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Revista de Pedagogía

versión impresa ISSN 0798-9792

Rev. Ped v.23 n.67 Caracas mayo 2002

La Validez y la Confiabilidad en la Evaluación del Aprendizaje desde la Perspectiva


Hermenéutica

Validity and Reliability in the Evaluation of Learning from a Hermeneutical Perspective

Sergio García

Universidad Nacional Experimental de Guayana,  sgarcia@uneg.edu.ve

RESUMEN El presente artículo plantea aplicar el método hermenéutico para asegurar la


validez y la confiabilidad en el proceso de evaluar el aprendizaje, cuando éste se centra en
el aprendiz. Los enfoques cuantitativo y cualitativo orientan todo su esfuerzo, para evaluar
el aprendizaje, hacia el perfeccionamiento de técnicas e instrumentos de medición
elaborados por el evaluador asegurando la validez de los mismos en términos de precisar el
rasgo del aprendizaje que se pretende medir (validez de constructo) y controlar y posibilitar
su generalización (validez interna y externa). Así mismo, la confiabilidad se establece para
garantizar la estabilidad o consistencia interna en estas técnicas e instrumentos de medición
y verificar el grado de similitud entre el contexto del evaluador y el contexto del evaluado.
Bajo el enfoque hermenéutico, la evaluación del aprendizaje es concebida como un proceso
social e investigativo centrado en el aprendiz, construido, compartido y desarrollado a
través de la experiencia intersubjetiva asociada a los procesos inteligentes, de pensamiento,
conscientes, afectivos y emocionales; y enmarcado por las interrelaciones existentes entre
el conocimiento y el aprendizaje. En este sentido, la validez adquiere otra dimensión, al
documentar fehacientemente las relaciones particulares existentes entre el aprendizaje y la
evaluación (validez de contenido, cognitiva, ecológica, de juicio y de interpretación) y, por
su parte, la confiabilidad se sustenta en la intuición y el entendimiento, enlazándose para
desarrollar un proceso de construcción de la evaluación, sin pretender inducir
generalizaciones sino de explicar lo particular.

Palabras clave: Hermenéutica, validez, confiabilidad, evaluación, aprendizaje,


intersubjetividad, enfoque interpretativo.

ABSTRACT This article proposes the application of a hermeneutical method to assure


validity and reliability in the process of evaluating learner-centered learning. Unlike the
more traditional quantitative and qualitative approaches, a hermeneutical approach views
learning as a social and inquiring process centered on learners. Learning is construed,
shared and developed by means of an intersubjective experience related to thinking and
emotional processes and in which knowledge and learning are intertwined. In this sense,
validity means a different thing. It takes into account the specific relations between learning
and evaluation (content, cognitive, ecological, judgemental and interpretive validity).
Reliability is then based on intuition and comprehension. These factors are intertwined as
they develop a constructive process of evaluation, intending not to generalize but to explain
particular instances.

Key words: Hermeneutics, validity, reliability, evaluation, learning, intersubjectivity,


interpretive perspective.

I. Introducción

El rigor y la calidad para evaluar el aprendizaje dependen, fundamentalmente, de cómo se


aborde la validez y la confiabilidad, cualidades esenciales que deben estar presentes en el
desarrollo del proceso de recoger y analizar la información conducente a garantizar una
mayor confianza sobre las conclusiones emitidas, de manera individual y compartida, por el
evaluador.

Tanto la validez como la confiabilidad se conjugan para coadyuvar al evaluador a ser


objetivo en el proceso de describir la realidad derivada de un aprendizaje específico, el cual
está inmerso en un discurso privado y que pretende ser público a través de la comunicación.

La validez y la confiabilidad se abordan desde diferentes perspectivas, dependiendo de la


aproximación epistemológica considerada. Para el presente trabajo, se abordarán los
enfoques cuantitativo, cualitativo y hermenéutico; siendo el último el que mejor explica y
fortalece la concepción de una evaluación centrada en el aprendiz.

II. Validez Cuantitativa y Cualitativa

La concepción de validez está referida a la firmeza o seguridad de algún acto y las


condiciones necesarias para su permanencia, vigencia y autenticidad. En el caso de la
evaluación del aprendizaje, ella se asocia a cuán seguro está el evaluador al calificar o
cualificar el aprendizaje que se alcanza sobre determinado conocimiento y si se
corresponde con la realidad en la cual se desarrolló ese aprendizaje.

