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TRACK 1

“MI NOMBRE ES JUDE STONE”

Me llamo Matthew Williams y les contaré cómo en el año 2009 me convertí

en la estrella musical más grande de la década; cómo llegue a ser lo que para

muchos no es más que un sueño, cómo el mundo creyó que morí y qué fue lo que

pasó en realidad.

Nací en Baltimore, Maryland, en los Estados Unidos de América, el 24 de

Mayo de 1988, crecí en S. Hanover St. #708. Soy el tercer hijo de una familia de

seis: papá, mamá, mis hermanos mayores, Gregory y Cecil, mi hermano menor,

Carl, y yo en medio. De niños, todos éramos ligeramente parecidos y cuando

estábamos juntos, no había duda de que éramos hermanos. Sin embargo, ellos eran

de tono más claro y de ojos de color, mientras que yo era más moreno de piel y de

ojos color café. Supongo que los genes de papá fueron los dominantes para mí.

Mi madre, Cassandra Stone, era una mujer blanca como el gis y la recuerdo

siempre con unas gigantescas ojeras que hacían juego con su color de pelo.

Cassandra era enfermera de tiempo completo del Hospital Johns Hopkins, por lo

que la veíamos muy poco. Siempre estaba al pendiente de nosotros y dormía en

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casa de fijo los días viernes y sábados, pero cualquiera que tenga o haya tenido un

familiar cercano trabajando en un hospital entenderá mi punto: son como fantasmas.

Mi papá, George Williams, fue el mejor hombre que pude conocer y soy

afortunado de haberle dicho: “Padre”. Era un tipo que, por su aspecto, a simple vista,

parecía que podría partirte como rama y que sería más fácil sacarle una sonrisa a

un juez mal encarado antes que a él. Medía casi dos metros, de ojos enormes y con

un bigote tupido que había reemplazado cualquier labio que hubiera debajo; pero lo

que más lo caracterizaba eran sus enormes cejas. Era un hombre robusto, por no

decir pasado de peso; también era la persona más sabia, cariñosa e inteligente que

he conocido. Ese era mi padre.

Él trabajaba en Inner Harbor, en un buque mercante-frigorífico donde hacía

de todo: desde navegarlo hasta repararlo; si algo fallaba en el barco él sabía qué

hacer para solucionar cualquier problema, podía identificar un desperfecto sólo por

el sonido. Conocía ese buque como la palma de su mano, y yo, desde que puedo

recordar, amaba estar todo el tiempo con él en el muelle. ¡Era mí Disneylandia

privada!

Fue en 1996 el año en que, a pesar de mi corta edad y casi sin darme cuenta,

descubrí a qué quería dedicarme de por vida. Recuerdo que llegaba todos los días

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de la escuela y me tomaba más tiempo abrir la puerta de la entrada de casa, que

lanzar la mochila a la sala y salir disparado de nuevo a la calle. Desencadenaba mi

bicicleta azul y me iba al hospital a ver a mamá para después irme al muelle a pasar

toda la jornada con papá.

Esa era una semana especial. ¡El barco se quedaría en tierra durante siete

días! Sé lo que están pensando: ¿cómo un niño de ocho años iba a andar en

bicicleta, solo, en la ciudad? Baltimore, en esas épocas, era una de las ciudades

más tranquilas del estado de Maryland. Les doy mi palabra.

Recuerdo llegar al hospital, donde todos me conocían; recorría sus pasillos

azul con blanco y aún puedo sentir en mi nariz ese característico olor que solamente

le gusta a los doctores. Decenas de enfermeros y enfermeras entraban y salían de

los cuartos unos tras otros. Yo buscaba a mamá, corriendo por todo el lugar. Mi

trayectoria era automática, directo al comedor de empleados, como siempre. De no

estar ahí, bajaría al restaurante o le preguntaría a las señoras que trabajaban en la

recepción del piso. Era costumbre.

- ¡Matt! -, escuché, a lo lejos, a una voz que era tanto gentil como firme,

cual se esperaba de alguien que trataba con personas enfermas o

accidentadas. Para variar, mi madre me encontró primero.

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- Hola, ma -, respondí, girando y caminando hacia mi pálida y cansada

madre.

Ella hablaba y caminaba de prisa, sin mirarme, mientras leía hojas y revisaba

expedientes. Ni siquiera necesitaba voltear hacia el frente. Supongo que mi madre

conocía el hospital de memoria. Yo la seguía, buscando su atención, mientras

luchaba por no distraerme con los cuadros en las paredes.

- ¿Qué haces aquí?, ¿no deberías estar en la escuela?

- Ma, es la 1.30. ¿No deberías tú estar comiendo?

- Hay mucho que hacer, hijo, y el día solo tiene 24 horas. ¿Irás al muelle

con papá?

- Sí, pero ant…

- Cielo, tengo demasiado trabajo. ¿Te veo en casa?

La plática duró unos diez minutos en total. Estos rápidamente se convirtieron

en una persecución de atención, un vaivén de preguntas y respuestas lógicas,

básicas: “¿cómo estás? Bien, ¿y tú?”. Nada profundo o complicado. Aunque sólo

tenía ocho años, creo que lograba comprender mi situación. Convivir con un

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hermano siete años mayor me ayudó a entender ciertas cosas de manera distinta a

lo usual.

Salí del hospital tomándome dos jugos de manzana que agarré de la

cafetería, al mismo tiempo. Sí, al mismo tiempo. Era una habilidad mía. No los

robaba, sólo que mamá nunca se los tomaba y yo suponía que se le acumulaban y

al ser “buen hijo”, ayudaba a mi madre con sus pesadas cargas. Hacía esto todos

los días.

“CEMETERY OF DREAMS” era el nombre del barco donde trabajaba papá:

un Evergreen de veintitrés metros de largo. Los empleados del buque le pusieron

así porque, según papá, al entrar a trabajar ahí te convertías automáticamente en

parte de la tripulación y renunciabas a todo lo que hubieras deseado ser: tus sueños

los dejabas en el fondo del mar. ¿Cementerio de sueños? ¡Esa lata frigorífica era

la fábrica de los míos!

A papá no le gustaba que yo fuera tan seguido al buque porque a menudo

tenia estos sueños donde me quedaba encerrado en un cuarto refrigerador y no me

encontraba. ¡Vaya pesadilla! Aunque, a decir verdad, había algo de razón para los

malos sueños de mi padre: sí me metía yo a los refrigeradores… seguido.

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Me faltaban unas catorce cuadras para llegar a Inner Harbor, cuando

escuché -lo último que escuché- un claxon. El sonido se desvanecía. Lo único que

recuerdo después de eso fue un destello fulminante y un oscuro absoluto. Ese día

fue una excepción en la tranquilidad de la ciudad.

Como si levantara pesas de plomo con mis párpados, sin saber cuánto

tiempo pasó o dónde estaba, abrí los ojos. Comencé poco a poco a recuperar la

visión cual parabrisas que va desempañándose y pude distinguir sonidos a lo lejos

que lentamente formaron palabras. Todo estaba borroso; parecía estar filtrado a

través de una lupa mal aumentada. Las voces rebotaban y reverberaban como por

debajo del mar. Ajustando mi vista, logré identificar a las personas que estaban en

mi cuarto de hospital: mamá, papá y mi hermana Cecil con él bebe Carl cargado en

sus brazos. Mis padres discutían mientras mi hermana intentaba, sin mucho éxito,

consolar al pequeño que no paraba de llorar. Aquello era un verdadero campo de

guerra.

- ¡Claro! ¡Yo soy la culpable!, ¿no? ¡Debería estar en casa cuidando de los

niños mientras tú juegas a ser Capitán! -, gritaba mi madre.

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Sus ojos eran tan rojos y cristalinos que por un segundo creí que en cualquier

momento saldría lumbre de ellos. A mi parecer, mamá pasaba por “una crisis por

falta de sueño” y aquel accidente había sido la última gota en el proverbial vaso.

- Cassandra, ¡tienes que tranquilizarte! Esto no es culpa de nadie, fue un

accidente.

Mi padre no levantaba su voz. Era el contraste que mamá requería para no

tener un colapso nervioso total. Generalmente y en varias situaciones, mi padre era

capaz de permanecer sereno.

- Gracias a Dios, Matt está bien -, dijo, mientras dio un paso al frente

buscando abrazarla. Los ojos de mi madre lo obligaron a retroceder.

Luego, ella se calmó, o al menos parecía que lo hizo. Pasó del fulgurante

enojo a la preocupación. De la confrontación a la culpa.

- ¿Qué clase de padres somos, George? ¡Un niño de su edad, solo en las

calles como si fuera un adulto!

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- Amor, necesitas descansar. Ven, siéntate a mi lado.

- ¡Claro! – Rompió mi madre a gritos, nuevamente. -¡Eso es lo que hace

falta! -, exclamó, agitada, levantando los brazos. - ¡Sentarme! ¡Así se

curará el brazo de nuestro hijo! ¡¿Cómo no se me ocurrió antes?!

Mi madre estaba encendida, otra vez. Los incesantes llantos de Carl tampoco

la ayudaban. Cada sonido de la habitación la alteraba aún más.

- ¡Cassandra! – gritó mi padre, en un tono muy firme y autoritario.

Él rara vez levantaba la voz. Cuando lo hacía, era porque la situación lo

rebasaba. Supimos por su tono que en realidad no estaba tan calmado como

parecía. Mi madre no reaccionó. Guardó silencio y se le quedó viendo, fijamente,

con ojos más calmados. Eran tal para cual… mi madre, como una llamarada, podía

encenderse pronto pero así se calmaba. Papá era más como agua. No cabe duda,

“los opuestos, se atraen”.

Papá tomó un respiro y regresó a la calma.

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- ¿Le operaron el brazo?— preguntó, apelando a la médica interior de su

esposa. Sabía cómo tratarla.

Cassandra exhaló, ligeramente exasperada. Pasó su mano sobre su cabello,

rascando suavemente su cuero. Cerró los ojos y suspiró.

- Nada fuera de lo normal -, dijo. Ella sabía lo que mi padre intentaba lograr,

y siguió el juego. Yo miré a George. Cecil también volteó a ver a papá,

esperando respuesta, incluso Carl movía su pequeña cabeza y cesaron

los llantos.

- ¿Entonces?

Papá gesticulaba con sus manos y mamá lo observó. Él levantó sus

prominentes cejas. Mamá suspiró: estaba más tranquila, pero aún cerca de

desmoronarse. Mi cabeza se movía como espectador de tenis. En retrospectiva,

siempre me pareció fascinante cómo mis padres podían hablarse sin decir nada.

Había cierto ritmo, como una conversación cualquiera. Carl soltó una pequeña risilla

una vez que mi madre dejó de gritar. Fue como magia.

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Mamá se acercó a mí. Posó sus brazos alrededor de mi cuello y me apretó

en su abrazo. Sus hombros temblaron y sentí como se humedecía mi cuello. La

presa desbordó. Levanté mi brazo, el bueno, y le correspondí, lo mejor que pude, la

muestra de cariño. Incluso le di un pequeño apretón y un beso en la sien.

- ¡Perdóname, hijo!

Cassandra se quedó conmigo esa noche y durmió por trece horas seguidas.

Supe que fueron tantas porque aprendí algo de ella: ronca. Fuerte. Por sus

ronquidos, tardé una eternidad en poder conciliar el sueño. Pero le encontré el beat

y la rima a la situación. Al final, aquellos ronquidos atronadores se convirtieron en

un arrullo hermoso y peculiar. Me tuvo que atropellar un carro y se me tuvo que

romper el brazo de manera compuesta, en tres partes, para que mi madre pudiera

descansar por más de medio segundo, y abrazarse de mí casi trece horas. Fue una

de las mejores noches de mi vida.

A la mañana siguiente, darían mi alta a las 7:30. Estaba solo en el cuarto

cuando me desperté. Parecía que, durante la noche, algunas personas entraron y

salieron de mi habitación. Mi ropa estaba doblada en una silla y el desayuno estaba

servido, envuelto en plástico, con dos jugos de manzana.

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Junto a la pared del baño, recargada y perfectamente acomodada, estaba

una caja rectangular que llamó mi atención. Me invadió el peor tipo de curiosidad.

Era una caja simple, sin pretensiones. Atrapó mi mirada y desde que la vi, no dejé

de pensar en qué había dentro de ella… Al poco tiempo, entraron papá y Greg.

Mientras mi hermano mayor se acercaba a mí y preguntó cómo estaba y cómo pasé

la noche, papá tomó la caja, que para ese momento ya me mataba de intriga.

- Entonces, ¿ya te sientes mejor, hermanito?- Preguntó Greg, con su

sonrisa pícara.

- Podría estar peor… ¡pudo haber sido el brazo que sí uso!-, respondí,

distraído, mientras fijaba mi atención en papá, que se acercaba con la

caja en sus brazos.

Noté que George estaba emocionado. Mi hermano me miró con ojos de

impaciencia: parecía que le urgía revelarme lo que en la misteriosa caja había

escondido.

- Has sido muy valiente, hijo. No te has quejado nada después de tu

operación; has dado ya tus primeros pasos para convertirte en todo un

hombre.

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Que a los ocho años de edad mi padre me considerara “todo un hombre” fue,

para mí, un evento. Sentí mi pecho erguido como si se llenara de una emoción

caliente y en mi cara, sin poder evitarlo, se dibujó una sonrisa torpemente adorable,

que no podía ocultar, ni borrar. Era tan fuerte, ¡que mis mejillas terminaron dormidas!

- ¿Qué tienes ahí?-, pregunté, en un tono bajito, casi inaudible, mientras

me sonrojaba.

- ¡Ábrelo y ve!

Mi padre parecía un niño el día de navidad. Greg observó la escena con una

ceja arqueada.

- ¿Me ayudas? Es que el yeso me pesa…

- ¡Claro! ¡Qué torpe soy!

Papá rompió la caja como si fuera él quien tenía ocho años, Yo le ayudé lo

más que pude con mi brazo bueno. La habitación estaba llena de una emoción

extraña, indescriptible. Mezcla de alegría intensa, intriga e impaciencia.


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No puedo describir en su totalidad lo que sentí cuando miré lo que había

dentro.

Mi padre estaba tan emocionado que yo podía escuchar su corazón tratando

de escaparse de su pecho. Me miraba con los ojos redondos y la boca entreabierta,

mientras yo observaba el contenido de la caja con incredulidad.

¡UNA GUITARRA ELÉCTRICA! ¡La más bonita que habían visto mis ojos!

¡Una Epiphone Emperor li Joe Pass nuevecita! Era una dama de color ocre en el

centro que se tornaba más oscuro a las orillas, con suculentos y algo seductores

adornos dorados. Era una dama con filo, y mucha clase. Olía ¡increíble! mejor que

cualquier otro instrumento que haya tenido después. Para mí, toda guitarra quiere

ser como la Epiphone que tenía en mis manos. Era perfecta.

George siempre soñó con ser un músico reconocido y famoso; tocaba la

guitarra y cantaba muy bien. Después de un matrimonio y cuatro hijos, las

prioridades cambian. Papá cambió sus sueños y la fama mundial por canciones

alegres en fiestas familiares y reuniones de amigos. De los hermanos y no sólo en

el físico, era yo el más parecido a mi padre, y así como amaba estar con él en el

muelle y el barco, me gustaba también escucharlo cantar y hablar de su pasión: la


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música. Era su “acompañante” en el canto, y algunas veces, había yo amenizado

las fiestas infantiles con mi maravillosa imitación de Michael Jackson. Papá decía

que yo era “entonado” y que tenía facilidad para la música y un excelente ritmo…

pero, ¿una guitarra? Mientras pasaba mis manos por el instrumento laqueado y

hermoso, casi babeando, me di cuenta: lo supe. Esa era MI guitara. Mi primer

guitarra. ¡Debió haberle costado una fortuna! Las cosas se estaban poniendo serias.

Los siguientes tres meses los pasé con el brazo enyesado. Se suponía que

no debía moverlo o hacer cualquier tipo de esfuerzo con él, pero como los dedos sí

podía usarlos y estos técnicamente no son parte del brazo, aproveché ese tiempo

para aprender a tocar mi guitarra. Papá me enseñó todo lo que él sabía.

Aprendí todos los círculos que pude, agilicé los dedos casi a la perfección.

Recuerdo que me urgía regresar de la escuela a practicar guitarra y como tenía

ocho y absorbía como esponja, la música era mi agua. Al poco tiempo, mi “Epi” y yo

éramos uno.

Con el descontrol y la impulsividad típica de un niño, durante esos tres meses

escuché todos los cassettes que mis padres guardaban en el ático. A pesar de que

me parecía el lugar más tenebroso de la casa, en ese tiempo me valía la pena entrar

ahí. Cada descubrimiento musical para mí era un tesoro; incluso, al verme tan

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contento y entregado, papá me regaló una tornamesa vieja, de las buenas, que a él

le había regalado mi abuelo; con el mismo entusiasmo, devoré todos los vinilos que

aún conservaba. Claro que en casa había uno que otro disco compacto, pero aún

no eran tan populares, eran remasters de lo que ya tenía y, además, el sonido de la

cinta y el grano del acetato me volvían loco. Descubrí en ese entonces la magia que

se encierra en el ritual que envuelve escuchar música en esos dos formatos.

Me hice de un paraíso musical: Ray Charles, Bobby Darin, Nina Simone,

Louis Armstrong, los Bee Gees, Queen, The Beatles, Elvis, ¡toda la buena música

de los ochenta, setenta, y décadas anteriores que podía imaginar! Era como un

bebé escuchando al mundo por primera vez. ¿Cómo no había yo descubierto ese

tesoro desde antes?

Se acercaba ya el día para quitar el yeso de mi brazo, martes, recuerdo.

Estaba yo impaciente; ¡moría por ver si mi brazo aún servía! Quería rascarme sin la

necesidad de usar cualquier objeto que tuviera a mi alcance y quería, sobre todo,

saber cómo se acoplaría mi brazo a “Epi”. Cosas normales que piensa un niño-

músico.

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Papá y yo fuimos al hospital. Nos recibió mi madre. Tenía ese aspecto como

si estuviera a dos minutos de convertirse en zombi: falta de sueño y mucha cafeína.

Saludó a mi papá de manera afectuosa y cariñosa.

Entramos todos a un consultorio. Me senté en una de esas mesas altas para

que me examinaran. Mi madre se colocó una máscara extraña y casi de inmediato,

entró al lugar un médico al que mis padres trataban con familiaridad. Tomó una

sierra, se colocó también la extraña mascarilla y encendió el aparato para cortar el

yeso. Todo pasó por mi cabeza en ese momento: “¿y si me corta el brazo? ¿qué tal

que me rebana un dedo? ¿este señor sí sabrá cómo hacer este trabajo?” y, sin

planearlo y con toda la espontaneidad del mundo, dije,en voz alta: “planeo tocar

guitarra, Doc”.

El doctor apagó el aparato y comenzó a reírse a carcajadas. No podía parar.

- ¡Vaya que su hijo no aparenta su edad!

- Lo sé – le respondió mi padre, con la cara roja como jitomate de tanto reír.

Yo observaba a ambos pensando: “pues no le veo la gracia”.

Mi brazo parecía una pata de pollo mal nutrida, hueso cubierto de piel. Yo estaba

preocupado: ¿podría este flaco brazo tener la habilidad de adaptarse a mi Epi?

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El médico llenó a mis padres de recomendaciones y mandatos y mamá, papá y

yo regresamos a casa.

En cuanto abrió la puerta de la entrada, corrí a mi habitación y tomé mi guitarra.

Bajé de prisa y empecé a “acariciarla” en la sala de estar. Mi madre me sonrió y se

fue a la cocina. Suspiré, aliviado, al darme cuenta de que a pesar que el brazo me

dolía y el doctor recomendó no forzarlo las primeras veinte horas, ¡se acoplaba! No

me importó. A mí me urgía saber si aún podía tocar mi guitarra.

Papá se sentó a verme. Cecil dormía en uno de los sillones, aprovechando todo

el tiempo que podía sin los llantos del bebé, quien dormía en su corral al lado de mi

hermana. Intenté tocar lo más bajito que pude, para no despertarlos.

- ¿Te sabes ya alguna canción? – me preguntó.

- Diecinueve – le dije, como si nada, encogiendo los hombros. Me di cuenta de

cómo sonaba lo que dije y añadí, rápidamente un “creo”…

- A ver, toca una – dijo él, con su sonrisa pícara.

- ¡Pero no te burles si me equivoco!

- ¡Sólo toca!

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Sacudí mis manos y empecé a tocar lo primero que me vino a la mente, “Hey

Jude”, de los Beatles; toqué y canté la canción que más influencia tiene en mi vida,

atrapado por el ritmo y la fuerza de la letra. Mi brazo entumido se sentía “chistoso”,

estática mordiendo mis huesos y músculos. Lo ignoré y toqué. Cada nota, arpeggio,

melodía icónica… debo admitir que en ese entonces, no cantaba muy bien; era

entonado, pero todo salía de la garganta y, la verdad, me hacía falta practicar más

con la guitarra. No me importó. Simplemente toqué.

Fue el momento en el que todo encajó. Dicen que la vida tiene montañas y valles.

Este momento definitivamente fue todo un Everest.

Aún no encuentro palabras para describir lo que sentí cuando al final, escuché

los aplausos de mi familia. Mi padre sonreía rebosante de orgullo; mi madre, que

había estado parada detrás de mí, escuchando, me miró sorprendida y admirada.

Todos reían. Cecil, quien despertó al inicio de la canción, solo atinó a decirme: “mira,

no eres tan malo enano”, aunque en el fondo también se sintió orgullosa.

A mis ocho años, tomé una decisión: yo sería músico.

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Después de practicar y perfeccionar mi repertorio de diecinueve canciones e

impulsado, casi obligado por mi padre, tuve mi primer tour. Local. Nada exclusivo.

El lugar donde siempre toqué, donde era todo un Rock Star, era en el CEMETERY

OF DREAMS. Y, curiosamente, siempre me terminaban pidiendo Hey Jude. Llegó

el punto en que dejaron de llamarme Matt y me convertí en Jude. Y, ¿la verdad? me

gustaba el nombre. Y así, toqué y canté cada vez que pude, durante un año.

Una tarde, en casa, en mi lugar favorito de ese entonces, el cuarto de mi

hermano, abarrotado de posters de películas y algunos discos, con un colchón sin

base mal puesto en la alfombra color café que tenía un chicle pegado que jamás

pudimos quitar y la enorme pecera que iluminaba todo el cuarto, solos Greg y yo,

escuchando Jimmy Hendrix después del colegio, tuve con él una de las

conversaciones más serias de mi vida.

- Así que músico, ¿no Matt? Perdón, Jude.

Sonreí.

- ¡No lo sé! Digo, me encanta esto, pero también me gustaría seguir los pasos

de papá.

- ¿De qué hablas? Esto es más increíble que estar todo el día en un barco

metiendo y sacando carga.

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- Sí, lo sé. Pero… ¿crees que pueda lograrlo?

- Tú puedes lograr lo que quieras hermanito, lo que puedas imaginar lo puedes

lograr.

Me llenaba de emoción cada palabra que mi hermano decía.

- Y, ¿si sólo les gusto porque soy un niño o porque son conocidos de papá? –

Le dije, aún cuestionándome.

- ¡No digas tonterías! Todos sabíamos que esto pasaría. El único que se ponía

a cantar con papá desde los cuatro años eras tú. Es más, ¿qué te parece si

buscamos tu nombre artístico?

- ¿ De verdad?

Sus ideas me llenaban de una emoción que no puedo explicar.

- ¡Sí! ¡Pensemos! – Dijo él, mientras tomaba su cuaderno. - ¿Qué tal “Matt

Williams”?

- No lo sé… me acostumbré a que me llamen “Jude”. ¿Jude te gusta?

- Jude, ¿a secas? ¿Qué tal Jude Mathew?

- ¿O Jude Williams? – Dije yo, mientras él hacía anotaciones en su libreta.

- No lo sé – respondió. – El año pasado salió un tal Robbie Williams.

- ¿El actor?

- ¡No! Él es Robín Williams.

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- ¡Cierto!

- ¡OYE! – Dijo, como si acabara de tener la revelación que cambiaría mi vida

para siempre.

- ¿Lo tienes? – Pregunté, emocionado.

- ¿Y si tomamos el apellido de mamá?

- ¿STONE?

- ¡SÍ! JUDE… STONE

- ¡SUENA BIEN! – Dije con tanta emoción que me puse a saltar en el colchón

gritando como un loco. - ¡JUDE STONE! ¡JUDE STONE!

- No suena nada mal hermanito. Jude Stone. Todo el mundo conocerá tu

nombre- dijo, mientras me abrazaba por el cuello.

Y de ese día en delante, Mathew Williams dejó de existir y nació mi alter ego. Y

cada vez que cualquiera preguntaba mi nombre, yo respondía:

- Mi nombre es Jude Stone.

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TRACK 2

BAJO LAS ESTRELLAS

Era otoño del año 2002 y a mis quince años, lideraba, con mi mejor amigo de

la escuela, Raymond Ventura, nuestra primera banda: "The Misters“. Ray era de

ascendencia oriental, con el pelo extremadamente lacio, una pulgada más alto que

yo. Calzaba siempre unos Converse negros que juro que eran sus pies. Los dos

teníamos quince años y éramos fans de Frank Zappa y de una banda a la que

perteneció llamada “The Masters” –de donde copiamos nuestro original nombre-.

Ray tocaba la guitarra y hacía coros, yo era la voz principal y la armonía. Lo normal

para una banda de adolescentes con voz quebradiza. Se unió después mi

prepuberto favorito: Joaquín García, trece años, batería; un galán rebosante, según

sus fans. Yo digo que era el fuego latino lo que de él llamaba la atención. Y al final,

Wallace Hunt, dieciséis años, amo y maestro del bajo y encargado de romper

estereotipos: larguirucho con lentes enormes, de fondo de botella, y con más dientes

que la familia Osmond.

Como buena banda de adolescentes carismáticos y entusiastas, tocábamos

en donde nos dejaran: concursos del colegio o festivales que hacían en la ciudad,

en su mayoría. Éramos más “callejeros”. El asfalto y una avenida cerca del puerto

o del centro de la ciudad, eran nuestros escenarios principales; el dinero que

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ganábamos lo usamos siempre para nuevo equipo. Dedicados y decididos,

ensayábamos, cada tarde, en la cochera de la casa de Raymond.

Para ese entonces y apoyado siempre por mis padres y mi familia, aprendí a

tocar piano, nada complicado, lo básico, pero mi favorita seguía siendo Epi; ¡a esa

escandalosa le conocía todo! En nuestro repertorio teníamos covers de Nirvana,

The Doors, Metallica, una que otra de Coldplay y otros grupos que iban agarrando

popularidad en aquel momento, pero los clásicos no los cambiábamos por nada. Y,

créanlo o no, ¡teníamos nuestros fans! Digo, eran nuestros amigos, los amigos de

amigos y familia, pero ¡fans son fans!

En cada show, nos miraban un par de ojos azules color mar, que me

desconcertaban y me hacían sentir bien, del bien de tipo raro: intensos. Cada

concierto, esos ojos tomaban mi mirada sin soltarla. Llegó a tal punto, que cada que

se aproximaba un show, sentía esos nervios hormonales que estropeaban cualquier

pensamiento racional y me hacían tener la voz de tartamudo; las manos me

sudaban más de lo usual y mis piernas se rehusaban a escuchar a mi cerebro. Sí,

mi primer crush era una de nuestros fans.

Mirella Collingwood. La niña más hermosa del mundo. Tenía el cabello

castaño y ondulado, ojos grandes y hermosos que apresaban con su azul muy

intenso y esas pecas regadas que me volvían loco. Ella vivía en Birmingham,

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Inglaterra, cuando sus padres se divorciaron y su mamá, Vanessa Dimelow decidió

mudarse a Baltimore a vivir con su hermana. Eran tres en esa familia: su madre,

Mirella y su hermano mayor: Adam Collingwood. Pasaron siete años desde que ella

vivió cerca de mí y yo no la noté. Les digo, las hormonas, estaba hecho un desastre.

No tenía forma de disimular.

- ¿Vieron a la futura Miss Ventura entre el público ayer?- Preguntó Raymond,

un día después de un concierto, con una sonrisa de gato de Cheshire, sobre

las gradas del campo de futbol americano de la escuela, mientras mirábamos

un juego de práctica.

No sé si a Ray le gustaba Mirella o solo le hacía gracia burlarse de mí. De

cualquier forma, era mi mejor amigo y yo le seguía el juego. Joaquín, golpeando sus

baquetas rítmicamente en una batería invisible, se unió a la burla.

- Ray, según la sagrada historia de las bandas, el vocalista tiene prioridad para

ligarse a fans…

- ¡Ja! ¡No sabes!- dije, en un tono sarcástico. -¡Me avientan pantaletas de a

granel!

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Wallace nos observaba, distante, con sus codos apoyados en las rodillas. Ray

rió y se acomodó el cuello de su camisa, con un movimiento exagerado al que todos

llamamos “movimiento de galán número 2460”.

- Como sea – dijo Ray, en un tono más serio. - El hecho es que esa chica

nunca se pierde un show de nuestra banda y es por una razón: Raymond

Ventura.

Un pájaro pasó volando demasiado cerca del campo y los deportistas gruñeron

mientras las porristas interrumpían su práctica y una de ellas gritaba exagerando el

asco que le dio la popó del ave en su uniforme. Todos miramos a Ventura,

congelados y estupefactos, algo incrédulos.

- Como tú digas, detective de mascotas - intervino Wallace, en un tono seco.

Todos tronamos en carcajadas, de esas honestas que hacen que te duela el

abdomen de tanto reír. ¡Incluso Ray! Éramos un buen grupo.

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Después de los ensayos, entrábamos a casa de Ray y hacíamos flyers para

promocionar nuestras tocadas; los repartíamos en la escuela y en las calles. A

veces, hasta los policías –muchos de ellos amigos de papá-, nos ayudaban a

colocar los papeles en las paredes.

Un día cualquiera, tocamos en un parque de la zona, frente a una audiencia de

poco más de veinte personas. Era un día muy soleado y como el pasto del lugar

estaba recién regado, el olor a tierra mojada inundaba mi nariz y se rehusaba a

abandonarme. Recuerdo bien cada detalle de aquel día: el área en construcción en

un lado del parque, perros que ladraban, un coche con algún tripulante tocando el

claxon de forma insistente y nosotros aprovechando cuando el rotomartillo se

apagaba para poder tocar sin tanto escándalo. ¡Teníamos qué adaptarnos a lo que

había! Y así, entre el caos, mis ojos se encontraron a unos ojos azules conocidos y

comencé a temblar. Ahí estaba: ella. La causante de mis torpes afectos y fuente de

fantasías y acciones en privado. Nos veía muy atenta a nuestra música y sin

intención de sonar engreído –a quien engaño, ¡con toda la intención de sonar

engreído!-, con su mirada puesta fijamente en MÍ. Lancé un guiño coqueto

acompañado de la sonrisa adecuada.

Cerramos el show con mi canción: Hey Jude. Levantábamos todo cuando

escuché, detrás de mí, la voz maravillosa de la niña más bella.

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- ¡Nada mal, chicos!

Nunca sentí mis rodillas tan débiles y mi cerebro tan idiota como en ese

momento. Aún ahora, recuerdo el color de esa dulce voz y se me pone la piel de

gallina y sin tener obsesión alguna con el pasado, recuerdo ese momento como uno

de los más intensos de mi adolescencia. Era ella, Mirella, felicitándome. No supe

como actuar, qué decir. ¿Dónde pongo mis manos? ¿Qué le digo? Comencé a sudar

frío y a temblar; y con la voz más tonta e insegura realicé la pregunta menos

inteligente de todas: - ¿T… te gustó?-. Escuché las risitas burlonas de mi banda y

de reojo vi a Joaquín jalando a los demás para dejarnos solos.

Ella soltó una sonrisa juguetona, con una ceja arqueada.

- Pues… no me pierdo ninguno de sus conciertos, así que o me gustó, o soy

masoquista…

Me hice el sorprendido. Aunque obvio sabía que ella estaba en todos los

conciertos, no quería parecer del todo interesado. Cosas de adolescentes.

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- ¡A… ah! ¿De verdad? Y… aquí entre nos, ¿qué se siente ser masoquista?

Soltó una carcajada. Objetivo cumplido.

- No está tan mal, ¿sabes? Te acostumbras-. Sus ojos se encontraron con los

míos, y su tono cambió, más privado, más suave. -Creo que ya me volví su

fan número uno -. Sonrió tímidamente, una risa pequeña y nerviosa.

- Y… ¿cómo te llamas, masoquista?- pregunté, más seguro, sin apartar mi

vista de sus ojos, dando un paso adelante.

- Mirella… Mirella Collingwood – dijo ella, sin hacerse hacia atrás ni apartar su

mirada de la mía. Volví a estar nervioso.

- Mu… mucho gusto – créeme que sí, lindura, ¡el gusto es todo mío!, pensé –

Yo soy…

- ¡Jude Stone! – Me interrumpió, dando un paso adelante y quedando tan

cerca, que se me fue el aliento. – O, ¿prefieres Matthew?-.

Su mano rozó la mía. Mi cabeza explotó. No podía entender qué me estaba

pasando: ¡ella sabía mi nombre! No estaba acostumbrado, cosas así no me

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pasaban en la escuela. Tardé en recuperarme unos veinte segundos y mi voz,

temblorosa y aún más tartamuda, contestó:

- Ju… ju… ¡Jude está bien! – Salvé la situación con una risita entre nerviosa y

pícara y rasqué mi cabeza. Ella sonrío, dando otro paso más hacia adelante.

- Invítame a salir – dijo ella. Yo sentía su calor y su tono parecía un poco orden,

un poquito de reto y mucho de deseo.

Sonreí; no sabía qué podía sonreír de ese modo mientras en mi cabeza las ideas

volaban y mis piernas dejaron de temblar. Tardé varios segundos en respirar normal

y el corazón latía con mucha fuerza.

- Muy bien, Mirella, la fan número uno y masoquista, ¿te gustaría salir

conmigo?

Sentí las miradas fulminantes de los chicos que con toda intención recogían el

equipo con una lentitud que nunca antes tuvieron. ¡Nadie dábamos crédito! ¡Me

estaba invitando a salir la niña hermosa que me robaba el sueño!

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- ¿Conoces los helados de Freud? -, me preguntó, con sus ojos azules bien

fijos en los míos y rozando mi mano una vez más.

- Sí…

- ¡Perfecto!

- Mañana, ¿a las cuatro está bien? -, dije yo, un poco más tranquilo, fingiendo

una seguridad que no tenía.

- Es una cita.

Ella dio un paso atrás y yo vi sus mejillas, rojas como las mías. Lanzó un guiño

travieso y caminó a su casa. ¡Yo sentí que me desvanecía! Si no me desmayé, ¡fue

de milagro!

Los chicos se acercaron con la misma cara de incredulidad que yo tenía; cuatro

esquiroles babosas en línea viendo lo mismo.

- ¿Qué acaba de pasar? – Dijo Ray, en tono demandante y extraño.

- ¡No tengo ni la menor idea, RAYMOND! – Respondí.

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- ¡¿Una MUJER te acaba de invitar a salir?! – preguntó Joaquín, sorprendido

y extrañado. - ¡¿Se puede eso?! -.

- ¡Y no cualquier mujer! - , añadió Wallace, casi gritando - ¡La de ojos azules!-

. Él me dio una palmada en la espalda que me hizo mover de una manera

brusca hacia delante. - ¿Lo ven? La ley del vocalista de la banda de Joaquín

¡es cierta!

No dije más. Encogí los hombros, di media vuelta y seguí recogiendo el equipo.

Mi cabeza y mi cuerpo eran un nudo… ellos no entenderían y yo no iba a explicarlo.

Regresé al CEMETERY OF DREAMS a eso de las seis. Corrí dentro del buque,

desenfrenado, como alma perseguida por el demonio mismo.

- ¡PAPÁ! ¡PAPÁAAAAAAAAAAAA!

Gritaba yo, extasiado. Hacía ruidos muy raros, como perico loco, desquiciado.

- ¡PAPÁAAAAA!

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Mi padre se asomó de un camarote y corrió a mi encuentro tan pronto como

pudo; la cara roja y los ojos abiertos me mostraron que mis alaridos lo espantaron.

- ¿¡QUÉ PASA?!- preguntó, alarmado-. ¿Estás bien? ¿Tú madre? ¿Tus

hermanos? ¿Dónde es el incendio? ¿Pasó algo en la esc…..? Espera… ¿Por

qué estás sonriendo?

Su faz se relajó. Posó sus manos en mis hombros, ya calmado, y me observó

fijo esperando a que recuperara mi aliento y pudiera contarle.

- ¡Yo….! -, dije, jadeando, aún sin poder hablar, demasiado agitado.

- ¿Tú….?

- ¡Helados Freud… Mañana… Mirella!

- ¿Ajá?...

- ¡TENGO UNA CITA CON MIRELLA COLLINGWOOD EN HELADOS FREUD

MAÑANA! - Grité, emocionado, jalando mi cabello. Papá abrió sus ojos

maravillado y sorprendido. Me sonrió.

- ¡MUY BIEN HIJO!... Oye, espera… ¿no es esa la niña de la que siempre

hablas?

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No era un secreto que ella me gustaba; toda mi familia notó mi nerviosismo antes

de cada show, cuando yo la miraba entre el público. Cecil me hacía la vida de

cuadritos con sus constantes burlas…

- ¡SÍ! – Grité yo. Sin poder contener la emoción. - ¿Qué me voy aponer?

¿Crees que Greg me preste una de sus lociones? ¡¿Debo llevarle flores,

chocolates?! ¿Qué tal que no aparece? ¿Y si me sale un grano en la nariz?

Mi padre hizo un esfuerzo por no soltar la carcajada. Me apretó de los hombros

y con voz calmada y seria, como el experto que era en menesteres de hijos

adolescentes porque él y mamá ya lo habían vivido con mi hermano y hermana,

dijo:

- Hijo, te daré dos consejos: primero, sé tú mismo y segundo, las niñas pueden

saber tus intenciones y se enamoran en un lapso de aproximadamente tres

horas.

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Creo que el segundo consejo era una broma, no estoy seguro, tenía demasiadas

preocupaciones para bromear con él… hice un sonido extraño, de desaprobación…

George me observó y dedujo lo que estaba pensando: “¡no estoy yo para bromas!”.

- O, también – continuó, soltándome los hombros y poniéndose serio -, puedes

cantarle o escribirle una canción… ya sabes, ¡usa tus ventajas!-. Palmeó mis

hombros y agregó: - ve a casa antes de que tu madre se preocupe, ¡Don

Juan!-.

Asentí antes de irme. Estaba muy contento, ¡flotando! Incrédulo. Llegué a casa

tan pronto como pude y les conté a Greg y a Cecil; mamá también escuchó algo,

antes de que se regresara al hospital. Yo no podía pensar en otra cosa y me di

cuenta, por la cara de hastío de mis hermanos, que tampoco podía hablar de otro

tema. El orgullo fraterno de mi hermano mayor se disolvió cuando mi tema se volvió

molesto.

Esa noche, escribí una canción, “Tres horas”; fue fácil escribirla, no sé si escribir

con el tema del tiempo me resulta sencillo, o fue la adrenalina.

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Al día siguiente, regresé del colegio a la una de la tarde a prepararme para mi

cita. Estaba ansioso, emocionado. Greg llegaría en una hora para cuidar a Carl,

quien a pesar de que ya tenía dos años más de los que tenía yo cuando me

atropellaron seguía necesitando “niñeros” siempre… creo que mi madre nunca

superó el susto que pasó conmigo y desde mi estadía en el hospital se volvió

aprensiva y sobreprotectora… le tocó al menor.

En el cuarto de Carl, yo hacía tarea de geografía y mi hermanito jugaba al

Playstation 2, algún juego de luchas en el que el personaje principal se enfrentaba

a demonios que parecían títeres, con un soundtrack rockero, más pegado a metal

industrial: guitarras sórdidas y agresivas…buena banda sonora; parecía que era un

juego divertido. De pronto, mi hermano, sin poner pausa, volteó a verme y me dijo:

- Entonces… ¿tienes novia?

- ¡Ya quisiera enano!

- Y… ¿dónde conociste a tu novia? – regresó la mirada a su juego, enfatizó la

última palabra y murmuró, entre dientes, “maldito nivel difícil”.

- ¡Hey Carl, lenguaje! – dije sin levantar la cara, fingiendo estar concentrado

en mi tarea. La verdad es que me sentí incómodo por el interrogatorio. – Fue

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después de un concierto, y n o e s m i n o v i a -, dije, partiendo en sílabas

la última frase con un tono molesto.

- ¡AJÁ! Yo sólo tengo diez años y soy pequeño aún… qué sé yo de la vida y

de las n o v i a s, ¿verdad? Pero ayer les platicaste a Greg y a Cecil cómo

ella fue quien te invitó a salir, ¿sí o no?

¡Caramba! Este niño tenía la facultad de ser muy, MUY MOLESTO.

- ¿Y tu punto? – le respondí, francamente enojado de lo listo que era este

mocoso. De verdad, era un genio certificado; lo evaluaron a petición de la

escuela hacía ya un año y estudiaba, becado, nivel high school en un lugar

para superdotados; la palabra “humildad” no existía en su vocabulario.

- La probabilidad de que acepte ser tu n o v i a, según mis cálculos y los datos

que tengo es de ochenta por ciento en el peor de los casos… ¡digo! Si no es

que antes e l l a te pide que sean n o v i o s – dijo en su tono humillante, y

comenzó a reírse.

Su plan de molestarme funcionó. Con temblor en mi ojo derecho por el enojo

contenido, cerré mi libro, lo coloqué a mi lado y miré a mi hermanito con ojos de

pistola.

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- Sí, bueno… - observé el juego y el nivel que no podía superar y recordé que

el genio de mi hermano odia perder a nivel ¡enfermizo! - ¿Sí sabes que yo,

ese nivel lo pasé en mi primer intento?

Carl volteó a verme con ojos fulminantes. No le hizo gracia. Sabía que le había

tirado una carnada y él la había tomado con gusto. Con la sonrisa Williams dibujada

en mi rostro, pregunté: — ¿en serio quieres hacer esto? —. Sin respuesta verbal,

me lancé sobre él y le hice cosquillas hasta que ambos rodamos por el piso. Los

dos reíamos fuerte, cuando nos dimos cuenta que Cecil se encontraba observando,

recargada en la puerta.

Por la distracción de mi hermana parada en la puerta del cuarto, con trenzas y

chamarra de cuero, el escurridizo Carl se escapó de mi llave y salió corriendo de su

cuarto, al tiempo que gritaba, divertido:

- ¡JUDE TIENE NOVIA! ¡JUDE TIENE NOVIA!

- ¿Ya es tu novia? - preguntó Cecil, al tiempo que yo me levantaba del piso

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- No, no. Sólo iremos a comer helado —respondí mientras me arreglaba la

camisa. Mi hermana me miró, parpadeando muy lento. — ¿Qué? —

pregunté, manos en la cintura como línea de defensa. No le iba a mostrar lo

nervioso que estaba.

- Nada, sólo… tenemos diferentes ideas de primera cita, es todo — dijo,

sacudiendo su cabeza un poco y añadió — ¿sí le escribiste la canción o no?

—.

Como respuesta, dibujé una sonrisa antes de salir del cuarto de Carl. Ella

entendió, sacudió su cabeza y continuó la burla.

- ¡Recuerda llevar protección, hermanito!

Me sentí tan abochornado como puedan imaginar.

- ¡CECIL! – Le grité. Escuchando las carcajadas de mis dos hermanos.

Entré a mi cuarto a ponerme perfume y arreglarme la camisa y los jeans. Greg

nunca llegó, pero como Cecil estaba ya en casa, decidí irme. Salí de casa con trece

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dólares en la billetera, que en esa época, para mí, era mucho dinero. Pensé que ya

era tarde y apuré el paso. Llegué una hora más temprano de lo planeado.

Dando vueltas por Inner Harbor, planeando discursos y frases coquetas, la vi.

Todo se me olvidó. Ella vestía un short negro y una blusa rosa. Saludó a lo lejos,

con un hermoso movimiento de manos. Naturalmente, caminé hacia ella.

Nos encontramos a mitad del camino y nos saludamos con un beso falso en las

mejillas. Ya saben cuál.

- Hola – dijo, sonriendo. – ¿No te hice esperar mucho?

