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LA VIOLACIÓN DE LAS GARANTÍAS CONSTITUCIONALES DEL

DEBIDO PROCESO EN EL CONTEXTO DEL PROCEDIMIENTO DEL


COBRO EJECUTIVO PREVISTO EN EL CÓDIGO ORGÁNICO
TRIBUTARIO VIGENTE.1

Julio César Díaz Valdez2

RESUMEN
La finalidad de la presente investigación fue determinar la constitucionalidad o no del
procedimiento de cobro ejecutivo previsto en el Código Orgánico Tributario (COT)
vigente en virtud, que contrariamente a lo que había sido su regulación jurídica en el
Código de Procedimiento Civil y en las leyes tributarias, donde su instauración y
ejecución siempre estuvo bajo la tutela del Poder Judicial, paradójicamente el vigente
Código Orgánico Tributario otorga la competencia para la instauración y ejecución del
cobro ejecutivo a la misma administración tributaria, que resulta demandada en el
proceso judicial por el sujeto-ejecutado, en el caso que este impugne su determinación
a través de la interposición del Recurso Contencioso Tributario. El estudio es
relevante para el mundo jurídico procesal, pues a través de este procedimiento se
desjudicializa la ejecución de las sentencias proferidas por los tribunales competentes
en materia tributaria. Para ello se realizó una investigación de tipo documental a nivel
descriptivo, a través de la cual se examinó y reveló las condiciones jurídicas
necesarias que sustentan el menoscabo de las garantías constitucionales del Debido
Proceso, toda vez que el plexo normativo que regula el procedimiento de cobro
ejecutivo previsto en el COT viola el Derecho la Defensa y el Derecho al Juez Natural
establecidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999.
Descriptores: Procedimiento de cobro ejecutivo, Garantías Constitucionales, Debido
Proceso.

1
Trabajo Especial de Grado, para optar al Título de Especialista en Derecho Procesal
consignado en la Universidad Católica Andrés Bello.(2018)
2
Abogado. Profesor Universitario y responsable del área de conocimiento de la UC Derecho
Tributario en la UGMA; Miembro activo de la Asociación Venezolana de Derecho Tributario
(AVDT) y la Asociación Venezolana de Arbitraje(AVA), Consultor Jurídico de la Cámara de
Comercio e Industrias del estado Bolívar y Socio de la Firma: Díaz Díaz & Asoc. Abogados.

ii
iii
ÍNDICE GENERAL
pp.

RESUMEN.................................................................................................................... ii

ÍNDICE GENERAL...................................................................................................... 1

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................ 3

CAPÍTULO I................................................................................................................. 7

EL PROCEDIMIENTO DE COBRO EJECUTIVO ESTABLECIDO EN EL


CÓDIGO ORGÁNICO TRIBUTARIO DE 2014. ................................................. 7

La Potestad normativa y algunos aspectos del origen del Código Orgánico


Tributario 2014. .................................................................................................... 7

Naturaleza Jurídica de los Actos Administrativos dictados en el Procedimiento


del Cobro Ejecutivo. ........................................................................................... 13

Antecedentes legislativos del Cobro Ejecutivo. ................................................. 25

La exigibilidad de las obligaciones como requisito de procedencia del


procedimiento del cobro ejecutivo. .................................................................... 29

Obligaciones Tributarias objeto del procedimiento de cobro ejecutivo. ............ 38

El Cobro Ejecutivo previsto en el Código Orgánico Tributario (2014). ............ 42

CAPITULO II .............................................................................................................. 48

EL DERECHO A LA DEFENSA EN EL PROCEDIMIENTO DE COBRO


EJECUTIVO. ........................................................................................................ 48

CAPÍTULO III ............................................................................................................ 56

EL DERECHO AL JUEZ NATURAL EN EL PROCEDIMIENTO DE COBRO


EJECUTIVO. ............................................................................................................... 56

La ejecución del cobro ejecutivo. ....................................................................... 56

Los Jueces naturales. .......................................................................................... 57

Separación Constitucional de Funciones. ........................................................... 60

1
La ejecución de las sentencias. ........................................................................... 64

CAPÍTULO IV ............................................................................................................ 71

EL DERECHO A LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA EN EL PROCEDIMIENTO


DE COBRO EJECUTIVO. ................................................................................... 71

Presunción de Inocencia. .................................................................................... 71

CONCLUSIONES ...................................................................................................... 75

RECOMENDACIONES ............................................................................................. 77

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ........................................................................ 78

2
INTRODUCCIÓN
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999), ha
constitucionalizado la función jurisdiccional, de manera que los aspectos esenciales
referidos a su organización, ejercicio y poderes inherentes se encuentran
contemplados y ordenados expresamente, y a la vez reservados y atribuidos
exclusivamente a los Tribunales y Jueces que forman parte del Poder de Justicia.

También, es conveniente destacar que la referida reserva, no puede ser objeto


de modificaciones por parte del Poder Legislativo y menos por el Poder Ejecutivo,
respecto de quienes además existe una prohibición de ejercicio en dichas funciones,
derivadas del principio constitucional de separación de poderes públicos.

En lo que se refiere a la separación constitucional de funciones, la


administración tributaria como manifestación orgánica del Poder Ejecutivo, tiene
prohibido por un lado, ejercitar válidamente los poderes inherentes a la función de
producción de leyes formales, la cual está reservada y atribuida por la Constitución al
Poder Legislativo y por el otro, ejercitar válidamente los poderes consustanciales a la
función jurisdiccional, ejemplo de ello sería aquellos poderes que corresponden a la
función del Juez de ejecutar lo que conforme a Derecho ha decidido en una sentencia
definitivamente firme, todos los cuales corresponden exclusivamente al Poder
Judicial (ex art. 253 de la CRBV,1999)

De la misma manera, la Constitución ha consagrado también principios


rectores que limitan al ejercicio del Poder Público, dentro de los cuales evidentemente
se encuentra el Poder Tributario, que se proyectan de manera común sobre todas las
ramas del ordenamiento jurídico dentro de los cuales se encuentran: (a) al Derecho a
la Defensa, (b) a la Presunción de Inocencia y (c) del Juez Natural, establecidas en los
Numerales 1º, 2º y 4º, respectivamente, del artículo 49 de la vigente CRBV, 1999.

Ahora bien, el Poder ejecutivo a través del Decreto con Rango, Valor y Fuerza
de Ley del Código Orgánico Tributario (COT, 2014), reguló el Procedimiento del
Cobro Ejecutivo, contemplando que la competencia para iniciar e impulsar el

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procedimiento del cobro ejecutivo y resolver todas sus incidencias corresponde a la
administración tributaria correspondiente.

Ciertamente que la existencia de un mecanismo en el ordenamiento jurídico


que tenga como objeto lograr la satisfacción del crédito fiscal para así dar
cumplimiento al mandato constitucional que recoge el principio tributario de
generalidad: Toda persona tiene el deber de coadyuvar a los gastos públicos
mediante el pago de impuestos, tasas y contribuciones que establezca la ley, es
fundamental para cumplir con los fines del Estado.

No obstante lo anterior, el COT (2014), por una parte, proscribió del proceso
de juicio ejecutivo de créditos fiscales la exigencia que tenía cualquier administración
tributaria (Nacional, Estadal o Municipal), de acudir a un tribunal contencioso
tributario de su jurisdicción, para exigir el cobro de créditos fiscales –líquidos y
exigibles–; y por la otra, estableció que cualquiera administración tributaria podrá
proceder al cobro de los créditos fiscales, directamente sin tener que solicitarlo ante
un tribunal de la jurisdicción contencioso tributario.

En efecto, el cobro ejecutivo regulado en el COT (2014) dejó de ser un


proceso –instrumento fundamental para la realización de la justicia (ex Art. 257
CRBV, 1999) – como estaba establecido en el COT (2001), puesto que se ventilaba a
través de los órganos jurisdiccionales, para convertirse en un procedimiento que se
ventila por ante la administración tributaria correspondiente.

Después de lo anterior expuesto, el nuevo procedimiento administrativo, prevé


que cualquiera administración tributaria podrá proceder a ejecutar el embargo de los
bienes del contribuyente y rematar los mismos, previa su valoración por parte de
funcionarios de la propia administración, para cobrarse las sumas que fueron
liquidadas por el mismo órgano exactor.

En razón a lo anterior, conocer la constitucionalidad o no del procedimiento


administrativo de cobro ejecutivo previsto en el COT (2014) es fundamental; en
virtud, que cualquier administración tributaria, puede instaurar el procedimiento sin la

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intervención del Poder Judicial y embargar los créditos fiscales, lo cual podría
implicar una significativa limitación o ablación del derecho de propiedad de los
particulares y de su libertad de comercio al no garantizárseles los derechos
fundamentales como: (a) al Derecho a la Defensa, (b) a la Presunción de Inocencia y
(c) del Juez Natural, establecidos en los Numerales 1º, 2º y 4º, respectivamente, del
artículo 49 de la vigente CRBV (1999).

Ante la situación planteada, el ejercicio del referido poder sin sujeción a las
normas y principios jurídicos que consagra la Constitución, puede derivar en la
conculcación del derecho a la propiedad privada y de la libertad de comercio y, con
ello, afectar las fuentes de generación de riquezas de manera negativa, que en
definitiva permiten que el Estado cumpla sus fines.

Para este trabajo especial de grado, se recurrió a la investigación jurídico-


documental, lo que hizo necesario la búsqueda, recuperación e interpretación de
información relacionada con el procedimiento de cobro ejecutivo; conocer las fuentes
doctrinales, jurídicas y jurisprudenciales vinculadas, a los efectos de determinar la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de dicho procedimiento regulado en el COT
(2014), en el marco de las Garantías del Derecho a la Defensa, a la Presunción de
Inocencia y del Juez Natural, establecidas en la CRBV (1999).

El marco metodológico utilizado para el desarrollo del presente estudio fue


jurídico-documental, por medio del cual se observó y reflexionó sistemáticamente
sobre realidades usando para ello diferentes tipos de documentos, indagando,
interpretando, presentado datos e informaciones sobre el tema de la
constitucionalidad o inconstitucionalidad del Procedimiento de Cobro Ejecutivo
establecido en el COT (2014), teniendo como finalidad obtener resultados que
pudiesen ser base para el desarrollo de una nueva creación científica.

Además, se empleó el diseño bibliográfico jurídico, a través del cual se utilizó


un conjunto de técnicas y estrategias para localizar, identificar y acceder a aquellos
documentos que contenían la información pertinente para la investigación, tales
como: Leyes, Jurisprudencias y Sentencias, entre otros.

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En este contexto, con el presente trabajo especial de grado se pretendió
determinar si el procedimiento de cobro ejecutivo regulado en el COT (2014),
garantiza el Derecho a la Defensa, a la Presunción de Inocencia y del Juez Natural
establecidos en la CRBV, por lo que se desarrollaron los siguientes capítulos: I. El
procedimiento de cobro ejecutivo establecido en el COT (2014); II. El derecho a la
defensa en el procedimiento de cobro ejecutivo; III. El derecho al juez natural en el
procedimiento de cobro ejecutivo y IV. El derecho a la presunción de inocencia en el
procedimiento de cobro ejecutivo. Finalmente se presentan las conclusiones y
recomendaciones, así como las referencias bibliográficas consultadas.

6
CAPÍTULO I
EL PROCEDIMIENTO DE COBRO EJECUTIVO ESTABLECIDO EN
EL CÓDIGO ORGÁNICO TRIBUTARIO DE 2014.

La Potestad normativa y algunos aspectos del origen del Código Orgánico


Tributario 2014.
Los derechos y garantías consagrados constitucionalmente y la organización
jurídica de la sociedad van a definir los caracteres del sistema jurídico a ser
implantado por el Estado, de allí la trascendencia de esos derechos y garantías, los
cuales conforman los principios supremos que limitan la actuación del Estado.

Esos límites en un sistema tributario tienen por objeto regular el ejercicio de la


potestad tributaria del Estado de la cual es parte la potestad normativa, a través de la
determinación de los derechos y garantías, acciones, instituciones administrativas y
jurisdiccionales, en función de los fines del Estado y del propio sistema tributario,
cuya actuación armónica y sincronizada infunde mayor estabilidad, fijeza y plasma
positivamente un ideal de justicia que se ajusta a los requerimientos de la sociedad y
al momento histórico que se vive.

Todo sistema tributario consagrado en una ley fundamental debe estar


orientado por principios constitucionales cuyo propósito es asegurar su vigencia y
evitar reformas motivadas en intereses puramente fiscales.

Ahora bien, El poder tributario se origina y se fundamenta a través de los


principios rectores que rigen en la tributación contemplados en la CRBV y que son
definidos por Pittaluga (2012) como: “…conjunto de valores superiores y
fundamentales, interdependientes e íntimamente ligados entre sí, que justifican y al
propio tiempo limitan el poder de crear, fiscalizar, determinar y recaudar tributos”
(p.24)

En ese contexto Pittaluga afirma que:

…se trata de valores superiores, inmutables e intemporales de las


sociedades civilizadas que trascienden las convulsiones políticas,

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económicas y sociales propias de cada época y que no pueden resultar
afectados por los cambios que de tiempo se producen en Derecho
positivo o por obra de las interpretaciones casuísticas de los operadores
jurídicos. (p.24)
En este mismo orden y dirección, los principios son reconocidos por los
tribunales especializados en materia tributaria –Cf.S. TSJ/SPA, 10/07/2003, caso: J.F.
Mecánica Industrial, C.A., http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/julio/01070-
100703-2001-0774.HTM– los cuales han señalado que: “…los actos del Poder
Público quedan inevitablemente sujetos al derecho, y vales también decir a los
principios generales que lo inspiran y a los valores que persigue”

En este punto, bien vale la pena traer a colación lo sostenido por García de
Enterría (2009), referente a las normas que sirven como límite a las actuaciones de la
Administración Pública y por ende como protección al administrado.

…La Administración ha pasado a ser un protagonista omnipresente e


inesquivable en nuestra sociedad (…) Pero este mastodonte, aunque
diversificado en una pluralidad diversa de centros de poder, sólo está
legitimado para actuar en una sociedad democrática, y así en la
nuestra, obviamente, si se somete plenamente a la Ley y al Derecho.
No pueden ni los agentes políticos que la encabezan ni los varios
millones de funcionarios que la animan actuar a su solo albur, (…)
sancionar a los ciudadanos, prestar servicios colectivos o no hacerlos
según el capricho o según cualquier otro criterio subjetivo, imponer
cargas o definir derechos o situaciones que no cuenten con un
explícito mandato legal… (p.93)
La Constitución contempla como principal muro de contención y límite de las
actuaciones del Poder Público, dos principios fundamentales de tipo formal que
garantizan la justicia tributaria; (a) el principio de supremacía constitucional (ex art.
7), y (b) el principio de la legalidad y reserva legal (ex art.317), y dentro de ellos
existen y convergen otros pertenecientes a la categoría de tipo materiales, principios
que también limitan el poder de crear, fiscalizar, determinar y recaudar tributos tales
como: (c) el principio de generalidad (ex art. 133), (b) el principio de igualdad (ex
arts. 21), (e) el de capacidad contributiva (ex art. 316), (f) el de no confiscatoriedad
(ex art 317), y (g) el principio de justicia tributaria (ex art. 316), entre otros.

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El administrado por su parte, dispone de recursos de nulidad contra actos del
Poder Público que violen o menoscaben los derechos garantizados en la CRBV, en
virtud deben ser estos nulos de nulidad absoluta. (ex art. 25 de la CRBV).

También y de manera extraordinaria las personas –naturales y jurídicas–


gozan del mecanismo procesal sumario y eficaz para la protección y restablecimiento
inmediato de derechos y garantías constitucionales amenazados o conculcados –
procedimiento de la acción de amparo–, en atención a lo anterior, el artículo 27 de la
CRBV establece que:

Toda persona tiene derecho a ser amparada por los tribunales en el


goce y ejercicio de los derechos y garantías constitucionales, aun de
aquellos inherentes a la persona que no figuren expresamente en esta
Constitución o en los instrumentos internacionales sobre derechos
humanos. El procedimiento de la acción de amparo constitucional será
oral, público, breve, gratuito y no sujeto a formalidad, y la autoridad
judicial competente tendrá potestad para restablecer inmediatamente la
situación jurídica infringida o la situación que más se asemeje a ella.
Todo tiempo será hábil y el tribunal lo tramitará con preferencia a
cualquier otro asunto.
Ahora bien, en referencia a los principios tributarios es menester destacar el
Principio de la legalidad tributaria (Nullum Tributum Sine Lege), que se encuentra
regulado en el artículo 317 de la CRBV (1999) que expresamente señala: “No podrán
cobrarse impuestos, tasas, ni contribuciones que no estén establecidos en la ley…”, y
encuentra su desarrollo en el Código Orgánico Tributario (COT, 2014), que establece
en el artículo 4 “Sólo a la «ley» corresponde regular con sujeción a las normas
generales de este Código, las siguientes materias: a) Crear, modificar o suprimir
tributos; definir el hecho imponible, fijar la alícuota del tributo, la base de su cálculo
e indicar los sujetos pasivos del mismo…”

Referente al término «Ley» se destaca que según la opinión consultiva 6/86 de


fecha 09 de mayo de 1987, solicitada por el gobierno de la República Oriental del
Uruguay por ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos –párrafo Nro. 02–,
la Ley Formal es una norma jurídica adoptada por el órgano legislativo y
promulgada por el Poder Ejecutivo, según el procedimiento requerido por el derecho

9
interno de cada Estado. La palabra leyes en el artículo 30 de la Convención significa
norma jurídica de carácter general, ceñida al bien común, emanada de los órganos
legislativos constitucionalmente previstos y democráticamente elegidos, y elaborada
según el procedimiento establecido por las constituciones de los Estados Partes para
la formación de las leyes.

Por su parte, Luqui (1989) señala que. “Por Ley se entiende, en sentido
Constitucional, la norma jurídica que sanciona el Poder Legislativo y promulga y
ejecuta el Poder Ejecutivo” (p. 33) (cursivas del Autor)

Sobre la garantía de legalidad tributaria y su vinculación con el orden público


constitucional, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en la
Sentencia N° 446 del 24 de marzo de 2004 –
http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scon/marzo/445-240304-03-1920.HTM– citó a
Pérez Royo en los siguientes términos:

Aparte de su significado político en el esquema constitucional de


división de poderes, esta exigencia de autoimposición se ha ligado
durante mucho tiempo a la garantía estrictamente individual frente a
las intromisiones arbitrarias en la esfera de libertad y propiedad del
ciudadano. Dentro del conjunto de valores del Estado Social y
Democrático de Derecho (...) es necesario, sin embargo, reconocer al
principio de legalidad tributaria un significado o fundamentación
plural.
Por un lado, ciertamente, la función de garantía individual a que hemos
hecho referencia. Pero junto a ese carácter garantista estrictamente
individual, el principio de legalidad debe ser visto también –e incluso
de manera prevalente o principal- como una institución al servicio de
un interés colectivo: el de asegurar la democracia en el procedimiento
de imposición o establecimiento de las vías de reparto de la carga
tributaria. Lo que ha querido el constituyente es que el juicio sobre el
reparto de la carga tributaria sea establecido por el órgano que, dada su
composición y funcionamiento, mejor asegura la composición de
intereses contrapuestos en el mencionado reparto’ (Derecho Financiero
y Tributario. Parte General, Madrid. Civitas, 2000, pp. 41-42).
Considera la doctrina mayoritaria que este principio milenario es el de mayor
relevancia en un sistema tributario, toda vez que es una garantía constitucional del
derecho de propiedad, de libertad y de los intereses sociales y comunitarios, al punto

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que sus intereses se extienden a la seguridad jurídica, y económica, e igualmente es
una garantía de certeza para los contribuyentes o responsables porque descarta
cualquier tipo de discrecionalidad por parte de la administración tributaria, pues ésta
se encuentra absolutamente reglada, o lo que es igual, sometida rigurosamente al
principio de la legalidad.

