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de la fuerza
Valores de colesterol total por encima de 200 mg/dl se consideran riesgosos para la salud,
especialmente superando los 240 mg/dl, puesto que aumentan las probabilidades de sufrir
ataques coronarios. El valor normal de colesterol malo (LDL) es de 100 mg/dl, mientras
que por encima de 160 mg/dl es peligroso. Inclusive en diabéticos se recomienda valores de
LDL por debajo de los 70 mg/dl. El HDL es beneficioso que se encuentre por encima de los
35 mg/dl en los hombres y de 40 mg/dl en la mujer. Los triglicéridos deben permanecer por
debajo de los 150 mg/dl, por encima de los 200 mg/dl constituye un riesgo cardíaco.
Los niños también pueden presentar cuadros de hipercolesterolemia, se debe medir los
valores en sangre, especialmente en aquellos que vienen de familia con casos de colesterol
elevado, ateroesclerosis y cualquier tipo de enfermedad cardiovascular, sobre todo si los
padres o abuelos tuvieron dicha patología antes de los 55 años de edad. Los factores
genéticos recién mencionados pueden ser causantes de esta patología, pero generalmente
sólo constituyen un 5% de los casos, por lo tanto, el principal causante de colesterol
elevado en los niños es el estilo de vida que llevan hoy en día. Reducir las comidas ricas en
grasa y fomentar la práctica de actividad física. Valores normales de un recién nacido
deberían ser de 70 mg/dl, a los 6 meses ya casi duplica ese valor, 134 mg/dl. Entre 2 y 19
años se recomiendan valores que no superen los 170 mg/dl de colesterol total y 110 mg/dl
de LDL
La actividad física, en especial la aeróbica, hacen descender los valores de colesterol total y
de LDL, al mismo tiempo que elevan los del HDL. También los ejercicios de fuerza ayudan
a reducir los niveles de grasa, por lo explicado anteriormente, especialmente en el apartado
sobre el metabolismo basal
En la diabetes tipo 2 (hiperinsulínica) la insulina, segregada por las células beta de los
islotes de Langerhans en el páncreas, viaja por el torrente sanguíneo y al no poder ingresar
a la célula muscular (hay una falla en los receptores, las puertas por donde debería ingresar
no se abren) terminan produciendo gran cantidad de insulina en sangre.
Hay otros tipos de diabetes, pero los mencionados son los más comunes.
Especialmente la de tipo 2 es en la cual podemos producir mayores mejoras con la
actividad física aeróbica y de fuerza (y por supuesto con buenos hábitos alimenticios),
puesto que en la mayoría de los casos se presenta por malos hábitos alimenticios
acompañados por el sedentarismo. En cuanto a la alimentación consumir ácidos grasos
omega 6 mejora la eficacia de la insulina para regular el nivel de azúcar en la sangre.
El nivel de glucemia no debe superar los 110 mg/dl de sangre. Cifras de 200 mg/dl (11,1
Mmol/L) es un síntoma de enfermedad. Además elevados niveles de azúcar aumentan las
probabilidades de padecer cáncer, debido a que esta enfermedad se alimenta de glucosa.
Entonces mantener los niveles de azúcar en rangos normales puede favorecer que las
células cancerígenas no se “despierten”. Para esto, queda claro que la actividad física
(Resistencia aeróbica y Fuerza) son un arma clave para combatir estas enfermedades,
ayudado, lógicamente, por una alimentación controlada en el consumo de hidratos de
carbono. La actividad física realizada en forma sistemática y reiterada con continuidad
lograrán reducir los niveles de catecolaminas (dopamina, norepinefrina o noradrenalina y
epinefrina o adrenalina) en sangre; estas hormonas inhiben la liberación de insulina por
parte del páncreas, entonces si disminuye la cantidad de catecolaminas aumenta la de
insulina. El descenso insulínico dependerá de la intensidad del ejercicio, con esfuerzos de
baja intensidad o en aquellos entrenados aeróbicamente el ejercicio se realizará con
mayores niveles de insulina, mientras que a mayor intensidad esta hormona va a disminuir
su nivel plasmático. Las personas entrenadas liberan mayor cantidad de catecolaminas ante
esfuerzos de intensidades máximas pero menores ante los de intensidades sub-máximas.
