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PILARES ÉTICO POLÍTICOS CONSTITUCIONALES Y JURISPRUDENCIALES PARA LA FORMACIÓN


EN COMPETENCIAS CIUDADANAS EN COLOMBIA: LO CONCEPTUAL EXIGIDO EN LA
EDUCACIÓN SUPERIOR Y EVALUADO EN LAS PRUEBAS DE ESTADO SABER PRO

Alonso Silva Rojas


Investigador UDI

INTRODUCCIÓN

Uno de los asuntos más importantes en la medición de la calidad de la educación impartida en


las Universidades hace referencia a los resultados obtenidos por los estudiantes de las
universidades en la prueba SABER PRO, en cuanto ella se ha convertido en una medida de
comparación y de control del nivel de formación que imparten las instituciones de educación
superior. Entre las partes que evalúa la prueba tenemos las competencias genéricas y entre
ellas las competencias ciudadanas. Ahora bien, para el ICFES, la prueba evalúa dos cosas, a
saber: por un lado, conocimiento y comprensión y, por el otro, habilidad para enfrentar y
analizar problemáticas sociales, pero no de cualquier forma, sino “de manera constructiva y
responsable”. En efecto, señala:

El Módulo de Competencias Ciudadanas evalúa, en primer lugar, el conocimiento


y comprensión de conceptos básicos de la Constitución Política de Colombia. La
razón principal de esto es que ella enmarca la convivencia social en nuestro país y
provee los fundamentos de la ética pública y política. En segundo lugar, evalúa las
habilidades necesarias para enfrentar y analizar problemáticas sociales de una
manera constructiva y responsable. (ICFES-MEN, 2017, p. 45).

Esta formulación supone que el parámetro crítico y reflexivo de un buen ciudadano lo dan los
principios y los valores constitucionales, no las perspectivas morales (o de “vida buena” -Rawls-)
particulares de cada una de las personas que conviven en un territorio. De esta manera, la
respuesta debe ser producto de una aplicación de los valores y principios prescritos en la
Constitución Política a casos singulares problemáticos, que tienen, por ello, una respuesta
correcta.

Se trata, entonces, de evaluar la capacidad del estudiante para responder de determinada


forma preguntas que muestren que ha construido (a través de la actividad de enseñanza y
aprendizaje llevada a cabo o realizada en la Institución de Educación Superior) adecuadamente
“los marcos de comprensión del entorno” necesarios para promover “(…) el ejercicio de la
ciudadanía y la coexistencia inclusiva”, todo ello “(….) dentro del marco que propone la
Constitución Política de Colombia”. (ICFES-MEN, 2017, p. 42)

Ahora bien ¿En qué consiste el ejercicio de la ciudadanía? ¿Quién es un ciudadano competente,
según el Ministerio de Educación Nacional y según la prueba Saber Pro? La respuesta es la
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siguiente: Aquella persona que demuestra que tiene el marco de comprensión del entorno
adecuado, lo cual significa que:

1. Conoce su entorno social y político.


2. Tiene presentes sus derechos y obligaciones.
3. Es capaz de reflexionar (de la forma correcta) sobre problemáticas sociales.
4. Se interesa por los asuntos propios de su colectividad.
5. Participa en la búsqueda de soluciones a problemas sociales.
6. Busca el bienestar de su comunidad.

Para ello debe demostrar también que reconoce y valora:


1. El contexto.
2. La diversidad cultural.
3. Los derechos individuales y colectivos.

En palabras del ICFES:


El ejercicio de la ciudadanía se entiende no solo como el ejercicio de derechos y
deberes, sino también como la participación activa en la comunidad a la cual se
pertenece. En esta medida, un ciudadano competente es aquel que conoce su
entorno social y político; tiene presentes sus derechos y obligaciones; posee la
capacidad de reflexionar sobre problemáticas sociales; se interesa por los asuntos
propios de su colectividad; participa en la búsqueda de soluciones a problemas
sociales; y busca el bienestar de su comunidad.
Se espera que el egresado se desempeñe profesional o académicamente, en el
trabajo por cuenta propia o al servicio de una empresa, reconociendo y valorando
el contexto, la diversidad cultural, los derechos individuales y colectivos, así como
entendiendo los grandes problemas contemporáneos”. (ICFES-MEN, 2017, p. 42).