2.1. Validez Cuantitativa

La validez cuantitativa, bajo la perspectiva de la teoría positivista, se orienta


fundamentalmente hacia las técnicas e instrumentos de medición elaborados por el
evaluador, supuestos desarrollados a partir de las teorías planteadas por el filósofo francés
Auguste Comte (1798-1857). En esa perspectiva, la validez asociada a la evaluación del
aprendizaje se concibe en términos de: (a) precisar el rasgo del aprendizaje del evaluado
que se pretende medir, como aprendizaje a través de pruebas o tests, (b) predecir algún
rasgo del aprendizaje adicional a lo que se pretende medir, y (c) medir lo que se dice medir
de cierto rasgo (Comte, 1896).
Este tipo de evaluación presenta diferentes interpretaciones de validez, referidas a pruebas
o tests, establecidas en los Estándares para Tests y Manuales para Educación y Psicología
(American Psychological Association –APA-, 1985):

a. Validez de contenido: juicio lógico sobre la correspondencia que existe entre el rasgo del
aprendizaje del evaluado y lo que se incluye en la prueba, recurriendo a expertos para
valorar la adecuación de cada ítem al rasgo a evaluar.

b. Validez de criterio: eficacia de la prueba para comparar un rasgo en cuestión con alguna
o algunas variables externas, midiéndola a través de análisis correlacional o de regresión
entre las puntuaciones obtenidas en la prueba y en otras basadas en el criterio.

c. Validez de constructo: basada en la integración de cualquier evidencia que fundamenta la


interpretación o significado de las puntuaciones de la prueba o test, medida a través del
análisis correlacional y de covarianza interítem.

Estas categorías, establecidas por la APA, fueron resumidas en 1985 a partir de cinco tipos
de validez señalados por esta misma Asociación en 1954 (validez de contenido, validez de
criterio, validez predictiva, validez concurrente y validez de constructo); apuntando hacia la
concepción única de validez, referida a la pertinencia, significado y utilidad de las
inferencias específicas derivadas de las pruebas o tests, coincidiendo, desde este punto
vista, con Anastasi en 1982 y con Cronbach en 1984. Cronbach (1988), con la idea de que
el argumento debe unir la evidencia de los conceptos, las consecuencias sociales y
personales, y los valores, añade:

el fondo del asunto es que los que validan tienen la obligación de revisar cuándo una
práctica tiene consecuencias apropiadas para los individuos y las instituciones, y
especialmente prevenir las consecuencias adversas. Usted (….) pudiera excluir la reflexión
sobre las consecuencias a partir de los significados de la palabra validación, pero no
puede negar la obligación de hacerlo (p. 6).

Ahora, al tomar en consideración la pertinencia, el significado y la utilidad de las


inferencias específicas derivadas de las pruebas o tests, conjuntamente con las
consecuencias sociales y personales, y los valores, se pudiera pensar más bien en unificar
las tres categorías de validez en una sola: la de constructo; debido a que las otras dos
categorías también contribuyen al significado de las puntuaciones de la prueba o test,
reconociéndolas así como aspectos de la validez de constructo (Messick, 1989: 20). De esta
manera, la validez de constructo estaría conformada por tres componentes: (a) componente
substantivo (confrontación entre la relevancia del juicio de contenido y la representatividad,
por un lado, y la consistencia de la respuesta empírica, por el otro); (b) componente
estructural (conjugación de la fidelidad del modelo para calificar las características
estructurales de las manifestaciones del constructo y el grado de la estructura interítem); y
(c) componente externo (grado de la relación empírica entre la prueba o test con otras
pruebas que reflejen las esperadas relaciones implícitas en la teoría del constructo que se
evalúa).
La validez de constructo, sin embargo, debe tomar en consideración el uso contextual de la
prueba o test y cómo se generan las puntuaciones de la misma. Cronbach (1988) señala que
"los argumentos para usar la prueba deben estar claros para extender, de manera persuasiva
y posible, la construcción de la realidad y el peso valorativo implícito, y sus aplicaciones"
(p. 7). Para recoger información de la validez de constructo, necesaria para justificar la
interpretación de la prueba, los datos deben surgir, inicialmente, de la administración y
desarrollo de la prueba, para continuar con aquéllos obtenidos más allá del análisis de las
puntuaciones, estableciendo así un proceso de búsqueda amplia y minuciosa.

Por su parte, las puntuaciones de la prueba pudieran llevar a emitir juicios erróneos del
evaluador sobre el evaluado, al no considerar otros aspectos de tipo humano, social o
cultural referidos al evaluado y, además, la información susceptible de ser medida limita su
existencia, dejando afuera otros aspectos que pudieran ser de significativa importancia para
validar el juicio. Al respecto Messick (1989) señala lo siguiente:

… los tests no sólo son imprecisos o falibles en virtud de los errores muestrales de medida
sino también inevitablemente imperfectos como ideales del constructo que se proponen
valorar. Los tests son medidas imperfectas de constructos porque no consideran aspectos
que pudieran incluir de acuerdo a la teoría del constructo o incluyen aspectos que
pudieran quedar fuera, o ambos. Esto último indica que hay dos tipos de evidencias
necesarias para validar el constructo, uno para valorar el grado con el cual las
implicaciones del constructo se evidencian con las relaciones empíricas de la puntuación y
el otro para argumentar que estas relaciones no son atribuidas a otros constructos
diferentes y alternos (p. 34).

