Está en la página 1de 7

El esqueleto forma el armazón del cuerpo.

Sirve de órgano de sostén a las partes blandas y forma verdaderas


palancas sobre las que actúan los músculos. Está constituido por los huesos, unidos entre sí por las
articulaciones.

En el esqueleto se puede distinguir: a) La columna vertebral; b) las costillas, las cuales se articulan
posteriormente con la columna vertebral y anteriormente con el esternón; constituyendo en conjunto la caja
torácica; c) la cabeza, está compuesta por el cráneo y la cara que se articula con el extremo superior de la
columna vertebral; d) los miembros superiores se unen al tórax mediante la cintura escapular constituida por
la clavícula y la escápula; Los miembros inferiores se unen a la columna vertebral por medio de la cintura
pélvica, formada por los dos huesos coxales. El conjunto formado por los dos huesos coxales y el sacro
constituye la pelvis. Finalmente, en la parte anterior del cuello se sitúa un hueso, el hioides, situado a distancia
del resto del esqueleto.

El número de huesos es de doscientos, sin contar los huesecillos del oído, los pequeños sesamoideos y los
huesos suturales.

Los huesos se clasifican en tres grupos: huesos largos, huesos planos y huesos cortos. Los huesos largos
son aquellos en que una dimensión, la longitud, predomina sobre las otras dos. En los huesos largos se
distinguen un cuerpo o diáfisis y dos extremos engrosados o epífisis. La clavícula es una excepción, ya que no
presenta epífisis diferenciadas.

Los huesos planos se caracterizan por el predominio de la longitud y la anchura sobre el espesor. Los huesos
planos presentan dos caras; el número de bordes varía según la forma del hueso. Los huesos cortos son
aquellos cuyas tres dimensiones son casi iguales. La superficie de los huesos presenta relieves o procesos y
depresiones, que pueden dividirse en eminencias y cavidades articulares y no articulares. Las eminencias y
cavidades articulares son las superficies por medio de las cuales se unen los huesos. Su forma varía según el
tipo de articulación al que pertenecen. Las eminencias no articulares presentan formas muy diversas, que se
designan con los términos de tuberosidad, tubérculo, espina, cresta o línea. Unas están únicamente
determinadas por inserciones tendinosas o ligamentosas. Su volumen y extensión depende de la importancia
de los tendones o ligamentos que se insertan en ellas. Otras eminencias no articulares se forman por medio
de un centro de osificación particular. Se encuentran sobre todo en las epífisis de los huesos largos y en los
ángulos de los huesos planos.

Las cavidades no articulares se dividen en tres categorías. Unas se desarrollan bajo la influencia de
inserciones musculares y tienen como misión aumentar la superficie de inserción del tendón. Otras, en forma
de escotadura, agujero, surco o canal que sirven de paso a vasos y nervios.

Finalmente, ciertas cavidades son divertículos, como los de las cavidades nasales y timpánica; se desarrollan
en los huesos vecinos, y constituyen las cavidades sinusales y mastoideas.

En la superficie de los huesos se encuentran numerosos orificios, los agujeros nutricios, que dan acceso a los
conductos nutricios del hueso se encuentran clasificados en tres órdenes.

Los orificios y conductos de primer orden pertenecen a la diáfisis de los huesos largos y a las caras de los
huesos planos. Dan paso a la arteria nutricia principal del hueso. Los conductos nutricios de primer orden del
cuerpo de los huesos largos se dirigen a la cavidad medular siguiendo un trayecto oblicuo. La oblicuidad del
conducto se debe al alargamiento más rápido de la diáfisis hacia la epífisis más fértil, de manera que el orificio
superficial del conducto nutricio se desplaza hacia este extremo al mismo tiempo que se forman nuevas
laminillas de hueso perióstico.
Los orificios y conductos de segundo orden se localizan sobre las epífisis de los huesos largos, los bordes y
ángulos de los huesos planos y, sobre todo, en la superficie no articular de los huesos cortos. Son
especialmente numerosos en las proximidades de las superficies articulares.

Los orificios y conductos de tercer orden, de muy pequeño calibre, se hallan en número considerable en toda
la superficie no articular del hueso. Los huesos están formados por tejido óseo compacto y tejido óseo
esponjoso. El hueso compacto forma en la periferia del hueso una capa continua mientras que el hueso
esponjoso está envuelto por el hueso compacto. Está formado por laminillas óseas que limitan espacios
rellenos de médula ósea que comunican unos con otros.

Las trabéculas o laminillas del hueso esponjoso se orientan en cada hueso de manera que ofrecen la mayor
resistencia posible a las presiones que deben soportar.

