Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
BIBLIOGRAFÍA
________ Los ministerios en la Iglesia. En: Razón y fe. Madrid. T. 229, No.
1144 (Feb. 1994); p.167-177.
________ Sacerdotes, ¿para qué?. En: Sal Terrae. Santander, España. Vol.
44, No. 64 (Ene. 1976); p.3-20.
3
PIKAZA, XAVIER. Las tres tareas del sacerdote. En: Seminarios. Salamanca.
Vol. 39, No. 128 (Abr-Jun. 1993); p.217-230.
hoy se conoce. Estas cartas datan alrededor del año 57-58. En ellas las
comunidades aparecen más carismáticas, ligadas a la acción del Espíritu,
no hay una institución de ministerios desarrollada propiamente, los cuales
aparecerán en las cartas pastorales.
Pablo relaciona unos carismas que tienen que ver con el espíritu
humano o de ciencia y se manifiestan externamente en el lenguaje:
sabiduría, ciencia, fe, profecía, discernimiento de espíritu, don de lenguas,
don de interpretación de lenguas; otros carismas tienen que ver con la
actividad externa de las personas, que se podrían llamar operativos: poder
de hacer milagros; don de curaciones; y, finalmente, otros tienen que ver
específicamente con el recto ordenamiento de los santos, en orden a las
funciones del ministerio; son los se pueden llamar carismas ministeriales:
apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores, dones de asistencia, dones
de gobierno, que son para realizar las funciones que les corresponde:
ministerio, profecía, enseñanza, exhortación, dádiva, presidencia, obras de
misericordia. Toda esa diversidad de carismas debe confluir en la unidad
de la comunidad eclesial (cf. El símil del cuerpo en 1 Cor 12, 12-31; Ef 4,
4-6).
A partir de los anteriores datos, podemos detectar, en el conjunto de
las primitivas comunidades, una cierta estructura ministerial: los “doce”,
“apóstoles”, “profetas”, “doctores o maestros”, “dirigentes”, “pastores”, ,
“guías”, “asistentes” (1 Tes 5,12; 1 Cor 12,28; Rom 12,6-8; Flp 1,1; Ef
4,11-13; He 20,28;). Sobre todo se resalta la triada apóstoles, profetas y
9
2
Cf. VANHOYE, Albert. Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo según el Nuevo Testamento.
Salamanca: Sígueme, 1984. 335p.
13
3
Cf. VANHOYE, Albert. El mensaje de la carta a los Hebreos. Navarra: Verbo Divino,
1980. p.39-45.
4
Cf. VANHOYE, Albert. Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo según el Nuevo Testamento,
Op. cit., p.128. Explica como los sacerdotes judíos son pecadores y no tienen compasión
de sus hermanos pecadores, Ex 32,1-5.21-24.29; Nm 25,6-13.
* En la gran fiesta de la expiación el sumo sacerdote avanzaba solo hacia el santo de los
santos para inmolar la víctima e implorar el perdón de los pecados; tenía que prepararse
con una serie de ritos para entrar dignamente en el santuario y ofrecer el sacrificio.
14
instituir presbíteros, función que era reservada sólo a los apóstoles o a sus
sucesores.
Es propiamente hacia el año 175-200 cuando encontramos
consolidado el paso de episcopos=presbítero-presidente a episcopos =
obispo. Es posible que este paso pudiese haber ocurrido de una doble
manera: los apóstoles, al comienzo itinerantes, se fueron progresivamente
haciendo residenciales. Era lógico que donde estaba el apóstol residiendo
no se necesitara el presbítero-presidente, pues aquél desempeñaba esas
funciones con toda propiedad. Pero a medida que la Iglesia se expandía se
fue necesitando un mayor número de “sucesores de los apóstoles”, y en
este caso el cargo se le confería al presbítero presidente o episcopos de las
Iglesias locales. Es éste el momento en el que episcopos u obispo es el
término propio para designar la sucesión del ministerio apostólico. Cabe
advertir que en unas y otras comunidades, los presbíteros cumplían una
función, que autorizada por los apóstoles o por los obispos, era
fundamentalmente colegial participativa.
relación a sus diversos jefes jerárquicos. La masa del pueblo fiel es esencialmente
gobernada y radicalmente incapaz de ejercer una autoridad espiritual, ni directamente ni
por delegación”. Y en 1906, en la encíclica Vehementer nos, escribía el Papa Pío X: “La
iglesia es una sociedad desigual que comprende dos categorías de personas, los pastores
y el rebaño; los que ocupan un puesto en los distintos grados de la jerarquía y la
muchedumbre de los fieles. Y estas categorías son tan distintas entre sí que en el cuerpo
pastoral sólo, residen el derecho y la autoridad necesaria para promover y dirigir los
miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la muchedumbre, no tiene otro deber,
sino dejarse conducir y, rebaño fiel, seguir a sus pastores”.