De manera específica, la prueba Saber Pro en el ámbito de las competencias ciudadanas,


examina cuatro competencias, saber: conocimientos, argumentación, multiperspectivismo y
pensamiento sistémico. En el caso relacionado con este trabajo investigativo el asunto a revisar
hace referencia a la competencia de conocimientos. En relación a ella se busca saber tres
asuntos críticos: primero, si el estudiante comprende lo que es la Constitución Política del país y
sus principios fundamentales; segundo, conoce los derechos y deberes consagrados en ella y;
tercero, tiene un conocimiento suficiente de la organización del Estado que establece la Carta.

En este sentido, en relación con la competencia de conocimiento que se evalúa en el ámbito de


las competencias ciudadanas el módulo del MEN-ICFES establece unas afirmaciones y
evidencias, las cuales se resumen de la siguiente manera:

Competencia Afirmación Evidencias


• Conoce las características básicas de la Constitución.
• Comprende qué es • Reconoce que la Constitución promueve la diversidad étnica y
la Constitución cultural del país, y que es deber del Estado protegerla.
Política de Colombia • Comprende que Colombia es un Estado social de derecho e
y sus principios identifica sus características.
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fundamentales.
• Conoce los derechos fundamentales de los individuos.
• Reconoce situaciones en las que se protegen o vulneran los
• Conoce los derechos sociales, económicos y culturales consagrados en la
Conocimiento derechos y deberes Constitución.
s que la Constitución • Conoce los derechos colectivos y del ambiente consagrados en la
consagra. Constitución.
• Conoce que la Constitución consagra deberes de los ciudadanos.
• Conoce las funciones y alcances de las ramas del poder y de los
• Conoce la organismos de control.
organización del • Conoce los mecanismos que los ciudadanos tienen a su disposición
Estado de acuerdo para participar activamente en la democracia y para garantizar el
con la Constitución. respeto de sus derechos.
Fuente: (ICFES-MEN, 2017, p. 43).

Ahora bien, uno de los asuntos problemáticos más importantes de la enseñanza y el


aprendizaje de la competencia de conocimientos hace referencia, precisamente, a la dificultad
general, por parte de los estudiantes, de comprender el fundamento filosófico político de los
valores y principios constitucionales que establecen los criterios de definición de lo correcto en
casos concretos de la vida social. En el caso de la prueba Saber Pro, uno de los problemas
radica, específicamente, en el desconocimiento de los criterios constitucionales que deben
aplicar los estudiantes que se enfrentan a una situación hipotética que deben resolver.

Así las cosas, la pregunta que se formula esta investigación es la siguiente: ¿Cuáles son los
pilares ético políticos sobre los cuales se sustentan el alcance y el sentido de los valores y
principios constitucionales fundamentales en la formación en competencias ciudadanas en el
ámbito de la educación superior en Colombia, que es evaluada por la prueba Saber Pro?

Con el fin de resolver esta pregunta, se ha dividido este trabajo investigativo en tres partes, a
saber: 1. Se hará una reflexión sobre los fines ético políticos que orientan la visión del
ordenamiento jurídico como transformador de la realidad social. 2. Se señalarán los valores y
principios consagrados en la Constitución. 3. Se estudiarán sentencias importantes de la Corte
Constitucional en donde se especifiquen los fundamentos filosófico políticos de los valores y
principios constitucionales aplicados a asuntos de esencial importancia para la formación en la
competencia de conocimiento en el módulo de Competencias ciudadanas, tales como: el
Estado social de derecho; el respeto por la dignidad humana y; la democracia y la participación.
4. Se señalarán algunas reflexiones a partir del trabajo investigativo desde una visión de
pedagogía constitucional, teniendo en cuenta lo exigido en el art. 41 de la Constitución.
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1. FINES ÉTICO-POLÍTICOS DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO DESDE UNA PERSPECTIVA DE


TRANSFORMACIÓN SOCIAL

Por la importancia que ha tenido Carlos Gaviria en las discusiones sobre el papel de los
principios y valores constitucionales, es clave señalar, a manera de introducción a este acápite,
las líneas fundamentales de su propuesta ético política, expresadas en su conferencia
“Fundamentos éticos de la democracia”, pues revelan los marcos interpretativos generales
dentro de los cuales ha girado la significación del orden constitucional y jurídico nacional. En
efecto, para explicitar su propuesta de transformación democrática, el exmagistrado de la Corte
Constitucional recurre al mito planteado por Platón en el Gorgias, según el cual Prometeo, a
través de su hermano Epimeneo regaló a la humanidad la sindéresis, esto es, la capacidad de
establecer por sí mismos cuándo una acción es correcta y cuándo incorrecta, diferenciando la
maldad de la bondad. Este presupuesto es fundamental por cuanto, como su corolario, se
puede postular la capacidad de participación democrática de cada una de las personas en el
debate y la decisión sobre los asuntos relativos a la vida y la convivencia social: “En las
asambleas cualquier persona puede usar la palabra con el objeto de comunicar la idea que
tiene de la justicia, de una sociedad justa”. (Gaviria, 2012: 12).