Sólo corresponde a la ley formal determinar los elementos relativos a la


existencia, estructura y cuantía de la obligación tributaria, vale decir, el hecho
imponible, los sujetos que la componen, la base de cálculo, alícuota, exenciones, así
como lo relativo a la responsabilidad tributaria, tipificación de infracciones,
imposición de sanciones y establecimiento de limitaciones de derechos y garantías
individuales, lo que en suma se pude llamar constitucionalización de la
construcción técnico–jurídica del tributo.

Por las consideraciones anteriores queda excluida toda aspiración de los


poderes distintos al legislativo, para dictar normas legales de carácter tributario
excepto la posibilidad incorporada en el texto constitucional, de delegar la facultad de
legislar en materia tributaria, al habilitarse al Presidente de la República, en Consejo
de Ministros para dictar medidas extraordinarias en materia económica y financiera,
cuando así lo requiera el interés público y haya sido autorizado para ello por ley
especial.

Corresponde solamente a las normas de rango sub-legal, el desarrollo del


sistema adjetivo necesario para la efectiva recaudación de los tributos,
independientemente de quien sea el acreedor, así como aplicar las sanciones. Los
decretos como actos administrativos de efectos generales no pueden ser fuente lícita
de obligaciones tributarias y tampoco podrían serlo al reglamentar las leyes
tributarias, puesto que la atribución de reglamentación prohíbe alterar el espíritu,
propósito y razón de las leyes, con lo cual se fija un límite a la atribución
reglamentaria.

Desde el punto de vista constitucional, el Código Orgánico Tributario, es un


sistema de normas que en virtud de su estructura del ordenamiento jurídico debe

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emanar del Poder Legislativo, es decir, de la Asamblea Nacional, pues ostenta la
naturaleza de ley orgánica y ocupa específicamente ese rango en la jerarquía del
sistema jurídico y así expresamente lo establece la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela en la disposición Transitoria Quinta.

En el término no mayor de un año a partir de la entrada en vigencia de


esta Constitución, la Asamblea Nacional dictará una reforma del
Código Orgánico Tributario que establezca, entre otros aspectos:
1. La interpretación estricta de las leyes y normas tributarias,
atendiendo al fin de las mismas y a su significación económica, con el
objeto de eliminar ambigüedades.
2. La eliminación de excepciones al principio de no retroactividad de
la ley.
3. Ampliar el concepto de renta presunta con el objeto de dotar con
mejores instrumentos a la administración tributaria.
4. Eliminar la prescripción legal para delitos tributarios graves, los
cuales deben ser tipificados en el Código Orgánico Tributario.
5. La ampliación de las penas contra asesores o asesoras, bufetes de
abogados o abogadas, auditores externos o auditoras externas y otros
profesionales que actúen en complicidad para cometer delitos
tributarios, incluyendo períodos de inhabilitación en el ejercicio de la
profesión.
6. La ampliación de las penas y la severidad de las sanciones contra
delitos de evasión fiscal, aumentando los períodos de prescripción.
7. La revisión de atenuantes y agravantes de las sanciones para
hacerlas más estrictas.
8. La ampliación de las facultades de la administración tributaria en
materia de fiscalización.
9. El incremento del interés moratorio para disuadir la evasión fiscal.
10. La extensión del principio de solidaridad, para permitir que los
directores o directoras, o asesores o asesoras respondan con sus bienes
en caso de convalidar delitos tributarios.
11. La introducción de procedimientos administrativos más expeditos.
No obstante lo anterior, el vigente Código Orgánico Tributario que derogó el
Código Orgánico Tributario publicado en le Gaceta Oficial de la República
Bolivariana de Venezuela Nro. 37.305 de fecha 17 de octubre de 2001, que contiene
el plexo normativo referente al procedimiento de cobro ejecutivo, fue reformado por
el poder ejecutivo vía Decreto con Rango Valor y Fuerza de Ley, mediante Gaceta
Oficial Extraordinaria Nro. 6152 del 18 de noviembre de 2014.

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Es evidente entonces que: (a) la delegación de funciones legislativas sobre
materias con vinculación y afectación directa e inmediata sobre derechos
fundamentales previstos en la CRBV; (b) la delegación de la obligación de modificar
y reformar el Código Orgánico Tributario, conforme al mandato establecido en las
disposición transitoria quinta de la CRBV a la Asamblea Nacional; y (c) la ausencia
de delegación expresa de atribuciones legislativas en materia tributaria y penal
tributaria en la Ley Habilitante de 2013, son suficientes razones para que el autor de
este trabajo, sostenga que el COT, 2014 está viciado de inconstitucionalidad de
origen, no obstante, estos vicios no serán desarrollados en el presente trabajo por no
formar parte de los objetivos previstos.

Naturaleza Jurídica de los Actos Administrativos dictados en el


Procedimiento del Cobro Ejecutivo.

Breve Reseña del Acto Administrativo.


El Origen del acto administrativo, se remota a finales del siglo XVIII (1790),
en Francia, país que según Gonzalo (2009), puede llamarse la cuna de la rama del
derecho público moderno.

En efecto, después del nacimiento de la revolución francesa, con la toma de la


Bastilla, la doctrina francesa, se recuerda que en la Ley de 16–24 de agosto de 1790,
se prohibía a los tribunales de justicia perturbar o trastornar de cualquier manera
que sea las operaciones de los cuerpos administrativos y de conocer de actos
administrativos de cualquier especie que sea. La primera de esas leyes hacía
referencia a las operaciones de los cuerpos administrativos y la segunda que la
prohibición se refería a los actos de administración de cualquier especie que estos
fueren.

Gonzalo (2009), señala que la primera definición doctrinaria conocida aparece


a comienzos del siglo XIX, bajo la voz “acto administrativo” en el “Repertoire de
Jurisprudence” del jurista Merlin, como “…una resolución, una decisión de la
autoridad administrativa, o una acción, un hecho de la administración que tiene
relación con sus funciones” (p. 14)

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Para la época, y en el sentido siempre de definir con mayor precisión la
noción de “acto Administrativo”, prevaleció el criterio instrumental de servir de
referencia para delimitar la competencia de los tribunales judiciales. Así llegó a
precisarse que no debe considerarse como que escapan de pleno derecho a la
competencia judicial todos los actos emanados de la Administración o toda operación
cumplida o prescrita por ella en vista de un interés general, sino solamente los actos y
operaciones que se relacionan al ejercicio de la “potencia pública” y que exceden por
ese título las facultades de los ciudadanos.

En referencia a facultades que exceden por ese título, las facultades de los
ciudadanos, que son iguales para todos en las relaciones de los individuos entre sí, lo
son también en sus relaciones con la administración, lo que esta hace en vista de
intereses generales, es lo que un simple ciudadano podría hacer en vista de intereses
particulares. Pero esas facultades no son iguales entre los individuos y la
administración cuando esta ejerce la potestad que le ha sido conferida. Ya no es más
el principio de igualdad el que domina sino el principio de autoridad.

Es decir, el derecho de mandar por una parte y deber de sumisión de la otra.


Los actos que la administración cumple en virtud de este concebimiento, las reglas
que sancionan, los derechos que otorga, las órdenes que emana o las prohibiciones
que pronuncia, llevan la marca de poder propio: estos son los actos de potencia
pública, actos administrativos en el sentido que debe dárseles a las prohibiciones
establecidas en las leyes de 1790 y del año III.

Así, la evolución conceptual de los actos administrativos trajo consigo la


distinción entre los actos de potencia pública y los actos de gestión, que perduró hasta
el penúltimo cuarto del siglo XIX, y el 8 de febrero de 1873 se dio origen al criterio
que hoy por hoy perdura, con ciertas variaciones, por supuesto, y considerado la
piedra angular del derecho administrativo francés: el servicio público.

En 1931, la expresión “actos administrativos” aparece a partir del texto


constitucional de esa fecha, entre las disposiciones que se refieren al Poder Judicial y
como consecuencia de su evolución legislativa, estos fueron clasificados utilizando

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unas terminología errónea, pues, en algunas disposiciones menciona “actos
generales” y “ actos particulares” y en otras utilizan en opinión del autor, la expresión
errada “actos de efectos generales” y, “actos de efectos particulares”, ejemplo actual
sería el novísimo COT (2014), que establece en el art.252 “Los actos de la
Administración Tributaria de efectos particulares”, indudablemente que esto es un
error, pues la particularidad o su generalidad está circunscripto a los sujetos.

En ese sentido, Gonzalo (2009), sostiene:

La generalidad de una norma o la generalidad de cualquier acto


jurídico está referida al número de sujetos a los cuales la norma se
refiere, o por decirlo con otras palabras, por los sujetos para las cuales
en cualquier forma la norma es eficaz, pero en ningún caso a los
efectos, que se suelen clasificar en efectos declarativos o meramente
declarativos y efectos constitutivos de creación, modificación o
extinción de situación jurídicas. (p. 105)
Ahora bien, La función administrativa se descompone en una serie de
actuaciones mediante las cuales se cumplen las actuaciones de la administración en
función de cumplir con los fines del interés público, ejecutándose así actos de pura
ejecución, que no producen un efecto jurídico inmediato o directo, aunque al lesionar
intereses patrimoniales protegidos de los administrados, pueden indirectamente llegar
a producirlos; y los actos jurídicos, esto es, declaraciones administrativas de voluntad
que producen, conforme al Derecho, efectos jurídicos directos en la esfera de los
administrados.

Para Carías (2005):

… toda manifestación de voluntad de carácter sub–legal, realizada,


primero por los órganos del Poder Ejecutivo, es decir, por la
Administración Pública, actuando en ejercicio de la función
Administrativa y de la Función jurisdiccional; segundo, por los
órganos del Poder Legislativo (de carácter sub–legal) actuando en
ejercicio de su función administrativa; y tercero por los órganos del
Poder Judicial actuando en ejercicio de la función administrativa y de
la función legislativa. En todos estos casos, la declaración de voluntad
constituye un acto administrativo cuando tiende a producir efectos
jurídicos determinados, que pueden ser la creación, modificación o

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extinción de una situación jurídica individual o general o la aplicación,
a un sujeto de derecho de una situación jurídica general. (p.141)
La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos (LOPA, 1981), define el
acto administrativo como: “…toda declaración de carácter general o particular
emitida de acuerdo con las formalidades y requisitos establecidos en la ley, por los
órganos de la administración pública”. (ex art. 7)

En armonía con estas premisas se puede considerar al acto administrativo


desde tres (3) puntos de vista: (i) objetivo: como una exteriorización de entendimiento
de una voluntad administrativa. (ii) subjetivo todo acto emanado de un órgano
administrativo, de ningún modo como la expresión de la voluntad mental del
funcionario del que procede, y (iii) material como, la de ser producto de la potestad
administrativa que, en su ejercicio, se traduce en la creación de consecuencias de
Derecho.

Así las cosas, la doctrina administrativa ha procedido al estudio de las


distintas clases de actos administrativos atendiendo a distintos puntos de vista, de
acuerdo a la extensión del acto, del interés, según el ámbito, según sus efectos y
según el contenido del acto administrativo; No obstante, estas clasificaciones no es el
objetivo del presente estudio, sino enmarcar la ubicación de los actos administrativos
dictados o con ocasión al procedimiento del cobro ejecutivo, previsto en el COT,
2014.

En ese sentido y ahora en el ámbito tributario, Abache (2012), define el acto


tributario como: una forma de acto administrativo, especial por la materia–
competencia del órgano emitente. Y dentro de los actos tributarios, el acto
declarativo de la obligación tributaria que emana del procedimiento determinativo, es
el acto administrativo–tributario por excelencia (p. 71)

Al respecto, es importante destacar, que la manifestación de voluntad de la


administración, concretizada y materializada en el acto administrativo expreso, debe
respetar un conjunto de elementos detalladamente establecido por el legislador a fin

16
de que el actuar administrativo esté alejado de la arbitrariedad o discrecionalidad por
parte de quien emite el acto.

En efecto, el acto administrativo debe ser motivado, por cuanto, es un


desarrollo de la garantía a la defensa consagrada en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela y, a su vez, del principio de legalidad de limitante de la
actividad administrativa. Este requisito, que podemos considerar universal en la
doctrina administrativa, consiste en que los actos de manifestación de voluntad de la
administración deben contener prueba de su legalidad por una parte, y por la otra, que
exista expresión en su contenido de la forma en la cual el funcionario ha cumplido su
obligación de examinar el caso.

En cuanto a las formalidades como elementos esenciales a la legalidad externa


del acto administrativo, el artículo 18 de la LOPA, 1981 contempla las siguientes:

Todo acto administrativo deberá contener:


1. Nombre del Ministerio u organismo al que pertenece el órgano que
emite el acto;
2. Nombre del órgano que emite el acto;
3. Lugar y fecha donde el acto es dictado;
4. Nombre de la persona u órgano a quien va dirigido;
5. Expresión sucinta de los hechos, de las razones que hubieren sido
alegadas y de los fundamentos legales pertinentes;
6. La decisión respectiva, si fuere el caso;
7. Nombre del funcionario o funcionarios que los suscriben, con
indicación de la titularidad con que actúen, e indicación expresa, en
caso de actuar por delegación, del número y fecha del acto de
delegación que confirió la competencia.
8. El sello de la oficina.
Aunado a estas formalidades existen en la ley in comento otras que a guisa de
ejemplo están previstas en los arts. 15, 16 y 17 referidas a la forma que deben revestir
los actos, según la autoridad de la cual emanen.

En referencia a las formalidades complementarias, como antes se ha señalado,


debe destacarse su necesidad para que el acto válido adquiera eficacia jurídica, la cual
se lleva a cabo fundamentalmente a través de los sistemas de publicidad del acto,
previstos en los Arts. 73 y siguientes de la LOPA (1981), que es el medio por

17
excelencia de publicidad de los actos particulares y la publicación, referida a aquellos
actos de carácter general o que interesen a un número indeterminado de personas.

Naturaleza Jurídica.
Desde el punto de vista jurídico, solo pueden existir dos tipos de normas
jurídicas de procedimiento: las que regulan los actos del procedimientos
administrativos que realizan todos los órganos del Estado en sus respectivas
instancias administrativas (reguladas por la LOPA (1981) y demás leyes especiales de
carácter administrativo que establecen éste tipo de procedimientos), y las normas
jurídicas que regulan los procedimientos jurisdiccionales –dentro del proceso–, única
y exclusivamente realizados en los Tribunales de la República (reguladas por el
Código de Procedimiento Civil).

Esta dicotomía trae aparejada, consecuencialmente, que ambos tipos de


procedimientos estén controlados por normas jurídicas de distinta naturaleza,
aplicadas en entes distintos (administrativos y judiciales) y en jurisdicciones distintas,
así, «los actos administrativos» de los procedimientos administrativos dictados en el
seno de la Administración Pública actuando en función administrativa (ejecutiva,
legislativa y judicial) estarán controlados por los Tribunales Contencioso
Administrativos en tanto «los actos procesales» dictados en los procedimientos
jurisdiccionales en los Tribunales estarán controlados por los mismos Tribunales de
la misma jurisdicción en función a su jerarquía, en virtud de la institución de la
Apelación.

En este orden de ideas, existe una imposibilidad jurídica que un acto sea tanto
de naturaleza administrativa y, concomitantemente, sea también de naturaleza
jurisdiccional, en consecuencia en principios debemos determinar. ¿Cuál es la
naturaleza jurídica del procedimiento del cobro ejecutivo previsto en el COT, 2014?,
«administrativo» o «jurisdiccional».

Los procedimientos administrativos tributarios previsto en dicha ley se


encuentran ubicados en el Título IV referido a la administración tributaria,
desarrollados de la manera siguiente: (i) en la Sección Cuarta el Procedimiento de

18
Recaudación en caso de Omisión de Declaraciones (art. 179 al 181), (ii) en la
Sección Quinta el Procedimiento de Verificación (art. 182 al 186), (iii) en la Sección
Sexta el Procedimiento de Fiscalización y Determinación (art. 187 al 203), (iv) en la
Sección Séptima el Procedimiento de Repetición de Pago (art. 204 al 209), (v) en la
Sección Octava el Procedimiento de Recuperación de Tributos (art. 210 al 217), (vi)
la Sección Novena el Procedimiento de Declaratoria de Incobrabilidad (art. 218 al
220), (vii) en la Sección Décima el Procedimiento de Intimación (art. 221 al 224),
(viii) en la Sección Décima Primera el tratamiento de las Mercancías Objeto de
Comiso (art. 225 al 229) y (ix) en la Sección Décima Segunda el Procedimiento de
los Acuerdos Anticipados sobre Precios de Transferencia (art. 230 al 239).

De esta manera, todos estos procedimientos administrativos están


conformados por actos eminentemente de naturaleza administrativa, pues todos ellos
se realizan de manera exclusiva en el seno de la administración tributaria.

No obstante, paradójicamente el Procedimiento del Cobro Ejecutivo, se


encuentra ubicado en el Título VI del COT, 2014 (art. 290 al 302), en el que se
establecen los “Procedimientos Judiciales de Cobro Ejecutivo y de las Medidas
Cautelares”, es decir que el legislador tributario–habilitado de manera expresa
estableció que éste Procedimiento de Cobro Ejecutivo es de naturaleza jurisdiccional,
por lo que debe entenderse que éste, se debe desarrollar estrictamente a través de
actos de naturaleza jurisdiccional (regulados por el Código de Procedimiento Civil),
mucho más cuando el propio procedimiento trae aparejado la institución del Embargo
Ejecutivo, que se entiende que está limitado a ser realizado única y exclusivamente
por los respectivos Tribunales de Instancia, que en el caso de marras lo serían los
Tribunales Superiores en lo Contencioso Tributario.

