mundo, y el maldito universo te
tendrá miedo, pero yo, El Ángel de la Muerte, jamás ¿Entendiste?
-¿Quieres que te haga lo mismo que le hicimos mis hombres y yo a tu
amiguita pelirroja?¿Quieres jugar, perrita?- Magno se quitó la navaja del
pecho y le dio una bofetada a Mariangeline quitándosela de encima y
aturdiéndola
-¡Mariangeline!- gritó Kate, y el desgraciado aprovechó que ella iba a
ayudar a la rubia, para intentar forzarla, pero a Kate ya se le había pasado el
pánico; al ver como su amiga, siendo menor que ella, había enfrentado con
tanto coraje y sangre fría al hombre más temido del país para defenderla; se
sintió en deuda y ya no tuvo miedo.
Apenas sintió las manos frías del monstruo sobre su cuerpo, Kate clavó las
uñas de ambas manos en las heridas del pecho y las desgarró aún más. Magno
soltó un grito desgarrador, y Kuan Yin se reincorporó al escucharlo.
-¡Kuan Yin!¡Por favor, ayúdame!- gritó Magno presionándose el pecho con
ambas manos para detener la sangre. Las paredes de ese salón de torturas eran
aislantes y no se oían los gritos afuera, pero los hombres de Magno volverían
en unos minutos a recoger los cadáveres de Kate y de Ángel como lo había
ordenado momentos antes, así que Kuan Yin pensó un momento y finalmente
tomó la mejor decisión de su vida: Le dio a Magno una patada en la cara,
desmayándolo y se acercó a ayudar a Mariangeline, y Kate, pensando lo peor,
la empujó.
-¡No la toques!- gritó la pelirroja, furiosa
-Se va a desangrar, tiene una herida de bala
-Tú se la hiciste, idiota
-Debemos llevarla a un hospital
-¿De qué hablas?
-¡Quiero ayudarlas!
Kuan Yin estaba llorando, realmente se había arrepentido. Al oír lo que
Magno le dijo a Mariangeline, entendió que estaba del lado equivocado.
- Magno no es como me hizo creer cuando hicimos el trato. Yo quería
vengarme de ella por haber matado a Oliver, mi prometido, pero ahora
entiendo que ella estaba ajustando cuentas con él y con Magno, que sólo
estaba haciendo justicia.
-¿Oliver?- dijo Kate, recordando en un chispazo ese nombre que se repitió
muchas veces durante su encierro cuando era niña. Recordaba una voz que se
le presentaba con ese nombre, era la voz más recurrente durante esa pesadilla,
era del hombre que más la visitaba y más daño le hacía. Kuan Yin la miró
avergonzada -Oliver, creo que también le decían Hefe, era el segundo al
mando de Magno- Kate palideció. Definitivamente se trataba de ese maldito
que jamás la dejaba en paz, el que más veces la torturó y violó durante ese
encierro, y a quien ella hubiera deseado hacerle lo mismo, porque sabía que él
fue quien mató a su madre rompiéndole el cráneo, pues él mismo se lo repetía
todo el tiempo mientras la violaba y torturaba.
-Kate- dijo Kuan Yin, presionando la herida de Mariangeline con el mismo
vendaje para evitar más sangrado, y viendo que la pelirroja, que estaba
arrodillada a su lado mirando a Mariangeline, estaba en shock, totalmente
pálida e inmóvil -¿Qué te pasa?- siguió preguntando
-¿Qué le hizo, Kuan Yin?- dijo Kate -¿Qué le hizo Ángel a ese perro?-
Kuan Yin le susurró al oído -La cama en llamas- Kate miró a Mariangeline
con los ojos llenos de lágrimas, la cargó en sus brazos como pudo y le besó la
frente, luego miró a Kuan Yin fijamente y le dijo -No había forma de morir
para ese desgraciado lo bastante cruel y sanguinaria, no había tortura
suficiente para lo que él merecía, pero esta "rubiecita", como tú la llamas,
estuvo muy cerca de dársela. Él me destrozó de todas las maneras en que se
puede destrozar a alguien, me desgarró el cuerpo y el alma... ella merece la
vida y la muerte de una reina, no morir aquí y darle el gusto a ese bastardo.
Kuan Yin entendió y ayudó a Kate a cargar a Mariangeline hasta el auto
para llevarla al hospital, evadiendo o matando a los guardias de Magno,
aliándose para siempre a ellas sin importar lo que vendría después.
Mariangeline tenía una herida de bala en el abdomen, cerca al hígado,
golpes en la cara y en la cabeza; estaba una vez más a un paso de morir, pero
lo único que realmente le preocupaba era lo que le iba a decir a Alex cuando
tuviera que contarle lo que pasó.
Estuvo una semana en terapia intensiva. Kate tuvo que donarle sangre y
avisarle a Alex que estaba en el hospital, que habían sido asaltadas
probablemente por la gente del Imperio y que Ángel podía morir. Alex fue al
hospital inmediatamente y solicitó a sus contactos de la policía que
resguardaran la habitación donde estaba ella hasta el momento en que le dieran
de alta. No se apartó de su lado ni un segundo hasta que ella despertó, varios
días después. Sin embargo, cuando por fin abrió los ojos de nuevo, pese a que
él no dejaba de hacerle preguntas, ella supo evadir el tema con muchísima
astucia, fingiendo estar asustada, cansada y confundida. Alex, por su parte,
decidió que era momento de moverse, ocultarse en otro lugar, y recordó que
tenía la opción perfecta, pero convencer a Mariangeline no resultaría tan
simple.
-¿Mudarnos? ¿Otra vez, Alex?
-Ángel, aunque lo parezcas no eres inmortal, esos malditos te van a buscar,
no sólo a ti, sino también a Kate. No puedo permitir que te encuentren y...-
Alex sollozaba.
-Alexander- dijo Mariangeline -estoy harta de huir. No importa a donde
vayamos, aunque nos escondiéramos en una isla que no aparece en los mapas,
no estaremos en paz huyendo toda la vida como fugitivos, y no encontraremos
nada ni a nadie, ¿Cuándo lo vas a entender?
-¿Y qué debemos hacer, según tú?¿Quieres enfrentar tú sola a todo El
Imperio? son un grupo terrorista creado por un conjunto de mafias,
Mariangeline, y al parecer, protegidos por la mitad del gobierno ¿Qué quieres
hacer?
-¡Matarlos a todos!- gritó ella.
Alex quedó estupefacto. Su ángel, su hermoso e inofensivo ángel, a quien
siempre había protegido y amado ciegamente y que era absolutamente incapaz
de dañar a un ser vivo, ahora hablaba de matar y su mirada estaba llena de
odio. Mariangeline vio su desconcierto y se dio cuenta de lo que estaba
diciendo y a quién se lo estaba diciendo, sabía que hablarle de eso a Alex no
sólo sería inútil, sino contraproducente, porque podría romper su disfraz de
niña buena y acercar a Alex a saber su gran secreto, no le convenía que Alex
supiera que ella deseaba ver muertos a todos, mientras más lejana al tema
fuera ella, más a salvo estaría de ser descubierta; entonces sólo le quedó una
opción para librarse de ese incómodo silencio y de la mirada atónita de Alex,
un recurso que para ella era desesperado: Echarse a llorar en sus brazos, y
funcionó a la perfección, pues Alex, al sentirla tan frágil otra vez olvidó sus
duras palabras de inmediato y la abrazó para tratar de calmarla, pensando que
sólo había dicho eso por miedo.
-Tenemos que irnos cuanto antes, Ángel, pero esta vez nos iremos con
Kate y podrás despedirte de tus amigos y de tus protegidos del refugio -
Mariangeline dejó de llorar súbitamente
-¿Del refugio? ¿Sobrevivieron?
-Claro que sí- irrumpió Kate -me dijiste que saque a todos al patio y eso
hice, ni uno solo resultó herido, sólo se asustaron muchísimo
-Ahhh pelirroja- suspiró Ángel -¿Qué diablos habría hecho sin ti?- y
abrazó con todas sus fuerzas a su amiga, feliz de verla completamente bien.
Alex las dejó solas un momento para que pudieran conversar mientras él
iba a pagar las cuentas del hospital.
Desde que encontró a Mariangeline en el pantano y le salvó la vida, sus
contactos y colegas en el gobierno lo ayudaron a protegerse y a proteger a la
niña, a cambio de que él colabore en la gran investigación que se hacía sobre
el grupo terrorista El Imperio y las mafias detrás de él. Alexander Brown no
era policía, era militar, pero fue justamente en el ejército en donde se dio a
conocer su extraordinaria inteligencia, su liderazgo y su indudable perspicacia,
y esto le abrió las puertas del departamento de investigación del gobierno, en
eso iba a trabajar cuando llegó al país buscando a su padre y encontró a
Mariangeline a punto de morir. Contando entonces con la oferta de trabajo
como investigador que le ofrecía diez veces el sueldo que ganaba como
soldado y sabiendo que la niña que había salvado iría a vivir a un orfanato
después de recuperarse, Alex tomó la decisión de adoptarla según la ley con el
nombre Catalina Brown y le creó un expediente falso en el que figuraba que su
madre era italiana y había muerto al dar a luz, y que de ella había heredado
todos sus rasgos físicos, pues Ángel no se parecía en nada a su supuesto padre.
Alex hizo todo eso porque sabía que si sus asesinos se enteraban de que había
sobrevivido, volverían por ella, y puso todas las trabas posibles para que nadie
pudiera reconocerla. Incluso la acostumbró desde muy pequeña a andar con el
cabello escondido en gorros de lana, pues si había algo que delataba a Ángel
era su dorada y hermosa cabellera.
-Él me salvó la vida, Kate
-Lo sé, Ángel
-Pero no puedo decirle mis planes porque le destrozaría el corazón y me
abandonaría...
-No, no digas eso
-No puedo perder a Alex
-No vas a perderlo, Ángel, tranquila, será siempre nuestro secreto
-Solo de nosotras dos... Nadie más debe saberlo
-De nosotras tres...
Kuan Yin entró a la habitación en silencio, pero al verla, Mariangeline se
puso furiosa y se lanzó sobre ella sin importarle las sondas y cables que tenía
incrustados en el cuerpo, tumbó a Kuan Yin contra la pared tomándola del
cuello, asfixiándola mientras la miraba a los ojos, llena de odio
-¡Maldita infeliz!- rugió Mariangeline -¡Por tu culpa está pasando todo
esto!¿¡Has venido a matarme!?¿Crees que estoy indefensa?
-No... Angeline...- Kuan Yin trataba de hablarle pero Ángel no la dejaba
respirar. Kate intervino pidiéndole a la rubia que la suelte, pero ella sólo
deseaba matarla por todo lo que había ocasionado -Mariangeline, por favor
escúchame- decía Kate, tratando de detenerla, pero con miedo a lastimarla -
¡Ella nos sacó de la guarida de ese bastardo!- le decía, pero Mariangeline
estaba fuera de sí y no soltaba a Kuan Yin -¡Ella nos metió ahí, Katlyn!
-Pero se arrepintió, le dio un golpe final a Magno y nos ayudó a salir...
-¿¡Para qué!?¿Para matarnos ella misma…?
-Ya estaríamos muertas y aquí estamos, además ¿Para qué se arriesgaría así
contra Magno? Robarle algo a ese malnacido debe ser peor que suicidarse.
Mariangeline pensó un momento y dejó de presionar con tanta fuerza el
cuello de Kuan Yin, además todo empezaba a darle vueltas, se sentía mareada.
Se había levantado de la cama de un salto después de haber estado en terapia
intensiva por muchos días y con una herida de bala, estaba muy débil y recién
en ese momento empezaba a notarlo.
-Mariangeline, vuelve a acostarte, estás muy débil- dijo Kate ayudándola.
Cuando estuvo de nuevo en la cama, Ángel miró a Kate enojada y le dijo:
-Eres una asquerosa traidora, confíe en ti y mira lo que hiciste.
-Mariangeline, Sé que ella nos llevó hasta allá pero cuando vio cómo es
realmente Magno ella misma lo desmayó y nos trajo hasta aquí- dijo Kate
sollozando -De no ser por ella te habría perdido para siempre
-De no ser por ella ese malnacido no nos hubiera encontrado
-Mariangeline, por favor, créeme- dijo Kuan Yin -Quiero unirme a
ustedes...
-¿¡Por qué tendría que creerte, grandísima perra!?
-porque la vida de las dos ha estado en mis manos más de tres veces y aún
así aquí están, vivas. Yo no quiero hacerles daño, me equivoqué y me
arrepiento.
-Mariangeline, yo misma le he advertido que si tan solo se le ocurre
traicionarnos decoraré todas las paredes del hospital con sus órganos internos
y regaré tu jardín con su sangre
-Qué linda- dijo Ángel sonriéndole a Kate con sarcasmo, y luego amenazó
a Kuan Yin -Te voy a vigilar, perra, no confío en ti
-Yo sabré ganarme tu confianza
Alex volvió a la habitación y Mariangeline le explicó brevemente que sus
dos amigas tenían historias parecidas, que ambas habían perdido todo por
culpa del mismo desalmado y que les debía la vida a ambas - Especialmente a
Kate, que salvó a los animales del refugio y es mi amiga leal - agregó con
cierta ironía. Alex entendió lo que Ángel le estaba pidiendo: llevarse a Kuan
Yin y a Kate en su viaje como si fueran también hijas suyas, y Alex, que no
podía dejar de ayudar a quien lo necesite y mucho menos decirle que no a
Mariangeline, comenzó ese mismo día a solicitar la tutela de ambas chicas,
pues el gobierno lo ayudaba a protegerlas. Con Kate fue más fácil puesto que
había estado antes en orfanatos y si existían documentos sobre ella, además la
conocía desde antes, con Kuan Yin tardó un poco más pero finalmente lo
consiguió.
Varias semanas después de que le dieron de alta a Mariangeline, ella, sus
nuevas hermanas y su tutor legal salieron del país y se mantuvieron viajando
constantemente durante tres años, hasta que cumplieron todas la mayoría de
edad.
Alex las entrenó para que aprendan a defenderse contra cualquier situación
parecida a la que habían vivido, les dio un entrenamiento tan riguroso como el
que antes le dio a Mariangeline, y también les proporcionó una pistola
pequeña a cada una para defensa, pero tenía las balas contadas y les explicó en
qué situaciones debían usarlas. - Sólo si sus vidas están en absoluto peligro -
dijo.
Paralelamente ellas entrenaban para matar, preparando sus venganzas
contra la gente de Magno, los rostros plateados, y la venganza final contra él
mismo, el rostro dorado, a quien le esperaba la peor de las muertes.
Una tarde mientras entrenaban, Kate le contó a Ángel por qué confiaba en
Kuan Yin y cómo sucedió todo cuando ella se desmayó.
- Si no fuera por ella, ese maldito me hubiera vuelto a violar y lo hubiera
hecho delante de tu cadáver ¿Te das cuenta por qué confío así en ella? Lo dejó
desmayado, desangrándose, le dio una patada en la cara cuando él le pidió
ayuda después de que yo le abrí las heridas que tú le hiciste.
-¿Y si nos delata?¿Si nos hace lo mismo que a él?
-Mariangeline, han pasado años, ya lo hubiera hecho
-Mariangeline- irrumpió Kuan Yin
-¿Qué quieres?- contestó Ángel secamente, que en todo ese tiempo no
había logrado cambiar el trato que tenía con Kuan Yin, y seguía desconfiando
de ella.
- Ustedes son la única familia que tengo en el mundo, y si al enfrentarlo
tengo que poner el pecho delante de una bala por ti, por Alex o por Kate, lo
haré sin dudarlo, lo juro. Sé que es muy difícil que me creas y que todo este
tiempo has dudado de mí, ni siquiera dejas que me quedé a solas con Kate o
con Alex, siempre estás vigilándome y te entiendo, pero lo que te digo es
cierto, yo te hice daño pensando que tú me lo habías hecho a mí y lo cierto es
que me hiciste un bien porque Oliver se podría haber aburrido de mí y me
hubiera matado, era un asesino y un violador y yo creía que me amaba, cuando
en realidad era su mascota...
-Te hice un bien a ti y a toda la humanidad, ese bastardo se lo merecía.
-...pero yo al principio no lo creía, lo supe muy tarde, cuando ya te había
capturado
-Sólo te diré una cosa, Kuan Yin. Si me traicionas y logras que muera, te
juro que volveré para arrastrarte y hacer que en verdad conozcas el infierno
¿Entendido?
Kuan Yin poco a poco les pudo contar su historia y hacerle entender
muchas cosas, entre ellas que Mariangeline no era la única chica con una
historia triste e incompleta, fue muy afortunada al ser encontrada por Alex,
nunca estuvo totalmente sola.

RAÍCES

Evelyn y Abraham vivían juntos desde que ella lo encontró, trece años
atrás, deambulando como un pordiosero por la carretera, con los zapatos y la
ropa embarrados y rotos, sin camisa, sólo con un abrigo, golpeado, sangrando,
hablando incoherencias y sin recordar ni siquiera su propio nombre, lo que
jamás logró recordar y por eso lo llamó Abraham.
Aquella noche ella acababa de salir de su guardia en el hospital donde
trabajaba, era enfermera, y manejaba su auto rumbo a casa, donde vivía sola y
casi aislada, cuando de la nada se le atravesó en el camino un extraño y tuvo
que frenar en seco. El sujeto cayó delante del auto sin ser impactado, pero ella,
creyendo haberlo atropellado, bajó del carro y corrió a ayudarlo.
Esa noche marcó su vida para siempre. Desde que lo encontró, Evelyn no
pudo dejarlo solo, Abraham se quedó a vivir con ella y apenas pudo comenzó
a trabajar en el área administrativa del hospital, pese a su amnesia era un
hombre muy capaz y muy inteligente.
Evelyn trató de investigar la procedencia de su amigo pero jamás encontró
ningún documento, foto o algo por el estilo; en la policía tampoco ayudaron
demasiado, no había ninguna denuncia por desaparición y en ningún reporte
aparecía alguna imagen o descripción de alguien como Abraham, así que
decidió investigar ella misma ayudándose de los recuerdos que puedan surgirle
a su amigo.
Los años pasaron y ellos se hacían cada vez más unidos, al punto de
comenzar a enamorarse sin darse cuenta. Parecían una pareja de esposos, se
volvieron familia, pero eran incapaces de decirse la verdad.
Abraham no lograba recordar nada sobre su pasado, sólo en las noches
cuando lograba dormir profundamente soñaba una misma pesadilla: sangre,
gritos, miedo, lodo, agua, disparos. Pero luego se transportaba a un mismo
dulce sueño: risas, perfume, juegos, música, unos hermosos ojos color
turquesa, una larga y dorada cabellera, felicidad, y un nombre que escuchaba
una y otra vez en el sueño y en la pesadilla, pero que al despertar olvidaba por
completo. Todos esos bellos detalles, cuando abría los ojos, se borraban de sus
recuerdos. Sólo le quedaba la angustia de haber perdido algo muy importante.
Una tarde Evelyn y Abraham salieron de compras al super mercado y
cuando estaban haciendo fila en caja para pagar, ella recordó que faltaban un
par de cosas y fue por ellas, dejando en la fila a Abraham con el carrito de
compras.
Todo iba bien hasta que unas chicas llegaron a pagar en la caja contigua:
una pelirroja, una china y una rubia. Abraham, sin saber por qué, tuvo una
sensación de angustia y alegría al ver a la rubia, pero cuando ella lo vio a los
ojos quedó petrificada.
En un segundo Abraham tuvo un chispazo de recuerdos, la pesadilla y el
sueño al mismo tiempo y estando despierto, y sin pensarlo de sus labios salió
un nombre que nunca había dicho -Abigail- y ese nombre para ella fue como
un golpe directo al corazón aunque no lo había oído antes. Evelyn llegó e
interrumpió ese momento tenso haciendo que ambos vuelvan en sí.
-Mariangeline- preguntó la pelirroja a su amiga, que aún no se movía y
miraba atónita a Abraham -¿Todo bien?- Y él, al escuchar ese nombre sintió
que su corazón iba a estallar.
-¿Ése es tu nombre?
-¿Quién eres?- dijo Ángel casi sin respirar
-¿Quién eres tú?- le dijo Kate a ese extraño sujeto, preocupada.
-Por favor...¿Podemos hablar?- dijo Abraham, nervioso, sabiendo dentro de
sí que no debía dejarla ir, que esa niña era importante y tenía que hablar con
ella.
-¿Quién eres?- insistió Ángel asustada.
-¡No lo sé!¡Te juro por Dios que no sé quién soy pero creo que tú sí...!
-¿Dios?
-Por favor, te juro que no quiero hacerte daño, pero necesito que me
ayudes, yo siento que te he visto antes, pero más adulta y no entiendo por qué.
Perdí la memoria y si sabes algo, por insignificante que parezca, a mí me sirve
-¿Qué edad tienes?- preguntó ella mirándolo con angustia y desconfianza
-No lo sé- Mariangeline lo miraba a los ojos sin poder moverse, solamente
le hablaba con un hilo de voz, no podía reaccionar de otra forma. Sentía una
extraña fuerza en su interior, algo que le decía que ese hombre sin pasado, sin
historia, sin recuerdos, podía ser la respuesta a muchas de sus preguntas,
incluso podía ser esa persona que tanto buscaba, pero también podía ser una
trampa y al pensar eso pudo tomar una decisión y reaccionar
-No voy a hablar contigo aquí- le dijo acercándosele para que sólo él
pudiera escucharla -No sé quién demonios eres y no es mi problema que tú
tampoco lo sepas...- continuó susurrando mientras lo veía fijamente a los ojos,
temblando.
-por favor... tengo que volver a verte ¿De dónde me conoces?
-¡No te conozco!- exclamó Ángel levantando la voz, cansada de estar en
esa situación, una caja de supermercado no era el lugar más preciso para que
dos amnésicos hablen sobre su falta de memoria y sus olvidados pasados,
después de todo. Kate y Kuan Yin decidieron que era momento de actuar
cuando la vieron ya bastante agobiada -Mariangeline, vámonos- Kuan Yin la
tomó de la mano y la sacó directo al estacionamiento, a buscar el auto
mientras Kate terminaba de pagar las compras y hablaba con Evelyn.
-Si ella lo conoció antes de que perdiera la memoria, puede ayudarlo a
recuperar su vida
-Nosotros no los conocemos ¿Por qué tendríamos que creerles?
-Porque por lo visto ella tampoco recuerda muchas cosas. Soy enfermera
desde hace más de quince años y sé tratar a personas con traumas severos y
problemas de memoria y tu amiga los tiene, por favor, ya va más de una
década de haberlo encontrado y hasta ahora no ha podido recordar ni siquiera
su propio nombre. Parece que él la hubiera conocido y realmente necesito
averiguar si es cierto, debemos intentarlo suplicó Evelyn. Kate sabía que eso
también podía ser conveniente para Mariangeline, que no era una idea del todo
loca y que ese hombre podía ser alguien importante
-¿Tienes algún número para comunicarnos?- preguntó la pelirroja
suspirando
-Sí, sí, sí, gracias, gracias- respondió Evelyn emocionada
Kate decidió consultarlo con Alex en casa, si esa mujer decía la verdad
podrían armar al fin el rompecabezas de la vida de Mariangeline. A ella no se
le quitaba de la cabeza que ese hombre podía ser familiar o amigo del padre de
Mariangeline, o en el mejor caso, podía ser el padre, pero ¿Qué pasaría si
Mariangeline por fin encuentra a su padre?¿Se iría con él y dejaría a la familia
que ahora tenía con ellas y Alex?¿Se olvidaría de la venganza contra Magno y
su maldito Imperio de terror?¿Sería tan fuerte su miedo a decepcionar a su
padre como el miedo a decepcionar a Alex, que dejaría todos los planes que
tenía con ellas para comenzar una vida sin venganza y dejando vivos a todos
los que faltaban? Kate tenía miedo de que hallar lo que tanto había buscado
Mariangeline haga que olvide el objetivo por el que entrenaban
incansablemente desde hacía tres años.
-Ella tendrá que decidir, Kate, pero no podemos impedir que encuentre a su
verdadera familia- Le dijo Kuan Yin cuando se lo comentó, ya en casa y
estando Mariangeline dormida con calmantes.
-Nosotras y Alex somos su familia, Kuan Yin- respondió Kate entre
sollozos reprimidos
-Pero ella tuvo un padre, y es posible que todavía esté vivo. Su única
ilusión en la vida desde que Alex la salvó es encontrar a ese padre que perdió,
eso es más grande que todas nuestras venganzas habidas y por haber, y no
podemos negárselo a ella, que nos ha dado tanto, por egoísmo, para que no se
vaya ¿Entiendes eso, Kate?
-¿Y si nos olvida?- Kate no pudo contener más el llanto
-No lo va a hacer, Skater, ella es nuestra hermana
-Pero olvidó su nombre, y si no se lo repitiéramos diariamente lo
olvidaría... perdió su historia, sus recuerdos, igual que nosotras... no quiero
perderla... y tampoco quiero dejar atrás la venganza porque esos malditos no
van a dejarnos en paz...
-Lo sé, pero nos venguemos o no de esos malnacidos, eso no nos devolverá
a nuestras familias, en cambio Ángel tiene la oportunidad de recuperar un
pedacito de la suya, no podemos negarle esa información ¿Entiendes? Su
padre y ella son víctimas igual que nosotras dos, merecen volver a estar juntos,
y será decisión de ella seguir o no con nuestra venganza
-¿Cómo puedes mantener la cordura después de todo lo que te ha pasado,
Kuan Yin?
-Ustedes son todo lo que tengo en el mundo, mi única familia, y lo único
que deseo es que algún día no muy lejano, todos podamos tener paz y ser
felices.
Kuan Yin y Kate se abrazaron por un largo rato y luego fueron a hablar con
Alex sobre lo sucedido en el supermercado, y él escuchó atentamente cada
detalle de lo que le contaron las chicas.
-Kuan Yin cree que es familiar de Ángel– le dijo Kate
-Pero su papá se llamaba Esteban- dijo Alex
-Pero este hombre no recuerda su verdadero nombre, Evelyn se lo debe
haber puesto...- Alegó Kuan Yin, pero Alex la interrumpió al escuchar ese
nombre
-¿Evelyn?
-Sí, así se llama la chica que lo encontró y lo salvó - explicó Kate
-Alex tenemos que contactarlos y averiguar la verdad - Kuan Yin quería
comparar el ADN de ese hombre con el de Ángel para saber si eran familia
directa e insistía en contactar a esa pareja para investigar, pero Alex tenía
muchos sentimientos encontrados. Se sentía feliz de que talvez hubiera
posibilidad de encontrar al padre de Mariangeline después de tantos años
buscándolo; sin embargo, eso conllevaría perderla, porque tendría que irse con
su padre, él mismo se lo prometió cuando la encontró y la salvó, y aunque era
egoísta, su primera reacción lo hacía dudar y le impedía pensar claramente,
había algo en su corazón que lo llenaba de angustia al pensar en Mariangeline
yéndose de su lado para siempre. Sentía que su corazón gritaba desesperado
“¡No quiero perderte, Ángel!" . La amaba tanto que realmente no podía
concebir su vida sin ella, pero si estaba en sus manos tendría que hacer lo que
decía Kuan Yin.
Alex mandó a Yin y Kate a dormir y se encerró en su habitación, pero no
pudo conciliar el sueño en toda la noche pensando qué hacer en esa situación,
también pensaba que podía tratarse de una trampa, y el nombre Evelyn le
sonaba demasiado conocido y estaba tratando de recordar de dónde cuando en
mitad de la madrugada sonó su celular inexplicablemente. Alex no lo contestó,
como era su costumbre si era un número desconocido, pero el teléfono siguió
sonando una y otra vez durante eternos minutos. Alex contestó, furioso porque
no respetaban sus horas de sueño, creyendo que lo llamaban del trabajo.
-¿Sí?
-¿Alex? - contestó una voz temblorosa de mujer
-¿Quién habla?
-Soy Shadie Brown
-¿Prima?
-Sí
-¿Qué sucede?¿Estás en el extranjero?¿Por qué llamas a esta hora?
-Discúlpame, primo, necesito ayuda y no sabía a quién llamar...
-¿Qué pasa?
-Necesito verte...
Shadie era hija de la hermana menor del padre de Alex, era su prima, y la
verdad, sólo la había visto en persona una vez, cuando estaba recién nacida,
pero siempre se comunicaba con ella y con su hermano, que era no sólo un
primo sino un gran amigo. Ellos vivían con sus padres al otro lado del país,
pero Shadie estaba llamando para contarle una gran desgracia a Alex y para
suplicarle ayuda.
-Shadie, en este mismo instante salgo al aeropuerto y tomo el primer vuelo
para allá. Por favor, quédate donde estás y llámame exactamente dentro de tres
horas para acordar dónde encontrarnos.
Alex se levantó de un salto y se cambió de ropa inmediatamente, tomó sus
documentos, su billetera, dinero en efectivo de la caja fuerte y salió en el auto
a toda velocidad.
Cuando llegó al aeropuerto compró el primer boleto que consiguió sin
importar el costo, y abordó el avión casi corriendo, desesperado por llegar
antes posible. Una vez en su asiento les envió un mensaje a las chicas para
explicarles lo que estaba pasando y diciendo que llegaría a casa ese mismo día
en la tarde y que no salgan de la casa para nada.