Por su parte, Campbell y Stanley (1972) distinguen dos tipos de consideraciones para la
validez cuantitativa asociada a la evaluación del aprendizaje: la validez interna y la externa.

a. Validez interna: concebida como la mínima imprescindible sin la cual es imposible


interpretar alguna evaluación. Algunas variables externas que pueden generar efectos que
se confundirían con el del estímulo del aprendizaje son: (a) la historia (acontecimientos
específicos ocurridos entre mediciones sucesivas para evaluar el logro de un objetivo
instruccional); (b) la maduración (procesos internos del evaluado como cansancio,
desmotivación, desinterés, etcétera); (c) la administración de tests (influjo que la
administración de una prueba o test ejerce sobre los resultados de otro posterior); (d) la
instrumentación (cambios en los instrumentos de medición o en los evaluadores que pueden
producir variaciones en las mediciones que se obtengan); (e) la mortalidad (diferencia en la
pérdida de evaluadores).

b. Validez externa: la cual plantea la interrogante sobre la posibilidad de generalización.


Los factores que amenazan esta validez son: (a) el efecto reactivo o de interacción de las
pruebas o tests (aumento o disminución de la sensibilidad o la calidad de la reacción del
evaluado al estímulo de un aprendizaje); (b) el efecto de interacción (sesgo de selección de
técnicas e instrumentos de evaluación y el tipo específico de aprendizaje); (c) efectos
reactivos de la evaluación (impedimentos para hacer extensiva las técnicas e instrumentos
para evaluar un aprendizaje en otros aprendizajes); y (d) las interferencias de las
evaluaciones múltiples (efectos que se producen cuando al evaluado le aplican evaluaciones
múltiples y sucesivas, persistiendo aquéllos de procesos y resultados de evaluaciones
anteriores).

2.2. Validez Cualitativa

La validez, bajo el enfoque cualitativo, concierne a la exactitud con que las conclusiones
representen efectivamente la realidad empírica y si los constructos diseñados representan
categorías reales de la experiencia humana (Hansen, citado en Pérez, 1994: 80).

En otras palabras, ella es una forma de estimar el grado de correspondencia entre el


aprendizaje susceptible de ser evaluado y el proceso de evaluar ese aprendizaje atribuido al
evaluado. Agregado a esto, la credibilidad, asociada a la validez, está condicionada a la
estrecha relación del evaluador con el evaluado y con el contexto sociocultural donde se
realiza la evaluación, tomando en consideración sus características más relevantes.

La validez depende, a su vez, de una actitud de aproximación de igual a igual, entre el


evaluador y el evaluado, revisando permanentemente las conjeturas planteadas para que
resulte en todos los casos, y desarrollando conjuntamente un proceso de intersubjetividad
progresiva sobre el propio proceso de construcción.

Tomando en consideración el enfoque cualitativo, existen las siguientes estrategias para


asegurar la validez en materia de evaluación:

a. Triangulación: consiste en recoger información desde diferentes puntos de vista,


realizando comparaciones múltiples de una misma evaluación y combinando metodologías
en su análisis; pudiendo existir, según Denzin (1979: 140), las siguientes modalidades: (a)
triangulación de tiempo (información recogida en diferentes momentos para su
contrastación); (b) triangulación de espacio (técnicas transculturales); (c) niveles
combinados de triangulación (análisis del nivel individual, del nivel interactivo o grupal, y
del nivel de colectividades, organizacional, cultural o social); (d) triangulación teórica
(empleo de diferentes perspectivas coincidentes en una misma evaluación); (e)
triangulación del evaluador (verificación intersubjetiva entre varios evaluadores, a través
del contraste de la información); y (f) triangulación metodológica (colección de técnicas o
métodos diferentes, utilizados sobre el evaluado).

b. Saturación: Según Hopkins (1985), ella consiste en reunir las pruebas y evidencias
suficientes para garantizar la credibilidad de la evaluación; lo cual se logra repitiendo la
evaluación o revisando el proceso involucrado.

c. Validez respondente o negociación: se desarrolla contrastando los resultados obtenidos


por el evaluador con los del evaluado, así como contrastando su interpretación.

Goetz y LeCompte (1988), por su parte, plantean dos tipos de validez asociados a la
evaluación del aprendizaje:
a. Validez interna: consiste en conocer si el evaluador observa realmente lo que cree
observar. Las variables que amenazan esta validez serían las mismas descritas por
Campbell y Stanley (1979), sólo que su tratamiento es diferente debido a que la evaluación
se realiza en escenarios no sujetos a mediciones cuantitativas ni a esquemas rígidos
preestablecidos. En el caso de la historia y la maduración, el evaluador debe determinar la
información que se mantiene estable en el tiempo así como la mutable. Para conocer los
cambios, recurre a la replicación y comparación sistemática de la evaluación. Sobre la
influencia del evaluador, éste debe controlar los factores personales en el proceso de
recoger la información, la cual debe ser lo menos visible posible, sin prejuicios ni posturas
preestablecidas. La selección y regresión las controla el evaluador a través de un inventario
de subgrupos, acontecimientos y escenarios. La mortalidad, debida a la disminución en
número de otros evaluadores, es un proceso posible en estos escenarios, para lo cual el
evaluador debe identificar sus efectos.