Ahora bien, dado el hecho de que la democracia en Colombia es profundamente deficitaria, el


magistrado Gaviria opina que en el país el pueblo no está preparado para ejercer de forma
consciente y real esta actividad de ejercicio de sindéresis y por lo tanto la tarea política, social,
jurídica y moral es construir el sujeto de la democracia: “Pasamos, entonces, a preguntarnos: y
eso de la propuesta democrática, ¿en qué consiste? Recuerden que en el discurso de
Gettysburg de Abraham Lincoln (…) se dice: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo”.” (Gaviria, 2012: 12-13) Esta pregunta conecta con el principio de
autonomía rousseauniano según el cual sólo debo obediencia a las reglas que yo, en el proceso
constituyente, me he impuesto a mí mismo. Aunque el magistrado no lo traiga a colación en su
conferencia, este principio es también propio del concepto contemporáneo de democracia
deliberativa, según el cual, en el proceso del diálogo social y político legislativo, solamente
obliga al ciudadano respetar aquellas normas a las que él mismo (haciendo uso de su capacidad
de sindéresis) ha dado, de forma libre e informada, su propio consentimiento (Billigung)i. En
estas asunciones axiológicas y deontológicas se encuentra también fundamentada la posibilidad
misma de la prevalencia del bien común sobre el beneficio privado en una democracia, pues
para Gaviria, si la gente no es manipulada, si la capacidad de pensar por sí mismos no está
coartada por los mecanismos propios del engaño político, entonces, la gente decidiría y
actuaría conforme al bien de la comunidad: “(…) si a la gente no se la manipula, si se la deja (…)
con su propia capacidad de discernimiento, con su propia sindéresis, entonces los intereses
comunes se suman en tanto que los intereses particulares se anulan mutuamente. Por lo tanto,
lo que triunfa es el interés común (…)”. (Gaviria, 2012: 14). Como, además, en un régimen

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Ver al respecto: Habermas, 2005.
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democrático, las decisiones populares se definen a través del voto y éste es particular, sólo se
actualiza el voto que propugna por el interés colectivo cuando el fin que persigue cada uno
coincide con el de todos los demás. En este caso se logra el objetivo material que busca realizar
la democracia, a saber: el interés colectivo. Es en este sentido que deben entenderse los
principios constitucionales consagrados en el artículo 3 y 1 de la Carta Política que consagran la
soberanía popular como fuente exclusiva del poder público y el republicanismo democrático,
participativo, pluralista, fundado en el respeto por la dignidad humana, el trabajo, la solidaridad
y la prevalencia del interés general. Así, el magistrado afirma:

El pueblo, entonces, somos todos, independientemente de las creencias


religiosas, de la lengua que hablemos o de la cultura de la que seamos tributarios
(…) la Constitución de 1991, que es una Constitución pluralista, [fundamenta la
nacionalidad] (…) sobre las diferencias: que los indígenas preserven sus lenguas;
que los afrodescendientes preserven su cultura, sus costumbres; que no haya
religión oficial. Todo bajo la premisa de que somos colombianos (…) se construye
la nacionalidad no sobre la base de identidades sino sobre la base de diferencias.
Gaviria, 2012: 15).

Este trasfondo axiológico “admirable” es el que a su vez sustenta el establecimiento de


derechos como el libre desarrollo de la personalidad (autonomía personal), la igualdad material
(no solamente la formal), la libertad y el catálogo de derechos económicos, sociales y
culturales, pues de lo que se trata es de crear las condiciones reales del ejercicio de la
sindéresis. En efecto, afirma el excongresista y expresidente de la Corte Constitucional, Gaviria,
la Constitución de 1991 obliga al Estado y lo compromete a crear las condiciones materiales que
hagan posible que las personas puedan ser realmente iguales y libres, pues cuando una persona
es discriminada no tiene acceso a los bienes necesarios y básicos para desarrollar
adecuadamente su vida social, no es libre. Si alguien no tiene que comer, no tiene satisfechas
sus necesidades de vivienda, educación, salud, es un individuo manipulable, comprable, y
sujeto a los intereses particulares de los políticos de turno. Por ello, el Estado social de derecho
debe ser entendido como una propuesta que “(…) tiende a darle contenido, a darle sustancia a
la sociedad democrática para que los ciudadanos puedan ser ciudadanos autónomos.” (Gaviria,
2012: 17).