SHADIE, RENACIDA DE LAS SOMBRAS


Alex fue el primer pasajero en bajar del avión y apenas lo hizo recibió otra
llamada de su angustiada prima. Ella ya estaba en el aeropuerto y deseaba irse
con él cuanto antes, estaba muerta de miedo. Alex la encontró dentro del
aeropuerto, tardó en reconocerla porque lucía demacrada y andrajosa, no tenía
ni una maleta, sólo cargaba una pequeña bolsa, la gente la miraba con
desconfianza, como si fuera una pordiosera o una ladrona, y los de seguridad
se le estaban acercando para echarla del aeropuerto justo cuando Alex la vio, y
él, al percatarse de lo que le iban a hacer, corrió y la abrazó llorando y
diciéndole que todo estaba bien. Shadie no quiso hablar en ese momento, sólo
le explicó que no tenía dinero ni documentos pero que debía irse
inmediatamente de ahí -Quiero irme de este maldito lugar, por favor, Alex– le
suplicó. Alex, que no tenía corazón para insistir en quedarse, viéndola tan
vulnerable y asustada, la llevó de inmediato a comprar los boletos de regreso.
Por ser un vuelo dentro del país, el hecho de que no tuviera documentos no
resultó un gran problema, Alex tuvo que recurrir al soborno con los guardias
del avión y las vendedoras de la aerolínea, pero resolvió el problema con
facilidad, y antes de tomar el avión le compró a Shadie una muda de ropa y un
par de zapatillas en las tiendas del mismo aeropuerto para que ya no vistiera
esos harapos que tenía puestos desde hacía dos días. Shadie lo abrazaba
llorando y temblando, pero no hablaba, las palabras no se le entendían o se le
cortaba la voz.
Tomaron el avión en silencio y cuando ya estuvieron en sus asientos Alex
trató de hacerle preguntas -Por favor, primo– dijo ella con un hilo de voz - es
mejor que todo esto te lo cuente en casa, es demasiado para hablarlo aquí y
ahora.
Apenas el avión despegó, Shadie se durmió apoyada en el hombro de Alex,
y él también intentó dormir un poco.
El vuelo llegó sin contratiempos y Alex llevó a Shadie a casa.
Llegaron en el auto a toda velocidad y Alex dejó a Shadie en la sala de
estar, esperando mientras él reunía a Kuan Yin, Kate y Mariangeline para
decirles a quién había llevado y cómo debían recibirla.
-Se va a quedar con nosotros así que, por favor, chicas, preparen un cuarto
para ella
-¿Qué ha pasado, Alex?- dijo Mariangeline mientras las demás iban a
arreglar todo
-Algo espantoso, Ángel, pero yo mismo no sé todo al detalle así que, por
favor no me preguntes. Ella tiene dos años más que tú pero es como si fuera
menor, no había sufrido tanto hasta ahora. Necesito que la cuiden como a una
de ustedes ¿Ok?
- No te preocupes- respondió la rubia
Alex salió de nuevo a la sala y se sentó frente a Shadie, que estaba
encogida en el sofá, llorando. Mariangeline se asomó a mirar sin dejarse ver y
vio a quien estaban esperando: una chica como de su edad, hermosa pero que
en ese momento tenía muy mal aspecto. Era de tes morena como Alex pero
lucía demacrada, tenía el cabello rizado y oscuro pero sujeto en un
improvisado moño y se veía opaco, los ojos almendrados y brillantes, llenos
de lágrimas, una silueta como de sirena, pero con heridas y moretones en todo
el cuerpo. Algo realmente malo debía haberle pasado. Alex la abrazó muy
fuerte y lloró con ella, pidiéndole que ahora sí le cuente con detalles.
- Nos atacaron, Alex... pensaron que era tu casa, confundieron a mi
hermano contigo, te buscaban a ti y a ella y los asesinaron...
Mariangeline estaba entrando a la sala con una taza de té relajante para
presentarse y ayudarla, pero al escuchar eso inevitablemente se paralizó y
soltó la taza que, al impacto, se hizo pedazos en el suelo.
-¿¡Qué!?- exclamó Ángel. Alex se levantó de un salto -Ángel, ella es mi
prima Shadie, Shadie, ella es Mariangeline- dijo él intentando calmar a su
prima y de hacerle gestos a Mariangeline para que controle su sorpresa, pero
ella, sin ninguna delicadeza, como era propio de su carácter, le pidió detalles a
Shadie acerca de lo que había pasado.
-Todo fue muy rápido- continuó -estábamos almorzando en el jardín, en la
terraza, celebrábamos el cumpleaños de mi hermano, todo iba muy bien. Entré
un momento a la cocina y ahí fue cuando pasó todo, si no hubiera entrado
también estaría muerta- Shadie empezó a llorar desconsolada, hablaba muy
nerviosa, temblaba, se sentía el temor en cada palabra que decía y en cada
movimiento que hacía -sigue hablando- insistió Mariangeline, pero Alex le
lanzó una mirada fulminante para que se calle y trató de calmar a su prima -
Tranquila, Shadie- dijo -Ya estás aquí, nosotros te vamos a ayudar y a
proteger, pero, por favor, necesito que nos cuentes todo, puedes hablar delante
de Ángel, ella me ayuda en las investigaciones sobre terrorismo- Mariangeline
entendió que debía tener más tacto para sacar información, por urgente que
sea, porque su desesperación no la ayudaba, y también le conmovió ver que a
alguien más le destruían la vida esos malditos y que ellos no pudieron hacer
nada para evitarlo. Se sintió avergonzada. Shadie, sin embargo, siguió
hablándoles a ambos sin incomodarse por la brusca forma de preguntar de
Ángel.
-Cuando estuve dentro de la cocina escuché frenar unas camionetas, varios
hombres se bajaron de ellas y sonaban sus pasos fuertes y el ruido de sus
armas listas para disparar. Mi mamá les gritó asustada "¿Quiénes son ustedes?
¿Qué hacen aquí?" pero ellos los tiraron al suelo y solamente preguntaron por
Alex Brown y Mariangeline, y mis padres no sabían la verdad, pensaban que
tuviste una hija con una italiana que murió después de dar a luz a la niña, y
pensaban que esa niña se llamaba Catalina, o sea creían la versión oficial, los
únicos que sabían la verdad éramos mi hermano y yo, pero a mí no me vieron
y él no quiso hablar, sabía que de todos modos los iban a matar. Mi mamá dijo
que no sabíamos quiénes eran, pero esos malnacidos tenían documentos de
nosotros, sabían que somos familia, y cuando vieron bien a mi hermano
comenzaron a hablarle como si él fueras tú, le preguntaban por ti,
Mariangeline, preguntaban dónde te había escondido
- ¿No les dijeron que él no era yo?- preguntó Alex, bañado en lágrimas
-No seas ingenuo, Alex- respondió secamente Mariangeline, recordando en
chispazos el día en que casi la matan -¿Cómo puedes explicarle algo a unos
asesinos que te están apuntando con metralletas listos para desaparecerte?
¿Crees que hay oportunidad de hablar?
-No quisieron escucharlos, Alex, iban a matar y solamente a matar, fueran
o no fueran ustedes, y a pesar de eso mamá sí lo intentó... ella abrazó a mi
hermano y les gritó a todos que él no era quien estaban buscando, que lo dejen
en paz, que él era un buen chico... mamá estaba muy alterada y puso nerviosos
a todos con sus gritos... uno de ellos le dio un tiro directo en la garganta y la
sangre salpicó por todos lados. Me mantuve oculta en la cocina, muerta de
miedo y de coraje, sin saber qué hacer, ni siquiera tenía mi teléfono para pedir
ayuda, lo había dejado en la mesa de la terraza... Mi hermano aún estaba entre
los brazos del cadáver ensangrentado de mamá, la sujetó llorando y gritando
pero mi papá lo arrastró lejos del cuerpo y lo escudó detrás de él para
protegerlo, pero esos asquerosos le dispararon en la cabeza, riéndose, y los
pedazos del cráneo y el cerebro de papá se esparcieron en el césped... hasta
ahora y creo que hasta el día de mi muerte voy a recordar el grito de mi
hermano en ese momento, y su imagen arrodillado en medio de los dos
cadáveres irreconocibles de mis padres, el jardín de sangre... ni en mis peores
pesadillas había visto algo tan horrible, Alex...- Shadie se ahogaba en su
propio llanto pese a sus grandes esfuerzos por seguir contándoles lo sucedido,
Mariangeline lloraba de rabia y angustia por Shadie, porque ella recordaba a la
perfección y no tenía esa ventaja (o desventaja) de bloquear los recuerdos, y la
abrazó para tratar de calmarla, arrepentida de haberla tratado tan crudamente
al principio. Apenas tres días antes ella era feliz con su familia y de la nada
estaba ahí, en casa de un primo al que nunca había visto en persona y que
ahora era su única familia, contándole cómo había visto morir a sus padres y a
su hermano de las maneras más sangrientas y sin poder hacer absolutamente
nada. Todo era muy reciente y demasiado difícil de soportar sin volverse loca,
Mariangeline sabía cuánto iba a necesitarlos esa pobre chica.
Shadie respiró profundo y siguió hablando:
-Mi hermano ni siquiera volteó a mirar la casa para no delatarme, pero hizo
al aire nuestro saludo de hermanos para despedirse de mí, sabía que no iba a
salir vivo de ahí. Los asesinos seguían preguntándole por Mariangeline, aún
creían que eras tú, Alex... lo golpearon, le rompieron los huesos, le cortaron la
cara, todos eran unos cobardes... llevaban pintura en la cara, sólo al que les
daba las órdenes le vi la mitad del rostro, no estaba tan pintado como los
demás, solo se cubría los ojos, como si usara un antifaz...
-¡¿De qué color eran sus rostros?!- preguntó Mariangeline, con el corazón
estallándole -plateado- respondió Shadie. Mariangeline supo que
definitivamente eran los mismos, y supo con toda seguridad que Shadie iba a
ser una de ellas - Él les pedía piedad, les rogaba que lo maten de una vez sin
torturarlo pero el maldito que daba las órdenes se reía. Recuerdo
perfectamente su rostro, era calvo, alto, blanco, de facciones duras, fornido, su
mirada era monstruosa, recuerdo su macabra risa mientras mi hermano
lloraba... pero él hablaba de un jefe, y decía que él la iba a encontrar...
"Cuando el jefe la encuentre ella va a desear haberse muerto aquella vez y tú
ya no puedes hacer nada por ella" fue lo último que le dijo antes de dispararle
en el pecho. Yo no podía moverme, estaba tirada en el suelo abrazando mis
rodillas, queriendo despertar de esa pesadilla y hasta ahora no despierto...
Cuando mi hermano ya estaba muerto ese monstruo les dio la orden de
registrar la casa. Nosotros vivíamos alejados, frente a un bosque, entre nuestra
casa y el bosque estaba la carretera por donde ellos llegaron, y detrás de
nuestra casa había más bosque y una laguna, así que cuando los vi a punto de
entrar a la casa salí por la puerta de atrás y corrí a la laguna, me metí al agua y
nadé por el fondo hasta la otra orilla, me escondí entre los árboles, ya estaba
atardeciendo y las sombras del bosque me ayudaron a ocultarme. Vi de lejos
cómo incendiaron mi casa, pasé esa noche en un árbol, muriéndome de miedo
y de frío, no quise ni siquiera encender una fogata por miedo a que alguien me
encuentre. Nadie llegó a ayudarnos hasta que pasó un auto y vio el incendio y
al rato llegaron los bomberos, pero para entonces ya era de noche y supongo
que esos malditos ya se habían ido, yo seguía observando todo desde el otro
lado de la laguna... a la mañana siguiente no sabía qué hacer y caminé hasta el
poblado más cercano para ver el modo de venir hasta aquí... Mi hermano,
Alex... mis padres...
-Tranquila, Shadie, tranquila...- Alex la abrazó de nuevo
-Nuestro verde jardín se tiñó de rojo para siempre, igual que mi mente que
ahora sólo tiene sangre, miedo y odio... no sabes cómo quisiera matar a esos...
-No digas eso, Shadie- dijo Mariangeline -jamás digas esas cosas, tú no vas
a ser como ellos nunca ¿Entiendes?
-No me importa nada, esos malditos me arrebataron todo, me quedé sola...
-Tú no estás sola, cariño, y nunca lo estarás- contestó Ángel
-Gracias, Mariangeline. Alex tenía razón sobre ti, eres un ángel en toda la
extensión de la palabra
-No, Shadie, sólo soy alguien que también perdió todo lo que tenía por
culpa de esos desgraciados, pero aún así tengo una familia con Alex y las
chicas, él es el verdadero ángel, y cuando las conozcas las querrás como si
fueran tus hermanas, y espero que a mí también. No sabes cuánto te agradezco
que no nos hayas delatado, a ti y a tu hermano, que sé muy bien que debe estar
en el cielo.
- Mi hermano siempre decía que te debía la vida, Alex, pero nunca me dijo
el por qué
- Es una historia muy larga y tediosa, Shadie, pero ahora es mejor que
descanses ¿Si? Sólo quiero que tengas presente que nosotros también somos tu
familia, y que, como dice Ángel, nosotros vamos a cuidarte y tendrás nuevas
hermanas.
Mariangeline acompañó a Shadie a su habitación y le presentó a las chicas,
que la recibieron con abrazos y flores, felices de tener una nueva hermana.
Una semana después, Alex recibió la orden para una misión en una ciudad
al este, pero como aún estaban creando la nueva identidad de Shadie (como lo
hizo con Mariangeline, Kate y Kuan Yin), no podía sacarla de la ciudad, así
que las chicas decidieron quedarse en casa durante esa misión, prometiendo
que estarían bien, y Alex, aceptó pese a estar un poco preocupado.
Como Shadie insistía en su idea de hacer justicia contra los malditos que
mataron a su familia, Mariangeline le empezó a dar ideas y a probarla.
-Cómo quisiera poder matarlo del mismo modo en que mató a mi hermano,
Mariangeline, torturarlo y reírme en su cara mientras me suplica, mientras
llora lágrimas de sangre...
-Eso lo dices porque estás muy herida, prima, pero ponte en la situación de
que lo encuentras y tienes la oportunidad de, no sólo matarlo, sino también
torturarlo, de abrirle la garganta y volarle en pedazos la cabeza, ¿Tú podrías
vivir ese horror una vez más?
-Ya lo viví viendo morir a mi familia, a los seres que más he amado en mi
vida, ¿Crees que me daría asco o lástima ver a los culpables de eso sufriendo
lo que realmente merecen?
-¿Y no te daría miedo o vergüenza parecerte a esos malditos?
-No sería como ellos. Esos infelices mataron a mi familia sin motivo, no
les habíamos hecho absolutamente nada, destruyeron mi vida, quemaron mi
hogar, masacraron a mis padres y a mi único hermano, si los mato les estaría
haciendo justicia a ellos y a las otras familias que deben haber destruido, le
haría un favor al mundo porque nadie asegura que metiéndolos a la cárcel
tendrán su merecido, o que no escaparán, en cambio de la muerte no se puede
escapar...
-Al menos que seas una de nosotras- dijo sonriendo Mariangeline, y en ese
momento entraron Kuan Yin y Kate a la habitación -Vamos a darte esa
oportunidad, cariño- dijo Kuan Yin -pero debes jurar por tu vida que el secreto
quedará y morirá con nosotras- dijo Kate. Shadie las miró asombrada y
preguntó de qué se trataba pero primero la hicieron jurar por su vida que
guardaría el secreto. Ella lo hizo, aunque ya imaginaba de qué podía tratarse.
Mariangeline le explicó detalladamente cuál era el objetivo y cómo era el
entrenamiento, le explicó cómo detectaban a las víctimas y cómo las
acorralaban. Shadie escuchó atentamente y aceptó de inmediato. Ese mismo
día comenzaron a entrenar y les pidió ayuda para investigar al maldito que dio
las órdenes de matar a su familia.
Mariangeline ya tenía investigados a cuatro miembros de El Imperio desde
hacía un mes, tenía sus ubicaciones y sólo hacía falta que el momento de
atacar llegue. Dos de ellos habían sido relativamente sencillos de encontrar,
además ambos nombres le sonaban a Kate, así que era muy probable que
también fueran sus violadores; el tercero fue el más difícil de ubicar sin que se
dé cuenta, Gecko, el que todo lo ve, el que se infiltraba en las redes y borraba
las listas de desaparecidos de los datos de la policía según lo que le dijo Skin a
Mariangeline antes de ser desollado vivo junto a su mujer en la procesadora de
pieles; y finalmente el cuarto era sin duda alguna, por la foto que Mariangeline
le mostró a Shadie, el que lideró el ataque a la casa de los tíos de Alex, el
principal responsable de la muerte de los padres y el hermano de Shadie. Los
dos posibles violadores de Kate, a pedido suyo, serían torturados y asesinados
por ella y fueron ubicados en burdeles clandestinos de esclavas sexuales.
Ambos burdeles eran distintos entre sí, uno era de lujo, en una zona aislada en
medio del bosque, en una gran casona de un solo nivel que se camuflaba entre
los árboles con paredes de espejo. Ahí llegaban para divertirse, por carretera
en autos blindados, todo tipo de jefes de mafias, empresarios privados y
algunos representantes corruptos del gobierno, pues ellos eran los que
realmente formaron El Imperio y le pagaban a Magno para que se hiciera
cargo de sembrar el terror y tener el país gobernado mediante el miedo; y
como un negocio recíproco Magno permitía a sus hombres formar otros
pequeños negocios con los que beneficiaba a esos “Grandes Señores” y
ganaba aún más dinero, por eso tenía tres procesadoras de pieles ilegales;
burdeles para públicos distintos con esclavas sexuales de todas las razas y
edades, “para todos los gustos”; vendía drogas y armas, e incluso traficaba
órganos. Todo negocio que fuera turbio, ilegal y terrible él lo manejaba a la
perfección y le generaba millones de dólares al día.
Kate decidió junto con las chicas que atacarían primero al más difícil,
porque si empezaban por el más sencillo los otros se alertarían y se cuidarían
el triple, todo se volvería más complicado y no podrían completar la misión.
El más difícil de alcanzar sería el Cazador, nombre que Kuan Yin conocía,
pues había sido dueño del burdel donde ella fue obligada a trabajar hasta que
Oliver se la llevó y ahora era quien manejaba el burdel de lujo en medio del
bosque, y sería el pez más gordo porque esa casa estaba demasiado
resguardada, había guardias entrenados para matar intrusos por todas partes y
el único modo de entrar era hacerse pasar por una de las chicas que
secuestraban y forzaban a trabajar ahí, es decir, tenían que trazar el plan
milimétricamente o podía resultar fatal. El siguiente en morir sería Gecko, que
se encontraba en un apartamento en la ciudad como el que tenía Oliver cuando
vivía con Kuan Yin, y aunque ya lo tenían perfectamente ubicado, estaba en
un lugar demasiado visible. El tercero en morir sería el Antifaz, el maldito que
dio la orden en el ataque a la casa de los Brown, y asesinó a la familia de
Shadie, el moriría en sus manos, ella misma lo torturaría y reiría en su cara
mientras él le suplicaba; y el último en morir sería el que conocían como
Látigo, el que mandaba en el burdel de mala muerte y que al parecer era
conocido con ese nombre porque azotaba todo el tiempo a las pobres chicas
que esclavizaba. Así era como, poco a poco, cada maldito iba llegando a ellas,
a su propia muerte, al más horrible infierno.

CAZADOR CAZADO

Un día le encomendaron a Alex otra misión importante fuera de la ciudad y


les propuso a las chicas ir con él, pero ellas pusieron de pretexto perfecto los
exámenes finales en sus respectivas carreras. Mariangeline estudiaba
veterinaria y llevaba clases de ballet, Shadie estaba a mitad de la carrera de
química, Kate estudiaba ingeniería de sistemas y tenía terapia psicológica y
Kuan Yin, arquitectura, y tenía clases de actuación. Ninguna de ellas podía
acompañar a Alex y tuvo que emprender el viaje sólo, dejándolas en casa.
Era el momento, Alex se iría por tres semanas, nunca se había ido tanto
tiempo, pero ninguna de las venganzas debía salir en los medios, tenían que
ser cuidadosas al extremo y la mayoría de las muertes debían ser muy rápidas.
Los planes cambiaron, Mariangeline se hizo pasar por una chica escapada
de su casa que buscaba transporte en la carretera y en menos de una hora fue
interceptada por un chico muy apuesto en una camioneta. El sujeto le permitió
subir ofreciéndole llevarla a la ciudad, sin saber que estaba siendo rastreado y
perseguido desde el bosque por otras tres asesinas. Mariangeline, una maestra
de las mentiras, y con su hipnotizante mirada encantó al pobre diablo, que,
creyendo que la enamoraba, la convenció de ir a un hostal al paso a
“descansar”. Ella fingiendo absoluta inocencia, aceptó, y cuando llegaron él le
dijo que sólo quedaba una habitación y que dormiría en el suelo para darle a
ella la cama. Mariangeline, o Irina como se hizo llamar, accedió a dormir en el
mismo cuarto y no compartir la cama, y tal y como lo esperaba, a mitad de la
madrugada, el sujeto se despertó y comenzó a observarla, pero ella no estaba
realmente dormida. El chico comenzó a besarla y acariciarla y ella fingió
despertarse sorprendida.
-No puedo hacerlo– le susurró ella -¿Por qué no?- insistió él quitándole las
sábanas de encima –no quiero…- dijo ella -¿Por qué no?- dijo él con la voz
más fuerte, echándose sobre ella –no me siento preparada…- El sujeto se
detuvo y se levantó inmediatamente de la cama.
-¿Eres virgen, Irina?- preguntó sorprendido
-Sí, y no estoy lista aún para esto…
-No…no te preocupes– dijo él sin dejarla terminar de hablar –te entiendo
perfectamente. Discúlpame, cariño.
Volvieron a fingir que dormían y antes del amanecer el sujeto despertó a
Ángel para seguir su camino
-Pero aún no amanece– dijo ella, fingiendo haber estado dormida –
debemos seguir nuestro camino, preciosa– insistió él, tratando de disimular lo
ansioso que estaba -Levántate ya y vámonos, Irina – ordenó impaciente.
Mariangeline imaginó que por ser virgen el precio que ese infeliz cobraría por
ella sería mucho mayor, pues él era quien interceptaba a chicas que
deambularan solas por la carretera y fingía ayudarlas para luego llevarlas a La
Mansión Espejo y venderlas al Cazador, y como ella estaba en su papel de
chica inocente queriendo ser rebelde, el pobre imbécil no imaginaba con quién
estaba tratando realmente y por cualquier problema, Mariangeline tenía entre
la ropa la pistola y varias jeringas que le dio Shadie, con distintos tipos de
sustancias para dormir, aturdir, alucinar o matar y también tenía dos bombas
de gas somnífero, estaba realmente preparada para todo y como era invierno y
ya iba a empezar a nevar, el abrigo la ayudaba a llevar todo lo necesario bien
escondido.
Subieron a la camioneta y retomaron su viaje. No pasaron ni dos
kilómetros y el supuesto enamorado le dijo que tenía que pasar por un lugar a
recoger un paquete que debía llevar a su prima, que sólo pararían un momento
en una casa, entrarían a saludar a unos parientes y luego seguirían el viaje.
-¿Te molestaría, cariño?- preguntó él como si ella tuviera opción a negarse
–No, vamos– respondió ella con una inocente sonrisa. Y así, en media hora
estaban entrando a la casa donde obligaban a prostituirse a niñas que apenas
estaban volviéndose mujeres, arruinando sus vidas por completo.
Mariangeline miró a su alrededor fingiéndose asustada, y cuando
aparecieron los guardias que iban a encerrarla forcejeó con ellos aparentando
que quería escapar. Nadie imaginaba que estaban dejando entrar al Ángel de la
Muerte, y que las únicas que saldrían vivas de ahí serían las esclavas liberadas.
Tenían sólo la mañana y la tarde de ese día, si el plan no funcionaba al
llegar la noche Mariangeline tendría que incendiarlo todo para poder escapar,
y eso implicaría matar absolutamente a todos, incluyendo las chicas, y ella no
quería hacerlo. Mariangeline tenía en el cuerpo un microchip de rastreo, que
en realidad se utilizaba para las mascotas, pero logró conseguir uno y servía de
todos modos para seguirla desde el celular de Kate. En menos de dos horas
Mariangeline organizó a las chicas para la fuga, y una vez que las tuvo
reunidas y listas, soltó todas las bombas de gas somnífero dentro de la casa y
esperó a que hiciera efecto. Los guardias y la madame del lugar cayeron como
moscas.
Ángel degolló a todos los guardias y a la encargada de controlar a las
esclavas, la madame, uno por uno. Al Cazador, que estaba fumando un puro en
la sala principal de la lujosa casona, como también cayó inconsciente por la
bomba somnífera, lo arrastró con todas sus fuerzas y lo encerró en una de las
habitaciones más alejadas. Después pidió ayuda a las chicas de la casa para
arrastrar los cuerpos degollados a la piscina
–Ustedes van a escapar de aquí, lo único que les pido que hagan por mí y
por ustedes mismas es eso, nadie va a sospechar de ustedes, sus huellas están
en esta casa porque han estado encerradas desde hace mucho aquí, y nadie va
a investigar esto hasta dentro de varias semanas. Sólo ayúdenme cada una con
un cadáver y váyanse, y por favor, no le digan a nadie de esto, para que la
policía no aparezca por aquí hasta dentro de un par de semanas. Ustedes no
cometieron ningún delito. Ustedes son las víctimas, no sólo de secuestro, sino
de violación y esclavitud, estos malnacidos merecían lo que les ha pasado y
aún más. Yo sólo he venido a vengar todo lo que me hicieron y a ayudarlas,
¿Quién va a ayudarme a mí?- fue lo que les dijo a las pobres chicas asustadas
para armarlas de valor y hacerles ver que ella no iba a hacerles ningún daño.
Las chicas salieron decididas a ayudar a ese ángel que las estaba sacando del
infierno, y Mariangeline con su ayuda lanzó a la piscina todas las armas que
les quitó a los guardias, una por una, quedándose sólo con cuatro para ella y
sus hermanas. Faltaban menos de dos semanas para la primera nevada y el
agua de la piscina comenzaría a congelarse en pocos días, ya estaba helada,
era el lugar y el momento perfecto. Las esclavas fueron liberadas de ese
infierno por el Ángel de la Muerte, que para ellas era un ángel salvador, y ella
les prometió que todo estaría bien, pidiendo que no fueran ante la policía
todavía si querían verdadera justicia, y también les prometió que el causante
de todas sus desgracias lo iba a pagar con creces esa misma tarde. Las chicas
decidieron volver a sus casas tranquilas y no denunciar nada de lo que había
pasado, porque sabían que los culpables ya lo estaban pagando, y que al
denunciar lo sucedido pondrían en peligro a la persona que las salvó. Todas las
esclavas liberadas salieron felices cada una con una parte del dinero que sacó
Ángel de la habitación del Cazador, y al verlas salir entraron las hermanas de
Mariangeline a la casa para ayudarla, de acuerdo al plan.
Encontraron al Cazador justo donde Mariangeline lo había dejado,
dormido y esposado a la cama en donde violaba a todas las recién llegadas,
con las mismas esposas con las que las inmovilizaba para sus asquerosos
jueguitos. Shadie le inyectó un calmante que lo tendría dormido por una hora
más, cuando se le fuera el efecto de las bombas de sueño, tiempo en el que las
cuatro chicas vertieron en la piscina un ácido que disolvería piel y parte de la
carne de los cadáveres en caso de que queden rastros de cabello y uñas de las
chicas que los arrastraron hasta ahí, además las hermanas Brown registraron
toda la casa antes de comenzar la verdadera venganza, borrando cualquier cosa
que pudiera implicarlas, lo mismo que harían en la habitación donde iban a
torturar al Cazador cuando todo acabase.
Todo estaba calculado, esa piscina se congelaría y no habría modo de sacar
los cuerpos de ahí hasta la primavera, y para entonces, Alex tenía planeado ir
con ellas a vivir en otro lado, como siempre hacían, así que cuando se pudiera
sacar los cadáveres, las chicas ya estarían fuera del país. Utilizaban guantes de
látex, tenían el cabello perfectamente sujeto, y los zapatos y la ropa que
utilizaban para cada una de sus venganzas los quemaban al día siguiente.
Una vez que todo estuvo limpio, las chicas entraron a la habitación del
Cazador y lo encontraron despierto y llorando como una criatura, sudando
frío, temblando.
-Mírenlo, hermanas, una alimaña a punto de ser aplastada- dijo Kate
mirándolo con desprecio. Kuan Yin se quedó observándolo fijamente, con los
ojos muy abiertos y sin decir una palabra, sin lugar a dudas era el maldito que
la compró de niña y la tuvo enclaustrada prostituyéndose hasta que Oliver se
la llevó. Las chicas rodearon la cama de su aterrada víctima.
-El cazador cazado- dijo Kuan Yin -¿Me recuerdas, infeliz?- el Cazador la
miró fijamente, Kuan Yin se soltó el cabello y le habló a sus hermanas -
Chicas, por favor, éste es mío- Kate se extrañó muchísimo. Ese maldito había
sido uno de sus violadores, ella estaba segura, pero Kuan Yin parecía odiarlo
aún más, odiarlo con todos los sentidos, y la pelirroja no pudo evitar
preguntarle por qué.
-Este infeliz me compró y me encerró en el asqueroso agujero en donde
todo el que pagaba podía utilizarme como quisiera y cuando quisiera. A duras
penas me alimentaba con lo que le sobraba a esta rata; moría de sed, de asco y
de miedo, no sé cuántas veces intenté acabar con todo de un corte en las venas,
con pedazos de las botellas de licor que bebían los malditos que me
alquilaban, y este malnacido siempre me detenía. Me mantenía viva en el más
sórdido, sucio y repulsivo lugar del infierno, y eso es justo lo que va a conocer
conmigo.
-Wan...- susurró el Cazador, llorando de miedo
-¡Cállate!¡No volverás a decir ese maldito nombre!
-¿Wan?- preguntó Mariangeline casi en un susurro
-Wan- repitió Kuan Yin mirando fijamente a su futuro primer muerto -Ése
era mi nombre en ese antro inmundo... significa "muñeca" en mi idioma, por
que eso era yo... cuando llegue siendo una niña tuve que escribir mi verdadero
nombre en mi brazo con un trozo de vidrio para que nunca se me olvide, las
demás chicas olvidaban sus nombres y se dejaban morir ahí, yo no iba a
permitir que algo así me pase. Cuando tuve la oportunidad me hice el tatuaje,
fue un tatuador a tenerme por un rato y le dio lástima mi cicatriz, eso fue
suerte. Cuando llegué y veía a las chicas olvidando quiénes eran decidí que yo
jamás olvidaría mi nombre, por eso me siento tan identificada con ustedes. A
pesar de todo, nuestros nombres están escritos en el cielo y en el infierno con
sangre y nada ni nadie ha podido ni podrá borrarlos jamás. Somos inmortales.
-Wan, por favor...- intentaba suplicar el infeliz, llorando
-¿Por favor qué, animal?¿Qué demonios me vas a pedir?¿Qué me estás
suplicando? ¿Que te perdone?¿Así como yo te suplicaba que me permitas
descansar un día de las porquerías que me obligabas a hacer? Tenía que caer
enferma para poder descansar de esa vida miserable que tenía por tu culpa,
¿Así como yo te rogaba por un pedazo de pan o un sorbo de agua?¿Como me
humillé para que me dejes salir a respirar fuera de ese hueco del infierno por
cinco minutos en mi triste vida?¡¿Por favor qué?!¡Rata asquerosa!
Las chicas le arrancaron toda la ropa que tenía, sin tener cuidado de herirlo
con las navajas que utilizaban, humillándolo, escupiéndole, golpeándolo,
haciéndole sentir lo que él hacía sentir a las chicas que caían en su poder desde
hacía tantos años.
- Ahora vas a saber lo que se siente el asco y la vergüenza, lo que se siente
que te humillen y te arranquen la intimidad, que te desgarren la vida, porque
hay algo que tú me robaste y no tienes como para devolverte el favor...
-¿Qué..?- preguntó casi sin voz el Cazador
-¡La inocencia!- Kuan Yin lo castró de un tajo sin ninguna piedad.
Mariangeline le cerró la boca al infeliz con un trapo para ahogar el grito que
dio con todas sus fuerzas, Shadie le detuvo inmediatamente la hemorragia
presionando la herida con una fuerza innecesaria, para aumentar el sufrimiento
del pobre diablo, y Kate se reía lo más fuerte que podía, como un demonio que
se ríe de las almas torturadas en su infierno.
-¡Sufre, maldito! Sufre y llora, porque esto es sólo el comienzo- le gritaba
Kate golpeándolo mientras el Cazador cazado se ahogaba en llanto, sangre y
vómito.
-¡Qué asco das!- dijo Kuan Yin, sonriendo -¡Qué manera tan indigna de
morir, Cazador! viviste como el ser más repulsivo y morirás como tal, una
muerte que sólo alguien como tú merece.
Las chicas lo torturaron por dos largas e interminables horas, cortándole
los dedos uno por uno, sin dejar que se desangre ni se desmaye, procurando
que esté consciente todo el tiempo, que no pueda evitar el sufrimiento,
haciéndole conocer el infierno que él le hacía vivir a las pobres niñas que
compraba, lo mismo que le esperaba al otro malnacido, que manejaba un
burdel de mala muerte. Cuando terminaron de cortarle hasta el último dedo,
las chicas salieron y lanzaron a la piscina al Cazador aún vivo y despierto, y
las armas que se había quedado Mariangeline, y toda el agua se terminó de
teñir de rojo mientras la piel se le comenzaba a quemar al pobre infeliz, por el
ácido vertido en el agua. Limpiaron absolutamente todo, sin dejar rastros de lo
que había sucedido, más que los cadáveres en la piscina, y se fueron
tranquilas, dejando el lugar vigilado mediante un dispositivo oculto entre los
árboles, si sucedía algo fuera de lo normal ellas se enterarían antes que nadie.
Dejaron pasar cuatro días y no se sabía absolutamente nada de la masacre
que hicieron en el burdel, todo estaba normal, Alex seguía de viaje y nadie se
enteraba de nada. Mariangeline ya tenía el siguiente plan. La próxima víctima
sería Gecko, el hacker encargado de borrar todas las listas de desaparecidos de
las bases de datos de la policía, el maldito que no mataba pero hacía imposible
localizar a los miembros del Imperio o a sus víctimas, y que ni se imaginaba
que tenía los días contados.