En efecto, este procedimiento del Cobro Ejecutivo se inicia en la fase de


ejecución forzosa de la sentencia dictada por el Tribunal Superior Contencioso
Tributario que decide el Recurso Contencioso Tributario (incoado, por supuesto, por
los contribuyentes administrados), a tenor de lo establecido en los artículos 287, 288
y 290 del COT (2014).

19
En efecto, establece el artículo 287 del COT, 2014 “Declarado sin lugar o
parcialmente con lugar el recurso ejercido, el tribunal fijará en la sentencia un lapso
de cinco (5) días continuos para que la parte vencida efectúe el cumplimiento
voluntario.”

Por su parte, el artículo 288 de la norma in comento, referido a la ejecución


forzosa señala: “Vencido el lapso para el cumplimiento voluntario sin que éste se
hubiere producido, la Administración Tributaria ejecutará forzosamente la sentencia
conforme al procedimiento del cobro ejecutivo previsto en éste Código.”

Así mismo, el artículo 290 ejusdem establece:

El cobro ejecutivo de las cantidades líquidas y exigibles, así como la


ejecución de las garantías constituidas a favor del sujeto activo, se
efectuará conforme al procedimiento establecido en éste Capítulo.
La competencia para iniciar e impulsar el mismo y resolver todas sus
incidencias, corresponde a la Administración Tributaria.
Así las cosas, pudiendo la administración tributaria realizar todas las
actuaciones dirigidas al embargo (ejecutivo) de los bienes y derechos del deudor (ex
artículo 291 del COT (2014), los cuales son actos eminentemente de naturaleza
jurisdiccional, regulada en los Artículos 532 y siguiente del Código de Procedimiento
Civil, nos lleva a concluir que el procedimiento del cobro ejecutivo es un
procedimiento administrativo, pues su ejecución lo realiza la administración
tributaria, y de acuerdo a lo que anteriormente señalamos, en ésta instancia
administrativa solo pueden realizarse actos administrativos de naturaleza
administrativa, más no actos de naturaleza jurisdiccional. Entonces ¿Cómo un ente
administrativo puede proceder a realizar actos de naturaleza jurisdiccional? Pues se
entiende que la fase de ejecución de la sentencia o de cualquier acto que tenga fuerza
de tal, corresponderá al Tribunal que haya conocido de la causa en primera instancia,
de acuerdo a lo establecido en el Artículo 523 del CPC (1990).

20
En este orden de ideas, nos encontramos entonces ante una gran encrucijada
jurídica, pues se desprende de lo antes descrito que una vez que se ha desarrollado
todo el íter procesal jurisdiccional del juicio contencioso tributario en primera
instancia, en la sede del Tribunal Superior en lo Contencioso Tributario, la fase de
ejecución de la sentencia, que de acuerdo al antes señalado (ex artículo 523 del CPC,
1990), es un procedimiento exclusivamente diseñado para ser ejecutado por el
Tribunal de primera instancia que conoció de la causa principal, que por consiguiente
es un procedimiento jurisdiccional, pero que no obstante, lo va a ejecutar la
administración tributaria en sede administrativa. Surge así la interrogante ¿Cuál es la
naturaleza jurídica de estos actos administrativos dictados por la administración
tributaria en el procedimiento del cobro ejecutivo?

Un acto procesal es un hecho voluntario lícito que tiene por efecto directo e
inmediato la constitución, el desenvolvimiento o la conclusión del proceso, sea que
procedan de las partes o de sus auxiliares, del órgano judicial o de sus auxiliares o de
terceros vinculados con aquel. El acto procesal es el que se vincula al nacimiento,
desarrollo y extinción de una relación jurídica, a través de la forma jurídicamente
regulada por la Ley, que es el proceso.

Los actos procesales son actuaciones que tienen relevancia procesal y se


realizan dentro del proceso desde su inicio; son ejecutados en forma concatenada
hasta la conclusión del juicio mediante sentencia definitivamente firme, transacción u
otro medio de autocomposición procesal.

Chiovenda (1949), define el acto jurídico procesal como “…los actos que
tienen por consecuencia inmediata la constitución, la conservación, el
desenvolviendo, la modificación o la definición de una relación procesal” (p. 460)

Así, que cuando se refieren a la expresión acto procesal, la misma se vincula


al proceso judicial, en tanto el acto administrativo se vincula al dictado por cualquier
órgano del Estado (inclusive el órgano jurisdiccional), pero actuando en función
administrativa, de manera que se está frente a dos instituciones jurídicas totalmente
diferentes, un acto de naturaleza jurisdiccional (el acto procesal) y un acto de

21
naturaleza administrativa (el acto administrativo). De manera que, aunque se pueda
hacer referencia al acto procesal administrativo, esta última expresión adminicula al
acto procesal a la función administrativa en tanto el acto procesal per se está
vinculado a la jurisdicción, de allí que el acto procesal se vincula al proceso judicial y
no al proceso administrativo, pues el adjetivo «administrativo» se utiliza expresa e
intencionalmente para encuadrar el acto procesal exclusivamente en la función
administrativa más no en la jurisdiccional.

Entonces, los actos realizados en el desarrollo del embargo ejecutivo, por


ejemplo (como en el embargo ejecutivo realizado dentro del procedimiento
administrativo de cobro ejecutivo), son actos eminentemente procesales, que,
lógicamente no nacen ni se desenvuelven en el procedimiento administrativo, sino
que su naturaleza y materialización es exclusiva del ámbito jurisdiccional, de lo que
se denota la imposibilidad jurídica de que en la administración pública se puedan
realizar actos procesales, donde sólo pueden realizarse, de manera única y exclusiva,
actos administrativos.

Los principios fundamentales y universales de la ciencia del Derecho


Procesal, son el conjunto de sistemas o de medios de los que dispone ésta rama del
Derecho para la existencia de la misma.

Dentro de la gran cantidad de Principios que norman ésta disciplina jurídica,


se pueden destacar: a) El carácter exclusivo y obligatorio de la función
jurisdiccional, la cual solo puede ejercerla el Estado a través de los órganos y
funcionarios competentes; b) La necesidad de oír al demandado, lo que implica que
es indispensable vincular al proceso a la parte contra quien se fórmula el derecho que
el demandante reclama, a fin de que se apersone dentro del proceso y pueda ejercer el
derecho de defensa; c) El Principio de Igualdad de las partes, que significa que las
dos partes, constituidas por el demandante y el demandado o el acusador y el
acusado, dispongan de las mismas oportunidades para formular cargos y descargos y
ejercer los derechos tendientes a demostrarlos y, d) Los Principios del Procedimiento.

22
Ahora bien, dentro de los principios del procedimiento se destacan el
Principio Dispositivo, según el cual las partes son el sujeto activos del proceso ya
que sobre ellos recae el derecho de iniciarlo y determinar su objeto, mientras que el
juez es simplemente pasivo pues solo dirige el debate y decide la controversia; y el
Principio Inquisitivo, el cual consiste en que el juez no es sujeto pasivo del proceso
sino que adopta la calidad de activo por cuanto está facultado para iniciarlo fijar el
tema de decisión y decretar pruebas necesarias para establecer hechos, el principio
inquisitivo ha sido asignado a los procesos en donde se controvierten o ventilan
asuntos en que el estado o la sociedad tiene interés como acontece en el penal por que
se considera de índole publica y, por tanto no susceptibles a la de terminación por
desistimiento o transacción.

A la luz de esta óptica, al profundizar en el ámbito del Procedimiento del


Cobro Ejecutivo, regulado en el vigente COT (2014), se observa algunas
particularidades que son propias y características del Derecho Procesal Civil, así:

1. Es un procedimiento que tiene su origen en la fase de ejecución de la


sentencia de primera instancia, dentro del procedimiento que regula el juicio
contencioso tributario, pues el mismo se iniciará una vez vencido el lapso para el
cumplimiento voluntario de la sentencia sin que éste se materialice (ex art 288 del
COT, 2014).

2. Es un procedimiento que suple la fase de la ejecución forzosa de la


sentencia (que rige en todo proceso civil) dentro del juicio contencioso tributario (ex
artículo 288 del COT, 2014).

3. Es un procedimiento en el que se procede al embargo ejecutivo de bienes


y derechos del deudor, accionante del Recurso Contencioso Tributario, quienes
pueden ser el contribuyente o el responsable en materia tributaria, (ex artículo 291 del
COT, 2014), el cual es un procedimiento única y exclusivamente de carácter
jurisdiccional, pues sólo el Juez, por sentencia definitiva, podrá disponer de los
bienes y derechos de las partes.

23
4. La administración tributaria es la parte demandada en el juicio contencioso
tributario, pues el Recurso Contencioso Tributario es interpuesto por los
administrados (contribuyentes o responsables en materia tributaria) contra
actuaciones de la Administración Tributaria (ex art. 266 del COT, 2014).

Se colige entonces, con meridiana claridad, que este Procedimiento de Cobro


Ejecutivo nace y se desarrolla dentro de un procedimiento jurisdiccional, derivativo
del Recurso Contencioso Tributario, lo que le reviste de la regulación propia del
Derecho Procesal, tal como se establecía en el Juicio Ejecutivo de Créditos Fiscales
(procedimiento jurisdiccional por antonomasia), establecido en el Artículo 289 del
Código Orgánico Tributario derogado del año 2001.

Aunado a lo anterior, una característica propia del Procedimiento del Cobro


Ejecutivo, es que el mismo no va a ser ejecutado por el Juez de Primera Instancia, tal
como lo establece el artículo 523 del CPC, sino por la propia administración
tributaria, quién adicionalmente, es la parte demandada en éste tipo de juicio especial
(contencioso tributario) (ex artículo 266 del COT, 2014).

No cabe duda que el Procedimiento de Cobro Ejecutivo, al estar establecido


dentro del Capítulo referente al Recurso Contencioso Tributario (ex Art. 266 del
COT, 2014), se circunscribe a una serie de actuaciones que deben revestir carácter
eminentemente procesal más no administrativo, pues tal como lo establece el artículo
14 del Código de Procedimiento Civil, el Juez es el director del proceso teniendo éste
la obligación de impulsarlo de oficio hasta su conclusión, y si aunado a ello,
sumamos que el Procedimiento del Cobro Ejecutivo va dirigido exclusivamente a la
ejecución forzosa de la sentencia de primera instancia dictada por el Tribunal
Superior en lo Contencioso Tributario, a través del procedimiento del embargo de
bienes, regulado en los Artículos 534 del Código de Procedimiento Civil, no pueden
considerarse tales actos como de naturaleza administrativa, aun cuando los ejecutare
la propia administración tributaria, quién por añadidura es manifiestamente
incompetente para realizar éste tipo de actuaciones judiciales, como lo señalaremos
más adelante.

24
Antecedentes legislativos del Cobro Ejecutivo.
El juicio ejecutivo en el antiguo Derecho español según Borjas (1984)
procedía a favor de aquellos acreedores que mostrasen a los Alcaldes y Justicias
cualquiera carta, contratos públicos y recaudos ciertos de obligaciones que tuviesen
contra alguna persona, y conforme a él tenían derecho a que dichas autoridades las
cumpliesen y llevasen a debida ejecución, con tal que estuviesen vencidos los plazos
de los pagos, sin oír ni considerar legitimas las excepciones que contra tales contratos
fueren alagadas, a menos de ser las de pago, promisión o pacto de no pedirlo,
falsedad, usura, temor o fuerza.

Agrega Borjas referente a la regulación en el ordenamiento jurídico


Venezolano que:

El legislador patrio no adoptó el sistema de la Antigua Metrópoli, y en


la Ley II, Titulo VII del Código de Aranda pautó en su lugar la vía o
procedimiento ejecutivos que, paralelamente con la tramitación del
juicio ordinario correspondiente, podía hacer seguir el acreedor que
presentase escritura pública u otro documento auténtico comprobatorio
de la obligación del demandado, o acompañase vale o instrumento
privado reconocido judicialmente por el deudor (p.80) (Subrayado del
Autor)
Se colige entonces que en el Derecho Procesal no existe un juicio ejecutivo,
como en el Derecho antiguo sino un procedimiento in executivis que se ventilaba en
cuaderno separado hasta el estado de procederse al remate de los bienes embargados,
y así permanecía en suspenso hasta que el juicio ordinario quedaba concluido, es
decir, definitivamente firme.

El Código de Procedimiento Civil de 1916 disponía en el título XIII lo


relativo a las demandas en que tengan interés las rentas públicas, estableciendo en su
artículo 681 la facultad que tenían los Tesoreros, Administradores u otros empleados
en la Recaudación de las Rentas Nacionales, de los Estados o de las Municipalidades,
para demandar judicialmente cantidades líquidas u otra cosa cierta que correspondan
a los ramos de que ellos estuvieran encargados.

25
De manera que se observa que esta institución de los Juicios Ejecutivos de
Créditos Fiscales no ha sido efímera en la legislación Nacional, pues, como se
observa, tiene sus antecedentes que datan desde 1916, pasando al Código de
Procedimiento Civil de 1986.

Históricamente, en ambos textos legales (Artículo 681 del Código de


Procedimiento Civil 1916 y Artículo 653 del Código de Procedimiento Civil 1986),
se consagró la vía judicial para el cobro de los créditos fiscales, de lo que se aprecia,
no sólo toda una vigencia sino también toda una tradición histórica de la naturaleza
procesal de este tipo de procedimientos, lo que denota su carácter eminentemente
jurisdiccional, y de lo que hoy se aprecia, todo un resquebrajamiento de dicho
régimen jurídico procesal al establecerse el mismo bajo una figura de “naturaleza
administrativa” que, como se desarrollará en capítulos ulteriores, viola preceptos
constitucionales y legales y, es abrogatorio de Principios Universales del Derecho.

En efecto, el CPC (1986) incorporó en el ordenamiento jurídico la figura del


Juicio Ejecutivo de Créditos Fiscales, la cual aún se encuentra vigente (ex art. 653),
en el Código de Procedimiento Civil de 1990, en efecto dispone la norma in comento:
“…Salvo lo dispuesto en el Código Orgánico Tributario, la ejecución de créditos
fiscales se solicitará ante los Tribunales civiles competentes según la cuantía, de
conformidad con las disposiciones del presente Capítulo.”

Es conveniente destacar que la Ley Orgánica de Hacienda Pública Municipal


Nacional de 1974, establecía en el artículo 321, que: “…Cuando las leyes especiales
establezcan procedimientos para determinados casos de contravenciones fiscales, se
seguirán tales procedimientos con preferencia a las disposiciones del presente Título.”

En el Derecho Procesal Tributario, la figura del juicio de créditos fiscales,


pasó a estar regulado en las leyes tributarias con la entrada en vigencia del Código
Orgánico Tributario de 1994, que estableció en su artículo 197 (ex art. 190 del COT,
2001): “Cuando los créditos a favor del Fisco Nacional por concepto de tributos,
sanciones, intereses o recargos, no hayan sido pagados al ser determinados y

26
exigibles, se demandarán judicialmente siguiéndose el procedimiento previsto en este
Capítulo” (cursivas del autor)

El referido Código Orgánico Tributario, contemplaba que la competencia para


la interposición y desarrollo del Juicio Ejecutivo de Créditos Fiscales, correspondía a
la jurisdicción contenciosa tributaria, por lo que el mismo ya no se instauraría a través
del Juicio Ejecutivo de Créditos Fiscales regulado hasta ese momento, por el Código
de Procedimiento Civil de 1990.

Según se ha citado, a través de la figura del Juicio Ejecutivo de Créditos


Fiscales, las administraciones tributarias nacionales, estadales y/o municipales, tenían
la posibilidad de acudir por ante los órganos jurisdiccionales, a ejecutar los créditos
fiscales que tuvieren a su favor, por las deudas pendientes de aquellos contribuyentes
que no habían satisfecho correctamente sus acreencias con el Estado, provenientes de
obligaciones tributarias exigibles.

Sobre las bases de las consideraciones anteriores, se observa que toda la


regulación jurídica del Juicio Ejecutivo de Créditos Fiscales, consistía en un
«procedimientos» o como lo señala Balzan (1986) “…conjunto de actos cumplidos
por las partes, los terceros y el juez…” (p.26) exclusivamente jurisdiccionales,
sometidos al imperio de los Tribunales de Justicia, al haberse establecido en el CPC,
1986 (ex artículo 653) y luego en el Código Orgánico Tributario de 1994, regulación
que se mantuvo incólume hasta el Código Orgánico Tributario de 2001, donde
taxativamente señalaba el artículo 291:

La solicitud de ejecución del crédito deberá interponerse ante el


Tribunal Contencioso Tributario competente.
En la misma demanda el representante de Fisco solicitará, y el
Tribunal así lo acordará, el embargo ejecutivo de bienes propiedad del
deudor que no exceda del doble del monto de la ejecución, más una
cantidad suficiente estimada prudencialmente por el Tribunal para
responder del pago de intereses y costas del proceso. Si el embargo se
realiza sobre dinero en efectivo, se limitará al monto de la demanda
más la estimación de los intereses y costas. (Destacado del Autor)

27
Además el código in comento establecía una serie de reglas jurídicas que
según la doctrina especializada garantizaban el derecho a la defensa y determinan a la
vez, la necesaria fundamentación de la oposición que puede suscitar el intimado, tales
como:

- Posibilidad jurídica que un tercero pretenda ser preferido al


demandante o que son suyos los bienes embargados (ex art. 293)
- Una vez admitida la demanda, se acuerda la intimación del deudor
para que pague o compruebe haber pagado, apercibido de ejecución en
el lapso de cinco (5) días contados a partir de su intimación. El deudor,
en el lapso concedido para pagar o comprobar haber pagado, podrá
hacer oposición a la ejecución demostrando fehacientemente haber
pagado el crédito fiscal. Asimismo, podrá alegar la extinción del
crédito fiscal conforme a lo medios de extinción previstos en el Código
(ex art. 294)
- En caso de oposición, se abrirá de pleno derecho una articulación
probatoria que no podría exceder de cuatro (4) días de despacho, para
que las partes promuevan y evacuen las pruebas que consideren
convenientes. (ex art. 294 parágrafo Único)
- El fallo que declare con lugar la oposición planteada será apelable en
ambos efectos, y el que la declare sin lugar será apelable en un solo
efecto. La decisión que resuelva cualquiera de los casos previstos en
este artículo no impedirá el embargo de los bienes, pero no podrá
procederse al remate de estos bienes hasta tanto la segunda instancia
resuelva la incidencia. (ex art. 294 parágrafo Único, segundo acápite)
- Vencido el lapso establecido en el encabezamiento del artículo
anterior, o resuelta la incidencia de oposición por la alzada sin que el
deudor hubiere acreditado el pago, se aplicará lo previsto en los
artículos 284 y siguientes de este código, pero el remate de los bienes
se suspenderá si el acto no estuviere definitivamente firme. A estos
efectos, no se aplicará lo dispuesto en el artículo 547 del Código de
Procedimiento Civil. (ex art. 295)
Es también, menester destacar, que respecto a las reglas establecidas en el
CPC, 1990 referidas al procedimiento de la ejecución de Créditos Fiscales, La Roche
(2006) afirmaba que éstas quedan sucedáneas de las previstas en el COT, 2001, de
manera que vienen a cumplir, en razón de la analogía (ex art. 4 Código Civil
Venezolano), una función en los vacíos legales de índole procedimental que presente
el COT, 2001.