Los principiantes se benefician con esfuerzos aeróbicos que deben ser de baja intensidad
(caminatas o trote a 8-10 km/h) y fuerza-resistencia (intensidades menores al 50% y series
con muchas repeticiones, 15 o más), de esta manera se evita que aumente la presión arterial
y se rompan los pequeños vasos sanguíneos. En los últimos años tomó auge una modalidad
de entrenamiento llamada HIIT o HIT, que consiste en tandas de esfuerzo de elevada
intensidad alternada con tandas de recuperación, y son varias las investigaciones (Boutcher,
2011; Hood y cols., 2011) que encontraron una mejora de la sensibilidad celular a la
insulina y del control en el metabolismo de la glucosa en diabéticos tipo II entre el 19% y
58%; esto puede deberse en parte al aumento del transportador de la glucosa GLUT4 (Little
y cols., 2010). Por este motivo, este tipo de entrenamiento intervalado de alta intensidad ha
cobrado gran interés para el control de la glucemia y se están llevando a cabo estudios en
diabéticos tipo II. Aparentemente podría alcanzar efectos hipoglucemiantes post-ejercicio
iguales o mayores y por más tiempo que los ejercicios de intensidad moderada de similares
o mayores duraciones (Adams, 2013). Otra ventaja del HIIT para diabéticos tipo II en
comparación con el ejercicio cardiovascular aeróbico continuo de menor intensidad, es el
control de la glucosa postprandial, es decir la glucosa en sangre luego de la ingesta de
alimentos (Gillen, 2012). De todas maneras, debemos tener en cuenta que no todas las
personas poseen el nivel de aptitud física para soportar esfuerzos del tipo de entrenamiento
HIT; por lo tanto deberían iniciarse con actividades de menor intensidad y mayor volumen
antes de someterse a entrenamientos más intensos.
Reducción de la presión arterial: ésta es la fuerza ejercida por la sangre situada en los
vasos sanguíneos contra sus paredes. De no existir presión sanguínea, no habría circulación
puesto que la sangre se detendría. Se produce por la combinación del volumen de sangre
expulsado por el corazón en cada latido, de la frecuencia cardíaca y de la tensión de las
paredes arteriales (éstas tienen una pared muscular que puede endurecerse). La presión
tiene dos fases, la máxima o sistólica (fase en que la sangre es expulsada del corazón hacia
las arterias) y la mínima o diastólica (fase en que la sangre ingresa al corazón, las arterias se
relajan). Se mide en milímetros de mercurio (mmHg), siendo normal cuando se encuentra
en valores de 80 mmHg de mínima y 120 mmHg de máxima. Depende de la resistencia
periférica (resistencia al flujo sanguíneo que ofrecen los vasos sanguíneos periféricos) y del
gasto cardíaco o débito cardíaco (volumen de sangre expulsada por un ventrículo en un
minuto). O sea que PA = RP + GC. Como el sistema cardiovascular actúa como un circuito
cerrado, mencionamos al retorno venoso que es el flujo sanguíneo que vuelve al corazón.
En condiciones de estado estable, el retorno venoso debe ser igual al gasto cardíaco.
La hipertensión puede producir la lesión de vasos y órganos y ser causa de insuficiencia
cardíaca. Las causas que la ocasionan pueden ser comidas grasas o muy saladas, exceso de
sodio (además perjudica la absorción de calcio en los huesos), alimentos congelados,
exceso de alcohol, además de sobrepeso, colesterol, enfermedades, que como ya he
comentado favorecen la proliferación de otras patologías.
Ya dijimos que se considera normal una presión arterial de 12-8 (lo que significa 120
mmHg de máxima o sistólica y 80 mmHg de mínima o diastólica). Partiendo de esta base,
seguimos con una clasificación de los diferentes grados de hipertensión para determinar
cuándo es conveniente la realización de actividad física.
Las hipertensiones leves o moderadas pueden mejorarse con actividad aeróbica, de esta
forma se puede bajar 10-20 milímetros de mercurio (mmHg) en un mes. De trabajar
esfuerzos con pesas para hipertensos debemos tener cuidado (este tipo de esfuerzos
aumentan la resistencia periférica en mayor medida que la carrera), en el caso de Border
line o etapa 1 las cargas deben ser livianas y con tensiones dinámicas. Pero si la
hipertensión es grave (160 de máxima en reposo) no se debe realizar actividad física. Evitar
ejercicios de sobrecarga con tensiones isométricas o excéntricas puras o acentuadas con
grados de hipertensión leve o moderada y cualquier tipo de esfuerzo en hipertensos severos
porque este tipo de contracciones provocan un gran aumento en la presión sistólica y
diastólica (300 mmHg y 150 mmHg, respectivamente, contra 170 mmHg y 100 mmHg que
se alcanzan con contracciones concéntricas livianas).