16
Es el caso de Basílides que siendo obispo, apostató durante la persecución de Decio y
fue depuesto de su cargo por la comunidad. Él acudió al Papa Esteban quien lo restituyó
en su cargo nuevamente. La comunidad no contenta con este hecho acudió a Cipriano el
cual convocó un concilio para tratar el caso; con los 37 obispos asistentes llegaron a las
siguientes conclusiones: a) La comunidad es la que elige a sus ministros y esto es de iure
divino; b) Por lo mismo, ella puede deponer a los ministros cuando son indignos y la
dañan; c) La situación del depuesto no cambia ni por el recurso al Papa.
21
17
* Aún cuando haya recibido la imposición de manos con todos los ritos litúrgicos.
Cf. VOGEL, Cirylle. Laica communione contentus: Le retour du presbytre au rangs des
laïcs. En: Revue des Sciences Religieuses. Strasbourg, France. No. 1 (Jan. 1973); p.56-
112). El autor en sus investigaciones históricas llega a la conclusión de que un ministro
dejaba de presidir la comunidad por cualquier motivo volvía a ser laico en el sentido pleno
de la palabra
18
Sobre el proceso de sacerdotalización, ver A. FAIVRE, Naissance d’une hiérarchie.
Premières ètapes du cursus clérical, Paris 1977.
22
Durante los siglos VI, VII y VIII en España, Irlanda y las Galias, toda
la teología del ministerio ordenado que se realiza se inspira en el
sacerdocio judío.
19
LEON MAGNO en su Epístola X, 6; PL 54, 634ª: "Qui praefuturus est omnibus, ab
omnibus eligatur".
20
CELESTINO I Epistola IV, 5: PL 50, 434B: "Nullus invitis detur episcopus. Cleri, plebis et
ordinis, consensus ac desiderium requiratur". Frase que más tarde recogerá Graciano.
23
30
31
Cf. EGIDO, T. Lutero, Obras completas. Salamanca: Sígueme, 1997. p. 142-145.
32
Cf. FONTBONA, J. Ministerio de comunión. Barcelona: Biblioteca Litúrgica, no. 11. Centre de Pastoral
Litúrgica, 1999. p. 26-27.
27
33
Cf. MARTINEZ, D. El sacerdote según el Concilio de Trento. En: Christus. México. No. 460 (marzo
1960); p. 34.
34
* Para Lutero todos somos sacerdotes sin diferencia esencial u ontológica de un
sacerdocio ministerial.
Cf. DENZINGER-HÜNERMANN, Op. Cit., p.548 (cánones 1-8; no. 1771-1778).
** Eucaristía y Reconciliación son los ejes de Trento en torno al oficio sacerdotal.
28
35
36
37
29
38
El pontifical Romano de Pío V en el Rito de Ordenación de Presbíteros, ve el sacerdocio
como dignidad y herencia veterotestamentaria: “Puesto que vais a ser ascendidos al orden
levítico, considerad a qué alto grado de la Iglesia sois promovido”.
39
Hay que reconocer en el texto conciliar la presencia de dos eclesiologías, que si bien no
se oponen, aparecen colocadas de manera yuxtapuesta, sin interés alguno por
armonizarlas: la eclesiología jurídico-institucional por una parte y, por otra, la eclesiología
de comunión y de servicio al mundo (sobre estas dos eclesiologías ver, A. ACERBI, Due
ecclesilogie. Ecclesiologia giuridica e ecclesiologia di communione nella Lumen gentium,
Bologna 1975). Por este motivo algunos han llegado a afirmar que no existe propiamente
una teología conciliar, sino diversas y en cierto modo contradictorias (la afirmación de G.