- ¡No! – mentí, en defensa propia, gritando nervioso. – Para nada… te ves

hermo… precio… m… me… me da mucho gusto que estés aquí -. Parecía

que tenía un zapato en la boca… ¡torpe de mí! Ella sonrió, sonrojada… calmó

mi nerviosismo.

- Bien, casanova -, dijo - ¿vamos por un helado? -, y tomó de mi mano.

Ella eligió primero, vainilla con chocolate; yo, fresa. Sentados en una banca

mirando al malecón, disfrutamos y platicábamos de todo, sin parar de reír… fue

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nuestro momento rom-com, de esos que sólo pasan en el primer acto de películas

de Hollywood. Una comparación algo acertada. En fin, le conté mis dos anécdotas

más grandes: cómo nació Jude Stone y el brazo roto. Ella me contó sobre su familia

y sus propios accidentes, como el que sólo llegue a conocer como “el pie de crema

y la corbata que parecía bufanda”.

El tiempo se fue rápido; de pronto, eran las ocho y media de la noche; estaba

ya muy cerca de pasarme de mi toque de queda. Caminamos cerca de veinte

minutos hacia su casa en S. High St. #13, esquina con Watson St. Nada cerca de

la mía. Pensé un poco en lo que me esperaba al regresar, sería regañado por mi

madre y seguramente habría consecuencias, pero no me importó… no cambiaría

nada de ese día, si pudiera.

- ¿Sabes? – me dijo, cuando nos detuvimos en la puerta de enfrente de su

casa; una casa bonita, similar a la mía. – Lo pasé muy, MUY bien. ¿Tú?-.

- ¡También yo!

- ¿Lo suficiente para hacerlo costumbre? ¿Todos los martes, a las cuatro?

- ¿Qué tal martes, sábados y domingos?

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Me miró fijamente; yo no aparté mis ojos de los suyos y tomé su mano. Ella

sonrió y se acercó a mí… me quedé impávido y sentí cómo besó mi mejilla derecha,

justo en la comisura de los labios. Fue una sensación indescriptible.

- Es una cita – susurró a mi oído. – Dulces sueños, Jude -.

- Dulces sueños, Mirella.

Llegué a casa a las 9:30. En el lado positivo, seguía con la cabeza en las nubes

y casi flotando por encima del suelo. En mi mente, había trascendido los límites de

los mortales porque le gustaba a la chica que me gustaba. Por el otro lado, el sermón

de tanto mi mamá como mi papá me recordó a esos monólogos en escenas bélicas:

donde el soldado está detrás de líneas enemigas, rodeado, con sólo la foto de su

novia esperándolo en casa. Los regaños de Cassandra y George eran murmullos y

balbuceos.

Estuve castigado una semana por desobedecer mi hora de llegada. No podía

hacer otra cosa que ir al colegio y regresar a casa; no podía ir al CEMETERY, ni

ensayar con The Misters, pero lo que más me dolía era no poder ver a Mirella los

días que habíamos quedado. Con Ray de mensajero acompañado de Wallace quien

verificaría que ella la recibiera, le hice llegar una carta donde expliqué la situación.

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Me respondió al día siguiente con un lindo mensaje: “perdón si te metí en problemas.

Creo que debemos hacernos mejores amigos del tiempo la próxima vez. Recuerda

que vuela cuando la pasas tan bien. Besos, Mirella”. Me había sacado la lotería al

hacer que alguien como ella se fijara en mí.

Pasaron dos semanas, una después de mi castigo impuesto por autoridades

ciegas al amor adolescente, y mi nueva rutina rápidamente se convirtió en mi

prioridad: martes, sábados y domingos, mis tardes le pertenecían a Mirella. Punto.

Siempre esperábamos a que oscureciera un poco para ver las estrellas y platicar,

reír, nuestro segundo momento rom-com. Al mismo tiempo, empezaba a tener

dificultades con los muchachos porque no me aparecía en los ensayos y hasta mi

padre me extrañaba en el CEMETERY. Pero en mi lista de prioridades, Mirella le

había ganado a todo, incluso al cercano segundo lugar: Epi.

Fue el sábado 26 de Octubre, lo recuerdo como si fuera ayer. En nuestro

lugar, una pequeña colina en el medio del parque que parecía sacada de algún

cuento de hadas (o al menos a mí me lo parecía en ese momento) veíamos las

estrellas, recostados en el pasto. Reíamos por algo tonto que alguno de los dos dijo

y yo sentía su cabeza recargada en mi hombro… sentía su calor, olía su perfume.

- Creo que estoy enamorado de ti.

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Sólo salió. No lo pensé. Sentí un vacío en el estómago y mi corazón se desquició.

Ella guardó silencio unos segundos que para mí fueron eternos… estaba

confundido, no sabía si hice bien en decirle o si aquellas palabras afectarían la tierna

relación que teníamos… de pronto, ella volteó hacia mí… tomó mi barbilla con su

mano y, suavemente, guió mi cara hacia la de ella y entonces… me besó… ¡Mirella

me besó! Sus labios eran suaves, guías absolutas de esta nueva aventura.

Tenía mi primera novia, di mi primer beso. La vida era sencilla, hermosa,

simple… ¡cómo extraño esos días!

Después de dejarla en su casa y al final de un largo beso de despedida, regresé

flotando entre las nubes, a la mía. Saludé a mis hermanos, a mis papás, y fui a mi

cuarto; ¡tenía que escribir! Tres horas ya no era suficiente para Mirella, necesitaba

escribir… en menos de una hora, compuse la canción que años después fue mi

primer (y según los críticos, mi mejor) sencillo: Beneath the Stars. Apenas terminé,

corrí al cuarto de Greg y la canté.

Mi hermano estaba recostado en su sillón, mirando al techo, atento a mi canción.

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- ¿Y dices que la escribiste tú?- dijo, mirándome por el rabillo de su ojo.

- Sí.

- ¿No hubo plagio? - añadió, levantando su ceja e incorporándose para verme

de frente.

- ¡No! ¡La acabo de escribir! – dije al tiempo que sacudía mi cabeza de lado a

lado. Él suspiro y se apretó el puente de la nariz.

- ¡No sé de dónde demonios sacaste este don! – exclamó, en tono serio, — Y

estoy casi seguro que no te imaginas lo que te espera, pero tienes talento,

hermanito. Y no me refiero a ese talento de los One-Hit Wonders. Me refiero

al nivel de los grandes —.

Ya no hablaba mi hermano. Hablaba el estudiante de negocios y comunicación.

Juntó sus manos y entrelazó sus dedos.

- Te falta pulirte. Tus canciones pueden pegar en la radio, pero necesitas

educarte. Tu voz es buena, pero no está entrenada. Eres un natural con la

guitarra, Mat… Jude, Sé sincero, ¿quieres ser músico?

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¡Qué pregunta! Desde hacía tiempo yo sabía a qué quería dedicarme el resto de

mi vida… pero ante la seriedad de la pregunta, me di cuenta de que el camino de la

música comenzaba para mí, en serio. Asentí. Yo quería ser músico.

Mi hermano se levantó y me dio una palmada en el hombro.

- Para lo que valga hermano: estoy seguro que lo vas a lograr. Tócala de

nuevo, que sí me gustó…

Esa noche, dormí contento, con los ánimos hasta el cielo. Greg siempre fue

honesto conmigo. No sólo decidí de manera formal el rumbo profesional que tomaría

mi vida sino que ¡tenía novia! Imaginé con ella, con sus ojos azules, que yo llenaría

estadios y sería una leyenda, inspiraría a otros para seguir sus sueños. Me

encontraba en la cima del mundo.

Un año después, Mirella regresó a Londres con su familia, y dejó Baltimore atrás

junto con mi corazón roto y la canción más personal que escribí y que cambiaría mi

vida para siempre.

Lo peor estaba por llegar.

45
TRACK 3

FAMA: EL AÑO MÁS DIFÍCIL DE MI VIDA

El 2008 fue un año cargado de presentaciones. También fue el del final para

“The Misters”.

Vamos en orden. En esos tiempos, teníamos más shows que cualquier otra

banda local; nos presentábamos todo el tiempo en el Current Gallery. Tan populares

éramos que teníamos teloneros y un estudio de grabación en mi casa donde

producíamos nuestros demos; no era el mejor equipo del mundo, ni siquiera el mejor

estudio, pero era nuestro.

Todo cambió durante mi cumpleaños número 20. Hicimos, a mi parecer, ¡la

mejor fiesta del año! Alquilamos una bodega cerca del puerto y, por la noche,

convertimos el lugar en un club-bar con invitación abierta. Se llenó: había muchísima

gente y fans por todas partes. Invitamos a otras bandas a tocar y cerramos nosotros,

tocando en vivo nuestras canciones. Fue un mini-concierto. Parecía que todo

Baltimore estaba ahí. Era ¡genial! Pero a pesar de la alegría y emoción del

momento, me faltaba algo… alguien, más bien. La imaginaba a ella, a Mirella,

parada allí, mirándome, cantando entre el público. Imaginaba verla, por segundos,

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en cualquier mujer que pasaba… me aferraba al pasado, me costaba trabajo dejarla

ir. Pero la vida sigue y no estaba dispuesto a dejar de disfrutar mi fiesta.

Tan grande era la fiesta y tanto alboroto hizo en Baltimore desde semanas

antes, que entre los asistentes se encontraban varias personalidades de la industria

musical. El más importante era, sin duda alguna, Louis Madisson: “Midas”. Le

apodaban así porque lo que tocaba lo convertía en oro. Al terminar de tocar, un

amigo de Greg de nombre Thomas Crew, me avisó que el Rey Midas quería

conocerme.

Louis era un hombre como de mi estatura, con poco cabello sin llegar a ser

calvo, un color de piel muy rosada y ojos café claros. Todos los que de alguna

manera estábamos dentro del ambiente de la música sabíamos su historia: se

involucró en el medio artístico desde los dieciocho años y llevaba veinticinco

manejando artistas y recorriendo Estados Unidos en busca de talentos. Conocía a

todo el mundo en el medio; trabajó con artistas como Foo Fighters, Christina

Aguilera, Coldplay, Green Day y muchos, MUCHOS, más. En todo peldaño de la

industria, se contaban historias del gran “Midas”. Una de las más famosas era que

él puso a Blink 182 en un escenario por primera vez. Me sentía intimidado de tan

sólo estar parado a su lado… ¡no podía creer que él estaba en MI fiesta!

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Thomas me llevó de la mano hacia donde Louis y Greg estaban platicando y

tomando un trago. En el trayecto, unos fans me pidieron fotos, así que me detuve y

dejé que las tomaran mientras sentía los ojos de Lou observándome. Sentí que mi

entrevista comenzaba ahí. Al llegar, extendí mi mano y fingiendo una seguridad que

no tenía, me presenté.

- Buenas noches señor Maddisson. ¡Es un honor tenerlo aquí!

- Así que tú eres el famoso Jude Stone – dijo él, en un tono sarcástico. - ¡Por

favor!, llámame Louis.

- Espero que esté disfrutando la noche, señor.

- Ya te dije que me llames Louis. Y… ¡felicidades! Por cierto - . Su tono se

volvió serio de repente. Yo sentía que las piernas me temblaban. - Jude

Stone… el “chico oro de Baltimore”… a ver, cuéntame de ti…

Platicamos de muchas cosas; le conté de mis sueños, ambiciones, qué y dónde

estaba estudiando o trabajando, cómo inicio mi carrera musical y cómo se formó

“The Misters”. Él escuchaba mis respuestas de manera atenta e interesado; experto

en el tema, observó cómo respondía, mi lenguaje corporal, mi posición, ¡todo! Más

adelante él mismo me confesó que en esa primera entrevista no sólo quería

conocerme, sino evaluarme, como era ¡o b v i o! ¡No se ganó el apodo de Midas por

nada! Después de una larga charla y unos cuantos tragos, prometí que no hablaría
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con nadie de nuestra entrevista, preocupado, entre otros asuntos de

confidencialidad y esas cosas, porque yo era menor de edad. Cerró nuestra charla,

se despidió de todos y me pidió que lo acompañara a la puerta.

Antes de subirse a su coche, sacó su tarjeta, me la entregó y con voz firme, dijo:

- Mira, Jude, seré franco y directo: iré a los Los Ángeles en unos cuantos días

y quiero que vengas conmigo. Escuché tus “demos”, vine hoy a verte y

después de escucharte en vivo puedo decirlo: tienes potencial. Piénsalo ¿ok?

Están ahí mis números y mi correo.

No necesitaba pensar nada. Me sentí emocionado, ¡feliz! Me apuré a contestar.

- ¡CLARO QUE SÍ LOUIS! Le diré a los chicos y arreglaremos todo para irnos,

sé que…

- Jude –, me interrumpió, fijando su mirada en la mía y adoptando un tono

muy, MUY serio, casi imperativo. – No dije “The Misters”. Dije que TÚ tienes

mucho potencial -Se hizo un silencio incómodo que duró unos segundos.

- Piénsalo.

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Y así, Louis Madisson entró a su elegante y muy caro auto, cerró la puerta,

arrancó y se fue. Me dejó atónito, inmóvil, mirando la tarjeta color blanco marfil que

sostenía en mis manos como si fuera un tesoro, pensando en una de las decisiones

más importantes de mi vida…

Volví a la fiesta y Greg corrió a mi encuentro. Entusiasmado, con una palmada

en el hombro y una gran sonrisa, preguntó:

- ¿¡CÓMO TE FUE?!

Tardé en responderle. Había demasiado ruido en mi cabeza. La vida en

Baltimore era rutinaria y monótona. Desde hacía algún tiempo y a pesar de todas

las presentaciones que tenía con mi banda, me sentía atrapado en una burbuja

donde la creatividad y los sueños morían poco a poco. Cada día lo mismo: ensayos

iguales, shows en los mismos lugares, presentaciones que no llevaban a ninguna

parte, los mismos fans de siempre y la ausencia de sus ojos azules entre el

público… mis sueños estancados en esa bahía, día con día. Incluso mis visitas al

CEMETERY eran cada vez menos frecuentes, aunque no perdía contacto con papá.

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- Bien -. Le respondí, en tono cortante. – Pero no quiero hablar de eso. ¡Esto

es una fiesta! ¡A divertirnos!

Greg me conocía. Supo por mi cara y mi actitud evasiva que algo había pasado

en mi conversación con El Rey Midas, pero guardó silencio y, como el buen amigo

que era, respetó y aceptó mi respuesta. No hablamos del tema.

Cuando la fiesta terminó y sólo quedamos, recogiendo el lugar, mi banda y yo,

no fue necesario decir mucho.

- Entonces… ¿nos dejas? -. El tono de Ray era serio, distante. Sus facciones

duras.

- No lo sé. Aún no lo decido… no quiero separarnos, comenzamos este

proyecto juntos y creo que lo mejor será…

- ¡¿Decirle que NO a Midas?! – interrumpió Greg, incorporándose con un

violento salto de la silla en la que estaba sentado. - ¿Acaso estás L O C O?

¡SERÍA ENTERRAR TU CARRERA ANTES DE COMENZARLA!

- Jude – retomó la palabra Ray, calmando los ánimos - todo ciclo termina.

Estuvimos charlando mientras tú disfrutabas tu fiesta. No sería justo

detenerte. Ninguno de nosotros quiere dedicarse a la música como forma de

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vida; ninguno tenemos el talento que tú tienes. Si hoy, como regalo de

cumpleaños se te presentó la oportunidad, a TI solo, ¡TÓMALA! No la

desperdicies…

Recogimos, juntos y en silencio, el equipo de nuestra banda por última vez. No

fue necesario dar más explicación. No fue necesario decir que esa, había sido la

última presentación de The Misters.

Al día siguiente, después de escribir diez borradores distintos, envié un correo

al e-mail que venía en la tarjeta que Lou me dio.

“Louis, espero que todo esté de maravilla. Me encantaría poder reunirnos y si

ves futuro en mí, sería fabuloso trabajar juntos Te veré pronto. Saludos, Jude Stone”.

Una semana después, aterrizaba en Los Ángeles, con el estómago revuelto.

Afuera, en el área de “llegadas”, había una persona esperando sosteniendo un

letrero que decía “JUDE STAIN”. En ese momento, me di cuenta de que esto era

real, aunque escribieran mal mi nombre –error que por cierto, no volvió a suceder

52
Caminé con él hacia la entrada del aeropuerto, donde me esperaba un auto gris

nuevo; parecía que recién había salido de la agencia. Me subí. Fuimos a Sound City

Studios, un lugar que sólo había visto en documentales. Jamás imaginé que un día

estaría ahí, ¡era un sueño hecho realidad! ¡Nirvana grabó Nevermind en ese lugar!

¡Queens of the Stone Age, Neil Young, Metallica, Johnny Cash! Era ¡increíble!

Sentía una emoción que aún ahora no puedo describir… después de unos minutos

de estar anonadado e incrédulo, vi a Louis que salió de una sala de juntas con una

sonrisa dibujada en su cara.

- Impresionante, ¿verdad? — dijo, mientras ponía su mano en mi hombro y me

dirigía adentro. Sólo pude asentir. — ¡Vamos! ¡Cierra la boca muchacho! ¡Vas

a empezar a babear! —.

Luego, comenzó todo. Empezó mi proceso de “fama”.

Comenzó con grabar un disco. Un verdadero disco. Un proceso tardado,

complicado y que involucra a muchas personas expertas en el tema. Yo me pasé la

mayor parte del tiempo escribiendo letras, componiendo canciones y terminando

mis estudios una vez transferido a LACM1. Lou y la disquera, me dijeron que era

indispensable tener una educación formal si quería ser de los grandes. Incluso el

1
Los Angeles College of Music
53
Rey del Pop sabía de ballet, tap y muchas disciplinas más de baile. La disquera y

Lou me presionaron para que me graduara antes de tiempo. Afortunadamente, ya

tenía la mitad de la carrera recorrida en Baltimore.

Una vez me gradué, no celebré ni salí de fiesta. No había tiempo ni ánimo. A

veces me invadía la añoranza y el sentir que de una u otra forma, por seguir mi

camino, sacrifiqué a mi gente: mis amigos.

Renté un departamento y me puse a trabajar con Louis en seguida, de tiempo

completo. Construíamos el disco. Por decisión unánime, se acordó que mi primer

sencillo sería “Beneath the Stars”, una canción romántica que de seguro sería un

éxito con las jóvenes en el verano y homónima al disco. Según los expertos, era

también la que mejor encapsulaba mi sonido.

Grabamos la canción a principios de año y salió al aire en mayo. Fue un éxito

inmediato.

Las estaciones la tocaban en los horarios más importantes y en programas en

vivo, siempre era pedida como “complacencia”.

54
Un mes después, el 25 de Junio del 2009, el Rey del Pop, Michael Jackson, fue

declarado muerto a la edad de cincuenta años, dejando el mundo paralizado y a

millones de fans, incluyéndome, con un gran dolor. El mismo mes, mi canción

alcanzó el número uno en Billboard. Sin yo saberlo, el Rey mismo me dejó pase

libre para mi gran entrada.

Octubre, 2009. Aviones, hoteles, aeropuertos, ensayos, autobuses, entrevistas,

autógrafos, ensayos, juntas, peleas, borracheras, ensayos; mi tiempo y mi vida

estaban convertidos en un viaje imparable. Durante meses, la mitad de mi vida la

vivía en el aire. Los aeropuertos eran casi mi casa; perdía constantemente la noción

del tiempo, me costaba trabajo saber qué día era y, en ocasiones, todo pasaba tan

de prisa que no lograba distinguir las estaciones del año. Cada lugar que iba, la

gente gritaba por mí y conocían mi nombre. Yo era una estrella. Esto era la codiciada

“fama”. Y solamente hablamos de Estados Unidos.

Una tarde cualquiera, en un programa de entrevistas, al final de una

presentación en vivo de “Beneath the Stars” y de una dinámica con la

entrevistadora, -una mujer agradable y simpática, de Nueva Orleans-, charlábamos

mientras la cadena se iba a comerciales, nada importante, sólo cosas amenas y

divertidas.

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Dos sillones situados frente a frente (aunque presentados en tres-cuartos), una

pantalla atrás y una decoración para dar una sensación abierta, de hogar en la

mañana, era mi set. Me gustaba. Me sentía cómodo ahí.

Regresamos al aire y ella dio la bienvenida.

- ¡Bienvenidos de vuelta! Tenemos con nosotros a la sensación musical del

año, ¡Jude Stone!

La gente en el estudio gritó y aplaudió cuando dijeron mi nombre. Yo sonreí y

me di un aplauso juguetón. Una de las lecciones que Louis más se esforzó en que

aprendiera fue: juega con los medios o te van a comer vivo.

- Jude, ¿qué se siente ser el chico de oro de Maryland?

- Yo no diría de Maryland, es un lugar bastante grande — contesté, con un

tono juguetón —. Me conformo con Baltimore. Vamos, Ravens —. La

audiencia se rio. La conductora se rio. Luego, más cómodamente, añadí: -

la verdad es una sensación muy extraña, eso de pisar un lugar y tener a fans

esperando, me hace sentir no sólo afortunado, sino también pequeño.

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- ¿Pequeño?

- ¡Sí! Pequeño… imagina que eres yo y que todas esas personas te escuchan

y toman lo que dices en serio. Hay jóvenes que intentan imitarte, y hay otros

que te quieren desafiar. Eres la cara de un negocio. ¿No sentirías la

responsabilidad, perdón por mi francés, de no ser un imbécil? – Risas de

nuevo-. - Me hace sentir pequeño… siento que aún tengo mucho qué

trabajar-.

La conductora asintió y el público escuchaba, atento. Sentí que lo que dije fue

tomado muy bien.

- ¿Quieres vivir a la altura de esa imagen?

- ¡UFF! – exclamé, mientras me reclinaba en el sillón. — No realmente. Me

criaron de manera tradicional. Ya sabes: abrirle la puerta a las damas, no

poner los codos sobre la mesa, masticar con la boca cerrada, ser tú mismo y

no comprometer tus valores, tratar como quieres que te traten, etcétera. Pero,

en fin, la plática se puso un poco existencial y estoy demasiado sobrio para

eso, ¿sabías que el pollo frito viene de Escocia? —.

- ¿En serio?

- ¡Sí! Yo también pensé que venía de Kentucky.

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El público se rio, yo me reí y el resto de la entrevista estuvo repleta de anécdotas

menos pesadas. Resulta que tenía un buen ritmo en las entrevistas, según Lou.

Un año después, mi carrera estaba en su clímax.

Llevaba un poco más de un año promocionando mi segundo álbum “Closer to

You” y Jude Stone se había convertido en un verdadero fenómeno mundial. Las

ventas de ambos álbumes rompieron todos los records, hasta hacíamos bromas

que la RIAA2 pronto tendría que inventar un nivel más que el Diamante.

A mis 22 años, tenía nueve Grammys en mi haber y más conciertos de los que

puedo recordar. A la mayoría de las personas esto les podría sonar a una pesadilla:

andar de un lado a otro como nómada pagando un departamento en Los Ángeles -

en el cual no vivía-, no tener ni familia ni amigos cercanos, vivir en escenarios y en

estudios; pero yo amaba todo ese alboroto. Cada parte de mis días los disfrutaba al

máximo, conocer tantos lugares, ver lo que mis canciones causaban en las

personas, todo era increíble. Lo que me parecía curioso es que mientras más dinero

ganaba, menos me tenía que preocupar por gastarlo. A cada restaurante que

íbamos el gerente nos despedía con un típico “cortesía de la casa Sr. Stone”; cada

que llegábamos a los cuartos de hotel había algún lujoso regalo. Una vez, ¡me

2
Recording Industry Association of America
58
regalaron una consola de video juego que ni siquiera salía al mercado aún! Viviendo

así y sin contar impuestos, ¿en qué momento iba a gastar todo lo que ganaba?

Iba a tantos programas de Televisión y a tantas entrevistas que en algún punto

todo se redujo al mismo sitio con las mismas preguntas de siempre. Mis respuestas

ya eran automáticas. Pronto pasé de la euforia, a la monotonía.

Para aliviar un poco el aburrimiento, me imaginaba a mi familia viéndome en

televisión. A Carl y Cecil gritando eufóricos mientras mamá los callaba, a mi papá

en el CEMETERY o en alta mar, escuchándome en la radio. Resulta que Greg tenía

ya 10 meses de casado, me perdí su boda. La fama era algo tan emocionante y

satisfactorio como absorbente y demandante. Ya no era dueño de mi vida. Sé que

sonará raro, pero sentí de pronto que mi vida estaba convertida en una prisión de la

cual no quería salir, y cada acto criminal que cometía sumaba más y más años a

mi condena.

Un día, el avión privado en el que ya volaba porque era imposible para mí volar

en línea comercial, aterrizó en Europa. Era la primera vez que visitábamos aquel

continente y tocaba dar una serie de conciertos que eran parte del Tour “Closer to

You”. Conocí Francia, Italia, Bruselas, Madrid, Barcelona y sólo faltaba Londres. Un

hueco enorme en la panza me provocaba escuchar la palabra, “Londres”. ¿Vivirá

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aquí? ¿Irá al concierto? ¿La veré? ¿Se acordara de mí?, preguntas de ese tipo

hacían erupción en mi cabeza. Mis sentimientos estaban en armas contra la razón

dentro de mí. Mirella Collingwood, la chica de mis sueños, el amor de mi vida, ¿qué

habrá sido de ella?

- ¿Cómo te sientes? — preguntó Lou mientras estábamos por aterrizar. Él

ojeaba una revista, tratando de restar importancia a lo que era evidente. O,

si lo veo de otro modo, dándome pie a que contestara qué era lo que me

hacía un manojo de nervios.

- Bien, bien, un poco nervioso — dije, a medias, con mis piernas temblando

ligeramente y mis talones tocando el piso como batería. La turbulencia casual

no ayudaba a mis nervios. —Siempre me pongo nervioso al estar en un lugar

en el que nunca hemos tocado, pero bien. Digo, hasta hoy Europa ha sido

increíble, ¿no?-.

- Sabes a qué me refiero — continuó él, dando vueltas a las páginas sin voltear

a verme. Puedo jurar que no estaba leyendo nada. Y si mis nervios lo habían

contagiado, él no daba señal alguna de eso.

- ¿Cómo crees que me siento? — repliqué, casi levantando mi voz más allá de

un gruñido. La frente me sudaba y movía las rodillas tan aprisa, que logré

captar su atención. Jude, tranquilízate —, dijo, mientras ponía la revista a su

lado y me miraba. Yo estaba muy concentrado en ver la Isla Británica

60
aparecer debajo de las nubes. —No puedes perder el control de esta manera,

¿ok? Darás un gran show como siempre y listo. No hay nada más, no hay

lugar para fantasías, muchacho. Mañana volaremos a nuestro próximo

destino para completar la gira; todo será tan rápido que apenas te darás

cuenta de que estuviste aquí. Así que, ¡calma! En este negocio, no queda

tiempo para tonterías.

- No puedo evitarlo, Lou. La verdad es que nunca dejo de pensar en ella, así

que no me pidas que me tranquilice mientras la curiosidad me mata. ¿Sabrá

que estoy aquí? ¿Sabrá del show de mañana? ¿Se habrá casado? ¿Tendrá

hijos? —. Recargué mi cabeza contra la cabecera del asiento, dando un largo

suspiro. Mi mirada estaba desorbitada, parecía que había comido hongos

alucinógenos. Nunca los comí o probé, pero de haberlo hecho, seguro así se

me verían los ojos y así de salvaje estaría mi ritmo cardiaco.

Louis me tuvo piedad. Tras respirar profundo, me propuso:

- ¿Qué te parece si cancelamos la entrevista de las 6 y nos relajamos en el

Hotel? Igual eso ayuda a que te distraigas. No sé a ti, pero el jetlag aún me

está matando y me caería muy bien un masaje, de esos con velas y aroma-

terapia —. Solté una pequeña y tensa carcajada mientras asentía. No era

mala su idea.

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Cuando salimos del aeropuerto, no podía creer lo que estaba presenciando: un

mar de personas estaban gritando tan fuerte que no alcanzaba a escuchar nada de

lo que me decían los de seguridad que iban a mi lado. Los fans parecían lluvia

torrencial golpeando violentamente contra una lámina de aluminio. Decir que era

una locura hubiera sido no hacerle justicia a la situación; nunca había cantado en

Londres, pero mi música se había adelantado a prepararme el terreno.

Caminaba entre tres gorilas que la disquera puso a fin de protegerme de los fans

más entusiastas, esos que sin quererlo llegan a ser violentos. La verdad es que

esos escoltas me daban más miedo que la multitud: empujaban de forma grotesca

a las personas, manteniéndolas a raya con sus manos, capaces de convertir mi

cabeza en puré. A su vez, no podía evitar voltear a donde estaba toda la gente de

vez en cuando, buscando aquella cara entre flashes, letreros gigantes, gritos,

tropiezos y Lou intentando darme indicaciones. Me sentía en una tómbola dentro de

una secadora en medio de un huracán. Parecía un niño perdido de 6 años buscando

a su madre. Como había prensa, me tomaron esa cara, y nunca pude ni quise

explicar en futuras entrevistas… fue mucho tiempo motivo de burla. Los medios:

implacables.

Después de un corto tramo que por obvias razones se me hizo interminable,

logramos subir a la camioneta que nos llevaría al hotel. La gente no paraba de

golpearla y de gritar tan fuerte que parecía que iban dentro con nosotros. Era

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espeluznante, y creo que nunca llegué a tolerar del todo a aquel caos. A mi lado

estaba sentada mi personal manager: Leticia Hernández, de 34 años. Ella tenía la

hermosura de todas las latinas del mundo, los ojos más coquetos que vi en mi vida

y ese enorme pelo rizado con el que luchaba todos los días. Ella estaba inclinada

hacia atrás, se tapaba los oídos y cerraba los ojos con demasiada fuerza. Letty

nunca se acostumbró a aquel alboroto que la mataba de miedo.

Por fin llegamos al hotel, uno de los hoteles más lujosos en el que había estado

parado en mi vida, parecía que cualquier cosa de la decoración se rompería

instantáneamente de sólo tocarla y el costo por reponerla sería, más o menos, de

un riñón. Sentía que caminaba con un letrero que decía “El famoso Jude Stone”

pegado en la frente; todos en el lugar fijaban su mirada en mí con sólo caminar.

Después del check-in, no fuimos a nuestros cuartos.

Lou cumplió su promesa: nos preparó un día completo en el Spa, incluyendo a

Letty. Todo dentro del mismo hotel sin necesidad de salir a la calle, lo cual era

completamente imposible y una verdadera lástima porque el día estaba hermoso,

pero la gente se abarrotaba afuera como si estuvieran regalando dinero. Fue una

maravillosa tarde en el Spa, relajante y consentidora. Yo, en ningún momento dejé

de pensar en Mirella, era casi imposible sacarla de mi mente. Y, no, no necesitaba

terapia. Creo que mi apego yacía en que ella se había convertido en mi conexión

con casa.

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- Jude, mañana es el día más pesado.

Letty repasaba las actividades del día del show mientras cenábamos en la zona

V.I.P. del hotel.

- Tenemos tres entrevistas por la mañana y una más a la una de la tarde, no

olvides que tu prueba de sonido es a las cuatro y el concierto empieza

alrededor de las diez.

- ¿A qué hora salimos? — le pregunté, con la ilusión de que fuera lo más tarde

posible.

- Tenemos que salir de aquí a las 6:30 de la mañana — respondió, mientras

limpiaba su boca antes de beber un poco de su copa de vino. Eso era justo

lo que no quería escuchar.

- ¡¿6:30?! ¿Será un día divertido, no?

- ¡Dímelo a mí! -, respondió, con un gruñido.

Terminamos de cenar y la acompañé a su habitación. Nos despedimos y cada

quien se fue a su cama. No sé si ella se durmió rápido, pero yo me quede poco más

de una hora con los ojos bien abiertos, simplemente contemplando la lujosa

64
habitación. Parecía que cada que un huésped la desocupaba cambiaban incluso el

papel tapiz de las paredes. Todo parecía nuevo. ¿Lo mejor? el mini bar tenía todo

un mundo de marcas de alcohol que nunca había visto en mi vida. Aproveché la

oportunidad y me serví un par de tragos para ayudarme a conciliar el sueño.

A menudo mi familia aparecía en mis sueños, en especial papá. Esa noche no

fue la excepción: soñé estar con él, parados en la proa del CEMETERY. Los dos

solos. Parados ahí, en medio de un calmado océano oscuro y un claro cielo

estrellado. No nos decíamos mucho, si acaso llegábamos a dialogar. Por lo general

todo lo decíamos con la mirada o simplemente nos quedábamos viendo el horizonte;

yo y mi héroe, el gran George.

- ¡Londres! — dijo mi padre en ese sueño, recargado ante el barandal de la

proa. Las olas balanceando el buque con un gentil vaivén.

- Sí, Londres. Pa, todo ha sido demasiado rápido, ojalá estuvieras aquí para

verlo.

- Lo estoy hijo, créeme que lo estoy — me decía mientras me daba un cálido

y fuerte abrazo. — Estoy muy orgulloso de ti. Nunca lo olvides —.

El barco se detuvo bruscamente. Todo se sacudió. Metal chilló, las estrellas se

incendiaron y cayeron en llamas hacia el océano como meteoritos. La alarma

empezó a gritar desenfrenadamente.


65
El barandal desapareció, colapsándose en sí mismo. Le siguió la antena. Luego

una cabina. Luego otra. El cielo se volvía gris. El mar comenzaba a hervir. ¿¡Qué

pasa?! ¡Qué está pasando!, gritaba mientras todo a mi alrededor se volvía una

impenetrable niebla. Oía como el CEMETERY implotaba. Mi papá se borró poco a

poco, deshaciéndose cual pintura puntillista que rodaba hacia a mí. Su cara se

desmoronó como duna. La alarma enmudeció en agonía. Quise correr hacia él, pero

no tenía tracción, no tenía sostén. No tenía nada.

- ¿Destrancaste la banda dentada del motor 2?—, preguntó George mientras

se deshacía. Pude sentir su sonrisa mientras hablaba, mientras todo lo que

conocía de él se convertía en algo gris, sin facciones, sin detalles; sin rastro

alguno de vida.

En un segundo todo desapareció. El Buque se comió a sí mismo, mi padre se

fue como arena en el viento.

- ¡Jude! —, gritaba Letty, más fuerte que el sonido de la alarma en mis sueños,

voz nerviosa y desesperada, sacudiendo mis hombros para despertarme.

Parecía que llevaba algún rato intentándolo.

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Abrí los ojos con una bocanada de aire y sudor frío empapándome.

- ¡Estoy bien! Estoy bien. Ya.… ya me desperté —, dije, con voz seca y

jadeante. Banda dentada. ¿Qué tenía que ver una simple banda dentada en

esa… pesadilla o lo que fuera? Tal vez el alcohol caro me hacía alucinar.

Aquel día comenzó con sobresalto y caos, y todo me indicaba que seguiría así:

no había señas de que fuera a cambiar. Amaneció un poco nublado, el sol se

asomaba de repente entre aquella gris mañana, y el viento era frío. Un día muy

Inglés, pero no por eso menos brumoso. Las entrevistas se me hacían eternas y el

camino de un lugar a otro y las chicas que nos perseguían por toda la ciudad lo

hacían intolerable. Las primeras veces el caos me parecía gracioso, pero a estas

alturas, ya no lo era tanto.

Por fin, llegamos al lugar del concierto, el majestuoso “The O2”. Un lugar

impactante con la capacidad de albergar a veinte mil personas. Me sorprendió saber

que ¡todos los boletos se habían vendido! Ya había hecho conciertos masivos; ya

había estado parado ante multitudes grandes, pero seguía pareciéndome increíble

cómo podía reunirse tanta gente en una ciudad en la que jamás había estado, sólo

por mis canciones.


67
Eran casi las 4 de la tarde, el escenario estaba en su fase final de montaje y sólo

faltaban algunos detalles para realizar mi prueba de sonido. Montar las gigantes

pantallas que volaban encima del stage, tanta gente coordinando mil cosas al mismo

tiempo, repasando visuales una y otra vez. Era un arte lograr que todo saliera bien.

Y mis chicos, mi equipo, eran verdaderos Da Vincis en su trabajo. Siempre me

pareció injusto que los aplausos me los llevara yo, habiendo tanta gente detrás de

mucho esfuerzo.

14 de Octubre del 2010, el año más difícil de mi vida.

Terminé mi prueba de sonido; sólo quedaban cosas para las que no necesitaba

volver a cantar. Estaba parado frente al escenario, viendo cómo ponían las últimas

marcas para la banda, cuando...

- Hola, famoso.

Reconocí esa voz: única, cálida. Me quedé estupefacto: petrificado en mi lugar.

Apreté la botella de agua que sostenía en mis manos tan fuertemente, que derramé

el líquido. No me atrevía a voltear, no quería darme cuenta que estaba alucinando

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y romper la ilusión. Tras unos instantes, junté el coraje suficiente y logré que mi

cuerpo obedeciera a mi cerebro: giré.

-¿Mirella? — pregunté, totalmente incrédulo, paralizado.

Allí estaba: ella. Con sus enormes y maravillosos ojos azules.

Todo se detuvo por un segundo eterno. Creí haber olvidado esa sensación de

perderme en su mirada, aunque mis ojos reconocieron los suyos automáticamente.

¡Era ella! Mirella Collingwood. ¡Era real!

- ¿Cómo estás, Jude?

Se había convertido en una mujer hermosa. Totalmente encantadora. Su

presencia y su voz tenían una familiaridad y sencillez, sin pretensión alguna. Verla

fue para mí una bocanada de aire fresco.

Di un paso hacia el frente. Mi mano se acercó a su cara, queriendo tocarla, sentir

su cálida piel. Pero me detuve. Fue ella quien agarró mi mano y comprobó que no

era un sueño.

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- ¡Mirella! — exclamé, tomándola en mis brazos. No medí la fuerza del abrazo

que le di, de nuevo mi cuerpo actuaba sin obedecer a mi cerebro.

Ella se carcajeó mientras me regresaba el abrazo al envolver mi cabeza y cuello

en sus brazos.

- Ha pasado mucho tiempo — dijo, enterrando su cara en mi pecho.

Eventualmente, nos separamos el uno del otro.

- ¡Creí que jamás volvería a verte! ¡¿Cómo… ?! Espera, ¿cómo lograste entrar

hasta acá? —pregunté.

Tenía muchas cosas que platicarle, pero la parte lógica de mi cerebro, que

actuaba cuando quería, hizo hincapié en que, en teoría, el O2 debía estar cerrado

para todo público. Sólo miembros del staff podían entrar. Y, créanme, Mirella no

trabaja en mi equipo. Sabría de algo así. La única explicación era que…

- Tengo mis contactos — dijo ella, con un travieso guiño.

70
Podía sentir, detrás de mí, en el escenario, a Louis haciéndose el despistado.

Sí. Eso explicaba todo. ¡Gracias Lou!

- ¿Me extrañaste, masoquista? — pregunté, con una amplia sonrisa, y mis

manos tomando su cintura. Ella fingió no entender la pregunta y pinchó mi

pecho suavemente con su dedo índice.

- Oye, sí sabes que hoy es martes y son las cuatro, ¿verdad? Sé que estamos

muy lejos de Maryland, pero… me debes un helado.

Y así, viajé en el tiempo; siete años atrás. Ahí estaba ella, frente a mí una vez

más… el amor de mi vida.

- Pe… pero… ¿de dónde saco yo un helado ahorita?

Seguía yo incrédulo. No podía pensar con claridad. No fui el más brillante…

- Confía en mí – dijo, sonriendo, juguetona, tomando de mi mano y dirigiendo

mi torpe ser hasta el camerino.

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Ahí estaba una mesa dispuesta para dos. ¿Lou? ¿Letty? ¿Ambos? No podía

explicármelo… no hacía falta. Daba miedo lo bien que esos dos me conocían.

Reafirmé el por qué en las giras todo salía siempre a la perfección.

Logré relajarme y la cena pasó de una forma agradable, tranquila, familiar. Había

olvidado que rápido pasaba el tiempo a su lado. Platicamos siete años de nuestras

vidas mientras comíamos. Me contó que su madre se había vuelto a casar pero que

no sentía que estuviera funcionando tan bien; dijo que Adam, su hermano, acaba

de iniciar una relación con un tal Jared. Terminamos callados, mirándonos,

fijamente, a los ojos, al alma. No había necesidad de más palabras. Yo la amaba.

Nunca dejé de hacerlo, y su mano en la mía me dijo que ella me amaba a mí...

Esa noche, di el concierto más espectacular de mi carrera. Todo fluyó con tanta

facilidad y energía que logré hacer lo más difícil que cualquier artista puede lograr:

hacer que el público sintiera que ese show no había sido ensayado.

Lo mejor, pasó después. Mirella regresó conmigo al hotel y… fue mágico.

Desnudos, agotados, uno al lado del otro, acurrucados, piernas entrelazadas y

nuestros cuerpos juntos, apretados fuertemente el uno contra el otro.

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- Jude… esto es un “adiós”… sí lo sabes, ¿verdad? -. Pude sentir sus lágrimas

cayendo sobre mí.

Acaricié su espalda suavemente.

- ¡No! ¡Podemos hacer que esto funcione, estoy seguro!

- Jude… - suspiró, tranquila, resignada, mucho más madura y consciente que

yo. - En este momento, no hay lugar para mí en tu vida —. Su barbilla en mi

pecho, sus lágrimas corriendo por sus mejillas. – Aún no es nuestro tiempo…-

, añadió.

Quería con toda el alma debatirle, darle un contra-argumento… y no pude. Era

verdad. Ese estilo de vida mío tan lleno de caos y ella, buscando una maestría.

Nuestras vidas no empataban… no sin que hubiera de por medio tragedia y

desastre. Suspiré hondo. Respiré profundo; cansado y derrotado. Y sin poder

conciliar el sueño, mirándola dormir, hermosa, bella como me pareció desde la vez

primera que la vi, compuse otra canción: “Without Her”.

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Preparábamos lo último en el lobby del hotel, antes de partir al aeropuerto.

Mirella hablaba con el equipo y ayudaba a subir las maletas en los camiones y en

la camioneta privada. A todos les caía bien.

Risueño y muy contento, observé a Letty, hablando por teléfono, cambiando su

habitual sonrisa por una congelada expresión de angustia, acercándose a donde

estábamos a toda prisa. Pálida. Pasaba su mano frenéticamente por su cabello, tic

que yo conocía y me indicaba que algo andaba muy mal.

- Jude…

Me lanzó un ademán con su mano para que me acercara y habláramos en

privado. ¡Dios mío! ¿Qué pasó? Obedecí de prisa y me acerqué. Me condujo a un

lugar apartado, sin gente, y me dio la noticia. No sentí nada en un principio… luego

vino la ira… la negación, el miedo y la tristeza más profunda que he sentido en mi

vida.

El CEMETERY OF DREAMS se hundió la noche anterior. Aún no se encontraban

cadáveres ni el buque mismo. Creen que fue una tormenta. Se estaba preparando

un funeral simbólico para el día siguiente. No había esperanza de sobrevivientes; ni

siquiera restos qué entregar a las familias…

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Jamás imaginé que el regreso a mi tierra fuera tan lúgubre. Mis hermanos, al

verme, me abrazaron con fuerza y la miré… mi madre: devastada.

El servicio transcurrió eternamente lento, agonizantemente lento. Quería salir de

ahí. ¡Levantarme y gritar! Había perdido ya la capacidad de llorar.

Después del funeral, me quedé en la capilla, sentado frente al altar. Escuché

cómo mi madre se despedía de los demás, cómo Greg se abrazaba a su esposa; oí

a Cecil y a Carl llorando afuera. Yo, me quedé ahí. Dentro de la ornamentada iglesia,

entumecido, incrédulo. Mi mente estaba llena de estática y ruido.

Siempre he pensado que hay varios tipos de dolores. Desde los que te hacen

gritar en agonía o sólo sentirte incómodo, hasta los que te tumban y te hacen sentir

como si te costara trabajo respirar, porque hasta el aire duele. Pero lo que sentía,

triunfaba en todo tipo de dolor o pesar que pudiera sentir. No sentía nada más. No

procesaba bien la información y al ser un hombre, fuerte, condicionado a aguantar

las lágrimas… no podía llorar.

75
Caí en la cuenta de mi soledad. Vivía en un mundo ajeno al de mi familia y a la

chica que amaba, eran pocas las personas que me conocían más allá de “el famoso

Jude Stone”; quienes se me acercaban iban por mi fama y dinero la mayoría de las

veces. Y ahora: no tenía padre y no sabía cómo consolar a mi madre y hermanos.