FOGATA DE ROSAS

Por esos días Mariangeline estaba muy molesta e irritable. Había un chico
que apenas le había comenzado a hablar a mediados del ciclo en la
universidad, y estando en exámenes finales se volvió muy insistente con ella y
la tenía harta, pese a lo cortante y cruel que era para rechazarlo. La llamaba y
le escribía al celular todo el tiempo, invitándola a salir a cualquier lugar que se
le ocurría, incluso cuando ella estaba con sus hermanas planeando sus
maquiavélicas venganzas, tenía que desactivar el sonido del celular o apagarlo
enojada, porque ya no servía para nada ponerle excusas al chico para que la
deje en paz.
-Nunca se rinde ¿No?- le dijo Kate a Ángel, irónica, viendo que apagó el
celular resoplando de fastidio –No, maldita sea, ya me está provocando volarle
la cabeza en pedazos– respondió Mariangeline, aburrida, tratando de continuar
con lo que estaban haciendo. Llevaban dos horas diseñando el plan para
capturar al Antifaz, el asesino de la familia de Shadie y ultimando los detalles
para la muerte de Gecko, pero como el chico no se daba por vencido y seguía
llamando a Ángel, no podían terminar. Kuan Yin y Shadie quisieron saber más
sobre el romántico acosador, puesto que una semana antes había mandado un
enorme ramo de cincuenta rosas a la puerta de la casa, y Mariangeline las
quemó en una fogata en el jardín y le envió una foto para que le quede claro
que ella no quería nada de eso.
-Pobre chico- se burlaba Kuan
-Deberías darle una oportunidad, en serio te pasaste de perra con la pira de
rosas, Ángel- agregó Kate, riéndose
-Y lo seré aún más si no me deja tranquila, en serio sueño con reventarle la
cabeza de un balazo, ya me tiene harta– dijo Mariangeline, ofuscada
-No, Tianshi, no, él no nos ha hecho tanto como para matarlo, simplemente
síguelo rechazando a tu estilo y en algún momento te hará un daño realmente
significativo y ahí si podremos matarlo…
-¡Kuan!- exclamó Shadie
-¿Qué?- sonrió Kuan Yin con picardía -o se hartará de tanto rechazo y te
dejará en paz, ten paciencia, cariño- continuó diciéndole a Ángel.
-Pobre diablo- dijo Kate entre risitas – mira que algo muy grave debe haber
hecho en otra vida para pagarlo en ésta enamorándose de ti
-Eso es verdad- afirmó Shadie -¿Cómo se llama el ingenuo?
-Alejandro
-Tiene nombre de conquistador- dijo Kuan, que le encantaba estudiar
historia universal
-¿Y? yo tengo nombre de ángel y soy un monstruo- dijo Ángel secamente
-Bueno, bueno, eso es cierto, pero…¿No tendrás una foto para ver cómo
es?
-Sí, ahora que lo mencionas, sí- Mariangeline les mostró una foto en su
celular -recuérdenlo bien y si lo ven cerca lo alejan o lo capturan para que me
conozca de verdad ¿Ok, chicas?
-Cálmate, Tianshi…- dijo Kuan
-¿¡Qué demonios significa “Tianshi”!? Me desespera que no me digan mi
nombre, Kuan
-ángel- dijo Kuan Yin cambiando su sonrisa por una expresión triste -
significa tu nombre en mi idioma– Mariangeline se sintió mal por haberle
levantado la voz a Kuan Yin, y recordó cuando le dijo que así como ella no
quería olvidar su nombre, Kuan no quería olvidar su idioma. Ángel buscó una
salida a ese momento tenso.
-Ah bueno, entonces sigue diciéndome así porque así aprendo chino y no
olvido mi nombre– dijo abrazándola mientras seguían diseñando el plan.
Llegó el día en que acabarían con Gecko, ya todo estaba calculado al
milímetro y se preparaban para salir cuando sonó el timbre de la nada. Las
chicas se pusieron algo nerviosas, estaban armadas hasta los dientes, listas
para ir a matar y llegaba alguien a casa a arruinarle los planes. Temían que
fuera Alex volviendo antes de tiempo.
-¡Maldita sea!- exclamó Ángel -Kate, revisa las cámaras. Kuan, esconde
todo en el sótano de mi habitación, Shadie, ayúdala, yo veré quién demonios
está afuera…
-Ángel, es… el chico de la foto– dijo Kate que revisó las cámaras de la
casa desde su celular
-¿Alejandro?
-Sí
-¿Alejandro está aquí?¡Dime que estás bromeando, Kate!
-No, Ángel, es él, está ahí afuera
-¡Maldita sea!¿¡Por qué a mí!? Ahora sí lo mato…- Mariangeline, fuera de
sí, casi sale con el arma en la mano a acribillar al chico en la puerta de su casa.
Shadie la tomó del brazo para retenerla
-¡Mariangeline!¿Qué rayos te pasa? No puedes matarlo en la puerta de
nuestra casa, tenemos cámaras en todas partes, y ese chico sólo está
terriblemente enamorado de ti
-Le he dicho casi en todos los idiomas que no voy a salir con él, Shad, así
que ¡Déjame ir a liquidarlo porque ya me tiene hasta el carajo!
-Mariangeline- dijo Kate -¡Reacciona! Date cuenta de la oportunidad que
tenemos
-¿De qué hablas ahora, Kate?
-Un testigo
-¿Qué?
-Por si sucede cualquier cosa fuera de los planes, tu acosador será testigo
de que nosotras hemos estado hoy en casa viendo películas todo el día, que tú
estás enferma y no puedes salir a ningún lado y que nosotras te estamos
cuidando, y así te deshaces de él y nosotras salimos por el escape subterráneo
que nunca podemos usar, y parecerá que durante la muerte de ese infeliz
estuvimos aquí en casita, y de ninguna manera podría sospecharse de
nosotras…
-¿Y qué propones?¿Que salga en pijama a decirle a ese idiota que estoy
enferma y que no puedo salir?- la cortó Mariangeline, dejando en claro que
para ella esa idea era una completa estupidez. Pero como todas las estupideces
que decía Kate acababan siendo grandes ideas, Mariangeline, a regañadientes,
se puso el pijama, se despeinó para luego sujetarse el cabello en una coleta
desordenada, se lavó la cara para borrarse el maquillaje y se pintó ojeras
manchándose y frotándose los ojos con un poco de delineador, y salió a abrir
la puerta del jardín, porque Alejandro seguía tocando el timbre, pero ni
siquiera lo dejó pasar al jardín, sólo se mantuvo de pie sujetando la puerta
entrecerrada para que él la viera nada más a ella y entendiera el mensaje.
-¿Qué haces aquí, Alejandro?- dijo sin disimular su fastidio
-Catalina…
-¿Qué pasa?¿No me creíste cuando te dije que no puedo salir?
-No, Cati…
-Catalina- lo corrigió ella secamente
-Catalina… no es eso, es que me preocupé porque no me contestabas el
celular
-Me llamas cada hora y me escribes cada diez o quince minutos, y estoy
descansando porque estoy enferma, no he atendido mi celular en varias horas
¿Crees que puedas entender eso?
-Sí, Cat… pero, ¿Y si me quedo a cuidarte?- Mariangeline soltó una risita
sarcástica, levantando las cejas, un gesto típico suyo.
-Para eso tengo hermanas, voy a pasar el día entero viendo películas con
ellas, mientras me cuidan ¿Ok?
-Pero… puedo estar con ustedes, no me molesta estar rodeado de chicas…
-¡No!- Mariangeline trató de cerrarle la puerta en la cara, pero Alejandro la
detuvo, insistiendo, y hubiera muerto baleado por ella si Kate no le hubiera
quitado el arma antes de dejarla salir a recibirlo, Ángel ya estaba harta del
acoso de ese chico
-¡Ya!¡Está bien!¡Está bien! Mira, hagamos un trato, y te dejo en paz
-Es simple ¡Déjame en paz!
-Dame una sola oportunidad
-Vete al infierno…- otra vez trató de cerrarle la puerta y él otra vez lo
impidió
-¡Catalina…!- exclamó, y ella le lanzó una mirada llena de furia y susurró
con odio -No me grites, imbécil.
-Perdóname…- dijo él, avergonzado -mira, salgamos una sola vez, a dónde
quieras , y si no logro hacer que te diviertas conmigo, o que dejes de odiarme,
te dejo en paz, ¿Te parece?
-Querido, mi odio es irreversible, como las licuadoras, cuando ya la
encendiste aunque sea por unos segundos, ya trituró todo y no puedes volverlo
a su estado anterior. Tú ya trituraste mi paciencia, la hiciste polvo, así que
desaparece, esfúmate de mi vida que no tengo tiempo para estupideces
-Por lo menos ahora sabes que existo y me odias, eso es un avance, pero si
tu odio es como una licuadora que nuestra relación sea un milkshake, yo le
sacaré lo dulce a tus desprecios, Catalina- bromeó Alejandro sosteniendo la
puerta para que la rubia no se la cierre en la cara, pero ese mal chiste, en lugar
de hacerle gracia, le dio una mezcla entre asco y lástima, como quien ve una
rata muerta.
-¡Qué cursi, maldita sea!¡Ya déjame en paz!¿Cuántas veces tengo que
decírtelo para que lo entiendas?
-Sólo lo haré bajo esa condición, vamos a donde tú quieras, y si no
funciona te prometo que te dejo tranquila
-Mira- dijo Mariangeline soltando la puerta y haciendo que Alejandro
pierda el equilibrio y caiga al suelo, pero sin importarle eso siguió hablándole
molesta -En primer lugar, tú a mí no me pones condiciones. En segundo lugar,
no sabes cómo maldigo la hora en que me viste por primera vez, y más aún
maldigo la hora en que te atreviste a hablarme, ¡Maldita la hora! Pero ya que
no tengo más opción para que me dejes en paz, esto es lo que haremos…
saldré contigo una sola vez, y yo no elegiré nada. Impresióname, y si lo logras
tendrás la oportunidad de que salgamos otra vez, pero ya basta de acosos, deja
de llamarme cada hora y escribirme tantos mensajes porque no tengo por qué
estar pendiente de ti si ni siquiera me importas- Ángel respiró profundo y
finalmente preguntó con más calma y sarcasmo -¿Entendiste, cariño?-
Alejandro la miró y sonrió aún algo confundido.
-¿Hablas en serio, Cati…? Perdón...¿Catalina?
-Tienes cuatro días, ahora vete de aquí y déjame descansar
-Gracias, Catalina, no te arrepentirás…
Mariangeline cerró la puerta de un golpe, furiosa por lo que acababa de
aceptar, pero lista para ir a matar a Gecko con sus hermanas, entró a la casa sin
disimular su enojo y sus hermanas la atacaron a preguntas entre risitas, pues
Ángel no había tenido nunca una cita y no demostraba interés en tenerla, pero
ellas si deseaban que saliera con un chico y les hizo gracia todo lo que hacía
ese loco enamorado.
-¿Quedaron en algo?- preguntó Shadie
-Maldigo la hora en que se cruzó en mi camino ese pobre imbécil.
Vámonos a matar al otro infeliz, que valga la pena lo que acabo de hacer.
-Pero cuéntanos, Tianshi- insistió Kuan Yin
-Voy a salir con él dentro de cuatro días, para que me deje en paz
¿Contentas?- respondió Ángel.
Las chicas no hicieron ningún otro comentario para no enojar aún más a
Ángel, que echaba chispas, y esperaron a que vuelva a vestirse, sujetarse el
cabello perfectamente y prepararse para la siguiente venganza.

A CIEGAS

Las chicas salieron por un escape subterráneo que Alex construyó para
casos de emergencias extremas, como incendios, asaltos o ataques terroristas;
salieron por ahí por si a Alejandro se le ocurría quedarse deambulando cerca
de la casa, así no las vería salir y estaría seguro de que las cuatro hermanas
estaban ahí.
Kate, Shadie, Kuan Yin y Ángel fueron a la dirección en donde habían
ubicado a Gecko, un apartamento lleno de computadoras desde donde ese
espía se infiltraba en las redes para borrar y encontrar datos según lo que le
ordenaba Magno. Por él era que no había listas de desaparecidos, y que la
policía tenía que cuidar muy bien la información que manejaba, él era quien
buscaba, encontraba y desaparecía a personas de los registros del gobierno, la
gente que el Imperio asesinaba no sólo dejaba de existir, sino también se
borraban todos sus datos y era como si jamás hubieran existido. Por eso
Mariangeline no encontraba nada sobre ella misma ni sobre su padre, ni Alex
sobre el suyo, ni las demás chicas sobre sus familias.
Las chicas acordaron que quien entraría primero al apartamento como
distracción sería Kuan Yin, pues Kate había logrado acceder a la computadora
personal de Gecko, y encontró varios archivos de pornografía que él iba
reservando para sus momentos de ocio.
-Las chicas que más le gusta ver son las asiáticas- dijo Kate, cuando aún
estaban en casa diseñando el plan, y las tres miraron a Kuan inmediatamente,
sonriendo con malicia, porque el plan iniciaba con una de ellas seduciendo a
Gecko.
-Ni siquiera lo piensen- dijo Kuan ese día cuando vio las caras de sus
hermanas –Yo no voy a hacerlo, ¡Olvídenlo!- Pero como todas las estúpidas
ideas de Kate acababan salvándoles el pellejo en las peores situaciones a
todas, Kuan Yin terminó aceptando.
Entraron al edificio donde vivía Gecko sin que nadie las vea, y Kuan se
acercó a tocarle la puerta al futuro muerto, mientras las demás se escondieron
y se prepararon.
-¿Quién es?- sonó una voz ronca cuando Kuan Yin tocó la puerta –Hola,
necesito ayuda, por favor, es urgente…- dijo Kuan, fingiendo estar en apuros.
El pobre diablo que abrió la puerta no era para nada lo que ellas esperaban ni
lo que solían ver cuando buscaban miembros del Imperio. La mayoría de
hombres que habían asesinado hasta el momento eran grandes, fornidos y con
expresiones malignas, pero en este caso se trataba de un tipo flaco, sin gracia,
de ojos oscuros y enormes, granos en la cara, realmente hacía honor a su
nombre, Gecko, porque tenía los ojos demasiado grandes y salidos y era
delgado y extraño como una de esas lagartijas. A leguas se notaba que era un
típico nerd, y cuando vio a la hermosa Kuan Yin, con su cabello castaño y
brillante, sus tiernos y dulces ojos rasgados, su piel de porcelana y sobre todo
su delgada y bella figura, quedó totalmente petrificado por largos y eternos
segundos.
-Necesito ayuda, por favor, hay alguien siguiéndome desde hace dos
cuadras y entré a este edificio para esconderme, pero ese tipo ya entró también
y necesito esconderme, por favor, por favor- dijo Kuan entrando poco a poco
al apartamento. Gecko no se lo impidió, la dejó pasar tratando de disimular su
estupor, pero ya pensando en cómo cobrarle el favor.
-Tranquila, tranquila- dijo él cerrando la puerta con llave -Ese sujeto no te
va a encontrar aquí, cálmate…
-Gracias, gracias por dejarme pasar, no sabes cuánto me estás ayudando
-De nada, hermosa… tranquila, siéntate- dijo Gecko mientras la miraba de
arriba hacia abajo, pensando -¿Cómo te llamas?- preguntó
-Mei
-¿Mei? Qué hermoso nombre, cariño, ¿Y qué significa?
-Encantadora- Kuan yin lo miró a los ojos, y Gecko no pudo evitar sentirse
completamente excitado -¿Y tú? - preguntó ella
-Me llamo Dante
-¿En serio?
-Sí ¿Por qué?
-Me encanta ese nombre- Kuan le sonrió
-¿Sí? - El pervertido sujeto ya no podía más con sus instintos, había estado
demasiado tiempo encerrado
-Sí - respondió ella mirándolo fijamente
-A mí me encantas tú… - Gecko se lanzó sobre Kuan, la besó
violentamente y la arrojó a la cama
-¿¡Qué haces!? - gritó Kuan Yin entre carcajadas
-No te atrevas a negarte porque será peor
-No pensaba hacerlo, pero espera un momento- dijo Kuan
correspondiéndole a los besos disimulando el asco que realmente sentía para
no echar a perder la situación. -Sólo dame un segundo ¿Si? Quiero ir al baño-
le pidió entre besos y caricias, mientras el pobre infeliz se volvía loco de
lujuria. Cuando Kuan Yin entró al baño abrió la ventana que había ahí
desactivando una alarma que tenía, como le había indicado Kate, y por ahí
entró Shadie, que había esperado trepada en la pared de afuera. Kuan se quitó
el abrigo y se acomodó la peluca que estaba utilizando, en realidad su cabello
era negro y corto, y la peluca era larga y castaña, pero era parte del disfraz.
Tenía un corset negro que resaltaba más su hermosa y sensual figura, y que
terminaría de idiotizar a su víctima.
Cuando Kuan Yin salió del baño las luces estaban apagadas y Dante la
esperaba tendido en la cama totalmente desnudo y ansioso –Prepárate, Dante,
para la experiencia más increíble de tu vida– dijo ella acercándose a la cama y
sentándose encima de él, aún vestida. Lo besó, aguantando las náuseas que ese
tipo le provocaba, como cuando era una esclava sexual y tenía que acostarse
con cualquier malnacido asqueroso que pagara por ella, pero esta vez sabiendo
que era sólo por un par de minutos más, y sin permitir que el infeliz logre
quitarle la ropa, ni mucho menos que se diera cuenta de que la habitación se
estaba llenando de sombras.
-Me sorprende que tu nombre sea Dante, cariño- dijo Kuan entre susurros y
besos
-¿Por qué?
-Porque juraría que te llamabas… Gecko– El pobre imbécil se detuvo
súbitamente y miró a Kuan Yin asustado –o al menos eso me dijeron–
continuó ella, y al ver su reacción confirmó que era quien estaban buscando.
Sin darle tiempo de reaccionar, Kuan Yin tomó del cuello a su víctima y
comenzó a asfixiarlo, mientras Shadie y Kate le sujetaban las manos para que
no pudiera defenderse, y Mariangeline encendió la luz.
Kuan dejó desmayado a Gecko pero no lo mató, las chicas lo ataron a la
cama y lo despertaron para interrogarlo. El pobre infeliz intentaba inútilmente
soltarse sacudiéndose frenético. Miraba a las chicas con los ojos brillantes, sin
saber qué pensar porque ellas le sonreían con malicia y podía tratarse de una
broma o una sorpresa erótica de parte de Magno, pero también podía tratarse
de una trampa, y era lo más probable, el peligro y la muerte se podían sentir en
el aire, no era normal esa sensación que tenía, una sensación de ser la presa en
una jaula de leonas.
- ¿Quiénes son ustedes? - preguntaba el asustado hombrecillo, sudando frío
al ver a esas diosas asesinas observándolo
- ¿No lo adivinas? - respondió Shadie, que había sido la primera en entrar
- Tú debes saber quiénes somos, querido, tú mejor que nadie - agregó Kuan
Yin
- Y también debes saber quiénes son nuestras familias, cuáles son nuestros
apellidos, debes saber muchísimo de nosotras porque tú eres el encargado de
terminar de desaparecernos ¿Verdad? - dijo Kate
- No sé de qué hablan... - contestó Gecko poniéndose aún más nervioso
- Por supuesto que lo sabes, maldito - dijo Ángel - y ahora mismo lo vas a
decir o ya no serás el que todo lo ve.
Mariangeline sacó la navaja suiza de su bolsillo y comenzó a frotar los
párpados de su víctima con la punta de la hoja.
- Empieza a hablar, lagartija, porque de ésta no te escapas y no tenemos
todo el día – dijo Kate, ansiosa
- ¿Qué quieren de mí?
- Queremos la información que eliminaste de las listas de desaparecidos de
hace trece años de ciertas ciudades, en ciertos distritos y con ciertos rasgos
físicos. - dijo Mariangeline, muy tranquila pero sin dejar de jugar con la
navaja en la cara de Gecko
- Tú, maldita lombriz, te escabulles en las bases de datos del gobierno y de
la policía y no permites que las personas puedan buscar a sus familias perdidas
– dijo Kate, cada vez más nerviosa.
Mariangeline comenzó a sonreír y con ella Kuan Yin y Shadie empezaron
a reír también. Esto era algo que solían hacer durante sus venganzas para jugar
con la mente de la víctima. Sabían que Gecko era un hombre muy débil, se
notaba, era un sedentario que no tenía vida fuera de su apartamento y ellas
podrían torturarlo física y mentalmente con muchísima facilidad, y él, muerto
de miedo, comenzó a cerrar los ojos como si estuviera desmayándose por la
confusión y el miedo.
- Gecko, Gecko – le dijo Ángel dándole cachetadas para que reaccione –
Despierta ¡Gecko! ¿Ves a mi amiga? - agregó la rubia señalando a Kate - ¿La
ves? - insistió
- Sí… si la veo… - respondió él, aturdido.
- ¿Cómo es ella? - preguntó Ángel con una voz tan suave que sonaba
amenazante, acariciando el rojo cabello de Kate
- pelirroja...
- Y ya sabes lo que dicen de las pelirrojas ¿Verdad? - Mariangeline le
sonrió a Kuan Yin para que ella le siga el juego
- Mi amiga tiene una historia muy interesante – dijo Kuan sonriéndole a
Shadie
- Ella perdió, como todas nosotras, a su familia, y su historia se torció por
culpa de tu jefe – dijo Shadie sonriéndole a Ángel
- Mírala bien, Gecko, mi amiga, la pelirroja…está muy loca ¿Sabes por
qué? - dijo Mariangeline, pero el asustado hombrecito no podía responder,
estaba paralizado por el miedo
- Porque le destrozaron el cuerpo y el alma cuando comenzaba a vivir –
agregó Kuan
- Porque vio, igual que yo, como mataban a su familia, sólo que siendo una
pequeña e indefensa niña. Si yo, que lo vi siendo adulta, no puedo vivir con
eso, ¿Te imaginas lo que debe haber sido para ella? - dijo Shadie
- Y tú te has encargado de borrar todo dato de esa familia, de las familias
de cada una de nosotras, maldito – sonrió Kuan Yin
- Por eso hemos venido a visitarte – Dijo Mariangeline mientras Kate
comenzaba a reír a carcajadas viendo a los ojos a Gecko con la mirada
desorbitada, como una auténtica loca.
- No es justo lo que nos ha pasado, éramos niñas inocentes que nada te
habíamos hecho, ni a ti ni al malnacido de tu jefe, y la más afectada por todo
eso ha sido la pobre pelirroja – dijo Kuan Yin
- ¿Y sabes qué es lo que más deseo desde que eso pasó? - dijo Kate entre
sus macabras risitas, pero Gecko temblaba y no podía articular palabras, sólo
la miraba fascinado y asustado al mismo tiempo.
- La pelirroja te ha hecho una pregunta – dijo Kuan Yin jalándole el
cabello al infeliz
- ¿Sabes qué es lo que sueño todas las noches desde que me pasó todo eso,
cariño?- preguntó de nuevo Kate, mirándolo con los ojos muy abiertos y su
maquiavélica sonrisa, haciendo que Gecko sintiera que estaba delante del
mismísimo demonio.
-¿Qué es lo que deseas?- dijo Gecko con la voz temblorosa, esperando,
como respuesta, una muerte salvaje y horrible en ese preciso instante.
-Encontrarlos…- dijo Kate empezando a llorar sin dejar de sonreír – y tú
los terminaste de desaparecer - Gecko no soportó la tensión y gritó que las
ayudaría, y les confesó en qué computadora y en qué archivo tenía los datos
que ellas buscaban.
-¡Les juro que sólo hacía mi trabajo!¡No era nada personal!... pero, por
favor, no me hagan daño- gritaba la asustada lagartija, como le decía Kate.
-sh,sh,sh...tranquilo, cariño- dijo Kuan Yin, retomando su rol de seductora
-no te haremos daño si tú nos ayudas, dinos en qué computadora tienes los
datos que necesitamos - Kuan le dijo los años y lugares exactos de donde
necesitaban las listas de desaparecidos, y también le pidió que las ayude a
buscar a Magno para hacerle una visita.
-¿Estás loca? Si te digo dónde encontrarlo y me dejas vivir será él quien
me mate, no puedo hacer eso...- respondió él, olvidándose, por un segundo, del
miedo que tenía. Kate comenzó a reír y a presionarle el cuello con una mano -
¿Le dijiste loca a Kuan Yin?- dijo la pelirroja entre risas -Tú realmente no
sabes quiénes somos ¿Verdad? ¿Ves a esta hermosa rubia?- Kate señaló a
Mariangeline con un gesto teatral mientras Gecko las miraba aterrado -¿Tú,
por casualidad, no recuerdas la noticia de La cama en llamas? o ¿Nunca
escuchaste la de la peletera ilegal?¿La parejita desollada?¿Te suenan esos
casos, cariño?- preguntaba Kate sonriendo con los ojos muy abiertos,
asustando cada vez más a su víctima. Gecko asintió temblando y luego
preguntó -¿Lo hicieron ustedes?- Y Kate, aún sonriendo negó con la cabeza y
miró a Mariangeline -Lo hizo ella sola- Gecko sentía que su corazón se iba a
detener por el miedo -Así que cuando le digas a una mujer que está loca,
piénsalo dos veces, cariño, porque tú no sabes lo que es la locura, aunque,
bueno...
-¿Y sabes quién está mil veces más loca que yo?- agregó Mariangeline
acercando su rostro al de Gecko, y él no pudo responder, su respiración se
agitó muchísimo, lloraba en silencio y moría de miedo. Las tres hermanas
miraron a Kate y ella seguía riendo como loca. Le pidieron a Gecko que les
contara todo lo que sabía sobre Magno y que les diera todos los códigos de las
computadoras para encontrar los datos que necesitaban.
-Los códigos los tengo yo– dijo –son mis huellas dactilares y mis ojos,
necesitan tenerme con vida. Kate dejó de reír súbitamente- ¿En serio?
¿Quieres vivir el resto de tus días con nosotras? ¿Cuáles son las huellas que
necesitamos? - preguntó Kate
-Todas
-¡Perfecto! ¿Algo más que necesitemos saber? Se nos acaba el tiempo...
-No… en la otra laptop tengo la ubicación de Magno y los movimientos
que hará, está rastreado con un GPS por si le sucede algo, llévense todo cuanto
necesiten.
-¡Qué lindo chico!- exclamó Kate -¿No es una ternurita?
-Hey– dijo Ángel -creo que ha hecho méritos suficientes y ya no tenemos
tiempo
-Bueno, de todos, hasta ahora, has sido el más inteligente, querido– dijo
Kate recibiendo la navaja de Mariangeline.
-Fue un placer, cariño, mis saludos a Satán.
La pelirroja le cortó el cuello a Gecko. Mariangeline y Shadie cortaron sus
dedos cuidadosamente, Kuan Yin se encargó de retirarle los globos oculares y
dejaron el cadáver en una bolsa herméticamente sellada dentro del closet. Se
llevaron todo lo que pudieron aparte de las laptops que el espía les había
dicho, destruyeron las cámaras de seguridad que había en el apartamento y
limpiaron todo cuanto pudiera relacionarlas con el asesinato.
Quitando del camino a Gecko, las chicas estaban dejando prácticamente
ciego al Imperio, pues Magno contaba solamente con él para borrar las listas
de desaparecidos y torcer el camino de la policía cada vez que estaban cerca
de encontrarlo. Las chicas decidieron no torturar al espía porque los gritos se
escucharían en los demás apartamentos, aunque el edificio daba la impresión
de estar casi vacío, y porque disponían de poco tiempo, además él les había
facilitado todo por miedo, en lugar de amenazarlas como los otros malditos
que habían asesinado, y sus crímenes no habían sido tan macabros como los de
los otros, él no había matado, se notaba que sólo era un pobre friki que
obedecía a Magno y vivía encerrado en ese apartamento, por eso se salvó de
una muerte muy al estilo de Kate, llena de sufrimiento.
Las chicas arreglaron todo para que el cadáver no fuera encontrado hasta el
mes siguiente, establecieron turnos para vigilar el edificio, querían que el
cuerpo sin dedos y sin ojos fuera encontrado por el mismísimo Magno cuando
hiciera su visita quincenal, como era su costumbre según las conversaciones
que había en la laptop personal de Gecko, y eso sería suficiente para que el
crimen no lo investigue la policía ni salga en las noticias, sino que lo trataría
de investigar Magno sin éxito, y en caso de que lograra saber algo, llegaría
hasta ellas por sus propios pies, y les ahorraría el trabajo de buscarlo para
matarlo.
El Imperio ahora trabajaría a ciegas y ya no iba a poder desaparecer
personas por completo como lo había hecho durante tantos años, pero aún
quedaban dos malditos por exterminar, y aún muchos más por encontrar.