Girardi, en C. FLORISTÁN-J. J. TAMAYO, El Vaticano II, veinte años después, Madrid 1985,
431). Esta doble eclesiología hace que, de acuerdo al horizonte hermenéutico en el que se
ubique cada persona o grupo humano, se enfatice una y otra tendencia, lo que favorece
que todos citemos el Concilio para apoyar posiciones, muchas veces, contrarias. Nos
parece que es legítimo, como principio interpretativo del Concilio, tratar de ser fiel,
sobretodo, al espíritu del mismo en línea de renovación y adecuación a los nuevos
tiempos.
30
A finales del siglo XIX y todo el siglo XX, pero sobretodo en los años
inmediatamente precedentes al Concilio Vaticano II, la situación tiende a
cambiar bajo la forma de numerosas corrientes de pensamiento y de vida
que han caracterizado nuestra época. Un ejemplo claro de ello son los
movimientos que promueven “volver a las fuentes” tanto bíblicas como
patrísticas. Podemos recordar también las nuevas tendencias
eclesiológicas que retoman, en primer lugar, la realidad invisible o
misteriosa de la Iglesia con particular énfasis en la dimensión espiritual o
pneumatológica, sacramental, comunitaria y escatológica; el relieve que se
le da al laicado y la promoción en general de los movimientos sociales de
los laicos que conducen a la revalorización del sacerdocio real y profético
de todos los fieles; los estudios e investigaciones sobre el episcopado que
dan nuevas luces sobre la sacramentalidad y colegialidad del episcopado
así como sobre la fraternidad sacerdotal; los movimiento bíblicos y
litúrgicos que han descubierto en el Nuevo Testamento y en la Tradición
litúrgica una concepción del sacerdocio y del culto cristiano del todo
original y diferente del de las otras religiones; la renovación de una
espiritualidad específica del clero que toma muy en cuenta los ambientes y
ámbitos de trabajo en que se mueve el presbítero; el movimiento
ecuménico que permite una benéfica ósmosis de la teología católica,
ortodoxa y protestante, y promueve, también sobre el tema del ministerio,
la superación de las polémicas posiciones pluriseculares. Hay, pues,
grandes esfuerzos por la renovación del clero, tanto en el aspecto teológico
como en el espiritual y pastoral.
Viene a cuento revisar la pequeña pero esclarecedora reseña histórica del tema que hace Bruno Forte en su
libro La Iglesia, icono de la Trinidad. Salamanca: Sígueme, 1997. p. 15-20.
40
Ibid, p. 35-36.
31
41
Cf. LG 28.
32
42
Cf. LG 21.
33
43
Cf. LG 18.
34
50
Cf. KASPER, Walter. Nuevos matices en la concepción dogmática del ministerio
sacerdotal. En: Concilium. Madrid. Vol. 5, No. 43 (Mar. 1969); p.375-389; BOROBIO, Los
ministerios en la comunidad, Op. Cit., p.202-237
51
Cf. LG 18, 20, 21, 22, 24, 26, 27, 28; CD 4, 8, 11; PO 2.
52
Cf. LG 28; PO 1, 2, 4, 5, 6, 7, 8.
53
Cf. LG 29.
36
59
PO 2.
60
Cf. LG 28; JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis no. 12. México:
Clavería, 1994. En adelante se citará con la sigla PDV (Pastores Dabo Vobis).
61
Cf. CENCINI et al, Op. cit., p.138-139.
62
Cf. PABLO VI, Constitución apostólica Pontificalis Romani, junio de 1968.
39
63
Hay que reconocer que el tema del diaconado y su restauración sigue siendo todavía
muy complejo; su estudio y reflexión exige quizás más esfuerzos de los que hasta ahora se
han hecho.
64
La teología postconciliar respecto al presbiterado y el diáconado quizás no se haya
hecho desprender suficientemente de esta comprensión unitaria y orgánica del ministerio
ordenado; comprendida en este sentido es ella una teología que todavía falta por hacerse
con más suficiencia.
41
por el sacramento del orden a través del cual pasa la sucesión apostólica,
del carisma apostólico. Los miembros del colegio presbiteral son
“colaboradores necesarios” por el mismo significado colegial de la sucesión
apostólica. De esta manera, obispos y presbíteros cuidan, en la Iglesia y al
frente de ella, de que la Iglesia apostólica se haga presente en todos los
lugares y en todos los tiempos, ejerciendo la triple función que Cristo les
ha encomendado: la Palabra, los sacramentos y el gobierno de la
comunidad (cf. PO 2)65.