Estaba sentado en una iglesia vacía, solo, llorando en silencio por el padre del que

nunca me despedí. El gran George.

Regresé a Los Angeles y me enteré de pronto del desprecio absoluto que el

mundo en el que vivía tenía para mi pena. Pocas horas después de aterrizar, tuve

una entrevista post-tour. Fue en un estudio de una cadena que nunca me gustó y lo

único que a la entrevistadora le importaba saber era cómo la muerte de mi padre

afectaría mis planes para el siguiente sencillo. Todos los días, insensiblemente y sin

empatía alguna, cualquiera me recordaba su muerte, como si no importara, como

un posible obstáculo para mi carrera.

En ese punto de mi vida, la “fama” y mi “carrera” venían acompañadas de un

fuerte olor a mierda.

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TRACK 4

3 AÑOS DESPUÉS Y EL HOMBRE MISTERIOSO

Aún ahora, cuando cierro mis ojos, puedo recordar todo: revivir cada detalle.

Estar parado ahí, en el escenario, en la oscuridad. Lo único que me ilumina

son las lámparas de decenas de personas que corren, agitadas, nerviosas,

terminando de preparar hasta el último detalle del stage. Producción, staff, afinando

guitarras, colocándome los inears. Y ahí estoy yo: en medio de toda esa tormenta

de personas, parado frente al kabuki, la inmensa cortina que cae y descubre al

artista. Ahí se encuentra Jude Stone, escuchando el ensordecedor grito de 60,000

personas esperando por verme, a punto de rasguear el primer acorde de mi guitarra

y hacer lo que hago casi todos los días: cantar… las notas se han convertido en mi

aire.

Sweet Caroline, mi actual guitarra y reemplazo de Epi, comenzaba a verse

deteriorada. Parecía vieja, cansada, desganada… como yo.

Necesitaba dormir. Sufría episodios de ansiedad que con el tiempo se

volvían más severos; tenía ataques de pánico, a veces justo al terminar un show. El

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desvelo comenzó a afectar mi postura y temperamento; todo se convirtió de pronto

en presión y desesperación. Quería escapar, salir corriendo… pero, ¿a dónde

podía ir cuando no había un rincón en el mundo en donde no reconocieran mi cara?

La fama se convirtió en un infierno.

Tenía envidia de la vida de las demás personas, lo ordinario de sus días.

Extrañaba poder ir al cine sin tener que tomar en cuenta miles de protocolos de

seguridad; ir a un restaurante por una hamburguesa sin que ésta se enfriara por

fans que no entienden el concepto de privacidad; anhelaba caminar por la calle sin

que adolescentes impetuosas, rabiosas, impresionables y con una vida familiar

vacía me obligaran a correr para esconderme.

Veía mi vida pasar en el reflejo de las ventanillas de los aviones, sólo un

maldito recuerdo de una vida normal. Pasaban meses, incluso años sin ver a mi

familia, gracias a dios por los teléfonos celulares. Pisar Baltimore se había vuelto

literalmente imposible. Lo que soñé tantos años, todo lo que desee por tanto tiempo

se convirtió en un penar. Mi carácter cambió. De aquel niño lleno de ilusiones por

querer ser el artista más grande de todos los tiempos, no quedaba nada. De mí,

quedaba el cínico que constantemente pensaba en todas esas personas que darían

sus vidas por probar lo que yo vivía a diario, por entrar a un mundo del que yo quería

salir. Odiaba mi fama. Me sentía hastiado, aburrido, harto de esa vida… y aunque

trataba de disimularlo, alguien se percató de eso.

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Desde tiempo atrás, más de un año, en cada concierto que daba, a cada

lugar que iba, estaba un hombre que atrajo mi atención. Era alto, entre los 35 y 40

años, usaba lentes para ver, tenía una nariz aguileña inconfundible; vestía siempre

un abrigo negro con franjas cafés a los costados y un sombrero del mismo color

que no lo dejaba pasar inadvertido. No había un solo show en el que yo no viera a

ese sujeto. Y a pesar de que tenía algunos fans mayores de cuarenta, él era

demasiado. Como agente de hacienda.

Estaba en una gira de medios promocionando un disco de los grandes hits

de mi carrera: perfecta excusa para hacer una pequeña gira en donde me

despediría, por un tiempo, de los escenarios. Parar un poco el ritmo, preparar nuevo

álbum. Muchos shows, entrevistas, meet and greets… ¡aquello era exhaustivo! Sólo

pensar que descansaría unos meses me llenaba de emoción.

- ¿Lo viste?- Preguntó Lou, en la puerta del cuarto de hotel, mientras yo

desempacaba mis cosas, después de un concierto.

- ¿Al hijo de David Chapman?- pregunté, sacando mi ropa interior. – Difícil no

verlo en la primera fila… ¿por?

- ¿Cuánto tiempo lleva acechándote?

79
- Mmmmm… creo que tiene poco más de un año sin faltar a casi nada —

contesté, tratando de hacer cuentas.

- Me da miedo, Jude. ¿Y si está enamorado de ti? — dijo Lou, conteniendo su

risa burlona.

Lo miré con una cara seca, lentamente dejando aparecer una sonrisa.

- Eres un idiota... más bien ¡tú dime! ¿Por qué caminabas raro el otro día eh?

Será que de tantos hombres que se te acercan para conocerme…

Lou se acercó y puso su brazo alrededor de mi cuello.

- ¡Imbécil! — dijo, mientras comenzamos a forcejear en una pelea falsa, como

hermanos. Era nuestra forma de liberar el estrés acumulado.

- Bueno, querido Lennon —añadió Lou mientras dejaba mi cabeza y cuello

libres-, me iré a mi cuarto. Vienen días largos, pero se acerca el recreo.

Descansa Jude.

- ¡Descansa!

80
- Te quiero amigo

- Oye… ¿Lou?

- ¿Sí?

- Deja de meterte sexualmente con mis fans para que puedan conocerme.

- ¡Ja! ¡Idiota!

Lou cerró la puerta mientras yo me quedé con una sonrisa burlona pintada en

mi cara. ¡Si tan sólo me sintiera así de calmado por dentro! A pesar de la distracción

por parte de Lou, no podía evitar dejar de pensar en ese hombre, fan o yo qué sé.

Verlo con tanta frecuencia, en tantos lugares, me hacía sentir como el blanco

perfecto. Pasaron varios días de entrevistas, de promoción sin descanso, marcando

el inicio del fin para la gira actual. Mi cara en aquellas entrevistas se veía un poco

ida y demacrada por la falta de sueño, sin mucha expresión. A menudo los

conductores de los programas jugaban bromas acerca de mi aspecto mientras mis

críticos atacaban mi apariencia viciosamente. La verdad, la felicidad había

escapado un poco de mi rostro. Letty se daba cuenta de todo y no sólo sabía cómo

me sentía en todo momento, sino que actuaba para ayudarme; era como si

tuviéramos una conexión, sus consuelos eran muy acertados.

81
Los sueños con papá se volvieron continuos: los cataclismos en el CEMETERY

que no podía descifrar, la pregunta que él me hacía siempre sobre la banda dentada

del motor 2, todo el sin sentido de ese momento onírico. Seguro todo eran palabras

y miedos que aprendí y tuve de niño yendo tanto a aquel barco, pero nada explicaba

ese momento en que todo implotaba y se venía abajo. Mi único enlace con la

normalidad eran las llamadas y mensajes con mamá y con Greg.

Supe por ellos que Carl no salía de casa: se la pasaba con su novia. Greg y su

mujer planeaban tener un hijo; Mi mamá estaba bien. Superó el luto y dejó de

trabajar tanto. Ella y Carl se peleaban, pero nada alarmante o que necesitara

intervención profesional. Cecil hacía su vida, más distante, un poco más alejada.

Mi relación con Greg aún era buena. Él sabía qué sentía, aunque no lo dijera, y

atinaba a decirme:

- ¿Por qué no lo haces? Olvídate de todo por un tiempo, descansa. Deja que

tus fans te extrañen. Así vuelves con más ganas. Tienes casas aquí en

Baltimore. Anda, Jude, te mereces unas vacaciones.

- Un contrato no es cosa fácil Greg. Aún tengo fechas que cubrir y están

planeando un nuevo disco. Es irresponsable pensar en parar completamente.

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Lou está intentando conseguir más de seis meses de descanso… eso sería

fantástico.

- Si es tan difícil salir de un contrato, seis meses es más que suficiente, ¿no?

Sólo aguanta un poco más, termina esta gira, luego descansas un tiempo y

regresas relajado a grabar disco nuevo.

Charlamos por espacio de una hora. Era muy bueno para mí escucharlos a

todos: reconfortante. Me hacía bien escuchar a personas que realmente me

conocían. Lou quería lo mejor para mí, Letty también, pero sólo mi familia sabía qué

decir y cómo decirlo. Esa noche dormí tranquilo, incluso no recuerdo haber soñado

con papá.

Llegamos a Nueva York para hacer promoción y una presentación privada. Al

disco le estaba yendo de maravilla, y a nadie le sorprendía eso. Me emocionaba

esta visita. Nueva York, La Gran Manzana, uno de mis lugares favoritos. Aún en mi

apatía, era difícil no estar emocionado.

Lou y yo llegamos a mi departamento que tenía en Midtown. Era un lugar que

parecía un loft, decorado humildemente: como casa. Pagué una fortuna para lograr

tenerlo así: ese departamento era el sueño de todo soltero. Desde las fiestas que

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hice ahí, hasta los momentos tranquilos, me encantaba ese lugar. Era mi casa fuera

de casa.

- Amo Nueva York — le dije, lanzándome al sillón de la sala, subiendo los pies

a la mesa.

- Sí, es una ciudad mágica — dijo él. Noté angustia en su cara.

- ¿Está todo bien? Has tenido esa cara todo el día, Lou, ¿qué pasa? —me

acomodé en el sillón, bajando mis pies e inclinándome al frente, poniendo

mis codos sobre mis rodillas. Su expresión se descomponía más y más.

- Jude, no sé cómo decirte esto ni mucho menos cómo lo tomaras —. Sentí un

hueco en el estómago y una gota de agua helada recorriendo mi espalda.

No había necesidad de que dijera más. Supe que algo terrible estaba

sucediendo. Lou se sentó frente a mí, en una posición similar a la mía.

- La disquera no quiere que paremos, Jude. Debemos terminar la promoción

de este disco. Inmediatamente después arrancaremos con la grabación del

nuevo álbum. Sólo tenemos tres semanas de descanso antes de comenzar

gira en América y Europa.

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Alguien chocó en la calle, afuera. Adentro, todo eclosionó. No podía parpadear,

estaba inmóvil, mis ojos se llenaban de lágrimas, sin poder evitarlo. Había lumbre

en mi estómago, quería vomitar, un mar de groserías e insultos pasaban por mi

mente.

- Dijiste que no, ¿cierto?

- Jude, no puedo hacer na…

- Dijiste que no, ¿cierto, Louis? -. Me sentía cada vez más alterado. Mi mirada

era fuego y lo vi fijamente.

- Jude, tenemos un contrato. No podemos hacer nada al respecto-. También

él se encontraba alterado. Su tono fue tajante y serio.

- ¡¿De qué carajos me sirve tenerte como manager si no vas a abogar por mis

necesidades?! -. Exploté. Jamás le había hablado en ese tono de reproche y

angustia.

- Jude, debes tranquilizarte —, me respondió, nervioso. No me calmé. Al

contrario. Su sugerencia me llevó a descargar, furiosamente, todas las

emociones reprimidas que me asfixiaban.

- ¡NO TE ATREVAS A DECIRME QUE ME TRANQUILICE! ¡NO PUEDO

CREER LA INCOMPETENCIA DE TU TRABAJO!

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Olvidé que también Lou pasaba por tiempos estresantes.

- ¡¿Crees que yo no estoy cansado, muchacho egoísta?! ¡¿Tienes idea de todo

lo que yo he sacrificado por tu estúpida carrera?! ¡Claro!, ¡El pobre niño

tiene problemas existenciales y no quiere cantar más, ya no quiere ser artista!

¡MADURA, Jude Stone! -. Cínico de mierda.

- ¡¿Qué?! ¡Maldito imbécil! ¡No lo hare! Por tu incompetencia no lograste

negociar seis malditos meses de descanso! ¡Eres igual al resto! Lo único

que les importa es que siga teniendo éxito tras éxito, ¡a nadie le importa cómo

yo me siento! ¿Problema existencial, dices? ¡Va más allá de eso! Si tú no

pudiste hacer tu trabajo y conseguirme un descanso que merezco, te

enseñaré cómo hacerlo.

- ¿Crees que puedes hacerlo? ¡ADELANTE! Ve llorando a decirles que no

cumplirás con el contrato; diles por donde se pueden meter sus opiniones.

¡Eres un imbécil!

Nuestro tono había subido más y más. Nuestros gritos se escuchaban en todo

el edificio. Las ventanas resonaban con cada argumento. Me sentía enojado,

frustrado, con ganas de mandar, de una vez y por todas, mi carrera al carajo.

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- ¡No puedes decirme que es tan difícil conseguirme, a MÍ, la más grande

estrella del mundo, seis meses de descanso! ¡¿NO PUEDEN DEJAR DE

PROSTITUIRME SOLO POR SEIS MESES?!

Lou soltó una risilla burlona, cínica, maldita.

- ¿Prostituirte? ¿De qué demonios estás hablando? ¡ESTO es tu carrera, tu

trabajo, tu vida, Jude! No es un juego o algo que esté planeando en tu contra

para perjudicarte.

- ¡Tú no serias nada sin mí! Sin mí, ¡no tendrías nada! Estabas en descenso

cuando te conocí ¿¡“Rey Midas”!? ¡Ja! ¡Yo le regresé el peso al nombre Louis

Maddison! ¿Tú? Tú no eres nada más que un inútil.

Lou se calmó de pronto y sus ojos se llenaron de lágrimas. Yo no me controlé.

Continué disparando una serie de insultos cada vez más hirientes, por algunos

minutos.

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- Jude -, dijo él, sereno de nuevo. - Escucha por favor lo que me estás diciendo.

No vayamos tan lejos, hermano -.

Guardé silencio. Tomé mi abrigo y mi bufanda, caminé hacia la puerta aún muy

enfadado y vociferé un último “maldito inútil”, sin saber si era dirigido a él, o a mí

mismo. Azoté la puerta con todas mis fuerzas, ignorándolo.

Salí corriendo del edificio. Era Enero del 2014 y el frío traspasaba mi ropa y

quemaba mi piel. Me metí en el primer callejón que encontré y fue imposible

contener el llanto. Era desgarrador, no podía parar. El coraje que tenía con todo era

una cuerda de espinas que me desgarraba de adentro hacia fuera; sentía que me

ahogaba con mis propios pensamientos. Me vino a la cabeza la imagen de Lou

llorando a causa de mis terribles insultos y me sentí muy mal. Me dolía la cabeza.

No podía procesar lo que estaba pasando. Lou tenía razón: yo aún era un niño…

un muchacho cansado y agobiado… egoísta.

Cruzando la calle, estaba este bar, Orion. Construido para parecer un pub

irlandés, parecía descuidado. Yo de verdad necesitaba un trago. Me envolví mi

bufanda en la frente. Mis ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar: me

ayudaban perfecto para pasar inadvertido. Finalmente, nadie se acercaría al loco

de la bufanda en la cara y los ojos llorosos. Entré en el lugar, y en efecto, estaba

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prácticamente solo. Dos mesas ocupadas al fondo, con muy pocas personas.

Agaché la mirada y en actitud sombría, me senté en la orilla de la barra y pedí un

whiskey en las rocas.

Duré unos 40 minutos ahí sentado, con la mirada ida y mi mente procesando

todo, pensando en lo idiota que había sido con Lou, pensando en que nunca debí

abrir la boca cuando solo existía ira y coraje en mí. Que idiota fui. Un reverendo y

total imbécil.

De pronto, sentí una mirada que pesaba toneladas, tan intensa que atravesaba

todo el bar. Era imposible ignorarla, giré nerviosamente la cabeza y lo vi en la

entrada: el hombre misterioso que veía en casi todos mis shows. Sus lentes

transparentes, aquella enorme nariz, su peculiar atuendo. La luz a medias y lo

desértico del lugar sólo lo hacía más tétrico. Sentí mucho miedo, “y claro, hoy

moriré”, pensé, mientras veía cómo esa silueta caminaba hacia mí a paso pesado.

Empuñé el vaso con fuerza y me preparé para lo peor.

- ¿Puedo acompañarte? — preguntó.

- Supongo — contesté, intentando disimular lo nervioso que estaba y sin fijar

mi mirada en él.

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Se sentó pesadamente a mi lado, ajustando sus lentes.

- No te preocupes, no vengo a matarte. Tampoco soy tu más grande

admirador, relájate un poco — me dijo mientras ordenaba un cognac y otro

whiskey para mí.

- ¿Entonces, podrías explicarme por qué demonios llevo casi dos años

viéndote a cada lugar que voy, incluyendo este bar, en donde nadie que me

conozca sabe que estoy?

- Permíteme presentarme. Mi nombre es Arthur Walker y antes de contarte a

que se dedica este hombre que ves en todas partes, necesito saber que a

nadie le contarás que hablaste conmigo hoy. Te sonará muy rara la pregunta

pero… ¿puedo confiar en ti?

Su rostro me era tan familiar que sentía que lo conocía muy bien. Por alguna

extraña razón, el miedo desapareció y ese extraño hombre me daba confianza, de

momento. Me intrigaba tanto ese personaje que me era imposible no darle

oportunidad a su historia.

- ¿Quién eres? —pregunté, con curiosidad.

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Él sonrió. Como si supiera algo que yo no sabía. No me gustó esa sonrisa.

- Jude, podrás creer lo que te diré, o no. Igualmente, podrás ir a contarle a todo

el mundo y no serviría de nada.

- ¿Quién eres?- insistí. No estaba de humor para esto.

Él suspiro, claramente frustrado, y se ajustó los lentes nuevamente.

- Ok, una vez más. Mi nombre es Arthur Walker y pertenezco a una asociación

llamada Blue Bayou, nos dedicamos a darles un retiro a los artistas con fama

mundial. Desde hace algunos años, pusimos nuestra mirada en ti. Jude,

vengo a ofrecerte la oportunidad de que dejes de ser una estrella, y te

conviertas en una leyenda.

Le di un trago a mi quinto whiskey, con una sonrisa burlona.

- ¿A qué estás jugando, Arthur Walker?

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- Es normal que estés escéptico, pero no te estoy mintiendo. Tú sabes mejor

que otros que, cuando la fama crece de manera descomunal, la vida de las

celebridades se vuelve imposible: sólo viven para un trabajo que al final del

día terminan odiando y que parece imposible abandonar. ¿O me dirás que

nunca lo has sentido, nunca has querido escapar de esta locura, de los y las

fans que no entienden la frase “espacio personal”, de las entrevistas banales,

de ya no hacer arte? Blue Bayou se encarga de resolver este problema.

Tal vez fue el alcohol, o mi estado de ánimo. De pronto, todo lo que él decía

cobró sentido para mí, aunque no se lo quería demostrar. Era verdad, odiaba mi

fama, odiaba a mis fans, odiaba a casi todo el mundo.

- ¿Arthur, cierto? Me parece increíble toda tu fantasía, como sea, no estoy

interesado, gracias. — Intenté ignorarlo, mordiendo un pedazo de hielo. No

quería aceptar que había una salida fácil a todo esto. Sonaba demasiado

bueno para ser verdad. Él imitaba mi postura y ciertos ademanes. Me hacía

entrar en confianza.

- Jude, sé que es difícil de asimilar al principio, es lógico, pero lo único que te

estoy ofreciendo es un retiro definitivo, una salida de este infierno que estás

viviendo.

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- ¡No me digas! – dije, sarcásticamente. – Y… ¿cómo hacen eso, eh? de paso

dime, que me muero de curiosidad, ¿cómo esta John, como se encuentra

Elvis?-. Mi sarcasmo era espeso, sabía a cinismo.

- Lo hacemos fingiendo tu muerte. Algún fan obsesionado contigo, una

sobredosis, algún accidente, o cualquier tragedia que parezca totalmente

real. Algo que no levante sospechas.

Su tono era seguro, firme. Ignoró cualquier burla que pude haberle hecho, le dio

un trago a su cognac y añadió de manera seca.

- Y John y el Rey se encuentran excelente.

Ese desgraciado lo consiguió. Tenía, a ese punto, mi total atención. No podría

describir la expresión en mi rostro, pero aquella historia que parecía inventada de

algún cuento se convirtió en los inicios de una obsesión mal sana. Me auto-

convencía con tanta facilidad de que todo lo que me decía, todo eso increíble y

alocado, era real; no quería aceptarlo, pero era inevitable no tener todos esos

sentimientos explotando dentro de mí. Arthur y su compañía, Blue Bayou, me

estaban ofreciendo el escape que llevaba buscando por años y, si entendí bien,

aparte de eso existía la posibilidad de verme cara a cara con… no, no podría ser

real. ¿Qué era eso? ¿Cómo podía ser? ¿En qué parte del mundo podría estar? Lo

miré fijamente. Genuinamente interesado.

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- Y… ¿exactamente cómo funciona? —pregunté, observándolo

detenidamente. El sarcasmo se esfumó de mi cara por completo.

- Hay distintos planes, causas y maneras. Puede suceder mañana mismo si tu

quisieras, o dentro de veinte años. Puedes pertenecer al club de los 27, aún

estas a tiempo, o, lo que nos ha funcionado más: preparamos una gira

mundial y la tragedia sucede justo antes de que empiece. Después, todos tus

fans quedaran devastados, pero ninguno de ellos querrá regresar el ultimo

ticket de tu último show. Las ventas de tus discos se dispararán por los cielos,

se recaudará dinero suficiente para la seguridad de tu familia por dos

generaciones, se cubriría tu estancia en Blue Bayou hasta el final de tus días

y, obviamente, la nómina de la organización que será a perpetuidad.

Seremos dueños de todo lo que hayas hecho en vida y administradores de

todo lo que genere tu “muerte”.

Sentí confusión. Dudaba y creía todo al mismo tiempo. Cada cosa que decía

Arthur con el pasar de los minutos iba tomando más sentido, no lógica, sólo sentido.

¿Por qué habría estado ahí casi dos años espiándome? Tampoco dejaba de pensar

en la posibilidad de que fuera un psicópata, que todo me lo estaba inventando; y ¿si

por el nivel de susceptibilidad que yo tenía necesitaba creer en algo así y me estaba

dejando llevar? Pero, ¿qué tal si sí existía ese lugar y sí era cierto lo que me decía?

Eso sería un retiro, un descanso permanente, una nueva oportunidad para

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recuperar mi vida, alejarme de todo. ¿Y mi familia, Lou, Letty? ¿Con que dolor

quedarían todos ellos?

Era mucho por procesar y como él me lo había dicho, ¿a quién le podría decir

que me creyera?, ¿con quién podría verificar si era verdad o no?, ¿en qué sitio de

internet podría investigar? Todo aquello era un salto de fe… una ciega confianza en

algo absurdo. Lo miré fijamente a los ojos, y pregunté:

- Entonces, ¿lo que me dices es verdad?

- Absolutamente -, respondió, sosteniendo mi mirada. – Incluso ahora que

sabes de la existencia de Blue Bayou, puedes elegir no ir. Nada pasaría,

como te dije, ¿quién te va a creer?

- ¿Tienes alguna prueba de que ese lugar existe?

- Blue Bayou es como el paraíso Jude, no hay evidencia de que este ahí, uno

simplemente muere con la esperanza de que renaceremos en él — dijo,

pidiendo la cuenta.

- ¿Puedo pensarlo?

Me entregó su tarjeta.

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- Ya no me verás Jude -, contestó, tan calmado como siempre. – Espero tu

llamada.

Su tarjeta era blanca y laminada y decía: “Alexander W. bienes raíces BB”. La

miré largo rato, en silencio.

- Te lo haré saber pronto.

- Piénsalo mil veces, o cuantas veces más lo necesites, porque una vez que

pisas la isla, no hay vuelta atrás.

Se levantó y se retiró del lugar sin despedirse. Pagó por los tragos.

Me quedé ahí, sentado. Con millones de cosas haciendo ruido en mi cabeza.

Tantas dudas, tanta incertidumbre… ¿qué podía perder?

Terminé mi trago y me fui a casa. Al llegar al departamento había una nota de

Lou que decía: “siento mucho por lo que pasamos, espero mañana podamos platicar

con más tranquilidad. Lou”. Me fui a dormir sin más. Decir que estaba exhausto no

le hacía justicia a cómo me sentía. No podía estar parado por un minuto más.

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Al día siguiente, me vi con Lou y sin pensarlo dos veces le dije:

- Lou, siento mucho todo lo de ayer. Estaba muy irritado y cansado. Así qu…

- Jude —me interrumpió. —No pasó nada —.

Tras un respiro, proseguí.

- No haremos gira del disco nuevo por América y Europa —. Pude ver su cara

distorsionarse y llenarse de preocupación. Habiendo tomado mi decisión,

continué: - haremos gira mundial —.

Los ojos de Lou se abrieron tanto que parecía que iban a salir de sus lugares en

cualquier momento. Era un poco desconcertante, si he de ser sincero.

- ¿De que estas hablando? No entiendo.

Lou no podía disimular su cara de confusión.

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- Terminaremos esta gira, nos meteremos a grabar el nuevo disco,

descansaremos las tres semanas que nos ofrece la disquera y

comenzaremos gira mundial —dije, encogiéndome de hombros como si no

fuera la gran cosa. Si tan sólo supiera mi amigo lo que tenía planeado -.

- ¿Qué te hizo cambiar de parecer? — me preguntó, completamente

confundido.

- Alguien más listo que yo dijo que uno no puede simplemente huir de su

trabajo, ¿no es así?

Terminamos los pendientes que quedaban ese mes y, justo como la disquera

quería, comenzamos a grabar el quinto y último disco de mi carrera. Esta vez se

llamó Jude Stone, al fin y al cabo, toda lápida necesita un nombre. Todas las

canciones estaban seleccionadas, compuestas y escritas, sólo era cuestión de

encerrarnos en el estudio y trabajar en ese álbum.

Durante dos meses y medio no salí del cuarto de grabación. Era tan peculiar

saber que esto sería lo último que haría como artista. Grababa las canciones una y

otra vez, no quería terminar, eran demasiadas emociones con las que luchaba y

quería que todo quedara bien, lo suficientemente trágico y profundo. Era mi manera

de asimilar mi “muerte”.
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La disquera y Lou preparaban la gira más grande que realizaría en mi vida.

Como lo prometieron, todo mi equipo y yo tuvimos un pequeño descanso de tres

semanas, las cuales las pase en Baltimore con mi familia; ya había tomado mi

decisión, pero aún me era imposible no llorar a cada rato, preguntándome si me

perdonaría algún día el daño que estaba a punto de ocasionarle a todos ellos… a

mamá, Greg, Cecil, Carl, Lou, Letty… y Mirella. Bueno, supongo que nuestro tiempo

nunca llegaría.

Cuando regresé a Los Ángeles organicé en mi casa una reunión a la cual invite

a mis amigos más cercanos, obviamente Lou y Letty estaban ahí. Pasamos una

gran tarde juntos, demasiadas anécdotas, reíamos de puras tonterías.

Honestamente, la pase muy bien, aunque por mi cabeza sólo existía el conocimiento

de que éste sería el último día que vería a todos ellos. Casi me mataba la tristeza

de pensar que sería la última plática con Lou, mi gran amigo, pero la libertad era

mucho más tentadora.

Al siguiente día, Letty y yo saldríamos a la primera ciudad del primer show de la

gira, pero eso no impidió que ella y Lou se fueran un poco tarde de casa. Nunca

olvidé mi última conversación con Lou.

Lo tomé por un hombro con demasiada fuerza y lo jalé para darle un abrazo filial.

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- Louis Madisson, eres el mejor manager de todo el mundo y sin duda mi mejor

amigo. Ninguna otra persona podría haber guiado mi camino como lo has

hecho tú.

Lou sonrió abochornado y salió de casa junto con Letty.

Apenas me encontré solo, tomé el teléfono y marque al número de la tarjeta de

Arthur.

- Alexander Waxx, bienes raíces BB, ¿quién habla? — dijo su voz del otro lado.

- Quiero ir a Blue Bayou — fue lo único que dije. Pasó un largo segundo.

- Pasarán a recogerte a las 12 de la noche en punto, no lleves nada contigo —

fue lo único que me dijo antes de colgar.

Eran las 11:49 de la noche. No podía dejar de ver el reloj ni de temblar. Estaba

extremadamente emocionado y terriblemente nervioso a la vez.

100
A las 12 en punto, un carro negro nada ostentoso estaba afuera de mi casa,

motor encendido. Sólo me subí y me fui. Así de sencillo, sin palabras o sin

conversación, sólo un músico debajo de la noche. Durante el trayecto no dejé de

pensar en la primera vez que viajé a verme con Lou a Sound City Studios.

¡Demonios! Toda mi vida pasaba por mi mente, como cuando dicen que vas a morir.

Fue bastante apropiado. Me llevaron hasta San Pedro, al puerto de los Ángeles y

en un muelle privado estaba Arthur, esperándome en la entrada de un barco

extremadamente lujoso tanto por fuera como por dentro.

No voy a mentir, moría de miedo.

Arthur me guió hacia mi camarote, explicándome que la tripulación estaba a mis

órdenes. Los lujos eran demasiado: tenía una televisión más grande que una pared

en mi camarote, jamás había visto un frigo-bar tan lleno de licor, dulces y chocolates,

el menú era simplemente una estupidez, el baño era enorme e incluso las toallas

llevaban bordado “JS”. Ni en la cúspide de mi fama había tenido tantas cosas. ¿Qué

diablos era Blue Bayou?

- Última oportunidad para arrepentirte — dijo Arthur, mientras me mostraba mi

camarote privado. Yo estaba temblando de nervios, mi cabeza se sentía

101
ligera, y me tuve que sentar para procesar lo que estaba a punto de pasar.

Sacudí mi cabeza. Estaba listo. Listo para morir y alejarme de todo.

Él me entregó una pequeña pastilla.

- Te ayudará a dormir y a no marearte — dijo, antes de salir de mi cuarto. El

barco zarpó poco tiempo después.

Al día siguiente, Miércoles 5 de Abril del 2014, todos los canales de televisión y

estaciones de radio repetían la misma noticia: encontraron mi casa hecha cenizas.

Se hacían investigaciones para saber qué originó el incendio, (nunca lo supieron);

todo se consumió completamente por las llamas y cada quien tenía su propia

hipótesis sobre mi muerte: se encontraba demasiado alcoholizado para

despertarse, dejó un cigarro encendido mientras fumaba en cama, un terrible corto

circuito… Como fuera, Jude Stone había muerto calcinado; el cadáver, demasiado

arruinado como para una autopsia. Trágico…

Toda mi vida, todo lo que logré, mi carrera, mi fortuna, hechas cenizas. Mientras,

en algún lugar del pacífico, yo renacía, camino a Blue Bayou.

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TRACK 5

BLUE BAYOU

- ¿Destrancaste la banda dentada del motor dos?

Abrí los ojos con un sobresalto que por poco me tira de la cama, bañado en

sudor. Mis sueños eran cada vez más frecuentes e intensos. Tardé un poco en

recuperarme de la aguda emoción. Sentado por unos minutos en la cama, froté la

parte de atrás de mi nuca. Hacía calor: un clima tropical. Me levanté, fui al baño y

me eché un poco de agua fría en la cara. Se sintió como besos de dioses.

Ya estaba acostumbrado al balanceo del barco. Llevaba nueve días en

altamar y a pesar de que el malestar y las náuseas habían desaparecido, mi

paciencia se hacía cada día menos. No sé si sería el barco o todo lo que en ese

momento rodeaba mi vida, pero todos los días, pensaba mucho en él. ¿Cómo

lograba papá, cuando vivía, estar a la deriva tanto tiempo, sin ver ninguna otra cosa

más que mar? Pensaba en mi familia: mi madre, mis hermanos… mis amigos: Lou,

Letty… Mirella. Me torturaba. Me obligué a parar los pensamientos sentimentalistas,

nada ganaba: mi decisión estaba puesta en práctica, ya no había vuelta atrás. Era

difícil dejar de pensar.

- Calor, ¿verdad?
103
Dijo Arthur, al tiempo en el que entró a mi lujoso camarote vistiendo una

guayabera y pantalones cortos color blanco. Moví ligeramente la cabeza asintiendo

y no lancé palabra, si acaso un gruñido.

- ¿Sabes qué significa que haga tanto calor?

Volví a mover la cabeza, esta vez expresando negación, y lancé otro gruñido

de fastidio. Limpié el sudor de mi frente y me puse una camisa blanca.

- Ven Jude -, me ordenó.

Obedecí, de mala gana. Caminamos hacia la proa del barco. Fuera del

incesante calor, era un día hermoso. A unos cuarenta kilómetros, asomaba a la vista

una enorme isla, verde de punta a punta. No podía parpadear y apenas podía creer

lo que estaba viendo. El estómago empezó a rugirme y los cosquilleos me comían

por dentro. No había una sola nube encima así que el sol provocaba un brillo

espectacular en las montañas de la isla. Apunté con mi dedo al horizonte en

dirección a ella, incrédulo y sorprendido.

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- ¿Eso es….?

- Jude Stone… bienvenido a Blue Bayou -, Arthur me interrumpió, dándome

una palmada en el hombro.

Contemplé fijamente ese majestuoso lugar, por casi diez minutos, recargado

en el riel de la proa. La inmensidad de Blue Bayou se revelaba aún más conforme

nos acercábamos a ella. Cuando llegamos al puerto, corrí a tomar las cosas que

Arthur y su equipo prepararon para mí. Todo estaba empacado, perfectamente listo.

De pie, a un costado de la cama, David, una de las personas que me atendió durante

todo el viaje.

- No se preocupe, señor. Todo estará esperándolo cuando Usted llegue a

casa.

Me sonrió. Sonreí. Ninguno de los dos fuimos honestos en nuestras sonrisas.

Me sentí muy incómodo. A pesar de estar acostumbrado a muchas atenciones,

durante mi fama, traté siempre de hacer mis cosas solo.

- Vamos, déjame ayudarte -, le dije a David, tomando una de las valijas por

la agarradera.

- Insisto, señor Stone -, me detuvo él, apretando ligeramente mi muñeca -.

Todo estará esperándolo cuando baje de aquí.


105
- Gracias, David -, le dije, rendido ante su firme insistencia, y me di media

vuelta para salir de ahí.

Pasaron alrededor de veinticinco minutos cuando por fin el barco se detuvo

en el muelle. Alcancé a Arthur en la puerta principal y bajamos de aquella casa

flotante en la que había vivido casi diez días. Me sentí aliviado de pisar tierra firme.

Tapizada de árboles, muchos más de los imaginables, la isla era hermosa.

Enorme, paradisiaca. Encima de nosotros, un monorriel que jamás había visto,

como un tren del futuro, irreal. Justo al final del muelle, del lado izquierdo, se

encontraban estacionados dieciséis lujosos carros de golf. El olor del lugar resultaba

increíble, sobrenatural: el aire más fresco y puro que jamás había olido, flores, mar,

hierba fresca. El canto de las aves producía un sonido relajante…

Arthur subió a uno de los carros de golf, el número 14, y comenzó a andar

cuando subí con él. Pasamos por la playa que atrapó mi mirada como luz a una

mosca. Era la playa más increíble en la que había estado nunca, multiplicada por

diez. Eso era Blue Bayou.

Llegamos a una glorieta que tenía una fuente muy grande y en el centro

había una estatua de un hombre, gigantesca. Una apología al ego.

- Él es Clint Foxhearth, el fundador de este lugar —, dijo Arthur, sonriendo.


106
La glorieta tenía tres caminos. Al frente, un enorme poste con un letrero que

decía “El lugar de todos”. Al oeste, otro poste con tres letreros más. El de hasta

arriba decía “Jim”, el de en medio, casi con las mismas medidas: “Freddie” y al final,

un poco borroso: “Kurt”.

El camino que daba hacia el este tenía un poste similar aunque un poco más

alto, los letreros decían “John” y “Amy”. Dos personas martillaban un tercer letrero

en el que se leía “Jude”. Mi corazón latía a una velocidad indescriptible, el sudor me

bañaba por completo y esta vez no era por el calor. En toda la isla, existían tres

glorietas como esa.

- ¿Quién vive aquí, Arthur? —, pregunté, ligeramente mareado y aturdido

por la emoción. Me había dado una idea, pero no quería saltar a

conclusiones.

- Poco a poco conocerás a todos Jude — contestó él.

Sentí náuseas de nuevo, mezcladas con una sensación de desmayo que

crecían de manera abismal con cada metro recorrido.

- ¿A dónde vamos?

Empuñaba con fuerza mis manos tratando de controlar el temblor que mi

cuerpo tenía. No funcionó.


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- Al lugar de todos -. Respondió Arthur, notando mi nerviosismo. - En serio,

Jude, relájate un poco —.

Seguimos recorriendo el lugar. Alcancé a ver canchas de tenis, albercas y

otros tipos de lugares tan variados como lujosos. Los letreros de “El lugar de todos”

aparecían uno tras otro, hasta que al dar vuelta en una curva los árboles dejaron al

descubierto una enorme casa. Era gigante, la palabra que más representaba a Blue

Bayou. La casa, tenía ventanales en lugar de paredes de concreto. En el patio,

había mesas de cemento y bancas largas; el pasto era un océano jade.

El carro se detuvo y me bajé. Mis pies sintieron el fresco pasto eufóricamente;

el sol iluminaba con gran fuerza aunque se mantenía el clima agradable; mis ojos

estaban cristalinos, la emoción de estar en ese lugar me carcomía: estar lejos de

las cámaras, lejos de la atención de todo el mundo sobre mí, lejos de todo. Era un

sueño hecho realidad.

- ¿Entramos? — preguntó Arthur, interrumpiendo mi tranquilidad. Asentí

rápidamente. Parecía niño pequeño en un parque de diversiones. - Ok,

Jude, quiero que respires, muy hondo y profundo. No quiero que te vayas

a desmayar, ¿estás bien?

- Arthur… no me estás ayudando.

- ¡Ja! Okay. No digas que no te lo advertí.

108
La puerta tenía tres metros de altura y era de acero sólido. Al entrar, había

dos arcos que separaban varios pasillos; las paredes eran muy rústicas al igual que

los muebles que se veían de entrada, el olor a caoba fresca emborrachaba mi

sentido del olfato y aún se alcanzaba a ver el hermoso patio por medio de los

ventanales. Arthur y yo caminamos hacia la sala común, pasando por un camino de

piedras que evitaba que nos mojáramos por el agua que estaba a nuestros pies.

Escuché murmullos, gente hablando al mismo tiempo y seguí caminando con la

vista aún un poco nublada. Al entrar a la sala, antes de recuperar el enfoque, una

mujer saltó sobre mí gritando tan fuerte que ensordeció los murmullos por completo.

- ¡Cariño! —gritó, mientras abrazaba mi cuello con tanta fuerza, que me

quitaba el aire —te hemos estado esperando —.

Logré zafarme y hacerme un poco hacia atrás. Era ella, con esos enormes

ojos, el cabello negro y el sexy lunar por encima de su labio. Amy. Amy estaba

parada frente a mí.

Al fondo, logré distinguir en unos sillones que estaban alrededor de una

mesa de vidrio, a Elvis y Bob. Ambos me miraron. En la mesa de billar que estaba

junto a la ventana del cuarto, Freddie pausó su juego contra Cerati. En el comedor,

Hendrix fumaba hierba, recargado en su codo. Mi cerebro dejó de funcionar.

Amy se asomó por encima de mi hombro y gritó, entusiasta:

109
- Michael, ¡él ya está aquí!

Di media vuelta… Michael entró a la sala.

- Bienvenido, Jude —, dijo, con esa tenue voz que sólo había escuchado

en sus entrevistas.

Mi ser se rindió. Sentí pesada mi cabeza y mi cuello no pudo sostenerla por

más tiempo. Aterricé en el piso antes de que Michael terminara de enunciar la

palabra “sosténganlo”.

Cuando recobré el conocimiento, todos estaban a mí alrededor. Sonriendo.

Todos entendieron.

- Ya, ya, a todos les pasa — dijo Amy, alejando el algodón con alcohol de

mi nariz.

- ¿Les pasa? ¡Ja! Amy, ¡tú ni siquiera llegaste a la primer glorieta consiente!

Creo que llego aquí desmayada, ¿no abuelo? — la evidenció Freddie, con

una sonrisa burlona.

110
El bigote seguía ahí. Tampoco se había arreglado los dientes. Era el Freddie

que idolatraba.

- ¿Esto es real? — pregunté, aún mareado.

- ¡Oh, sí! — dijo Amy, dándome una palmada en la cabeza. —Bastante real

—.

- Todos pensamos igual que tú, chico —, dijo Freddie, mientras me pasaba

un vaso con agua. —Nada como la paz y la tranquilidad, ¿eh? —.

- Abuelo, ven a conocer al nuevo inquilino — le dijo Michael a Elvis, quien

se acercaba dando unos lentos y cansados pasos. Había bajado de peso

considerablemente. Bien por él.

- Mucho gusto, hijo. Bienvenido a casa, ¿que tal el viaje?

- Pesado, pero tenía muchas cosas para distraerme —, le dije a Elvis,

completamente honesto, como niño siendo interrogado por Santa. No

pude quitar mi mirada de su rostro, detrás de esas arrugas era imposible

no saber que en realidad era él, El Rey. Todos estaban más grandes que

la última vez que los vi en pantalla, pero sus facciones icónicas ahí

seguían.

- Bueno, tener una cara nueva es emocionante. Todos estos me vuelven

loco con sus ruidos y cosas. Llámame abuelo, Jude. Me encanta platicar,

así que nunca dudes en venir por café.

111
Elvis regresó al viejo sillón y se sentó haciendo ruidos de que le dolían hasta

las uñas. Yo no lograba asimilar todo lo que pasaba. Seguía ahí, con mi cara pálida,

como si hubiera estado rodeado de fantasmas. Técnicamente lo estaba.

- ¿Abuelo? —pregunté incrédulamente. Freddie me susurró —por viejo —

y esperó una risa que no vino. Yo seguía incrédulo. Por su tono inferí que

era algo obvio… culpo a mi ajetreada mente por no conectar los puntos y

darme cuenta del apodo.

- ¿Saben? La cabeza me da vueltas —dije mientras me levantaba. Mi vista

se volvió borrosa y llena de destellos mientras la sangre corría por mi

cabeza. Pero, está vez, logré mantenerme consciente.

- Es normal, descansa un poco en tu nueva casa, chico —, dijo Cerati

mientras volteaba a ver a Arthur, quien se acomodó su camisa y se limitó

a decir: “sígueme, Jude”.

Amy se me acercó y me dio un ligero golpe en el hombro, fue un gesto

juguetón.

- Bienvenido, muñeco —, dijo, con una sonrisa y un guiño — ojalá estés

listo para la cena de bienvenida —.

- Aquí estaré —dije, más confiado de lo que en verdad estaba. Comprobé

que mi tipo son las británicas.

112
Arthur terminó de darme un rápido recorrido por El lugar de todos. Era una

mansión, con tantos cuartos, que me costaba tener claro mi sentido de la

orientación. Había una sala de cine en donde proyectaban todas las películas que

existían, incluyendo las que aún no se estrenaban en el mundo real, primero

llegaban a Blue Bayou. Había cuartos de vapor, spas, albercas, un cuarto de juegos.

Aparte de la sala principal en donde estaba la mesa de billar, había una sala más

de juntas con sillones acomodados en forma circular y una mesa de centro de vidrio

grueso.

Cuando finalmente salimos de ahí. Respiré profundamente viendo hacia el

cielo. Arthur puso su mano en mi hombro y me preguntó:

- ¿Qué piensas Jude?

- Esto es demasiado, siento que en cualquier momento despertaré en mi

casa pensando que al fin he tenido el sueño más real de mi vida —

confesé.

- Sería un gran sueño, ¿no? Yo aún no dejo de sentirlo como un sueño,

pero uno que no le puedo contar a nadie —. Su voz sonó algo cansada y

enojada, por un segundo. Hizo una pequeña pausa y continuó - ¿Quieres

conocer tu casa?-.

- Me muero por saber dónde viviré el resto de mi vida.

- Buena respuesta.