EL PACTO

Al día siguiente de haber dejado ciego al Imperio acabando con la vida de


Gecko, Shadie tuvo la idea de sellar la unión que tenía con sus hermanas con
una ceremonia, volverse no sólo hermanas legales y de cariño, sino firmar esa
unión, ese amor y esa gran lealtad entre ellas con un pacto de sangre,
aprovechando también la ausencia de Alex, que, conociéndolo, pensaría que
esa idea sería un disparate.
-¿Un pacto de sangre?- dijo Kate, divertida
-No me parece tan descabellado- dijo Kuan Yin
-Y sería bueno también, que cambiemos nuestros nombres, para cuando
nos estemos vengando... para no decir nuestros verdaderos nombres, debemos
proteger nuestras identidades legales y nuestras identidades reales como
nuestras propias vidas ¿Entienden?- dijo Mariangeline, que siempre era la voz
de la razón entre sus hermanas
-Ángel tiene razón, chicas- afirmó Kuan Yin -Ahora estamos muy cerca
del maldito de Magno y debemos ser mil veces más cuidadosas que al
principio, en algún momento la policía va a empezar a buscar en serio quien
está matando a los malditos del Imperio, aunque estemos haciendo algo mejor
que su trabajo deshaciéndonos de esos criminales, y no podemos arriesgarnos
a nada, ni a que nos encuentren ellos ni a que nos encuentre el Imperio.
-Me encanta la idea, cada una debe pensar en el nombre que quiere,
teniendo en cuenta que lo que elijan será lo último que verán y escuchen los
malditos que asesinemos, y debe ser algo que no olviden ni siquiera cuando ya
estén en el infierno. - dijo Kuan con una tierna sonrisa
-Hecho- dijeron todas al unísono, y esa misma noche prepararon todo para
realizar el pacto.
Mariangeline consiguió cuatro tipos de flores distintos, Kate consiguió
velas negras y blancas, Shadie consiguió una hermosa daga plateada y Kuan
Yin preparó todo el espacio para la ceremonia. Las chicas se pusieron unos
bellos y sencillos vestidos blancos y se quedaron descalzas, y encendieron la
chimenea para hacer la ceremonia en la sala de estar. Las cuatro chicas
formaron un diamante delante de la chimenea, la más cercana al fuego era
Mariangeline, quien desde siempre había liderado el equipo; a su derecha
Kuan Yin, quien le había jurado poner el pecho delante de una bala por ella de
ser necesario; a la izquierda tenía a Shadie, la hermana menor, la última
integrante, la silenciosa; y finalmente en la otra punta del diamante, frente a
Ángel estaba Kate, la pelirroja, quien había salvado su vida sin haber
terminado de conocerla, y quien había guardado sus secretos desde el primer
momento. En medio de ellas estaban los ramos de las flores que representaban
a cada una. A los pies de Kate había orquídeas rojas, flores que crecen en las
alturas, como lo hizo Kate, volando siempre lo más alto que podía en el skate,
y representando con ese color el odio, el amor y la locura de la bella pelirroja.
A los pies de Shadie había tulipanes azules, que representaban la actitud
cambiante de la hermosa morena, que a veces era alegre y contagiaba esa
alegría a todo el que se cruce con ella, y otras veces era sombría, silenciosa, y
llenaba todo a su alrededor de oscuridad y miedo, y el color representaba su
serenidad, su tranquilidad y su seriedad. A los pies de Kuan Yin había rosas
rosadas, representando su peligrosa belleza, por ser aparentemente tan tierna y
dulce, y en realidad al tocarla dejaba salir sus espinas. A los pies de Ángel
había lirios blancos, representando su apariencia delicada, su frialdad, la
pureza de sus sentimientos, y su fuerza. Había una vela blanca y una vela
negra a cada lado de los ramos, representando las decisiones que tendrían que
tomar, y la daga plateada en medio de todo.
-Hermanas, nos hemos reunido aquí para jurarnos lealtad, protección y
unión por sobre todas las cosas a partir de hoy, igual o más que como lo hemos
cumplido hasta este día- dijo Mariangeline -A partir de hoy nuestras vidas
cambiarán, nuestros nombres cambiarán, nuestras almas cambiarán, y nos
volveremos una sola. Seremos hermanas de sangre.
- Cada una debe presentarse ante nosotras con su nuevo nombre, jurar que
todos los secretos que guardamos los llevaremos a la tumba y abrir el canal
para realizar el pacto. ¿Quién empieza? - dijo Kate. Shadie tomó la daga y
comenzó el ritual
- Hermanas, ustedes han estado conmigo cuando ya no tenía a nadie en el
mundo, vivo con ustedes y moriré con ustedes. Yo, Shadie Brown, a partir de
hoy soy Shadow, y me llevaré a la tumba todos nuestros secretos. - Shadie,
ahora Shadow, se cortó la palma de la mano y la sangre que brotó comenzó a
gotear sobre los tulipanes azules. Kuan Yin tomó la daga mientras Shadow
presionaba el puño para esperar a las demás.
- Hermanas, a pesar de que al principio yo había tomado un camino errado
ustedes me dieron la oportunidad de volver a vivir y de tener por primera vez
en mi vida, una familia. Te lo juré una vez y lo repito ahora, Mariangeline, no
sólo a ti sino a todas, si tengo que poner el pecho delante de una bala por
alguna de ustedes, si tengo que ser un escudo para alguna o para todas, será un
placer hacerlo y morir sabiendo que están a salvo. Yo, Kuan Yin, a partir de
hoy soy Ziyou de LingHún, que en mi idioma significa Alma Libre, podrán
decirme Ling, y me llevaré a la tumba todos nuestros secretos. - Kuan Yin,
ahora Ziyou de LingHún, se cortó la palma de la mano al igual que Shadow y
las gotas rojas cayeron sobre sus rosas. Kate tomó la daga con cuidado y
continuó el ritual
- Hermanas, he conocido el infierno mientras crecía y el cielo mientras
vivía con ustedes, nunca terminaré de agradecer todo lo que ustedes le han
dado a mi vida, y aún nos falta mucho por vivir, las amo con todo el corazón
que creí no tener. Yo tuve una hermana pequeña y no pude protegerla, les
prometo que eso jamás me volverá a pasar, siempre voy a cuidarlas hasta con
mi vida y a vengar todo lo que han sufrido. Yo Kate, a partir de hoy me llamo
Skater Demon, y si ustedes están en problemas volaré hasta donde se
encuentren y haré pedazos al maldito o maldita que quiera hacerles daño.
Hermanas, me llevaré a la tumba todos nuestros secretos. - Kate, quien
siempre había sido Skater y ahora era Skater Demon, se cortó la palma de la
mano con su típica sonrisa casi maquiavélica, feliz de estar realizando esa
ceremonia con tres de las cuatro únicas personas que amaba en el mundo.
Mariangeline tomó la daga y siguió con la ceremonia
- Hermanas, siempre supe que nuestro propósito iba más allá que el de
cualquier otra persona en el mundo, nosotras volvimos de la muerte y estamos
acabando con todo lo que destruyó nuestras vidas anteriores. Nosotras somos
inmortales, nuestros nombres son imborrables, y no hay nadie en el mundo a
quien ame y deba más que a ustedes y a Alex, pase lo que pase siempre las
voy a proteger y las voy a amar. Yo siempre he tenido nombre de ángel desde
que nací, pero cuando volví a la vida supe que tenía que ser el Ángel de la
Muerte para aquellos que destruyeron mi vida, y así me conocieron todos los
que ya están en el infierno. Yo Mariangeline, a partir de hoy soy Ozriel, y sigo
siendo el maldito Ángel de la Muerte pero para que los ignorantes del Imperio
no se den cuenta, ahora escucharán ese nombre, al menos que estén a un
segundo de morir. Y les juro que las voy a proteger hasta mi último aliento, y
que nuestros secretos se irán conmigo a la tumba, o a donde sea que caiga mi
cadáver – Mariangeline, ahora con el nombre Ozriel, se cortó la palma de la
mano y las cuatro unieron sus manos cortadas, dejando caer sobre sus flores y
sobre sus velas gotas de sangre; y tomándose las manos ensangrentadas
recogieron con sus manos sanas cada una su ramo de flores para juntarlos y
volverlos uno solo.
- Ahora somos un solo ser, una sola alma, una sola sangre, un solo cuerpo,
y nada va a detenernos ni separarnos – dijeron las cuatro al unísono, colocando
el ramo en un jarrón de cristal en medio de las cuatro velas blancas y las
cuatro velas negras, y se abrazaron, felices de al fin sellar con esa hermosa
ceremonia todo cuanto significaba estar juntas.
Dejaron el jarrón con las velas en la sala y se quedaron juntas toda la noche
hablando del pasado, del presente y del futuro, compartiendo y disfrutando al
máximo un momento que jamás volvería, pues al día siguiente debían
prepararse para las siguientes dos venganzas, y así poco a poco planearían los
pasos que iban a dar para terminar de destruir El Imperio y a Magno.

HIERRO Y FUEGO

Después de haber fortalecido su relación y haberse creado nuevos nombres


con el pacto de sangre, las chicas prepararon el ataque al próximo maldito,
otro protegido del Imperio, Látigo, un caficho que manejaba un burdel de mala
muerte en donde también esclavizaban chicas escapadas de sus casas, pero no
llevaban chicas vírgenes, y elegían a las menos bonitas, las mujeres más
hermosas que encontraban las llevaban a la Mansión Espejo, y las más
“simples” como les decían, iban a parar a esa ratonera del infierno.
Ozriel, Demon, Ling y Shadow tuvieron que viajar hasta el otro lado de la
ciudad para buscar el lugar según lo que habían logrado rastrear. El burdel se
encontraba en las afueras de la ciudad, hacia el norte, casi entrando a un
pequeño bosque en donde se escondían drogadictos y violadores a hacer todo
tipo de porquerías en las sombras, y cuando las chicas llegaron se ocultaron
entre los árboles, preparándose. Tenían que aprovechar que el lugar casi no
tenía vigilancia a esa hora y en este caso también iban a ayudar a las chicas
que estaban ahí atrapadas.
Ozriel iba a lanzar una bomba casera a la entrada justo cuando vieron que
llegaba una camioneta negra que Shadow reconoció inmediatamente: era la
camioneta del maldito que asesinó a su familia, y el infeliz estaba ahí,
estacionándola para entrar al burdel con una chica que tenía atada de manos y
amordazada.
- ¡Ese malnacido! - exclamó Shadow en voz baja mientras le apuntaba con
el arma, pero Ángel le hizo una seña de que espere, no era momento, pues él
tenía capturada a una chica y no debían herirla. Mariangeline esperó que
entren para lanzar la bomba casera justo sobre la camioneta del asesino y
cuando lo hizo la explosión no fue muy grande pero dejó el vehículo
totalmente inutilizable y en llamas, y en lugar de salir los cobardes se
quedaron adentro del local esperando el ataque, pero no tenían armas
suficientes. Sólo el asesino tenía un revólver y Látigo tenía una pistola con las
balas contadas, pero conocía a la perfección la casucha en donde funcionaba
su negocio y había un pequeño escape, además podía tenderle una trampa a
quien estuviera atacándolos.
Las chicas salieron de entre los árboles para entrar al lugar, estaban
armadas hasta los dientes y nada iba a detenerlas.
- ¡No se atrevan a moverse, malnacidos! - gritó Kate al entrar apuntando a
Látigo con su arma, y Shadow apuntaba y miraba fijamente a Antifaz,
dispuesta a matarlo en ese mismo momento.
- ¿¡Quiénes son ustedes!? - gritó Látigo, asustado
- No esperaba que me reconozcas, infeliz – Dijo Kate reconociéndolo.
Definitivamente él era uno de los malditos que la tuvo encerrada en el infierno
y la torturaba casi diariamente – Jugabas tanto conmigo, y ahora no me
recuerdas, ¡Malnacido! Pero me vas a recordar desde donde estés a partir de
este día – Kate hizo una seña con el arma y las cuatro dispararon a las manos
de ambos desgraciados simultáneamente. Los infelices cayeron al suelo
sangrando sin parar y ellas se acercaron para detenerles las hemorragias antes
de que se desangren. Kate y Kuan Yin sujetaron a Látigo para amarrarle
vendas en las manos destrozadas antes de que muera desangrado y
Mariangeline hizo lo mismo a Antifaz con ayuda de Shadie.
- Owww, no se lamenten chicos – dijo Kuan Yin con un tono de voz muy
tierno y macabro al mismo tiempo - Si lo único que hacen con sus manos es
dañar a otras personas, es mejor que no las tengan – Y terminando de atarlos,
entraron a las habitaciones para ver que no haya más guardias, encontraron a
tres y les volaron la cabeza a balazos para luego liberar a todas las esclavas
que estaban encerradas en sus propios dormitorios y muertas de miedo por el
sonido de la explosión, los gritos y las balas.
Kate y Shadow salieron a ver qué hacer con sus dos víctimas. Látigo
estaba desmayado y Antifaz estaba temblando. Era lógico que quienes se iban
a encargar principalmente de esos malditos, eran ellas dos respectivamente, y
ambas los separaron para poder empezar, Kate llevó arrastrando a Látigo a
otra habitación y Shadow amarró a Antifaz en una silla.
- Siempre te hemos llamado Antifaz, ¿Sabes?, desde la primera vez que te
vi, porque cuando te conocí tenías toda la parte de arriba de la cara pintada de
plateada, no sabemos cuál es tu verdadero nombre – dijo Shadow – pero tú
tampoco sabes quién soy, ni cuándo te conocí, me recordarías ¿No es así? -
Antifaz asintió con la cabeza, mirándola fijamente intentando en vano
disimular su confusión y su miedo. - Soy Shadow, tu peor pesadilla, infeliz. Yo
renací de las sombras cuando tú destruiste de la manera más horrible todo lo
que amaba en la vida. Y ahora mismo me vas a decir tu verdadero nombre, no
tienes mucho tiempo, hoy vas a morir, así que empieza ¡Ya! - Shadow no tuvo
control, su personalidad silenciosa y serena desapareció durante el tiempo en
que el malnacido estuvo vivo, hasta que lo vio dar su último aliento.
- ¡Habla, infeliz! ¡Dime tu verdadero nombre porque vas a ser mi primer
muerto! ¡Habla! - gritaba Shadie mientras lo golpeaba como él había golpeado
a su hermano antes de matarlo, cuando el muchacho ese día sólo le pedía
piedad. Antifaz también rogaba piedad a Shadow mientras ella lo pateaba,
escupía, empujaba. Ella no tenía la más mínima compasión, todo el dolor que
sintió ese día al ver morir a su familia se había convertido en el más
despiadado odio y no iba a parar hasta hacerlo conocer el infierno - ¡Mi
sombra te va a perseguir hasta el más oscuro abismo y jamás te permitirá tener
paz!¡Eso fue lo que juré cuando te vi masacrar a mi familia!¡Y eso es lo que
va a suceder contigo! - Shadie encendió fuego en un cilindro de metal donde
tiraban desperdicios afuera del burdel, y colocó dos barras de hierro para que
estuvieran al rojo en unos minutos.
Mientras tanto Kate se encargaba de Látigo:
- ¿Aún no me recuerdas, Látigo? - preguntaba la pelirroja, con su diabólica
sonrisa y sus ojos muy abiertos
- ¿Cómo escapaste? - preguntó él con un tono muy agresivo,
confirmándole a Kate que era quien ella creía – Faltaba poco para matarte, y te
largaste ¡Por tu culpa me mandaron a este hueco asqueroso y casi me matan,
perra estúpida! - Kate no podía creerlo, le había volado las dos manos a
balazos, lo tenía inmovilizado, estaba a punto de desollarlo vivo y el maldito
acababa de insultarla por haber escapado del infierno en donde la tenían presa
y la violaban diariamente. Kate cambió súbitamente su mirada, el plan iba a
cambiar, se acercó a Látigo con movimientos delicados y sensuales, mirándolo
con una expresión traviesa
- ¿No extrañas jugar conmigo? - le dijo la pelirroja, provocándolo - ¿No
extrañas azotarme y golpearme como lo hacías?, Por eso te dicen Látigo ¿No?
¿No recuerdas que me lo contaste cuando recién nos conocimos?¿No quisieras
que recordemos el pasado, ahora que tengo más experiencia? - decía mientras
se montaba sobre su víctima - ¿No quieres saber todo lo que puedo hacer
ahora? - El infeliz, que no podía contra su propia naturaleza, comenzaba a
olvidar su odio y su miedo y miraba a la bella y demoniaca pelirroja como al
ser más fascinante que hubiera visto jamás – Te odiaba tanto, Látigo, que
cuando recién te vi quise volarte en pedazos, y ahora no podrás acariciarme ni
azotarme, pero es mi turno de jugar contigo – decía Kate mientras rodeaba con
sus brazos el cuello del pobre diablo como si fuera a abrazarlo, y él, con la voz
entrecortada por el deseo y la excitación, trató de responderle – Mírate, gatita
¿Has pensado en mí todo este tiempo? - y Kate, tomándolo del cabello lo
atrajo hacia ella y le susurró al oído – Por supuesto que sí – y lo empujó contra
el suelo, golpeándole la cabeza fuertemente para aturdirlo y en un segundo le
abrió el pantalón y le cortó el miembro erecto de un tajo con una daga muy
parecida a la que usaron para el pacto, una daga que ella consiguió
especialmente para usarla con todos y cada uno de sus violadores desde que
hicieron ese ritual. Lo castró aún con más furia que como se lo hizo Kuan Yin
al Cazador, riendo como sólo un demonio lo haría, mientras el infeliz lloraba y
gritaba con todas sus fuerzas y ella le presionaba la herida para que tampoco
así se desangre.
- ¡Déjame morir, perra maldita! - le gritaba el desgraciado sin poder tocarla
por tener las manos deshechas - ¡Así no! ¡Todavía no terminas de conocer el
infierno, infeliz! ¡Todavía falta algo! -
Kate llamó a Shadie para pedirle lo que estaba esperando, pero ella le
respondió que estaba ocupada, que espere un momento, y la pelirroja se quedó
sentada sobre las piernas de su víctima, torturándolo psicológicamente,
jugando con su mente y sus emociones.
Por otra parte, Kuan Yin y Mariangeline estaban liberando a las chicas que
encontraban en los sórdidos cuartuchos de esa vieja y deteriorada casona, pero
encontraron a dos chicas muertas, dos chicas que se veían menores que ellas,
talvez ni siquiera eran mayores de edad. Los grises y escuálidos cadáveres
tenían sangre entre las piernas, heridas y moretones por todas partes y una
expresión tan triste y aterrada en el rostro que quedaría grabada en las mentes
de Ángel y de Ling por el resto de sus vidas. Cuando todas las chicas que
estaban ahí atrapadas se reunieron, Ozriel no pudo hablarle como a las de la
Mansión Espejo, pues estaba muy impactada por la imagen de las niñas
muertas y no podía hablar con seguridad, la voz se le cortaba, así que Ziyou de
Linghún, como se presentó Kuan Yin, les habló a las asustadas chicas.
-Señoritas- dijo -Yo sé lo que es estar en un lugar como éste, viví en uno
desde muy pequeña hasta casi el final de mi adolescencia, sé lo que es sentir
que jamás saldrás de aquí, sé lo que es que te utilicen como si fueras un objeto
desechable, sé lo que se siente vivir deseando morir. Yo he sido una de ustedes
en un lugar que estaba bajo tierra, sin salir de ahí durante años, he estado
enterrada viva prostituyéndome, soportando las peores humillaciones,
obligada a sonreír y a no descansar al menos que estuviera demasiado
enferma, así que no hay alguien en el mundo que las entienda más que yo.
Hoy es el día que nunca esperaron, yo también lo tuve, y aunque la persona
que me sacó no fue un ejemplo de buena persona, lo amé, le fui leal y jamás lo
traicioné, era un asesino y a pesar de eso nunca lo delaté. Señoritas, yo soy una
asesina ahora, y no les pido a ustedes que lo sean, no es una vida envidiable ni
deseable, pero tengo que hacer justicia, todo lo que les pido es que vayan a
casa y no hablen de esto con la policía. Ustedes saben bien lo mucho que
ayuda la policía, o sea nada. No han capturado a un solo miembro del Imperio
que las tiene aquí atrapadas, nosotras vamos a asesinar a los dos malditos que
hemos encontrado aquí y a todo miembro de ese asqueroso grupo que
encontremos hasta llegar al líder y desaparecer por completo toda esta
pesadilla, lo único que les pido es absoluta discreción, y tengan por seguro que
la justicia la verán en las noticias, cuando la policía descubra los cadáveres de
esos malditos, pero no será hoy ni mañana. Para que podamos seguir con este
plan todo esto debe descubrirse más adelante. ¿Contamos con su discreción
absoluta, chicas? - Todas las chicas gritaron con el alma un “Sí” y se
abrazaron, llenas de alegría y esperanza, prometiendo olvidar los rostros de
esas salvadoras y jamás contarle a la policía lo ocurrido, y agradeciendo todo
lo que estaban haciendo por ellas. Una de las chicas se acercó a Ling y la
abrazó temblando diciéndole – Olvidaremos sus rostros pero jamás lo que han
hecho por nosotras, nos están devolviendo a la vida desde el mismísimo
infierno, y aunque maten, ustedes merecen el perdón y el cielo, Dios las
bendiga siempre, gracias por todo esto, estoy segura que ustedes son parte del
ejército de ángeles del cielo, que vienen a la tierra para castigar a los malvados
y liberar a los que sufren… - dijo la chica tomando de las manos a Ling y a
Ozriel, que se miraron confundidas y un poco nerviosas. Ozriel respiró
profundo y respondió -Personas como nosotras no creemos en que haya
alguien en el cielo que nos perdone todo lo que hemos hecho, ni mucho menos
que nos ayude, simplemente nos queremos vengar y queremos evitar que
alguien más sufra lo que hemos sufrido nosotras - pero la muchacha que la
tenía tomada de las manos le sonrió y le contestó – Todos pueden volver a
acercarse a él, como una hija que se ha separado de su madre, aunque la hija se
ensucie, se golpee y se haya ido por mucho tiempo y vuelva con su madre
estando llena de lodo y sangre, la madre siempre la va a recibir con los brazos
abiertos, la va a alimentar, la va a limpiar y la va a acoger como a su bebé
recién nacida. Dios es así, y al ver lo mucho que ustedes han ayudado a
personas que ya no tenían ninguna esperanza, puede perdonar todos sus
pecados, y las va a recibir con los brazos abiertos como lo haría una madre con
sus hijas perdidas, se los juro. Cuídense mucho, les prometo que todas
guardaremos este secreto para protegerlas siempre – la muchacha las volvió a
abrazar y se fue con las otras chicas, y justo en ese momento, mientras
trataban de analizar lo que les acababa de decir esa niña, escucharon a Kate
llamando a Shadie y se alarmaron.
Ling fue a ver a Demon y Ozriel a Shadow pero encontraron a ambas
torturando a sus respectivas víctimas sin ningún problema, y ellas les
explicaron que lo que quería la pelirroja cuando llamaba a Shadie era que le
alcanzara uno de los hierros que había puesto a calentar para terminar de matar
a su violador.
Y mientras Kuan Yin y Ángel liberaban a las esclavas, y Kate torturaba a
Látigo, Shadie había estado atormentando al asesino de su familia, Antifaz.
Tenía en el bolso un pequeño contenedor de ácido y muchas preguntas que
hacerle, empezando por su nombre. Shadie se había obsesionado desde que
vio morir a su familia, con saber el nombre del hombre que tenía el antifaz
plateado y desde que lo tuvo en su poder, le exigió que se lo dijera y que le
contara en dónde estarían los demás desalmados que asaltaron su casa y
asesinaron a su familia.
- ¡No lo sé! ¡No lo sé! Y aunque lo supiera no te lo diría, maldita… -
contestaba él
- Creo que tú todavía no has entendido – Shadow sacó de su bolso el
contenedor de ácido y lo abrió con muchísimo cuidado, de pie junto a su
víctima, que estaba atado a la silla y no podía moverse – Yo pregunto y tú
respondes… o te disuelves – Shadow derramó una gota de lo que contenía la
pequeña botella metálica de su bolso, sobre el brazo derecho del maldito y
comenzó a abrirse un agujero en su piel mientras el infeliz gritaba de dolor.
Shadow comenzó a registrarlo, buscando algún dispositivo, o algún
localizador y encontró un celular.
- ¡Escúchame, imbécil! ¡Deja de gritar como una niñita y escúchame! -
gritó ella tomándolo del cuello - ¡Vas a llamar a tus hombres y les vas a decir
que vengan aquí dentro de una semana! O voy a seguir goteando ácido sobre
tu cuerpo hasta que se disuelva el último tejido ¿Entendiste, infeliz?
- Suéltame… suéltame…
- ¡¿Entendiste?! - gritó Shadow
- ¡Sí! ¡Está bien! ¡Lo voy a hacer! - contestó Antifaz, desesperado.
- Si lo haces bien y no me juegas sucio, te prometo que no morirás disuelto
con este ácido, ni con ninguna sustancia química, pero tienes que responder a
todo lo que te pregunte y no hacerme enfurecer o acabaré desquiciándome
contigo y no quiero hacerlo, no soy una persona violenta ¿Entiendes? - dijo
Shadie suavizando la voz súbitamente. La hermosa morena llamó a un
contacto del celular de su víctima, que según él era su segundo al mando, y
Antifaz le ordenó que se vieran en ese mismo lugar a la semana siguiente, con
todo su equipo. Al parecer trabajaban siempre los mismos hombres con él, y el
infeliz, sabiendo que estaba llevando a una muerte lenta y dolorosa a todos los
hombres que habían trabajado con él, no se atrevió a hacerle a su segundo al
mando ninguna advertencia indirecta por miedo a que Shadow siga
disolviéndolo con ácido. El cómplice de Antifaz aceptó sin extrañarse y
preparó al equipo para la sorpresiva reunión en el burdel, esperando una
celebración con las esclavas, sin imaginar lo que realmente sucedería.
- Muy bien, Antifaz, muy bien – dijo Shadie, sonriendo
- Ahora me tienes que decir tu verdadero nombre, recuerda lo que hemos
acordado, si no quieres que te acabe disolviendo debes decirme todo lo que yo
te pida que me digas… - Antifaz intentó levantarse de la silla y golpeó a
Shadie haciéndola caer de rodillas, y trató de aplastarla para inmovilizarla y de
paso tratar de romperle las costillas, pero antes de caer sobre ella, Shadow
rodó hacia un lado y se levantó aún aturdida, y abrió la botellita de ácido
mientras le pateaba la cara al maldito asesino. Antifaz comenzó a sangrar por
la boca y tenía dislocada la mandíbula, ya no podía hablar, pero Shadie
tampoco quería que lo hiciera, le dejó un moretón en el rostro, un golpe
indisimulable, y todo lo que quería era matarlo de una vez.
- ¡Te lo advertí, infeliz! Te dije que no me hicieras enfurecer pero aún así
lo hiciste ¿No quieres decirme tu nombre? ¡Perfecto! - Shadow se arrodilló
sobre los brazos de su enemigo, como si lo estuviera montando, pero sin
tocarlo, sólo aplastando sus brazos para inmovilizarlo, y goteó ácido sobre su
frente y sus mejillas, mientras el malnacido gritaba porque su piel y sus ojos se
disolvían, pero no moría, el ácido no llegaba a disolver más que la piel y la
carne, por eso Shadow sólo lo vertía por gotas, y justo en ese momento entró
Mariangeline a ver si estaba bien.
- ¡Shadow! - gritó Ángel, viendo a su hermana, la más silenciosa y serena,
disolviendo el rostro de un asesino desalmado que era el doble de su tamaño.
- Ozriel, querida, ¿Me traes una de las barritas que están calentando afuera,
para mi amigo? - preguntó Shadow con una sonrisa tranquila, y Ángel salió a
buscar lo que le estaba pidiendo Shad. Al salir se cruzó con Kuan Yin, que
estaba yendo por la otra barra para entregársela a Kate, y al ver a Mariangeline
con cara de confundida y llevando el hierro al rojo a la otra habitación, Kuan
le preguntó para qué la quería, extrañada por la expresión que tenía la rubia en
el rostro.
- Acabo de ver a Shadow disolviendo la cara de Antifaz con gotas de
ácido, está de lo más tranquila, y me ha pedido este hierro al rojo, pero no sé
exactamente en dónde se lo irá a incrustar a ese maldito, si ya está
torturándolo así. - dijo Mariangeline, en voz baja
- ¿¡Shadow!? - dijo Kuan Yin, sorprendida
- Sí… jamás imaginé que sería capaz de hacer algo así pero lo está
haciendo
- yo menos, pensé que iba a necesitar ayuda para torturarlo, o que no iba a
querer hacerlo pero vino más preparada que nosotras
- Debo entrar, no la voy a dejar sola, puede ser peligroso...
- Ozriel – dijo Ling tomando del brazo a Mariangeline - Si Shadow puede
hacer eso significa que está mucho más loca que Skater Demon – sonrió Ling,
nerviosa
- Significa que no es exactamente como creíamos, Su trauma lo vivió
mucho después que nosotras, es más reciente, por eso es normal que su furia
se desate así, no le diremos nada hasta estar en casa
- No la estoy juzgando, me alegra que haya encontrado una catarsis en todo
esto, para que no se hunda en su locura y en su dolor, y me sorprende mucho
que esté igual de loca que nosotras o más.
Linghún y Ozriel sonrieron y, dejando de nuevo las barras de metal en el
fuego, se abrazaron, y luego volvieron a sujetar con cuidado las barras para
llevarlas adentro, con Demon y Shadow respectivamente.
- Ya estoy aquí con lo que me pediste, cariño – dijo Mariangeline con su
elegante y macabro tono de voz, entrando a la habitación en donde Shadie
tenía a Antifaz, y entregándole a su hermana el hierro al rojo. Shadie le
agradeció y comenzó a acercar la barra caliente al cuerpo de su enemigo,
preguntándole en dónde quería ser apuñalado, sabiendo que él no iba a poder
responderle. Shadie le tocaba la piel con la punta de la barra, quemándolo, y el
pobre infeliz apenas podía gritar, hasta que Shadow se cansó de oírlo y, con un
grito que salió de ella como el rugido de un dragón, le clavó el hierro en el
vientre con todas sus fuerzas. Mariangeline observaba cada acción de Shadie,
estupefacta, y veía también cómo convulsionaba el asqueroso infeliz,
sangrando por la boca, sin terminar de morir, sufriendo tal y como lo merecía.
Mientras en el otro cuarto, Kuan Yin entraba para entregar el otro hierro al
rojo a Kate, el demonio.
- ¡Mira quién llegó, querido Látigo! - dijo la pelirroja con su macabra
sonrisa, levantándose para recibir el hierro al rojo – Gracias, preciosa – le dijo
a Ling, besándole los labios de forma teatral para distraer a su víctima, que se
quedó con esa imagen en la mente y no se fijó en que el demonio de cabello
rojo que lo había castrado sin piedad, estaba a punto de incrustarle el hierro al
rojo, desde el trasero hasta la boca. En un segundo así lo hizo, se arrodilló en
el suelo con la estaca en la mano y lo atravesó lentamente mientras lo miraba
reía con carcajadas malévolas y los ojos llenos de lágrimas, loca de dolor y de
odio, vengándose de él como lo había deseado mientras él la torturaba cuando
estaba atrapada. Ling quedó impactada, no podía creer lo que estaba viendo,
su hermana realmente era un demonio desquiciado y despiadado, y hasta le
daba miedo lo que estaba pasando. Látigo no moría, seguía mirando a Kate
mientras la sangre salía de su asquerosa boca, y ella se levantaba del suelo sin
quitarle la mirada de encima, grabando para siempre en su mente la mirada de
ese maldito mientras moría, mientras la veía como a un demonio, mientras se
arrepentía de todo el mal que le había hecho.
Kuan Yin se acercó a la pelirroja temblando
- Kate… - dijo casi sin aliento, y el oír su nombre en la voz de una de sus
hermanas hizo que la pelirroja vuelva en sí.
- Kuan – respondió Kate, parpadeando muchas veces, como si quisiera
despertar de esa pesadilla - ¿Qué he hecho? - preguntó temblando, a punto de
llorar, y Kuan Yin la abrazó fuertemente, diciéndole que sólo había hecho
justicia y contándole cómo liberaron a las chicas que estaban ahí secuestradas,
pero Kate sólo repetía una y otra vez que quería volver a casa, y lloraba como
una niña pequeña, algo que siempre hacía y decía cuando estaba capturada por
esas bestias que la flagelaban y violaban.
- Quiero ir a casa, por favor, sólo quiero ir a casa.
Shadie y Mariangeline entraron y encontraron a Kuan y Kate abrazadas, y
se unieron al abrazo, tratando de calmar a la pelirroja, y de disimular el
espanto de ver a Látigo empalado y sin terminar de morir. Antifaz ya estaba
muerto, Shadow le retiró la estaca del vientre y la sangre empezó a saltar muy
rápido, no debían dejar a ninguno vivo, y esperaron unos minutos a que Látigo
termine de morir antes de irse. Dejaron los cadáveres ahí, cubrieron la
camioneta fundida para que parezca que sólo estaba estacionada y cubierta,
pues a la semana siguiente irían los cómplices de Antifaz y debían ver todo
normal para que caigan en la trampa; y también colocaron alrededor de la zona
un dispositivo como el que habían puesto cerca a la Casa de los Espejos, para
detectar movimientos extraños y evitar que alguien se acerque antes de
tiempo.
De camino a casa Shadow le inyectó a Kate un calmante para que
durmiera, la pelirroja estaba cansada y muy nerviosa por lo que había hecho, y
también les contó a las chicas que Antifaz había convocado a sus hombres en
ese lugar para la semana siguiente, y que debían ir antes de la hora para
prepararles la sorpresa de sus vidas. Las chicas estuvieron de acuerdo, pero
debían prepararse con mucho cuidado, ya quedaba muy poco tiempo para que
Alex regrese.
Las chicas llegaron a casa y quemaron toda la ropa que habían utilizado, se
bañaron y se quedaron viendo películas de comedia, como ritual para tratar de
olvidar lo sucedido, y descansar un poco antes del siguiente plan.
Ya estaba más que decidido ayudar a Shadow en lo que quería hacer. Ya
tenían la fecha y el lugar, que era perfectamente conocido y no sería difícil
ocultarse ahí; sólo faltaba preparar lo que iban a necesitar, e instalarlo en el
lugar donde debía estar. Trabajaron toda la semana en ese plan, y cuando el día
llegó, volvieron a la casucha en donde habían asesinado a Antifaz y a Látigo,
sus cadáveres seguían donde los dejaron, y ocultaron en distintos rincones
unas esferas coloridas como huevos de pascua, burlándose de la época en la
que estaban, pero esos huevos contenían una sustancia altamente inflamable y
un dispositivo en una esfera igual de colorida pero un poco más grande. Las
chicas se escondieron de nuevo entre los árboles, esta vez treparon a las copas,
y esperaron hasta que el equipo de Antifaz apareció en la otra camioneta con
la que habían asaltado la casa de Shadie aquella vez, y uno por uno
comenzaron a entrar a lo que creían que seguía siendo un burdel.
Shadow tenía en sus manos el control del dispositivo que estaba adentro, y
cuando entró por fin el último asesino, al oír el grito de terror que dieron
cuando encontraron los cadáveres, ella presionó el botón y toda la casa voló en
pedazos, pero la explosión no llegó a tocar ni una sola rama de los árboles que
había alrededor de ese asqueroso lugar, las chicas y los árboles estaban a salvo
del fuego.
Uno de los infelices salió corriendo en llamas de la casa, gritando y
tratando de apagar el fuego que tenía en el cuerpo pero Mariangeline lanzó
una bomba casera a la camioneta y el pobre imbécil no pudo escapar, su
cuerpo se volvió leña al contacto con el fuego de la explosión. Kuan Yin
apagó el fuego de la casa con un extintor y Kate apagó la camioneta con otro,
y encontraron a dos sobrevivientes, que en realidad estaban irreconocibles
pero seguían vivos, tenían la piel completamente quemada, negra, y se les
notaba la carne chamuscada, apenas podían moverse y se oía sus quejidos
tenues. Al verlos las cuatro chicas sonrieron y Shadow les dijo - Su jefe los
espera en el infierno, esto es por lo que le hicieron a la familia Brown,
malditos, y por todo lo que deben haber hecho antes.
Dejaron todo como estaba, cuidándose de no dejar nada que las implique, y
volvieron a casa para preparar todo, Alex volvería en pocos días y debían
borrar las huellas del ritual que hicieron para el Pacto, y la casa tenía que estar
como si nada raro hubiera pasado.
Mariangeline encendió su celular después de muchos días, ya había llegado
la hora de cumplirle el reto a César y no podía faltar a su palabra por mucho
que deseaba hacerlo, ya había dejado pasar demasiados días, más de lo que
habían acordado, así que esperó su llamada y cuando él se comunicó quedaron
en que cuando Alex regrese, él le pediría permiso para salir con ella y
“cortejarla”, Mariangeline creía que talvez esas costumbres tan antiguas
disuadirían a su pretendiente, pero en lugar de eso, César se sintió aún más
motivado y estaba esperando con ansias el día que Alexander regrese para
hablar con él sobre la que creía que era su hija.
Los días pasaron mientras las chicas acomodaban todo, y cuando llegó la
fecha indicada, las chicas recibieron la llamada que tanto estaban esperando.
Al fin ese ciclo de terror y asesinato se iba a terminar y podrían salir de la
ciudad dentro de poco junto a su ángel guardián.