b. Validez externa: está referida a constatar si los constructos y postulados abstractos


creados, perfeccionados o comprobados por el evaluador son aplicables a los del evaluado.
Ella depende de la identificación y descripción de las características más importantes del
evaluador y de las evaluaciones, de tal manera que puedan ser comparadas con otras
posteriores de tipo similar, para lo cual quizás sea necesario conocer exhaustivamente sus
atributos. Para contrarrestar esto, es recomendable desarrollar la evaluación, si es posible,
en múltiples escenarios. El efecto de selección se minimiza determinando el grado de ajuste
entre las categorías diseñadas y la realidad del evaluador y la del evaluado. El efecto de
escenario y de la historia, como amenazas al efectuar interpretaciones intergrupales de
constructos, disminuyen en la medida que la dinámica interactiva y las experiencias
históricas se identifican con la mayor claridad.

III. Confiabilidad Cuantitativa y Cualitativa

La confiabilidad consiste en la esperanza firme que se tiene sobre algún acto, así como su
presunción en eventos futuros. En el caso de la evaluación del aprendizaje, esta
confiabilidad refiere al esfuerzo del evaluador para asegurar la pertinencia y permanencia
tanto del procedimiento como de las estrategias y métodos utilizados para evaluar el
aprendizaje.

3.1. Confiabilidad Cuantitativa

La concepción de confiabilidad de la evaluación del aprendizaje, bajo el enfoque


cuantitativo, hace referencia a la estabilidad o consistencia interna en las técnicas e
instrumentos; y reside en establecer la medida en que se puede replicar la evaluación: una
exigencia al evaluador para que, utilizando otros métodos y estrategias, llegue a idénticos
resultados. La prueba y el test alcanzan un elevado coeficiente de confiabilidad si los
errores de medida se minimizan; es decir, cuando toda medida de confiabilidad indica qué
proporción de la varianza total de las puntuaciones es varianza de error.

Existen tres tipos de confiabilidad en la evaluación cuantitativa: (a) la repetición de la


prueba con tiempo suficiente para que el evaluado olvide los ítemes, calculando el
coeficiente de correlación que permite conocer el grado de confiabilidad de dicha prueba;
(b) las formas paralelas, técnica similar a la anterior pero con pruebas no idénticas sino con
ítemes equivalentes; y (c) división en mitades, con el cual se calcula un coeficiente de
consistencia interna, mediante la correlación entre las puntuaciones de ambas mitades.

3.2. Confiabilidad Cualitativa

La confiabilidad, bajo la perspectiva cualitativa, es un proceso empírico para verificar el


grado de similitud entre el contexto del evaluador y el contexto del evaluado. Es relativa y
depende totalmente del grado de superposición o apareamiento de sus características más
sobresalientes. A su vez, depende enteramente de la descripción detallada que realice el
evaluador sobre el tiempo, lugar y cultura donde ocurre la evaluación, para poder así
transferir juicios hacia otros evaluadores.

Según Goetz y LeCompte (1988), existen dos tipos de confiabilidad para la evaluación:

a. Confiabilidad interna: consiste en conocer la congruencia existente entre las inferencias


relativas al aprendizaje, derivadas éstas de los constructos elaborados por el evaluado sobre
un aprendizaje, para lo cual es fundamental la descripción y composición de los
acontecimientos sin tomar en cuenta su frecuencia. Usualmente se utilizan las siguientes
técnicas e instrumentos: (a) descriptores de bajo nivel inferencial (narraciones y relatos
concretos, minuciosos y precisos, incluyendo datos discrepantes); (b) varios evaluadores
(equipos de evaluadores abocados a la evaluación de un mismo aprendizaje), (c) revisión
por otros evaluadores (corroboración de los hallazgos por parte de otros evaluadores); y (d)
datos registrados automáticamente (registros de video, audio, fotografías, etc.)

b. Confiabilidad externa: consiste en establecer condiciones empíricas en el proceso de


evaluación que puedan ser replicadas por otros evaluadores, no significando esto que los
hallazgos sean replicables, debido a que el flujo de información depende del contexto
sociocultural donde ocurre la evaluación. El evaluador aumenta la confiabilidad externa de
la evaluación dando respuesta a cuatro aspectos: (a) status del evaluado (rol social del
evaluado frente al aprendizaje y su evaluación); (b) selección de la evaluación
(caracterización de las técnicas e instrumentos que permitan la replicabilidad de la
evaluación); (c) situaciones y condiciones sociales (contexto físico, social e interpersonal
donde se recoge la información relativa a la evaluación); (d) premisas y constructos
analíticos (especificación adecuada de los constructos, conceptos y definiciones que
caracterizan la evaluación); y (e) métodos y estrategias de recogida y análisis de
información (presentación diáfana de la estrategia y metodología de evaluación).