113
Nos subimos de nuevo al carrito de golf y tomamos el camino empedrado del

lugar de todos. Mi casa estaba aproximadamente a ocho kilómetros de ahí; nos

tomó unos quince minutos llegar.

- Por este camino viven Karen y Bob -, dijo, señalando el lado izquierdo del

camino, una casa por la que pasamos.

- ¿Bob Mar…?

- El mismo -, me interrumpió. - Al principio, no fue tan buena idea ponerlos

a vivir tan cerca. Siempre supe que los Carpenters no tenían tan buen

carácter, pero, afortunadamente, han aprendido a llevarse bien ella y Bob.

Allá arriba en aquella colina, ¿alcanzas a ver esa enorme casa?

Tardé un segundo, pero logré enfocar el edificio. Era grande, como las otras.

Hermosa como las demás.

- Ajá —, respondí, con una mano en mi frente, cubriéndome del sol.

Pude sentir la sonrisa de Arthur cuando me contestó:

- Ahí vive John Bonham. Justo detrás de su casa está el hogar de Dennis

Wilson.

- ¡¿Bonzo y Dennis?! — pregunté, soplando las palabras.

No sólo me había enterado que Santa existe, sino que vivía relativamente

cerca de mi casa.
114
- Así es —, contestó, sonriendo.

Casi grito. Casi. Logré componerme, pero… digo, John Bonham y Dennis

Wilson. Mis vecinos. Y como broche de oro, también me mostró las casas de

Hendrix y Cerati para cerrar el tour.

El coche se detuvo afuera de un gran edificio, alto y con el ancho de una

cancha de soccer.

- Estas son las oficinas de Blue Bayou — dijo Arthur, señalando el lugar —

la gran corporación, el sueño, ahí está todo… la fuente de poder, el

corazón de este lugar. Todo se maneja desde aquí. Aquí vivo yo y todo el

personal que trabaja para ustedes.

- Es inmenso – dije, con la boca abierta, mientras contemplaba el

monstruoso edificio.

- No te voy a mentir, no es tan acogedor como sus hogares pero, es casa

— añadió Arthur con un tono que en aquel entonces no pude definir.

- ¿Cuánta gente vive aquí?

- Somos 150 personas controlando el lugar y 14 inquilinos.

- Espera, ¿150 trabajando para 14? ¿No es demasiado?

- No tienes ni idea, mantener funcionando la isla no es tarea fácil. No tengo

lugar para quejarme, todas las personas que trabajan aquí renunciaron a

sus vidas igual que ustedes: jardineros, electricistas, choferes, cocineros,


115
incluso terapeutas. Nuestras familias quedaron protegidas, por eso

tomamos este trabajo. En fin, suficiente de eso, vamos a tu casa -, cerró

el tema abruptamente. Era claro que no quería hablar de eso.

De nuevo tomamos camino y pasamos por el muelle. Llegamos de nuevo a

la glorieta en donde estaba la estatua de Foxhearth, pero esta vez en lugar de tomar

el camino hacia el lugar de todos, giramos hacia la derecha y entramos a lo que

parecía una comuna donde había tres casas separadas aproximadamente 200

metros una de la otra. Bajamos del carro y enseguida se acercó a nosotros un

hombre muy delgado, tenía el cabello muy largo y alborotado, supongo que por la

humedad del lugar, su barba era tan frondosa y larga que le tapaba por completo el

rostro.

- Eres el nuevo inquilino, ¿verdad amigo? — me dijo, con sus manos en los

bolsillos y una sonrisa. —Deja te cuento qué puedes hacer en tu casa —

. Acepté su compañía mientras caminaba con Arthur.

Él me explico del control remoto universal, de cómo ordenar servicio al cuarto

-o a la casa en este caso-, de los horarios en donde pasaban a limpiar la ropa y la

casa, los servicios, las reglas con el internet, todo.

- Gracias— dije, con una sonrisa amistosa y una palmada en la espalda.

- No es molestia, amigo -, agregó, caminando con Arthur y conmigo.

116
Llegamos a la casa y el extraño y yo nos dimos la mano. Arthur sólo tenía

una sonrisa medio burlona.

- Bienvenido Jude, mi nombre es John —dijo aquella persona sacando de

su camisa unos lentes para ver.

Lentes redondos, icónicos, que caracterizaban a aquella leyenda. Poco a

poco, fui identificando cada detalle de su rostro detrás de esa tupida barba. Era el

John, tan común y ordinario como cualquier sujeto.

- M… mu… muchas gra… gracias, señor… y mu…muuuu… cho gusto.

Estreché su mano vigorosamente… esto era ¡INCREÍBLE!

- Llámame John. Somos vecinos ahora, Jude, tenemos mucho de que

platicar —, dijo él, después de burlarse de mi nerviosismo al saber quién

era.

- Sí. Mucho

Arthur también sonrió, y observaba. Pensé en mi hermano Greg… solamente

él podría creer esto… desee con toda el alma que estuviera conmigo. Me invadió

una tristeza infinita, indescriptible; ¿cómo se encontrarían? ¿Qué ha pasado en la

vida de aquellos que me amaron? Suspiré… debía dejar de lado esas ideas o no

117
podría vivir esta experiencia. sólo observaba. Greg tendría que haber estado ahí,

solo así alguien me hubiera creído.

- Veo que ya conociste a John, Jude.

Arthur se tomó el tiempo para burlarse de mi cara impactada, ¡hasta tomó

una foto con su celular!

- Hey, Jude, ¿ciagarrillo? — preguntó John como si nos conociéramos de

hace años.

Asentí. Las manos me sudaban exageradamente… todo mi ser temblaba…

me costaba trabajo articular palabras.

- Nos vemos pronto por aquí, amigo. Bienvenido — John caminó hacia su

casa, al lado de la mía. No podía quitar mi mirada de aquel sujeto que

poco a poco se iba alejando más. El cigarrillo en mi mano temblando y

húmedo.

- Bienvenido a casa, super estrella —me dijo Arthur mientras yo miraba,

con la boca abierta, una casa de dos pisos y unos 350 metros cuadrados.

Era muy parecida a mi ex-casa en LA; los acabados eran muy similares

118
con el plus de unos gigantes ventanales y una chimenea del lado

izquierdo.

Abrí la puerta y me llegó un punzante olor a pintura fresca; todo era nuevo.

A la entrada, había un recibidor; en el centro, el piano de cola más hermoso que

había visto, al fondo se alcanzaba a ver una cocina que parecía la cocina de un chef

profesional, la sala tenía unos sillones que al sentarte parecía que te hundías en

nubes y había una tele inmensa era una televisión de 100 pulgadas con el mismo

catalogo que había en el cine del lugar de todos. En la habitación siguiente había

un comedor para seis, ¡seis! personas hecho de mármol.

Arthur caminaba a mi lado sin decir nada. El baño era ¡gigante!, junto a la

sala había unas escaleras para el segundo piso. La casa se sentía más grande por

adentro.

- Vamos, sube — me dijo Arthur.

Toda el área del segundo piso estaba destinada para mí: mi recámara. En el

centro de la habitación, había una cama queen size; frente a ella, otra televisión

apenas un poco más pequeña que la de la sala y al fondo un escritorio con una

computadora nueva. El baño de mi cuarto era tan grande que podría haber vivido

sin problema en ese espacio.

119
Yo no dejaba de tocar todo… contemplaba todo… era como si el cuarto

entero estuviera hecho de oro, o tal vez yo era una persona fácil de impresionar.

Posiblemente ambos.

- Jude,- dijo Arthur, con una voz monótona —. Esta computadora es tu

medio para ver el mundo real. YouTube, música, todas las noticias, tú

dilo. Incluso tenemos gente que tiene un ojo en tu familia y puede crearse

un status para que los veas por aquí, es el símbolo del ojo. Obviamente,

no puedes tener ningún contacto con nadie del exterior, sólo es para que

veas como van las cosas allá afuera —.

En ese momento, no dimensioné la crueldad que había en eso. Aún estaba

en mi reino de placer y de sueños hechos realidad.

- Bueno, chico, dejaré que termines de instalarte. Mandaré a alguien por ti

a eso de las 8 de la noche. Toma un baño, duerme un poco, en la cena

conocerás a los demás.

- Muchas gracias, Arthur.

Salió de mi casa y me quedé solo. Al segundo en el que la puerta se cerró, corrí

hacia la cama y me aventé como niño de 8 años en ella. No podía dejar de gritar y

de brincar en la cama, la emoción invadía mi cuerpo entero. Mi casa era

espectacular, tenía como vecinos a John y a Amy, estaba viviendo en una fantasía,

en un sueño hecho realidad. ¡Vivía a un lado de un Beatle! Estaba extasiado, todo

esto era ¡increíble!


120
Eventualmente, me calmé, me centré y le hice caso a Arthur. Tomé un baño

y una profunda siesta, mi cerebro estaba exhausto y aún faltaba la cena.

Me despertó la alarma que programé a las ocho en punto. La cena era a las

nueve.

Como ya me había bañado, sólo tenía que alistarme. Afortunadamente, el lugar de

todos estaba muy cerca de casa; cortando camino por la casa del abuelo y Michael,

el trayecto era de más o menos 15 minutos; 25, si me iba por el camino empedrado.

El problema era que aún no estaba nada familiarizado con el lugar, así que me fui

en el carro que estaba esperando afuera desde hacía una hora.

Me subí al carro, me disculpé repetidamente por el retraso y el conductor dio

marcha. Cual niño, seguía viendo todo alrededor, extasiado. Luces por toda la isla

que iluminaban perfectamente todos los complejos. Me servía como distracción de

la intensa mirada del chofer que me observaba por el retrovisor.

- Gran fan señor Stone, gran fan —me dijo, regresando su mirada hacia el

camino.

- Muchas gracias. Y llámame Jude. ¿Cuál es tu nombre? — pregunté,

sorprendido también porque aparentemente tenía fans aquí. De pronto fui

consciente de que no sólo vivía con estrellas, sino que ¡era una estrella!´

- Matthew

Solté un ligera carcajada.


121
- ¡No te creo! Yo, realmente, me llamo Matthew. Hacía mucho tiempo que

no escuchaba mi nombre verdadero…

- ¿Vienes solo por una temporada, Matthew? —me preguntó, algo

sarcástico y sin poder contener la risa.

- Una muy larga temporada —contesté, más relajado que antes.

- Muy bien. De Matt a Matt, me atreveré a hacerte una recomendación:

nunca vayas al embarcadero dos.

- ¿Por qué?

Matt no me respondió y de pronto, el ambiente se puso un poco tenso. El

recorrido se transformó en un misterioso y oscuro camino. Nuestros ojos no dejaban

de verse y pude notar un poco de angustia en el rostro de Matthew.

- ¿Qué hay con el embarcadero dos, Matt? — insistí.

Él soltó una sonrisa de payaso y una carcajada casi ensordecedora.

- ¡Nada! ¡Solo estoy bromeando contigo! Tú puedes ir a todos lados aquí

en Blue Bayou! — no dejaba de reír. Incluso comenzó a llorar del ataque

de risa que tuvo. - Dios, ¡eres tan crédulo como en las entrevistas!

- Eres un idiota—, contesté, sonriendo. Supe en ese momento que ese

sujeto sería un buen amigo en la isla.

122
Sin darme cuenta, estábamos ya en el lugar de todos.

- Bien, “Jude”, llegamos. Pásala bien.

- ¿No te quedas a cenar con nosotros?

- No, no tenemos permitido estar en sus reuniones-, contestó un tanto

decepcionado.

- ¡Eso apesta!

- Oh, créeme. Lo sé - afirmó.

- Gracias por traerme.

- Fue mi placer Jude… y es verdad lo que dije: soy muy fan de tu música,

¿eh?

Matthew aceleró el carro y desapareció en las curvas del camino. Me adentré

en la casa cuando lo perdí de vista. Buen chico.

Una vez adentro, escuché el murmullo: era fuerte y más intenso que en la

mañana.

Canciones mías fondeaban las bocinas que había por todo el lugar, y yo no

dejaba de sentir mariposas en mi interior. Fui al comedor y ahí estaban todos, muy

elegantes, en una mesa muy larga en donde cabíamos todos perfectamente. La

cena estaba a punto de servirse.

123
- ¡Ya llegó el niño nuevo! — gritó Amy, tan optimista por mi llegada como

en la mañana, y con una copa de vino levantada. Se produjo un silencio.

- Buenas noches a todos — dije, pero sólo se alcanzaba a escuchar mi

música.

- ¿Eso es todo? — dijo Freddie, algo decepcionado — es casi como

alcohólicos anónimos —. Los demás asintieron en silencio solemne.

- ¡Estoy nervioso, ¿ok?! —repliqué, más calmado y confiado.

Se aligeró el ambiente al punto en el que todos rieron de buena gana y me

dieron la bienvenida. Fue muy bizarro, pero alentador.

La escena era impresionante. Por obvias razones y a pesar de que tenía

asumido que también yo era una estrella, no sería fácil acostumbrarme. Freddie,

Michael, John, Hendrix, Cerati, Bob, Elvis, Karen, Kurt, Jim, Bonzo, Dennis, Amy y

yo. No es nada fácil asimilar algo así. ¿Cómo comprender que no era una mentira?

¿Cómo vivir lo que estaba viviendo y convertirlo en algo normal y cotidiano?

Bob se me acercó y me llevó a un lado de él. Fue sorprendentemente gentil.

Un poco como mis primeras citas.

- Hey, ¿cómo estas amigo? Ven, siéntate acá conmigo. Kurt, Bonzo ¿ya

conocen a Jude?

124
En ese lado de la mesa estaba también Karen, quien me estaba observando

detenidamente.

- ¿Qué hay chico? Te acostumbrarás al maldito calor — dijo Kurt, mientras

Bonzo asentía, reafirmando el comentario y tomando de un vaso de agua

fría.

- Relájate, esta es una de tus noches — añadió Bob, mientras me servía

un Whiskey.

- ¿Sabes, niño? No estas nada feo — dijo Karen, de pronto, me dio un

dulce beso en los labios. — Con puro anciano aquí, ya era hora que

escucharan mis plegarias —.

No pude ocultar el color que invadió mi cara.

Hendrix me saludó desde el otro lado de la mesa, y yo respondí con un torpe

movimiento con la mano. Arthur entro al lugar y se fue directo hacia donde

estábamos Bob y yo. Freddie se acaba de sentar a mi otro costado.

- Y bien, Jude, ¿ya estas más tranquilo? —me preguntó Arthur, poniendo

su mano en mi hombro.

- Un poco, sí… pero aún necesito más whiskey —contesté con una risita

tímida, volteando a ver la mesa.

125
Arthur dio un aplauso y una decena de meseros comenzaron a salir con

platillos que traían un delicioso manjar: cortes de carne gigantes, puré de papa,

pasta a la crema y, aunque no soy una persona de ensaladas, ésta también se veía

deliciosa. A lo lejos, escuché a Cerati quejándose y argumentando que no había

cortes de carne como en su bella Argentina. Luego se levantó y golpeó una copa

con su cubierto tan fuerte, que temí que la copa se rompiera.

- ¡Brindis del abuelo al nuevo nieto!

- ¡Si! ¡Brindis abuelo, brindis! — gritó la mayoría.

Con gran esfuerzo y con la cara expresando un poco de dolor, se levantó el

abuelo y todo se quedó en silencio, incluso apagaron la música, con gran respeto.

- Jude Stone, es un honor para nosotros que estés aquí hoy, que ahora

seas parte de esta familia y te hayas unido al club. Debo decirte: al

principio no será nada fácil acostumbrarte a la isla, a los malditos

mosquitos o al calor.

- ¡Amen! —gritó Kurt al fondo.

Tras una pequeña carcajada, el abuelo prosiguió.

- Sólo recuerda: mantente alejado de Karen, que seguro no te va a soltar

por un buen rato. ¡Salud!

126
Todos chocaron sus copas, brindando por mi llegada. Yo estaba de pie, en

medio de ese sueño, contemplando a todos, viendo a todos mis ídolos platicando a

lo largo de la mesa, como personas comunes y corrientes. Al final, me senté y

simplemente escuché.

Bob y Freddie, a mis costados, cenaban y compartían mil historias. Yo no

toqué mi cena… no lograba aún probar bocado. Estar sentado ahí era abrumador y

ligeramente asfixiante.

Voltee a ver a Elvis y levanté mi copa agradeciendo el gesto de su brindis, el

respondió de la misma manera, articulando un “bienvenido” que lograba entender

perfecto.

¡Vaya etapa de mi vida que estaba comenzando!

Resulta que morir no era tan malo después de todo.

Respiré profundo, corté un pedazo de carne y comenzó una de las mejores

cenas de mi vida.

127
TRACK 6

ROBERT COLT

Desperté, al día siguiente, sin sobresalto por pesadillas y con una terrible

resaca. Mi bienvenida se convirtió en una increíble fiesta y me pasé de copas. Las

cosas se salieron de control: pasé la noche completamente borracho junto a mis

nuevos amigos. Aún puedo recordar ese momento con claridad si cierro los ojos. Mi

primer día en Blue Bayou.

Como pude, tomé fuerzas y me levanté de la cama. Me vestí con ropa

holgada y casual. Salí al balcón, que parecía un piso entero extra, y en el pórtico de

John, estaban él y Jim sentados.

- ¡Jude, ven acá! — gritó Jim, moviendo su mano en ademán de saludo.

Bajé muy despacio mis escaleras. El sol y la resaca hacían la perfecta

combinación para que mi cabeza reventara por partes. Gracias a Dios tenía lentes

oscuros y un hígado brioso y saludable.

- Hola chicos —dije, sentándome a su lado — ¿no se están muriendo?

- ¿Qué no te acuerdas que prácticamente estamos muertos, Jude? — dijo

John, burlándose de mi cara destrozada. —Wow, te tomaste todo el alcohol

de la isla. Cómo sigues vivo es un misterio.

128
Jim volteó hacia mí y me acercó el Bloody Mary más espeso que había tomado en

mi vida, con un trozo de tocino y un pepinillo rajado. —Receta especial de Bonzo —

dijo, casualmente. —Es una comida en un vaso, te ayudará, hermano —.

La probé y, sorprendentemente, no sólo me regresó la energía, sino que no

sabía nada mal.

- Gracias Jim —dije, estirándome — ¡Caray! Podría seguir durmiendo todo el

día .

- Es lo que más se hace en este lugar. Dormir, comer, ir al baño, dormir,

masturbarse ocasionalmente, dormir, repetir — dijo Jim, con una pequeña

sonrisa mientras los tres chocábamos mi vaso de Bloody Mary con sus

botellas de cerveza.

John sacudió su cabeza y se rascó la tupida barbilla.

- Ya tendrás todo el tiempo del mundo para dormir, Jude. Ahora, si no es

mucha molestia, dinos, ¿cómo está el mundo ahora?.

- Un desastre, en general. Todo se ha convertido en un caos que todos

podemos ver. Y, en lo personal, llegó el momento en que dejé de amar un

poco la música — respondí, con un poco de pena por lo último que dije.

- ¡Ja! Te entiendo, hermano —dijo Jim, con una solemnidad particular —yo me

sentía igual. No podía hacer nada sin que el mundo se volviera loco, si

fumaba un porro comenzaban a lincharme hasta que se me hizo insoportable.

129
Mi cara se volvió más importante que mi música. Mi nombre más grande que

mi propio arte.

John le dio un trago lento a su cerveza. El viento le movía el pelo y él luchaba

todo el tiempo para quitarlo de su cara.

- No pasa un solo día en que no extrañe a mi mujer o a los chicos. Pienso en

ellos todo el tiempo, en la muerte de George, en que mi mujer muera en

cualquier momento y jamás volveré a verla -. Parecía que John había llorado

mucho por el tema, pero aún así, su voz era muy triste.

- Hay un homenaje en tu memoria en Central Park. Justo enfrente del Dakota

—le dije.

- Sí. Lo sé, lo he visto en internet.

- Tu mujer va ahí todo el tiempo.

John lanzó un suspiro, perdió su mirada y exclamó:

- Si tan solo ella supiera la verdad…

Jim lo tomó por el hombro mientras me miraba, sugiriéndome con sus ojos que

me detuviera. La mano de John estaba temblando, los nudillos se le pusieron

blancos de tanto apretar la botella en su mano.

130
- Okay, una duda — cambié de tema para dejar de arruinar su día con mi

imprudencia- ¿Qué pasó con Chapman?

Funcionó. John soltó una risilla.

- Se me olvida a veces que ustedes lo conocen como David Chapman —

contestó —, su nombre es Liam y estoy seguro que ha de estar en algún

lugar gozando de su vida. Tal vez las Bahamas, nunca dejaba de hablar de

ese lugar. Nadie conoció su cara. Tenía prótesis y maquillaje cuando pasó

todo el teatro, así que quiero pensar que encontró paz en algún lado.

- ¡Wow! Vaya manera de solucionar la vida de alguien.

- Fue un trato con beneficio mutuo —concluyó John.

- Yo olvidé por completo mi historia —dijo Jim. — Ha pasado tanto tiempo…

Más de cuarenta años, wow —. Abrió sus ojos cuando terminó el cálculo y

bebió de su cerveza.

La plática se puso cada vez mejor, más viva.

Sin darme cuenta, ya había dejado el Bloody Mary y había tomado tres cervezas.

Hasta me había olvidado de la resaca cuando uno de los carros se estacionó frente

a nosotros. De éste bajó un hombre flaco y alto, de pelo largo y apenas un poco

ondulado, supongo que por la humedad de la isla; tenía una barba mal lograda que

no le cubría toda la cara, quedaban huecos sin cabello en ella y con lentes.

Inmediatamente me cayó bien.


131
- John, Jim, ¿cómo están?

- ¡Robert! Me gusta tu barba, hombre —le contestó John mientras aquel

hombre se acercaba a mí.

- Sólo lo dices porque te cocino —respondió Robert mientras se paraba en

frente de los tres —Jude, es hora de darte el recorrido por la isla como debe

de ser, ¿vamos?

Jim me empujó ligeramente.

- Anda Jude, nada un poco en Blue Bayou, lo vas a amar —sugirió la leyenda

con una media sonrisa.

- Los veré más tarde — me despedí, y ellos me regresaron el gesto. Robert y

yo subimos al carro y comenzó a manejar.

- Jude, mi nombre es Robert Colt y seré tu asistente personal en la isla. A

donde quieras ir, lo que quieras comer y beber, si necesitas ropa, cualquier

cosa que se te ofrezca, yo me encargaré de lo que necesites… sólo no

abuses, no soy niñera.

Sonreí, francamente agradable este sujeto.

- Oye, Robert, ¿Blue Bayou es un trabajo para siempre?

132
- Así es, y será un honor — dijo, con optimismo.

- Y… ¿qué pasó con Matthew? —pregunté, algo curioso.

- Él me hizo el favor ayer de llevarte a la cena. Tenía algunos pendientes en la

corporación y se me dificultó un poco. No le digas a nadie. ¿Se portó bien,

no hizo bromas?

- Mis labios están cerrados —contesté — la verdad me hizo reír.

- ¡Ese Matt!, ¡Maldita sea! No se puede hablar con él dos minutos en serio —

dijo Robert mientras tapaba sus ojos con sus palmas de las manos simulando

vergüenza.

Solté una carcajada.

- Tranquilo, Robert. Estuvo bien. ¿Cuánto tiempo tienes viviendo aquí? —le

pregunté poniendo toda mi atención en él aunque me seguía distrayendo el

hermoso camino. Era difícil no voltear al Edén alrededor de mí.

Él se reclinó en el asiento, mirando el techo. Silbó antes de hablar.

- Uff… prácticamente nací en Blue Bayou. Mis padres llegaron aquí en el 85

cuando yo tenía tres años. Ya vivían aquí Jim, El abuelo, John, Bob, Bonzo,

Dennis, Karen y Hendrix. Con Hendrix, Jim y el Abuelo fue que inició todo

esto en los años setenta, mis padres se encargaban de lo que salía y entraba

en los barcos a la isla.

133
- Qué curioso, mi padre se dedicaba a algo similar, en Baltimore — dije,

emocionado. — Y, ¿dónde están tus padres, con quién trabajan ellos? —.

El rostro de Robert cambió de repente, se volvió solemne.

- Un día, yo tenía once años, ellos fueron a un viaje en el barco por víveres y

otras cosas… y jamás regresaron. Supongo que se olvidaron de llevarse al

niño.

Pude ver, claramente, que era un tema sensible para Robert. Parecía que tenía

un dolor similar al que yo sentía, pero con mucha más ira.

- Sí —contesté —, el mar también se llevó a mi papá.

- Pero por lo menos tú sabes que el tuyo no te abandonó — concluyó él, con

la mirada decepcionada.

Quise cambiar el tema, nuevamente. Creo que era mi día de “no ser atinado

preguntando”.

- ¿Y qué otras cosas haces en la isla Robert? No creo que sólo te dediques a

llevar de un lado a otro a toda esta gente.

- Soy ingeniero en electrónica, aunque no lo creas. Hace muchos años

capacitaban a los trabajadores y los hacían expertos en muchas ramas. A mí

me atrapó la electrónica y, no es por presumir, pero me hice un experto. Así


134
que, cuando falle un apagador en tu casa o tu televisión no quiera prender,

échame un grito —, dijo, mientras reía de su inútil conocimiento en la isla.

La personalidad de Robert era extremadamente similar a la de Greg. Su vibra

era igual que la de mi hermano. No dejábamos de platicar mientras manejaba entre

los caminos, desde música hasta chistes malos. Eventualmente, él se estaciono en

esa playa turquesa donde el mar se mezclaba perfecto con el azul del cielo. A lo

lejos, logré distinguir a Amy y a Dennis.

- Aquí te espero, Jude.

- ¿No vienes? -, pregunté, contemplando el mar.

- Nah, odio la sensación pegajosa después de salir del mar.

- Como digas, hombre. Te veo al rato.

Caminé por la arena, inmerso en mis pensamientos. Se sentía como talco en

mis pies.

- ¡Mira a este guapo que trajo Robert! — dijo Amy, con una amplia sonrisa —

no sabía que era Navidad en el trópico — agregó.

Mis ojos se toparon con los de ella por un segundo. Le sonreí. Ella me sonrió de

regreso. Bajé mi cabeza, no sin antes notar el sonrojo que le habían provocado mis

ojos. Eso me dio la confianza de caminar más hacia adelante y meterme al mar tras

135
quitarme la playera. Caminé por el tranquilo mar lentamente hacia ellos y, mirando

a Amy en particular, pregunté:

- ¡Hola! ¿No están muriendo por la resaca?

- Tomo diario, Jude. Creo que en verdad ya nunca me da resaca;

¡ni siquiera en mis años de gloria con Beach Boys tomaba así! ¡Es un

problema!—Dennis rio a carcajadas y fue imposible para Amy y para mí no

contagiarnos con su estruendosa risa.

- ¿Y tú, Amy? —pregunté, aún conteniendo la risa.

- Casi no bebo corazón, no me gusta tanto el sabor del licor —. Mi cara de

confusión era lógica para Amy. — Pero… — dije, buscando la forma de ser

gentil y respetuoso.

- ¿Pero qué? —me interrumpió, sonriendo. — ¿Creíste todo lo que dijeron que

fue mi vida al final? Cielo, yo odiaba las drogas. ¿Arthur no te explico las

pólizas? La mía incluyó una dieta que me mataba de hambre y una polémica

relación amorosa con las jeringas. Esa novela oscura generó bastante dinero

y heme aquí.

Resultaba increíble tanta perfección en los planes de la corporación. Eran

impecables y meticulosamente elaborados. ¿Quién dudaría de la muerte por

sobredosis de Amy si todo el tiempo estaba “drogada”? O del mismo Dennis, que

amaba el Mar tanto como el alcohol y era lógico que se metiera a echarse un

chapuzón y muriera ahogado un día. Era espeluznante la capacidad de planeación

y la paciencia de Blue Bayou.


136
- La mía fue más real —dijo Dennis, mientras se estiraba. — Siempre he

estado enamorado del mar y las playas, y sí nos la pasábamos tomando. Era

cuestión de tiempo que alguna desgracia sucediera. Supongo que cuando

me “ahogué” a nadie le pareció extraño.

Estuve cerca de una hora platicando con ellos dos. Historias que me impactaban

y dejaban boquiabierto. No me cansaba de nadar en aquella playa, podía estar todo

el día metido ahí. Honestamente, creo que no existía mejor retiro para Dennis que

ese, verdaderamente él era el Beach Boy.

Después de salir del agua, secarme y vestirme, volví al carro donde me estaba

esperando Robert, leyendo un libro.

- ¿Pegajoso, verdad? — me preguntó, sin levantar la mirada, poniendo el libro

en el asiento de atrás y arrancando el vehículo.

- Un poco, pero no entiendo cómo no te gusta meterte a esa albercota.

- Lo odio— dijo, en un tono que marcaba el fin de esa conversación,

alejándonos de ahí. —Jude, te tengo una sorpresa, iba a dejarla para el final,

pero ni modo, te la arruino desde antes.

- ¿Ah, sí? —pregunté, con curiosidad.

Él respondió con una media sonrisa.

137
- Ya verás.

Siguió manejando hacia el otro lado de la isla, pasamos por la glorieta donde

vivían Hendrix y Cerati y tomamos una pequeña desviación que decía “puerto dos”.

- Okay, te explico amigo -dijo Robert mientras nos acercábamos. — Cada

cuatro meses traen suministros a Blue Bayou y estamos en temporada de

abastecimiento

Él no podía contener su enorme sonrisa. Yo, estaba confundido, sensación

que ya me era familiar en la isla.

Llegamos al puerto dos. Robert se estacionó y caminamos hacia el muelle. Sólo

tuve que voltear mi cabeza y automáticamente mis ojos se llenaron de lágrimas.

Apresuré mi paso y me di unas palmadas fuertes en el cachete. Mi intento para

cerciorarme de que el intenso calor no me estaba jugando una mala broma.

- ¿Cuáles son las posibilidades, eh Jude? — dijo Robert, mientras yo caí

hincado en el muelle.

- ¡¿Cómo es posible?!

Estaba ante mí un Evergreen de 23 metros. Un CEMETERY OF DREAMS justo

frente a mis ojos.

- Sabía que te ibas a emocionar. Es justo como el barco de tu padre, ¿cierto?


138
- ¿Cómo es posible esto Robert? — pregunté, mientras las lágrimas rodaban

por mis mejillas.

- Una gran coincidencia. Podríamos entrar, pero los que están ahí arriba son

unos pesados. Ninguno de ustedes tiene permitido subir a bordo, ¿te

imaginas el caos que sería si alguno de ustedes se fuera por equivocación?

— contestó Robert, con las manos metidas en sus bolsillos, mientras

observaba el barco conmigo.

Comencé a reír y a llorar al mismo tiempo. Me había parado y no podía dejar de

saltar y gritar al ver ese enorme barco. Mi papá. Ahí estaba, de alguna forma,

conmigo. Nos quedamos ahí alrededor de media hora, sólo contemplando el barco

mientras yo le explicaba a Robert cómo funcionaba y datos curiosos que me había

dicho George cuando era más pequeño. Al final, me acerque a tocarlo, no podía

creer la similitud que tenía con el CEMETERY.

- Ven, Jude. Quiero mostrarte la corporación.

Regresamos al carro y continuamos. No le quité los ojos al barco hasta que ya

era imposible observarlo. Mi sonrisa no se borraba de mi rostro. En el camino nos

encontramos a Bonzo, que caminaba bajo el sol fumando un cigarro. Nos detuvimos

aun lado de él y Robert lo invito a subir. Él aceptó.

- ¿Dónde está Carter? — preguntó Robert, con tono juguetón de hermano

menor. Bonzo, mientras tanto, se ponía el cinturón después de saludarnos.


139
- Me dieron ganas de caminar —contestó, secándose el sudor. —Pero que

bueno fue encontrarlos. Este sol hijo de puta estaba acabando con mi

cordura.

- ¿A dónde vas?- pregunté, como si fuéramos amigos de años.

- Al lugar de todos. Michael y Kurt me están esperando para la planeación del

concierto, nunca han dejado de tomárselo tan en serio. Me siento orgulloso

de los niños, si soy sincero.

- Espera, ¿concierto? —pregunté, sin poder ni querer disimular la emoción, y

la intriga.

- Cierto, olvidé contarte eso —dijo Robert, “regañándose” a sí mismo dando

pequeños golpecitos con su palma en su frente. — Okay. Todos los años, el

14 de Mayo para ser exactos, hay un concierto en Blue Bayou en donde todos

participan y preparan un show. Es nuestra tradición y llegaste justo un mes

antes de eso. Es una de las cosas que nos inventamos para no volvernos

locos — cerró Bonzo, mientras se abanicaba con su mano.

- ¡Wow!

“Wow” fue lo único que logre decir. ¿Se imaginan? Freddie cantando a dueto

con Kurt o a Bob con Cerati, ¡qué locura! Un concierto de unas de las leyendas

más grandes de la música tocando en vivo, juntos. Un concierto de músicos para

músicos.

140
- Así es — dijo Robert, como si hubiera leído mi mente. — Es una verdadera

locura. ¿Te puedes imaginar a Michael junto con el abuelo mezclando sus

éxitos?

- Robert, detente —dije, abanicándome — ¡o al menos invítame una cena,

desgraciado!

La idea me volvía loco, ¡que suerte llegar justo un mes antes de ese gran

espectáculo! Bonzo y Rob se rieron de buena gana ante lo que dije, yo me les uní

en risas.

- ¿Ustedes, a dónde van?- preguntó Bonzo, cuando todos nos calmamos.

- A la corporación —contestó Robert —llevaré a Jude a que conozca las

instalaciones, ¿por qué?

Robert vio a Bonzo por el retrovisor.

- ¡Perfecto! Ahí puedo tomar el tren — contestó el baterista.

Llegamos al edificio más grande que había en toda la isla. Bonzo se bajó del

carro y se despidió con un “ojalá vengas a ayudarnos a planear el concierto, Jude.

Es como nuestra iniciación” Continuó su camino y nosotros nos adentramos a la

enorme corporación.

141
El aire acondicionado hacía que descansara mi alma. En la recepción, había una

mujer, Sandy, que estaba detrás de un enorme escritorio. Tenía el pelo más chino

del mundo y unos pequeños ojos que hacían que a simple vista pareciera estar

dormida; nunca había visto unos dientes tan grandes. En especial con esa particular

cara de enfado. En el lugar solo había una puerta roja del lado derecho del escritorio

que daba a las gigantes salas de Blue Bayou.

- Hola, Sandy, te presento a Jude, es el nuevo. Le daré un recorrido.

- No dejes que rompa nada, Robert.

Entramos en un cuarto donde había decenas de monitores distintos. Cada uno

mostraba un pedazo de la isla. En total, cerca del 95% de la isla estaba monitoreada.

- Impresionante, ¿no? — preguntó Robert, y agregó: — aquí es donde

podemos ver todo lo que pasa, si necesitan ayuda médica, o si algo se

descompone.

Él apuntó a un garage que estaba actualmente vacío.

- Ahí es donde le dan servicio a los carros, a los vagones del monorriel, a toda

la maquinaria de Blue bayou. Es el cuarto más aburrido de la isla.

Seguí viendo por muchísimas cámaras. Hasta el área más insignificante era

indispensable para que todo funcionara a la perfección. Había refrigeradores donde


142
tenían toda la comida de cuatro meses, alacenas del tamaño de mi casa, parecía

un súper mercado privado.

Robert apuntó a unos cuartos blancos, sin decoración, con apenas lo suficiente

para funcionar. Comparados con las lujosas casas, la mía incluída, se veía un

contraste terrible.

- Esos son nuestros dormitorios.

- Parece una cárcel — comenté, sin pensarlo.

- Créelo o no, nunca he estado en una. Para mí esto es casa —me dijo, con

optimismo.

- ¿Nunca viste películas de cárcel?

- Sólo una —me contestó, frunciendo el ceño antes de pegarme en el brazo.

—¡Deja de decirle cárcel a mi casa! – bromeó.

Continuamos el recorrido fuera del salón de pantallas y llegamos a un lugar que

parecía el centro de poder de una enorme planta eléctrica.

- Este es el corazón de Blue Bayou, le decimos la Gran Bertha. Aquí se

controla todo lo esencial: electricidad, gas, agua. La fuente de poder de la

isla se concentra aquí mismo.

- Parece nuclear — dije, mientras observaba el enorme generador.

- Pues casi, ¿eh? Todas las líneas de gas están conectadas a la Gran Bertha.

Un cerillo en este lugar y Ka-Boom seriamos historia —dijo, mientras

golpeaba el brillante cilindro con la seguridad de un experto en el tema.


143
- Oye, Robert, ¿has salido alguna vez de aquí, ido al mundo real? —pregunté

fuera de la nada, pero era una pregunta que de repente nació y para la que

quería una respuesta. Colt no parecía como Arthur, no lo podía ver viviendo

en Nueva York o en Londres.

- No, jamás. Me da miedo —confesó, un poco abochornado. —¿Viste alguna

vez “The Shawshank Redemption”?

- Claro, una de mis favoritas de Freeman y de las mejores historias de King.

- Ajá. Bueno, hay un viejito que entra a la cárcel muy joven y cuando lo ponen

en libertad no sabe qué hacer en el mundo, todo es diferente y raro. Se llama

a sí mismo institucionalizado y termina quitándose la vida. Yo nací aquí Jude,

no sé qué haría en el mundo real. Esa es la única película acerca de cárceles

que he visto en mi vida y si Blue Bayou es mi cárcel, pues, no tengo interés

de quedar libre.

No lo había pensado así, pero él tenía unas razones fuertes para no querer irse.

O, al menos, eso creía.

Robert y yo salimos del lugar y nos dirigimos al lugar de todos. Mientras más

platicaba con él, descubría incrédulo cuánto teníamos en común, que gran sujeto.

Se estaba convirtiendo en mi hermano de Blue Bayou.

Eventualmente, me dejó en el lugar de todos y me dijo antes de irse:

144
- Cuando quieras ir a casa, solo llámame del teléfono que está adentro y

vendré por ti.

- ¡Gracias Robert!

- No tienes nada que agradecer hombre. Nos vemos más tarde.

Robert se fue y entré a la elegante casa. Ya estaban ahí Bonzo, Michael, Kurt y

el abuelo. Todos trabajando laboriosamente, todos aportando ideas y rodeando la

mesa llena de distintos papeles y un tazón.

- Que bueno que llegas —dijo Kurt, apenas levantando la mirada mientras

sostenía unas cuantas hojas de papel. — Estamos haciendo el sorteo y la

repartición de las canciones que haremos en el show. Ven, metimos tu

nombre para saber quien será tu compañero.

Ya era parte de ellos, de su núcleo, de la vida de cada una de esas personas. Y

del caos que era verlos trabajar, el choque de egos. Todos eran demasiado grandes,

artistas de sangre caliente. Honestamente, verlos discutir me daba mucha risa,

parecían jóvenes de quince años, no leyendas de la música.

- Siempre haces trampa Kurt, moviendo los papeles a tu conveniencia —dijo

Michael mientras le arrebataba el tazón al rubio de Aberdeen.

- ¿Siempre tienes que ser tan dramático? Deberías fumarte un porro y relajarte

—contestó Kurt. Bonzo sólo se tapaba los oídos y me volteaba a ver con

desesperación, como pidiendo algo que lo salvara.


145
- ¡BASTA YA! — gritó el abuelo, que aunque solo era cinco años mas grande

que John, comandaba mucho más respeto y autoridad. — Esta noche Jude

se encargará del Tazón y ustedes dos, viejos estúpidos, dejarán de pelear,

¿quedó claro?

Kurt y Michael asintieron. Bonzo se relajó. En un instante me dejaron toda la

responsabilidad a mí, al novato. El estrés se había apoderado de mi cuerpo, pensé

inmediatamente en Lou y en Letty, sólo quería huir a casa, pero… ¡a la mierda!,

decidí intentarlo y dar mi máximo esfuerzo.

La noche nos atrapó y después de unas largas horas, el cartel del concierto

había quedado listo. O eso pensé. Me disculpé y fui al teléfono. Rápida y

frenéticamente llamé a Robert.

- Robert Colt — contestó.

- Robert tienes que sacarme de aquí, es una pesadilla. Por favor.

Del otro lado de la línea, escuché cómo Robert se desgarraba la garganta de tanto

reír. Hasta le salían gallos de las carcajadas.

- No le veo la gracia — le dije, un poco serio.

- No tardo en llegar, Jude. Sobrevive unos minutos más, amigo, tu puedes —

dijo, aún sin poder contener su risa.

146
¡Amigo! Había encontrado a un gran amigo, a un hermano, en aquel lugar. El

mejor de todos, Robert Colt.

147
TRACK 7

EL CONCIERTO

Me despertó un constante golpeteo a mi ventana. Sin importar cuantas veces

intenté ignorarlo, el maldito me impedía dormir. Me levanté y caminé hacia el marco,

dispuesto a ver qué lo provocaba. Eran pequeñas piedras estrellándose con el

cristal.

Ajustando la mirada, logré ver que eran Freddie y Hendrix, lanzándolas; si tenían

la intención de que me levantara, bueno: misión cumplida.

- Mira, ya, ya despertó — le dijo Hendrix a Freddie, señalándome.

- ¡Jude, baja un momento!- gritó Freddie, con mucho interés.

Me tomé mi dulce tiempo en bajar, portando nada más que una bata, una cara

de desvelo, y una actitud muy poco amable.

- ¿Qué pasa? —pregunté, secamente.

148
Si ellos no tenían la decencia de decirme buenos días, yo tampoco lo haría. No

en mi estado de ánimo.

Freddie se dirigió a mí con su inmensa presencia y me tomó del brazo.

- Sabemos que tú eres el encargado del show, Judy boy —me dijo, en un tono

confidencial, un poco juguetón.

Aún más dormido que despierto, respondí, de manera casi automática:

- Sí, pero ellos me advirtieron que esto podría pasar y que por ninguna

circunstancia podía…

- Sí, sí, como digas… no lo notarán hermano, esos viejos olvidan hasta su

edad —me interrumpió Hendrix, flanqueando mi otro lado, agarrándome el

brazo igual que Freddie. —sólo debes acomodarme a mí con Amy y a Freddie

con Michael. Es todo. Fácil, ¿no?-.

Bostecé.

- Pero…

149
- Jude, ¡hermano! Por favor, solo hazlo. No tienes ni idea la pesadilla que es

ponerse de acuerdo con esos viejos — me interrumpió Hendrix, de nuevo, un

poco tajante y desesperado.

“Al contrario. Sé perfectamente que tan necios son”. Le dije, sin palabra alguna, sólo

con mi mirada de enfado y el rostro muy, muy tenso.

- Si de algo te sirve un consejo, elige a John o a Cerati. Jamas estés en esto

con Karen - concluyó Freddie, con la voz de la sabiduría detrás de él. Yo sólo

quería descansar.

- Está bien — dije, resignado.

No podía negarme, no podía hacer que ellos dos se molestaran conmigo. Estaba

cansado, no tenía la fortaleza de Lou para esos casos, y eso me hizo acceder a

sus deseos más rápido que cualquier decisión que había tomado en mi vida. No fue

un momento muy honroso.

Freddie y Hendrix subieron a un carro y se fueron celebrando que habían logrado

su cometido. John se había dado cuenta de todo mientras se aproximaba a mi casa

tras limpiar sus lentes con su camisa.

150
- ¿Te convencieron, verdad? — preguntó, dándome una ligera palmada en la

espalda. - Buenos días, por cierto.

Asentí con la cabeza, cubriéndome la boca en señal de derrota.

- Buenos días, John.

- Son un dolor de muela ese par, pero no te preocupes, en realidad nadie nota

los cambios, nunca —. Se encogió de hombros y metió sus manos en los

bolsillos de sus shorts.

Noté que estaba esperando algo.

- ¿Quieres pasar? No he desayunado y estoy que muero de hambre —

pregunté.

- ¡Claro! — dijo, entrando a la casa de buena gana.

John estaba sólo. Era un sentimiento que los dos entendíamos bien. Y ahí

estaba yo. A punto de desayunar con una de las personas claves en la influencia

musical de toda mi carrera...

151
Una vez adentro, John se sentó en el piano que estaba en el recibidor y comenzó

a improvisar. La melodía era hermosa. Sentía que era un sueño.

Sé la historia del porqué te llamas Jude — me dijo, sin dejar de ver las teclas de

aquel piano.

Me sorprendió que esta conversación sucediera tan pronto, pero no podía

negarme a hablar de eso: era muy importante.

- Al parecer saben todo de mí —dije, recargándome en la pared del recibidor

con mis brazos cruzados. Estaba algo tenso.