28
La exigibilidad de las obligaciones como requisito de procedencia del
procedimiento del cobro ejecutivo.

Para la instauración del procedimiento del cobro ejecutivo por disposición


legal, se requiere que las obligaciones tributarias sean cantidades «liquidas» –
determinadas– y «exigibles» –de plazo vencido– (ex 290 del COT, 2014), norma que
contemplaba el COT, 2001 (ex art. 289), que a su vez el derecho tributario lo tomó
del art. 630 del CPC, 1986.

En efecto las obligaciones deben ser «liquidas» que en los términos de Borjas
“vale decir, que su monto, o el número y especie de las cosas que deben ser
satisfechas, resulten determinados en el título ejecutivo (…)” y además agrega que
este es un principio pacífico de la doctrina que establece “…que debe considerarse
líquido aquel crédito que el Tribunal, con vista del instrumento, pueda liquidar por sí
mismo mediante un simple cálculo aritmético.” (pp. 83-84)

No obstante lo anterior, al respecto Blanco-Uribe (2016), delata que en el


COT (2001), subyace la imprecisión en el uso de los términos «liquidas» y «exigibles
de manera concurrentes, por lo cual se incurre en el mismo error presente en el
artículo 640 del CPC (1986), relativo al procedimiento por intimación que se refiere a
ambos términos.

En ese sentido aclara Blanco-Uribe:

…acorde con la teoría general de las obligaciones, para que una


obligación sea legalmente exigible, se necesita que la misma sea
líquida y de plazo vencido. Es decir, la liquidez no es un parámetro
adicional a la exigibilidad de la obligación, sino que junto al plazo
vencido resulta componente indispensable de la misma. (p. 599)
El uso de manera autónoma de los términos «líquidas» y «exigibles» como
condición necesaria para la procedencia del cobro ejecutivo, constituye una
desatención al uso apropiado del término, pues la norma solo debe referirse a
«obligaciones exigibles».

Hecha la observación anterior, es importante destacar que las obligaciones


tributarias sujetas al cobro ejecutivo, se originan con ocasión al acto administrativo-

29
determinativo, y gozan, por una parte de presunción de legitimidad y, por la otra su
ejecutoriedad. Ello quiere decir, que en principio el acto puede ser inmediatamente
puesto en ejecución o en práctica sin ninguna condición o requerimiento.

La presunción de legitimidad consiste en la suposición de que el acto fue


emitido conforme a derecho, es decir, que obedece al cumplimiento de todas las
prescripciones legales.

Según los Tribunales –Sentencia de la CSJ/SPA, de fecha 4 de febrero de


1980– los actos administrativos están investidos o gozan de presunción de
legitimidad que se les atribuye en el sistema jurídico venezolano y cuyo fundamento
es la preocupación y necesidad de evitar todo retardo en el desempeño de la actividad
de la administración tributaria.

Importante es destacar que la presunción de legitimidad del acto


administrativo no implica per se que la administración esté relevada de probar los
hechos que originaron el acto, al respecto Brewer-Carias, ha sostenido –Conferencia
dictada en la Facultad de Derecho de la Universidad del Zulia el 17 de octubre de
1975– que:

…Esta presunción de legalidad, de veracidad y de legitimidad como


característica del acto administrativo, provoca, ante todo, en el
procedimiento de impugnación de un acto administrativo en vía
administrativa, la inversión de la carga de la prueba. Aquí la carga se
atribuye, no a quien afirma el hecho, que ha sido la Administración
con su decisión, pues ha afirmado con presunción de legitimidad; sino
a quien niega su existencia. La presunción de legitimidad, veracidad y
legalidad por supuesto, es de carácter iuris tantum, que puede ser
cuestionada, y precisamente para plantear ese cuestionamiento es que
se establece el procedimiento de impugnación, tanto en vía
administrativa como en vía contencioso–administrativa.
Pero la presunción de legitimidad del acto administrativo, y esto es
quizás uno de los elementos fundamentales de esta noción, que implica
la posibilidad para la Administración de, una vez dictado un auto,
ejecutarlo por su carácter de título ejecutivo, de su ejecutividad, y de
hacerlo ejecutar aún por la fuerza pública, si es necesario, por el
principio de la ejecutoriedad; no puede implicar la facultad de la
Administración de prescindir de la prueba de los hechos en que se
funda la decisión. El hecho de que un acto administrativo cuando se

30
dicta, tenga esta presunción de legitimidad, no podría implicar que la
Administración esté exenta de probar los hechos y que, simplemente,
pueda dictar un acto en forma arbitraria sin necesidad de probar los
hechos que dan origen a ese acto. Sin embargo, una vez dictado el
acto, la carga de la prueba se invierte, y es el particular que va a
cuestionar el acto, quien debe probar que ese acto es ilegal, es decir,
quien tiene que desvirtuar –ha dicho la Corte Suprema de Justicia–,
todas aquellas razones en las cuales se fundó la Administración para
decidir.
En efecto, al proclamar por primera vez el principio de la presunción
de legitimidad de los actos administrativos, en una sentencia de 1943,
la antigua Corte Federal señaló que:
"deben invocarse razones precisas, definidas, categóricas emanadas de
la Ley suficientes para desvirtuar aquellas en que se fundó el Ejecutivo
y revocar su Resolución, pues así como se presume acierto en éste al
aplicar la Ley e interpretar los principios que rigen la materia, cuando
no concede una Marca; cabe igual presunción de acierto, de que se ha
mantenido dentro de lo permitido y de lo prohibido por el Legislador,
cuando ha accedido a la solicitud de registro... ".
Esta presunción de legalidad, veracidad y legitimidad, es la que debe
ser cuestionada en el procedimiento de impugnación, y la prueba que
la desvirtúe corresponde al impugnante. Tal como la misma Corte
Suprema lo ha dicho expresamente. "la presunción de veracidad que
ampara el contenido de las Actas Fiscales conserva toda su eficacia
probatoria cuando no sea desvirtuada por el recurrente en las
oportunidades y por los medios que le da la ley".
O sea, que la presunción de legitimidad otorga al acto administrativo
fuerza probatoria, e invierte la carga de la prueba: es el particular
interesado en impugnar el acto quien debe probar los hechos que va a
alegar contra ese acto administrativo, lo cual, como señalaba, no
implica que la Administración pueda dictar actos arbitrarios sin probar
los hechos que dan origen al acto. Por ello, el particular interesado no
sólo puede controlar la legalidad de un, acto administrativo, sino que,
sin duda, puede también controlar los presupuestos de hecho. Por ello
se han planteado una serie de exigencias consecuenciales de la
señalada inversión de la carga de la prueba… (p.37)
En ese mismo sentido, la presunción de legitimidad tiene como consecuencia
inmediata, que el acto no requiere que su legalidad sea declarada por una autoridad
judicial. Por otra parte, también con base a la presunción, la nulidad de los actos
administrativos no puede declarase de oficio y quien pretenda la ilegitimidad o
ilegalidad de un acto administrativo, debe alegar y probar lo pertinente.

31
Por su parte Araujo (2014), sostiene que:

…esta presunción ampara, en rigor, solo al acto administrativo: (a)


que es “firme y definitivo” [Sentencia de la CPCA, de fecha 7 de junio
de 1983] y según la jurisprudencia [Sentencia de la CSJ/SPA, de fecha
19 de junio de 1980] hay que tomar en cuenta que dicha presunción
juris tantum ampara sólo los actos que haya sido cumplidos por los
funcionarios competentes y en ejercicio de sus atribuciones legales, no
por aquellos otros cuya identidad y competencia han sido precisamente
cuestionados en juicio. Esto es, según otra sentencia [Sentencia de la
CPCA, de fecha 26 de mayo de 1983] (…) por haber sido dictado por
una legitima autoridad, en ejercicio de su competencia y sobre materia
que forma parte de su ámbito, mediante el procedimiento que la ley
exige” (pp. 65 y 66) [interpolados del Autor]
La ejecutoriedad del acto significa, que por principio, la administración misma
y con sus propios medios lo hace efectivo, poniéndole en práctica. La ejecutoriedad
no debe ser confundida con la ejecutividad o exigibilidad del acto. La Ejecutividad es
una característica de todo acto administrativo que esté en condiciones de ser impuesto
al particular. La ejecutoriedad, en cambio, es la potestad que por principio tiene la
administración pública de hacer cumplir por sí misma los actos que emita. Al
respecto debe señalarse, que si bien todo acto ejecutorio es por definición ejecutivo,
en el sentido de que puede ser impuesto al administrado, no todo acto ejecutivo es
ejecutorio.

La noción de legitimidad es entendida como sinónimo de perfección, como


equivalente a acto perfecto. El acto perfecto es a su vez, válido y eficaz. No obstante,
autores como Luciani y Abache, han destacado en sus respectivas obras, que no existe
ninguna norma que regule la llamada presunción de legitimidad del acto
administrativo y que además los tribunales no han interpretado adecuadamente
cuando el acto administrativo goza de la presunción de legitimidad.

Aunado a lo anterior, señala Abache (2015) en referencia a la exigibilidad del


acto tributario que:

“…La ejecutividad e ejecutoriedad de los actos tributarios está atada,


en primer lugar, a la exigibilidad de los actos administrativos en
general hasta tanto se “presuman” (o sean) legítimos; en segundo

32
lugar, está íntimamente vinculada a su naturaleza determinativa
declarativa con eficacia diferida en particular…” (p.1.767)
Agrega Abache (2015), “…que la presunción de legitimidad del acto
administrativo constituye el fundamento de exigibilidad, sustenta su ejecutividad y
ejecutoriedad, o lo que es lo mismo, si no se “presume” (o es) legítimo, mal pudiera
pasarse a la ejecución de su contenido…” (p.1767)

Para que nazca la presunción de legitimidad de los actos administrativos y


estos sean plenamente eficaces, en opinión de Abache (2015), deben estar presentes
cuatro elementos concurrentes:

(i) el indicio propio o endógeno materiales de validez; (ii) el indicio


preexistente o anterior de validez; (iii) el indicio posterior o formal de
eficacia condicionada y parcial; y (iv) el indicio impropio o exógeno
de eficacia inmediata y plena del acto administrativo. (p.1768)
El primero de esos elementos se refiere a que el acto administrativo haya sido
dictado por el órgano competente y en apego a la ley; por su parte el segundo lo
constituye la exigencia a que el acto esté debidamente respaldado por el expediente
administrativo; el tercero se refiere a las consecuencias jurídicas que este proyecta a
partir de su notificación legal al administrado; y el último de los elementos está
vinculado con el tercero, pues consiste en el vencimiento o transcurso íntegro del
lapso legal de impugnación, sin que exista actividad alguna de las partes.

Precisado lo anterior, en este punto es menester hacer un apartado para


destacar que en algunos casos el Tribunal Supremo de Justicia, pareciera no haber
entendido la exigencia de la «firmeza» para que el acto administrativo sea objeto de
cobro ejecutivo. Es decir, no es importante que las obligaciones tributaria sean
«exigibles», pues a través de la sentencia de la Sala Político-Administrativo,
Sentencia Nro. 00238 del 13 de febrero de 2007
http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/febrero/00238-13207-2007-2005-
5374.HTML ha señalado:

… uno de los presupuestos necesarios para la interposición de la


demanda por ejecución de créditos fiscales, es que no se encuentren
suspendidos los efectos del acto impugnado.

33
Asimismo, se observa que puede darse el caso en el cual sea admitido
el recurso contencioso tributario, y paralelamente la Administración
Tributaria exija el pago de la obligación tributaria a través del juicio
ejecutivo, siempre y cuando no se haya solicitado la suspensión de los
efectos del acto administrativo de contenido tributario impugnado, o
bien estuviere pendiente de decisión dicha medida o en el supuesto en
que ésta hubiere sido negada. (Destacado del Autor)
Sin embargo, la misma Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de
Justicia, en otro caso donde el sujeto pasivo era la compañía PDVSA PETRÓLEO,
S.A., a través de la sentencia Nro. 317 del 12 de marzo de 2008 –
http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/marzo/00317-12308-2008-2006-
1106.HTML– declaro inadmisible el juicio ejecutivo en virtud a que:

las referidas planillas, así como la determinación de multa e intereses


moratorios, no son actos administrativos contentivos de
obligaciones líquidas y exigibles a favor del Fisco Nacional y no
tienen el carácter de título ejecutivo, pues como consta de autos, no
están definitivamente firmes, al haber hecho uso la referida empresa de
los medios de impugnación (inicialmente en sede administrativa el
solicitar la revisión de oficio del acto, y posteriormente en sede
jurisdiccional al interponer el recurso contencioso tributario), a objeto
de ejercer su derecho constitucional a la defensa. (Negritas de la Sala y
subrayado del Autor)
Ahora bien, dejando a tras los va y vienen de la Sala Político-Administrativa
del Tribunal Supremo de Justicia referente a la «exigibilidad» como supuesto de
procedencia del Juicio Ejecutivo, es conveniente destacar que, para que la obligación
tributaria sea exigible, obviamente antes debió ser liquidada «liquida», es decir, esta
debe conocerse, término este que en materia tributaria es sustituido por su sinónimo:
«determinación».

Giuliani F. (citado por De la Garza, 1973) define la determinación como:

El acto o conjunto de actos emanados de la administración, de los


particulares o de ambos coordinadamente, destinados a establecer en
cada caso particular la configuración del presupuesto de hecho, la
medida de lo imposible y el alcance cuantitativo de la obligación. (p.
792)

34
Por su parte, Jarach (1980), la define como: “(...) un acto jurídico de la
administración en el cual ésta manifiesta su pretensión, contra determinadas personas
en carácter de contribuyentes o responsables, de obtener el pago de la obligación
tributaria sustantiva.” (p.319).

Villegas (2002), al respecto señala que la determinación:

…es el acto o conjunto de actos dirigidos a precisar en cada caso si


existe una deuda tributaria (an debeatur), quien es el obligado a pagar
el tributo al fisco (sujeto pasivo) y cuál es el importe de la deuda
(quantum debeatur)” (p. 395).
A juicio del Jarach (1980), el principio general que se refiere a la naturaleza y
eficacia de la determinación tributaria consiste, en el reconocimiento de que la misma
no es un elemento constitutivo de la obligación, ni tampoco un momento necesario
para la existencia ni una etapa de su vida (p. 319). Es decir, la obligación no nace
porque alguien (sujeto de la relación) determina la obligación tributaria o por haber
discurrido un tiempo determinado.

El COT (2014), establece que la determinación tributaria, es una actividad


propia de la autoridad administrativa quien dispone de amplias facultades de
fiscalización y determinación para comprobar y exigir el cumplimiento de las
obligaciones tributarias (ex art. 137) con lo cual se reconoce que ésta determinación
no da origen a la obligación sino que la perfecciona y en consecuencia brinda eficacia
a una obligación desde la configuración del hecho imponible.

No obstante, tanto el legislador–ejecutivo, como la doctrina patria, utilizan el


término de «determinación» de manera indistinta del sujeto de la relación jurídica
tributaria (ex art. 140 del COT, 2014). Es decir, hacen referencia a la existencia de
distintas formas de determinaciones: (a) las realizada por el Sujeto Pasivo; b) las
efectuada por la Administración Tributaria, y c) la realizada por la Administración
Tributaria con colaboración del sujeto pasivo, también denominada determinación
mixta.

35
Resulta oportuno destacar que, el sujeto pasivo a través de las declaraciones
de impuestos correspondientes (ex art. 157 del COT, 2014) cumple con el deber –
formal– de informar, y el deber –material– de liquidar y pagar esas obligaciones, y
en los casos que la administración tributaria considere que la declaración no refleja la
realidad por deficiencia o falsedad respecto los hechos o errónea interpretación del
derecho, queda facultada para proceder a determinar la obligación tributaria. Es decir,
que en virtud que la obligación tributaria nace por la ley «hecho imponible» y debe
ser cumplida espontáneamente por el sujeto pasivo generalmente acompañada por su
declaración y supletoriamente es exigida por la administración tributaria ya que su
intervención no condiciona el nacimiento de la obligación.

Más allá de la discusión doctrinaria referida a establecer si la determinación


tributaria es un acto jurídico de (i) la administración pública, (ii) del contribuyente o
(iii) de ambos, cierto es que el Tribunal Supremo de Justicia en Sala Político-
Administrativo, en muchos casos ha ordenado que la administración tributaria
correspondiente modifique el importe de los reparos, cambie, imponga o actualice las
multas e intereses correspondiente, con lo cual reconoce que es la administración
tributaria el órgano competente para realizar la determinación (Véase TSJ.SPA.,
Sentencia Nro. 00528 de fecha 3 de abril de 2001, Caso: Cargill de Venezuela, C.A.
http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/abril/00528-030401-13890.HTM.)

Sin embargo, en otros casos la misma Sala Político-Administrativo del


Tribunal Supremo de Justicia, ha establecido que ella también es competente para
determinar las obligaciones tributarias (Véase Sentencia N° 02638, del TSJ.SPA. de
fecha 22 de noviembre 2006, caso: “Editorial Diario Los Andes”
http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/noviembre/02638-221106-2005-5605-
1.HTM) y Sentencia Nro. 01009, de la Sala Político-Administrativo del Tribunal
Supremo de Justicia de fecha 08 de julio de 2009, Caso: Distribuidora de Motores
Cordillera Andina Compañía Anónima (DIMCA C.A.), Vs. Municipio san Cristóbal
del estado Táchira. http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/julio/01009-8709-2009-
2008-0516.HTML), argumentando lo siguiente:

36
…la ley no señala expresamente que la Administración Tributaria, sea
la que posea en forma exclusiva y excluyente la competencia para
llevar a cabo el procedimiento de determinación de la obligación
tributaria. En efecto, la Ley establece la posibilidad de que sean los
mismos particulares los que la puedan llevar a cabo, correspondiéndole
posteriormente a la Administración Tributaria la facultad de verificar
la misma.
…debe esta Sala concluir que sí podía el a quo determinar las
cantidades correspondientes a tributos y accesorios, concretamente a
los montos debidos por concepto de Impuesto de Industria, Comercio,
Servicios e Índole Similar, así como los intereses moratorios, una vez
constatado el incumplimiento por parte de la contribuyente en el pago
de tributos lo cual no constituye una usurpación de funciones, pues es
competencia de los jueces tributarios revisar la legalidad o no de los
actos administrativos emanados de la Administración, así como
verificar la correcta aplicación de los textos legales y, en consecuencia,
las determinaciones efectuadas, ya que se encuentran en controversia
tanto los intereses patrimoniales del Estado, como los derechos
subjetivos de los particulares.
En ese mismo sentido, es conveniente señalar que, el artículo 140 del COT,
2014, señala que: (a) los contribuyentes deben «determinar» y pagar los impuestos,
siendo esto conocido como la «determinación del sujeto pasivo», o
autodeterminación, o (b) proporcionar los datos necesarios para que la administración
la efectué, y a esta se le llama la «determinación mixta». Sin embargo, el autor de este
trabajo es de la opinión que tanto el legislador de excepción como la doctrina
especializada, cuando hacen referencia a la determinación del sujeto pasivo o la
realizada por la administración tributaria con la colaboración del sujeto pasivo, se
refiere a simples declaraciones tributarias que de manera preliminar determinan las
obligaciones tributarias, en virtud del carácter meramente declarativo, que en
Venezuela goza la figura de la determinación de la obligación tributaria.