- Lo que la ordenación al episcopado -y al presbiterado- confiere no
es propiamente el sacerdocio, sino el carisma apostólico de presidir la
construcción de la comunidad en todos los sentidos que le son propios y
que conforman una unidad: la evangelización, el culto sacramental y el
gobierno caritativo de la misma. Esto significa que el sacerdocio en el
sentido cultual-sacramental, no es la categoría abarcante de la
comprensión total del ministerio, sino que es una de las dimensiones que
lo conforma.
-.Así se entiende mejor el sentido de la afirmación del Concilio en
Lumen gentium 10, en donde se dice, siguiendo al Papa Pío XII en la
encíclica Mediator Dei66, que entre el sacerdocio común de los fieles y el
sacerdocio ministerial o jerárquico existe una diferencia no sólo de grado,
sino esencial. El sentido de la frase no apunta, ni en Pío XII ni en el
Concilio, a establecer una diferencia ontológica entre estas dos realidades
y esto se puede verificar en la frase siguiente del mismo numeral de Lumen
gentium: esos dos sacerdocios -el común y el ministerial- están “ordenados
el uno al otro, puesto que cada uno participa de modo peculiar del único
sacerdocio de Cristo”. Desde esta perspectiva la afirmación significa que
entre el sacerdocio común y el ministerio pastoral del ministerio ordenado,
que incluye un ministerio sacerdotal, no hay analogía -la diferencia es
esencial-, pues el segundo no es reductible a un grado superior del
primero67.
- En este mismo orden de ideas, es necesario precisar una
distinción: el hecho de que la Iglesia sea toda ella ministerial, y que dentro
de este concepto se coloque el ministerio ordenado, no significa, de
ninguna manera, que todos en la Iglesia tengan la misma responsabilidad
ni que la tengan de la misma manera. Es cierto que todos en la Iglesia son
corresponsables, pero no tienen la misma responsabilidad. Hay en la
Iglesia toda una responsabilidad diversificada que de ninguna manera es
intercambiable. Con esto se quiere significar que no es la misma la
responsabilidad de un laico que la de un presbítero, o la de un obispo que
la de un presbítero. Y en este punto cabe otra precisión: las funciones
65
Aunque referente al presbiterado, pero en estrecha relación con la teología del
episcopado, es importante la obra de R. SÁNCHEZ, Ministros de la Nueva Alianza. Teología
del sacerdocio ministerial, CELAM, Santafé de Bogotá 1993.
66
Cf. AAS 39 (1947) 555.
67
Es significativo que en PO 2, ya no se dice que la diferencia sea esencial.
42
70
Cf. PO 2.
71
Cf. LG 27, 28 y 29. Puede verse: BOROBIO, Los ministerios en la comunidad, Op. Cit.,
p.23-51, 157-162; SÁNCHEZ CHAMOSO, Román. Vaticano II y presbítero: herencia y
programa. Apuntes para una genuina teología del presbiterado. En: Seminarios.
Salamanca. Vol. 42, No. 139 (Ene-Mar. 1996); p.7-54.
72
Cf. LG 1-9.
73
Cf. LG 28; PO 1-2, 4-6, 12,13; AG 39.
44
77
PDV 26.
78
Ch L 22.
79
PDV 12.
46
verdad y vida que conduce al Padre (Jn 14,5), y atento por otra parte a los
caminos por los cuales transitan los fieles.
84
Cf. LG 28; PO 4-6; SC 33. Puede verse al respecto los comentarios de BOROBIO, Los
ministerios en la comunidad, Op. Cit., p.202-212.
85
Cf. LG 10, 21, 28, 37; SC 33; PO 2, 6, 12, 13; AG 39. El concilio usa con frecuencia esta
expresión 'in persona Christi', 'representatio Christi' refiriéndose al ministerio ordenado y la
PDV asume la doctrina, habla incluso del presbítero como 'personificación de Cristo' (PDV
15, 18, 20).
86
LG 28.
87
Cf. LG 28; PO 4-6.