En los huesos largos, el cuerpo está constituido por una cubierta de hueso compacto, cuyo espesor
disminuye, en general, de la parte media hacia los extremos. La cubierta de hueso compacto limita la cavidad
medular que se extiende a lo largo de todo el cuerpo del hueso. Esta es atravesada por finas trabéculas óseas
y está rellena de médula ósea. Los extremos de los huesos largos están formados por una laminilla periférica
de hueso compacto que envuelve a una masa de hueso esponjoso. Los espacios del hueso esponjoso
comunican entre sí y con la cavidad medular;

Los huesos planos están formados por dos láminas de hueso compacto, entre las cuales hay una capa más o
menos gruesa de hueso esponjoso. En los huesos de la bóveda craneal, las dos láminas de hueso compacto
se denominan lámina o tabla interna y lámina o tabla externa; la capa esponjosa intermedia se denomina
generalmente diploe.

Los huesos cortos se componen de una delgada envoltura de hueso compacto que rodea al hueso esponjoso.
El periostio es una membrana fibrosa y blanquecina que recubre y se adhiere a los huesos, salvo en las
superficies articulares. Alrededor de las superficies articulares, el periostio se une a la cápsula articular.

Esta adherencia es tanto más fuerte cuanto más irregular es la superficie ósea. Así, la adherencia es débil en
la diáfisis de los huesos largos; es muy fuerte en la base del cráneo, las epífisis de los huesos largos, los
bordes y ángulos de los huesos planos, y en los huesos cortos. El periostio desempeña un papel esencial en
el desarrollo y la vascularización de los huesos.

Las arterias nutricias de los huesos son de tres órdenes. Los huesos largos y los huesos planos poseen tan
sólo un conducto nutricio de primer orden en el que se introduce la arteria nutricia principal del hueso.

En los huesos largos, esta arteria penetra en la cavidad medular y se divide en dos ramas que divergen hacia
los extremos del hueso. Las venas y los nervios siguen el trayecto de las arterias.

Osificación cartilaginosa. En ciertas regiones del esbozo cartilaginoso y en determinados períodos del
desarrollo, se producen modificaciones histológicas que dan lugar a la formación de los centros de osificación.
Éstos se extienden y transforman toda la pieza cartilaginosa en tejido óseo, con excepción de una delgada
capa de cartílago que reviste las superficies articulares.

El primer centro de osificación que aparece en el esbozo cartilaginoso de un hueso se denomina centro de
osificación primario. Forma la mayor parte del hueso; los otros centros de osificación, o centros de osificación
secundarios, aparecen más tarde y forman algunos procesos. En los huesos largos, el centro de osificación
primario aparece en la parte media del hueso y forma la diáfisis. Los centros de osificación secundarios
constituyen las epífisis.

A lo largo de todo el desarrollo y el crecimiento del hueso, el centro diafisario se encuentra separado de los
centros epifisarios por una delgada capa de cartílago denominada cartílago epifisario. Antes de que tenga
lugar la osificación cartilaginosa diafisaria, el pericondrio, membrana conjuntiva que envuelve al cartílago
adopta las características del periostio y produce tejido óseo en forma de una envoltura ósea pericondral.

El crecimiento del hueso en longitud se realiza en su mayor parte a nivel del cartílago epifisario. Las capas
superficiales del cartílago se transforman en tejido óseo, mientras que el cartílago se renueva por proliferación
de elementos de su parte media. El cartílago epifisario persiste hasta el desarrollo completo del hueso;

Las epífisis fértiles que son aquellas que donde el cartílago es mas activo están situadas cerca de la rodilla y
lejos del codo. Los cartílagos epifisarios correspondientes a la epífisis superior del húmero, inferior del radio,
inferior del fémur y superior de la tibia presentan una actividad o «fuerza proliferativa» mayor que los
cartílagos epifisarios del extremo opuesto de cada uno de estos huesos.

El cartílago que recubre las epífisis contribuye también, aunque de manera poco importante, en el crecimiento
en longitud. El crecimiento en espesor se realiza por medio de la capa profunda, osteogénica, del periostio.

En los huesos largos, a medida que la diáfisis se engruesa la parte central constituye la localización de
fenómenos de reabsorción. El hueso endocondral desaparece en la diáfisis y, a continuación, el proceso de
reabsorción se extiende a las capas más profundas del hueso perióstico. Así se forma la cavidad medular.

Osificación membranosa. Los centros de osificación de la bóveda del cráneo y de la cara se desarrollan
directamente en el tejido conjuntivo embrionario.