Debemos tener en cuenta que la hipertensión es crónica, por lo tanto quien la padezca
deberá cuidarse con la alimentación y ejercicio físico durante toda su vida. Muchas veces
no se manifiestan síntomas, de manera que una persona puede ser hipertensa y no enterarse
de ello. Un llamado de atención puede ser la muerte por hipertensión de familiares menores
de 60 años, debido al gran componente genético característico de esta enfermedad. Otros
indicadores son poseer enfermedades relacionadas con el exceso de grasas como el
colesterol y obesidad. En el caso de esta última, podemos realizar una prueba muy sencilla
que consiste en medir el perímetro de cintura y, según el valor obtenido darnos cuenta del
grado de riesgo. Valores normales para la mujer son 80-88 cm (+ de 85 es una señal de
alarma) y para el hombre 90-102 cm (+ de 94 nos debe empezar a preocupar). También se
puede emplear el índice de masa corporal (IMC) que se obtiene mediante una fórmula muy
práctica para saber si el peso corporal es saludable: peso corporal dividido por altura al
cuadrado; por ejemplo, una persona cuyo peso es de 72 kilogramos y talla de 1,68 metros,
nos da un resultado de 25,51. Si el resultado es menor a 20 significa desnutrición, entre 20 a
25 peso óptimo, de 25 a 27 ligero sobrepeso y mayor de 27, obesidad. A mayor obesidad
más aumento de presión arterial.
En resumen el entrenamiento combinado de fuerza y resistencia aeróbica, son un fuerte
instrumento para provocar descensos de la presión sanguínea tanto sistólica (máxima) como
diastólica (mínima). Pero no cualquier tipo de esfuerzo sirve para este fin. Las cargas deben
ser livianas hasta moderadas y evitar las tensiones musculares isométricas y las excéntricas
acentuadas, porque elevan la presión como se mencionó anteriormente (más allá que
podemos tener en claro cuáles son los ejercicios “prohibidos” en el gimnasio, tener cuidado
con esfuerzos cotidianos como empujar un auto). También sería preferible realizar acciones
unilaterales (movimiento alternado de un miembro) en lugar de los bilaterales (ambos
miembros simultáneamente) para no elevar la tensión arterial, aunque esto no es tan
pronunciado.
Los ejercicios destinados a los miembros superiores producen un mayor aumento
(aprox.15%) de la presión arterial sistólica y diastólica, y del VO2 que los de los miembros
inferiores, debido a que aquellos presentan una menor cantidad de masa muscular y, por lo
tanto, menos vasos sanguíneos. Por esto, la sangre proveniente del corazón se encuentra
con un camino más angosto para su circulación, produciéndose una mayor resistencia al
flujo sanguíneo y, de esta manera, un mayor aumento de la presión arterial. También como
la cantidad de masa muscular que trabaja es mayor en los miembros inferiores con respecto
a los superiores, será mayor la vasodilatación de las paredes arteriales y menor la
vasoconstricción (ésta aumenta la presión), dando como resultado un menor incremento de
la presión arterial. La actividad física favorece la vasodilatación, mientras que los músculos
inactivos presentan mayor vasoconstricción. Al momento de pasar del reposo al esfuerzo
suele producirse un descenso de la presión arterial, pero sólo por unos pocos segundos, esto
se debe a la vasodilatación generalizada inicial en los músculos que es favorecida por la
actividad. Pero transcurrido estos instantes iniciales se produce un aumento paulatino de la
presión arterial, alcanzando la máxima a los 60”. El nivel alcanzado será proporcional a la
intensidad del esfuerzo, si ésta se mantiene constante, la presión arterial suele descender
lentamente. La reducción de la resistencia periférica (debido a la vasodilatación a nivel de
la piel) también ayuda a la reducción gradual de la presión durante el esfuerzo. Cuando
finaliza el ejercicio la presión arterial disminuye bruscamente, alcanzando el nivel mínimo
entre los 5” a 10” aprox., para volver a aumentar luego de dicho tiempo. El descenso post-
ejercicio inmediato se debe a la disminución de la circulación sanguínea (estasis) en los
vasos dilatados de la musculatura que se estaba trabajando, además de la supresión del
efecto de bombeo de los músculos actuantes; mientras que el posterior incremento se debe a
la vasoconstricción refleja.