En efecto, la determinación declara la existencia de la obligación tributaria


nacida en el momento de la realización del hecho imponible. Véase Sentencia N°
00123, de fecha 29 de enero de 2009, caso: Zaramelia & Pavan-Construccion
Company, S.A. http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/enero/00123-29109-2009-
2007-0815.HTML

37
A guisa de ejemplos la auto-determinación –como lo llama buena parte de la
doctrina– o de declaración y liquidación del sujeto pasivo, es aquella declaración que
subyace en la Ley de Impuesto Sobre la Renta de 2015 (ex art. 77) y Ley del
Impuesto al Valor Agregado de 2014 (ex art. 47) ambas leyes contemplan la
obligación del sujeto pasivo de declarar y pagar por sí mismo el impuesto resultante.

Sin embargo, también existen leyes que no contemplan la llamada auto-


determinación; tal es el caso de la Ordenanza de Impuesto sobre Actividades
Económicas 2014 del Municipio Heres del estado Bolívar (véase arts. 50 y 51), que
se le impone al sujeto pasivo, la obligación de declarar solo de uno de los elementos
del tributo –la base imponible– para que finalmente la «determinación» preliminar,
sea efectuada por la administración tributaria, configurándose así para algunos
especialistas la llamada determinación mixta, que en opinión del autor esta sigue
siendo la declaración del sujeto pasivo.

Ahora bien, conocida la cuantía de la obligación tributaria, sea esta liquidada


por el sujeto pasivo –contribuyente o responsable– o determinada por la
administración tributaria, y se encuentren cumplidos los extremos legales que den
originen a la presunción de legitimidad, se entenderá que tales obligaciones serán
exigibles, y en consecuencia se puede saber cómo proceder al inicio del
procedimiento de cobro ejecutivo, pues (a) el recargo del diez por ciento (10 %)
procede de pleno derecho respecto a las cantidades adeudadas; (b) la intimación al
deudor recae sobre las cantidades debidas, (c) los bienes y derechos a embargar
tienen en el procedimiento límites establecidos con respectos a las cantidades
adeudadas.

Por lo anterior, es forzoso concluir que la administración tributaria no podrá


instaurar el procedimiento del cobro ejecutivo y proceder en consecuencia al cobro de
los créditos fiscales cuando estos no sean exigibles.

Obligaciones Tributarias objeto del procedimiento de cobro ejecutivo.


Las obligaciones según Bujanda, (citado por de la Garza, 1973) puede tener
tres fuentes (a) La Ley, por si misma, sin conexión con ningún hecho jurídico,

38
llamadas obligaciones meramente legales, (b) La Ley, unida a la realización de un
hecho generador, previsto por ella y distinto de la voluntad de obligarse, llamadas
obligaciones legales u obligaciones ex lege, y (c) La voluntad del sujeto, dirigida a
producir a su cargo el nacimiento de una obligación, esto es, a convertirse en
obligado, y reconocida por la ley como tal fuente de obligación, llamadas
obligaciones voluntarias.

Ni las obligaciones meramente legales ni las llamadas voluntarias, tienen


cabida en el derecho tributario venezolano, en virtud del principio de legalidad
Nullum Tributum Sine Lege (ex art. 317 CRBV), que es fundamental en un Estado de
Derecho, a otras voces, las obligaciones tributarias tienen su fuente en la ley (ex art.
36 del COT, 2014).

Desde tiempos remotos según de la Garza (1973), Hensel, siguiendo la


orientación de la legislación tributaria alemana de 1919, sostuvo que la obligación
tributaria es una obligación legal, u obligación ex lege. Blumenstein, en Alemania,
acoge la doctrina de Hensel. En Italia la adoptan, entre otros, Giannini, Tesoro,
Pugliese, Vanoni, Cocivera y Alessi. En Argentina, Giuliani Fonrouge, Jarach; en
Brasil, Gómez de Souza y Araujo Falcao; en Ecuador, Riofrío. (p.788)

En Venezuela desde la redacción del primer Código Orgánico Tributario de


1982, se estableció expresamente que la “obligación tributaria surge entre el Estado
en las distintas expresiones y los sujetos pasivos en cuando ocurra el presupuesto de
hecho previsto en la ley” (ex art. 14), precepto jurídico que aún se mantiene incólume
en el artículo 13 del COT, 2014.

Supuestos tributarios objetos de cobro ejecutivo liquidados o


determinados.

Supuestos objetos de cobro ejecutivo producto de la declaración de


impuesto realizada por el Sujeto Pasivo.
Como ya se ha hecho referencia, la Ley del Impuesto Sobre La Renta al igual
que la Ley del Impuesto al Valor Agregado, establecen mecanismos para liquidar la

39
obligación tributaria denominada auto-determinación o la declaración tributaria hecha
por el contribuyente. A guisa de ejemplos, supongamos que un sujeto pasivo declare
–liquide– el Impuesto regulado en unas de las leyes antes señalada, pero no pague la
obligación tributaria correspondiente. Es decir, cumple con la obligación formal de
«declarar» pero no extingue la obligación declarada.

Ahora bien, es conveniente para la situación planteada, tomar en


consideración la teoría Jarah referida a que la determinación es un acto jurídico de la
administración y a esta agregar el razonamiento jurídico de Abache referente a la
naturaleza técnica del Derecho y la subjetividad y voluntariedad de la interpretación
jurídica, expuesta en los siguientes términos:

…se hace notable la quiebra implícita en la teoría que supone la


declaración de la existencia y cuantía de la obligación tributaria
obtenida –exclusivamente– con fundamento a la ley, esto es, el
rompimiento del paradigma ex lege, obviando la gestión que le
corresponde a su aplicador, quien es –en definitiva– el que interpreta,
aplica y personalmente declara su existencia y cuantifica el importe a
pagar de acuerdo a su posición. En efecto, y aun cuando la obligación
tributaria nace por imperio de la ley y ésta debe establecer –por
mandato de los principios de reserva legal y legalidad tributaria–, los
elementos constitutivos que delimitan las expresiones cualitativas y
cuantitativas del tributo (hecho imponible, base imponible, alícuotas y
sujeto pasivo), se está, en este sentido, ante un acto de interpretación-
aplicación, que en definitiva supone un acto de voluntad –con
inevitable subjetividad– de su aplicador, esto es, una forzosa y
material subjetivización de la declaración y liquidación de la
obligación tributaria. (p. 1.774)
Así las cosas, para el caso planteado, la administración tributaria –
previamente– debería instaurar un procedimiento administrativo –Procedimiento de
Verificación–, por medio del cual “…realizará los ajustes respectivos [a la
declaración] mediante resolución que se notificará conforme a las normas
previstas…” (ex art. 185 del COT, 2014), y una vez que el acto administrativo cumpla
con los elementos o extremos legales para que nazca la presunción de legitimidad, la
obligación contentiva en él pasaría hacer «exigible» y así se podrá instaurar el cobro
ejecutivo. Pues, cuando haya vencido el lapso establecido en la Ley para pagar el

40
Impuesto determinado, al día siguiente estará la administración tributaria habilitada
para iniciar el procedimiento de cobro ejecutivo a tenor de lo dispuesto en el art. 291
del COT, 2014.

Supuestos objetos de cobro ejecutivo producto de la determinación


tributaria de oficio.
En caso de la determinación de oficio, se pueden describir varios supuestos de
procedencia del cobro ejecutivo.

Cuando producto de la instauración del procedimiento de fiscalización, el


funcionario autorizado de la administración tributaria notifica el contribuyente
investigado el acta de reparo (ex art. 193 del COT, 2014), a través del cual éste
establece una diferencia de impuesto a favor del fisco –reparo fiscal– si bien esta
diferencia constituye una determinación de oficio, la obligación que de ella se deriva
aun no es exigible, por ser el acta de reparo un acto administrativo de mero trámite,
que tiene naturaleza declarativa con eficacia diferida. Sin embargo, cumplidos los
elementos necesarios para que nazca la presunción de legitimidad, esta quedará firme
y en consecuencia determinada y exigible la obligación tributaria.

Ejemplo de lo anterior sería que el contribuyente que haya sido –legalmente–


notificado del acta de reparo –dictado por el órgano competente y con apego a la ley–
acepte las objeciones realizadas por el funcionario respecto a sus declaraciones de
impuesto correspondiente –con respaldado por el expediente administrativo– y en
consecuencia se allane conforme a lo dispuesto en los artículos 195 y 196 del COT,
(2014), por lo cual procede a presentar las declaraciones omitidas o simplemente
rectifica las presentadas. No obstante, no paga en el lapso establecido el impuesto
reparado. En este supuesto, se produce lo denominado por Blanco-Uribe (AÑO 2016)
“…la liquidación o determinación por concurso de voluntades…” (p. 601), con lo
cual a partir del día siguiente del plazo señalado en el art. 195 del COT (2014), la
administración tributaria podría instaurar el procedimiento de cobro ejecutivo en
virtud de lo establecido en el art. 291 ejusdem, toda vez que la obligación es exigible.

41
Otro ejemplo de determinación de oficio que justifica la instauración del
procedimiento de cobro ejecutivo sería cuando, habiendo o no interpuesto por ante la
administración tributaria que –legalmente– notificó el acta de reparo el escrito de
descargo establecido en el art. 198 del COT, 2014, la administración tributaria
correspondiente notifica la resolución culminatoria (ex art. 201 del COT, 2014), por
medio de la cual ratifica las objeciones realizadas por la fiscalización al contribuyente
y éste aun disponiendo de mecanismos de defensa como, el Recurso Jerárquico (ex
art. 252 del COT, 2014) no hace uso del mismo en el lapso establecido (ex art. 254
del COT, 2014), lo que se traduce en el perfeccionamiento del requisito de
procedencia, pues la obligación sería exigible. Entonces, vencido o trascurrido integro
el lapso legal de impugnación del acto administrativo-determinativo (plazo señalado
en el art. 254 del COT, 2014), a partir del día siguiente, la administración tributaria
podría instaurar el procedimiento de cobro ejecutivo en virtud de lo establecido en el
art. 291 ejusdem.

El Cobro Ejecutivo previsto en el Código Orgánico Tributario (2014).


El procedimiento de cobro ejecutivo está ubicado en el COT (2014) en el
capítulo II del Título VI denominado “de los procedimientos judiciales del cobro
ejecutivo y de las medidas cautelares”, con lo cual el legislador-ejecutivo atestigua
que el cobro ejecutivo es judicial y no administrativo.

No obstante su ubicación en el COT (2014), este procedimiento de cobro


ejecutivo es administrativo y está regulado en los artículos que van desde el 290 al
302 ambos inclusive, siendo los aspectos relevantes los siguientes:

El cobro ejecutivo es un procedimiento para el cobro de cantidades líquidas y


exigibles o garantías constituidas a favor del sujeto activo de la relación tributaria. La
competencia para el inicio, impulso y resolución de todas las incidencias que deriven
del procedimiento del cobro ejecutivo, corresponde a la administración tributaria
acreedora del tributo, tales como (a) el Servicio Nacional Integrado de
Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT), (b) El Instituto Venezolano de los

42
Seguros Sociales (IVSS), (c) Las Alcaldías, (d) entre otras. (ex art. 290 del COT,
2014)

– El referido procedimiento no es acumulable a las causas judiciales ni a otros


procedimientos de ejecución, y solo podrá ser suspendido, cuando se suspendan los
efectos del acto.

En este punto es importante, analizar lo establecido por el legislador-ejecutivo


en el COT (2014) referente a la no suspensión del procedimiento de cobro ejecutivo,
cuando señala: el procedimiento de cobro ejecutivo “…se suspenderá únicamente en
los casos previstos en este Código.” (ex art. 290, segundo acápite), y en otra
disposición señala: “ El procedimiento de cobro ejecutivo se paraliza cuando se
suspendan los efectos del acto conforme a lo dispuesto en este Código.” (ex art. 292
eiusdem)

En este sentido, por una parte es relevante referente a la suspensión del


procedimiento de cobro ejecutivo, analizar esta figura, cuando el contribuyente
procura –la medida preventiva– la suspensión de los efectos del acto recurrido con los
medios de impugnación correspondiente, sea este en sede administrativa –recurso
jerárquico– (ex art. 257 COT, 2014), o en sede jurisdiccional –recurso contencioso
tributario– (ex art. 270 COT, 2014), puesto que en ambos casos, será con la admisión
de estos recursos que el Juez podrá dictar la medida solicitada, momento que en la
práctica consume más de seis (6) meses, razón por la cual tal acción por parte del
recurrente, en opinión del autor, no parece ser efectiva para impedir la iniciación o
trámite del procedimiento.

Lo anterior, encuentra sustento jurisprudencial en la sentencia Nro. 00840 de


fecha 09 de junio de 2009 del Tribunal Supremo de Justicia, Sala Político
Administrativa. Caso: Alcaldía del Municipio José Gregorio Monagas del estado
Anzoátegui Vs Statoil Sincor A.S y Otro.
http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/junio/00840-10609-2009-2008-0049.HTML)

Conforme al anterior criterio jurisprudencial, cuando hubiere sido


ejercida una acción de amparo constitucional en forma conjunta al

43
recurso contencioso de anulación, en el caso de autos, contencioso
tributario, la misma, tal como se indicó, deberá ser tramitada como una
medida cautelar, para lo cual habrá de analizar el juzgador en primer
lugar, el fumus boni iuris, con el fin de revisar si existe una presunción
grave de violación o amenaza de violación de los derechos
constitucionales invocados y, en segundo lugar, el periculum in mora,
determinable por la simple verificación del requisito anterior vista la
violación o amenaza de violación de tales derechos concebidos en la
Carta Magna, los cuales le permitirán concluir en la necesidad o no de
otorgar la referida protección y el restablecimiento de la situación
jurídica infringida. Ahora bien, previo a tal revisión corresponderá
al tribunal que conoce de la causa, pronunciarse sobre la admisión
de la acción principal. (vid. Sentencia de esta Sala N° 00705 del 18
de junio de 2008, caso: Municipio José Gregorio Monagas del Estado
Anzoátegui). (Subrayado y negritas del Autor)
Por otra parte, al establecer el legislador-ejecutivo en el COT (2014), que: “El
procedimiento de cobro ejecutivo se paraliza cuando se suspendan los efectos del
acto…” (ex art. 292), se infiere de dicha norma que se está conforme con la doctrina
tradicional sobre la inmediata exigibilidad de los actos administrativos, postura que
haría necesario solicitar al Tribunal de la causa la medida cautelar de suspensión de
los efectos o la acción de amparo cautelar, para lograr detener la eficacia del acto.

Sin embargo, conforme a la presunción de legitimidad del acto administrativo,


desarrollada por Abache (2016), teoría acogida en los ordenamientos jurídicos de
países como: Colombia, Honduras, y Costa Rica, se consagra expresamente la
firmeza del acto administrativo como requisito indispensable para su ejecución.

En efecto, el Código de Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso


Administrativo de la República de Colombia de 2011 establece:

Salvo norma expresa en contrario, los actos que queden en firme al


concluir el procedimiento administrativo serán suficientes, por sí
mismos, para que la administración pueda ejecutar de inmediato los
actos necesarios para su cumplimiento. La firmeza de tales actos es
indispensable para la ejecución contra la voluntad de los interesados.
Sobre la base de las consideraciones anteriores, es forzoso concluir que es
innecesaria la tutela cautelar para suspender los efectos de los actos administrativos,
pues mal pueden suspenderse los efectos a aquellos actos que simplemente no han

44
iniciado. A otras voces, si el acto es firme entonces es eficaz, puede ejecutarse, y si no
lo es, para qué intentar suspender sus efectos si de todas maneras no podrá ser
ejecutado por ser ineficaz.

– Este procedimiento se inicia (ex art. 291 COT, 2014), el día siguiente del
vencimiento del plazo legal o judicial para el cumplimiento voluntario con la
intimación del deudor de las sumas liquidas –tributos, multas, intereses– más los
intereses moratorios que se causen durante el procedimiento y el recargo que se causa
de pleno derecho equivalente al diez por ciento (10 %) y se le concede un plazo de
cinco (5) días a tales fines contados a partir de su notificación.

– Si el contribuyente no paga en el plazo fijado, la administración tributaria


correspondiente quedará facultada (ex art. 291 COT, 2014) para iniciar el embargo de
bienes y derechos del deudor.

– El embargo de bienes del deudor será practicado por funcionarios que a tales
fines designe la administración tributaria, ellos podrán efectuar todas las diligencias
necesarias del embargo, estarán autorizados para fijar el valor de los bienes objeto de
embargo los cuales no podrán ser inferior al valor del mercado, redactarán las actas
en las que se especifiquen los bienes y derechos embargados, dichas actas no
requieren ser notificadas al deudor, sin embargo este puede solicitar copias simples de
ellas. (ex 293 COT, 2014)

Es importante en este punto destacar que los bienes y derechos embargados


por la administración tributaria, no podrán exceder del doble de las cantidades
adeudadas, incluyendo el recargo (ex art. 294 COT, 2014)

– Cuando al deudor no se les conozca bienes o ellos no fueran suficientes para


cubrir la cantidad que la administración pretende, esta podrá dictar medida general de
prohibición de enajenar y gravar, las cuales gozarán de vigencia hasta que se extinga
la deuda o se identifiquen bienes suficientes. (ex art. 294 COT, 2014)

En este punto, es menester destacar que quien notifica a los registros y


notarías de las medidas dictadas es la propia administración tributaria y será el notario

45
o el registrador los responsables por los daños y perjuicios que se causen por
incumplimiento de la medida dictada.

– Practicado el embargo, la administración tributaria se constituirá en


depositaria de los bienes o designará como tal al mismo deudor (ex art. 296 COT,
2014) y ordenará el remate de los bienes embargados (ex art.299 COT, 2014), para lo
cual ésta designará a un funcionario experto, que fungirá de tasador para que realice
el avalúo de los bienes embargados dentro de un plazo no mayor de quince (15) días
hábiles, contados a partir de la fecha de su designación.

También es importante señalar que el contribuyente puede solicitar un nuevo


avalúo, y en consecuencia a seleccionar un nuevo experto. No obstante, deberá ser un
funcionario.