Articulaciones
Las articulaciones son el conjunto de elementos por los que los huesos se unen entre sí. Las articulaciones
se dividen en tres clases principales:
— Articulaciones inmóviles o fibrosas.
— Articulaciones semimóviles o cartilaginosas.
— Articulaciones móviles o sinoviales.

Las articulaciones fibrosas se caracterizan por tener dos superficies articulares unidas por tejido fibroso
ejemplo las sindesmosis y las suturas.

Las suturas se dividen, dependiendo de la configuración de las superficies articulares, en dentada, escamosa
y plana. En la sutura dentada, los huesos se unen por engranaje de las superficies articulares, que presentan
una especie de dientes. La sutura escamosa es una sutura dentada en que las superficies articulares están
talladas en bisel y la sutura plana se caracteriza por superficies articulares relativamente planas y sin dientes.

La esquindilesis es aquella articulación en cuya superficie, en forma de cresta, se enclava en la superficie


opuesta, en forma de ranura. Ejemplo la articulación del hueso vómer con el hueso esfenoides.

Las articulaciones cartilaginosas pueden poseer superficies articulares, planas o cóncavas, recubiertas de
cartílago, se unen: a) por medio de un ligamento interóseo, fibroso o fibrocartilaginoso, que se extiende entre
las superficies articulares, y b) por ligamentos periféricos que recubren el contorno del ligamento interóseo. El
tejido intermedio o ligamento interóseo puede diferenciarse en cartílago hialino y entonces la articulación se
denomina sincondrosis, o bien en una masa de tejido fibrocartilaginoso situada entre las superficies articulares
que recibe la denominación de sínfisis.

Las articulaciones sinoviales o diartrosis presentan:


a) superficies articulares lisas, que se hallan separadas por una cavidad articular y se mueven unas sobre
otras; b) una cápsula articular y ligamentos, y c) una membrana sinovial.

Las superficies articulares están siempre revestidas de cartílago, denominado cartílago articular. Este
cartílago presenta una superficie libre, lisa y pulida. Su espesor es proporcional a la presión que soporta por
unidad de superficie. El cartílago articular facilita los deslizamientos, protege la superficie ósea e impide el
desgaste del hueso. Con frecuencia las superficies articulares no se adaptan exactamente. En este caso, la
concordancia se restablece mediante láminas fibrocartilaginosas interarticulares denominadas meniscos
articulares. Las caras libres y lisas de los meniscos se aplican exactamente sobre las superficies articulares
correspondientes. Su contorno se adhiere a la cápsula.

Rodetes Periarticulares son anillos fibrocartilaginosos dispuestos alrededor de las cavidades articulares. Se
diferencian de los meniscos por el hecho de que sólo una de las dos caras del rodete es libre y articular,
mientras que la otra se adhiere a la superficie articular correspondiente.

Los rodetes aseguran, al igual que los meniscos, la perfecta adaptación de las superficies articulares. Al
mismo tiempo, aumentan la extensión y profundidad de la superficie articular a que pertenecen.

Las superficies articulares se mantienen en contacto mediante una cápsula articular y ligamentos. La cápsula
articular es un manguito fibroso que se une al contorno o a las proximidades de las superficies articulares. La
cápsula es tanto más laxa cuanto más móvil es la articulación y más amplios son sus movimientos. La cápsula
articular presenta en algunos lugares refuerzos, denominados ligamentos, que se sitúan allí donde la cápsula
debe presentar una mayor resistencia.

La membrana sinovial es una membrana delgada y transparente que se aplica sobre la cara interna de la
cápsula articular y forma cuerpo con ella. Se inserta alrededor del revestimiento cartilaginoso de las
superficies articulares y tapiza toda la cavidad articular, salvo las superficies articulares.

La cara interna de la mayoría de las membranas sinoviales está elevada por los pliegues sinoviales que son
prolongaciones que protruyen hacia la cavidad articular, formadas por tejido conjuntivo muy vascularizado.
Los pliegues sinoviales son de forma y volumen muy variables. Unos son filiformes, otros laminares, y otros
constituyen voluminosas acumulaciones adiposas que recubren la membrana sinovial. Todos ellos tienen la
misma función y sirven para llenar los espacios libres que se crean entre las superficies articulares en
determinados movimientos de la articulación. Ése es el motivo de que los pliegues sinoviales se desarrollen
sobre todo en la parte anterior de las interlíneas articulares.

Las superficies articulares están constantemente lubrificadas por el líquido sinovial un líquido incoloro, viscoso
y filante que facilita el deslizamiento de las superficies articulares. Es frecuente encontrar prolongaciones en
forma de fondo de saco de la membrana sinovial, que se sitúan entre los fascículos de la cápsula articular o
de los ligamentos.

