Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Palabras clave
poética del tango - estereotipos de mujer - apropiación - intertextualidad - Marechal
El pañuelito blanco
que te ofrecí
bordado con mi pelo… (11)
La ubicación del discurso apropiado (el tango) en un personaje (Irma) revela, una
vez más, el interés de Marechal por expresar ficcionalmente una realidad desde la
perspectiva de los sujetos particulares y del uso que ellos hacen del código apropiado: el
procedimiento es, en este caso, mostrar lo apropiado en funcionamiento, en medio de la
praxis cotidiana. En este sentido, retomar la cita directa y localizarla en una voz particular
le permite al narrador cambiar el plano de su enunciación yendo desde la amplitud del
exterior urbano hacia el espacio interior, íntimo, de la habitación de Adán. Esta secuencia
narrativa ubica, además, al protagonista de la novela en un sistema cultural particular y
cuya influencia en él se irá desarrollando a lo largo de todo el texto.
El hecho de ser una letra de tango la que inaugure la novela no le imprime tanta
fuerza como la forma en que ingresa en el texto. Marechal elige el modo más directo de
intertextualidad, la cita, como había hecho en su poesía con las coplas y tonadas: la cita
directa del discurso apropiado (el del tango) es la que permite, habilita y hace necesario
desplegar el discurso apropiador (el de la novela). Es el pre-texto.
En el primer capítulo del Libro II se narra el recorrido del protagonista por las calles
del barrio porteño de Villa Crespo, asimilando discursivamente este paseo con los viajes del
héroe de la Odisea. El trayecto de peatón permite presentar también a los personajes que
pueblan las calles y son identificados como propios de la experiencia del barrio: si Irma
portaba en su voz el discurso del tango, en este encadenamiento de episodios algunos
personajes encarnan sus estereotipos1, sobre todo los femeninos. En la introducción a su
1 Al hablar de las formas de la parodia en Marechal, Ángel Rama menciona que en su Adán
Buenosayres la raíz de ese procedimiento está dada por “la encarnación del modelo
literario” (268). Si bien el crítico uruguayo se refiere al ingreso de los textos homéricos en
el discurso de la novela, el término resulta útil para considerar el fenómeno de apropiación
que se da en el marco discursivo de la misma respecto de los estereotipos que presenta la
análisis de los relatos de femineidad que construyen las letras de tango, Mirta Vázquez
considera que “la mujer creada era una mezcla de debilidad y fortaleza”, y dice era porque
se retrotrae a las primeras letras (Pascual Contursi, Celedonio Flores), aunque el centro de
su trabajo sean las más tardías: “en las letras de los primeros tangos es posible encontrar un
cierto tipo de mujer que se repite en el tiempo y que condensa tanto a la madre como a la
prostituta”, concluye. Es a estas condensaciones a las que denominamos estereotipos. Lidia
Ferrari, por su parte, señala que hay múltiples formas de ver a la mujer en las letras de
tango y que uno de los aspectos principales para revisar sus figuraciones sería observar en
qué espacio se ubica la mujer; el discurso de las letras del tango plantea una cartografía
muy particular de la ciudad (Bueno, 2005) que, estructurada sobre un eje moral, consta
fundamentalmente de dos polos: el barrio (lugar de la inocencia) y el centro (lugar del
vicio). La opción de Marechal por el espacio del barrio dentro de ese mapa ofrece ya un
primer acercamiento a las mujeres que a continuación consideraremos.
Inocencia, humildad, abnegación y pasividad suelen ser palabras asociadas a las
mujeres del barrio dentro de las poéticas del tango. Aquí observaremos a dos de ellas como
encarnaciones mediante las cuales ese discurso es apropiado en la novela: la abandonada y
la madre.
En la serie de encuentros que Adán tiene en su paseo por el barrio, el discurso
presenta de pronto un nombre rápidamente asociado con el discurso del tango:
Adán reconoce a la Flor del Barrio (…) pintarrajeada y vestida como una
novia de juguete. (…) y Adán, enfrentado ahora con la mujer, observa que su
rostro embadurnado de cremas no tiene vida, que no se mueven sus pestañas
duras de rimmel, que sus miembros están rígidos como nunca bajo la ropa de
colores abigarrados. (…) le parece advertir ahora un algo de artificial en
aquellos ojos, en aquella boca, en aquellos petrificados músculos faciales.
(360. Los subrayados son nuestros)
Sentada en su banco la vieja Cloto acababa de roer una costra de pan, y con
ojos benignos seguía el movimiento de las chicuelas que a su lado jugaban
(…). La vieja Cloto apartó su vista del grupo, se ajustó a la nariz los anteojos
de níquel, y retomando el huso y el vellón de lana que había dejado en el
umbral continuó la tarea febrilmente. […] La vieja Cloto ya no tenía lágrimas
que llorar, y su escepticismo frente a lo mudable de las cosas le inspiraba un
gesto reservado que no era indiferencia sino recelo y acaso sabiduría. (90-92.