- Si tan solo supieras de que sencilla manera Paul tocó las notas de las que

salió la canción que inspiro tu nombre…

La melodía que tocaba comenzó a sonar como la canción más significativa de

mi historia y mi carrera… Él comenzó a cantar.

- Hey, Jude, don’t make it bad… ¿Me acompañas?

152
Recuerdo, como si hubiera sido ayer, aquel momento. Uno de los más

importantes en mi estancia en Blue Bayou. John y yo cantando a todo pulmón esa

icónica canción de Paul que dio inicio a todo para mí.

Había encontrado a mi compañero del concierto. ¡Vaya genio!

- Jude, hagamos el show juntos este año, ¿qué dices?

- ¿Hablas en serio? — pregunté, incrédulo, sintiendo un fuerte cosquilleo en el

estómago.

John acababa de hacerme la segunda propuesta más loca de mi vida. No tenía

palabras.

- ¡Claro! Somos vecinos, todo se facilitará — concluyó.

De pronto, Amy entró corriendo a casa, jadeando. Le tomó como medio minuto

recuperar el aliento.

153
- Jude, Jude, cantemos junt… — interrumpió su frase abruptamente al vernos

a John y a mí, juntos en el piano. — ¿Saben?- continuó, después de unos

segundos. - Por alguna razón no estoy sorprendida.

- Lo siento, querida, pero te lo he ganado — dijo John. mientras se dibujaba

una sonrisa en su rostro.

- Amy, en el sorteo te ha tocado con Hendrix — le dije, un poco angustiado,

mientras le frotaba la espalda ligeramente para ayudarla a recobrar el aliento.

- ¡Qué casualidad! Pero bueno, menos mal no me tocó con Karen — contestó

Amy, regalándome una hermosa sonrisa mientras se estiraba.

- A ver, a ver… ¿qué tienen todos contra Karen? —pregunté, intrigado.

- Si quieres, ¡has el show con ella! — dijo John, en un tono sarcástico,

mientras Amy se reía secamente.

- No, no, como ha salido el sorteo, es lo justo John —respondí, mientras le

guiñaba el ojo. Amy, molesta, me pellizcó los costados, fuertemente. Lo

suficiente para que me echara para atrás.

- No pienses que no me doy cuenta, Jude Stone. Siempre hacen lo mismo con

los sorteos del cartel — dijo ella, amenazándome con otro pellizco. — Sobre

todo Freddie y Hendrix, tengo dos años haciendo esto con Hendrix.

154
Los tres nos quedamos en mi casa hasta las cinco de la tarde. ¡El tiempo se fue

volando!

Platicamos de todo y, sorprendentemente, a ninguno de los inquilinos de Blue

bayou parecía terminársele el repertorio de historias. Por ejemplo, John nos contaba

anécdotas de su banda que nos mataban de risa y que nunca salieron al aire

mientras que el porro que él fumaba hacia que los ataques de risa fueran más

severos para Amy y para mi sin siquiera tocar aquel cigarro. Con sólo tres días en

la isla, ya me sentía totalmente parte de la familia. Los muertos nos llevamos bien.

Dos semanas después, luego de mil alegatos con todos, el cartel final estaba listo

y las advertencias habían sido reales: Karen se convirtió en mi pesadilla. Trabajar

con ella era ¡IMPOSIBLE! Cualquier decisión le parecía mala, y si le preguntaba su

opinión sobre algo, se limitaba a decir “yo no estoy organizando así es que hagan

lo que quieran”. Resultaba increíble cómo una mujer que en lo cotidiano podía ser

tan linda, para el trabajo se comportara como una niña berrinchuda, voluntariosa,

contradictoria y cambiante de ánimo continuamente: IN SU FRI BLE.

155
Después de muchos desacuerdos y un arduo trabajo, el cartel de nuestro festival

ese año, quedó así:

 Amy y Hendrix acompañados por Bonzo y Dennis en una brutal batalla de

baterías.

 Freddie y Michael, Cerati y Jim, Kurt y Bob en un popurrí de sus grandes

éxitos.

 El abuelo y Karen con canciones de la vieja escuela, (supongo que solamente

con el abuelo Karen podía controlar su histeria).

 John y yo cantando los sencillos de nuestra carrera.

¡Vaya concierto! Sentía que el único que no encajaba en esa locura de show

era yo. Unas de las leyendas más grandes de la música y Jude Stone de chaperón.

Sentía que en cualquier momento, despertaría en mi casa en Los Ángeles con la

peor resaca de mi vida.

De pronto y casi sin notar la velocidad con la que pasó el tiempo, estábamos a

finales de Abril y todos los días hacía algo distinto. Día tras día, había pláticas

eternas con alguno de ellos, ¡tantas historias que contar!

156
Robert y yo nos volvimos inseparables. Él iba conmigo a todas partes. Por el

contrario, a Arthur lo veía muy poco. Al principio pensaba que su ausencia se debía

a que iba al mundo real a reclutar a más candidatos, o a espiar las carreras de ellos

como lo había hecho conmigo; tal vez, era el hombre misterioso de alguien más.

Sin embargo, Robert me dijo que se la vivía en la corporación… en verdad ese

hombre era un misterio.

Un día, decidí salir a recorrer la isla yo sólo en el carro catorce, que

prácticamente se había vuelto mío. Recorrí todos los caminos de Blue Bayou hasta

que me aprendí aquella isla de memoria.

Me dirigí a casa de Bob y Karen para ver cómo estaban. En cuanto entré a los

grandes jardines, vi a Bob, haciendo yoga. Parecía un caracol al que le acababan

de echar sal. Avancé en el auto y me estacioné a un lado de él.

- ¿Cómo estas Bob?— pregunté, mientras él daba piruetas.

- Dame un minuto — contestó, mientras se paraba de cabeza.

157
Me quedé dentro del carro, viendo todo el terreno. Era muy similar a donde

vivíamos Amy, John y yo, lo cual tenía sentido. A lo lejos, alcancé a ver a Karen

sacudiendo un enorme tapete mientras hacía muecas por el polvo en su cara.

- Listo, chico, ¿quieres entrar?- dijo Bob, bañado en sudor y secándose su

cara con una toalla.

- ¡Claro! — accedí inmediatamente, bajándome del coche y estirándome hasta

que oí mi espalda tronar. Ah, se sentía bien.

- ¿Qué quieres tomar? —me preguntó mientras nos dirigíamos a la cocina. Su

casa estaba construida igual que la mía, pero él la había vuelto más cómoda,

más como una comuna. Puede que por afuera nuestras casas se vieran

iguales, pero por dentro no podían ser más diferentes.

- Soda está bien, este mes ya cubrí mi cuota de alcohol — le contesté, mientras

me frotaba la panza.

- Y ¿cómo van tus ensayos con John? —me preguntó mientras sacaba una

Coca Cola vainilla de su nevera. —¿Están listos para el show?

- Estoy curioso —confesé, mientras agarraba la Coca Cola y le daba un trago.

He dado decenas de conciertos, y por algo ¡siento como si nunca hubiera

dado uno en toda mi vida! ¿Qué puedo decir? le tengo confianza a John, algo

ha de saber, ¿no?

158
Bob se sentó en un sillón que se veía comodísimo, soltó una carcajada mientras

yo me acomodaba en el sillón largo de la sala. Automáticamente sentí cómo me

hundía y derretía entre aquellos colchones.

Cuando él terminó de reír, pregunté algo que me andaba rondando por la

cabeza. Supongo que no había ni mejor ni peor tiempo para preguntarle, que antes

del concierto.

- ¿Qué te hartó Bob, que te hizo querer dejarlo todo?

Bob suspiró, recargándose y mirando hacia el techo.

- Versión corta: el mundo, Jude. Versión larga: la estúpida fama; la gente ya

no iba a mis conciertos por mi música, iban solo por verme, por ver al rasta

que fumaba marihuana mientras cantaba. Ya no quería ser parte de esa

farsa, de ese teatro sin obra, pero el dinero y la fama corrompen todo. Lo

único que importaba eran el maldito dinero y la estúpida fama. Aprendí que

eso es en lo único que piensa el humano, Jude…

- Pero el dinero importa, Bob. Sin él no estaríamos aquí. Sin dinero no podrías

comprar “orégano”, ¿no?

159
- ¡Ja! ¿Así le dicen los niños hoy en día? No me malinterpretes, sé que el

dinero importa, pero seamos honestos: ¿cuánto tenías en tu cuenta bancaria

y cuánto necesitabas en realidad? Somos avaros, los humanos, somos

depredadores insaciables…

- No lo había pensado de esa manera — reflexioné, mientras le daba un sorbo

a la soda.

- La gente se creía toda la mierda que escuchaba —siguió Bob —por ser

“famoso”, la gente consumía lo que les poníamos en sus mesas. ¿De qué

mierda servía una canción salida de mi corazón cuando tenía más éxito con

una canción con letra estúpida? Ya no notaban diferencia. Sólo por ser yo,

era seguro que lo compraban. Y además, ¡coño!, ¡me volví más famoso

muerto que vivo! Dime, Jude, ¿por qué no ponernos a los artistas a competir

contra nosotros mismos de nuevo? Las restricciones hacen al arte creativo e

interesante. ¡Oye Bob, esta nueva canción es una mierda, esfuérzate más

para seguir viniendo a tus conciertos! Pero, no, nada; los fans son tan

estúpidos e imbéciles que ya no le exigen nada al artista, compran todo

aunque sea mierda y se masturban con lo que consumen. Es una maldita

farsa. ¿Sí recuerdas como “morí” verdad?

- Algo escuché de tu pie — dije, señalándoselo.

160
Estaba de acuerdo con lo que decía. Al fin y al cabo, fueron los fans que se

creían dueños de mi vida y la fama lo que también a mí me llevó a Blue Bayou.

- Ok, pon atención, este fue el gran plan de Blue Bayou para mi muerte,

ciertamente, no uno de los más brillantes. Estaba jugando futbol en Inglaterra

cuando un adversario me dio un terrible “pisotón” que me desprendió la uña

del dedo gordo de mi pie. Me dio cáncer en el dedo. Como no lo quise

amputar por mis creencias religiosas hizo metástasis y morí, fin. ¿Puedes

creerlo? — me dijo, viéndome a los ojos. No sé si estaba molesto o

melancólico. — Es absurdo tan sólo contarlo, ¿no? Y, ¿qué crees? el mundo

entero se lo tragó. Todo el mundo lo creyó. Eso fue lo que me hizo reafirmar

mi decisión de largarme. Nada me duele más que haber dejado a mis hijos,

los extraño todos los días pero, ¿supongo que es el ciclo de la vida no? La

gente muere a diario. El mundo iba en picada cuando llegué a esta isla y el

mundo seguirá siendo mundo cuando nos muramos de verdad...

161
Yo sólo asentí. Tenía sentido lo que decía y de algún modo, me simbró. Al fin y

al cabo, si empezabas con consciencia artística, terminabas haciéndolo por dinero.

Así era el brutal negocio de la música.

- Jude — dijo Bob, interrumpiendo mi imparable tren de pensamiento.

- Dime — contesté, bebiendo más soda.

- ¡Ya viste la hora que es?- preguntó, con una gigantesca sonrisa.

- Mmmmm… son las 4:20 — le dije, mientras veía mi reloj sin entender por

qué.

- A esa hora, joven incauto, se reunían “The Waldos” hermano… ¿fumas?

- Lo hice muy pocas veces. Nunca fui fan.

Pude oír claramente el rechinido que hicieron los pensamientos en la mente de

Bob.

- ¡¿Quéeeeeeeeeeee?! Bueno, ¿no le dirás que no a una tarde fumando con

el viejo Bob, verdad?

Pasé aquella tarde fumado hasta el copete con él. No podía parar de sonreír, los

ojos se me cerraban sin poder evitarlo, Bob sólo sonreía mientras cambiaba de

162
canción al grandioso playlist que tenía en su ipod. Imagínense eso, Bob con un

producto Mac.

- ¡Tienes que tocar para mí! —le dije, arrastrando un poco las palabras y

derretido en el sillón como mantequilla en plancha caliente.

- ¿Qué quieres que toque, hermano?

- ¿Could you be love? ¿Puedes cantar Could you be love para mí?

Bob tomó una de sus guitarras y comenzó a afinarla. Después de unos treinta

segundos empezó a tocar ese riff que te hacía vibrar. La noche nos alcanzó mientras

cantábamos los éxitos de Bob que lo habían convertido en la leyenda que era, las

lágrimas no paraban de caer por mi cara que seguía lidiando con los estragos del

cannabis. ¿Quién puede decir “hey, fumé un porro con Bob”?

Mayo llegó y con él, mi primer platica a solas con el abuelo desde mi llegada a

la isla.

No habíamos tenido oportunidad de entablar una conversación de más de diez

minutos.

163
Elvis era todo un personaje. Para ser sincero, sus pláticas eran las mejores, tan

interesantes que podía estarme el día entero con él. Al abuelo lo querías desde el

momento en que lo saludabas, era fantástico, era toda una realeza.

Me encontraba nadando en Blue Bayou junto a Freddie, Michael, Dennis y Kurt.

Cerati y Hendrix tenían un poco más de una hora que se habían ido del mar cuando

Robert llegó al lugar.

- Hola a todos. Jude, ¿tienes un momento?

- Hola, Robert —contestamos todos, a coro, mientras yo salía del agua.

- ¿Qué pasa amigo? —pregunté, mientras sacaba un poco de agua de mi oído.

- Llamó el abuelo a la central, pidiendo que te localizáramos para ver si podrías

pasar a verlo cuando tengas tiempo. Fue muy especifico y un poco insistente.

- Vale. Gracias Rob, no tardo. Corro a casa y voy con él.

- ¿Quieres que te espere? —me preguntó.

Sacudí la cabeza después de pensarlo un poco.

- No es necesario, amigo, conozco el camino. Tú ve a descansar.

- Bueno, cualquier cosa que necesites, avísame, ¿ok?

- Gracias, Rob. Lo haré.

164
Nos despedimos y regresé a la playa. Me quedé un par de horas más nadando

con los muchachos. No había mejor lugar en la isla.

Llegué a casa del abuelo después de tres horas aproximadamente. La puerta

estaba entreabierta y se alcanzaba a escuchar música de Louis Armstrong por todo

el lugar. Me adentré y comencé a acercarme a la bellamente decorada sala.

- ¿Abuelo? — pregunté, en voz alta.

- Por acá, Jude. Pasa — él contestó, desde un sillón en la sala repleta de

libros, memorabilia de los 50 y una impresionante colección de vinilos.

- ¡Hola abuelo! — dije, sentándome a su lado — me dijo Robert que me

estabas buscando.

Elvis tenía un enorme moretón entre la sien y su mejilla derecha. Se veía

completamente negro, era evidente que se trataba de un golpe reciente.

- ¿Qué te paso ahí? —pregunté, frunciendo el ceño.

- ¡Bah! Una estupidez. Mientras más viejo eres, más accidentes te pueden

ocurrir en un pestañeo. Me levanté en la madrugada al baño y me resbalé

con un charco de agua que había en el piso. Caí directo en el lavamanos.

Estúpida fuga.

165
- Tienen que venir a reparar eso, abuelo. Tal vez poner algo de luces en tu

baño —comenté, genuinamente preocupado por él.

- Sí, lo sé. En fin, ¿cómo estás tú, Jude, cómo va tu estancia hasta hoy?

- ¡Increíble! — contesté, efusivo —la he pasado ¡de maravilla! Todos son tan

atentos que desorienta un poco. ¿La playa? Uf, me vuelve loco.

No podía quitar mi vista de aquel tremendo golpe. Algo no estaba bien.

- Sí, recuerdo que solía ir todo el tiempo. No hay mejor lugar en toda la isla

que esa playa. Por cierto, ¿estas emocionado por el concierto?

- Muchísimo, y muy nervioso también.

Él se rió.

- Todo estará muy bien, es muy divertido.

- Eso no lo dudo ni un poco — le dije, sonriendo.

Fue entonces cuando Elvis se puso serio.

- Jude, hablé con John y me dijo que por las noches escucha gritos que

provienen de tu casa. Que algunas madrugadas tus gritos son tan fuertes

que lo han despertado.

166
- ¿De verdad? — contesté, avergonzado y con el rostro de mil colores. — No

tenía idea de eso, abuelo —mentí.

- ¿Está todo bien? — preguntó Elvis, tomándome del hombro.

Tras un suspiro, dije:

- He tenido estos sueños desde hace mucho. Es mi padre; él era capitán de

un buque mercante allá, en Baltimore. Aprendí muchísimo acerca de los

barcos gracias a él, era un gran hombre. Cuando mi carrera estalló, empecé

a vivir en mis giras, dejé de ver a mi familia, lo usual en esta vida. Un día mi

madre llamó, solo para decirme que mi padre había muerto; una tormenta

inesperada y dejó de existir. Llamó para decirme que aquel barco donde pasó

gran parte de su vida se había convertido en su tumba. No pude despedirme

de él. No pude abrazarlo una vez más. Simplemente un día dejo de estar…

- Entonces, ¿sueñas con ese accidente? —preguntó el abuelo con toda la

atención del mundo.

- Mi sueño es muy raro, no lo he logrado descifrar. Estamos ahí él y yo, en

aquel barco, solos, me dice algo del motor dos y de la banda dentada. De

ahí, el sueño comienza a desaparecer poco a poco, como si estuviera en un

167
terremoto y todo empezara a caerse. Todo hace implosión incluyendo mi

padre…

Me detuve un momento y me quedé viendo al piso, inmóvil. Jamás le había

contado de mi sueño a nadie.

- Simplemente, no tiene sentido, pero ver a mi padre desaparecer así me da

un miedo terrible.

- Nunca ignores un sueño Jude —dijo el abuelo. —Mucho menos cuando es

tan constante. Al final, todos los sueños terminan significando algo, está en

nuestro inconsciente. Cuando era niño, todo el tiempo me soñaba con una

gran corona; no había una noche que no despertara y le platicara mi sueño

a mi madre sobre esa enorme corona llena de rubies y zafiros hecha

completamente de oro y terciopelo. Mi mamá me decía que cuidara la

ambición de mis sueños, porque podrían destruirme.

- ¿Y le hiciste caso? —pregunté.

- ¿Tú que crees? —él me vio fijamente a los ojos y sonrío. Con esa mirada

que deben tener solamente los reyes.

- Hah. Siento como si nos conociéramos de toda la vida, abuelo.

- Así parece, Jude. Así parece.

168
Uno…dos…tres…cuatro…

El gran momento había llegado. Catorce de mayo, el día de aquel esperado

concierto.

Se montó un espectacular escenario sobre la playa de Blue Bayou. La mitad del

stage estaba sobre el mar y terminaba en la arena. Toda la isla estaba invitada y

ese día nadie trabajaba.

La prueba de sonido retumbaba hasta la casa de Karen y Bob que estaba

completamente al otro extremo de la isla. Al stage sólo lo iluminaban algunas

antorchas y decenas de focos que estaban por encima de todo. A los extremos

estaban dos baterías para la ansiada batalla entre Bonzo y Dennis. El piano parecía

un espejo, había un stand con cinco guitarras acomodadas en él, algunas sillas y

micrófonos, muchos micrófonos.

Todo Blue Bayou estaba ahí. Arthur se acercó a mí.

- Y bien, ¿estás listo? —me preguntó, con un tono profesional y

sorprendentemente cálido.

- Nadie en este mundo estaría listo para algo así Arthur, podría decirte que

estoy preparado.

169
- Saldrá increíble, todos los años se pone mejor y con tu llegada, será un buen

show Jude. Recuerda, he visto lo que haces muchas veces.

Sonreí.

- Cierto. No puedo esperar más.

El concierto comenzó a las nueve en punto. Estábamos ahí, sentados en la

playa, cuando las luces se apagaron en su totalidad. Todos en el lugar empezamos

a gritar y a aplaudir, por un momento, todos los operadores de Blue Bayou se

olvidaron realmente de su trabajo y se sentían en un concierto verdadero.

Freddie cantó la primer nota que abriría ese gran concierto; sólo un grito y todo

el lugar enmudeció. Yo quedé paralizado, con la piel de gallina.

“Bohemian Rhapsody”. Las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos. En el

puente musical de aquella canción, justo antes de ese magnífico himno, Michael se

incorporó y comenzaron a cantar los dos al unísono.

170
El lugar temblaba, sentía que el mar podía salirse por los aplausos y gritos que

desencadenaban aquella majestuosa mezcla.

No podría describir lo que sucedió cuando cantaron “We are The Champions”

con “Black or White”, mi mente no podía asimilar tanto. “We will Rock You”? ¡Ya!

creo que lo lograron.

Continuaron Cerati y Jim. Todo lo que veía y escuchaba era más que magia, era

real.

Jamás me imaginé a Jim cantando en español y a Cerati acompañándolo

mientras rockeaban “Roadhouse Blues” juntos. Freddie subió de nuevo al escenario

a tocar el piano con ellos.

Cuando fue el turno de Kurt y Bob, cantaron una canción que habían compuesto

meses atrás, la desgarradora voz de Kurt me dejó sin parpadear mientras Bob daba

el toque sublime con cada armonía que hacía. “The Horrible Truth”, así se llamaba

esa canción, demasiado conmovedora. La manera en la que hablaba de la falsedad

de nuestras vidas y de cómo las vivíamos resignados a la mentira, era la misma

razón por la que todos habíamos coincidido en Blue Bayou, o era lo que yo había

171
entendido de ella. Una horrible verdad que los fans y el mundo entero no conocían,

una horrible verdad donde no todo era color de rosa.

Elvis y Karen atenuaron la noche con un melancólico número; gran equipo el

que habían formado. Escucharlos cantar era hermoso. Aunque al abuelo se le

dificultaba un poco, se podía sentir a kilómetros el peso de los años en todo su ser.

Pero ¡diablos!, aún lograba alcanzar aquellas notas. La interpretación de “Close to

You” de Karen fue el dulce de la noche, el abuelo la acompañaba en partes. ¿Cuánto

costaría un boleto en primera fila para ese concierto?

Bonzo y Dennis por fin se apoderaron del lugar, se sentaron en sus baterías y

se podía saborear en el ambiente que una enorme fiesta estaba a punto de

comenzar. La batalla de baterías más impresionante que vi en mi vida comenzó.

Parecía que estaban jugando ping pong, nadie en el lugar podíamos parpadear.

- Nunca lo habían hecho así — dijo Robert, sin apartar su mirada de esos

monstruos.

- No sé qué decir Rob — añadí, con la garganta cerrada y la boca

completamente seca.

172
Después de unos minutos, los dos se detuvieron y del fondo del escenario

apareció Amy, caminando hacia el frente, cantando muy bajito. De repente, estaba

parada en medio del stage y empezó a cantar en serio, con esa poderosa voz de

blues que sólo ella tenía. Hendrix, Amy, Bonzo y Dennis nos dieron el espectáculo

de la noche. Ella parecía encantadora de serpientes, en serio yo era como una cobra

hipnotizada por su voz. Michael y Freddie volvieron a subir al escenario y no pararon

por otros cuarenta minutos, ¡que maldita locura!

Eventualmente, el stage quedo vacío. Como era el nuevo en la isla, me tocaba

concluir el festival.

John se paró frente al micrófono y me hizo la presentación más honorable que

me habían hecho en mi vida.

- Es momento de presentar formalmente al nuevo integrante de esta familia,

creo que todos han tenido la oportunidad de platicar con él y se han dado

cuenta, como yo, del gran sujeto que es. Estoy muy contento con su llegada

y es un honor que me haya tocado ser parte de su primer concierto en Blue

Bayou, ¡¿que tal si todos aplaudimos fuerte por Jude Stone?!

Todos los asistentes al lugar comenzaron a vitorear mi nombre; los aplausos

ensordecían mi entrada.

173
Entré al escenario y John me dio un fuerte abrazo. Bonzo se sentó en la batería

y Hendrix nos acompañó en la guitarra, como a todos, como toda la noche.

John comenzó a tocar a puro piano “Beneath the Stars”. Empecé a cantar.

Hendrix y Bonzo se fueron uniendo poco a poco a la canción que una vez más

revivía con esos Titanes. John continuó con el siguiente verso; yo no podía dejar de

verlo cantando mi canción. Si tan sólo papá hubiera podido ver aquel momento.

Entre la gente, veía a Rob, Amy y Bob coreándo mi canción. Amy me lanzaba

besos y guiños con su enorme ojo. Imagine, 3 Hours, Without Her y Woman fueron

parte de nuestro repertorio.

- ¡Quiero agradecer a todos por el increíble recibimiento que me han dado,

siento como si llevara una vida entera viviendo aquí! — dije. — ¡Esta noche

le ha ganado a todas las experiencias que he tenido en mi vida! John, gracias

por haber estado conmigo en mi primer concierto aquí, gracias Hendrix y

Bonzo. Para finalizar este show quiero cantar la primera canción que canté

en mi vida y por la cual el mundo conoció a Jude Stone, ¿listo John?

174
John asintió con la cabeza y comenzó a tocar esas notas que me hacían un nudo

en la garganta. Mi vida entera pasó frente a mis ojos mientras John y yo

cantábamos.

Recordé los mejores momentos de mi vida durante aquellos minutos: mamá,

papá, Greg, Cecil, Carl, Mirella, Raymond, Joaquin, Walter, Lou, Letty; en esos

minutos me di cuenta de lo maravillosa que había sido mi vida...

Mientras, todo Blue Bayou cantaba a coro “ Hey Jude”.

175
TRACK 8

LA HORRIBLE VERDAD

- ¿Y bien?

- ¿Y bien qué?

- Se besaron, Jude.

- Fue parte del juego, Jim, nada más. Castigo igual a beso.

- ¡Sí! ¡Pero el castigo no incluía lengua ni el minuto que duró! — me dijo, Jim

mientras se echaba un puño de cacahuates a la boca.

4 de Noviembre del 2014, el día que besé a Amy. Algunos de nosotros habíamos

pasado toda la noche bebiendo y terminamos jugando este juego de cartas en

donde a cada carta le asignamos un valor de castigo y recompensa; esa noche, mi

“castigo” fue besar a Amy.

Fue un beso apasionado, esa es la verdad… creo que los dos lo necesitábamos.

Yo no sé cuánto tiempo tenía Amy sin besar a alguien, pero a mí, siete meses me

estaban matando. Lo único que temía era que las cosas se pusieran raras entre

nosotros.

176
- Sí, fue un beso muy apasionado, amigo — intervino Rob. Parecía que se

había puesto del lado de Jim para molestarme.

- Bueno, los besos son apasionados ¿no? O dime Rob ¿la pared no te besa

con pasión? —le pregunté, vengándome .

Jim comenzó a reír a carcajadas.

- ¡Juego, set y partido para Jude! — dijo.

- Eso parece, Jim — dijo Robert, quitando de pronto la risa burlona que había

estado dibujada en su cara.

Tenía que buscar el momento adecuado para ir a casa de Amy y platicar del

tema con ella. Era lo maduro.

Viviendo en la puerta de al lado, era inevitable cruzarnos en el camino en

cualquier momento, posponerlo sería aletargar aquella incómoda plática.

El teléfono de casa sonó. Rob se levantó a atenderlo mientras Jim se tapaba los

oídos como niño pequeño. Después de unos segundos, Rob giró y me ofreció el

teléfono.

177
- Jude, es para ti.

- ¿Bueno? — atendí. Era Arthur.

- Jude, ¿podrías pasar a mi oficina en la corporación?

- Claro, Arthur, ¿necesitas que vaya ya?

- No, no, en el momento que puedas.

- Ok. Ahí estaré.

Hacía una tarde calurosa, el viento soplaba fuerte y el aire era caliente. Ese día,

ayudé a Freddie a recolectar fruta de su huerto. En la parte trasera de su casa,

había un invernadero muy grande y era su mayor pasatiempo. Si no colectábamos

la fruta ese día, se echaría a perder en horas por el intenso calor, y como a Arthur

parecía no urgirle mi presencia, me tomé mi tiempo.

- ¡Llévate fruta a casa Jude! no planeaba quitarla toda hoy, pero el calor la

mataría, es demasiada.

- Gracias, Freddie, si quieres puedo compartir con John y Amy.

- Como gustes.

178
Freddie se había dado a la tarea de sembrar todo lo que pudiera crecer en la

isla: fresas, sandias, melones, papayas. Incluso tenía un árbol de duraznos. Era

increíble cómo se las ingenió para adaptar ese lugar.

Salí de ahí con tres kilos de fruta, que dejé en casa para ir con Arthur. Intentaba

entrar y salir de casa tan aprisa como podía para no encontrarme con Amy; parecía

niño de secundaria evadiendo a la chica guapa del salón. Aunque mis esfuerzos por

evadirla eran innecesarios, ya que no había señas de Amy por ningún lado. Eso era

poco común.

Me dirigí a las oficinas. Me pareció que la isla se sentía desierta. El infernal calor

tenia a todo el mundo refugiado en casa, parecía una isla fantasma.

Llegué al edificio y me metí lo más rápido que pude. Al entrar, el aire

acondicionado me recibió de lo mejor.

Sandy me acercó una pequeña toalla para secar mi sudor.

- Vienes con Arthur, ¿verdad? — preguntó, mientras volvía a enfocar su

mirada en la computadora.

- Sí, me dijo que aquí estaría todo el día.

179
- Déjame avisarle que estás aquí.

Esperé unos minutos. Arthur apareció, ajustando sus lentes.

- Jude, buenas tardes. Acompáñame – dijo, en tono seco y frío, casi

demandante. - Gracias, Sandy. nos vemos en un rato.

Entramos a las grandes salas de Blue Bayou. Caminaba junto a él mientras

pasábamos por los interminables cuartos, hasta que llegamos a su oficina. Era

enorme. Detrás de su escritorio, había una pecera casi del tamaño de su pared; una

pequeña pero acogedora sala y un muro lleno de discos compactos. Podría calcular

más de veintemil discos.

- Siéntate – dijo él, observándome mirar fijamente los discos. - Cuando quieras

escuchar alguno, sólo dime.

- Lo hare, créeme — contesté, sin apartar mi vista del mural.

- Jude, primero que nada, gracias por venir – Su tono se relajó. - Quería decirte

que estaré fuera de la isla por un buen tiempo, aproximadamente un año, y

como eres el más nuevo aquí, necesito de tu ayuda.

180
- Sí, claro, lo que necesites, Arthur — contesté, de inmediato.

- Necesito que seas mis ojos en la isla, Jude, que me tengas informado de

todo lo que pasa aquí mientras no estoy. Cualquier irregularidad o anomalía,

tú serás el encargado de decirme todo.

- ¿Pasa algo malo, hay algún problema? — pregunté intrigado.

Él sonrió ligeramente y sacudió su cabeza.

- No, no, todo está perfecto. Sólo necesito un reporte para saber que todo

funciona adecuadamente en mi ausencia.

- ¿Tendré algún tipo de comunicación contigo?

- No, eso es imposible. Harás una especie de diario mensual mientras no

estoy. Si ves algo raro, lo anotas y esperas a mi regreso, sólo quiero tener

claro el desempeño de toda la compañía.

- Claro Arthur, cuenta conmigo — le dije sin dudarlo.

- Y ¿a qué iras tanto tiempo, reclutarás a alguien más?

- Eso es irrelevante – dijo, sin inmutarse por mi pregunta. – Sólo digamos que

son asuntos de Blue Bayou.

Era algo que quería saber, pero, claramente, presionar no funcionaría.

181
- Está bien, lo haré. Va a ser bueno tener algo en que ocuparme.

- Muchas gracias Jude. Nos vemos en un tiempo.

- Con cuidado, amigo. Nos vemos pronto.

Salí de la corporación y aunque ya eran las siete de la noche, afuera seguía

haciendo calor. Tomé el tren hacia el lugar de todos, donde me estaba esperando

Robert.

- ¿Qué quería Arthur, qué te dijo?

- Sólo avisarme que saldrá de viaje un buen tiempo y quería que lo supiera —

, mentí. Era difícil engañar a Rob, pero sentía un fuerte compromiso con

Arthur.

- Seguro te lo dice para que te quedes tranquilo —comentó mi amigo. —

Aunque no creo que cambie nada, va a ser lo mismo, ¡ni yo lo veo

últimamente!

- Mmmmmm… es verdad, será como si estuviera en su oficina, como siempre.

Creo que ni lo notaremos.

- Y pasando a temas más interesantes: ¿Ya hablaste con Amy, galán? —

preguntó, aún a pesar de saber mi respuesta.

Es más, creo que preguntó porque sabía mi respuesta.

182
- No, no he tenido oportunidad. No la he visto siquiera en su patio.

- ¿Quieres que pase a dejarte en su casa? — preguntó, sin voltearme a ver.

- Te odio. Pero sí…

La responsabilidad de la petición de Arthur, enfrentar a Amy y la insolación del

calor de todo el día, hicieron la perfecta combinación para que comenzara a dolerme

la cabeza. Rob me dejó en la puerta de Amy y me quedé tres minutos ahí, parado

como estúpido, pensando lo que le diría. Tomé valor y toqué el timbre, no hubo

respuesta. Después de insistir otras tres veces, apenas alcancé a escuchar su voz.

- ¿Quién es?

- Yo, Jude, ¿está todo bien?

- Sí, querido, ¿podemos vernos mañana?

Pude escuchar cómo se quebraba su voz.

- Amy, ¿qué sucede? Déjame pasar.

183
Después de un rato de insistencia, Amy abrió la puerta. Tenía los ojos hinchados

de tanto llorar. Noté de inmediato que tenía un golpe en su labio inferior y un moretón

en su frente.

- Hola, muñeco — me dijo, con un intento de sonrisa; las lágrimas caían por

sus mejillas.

- Amy, ¿qué demonios pasó?

- Nada, no te preocupes. No es nada — intentó mentir.

- ¿Quién te hizo esto? ¡Y no te atrevas a decirme que te caíste!

Amy no soportó más: se desmoronó en mis brazos.

- Esos malditos, Jude, golpeaban a Kurt como si fuera un delincuente. Los

quise detener y me golpearon, ¡me golpearon los hijos de puta!

- ¡¿Quiénes?!, ¡¿De quienes hablas?!— dije, enfurecido, con una furia que me

ahogaba. Todo el odio del mundo poco a poco se apoderaba de mí.

- La organización no es tan buena con nosotros como parece, Jude…

184
Sentí un enorme hoyo en el estómago. El intenso coraje que tenía comenzaba

a convertirse en un gélido terror. No quería creer lo que Amy me estaba diciendo,

tenía que hablar con Arthur de inmediato.

- ¿Quién te pegó? — pregunté.

- Por favor Jude, no quiero que esto se haga más grande de lo que es. No te

metas en problemas por mi culpa, esto ha pasado mil veces. Dejémoslo

pasar esta vez también, ¿si?

- Arthur tiene que saberlo.

- ¡No! – gritó, asustada. – Hey, mira, hagamos algo…

Me tomó de los brazos y buscó mi mirada, que aún no lograba orbitar de nuevo.

- Quédate aquí conmigo, necesito compañía y ya mañana, olvidaremos que

esto pasó, ¿si?

- ¿Qué tan seguido ocurre esto? — pregunté, empuñando mis manos, sin

poder controlar mi coraje. Mis nudillos estaban blancos y los dedos me

empezaban a doler mientras las uñas se enterraban en mis palmas.

- No tiene importancia, déjalo ir. Si no buscamos problemas, no pasa nada —

dijo ella acariciando mi cara.

185
Estaba aterrada.

Acaricié tiernamente su mejilla, sin dejar de ver sus heridas y le dije:

- Lo siento mucho, Amy...

- Jude, ¡NO!

Salí corriendo de ahí y le llamé a Robert.

- Rob, ven por mí de inmediato, ¡es urgente!

- Voy para allá.

Apenas llegó por mí, nos encaminamos a la corporación.

- Golpearon a Amy y a Kurt — dije agresivamente. — ¿Sabes algo de eso?

Él agachó la mirada y se quedó en silencio por un rato, apretando el volante.

- Bienvenido al asilo Blue Bayou, Jude. — contestó triste y resignado.

186
- ¡¿De qué carajos estás hablando Rob?! ¡¿Qué demonios sucede en este

lugar!?- pregunté, en el límite de mi paciencia.

- No hay nada que podamos hacer Jude, muchos hemos intentado detener

esos abusos, pero meterse es inútil y cada vez se vuelve más peligroso.

- Rob, ¡están golpeándolos! ¡Eso no puede pasar!

- Tranquilízate amigo, no es nada nuevo, no es algo que puedas detener.

- ¡Son casi ancianos Rob! — exploté — ¡Hay dos mujeres! ¡No me digas que

no debo meterme!

Llegamos a la corporación y salté del auto antes de que Rob pudiera detenerme.

Entré empujando la puerta con todas mis fuerzas.

- ¡ARTHUR! ¡ARTHUR! — grité, desesperado, mientras corría por el

interminable pasillo de oficinas.

Sandy se levantó de su escritorio e intentó detenerme y calmarme.

- ¡Jude! ¡¿Qué pasa?! ¡No puedes entrar así!

187
La ignoré.

Crucé las puertas que daban a las gigantes cámaras de Blue bayou y seguí

gritando.

- ¡ARTHUR!

- ¡Jude! El barco de Arthur salió hace cuarenta minutos — dijo Sandy, de pie,

detrás de mí.

- No, no, no, no, ¡no puede ser!

Jamás había corrido tan rápido en toda mi vida como aquel día. Salí sin darme

cuenta de lo que había a mi paso y me subí de un salto de nuevo al carro, Rob

estaba aún más confundido, pálido.

- ¡Al puerto uno! ¡RÁPIDO!

Llegamos al puerto tan rápido como el carro podía acelerar y a la distancia, logré

ver el barco que había zarpado. De nuevo corrí hasta estar en la orilla del muelle.

- ¡ARTHUR! — grité, hasta quedar afónico.

188
- ¡Jude! ¡Tienes que tranquilizarte! — exclamó Rob, mientras me tomaba por

el hombro y veíamos como se alejaba aquel gigantesco barco.

- Tenemos que ir con Kurt y Amy para que nos digan que fue lo que pasó —

logré decir.

- Vamos — dijo Rob, acompañándome al carro sin soltar mi hombro.

“The Horrible Truth”; esa cruda canción que escribieron Kurt y Bob, no hablaba

del infierno que vivíamos con la fama, no hablaba de lo hartos que estábamos de

todo el cuento de ser personajes tan famosos, ¡no hablaba de que la realidad de

nuestras perfectas vidas no era color de rosa! La primera vez que escuché esa

canción la mal interpreté por completo. Esa canción hablaba del verdadero infierno

que era Blue Bayou. Al parecer a alguien no le había agradado escucharla…

¡Esta organización abusaba de los viejos que la mantenían! No tenían límites,

no temían golpear a las mujeres.

No podía dejar pasar esto por alto y resignarme a que esa era la forma de vida

en la isla cuando Arthur no se encontraba en ella.

189
- Hermano, no tienes que meterte para nada en esto. Llevamos viviendo

muchos años así y hemos aprendido que la rebelión solo empeora el

escenario para nosotros. Así son los malditos cobardes con poder, me temo

— dijo Kurt, mientras Amy sobaba su espalda.

- ¡Tenemos que hacer algo! —dije, casi gritando. Yo no iba a aceptar que mi

vida fuera así. — ¿Sabemos quiénes son?

- Son cuarenta y ocho personas las que forman ese estúpido clan — dijo Amy,

quien había memorizado todo lo que pudo de esas personas a las que

odiaba. — Si me preguntas, supongo que odian vivir aquí. Están hartos, no

se resignan a que aquí morirán y se desquitan con nosotros. Para ellos

somos los culpables… hay otros que creo que lo hacen por aburrimiento, o

peor, por diversión… porque lo disfrutan. Se hacen llamar “El club de los

cuarenta y ocho”. Todos al principio tenemos las mismas ganas de pelear

como tú, cariño, pero no tiene caso. No se gana nada más que una peor

calidad de vida...

- ¡¿Cuarenta y ocho?! ¡Eso es un tercio de la organización! Kurt, Arthur tiene

que saber esto! —exclamé, completamente furioso y preocupado.

- Claro que Arthur ha sabido de esto, pero no hay pruebas suficientes, querido

—dijo Amy, sosteniendo un vaso de agua fría en sus manos.

- ¡¿Y qué?! —continué, incrédulo — ¿Los moretones aparecen de la noche a

la mañana?

190
- Somos viejos, descuidados. La gente vieja dice incoherencias — contestó

Kurt, resignado.

- ¡TE GOLPEARON A TI KURT! ¡GOLPEARON A AMY!

- A Karen le ha ido peor que a mí, muñeco...- dijo Amy.

Kurt y Amy siguieron hablando por espacio de una hora. Contándome historias

de terror.

Una parte de mí se resistía a creer tantas atrocidades... pero eran verdad.

Esa noche, nos quedamos en casa de Amy ella, Kurt, y yo. No hablamos más

del tema. No hubo alcohol, no hubo risas. Todo estaba envuelto en un ambiente de

tristeza... de desesperación... ellos tenían miedo, pero yo no. ¡YO NO!

Al día siguiente, organicé una reunión con los demás en el lugar de todos. Mi

humor no había mejorado, sólo me había enfocado, y decidido. Yo no iba a permitir

que esto pasara. Sobre mi cadáver, este “Club” lastimaría a estas personas, estas

leyendas, a mis amigos.

191
- ¿Alguien me puede explicar qué pasa aquí? — dije, de pronto mirando al

grupo de leyendas.

- Jude, es mejor que no indagues en estos temas, viejo — me recomendó

Bonzo, con un tono amable, demasiado gentil.

- Hemos aprendido a vivir con esto todos los años. Tal vez Kurt cometió un

error que hizo enojar a Andrew y a Bradley —dijo Hendrix, intentando

racionalizar las cosas.

- ¿Qué, respirar? — contestó Kurt, agriamente.

- ¿Andrew y Bradley? — Pregunté, —¿ellos son la cabeza de ese estúpido

club?

Andrew y Bradley eran dos operativos de bajo nivel en Blue Bayou. El primer

maldito, tenía una calva que hacía que el brillo del sol cegara tus ojos y una mirada

fría, desapegada, como si no le importáramos. Antes yo había comentado, de

broma, que me parecía que Andrew tenía ojos de asesino en serie. Y Bradley

parecía duende: ojos saltones, orejas grandes, narizón y una sonrisa sedienta de

sangre que le llegaba de oreja a oreja.

- ¡Bien hecho, Hendrix! — exclamó Karen, dando un aplauso sarcástico. —

Sólo Andrew, corazón. Él es el líder, Bradley sólo es su perro de ataque.

- Chico —habló el abuelo. — Sé que sólo has escuchado esta recomendación

y no piensas seguirla. Entiendo tu angustia y coraje, créeme que sí, pero no

192
quiero que te metas en ningún problema, ni que te venga la brillante idea de

levantarte en armas. Quiero que dejes pasar este mal momento y que siga

todo igual para ti como hasta hoy. No tienes nada de qué preocuparte.

Sus palabras, lejos de calmarme, sólo consiguieron indignarme más.

- No me vengas con esas idioteces, abuelo, le han roto el labio a Amy, Kurt

tiene una fractura en su costilla y si no mal recuerdo, antes del concierto

tenías un tremendo golpe en la cara. ¿O qué? ¿Quieres que siga pensando

que te resbalaste?

Michael me interrumpió.

- Jude, escucha, no te conviene meterte en una lucha que no ganarás.

Piénsalo, ¿a dónde iras, a dónde correrás, dónde te esconderás? Esas

personas controlan toda la isla, no hay nada que hacer. Si te golpean y te

mandan al hospital, ¿qué crees? ¡Ellos son el hospital! Tienes que calmarte.

La cara de todos tenía el mismo semblante, pero ninguna se comparaba con la

mía: de odio y coraje. Bob no dejaba de mirar al suelo, Dennis tenia cara de que en

193
cualquier momento estallaría y se pondría de mi lado. Todos se veían tan

indefensos. Pensar en el regreso de Arthur me empezaba a volver loco.

- Ellos controlan todo. No podemos luchar, Jude, ni antes, ni ahora — finalizó

Cerati tajantemente.

Terminó la reunión.

Regresé a casa con el espíritu destruido y la paranoia de que en cualquier

momento vería a aquel clan y sólo por ser el nuevo me dieran la bienvenida a su

manera. ¿En quién podía confiar del staff? Aún, por momentos, me parecía increíble

lo que estaba pasando… tenía que hacerle caso a los demás… tenía que ser

paciente y esperar al regreso de Arthur. Aún no escribía ni un reporte y ya sabía de

qué estarían llenos mis apuntes. Salí corriendo a casa de mi vecino. Entré, agitado.