IV. La Hermenéutica

El planteamiento del presente trabajo para asegurar la validez y la confiabilidad en el


proceso de evaluar el aprendizaje, cuando éste se centra en el aprendiz, se enmarca
ontológica y epistemológicamente en la filosofía de la interpretación o la hermenéutica; en
la cual el conocimiento se concibe como la articulación de una comprensión originaria,
donde las cosas están ya descubiertas (Vattimo, 1987); se abandona el objetivismo y la idea
de un sujeto originariamente vacío, concepciones que hace la filosofía moderna para definir
una realidad que se muestra al sujeto, constituida por la certeza que él mismo tiene sobre
ella.

La época moderna impone al hombre una mentalidad alienada a una realidad constituida
por él mismo y que se reduce a él, un mundo tecnificado producto del hombre. La verdad es
absoluta, es única, y se deriva de una ciencia que reduce el ser a la objetividad a través del
laboratorio. La modernidad se caracteriza por la formalización lógico-matemática y la
matematización del conocimiento natural. El objetivismo revela al mundo como
matemática aplicada y la conciencia objetiva se apropia de lo subjetivo. Con la modernidad
se disuelve el lazo social y el paso de las colectividades sociales al estado de una masa
compuesta de átomos individuales, cada uno se ve remitido a sí mismo; un mundo en el
cual los acontecimientos vividos se han vuelto independientes del hombre (Lyotard, 1989).

Estas exigencias, provenientes de las ciencias de nuestro tiempo, tuvieron un oponente:


Martin Heidegger (1889-1976), quien escribió en 1942 La doctrina platónica de la verdad,
donde afirmaba: sólo en la subjetividad se puede conocer la existencia del hombre, no en la
objetividad. Este gran filósofo alemán partía de la tradición metafísica para definir la
verdad como conformidad de la proposición con la cosa, el hombre se abre a la cosa en un
acto libre tratando de adecuarse a ella: "la esencia de la verdad es la libertad" (Heidegger
en De la esencia de la verdad, citado en Vattimo, 1987: 71).

Nietzche (citado en Smith, 1996: 6) afirma, en todo caso, que la filosofía genuina siempre
perdura en el tiempo, es crítica y se proyecta por encima del presente concreto, las ideas se
manifiestan lentamente, de manera impredictiva y en diferentes formas; y no existe relación
biyectiva entre el pensamiento y la configuración que envuelve al mundo concreto.

La filosofía hermenéutica se desarrolla con Heidegger cuando cualifica la comprensión


como determinación universal del estar ahí, "lo cual equivale a decir que las cosas aparecen
en la presencia" (Vattimo, 1987: 98); distanciándose de la concepción de que es sólo
apropiarse de una opinión transmitida.

Antiguamente existían una hermenéutica teológica y una hermenéutica jurídica como


ciencias que se ponían al servicio de sacerdotes y jueces para comprender e interpretar
textos; con lo cual se transmitían los conocimientos y sus verdades. Sin embargo, Gadamer
(1977) señala que "el fenómeno de la comprensión no sólo atraviesa todas las referencias
humanas al mundo, sino que también tiene validez propia dentro de la ciencia, y se resiste a
cualquier intento de transformarlo en un método científico" (p. 23).

La comprensión es un acuerdo hablado o escrito entre el aprendiz y el profesor que se logra


a través del entendimiento; y un malentendido u opinión incomprensible se convierte en
dato fijo como opinión. El fenómeno hermenéutico legitima la verdad a través de la
comprensión como experiencia superior en el desarrollo del método. La interpretación
gramática y psicológica, como situación pedagógica, ayuda a la comprensión del aprendiz.

Lyotard (1989) señala que el saber, por su parte, conjuga "competencias que exceden la
determinación y la aplicación del único criterio de verdad, y que comprenden a los criterios
de eficiencia (cualificación técnica), de justicia y/o de dicha (sabiduría ética), de belleza
sonora, cromática (sensibilidad auditiva, visual), etc." (p. 44).

El saber se pragmatiza en la narración, legitimándolo con la costumbre y los enunciados, y


permitiendo un consenso para constituir la cultura de un pueblo, a través del relato como la
forma por excelencia de ese saber. La forma narrativa admite una pluralidad de juegos de
lenguaje con enunciados denotativos (referidos a la naturaleza, por ejemplo), enunciados
deónticos (referidos a la relación familiar, diferencia de sexos, a los niños, a los vecinos,
etcétera), enunciados interrogativos (responder una pregunta, elegir un elemento de un
grupo), enunciados valorativos, entre otros.

El pensamiento hermenéutico "ya no será un ir a las cosas mediante el lenguaje entendido


como instrumento; a las cosas mismas se llegará, según el lema fenomenológico, sólo en el
lenguaje y reflexionando sobre el lenguaje" (Vattimo, 1987: 117). El pensamiento coloca al
lenguaje en el centro de su atención, sumergiéndose en una experiencia de la realidad
misma y permitiendo al hombre abrirse al mundo, interpretando las cosas con palabras y
haciéndolas accesibles hasta en la presencia temporoespacial. Vattimo, añade:

La experiencia a la que la filosofía en toda su historia siempre quiso remitirse como a su


fundamento y a su legitimación no puede pues entenderse de ninguna manera como un
encontrar las cosas en el tiempo y el espacio, o por lo menos no primordialmente así, sino
como un escuchar el lenguaje. El pensamiento es fundamentalmente una escucha del
lenguaje en su originaria condición poética, esto es, en su fuerza de fundación y de
creación: por eso, el elemento en el cual se desarrolla nuestra existencia es la proximidad
de pensar y poetizar (p. 120).