Según la forma de las superficies articulares, se distinguen seis clases de articulaciones sinoviales:

 La articulación esferoidea o enartrosis, cuyas superficies articulares son segmentos de esfera, uno
convexo y otro cóncavo.
 La articulación elipsoidea o condílea, cuyas superficies articulares son segmentos de elipsoide, uno
convexo y otro cóncavo.
 El encaje recíproco o articulación sellar o en silla de montar, caracterizada por superficies articulares
que son cóncavas en un sentido y convexas en el otro; la concavidad de una se opone a la convexidad
de la otra.
 El gínglimo o tróclea, una de cuyas superficies tiene la forma de una polea.
 La articulación trocoide, cuyas superficies son segmentos de cilindro, uno convexo y otro cóncavo.
 La articulación plana o artrodia, cuyas superficies articulares son planas.

Las articulaciones sinoviales son articulaciones móviles. Son localización de movimientos pasivos o activos,
dependiendo de si las superficies articulares en contacto se desplazan por la acción de una fuerza exterior o
por la de los músculos. La forma de las articulaciones sinoviales determina los ejes alrededor de los cuales se
efectúa obligatoriamente el movimiento.

Las articulaciones sinoviales también pueden clasificarse desde el punto de vista mecánico en articulaciones
de uno, dos o tres ejes, que se corresponden con los movimientos en los tres planos del espacio. Las
superficies articulares de la articulación trocoide están representadas por segmentos de cilindro: un cilindro
sólido que gira dentro de un cilindro hueco. La articulación radiocubital es un excelente ejemplo de este tipo
articular. El eje de esta articulación es longitudinal, de manera que la rotación del radio en la escotadura radial
del cúbito y en el anillo fibroso que la completa permite a la cabeza del radio girar sobre sí misma alrededor de
un eje que pasa por el centro de la cabeza del radio. Este movimiento desplaza el extremo inferior del radio
medialmente (pronación) o lateralmente (supinación).

Las articulaciones de dos ejes son de dos tipos: la articulación elipsoidea o condílea y la articulación por
encaje recíproco o «en silla de montar». La articulación elipsoidea se caracteriza por una superficie convexa,
el cóndilo, cuyos radios de curvatura son perpendiculares entre sí. un ejemplo de este tipo de articulación es
el cóndilo carpiano.

La articulación en silla de montar presenta también dos ejes, pero la superficie articular móvil, en vez de ser
convexa en los dos sentidos, sólo lo es en uno de sus diámetros, mientras que el otro es cóncavo. La
articulación carpometacarpiana del pulgar (trapeciometacarpiana) constituye un buen ejemplo.

Las articulaciones con tres ejes reciben el nombre de articulaciones esferoideas. Una de las superficies es
esférica y gira en una cavidad más o menos esférica, denominada cavidad glenoidea o acetábulo.
Estas permiten además movimientos de circunducción en que el hueso correspondiente pasa por todas las
posiciones extremas (aducción, flexión, abducción y extensión).

La articulación plana es un tipo de articulación sinovial totalmente diferente: las superficies planas se deslizan
una sobre otra sin perder el contacto. Los huesos se desplazan sin un eje directriz.

Este juego articular se observa en el carpo y en el tarso cuando los elementos óseos modifican ligeramente su
posición, adaptándola a las diversas condiciones propuestas por la mano o el pie cuando se ejecuta un gesto
complejo.

El tipo de articulación según el cual se unirán los dos huesos resultará de las diferentes transformaciones
experimentadas por los elementos de la zona intermedia en cada tipo de articulación.

Deben recordarse dos hechos importantes: en primer lugar, que el tejido condrógeno se transforma siempre
en su totalidad en cartílago, y, en segundo lugar, que el esbozo cartilaginoso es totalmente invadido por el
tejido óseo, con excepción de una delgada capa que reviste las superficies articulares y que se convierte en el
cartílago articular.

Los huesos que se articulan mediante articulaciones fibrosas se desarrollan directamente en el tejido
conjuntivo. En este caso, las superficies articulares están unidas por tejido fibroso en vez de cartílago.

Si el tejido cartilaginoso o el tejido fibroso interarticular de las articulaciones fibrosas y de las articulaciones
cartilaginosas es invadido por el proceso de osificación, se produce una sinostosis.

A lo largo del desarrollo de una sínfisis, la producción de tejido condrógeno cesa aun cuando los extremos
cartilaginosos de los huesos vecinos están todavía separados por un gran espesor de tejido indiferenciado.