88
Cf. PDV 12 y 13.
48
89
Los padres de la Iglesia son conscientes de esta realidad ministerial, de actuar en la
persona de Cristo. San Cipriano dice que el sacerdote "vice Christi vere fungitur"; san Juan
Crisóstomo y san Agustín sostienen que es Cristo mismo quien bautiza en la persona del
sacerdote. En la edad media, santo Tomás enseña que toda la acción sacerdotal es "in
persona Christi", sus actos son de Cristo y de la Iglesia, esta visión se zanjó con el concilio
de Trento y continuó en la época postridentina.
90
* Por eso en los primeros siglos la comunidad participaba en la designación de sus
ministros que la dirigían, no se aceptaban ordenaciones absolutas, es decir, no se
ordenaba a nadie que no fuera aceptado y/o promovido por ella, y sin comunidad
concreta que presidir; esto, lo sancionó el canon 6 de Calcedonia. En estas ordenaciones,
se invocaba al Espíritu Santo para que ungiera al nuevo ministro con el carisma de la
dirección con el cual serviría a la comunidad eclesial. En la edad media se perdió esta
dimensión eclesiológica importante al acentuarse la relación sacerdote-Eucaristía y
validarse las ordenaciones absolutas.
PO 12.
91
Cf. LG 1.
92
Cf. AQUINO, Santo Tomás. Suma Teológica III, 64, 9, 1um; 82, 7, 3um. La expresión "in
nomine Ecclesiae" no aparece en el Nuevo Testamento, pero si su contenido al intervenir
la comunidad en las decisiones, en el discernimiento de los carismas y ministerios junto
con sus guías (He 6,3; 13,1-13; 1 Tim 1,18; 4,14). La expresión se sistematiza en la edad
media. Santo Tomás habla del actuar sacerdotal como órgano de la comunidad orante y
creyente (AQUINO, Santo Tomás. Suma Teológica III, 64, 9, 1um; 82, 7, 3um). En el siglo
XX lo emplean Pío XI en la Encíclica Ad Catholici Sacerdotii, y Pío XII en la Mystici
Corporis y la Mediator Dei.
49
96
PDV 15.
97
Cf. LG 28.
52
98
Cf. PDV 75.
99
PDV 15.
100
Cf. LG 28; PO 1-2; 4-6.
101
Cf. PO 4.
102
Cf. SD 7.
103
Cf. AA 24 y 25.
104
Cf. EN 68.
53
109
LG 10.
110
Cf. ChL 25 y 27.
111
Cf. SC 7; 10.
112
Cf. PO 5.
56
acción debe ser pronta y eficaz entre sus mismos miembros y con los de
fuera para que se manifieste la caridad de Cristo siervo y con ella cumpla
su misión de servidora del Reino y de la humanidad.
119
Cf. PDV 15.
120
Cf. PDV 16 y 49.
121
Cf. PDV 15.
122
Cf. PDV 23.
123
PDV 23.
124
Cf. PO 13.
60
125
PO 14.
126
Cf. PDV 21.
127
Cf. PDV 16, 17 y 37.
128
PDV 43.
129
Cf. PDV 26.
130
Cf. PDV 13, 15, 22, 23, 40.
61
los hijos de Dios y ser al mismo tiempo fiel a Jesucristo cabeza y pastor
'dando la vida por amor' (Jn 15,13).
136
PO 14.
137
Cf. PDV 22.
138
Cf. PDV 26.
139
Cf. PDV 74.
140
Cf. LG 28.
63
145
Cf. LG 28; PO 1 y 2.
146
Cf. LG 28; PO 2.
65
-La Parroquia: Aparecida enfatiza algo que viene a ser una llamada
urgente al señalar que la renovación de la parroquia exige actitudes
nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La
primera exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo,
porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una
parroquia. Debe ser un ardoroso misionero que vive en constante anhelo
de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración
(DA 201). En pocas palabras, Aparecida hace un llamado para que los
presbíteros no sean meros administradores de bienes o solo funcionarios
del culto.
Para que todo lo anterior sea una realidad, Aparecida ofrece una
clave de lectura que recorre todo el documento: la conversión pastoral
que, despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración
del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes,
consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir
una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con
atención y discernimiento “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap
2,29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta (DA
366).