Por su parte, Habermas (1973) aporta un interesante concepto referido a la constitución del
conocimiento, como es el interés cognitivo, definido por él como una categoría peculiar que
configura y determina lo que cuenta como objetos y tipos de conocimiento, donde
Habermas distingue tres intereses básicos: el técnico, el práctico y el emancipador,
incorporados respectivamente al enfoque de las ciencias empírico-analíticas, las ciencias
histórico-hermenéuticas y las ciencias orientadas hacia la crítica. Además, añade, el trabajo
corresponde al interés técnico que guía las ciencias empírico-analíticas, la interacción
corresponde al interés práctico que guía las disciplinas histórico-hermenéuticas, y el poder
corresponde al interés emancipador que guía las disciplinas críticas: las ciencias sociales
críticas.

Habermas considera vital y correcto en los enfoques fenomenológicos, hermenéuticos e


interpretativos el énfasis primordial en un nivel de acción comunicativa, de lenguaje y de
intersubjetividad que resulta básico para el entendimiento de la vida social y política.
Asimismo, Habermas critica tanto a las tendencias monopólicas del entendimiento
positivista que de sí mismas tienen las ciencias empírico-analíticas, como la afirmación de
que las disciplinas histórica-hermenéuticas proveen el conocimiento más fundamental del
hombre y el mundo.

V. Validez y Confiabilidad Hermenéuticas


Bajo la óptica hermeneuta, la evaluación del aprendizaje es concebida como un proceso
social e investigativo centrado en el aprendiz, construido, compartido y desarrollado a
través de la experiencia intersubjetiva asociada a los procesos inteligentes, de pensamiento,
conscientes, afectivos y emocionales; y enmarcado por las interrelaciones existentes entre
el conocimiento (declarativo, procedimental, estratégico y metacognitivo) y el aprendizaje
(sensibilización, atención, adquisición, personalización, recuperación, transferencia y
evaluación).

El enfoque hermenéutico lleva al evaluador de su propio aprendizaje a ser abierto a nuevos


descubrimientos, a nuevas formas de pensar y de hacer las cosas, receptivo a otras
perspectivas con interpretaciones diferentes sobre la evaluación, un ser auténtico y
comprensivo de su propia razón de ser en el mundo que le rodea, con historicidad y
perfectamente ubicado en el tiempo y el espacio.

Un evaluador que se realiza hacia lo humano, con posiciones flexibles, creativo y solidario,
construyendo su propia realidad en la experiencia estética y la subjetividad (Flórez, 1994).
Los procesos de pensamiento hermenéutico del hombre estimulan una evaluación práctica,
que le permite relacionar estructuras o conceptos, establecer categorías y generalizaciones
teóricas modificables en lo particular, para adquirir experiencia progresiva en la evaluación.

En la hermenéutica, la realidad observada por el evaluador e interpretación derivada de una


disposición, expectativa e interés por autoevaluarse, conlleva a conclusiones propias
construidas mediante la interacción de esa realidad y la actividad mental, por lo que la
evaluación, en consecuencia, es situada y evolutiva. Además, la evaluación al ser un
proceso más de aprendizaje, se construye considerando la estructura semántica del
aprendiz, la adecuación de las actividades inherentes a la evaluación, las características del
contexto y la motivación de otros. Esta evaluación estaría socialmente condicionada y
compartida, conformándose en sistemas de significados que parten de aprendizajes
individuales y colectivos.

En este sentido, la evaluación del aprendizaje centrado en el aprendiz debe dirigirse hacia la
reflexión y la autocrítica al verse a sí mismo como evaluado, surgiendo de manera natural
la autoevaluación, para posteriormente someterse a la evaluación de otros, la coevaluación,
como son la del profesor de determinada asignatura, la de los condiscípulos, la de otros
profesores, la de los padres y demás personas que considere importante el aprendiz para
compartir la evaluación de su aprendizaje

5.1. Validez Hermenéutica

Los argumentos esgrimidos por el aprendiz, al evaluarse, deben ser confrontados e


interpretados hasta lograr un entendimiento y consenso, respetando los diferentes puntos de
vista y teorías. Particularmente, y con el fin de garantizar la validez en la evaluación del
aprendizaje, la información construida debe documentar fehacientemente las relaciones
particulares existentes entre el aprendizaje y la evaluación, cuando se aborda desde una
perspectiva diferente a las cuantitativa y cualitativa, en las cuales el evaluador es
simplemente un administrador de técnicas e instrumentos de medición, responsabilidad
asumida eminentemente por el docente.
Por tal razón, la auto y coevaluación del aprendizaje se revisten de validez y confiabilidad a
través del método hermenéutico de investigación, en los siguientes términos:

a. Validez de contenido: toda estrategia o acción emprendida para auto y coevaluar el


aprendizaje se produce como respuesta a una pregunta pertinente, precisa y oportuna, que
permite la reflexión, el pensamiento profundo y la toma de conciencia. La conversación y el
entendimiento del discurso conducen a construir e interpretar mancomunadamente la
evaluación del aprendizaje, compartida a través del diálogo. De esta manera surgen
argumentos y acuerdos para la comprensión plena de la evaluación y un consenso del
verdadero sentido alcanzado por el evaluador y los coevaluadores.

