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Relación de las comunidades étnicas y campesinas con el agua y el territorio 

Laura Mejía Jaramillo, Daniela Posada Sarmiento y Antonia Roda Otero 


 
 
 
 
Definiciones de las comunidades étnicas y campesinas  
Las comunidades étnicas son entendidas, en el marco de
la Constitución Colombiana, como comunidades que comparten prácticas,
creencias y tradiciones propias al igual que una historia común (Mincultura, 2014). En
Colombia, las etnias entran en tres grandes categorías: la indígena, la Rom (pueblo gitano)
y la afrocolombiana. La definición de éstas y de sus territorios y tradiciones históricas
permite el establecimiento de ciertas leyes y la delimitación de resguardos indígenas y
territorios colectivos para afrocolombianos en el país. Los territorios colectivos son
espacios delimitados a partir de patrones de ocupación y tradición de uso por parte de
comunidades definidas como etnia afrocolombiana. El eje ordenador de las relaciones
sociales y económicas es la familia y “la pertenencia a la parentela establece un sistema de
derechos y obligaciones que prescribe determinados roles sociales para sus
integrantes.” (Martínez, 2013, p.49). “Los resguardos indígenas son propiedad colectiva de
las comunidades indígenas (…) son una institución legal y sociopolítica de carácter
especial, conformada por una o más comunidades indígenas, que con un título de propiedad
colectiva que goza de las garantías de la propiedad privada, poseen su territorio y se rigen
para el manejo de éste y su vida interna por una organización autónoma amparada por el
fuero indígena y su sistema normativo propio.” (Artículo 21, decreto 2164 de 1995). Cabe
aclarar que una misma etnia puede habitar diferentes territorios (históricamente poblados),
pero permanece como etnia debido a su historia, sus prácticas y sus tradiciones comunes. 
Las comunidades campesinas se pueden definir, de forma general, como familias (o
grupos de familias) productoras rurales que transfieren los excedentes de su
producción a ciertos grupos sociales, que no son productores rurales y que necesitan
alimento, a cambio de artículos que ellos producen (Wolf, 1971), en muchos casos, a
cambio de dinero. Existen muchas formas de campesinado, dependen de cómo se divide el
trabajo en las sociedades a las que pertenece, “de un complejo de conductas, creencias y
prácticas relacionadas con el manejo del ambiente natural, la tecnología (fuerzas
productivas) y las normas de producción” (Fals Borda, 1986, 21B). Se basa en una
economía familiar que mide sus ganancias de forma anual, no obstante, hay que tener en
cuenta que existen grupos campesinos que, al no tener posesión de tierras, trabajan el jornal
(paga por jornada de trabajo). La economía campesina mantiene y depende de economías a
varias escalas (locales, regionales, nacionales e internacionales) (Wolf, 1971).  
Las comunidades étnicas, al igual que las campesinas son categorías que delimitan.
No obstante, podemos ver que las fronteras son borrosas y que en muchos casos se
mezclan. Una persona que se autoidentifica con la comunidad afrocolombiana o
negra puede ser campesina al igual que una persona que se autodenomina campesina puede
ser también indígena. Esto no son casos aislados, es algo que sucede frecuentemente
(mincultura, 2016). Las comunidades han dejado de lado un discurso donde se identifican
con lo campesino y empiezan a acudir a una identidad “dada por la pertenencia a una etnia
y el derecho a reproducirse en su propio territorio” (Villa, 1999 en Martínez, 2013). 