ALAS QUEBRADAS

Alex confirmó que llegaría ese día y las chicas estaban emocionadas. Pese
a todo lo que pudieron hacer en su ausencia, lo extrañaron mucho y querían
tenerlo de vuelta en casa.
Mariangeline estaba muy nerviosa, quería que la casa estuviera perfecta y
tenía el temor de que Alex sospeche algo sobre lo que había pasado mientras
él no estaba, y también temía que el insufrible Alejandro apareciera de
sorpresa, como le encantaba hacer. Ella le había advertido desde hace algunos
días que Alex llegaría esa semana y que el día que eso suceda, sus hermanas y
ella estarían ocupadas y no podría verlo, pero como Alejandro era
desesperantemente romántico e impulsivo, era probable que se le ocurriera la
desatinada idea de aparecer justo cuando Alex estuviera para pedirle permiso
formalmente de salir con su hija, como él tanto se lo decía a Ángel.
Ella no estaba enamorada ni mínimamente ilusionada con César, tenía muy
claro que sólo saldría con él por su insistencia y para olvidarse del enfermizo
sentimiento que tenía por Alex, pero apenas dejara esas extrañas emociones
vería el modo de librarse de la plaga en la que se estaba convirtiendo su
pretendiente, y seguiría con su vida normal… o eso creía.
Alex llamó a casa y les dijo a las chicas que lo esperen ahí, que ya estaba
saliendo del aeropuerto y llegaría en más o menos una hora. Las chicas se
arreglaron y dejaron todo listo para darle una gran bienvenida a su ángel
guardián y cuando por fin sonó el timbre, Mariangeline salió corriendo a abrir
la puerta del muro del jardín. Cuando abrió y salió con una radiante sonrisa en
el rostro, vio a Alejandro, de quién se había olvidado esos quince segundos en
que creyó que Alex había llegado
-Pero...¡¿Qué demonios haces aquí?!
-Te extrañaba mucho…
-No seas idiota, nos hemos visto hace dos días
-Por eso, Catalina… me haces mucha falta y ya no puedo aguantar más-
Alejandro tomó el rostro de Ángel firmemente y se acercó para besarla, pero
ella giró ligeramente hacia un lado y evitó que el beso cayera en sus labios, o
hubiera desperdiciado su primer beso con alguien por quien no sentía nada. En
ese momento llegó Alex en un taxi y cuando vio a su ángel inocente en los
brazos de un desconocido, quedó estupefacto y una furia intensa comenzaba a
apoderarse de su corazón.
-¿Catalina?- dijo tratando de no levantar la voz y de no decir el verdadero
nombre de su supuesta hija -¿Qué es esto?
-¡Alex!- Ángel, aún incómoda, sonrió y corrió a abrazarlo, y él le
correspondió el abrazo, reconfortado, pero mirando con recelo al intruso, y
éste también lo miraba, dándose cuenta de algo realmente desafortunado e
inimaginable. Alejandro sintió desde ese momento que Alex era el verdadero
impedimento entre él y Catalina, pero de inmediato supo que no podía tratarlo
como un enemigo si realmente quería lograr algo con ella.
-Bienvenido, señor Brown, vine a visitar a su hija y a hablar con usted
sobre ella. Mi nombre es…
-Acabo de llegar y sólo quiero pasar tiempo con Catalina y sus hermanas.
Ella me contará lo que desee contarme y, otro día si tengo tiempo, hablaré
contigo, ahora bórrate de aquí, chico, antes de que te haga arrestar por
acosador– dijo Alex sin dejarlo decir nada más, y Mariangeline, sin separarse
de Alex, sólo miró a Alejandro con una ligera sonrisa y entró a casa sin decir
una palabra más. Alex saludó a las chicas abrazándolas contento pero un rato
después ordenó a Mariangeline acompañarlo a su sala de trabajo para
conversar sobre lo que había visto al llegar.
-¿Quién es ése, Mariangeline?
-Es el chico de la facultad que te comenté por teléfono, Alex
-¿Qué es?
-Un insoportable estudiante de veterinaria y zoología
-¿¡Qué es de ti, Ángel!?- Alex levantó la voz
-¿Cómo que de mí? - Mariangeline comenzaba a ponerse más tensa
-¿Es tu novio?
-¿Qué?¿Es en serio?- dijo ella furiosa
-¡Habla!
-¡No me grites!
Pocas veces a Alex y Ángel se les escuchaba discutir a gritos como lo
estaban haciendo, pero él estaba realmente desconcertado con la escena que
vio en la entrada de su casa. Era inevitable sentirse así, ella apenas hablaba
sobre Alejandro y todo lo que decía sobre él era que la perseguía casi tanto
como El Imperio y que estaba obsesionado con ella, y cuando por fin Alex
llega a la ciudad, después de escucharla quejarse por teléfono sobre el tema
durante dos semanas, la encuentra besándose con él. Alex no se había
percatado de cómo pasaron realmente las cosas, cuando llegó vio a César de
espaldas sujetando el rostro de Ángel a dos centímetros del suyo, no se dio
cuenta de cómo ella esquivó el beso, ni le dio tiempo a Mariangeline de
reaccionar como realmente iba a hacerlo. Salvó sin querer al acosador, de la
cachetada de su vida, y ella creyó que con lo que Alex le dijo, ya estaría
librada de ese obsesivo pretendiente. Cuando ella le contó que el chico
comenzaba a hostigarla Alex trató de investigarlo pero no encontraba nada
sobre él y hasta ese momento no le había dado demasiada importancia, pero
esto lo cambiaba todo, era más cercano a Mariangeline de lo que parecía,
representaba un mayor peligro.
-Alex- dijo Mariangeline viéndolo a los ojos mientras él pensaba en cómo
decirle sus sospechas, inquieto –Yo no permití que me bese, lo intentó y no
pudo, y justo ahí llegaste, no tenemos nada pero yo le gusto y no me deja en
paz, esa es toda la verdad, no diré nada más.
Alex la miró y la tomó de los hombros, sin saber qué decirle.
-Perdóname, Ángel, esto es muy difícil para mí, nunca te había imaginado
así con alguien porque...
-Te entiendo, tú me has visto crecer y has luchado conmigo en todo
momento....
-No es solo por eso...
-¿Entonces...?
Alex guardó silencio, temblando, soltó a Ángel y dejó de mirarla a los
ojos, empezó a evadirla, a alejarse para disimular su nerviosismo
-Alex, háblame- dijo Mariangeline, preocupada por verlo tan nervioso.
Alex la tomó del rostro con las dos manos y la acercó más, acariciándola con
muchísima ternura -Perdóname, Ángel- ninguno de los dos pudo ni quiso
evitarlo, Alex besó a Mariangeline como si fuera el primer y último beso que
recibiría en su vida, amándola con el alma, con el corazón, con todas sus
fuerzas, amándola como el ser celestial que era para él desde que la conoció,
amándola como lo más bello que le había podido pasar, aunque sabía que ese
amor era extraño y para muchos podría resultar inaceptable. Mariangeline lo
miraba con los ojos muy abiertos, sin una palabra, paralizada, no podía creer
lo que estaba pasando.
-¿Me besaste?- preguntó cuando pudo sacar voz
-Si... Ángel...- respondió Alex, temblando y temiendo decir algo que
pudiera empeorar todo, pues vio que la reacción de su protegida era muy
contradictoria.
-¿Me pediste perdón y me besaste?¿Por qué, Alex?
-No lo sé, porque pensé que...No sé, Mariangeline, pero ya no podía más
con esto, yo te amo...
-Y... ¿Qué tengo que decirte?
-No lo sé, lo que sientas, sé sincera, dime lo que quieras decirme...
-No sé...No sé qué quiero decirte, sólo sé que...no sé nada...
Mariangeline salió corriendo de la casa, confundida, y se fue al bosque a
pensar, era el único lugar en donde no podían molestarla, nadie sabía que
estaba ahí, nadie conocía ese lugar, podía estar en paz por un rato, podía llorar
tranquila sin que nadie la vea. Lloraba de rabia contra ella misma por no haber
reaccionado de forma madura a esa situación, lloraba de felicidad de saber que
lo que sentía por Alex era mutuo y no estaba loca, o al menos no ella sola,
lloraba de miedo porque no sabía lo que iba a pasar, lloraba de angustia al
pensar en lo que pasaría si Alex descubría sus venganzas y sus planes, lloraba
sin saber por qué tenía tantas ganas de llorar, sintiéndose estúpida, sintiéndose
basura, deseando saber qué hacer como siempre que tenía un problema, pero
con los sentimientos revolviéndole los pensamientos. Se subió al puente de
piedra que estaba en medio del bosque, su escondite, su refugio secreto, y
estaba ahí mirando correr el agua del riachuelo, viendo flotar las hojas del
otoño, cuando de pronto escuchó una voz conocida
-Princesa...- era Alejandro, que llegó inexplicablemente y estaba oculto
detrás de un árbol. Mariangeline se secó las lágrimas rápidamente y tratando
de disimular el llanto pero con la voz aún temblorosa le preguntó -¿Qué haces
aquí?- Alejandro salió de su escondite y se acercó al puente -¿Qué haces tú
aquí, cariño?- preguntó él, sonriendo. Mariangeline sentía algo muy raro, un
mal presentimiento, el aire estaba enrarecido y no se respiraba la misma paz
que había siempre, además Alejandro le estaba hablando como ella desde el
principio se lo había prohibido, pero la sensación de peligro la puso en alerta y
no quiso reprenderlo por hablarle así, como lo hacía normalmente -Yo
pregunté primero– insistió -¿Cómo llegaste hasta aquí?- pero César seguía
sonriendo y sólo respondió – Lo siento, princesa, te dije que confiaras en mí –
Mariangeline estaba a punto de sacar el arma para apuntarle, pero dudó un
momento -¿De qué hablas? Te lo advierto, Alejandro, no estoy jugando
¿Cómo has llegado hasta aquí?- Pero mientras él seguía sonriendo, una voz
que venía de los árboles se burló de Mariangeline
-Tranquila, niña inmortal- dijo -ése es el menor de tus problemas
Mariangeline vio salir de entre los árboles al ser que más repudiaba desde
que tenía uso de razón, al culpable de todas las desdichas de su vida, la plaga
contra la que había luchado casi a ciegas, y, mirándolo a los ojos y sacando el
arma lentamente, pronunció su nombre con la voz firme y llena de odio
-Magno
-Hola, preciosa y eterna Mariangeline, veo que me recuerdas, me halagas-
dijo con una maquiavélica sonrisa.
-Por supuesto que te recuerdo, infeliz, cada día de mi vida pienso en cómo
te voy a matar y pienso en si yo te iba a encontrar o tu llegarías a mí por tus
propios pies, y veo que fue lo segundo, vienes a mí a morir.
- No, querida, yo te encontré pero no para que me mates, al contrario,
quien va a morir hoy mismo es la hermosa niña rubia que debería estar muerta
hace más de trece años y que ahora es…¿Cómo es que te haces llamar,
preciosa?
-Soy Ozriel, el Ángel de la Muerte, Magno, y tú y tu mascota lo recordarán
más que nadie- Mariangeline en una milésima de segundo disparó a Alejandro
en la rodilla y éste cayó sobre el césped chillando como un cerdo, Magno se
asustó y le ordenó irse detrás de un árbol para cubrirse, Alejandro intentaba
arrastrarse hasta el árbol más cercano, pero estaba sangrando demasiado y el
dolor era insoportable. Mientras él intentaba alejarse, Magno sacó un arma
pero Ángel se escondió tras el muro del puente – ¿Ves lo que pasa cuando me
traicionas, cariño?- le dijo Ángel a Alejandro, riendo irónica – Mírate ahora,
herido y arrastrándote como lo que eres, una plaga, un asqueroso bicho, débil,
insignificante, es una lástima haber desperdiciado mi tiempo contigo, pero no
importa- Mariangeline se descubrió y le disparó en la cabeza tan rápido que
Magno no tuvo tiempo ni siquiera de arrojarse al suelo, la sangre salpicó todo
el césped y los pedazos del cráneo y el cerebro le cayeron a Magno en la ropa
y en la cara -¡Alejandro!¡Maldita seas, Mariangeline!¡Mil veces maldita!-
gritó, fuera de sí. Mariangeline seguía oculta en el puente y sin que Magno se
diera cuenta fue bajando, para ocultarse debajo del puente, entre las rocas, una
posición más favorable para ella. Magno se arrodilló un momento junto al
cadáver de Alejandro, viendo su cabeza hecha pedazos y todo el cuerpo
cubierto de sangre, y era de no creerlo, estaba sollozando aunque se esforzaba
por evitarlo. Mariangeline lo observó extrañada, jamás imaginó que un
desalmado como él tuviera la capacidad de llorar, pero Magno se secó las dos
únicas lágrimas que dejó escapar y se levantó amenazante
-Te juro que vas a morir lenta y dolorosamente, perra, vas a pagar muy
cara la muerte de Alejandro, ¿Quieres saber por qué?- Magno se acercó a la
subida del puente -¡Responde, maldita! - gritó creyendo que al subir
encontraría a Mariangeline, llevándose una sorpresa, pues ella ya no estaba
ahí.
-Maldita miedosa- dijo en voz alta -Sé que estás ahí- Magno buscó su
celular en el bolsillo de su pantalón mientras bajaba del puente de piedra -Ni
se te ocurra huir porque hoy tenemos una reunión importante, querida- el
infeliz llamó por su celular y cuando contestaron era una videollamada con
una mujer muy joven, que apenas le llevaría unos años a Mariangeline, y tenía
capturado a Alex -¿No quieres ver de nuevo a tu adorado protector, querida?
Hola, Alex, aquí está tu hermosa rubiecita, estamos jugando a las escondidas,
y ella va ganando- dijo Magno con sarcasmo. Mariangeline tenía aún el
auricular especial para la falta de audición y podía escuchar a la perfección lo
que decía Magno y la voz en el teléfono que le respondía, y para su desdicha
de verdad era Alex.
-Maldito- susurró Ángel -esto sólo aumentará tu deuda conmigo
Mariangeline se acercó al pie del puente mirando a Magno, con una jeringa
en la mano fijándola en su propio cuello -Tu guerra es conmigo, cobarde- le
dijo sin demostrar ni un resquicio de miedo -Suelta a Alex y enfréntame
porque no voy a huir de ti jamás, infeliz. No vas a perseguirme nunca más en
tu asquerosa y miserable vida.
-Por ese malnacido estás viva y he tenido que perseguirte durante tantos
años, ¿En serio crees que voy a dejarlo ir? Sólo viéndote muerta, solamente si
tengo tu frío y pálido cadáver en mis manos lo dejaré ir, Mariangeline, porque
tú mataste a mi hijo y así haría que tu adorado Alex viva sufriendo lo que yo
voy a sufrir por esto desde hoy.
-Alex es un ángel y tú eres un monstruo, no hay punto de comparación
entre tú y él, imbécil. Él me salvó de la muerte, me devolvió a la vida y me
procuró felicidad a pesar de que yo había perdido todo, ¿Tú que hiciste por tu
hijo? Enviarlo a enamorarme, lo que ni siquiera pudo hacer porque era tan
poco hombre como tú, mandarlo a tenderme una trampa, a mí que ni a los
cinco años te tuve miedo a pesar de que estabas a punto de matarme; lo único
seguro en la misión que le diste a tu hijo era la muerte, pero no la mía, sino la
de él, y ahí está con la cabeza reventada a tus pies. Eres tan buen padre como
inteligente, Magno, enviaste a tu hijo a una muerte segura y llegaste a mí sin
que tenga que buscarte.
-¡Cállate, maldita! y entrégate, o mandaré a que le abran el cuello a tu
amado protector
-Hazlo y yo misma daré fin a tu más cruel anhelo, infeliz- Mariangeline
estuvo a punto de punzarse el cuello con la aguja -El único ser en esta tierra
que me va a matar seré yo misma de ser necesario, pero tú…¡Jamás! Así que
suéltalo ahora mismo o en serio te quedarás sin cumplir tu gran sueño - Magno
la miró con los ojos muy abiertos, tratando en vano de disimular su
nerviosismo
-Hazlo, me ahorras una bala, querida- respondió intentando parecer
tranquilo, pero Mariangeline sabía que ese sádico anhelaba poder hacerla
derramar hasta la última gota de sangre, y sabía que amenazarlo con suicidarse
sería mucho más efectivo que amenazar con matarlo.
-Lo que más has deseado todos estos años es hacerme pedazos, Magno
¿Crees que no lo sé?- le decía para provocarlo, y Alex, que desde el teléfono
en las manos de Magno, escuchaba y veía todo lo que pasaba, se estaba
volviendo loco de angustia por un mal presentimiento al escuchar las duras
palabras de Mariangeline, y se debatía atado en una silla gritando lo más fuerte
que podía a su ángel para que detenga todo eso antes de que fuera tarde. No
podía ni quería creer que Mariangeline le había destrozado el cráneo al hijo de
Magno como lo insinuó, y tampoco quería ni podía ver como su linda e
inofensiva protegida, a quien unas horas antes le había confesado sus
verdaderos sentimientos y había visto llorar desconcertada por eso, estaba
amenazando al hombre más temido del país con suicidarse por hacerlo perder
el gusto de torturarla.
-¡Mariangeline, por favor!¡No juegues así con tu vida!¡Huye, por favor!- le
rogaba Alex a gritos y con los ojos llenos de lágrimas, pero Mariangeline
bloqueó sus sentimientos y se esforzó por no escucharlo
-Sólo teniendo mi cadáver en tus manos liberarás a Alex, y perderás
nuestra guerra ¿Verdad?- preguntó Ángel
-Sí, querida- respondió Magno, seguro que al escuchar a Alex,
Mariangeline no se atrevería a dar fin a su vida, porque sólo escucharlo
bastaba para saber que él no podría vivir sin ella, y sería demasiado cruel de
parte de ella suicidarse, provocándole un dolor tan grande al pobre Alex,
sabiendo cuánto lo amaba y admiraba.
-Escucha a Alex, pequeña- continuó Magno -él prefiere morir por ti a que
tú mueras por él, no sabe que si vives igual voy a matarlos a ambos y muy
lentamente, así que tú decides, o cumples tu promesa de matarme como tanto
lo has jurado y como tanto lo deseas, o salvas a este buen hombre y le pagas tu
vida con tu vida, porque después de todo... él te salvó primero ¿No? y así
también te ahorras el suplicio delicioso que pasó tu querida amiga Kate, en
presencia, por supuesto, de tu protector, porque eso es lo que realmente
quisiera hacer contigo, preciosa- Magno estaba demasiado seguro de que
Mariangeline, al recordar su promesa de venganza, lo que él le había hecho a
Kate y lo que podía hacerle a Alex, no se suicidaría por el deseo tan arraigado
que tenía de hacer justicia, estaba seguro de que la tenía totalmente acorralada
y no tenía pierde en esa guerra. Pasaron eternos segundos mirándose a los ojos
fijamente hasta que Mariangeline clavó la aguja en su cuello y presionó la
jeringa, inyectándose todo el contenido, acabando por fin con ese maldito
infierno y despidiéndose de la persona que más había amado en su vida -
Gracias por todo, Alex, yo también te amo- y después de caer como un
hermoso lirio, cerró los ojos y su cuerpo quedó tendido sobre el césped
mientras el sol se ponía.
-¡Nooo!- gritó Alex, sacudiéndose desesperadamente en la silla donde lo
tenían inmovilizado, viendo desde la pantalla cómo su adorado ángel daba su
último aliento y cerraba sus bellos ojos para no volver a abrirlos, y enloqueció
recordando en un segundo la primera vez que los vio abrirse, trece años atrás,
cuando ella volvió a la vida.
-¡Maldita sea!- exclamó Magno acercándose al cadáver de Mariangeline -
Maldita niña escurridiza, te atreviste a hacerlo...
-Jefe- lo interrumpió desde el celular la chica que tenía capturado a Alex -
¿Qué hacemos con él? ¿Lo liberamos?
-¿Cómo se te ocurre, Morgana? Espera que llegue y lo liberaré yo mismo,
junto con su bello angelito.
Magno esperó a dos de sus mejores hombres para que lo ayuden. Los
fornidos ayudantes echaron agua en todo el césped que estaba manchado de
sangre, haciendo que las huellas del delito de Mariangeline se las lleve el río
que tanto visitaba, por no dejar la sangre de Alejandro tirada por todos lados
arriesgándose a que la policía investigue, y levantaron los dos cadáveres. El de
Alejandro, que derramaba sangre por todas partes, lo metieron con cuidado en
una bolsa y lo guardaron en la maletera, y el de Mariangeline, que estaba aún
tibio y comenzaba a volverse más blanco que el papel, lo llevaron en uno de
los asientos, pues Magno creía que en cualquier momento podía despertar.
Llegaron a la guarida y Magno mandó a poner el cadáver de su hermosa
enemiga en una habitación donde las paredes eran de metal y sólo había una
mesa. Colocaron el pálido cuerpo sin vida sobre la mesa y a los pocos minutos
llevaron al golpeado y ensangrentado Alex para encerrarlo ahí por dos días,
pues Magno creía que Mariangeline iba a despertar y quería asegurarse de que
eso no pasara, pero no se atrevía a cortarle o romperle el cuello a un cadáver y
menos al de ella, que parecía tan sobrenatural.
Cuando arrojaron a Alex dentro de la habitación, el pobre estaba tan débil
y maltratado que cayó de rodillas delante del cuerpo sin vida de Mariangeline,
y cuando la vio sus ojos se inundaron de lágrimas, no podía creer lo que estaba
viendo.
-Ángel- dijo con un hilo de voz -¿Por qué lo hiciste?
Alex rompió en llanto abrazando el cadáver -¿Por qué no me escuchaste?
¿Por qué?¿Por qué? Tenías que obedecerme... salir de ahí...- Alex le hablaba
tomando su rostro con las dos manos, acariciando sus mejillas, sus rizos
dorados, abrazándola, pero ya era tarde, Mariangeline no lo escuchaba.
-Mariangeline...mi ángel...mi niña hermosa...- decía cuando calmaba su
llanto -perdóname...- y volvía a llorar. Alex estaba desconsolado, apenas había
logrado reunir el valor para contarle la verdad ese día, apenas le había dado un
beso, que realmente fue el primero y el último, y no podía creer que ya no
volvería a verla jamás.
-¿Por qué no me dejas degollar su cuerpo sin vida? Así muere dos veces y
ya no podrá despertar de ninguna manera- le decía Morgana, la secuaz que
estaba con Alex durante la videollamada, a Magno, su idolatrado jefe, al otro
lado de su enorme guarida, en la “sala de reuniones”- ¡Porque no!¡Maldita
sea!¿Entendiste?¡Porque yo digo que no y punto! - le respondió Magno
gritando con su voz monstruosa, y Morgana callaba y bajaba la cabeza.
Había muchas cosas que impedían a Magno sucumbir ante el deseo de
cortar el cuello de su enemiga muerta para asegurarse de que esta vez no
regrese a la vida. Ella al suicidarse no sólo salvaba a Alex, también ganaba
una guerra que había peleado toda su vida; evitaba que el ser que más la
amaba, la vea ser violada, torturada y asesinada de las maneras más crueles y
horribles; conseguía por fin la paz que en vida nunca disfrutó; le arrebataba el
gusto de verla soltar una sola lágrima. Mariangeline estaba muerta, pero se fue
como lo que era, el Ángel de la Muerte, una diosa de la venganza, un ser de
otro mundo; no se dejó vencer ni siquiera por sus propios miedos, y Magno,
un asesino que en vez de llorar a su propio hijo, estaba pensando solamente en
ella, reconoció que al ganarle así la guerra no podía hacerle nada al cadáver,
que ya nada sentiría, sino al hombre que ella amaba. Así que lo torturó no
físicamente, sino de forma psicológica, encerrándolo por dos días junto al
cadáver de su adorada niña para que sienta como se enfriaba hasta quedar
helado, para que vea como cambiaba de color y se volvía gris, para que vea
cada rubio cabello perder su brillo y su color, y para que él mismo se desee la
muerte, para que su corazón se haga pedazos y su espíritu se marchite, para
que sus alas queden totalmente quebradas, y no quiera cobrar venganza, para
que lo único que desee sea acabar con su propia vida, para que se vuelva loco
de dolor y Mariangeline, desde donde esté, vea sufrir a su ángel guardián por
su culpa, y para disfrutar del espectáculo de Alex llorándola como si fuera el
ser celestial e inofensivo que creía que era.
Dos días pasó Alex encerrado entre cuatro frías paredes de metal, sin
comida ni agua, abrazado al cadáver helado de su amado ángel, pidiéndole sin
tregua que despierte, llenando su dulce rostro de besos tiernos y lágrimas del
más profundo sufrimiento hasta que Magno estuvo seguro de que ella estaba
muerta y Alex completamente loco de dolor.
Cumplidos los dos días se abrió la puerta del sórdido cuarto y entraron los
mismos tipos fornidos que ayudaron a Magno a levantar los cadáveres de
Alejandro y de Ángel, y golpearon a Alex en la cabeza para aturdirlo. Lo
llevaron al auto de Magno encadenado y amordazado, y también llevaron el
cadáver de la rubia. Alex se desmayó y cuando despertó se encontraba en un
yate, era de madrugada, tenía el cuerpo de Mariangeline encadenado al suyo
espalda con espalda, y las cadenas los unían a dos enormes bloques de metal.
-Adiós, ángel guardián, ella se fue al infierno y tu irás al cielo por buenito,
así que igual me alegro de que te mueras, porque ni así la verás- dijo Magno,
que tenía una copa de champagne en la mano, y al levantarla para “brindar”
sus dos ayudantes lanzaron al agua a Alex encadenado al cadáver de
Mariangeline, y el peso los arrastró hacia el fondo.
El yate se alejó inmediatamente después de arrojarlos al agua. Magno los
había lanzado casi llegando a la desembocadura del río, antes del Gran Puente
que unía la carretera del bosque con la de la ciudad, y esa zona del río se
encontraba terriblemente contaminada, el fondo estaba lleno de basura y
desperdicios de todo tipo, el lugar perfecto para que un par de cadáveres se
atoren y no salgan a la superficie jamás. No contó con que Alex había sido
soldado, y no sólo un soldado, sino el mejor en supervivencia y escapes, y
antes de llegar al fondo logró zafar sus brazos de las cadenas. Alex empezaba
a desesperarse por salir, no había tomado aire suficiente antes de caer, le
quedaba poco tiempo y comenzó a mirar a su alrededor. Encontró un pedazo
de alambre de metal entre los desperdicios que utilizó inmediatamente para
abrir el candado de las cadenas y liberarse.
Alexander Brown salió a la superficie a respirar antes de morir ahogado,
pero al ver como el cuerpo de su hermoso ángel se hundía recordó la primera
vez que la vio, en una situación muy parecida, y no pudo evitar, como aquella
vez, sumergirse de nuevo y nadar lo más rápido posible hacia ella para
salvarla. Tomó en sus brazos el helado cuerpo de Ángel y se impulsó con lo
poco que le quedaba de fuerzas hacia la superficie -Tranquila, mi amor- decía
como si ella lo escuchara -Llegaremos a la orilla e iremos a casa- y así lo hizo,
pero cuando llegó a la orilla Mariangeline seguía muerta, no despertaba
milagrosamente como él aún lo esperaba, y el pobre ángel guardián se dejó
vencer en la orilla, se desmayó abrazado a su amada esperando la muerte para
reunirse con ella en donde quiera que esté, derramando una última lágrima
sobre su pálido y frío rostro. Pasadas unas horas Alex despertó y no encontró
el cadáver junto a él, se había esfumado, pero no pudo ir muy lejos en su
búsqueda antes de volver a desmayarse, sin poder asumir que el cadáver había
sido arrastrado por la corriente de vuelta al fondo. Alex volvió a caer rendido e
hirviendo en fiebre y no despertó en varias horas.