– Finalmente, consignado el avalúo, dentro de los diez (10) días hábiles


siguientes deberá procederse a la publicación de un único cartel en la página web de
la administración tributaria correspondiente e incorporarlo en el expediente
administrativo respectivo. (ex art. 301 COT, 2014)

Consideración aparte se hace al Título Ejecutivo, que según el COT (2014) se


“…constituye título ejecutivo…” con la intimación efectuada, el cual se analizará
dentro del contexto que la referida intimación se realiza al deudor sobre las
cantidades debidas incluyendo el recargo del diez (10 %), más las sanciones e
intereses correspondientes, lo cual implicaría una determinación por lo menos
complementaria de los intereses de financiamiento y una actualización de las
sanciones según el valor de las unidades tributarias vigentes, pues por un lado los
intereses deben calcularse considerando las suspensiones o interrupciones de las
prescripciones que se suscitaron en los procedimientos administrativos de
fiscalización y por el otro, la unidad tributaria debe ajustarse a la fecha del inicio del
procedimiento.

El COT (2014) no define en qué consiste el título ejecutivo, y en su razón se


trae a colación lo establecido en el CPC (1986) que lo califica (ex art. 630) como:

46
…instrumento público u otro instrumento auténtico que pruebe clara
y ciertamente la obligación del demandado de pagar alguna cantidad
líquida con plazo cumplido; o cuando acompañe vale o instrumento
privado reconocido por el deudor, el Juez examinará cuidadosamente
el instrumento y si fuere de los indicados, a solicitud del acreedor
acordará inmediatamente el embargo de bienes suficientes para cubrir
la obligación y las costas, prudentemente calculadas.
Por lo anterior es necesario precisar que, para dar inicio al procedimiento de
cobro ejecutivo, el llamado título ejecutivo «documento» debe satisfacer las
características señaladas en el artículo 630 precedentemente trascrito.

47
CAPITULO II

EL DERECHO A LA DEFENSA EN EL PROCEDIMIENTO DE COBRO


EJECUTIVO.
El Derecho a la Defensa, es un Derecho Fundamental –equivalente al derecho
del hombre, derecho humano, o derecho natural– inherente a la persona, tal como lo
constituye el derecho a la vida, y éste abarca a todas las actuaciones judiciales y
administrativas del Estado, por lo que está vinculado a toda posibilidad que tiene de
defenderse de cualquier acto, actuación o hecho que vaya en su contra,
indistintamente de la forma, lugar, sitio, estatus, condición o regulación jurídica.

Pérez (1998), advierte que la expresión derecho a la defensa dista de tratarse


de un derecho subjetivo en sentido tradicional. No obstante, reconoce que la doctrina
especializada afirma “…que se trata de un derecho público subjetivo, entendiendo por
tal un derecho subjetivo que se tiene contra el Estado.” (p. 54)

Este Derecho –a la defensa– está protegido en los pactos internacionales sobre


Derechos Humanos, dentro de los cuales se destaca, la Declaración Universal de los
Derechos Humanos (1948), adoptada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas en su Resolución 217 (III) del 10 de diciembre de 1948 en el artículo 10, que
establece:

Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser


oída públicamente y con justicia por un Tribunal independiente e
imparcial para la determinación de sus derechos y obligaciones o para
el examen de cualquier acusación en contra de ella en materia penal.
(Destacado del Autor)
Es menester destacar que, el Derecho a la Defensa no sólo se aplica
exclusivamente en el ámbito penal, sino que su aplicación está vinculada a toda
actuación de la persona en la que ella se desenvuelva en el seno de la sociedad, por lo
que no existe limitación alguna para invocar este Derecho Fundamental, sea en
estrados de justicia, en ámbito social en general o contra las actuaciones del Estado.

48
En ese mismo sentido, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(1966), adoptado en Nueva York el 16 de Diciembre de 1966, estableció en el
Artículo 14, numeral 1:

Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia.
Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas
garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial,
establecido por la ley, en la substanciación de cualquier acusación de
carácter penal formulada contra ella o para la determinación de sus
derechos u obligaciones de carácter civil.
Así, ambas Declaraciones Universales consagran el Derecho a la Defensa, y a
la preeminencia que, como Principio Universal del Derecho se le otorga a esta
garantía constitucional.

Se le considera un Principio Universal del Derecho y un Derecho


Fundamental de la persona, sólo por su propia condición de persona de la raza
humana, de manera que su estamento jurídico como Derecho Fundamental se debería
encontrar en las Constituciones Políticas de los Estados, indistintamente del tipo de
Constitución y del Estado de que se trate.

Por su parte, la CRBV (1999) establece el Derecho a la Defensa, como un


derecho inviolable que forma parte del Debido Proceso (ex Art. 49) en los siguientes
términos:

El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones judiciales y


administrativas; en consecuencia:
1. La defensa y la asistencia jurídica son derechos inviolables en
todo estado y grado de la investigación y del proceso. Toda persona
tiene derecho a ser notificada de los cargos por los cuales se le
investiga; de acceder a las pruebas y de disponer del tiempo y de los
medios adecuados para ejercer su defensa. Serán nulas las pruebas
obtenidas mediante violación del debido proceso. Toda persona
declarada culpable tiene derecho a recurrir del fallo, con las
excepciones establecidas en esta Constitución y en la ley. (Negritas del
Autor)
Perretti (2004), sostiene que: “El derecho a la defensa asegura a las personas
la posibilidad de sostener sus respectivas pretensiones y de rebatir las afirmaciones
con los que la parte contraria pretenda apoyar las suyas.” (p.29)

49
Al respecto es importante traer a colación la sentencia del Tribunal Supremo
de Justicia en Sala Constitucional de fecha 24 de enero 2001, Caso: Supermercado
Fátima, S.R.L., http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scon/enero/05-240101-00-
1323%20.HTM, reconoce el derecho a la defensa como una garantía aplicable a
cualquier clase de procedimiento, al señalar:

… el derecho a la defensa y al debido proceso constituye garantías


inherentes a la persona humana y en consecuencia, aplicables a
cualquier clase de procedimientos. El derecho al debido proceso ha
sido entendido como el trámite que permite oír a las partes, de la
manera prevista en la Ley, y que ajustado a derecho otorga a las partes
el tiempo y los medios adecuados para imponer sus defensas.
En cuanto al derecho a la defensa, la Jurisprudencia ha establecido que
el mismo debe entenderse como la oportunidad para el encausado o
presunto agraviado de que se oigan y analicen oportunamente sus
alegatos y pruebas. En consecuencia, existe violación del derecho a
la defensa cuando el interesado no conoce el procedimiento que
pueda afectarlo, se le impide su participación o el ejercicio de sus
derechos, o se le prohíbe realizar actividades probatorias.
(Destacado y subrayado del autor)
Así las cosas, estando la República Bolivariana de Venezuela, dentro del
esquema de un Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia como lo define
la CRBV (1999) (ex art. 2), no es concebible la violación del derecho a la defensa,
pues Venezuela es un Estado de Derecho –sometido al imperio de la Ley como lo
señala el preámbulo– es decir, sometido al conocido bloque de la legalidad, derivado
del principio de la supremacía constitucional (ex art. 7) y del sometimiento de los
órganos del Poder Público a la Constitución y a las Leyes (ex art. 137) aunado a que,
en democracia no debe existir acto jurídico alguno, emanado de los órganos del poder
público, que no esté sometido al control judicial como garante del Estado de Derecho,
como lo establece el artículo 259 de la CRBV(1999) en los siguientes términos:

La jurisdicción contencioso administrativa corresponde al Tribunal


Supremo de Justicia y a los demás tribunales que determine la ley. Los
órganos de la jurisdicción contencioso administrativa son
competentes para anular los actos administrativos generales o
individuales contrarios a derecho, incluso por desviación de poder;
condenar al pago de sumas de dinero y a la reparación de daños y
perjuicios originados en responsabilidad de la Administración; conocer

50
de reclamos por la prestación de servicios públicos; y disponer lo
necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas
subjetivas lesionadas por la actividad administrativa. (Negritas del
Autor)
Así mismo, al ser un Estado de Justicia, implica que el Estado tiende a
garantizar la justicia por encima de la legalidad formal que lo estatuye, por un lado el
valor de la justicia (ex art. 1 CRBV) y por el otro, el derecho de acceso a la justicia y
a la tutela efectiva de los derechos e intereses de las personas, expresamente regulado
(ex art.26 CRBV) en donde debe preservarse la esfera jurídica y socio-económica
contra-puestas o limitadoras de las actuaciones judiciales y administrativas, razón por
la cual la defensa en el proceso o procedimiento es fundamental y constituye una
garantía de los ciudadanos, al ser estatuida como derechos inviolables.

En efecto, la expresión derecho para calificar la defensa y la asistencia


jurídica, está utilizada por la Constitución (ex art. 49) en el marco del debido proceso
que debe ser aplicado a todas las actuaciones sean estas judiciales o administrativas y
el calificativo fundamental, es utilizado de manera reiterada en la CRBV (1999)
desde el primer título cuyo epígrafe es «principios fundamentales» dentro de los
cuales conviene destacar el art. 2 que estipula que “Venezuela se constituye en un
Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la
justicia…”

Resulta importante destacar, la nueva concepción de los derechos


fundamentales en los estados liberales, la opinión de Pérez Luño (citado por Pérez,
1998) que habla de la dimensión objetiva que asume los derechos fundamentales y
que se convierten en:

…límites que el principio democrático de la soberanía popular impone


a los órganos que de ella dependen. Por tanto, el papel de los derechos
fundamentales deja de ser el de meros límites de la actuación estatal
para transformarse en instrumentos jurídicos de control de su actividad
positiva, que debe estar orientada a posibilitar la participación de los
individuos y los grupos en el ejercicio del poder… (pp. 59 y 58.)

51
Afirma Pérez (1998) que el reconocimiento constitucional, determina su
característica esencial, cual es la de disponer de capacidad para imponerse a la
voluntad política de los órganos que encarnan el poder constituido, ya que han sido
proclamados por el poder constituyente, y de allí que su fundamentalidad, radique
precisamente en su mayor resistencia ante posteriores decisiones políticas y
específicamente del poder legislativo, pues las constituciones, se distinguen porque
como afirma Prieto (citado por Pérez, 1998), “siendo un texto positivo, se impone,
sin embargo, a todo poder institucionalizado, es decir, a todo poder estatal” (p. 60)

Así las cosas, es relevante destacar que al haber la CRBV (1999)


constitucionalizado el debido proceso que se aplica a todas las actuaciones judiciales
y administrativas y que en consecuencia establece el derecho a la defensa de toda
persona, otorga fuerza de garantías constitucionales que la misma Constitución
caracteriza como suprema (ex art. 7)

En ese sentido el procedimiento administrativo de cobro ejecutivo que se


analiza desde el punto de vista de la garantía del derecho a la defensa, es descrito por
Belisario (2015) en los siguientes términos:

…una acción ejecutiva de cobro de sumas de tributos, multas, intereses


que es llevado adelante por la propia Administración Tributaria que
emitió las planillas cuya intimación pretende, sin que medie en ningún
momento la acción de órgano alguno del Poder Judicial, de modo que
el sujeto que pretende se le pague una deuda que él mismo determinó,
es quien practica el embargo sobre los bienes que él decida y hace
avaluó de los mismos para luego rematarlos y cobrarse las sumas que
dice se le adeudan. (p.186)
En efecto, el procedimiento de cobro ejecutivo previsto en el COT (2014) no
garantiza a los contribuyentes o responsables solidarios el legítimo derecho a la
defensa, pues además de no consagrar norma expresa que permita presentar alegatos
en su defensa, ni la posibilidad alguna de aportar pruebas que permitan desvirtuar las
razones que tuvo la administración para dar inicio al referido procedimiento dispone
en su artículo 291 que “…La intimación efectuada constituye título ejecutivo para

52
proceder contra los bienes y derechos del deudor o de los responsables solidarios y
no estará sujeta a impugnación.”

La norma dispone, que una vez que la administración tributaria intima al


contribuyente, ese acto se constituye en un título ejecutivo que es inimpugnable, con
lo cual se lesiona el derecho a la defensa en virtud del plexo normativo que regula el
procedimiento.

A continuación se analizó algunas consideraciones que demuestran la


violación al Derecho Constitucional a la Defensa en el desarrollo del procedimiento:

– en una hipótesis, que la administración tributaria considere que un


contribuyente que le adeuda para el año 6–x la cantidad de Bs. 10.000.000,00
derivado de un acto administrativo –ajustado a derecho o no– y que para el año x –
momento de la instauración del procedimiento administrativo–, no exista duda que
dicha obligación ya estaba prescrita.

En el caso concreto, el procedimiento establecido en el COT (2014) no ofrece


ninguna disposición legal, que de oportunidad para que el contribuyente o
responsable impida el inicio del procedimiento, el cobro del recargo e inclusive el
remate de sus bienes, por el contrario expresamente establece que la intimación
efectuada no estará sujeta a impugnación.

En efecto, el procedimiento del cobro ejecutivo señala que el deudor al ser


intimado dispondrá cinco (5) días continuos contados a partir de su notificación para
pagar, so pena de embargo de sus bienes o derechos, sin embargo si la obligación ya
está prescrita, entonces se entiende extinguida (ex art. 39 COT, 2014). No obstante,
se insiste que las normas que regulan el procedimiento de cobro ejecutivo, no otorga
oportunidad para oponer la prescripción y utilizar ese hecho jurídico para impugnar la
referida intimación.

Al respecto Pittaluga (1998), ha sostenido “La acción administrativa destinada


a imponer cargas, y obligaciones debe desarrollarse dentro de un ámbito temporal
específico, pues así lo reclama el principio general de la seguridad jurídica” (p. 67), y

53
en el ámbito tributario la acción para exigir el pago de las deudas tributarias y de las
sanciones pecuniarias firmes prescribe a los seis (6) años (ex art. 55,3 del COT,
2014), razón por la cual el contribuyente tiene derecho a invocar la prescripción a los
efectos de hacer nugatoria la actividad administrativa, de lo contrario el acto sería
nulo de nulidad absoluta y así lo estatuye el artículo 25 de la CRBV (1999).

Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o


menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la ley
es nulo, y los funcionarios públicos y funcionarias públicas que lo
ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y
administrativa, según los casos, sin que les sirvan de excusa órdenes
superiores. (Destacado del Autor)
– Otra situación sería por ejemplo que la administración tributaria como
consecuencia del procedimiento instaurado embarga bienes por un monto superior al
doble de las cantidades adeudadas. En este caso, y en virtud de las normas
establecidas que regulan el cobro ejecutivo, el deudor no tiene oportunidad para
alegar y probar que la administración contravino lo establecido en el artículo 294 del
COT (2014).

En efecto, si los valores asignados por el funcionario autorizado a los bienes


embargados por la administración tributaria del deudor –los cuales no podrá ser
inferior al precio de mercado–, son relacionados en un acta que no requiere la
notificación al deudor y, sin haberse discutido una palabra acerca del monto de éstos,
podría traer como consecuencia que el embargado exceda del doble de las cantidades
adeudas, en contravención a lo dispuesto en el artículo 294 del COT (2014).

En definitiva, el procedimiento de cobro ejecutivo regulado en el COT (2014),


no contempla oportunidad de oponerse al cobro, ni abre la articulación probatoria
para que las partes promuevan y evacúen las pruebas, que estaban establecidas en el
COT (2001), artículo 294, hoy derogado.

Admitida la demanda, se acordará la intimación del deudor para que


pague o compruebe haber pagado, apercibido de ejecución en el lapso
de cinco (5) días contados a partir de su intimación.
El deudor, en el lapso concedido para pagar o comprobar haber
pagado, podrá hacer oposición a la ejecución demostrando

54
fehacientemente haber pagado el crédito fiscal, a cuyo efecto deberá
consignar documento que lo compruebe.
Asimismo, podrá alegar la extinción del crédito fiscal conforme a
los medios de extinción previstos en este Código.
Parágrafo Único: En caso de oposición, se abrirá de pleno derecho una
articulación probatoria que no podría exceder de cuatro (4) días de
despacho, para que las partes promuevan y evacuen las pruebas que
consideren convenientes. En todo caso, el tribunal resolverá al día del
despacho siguiente.
El fallo que declare con lugar la oposición planteada será apelable en
ambos efectos, y el que la declare sin lugar será apelable en un solo
efecto. La decisión que resuelva cualquiera de los casos previstos en
este artículo no impedirá el embargo de los bienes, pero no podrá
procederse al remate de estos bienes hasta tanto la segunda instancia
resuelva la incidencia. (Destacado del Autor)

55
CAPÍTULO III
EL DERECHO AL JUEZ NATURAL EN EL PROCEDIMIENTO DE
COBRO EJECUTIVO.

La ejecución del cobro ejecutivo.


Establece el COT (2014) que, se dará inicio al Procedimiento de Cobro
Ejecutivo, una vez vencido el plazo legal o judicial para el cumplimiento voluntario,
entonces, se intimará al deudor a pagar las cantidades debidas y el recargo previsto,
dentro de los cinco (5) días continuos siguientes contados a partir de su notificación.
(ex artículo 291 ).

El origen de las obligaciones tributarias sujetas al procedimiento de cobro


ejecutivo, pueden originarse de:

1. Actos administrativos que determinen tributos, multas e interés que se


encuentren exigibles.

2. Actos administrativos provenientes de Juicios ejecutivos que serán


remitidos por los Tribunales Superiores Contencioso Tributario, de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 346 del COT (2014).

3. Las sentencias definitivamente firmes, cuya ejecución voluntaria haya


trascurrida sin dar cumplimiento por parte del deudor, de conformidad a lo dispuesto
en el artículo 288 del COT (2014).

De las disposiciones jurídicas, referidas a la ejecución del cobro ejecutivo, se


destaca que “…Los juicios ejecutivos que estuvieren pendientes para la fecha de
entrada en vigencia de este Código en los Tribunales Superiores Contenciosos
Tributarios, serán remitidos a la Administración Tributaria, para su conclusión
definitiva.” (ex art. 346 del COT, 2014), o : “Vencido el lapso para el cumplimiento
voluntario sin que este hubiere producido, la Administración Tributaria ejecutará
forzosamente la sentencia conforme al procedimiento de cobro ejecutivo en este
Código.” (ex art. 288 del COT, 2014)

56
De las anteriores consideraciones es palmario que indistintamente si la
obligación tributaria exigible –proviene de resoluciones judiciales o administrativas
definitivamente firme o provengan de declaraciones de impuesto con plazo legal
vencido– será la administración tributaria quien ejecute el cobro de manera forzosa.

Los Jueces naturales.


Son jueces naturales, aquellos cuya designación ha sido anterior al «proceso»
que motiva la cuestión y basado en normas constitucionales y legales. No son jueces
naturales aquellos que compongan comisiones o tribunales especiales constituidos
luego del hecho motivo del «proceso».