Relación de las comunidades étnicas y campesinas con el agua y el territorio 


Al definir la relación de las comunidades étnicas y campesinas con el agua
en Colombia, es importante entender que "el agua es socio natural: un elemento que al
mismo tiempo es material y social, porque si bien tiene características biofísicas y
materiales, es también un proceso social que encarna significados y
relaciones” (…)” (Roca-Servat & Ocando, 2019, p.120). En este sentido, y teniendo en
cuenta la diversidad étnica y campesina en Colombia, enfatizamos en que no se puede
homogenizar la experiencia y los procesos alrededor del agua y el territorio. En otras
palabras, existe gran pluralidad de concepciones y prácticas culturales que se dan alrededor
de lo material (en este caso, el agua), poniendo en evidencia “procesos políticos,
económicos, territoriales, socioculturales y ecológicos a diferentes escalas” (Roca-
Servat y Ocando, 2019, p.120). Igualmente, esta multiplicidad de
significados permite considerar concepciones sobre el agua que escapen a los
ideales del proyecto extractivista, según el cual, el agua es valorada únicamente como
recurso para acumular capital (2019, p.121).   
Las comunidades campesinas tienen relaciones variadas con el agua y el territorio,
depende de los factores mencionados anteriormente. La geografía y la estacionalidad
juegan un rol importante al igual que las “prácticas relacionadas al manejo del ambiente
natural” (Fals Borda, 1986). El agua (o las aguas, ya que brotan de diferentes fuentes con
ciertas propiedades) puede ser una vía de tránsito, bebida, para sembrar y para lavar. Cabe
resaltar que dicho manejo del agua no es necesariamente constante durante todo el año, en
culturas como la “cultura anfibia” que menciona Fals Borda, su manejo depende de la
estacionalidad y de otras prácticas. 
En cuanto al territorio, existe también una heterogeneidad de relaciones que se
determinan de acuerdo a la historia, los intereses, significaciones, prácticas, etc... de
cada grupo en particular. En todo caso, se resalta que una de
las características importantes que comparten los grupos étnicos, es que esta relación se da
en el marco de una lucha política por la tierra. Es por esta razón que, de acuerdo
a Lorenzo Muelas (uno de los dirigentes más destacados del
movimiento indígena colombiano), “esta lucha en un principio se aferra a la tierra, porque
el plato de comida fue lo que se nos esquivó rotundamente, radicalmente. Luego, transita
hacia demandas de carácter político como la autonomía territorial y el gobierno
propio” (Castillo, 2007, p.15). A esta historia la acompaña el impacto del conflicto armado
interno en Colombia que está ligado a la historia de las comunidades étnicas y
campesinas y sus territorios.  Las disputas por la tenencia de la tierra se enlistan como una
de sus principales causas. Teniendo especialmente en cuenta el caso en
cuestión, recordamos que debido a la ubicación geoestratégica del pacífico colombiano, las
lógicas extractivistas de grupos al margen de la ley chocaron con los derechos territoriales
étnicos y de los territorios colectivos (Gruner, 2017, p. 178).  Es por esta razón que, en el
marco del proceso de paz con las FARC, las organizaciones etno-territoriales enfatizaron en
la necesidad urgente de implementar procesos que verifiquen los derechos político-
territoriales y las garantías establecidas en el acuerdo (Gruner, 2017, p.179). Es
fundamental reiterar que la relación de estas comunidades étnicas y campesinas con el
territorio está ligada a una lucha por derechos y propiedad colectiva sobre las tierras que
han poblado históricamente.  
Reconociendo estas complejidades generales, nos remitimos de nuevo a la petición en
cuestión para responder particularmente al caso de las comunidades étnicas
chocoanas con el río Atrato, sus territorios colectivos, resguardos y los recursos naturales
presentes en dicho territorio. 