NO TE DEJES VENCER

Cuando Alex despertó no reconocía el lugar en donde estaba. Kate lo
encontró en una playa, rastreándolo con un anillo que nosotras le regalamos, y
que contenía un GPS para casos como este... pero este caso superó para mal
todas nuestras expectativas. Encontramos a Alex ardiendo en fiebre, casi sin
signos vitales, convulsionando y hasta pensamos que no llegaría al hospital.
Lo subimos al auto lo más rápido que pudimos entre Shadie, Kate y yo, y la
pelirroja hizo volar el auto hasta el hospital, ni siquiera una ambulancia
hubiera ido tan rápido, y cuando llegamos pedimos a gritos una camilla y lo
subieron de inmediato a emergencias. Logramos salvarlo pero temíamos lo
peor respecto a Ángel, porque no la encontramos en la playa junto a él. O
Magno aún la tenía o ... no queríamos pensarlo.
- ¿Por qué liberaría a Alex teniendo en sus manos a ambos? - decía Kate,
tratando de hacernos ver una realidad que nosotras no íbamos a poder aceptar -
Si ella estuviera viva ,Magno no hubiera dejado vivo a Alex, menos aún lo
hubiera liberado. tenemos que aceptarlo...
- ¿Aceptarlo? - la interrumpí yo. La sola idea era demasiado insoportable -
¿¡Aceptar qué?!¡Ella no puede estar muerta, Kate!¡Ella es inmortal!¡Deja de
decir estupideces y espera que Alex despierte y nos diga qué fue lo que pasó!
Nos dirá que ella está viva y que escapó a alguna parte... Mariangeline no
puede estar muerta, Mariangeline está viva...
Pasamos dieciocho horas esperando a que estabilicen a Alex, que estaba
pasando por un severo cuadro de neumonía y tenía el cuerpo lleno de golpes y
heridas, algunas infectadas por el agua contaminada en donde fue lanzado. No
podía hablar, el doctor nos prohibió que lo hiciéramos decir una sola palabra,
pero su mirada, las pocas veces que estaba despierto y podíamos verlo, lo
decía todo, nos decía que algo había muerto en él y nosotras en el fondo
sabíamos qué era, aunque no quisiéramos aceptarlo. Fue demasiado difícil
lograr que se recupere estando tan deprimido, pero las chicas y yo le rogamos
que luche, que lo peor ya había pasado, que lo amábamos y necesitábamos
más que a nadie en el mundo. Se quedó en el hospital por dos meses hasta que
su sistema respiratorio se recuperó, pero cuando pudo hablar nos confirmó lo
que tanto temíamos, y nos contó absolutamente todo lo que sucedió,
incluyendo el beso y las confesiones que tuvieron. Alex tenía el corazón
destrozado, y si luchó por sobrevivir fue porque no quería que murieras en
vano, Mariangeline.
¿Qué haremos ahora? La casa está tan gris, hemos perdido la guerra y aún
más que eso, te hemos perdido a ti, ¿Cómo vamos a ayudar a Alex a superar
esto si nosotras estamos hechas pedazos?¿Dónde está el cadáver? Ni siquiera
podremos darte el memorable funeral que merece una diosa como tú, maldita
sea, Mariangeline, maldita la hora. Ni siquiera pude cumplirte la promesa de
morir por ti, lo hubiera preferido. Ahora todo en nuestras vidas se ha llenado
de oscuridad. Shadie está cuidando a Alex como tú lo harías, Kate está
encerrada llorándote, sin fuerzas para nada más, y yo estoy aquí, deshecha, sin
saber qué hacer, cansada de llorar, agotada de tanto sufrimiento que nos da la
vida, pero feliz de que al fin podrás vivir tranquila en tu propio cielo. Estoy
feliz de que al fin gozarás de la paz que no tuviste nunca en este asqueroso
mundo. De que no verás los ataques de pánico que está sufriendo Alex. Que
no verás la terapia a la que debemos someterlo para que deje de sufrir tu
pérdida. No verás que no sabemos que mierda hacer con nuestras vidas y con
el plan, porque si nos vieras te enojarías muchísimo, Ángel. Estoy tan feliz de
que no veas lo derrotadas que estamos. No te juzgamos por haber hecho lo que
hiciste, fue lo mejor, tú jamás bajarías la cabeza. Derrotaste a ese maldito no
dejándote matar por él. Te fuiste como lo que eres, una diosa, el Ángel de la
Muerte, la invencible e imparable Ozriel… y no sabes la falta que nos haces
ahora…
-Ling – es shadie
-¿Qué haremos ahora?
- no lo sé, irnos tal vez…
-¿irnos? ¿Cómo que irnos?
-no lo sé, shadie…
- ¡¿A dónde?!
-¡¡No lo sé!! Shadie, no lo sé… ¡¡No sé qué demonios podemos hacer
ahora sin ella!! ¡no me preguntes a mí porque no sé…!
Shadie me abrazó, también lloraba, y tampoco sabía qué demonios hacer.
Las semanas pasaban, Kate iba y venía de la universidad como un zombie,
sin hablar, sin mirar a nadie, sin saber nada, entraba a la habitación de Alex
una hora al día, estuviera despierto o dormido, y lo observaba, pero se había
vuelto muda, su rostro había palidecido, su cabello se tornaba más oscuro.
Todas nos volvimos fantasmas de nosotras mismas, pero Alex y ella tuvieron
cambios demasiado radicales. Alexander despertaba siempre buscándote entre
sus brazos, llamándote, temblando, y cuando no te encontraba se sacudía
frenético y saltaba de la cama gritando tu nombre, tratando de salir corriendo a
buscarte, prometiéndote que te cuidaría siempre, fue el momento de retribuirle
todo lo que había hecho por nosotras, y lo cuidamos como si fuera el padre
que jamás tuvimos. Alexander Brown nos demostró que contrario a lo que la
vida nos hizo creer, los hombres buenos existen, él nos dio más que todos los
hombres en el mundo juntos, sin esperar absolutamente nada a cambio, y era
tan desesperante no poder hacer nada para que se sintiera mejor, pero perderte
ha sido la peor tragedia de su vida, te amaba tanto, Ángel, que pensamos que,
en cualquier momento, Alex podía hacer una verdadera locura.