Está proclamada internacionalmente, tanto en la Convención Americana de


Derechos Humanos (1969) (ex art. 8 inciso 1), como en el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (1966) (ex art. 14 inciso 1), lo que, al igual que el
Derecho a la Defensa y la Presunción de Inocencia, le otorgan al Principio del Juez
Natural, el carácter de Principio Universal del Derecho.

En el ordenamiento jurídico venezolano, en relación con el principio de Juez


Natural, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, ha indicado que esta
garantía, elemento integral del Debido Proceso, supone la existencia de órganos
judiciales preestablecidos en forma permanente por la ley. Se tutela a través de este
principio, la prohibición de crear organismos ad-hoc, o ex post facto (después del
hecho), o especiales, para juzgar determinados hechos o a determinadas personas, sin
la generalidad y permanencia propias de los tribunales judiciales.

Asimismo, ha reconocido la referida Sala Constitucional, a través de la


sentencia N° 957 de fecha 28 de julio de 2012, Caso: Café Bodegón Chennai, C.A.,
http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scon/junio/957-28612-2012-12-0047.HTML la
importancia del principio de imparcialidad o de Juez imparcial, especialmente en el
ámbito administrativo, por desempeñar la Administración en este ámbito un doble
papel como Juez y parte, lo que la obliga a instar el procedimiento, verificar la verdad
real de los hechos, y resolver el caso.

57
En este sentido, se debe traer a colación el principio del juez natural,
que la Sala lo ha considerado como un derecho humano fundamental y
universal, y por tanto de orden público, tal como se señala en la
sentencia n.° 144, del 24 de marzo de 2000, caso: Universidad
Pedagógica Experimental Libertador, donde se asentó lo siguiente:
…Como el ser juzgado por el juez natural es una garantía judicial, y un
elemento para que pueda existir el debido proceso, la abrogada
Constitución de 1961 en su artículo 69, así como la vigente en su
artículo 49, consagran el derecho de las personas naturales o jurídicas
de ser juzgadas por dicho juez, quien además debe existir como órgano
jurisdiccional con anterioridad a los hechos litigiosos sin que pueda
crearse un órgano jurisdiccional para conocer únicamente dichos
hechos después de ocurridos. El citado artículo 49 de la vigente
Constitución es claro al respecto: En su numeral 4, reza:
‘Artículo 49: El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones
judiciales y administrativas y, en consecuencia:
…Omissis…
4. Toda persona tiene derecho a ser juzgada por sus jueces naturales en
las jurisdicciones ordinarias, o especiales, con las garantías
establecidas en esta Constitución y en la ley. Ninguna persona podrá
ser sometida a juicio sin conocer la identidad de quien la juzga, ni
podrá ser procesada por tribunales de excepción o por comisiones
creadas para tal efecto’.
La comentada garantía judicial, es reconocida como un derecho
humano por el artículo 8 de la Ley Aprobatoria de la Convención
Americana de Derechos Humanos, Pacto San José de Costa Rica y por
el artículo 14 de la Ley Aprobatoria del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos.
Esta garantía judicial, es una de las claves de la convivencia social y
por ello confluyen en ella la condición de derecho humano de jerarquía
constitucional y de disposición de orden público, entendido el orden
público como un valor destinado a mantener la armonía necesaria y
básica para el desarrollo e integración de la sociedad. Dada su
importancia, no es concebible que sobre ella existan pactos válidos de
las partes, ni que los Tribunales al resolver conflictos atribuyan a
jueces diversos al natural, el conocimiento de una causa. El convenio
expreso o tácito de las partes en ese sentido, al igual que la decisión
judicial que trastoque al juez natural, constituyen infracciones
constitucionales de orden público.
El principio de juez natural, establece que una persona sólo puede ser juzgada
por aquellos tribunales que hayan sido constituidos previamente por ley,
prohibiéndose la creación de organismos ad-hoc, o especiales para juzgar
determinados hechos o personas en forma concreta. En el ordenamiento jurídico,

58
dicho principio tiene fundamento en el artículo 49 numeral 4, de la CRBV, 1999, que
establece que:

Toda persona tiene derecho a ser juzgada por jueces naturales en las
jurisdicciones ordinarias, o especiales, con las garantías establecidas en
esta Constitución y en la ley. Ninguna persona podrá ser sometida a
juicio sin conocer la identidad de quien lo juzga, ni podrá ser
procesada por tribunales de excepción o por comisiones creadas para
tal efecto.
El Principio del Juez Natural, en consecuencia, es un derecho fundamental
que asiste a todos los sujetos del derecho en cuya virtud, deben ser juzgados por un
órgano creado conforme a lo prescrito por la Ley Orgánica correspondiente dentro del
ámbito de la jurisdicción ordinaria, respetando los principios constitucionales de
igualdad, independencia, imparcialidad y sumisión a la ley; constituyéndose además,
con arreglo a las normas comunes de competencia preestablecidos.

En consideración a lo anterior expuesto es conveniente traer a colación la


Sentencia Nro. 00520 de fecha 7 de junio de 2000 del TSJ.SC. Caso: Athanassios
Frangogiannis, http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scon/junio/520-7-6-00-00-
0380.HTM que estableció:

...En la persona del juez natural, además de ser un juez predeterminado


por la ley, (…), deben confluir varios requisitos para que pueda
considerarse tal. Dichos requisitos, básicamente, surgen de la garantía
judicial que ofrecen los artículos 26 y 49 de la Constitución (…), y son
los siguientes: a) Ser independiente, en el sentido de no recibir
órdenes o instrucciones de persona alguna en el ejercicio de su
magistratura; b) ser imparcial, lo cual se refiere a una imparcialidad
consciente y objetiva, separable como tal de las influencias
psicológicas y sociales que puedan gravitar sobre el juez y que le crean
inclinaciones inconscientes. La transparencia en la administración de
justicia, que garantiza el artículo 26 de la vigente Constitución se
encuentra ligada a la imparcialidad del juez. La parcialidad objetiva de
éste, no sólo se emana de los tipos que conforman las causales de
recusación e inhibición, sino de otras conductas a favor de una de las
partes; y así una recusación hubiese sido declarada sin lugar, ello no
significa que la parte fue juzgada por un juez imparcial si los motivos
de parcialidad existieron, y en consecuencia la parte así lesionada
careció de juez natural; c) tratarse de una persona identificada e
identificable; d) preexistir como juez, para ejercer la jurisdicción

59
sobre el caso, con anterioridad al acaecimiento de los hechos que se
van a juzgar, es decir, no ser un Tribunal de excepción; e) ser un juez
idóneo, como lo garantiza el artículo 26 de la Constitución (…), de
manera que en la especialidad a que se refiere su competencia, el juez
sea apto para juzgar; en otras palabras, sea un especialista en el área
jurisdiccional donde vaya a obrar. El requisito de la idoneidad es
relevante en la solución del presente caso, y es el resultado de lo
dispuesto en el artículo 255 de la Constitución (…) que exige
concursos de oposición para el ingreso y ascenso en la carrera judicial,
(…); y 6) que el juez sea competente por la materia. Se considerará
competente por la materia aquel que fuera declarado tal al decidirse un
conflicto de competencia...”. (Negritas del Autor)
Separación Constitucional de Funciones.
Gordillo (2014), señaló que “MONTESQUIEU, partiendo de la hipótesis de
que todo hombre que tiene poder tiende a abusar de él, concibió su teoría de la
separación de poderes que el poder contenga al poder” (p.117).

Es decir, que se configura la distribución de funciones atendiendo la triple


premisa a que dio lugar la teoría de Barón de Montesquieu: que el que hace las leyes
no sea el encargado de aplicarla ni ejecutarla; que el que las ejecute no pueda hacerlas
ni juzgar de su aplicación; que el que juzgue no las haga ni las ejecute.

En este punto, y en referencia a las normas que regulan el procedimiento de


cobro ejecutivo que están contenidas en el COT (2014), elaborado por el Poder
Ejecutivo a través del Decreto con Rango Valor y Fuerza de Ley, quien a su vez la
aplica y las ejecuta, con lo cual no se configura ese principio hoy llamado “principio
de separación de funciones”, pues el poder es uno solo. No obstante, como lo afirma
Gordillo (2014) “se mantiene el principio de que ella tiene por finalidad coordinar el
ejercicio del poder público y evitar que pueda ser fuente de despotismo o
arbitrariedad.” (p. 52).

Araujo-Juárez (2010) sostiene que “el principio de separación de poderes


responde a una concepción de separación de funciones estatales, como la más
adecuadas al principio enunciado por el BARON DE MONTESQUIEU”. (p.129),
coincide con Gordillo (2014) que la separación de poderes no sería tal separación,

60
sino más bien la distribución de las funciones estatales entre las ramas, centros o
complejos orgánicos del estado, constituyendo así una garantía formal.

En efecto, en un estado de Derecho y de Justicia con el Venezolano, si cada


una de ellas – las ramas, centros o complejos orgánicos– ejerce de modo preferente
una de las funciones estatales, se estaría garantizando un equilibrio entre las diversas
ramas del Poder Público y con ello el cometido del Estado.

Brewer-Carias (citado por Araujo-Juárez, 2017), señala que en las


Constituciones contemporáneas se pude comenzar a identificar otros derechos
políticos derivados del régimen democrático, como es precisamente el derecho
ciudadano a la democracia en sí misma, es decir, a un régimen político en el cual se
garantice sus elementos esenciales y componentes fundamentales, entre los cuales se
destaca por sobre todos, la facultad ciudadana de controlar el ejercicio del Poder
Público y que comporta, a su vez, al menos tres otros derechos políticos básicos que
configuran precisamente en los pilares fundamentales del equilibrio entre el Estado y
los ciudadanos:

1. El derecho ciudadano a la separación e independencia de


poderes.
2. El derecho ciudadano a la distribución vertical o territorial del
Poder Público para asegurar la participación.
3. Y por último, el derecho ciudadano al ejercicio de los recursos
jurisdiccionales necesarios para controlar el ejercicio del Poder
Público y además, para asegurar la eficacia de los derechos
fundamentales y el sometimiento del Estado al Derecho.
Así las cosas, la administración como manifestación orgánica del Poder
Ejecutivo como lo señala Tobía (2015) precisamente por esa naturaleza, “…tiene
prohibido a la luz del ordenamiento jurídico constitucional del Estado: (…) (b)
ejercitar válidamente los poderes consustanciales a la función jurisdiccional…”
dentro de los cuales es preciso destacar, aquellos poderes que corresponden a la
función del Juez de ejecutar lo que conforme a Derecho ha decidido en una sentencia
definitivamente firme, todos los cuales, corresponden exclusivamente al Poder

61
Judicial y forman parte indisoluble e indisponible de la función jurisdiccional del
Estado.

En ese sentido es conveniente destacar lo dispuesto en el artículo 253 de la


CRBV (1999):

La potestad de administrar justicia emana de los ciudadanos y


ciudadanas y se imparte en nombre de la República por autoridad de la
ley.
Corresponde a los órganos del Poder Judicial conocer de las causas y
asuntos de su competencia mediante los procedimientos que
determinen las leyes, y ejecutar o hacer ejecutar sus sentencias.
Conforme a lo dispuesto en la norma constitucional antes citada, cualquiera
pretensión de ejercicio por parte de la Administración Tributaria como seria ejecutar
forzosamente la sentencia conforme al procedimiento de cobro ejecutivo (ex art.
288 COT, 2014) que son inherentes a la función jurisdiccional, se encuentran
prohibida y su infracción sancionada con la nulidad absoluta de las actuaciones
respectivas.

En efecto, dispone la CRBV (1999) en el artículo 137: “Esta Constitución y la


ley definen las atribuciones de los órganos que ejercen el Poder Público, a las cuales
deben sujetarse las actividades que realicen” y el artículo 138 ejudems “Toda
autoridad usurpada es ineficaz y sus actos son nulos.”

De la norma constitucional antes transcrita (art. 253 de la CRBV), se


desprenden varios aspectos a considerar: a) Sólo a los Tribunales de la República
conocer de los asuntos de su competencia, como lo son los Recursos de Nulidad de
Actos Administrativos dictados por la Administración Pública que interpongan los
administrados, a través de los Tribunales de la jurisdicción contencioso
administrativa, tal como lo establece el Artículo 259 de la CRBV; b) Los
procedimientos judiciales deben estar expresamente establecidos en la ley, cuales son
las respectivas leyes procesales que regulan los distintos procedimientos
jurisdiccionales (contencioso administrativo, laboral, civil, penal, tránsito, menores,
ambiental, entre otros) de lo que se deduce que el procedimiento del embargo

62
ejecutivo (que realiza la Administración Tributaria a través del Procedimiento del
Cobro Ejecutivo) al estar establecido en los Artículos 534 del CPC, es
exclusivamente un procedimiento jurisdiccional y como tal, únicamente puede ser
realizado por los Tribunales de la República; c) Sólo a los Tribunales de la República
les corresponde ejecutar y hacer ejecutar sus sentencias, de lo que se colige que los
actos procesales que se deben realizar para la ejecución de la sentencia sólo lo pueden
realizar los Tribunales, y si un Tribunal ha de mandar a ejecutar una sentencia, la
misma sólo podrá ejecutarse por otro Tribunal, lo que también impediría a la
Administración Tributaria la realización de cualquier acto tendiente a ejecutar alguna
sentencia.

Es importante destacar que nuestro ordenamiento jurídico tiene expresamente


establecido la atribución de competencias que tienen asignados los distintos órganos
que ejercen el Poder Público (ex art.137 del CRBV).

En efecto, las atribuciones de la Administración Tributaria están establecidas


en los Artículos 131 y siguientes del Código Orgánico Tributario, cuales son todas
las actuaciones que puede realizar dicho órgano en sede administrativa, pues por
disposición constitucional (ex art. 253) le está vedado realizar procedimientos de
naturales jurisdiccional, siendo que el señalado Procedimiento de Cobro Ejecutivo no
es un procedimiento administrativo tributario, sino que encuadrado dentro de los
procedimientos judiciales tributarios, de lo que se deduce su imposibilidad de
ejecución en la sede jurisdiccional por prohibición expresa del antes mencionado
artículo 253.

Por otro lado, las atribuciones y la competencia de los Tribunales de la


República se encuentran establecidas en el propio texto constitucional, al establecerse
la competencia de éstos para conocer de las causas y asuntos de su competencia (por
la cuantía, por la materia y por el territorio) mediante los procedimientos judiciales
que determinen las leyes (ex art. 253) correspondiendo a los Tribunales de la
jurisdicción contencioso administrativa proceder a la anulación de los actos

63
administrativos generales o individuales contrarios a derecho incluso por desviación
de poder (Art. 259).

Así, al establecerse constitucionalmente todo éste ámbito competencial, que


corresponden a los Tribunales de la República y no a la Administración Tributaria, es
evidente que las actuaciones administrativas en estos ámbitos jurisdiccionales, le
están totalmente vedadas a la Administración Tributaria, de manera que cualquier
actuación administrativa en éste caso acarrearía, ipso iure el vicio de
inconstitucionalidad por desviación de poder o usurpación de funciones por parte de
la Administración Tributaria, previsto en el Artículo 138 de la Constitución, por ser
dictados, dichos actos administrativos, por una autoridad manifiestamente
incompetente (violando así el Artículo 137 constitucional, que establece el régimen
de competencia de los órganos que ejercen el Poder Público), de lo que se deduce la
nulidad absoluta, por inconstitucionalidad, de todos los actos dictados así por la
Administración Tributaria.

También es importante destacar que a consecuencia de la actuación


inconstitucional de la administración tributaria al ejecutar forzosamente una sentencia
proferida por un tribunal, se estaría dando origen a una responsabilidad patrimonial,
dispuesta en el artículo 140 de la CRBV (1999) “El Estado responderá
patrimonialmente por los daños que sufran los o las particulares en cualquiera de sus
bienes y derechos, siempre que la lesión sea imputable al funcionamiento de la
administración pública.”

La ejecución de las sentencias.


En el mundo de la justicia administrativa, según García de Enterría (citado
Pérez, 2009) “hasta finales del siglo XX y comienzos del XXI, el contencioso
administrativo no conocía más que de sentencias meramente declarativas, cuya más
alta expresión ha sido el recurso del “exces de puvoir” francés.

En ese sistema, al que se le conoció como objetivo, las sentencias solo podían
ser absolutorias o anulatorias del acto recurrido; el tribunal no podía intentar sustituir
el acto administrativo en caso de anulación, pues esto se entendía como una

64
injerencia de la justicia en la administración, en virtud de al principio de separación
de poderes proclamado por la Revolución Francesa.

No obstante, Países como Italia, Francia y España a decir de García de


Enterría han innovado al respecto de la llamada justicia administrativa, al introducir
la ejecución sustitutoria por el juez de las sentencias contencioso-administrativas
condenatorias de la Administración cuando esta no la efectúa de grado o lo hace de
modo insuficiente.

El poder de sustitución permite en consecuencia al juez dar cumplimiento por


sí mismo o por medio de un tercero, a lo dispuesto en su sentencia con independencia
de la voluntad de la administración e inclusive en contra de esa voluntad. Es decir,
que con el reconocimiento de ese poder al juez, es sustituida temporalmente en el
ejercicio de su potestad administrativa, y en consecuencia como lo afirma Pérez
“…sellándose el privilegio de auto-ejecución de las decisiones judiciales que la tienen
por destinatarias…”

No cabe duda, que los jueces de los tribunales contenciosos-administrativos


tienen facultad para ejecutar sus sentencias, solo que cuando el destinatario de la
condena es la administración éste gozaba de ciertos privilegios que hoy el mundo
jurídico viene atemperando en virtud de la igualdad de la relación jurídica.

La ejecución de las sentencias se puede verificar de manera voluntaria o


forzosa, y en el caso que se trata –cumplimiento de la sentencia de manera forzosa
por parte de la administración– no nos encontramos ante una actuación autónoma,
sino ante una resolución dictada con ocasión al cumplimiento de una sentencia.

En ese sentido, señala Martín Delgado, Isaac (citado por Pérez, 1998) que:

En definitivas, una vez dictada la sentencia, toda actividad posterior


afectada por esta sería actividad materialmente administrativa,
manifestación de la potestad-deber de cumplir del fallo judicial, y
normalmente jurisdiccional, imputable al poder judicial. Son pues,
actos de ejecución judicial, de carácter materialmente administrativos.
Así las cosas, y visto desde la acera del frente, los actos que realice la
administración en aras a la ejecución de una sentencia de la cual ella es parte y en

65
contra el administrado no serán actos administrativos autónomos, sino con ocasión al
cumplimiento de una sentencia y en consecuencia sometidos al derecho procesal.