- John, ¿a ti te han golpeado?

- Llegué aquí en 1980, Jude, llevo treinta y cuatro años viviendo en este lugar,

tú llevas siete meses aquí y ve lo que ha pasado. ¿Tú que crees?

- ¿Y qué tan grave es, son constantes estos ataques? —pregunté, con miedo

a la respuesta.

194
- Más de lo que cualquier humano podría soportar —concluyó.

Regresé a casa… devastado. Esa noche no pude conciliar el sueño.

Diciembre pasó desapercibido. No hubo ninguna fiesta, no hubo nada que

celebrar al igual que año nuevo. Se sentía en el aire el ambiente hostil en el que

vivíamos a diario.

¿Cómo no me había dado cuenta? En el mes de mi cumpleaños número 27,

mandaron a Bob al hospital, dejándolo en coma… y a todos, con la resignación de

su posible muerte.

Era Junio. Habían pasado ocho meses desde la partida de Arthur, ocho meses

en los cuales nos habían tratado peor que basura.

Cada que tenían oportunidad, buscaban provocarme para que reaccionara con

agresividad, para darme una paliza. Esos hijos de puta abusaban de todos los que

vivían en la isla, incluso Rob no salía exento de las provocaciones y golpes que

daban a quien se cruzara en su camino. Extrañamente, eso cimentó mi confianza

en Rob: él era de los buenos. Arthur tenía que volver ya, las cosas se estaban

saliendo de control.

195
“17-Junio-2015

Arthur:

¡Tienes que regresar, la isla es una maldita locura! Bob tiene desde el 11 de mayo

en el hospital sin despertar. Está muy delicado. Tememos por su vida Arthur. Blue

Bayou parece una prisión, los ataques son cada vez más constantes, golpean a

Karen y a Amy y a muchas mujeres más de la organización. Esto se convirtió en un

infierno en cuanto pusiste un pie fuera de aquí. Andrew es un mal nacido, he tenido

ganas de matarlo, no sé cómo reaccionaré si vuelve a golpear a Amy o a Karen.

Ojalá vuelvas pronto. JS”.

Los reportes que le escribía a Arthur parecían una novela de terror

protagonizada por el club de los cuarenta y ocho. Blue Bayou era una pesadilla de

la cual nadie podía despertar.

- ¿Cómo sigue? — preguntó Michael, en mi casa, donde nos tocaba reunirnos.

- Pues… ha reaccionado un poco —dijo Hendrix, mientras Bonzo y yo

contestábamos con la mirada.

196
- Es Bob, el saldrá de esta, chicos. Digo, vamos, es Bob —dijo Michael, con

un optimismo que me resultaba irritante.

- ¿Y para qué querría salir de esta, Michael, para que lo rematen? — dije,

mientras las lágrimas inundaban mi rostro. — No sé por qué se cruzan de

brazos y dejan la vida en manos del destino.

- Yo pienso que estas reuniones secretas deben de parar, San Jude —

contestó Bonzo, cada vez más harto. — En cualquier momento nos pueden

descubrir y no sé hasta dónde sean capaces de llegar… ni quiero descubrirlo.

Eso dolió. Pero, por más que intentaba buscar, no encontraba otra cosa más

que estar de acuerdo con Bonzo. Agaché mi cabeza y contesté:

- Arthur me dijo que se iría aproximadamente un año, de verdad deseo verlo

cruzar esa puerta —. No podía parar de llorar.

Terminé de pasar la tarde con Rob en casa, el ambiente se sentía tenso en cada

rincón de mi hogar. De mis primeros meses de estancia en Blue bayou ya no existía

nada, todo se había deteriorado muy rápido, no podía dejar de pensar en pasar el

resto de mis días en ese infierno. Me daban ataques de pánico de solo pensarlo.

197
- Nunca habían sido así de intensos los ataques Jude. Nunca habían llegado

a tal grado de violencia, no al grado de mandar a uno de ustedes al hospital

—dijo Rob, y noté la sincera preocupación en cada una de sus palabras.

- Chicos — dijo Amy, al entrar a la casa. Estaba pálida.

- ¡¿Qué pasa?! —pregunté, asustado.

- Es Bob. Ha despertado.

Fuimos al hospital tan rápido como pudimos. Al lado de Bob, el abuelo sujetaba

su mano. En el cuarto estaban Freddie, John, Karen, Hendrix, Bonzo y Cerati.

Apenas cabíamos en la habitación.

- ¿Qué pasó, Bob? — preguntó el abuelo. Las lágrimas comenzaron a caer

como cascadas de los ojos de Bob.

- ¿Cuánto tiempo llevo aquí? —preguntó, con voz un poco débil.

- Llevas más de un mes aquí, amigo — respondió el abuelo, mientras Michael

llegaba y se recargaba en el marco de la puerta.

- Estaba en el comedor del lugar de todos — dijo él —estaba terminando de

comer y no terminé con una gelatina. Andrew entró con el maldito de Bradley

y empezaron a molestarme, a decirme que por qué no terminaba mi comida,

me dijeron que si creía que los cocineros trabajaban a lo estúpido. Sólo les

dije que me dejaran en paz, les pregunté que si ahora la isla era una cárcel.

Bradley volteó y sin poder reaccionar a nada me dio un fuertísimo golpe en


198
la cabeza… caí al suelo y comencé a sentir como pateaban todo mi cuerpo.

Supongo que una de esas patadas termino en mi cabeza porque no recuerdo

nada más… y me alegro, no sentí lo demás. Todo por no terminar la estúpida

gelatina.

Bob rompió en llanto mientras apretaba las sábanas con todas sus fuerzas.

- Bob, te prometo, que esto no se quedará así — le dije, sobándole la frente.

— Esos malditos tarde o temprano pagaran por todo esto...

- No pienses locuras, es cuestión de tiempo para que Arthur esté de vuelta —

contestó el abuelo.

Pasé los próximos tres días con Bob en la playa. No me moví de su lado en toda

su recuperación. Freddie y John ayudaban y acompañaban; eran los más

constantes. A Michael no lo veía, era el hombre con más manías que había

conocido en mi vida, y tenía un fuerte problema personal con el sol.

199
Amy y yo nos hacíamos mucha compañía. Y, a pesar de que Karen y Bob

peleaban todo el tiempo, ella tampoco se movió de su lado ni un solo momento.

Parecían una pareja que llevaba casada toda la vida y la mujer se la pasaba

regañando al marido. Era, de alguna manera, tierno.

Había parado de escribir los estúpidos reportes, había perdido la esperanza del

regreso de Arthur. Ni siquiera Rob podía tener información de él, no había manera

de saber nada.

Estábamos en casa Rob, Cerati y yo. En ese tiempo fumaba más que nunca,

tabaco y mariguana. Cerati había llegado a casa con unas cervezas y nos

quedamos ahí toda la tarde.

- Jude, si organizas una guerra contra el club de los cobardes, no dudes en

contar conmigo. Tendré cincuenta y cinco, pero aún puedo lanzar buenos

derechazos —dijo el Argentino, tirando golpes al aire.

- Lo tendré en cuenta amigo — respondí, sonriendo.

Cerati se fue de casa aproximadamente a las cinco de la tarde, quedándonos

solos Rob y yo allí, sin decir nada. Mi cerebro se sentía muy pesado, pero con la

recuperación de Bob se aligeraba un poco. Desde lo de él, no había habido noticias

de ataques o marcas en los rostros de ningún miembro de mi familia.

200
- ¿Quieres otra cerveza? —preguntó Rob rompiendo el silencio.

- Claro, dije, con media sonrisa y un tono de voz exhausto. Fue entonces

cuando se escuchó un fuerte estruendo y la puerta de mi casa azotó contra

la pared.

Cinco sujetos entraron, entre ellos Andrew y Bradley.

- Buenas tardes Jude, ¿todo en orden? —preguntó el calvo y líder con un intento

de sonrisa. Era como ver a algo querer ser humano, pero sin atinarle a los detalles

y a las sutilezas. —Miren, en serio no me gusta interrumpir, pero haremos una

revisión y sólo nos tomara 5 minutos, ¿está bien? Perfecto…

- ¿Bajo la orden de quién? —pregunté, empuñando mi mano.

Él me observó.

- ¡Qué tierno! – se burló. - ¡Adivina! Okay, chicos, revisen el lugar.

Todos comenzaron a tirar mis cosas al piso, destruyendo cada parte que

esculcaban. Robert intentaba calmarme, con la mirada. No funcionó. A la primer

oportunidad que tuve, me lancé hacia Andrew con toda mi ira.

201
- Hijo de pu… —antes de que mi puño llegara a su destino, sentí un golpe en

el costado de mi cuerpo que me dejó sin aire y me mandó al suelo. Casi

rompe mi costilla.

Andrew aplaudió mientras reía.

- ¡Eso! Todo un guerrero, ¿eh? —dijo, mientras yo no lograba recobrar el

aliento.

Con un chasquido de dedos, ordenó que uno de los cinco me detuviera en el

piso, la rodilla contra mis riñones, y una mano pegando mi cara contra el suelo.

- Encontramos esto, señor —dijo uno de los que revisaba mi casa mientras le

pasaba mi diario. El maldito cuaderno. ¡¿Por qué nunca se me ocurrió

esconder ese maldito cuaderno?!

- Bien, bien ¿qué tenemos aquí? —dijo Andrew, burlándose de nuevo.

Él estaba en control. Y no dudó en hacerlo patente cada vez que podía.

- Creo que es momento que la estrella conozca al club completo —dijo Bradley

sin dejarme de ver a los ojos.

202
Andrew le dio unas palmadas en el cráneo, como perro, mientras leía mis

reportes.

- Tranquilo, Brad —lo peor es que el matón ese lo obedeció. Andrew entonces

soltó un silbido y me observo con una media sonrisa que me congeló la

sangre. —Me hieres, Jude. ¿Matarme? Pero si somos iguales. —con otro

chasquido, mi cabeza fue levantada. —Tú también fuiste un cobarde y viniste

aquí. No seas tan hipócrita. Tú y yo somos iguales —. En sus ojos vi una furia

y un odio con el que no se puede razonar.

- ¿Qué haremos con él? —volvió a cuestionarlo Bradley. Su voz tan seca y sin

emoción como la de un demonio.

Andrew le pasó un disco a Bradley, quien lo puso en mi reproductor. Cuando las

imágenes aparecieron, mi cuerpo se congeló por un momento. Eran videos de las

cámaras de seguridad en donde se habían grabado todas nuestras reuniones

secretas lideradas por mí. El audio era impecable.

- ¡¿Qué tal?! ¡El nuevo comploteando contra mí! — exclamó el líder de los 48.

— ¡Wow! eso es nuevo. Tienes agallas chico — añadió, mientras me miraba

con diversión. — ¿Tú sabias algo de estas reuniones? —le preguntó a Rob,

sin voltear a verlo.

203
- Yo… — comenzó a hablar Colt.

- No — interrumpí —, él no sabía nada, no lo metas.

Tras una mueca y sin importarle, Andrew dijo:

- Okay. Ahora te explicaré qué sucederá, ¿vale? Cada uno de tus amiguitos

será castigado severamente. En Blue Bayou no premiamos estas conductas.

Amy. John. Todos.

- Andrew, todo lo organicé yo —empecé a suplicar —ellos no tienen culpa de

nada, ellos me decían que me call…

Levantó su dedo índice y me invitó a callar —. Esto les servirá de lección por

seguir a un niño berrinchudo. Te irás enterando de sus respectivos castigos, uno

por uno. Como eres nuevo, puedes escoger quién será el primero: ¿la puta

drogadicta de Amy? ¿o el imbécil hippie de John?

Con un esfuerzo bárbaro y gruñendo como un animal, logré zafarme de los tipos

que me sostenían y atiné un golpe con todas mis fuerzas.

- ¡MALDITO! – grité.

204
Mis nudillos se enterraron en su mandíbula, y esto lo desorientó. Sin embargo,

en cuestión de segundos me inmovilizaron de nuevo pero esta vez Bradley puso su

pesado pie en mi cara, diciendo, “abajo, cachorro”.

Andrew se rió de una manera psicótica.

- ¡Woo! ¡Judy! ¡Hijo! Buen derechazo — dijo, mientras se sobaba la cara y

escupía sangre. —¿Chicos?

Dio otro chasquido de dedos. Comenzó la paliza.

Rob intentó meterse y sólo recibió el mismo castigo que me daban a mí.

Sentía los puñetazos y patadas en cada parte de mi cuerpo. Podía sentir como

algunos de mis huesos tronaban en pedazos, como cristal en llamas. Pensé que

moriría.

En momentos, veía cómo pateaban a Rob en el estómago. Todo se sentía como

si sucediera en cámara lenta.

205
Un segundo de pausa. Andrew me tomó por el pelo y me susurró al oído: “Dulces

sueños, estrellita”.

Su puño tomó tanta altura que lo perdí de vista. Observé cómo caía a gran

velocidad directo en mi cara.

Lo último que pensé fue que Amy y yo nunca llegamos hablar de nuestro beso…

no recuerdo nada más.

206
TRACK 9

LA VERDADERA MUERTE DE UN REY

- Pa, te necesito.

- Aquí estoy, hijo. Junto a ti.

- Este lugar es un infierno, Pa. Nos están matando lentamente.

- Tienes que aguantar, Matt. Falta poco.

- ¿Poco? ¿Para qué?

- Tienes que despertar.

- ¿Poco para qué, papá?

- ¿Destrancaste la banda dentada del motor 2?

De pronto, un destello de luz impactó mis ojos.

Grandes bocanadas de aire inflaban mis pulmones; el ruido aturdía

intensamente mis tímpanos, y, aunque mi visión estaba completamente nublada,

lograba distinguir gente alrededor de mí.

- Sujétenlo.

- ¿Vuelvo a cargar el desfribilador?

- No, sus signos se están estabilizando.

207
¿Qué carajos pasaba? ¿Dónde estaba? Escuchaba, de lejos, oraciones

aisladas de extraños, cuando dormí de nuevo. Perdí el conocimiento.

No tengo idea cuánto tiempo pasó.

Al despertar, Amy y Rob estaban a mi lado, en el cuarto de recuperación del

hospital general de Blue Bayou.

- Hola — intenté decir; solo salió un sonido seco y adolorido. No sentía la mitad

de mi cara y no podía abrir mi ojo izquierdo. — ¿Qué pasó? —, logré decir.

- Tranquilo amigo – dijo Bob, con lágrimas en el rostro. – No hagas esfuerzos,

tranquilo.

- ¿Qué pasó? –, repetí.

- Te golpearon Jude… creí que te matarían.

- Tuviste un paro respiratorio amor, descansa, no te agotes – intervino Amy,

también llorando -. Rob alcanzó a traerte a tiempo, de milagro. Estuviste sin

respirar unos minutos — añadió, apretando mi mano fuertemente.

- ¿Minutos? — pregunté, débilmente.

208
Mi cara estaba hinchada, estuve a poco de perder el ojo izquierdo. Respiraba

por la boca, con dificultad. Tenía rotas la nariz, una pierna y ocho costillas. Tenía

moretones por todo el cuerpo e inexplicablemente no había daños internos. Estaba

adolorido y confundido… y agradecido: estaba vivo.

- Pensamos que no saldrías de ésta, corazón-, dijo Amy, entre sollozos.

- Qué bueno que despertaste amigo -, agregó Bob.

Solté un pequeño gemido de dolor, como respuesta.

Supe después que mientras me atendían, Andrew había visitado el hospital…

tal vez para advertirles a los médicos que no dejaran morir a su “juguete nuevo”.

Arthur no regresaba aún. Tuve miedo, mucho, pero sabía que mientras estuviera en

el hospital y convaleciente en casa, estaba seguro. Ni Andrew sería tan tonto como

para hacer algo mientras no estuviera del todo recuperado.

Me dieron de alta. Pasaban los días. Las semanas parecían meses, las horas

se escurrían como miel por la pared. Todo fluía con demasiada lentitud.

209
Tenía dominado el manejo de las muletas, pero aun así, me tomaba tiempo

moverme de un lado a otro. Mis trayectos eran eternos.

Fueron días muy extraños. Dadas las circunstancias, me alejé de todos.

Iba mucho a la playa. Era el único lugar donde me sentía más o menos tranquilo.

Muchas cosas pasaban por mi mente y mis emociones estaban muy revueltas. Me

sentía frustrado, enojado conmigo mismo por haber puesto en riesgo a los demás,

temeroso por mi propia vida… las noticias en la isla seguían llegando: los ojos

morados y los labios rotos ya no eran sorpresa. Desgraciadamente, se habían

convertido en cotidianidad en algo “normal”.

Mis días transcurrían monótonos: despertar, ir a la playa, regresar a casa y

dormir… a eso se había reducido mi maldita vida.

Me encontraba acostado en un camastro, mirando al mar y escuchando el

romper de las olas, cuando llegó Hendrix y se sentó a mi lado.

210
- ¿Puedo acompañarte?

- ¡Claro!

- ¿Cómo vas con el dolor? — preguntó.

- Me siguen doliendo las costillas. Supongo que es normal después de la

tremenda paliza que me dieron.

- Siento mucho que hayas paso por eso, Jude.

Fijé mi vista en el océano y respondí con voz fría, casi indiferente:

- No fuiste tú quien creyó que podía cambiar las cosas. Todo fue mi culpa.

Él suspiró.

- Al principio no era así, ¿sabes? Clint manejaba este lugar con amor. Andrew

era un niño no más grande que Arthur, amaba este lugar, era un buen chico.

Miré al guitarrista más famoso de todos los tiempos, sorprendido.

- ¿Y, qué paso? — pregunté.

Estar platicando con Hendrix me daba una tranquilidad inexplicable. Me olvidaba

de todo escuchándolo hablar. Sus palabras me hicieron ver que en lugar de


211
alejarme, debía estar más unido que nunca a ellos. Me di cuenta, por lo que Hendrix

me contaba, que Arthur y Andrew habían crecido juntos.

- ¿Qué pasó? – Suspiró. - Clint murió. Arthur tomó el poder de la isla y todo

fue bueno por un tiempo. Hasta que Arthur comenzó a ausentarse. Salía a

reclutar… Andrew se quedaba como encargado y, a finales de los ochentas,

los ataques comenzaron.

- ¿Qué lo hizo cambiar? — pregunté, inocentemente.

- No lo sé amigo… si tuviera qué adivinar, diría que fue la isla. El no poder salir

de aquí, el saber que aquí morirá, el no poder nunca ver el mundo… piénsalo:

para volverse loco, ¿no crees?

- Tal vez sí, pero nada justifica el querer matar a golpes a los que vivimos aquí.

- Lo sé. Andrew perdió la cordura. Hizo ese club de los cuarenta y ocho y junto

con Bradley empezaron a convertirse en sádicos. Yo los vi crecer, ¿sabes?

Y apuesto a que muchos de sus miembros no saben por qué siguen a ese

par de idiotas.

- Puede ser miedo – concluí.

212
No hablamos más. Nos quedamos largo rato en silencio. Mirando al mar.

Julio pasó muy lento. Mi recuperación hacía mis días tediosos, como si todo

fuera la parte aburrida de una película, pero volví a tener contacto con todos.

Evadir a Andrew se convirtió en nuestro “pasatiempo” favorito; las reuniones en

el Lugar de todos no eran como al principio. Ya no se veía esa casa con todos sus

inquilinos en ella. Cuando iba, me tocaba ver sólo a tres o cuatro reunidos ahí: los

fantasmas de Blue Bayou, caminando de un lado a otro.

Se respiraba un ánimo de tensión, generado por la sola vista de cualquiera de

los cuarenta y ocho. La angustia pesaba toneladas. Y ellos lo sabían… y parecían

intoxicados por ese poder.

Una tarde, me encontraba en mi casa viendo la televisión cuando recibí una

llamada de John.

- Hey, Jude, ¿quieres venir a casa? Están aquí los chicos.

- Seguro —contesté —llego enseguida.

213
- Jude — me saludó Cerati al entrar a la casa de John.

- ¿Qué hay chicos? —dije, dejándome caer en el sillón, poniendo mis muletas

a un lado.

- Veo que estás mejor — dijo Freddie, alborotando mi pelo con su mano.

- Sí, mejor, ya hay partes que me dejaron de doler — contesté, intentando

aligerar la situación. Funcionó a medias.

- Quería matarlos, Jude, te juro que quería matarlos —añadió Freddie mientras

se sentaba en el brazo del sillón.

- Hicieron bien en no meterse. Afortunadamente, Andrew se espantó tanto que

no ha habido incidentes tan graves, ¿no? — dije, con una pequeña risa.

- Amén y salud por tu golpiza —dijo Kurt, dándole un trago a su cerveza.

- El hecho de que estén tan callados me alarma —confesó John.

- Yo pienso que si seguimos manteniendo el perfil bajo, no hay razón para que

haya ataques —añadió Michael mientras rayaba el yeso de mi pierna.

- Michael tiene razón —dijo Cerati. — Con el susto que se llevó Andrew y

nosotros sin llamar la atención, podemos mantenerlos al margen.

- Vaya mierda vivir de esta manera —dije, observando el dibujo que hacía

Michael en mi yeso.

214
Esa noche no pude dormir, me la pasé dando vueltas en la cama. Aún faltaban

dos semanas para que me quitaran el yeso y yo ya sentía que enloquecía:

necesitaba doblar mi rodilla.

Salí a la terraza a fumar un cigarro; las luces alumbraban tenuemente la pradera.

Las luces de casa de Amy estaban prendidas, aunque no se escuchaba ningún

ruido. El sonido de los animales nocturnos relajaban completamente mis sentidos.

La casa de John no tenía ni un foco prendido, pero él estaba sentado en el

pórtico alumbrando el aire con la luz que hacía el porro que se fumaba.

Hasta el infierno tenía unas noches agradables.

A la mañana siguiente, desperté con una fuerte presión en el pecho. Algo me

inquietaba. Tenía también una terrible comezón en la pierna que no podía rascar.

Hacía un calor terrible. Me di cuenta que el aire acondicionado se apagó durante

la noche, provocando que el calor se encerrara en mi habitación.

215
Cuando bajé a la cocina a desayunar, alguien llamó a mi puerta violentamente.

Me asusté.

Eran Amy y Rob. La cara de ella estaba completamente demacrada, su mirada

estaba ida, tenía la cara hinchada y roja, todas las características de haber estado

llorando por mucho tiempo. Rob tenía el mismo semblante.

Un terrible dolor invadió mi estómago. Sabía que algo muy malo había pasado,

con tan solo verlos. Amy no dejaba de llorar. Le escurrían las lágrimas.

- ¿A quién golpearon? — dije al abrir, falto de aire.

Amy sacudió la cabeza, indicándome que esta vez no se trataba de eso.

- Es el abuelo Jude… - dijo, — ha muerto —.

Sentí cómo la gravedad de la tierra me jalaba hacia abajo… un sentimiento de

dolor llenó cada parte de mi cuerpo. Las lágrimas salían de mis ojos, sin poder

controlarlas. Sin darme cuenta, me desplomé contra el marco de mi puerta.

216
- Rob — dije, tratando de contener las lágrimas. —Llévame con él.

Rob se mantuvo inmóvil y en silencio. Yo entré a mi casa, desesperado, en crisis.

No podía creerlo. Se había ido el abuelo y no había podido despedirme de él. La

desesperación y la ira se apoderaron de mi cuerpo. Salí tan aprisa como pude e

intenté subir a mi auto.

Amy lloraba mientras le gritaba a John, quien estaba en su casa, que viniera a

ayudar a detenerme. Rob peleaba contra mi testarudez e impulsividad. Yo sólo

quería ir con el abuelo.

John corrió hacia mí y me abrazó tan fuerte que me era imposible mover un

músculo.

- Respira, Jude, respira — me dijo.

Intenté empujarlo, pelear, pero la tierra volvió a jalarme hacia ella. No podía

articular ni una palabra, solo balbuceos incomprensibles.

217
- Tranquilo hijo, no hay nada que podamos hacer — dijo John con lágrimas en

sus ojos.

Al abuelo le había dado un infarto en la madrugada. La noticia devastó a la

isla entera. Ninguno de nosotros pudo despedirse del querido Elvis.

Lo que faltaba… después de los meses vividos, lo último que necesitábamos

era que algo así sucediera.

Casi todos, fuimos a su casa. Vimos cómo sacaban su cuerpo cubierto en una

sábana blanca; lo subieron a una camioneta larga y se fue. Michael no salía de su

casa, apenas alcanzaba a ver su silueta detrás de sus cortinas, John tampoco

estaba en el lugar, ninguno de esos viejos podía dejar de llorar. Freddie estaba

completamente desconsolado, no podía evitar verlos a todos y pensar que les

llegaría su momento, uno a uno y que eventualmente la isla quedaría sin inquilinos

dejándonos a algunos atrás.

Se sentía en el aire: la tristeza invadía cada rincón de Blue bayou, se notaba en

las nubes, en la mirada de todos nosotros, incluso en el rostro de Andrew.

Ese día, verdaderamente, murió un Rey.

218
Elvis murió un 4 de agosto del 2015 a la edad de 80 años. Según la autopsia, él

no sufrió, murió mientras dormía supuestamente sin darse cuenta. Lo cremaron el

mismo día y pudimos hacerle una misa de despedida. John estaba desconsolado,

yo no podía seguir llorando más, la mitad de la isla estaba en aquella misa. Esa

triste tarde la adornaban decenas de velas que iluminaban toda la playa. Jim se

paró en el pódium y comenzó a hablar.

- Yo llegué a este lugar hace cuarenta y cuatro años, Hendrix llevaba un año

aquí y seis años después, llegó Elvis, mi abuelo. Hendrix no me dejara mentir,

cuando el llegó, le dio tranquilidad a este lugar, sentías que alguien te

cuidaba; a todos ustedes les tocó la bienvenida que daba el abuelo. Después

de él fueron llegando todos, si no mal recuerdo llegaron John y Bonzo,

después tú Bob. Karen y Dennis también llegaron juntos. Freddie, Kurt,

Michael, Cerati, Amy y Jude al final. ¿Recuerdas tu bienvenida Jude? Todo

planeado por el abuelo. Ahora, hoy no es un día para estar tristes, es un día

en el cual celebraremos la vida del abuelo, del legado que le dejó al mundo

y los momentos que nos regaló a nosotros. Por ti abuelo.

219
Jim levantó su copa de champagne mirando al cielo y todos los que estábamos

en el lugar correspondimos su gesto. Amy y Karen regaron sus cenizas en el mar.

- Tienen un mes de tregua – me dijo Andrew, cuando se acercó a mí después

de la ceremonia. – Durante un mes, no sabrán nada de nosotros.

- ¿Y por qué no simplemente nos dejas en paz?-. No hubo respuesta.

Esa noche, fui a casa del abuelo. Robert no se despegaba de mi lado. Sólo

estábamos ahí, paseándonos por el lugar, viendo sus viejas pertenencias,

admirando sus más de veinte guitarras. Rob encontró unos viejos álbumes de fotos

con todo el mundo, verdaderos tesoros: Jerry Lee Lewis, Jackie Wilson, Johnny

Cash, Chuck Berry…; fotos de sus conciertos detrás de bambalinas, fotos con su

familia. Se veía tan feliz. Esas fotos podían costar una fortuna.

Encontré un álbum lleno de fotos del abuelo en la isla, desde su llegada con

todos los demás. Eran tan jóvenes cuando llegaron aquí, las imágenes clásicas que

el mundo conoció, y, por supuesto, ahí estaba yo. Tomé ese álbum como mi

220
herencia, había una foto de todos juntos en “El lugar de todos”, era hermosa, aún

se veía felicidad en mi rostro.

Me quedé un buen rato sentado en la cama del Rey, pasando las hojas de ese

álbum fantástico, con el baño frente a mí. Por alguna extraña razón, con la

desolación que sentía, fijé mi vista en el suelo del baño y una terrible angustia me

invadió: como un balde de agua helada que recorrió mi cuerpo. Dejé de lado el

álbum y enfoqué toda mi atención en el piso del baño.

- Rob, necesito que hagas algo por mí —, le dije, sin quitar mi vista del baño.

- ¿Qué pasa, Jude? — Preguntó mi amigo.

- Necesito que me lleves a la corporación y revises si hay algún reporte de una

fuga de agua de este baño, justo el día del concierto —dije.

Deseaba estar equivocado, pero tenía una sensación extraña en la boca del

estómago que se hacía cada vez más intensa.

- Está bien, vamos — me dijo Robert, notablemente confundido.

221
Decidí explicarle lo que pasaba por mi mente.

- El año pasado, el día del concierto, el abuelo tenía un golpe en la cara. Me

dijo algo sobre una fuga en su baño y que resbaló… no quiero pensar que

esos cobardes entraban a su casa a golpearlo, pero necesito ver si existe

ese reporte.

Sin más, fuimos a las oficinas de Blue Bayou.

Al entrar, esperé a Rob en su habitación por unos quince arduos, interminables

minutos.

- ¡Jude!

- ¿Qué encontraste? — pregunté, mientras él se asomaba por su puerta entre

abierta.

- No hay ningún reporte de la casa de Elvis del año pasado.

No me sorprendió. Me quedé un momento pensando, sintiendo como la presión

en mi pecho crecía y crecía.

222
- ¿Tienes manera de revisar las cámaras de seguridad del área de Michael y

el abuelo?

Robert asintió y volvió a irse por unos minutos. Cuando volvió, estaba pálido,

sudando y con el rostro desencajado: parecía que había visto un fantasma.

- ¿Qué encontraste? — Pregunté. — ¿Qué pasa?

Sin decir nada, Rob me extendió el disco de las cámaras de Seguridad y al

ponerlo, la piel se me congeló. No podía creer lo que estaba viendo: era Bradley,

entrando a casa del abuelo con otros cuatro individuos, justo la noche que murió.

Adelanté el video unos 25 minutos y vi que los cinco individuos salieron de su casa;

parecían locos: saltaban y reían. Como psicópatas.

Habían matado a Elvis y teníamos las pruebas suficientes para el regreso de

Arthur.

No sentí coraje ni ganas de vengarme, como otras veces. Por primera vez en

mi vida, experimenté un miedo que no puedo explicar. Estaba seguro de que esas

personas eran capaces de todo.

- Los demás tienen que saber esto Jude — dijo Rob.


223
Por primera vez le hice caso a mi sentido común.

- No, Rob, nadie debe saber esto. NADIE.

4 de Agosto del 2015, el día que mataron al abuelo.

Un Rey no debería haber muerto así.

224
TRACK 10

2 AÑOS DESPUÉS

Dejé de rasurar mi barba ocho meses atrás; el pelo me creció casi treinta

centímetros. A veces, duraba varios días sin bañarme.

Habían pasado dos años desde la muerte del abuelo.

Los hogares de todos los que vivíamos en la isla parecían estar abandonados

por la falta de mantenimiento. Desde lo del abuelo, los ataques cesaron

considerablemente. Estábamos ya acostumbrados a algunos eventos que no se

asemejaban ni un poco a las golpizas que recibimos Kurt, Bob, Yo, o la que estaba

seguro que mató a Elvis; esas se habían detenido.

Un día, estábamos sentados en el patio de mi casa: Amy, Dennis, Freddie y

yo, cuando se aproximó Andrew con parte de su clan. Amy apretó mi mano con

gran fuerza.

225
- Pintarán sus casas por dentro y por fuera. Mañana que la pintura haya

secado vendrán a limpiarlas -, dijo, secamente. - Jude, aséate, quiero que te

quites esa barba, corta tu pelo y date un baño — hizo cara de asco.

- Tal vez ayudaría si hubiera gas en las casas, estoy harto de bañarme con

agua fría -, respondí, retándolo con mi tono de voz.

- ¿De qué hablas, Jude? Tu casa siempre ha tenido gas —contestó.

Estaba confundido. Cada vez más. No entendía qué tramaba, ¿Porqué de

repente tanto interés, tanta atención hacia nosotros?, ¿Por qué comenzó a

molestarle nuestras deterioradas casas, después de casi tres años? No me gustaba.

- ¿Qué mosco les picó? — preguntó Freddie, mirando a Andrew.

- Sólo es un aviso para que no estorben mientras mis chicos trabajan —,

respondió él, y se marchó con su manada.

La urgencia de Andrew por pintar nuestras casas me intrigaba por completo. La

repentina limpieza del lugar y el habernos hablado tan “pacíficamente”, me

alarmaba; usualmente se portaba agresivo… Algo estaba mal.

- Eso fue raro — dijo Dennis, cuando Andrew se fue. — ¿Por fin se habrán

cansado de molernos a golpes?

226
- No, tiene que ser algo más. Estas personas no pueden ser racionales de un

día para otro — contestó Freddie, frunciendo el ceño.

Nos quedamos mirándonos e intentando resolver el misterio del repentino

cambio de actitud de Andrew, cuando llegó Rob a resolver nuestra intriga.

- Chicos, tengo noticias. Fui a la corporación y escuché que este sábado llega

Arthur a Blue Bayou. —dijo, un poco agitado, muy sonriente.

¡Claro! Tenía sentido. Sólo algo así justificaba el extraño y repentino

comportamiento de esos sujetos. De pronto entendí por qué no había marcas en

ningún rostro: Arthur estaba por volver. ¡Diablos! Arthur; no recordaba si quiera su

rostro. Todo lo que quería decirle, ya se lo había platicado a la pared, me había

desahogado completamente. Durante las pláticas conmigo mismo había sacado

casi todo lo que traía dentro, Amy y John se sabían mi ensayo de memoria y, sin

embargo, al enterarme de que Arthur volvería todo se borró de mi mente.

No tenía sentido decirle todo lo que había pasado, sería meter en problemas a

todos con Andrew si Arthur se marchaba de nuevo. No, tendría que pensar en cómo

227
abordar este problema. Además, una duda seguía firmemente planteada en mi

cabeza.

- No sé si sea tan buena idea hablar con Arthur de todo esto que ha pasado

—dije. - no le encuentro sentido —. John se nos unió.

Freddie volteó hacia mí y dijo:

- ¿Qué es lo peor que puede pasar, Jude? Aunque no digas nada ellos

seguirán abusando de nosotros.

- Pero Jude tiene razón Fred -, intervino John. - Podrían empeorar de nuevo

los ataques, como cuando mandaron a Bob y a Jude al hospital. Esas

palizas terminaron, decirle a Arthur provocaría de nuevo la ira de Andrew y

Bradley —. Su voz se notaba temerosa.

- Y si Jude le dijera, ¿qué podría hacer Arthur: desterrarlo, encerrarlo por

siempre, matarlo? No creo que sean cosas que puedan suceder —añadió

Dennis, en acuerdo con John.

Decirle a Arthur podría meternos en problemas, pero al no confrontarlo, la muerte

del abuelo quedaría impune y esos malditos estarían ahí, como si nada hubiera

pasado. Era una decisión compleja y sin ventajas claras.

228
Cada argumento tenía sus puntos a favor. Era una situación muy difícil.

¿Confesar y arriesgarnos a algo peor, o tragarnos nuestro orgullo y aguantar? ¿Qué

podíamos perder, qué podíamos ganar? La cuestión era que no vivía sólo en ese

lugar, todos pasábamos por lo mismo en Blue Bayou, no podía tomar una decisión

así sin tomar en cuenta a los demás o sin pensar bien en las consecuencias.

La última vez que no pensé, recibí la paliza de mi vida y el abuelo murió, pero

tampoco sabía cómo reaccionaría al ver a Arthur.

La noche cayó y todos regresamos a nuestras casas, era martes y faltaban sólo

cuatro días para que Arthur volviera. Malditos cuatro días en los que sabía que mi

mente me volvería loco. Estaba por subirme a acostar cuando de pronto, alguien

llamó a la puerta.

- ¿Si? — pregunté.

- Soy Andrew, Jude, ¿puedo pasar?

Tras instantes de shock, abrí la puerta. Ahí estaba él, de pie, debajo del foco que

alumbraba tenuemente mi entrada, con esa maldita mirada que me helaba el

cuerpo.

229
- ¿Tú, pidiendo permiso para entrar? Eso es nuevo — le dije, mientras le abría

la puerta por completo.

- Seré claro y directo. Arthur vuelve el sábado y como sé que eres un valiente

rebelde he venido a advertirte…

- ¿A advertirme? ¿No querrás decir a amenazarme?

- Cállate — me ordenó. — Vengo a darte una recomendación, Jude. Es mejor

que no juegues con fuego, si Arthur sabe algo de lo que ha pasado aquí, te

aseguro que conocerás el infierno de verdad.

- Asesinaron a Elvis, Andrew. Llevaron su juego muy lejos — le dije, viéndolo

directo a los ojos.

- ¿Crees que valdría la pena meterte en problemas por un rumor del cual ni

siquiera tienes pruebas? —él añadió.

Lo único que se venía a mi mente era el disco de los videos donde se veía

Bradley en casa del abuelo la noche que murió.

- Ya vivimos en el infierno, Andrew, no creo que pueda empeorar — dije

secamente.

- Tienes razón: sí vivimos en el infierno, pero tú no has conocido al diablo,

Judy.

230
Sus palabras me hicieron sentir escalofrío.

- Algún día, pagarás por todo lo que has hecho, Andrew, eso te lo prometo —

. Por sorpresa, puso su mano violentamente por detrás de mi cuello,

acercándome a él a una distancia incómoda.

- Entonces, tenemos un trato estrellita — dijo, apoyando su frente contra la

mía —. Si abres la boca, puede pasar otro accidente como el que le paso a

tu querido abuelo.

Las lágrimas brotaron de mis ojos. Sentí mucha impotencia, e ira. Quería

matarlo, no debía dejar que el miedo me invadiera. Arthur tenía que saber la

verdad… ¡tenía que saberlo todo! Él tenía que escucharme, ¡nos había abandonado

en aquel lugar con todos esos psicópatas! Él tenía que escucharme.

Andrew se marchó. Corrí al baño y vomité. Mi estómago se consumía por el

coraje. Rob llegó a casa un poco después.

- Vino Andrew —, le dije.

- ¿Qué quería?

- Amenazarme — contesté, aún con dolor en el estómago.

231
- ¿No piensas decirle, verdad? —me preguntó con preocupación.

- Rob, tiene que saberlo — dije — Algo tiene que hacer por nosotros ese

estúpido. ¿Qué pasará cuando se largue de nuevo, qué pasará con

nosotros? Tenemos evidencia de lo que le pasó al abuelo, Rob, tenemos

testigos de lo que nos han hecho.

- ¿Y qué te hace pensar que Arthur está exento de esos maniacos, Jude? ¿En

serio crees que al saber de esto, él los regañe y los mande a la esquina,

castigados? Dime, ¿qué lo protege a él de ellos, qué pasaría si ellos también

atacan a Arthur?

Las palabras de Rob me hicieron ver un panorama más realista, un panorama

del cual estaba cegado. Él tenía razón, pero yo siempre he sido demasiado terco.

Los días eran eternos. Era Jueves 14 de septiembre del 2017, el cumpleaños de

Amy. Andrew, Bradley y su clan parecían haberse esfumado de Blue Bayou, al

parecer, tenían cierto respeto por Arthur.

- Y… ¿les gustó el pastel? Lo hice con todo mi amor — dijo Karen mientras le

cortaba un buen pedazo a Amy.

232
- Es perfecto querida, sabes que amo tus pasteles —le contestó la

cumpleañera mientras le daba un beso en la mejilla.

- Espero que le hayas puesto suficiente azúcar esta vez —comentó Cerati

reprochando sus pasteles pasados. — Quiero pastel, no masa seca.

- No le hagas caso, Karen, yo amo tus pasteles — dijo de nuevo Amy.

- Treinta y cuatro, hermosa. ¿Qué se siente? — dije, mientras le daba un

abrazo.

- No me molestes, cumplir años no es divertido — contestó, haciendo una

mueca parecida a un puchero.

- ¿De qué hablas, ¡es lo máximo! —añadí, sarcástico.

- Lo dices porque tú tienes 29, Jude. Ni a los 30 has llegado, que trauma.

- Lo sé, eres una vieja como todos los que viven aquí — respondí, mientras le

daba un beso en el cachete.

- Pues mi cumpleaños es en cuatro días, espero que mi festejo sea tan

agradable como éste —dijo Hendrix de manera diplomática, mientras le daba

enormes bocados a su rebanada de pastel.

Estuvimos en el lugar de todos durante el día. Se sentía demasiada tranquilidad

y hacía mucho tiempo que no nos juntábamos sin que faltara uno en esa casa. Por

un momento, todos olvidamos lo terrible que la habíamos pasado. Cantamos,

contamos viejas anécdotas, hicimos chistes. La felicidad en la cara de Amy era

indescriptible, había pasado mucho tiempo desde la última vez que la había visto

233
sonreír tanto. Sin embargo, la falta del abuelo se podía sentir en todo el lugar. Su

ausencia era enorme… aquel viejo sillón, vacío, nos pesaba como plomo.

- Quiero hacer un brindis — dijo Amy. — Por el abuelo, porque aunque han

pasado dos años, lo sigo sintiendo aquí, y quiero decir lo que él hubiera dicho

sentado en ese sillón.

Como si lo hubiéran ensayado, todos, al mismo tiempo, dijeron:

- ¡“No cuentes los años, cuenta las historias que te han dejado”! .

Comenzamos a reír a carcajadas. Todos necesitábamos un día así: paz,

tranquilidad. Kurt, Bonzo, Dennis, Karen, Hendrix, Jim, todos estábamos en la

misma sintonía aquel día. Amy y yo comenzamos a bailar y Karen y Bob nos hicieron

competencia por el primer lugar. En un momento en el que me encontraba sólo,

preparándome otro trago, John se acercó a mí.

- ¿Qué has pensado sobre decirle todo a Arthur, amigo? — preguntó.

- Creo que tienen razón, John, sería mejor no mover las aguas y causarnos

más momentos difíciles.

- Me alegra que lo dijeras — dijo un poco aliviado.

234
El viernes siguiente lo pasé sólo, en casa, pensando. Esa noche no pude dormir.

Llegó el sábado. Temía ver a Arthur y recibirlo con un golpe. Mis sentimientos me

traicionaban, sentía una fuerte presión en la cabeza de volver a ver a aquel hombre

misterioso que se había ido por mucho tiempo.

Estaba en casa como león enjaulado, el tiempo se me iba viendo el reloj.

Arthur llegó a las 8:40 de la noche. Sin pensarlo dos veces, salí corriendo a la

corporación. Llegué más rápido de lo normal, y ahí estaba Rob, esperando justo

afuera del lugar.

- Jude, por favor, no lo hagas. No empeores las cosas para los demás —me

dijo.

Él me conocía bien, como el hermano en el que se había convertido.

- Confía en mí, todo estará bien, Arthur sabrá que hacer. Él tiene que saberlo.

- Espero que sepas lo que estás haciendo — respondió, seriamente.

- Yo también — confesé, tomándolo por el hombro.

- ¿Llevas el disco contigo?

- Sí, aquí lo tengo. Deséame suerte, hermano.

- Suerte — dijo Rob, resignado.

235
Entré al lobby y vi a Sandy, sentada detrás de su escritorio, con la cara de

siempre. Se limitó a mirarme.

- Sandy… — dije, con ligero ademán.

- No entras sin cita. Jude, ya lo sabes — me dijo.

- Lo siento, Sandy, no tengo tiempo para esto.

Me abrí paso empujando la puerta. Ella ni siquiera hizo el intento de detenerme.

Fui directo a la oficina de Arthur. Al entrar, lo vi sentado ahí, detrás de su

escritorio. No puedo explicar lo que sentí al verlo, tenía ganas de llorar y lanzarme

encima de él para desfigurar su cara a golpes.

- ¡Jude!, ¡Qué gusto verte! — me dijo, acomodando su gafas.

- ¿Qué demonios pasó contigo?

- De qué hablas, ¿me perdí de algo?

- ¡Tres años, Arthur! ¡Te largaste tres años!

Mis ojos se llenaron de lágrimas, sin poder evitarlo.

236
- Jude, tenía demasiados pendientes allá afuera, ¿por qué me estas

reclamando como si fuera tu padre? — dijo él, sonriendo.

Las palabras no salían de mi boca, parecía que me habían quitado la voz con

algún hechizo. No podía siquiera fijar mi mirada en él.

- Arthur, este lugar ha sido un infierno desde el momento en que te fuiste. Nos

han matado a golpes —dije, mientras me empezaba a faltar el aire.