MEMORIAS PERDIDAS

Como es la vida que a veces puedes morir antes de encontrar aquello que
has buscado toda la vida.
Fuimos al supermercado donde encontramos a esa pareja extraña, aquella
vez, ese hombre que te quedó mirando completamente desconcertado, y que
cuando buscamos ya no estaba. Saliste corriendo cuando lo viste y me contaste
que los pensamientos en tu cabeza iban demasiado rápido para poder
describirlos o enumerarlos, que eran como miles y miles de disparos, que así
sonaban y se movían, como disparos, y estallaban todos en sangre y gritos.
Todo se te confundía cuando más necesitabas estar lúcida, Ángel, pero eso no
impidió que encontremos algo valioso para ti.
La chica que estaba con ese hombre, me habló cuando me vio en el
supermercado con Shadie. Me tomó del hombro cuando estaba por la sección
de los lácteos y me dio este sorprendente saludo.
- ¿Dónde está Mariangeline? – yo la miré asustada, ¿Cómo era posible que
alguien más supiera tu nombre y peor aún, si estás muerta? Salí del
supermercado para buscar a Shadie, que me estaba esperando en el auto. La
chica me siguió hasta el estacionamiento tratando de detenerme, pidiéndome
que la espere, y me vio darle una señal a Shadows, sin entender qué estaba
haciendo y sin verla. Enseguida me escondí detrás de una camioneta,
movimiento que aprendí de ti, Mariangeline, y ella me perdió de vista en un
segundo, quedando todo en un silencio sepulcral. Avanzó poco a poco
mirando hacia todos lados, buscándome, y de la nada, cuando la tuve al
alcance, salté sobre ella como una fiera y la tumbé contra la pared presionando
su cuello con mi brazo. La chica me miró con destellos de miedo más puro en
sus ojos, y yo con la mirada llena de odio y coraje comencé a interrogarla
- ¿¡Quién eres!?
- Tranquila… por favor…
- ¿De dónde conoces el nombre Mariangeline?
- Por favor, escúchame
- Te escucho
- Yo conocí a Alex cuando salvó a Mariangeline en el pantano, le devolvió
la vida y la protegió con la suya, hace unos meses yo las vi a ustedes con ella,
pero se me perdieron de vista y no pude volverlas a encontrar, tengo algo
importante que decirle a Alex y a Mariangeline ¿Sabes dónde puedo
encontrarlos?
- Es la última vez que lo pregunto – le dije sin soltarle el cuello -¿¡Quién
eres!?
- Soy Evelyn, la enfermera de la pequeña Mariangeline cuando Alexander
Brown la llevó al hospital donde yo trabajaba después de encontrarla
hundiéndose en los pantanos con el cuerpo lleno de balas. Ella estuvo a mi
cargo, la cuidé por meses. Fue increíble ver cómo a pesar de lo frágil que se
veía, y a pesar de no tener ni siquiera sus recuerdos, esa pequeña niña se
aferraba a la vida con una fuerza sobrenatural ¿Cómo está ella? ¿Cómo está
Alex?
Esa mujer te conocía. Habló de ti con tanta seguridad y con tanto cariño
que no podía estar mintiendo, tú me enseñaste a tener olfato de perro para los
engaños y trampas, y ella no podía estar fingiendo. Mis lágrimas escaparon
inevitablemente. Shadie, como siempre, apareció de entre las sombras y se me
acercó sorprendida y preocupada. Solté a Evelyn, dejé de acorralarla y sólo le
sujeté los hombros, y bajé la cabeza para ocultar mi rostro lleno de dolor y
lágrimas.
- Ella ya… no está – le dije ahogándome en llanto. Shadie puso una mano
sobre mi hombro tratando de calmarme. Evelyn estaba desconcertada - ¿Ya no
está? ¿Cómo que ya no está? ¿Qué le pasó? ¿Cómo…?
Shadie se dio cuenta de que Evelyn estaba realmente turbada y sin saber
qué hacer – Oye … ¿Estás bien? - le preguntó
- Necesitaba encontrarla para poder contarle algo muy importante, pero no
sé que tanto sepan ustedes sobre ella … o si sea verdad porque es algo sobre
su…
- ¿Sobre su padre? – dije interrumpiendo a Evelyn, sintiendo que mis
latidos se hacían más fuertes
- Entonces sí lo saben …
- Debes ir a casa con nosotras
Kuan Yin y Shadie llevaron a Evelyn, con los ojos vendados por seguridad,
a la casa donde vivieron tantos momentos importantes con Mariangeline. Kate
estaba en su cuarto encerrada como todas las tardes, y Alex dormía bajo los
efectos de un calmante.
Kuan Yin buscó a Kate en su habitación y le contó lo ocurrido con Evelyn
- Está abajo, solamente Alex podría reconocerla, él nos habló de una
enfermera ¿Lo recuerdas?
- Si… pero ¿Crees que sea ella?
- La descripción que nos dio concuerda perfecto, han pasado años, y es
muy probable que ella sepa algo del padre de Ángel. Despierta a Alex, Kate,
tenemos que averiguar la verdad.
- Alex está con somníferos, ¿Cómo demonios quieres que lo despierte?
- Dale un café bien cargado y dile que Evelyn está aquí, la sola noticia lo
despertará.
Kate preparó el café y fue al cuarto de Alex. Se sentó en su cama y le
acarició el cabello para despertarlo.
- Alex … - le susurró – despierta, por favor…
- ¿Ángel? - preguntó Alex, aturdido y aún con los ojos cerrados.
- No, Alex, soy Kate … por favor, levántate … necesito que veas a una
persona
- ¿A quién, Kate? ¿Es Ángel? ¿Ella está viva? ¿Volvió…?
- No, Alex, no es ella, por favor entiéndelo… - había días como ése, que
Alex se la pasaba durmiendo y cuando despertaba estaba totalmente sumido en
una fantasía, pensando que Mariangeline volvía a casa, por eso Kate prefería
no despertarlo. Desde la muerte de Ángel él perdió la voluntad de seguir
viviendo y algunas veces perdía el sentido de la realidad. Pero Kate lo hacía
volver en sí, contándole una y otra vez lo que pasó, y como siempre la
reacción era igual, Alex lloraba como un niño y repetía que era su culpa, que
él debió cuidarla mejor, que no cumplió su promesa de encontrar a su padre.
- Creo que ahora podrás hacerlo, Alex, y Ángel lo verá desde donde esté
Alex bajó a la sala de estar con Kate y al ver a Evelyn su rostro demacrado
se llenó de sorpresa
- ¿Eres tú? – preguntó él sin poder moverse. Evelyn se levantó del sillón en
donde estaba sentada y lo abrazó. Las chicas al ver las reacciones de ambos
supieron que era verdad lo que ella decía
- Está muerta, Evy, Mariangeline está muerta...
- Lo sé, Alex, lo siento mucho
Evelyn abrazó y dio a Alex palabras de consuelo durante un largo rato pero
luego le contó lo que sospechaba y lo que había sido de su vida desde que él se
llevó del hospital a Mariangeline completamente recuperada.
- Apenas tres días después de que te la llevaste y desaparecieron por
completo, en la noche, volviendo a casa por la carretera, casi atropello a un
hombre… creí que era un vagabundo o algo así, pero me asusté porque tenía la
cabeza, los pies, las rodillas y las manos ensangrentadas. Me bajé del auto para
ayudarlo pensando que lo había matado, pero en realidad ni siquiera lo había
tocado, me pedía ayuda y lo que decía era casi imposible de entender, hablaba
incoherencias… lo llevé a mi casa, tenía miedo de que me culpen por lo herido
que estaba si lo llevaba a un hospital, además tenía que atenderlo lo antes
posible y estaba más cerca de mi casa que del hospital. Lo ayudé, curé sus
heridas lo mejor que pude, y conforme pasaban los días y las semanas me di
cuenta de que realmente no recordaba nada, ni siquiera su propio nombre. Al
pobre hombre le habían roto la cabeza con un objeto contundente y había
perdido la memoria, e incluso por momentos se paralizaba, pero cuando dimos
parte a la policía nadie nos creyó porque él no podía dar una declaración
confiable si había perdido la memoria, nadie nos ayudaba a averiguar la
verdad y no había mucho que una enfermera sola con un paciente de amnesia
severa pudieran hacer, así que decidí que se quedara a vivir conmigo mientras
yo buscaba la forma de ayudarlo a recuperar su vida. Lamentablemente no
podía encontrarte por ningún lado pese a que te buscaba, Alex, pero pude
hacerle terapias para que se recupere y ya no sufra. Lo empecé a llamar
Abraham porque nunca pudo recordar su nombre. Pasaron los años sin que
pudiera saber más de él y la convivencia nos volvía cada vez más cercanos,
nos volvimos familia y confiamos a ciegas el uno del otro. Hace un tiempo
fuimos al supermercado como lo hacemos semanalmente, pero aquella vez nos
encontramos con estas chicas, y entre ellas estaba Mariangeline. Yo no estaba
segura si era ella, pero Abraham cuando la vio se quedó paralizado y empezó a
tener chispazos de lucidez desde ese día. La llamó Abigail cuando la vio y ella
tampoco fue indiferente. Creo, por lo que me contó él, que ella de algún modo
lo reconoció, pero se fue, y después no volvió a verla, yo en ese momento me
había ido a otro lado y me encontré con él en el estacionamiento, pero estaba
en shock y apenas pudo contarme lo que pasó…
- Entonces es muy probable que Abraham… sea Esteban – interrumpió
Alex, helado de la sorpresa. Kuan Yin, Shadie y Kate se miraban entre ellas,
asombradas.
- Sí, Alex, las fechas concuerdan, él prácticamente la reconoció cuando la
vio
- Pero tal vez sólo la confundió con alguien, recuerda que no le dijo su
nombre, le dijo otro...
- Abigail … pero por lo mismo sospecho que hay alguien más a quien
buscar, alguien con ese nombre que algo tuvo que ver con ellos, tal vez era
hermana de Ángel…
- O su mamá – irrumpió Kate, que recordó una vez en que Mariangeline
gritó dormida “mamá… mamá… no te vayas” y cuando despertó describió a
una mujer muy parecida a ella, pero más adulta
- Puede ser su mamá, Alex, aunque ella jamás recordó su nombre, y eso
explicaría que, con la mente revuelta, el tal Abraham le haya dicho eso ¿Saben
cómo solucionaríamos todo esto? – dijo Kate
- ¿Cómo? Si ella ya no está… - agregó Alex, rendido
- Con una prueba de ADN – Kate subió a su habitación y sacó de un lugar
secreto una bolsa sellada que contenía un bello y dorado rizo de cabello.
- Ángel me lo dio hace mucho tiempo, por si encontraban a su padre y ella
no estaba para comprobarlo - explicó Kate a todos - ella sabía los riesgos de su
propia vida, por El Imperio y por la falta de muchos de sus órganos y su
inestable salud. Mariangeline era realista y consciente de que podía irse de
este mundo en cualquier momento. - Kate contuvo las lágrimas que querían
escaparse de sus ojos y siguió hablando - Sólo tenemos que hacer una prueba
de paternidad y sabremos si eres su padre.
Esa misma tarde fueron Alex, Abraham y Evelyn a un laboratorio del
gobierno en donde Alex tenía un contacto que iba a ayudarlo, el proceso fue
bastante rápido y el resultado fue el esperado
- Noventa y nueve por ciento de probabilidades de que seas su padre - dijo
Alex mientras leía - Entonces no te llamas Abraham... te llamas Esteban -
ambos se miraron atónitos, en ese momento era cuando más falta hacía
Mariangeline. Fueron de vuelta a casa de Alex. Esteban aún no podía recordar
su apellido ni su vida cuando tenía una hija, no recordaba bien a la
Mariangeline que vio en el supermercado aquella vez, y le pidió a Kate que le
muestre fotos de su hija, después de contarle el resultado de la prueba de
ADN.
Kate le mostró las pocas fotos que Ángel se había dejado tomar en vida,
desde las más recientes hasta las más antiguas, y cuando llegó a la primera
foto, un retrato en la billetera de Alex de cuando Mariangeline tenía seis años,
Alex inevitablemente comenzó a llorar como un niño, y Esteban le preguntó
por qué:
- Desde que despertó aquella vez, cuando reaccionó del coma, después de
tantas operaciones, después de burlar a la muerte... lo primero que hizo fue
preguntar por su padre... le prometí que lo encontraríamos y que estaría con
ella hasta que eso pase, le juré que la protegería hasta con mi vida, le juré que
volvería a ver a su padre cuando menos lo imagine y... le fallé, Esteban...
- Alex, no digas eso - dijo Kate - tú la protegiste hasta de sí misma las
veces que ella estuvo a punto de rendirse, la cuidaste y amaste
incondicionalmente, no seas injusto contigo mismo - agregó abrazándolo - no
debías evitar su muerte, porque ella lo que hizo fue morir con dignidad en
lugar de dejar que ese malnacido les gane la batalla. Ella te salvó de ser
torturado y de ver cómo la mataban lentamente, fue lo mejor que pudo hacer,
no es tu culpa.
- Ella debió escapar, conocía ese lugar, muchas veces me decía que iba ahí
a pensar y a estar sola, ese bosque ella lo conoce desde que nos mudamos aquí
y yo le dije que huya y me deje, tenía que obedecerme y buscar ayuda, no
hacer lo que hizo…
Esteban comenzó a preguntar detalles sobre la vida de su difunta hija, y
Shadie comenzó a contarle todo lo que sabía desde su muerte hasta lo que
Mariangeline les contó cuando hicieron El Pacto, omitiendo el ritual, los
asesinatos y los planes que tenía con ellas. Le contó sobre el amor infinito que
le tenía Ángel a los animales, sobre lo inteligente, decidida y valiente que era,
le contó que ella era quien las cuidaba cuando Alex no estaba, y que tenía un
corazón de oro y una mente de acero.
- Lo que más deseaba era encontrarte – dijo Alex, llorando, pero Esteban
apenas conseguía recordarla y no sabía cómo reaccionar. No sabía si llorar,
frustrarse, enfurecerse, o simplemente reaccionar como Alex y querer dejarse
morir por haberla perdido. Evelyn los abrazaba y les pedía que pensaran en
todo lo que aún tenían, que no se rindieran y trataran de continuar con sus
vidas, que siguieran luchando por vivir.
- Abraham… Esteban, tú todavía me tienes a mí, y yo te voy a seguir
apoyando en todo, todavía debemos buscar tu apellido, tu historia, debemos
saber si tenías más familiares… y tú, Alex, tienes a estas chicas que te aman y
que dependen de ti, por lo que nos cuentan, Mariangeline ya era una adulta y
tomó su decisión, ahora tienes que dejarla ir y tratar de levantarte.
Esteban guardaba silencio, Alex lloraba desconsolado y repetía aquello que
le había enseñado a Mariangeline que no se debía decir – No puedo – Y volvió
a encerrarse por varias semanas en el mismo estado en el que estaba antes de
que llegara Evelyn.
Esteban fue a casa con Evy y trató de seguir con su vida, visitando
semanalmente a la que fue familia de su hija, tratando de recobrar la memoria,
esforzándose por recordar quién era Abigail, el nombre que le dijo a
Mariangeline cuando la vio en el supermercado, hasta que un día lo logró.
Entre pesadillas y sueños como los que siempre tenía con su hija, el
atormentado Esteban tuvo uno en donde la veía nacer, de una mujer que era
idéntica a ella, su mismo cabello rubio, su mismo rostro de ángel, y en el
sueño la mujer se desmayaba y se volvía polvo después de que les cortaban el
cordón umbilical y él caía de rodillas al ver eso, cargando a su hija en brazos y
gritando con todas sus fuerzas - ¡Abigail! - mientras se oía una explosión y
súbitamente despertó.
- ¡Evelyn! ¡Evelyn! ¡Evelyn! - gritaba Esteban, desesperado
- ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? - Evelyn corrió a la habitación de
Esteban y le sujetó los brazos porque él en su emoción se sacudía
frenéticamente y gritaba:
- ¡Ya sé quién es! ¡Ya sé quién es!
- ¿Quién es quién? ¡Cálmate, por favor, Esteban!
- ¡Es ella! ¡Abigail! ¡Es la madre de mi hija! ¡Abigail era la madre de
Mariangeline! ¡Era mi esposa! ¡Lo recordé! - El perturbado Esteban abrazó
fuertemente a Evelyn con los ojos llenos de lágrimas y el corazón con una
nueva angustia, pues ese sueño le trajo el recuerdo de lo que realmente pasó
con Abigail un mes después de que naciera Mariangeline, y su mayor
sufrimiento era que lo había perdido todo tantos años atrás y recién ahora lo
recordaba y podía llorarlo. Ahora sólo tenía a Evelyn en el mundo, ya no tenía
nada que buscar, ni su propio apellido le resultaba relevante si ya no tenía una
hija con quien compartirlo. Evelyn tuvo que darle un calmante y fue al día
siguiente a contarle ese nuevo descubrimiento a Alex, que seguía sumido en la
más profunda depresión.
Cuando Alex se enteró, no supo cómo reaccionar, pensaba que ya no tenía
tanta importancia, si Mariangeline no estaba para saber todo lo que se estaba
descubriendo sobre su origen, pero al mismo tiempo crecía dentro de él una
sensación abrumadora y terrible, algo que le ennegrecía el corazón y lo llenaba
de un deseo que jamás había tenido. No era justo que, habiendo cuidado tanto
a Mariangeline, habiendo sido ella una niña tan noble y buena, y habiéndole
dicho ella misma, en un arranque de furia años atrás, que debían eliminar a
Magno y a su Imperio, él no tomó la decisión de hacerlo, no tuvo el coraje que
Mariangeline tal vez sí pudo tener, y se lo prohibió a ella por protegerla para
que al final ella misma tuviera que acabar con su vida para evitar una muerte
dolorosa y lenta. No era justo que él le haya enseñado a no vengarse para que
aún así nunca los dejaran en paz y acabaran destruyendo todo lo que año tras
año, él había construido; y si el recuerdo de Esteban era real, el Imperio no
sólo le había quitado a Ángel su vida, sus recuerdos y a su padre, también era
muy probable que le hubieran quitado a su madre cuando ella era una bebé.
Alex se vio al espejo y se dio cuenta que su alma se había resquebrajado y
que era un ángel con las alas rotas, se dio cuenta que si él no paraba al
Imperio, nadie lo haría y su familia jamás estaría a salvo - En cualquier
momento van a venir por Kate, por Kuan o por Shadie, y no voy a permitir que
les suceda lo mismo que a ti, ni nada parecido, se acabó, Ángel, voy a tomarte
la palabra. - Dijo Alex a una foto de Mariangeline.
El Ángel Guardián se levantó, se dio una ducha y se vistió, y ordenó a las
chicas que hicieran lo mismo y se reunieran en la sala de estar para hablar de
un tema que cambiaría sus vidas. Las chicas, extrañadas, obedecieron y al
cabo de un rato bajaron a la sala vestidas con lo primero que encontraron, con
el cabello mojado y sin maquillaje, dejando ver las grandes ojeras y la
delgadez casi cadavérica que la depresión les había provocado.
- He tomado una decisión – dijo Alex, y las chicas se miraron entre ellas
pensando en que se refería a otra mudanza, y Kate, que no estaba dispuesta a
abandonar la casa en donde compartió con Mariangeline sus últimos días, en
donde habían hecho el pacto y donde habían vivido tantas cosas importantes
juntas, lo cortó en seco – Aunque esta casa estuviera en llamas o sobre arena
movediza no pienso irme de aquí, Alexander, así que si piensas que nos
volveremos a mudar para escapar de esos malditos…
- No, Kate, lo que quiero es acabar con ellos y con todo esto de una vez por
todas – dijo Alex sin dejarla terminar de hablar. Las chicas quedaron
estupefactas. Jamás imaginaron que Alex pudiera decirles algo así, habiendo
tratado de enseñarles con tanto esmero a no ser vengativas.
- ¿De qué estás hablando, Alex? - preguntó Shadie
- De que estoy harto de huir y no hacer nada por detener a esos malnacidos
y no veré morir a una más de ustedes por mi falta de decisión. Mi
investigación no ha servido de nada, los policías que realmente quieren hacer
algo son muy pocos y no tienen el rango suficiente para que podamos hacer
algo significativo, en el gobierno hay demasiada gente que está con el Imperio
y los protegen, he perdido a Mariangeline, mi ángel, y no perderé a una de
ustedes otra vez por no hacer nada contra esos bastardos ¿Entendieron?
- ¿Y qué debemos hacer, según tú? ¿Quieres enfrentar tú solo a todo El
Imperio? - dijo Kuan Yin, ironizando el momento en que él le respondió eso a
Ángel cuando ella, estando hospitalizada después de que Kuan la secuestrara y
la llevara ante Magno, le dijo que debían enfrentar al Imperio - Matarlos a
todos – contestó Alexander con un tono escalofriante, correspondiendo a la
ironía de Kuan Yin, y en el fondo, sintiéndose basura por no haber tomado la
decisión antes, pensando que así hubiera podido evitar la muerte de
Mariangeline.
Todo estaba decidido, ya no estaba Ángel pero ahora contaban con Alex,
que tenía experiencia en combate de todo tipo y había sido un gran estratega
de asaltos en el ejército. Mariangeline y todas las personas que habían muerto
por culpa de Magno y su maldito Imperio de terror, serían vengados por el
Ángel Guardián, el Demonio, la Sombra y el Alma Liberada.