En Venezuela, la exposición de motivos de la CRBV (1999) hace particular


referencia a la ejecución de las sentencias por parte del poder judicial:

El Estado democrático y social de Derecho y de Justicia consagrado


por la Constitución, al implicar fundamentalmente, división de los
poderes del Estado, imperio de la Constitución y las leyes como
expresión de la soberanía popular, sujeción de todos los poderes
públicos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico, y
garantía procesal efectiva, de los derechos humanos y de las
libertades públicas, requiere la existencia de unos órganos que,
institucionalmente caracterizados por su independencia, tengan la
potestad constitucional que les permita ejecutar y aplicar
imparcialmente las normas que expresan la voluntad popular,
someter a todos los poderes públicos al cumplimiento de la
Constitución y las leyes, controlar la legalidad de la actuación
administrativa y ofrecer a todas las personas tutela efectiva en el
ejercicio de sus derechos e intereses legítimos.
Efecto del extracto de la exposición de motivos antes trascrita se colige que,
entre las funciones de la soberanía del Estado se encuentra la función jurisdiccional,
mediante la cual los órganos legalmente considerados dirimen conflictos utilizando
procedimientos establecidos en la ley, y hacen ejecutar las sentencias, logrando así la
tutela judicial efectiva prevista en el artículo 26 del CRBV (1999) que establece:

Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración


de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los
colectivos o difusos; a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con
prontitud la decisión correspondiente.
El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial,
idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable,
equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o
reposiciones inútiles. (Destacado del Autor)
La comentada exposición de motivos de la Constitución delimita
perfectamente la función jurisdiccional en referencia a la ejecución de las sentencia al
establecer:

..., la administración de justicia no es monopolio exclusivo del Estado


aunque sólo éste puede ejercer la tutela coactiva de los derechos, es

66
decir, la ejecución forzosa de las sentencias, la Constitución incorpora
al sistema de justicia a los ciudadanos que participan en el ejercicio de
la función jurisdiccional integrando jurados o cualquier otro
mecanismo que la ley prevea. (Destacado del Autor)
Por lo tanto, es a la administración de justicia a quien le corresponde la
ejecución forzosa de las sentencias y no a la administración tributaria, quien tiene –
por el principio de separación de ponderes– imposibilitado ejercer la función
jurisdiccional, que como órgano administrativo, a diferencia de los judiciales, se
caracteriza por ser órganos estructurados jerárquicamente, esto es que dan y reciben
órdenes; no son pues independientes.

El régimen jurídico propio de la función jurisdiccional es que la decisión


pueda ser definitiva y fundamentalmente producida por un órgano imparcial –ajeno a
la contienda– que como antes lo referimos la administración tributaria no lo es, pues
ella incluso instauro el procedimiento administrativo, es decir es el órgano que
determinó el acto administrativo no es ajeno a la contienda.

Aunado a lo anterior es conveniente destacar que la Jurisdicción es inviolable


en virtud a lo establecido en el artículo 2 de la ley Orgánica del Poder Público
Judicial (LOPJ, 1998) que establece:

Artículo 2º. La jurisdicción es inviolable. El ejercicio de la potestad


jurisdiccional de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, corresponde
exclusivamente a los tribunales y comprende a todas las personas y
materias en el ámbito del territorio nacional, en la forma dispuesta en
la Constitución y las leyes. Las decisiones judiciales serán respetadas y
cumplidas en los términos que ellas expresen. (Destacado del Autor)
Es importante destacar que el artículo 259 de la CRBV (1999) otorga de
manera exclusiva u excluyente, la potestad de administrar justicia en las relaciones
jurídicas existentes entre la administración Pública y los administrados, a los
tribunales de la República con competencia en la jurisdicción contencioso
administrativa. Es evidente que la ejecución de una medida forzosa de enajenación de
bienes de los contribuyentes o responsables solidarios solo podría ser autorizada y en
última instancia ejecutada por los tribunales contenciosos tributarios. En efecto, la
norma señala:

67
La jurisdicción contencioso administrativa corresponde al Tribunal
Supremo de Justicia y a los demás tribunales que determine la ley. Los
órganos de la jurisdicción contencioso administrativa son competentes
para anular los actos administrativos generales o individuales
contrarios a derecho, incluso por desviación de poder; condenar al
pago de sumas de dinero y a la reparación de daños y perjuicios
originados en responsabilidad de la Administración; conocer de
reclamos por la prestación de servicios públicos y disponer lo
necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas
subjetivas lesionadas por la actividad administrativa.
En este orden de ideas, es importante destacar que Balzan (1999) ha señalado:

La ejecución, como última fase del proceso, hace que el mandato


general contenido en la sentencia se cumpla, ya que no es otra cosa que
hacer efectivo el derecho, quedando reducida la sentencia a un estudio
ilusorio y platónico, con valor exclusivamente lógico y sin eficacia
práctica, si el Estado no dispusiera de los medios para hacer cumplir el
fallo, por manera que la ejecución de la sentencia forma parte del
oficio del juez y comprendida dentro de su función jurisdiccional.

Por su parte Tobía (2015) en su trabajo «la función jurisdiccional en el Código


Orgánico Tributario de 2014 señala que:

…sólo es posible afirmar y sostener que el Estado satisface a plenitud


el derecho a la tutela judicial efectiva, cuando dictada la sentencia
judicial, el Juez, o Tribunal que la ha pronunciado tiene el poder de
materializar o realizar lo que ha dispuesto en ella con arreglo a
Derecho para hacer reconocer, respetar, restituir o reparar el derecho
que ha sido amenazado, desconocido o lesionado. (p.165)
En suma, la administración tributaria es parte demandada en el procedimiento
del juicio contencioso tributario (ex art. 266 del COT, 2014) de lo que resulta su
imposibilidad procesal de proceder ella misma a la fase de ejecución de la sentencia,
pues ésta última corresponde a actuaciones que son propias, únicas y exclusivas del
Juez, tal como lo establece el artículo 523 del Código de Procedimiento Civil, lo que
imposibilita, legalmente, a la Administración Tributaria a realizar ésta fase del juicio,
toda vez que tales actuaciones de la Administración Tributaria comportarían una
flagrante violación del Principio Universal de Igualdad de las Partes, consagratorio de
todo sistema procesal vigente.

68
Por otro lado también está imposibilitada legalmente la administración
tributaria para realizar cualquier tipo de actos de naturaleza procesal, por disposición
expresa del Artículo 14 del Código de Procedimiento Civil, es el Juez quién debe
impulsar “todo” el juicio hasta su conclusión mediante sentencia definitivamente
firme, de lo que se denota también la imposibilidad procesal de la administración
tributaria de intervenir en el proceso judicial a través de ésta nefasta institución del
Cobro Ejecutivo.

Así, estando impedida y prohibida legalmente la ejecución de actos


procesales por parte de la administración tributaria en el procedimiento judicial
derivado del Recurso Contencioso Tributario, tales actuaciones en criterio del autor,
encuadran en el numeral 4 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos,
primeramente por tratarse –no de actos administrativos (cuya regulación jurídica
corresponde a éste último texto legal)– de actos procesales cuya regulación jurídica
corresponde al Código de Procedimiento Civil, por lo que tales actos dictados por la
administración tributaria en el desarrollo del procedimiento de Cobro Ejecutivo al ser
actos de naturaleza procesal y no de naturaleza administrativa, imposibilitarían el
control de legalidad de los mismos en la Jurisdicción Contencioso Administrativa,
pues al tratarse de actos procesales, el control de legalidad de los mismos recaería en
el ámbito jurisdiccional a través de la figura de la nulidad de los actos procesales,
regulados en los artículos 206 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, o a
través de la Apelación ante la instancia superior, de conformidad con los artículos
288 y siguientes del citado Código, y no en la jurisdicción contencioso administrativa
a través del Recurso Contencioso de Nulidad.

El hecho que la administración tributaria se sustraiga del procedimiento


contencioso tributario como parte demandada para proceder a ejecutar la sentencia de
primera instancia a través del Procedimiento de Cobro Ejecutivo, después de haber
sido parte demandada en ese juicio de primera instancia, crea indudablemente una
flagrante violación del Principio de la Igualdad de las Partes en el proceso, violatorio
del artículo 21 de la Constitución Nacional, el cual según Rondón de Sansó (2011),

69
“alude a todo aquello que tienda a extinguir o limitar los derechos y libertades de las
personas en su goce o ejercicio en condiciones de igualdad” de manera que el trato
discriminatorio, para dicha autora, es todo aquello que pueda anular o menoscabar el
reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos, e indica como supuesto
complementario que se dé “en condiciones de igualdad”.

En este caso, tratándose de que la administración tributaria es parte


(demandada) en el procedimiento del Recurso Contencioso Tributario (Incoado por
los contribuyentes o responsables en materia tributaria, tal como lo establece el
artículo 266 del vigente Código Orgánico Tributario), resulta innegable que, legal y
procesalmente, le está enteramente prohibido a las partes proceder a la ejecución
forzosa de la sentencia, de lo que se denota, consecuencialmente, la imposibilidad
procesal (de hecho) y jurídica (de derecho) de la administración tributaria de ejecutar
forzosamente la sentencia en el señalado procedimiento judicial, por ser violatoria de
la norma constitucional in comento.

Finalmente debemos concluir que las normas que regulan la ejecución de las
sentencia en el procedimiento de cobro ejecutivo previsto en el COT (2014) son
manifiestamente inconstitucional, pues desconoce el derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva y usurpa el ejercicio de la función jurisdiccional que la CRBV (1999)
ha reservado exclusivamente a los tribunales y jueces del Poder Judicial.

70
CAPÍTULO IV
EL DERECHO A LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA EN EL
PROCEDIMIENTO DE COBRO EJECUTIVO.
Presunción de Inocencia.
El derecho de presunción de inocencia, corresponde a todo imputado en un
proceso penal a ser tratado como si fuese inocente, hasta que una sentencia firme
establezca su condena.

La presunción de inocencia, está también reconocida en distintos instrumentos


internacionales en materia de derechos humanos: tal es el caso del artículo 11.1 de la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre (1948) cuando establece que:
“Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se pruebe su culpabilidad”.

De la misma manera, el Convenio Europeo de Derechos Humanos (1950),


proclama en el artículo 6, numeral 2 que: “toda persona acusada de una infracción se
presume inocente hasta que su culpabilidad haya sido legalmente establecida”

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), reconoce esta


presunción en el artículo 14, numeral 2 al disponer: “toda persona acusada de un
delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su
culpabilidad conforme a la ley.”

En igual forma, la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969),


establece en el artículo 8 numeral 2 que: “Toda persona inculpada de delito tiene
derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su
culpabilidad”; y por último, en la Carta Africana sobre Derechos Humanos y de los

71
Pueblos (1981), en cuyo artículo 7.b) se reconoce el derecho de “toda persona a que
se presuma su inocencia hasta que se pruebe su culpabilidad por una corte o tribunal
competente,” de donde deviene su carácter de Principio Universal del Derecho.

En la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), en forma


explícita, se estableció el principio de que “Toda persona se presume inocente
mientras no se pruebe lo contrario” (ex ordinal 2º del artículo 49).

Como regla de juicio, la presunción de inocencia despliega sus efectos en el


momento de la valoración de la prueba. Se encuentra ligada a la propia estructura del
proceso, y en particular a la declaración del hecho probado.

Así, se concibe la presunción de inocencia como el derecho de toda persona


acusada de la comisión de un delito, a ser considerada como inocente en tanto no se
establezca legalmente su culpabilidad, a través de una sentencia definitiva,
considerándose como uno de los pilares del ordenamiento jurídico de todo estado
democrático, al establecer la responsabilidad penal del individuo, únicamente cuando
esté debidamente acreditada su culpabilidad mediante un sentencia definitivamente
firme.

La razón de ser de la presunción de inocencia, es la seguridad jurídica, la


necesidad de garantizar a toda persona inocente que no será condenada sin que
existan pruebas suficientes que destruyan tal presunción; esto es, que demuestren su
culpabilidad y que justifiquen una sentencia condenatoria en su contra.

Es así, que en su aplicación la presunción de inocencia como figura procesal y


aún un poco más importante, es decir, constitucional, configura la libertad del sujeto
(sin olvidar los derechos fundamentales consagrados en toda Constitución) que le
permite ser libre en cuanto por actitudes comprobadas no merezca perder su libertad,
como ocurre cuando una persona recibe algún tipo de sanción penal a consecuencia
de una conducta adecuada a la tipificación penal, además de haber sido comprobada
según el procedimiento vigente para el juicio. La calidad de ser inocente es una figura
que sólo le interesa al derecho en su aplicación.

72
En este sentido, la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de
Justicia, señaló en la Sentencia n° 0017, de fecha 12 de enero de 2011, Caso: Rozaira
Velásquez Subero contra la Comisión de Funcionamiento y restructuración del
Sistema Judicial, respecto a la presunción de inocencia que: “…en forma reiterada
(decisiones números 00051, 01369, 0975, 01102, 00104, 01276 y 0819 de fechas 15
de enero y 04 de septiembre de 2003, 05 de agosto de 2004, 31 de mayo de 2006, 30
de enero de 2007, 22 de octubre de 2008 y 04 de junio de 2009, respectivamente), ha
establecido:

… la referida presunción es el derecho que tiene toda persona de ser


considerada inocente mientras no se pruebe lo contrario, el cual
formando parte de los derechos, principios y garantías que son
inmanentes al debido proceso, que la vigente Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela… exige… que tanto los órganos
judiciales como los de naturaleza administrativa deban ajustar sus
actuaciones a los procedimientos legalmente establecidos. (Vid.
Sentencia N° 00686, del 8 de mayo de 2003, dictada en el caso
Petroquímica de Venezuela S.A.).
Igualmente, la Sala ha establecido (Fallo N° 975, del 5 de agosto de
2004, emitido en el caso Richard Quevedo), que la importancia de la
aludida presunción de inocencia trasciende en aquellos procedimientos
administrativos que como el analizado, aluden a un régimen
sancionatorio, concretizado en la necesaria existencia de un
procedimiento previo a la imposición de la sanción, que ofrezca las
garantías mínimas al sujeto investigado y permita, sobre todo,
comprobar su culpabilidad.
En esos términos se consagra el derecho a la presunción de inocencia,
cuyo contenido abarca tanto lo relativo a la prueba y a la carga
probatoria, como lo concerniente al tratamiento general dirigido al
imputado a lo largo del procedimiento. Por tal razón, la carga de la
prueba sobre los hechos constitutivos de las pretensiones
sancionadoras de la Administración, recae exclusivamente sobre
ésta. De manera que la violación al aludido derecho se produciría
cuando del acto de que se trate se desprenda una conducta que
juzgue o precalifique como ‘culpable’ al investigado, sin que tal
conclusión haya sido precedida del debido procedimiento, en el
cual se le permita al particular la oportunidad de desvirtuar los
hechos imputados… (Resaltado de la Sala).
Ahora bien, el procedimiento de cobro ejecutivo previsto en el COT (2014)
salvo actuaciones realizadas por los funcionarios de la administración tributaria al

73
margen del bloque de la legalidad –con el cual viciaría el acto o el procedimiento
administrativo– desde el punto de vista normativo, se materializa la institución del
Derecho a la Presunción de Inocencia como garantía constitucional, pues
expresamente establece la norma que “El cobro ejecutivo de las cantidades líquidas y
exigibles, así como la ejecución de las garantías constituidas a favor del sujeto
activo, se efectuará conforme al procedimiento establecido en este Capítulo.” (ex 290
del COT, 2014)

Se evidencia de la disposición legal anterior, que constituye una condición –


sine qua non– que, para proceder legalmente a la instauración del cobro ejecutivo la
obligación tributaria del contribuyente o sujeto obligado, deberá versar sobre las
cantidades liquidas y exigibles, términos que suponen que estas serían obligaciones
firmes por lo cual este procedimiento no viola el principio constitucional denominado
«presunción de inocencia».

74
CONCLUSIONES

El cobro ejecutivo es un procedimiento instaurado por la administración


tributaria acreedora del tributo en sede administrativa y por lo tanto un procedimiento
administrativo, que tiene por objeto el cobro de las obligaciones tributarias siempre y
cuando se encuentren exigibles o para la ejecución de las garantías constituidas a
favor del sujeto activo de la relación tributaria.

Los actos administrativos –tributarios– mientras sean impugnables en sede


administrativa (jerárquica) o contenciosa, o mientras no se cumplan los cuatro
argumentos que constituyen la tesis de Abache en virtud de la naturaleza declarativa
con eficacia diferida del acto determinativo no serán ejecutivos ni ejecutorios.

El plexo normativo que regula el procedimiento de cobro ejecutivo previsto en


el COT (2014) viola el Derecho Constitucional a la Defensa, pues además de no
consagrar norma expresa que permita presentar alegatos en su defensa, ni la
posibilidad alguna de aportar pruebas que permitan desvirtuar las razones que tuvo la
administración para dar inicio al referido procedimiento dispone taxativamente en su
artículo 291 que “…La intimación efectuada constituye título ejecutivo para proceder
contra los bienes y derechos del deudor o de los responsables solidarios y no estará
sujeta a impugnación.”

El procedimiento administrativo de cobro ejecutivo no garantiza un juez


natural para dictar o ejecutar decisiones que afectan o menoscaban derechos a los
contribuyentes o responsables, como el derecho a la propiedad y en definitiva al ser la
administración tributaria quien determina la obligación, instaure el procedimiento,
resuelva las incidencias, embargue y remate los bienes viola la disposición

75
establecida en el numeral 4 del Artículo 49 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela.

Las normas que regulan la ejecución de las sentencia en el procedimiento de


cobro ejecutivo previsto en el COT (2014) son manifiestamente inconstitucional,
pues desconoce el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva y usurpa el
ejercicio de la función jurisdiccional que la CRBV (1999) ha reservado
exclusivamente a los tribunales y jueces del Poder Judicial.

En lo que respecta a la tutela ejecutiva del Poder Judicial –Tribunales y jueces


de lo Contencioso Tributario– es inconstitucional que el Poder Ejecutivo, a través de
un Decreto-Ley, se auto-atribuya –Administración Tributaria– poderes a todas luces
exorbitantes para liquidar bienes del patrimonio de los particulares con ocasión de la
ejecución de las sentencias judiciales, siendo esta acción una función jurisdiccional.

El procedimiento de cobro ejecutivo previsto en el COT (2014) desde el punto


de vista normativo, se materializa la institución del Derecho a la Presunción de
Inocencia como garantía constitucional, pues no puede instaurarse el cobro ejecutivo
sino sobre obligaciones exigibles. Es decir obligaciones «firmes» determinadas y de
plazo vencido.

76
RECOMENDACIONES

En general, el autor recomienda reformar desde la Asamblea Nacional el


procedimiento de cobro ejecutivo, a la luz de las disposiciones constitucionales en
procura de establecer una forma sistemática de equilibrio entre el Estado y el
contribuyente, que garantice los derechos y garantías de los sujetos pasivos,
contribuyentes y responsables, tales como: (a) al Derecho a la Defensa, (b) del Juez
Natural, establecidas en los Numerales 1º, y 4º, respectivamente, del artículo 49 de la
vigente CRBV, 1999.

77
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