La experiencia intersubjetiva del aprendiz, al evaluarse, es privada, pero su significación y


sentido se hace público a través de la comunicación dialógica, con el habla y la escucha. La
pluralidad de posibles interpretaciones pudiera permitir malentendidos, pero la función
contextual del discurso los reduce.

La auto y coevaluación, expresadas oralmente, permiten una dialéctica de acontecimiento y


significado para aproximar las interpretaciones del aprendizaje, coadyuvada
simultáneamente por la interlocución, las emociones, el contacto y el contexto.

b. Validez cognitiva: consistente en la viabilidad para evidenciar el esfuerzo del evaluador


para desarrollar la capacidad creadora y los procesos subjetivos inteligentes, de
pensamiento y reflexión, ajustados a las condiciones y características específicas que se
requieren en cuanto a las modalidades de auto y coevaluación, tiempo, plazos y
ponderación de jerarquías sobre los modelos explicativos; acordados y convenidos entre el
evaluador y los coevaluadores.

c. Validez ecológica: que toma en consideración el uso contextual de la estrategia o acción


seleccionadas, permitiendo conocer si todos los procesos que ocurren durante la
construcción de la auto y coevaluación se están reflejando fiel y minuciosamente; así como
un ambiente óptimo para desarrollar en libertad plena esta construcción; que tome, así
mismo en consideración el ánimo, las motivaciones, los intereses, la comprensión y la
solidaridad tanto del evaluador como de los coevaluadores.

d. Validez de juicio: que considere aspectos de tipo afectivo, social y cultural referido al
evaluador y los coevaluadores, que pudieran ser de significativa importancia para validar
dicho juicio. La descripción de estos aspectos coadyuvan a darle validez a las opiniones
emitidas por los evaluadores, cuando ellas son producto de la reflexión compartida
desarrollada a través del diálogo cordial, sincero y transparente.

e.  Validez de interpretación: con la cual se hacen evidentes los acuerdos establecidos entre
el evaluador y los coevaluadores al compartir los resultados de la evaluación del
aprendizaje. Esta validez es de suma importancia cuando se adopta un enfoque
hermenéutico, ya que el mismo hace énfasis en el método para alcanzar acuerdos y
convenimientos, cual es el de la hermenéutica, donde recordemos se abandona el
objetivismo y la concepción de apropiarse solamente de opiniones transmitidas.
La comprensión e interpretación tienen validez propia dentro del proceso intersubjetivo
resistiendo, como acotó Gadamer (1977), cualquier intento para transformarlo en un
método científico.

En este sentido, es fundamental para la validez de interpretación escribir los acuerdos y


convenimientos, mediante actas o cualquier otro documento que patentice los resultados y
conclusiones sobre la evaluación que se realice de algún aprendizaje.

5.2. Confiabilidad Hermenéutica

La confiabilidad, bajo el enfoque hermenéutico, se sustenta en la intuición, la interpretación


y el entendimiento, enlazándose para desarrollar un proceso de construcción de la
evaluación, sin pretender inducir generalizaciones sino explicar lo particular. Tampoco es
un proceso deductivo, concebida la deducción como premisa axiomática. En toda
circunstancia, el evaluador, en este caso el aprendiz, se relaciona con el aprendizaje,
interactúa con él y, a través del lenguaje expone la evaluación correspondiente, generando,
a su vez, un proceso de transformación del aprendizaje, integrando los sucesivos estadios
de construcción.

Lo observable nunca se alcanza en su totalidad, es insuficiente concebirlo sólo por sus


características perceptivas. Piaget (1990) propone "que hay que definirlo, pues, por medio
de lo que el sujeto cree comprobar y no simplemente de lo que es comprobable", lo que
equivale a decir:

...que una comprobación nunca es independiente de los instrumentos de registro (y por


tanto de asimilación) de lo que dispone el sujeto y que estos instrumentos no son
puramente perceptivos, sino que consisten en esquemas preoperatorios u operatorios
aplicados a la percepción actual, los cuales pueden modificar los datos en un sentido de
precisión suplementaria o de deformación (p. 50).

La construcción de la autoevaluación debe considerar no sólo los aspectos variables del


aprendizaje, sino también la acción del aprendiz conducida por la relación y la interacción.
Las relaciones lógicas derivadas sólo se asimilan, acomodan y reacomodan a través de la
identificación de la abstracción reflexiva y la equilibración de las estructuras cognoscitivas.