Músculos
Los músculos son órganos dotados de la propiedad de contraerse. Se divien en: a) músculos rojos, estriados,
voluntarios o de la vida animal, y b) músculos blancos, lisos, involuntarios o de la vida vegetativa. Los
músculos de estos dos grupos se diferencian por su configuración, estructura, tipo de contracción, función e
inervación.

Un músculo estriado está compuesto por dos partes. El cuerpo o vientre parte gruesa, blanda y roja, que es la
parte contráctil, muscular o carnosa, y que ocupa la parte media del músculo. La porción tendinosa estrecha,
muy densa, resistente y blanca que forma los extremos del músculo.

Los músculos se clasifican en largos, anchos y cortos. Existe además una categoría de músculos formados
por fascículos curvilíneos; se trata de los músculos orbiculares.

Según el número de vientres pueden ser simples, digástricos o poligástricos. Otros músculos, denominados
bíceps, tríceps o cuádriceps, están formados por dos, tres o cuatro cuerpos musculares que tienen un origen
distinto y se reúnen en uno de sus extremos.

Los músculos se insertan mediante sus tendones. La superficie de inserción puede ser ósea, cartilaginosa,
fascial o incluso cutánea. La inserción se realiza mediante fibras musculares cuando la superficie de inserción
es lisa. Los tendones o las láminas tendinosas se fijan en salientes o en depresiones, ya que la inserción de
un tendón requiere una superficie de inserción mayor que la superficie de sección de dicho tendón.

Las inserciones se dividen en fijas y móviles, o bien en inserciones de origen e inserciones terminales; la
inserción de origen corresponde a la inserción fija y la terminal a la inserción móvil. La longitud de las fibras
musculares o carnosas y las relaciones que estas fibras establecen con los tendones varían según los
músculos.

Si las fibras musculares poseen una dirección oblicua en relación con el eje mayor del músculo y se implantan
oblicuamente, bien en una de las caras del tendón (músculos semipenniformes), bien en las dos caras de éste
(músculos penniformes). Se denominan músculos seudopenniformes (Weiss) aquellos cuyas fibras
musculares se implantan en uno de los tendones a manera de músculos peniformes y terminan convergiendo
en el otro tendón.

Los tendones transmiten la fuerza desarrollada por el músculo. Los tendones se clasifican en tendones cortos,
planos, largos y cilíndricos. Las fibras tendinosas de los tendones cortos y de los tendones planos son
paralelas entre sí y siguen la dirección general del tendón. Los fascículos tendinosos de los tendones largos y
cilíndricos pertenecen a músculos fuertes y describen un trayecto helicoidal más o menos pronunciado.
La disposición helicoidal falta en los músculos fuertes con tendón largo, cuando el tendón se refleja a lo largo
de su trayecto. El punto de reflexión de un tendón no es jamás de una fijeza absoluta, sino que cede frente al
esfuerzo y, mediante su desplazamiento, amortigua la brusquedad del choque.

Se denomina bolsa sinovial a las membranas conjuntivas que limitan una cavidad cerrada por todos los lados
y cuyo papel es facilitar el deslizamiento de los órganos a los que se encuentran anexas. Las bolsas
sinoviales se dividen en dos categorías: bolsas sinoviales subcutáneas y bolsas sinoviales anexas a los
tendones y a los músculos.

Las bolsas sinoviales anexas a los tendones y a los músculos se desarrollan allí donde un tendón se desliza
sobre una superficie dura, ya se trate de una superficie ósea, ligamentosa o incluso tendinosa. Se desarrollan
igualmente entre un tendón y una superficie ósea cuando el tendón entra en contacto intermitente con esta
superficie.

Las bolsas sinoviales se encuentran especialmente en las proximidades inmediata de las articulaciones.
Denominamos vaina sinovial a las bolsas sinoviales cilíndricas que envuelven los tendones contenidos en una
vaina fibrosa u osteofibrosa.

Hay que distinguir entre fascias de revestimiento y aponeurosis. Las fascias de revestimiento son membranas
fibrosas que envuelven los músculos y los separan de los órganos vecinos. Las envolturas fasciales de los
músculos superficiales de un segmento del cuerpo se reúnen entre sí y forman, en este segmento, un
revestimiento continuo que separa los planos superficiales o tegumentarios de los planos profundos. Los
músculos que están en contacto con las fascias superficiales se hallan unidos a estas fascias por fascículos
tensores fibrosos o tendinosos. Las aponeurosis son tendones aplanados y membranosos, que se unen a los
músculos anchos y planos.

También podría gustarte