- ¿De qué estás hablando, Jude? Estás teniendo un ataque de ansiedad,

intenta calmarte...

- ¡NO! —grité, desesperado. — Dejaron a Bob en coma un mes, estuvieron a

punto de matarme a golpes y a Elvis... – mi voz se entrecortó. Mis ojos no

pudieron contener más las lágrimas. — A Elvis lo mató Bradley, Arthur.

La cara de Arthur se descomponía poco a poco.

- Jude —, dijo —¿Has estado usando drogas? —

- Arthur, tienes que creerme…

- Elvis murió de un infarto, leí los reportes — dijo, intentando tranquilizarme.

237
- ¡Tienes que creerme, maldita sea! ¿Eres idiota? ¡Tienes que escucharme!

Noté cómo a Arthur comenzaba a acabársele la paciencia.

- ¿Tienes pruebas? — preguntó, con una enorme expresión de fastidio en su

cara.

Saqué de mi bolsillo el disco y se lo puse casi en la cara.

- En este disco está la prueba de que Bradley asesinó al abuelo hace dos años.

Él estuvo en su casa la noche que el murió.

El semblante de su rostro cambió de nuevo.

- Déjame verlo — dijo, mientras le pasaba el disco.

Arthur puso el disco y comenzamos a ver aquel video infernal. Podía ver entrar

a casa del abuelo a esos cobardes, era como revivir ese trago amargo de dos años

atrás. Bradley entraba a casa de Elvis a las 3:33 de la madrugada y salía

exactamente a las 3:58. Pude ver de nuevo esos movimientos que me aterraban,

eran bestias salvajes. Arthur estaba callado, impávido… quitó el disco del

reproductor y se le quedó viendo por un buen rato.

238
- ¿Alguien más sabe de esto? —preguntó.

- Sólo Rob y yo — contesté, aún sin poder respirar con normalidad.

- ¿Cuántos discos de esto existen?

- Sólo este…

Arthur alzó su teléfono.

- Andrew, necesito que tú y Bradley vengan a mi oficina, es urgente.

Mi corazón latía tan rápido que sentía que se me saldría del pecho cuando colgó

el teléfono.

- Arthur, no quiero meter a nadie en más problemas, hemos tenido suficiente

y vivimos con un miedo que no podrías imaginar. ¡Andrew y Bradley están

locos! ¡Son capaces de todo! Temo que incluso tú corras riesgo, son cuarenta

y ocho personas.

Él no dijo nada.

239
Andrew y Bradley entraron a la oficina. Había comenzado a sudar, Andrew no

quitaba su mirada de mí, yo no me atrevía a voltearlo a ver.

- Jude Stone me ha dado una terrible noticia — dijo Arthur, tan frío como

siempre. - Han tratado a todos como animales desde mi partida. De hecho,

tiene un video de ti Bradley, entrando a la casa de Elvis cuando murió.

Imaginen mi sorpresa.

- Hay una explicación para eso Arth… — intentó decir Andrew…

Arthur lo calló con sólo la mirada.

- Son unos idiotas y se arrepentirán por esto - les dijo, antes de suspirar y dejar

su cabeza colgando. —Sosténganlo.

- ¿Qué? —pregunté, incrédulo. Esto no podía estar pasando.

Andrew y Bradley me tomaron por los brazos mientras este último me sacaba el

aire de un golpe. No podía entender lo que estaba sucediendo.

- Son unos verdaderos idiotas — prosiguió Arthur, estrellando sus manos en

su escritorio.

Su voz era aterradoramente calmada, pero su mirada denotaba una furia que

congeló mi sangre.

240
- ¿Cómo pudiste matar a ese anciano sin darte cuenta de que estabas siendo

grabado por las cámaras de seguridad, maldito retrasado? Sólo somos

cuarenta y ocho, ¿tienen idea que pasaría si todos en la isla nos atacaran, si

se enteraran que matamos a uno de ellos? No, no lo saben, porque son unos

imbéciles —les dijo, sin voltearme a ver.

Finalmente se dirigió a mí. Yo sentía que en cualquier momento caería

desmayado, no podía ni siquiera controlar los músculos de mi cara, estaba

completamente congelado.

- Jude — dijo, en tono decepcionado —. Jude, Jude, Jude. Jamás me imagine

que causarías tantos problemas.

- ¡Por favor! ¡Dime que esto es una broma! —dije, susurrando mis palabras.

Estaba aterrorizado.

- No tuviste que meterte más de lo debido, todo pudo haber funcionado bien,

pero tenías que meter tus narices —siguió Arthur. — Llegué a pensar que al

dejarte la tarea de los informes te pondrías de nuestro lado… al parecer me

equivoqué. Afortunadamente, los errores se corrigen.

- ¿¡Tú!? — fue lo único que pude preguntar.

241
Me costaba trabajo respirar, y no sólo por el golpe.

- ¡¿Yo?! —dijo Arthur, burlándose — No sólo soy miembro Jude, soy el

fundador del club.

Se levantó de su silla, caminó hasta el frente de su escritorio y se recargó en él,

con los brazos cruzados.

- Lamento decepcionarte.

- No entiendo —balbuceé.

Mi vista comenzó a nublarse, me costaba trabajo enfocar lo que había en aquella

oficina.

Él suspiro.

- Mira, yo tengo la opción de salir de aquí cuando lo necesito, Jude. Todos

ellos no, ¿algo tienen que hacer para no volverse locos, cierto?

Todo aquello tenía que ser una pesadilla. Despierta Jude, despierta, me repetía

una y otra vez.

- Es nuestro fin — dije, muy bajito.

242
Tan profesional como siempre, Arthur contestó:

- No, no lo es. Sólo te contaré algo, chico: hace muchos años, los papás de tu

amigo Rob comenzaron a pensar que todo esto estaba mal, comenzaron a

ponerse en contra nuestra. Eran de los pocos que salían de esta isla, no

dejaban de hablar de este tema y empezaron a volverse un problema.

Tuvimos que hacer algo al respecto. Afortunadamente, dejaron una

excelente mano de obra atrás. No quieres tener el mismo fin, ¿verdad?

Recuerda que somos los expertos en fingir accidentes, mi querido Jude. No

causes más problemas y, por favor, no metas ideas en las cabezas de estos

ancianos, han pasado por mucho como para que los hagas sufrir más. No

eres un héroe, nunca lo serás, mejor disfruta tu estancia en Blue Bayou; por

lo menos los años que te queden por vivir.

Tras esto, soltó una risa burlona.

- Quítenlo de mi vista y llévenlo a su casa.

Los dos lacayos de Arthur me llevaron a casa como si fuera un criminal. No

dijeron una sola palabra en el camino. Cuando llegamos a mi casa, Andrew se

desahogó con un golpe en mi estómago, tan fuerte, que me dejó por completo sin

aire. Resulta que él pegaba más duro que Bradley.

243
- Te lo advertí, Jude — me dijo, mientras se marchaban del lugar. No hubo

amenazas, no hubo nada más que eso: la verdad.

No podía llorar más. Mis ojos estaban completamente secos. Comencé a golpear

el piso hasta que mis puños empezaron a sangrar. Tanta impotencia, tanto coraje

encima de mí. Rob entró a mi casa, dando pequeños pasos; parecía un zombie, su

mirada estaba totalmente perdida.

- Rob, ¿te encuentras bien? — le pregunté, esperando y temiendo lo peor. —

Amigo, debo decirte algo, necesitas sentarte—continué sin recibir atención

de él.

- Lo escuché, Jude —reaccionó, al fin. — Estaba detrás de la puerta y…

escuché.

- ¿Qué tanto, Rob?

- Ellos… ellos asesinaron a mis padres por querer justicia para Blue Bayou.

No puedo creerlo, no puedo creer que Arthur sea parte de todo esto — dijo,

sin mover sus ojos.

244
Mi corazón se rompió, mi estómago se hundió y me sentí como el idiota más

grande del mundo. ¿Cuántas veces me sugirieron que dejara esto en paz? Pero no,

fui demasiado obstinado.

- Lo siento mucho, Rob — dije, apenado, agachando la cabeza. — Debí

escucharte, jamás debí haber entrado a esa oficina…

- Ellos lo sentirán Jude — dijo Colt, en un tono que me recordó al océano

durante una tormenta.

Nunca había visto esa mirada en él, parecía de pronto que sus ojos estaban

hechos de lumbre.

- ¿En qué estás pensando, amigo? —pregunté, asustado.

Rob volteó a verme y de la mirada pasiva y gentil que caracterizaba a mi amigo

no quedaba nada. Me dejó helado cuando concluyó:

- Todos ellos se arrepentirán.

245
TRACK 11

ARTHUR FOXHEARTH Y EL CLUB DE LOS CUARENTA Y OCHO

Pasaron tres semanas desde el regreso de Arthur. Los ataques que

sufríamos se volvieron abiertos, cínicos, a la vista de todos.

Rob cambió su actitud. Del tipo tranquilo y mesurado no quedaba nada,

parecía que en cualquier momento perdería el control sobre sí mismo; yo temía

constantemente que fuera a tener un ataque de ira. Si eso sucedía, Arthur se daría

cuenta de que no era yo el único que sabía la verdad, y eso suponía un riesgo para

Rob y para todos. Por fin entendí cómo se sintieron todos antes…

Una tarde, me encontraba estacionado afuera de la corporación, vigilando,

cuando muy aprisa, Rob y Matthew salieron corriendo del lugar.

- Jude, vámonos rápido — dijo Rob, mientras ponía en marcha el carro.

- ¿Qué pasó, qué encontraron? — pregunté.

- Matthew entró a la oficina de Arthur mientras yo hacía guardia y encontró

esto.

Rob me pasó dos cuadernos. Tenían la pasta de cuero color café y se veían

muy desgastados.

246
- ¿Qué es esto?

- Parecen apuntes de Arthur, revisé todos sus cajones y estaban debajo de

todo, como si los hubiera olvidado ahí. Creo que son diarios — dijo

Matthew.

Era bueno saber que no estábamos solos.

- Tendremos que leerlos esta noche y devolverlos mañana,- continuó -es

cuestión de tiempo antes de que Arthur descubra que no están ahí.

Colt hablaba sin una brizna de miedo o inseguridad en su voz, inyectando en

nosotros ánimo y coraje: sentíamos que, de algún modo, podríamos ganar la batalla

contra este infame club.

- Bien — contesté. — En mi casa. Nos vemos esta noche.

- Jude, por favor, que no haya nadie más — dijo Rob, mientras Matthew se

ponía al volante.

- Claro, no te preocupes.

Rob llegó a casa como a las once de la noche. Mathew no fue. Era una noche

tibia, la aparente tranquilidad dominaba todo el entorno. El viento acariciaba mi

rostro con delicadeza, supongo que hasta él conocía la situación.

- Bien, amigo, ¿listo? — dijo Rob, mientras entraba a la casa y cerraba la

puerta detrás de él.


247
- Listo — contesté enseguida.

“Abril 1984.

Un día más que paso en esta prisión, siento que me voy a volver loco. Odio tener

que poner buena cara a todos ellos y ser su maldito chofer y sirviente. Qué asco me

da mi vida. Con 20 años, debería estarme comiendo al mundo, es una injusticia.

Aún no entiendo por qué no me deja salir de aquí.

Arthur F.”

Las hojas estaban demasiado maltratadas, tenían ese color amarillento y

algunas palabras no se lograban distinguir, casi se habían borrado. Temía romper

las páginas al darles la vuelta.

“Noviembre 1984.

Hola diario, aún creo que es una estupidez esta “terapia”, pero, me lo ha pedido casi

como una tarea. Es absurdo, pero, en fin... hoy llevé a Elvis, Bob, Bonzo y Hendrix

a la playa. Después de llevarlos de regreso a casa, Elvis me tuvo 2 horas

escuchando sus estúpidas historias. Me quería morir. Bien ese fue mi día, ¿te

divierte diario? Estúpido diario.

Arthur F.”

248
“Agosto 1987.

Mañana será la primera vez en 15 años que podré salir de esta isla. Me ha dejado

la responsabilidad de ir a reclutar al nuevo, Freddie algo se llama. Según él, en 2

años más este cantante estará harto de todo. No sé cómo le hace para leer el

cansancio en los rostros de esa gente. Bueno, no importa, saldré de aquí. Es una

de las mejores noticias de toda mi vida, solo quería que quedara escrito aquí.

Arthur F”.

Pasábamos las hojas y leíamos muy rápido. Los apuntes estaban llenos de

un odio insidioso que parecía haber estado alimentando por años a Arthur. Un odio

que se notaba lo había carcomido por dentro poco a poco… se leía que en verdad

Arthur odiaba Blue Bayou y a los que vivíamos ahí. Firmados siempre por “Arthur

F”... ¿cual podría ser su segundo nombre? ¿Fred, Francis? En verdad sentía lástima

por él.

“5 de Octubre 1989.

Hoy Blue Bayou está de luto, por fin el cáncer venció a Clint Foxhearth, Hoy murió

mi Padre.

Arthur F”.

249
- Su… ¡¿Padre?!… ¿¡Arthur es hijo de Clint Foxhearth!? — le pregunté a

Rob, incrédulo.

- Aparentemente… pero, ¿por qué lo ocultó todos estos años, por qué se

cambió el apellido a Walker, por qué ninguno de los demás nos ha dicho

la verdad?

Rob estaba tan confundido como yo, lo podía notar en sus expresiones.

Seguimos leyendo y nos enteramos que el padre de Arthur, Clint Foxhearth,

era un cazador de talentos por los años 50’s. Toda su vida intentó ser el manager

más importante de la industria musical. Jamás lo logró, la competencia tenía más

fondos que él; ningún artista creyó en él jamás. “El loco Clint”, así lo llamaban.

Supimos, por lo que Arthur escribió, que su padre soñaba mucho, más de lo que

debía.

A principios De los 60’s, Clint conoció a 2 hombres, Bill y Joshua Robinson,

los hermanos más ricos de Estados Unidos, dueños de la mitad de Los Ángeles.

Tenían cientos de negocios en los cuales no sólo invertían y ganaban, sino que se

convertían en expertos del tema. Estos hermanos amaban al padre de Arthur como

si fuera un Robinson más. Nos enteramos que Clint les contaba a ellos, con

demasiado entusiasmo, sobre el negocio musical y de su idea de manejar e invertir

en artistas; pero para ellos era un negocio muy arriesgado, un negocio donde

incluso la recuperación de la inversión era incierta, en donde se mezclaban los

250
sueños y la suerte. Era algo en lo que no podían arriesgarse a invertir: un arma de

doble filo.

“Clint me contaba todo el tiempo de los conciertos y festivales a los que iba cuando

joven. La mayoría de los artistas lo conocían muy bien, por lo regular todos lo habían

rechazado en algún momento. Recuerdo que me contó de un festival en específico

en donde Hendrix había pasado toda la tarde con él después de su show y le platicó

lo cansado que estaba de todo. Hendrix le dijo a mi padre “Ojalá existiera un paraíso

aquí en la tierra donde pudiera irme a descansar por siempre”.

Ese fue el momento en el que Clint tuvo aquella revelación. Ese fue el

momento en que lo supo: ¿para qué crearlos, si les puedo ayudar a desaparecer?

La idea volvió locos a los Robinson, ahora sí estaban en posibilidad de hablar

de negocios con el Loco Clint. Planearon la compra de una isla, invirtieron en que

fuera el secreto más grande del mundo y con las primeras cinco celebridades

lograrían cubrir la inversión inicial y casi inmediatamente comenzarían a ver

ganancias, ¡qué idea millonaria!

Tal vez Clint no era bueno para alentar a artistas a que creyeran en él, pero

en orillarlos a renunciar y abandonarlo todo, en eso se convirtió en el número uno.

251
Entre el padre de Arthur y los Robinson encontraron la isla tras meses de

búsqueda, era el lugar perfecto. Fueron años y años de construcción donde se

fueron abriendo camino a base de explosivos.

Arthur nació en el 64, luego murió su madre. La isla comenzó a tener

operaciones en el 68. Estaba planeado que el lugar se llamaría “Star Island”, pero

cuando descubrieron esa playa, decidieron que no podía tener otro nombre más

que Blue Bayou.

Hendrix, Morrison y Elvis fueron los primeros en llegar. Los Robinson y el

padre de Arthur no podían creer el éxito que tenían, jamás se lo imaginaron… pero

con todo el éxito del mundo viene el infortunio. Los Robinson murieron en un

accidente aéreo en el 78 dejando a Clint con toda la responsabilidad de este secreto

paraíso.

Clint se ausentaba demasiado. Reclutar inquilinos para Blue Bayou se

convirtió en su obsesión más grande. Tan grande que se olvidó de lo más importante

de todo: criar a su hijo.

“4 de Noviembre, 1989.

Lo admito… tengo mucho coraje, desde niño. Crecí con demasiado coraje. Parece

que mi padre amaba mucho más a todas esas celebridades que a mí. Andrew

Walker, un cuidador de plantas en la isla, es más mi padre que mi propio padre.


252
Ese hombre me quería tanto como a su propio hijo, el pequeño Andrew. Aún se me

hace increíble cómo llore la muerte de ese señor, y que hoy, después de un mes de

la muerte de Clint, no haya derramado una sola lágrima. Me dice demasiado.

Mañana pondremos una estatua en su honor, después de todo el creó todo esto, se

le debe su mérito al hombre. Dicen que abraces a tus padres en vida todo lo que

puedas, que después no tiene sentido abrazar y llorarle a un cajón. Yo me conformo

con el cajón.

Arthur Walker”.

- Eso lo explica todo… nunca imaginé el odio que podía tener Arthur hacia

nosotros — le dije a Rob.

No sabía si culpar a Clint por negligente, a los Robinson por darle fondo a

esto, o a Arthur por demente. Para mí, todos compartían la misma culpa.

- Esto parece sacado de una novela, Jude —dijo Rob, sin soltar el diario.

- ¿Tú lo conociste, a Clint? —pregunté.

- No, yo tenía cuatro años cuando él murió.

Seguimos leyendo.

253
“Julio- 1990.

No sé por qué sigo escribiendo en ti, ya no está el que me lo exigía. Supongo que

se me hizo un hábito. Hoy, es la tercera vez en el año que Andrew me expresa su

descontento y odio hacia los inquilinos de este lugar, creo que el estar atrapado aquí

lo está volviendo loco. Sé que no es el único. Me di a la tarea de pedirle que hiciera

una junta con todos los que están a punto de estallar, incluso puedo correr peligro

yo.

Arthur Walker”.

“Agosto- 1990

Somos cuarenta y ocho. Simplemente no lo puedo creer. Estas personas odian vivir

aquí tanto como yo, no son felices. Les he dado la oportunidad de desahogar su

frustración de la manera que ellos quieran, incluso si los inquilinos por “accidente”

son mal tratados. Sé que suena un poco psicópata, pero tengo que ver por la salud

mental de quienes tienen funcionando este lugar. Sólo he puesto una regla: no

asesinar a nadie.

Arthur Walker”.

- Oye, Jude, ¿puedes buscar si escribió algo de mis padres?

Miré a Rob fijamente y supe que su petición era seria… pasé las páginas con

rapidez.
254
“Enero- 1993

Los Colt se estaban convirtiendo en un dolor de cabeza. Justo hace una semana

hablé con Samuel, pero no me quiso escuchar. Ellos estaban hablando de más. Mi

intención nunca fue eliminarlos, pero no podía permitir que pusieran en riesgo la

operación. Sabían demasiado. Ahora el mayor problema es el niño, no sé qué

demonios haré con él. Malditos Colt, si tan solo se hubieran callado.

Arthur Walker”.

Los ojos de Robert se enrojecieron. No supe si de tristeza o ira, pues su

facciones se volvieron duras.

- Supongo que ellos eran como nosotros… Debemos cuidar nuestras

espaldas, mira como habla de ellos, como si fueran basura —dijo,

mientras limpiaba las lágrimas de sus ojos.

- ¿Quieres continuar después? — le pregunté

- No, sigamos.

“Abril- 1994.

Hoy llegó a la isla Kurt, aún esta incrédulo de todo esto. Elvis ya le ha organizado

su bienvenida. Me gusta ser el líder del club de los cuarenta y ocho. Aunque yo no

participo en nada, yo tengo la opción de salir de aquí cuando se me antoje. Ellos

estarán toda su vida aquí, se merecen tener este club. Por ahora, me toca ponerle

buena cara a todos y perder mi tiempo enseñándole el lugar a este niño de 27 años.
255
Arthur Walker”.

Los ojos me dolían. Llevábamos toda la madrugada leyendo aquellos diarios

sin parar y decidimos tomar un descanso. No quería cerrar los ojos por temor a

dormirme, así que me serví un trago y fumé un cigarro antes de continuar.

“Agosto-2009

Andrew y yo hemos ideado un plan. Hay 13 inquilinos viviendo aquí en la isla,

financiando todo este teatro. Necesitamos uno más para poder retirarnos para

siempre, para abandonar este maldito lugar. Tenemos que ser pacientes. Uno más,

sólo uno más. Este niño Stone parece ser la cereza en el pastel, ¿quién los va a

extrañar, quién los va a buscar, quién les llorará? De todos modos, todos ellos ya

están muertos. Es momento que ahora nosotros vivamos.

Arthur Walker”.

“Abril- 2013

Falta muy poco, con la llegada de Jude a la isla y el dinero que hemos recaudado,

al fin podemos continuar con nuestro plan. En verdad las armas no creo que sean

necesarias, pero Andrew tiene razón, en el peor escenario somos cuarenta y ocho
256
contra ciento dieciséis. No queremos correr riesgos. Mi viaje largo se aproxima, sólo

espero que Andrew y los demás no pierdan la fe en mí.

Arthur Walker”

Sentí una fuerte presión en el pecho. Me costaba trabajo asimilar todo lo que

leía en esos diarios; esos malditos nos iban a abandonar en la isla, nos dejarían

morir de hambre, sin medicinas, se iban a largar y sólo sería cuestión de tiempo que

se fueran acabando los suministros poco a poco. Me quede frío, la cara de Rob

expresaba exactamente lo mismo que la mía: todos en Blue Bayou corríamos un

peligro inminente.

- Piensan dejarnos aquí, abandonados —dijo Rob, con el aliento

entrecortado.

- Armas Rob, tienen armas. Esto es peor de lo que imaginamos —añadí,

dando un suspiro y con un fuerte dolor en la base de la cabeza.

- No está escrita la maldita fecha de cuando piensan irse, ¿qué

haremos?—preguntó Rob.

Esa era la pregunta.

257
- Lo primero es advertir a los demás —dije, frotándome la barba con la

palma de la mano. Mi mente estaba trabajando, uniendo ideas, creando

planes.

- Tenemos que ser muy discretos Jude —dijo Rob, señalando lo obvio.

- Lo sé —contesté —primero lo primero, debemos regresar estos diarios —

. Un paso a la vez, un problema a la vez.

- Sí, yo me encargo —dijo Rob.

Teníamos que encontrar la manera de resolver esto… teníamos que salir de

aquí. Mi mente seguía trabajando.

Pasé gran parte de la noche pensando en lo que había leído en esos

cuadernos. Nuestra única ventaja era que ellos no sabían que conocíamos su plan,

teníamos que actuar antes, pero, ¿qué demonios íbamos a hacer? La solución se

escapaba cada vez que me acercaba a ella. Sin darme cuenta, me quedé dormido.

Soñé con papá… supongo que lo que él me contestaba era parte de mi

inconsciente. Era estúpido pensar que el fantasma de mi padre me visitaba en mis

sueños, pero al menos en ellos lo podía abrazar.

- No, pa, no destranqué la banda dentada del motor 2

- ¡Despierta!

- Te quiero, viejo.

- ¡Despierta!
258
Rob me jaloneaba, fuertemente.

- ¡Jude! ¡Despierta! ¡Jude!…

- ¿Qué pasa? —balbuceé, aún sin voz.

- Tienes que venir conmigo.

Aún no amanecía. Salimos muy aprisa en mi carro. Rob manejaba a toda

marcha, sin dejar de ver hacia atrás por el retrovisor por si alguien nos seguía.

Llegamos a donde vivían Bob y Karen y continuamos a pie por entre los árboles,

para después bajar por un enorme acantilado donde había unas viejas escaleras,

casi cayéndose. Yo aún iba un poco adormilado, pero descendimos hasta que la

brisa del mar nos mojaba la cara. Arribamos a lo que parecía una bodega en ruinas.

- ¿Qué es este lugar? ¿Por qué no sabía de su existencia? —le pregunté,

mientras bostezaba.

- Ven, entremos —dijo mi amigo, extremadamente emocionado.

Seguí a Rob a través de la puerta a la que le faltaba un gran pedazo. Había

muchísimas máquinas de construcción dentro, todo estaba lleno de polvo y

telarañas hasta que llegamos a un cuarto donde había unas grandes cajas de

madera.

- ¿Recuerdas en el diario, cuando Arthur dijo que esta isla la construyeron

con explosivos?
259
Sonriendo, Rob abrió una de la cajas mientras me decía eso. Los bastones

de dinamita cayeron al piso, sin hacer ruido.

No pude contener la sonrisa. He de admitir que hubiera preferido otra

solución, pero no era alguien para discutir con las oportunidades que se me

presentaban. Voltee a ver a Rob, quien, leyendo mi mente, asintió.

- ¡Vamos a volar este maldito lugar! — dijo.

Teníamos un plan.

260
TRACK 12

EL PLAN

- Freddie, John, tenemos que escapar de aquí — les dije.

- ¿Dónde he escuchado esto? — contestó John mientras se tallaba la cara.

—Jude, deja de correr riesgos. Por favor deja ir esta obsesión que tienes,

nos pones en peligro a todos.

- No lo entienden chicos, tengo algo muy importante que contarles…

- Lo único que tienes que hacer, es dejar de meterte en problemas de una

vez. Pareces estúpido, ¡ya basta Jude!

John alzó la voz tan fuerte que incluso Freddie agachó la mirada. Él jamás me había

hablado así.

- Jude, tenemos que contarte algo —dijo Freddie. —Sabía que un día

llegarías con esta loca idea. Hace muchos años, Janis vino conmigo y con

el abuelo a decirnos que quería escapar. Ella estuvo tres meses hablando

todos los días acerca de huir, nos la pasábamos diciéndole lo mismo que

a ti, pero vaya que era testaruda la mujer. Al igual que tú, Janis era la más

rebelde del grupo, no se dejaba de nadie, todo el tiempo la veías con

moretones y raspones en todo el cuerpo, pero cuando te cruzabas con

uno de los cuarenta y ocho te dabas cuenta que corrían con la misma

suerte ya que vivían con el rostro moreteado a consecuencia de Janis.

261
Freddie hizo una pausa y soltó una pequeña carcajada mientras recordaba

aquellos tiempos.

- Ella era una chica especial, pero nunca pudimos persuadirla, ella quería

largarse de ∫aquí. Punto. Un día dijo que si su plan no salía como ella lo

esperaba, se iría nadando hasta donde su cuerpo aguantara. No le daba

miedo nada, hablaba de su gran plan delante de todos, no temía que los

cuarenta y ocho lo supieran, tres meses no dejo de hablar de eso. Tres

meses...

- ¿Qué sucedió? — pregunté, casi sabiendo la respuesta.

- ¿Qué iba a suceder? Janis se esfumó de Blue Bayou. Simplemente un

día ya no estaba. Jamás volvimos a saber nada de ella, y para ser sincero,

no creo que se haya ido nadando de aquí -. finalizó Freddie.

De verdad todos ellos habían pasado por mucho, lo menos que necesitaban

era correr más peligro, pero tenían que saber lo que estaba pasando, tenían que

conocer lo que tramaba el Club y de una buena vez debía confesarles qué papel

jugaba Arthur en todo esto.

- Jude, lo de Janis, lo del abuelo, son sólo advertencias para no meternos

con esa gente. ¿Tú crees que somos estúpidos, crees que nos tragamos

el cuento de que Elvis murió de un infarto? — preguntó John, fumando su

eterno porro.

- Tienen razón, no debería meternos en más líos, pero ahora es distinto, la

vida de todos está en riesgo. Rob y yo encontramos los diarios de Arthur...


262
Logré tener su atención. Freddie volteó a ver a John y con la mirada me

pidieron que continuara. Les conté todo: de los videos de la noche en que murió el

abuelo, del encuentro que tuve con Arthur y su confesión, de los diarios y de quien

era en realidad. Incluso para Freddie y John, saber que Arthur Walker era Arthur

Foxhearth los dejó boquiabiertos. Cuando les conté del plan que ellos tenían, el

semblante les cambio por completo.

- Piensan abandonarnos. Dejarnos aquí a morir. No lo permitiré — les dije,

viéndolos a los ojos.

Ellos se quedaron callados por un buen rato, parecía que pensaban y

analizaban todas las opciones. Freddie volteó a verme y me preguntó:

- ¿Qué tienes en mente?

- Primero, necesitamos tener una junta en la playa, quiero que todos estén

presentes.

- Bien — añadió Freddie. — Estoy de tu lado, Jude.

- Yo también —dijo John. — Si vamos a morir aquí, prefiero hacerlo

peleando.

- Confíen en mí. Les prometo que los voy a sacar de aquí.

Rob y yo nos habíamos dado a la tarea de ir llevando explosivos de la bodega

a mi casa, lo hacíamos con demasiada cautela y discreción. Por el aspecto que

tenía, podíamos notar que ese lugar no lo había visitado nadie en 20 años, pero no
263
podíamos confiarnos a que alguien nos siguiera. Todo estaba escondido en mi casa;

literalmente, mi hogar estaba convertido en una bomba de tiempo.

Esa tarde, Amy llegó a casa y nos fuimos juntos a Blue Bayou. Le conté todo

en el camino. Absolutamente todo nuestro plan. Nunca había visto a Amy tan

asustada y nerviosa, pero, como era de esperarse, me apoyó rotundamente en todo,

no titubeó por un segundo.

- Claro corazón, cuenta conmigo, ¿cuál será mi papel en todo esto?

Su actitud hizo que me sintiera como el héroe de una película de acción.

- Tú no tendrás que hacer nada Amy — le dije, mientras manejaba por el

empedrado camino de Blue bayou. — Rob, Matthew y yo nos

encargaremos de la mayoría, de lo demás se encargaran Kurt, Bonzo,

Bob y Jim. Sé que todo saldrá bien.

A ella no le gustó esta idea, quería participar, pero el plan ya estaba hecho.

- Supongamos que todo sale de acuerdo a lo planeado, ¿cómo huiremos

de aquí? — me preguntó, mientras dábamos la vuelta hacia el puerto 2.

- En él — le contesté, señalando el majestuoso barco que estaba frente a

nosotros. El grandioso Cemetery 2, como yo lo llamaba.

264
- ¿En serio? No sé por qué no se me ocurrió antes — dijo ella. —

¿Recuerdas cómo funciona?

- Algo existe en mi mente, recuerdo que no es tan difícil — contesté.

Realmente no tenía ni una idea de cómo se hacía. Había pasado tiempo,

mucho; sólo no quería preocuparla.

Ahora tenía que aprender a pilotar un buque. No podría ser tan complicado,

¿o sí?

Llegamos a Blue Bayou, Rob había llevado a todos a la junta. Matthew, por

su cuenta, tenía la tarea de ir avisando a todos los trabajadores que iban a escapar

con nosotros. Al final teníamos que sacar a 116 personas de ahí, parecía un plan

imposible.

- Bien, les contaré el plan — les dije a los demás artistas, mientras todos

nos encontrábamos en la playa. — Como la mayoría de ustedes ya sabrá,

Arthur Walker es líder y fundador del club de los cuarenta y ocho y

planean abandonarnos aquí. Es cuestión de tiempo para que un día

despertemos y no haya nada: luz, gas, agua, comida...

- ¿Qué tienes planeado, chico? — preguntó Cerati.

- Hace unos días, Rob encontró una bodega llena de explosivos.

- ¡¿Explosivos?! — interrumpió Karen.

265
- Así es, los mismos que utilizaron para construir este lugar —seguí — los

que sobraron los almacenaron en una vieja bodega cerca de tu casa.

Ahora son nuestros.

- Okay, hermano, pero eso suena a un plan bastante ruidoso- dijo Bob,

lógicamente preocupado.

Sonreí sin poder evitarlo.

- Somos músicos, nuestro escape debe ser ruidoso — le dije, tomándolo

por el hombro. — Rob está armando una bomba que podremos detonar

a control remoto. La esconderemos en el reactor de la corporación. Esa

noche Kurt, Bonzo, Bob y Jim irán al barco del puerto dos y deshabilitarán

a los tres guardias que patrullan el buque. Si es necesario, los tendrán

que matar...

Los 4 voltearon me miraron fijamente, en silencio, desconcertados. Después de

unos incómodos momentos, afirmaron asintiendo con la cabeza, sin una sola

objeción.

- Cuenta con eso, viejo — dijo Kurt.

- Excelente-, continué. - Los primeros que subirán al barco serán todos los

trabajadores, uno a uno. Nosotros iremos al final para no levantar

sospechas. Toda la operación será coordinada desde el lugar de todos.

Mientras ustedes corren al barco, yo iré a la corporación a crear una


266
distracción para darles más tiempo. Una vez que todos estén arriba del

barco, pónganlo en marcha, yo llegaré a tiempo y cuando el barco este

alejado del muelle, ¡BOOM!

- ¿Y yo qué hare?.- preguntó Amy. - Yo también quiero ir a provocar la

distracción, yo quiero ir contigo.

- Amy, te necesito en el muelle ayudando a subir a todos —le contesté

mientras ella fruncía el ceño, molesta.

- ¿Y si la explosión no es tan fuerte? ¿Podrían seguirnos en el barco del

puerto uno, no? — preguntó Hendrix, con temor.

- Ese barco también tendrá explosivos — contestó Rob. Todos lo

observaron por un segundo, asimilando lo que eso significaba.

- Si explota el reactor, ¿no está eso conectado a todos los ductos de gas y

electricidad de la isla? —preguntó Dennis.

- Puedes imaginarlo entonces, ¿no Dennis? — le contesté.

- Creo que lo que Dennis intentó preguntar fue que, si la explosión será tan

grande, ¿no acabara con nosotros también? —preguntó Michael.

- No, esa explosión creará una gran ola que nos alejará de la isla.

Todos guardaron silencio durante largo rato. Podía verse el miedo en sus

rostros. Lo único que se escuchaba eran las olas del mar que se estampaban en las

grandes rocas de la playa mientras la brisa nos mojaba por completo.

Moría de nervios, esperaba que confiaran en mí, no teníamos otra opción.

Cerati rompió el silencio.


267
- Pues parece que tenemos un jodido plan.

Freddie volteó a verlo y sonriendo, le dijo:

- ¡Si! Another one bites the dust… another one bites the dust —. Comenzó

a repetir aquella frase una y otra vez hasta que contagio a todos en el

lugar.

- Another one bites the dust… another one bites the dust…

Era estremecedor escuchar a todos tan entusiasmados. Amy me miró con

orgullo y sonrió.

De pronto, la cara de todos cambió. Todos se quedaron en silencio, los ojos

de Rob se abrieron hasta el límite. Bradley estaba parado detrás de mí.

- ¿Que están haciendo todos aquí? ¿No será otra de tus reuniones verdad,

estrella? — dijo Bradley.

Me quedé como idiota sin saber qué decir. Simplemente, no podía enunciar

una sola palabra.

- Tranquilo Brad, sólo estamos planeando escaparnos de aquí —dijo Kurt.

268
- Sí, Brad, estamos ideando cómo explotar la isla e imaginando como

volarás con ella en mil pedazos — dijo Jim, siguiendo el “juego” de Kurt.

Ninguno de nosotros podía creer a lo que estaban jugando esos dos. Sin

embargo, al escucharlo en boca de alguien más, dicho con tanta naturalidad, hasta

a Rob y a mí se nos hizo absurdo nuestro plan. Era brillante, un refugio en la

audacia: mentir con la verdad.

- Viejos estúpidos — dijo Brad. — Patéticos. No quiero que estén aquí

todos, es hora de que se larguen a sus casas.

- ¿Desde cuándo está prohibido convivir con tus amigos? Aquí es más

fresco que en otros lados — dijo Freddie.

- Desde que yo lo ordeno, imbécil. Vamos, no los quiero aquí.

- Está bien, Brad. De todos modos ya habíamos terminado, ¿cierto chicos?

—dijo Bob.

- Totalmente, Bob — dije, sin dejar de ver a Bradley a los ojos. —

Totalmente.

Podía sentir nervios en cada parte de mi cuerpo, pero la emoción era tanta

que sentía que iba a estallar. El saber que todos apoyaban nuestro plan me

esperanzaba a que lo lograríamos. Era demasiado arriesgado, pero algo dentro de

mí sabía que todo iba a salir bien.

- ¿20 de octubre, entonces? —preguntó John, cuando Bradley se fue.

269
- Así es amigo. Esa semana será la última que estará el barco en el muelle,

antes de ir por suministros. Bueno, en esta ocasión, antes de irse para

siempre, la noche del viernes haremos todo —, contesté mientras asentía.

— Todo saldrá bien si lo hacemos paso a paso.

- Robaremos un barco. ¿Entonces? —preguntó Jim —. ¿Como piratas?

- ¡Piratas! gritó Bob, tapándose un ojo con la mano, mientras Freddie y

Cerati reían a carcajadas y hacían ruidos como si fueran ladrones del mar.

- Todo saldrá bien — les dije. - En 9 días estaremos lejos de aquí y este

infierno quedara ardiendo...

- ¡Uuuuh! No sé a ustedes, pero las palabras de Jude me enchinan la piel.

Suenas como un profesional —dijo Cerati.

Michael y Hendrix llegaron a la playa.

- Jude, hay demasiado movimiento en la corporación. Me preocupa que

nuestro plan es hasta el 20 y que ellos vayan a irse antes —dijo Michael

mirando a todos en el lugar.

- Vengo peleando con él sobre este tema, es un paranoico, Jude —

contestó Hendrix.

- Michael, ellos llevan planeando esto desde antes de que yo llegara a la

isla, es algo que tienen muy bien programado. Créeme que estos 9 días

que faltan no son cruciales para ellos ni para nosotros. Ten un poco de fe

— le dije.

270
- Bueno, creo que es hora de que nos separemos. No quiero que regrese

Bradley y nos vea aún aquí. — dijo John, mientras se levantaba.

- Chicos, todo saldrá bien. Lo que más me asusta es llegar al mundo real y

que nos linchen allá. Eso sí me da miedo — finalizó Freddie.

16 de Octubre de 2017.

Me la pasaba recorriendo la isla yo solo en aquel carro número 14,

observando todo el lugar. La gasolina se terminaba, volvía a llenar el tanque y

seguía mi camino. Recorrer la isla se había convertido en mi mayor pasatiempo,

repasar el plan una y otra vez.

Medía el tiempo que me tomaba ir de la corporación al puerto 2, del lugar de

todos, de casa de Bob y Karen, de cada posible ruta de escape que necesitaba

considerar. Todo parecía perfecto. Todo tenía que salir bien si lo hacíamos con

silencio y sigilo.

Aquel día, fui al mar a darme el último chapuzón en aquella hermosa playa,

según mis cálculos. Nadé durante un buen rato y me quedé ahí, solo, contemplando

los miles de tonos azules que se mezclaban en el agua. La arena se me escurría de

entre los dedos. Qué maravilloso hubiera sido poder vivir ahí por siempre sin que

esos malditos lo hubieran arruinado.

271
Llegué a casa como a las 5:30 de la tarde. Rob estaba parado justo en medio

de la sala.

- Hola. Ya está todo listo, he repasado todo mínimo unas tres veces este

día. Sólo nos quedan tres Rob, tres días más y nos largamos de aquí.

Rob no contestó nada. Sudaba demasiado y tenía los ojos tan abiertos como

cuando algo lo asustaba.

- ¿Qué pasa, amigo? —pregunté, intrigado.

Detrás del muro de mi cocina se asomó el cañón de una pistola que apuntaba

justo a la cabeza de Rob. Bradley apareció detrás del arma con una sonrisa sedienta

de sangre.

El maldito no me quitaba los ojos de encima sin dejar de apuntar a Rob.

- ¡¿Escapar?!, ¡¿van a escapar?! JA JA JA JA JA

La risa de Bradley era maniaca. Temía que se le saliera un tiro.

- Bradley, baja el arma por favor — le dije, mientras tomó a Rob por el

cuello y lo encañonó en la sien.

272
- Qué listos fueron en la playa — dijo —me estaban diciendo la verdad.

¡Jamás imagine que hablarían en serio! JA ¿Cómo supieron nuestro plan?

—preguntó con esa voz maldita.

- Por los diarios de Arthur —contesté. No valía la pena mentir, no cuando

la vida de Rob peligraba.

Su sonrisa se desvaneció un poco; su rostro cambió de pronto a frustración.

- Esos estúpidos diarios. Eh, ya no importa. De cualquier manera ustedes

dos morirán aquí, hoy.

- Bradley, ¡baja el arma! por favor — insistí. La mirada de Rob se perdía

cada vez más, como si por un instante no le importara su vida.

- Todo esto es tu culpa, Jude— dijo Bradley, apuntando la pistola hacia mí.

- ¡Todo!

Rob me vio fijamente y guiñó su ojo; hizo un rápido movimiento con su

cabeza, golpeando la nariz de Bradley con su nuca en el pequeño descuido que

tuvo. El golpe fue tan fuerte que inmediatamente la sangre comenzó a fluir como

cascada por su rostro, dejándolo completamente desorientado. Rob sujetó su brazo

y comenzó a forcejear por el arma.

Casi en automático, me aventé contra Bradley y agarré su cuello con todas

mis fuerzas, nudillos tornándose blancos. Éramos dos contra uno, la ventaja estaba

273
por completo de nuestro lado. Recuerdo ese momento como si fuera ayer, no sentía

que mis manos estuvieran apretando con fuerza, pero su cara me decía lo contrario.

Vi cómo la vida lo abandonaba poco a poco. Sus ojos se tornaron tan rojos

como la sangre que le seguía saliendo de la nariz; las lágrimas le salían a chorros,

los pataleos y forcejeos eran cada vez más débiles; hasta que por fin, dejó de

moverse.

Me convertí en un asesino… lo último que Bradley vio en su vida fue mi rostro.

¿Qué había hecho?

Rob me tomó por los brazos y comenzó a alejarme del cuerpo de Bradley.

Mis manos estaban engarrotadas, no podía moverlas. El intentar estirarlas me

causaba un intenso dolor.

- Tranquilo, tranquilo amigo. Ven, vamos —me decía Rob mientras yo no

podía separar mi mirada del cuerpo de Bradley. Estaba en shock y había

comenzado a temblar.

- Lo… lo… Lo maté — murmuré, entre balbuceos —. ¡Lo maté, Rob!

- Lo sé, amigo, tranquilo. Lo hiciste por defendernos, todo estará bien —

me dijo, calmándome. Me quedé cerca de cinco minutos viendo a Bradley.

No podía pensar en otra cosa. Reaccioné y después de lo que me pareció

una eternidad, miré a Rob y con toda la seriedad del mundo, le dije:

- Tenemos que escapar esta noche.


274
TRACK 13

¿DESTRANCASTE LA BANDA DENTADA DEL MOTOR 2?

Corrimos. Corrimos como nunca antes lo habíamos hecho.

Rob y yo escondimos el cuerpo de Bradley en la bodega abandonada.

Teníamos que escapar esa misma noche. No pasaría mucho tiempo: Andrew iba a

notar la desaparición de Bradley y no podíamos quedarnos un día más.

Nos separamos y fuimos a avisarles a todos los demás lo que había

sucedido.

Matthew por su parte, alistó a todos los que trabajaban en Blue Bayou. Yo fui

con John, Amy, Michael, Hendrix y Kurt. Rob y los demás chicos se reunieron con

nosotros. Lo que íbamos a hacer dentro de 3 días había que hacerse en 5 horas.

Teníamos muy poco tiempo para repasar el plan una vez más. Todo nos tenía

que salir al pie de la letra y sólo había dos finales: escapar o morir intentándolo. Sin

presión.

Todos sabían perfectamente lo que tenían que hacer, sólo era cuestión de

que cayera la noche por completo para que los cuarenta y ocho dejaran de dar

rondines.

275
- Bien — les dije a todos — 8:30. Kurt, Bonzo, Bob y Jim llegarán a

apoderarse del barco. A las 9:00 Matthew comenzará a meter a la gente.

Rob, ¿el control está listo?

- Completamente — dijo, mientras accionaba el botón de encendido de un

pequeño rectángulo oscuro.