Exagerar la fuerza de prensión en el agarre de los implementos puede aumentar la tensión
arterial.
Los ejercicios en posición decúbito dorsal aumenta menos la presión arterial que los
realizados en posición de parado. En la posición de pie el retorno venoso es menor, lo que
activa el reflejo del seno carotídeo produciendo la inmediata vasoconstricción de los vasos
esplácnicos para elevar la presión arterial, de manera que llegue el flujo sanguíneo al
cerebro. La presión arterial en posición de parado es un 10 y 15 mmHg mayor aprox. que
en posición de decúbito.
Se debe respirar normalmente, exhalando al vencer la resistencia, en la fase concéntrica, e
inspirando en la excéntrica; no realizar el movimiento en estado de apnea, puesto que se
produciría el fenómeno de Valsalva que elevaría la presión. El aumento de la presión es
mayor con esfuerzos de pesas que con carreras porque aumenta más la resistencia periférica
que el gasto cardíaco (en la carrera ocurre lo inverso).
Como se puede observar existe una gran interrelación entre las enfermedades citadas, de
manera que mejorando una de ellas, pueden producirse mejoras en las demás.
Ciertas personas tienen debilidad en un grupo muscular en particular que puede ser
ocasionada por no emplearlos en su vida diaria o por alguna patología. Tendrán que realizar
un trabajo destinado a fortalecer el sector debilitado para no tener molestias o lesiones que
lo puedan afectar.
Los desequilibrios musculares son una causa de lesiones que se producen por un trabajo
mal dosificado. En reiteradas ocasiones se fortalece un grupo muscular descuidando el
desarrollo de su antagonista o no se tienen en cuenta la relación de carga y repeticiones
entre ambos grupos. También se debe guardar un equilibrio entre miembros o músculos
contralaterales. Las descompensaciones más comunes se ven en cuádriceps-isquiotibiales y
abdominales-lumbares. Un trabajo de fortalecimiento general es suficiente para disminuir el
riesgo de lesiones. Esto significa que con cargas de intensidades moderadas y manteniendo
la relación óptima de peso y cantidad de repeticiones entre los músculos antagonistas y
contralaterales se podrían evitar los desequilibrios. Pero para aquellos que compiten
deportivamente, al entrenar tan específicamente, es más común caer en desequilibrios. Para
evitarlo deberían dedicar parte de la sesión o alguna sesión en especial durante la
temporada, ya sea competitiva o en el período de transición, al desarrollo de esos sectores
menos exigidos en su disciplina deportiva. Como ejemplo, algunas de las relaciones a
guardar son las siguientes: el peso a manejar en el ejercicio de isquiotibiales en camilla
debe ser aproximadamente del 60% del que se trabaje en el sillón de cuádriceps; la
proporción de cantidad de repeticiones entre abdominales y espinales debería ser entre 1:1
y 1:0,5; equilibrio en volumen (cantidad) e intensidad (peso) entre pectorales y dorsales, o
sea relación 1:1; tríceps sural (gemelos y sóleo) con tibial anterior relación 1:1.
En todas aquellas disciplinas que requieran carrera se debe prestar especial atención al
trabajo de los isquiotibiales. Para estos, el desarrollo de la fuerza excéntrica es muy
importante para la prevención de lesiones en dicha musculatura que se producen,
especialmente, en acciones vigorosas o de gran intensidad (sprints, patadas, saltos).
Ejemplos de estos ejercicios son “Caída nórdica”, también llamado “Descenso ruso”
(arrodillado con sujeción en los talones, dejarse caer con el tronco recto hasta que el pecho
llegue al piso lo más lentamente posible) o aceleraciones en una pendiente corta con
frenado bajando el centro de gravedad.
Los trabajos propioceptivos son de gran utilidad para mejorar el equilibrio y la fuerza en
situaciones inestables (en piso resbaladizo por lluvia, nieve o hielo, además de cualquier
situación imprevista que pueda producirse). Estos ejercicios se pueden realizar con la ayuda
de elementos auxiliares como tablas de equilibrio, fitballs, bosu o mini bosu, entre otros.
También realizando ejercicios sin ningún elemento parados sobre un solo apoyo, con los
ojos cerrados, con un compañero que intenta romper la situación de equilibrio mediante
pequeños empujoncitos mientras se esfuerza para no perderla.