Los subrayados son nuestros)
Adán vio a la hembra de pie (…) firme sobre los dos basamentos de sus
jamones terminados en pies que calzaban zapatillas como navíos, esférica de
vientre, torrencial de pechos, lujuriante de bozos y pelambreras, redonda pero
con una estabilidad de cubo, la mujer tenía en sus brazos a un chiquitín
dormido […]. Sin detenerse, miró en los ojos a la mujer, pero no vio en ellos
ni grosería, ni malignidad, ni siquiera mirada: eran unos ojos dilatados,
aguanosos, ausentes. […] Ríos de leche y miel afluyendo a sus terribles
pezones. ¡Gea! Numerosa de semillas, agobiada de frutos, ¡y trabajando aún
en estructuras nuevas, tejiendo carnes y armando esqueletos! (76. Los
subrayados son nuestros)
Una de las imágenes más logradas de la madre en las letras de tango aparece en
“Margot” (1921) de Celedonio Flores, y funciona como contrapunto de la mujer cuyo
nombre aparece en el título, la cual se fue del barrio seducida por los encantos del centro y
se perdió entre el lujo y los placeres hasta el extremo de negar su origen y cambiar su
nombre (“No te llamás Margarita / ahora de dicen Margot”). Su madre, al contrario, sumida
en la necesidad y la abnegación, es un modelo idealizado de sacrificio, trabajo y dignidad:
“y tu vieja, pobre vieja, / lava toda la semana / para poder parar la olla / con pobreza
franciscana / en el triste conventillo / alumbrado a querosén”. Las características de esta
madre estereotípica del relato del tango se encarnan en el discurso de la novela en estos dos
personajes que funcionan complementariamente. Por un lado, Gea representa la fuerza
maternal, productora, nutricia: en ella reside el aspecto más propiamente corpóreo de la
maternidad y la abundancia de vida que para su hijo puede suponer el cuerpo materno,
aunque sus ojos estén ausentes; por otro lado, Cloto es figuración del trabajo, el sacrificio y
la abnegación: ella ha gastado todas sus lágrimas y es capaz de trabajar febrilmente
insumiendo los recursos mínimos (roer una costra de pan) con tal de ayudar a sus hijos-
nietos-vecinos. Ambas mujeres resultan, pues, una apropiación más que el discurso de la
novela hace del estereotipo de madre plasmado en las letras de tango, pero elevándolo a
expresiones superlativas de los elementos que cada una representan y alcanzando en el caso
de Gea cualidades míticas y hasta primitivas.
La operación de apropiación que sostiene el discurso de la novela funciona,
entonces, en dos niveles básicos respecto de los elementos de la poética del tango.
Primeramente se da a nivel discursivo, donde la cita directa de versos pertenecientes a
letras de tango fragmenta el relato en prosa generando un fenómeno de intertextualidad que
no sólo inaugura lecturas nuevas en un horizonte siempre mayor de asociaciones, sino que
también modula los planos de la misma acción del narrador. En segundo lugar, la operación
puede percibirse en el nivel argumental de la novela cuando funciona retomando,
invirtiendo, duplicando o fijando los estereotipos y las cartografías urbanas formulados por
el discurso del tango.
El tango aparece, pues, como un código fuertemente arraigado en la tradición
literaria y cultural argentina que le permite a Marechal ensayar nuevas formas de acercarse
a los sectores populares y marginales: atender a sus discursos y usarlos en la construcción
de un relato cultural de la identidad nacional.
Bibliografía
Bajarlía, Juan Jacobo (comp.), Leopoldo Marechal : Homenaje. Buenos Aires: Ediciones
Corregidor, 1995.
Bueno, Mónica, “El tango: una forma de resistencia contra el discurso estatal de los noventa”
en V Jornadas de Investigación Histórico Social de Razón y Revolución. Buenos Aires: Las
Jornadas, 2005.
Ferrari, Lidia, “El lugar de la mujer en el tango”. Recurso virtual:
http://www.buenosairestango.com/docum/danza/mujer.html.
Genette, Gérard, Palimpsestos. La literatura en segundo grado. Madrid: Taurus, 1989.
Marechal, Leopoldo, Adán Buenosayres. Buenos Aires: Sudamericana, 1973.
Marechal, Leopoldo, Obras completas. Buenos Aires: Perfil, 1998, tomo 1, La Poesía, comp. y
prólogo de Pedro Luis Barcia.
Piglia, Ricardo, “Literatura y tradición. El tenso músculo de la memoria” en Página/30, enero de
1991, pp: 59-62.
Vázquez, Marta, “Las mujeres en el tango”. Recurso virtual:
http://www.todotango.com/Spanish/biblioteca/CRONICAS/las_mujeres.html.
Subercaseaux Sommerhorf, Bernardo, “Reproducción y apropiación: dos modelos para
enfocar el diálogo intercultural”. Recurso virtual: http://www.dialogosfelafacs.net/dialogos_epoca,
consultado por última vez el viernes 3 de junio de 2011.