Tenía que presionarlo dos veces, uno para activar, otro para accionar. El ver

aquel foco verde prenderse me provocaba demasiada ansiedad y miedo, pero sabía

que no había otra manera.

- Perfecto. Ok, chicos —les dije a todos. — A las 10 tienen que ir lo más

rápido que puedan al barco. Yo iré a la corporación a provocar la

distracción.

- ¿Qué harás? —preguntó Amy.

- Provocaré un incendio.

Pasó un segundo de silencio.

- Estás loco si crees que irás solo, muñeco —me dijo Amy.

- Amy, no quiero discutir acerca de esto

- No, no es discusión. Yo iré contigo.

- Y yo, chico — añadió John.

- También yo — dijo Cerati.

276
Freddie levantó la mano y dijo:

- Tiene que haber espacio para mí.

Sabía que no podría persuadirlos. Sabía que dijera lo que dijera, nada los

haría cambiar de parecer y seguir el plan como tenía que ser.

- ¿No lograré que me hagan caso, verdad?

Los cuatro respondieron con la mirada.

- Yo me llevo a los demás, Jude. No te preocupes — dijo Rob.

- Gracias, amigo.

- Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? —preguntó Cerati.

- Esperar a que den las 10 de la noche — concluí.

El tiempo avanzó lento, o al menos así me lo pareció. No podía quitarle los

ojos de encima al reloj. Matthew y otros chicos de la corporación habían comenzado

a llevar a personas al lugar de todos, de verdaderamente todos. Los nervios me

mataban, el no saber cómo iban las otras partes del plan me estaba dejando sin

uñas.

La puerta de mi casa se abrió y entró Rob, acompañado de Amy, John,

Freddie y Cerati.
277
- ¿Seguiré sin convencerte verdad? —le pregunté a Amy.

Ella sólo fijó su mirada en la mía, sin decir una palabra.

- Ok, Jude – dijo Rob -, necesito que me pongas atención y repasemos esto

de nuevo —. Abrió una hoja con un pobre dibujo de Blue Bayou.

- En estos momentos, Matt está llevando a todas las personas al lugar de

todos. En una hora, Kurt y los chicos irán al barco a neutralizar a los

guardias, Matt llevará a todos cuando sea seguro, yo esperaré a que

vayan a la corporación y provoquen el incendio. Sabré que es mi turno

para llevar a los demás cuando vea las llamas. Jude, todo el perímetro de

la corporación esta empapado en gasolina, sólo tienes que prender un

cerillo y arrojarlo a la marca que hice. En caso de que nos descubran, ese

muro de fuego no los dejará salir y nos dará por lo menos 10 o 15 minutos

más. Yo encenderé el barco y sólo esperaré a que lleguen.

El plan era todo menos perfecto, pero era el que teníamos. Nada tenía que

salir mal.

Volteé a ver a todos y dije el último punto del plan.

- Subimos al barco, presionas el botón, y estamos libres.

- ¿Alguien de ustedes quiere venir conmigo? — preguntó, por último Rob

— ¡Última oferta! —. Todos sacudieron sus cabezas, negándose.


278
- Bien, suerte chicos. Nos vemos en un momento.

- Suerte, amigo —le dije.

Recorrí mi casa por última vez, ese lugar donde había pasado los últimos 4

años de mi vida. Los demás estaban en el estudio, tan nerviosos como yo. Recordé

la primera vez que entré, la emoción que sentí al ver esa hermosa casa.

De pronto, me invadió una sensación inexplicablemente hermosa, y

angustiante: pensé en que vería de nuevo a mi familia… ¿Qué les iba a decir?

¿Cómo les explicaría todo? ¿Me perdonarían?

Después de la muerte de papá y fingir la mía, la familia había quedado

devastada… y ahora, después de cuatro años, volvería de repente como si nada

hubiera sucedido.

Ni yo me lo perdonaría. No me lo había perdonado…

Sacudí la cabeza, no debía dejarme llevar por esos pensamientos en ese

momento. Toda mi atención debía estar enfocada en nuestro escape. Un desliz y

todos moríamos.

- Son las 8:00. Preparémonos — dije, mientras guardaba los cerillos en mi

pantalón. Había una energía eléctrica en todos, una sed de venganza

salvaje y animal.
279
- ¿Cómo se sienten? —preguntó John.

- Emocionado —dijo Cerati. —Muy emocionado, John.

- Todo saldrá bien chicos. En un par de horas estaremos muy lejos de este

basurero en llamas — dijo Amy.

- Sólo quiero que los demás no tengan ningún problema con su parte del

plan —dije, sin poder controlar mis nervios.

- Relájate Jude, nuestra entrada es hasta las 10. No puedes estar así dos

horas más, no vas a rendir después y te necesitamos —dijo Freddie.

- No puedo evitarlo, Freddie.

- Lo sé, pero tienes que tomarlo con calma, todos estamos en esto, todos

estamos nerviosos —concluyó.

Dieron las 8:30 y justo en ese momento supimos que no había marcha atrás.

Mi paranoia me hacía pensar que en cualquier momento vería a Kurt y a los demás

capturados, o peor aún, muertos; sentía que en cualquier momento la alarma

empezaría a sonar y todo se vendría abajo. No. El miedo no me vencería. Al final

del día era mi plan y los demás no debían verme dudar. Los minutos pasaban como

horas mientras yo daba vueltas por toda la casa, tenía intensas ganas de vomitar:

el plan ya estaba en curso.

El reloj marcó las 9:30. Era hora.

Salimos y tomamos mi carro, el número 14. El mismo carro que me trajo a

casa por primera vez… en el que ahora estaba huyendo de ella.


280
Nos acercamos a la corporación en silencio. La noche era tibia, como

siempre, poco iluminada. Bajé del carro, dejándolo lo más lejos que pude de la

corporación. Al acercarme a buscar la marca que Rob había hecho, sentí una fuerte

mirada.

Volteé y lo vi: fumando un cigarro, viéndome directo a los ojos: Andrew. ¿Qué

carajo hacia ahí? Todos habían bajado del carro conmigo, a pesar de haberles

dicho que no lo hicieran. Me sentía atrapado en esa situación.

- Jude, ¿qué hacen aquí? —preguntó.

Las palabras no lograban salirme.

- So… sólo salimos a dar una vuelta — contesté, muy nervioso.

- Poco común, ¿no crees? —inquirió.

- Ya nos vamos —le dije mientras daba la media vuelta.

Andrew se nos quedó viéndo, intentando descifrar qué carajos hacíamos

ahí. De pronto, su radio sonó.

¡Han tomado el barco! Repito, ¡Los hijos de puta han tomado el barco y lo

han puesto en marcha! Estamos en el puerto 2, ¡puerto 2!

El rostro de Andrew se transformó y comenzó a gritar por el radio.


281
- ¡Activen la alarma y traigan todas las malditas armas!

Saqué los cerillos. Se me cayeron. Andrew había comenzado a caminar

hacia nosotros mientras yo intentaba recoger la caja e intentaba prender un cerillo.

Después del tercer intento, lo logré… como por inercia, Andrew se detuvo, perplejo.

- Ahora, conocerás al diablo, ¡maldito! —dije.

En mi voz solamente había odio, un sentimiento que hasta ese momento me

era desconocido. No había simpatía alguna dentro de mí. Ni yo mismo sabía en lo

que me había convertido…

Dejé caer el cerillo justo en la marca.

Una pared de fuego se levantó. Aproximadamente tres metros de llamas,

rodeando por completo el perímetro de la corporación.

Lenguas de fuego alcanzaron el cielo mientras todo rugía.

- ¡Corran! —grité.

Llegar al carro se hizo eterno, sentía que cada pierna me pesaba 100 kilos.

282
Comenzaron a dispararnos. Las detonaciones eran estruendosas, las balas

nos pasaban rozando, ¡era aterrador! Podía sentir el calor de las balas pasando

cerca de nosotros.

Subimos al carro como pudimos y aceleré a fondo apenas pude. Los

impactos se escuchaban a todo nuestro alrededor. Éramos un maldito blanco.

Teníamos 10 minutos máximo para estar arriba del barco y detonar los explosivos

en la Gran Bertha. Aceleraba tan fuerte que llegue a pensar que mi pie atravesaría

el piso del carro.

Al llegar al puerto bajamos muy rápido y corrimos por el muelle. Los chicos

comenzaron a subir al barco, cuando un grito estruendoso hizo que todo el cuerpo

se me congelara.

- ¡JUDE STONE!

Giré mi cabeza y vi a Arthur apuntándome con un arma a la cara.

- Leíste los diarios, ¿eh? — dijo, cargando la pistola y dando un disparo

que zumbo cerca de mi cara.

Permanecí inmóvil, en silencio. No tenía nada que decirle. Arthur, para mí,

era sólo un insecto al que había que aplastar, pero no sabía cómo.

283
- ¿Nada qué decir? Lástima — dijo, mientras se preparaba a disparar de

nuevo.

No. No le iba a dar la satisfacción de mostrar miedo o de cerrar los ojos.

De pronto, se escuchó el rugir del motor de un carro que se acercaba a toda

velocidad. Todos volteamos y vimos el momento justo en el que Matthew embistió

a Arthur, pasando toda la máquina por encima de su cuerpo.

Matt bajó del auto como si nada, pasó por mi lado y murmuró:

- Él no se merece ni un minuto de silencio, ¡vámonos!

Yo le seguí y grité:

- ¡Ya! ¡Ahora!

El Cementery 2 comenzó a andar. Poco a poco nos alejábamos del muelle,

no debíamos perder más tiempo.

- Rob —dije

Todos nos agachamos y nos cubrimos lo más que pudimos. Él sacó el

control, y lo activó. El foco verde se encendió.


284
Silencio. Un silencio total perforaba todo los rincones del barco. Rob presionó

el botón una y otra vez, sin éxito…

- ¡No! ¡No, no, no! ¡Esto no está pasando!

Rob gritó y azotó el control en el piso.

Todos en el barco comenzaron a llorar y a gritar… el miedo nos invadía. Nos

íbamos a quedar ahí, en esa isla maldita.

Después de casi dos minutos, Rob volteó a verme.

Todo sucedió en cámara lenta. Dejé de escuchar los gritos de los tripulantes.

La mirada de Rob me dijo sus intenciones, había calma en ella.

- Odio lo pegajoso que te deja el mar-, dijo…

Y saltó por la borda.

John y Freddie me sujetaron de los brazos aunque yo no estaba poniendo

resistencia. Estaba completamente en shock, no había logrado ni escuchar el

salpicar del mar cuando Rob cayó al agua.

285
No pude hacer nada al respecto. Las lágrimas comenzaron a salir de mis

ojos, no paraban de brotar.

Yo sabía que el mundo real lo aterraba… sabía que Robert Colt prefería morir

con esa isla que huir de ella. Mis gritos enmudecieron cualquier ruido que hubiera

en todo Blue Bayou.

Nos encontrábamos ya a 200 metros de la isla.

Era cuestión de minutos para que todo comenzara a estallar, sólo nos

quedaba rezar por que no descubrieran a Rob.

De repente, el barco se detuvo bruscamente, mandándonos a todos al suelo,

el chillido que soltó era aterrador: parecía como si el barco fuera a partirse por la

mitad.

- ¡¿Ahora qué?! —gritó Bob.

- ¡El barco se detuvo! ¡El barco se detuvo! – gritaba Karen; estaba al inicio

de una crisis nerviosa.

- Si no nos alejamos, la explosión nos hará cenizas, Jude —añadió John.

- ¡Tranquilicen a Karen! — les grité, tomando el control de la situación.

Tenía que mantenerme mentalmente estable, lo más posible. No podía

permitirme romperme en un momento tan crucial. Mi mejor amigo acababa de saltar


286
por la borda para sacrificarse por nosotros y el barco acababa de descomponerse;

había matado a un hombre con mis propias manos y había sido testigo de la muerte

de otro a manos de mi amigo. Tenía suficientes razones para volverme loco, pero

no podía dejarme llevar por la crisis que inundaba el ambiente. Si todos nos

desesperábamos, moriríamos. Así de simple.

De pronto, llegó a mi… no podía ser cierto, no podría ser real.

Corrí hacia el cuarto de máquinas. Algunas balas empezaron a impactar el

barco, se veían decenas de destellos que provenían del muelle.

- ¡Todo el mundo al suelo! — grité, mientras las balas silbaban a mi

alrededor. -¡John!, ¡tranquiliza a todos y que nadie se levante!

- ¡¿A donde vas?! —preguntó, entre gritos.

- A reparar el barco — dije, en voz baja, mientras me arrastraba por el

suelo. Era estúpido decirlo en voz alta. Pero era lo único que se venia a

mi mente .

Llegué al cuarto de máquinas tan rápido como pude. Recordé las lecciones

de papá. Un evergreen de 23 metros de largo cuenta con 4 motores, todos sonaban

como trenes en frente de mí. Automáticamente, caminé hacia el motor dos. Al

acercarme por completo, comencé a reír y a llorar. ¡No podía ser! Lo que estaba

presenciando hacia que todos mis sentidos se dispararan en diferentes

direcciones… perdí la cordura por un breve momento, voltee a todos lados llorando

y susurrando palabras que ni siquiera yo lograba entender. La banda, la maldita


287
banda dentada del motor dos estaba trancada y comenzaba a salirle humo

acompañado con un fuerte olor a hule quemado.

Metí la mano al motor y con toda mi fuerza acomodé aquella banda. Al

ajustarla en su lugar me rompió 4 dedos de la mano. Solté un grito desgarrador

cuando mis huesos explotaron. Fue un dolor que quedó completamente olvidado

cuando sentí que el barco se había puesto en marcha nuevamente. “Muchas

gracias, viejo”, dije, sin poder contener el llanto, ni mi sonrisa...

Subí de nuevo con todos los demás tan aprisa como mis piernas me lo

permitían, sujetando mi mano y lidiando con uno de los dolores más intensos que

había sentido en mi vida. Era tanto, que tuve que pelear para mantenerme

consciente. Los impactos de bala no cesaban, toda la tripulación estábamos en el

piso y logré asomarme por un pequeño hoyo que había. No veía nada. Ningún

destello. Ninguna llama. Nada.

- ¿Qué pasa, Jude? — preguntó Freddie.

- Rob no lo logró —dijo Jim.

Todos fueron guardando silencio, uno por uno… a nuestro alrededor, había

una serenata de plomo y pólvora.

Justo en el momento en que nuestra esperanza estaba a punto de morir, una

estruendosa explosión hizo temblar todo el aire. La luz nos cegó por un momento.
288
Un gigante hongo de lumbre no dejaba de crecer. El calor era

extremadamente fuerte, aún cuando la ola nos empujó.

Nos fuimos levantando, poco a poco, uno por uno, a presenciar aquel

momento.

Ahí estaba yo: parado en la proa del barco, viendo como Blue Bayou

explotaba parte por parte. Justo como en mi sueño, todo iba desapareciendo,

devorado por sí mismo. Las explosiones no se detenían, se podía ver a los lejos

como explotaba la corporación, las casas, el monorriel, ¡todo!

Lo habíamos logrado. Rob nos había salvado la vida a todos.

Todos en el barco comenzaron a gritar de felicidad, todos se abrazaban

mientras partes de Blue Bayou seguían impactando el mar. La explosión había

dejado una enorme nube negra, por un momento descansó mi alma y me integré a

la celebración.

Abracé a Amy fuertemente y escuché un leve quejido cuando ella me

respondió el gesto, débilmente. Comencé a sentir humedad en su costado derecho.

Al voltear al piso, vi que estábamos parados sobre un charco de sangre. Al levantar

mi mirada Amy sonrió y se desvaneció en mis brazos.

289
- ¡No! ¡No, no, no! ¡Amy, no! ¡Ayuda!

- Tranquilo, muñeco, sólo me siento un poquito mareada.

- ¡Te vamos a ayudar! ¡Te vas a poner bien! ¡Lo juro! Sólo necesitamos un

botiquín. ¡Ayuda! — seguí gritando.

- No pasa nada muñeco. Lo lograste, nos sacaste a todos de ese infierno -

dijo haciendo muecas de dolor y con una mano en mi mejilla.

- ¡Perdóname! — le dije, sin soltarla, llorando como un niño.

Ella sonrió y trató de decir algo, pero su voz era demasiado débil. No

alcanzaba a escuchar, tuve que acercarme lo suficiente para oír sus últimas

palabras.

- ¿Recuerdas nuestro beso? - Se quedó perdida. Ya no

respiraba. Un proyectil la alcanzó cuando escapábamos de la

corporación.

Amy murió el 16 de Octubre del 2017, el día que escapamos de Blue Bayou.

290
TRACK14

ESTAMOS DE VUELTA

No había motivos para celebrar. La muerte de Amy y de Rob había opacado

cualquier sentimiento de felicidad. Estuve encerrado en uno de los cuartos con el

cuerpo de Amy en mis brazos. Los demás llamaban a la puerta intentando sacarme

de mi miseria.

Mi mente estaba agotada. Por otro lado, mi tarea aún no estaba terminada.

Debía guiar el barco hasta encontrar tierra, de otra manera estaríamos a la deriva,

y el combustible y los suministros no eran eternos.

Mi luto debía esperar.

Salí después de unas cuantas horas, todos estaban en el pasillo, pacientes.

Todos me observaron.

- Necesitamos hacer una ceremonia para Amy y Rob —les dije —es lo

menos que se merecen...

- Claro, Jude —dijo John, notoriamente preocupado por mí. — Ven,

necesitas comer.

291
La ceremonia fúnebre se llevó a cabo en la proa. Toda la tripulación estaba

ahí. Yo había perdido la capacidad de llorar, debía decir unas últimas palabras para

ellos, y no podía encontrar mi voz…

- Mi padre siempre me dijo que no hay éxito sin sacrificio. Me decía que los

grandes logros no salen baratos y nunca en mi vida había pagado tan alto

precio por uno. El día que puse un pie en Blue Bayou por primera vez, la

primer persona que saltó a mis brazos y me llenó de besos fue Amy.

Jamás olvidaré aquel momento. Hoy perdí a dos personas que en todo

este tiempo se convirtieron en más que amigos. Amy y Rob vivirán por

siempre en mí y en todos ustedes. Me siento contento de que el plan haya

funcionado y pudimos darnos una segunda oportunidad. Estoy feliz

porque sé que Amy y Rob están felices por nosotros y sé que sus muertes

no fueron en vano.

- Tú nos diste una oportunidad, Jude — gritó alguien de entre la tripulación.

- ¡Si! ¡Tú nos diste la libertad!

Todos comenzaron a gritar mi nombre.

- ¡Jude!, ¡Jude!, ¡Jude!, ¡Jude!

La melancolía se apoderaba de mí de una manera incontrolable. Me recordó

a los conciertos. Lo odié entonces, lo odié más en esos momentos.

- ¡Chicos! —exclamé.
292
Todos guardaron silencio.

- Yo aún sigo aquí, con vida. Creo que los que se merecen todo el crédito

son Amy y Rob, ellos dieron sus vidas porque saliéramos de ese infierno.

- ¡Por Amy! —exclamó Freddie.

- ¡Por Rob! — añadió Cerati.

Todos se quedaron en silencio.

Podía sentirse cómo la tristeza envolvía a cada uno de los que estábamos

ahí.

Le prendimos fuego al cuerpo de Amy y la dejamos quemar. Ninguno de

nosotros se movió hasta que las llamas la consumieron por completo. Arrojamos

sus cenizas al mar. No dejaba de pensar en la bienvenida que le daría el abuelo allá

arriba. Era lo único que me reconfortaba.

- Lo lograste — dijo John. Sacudí mi cabeza.

- Lo logramos —le corregí.

- Jude, todos te dijimos que no pensaras estupideces, yo era el principal

que te decía que se me hacía mala idea tan solo pensarlo. Tú no te

rendiste, tú seguiste empujando, tú y Rob son los responsables de que

estemos aquí. Sin ustedes, hubiéramos muerto en esa isla.


293
Puse mi mano en su hombro y le agradecí con mi mirada.

Estuvimos una semana y media perdidos en alta mar. No sabía en qué

dirección íbamos, nadie sabíamos.

Comenzaba a preocuparme, no había cigarros en el barco y la ansiedad se

hacía presente a cada momento en los tripulantes.

Una larga semana y media, días en que la esperanza se perdía de nuevo.

Se escuchaban comentarios de que no nos encontrarían, todos estaban

desesperados.

Me encontraba con Michael en el puente de mando, era mi lugar más

recurrente.

Yo pensaba en lo inmenso del mar… en que se puede recorrer kilómetros y

kilómetros y el panorama no cambia… en lo majestuoso y sublime que es, y, a su

vez, aterrador.

- ¿Crees que nos encuentren? — me preguntó Michael.

- Tienen qué, es cuestión de tiempo —le respondí.

- ¿Qué le diré a mis hijos, Jude, qué le diremos al mundo? —preguntó,

preocupado y angustiado.

294
Yo ya tenía una respuesta en mente.

- Que nos secuestraron. Que una organización millonaria nos privó de

nuestra libertad y nos llevaron a vivir a una isla llamada Blue Bayou. Eso

es lo que diremos a la prensa...

Él me miró incrédulo… sorprendido.

- Pero… ¿simplemente diremos que un día salimos al mercado y alguien

nos raptó?

- Así es, Michael. Cuando nos digan que “morimos” y nos enseñen las

imágenes, nos haremos los sorprendidos. No podemos decir la verdad.

No debemos. Si queremos recuperar nuestra vida y el perdón de nuestras

familias, debemos mentir…

- ¿Un fan millonario nos secuestró a todos, uno por uno, y nos llevó a esta

isla como si fuéramos su zoológico privado? — preguntó, de nuevo.

- Así es. Tras las pruebas de ADN, ¿quién lo dudará?

De pronto, se escuchó algo en la consola de mando… cada vez más

constante. Era como un “blip” “blip”…

Me acerqué a ver el radar y noté que un pequeño punto había aparecido justo

enfrente de nosotros.

295
Michael y yo corrimos a cubierta.

En la proa, a lo lejos, lo logramos ver. Apenas parecía un puntito en el

horizonte pero el reflejo del sol en aquel lejano punto confirmaba solo una cosa:

nuestra salvación.

- ¡Michael! ¡Avisa a los demás! — dije, a gritos.

Él corrió, gritando por todo el barco, mientras yo me dirigí por la pistola de

bengalas que había en el botiquín. Sólo tenía tres disparos, sólo tres oportunidades.

Pero sólo uno debía funcionar.

A los pocos minutos, la cubierta estaba abarrotada por todo Blue Bayou. Más

de cien personas gritando al unísono, tal vez ni siquiera serían necesarias la

bengalas, juro que aquellos gritos se podían escuchar hasta la luna. Todos movían

sus brazos sin dejar de aullar en forma de señal. Tomé la pistola, la cargué, apunté

y dispare. La luz llegó demasiado alto, y nadie quitaba la vista de aquel barco. No

había señas de que estuviéramos llamando su atención.

Volví a disparar. Los gritos comenzaban a detenerse, todos estábamos

concentrados en el lejano punto. El sudor caía desde mi frente hacia mi barbilla.

Voltee a ver a todos y cargue el tercero y último tiro. Cerré mis ojos. Sólo uno debe

funcionar. Esta vez disparé sin quitar mi mirada de aquella luz.

296
Sólo veía cómo subía y subía, dejando esa enorme estela roja detrás. Todo

se quedó en silencio… voltee a ver a John y muy a lo lejos, se escuchó cómo aquel

barco tocaba su bocina. Un sonido que se propagaba a la distancia, de mil

trompetas que provenían del cielo. Todos en el barco comenzaron a gritar de

felicidad, una gran fiesta.

Miré al cielo y di gracias a Dios, a papá, al abuelo, a Rob y a mi Amy.

Estaba completamente seguro de que no nos habían dejado solos ni un solo

momento. ¡Gracias, gracias, gracias!, repetía una y otra vez, mientras el sonido de

esa bocina seguía propagándose por todos lados.

- ¡LO LOGRAMOS! — grité, saltando de emoción.

Comencé a abrazarme con todos. Dennis lloraba de la felicidad; Karen y Bob

no se soltaban. Habíamos abierto todas las botellas de champaña que había en la

bodega, sólo faltaba platicar con todos lo que le diríamos a la prensa y lo que

tendríamos que explicar a nuestros rescatistas al darse cuenta quienes íbamos en

ese barco.

- Matt, no te he dado las gracias por salvarme la vida, Arthur iba a

matarme…- le dije.

- Jude, desde que empezaste con esa loca idea de escapar, tú salvaste la

mía. No tienes nada que agradecerme.

- ¿Tienes a dónde llegar? — le pregunté.


297
- Huí de casa a los catorce años, dormí en la calle varios días. Intentaba

viajar de Boston a Montreal pidiendo aventones en la carretera hasta que

Arthur me llevó. Así fue como llegue a Blue bayou, muero por ver a mi

familia y abrazarlos. Me han de dar por muerto...

- No dudes en visitarme en Baltimore.

- Es un trato, Jude — me contestó.

Todos estuvieron de acuerdo con mi idea. Mentir era lo mejor…

Por fin, el barco nos alcanzó. Era un buque mercante de frutas.

Nos abordaron cinco hombres de la otra tripulación.

- ¿Qué ha sucedido? —preguntó uno de los hombres, cuya cara no era

memorable. Voltee a ver a todos y respondí. —Hola, mi nombre es

Matthew Williams y hace doce días salimos huyendo de quien nos tenía

privados de nuestra libertad. Navegamos sin rumbo todo este tiempo

hasta que los vimos.

El hombre se nos quedó viendo y nos preguntó.

- ¿Cómo lograron escapar?

- Es una larga historia — le contesté.

- ¿Cuántos son?
298
- Ciento dieciséis…—me quedé pensando por un momento y corregí. —

Ciento catorce, perdimos a dos.

- Estamos muy cerca de Nueva York, no más de dos días. Nosotros

tomaremos control del barco. Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta?

—me dijo.

- Claro —contesté.

- Eres idéntico a un cantante que murió hace años, Jude Stone, ¿te lo han

dicho?

- Todo el tiempo —le contesté, sonriendo. — ¿Cuál es su nombre? —

- Robert Gardfield. Puedes llamarme Rob.

- Gracias Rob — dije, sin poder dejar de sonreír.

Todos, absolutamente todos, pudieron dormir por fin. La paz había llegado,

toda la tensión comenzó a abandonar mi cuerpo y el sueño me empezaba a atrapar.

Llegué a uno de los camarotes donde estaban Kurt, Bonzo y Hendrix. Me

deje caer en una de las camas y, aunque no eran las mas cómodas,

automáticamente me quede dormido durante día y medio. No hubo sueños. Al abrir

los ojos me encontré solo en aquel cuarto. Tras levantarme, me dirigí a la cocina,

moría de hambre.

En la cocina se encontraba Robert, a su lado una pila de sándwiches de pavo

que había preparado Karen con anterioridad. Sabía que eran de ella. Los había

comido varias veces en Blue Bayou.


299
- Hola Jude —dijo, ofreciéndome uno —estamos a unas horas de llegar a

Nueva York. Te caería bien algo de comida

- ¿Jude? Me llamo Matthew —le dije, mientras tomaba el emparedado.

- Ja. Ya sé quiénes son. No te preocupes: mis chicos y yo ya lloramos y

nos sorprendimos lo que teníamos que llorar y sorprendernos.

- ¿Quién te lo dijo? — pregunté.

- Sus caras. Después John y Freddie. Karen me besó en la boca como

gratitud. Fue extraño.

- Sí, suele hacer eso — le dije sonriendo y dando una mordida gigantesca

al sándwich. Me supo a gloria.

- No te preocupes, somos discretos. Esto es enorme, Jude.

- Lo es, lo es. Oye, quisiera pedirte un gran favor.

- Sí, lo que quieras.

- Necesito que localices a Louis Madisson y que le expliquen la situación

para que vaya a donde embarcaremos.

- Sí, claro. Ahora mismo hago las llamadas.

Le di la dirección y el número de Louis, el que memoricé a los quince años…

moría por ver a mi amigo de nuevo y, antes que mi familia, quería que él estuviera

presente. Debía pensar bien cómo iba a manejar la noticia para ellos.

El clima comenzaba a sentirse fresco y un poco seco a la vez. Eso sólo

significaba una cosa: estábamos cerca de tierra. Con mucha calma subí a la cubierta
300
y empecé a visualizar los grandes rascacielos que solo pueden caracterizar a esa

hermosa ciudad, a la Gran Manzana, Nueva York.

Los chicos se acercaron conmigo y se pusieron a contemplar el panorama a

mi lado.

Teníamos un plan hecho. Uno que sólo nosotros podíamos llevar a cabo.

- ¿Listos para un par de conciertos más? —preguntó Freddie, con su

característica sonrisilla.

- Esto será divertido — contestó John, después de una rasurada,

regresando a la cara que todos conocían. — No puedo esperar a ver la

cara que hará cuando me vea.

Nunca supe si ese comentario era para su esposa o para Paul.

El barco llegó a su destino. Al detenerse, mi corazón comenzó a latir a mil

por hora; comencé a sentir esos nervios que me atrapaban al inicio de mi carrera

antes de subirme al escenario. La cara de todos tenía el mismo aspecto: ver edificios

de nuevo, estar en la ciudad. Aquella imagen era simplemente abrumadora.

La puerta del barco se abrió y Lou apareció.

Al verme sus ojos no daban señas de comprensión. Su incredulidad se

reflejaba en cada una de sus facciones mientras yo sonreía al borde del llanto. Ahí

estaba él, de nuevo frente a mí.


301
- ¿Eres tú? — murmuró. — ¿En verdad eres tú?

- Hola Lou — contesté.

Él se lanzó a mis brazos y me abrazó con demasiada fuerza. Sentía que mi

columna se reventaría en cualquier momento.

- ¡Maldita sea!, ¡¿qué fue lo que pasó, dónde estuviste todos estos años?

¡Tu casa se quemó, nos dijeron que habías muerto en ella!

- Amigo, te lo contaré todo, pero primero ¿conseguiste las camionetas?

- Sí, sí, claro —contestó, secando sus lágrimas.

- Tenemos que refugiarnos por ahora en algún hotel, necesitamos varias

habitaciones y un penthouse para contarte todo.

- Tu familia, Jude. Tu familia tiene que saber...

- En su momento, Lou, por ahora, ven, quiero que conozcas a alguien.

Lo llevé al área común. Todos estaban ahí parados.

- Louis Madisson, te presento a mi otra familia.

El rostro de Lou se puso blanco, no parpadeaba y su boca estaba tan abierta

que casi le llegaba al piso.

- Ellos… ellos… son… son…


302
- Ellos son Blue Bayou —dije mientras los señalaba.

Lou seguía sin parpadear cuando todos comenzaron a saludarlo. Imagino

que no había rareza en su reacción.

- Creo que se me bajó la presión —dijo con los ojos cerrados mientras se

agarraba la cabeza con ambas manos.

- Te prometo que te explicaré todo, pero de verdad necesitamos ir a un

lugar seguro — añadí, dando una palmada en su espalda.

- Sí, sí, claro. No se preocupen por nada —dijo, recobrando el aliento y

dando golpecitos en la espalda de Cerati.

Nos trasladamos en trece camionetas, todos íbamos pegados a las ventanas

como si descubriéramos el mundo por primera vez. Cada vez estábamos más cerca

del “Knickerbocker”. Lou había conseguido tantas habitaciones como había podido,

y todos temíamos que llegaran a sospechar algo por la urgencia de la solicitud. Al

final, no sólo éramos doce, éramos ciento catorce personas que necesitábamos

asilo.

Llegamos al hotel y fuimos los doce al penthouse del lugar, pasamos por el

lobby como cualquier otra persona.

303
Nadie nos volteó a ver, ni un poco, ¡quien lo pensaría! Sólo había susurros

de: mira ahí va un tipo que se parece a John, o ¿viste a aquel hombre que era

idéntico a Kurt?

¿Quién lo pensaría?

Lou seguía sin poder asimilar todo aquello. Esa noche le conté todo, mientras

los chicos me apoyaban con partes que olvidaba. No me faltó un solo detalle, con

la excepción de que habíamos ido a Blue Bayou por cuenta propia.

Le conté del abuelo, de Amy, de Rob. Él simplemente no lo podía creer. Le

platiqué de Arthur y su club, de las golpizas que nos daban y de cómo casi nos

matan a Bob y a mí, y cómo lo habían logrado con el abuelo.

- Dios, ¿cómo anunciaremos esto, cómo haremos para que la gente lo

asimile? -, preguntó Lou.

- Es lo que menos me preocupa —contesté —. ¿Podrías avisar a mi

familia?

- Hace años que no sé de ellos, pero iré a buscarlos —dijo el mejor

manager del mundo. —Y ya se me ocurrirá algo. Diablos, Jude, aún no

puedo creer que estés aquí.

- Muchas gracias, Lou, no sabes el gusto que me da verte —dije con toda

sinceridad.

- Aún no se ni que pensar, Jude —él dijo en shock.


304
- Bueno, esto puede ayudar: ¿sabes quién estaba detrás de todo esto? —

le pregunté.

- ¿Quien?

- ¿Recuerdas a tu novio, el hombre misterioso?

- ¡No te creo!

- Sí, yo tampoco, amigo…

Tras eso, Lou salió de la recamara y se dirigió a Baltimore.

No pude dormir ni una sola hora, estuve toda la noche pegado a la ventana

viendo la ciudad y fumando como loco. Simplemente quería estar en Baltimore, en

los brazos de mi familia sin la necesidad de tener que vérmelas con la prensa; sólo

quería descansar, pero lo que seguía era necesario.

Arthur era dueño de la mayoría de nuestras vidas y sólo si lo acusábamos de

secuestrador podríamos recuperar nuestras fortunas.

Los rayos del sol comenzaban a rebotar en los ventanales de los enormes

rascacielos y la vida en la ciudad comenzaba a hacerse presente en incesantes

ruidos. Al medio día, recibí una llamada de Lou que me decía que estaban a punto

de abordar el avión. Planeamos que les dijera que me harían un homenaje en Nueva

York. Me di un baño para estar presentable para ellos, no podía con los nervios.

Unas horas después las puertas de aquel cuarto se abrieron y entro Lou seguido

por Greg, Mamá, Carl y Cecil.


305
Greg, al verme, quedó impactado. Mamá apenas me miró a los ojos y cayó

desplomada, afortunadamente Greg y Carl la lograron sujetar.

- Matt… ¿qué es esto, cómo puede ser? — decía mi madre sin nada de

aire.

- ¿Qué demonios es esto? —preguntó Greg, que había comenzado a llorar.

- No es fácil de explicar hermano, pero te juro que les diré todo — dije, sin

dar un paso adelante.

Cecil no podía quitarse las manos de la boca y Carl no apartaba su mirada

de mí; había un poco de ira, un poco de resentimiento, pero mucha, mucha

sorpresa.

- Levántate Mamá, Carl ¡ayúdame! —le dijo Greg a Carl.

- Matthew, ¿eres tú? —me preguntó Cecil con una voz apenas audible.

- Sí, Cecil, he vuelto.

- Nos dijeron que moriste Jude, vimos tu casa hecha cenizas —dijo Greg

con voz acusatoria.

Al levantar a mamá no pude evitar lanzarme a sus brazos. A mis hermanos

les costó asimilar aquella noticia, pero al final se unieron a nosotros. No podía dejar

de llorar, los besé a todos y no paraba de decirles cuánto los amaba y cuanta falta

me habían hecho.
306
Por fin pude tranquilizarme, estaba con ellos.

- ¿Nos puedes decir qué es lo que paso? —insistió Greg.

Con una sonrisa, los llevé a donde estaban los demás, John, Bonzo y

compañía. Después de un colapso nervioso colectivo, y de que se repusieran, les

platiqué todo, en especial la mentira del secuestro. No podía tolerar la idea de que

mi familia me odiara. Mi madre no había superado aún el volverme a ver, mucho

menos lograba digerir conocer a mis legendarias amistades.

- Entonces, ¿todos los del club murieron? —preguntó Greg.

- Todos —contesté fríamente —los demás que rescatamos son los que no

estaban de acuerdo con los tratos que nos daban. Eran de los buenos.

- Nos trataban como animales en un zoológico —dijo John.

Yo no podía dejar de abrazar a mi madre, sentía demasiado alivio estar con

ellos y que de alguna manera había logrado explicarles lo que sucedió. Carl me

seguía observando, en sus ojos vi algo que no me esperaba: no me creía, pero

también me dio a entender que no me delataría. Siempre fue listo, mi hermanito.

Hospedé a mi familia en dos habitaciones del hotel. Cecil me confesó que hacía

años que no había visto dormir a mamá así.

- Sigo sin creerlo, ¿de verdad estas aquí? — me preguntó Greg, mientras

me fumaba un cigarro en la azotea del hotel.


307
Antes de poder decir algo, de hacer alguna broma o contarle cómo

escapamos, él añadió:

- Pensé que nos habías abandonado. Y nunca te lo iba a perdonar.

Él se rió y rascó su cabeza. Su cara delataba que aún intentaba entender

todo, poniendo en evidencia el desgaste emocional al que se seguía enfrentando.

- Ve a dormir, Greg, mañana seguiré aquí. Te lo juro.

- Más te vale, Matt —me dijo con un golpe en el hombro mientras se fue a

su cuarto.

Yo me fui al penthouse a platicar con los demás de nuestro encuentro con la

prensa al día siguiente.

- Chicos, ya no aguanto más, ¡necesito salir! —dijo Karen, sin dejar de

mover las rodillas.

- Sabes que eso no lo podemos hacer, Karen —le contesté.

- La verdad yo me siento igual, Jude, me vendría muy bien caminar un poco

por las calles —la apoyó Cerati.

- ¿Ustedes qué dicen? —le pregunte a los demás.

A esto, Kurt respondió:


308
- Aunque la gente nos vea, no creo que alguien pueda imaginar siquiera

que somos nosotros...

- Entonces — dije, apenas conteniendo una sonrisa — ¿voto unánime? —

la verdad también quería salir.

- ¿Por qué no? todo el mundo está durmiendo a estas horas —dijo Bob.

- Ay, Bob, ¡estamos en Nueva York! ¡Este lugar nunca duerme! — comentó

Freddie.

Sin pensarlo dos veces, salimos los doce del cuarto y subimos a un elevador,

donde sonaba de fondo “Imagine”.

- No puede ser. Bueno, creo que alguien empezará a cobrar regalías de

nuevo —dijo John.

Todos estallamos a carcajadas, era absurdo vernos en el espejo del techo

de aquel elevador, como sardinas.

Caminamos entre las calles iluminadas. Algunos encendimos un cigarro. El

clima era perfecto, se respiraba felicidad, y cualquiera creería que éramos un grupo

de imitadores.

Llegamos a Time Square, la energía de ese lugar nos envolvía, lleno de

personas y colores. Parecía que eran las doce del medio día. Nos quedamos

309
parados en el centro de Time Square viendo todos los letreros como si estuviéramos

viendo la octava maravilla del mundo. De pronto sentí dos flashes en mi rostro.

- Que grandiosos cosplays — dijo un sujeto mientras nos fotografiaba.

- Ah, gracias — contesté.

De pronto, otro y otro. Al poco tiempo, un grupo de personas comenzaron a

fotografiarnos. No pasó mucho cuando los flashes cesaron y los rostros de la gente

que había ahí se mostraban, incrédulos. Al pestañear, el grupo de veinte personas

se había convertido en cien y seguían llegando.

- ¡No puede ser! —dijo un hombre, mientras quitaba la cámara de sus ojos.

- ¿En serio son ellos? - preguntó una chica.

Nosotros sólo nos veíamos, sin poder hacer nada. Los flashes y el barullo se

hicieron gigantes, los gritos comenzaron a aparecer.

- ¡¿John?!

- ¡¿Freddie?!

Los nombres empezaron a saltar y a ser gritados. En cuestión de segundos,

todas las fotos y videos se comenzaron a hacer virales en las redes sociales.

Segundos después, todos los medios de comunicación estaban ahí. Incluso la

policía llegó y antes de que la gente terminara de comprender lo que estaba


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sucediendo, lograron hacer una barrera humana alrededor de nosotros. Pero los

policías no podían concentrarse, volteaban a vernos con la misma cara de

incredulidad de aquellas personas. Los canales de televisión y la gente se nos

echaban encima. ¿Son ustedes? ¿Son imitadores? ¿Quiénes son? eran algunas de

las preguntas que nos hacían, sin éxito. Ninguno de ellos, o nosotros, sabía cómo

reaccionar. No lo habían logrado comprender, de otra manera jamás hubieran

reaccionado con tanta “tranquilidad”.

Entre el caos, logré ver como Lou llegaba en una camioneta y salía de ella

con la cara de angustia.

Comencé a hacer señas a la gente para que guardaran silencio, y,

sorprendentemente, logré que se quedaran completamente callados. Voltee a ver a

las leyendas, e incluso para mí era enorme ver a todos reunidos ahí. Fijé mi mirada

en una de las cámaras y dije:

- Yo soy Jude Stone y ¡estamos de vuelta!

Dimos la vuelta y nos subimos uno a uno a la camioneta, aprovechando lo

estático de la escena. El mundo de gente que había en el lugar, incluyendo a la

policía y a la prensa, no emitían un solo ruido. Jamás había visto a tanta gente en

shock en mi vida. Logramos subir a la camioneta y cerramos la puerta con mucha

calma.

- No es lo que tenía en mente —dijo Lou.


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- Lou, ¡acelera, acelera como si te estuviera persiguiendo el diablo! —le

grité.

Louis Maddison pisó el acelerador y a los quince segundos aquella multitud

en silencio comenzó a gritar y a correr hacia nosotros. Yo estaba aterrorizado, mi

cara me delataba a kilómetros por ver a todas esas personas dirigiéndose a toda

velocidad hacia la camioneta. John y todos los demás se reían.

El hotel estuvo rodeado por más de veinte mil personas durante dos

semanas. Los medios de comunicación tenían que llegar por helicóptero. Estuvimos

esas dos semanas contándole a cada uno de los diferentes canales y medios lo que

había pasado con nosotros. No fue una tarea fácil, y estoy seguro que muchos no

se la creyeron del todo.

- Entonces, ¿ustedes se hacen llamar Blue Bayou? —preguntó un

reportero sin que su voz dejara de temblar.

- Así es — contesté.

- Lo que cuentas parece sacado de una película —añadió otra reportera.

- Así parece, ¿verdad? —contestó Cerati.

- Y, ¿qué? ¿Piensan dar conciertos de nuevo?

Todos nos volteamos a ver y sonreímos.

- Hasta que muramos — finalizó Kurt, sonriendo.


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Hendrix murió a los ochenta y seis años de edad, un jueves en la madrugada,

en el año dos mil veintiocho. Fue un paro cardiaco que lo sorprendió en la cama de

su casa.

Bob murió un año después que Hendrix, a los ochenta y cuatro años. Aún

pudo disfrutar unos años más cantando sus canciones. Murió rodeado de sus hijos.

Bonzo tenía setenta y siete años cuando murió de un infarto. Todos dicen

que fue una congestión alcohólica. Cuando eres rockstar, eres rockstar.

John murió el cuatro de febrero de este año, a la edad de noventa y dos. Dio

un par de conciertos más sin contar las giras que hicimos juntos. Él se retiró por

siempre de la música, vivió lo que le quedaba de vida junto a su esposa en su viejo

departamento en Manhattan. Lo extraño todos los días.

Ayer, veinticuatro de junio del dos mil treinta y dos, se fue Dennis,

exactamente un mes después de mi cumpleaños número cuarenta y cuatro.

Él tenía ochenta y ocho, y todos asistimos a su funeral como lo habíamos

hecho en el de los demás, honrando su memoria. Fue doloroso ir viendo como cada

uno de ellos iba partiendo, pero era algo inevitable.

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En Baltimore, mandé construir una pequeña capilla con altares de todos

ellos, un lugar donde me podía sentar a platicar con mis amigos, incluyendo el altar

del abuelo con la verdadera fecha de su muerte; el de Amy, el de Rob y por supuesto

el de mi padre.

Hoy, a mis cuarenta y cuatro, quiero que todo el mundo sepa quiénes fueron

en realidad todos ellos y de mis vivencias junto a las leyendas más grandes que han

pisado este planeta.

En algún lugar del mundo, existe una isla. Una isla donde viví cuatro años de

mi vida junto a personas increíbles; un lugar lleno de magia, pero detrás de cada

truco de magia existe una verdad incómoda.

Mi nombre es Jude Stone y estas son las crónicas de mi escape de ese

misterioso lugar llamado Blue Bayou.

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