Por otro lado, explicar la evaluación supone emplear la investigación de la causalidad,


superando lo observable y recurriendo a enlaces inferidos y operatorios. No significa esto
considerar que las evaluaciones existen exteriormente al evaluador y que actúan unas sobre
otras independientemente de ese evaluador, hay que agregar las respuestas de la evaluación
alcanzadas por procesos de inferencia.

Si la auto y coevaluación son procesos, su explicación causal permite comprender la


epistemología hermenéutica asociada a ellas, al ser susceptible de aproximaciones
sucesivas existentes en un ambiente abierto de diálogo y comunicación para la convivencia
y el desarrollo de una microsociedad de la evaluación.
Por tal razón se impone, para asegurar la confiabilidad hermenéutica, el describir cómo se
alcanzaron la comprensión, la interpretación, los acuerdos y convenimientos, señalando el
espacio, tiempo, estrategias para desarrollar el diálogo y la conversación, mecanismos de
concertación y cualquier otro elemento que permita tener una visión clara y diáfana del
proceso de discusión y conclusión sobre la evaluación del aprendizaje.

VI. Conclusión

El presente trabajo plantea, en definitiva, adoptar una aproximación hermeneuta a la validez


y confiabilidad en la evaluación del aprendizaje cuando ella se centra en el aprendiz,
utilizando convenientemente la creatividad y la innovación, aunando a la experimentalidad
con la intuición. Esto, por supuesto, tomando en consideración las características
biopsicológicas de evaluador y coevaluadores, así como las específicas del conocimiento,
del proceso de aprendizaje y del contexto sociocultural e institucional. Recordando además
que la evaluación resulta ser un aprendizaje más.

La validez y confiabilidad de la autoevaluación se darán en la medida que el evaluador


tenga conciencia plena del proceso de aprendizaje y las características que lo definen, la
claridad y esteticismo en el tratamiento del aprendizaje construido y la capacidad de
analizarlo de manera crítica, su inserción en el contexto y su participación sensible en el
aprendizaje, en la aceptación de los planteamientos de los coevaluadores, y en la intuición,
interpretación, y convencimiento de las teorías emergentes y cambiantes.

Considerando el enfoque hermenéutico, la validez abandona los juicios sobre la


congruencia, correspondencia y comparación entre, supuestamente, el propósito de la
evaluación y el contenido de los ítemes de la prueba y entre éste y las variables externas, así
como entre los ítemes de la prueba y los correspondientes cálculos estadísticos y su
interpretación.

Sin embargo, en la perspectiva hermenéutica se mantiene la validez de contenido en el


sentido de la pertinencia existente entre la estrategia, método y acción para evaluar el
aprendizaje y las preguntas planteadas que promuevan la reflexión y la toma de conciencia
inherente al proceso. De esta manera, el aprendiz y las otras personas que lo acompañan le
dan un sentido particular y privado a este proceso.

Asimismo, la validez desde la perspectiva hermenéutica, no pone énfasis en el diseño


preciso de técnicas e instrumentos para evidenciar una supuesta medición vinculada al
aprendizaje. Es suficiente plantearse el acuerdo colectivo sobre juicios, interpretaciones,
estrategias y métodos para desarrollar esta evaluación, dándole libertad plena al aprendiz y
coevaluadores para establecer las herramientas particulares que se correspondan con los
estilos biopsicológicos, intereses y motivaciones, además de considerar el contexto
sociocultural e institucional donde hacen vida escolar.

En todo caso, tanto la validez cuantitativa como la cualitativa refieren a la estrecha


correspondencia entre las técnicas e instrumentos elaborados por el evaluador y el supuesto
aprendizaje del alumno, lo cual no tiene sentido cuando la evaluación se centra en quien
aprende, en donde más bien es pertinente y conveniente asumir una aproximación
hermenéutica.

Por su parte, la confiabilidad bajo la perspectiva hermenéutica no tiene nada que ver con la
replicabilidad de la evaluación y la comparación estadística de las supuestas pruebas
paralelas. Tampoco significa verificar la congruencia entre los constructos, inferencias y
contextos del evaluador y los del evaluado, debido a la misma consideración anteriormente
señalada.

Es prácticamente imposible plantearse repetir los procesos de auto y coevaluación


buscando asegurar la confiabilidad de la evaluación, debido fundamentalmente a las
características particulares y cambiantes de aprendiz, de sus condiscípulos y profesores,
cuando construyen conocimientos y desarrollan aprendizajes de manera compartida,
además de las circunstancias de un contexto sociocultural e institucional que cambian
permanentemente.

La confiabilidad, desde el enfoque hermenéutico, exige de manera diferente una


explicación exhaustiva de los acontecimientos que se generan durante la construcción y
desarrollo de la evaluación del aprendizaje, en términos de espacio, tiempo, personas
involucradas, procesos, resultados, inferencias e interpretaciones compartidas. De esta
manera, la confiabilidad de la evaluación del aprendizaje pone énfasis en la necesidad de
darle transparencia al proceso, en la sinceridad y solidaridad de los planteamientos
esgrimidos durante el mismo y en la concertación de los acuerdos alcanzados de manera
colectiva por el aprendiz y los coevaluadores.

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