Comunidades étnicas chocoanas y relaciones con el territorio y el agua 


Las comunidades étnicas chocoanas son las comunidades con definición y
pertenencia étnica que habitan el territorio definido dentro del departamento del Chocó en
el noroccidente colombiano. En tanto estos grupo son reconocidos legalmente como etnias
con base en su poblamiento ancestral (poblamiento histórico demostrado en el
territorio), les son asignados resguardos indígenas o territorios colectivos para
afrocolombianos. En el territorio chocoano habitan tres etnias identificadas por la ley: la
Emberá (Katío, Chamí, Dobida), la Woonan y la afrocolombiana. Según el DANE, en el
2005, el departamento del Chocó tenía 115 resguardos indígenas y 52 títulos de territorios
colectivos de comunidades negras. Esto no significa que todas las personas pertenecientes a
dichas etnias habiten en esos territorios (Mincultura, 2016). 
Meza (2006) define el territorio del Bajo Atrato como “un complejo territorial
fronterizo”, concepto que hace referencia a “cómo se superponen en el tiempo diferentes
regímenes de apropiación territorial” (p. 386). El autor sostiene que hablar de estas tierras
es hablar de fronteras o territorios periféricos, más allá de las acepciones geográficas que
tiene el concepto. Estas fronteras han estado al margen de poderes y gobiernos,
“configurándose como intersticios donde se han evidenciado las fracturas de las
soberanías imperiales y nacionales” (p. 386). En este sentido, alrededor del río se han
creado dinámicas particulares y formas de ordenamiento y de poder producto de diversidad
de actores que convergen en este lugar como lo son comunidades afrocolombianas,
indígenas y campesinas. Es fundamental entender que los actores que convergen el
territorio del río Atrato no están aislados, sino que las dinámicas de la región no se agotan
en las definiciones de comunidad étnica o campesinado, pues las relaciones que se
entretejen en el territorio son mucho más complejas. Las dinámicas en esta zona están
mediadas por actividades económicas, medios de subsistencia, organización de parentesco,
ocupación del territorio y la cosmovisión; y es en el río en donde se entretejen estas
relaciones que se han sedimentado por años en torno al agua.  
Es importante resaltar las tensiones entre los actores que convergen en la zona, no
solo entre los actores que habitan este territorio sino también las tensiones de los habitantes
con el Estado que ha hecho poca presencia en el lugar. En palabras de Meza (2006)“lo que
las regiones de frontera nos muestran de una forma intensa y vivida en la cotidianidad, son
las tensiones derivadas de las fracturas cada vez mayores de las naciones frente a procesos
de globalización hegemónica sustentada en el capital, y procesos de globalización disidente
que tienen como principio resistir al embate de los primeros” (p. 387). En otras palabras, las
relaciones que se entretejen en esta región de intercambio, uso del territorio y prácticas
ancestrales, también emergen como formas de resistencia que aparecen de la fractura de un
Estado que se ha hecho poco presente pero que igualmente busca una forma de control
territorial con miras a procesos de globalización. La noción de frontera entonces surge
como concepto unificador de diversos procesos políticos, históricos, sociales, y económicos
que se manifiestan en diversas escalas, desde lo local hasta lo global; y que se hacen
patentes en las dinámicas que se llevan a cabo en el río como un lugar de encuentro. 
Para hablar del río en esta región, es importante notar como el sistema ribereño
tradicional del Pacífico, en el que todas las dimensiones de la vida social se organizan en
torno al río, si bien aún está presente en muchos lugares, se ha encontrado con otras formas
de subsistencia y se ha venido transformando en la socialización (Meza, 2006). Aunque en
la socialización se ha hecho patente una transformación, igualmente el río sigue teniendo un
rol central en la reproducción de la vida social de esta zona del pacífico colombiano. 
Para entrar en más detalle sobre la complejidad de la zona, es importante primero hablar de
las principales actividades económicas que son, la producción de madera, la pesca, la
minería y la agricultura. Todas estas actividades están directamente relacionadas con el río,
pues este sirve como transporte de materia prima, como agua para las actividades agrícolas
y como lugar para la pesca. El agua en este sentido tiene un rol central para la subsistencia
de quienes habitan en esta zona. 
Por otro lado, el poblamiento y la cosmovisión de las comunidades de estas tierras
está directamente ligado al río y encuentra sus raíces en la historia de la trata. Acá
entendemos cosmovisión como la visión del mundo de un grupo particular que está
mediada por su cosmología, es decir, por la forma en la que un grupo en particular da
sentido e imagina el mundo en que habita.  En el caso de los afrodescendientes y su
relación del Atrato, “el negro primero como esclavo y luego como liberto ocupó las riberas
de las grandes corrientes fluviales del pacifico y fue construyendo un poblamiento de
carácter lineal que ha dado origen a lo que Oslender ha llamado, desde una geografía
critica, espacio acuático” (p.172). En este sentido, el complejo sistema hidrográfico
que compone el Atrato ha permitido la creación de un sistema social complejo que se hace
evidente en las prácticas de manejo de los ríos como la construcción de las viviendas, el
cultivo en manglar, la pesca y el transporte que se han sedimentado a lo largo del tiempo.
Asimismo, este complejo cuerpo de agua ha estado íntimamente relacionado con la manera
en la que sus habitantes significan el mundo.  
Al igual que el río, las relaciones en la región fluyen y permiten la reproducción social. Lo
que sucede en el río afecta a todos quienes habitan en la zona, desde los pobladores hasta el
ecosistema complejo que emerge en torno al río. En este sentido, la centralidad de este
cuerpo hídrico va más allá de su carácter geográfico, pues este mismo tiene un valor social
que permite la creación y reproducción de relaciones en torno a él.  

Bibliografía
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Roca-Servat, D., & Ocando, L. (2019). 'Sí a la vida, al agua y al territorio':
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