EN PEDAZOS

Alex y las chicas trazaron un plan perfecto para dar su último golpe, acabar
por fin con quien les destruyó la vida y vengar la muerte de Mariangeline.
Kate había ubicado a Magno y a su mano derecha Morgana mediante un
enrevesado sistema de redes. Él había salido de la ciudad y estaba a punto de
volver y ella lo esperaba en una escuela abandonada que habían escogido
como guarida un par de días antes, para que él no llegue al mismo lugar de
donde se fue.
Alex esperaría a las chicas en la camioneta a dos cuadras por si necesitaban
ayuda, lo cierto era que querían matar a Magno y a Morgana sin que
Alexander tuviera que enterarse de todo lo que habían hecho juntas, y aunque
al principio no estuvo de acuerdo, él era el único que podía pedir refuerzos
rápido en caso de alguna emergencia.
Las chicas degollaron a los guardias de las entradas principales. Morgana
estaba en una habitación del segundo piso de la casona, esperando alerta la
llegada de su adorado jefe, a quien amaba y odiaba en silencio.
Morgana daba vueltas como leona enjaulada, ansiosa, sabía que su jefe
volvería más obsesionado que nunca en el propósito de buscar a Skater, Ling y
Shadows para acabar con todo de una vez por todas, Magno sabía que esas tres
chicas representaban tanto peligro como en vida lo fue Mariangeline, el Ángel
de la Muerte, porque fue ella quien las entrenó para destruir a Magno y todo lo
que había creado.
- Todo por esa maldita rubia - decía Morgana para ella misma - Ojalá que
arda en el infierno. Debimos hacerla sufrir mucho más - seguía diciendo
enojada, sin darse cuenta de que alguien la acechaba desde la puerta y oía cada
palabra que estaba diciendo, y cuando menos se dio cuenta, esa espía irrumpió
en la habitación.
- ¿Qué te hizo esa rubia para que la odies tanto? - Morgana miró fijamente
a la pelirroja
- Skater Demon- dijo sonriendo con malicia - La bella y sumisa pelirroja,
el juguetito de Magno y sus hombres, ¿Cómo estás, preciosa?
- Lista para matarte - respondió Kate con su tono rebelde habitual, y en
menos de un segundo sacó de la manga de su chaqueta un paralizador eléctrico
que le regaló Alex. Morgana no tuvo tiempo ni siquiera de pensar, cayó al piso
sin sentir su cuerpo pero despierta, viendo como Kate la levantaba y
encadenaba a una silla para empezar el interrogatorio - Ahora vas a hablar,
perra - Le dijo la pelirroja. Un rato después entraron Shadow y Ling. Shad le
inyectó a Morgana una droga a la que llamaba Terror líquido, una sustancia
alucinógena que la hacía vivir sus peores pesadillas. La sustancia no tardó en
hacer efecto y Morgana comenzó a palidecer y temblar. Las chicas iniciaron el
interrogatorio preguntándole su nombre, a lo que ella respondía que se llamaba
Allison, temblando y balbuceando mientras empezaba a tener horribles
visiones.
- ¿Dónde está Magno? - preguntó Ling
- No lo sé - Morgana empezó a temblar con más intensidad, estaba
realmente asustada por efecto del alucinógeno pero más le asustaba traicionar
a Magno. Shadow, comenzó a estresarse al ver los balbuceos y temblores de
Morgana.
- ¿Por qué lo proteges, Morgana? ¿Por qué lo ayudas?- dijo Shadie
tomándola del cuello. Morgana comenzó a llorar desesperada, la habitación se
oscurecía, el suelo se convertía en lodo negro y ella se hundía encadenada a la
silla, mientras sus enemigas, convertidas en monstruos, se reían con voces
cavernosas, se hundía en el lodo hasta el cuello, el aire se le acababa.
- ¡¡Shadows, suéltala!!- dijo Skater apartando a su hermana.
- Me hundo, me hundo, ¡Ayúdenme! - Morgana gritaba como una
desquiciada hasta que Ling le dio una cachetada para sacarla del trance.
Inmediatamente volvió a la realidad y las chicas continuaron interrogándola.
-Te pregunté desde el principio por qué odiabas tanto a la rubia, y aún
estando muerta la sigues odiando - dijo Kate, acercándose tanto a Morgana
que podían sentir el aliento la una de la otra. Se miraron a los ojos durante
unos eternos segundos y luego Morgana respondió fríamente -Porque no había
otra cosa en la mente de Magno que no fuera atrapar a esa perra, él no dormía,
no comía, no respiraba si no era pensando en cómo la torturaría si la
encontraba, y ahora que está muerta Magno sigue pensando en ella, en lo
mucho que hubiera gozado atormentándola de todas las maneras posibles,
mientras que yo lo amo y daría mi vida por él, él está pensando todo el tiempo
en la persona que más lo odiaba en este mundo.
-¿Odias a nuestra hermana muerta por haber sido y seguir siendo la
obsesión de toda la vida del maniático asqueroso de tu jefe?-Preguntó Shadie,
furiosa
-Si ella no lo hubiera retado una y otra vez, si hubiera sido como las otras
niñas....
-Mariangeline era una diosa, nunca fue como las otras niñas, y tú no eres
más que una insignificante esclava, por eso a Magno ni le importas, perra....-
dijo Ling cuando de pronto se escuchó que alguien entraba a lo que parecía
haber sido el jardín delantero de la casona.
Kate se asomó por la ventana sin dejarse ver y efectivamente era Magno
con dos de sus hombres y por lo visto traían un contenedor parecido a una caja
fuerte.
-el interrogatorio terminó, señoritas, hora de seguir con lo nuestro- dijo
Kate. Shadows le acarició el rostro a Morgana diciéndole "A dormir, perra" y
le dio un puñete para desmayarla -¡¡Shadows!!- exclamó Ling quien se
sorprendió muchísimo y no pudo disimularlo -¿Qué?- Preguntó Shadows
tímidamente, pasando de verse furiosa a verse de nuevo tímida -esto no era
parte del plan- dijo Kate -Se suponía que ibas a inyectarle un calmante -
agregó Ling sin reponerse aún de la sorpresa. - Es que en serio esta tipa está
loca, además recordé que cuando inyectas esta droga, si luego inyectas
calmantes puedes dejar idiota al paciente o matarlo, y la idea es matarla pero
no así ¿Verdad?
Las chicas se encogieron de hombros y salieron de la habitación,
preparándose para el siguiente paso: acorralar a Magno. Shadie y Kate se
escondieron en puntos distintos de la casa, Ling amordazó y ató de brazos y
piernas a Morgana, la escondió en el baño de la habitación, y después de
apagar las luces se echó de lado en la improvisada cama que consistía en un
colchón inflable con sábanas y mantas puesto sobre cajas llenas de libros. -
¿Por qué hay tanto silencio en esta casa?- dijo Magno mientras subía la
escalera. Vio la puerta del cuarto de Morgana abierta y la empujó sin tocar,
viendo que su secuaz dormía plácidamente.
-Mi querida Morgana, ¿por qué estás tan cansada?- dijo acariciándole el
cabello con ternura
- Querido Magno- contestó Ling -Estoy cansada como no tienes idea, de ti
y de todo el mal que has hecho.
Las luces se encendieron y Kate apareció detrás de Magno apuntándole a
la cabeza con su pistola al mismo tiempo que Ling se levantó quitándose la
manta de encima y también le apuntó a la cara con su arma.
-Todo terminó, Magno- dijo Kate golpeándole en la cabeza con el arma
para desmayarlo. Las chicas lo bajaron al primer piso y lo metieron a un salón
donde había varias mesas de metal, mesas de tortura que evidentemente,
habían llevado ahí no hacía mucho, era obvio que no eran parte del mobiliario
de la casona, que al parecer alguna vez fue una escuela o una guardería.
Encadenaron a Magno en una de sus propias mesas de tortura. Ling se quedó
vigilándolo mientras Shadie subió por Morgana y Kate dio un recorrido por la
casa para ver que todo esté en orden.
Cuando Shadie entró al baño en donde Ling había encerrado a Morgana,
recibió un golpe igual al que le dio para desmayarla, Morgana se había
desatado y estaba furiosa y asustada porque escuchó como emboscaron a su
adorado jefe. -Ahora tú dormirás, maldita-le dijo a Shadie atándole las manos -
Tú y tus malditas hermanas- Se disponía a bajar y buscar sigilosamente a las
demás cuando Kate se le cruzó y Morgana al verla tomó del cuello a Shadie
desmayada cubriéndose con su cuerpo y con la otra mano le apuntaba a su
rehén con una pistola. Kate recordó cuántas veces habían ensayado los
movimientos para librarse de una situación así, pero en este caso Shadows
estaba inconsciente y obviamente no podía responder a la maniobra, Kate
debía resolverlo sola.
-Morgana- dijo Kate viéndola fijamente- no eres muy diferente a nosotras,
no tienes historia, no recuerdas tu apellido, ¿Verdad?
-Eso no te importa...
-Él es el único culpable de tus desgracias y las nuestras, Allison, por favor,
piensa un poco ¡Escúchame! Estás del lado equivocado, él ha destruido
millones de vidas, no dejes que destruya la tuya también...
-Amo a Magno con toda mi alma, y él va a acabar con ustedes...
Kate ya había logrado distraerla lo suficiente como para tomar el arma con
la que la estaba apuntando y jalarle el brazo fuertemente para hacerla caer y
soltar a Shadows. En un segundo Morgana intentó incorporarse, pero Kate le
golpeó la nuca y volvía a caer una y otra vez en cada intento. Ninguna de las
dos se daba por vencida, Kate la tenía tomada de un brazo con firmeza y la
golpeaba para aturdirla pero Morgana se mantenía de pie como podía
devolviéndole los golpes a la pelirroja hasta q logró soltarse y empezaron a
pelear cuerpo a cuerpo como dos leonas.
Pelearon con todas sus fuerzas hasta que Morgana finalmente hizo que
Kate perdiera el equilibrio y cayera por las escaleras. La tomó del cabello y la
arrastró por la casona hasta el cuarto donde estaba Magno.
-Jefe, lamento la demora.
Magno tenía a Ling en el suelo con las manos atadas a los pies y el rostro
ensangrentado y a Alex amarrado con brazos y piernas abiertas en una especie
de ruleta. Había cuatro ruletas más, todo estaba preparado para que ellos
llegaran y Magno los torture a su antojo. Kate vio a Alex y a Ling horrorizada,
no pensó que atraparían también a Alex, ni que Magno se fuera a librar de sus
ataduras con tanta facilidad, pues cuando salió de ese salón Ling lo tenía
amarrado y desmayado ¿Qué habría pasado?
Resultó ser que Magno tenía otra cómplice igual que Morgana, oculta en el
sótano de la casona y ella logró interceptar la camioneta de Alex apenas la
estacionaron, pero su estrategia era dejar que avancen lo suficiente para
atrapar a todos sin que ninguno escape. Por eso no le dijo nada a su jefe, ella
había instalado todo un sistema de vigilancia el día anterior en cien metros a la
redonda y veía y oía todo lo que pasaba y todo lo que hablaban. Los tenía a
todos vigilados. Fue ella quien liberó a Magno cuando ya lo tenían, golpeó a
Ling y envió a uno de sus sicarios para que capture a Alex, que esperaba
impaciente a sus protegidas en la camioneta listo para buscarlas y desaparecer
del país para siempre. Fue ella quien logró atrapar a todos uno por uno, y
quién llevó a la última integrante que faltaba a los pies de Magno: Shadow.
-Mi hermosa Miranda- dijo Magno a su secuaz cuando le fue entregada
Shadie. -¿Qué haría yo sin ti?- Miranda se acercó a él y se dejó acariciar el
rostro antes de contestarle.-Morirte, talvez, adorado Magno, o buscar una
como yo- respondió ella con ironía.
Ataron a Shadie, Kate y Alex, pero cuando iban a atar a Ling, ella golpeó a
Miranda en la cara y comenzó a pelear con ella y con Morgana, que sin
pensarlo se incorporó a golpear a Ling. Kuan Yin tenía la fuerza y fiereza de
un tigre, en unos minutos tenía casi vencidas a sus dos contrincantes, y cuando
ya estaba por darles el golpe final a cada una, Magno le golpeó la cabeza por
detrás -Es suficiente, querida- dijo Magno, volviendo a su calma habitual, y
Ling perdió el conocimiento. Alex, Kate y Shadie gritaban tratando de
despertarla, pensando lo peor.
-Esto es lo que le pasa a la gente que me traiciona, preciosa- agregó el
despiadado asesino -Tú me traicionaste, yo confiaba en ti y me hubiera
gustado hacerte tan feliz- Magno le dio una patada en el vientre a Ling
mientras Kate y Shadie gritaban a viva voz que la dejara en paz. Alex parecía
rugir de lo furioso que estaba -¡Ya suéltala, Magno! ¡¡Sé hombre por una vez
en tu puta vida!!¿Por qué no peleas conmigo en vez de golpear a una chica que
no puede defenderse?
-Alexander Brown... Mi querido amigo. Tú eres la razón de que estás tres
malditas estén aquí, vivas, haciéndome gastar tiempo que no tengo y
principalmente, eres la razón de que me haya pasado media vida persiguiendo
a la misma persona que me perseguía para asesinarme...
-No la nombres, malnacido... Tú asquerosa y venenosa lengua no merece
mencionar a un ángel.
-¡Un ángel!- Magno reía con descaro -Claro, para ti ella era un ángel- Kate
tembló, el Gran Secreto pendía de un hilo en ese instante-¿Por qué lo era?
¿Que tenía de angelical aparte de su indiscutible belleza celestial, querido
amigo?
-Todo, hasta el más pequeño gesto, hasta la más insignificante palabra que
saliera de sus labios venía del cielo para mí, ella era y siempre será un ángel y
tú, infeliz, acabaste con su vida, con su historia, con sus recuerdos... Ella
nunca volvió a ver a su padre y yo le prometí que la cuidaría hasta con mi vida
y que lo encontraríamos tarde o temprano...
Ella era mi ángel...- Alex lloraba desconsolado, cada vez que cerraba los
ojos podía verla como si ella volviera, más hermosa que nunca, y más fuerte
aún de lo que jamás podría imaginar.
-¡Esto es absolutamente increíble!- exclamó Magno- Te enamoraste de tu
hija adoptiva, Brown, a la que criaste desde los cinco años y le diste tu
apellido, ¡No puedo con esto!- Magno había descubierto el hermoso y extraño
amor de Alex hacia Ángel, el extraño sentimiento que jamás tuvo título, y no
desaprovechó la oportunidad para burlarse de él -¡Y tanto dicen que yo soy el
que está mal de la cabeza!¡Yo soy el monstruo!
-Tú no eres nadie para juzgarnos, maldito- gritó Shadie - No vas a
comparar el amor de Alex con tus juegos enfermos y todo lo que has hecho.
-Tienes razón, preciosa- contestó Magno- además mientras más jóvenes
mejor...¿Verdad, querida?- agregó acariciándole el pecho a Kate, que al
contacto con su piel tembló de furia y miedo, porque en un segundo revivió
todo el terror que vivió de niña en manos de ese y los demás monstruos -¡No
la toques!- gritó Alex sacudiéndose con todas sus fuerzas, queriendo liberarse
de la ruleta donde lo tenían atado. De pronto escucharon un ruido que venía de
afuera de la casa.
Magno se alertó y mandó a Miranda a revisar las cámaras de vigilancia,
ella salió de inmediato y hubo un silencio sordo por largos minutos hasta que
se oyó un grito aterrador. Algo definitivamente andaba mal, Morgana salió
rápidamente del salón, lista para todo, menos para lo que le esperaba. Cuando
volvió al salón cargaba en su espalda la metralleta con que se había armado y
arrastraba el cadáver sin blusa de Miranda, alguien le había sacado los ojos
con un pedazo de vidrio y con el mismo le había dibujado alas de ángel en la
espalda. Magno se estremeció por completo al verla, su cuerpo temblaba y
sudaba frío, sus pupilas se dilataron, su corazón de piedra estaba a punto de
reventarle en el pecho -¿¡Pero qué mierda está pasando aquí!?- exclamó
asustado. La casa fue invadida por el mismo silencio sordo de hacía un
momento, se sentía la muerte en el aire, el fin estaba cerca.
Una voz femenina tétrica, como si fuera la voz de la venganza, resonó en
el ambiente.
-Ahora estás ciego, Magno- Kate, Ling, Shadie y Alex temblaban también,
alguien los había encontrado, alguien también buscaba venganza contra
Magno, podía ser cualquiera, todo el país le temía y odiaba, y ese alguien
llegaba en el momento perfecto, Alex estaba agradecido con Dios, tenía
siquiera una pequeña esperanza de salvar a su familia.
Magno parecía una rata enjaulada y comenzó a gritar al aire enloquecido -
¿¡Quién eres!? ¿¡Qué quieres!?- y la lúgubre voz le contestaba -Soy aquello
que más temes, que más odias y más amas...
-¿¡Quién eres!?
-Tú vida y tú muerte...
-¿¡Que quieres!?
-tu principio y tu final...
Kate reconoció la voz, y en ese instante cayó una bala directo a la frente de
Morgana, que cayó muerta con el cráneo deshaciéndose, junto a Ling, Magno
miraba a todos lados, tratando inútilmente de disimular su miedo. Era de no
creerlo, en la puerta de la habitación, apoyada en el umbral con su sonrisa
irónica, totalmente vestida de azul oscuro, como siempre que iba a matar a
alguien, con su hermoso y radiante cabello suelto sobre los hombros,
Mariangeline regresaba una vez más de la muerte, lista para vengarse por
completo de esa bestia que le había destruido la vida una y otra vez.
-Hola, Maldito.
Alex, Ling, Kate y Shadie la miraban paralizados sin poder creer que fuera
ella.
Magno la miró y respiró hondo, sin saber si sentirse aliviado o más tenso
de lo que ya estaba, e intentando recobrar su apariencia serena y sarcástica.
-¿Cuántas veces en mi vida tengo que matarte, querida?
-Ni una más, infeliz, jamás lo hiciste, ni siquiera lo intentaste, ¿Recuerdas?
No lo hacías tú mismo, pero, aunque lo hubieras hecho, yo siempre voy a
volver, porque soy yo quien va a matarte.
-Siempre has dicho eso y aquí estoy, preciosa
-Esta es la última vez, Magno, de aquí no vas a salir ni vivo ni muerto,
porque cuando acabe contigo ni tus malditas cenizas quedarán en este mundo.
-Bien... Eso es lo que cree la pequeña Mariangeline, el Ángel de la Muerte,
la niña sin memoria.
-Es lo que va a pasar, ¡Y ya cállate, infeliz!- dijo Kate. Mariangeline soltó
a sus hermanas de las mesas donde estaban atadas, pero no soltó a Alex. Todo
había sido calculado minuciosamente, iba a inyectarle un sedante, de otra
forma no podría llevar a cabo su venganza como deseaba, Alexander jamás lo
hubiera permitido.
-Kate- habló Mariangeline -Ya sabes qué hacer.
Kate salió del salón con Shadie a vigilar toda la casa y los alrededores,
asegurándose de que nada ni nadie pueda impedir que se cumpla el plan a la
perfección.
Alex se agitaba desesperado, intentando escapar. Apenas podía creer que
delante de sus ojos estaba Mariangeline, su amado ángel, viva y
completamente sana, pero su alegría se volvió una tortuosa angustia al
instante, Magno estaba a un paso de distancia de ella y eso representaba un
peligro inminente, no solo para ella, sino también para las chicas, aunque
estuvieran libres, pero estaba aún más asustado porque algo no cuadraba, la
Mariangeline que tenía enfrente no era la misma que siempre había sido, esa
oscuridad que siempre había percibido en ella ahora se notaba hasta en el
ambiente. Alex presentía que su bello ángel planeaba algo realmente terrible, y
lo que más le intrigaba, obviamente, era cómo había vuelto de la muerte una
vez más, más fuerte y más hermosa que nunca.
-Ángel ¿Cómo estás viva? – Ozriel se congeló por un segundo al oír esa
dulce y amada voz, se volvió a mirarlo con los ojos inundados de amor y
lágrimas. -Hola, mi amor- le dijo ella acercándose a acariciarle la cara y
besarlo. – todo va a terminar pronto, mi amado Alex, y al fin vamos a ser
felices, te lo prometo…
-Ángel…No!!
Son extrañas las cosas que pueden suceder en un segundo. Uno tarda
varios años en asimilar cuando en un simple segundo le cambia la vida para
bien o para mal. El tiempo siempre juega en nuestra contra, es imposible
detenerlo, y muy difícil creer lo rápido que pasa y que puede tergiversar el
destino de una o de muchas personas.
Mariangeline se había acercado a darle un beso a Alex después de más de
medio año sin saber de él ni él de ella, después de medio año sin haberlo
tenido cerca ni una sola vez, después de medio año de haber estado muerta.
Todo había sido estrictamente calculado menos ese instante. Ese crudo
instante en que Ángel y Alex se daban su primer beso después de la muerte y
Magno aprovechó para tomar un arma y apuntarles a los dos al mismo tiempo.
Alex y Mariangeline se miraron fijamente pero no sintieron la bala en sus
cuerpos. Pasaron unos segundos y Alex vio detrás de su ángel los oscuros y
rasgados ojitos de Ling mirándolos a ambos y presionándose la herida de bala
que recibió por ellos. Mariangeline se volvió y al verla sus ojos no pudieron
contener más el llanto, ni sus manos pudieron detener el impulso de odio,
tomó su arma y le disparó en la mano armada a Magno, quien con el impacto
cayó lejos de ellas, desarmado, sangrando, con lo que le quedaba de mano
hecho pedazos, chillando como un cerdo a punto de morir, completamente
desesperado. Mariangeline tomó a Ling en sus brazos, el aliento se le cortaba.
No quería ni podía creerlo
-Ling…
-Gracias, Ángel
-No, Ling, no…
-Gracias por darme la oportunidad de vivir contigo y morir por ti…
-No, Ling, por favor, resiste…
- te amo y me voy feliz, gracias…Mariangeline
Ling cerró los ojos con una sonrisa de paz, como si al fin la hubiera
conseguido, pues se fue cumpliéndole a Mariangeline la promesa de lealtad
que le hizo hacia tanto tiempo. Ángel abrazó el cadáver de su hermana por
unos segundos, pero sin perder de vista a Magno, que se retorcía de dolor
como un gusano en el suelo, luego la puso en un rincón del salón donde no le
pasara nada y se acercó a su enemigo con paso firme y amenazante.
-Más hubieras ganado pegándote tú mismo ese tiro, ahora vas a morir
como lo que eres, maldito, UN MONSTRUO.
Mariangeline levantó a Magno con todas sus fuerzas y lo ató en la ruleta
donde había estado Kate, una que estaba frente a frente con Alex.
-Ángel ¿Qué es lo que piensas hacer con él? – preguntaba Alex agitado.
-Tranquilo, cariño, nada que él no merezca.
Al ver que Magno podía desangrarse antes de tiempo por la mano
destrozada, Ángel le hizo un torniquete en ella. Deseaba torturarlo lentamente
y no quería dejarlo morir antes de tiempo.
Con la mano vendada y el sadismo arraigado, acostumbrado al dolor,
Magno se calmó repentinamente y empezó a jugar de nuevo con la mente de
Mariangeline.
-Así que ustedes… se aman mucho…verdad? ¿te enamoraste de tu hija
adoptiva, Alex? ¿Y el monstruo soy yo? ¿soy yo quien anda mal de la cabeza?
-¡ya cállate, infeliz! – Ángel le puso un cuchillo en el cuello a su enemigo,
quería mantenerlo callado mientras preparaba las conexiones eléctricas para
torturarlo con descargas.
-yo creo que tu preciosa angelita se resiste a morirse virgen, y por eso
vuelve una y otra vez… como una maldita cucaracha que pisas y envenenas y
se resiste a morir, viene por ti, para no morirse aburrida y purita
- ¡cállate, basura! – gritó Alex
-por cierto, Dark Ángel, ¿Cuándo planeabas contarle la verdad a tu amado
salvador?
- ¿Ahora de qué estás hablando, infeliz?
- ay, ¡vamos! Deja de fingir que lo has olvidado
-Por tu culpa olvidé toda mi historia, hasta mi propio apellido, ¿de que
verdad estás hablando?
- Finges haberlo olvidado. Ella no es un ángel, querido Alex, de ángel solo
tiene el nombre y la apariencia, pero en realidad ella es igual o más
monstruosa de lo que yo les parezco. ¿O me vas a decir que has olvidado aquel
día, preciosa?
- ¡¿Qué día, desgraciado?! – Mariangeline le puso una navaja en el cuello a
Magno.
- ¡ángel! - exclamó, Alex asustado de ver tan furiosa y fuera de sí a una
niña que siempre había considerado un ser celestial y puro. Magno le susurró
al oído a Dark Ángel – el día en que te convertiste en asesina… a tus cinco
añitos, Mariangeline Vogel
Su voz burlona y silenciosa, escuchar al fin su nombre completo diciéndole
esto y los recuerdos borrosos de sus pesadillas le trajeron de golpe el momento
más horrible y angustioso de su vida: Balas, sangre, gritos, cadáveres, el arma,
esa pequeña arma con la que intentó devolverle un disparo, uno solo de las
decenas de disparos que ella recibió y que casi la matan, pero que acabó con la
vida de una de las personas más nobles que había conocido en su vida.
-Walter…- dijo Angeline, paralizada, con un hilo de voz
-Walter Brown, tu primer muerto, Dark Ángel, con cinco añitos de edad,
una pequeña niña…y ya una asesina, y tu muertito era el padre del hombre que
más amas y al que más le debes en tu vida
-Mariangeline- Alex la miraba desconcertado, temblando, con lágrimas en
los ojos pero ella no se movía, sólo lo miraba con una profunda angustia y una
desgarradora tristeza.
-Mariangeline ¿Tú mataste a mi padre?
-Alex, yo…
-Todo este tiempo buscándolo…
-Alex, por favor, escúchame…
-¡¡Contéstame!!- por primera vez en muchos años Alex le gritó a
Mariangeline, pero esta vez lo hizo con tanto odio, coraje y miedo que las
paredes del recinto vibraron y Ángel no pudo contener más el llanto.
-Quiso matarme a mí, pero como ella misma estaba medio muerta y era
apenas una mocosa, no apuntó bien, y bueno, hay que decirlo, Walter tampoco
la ayudó mucho, se le puso en medio, porque si no…
-Ahora mismo estarías muerto, infeliz, pero yo misma arreglaré eso-
Angeline temblaba de ira.
-Tú lo sabías- le dijo Alex llorando furioso – lo recordabas y jamás me lo
dijiste. Y yo como un imbécil pidiéndote que me ayudes a buscarlo. Fuiste tú
quien lo mató, no este maldito.
- no fue así… yo no quería, Alex, fue un accidente, yo no lo recordaba…
-¿¡Cómo pudiste ocultarme que lo recordabas!? ¿¡Cómo puedes vivir
contigo misma siendo tan monstruosa!?
Mariangeline sintió un golpe en el corazón, escuchar la voz de quien más
amaba diciéndole lo monstruosa que era destruyó todo en ella
-Eres una asesina, Mariangeline- habló Magno para provocarla, pero ella
ya no pudo más y le gritó que se callara, gritó tan fuerte que luego solo se oyó
un silencio tenso y sordo. Su grito furioso sonó tan sobrenatural que logró
asustar a Magno, y éste se quedó mudo observándola. Mariangeline sacó de su
bolso una jeringa y se acercó a Alex
- ¿Qué haces? ¿Qué me vas a hacer?
-no te voy a hacer daño. todo esto terminará pronto, mi amor. Yo no quise
matar a Walter, lo amaba como si fuera mi abuelo, él amaba a mi papá como a
un hijo y a mí como a su nieta, quería dispararle a Magno para que ya no
hiciera daño a más personas, pero Walter se me atravesó queriendo impedir
que yo mate y el disparo le dio a él, lo recordaba, pero siempre creyendo que
era sólo una pesadilla, por eso jamás te lo conté, además no recordaba que
también se apellidaba Brown, nunca se me ocurrió que podrías tener algo que
ver con él. Todo esto terminará pronto, mi amor, y podremos vivir en paz y ser
felices… te amo y espero que puedas perdonarme. – Mariangeline inyectó a
Alex todo el contenido de la jeringa que aún tenía en la mano, era un sedante.
Dark Ángel se secó la última lágrima, esperando que su amado Alexander
se durmiera, pensando en lo mucho que lo amaba, sintiéndose deshecha por el
daño que le había hecho. Pero el calmante que le puso tardaba casi media hora
en hacer efecto, y ella ya no podía esperar un segundo más. Mariangeline miró
con frialdad a su víctima.
-Te llegó la hora, maldito -sonrió ella con los ojos brillantes de odio y
venganza – Vas a pagar con nueve cuchillos, todo lo que me has hecho, y sólo
si fallo te perdonaré tus culpas…claro… las que aún no hayas pagado. –
Mariangeline activó un dispositivo que hizo girar la ruleta de Magno, y se
alejó para poder lanzarle los nueve cuchillos. Kate y Shadie seguían vigilando
afuera, asegurándose de que nada interrumpa el plan. Magno comenzó a gritar
y gemir por el mareo, pero también a burlarse - esto puede ser muy divertido,
querida -
-Primer golpe, asesinaste a mi madre cuando yo era una bebé que nada te
había hecho.
Mariangeline lanzó el cuchillo y éste cayó en una mano del infeliz
atravesándola y se oyó en todo el recinto un grito de dolor.
-Segundo golpe – Mariangeline deshojó unos libros y metió las hojas
arrancadas en un pequeño barril de lata que encontró en el patio le echó todo
el perfume de su bolso y prendió fuego en él. Metió en el fuego la hoja del
siguiente cuchillo hasta que estuvo al rojo, pero Alex, aunque ya estaba un
poco ido, la gritó de nuevo, furioso – ¡Ya basta, Mariangeline! – Ella lo miró,
se dio cuenta de lo poco que faltaba para que al fin hiciera efecto el sedante, se
acercó y lo besó con la mirada triste.
- Ya no me puedo detener, mi amor, hasta que todo acabe
- Por favor, si me amas…
- Te amo, ni volviendo mil veces de la muerte acabaré de decirte cuánto,
pero ensuciarme de la sangre de este infeliz es el único modo de limpiar el
mundo. El modo en que va a morir es el modo más cercano al sufrimiento que
realmente merece este maldito por todo el daño que ha hecho.
- Tú no tienes por qué cargar con eso
- No, pero yo decido… ¡Decido hacerlo! y nada me hará cambiar mi
decisión. - Dark Ángel volvió a su posición para continuar el suplicio de
Magno
-Segundo golpe: las balas que nos disparaste a mis profesoras, a Ivanna y a
mí, cuando irrumpiste en nuestra escuela en un tranquilo día de clases, Cuando
creíste que con balas ibas a acabar conmigo. Querido Magno, ¿No te das
cuenta? Ése fue el principio de tu fin. – Ángel lanzó el cuchillo al rojo vivo y
le dio en la rodilla mientras la ruleta seguía girando, Magno vomitó al
momento de gritar, esparciéndose su vómito en el suelo y en su propio cuerpo
ensangrentado.
- ¡Maldita seas, Dark Ángel! – gritó Magno
- ¡Tú eres el maldito! Y como un maldito morirás…
-Angeline, por favor, detente…-gritó Alex, luchando contra el efecto del
calmante, poniendo todas sus fuerzas para no cerrar los ojos y sumirse en el
sueño profundo que le esperaba. Le desesperaba demasiado ver ese lado de su
ángel que jamás se permitió conocer, ese lado cruel y salvaje, su lado más
oscuro, lo que nunca quiso ver, pues él siempre quiso pensar que ella era una
niña buena, nunca quiso escucharla cuando ella le decía que había que acabar
con Magno, quiso siempre volverla un verdadero ángel.
-No me voy a detener, Alexander. Ahora más que nunca tengo claro por
qué debo matarlo, voy a enumerar cada golpe que me ha dado este infeliz y se
los voy a devolver todos. ¡Tercer golpe! – Ángel puso el siguiente cuchillo en
el fuego – De todo lo que he hecho soy culpable, yo lo decidí, soy causa y
efecto de mis decisiones, excepto de mi primer muerto, ¿Verdad, querido
Magno?
- eres una asesina, angelita – dijo Magno desde su ruleta -mataste a
Walter… eres una asesina igual que yo
- ¡No me vuelvas a comparar contigo! – Mariangeline lanzó el tercer
cuchillo y le dio justo en el brazo. Magno gritaba y vomitaba, pero seguía
burlándose de ella. Ángel se hartó, detuvo la ruleta y le prendió unas pinzas
con cables para electrocutarlo
- Electroshocks, tu juego favorito ¿Verdad, querido Magno?
- ¡Maldita perra! ¡no te atreverías!
- ¿Crees que no? No me atrevería si dijeras la verdad – Ozriel subió la
palanca de la electricidad y Magno comenzó a sacudirse frenéticamente, lo
dejó así por largos segundos y luego bajó la palanca para que su enemigo
confiese la verdad
- ¡Mataste a Walter! ¡Esa es la verdad! – dijo Magno, quien al parecer
amaba sufrir torturas inimaginables. Mariangeline volvió a subir la palanca y
le hablaba mientras el recibía la gran descarga – Di exactamente cómo pasaron
las cosas, o no dejarás de sufrir, malnacido – le gritaba Ángel.
- ¡Mariangeline! Interrumpió Alex pero ella de inmediato le contestó -
¡Tienes que oír de su propia boca cómo sucedieron las cosas y podrás entender
por qué hago todo esto! ¡yo no quería matar a Walter, Alexander, él era como
mi abuelo, me cuidaba y me protegía, yo lo amaba! – Mariangeline bajó la
palanca - Me aferré a la idea de que todo había sido una pesadilla, jamás fue
mi intención engañarte, y este maldito tiene que confesártelo ¡y lo hará,
aunque tenga que desmembrarlo!
- ¡No! ¡Ya basta! ¡Brown, ella está diciendo la verdad, no quería matar a
Walter, me quería matar a mí- Mariangeline lo miró sorprendida, Magno
estaba confesando, y logró hacerlo antes del siguiente electroshock
- yo le había lanzado una pistola para retarla a que me mate y como no lo
hizo le di a mis hombres la orden de matarlas a ella, a su amiga y a sus
profesoras… no sé cómo con tantas balas pudo mantenerse en pie pero lo hizo,
cuando creí que estaba cayendo en realidad se estaba agachando a recoger la
pistola para dispararme, me hubiera matado, pero Walter se le atravesó,
supongo que al igual que tú no quería ver a esa pequeña niña manchándose las
manos con un maldito bastardo como yo… el disparo le cayó a tu padre en la
boca, murió al instante, y ella cayó sobre el cadáver de sus profesoras y su
amiga… jamás había visto algo así, sabía que esa niña era una maldita
amenaza para mis planes y para mi vida.
- Ahora dinos ... ¿Qué fue lo que hiciste con mi papá? Sé que él estuvo ahí,
lo recuerdo perfectamente… ¿Qué hiciste con él?
- Tu papá llegó mientras tú me retabas… mis hombres lo aturdieron con un
golpe en la cabeza cuando se metió, lo llevamos hasta el pantano donde te
dejamos a ti y a Walter, pero él seguía vivo y alguien se acercaba, teníamos
que salir rápido del pantano para no dejar nuestro pozo de muertos al
descubierto, lo llevamos lejos…
- ¿A dónde?
- ¡Ya no importa!- exclamó Alex, y le pidió a Ángel que se acerque para
explicarle algo importante, y cuando lo hizo, Mariangeline se puso pálida.
Magno no escuchó lo que le dijo Alex a la rubia pero comenzó a reír.
-Todo fue aquí ¿No te has dado cuenta?- se burló
- ¿Ahora de qué rayos hablas?
- Mira dónde estás parada, Ozriel, aquí fue donde te convertiste en lo que
ahora eres…
Mariangeline miró a su alrededor, vio las paredes con dibujos desteñidos
de niños, banderas, animalitos, vio el pizarrón a un lado, le vio el sentido a que
hubiera tantos libros por todas partes, era la escuela donde Walter la había
acogido, donde tuvo su primera amiga, sus primeras maestras…y su primera
muerte. Mariangeline se sintió desfallecer.
-Qué buen lugar escogiste para morirte, maldito- dijo ella
-Por favor, ¡Ya basta!- interrumpió Alexander - Ángel, tú no eres así, tú
eres esa niña pequeña y frágil que casi muere en el pantano y que Dios me
permitió encontrar y ayudar, tú eres mi ángel… mi ángel hermoso- Ángel se le
acercó e inclinó su rostro sobre el de su amado.
-Perdóname, Alex– dijo –yo amaba a Walter como si fuera de mi sangre, y
sé cuánto anhelaba volver a verte, él realmente te amaba y hubiera dado su
vida por ti; te amo, tú eres mi ángel, te debo mi vida…– Ángel le vendó los
ojos a Alex para que ya no pueda resistirse más al efecto del sedante, pues eso
podría haberle provocado un daño irreversible.
- cuarto golpe – gritó mientras activaba la ruleta de Magno para que
volviera a girar, y colocaba el siguiente cuchillo en el fuego.
- No…
- La desaparición de mi padre, y todos los años de su ausencia
Mariangeline lanzó otro cuchillo al rojo vivo y cayó muy cerca de la
clavícula de Magno. La voz del infeliz iba cambiando con cada grito, se le
estaba desgarraba la garganta de tanto gritar.
-Quinto golpe: mi amnesia y las noches de infinitas pesadillas por todo lo
que me hiciste pasar
-¡ya basta, por favor! ¡detente!
-Sexto golpe: lo que le hiciste a Kate siendo una niña inocente. Tú y cada
uno de los desgraciados que trabajaban para ti, infeliz. – Mariangeline lanzó el
cuchillo directo a los genitales de Magno, que al impacto soltó toda su voz en
ese último grito.
-ya casi acabamos, querido, no te vayas a morir aún… si yo aguante
cuarenta balas a los cinco años, tú puedes aguantar diez cuchillos. – Magno ya
no podía hablar, su voz ya no se oía, tantos gritos acabaron con sus cuerdas
vocales, con su sarcasmo, y al parecer hasta ese momento, con su orgullo.
-Séptimo golpe: la masacre en casa de Shadows, en un día tranquilo y feliz,
cuando ella tampoco te había hecho nada. Destruiste su vida igual que las
vidas de miles de personas, malnacido – el cuchillo cayó entre sus costillas y
al no poder gritar Magno solo se trataba de sacudir inútilmente. Mariangeline
lanzó el octavo cuchillo con un furioso grito similar al feroz rugido de una
leona, y éste cayó muy cerca del estómago de su moribunda víctima, pero ella
había estudiado desde hacía años los puntos precisos en donde podía herirlo
sin matarlo, para que así la tortura sea larga y sumamente dolorosa.
- Este octavo cuchillo fue por Slowy, mi compañera fiel, mi heroína, el ser
más noble y puro que existió jamás y el noveno… no te lo voy a lanzar,
infeliz, tú ya no tienes escape.
Mariangeline se acercó de nuevo a Alex para quitarle la venda de los ojos
y asegurarse de que estuviera dormido. Cuando lo comprobó, le dio un beso
profundo y triste, y le volvió a vendar los ojos para que no pudiera despertar -
Duerme, mi amor. Cuando despiertes toda esta pesadilla habrá terminado y al
fin conoceré la paz.
Magno deseaba morir antes de tiempo para poder ganarle la última batalla
a DarkAngel y no darle el gusto de matarlo, sabía que lo peor estaba por venir
en manos de esa niña a la que en el fondo siempre le tuvo pavor.
El Ángel de la Muerte puso en el fuego su último cuchillo, el noveno, y al
fin se quitó los guantes, descubriendo sus manos tan blancas como la leche y
sus uñas largas y en punta como las de una fiera.
-Jamás te voy a perdonar esto, maldita – dijo Magno con lo poco que le
quedaba de sí mismo; ella lo escuchó y se volvió para mirarlo. Sus ojos azules
y llenos de odio hicieron que Magno se estremeciera en un intenso y mortal
escalofrío, como si la mirada de Mariangeline hubiera sido otro cuchillo -
¿Quién te pide perdón, rata? Todo lo que te toca ahora es conocer el infierno y
pedir perdón tú por todo el daño que has hecho – sacó el cuchillo del fuego y
se acercó lentamente como una bella leona al acecho, mirando a los ojos al
pobre diablo que temblaba atado a la ruleta ya detenida y reclinada
ligeramente.
-No sabes cómo voy a disfrutar este momento, Magno
Mariangeline le clavó el cuchillo en el ojo izquierdo y fue bajándolo
lentamente cortándole la cara mientras él chillaba como un cerdo, sin poder
moverse. Siguió el recorrido del cuchillo a partir del pecho, lejos del corazón y
del cuello para no apresurar su muerte, abriéndolo en canal como se diseca una
rana en una clase de ciencias, hasta llegar a la zona genital, en donde ya tenía
uno de los nueve cuchillos atravesado.
-Mírate, Magno – se burló ella, sacando un espejo de su bolso y
mostrándole a Magno su horrendo reflejo – y con lo hermoso que eras,
¿verdad? Es una pena – Magno se miraba horrorizado pero tratando de
mantener su odio por ella, haciendo el intento de que ella no lo vea rendido –
Pídeme perdón y te doy el tiro de gracia – dijo ella limpiándose las manos con
un pañuelo y acomodándose el cabello de lo más relajada, pero Magno se
resistía a humillarse delante de ella, y solo esperaba desangrarse y morir sin
pedirle perdón, era cuestión de minutos, aunque su sangre no goteaba como lo
esperaba, se había vuelto espesa como melaza, no se había dado cuenta de que
ella misma le había inyectado un coagulante, todo para prolongar su agonía y
evitar que se desangre en tiempo normal, pero nada le importaba, él jamás iba
a pedirle perdón a Mariangeline
- ¡Perra maldita! ¡Mereces todo lo que te hice y más! ¡También te hubiera
hecho lo que le hice a la pelirroja! ¡Te hubiera encantado, angelito… como le
encantó a Katie…
-¡¡Cállate, cerdo maldito!! – Mariangeline le abrió la herida del pecho con
sus propias uñas y le arrancó los órganos con sus propias manos, totalmente
fuera de sí, enloquecida, furiosa; tiró de sus entrañas a más no poder, era
increíble, por unos minutos se volvió por completo un demonio. Magno ya
nada podía hacer, sólo veía a esa hermosa y salvaje chica que lo destripaba con
sus propias uñas de una manera tan salvaje que parecía irreal, y le gritaba con
una voz diabólica que ya no era para nada similar a su verdadera voz -
¡Bastardo! ¡malnacido! ¡Voy a matarte! ¡Vas a morir mil veces y mil veces
más! ¡Esto es por Ling! ¡por Kate! ¡Por Shadie! ¡Por Alex! ¡Por todos y por
todo! ¡Muérete, infeliz! ¡Muérete!
La escena final era inconcebible, el cabello rubio, la ropa celeste y las
blancas manos del Ángel de la Muerte se habían teñido de rojo, el suelo entero
se había inundado de sangre y vísceras. Mariangeline reaccionó y vio todo lo
que había hecho. Los oídos le zumbaban y las manos le temblaban. Comenzó
a abrir y cerrar los ojos intentando despertar de esa horrible pesadilla
preguntándose una y otra vez - ¿Qué he hecho? – se tapaba los oídos con las
manos y cerraba y abría los ojos, pero no despertaba en una realidad distinta,
seguía atrapada ahí.
De pronto escuchó las voces de Kate y Shadie entrando de nuevo a la casa,
habían tenido que matar a los refuerzos de Magno que llegaron justo cuando
ellas estaban saliendo a vigilar, y hubieran podido matarlas a todas y salvar a
Magno,
Las chicas entraron a la habitación y se encontraron con la escena más
aterradora de sus vidas: Magno atado a la ruleta reclinada con medio rostro
desfigurado, con todo el torso abierto en canal y los órganos internos
esparcidos por el suelo, Alex desmayado (aparentemente muerto) en la otra
ruleta, Ling huá sin vida y llena de sangre tirada en el piso y por último
Mariangeline llorando paralizada, cubriéndose los oídos con sus manos
ensangrentadas y carne entre sus uñas.
- ¡¿Pero qué demonios pasó aquí?! – gritó Shadows, mientras Kate se
acercó corriendo a Mariangeline para ayudarla a volver en sí - ¿Ángel?
Mírame… mírame, por favor, mírame a los ojos ¡Mariangeline, reacciona! –
Kate la tomó de la cara a dos manos y la agitaba para hacerla reaccionar, pero
Mariangeline estaba congelada, luchando con su propia mente para no borrar
ese recuerdo como lo había hecho con tantos otros.
- Lo maté, Kate … lo destripé con mis propias manos
- Tranquila, cariño, aquí estoy, ¡estás viva!, estoy contigo… vamos a salir
de esta, por favor, abrázame y cálmate. Shadows, ayuda a Ling….
- Skater… - Shadows estaba arrodillada junto a Ling y miró a Kate sin
decir una palabra, pues su mirada lo dijo todo, nada podían hacer por ella – Es
demasiado tarde para ella – dijo Shadie
- No, no puede ser… Ling… ¿Qué fue lo que pasó, Ángel?
- Él intentó matarnos… a mí y a Alex… ella se metió y lo impidió… nos
salvó a los dos – Mariangeline hablaba en susurros, su voz se había dañado
muchísimo con los rugidos que dio al matar a Magno, y seguía fuera de sí. –
Pero vengué su muerte – continuó susurrando – vengué la muerte de Ling y de
todas las personas que hemos perdido por culpa de Magno- Ángel sonreía y
lloraba al mismo tiempo, Kate y Shadie la miraban asustadas, jamás la habían
visto ni imaginado así – ni siquiera se arrepintió, Kate, no pidió perdón, no se
arrepintió… por eso lo destripé…
- Tranquila, Ángel, estamos contigo, cálmate – dijo Kate abrazándola
- Tenemos que limpiar todo esto y largarnos, Kate, no tenemos mucho
tiempo – dijo Shadie desatando a Alex, que seguía desmayado.
- ¿Qué haremos ahora? ¿Qué vamos a hacer? – preguntó Mariangeline,
volviéndose la niña temerosa y frágil que en realidad jamás fue.
- Renacer como siempre lo hemos hecho, Mariangeline.
Las chicas se llevaron a Alex inconsciente y el cuerpo de Ling en la
camioneta. Como era imposible limpiar toda esa carnicería decidieron
incendiar el lugar y borrar todas sus huellas.
El fuego fue tan brutal e imparable que como Mariangeline se lo había
prometido a Magno, no quedaron en el mundo ni siquiera sus cenizas, y ni la
policía ni los agentes de gobierno pudieron comprobar quiénes fueron los
responsables de esa salvaje matanza. No tenían a quién culpar ni lo tuvieron
jamás, pero el mundo sabía que el Imperio al fin había acabado, y que el terror
al fin había llegado a su fin.
Mariangeline volvió a encontrarse con su padre y toda la familia tuvo que
desaparecer del país para no volver jamás, y aunque recuperó todo cuanto
había buscado, y obtuvo una nueva y hermosa familia, toda la venganza, el
dolor, las alegrías, el amor, eran y serán siempre parte de las memorias del
ángel de la muerte.

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