Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Gabriel Villarroel
13 de marzo de 2013
De los cuentos de Quim Monzó encontré particularmente interesante, en lo que a sonido se refiere, a
“SPLASSSHF”, cuyo título en sí mismo una onomatopeya. Monzó utiliza la técnica del monólogo interior,
de manera que el relato es una continua corriente de pensamiento de parte del narrador, donde se
intercalan diálogos con tono coloquial y “callejero” como él los escucha y palabras onomatopéyicas
como efectos de sonido que se producen a su alrededor. Lo interesante es que dentro esta continuidad
a veces inconexa y desenfrenada toma la forma casi de un extenso poema; adquiere un ritmo lírico a
través del uso de la puntuación que varía de acuerdo a lo que está viviendo el narrador; por ejemplo
“¿Angie?, como la mujer de David Bowie, ya sabes: la canción de los Rolling Stones: Aaaaangie,
Aaaaaangiie, tú estás al corriente de todo, psse, qué calor hace aquí ¿no?, sí, ¿quieres que nos
vayamos?, bueno. Nos vamos los cuatro, ahora paseamos, y nos tomamos un cuantró con hielo en la
barra de un bar piojoso…” En este fragmento es notorio que, si por un lado los pensamientos se mezclan
con la voz, la conversación se desarrolla de forma ágil hasta que, cuando los personajes salen del bar
donde estaban, hay una pausa para el cambio de atmósfera marcada por un punto. Lo que el autor
parece querer resaltar es el ritmo frenético de la noche que está viviendo el protagonista, quien está,
Es evidente que incluso la prosa más plata tiene una cualidad rítmica que los mejores escritores saben
manejar como parte de su oficio, pero en el cuento de Monzó el énfasis es particularmente marcado. El
cuento no sólo parece querer dar el recuento de la noche de este narrador sino instar al lector a que
sienta su velocidad y carácter vertiginoso. Mediante el uso del monólogo interior, el escritor catalán nos
pone en la cabeza de este personaje y nos recuerda que pensamos esencialmente en palabras audibles.
Este efecto de lo audible queda amplificado también por el uso de onomatopeyas como “flash flash
Cabe recordar a Tom Paulin, que afirma que no le gusta la lectura que los actores profesionales hacen
de la poesía: “I have noticed seem to want to load every rift with ore and don’t often have a sense of the
natural contours of the human voice” (46). Lo que resulta particularmente interesante es su
señalamiento de las texturas naturales de la voz humana; las palabras dentro del lenguaje tienen por sí
mismas un carácter propio dado por su sonido; esto es muy evidente en las onomatopeyas, pero cierto
para todos los vocablos. La poesía, por lo general, es la parte de la literatura que más aprovecha esta
“textura”, si puede ser llamada así. Con el uso de las onomatopeyas y un marcado ritmo de narración
coloquial, Monzó evoca ese carácter sonoro de las palabras que desborda su mero contenido semántico.
Puede pensarse que en su cuento tenemos, por tanto, una forma de acercamiento de la literatura al
sonido, no sólo mediante diálogos y uso de expresiones que sólo se usarían en el habla, sino por el
intento por reflejar la textura natural de la voz y ambientes sonoros como técnica literaria.