No debemos olvidarnos de elongar los músculos que fueron trabajados. La rigidez muscular
y la falta de movilidad articular pueden derivar en lesiones (además de perjudicar la
potencia y el crecimiento de tamaño muscular o hipertrofia). Estirar previamente los grupos
musculares y darle movilidad a las articulaciones que están involucradas en la sesión es
fundamental para que el rendimiento sea el óptimo desde la primera serie; hacerlo entre
series ayuda a acelerar la recuperación, siempre y cuando no afectemos husos musculares y
órganos tendinosos de Golgi; y, fundamentalmente, elongar los músculos que se
“acortaron” para que no aumenten los malestares y posibilidades de lesión en el futuro.
De todos los factores mencionados para la mejora de la economía de carrera, las mejoras
más notorias son a consecuencia del entrenamiento de fuerza de alta intensidad desde
ejercicios pliométricos y bandas elásticas hasta ejercicios de fuerza explosiva (Barnes &
Kilding, 2015). Estas mejoras parecieran ser debido a una mayor co-activación muscular,
un mayor tono muscular, la reducción de tiempos de contacto, lo que permitiría reducir la
fase de frenado (implicando a su vez una mejor transmisión de energía elástica),
especialmente si el trabajo de fuerza es con cargas elevadas (Barnes & Kilding, 2015;
Santos-Concejero et al, 2014b; 2014c).
Se ha demostrado que el entrenamiento de la fuerza mejora la economía de carrera en
corredores en un promedio de 8.5%, sin mermas en el VO máx. o en el rendimiento.
2
Muchas mujeres piensan que si trabajan con pesas van a adquirir un físico
musculoso similar al de los hombres.
En primera instancia no es tan fácil obtener ganancias de masa muscular. Para esto se
requiere de un proceso de tiempo prolongado con un entrenamiento de cargas
exigentemente dosificadas y poseer una genética especial. Solamente con trabajo y
alimentación adecuados se puede conseguir un buen desarrollo muscular, pero para obtener
los crecimientos exagerados, a los que la mayoría de las mujeres le escapan, habrá que
apelar al consumo de productos químicos como los anabólicos esteroides. Además la mujer
por cuestiones hormonales, no está en similares condiciones al hombre para incrementar su
musculatura. Las mujeres tienen entre 10-20 veces menos cantidad de testosterona que los
hombres (Wright, 1980). Esta hormona es sintetizada principalmente por las células de
Leydig en los testículos y, en menor cantidad, en la glándula renal y en el hígado, entonces
las mujeres sólo cuentan con la producida en estos últimos dos lugares y en los ovarios.
Además el sexo femenino tiene otra hormona, estrógeno, que previene la formación de
grandes masas musculares.
Para que la Velocidad mejore gracias al entrenamiento de sobrecarga se deben dar las
mismas condiciones citadas para la Flexibilidad, pero con ejercicios a máxima velocidad de
ejecución con cargas livianas (ejercicios balísticos), con cargas muy altas (90%-110%) o
derivados del levantamiento olímpico. Con cualquiera de los tres tipos de ejercicios se debe
asegurar un tiempo de duración de la serie que no sobrepase los 10” (para no alcanzar
niveles de ácido láctico que afecten la calidad de la contracción muscular disminuyendo la
velocidad o intensidad del movimiento). La Velocidad tiene un componente nervioso y otro
muscular, por lo tanto es necesario el desarrollo de la Fuerza para mejorarla. La Fuerza-
explosiva o Fuerza-rápida o Potencia es la que necesitamos para ser más veloces. Un
músculo será capaz de generar mayor potencia si es fuerte, además de veloz. No debemos
olvidar que ser flexible va a permitir ser potente y rápido, por lo tanto una parte o momento
de la sesión debe estar destinado a ejercicios que flexibilicen músculos y articulaciones.
En el mundo del deporte tenemos ejemplos muy claros que grandes masas musculares y
elevadísimos niveles de fuerza no impiden la ejecución de acciones de altísima velocidad y
de amplios rangos de movimiento. Uno de los casos son los corredores velocistas de 100
mts llanos del atletismo, especialmente los de raza negra, que poseen una gran masa
muscular y son los mejores para este tipo de esfuerzos. Otro ejemplo son los levantadores
olímpicos de pesas (halterofilia) que son muy veloces y flexibles y, de más está decir, de
fuertes o potentes.
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