En este sentido, la propuesta democrática que subyace a la axiología y deontología propia de la


Constitución de 1991 tiene un profundo sentido utópico, entendiendo como utopía no el
producto de un sueño irrealizable, descabellado, quimérico, sino el resultado de una acción
conjunta que propende hacer realidad “(…) cosas que no hemos logrado pero que podemos
lograr”. (Gaviria, 2012: 18). Se trata, entonces, de lograr una sociedad en la que no exista, por
ejemplo, la miseria absoluta, en la que no se discrimine a los seres humanos por sus
condiciones particulares: una sociedad “mejor que la que tenemos”.

El proyecto político implícito en la axiología y deontología constitucional colombiana consiste,


entonces, según Gaviria, en hacer que los ciudadanos tengan la capacidad de ejercer de forma
plena su sindéresis, es decir, su capacidad de discriminar lo que es socialmente correcto o
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incorrecto. De esta manera se lograría una democracia en la que ciudadanos autónomos y


conscientes vote por aquellos y elija aquello que beneficie el interés general de la comunidad i.
En Colombia, este proyecto político supone, finalmente lograr que en el país las personas
puedan vivir y ser de manera veraz, esto es, como realmente son y piensan, sin necesidad de
mentir, por miedo, sobre su forma de vida o sus convicciones éticas y políticas. En palabras del
exmagistrado: “(…) la veracidad debe ser un valor esencial, lo cual se traduce en que se puede
discrepar de la propuesta oficial y nada va a pasar (…) La sociedad democrática es una sociedad
que convoca a la veracidad, a no escamotear la autenticidad, a manifestarse como se es y no
como los demás quieren que se sea”. (Gaviria, 2012: 20). Reconociendo, entonces, que en
Colombia no existen las condiciones de ejercicio real de la sinderesis, de la veracidad y de la
vergüenza que ello provoca, se hace necesario asumir el reto de construir un sociedad
verdaderamente democrática, “(…) de ciudadanos conscientes que estén en condiciones de
decidir y una sociedad que cumpla con una promesa tan bella como que yo pueda invitar al
otro a que sea auténtico, a que se revele como es, a que no se disfrace y a que sea veraz, con la
certeza de que (…) nada malo nos va a suceder (…)”. (Gaviria, 2012: 20). Se trata entonces de
construir la democracia “de verdad”, aquella en la que los valores y principios constitucionales
se hagan realidad.

Esta idea combina entonces diferentes elementos de la teoría constitucional vigente que
pretende transformar la realidad social, política, económica y cultural del país:

1. Soberanía popular
2. Desarrollo del Estado social de derecho (garantía de los derechos fundamentales,
sociales, económicos y culturales, colectivos y de los pueblos, ecológicos)
3. Fundamento en la idea kantiana de dignidad humana y garantía de la autonomía
individual (libre desarrollo de la personalidad)
4. Principio de democracia participativa

De esta manera, a partir de la interpretación del proyecto político que orienta la interpretación
del texto constitucional, el Estado colombiano tiene como fin el desarrollo real de la idea de
Estado social de derecho, que siguiendo al precursor de la misma H. Heller pretende, en sentido
revolucionario someter la economía capitalista mundial, manejada por el mercado, a un
comando jurídico político nacional. Esto implica el paso de un Estado liberal a un Estado
socialista en el cual todos los ámbitos de la vida deberían estar programados a través de una
legislación planeadora, al mismo tiempo que el Estado y la sociedad se convierten, mediante la
voluntad política del pueblo soberano, en una unidad efectiva (“Wirkungseinheit”) que traslapa
y compenetra al Estado y la sociedad. De esta manera el concepto de democracia se extiende a
la totalidad de las condiciones de existencia bajo la pretensión de ordenar y reglar todas las
necesidades materiales y culturales de los seres humanos. (Cfr.: Vesting, 1992: 178)

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“Para eso se requiere de ciudadanos autónomos y conscientes. En Colombia y en muchas sociedades parecidas a
la nuestra la gente vota precisamente (y extrañamente) por aquellos que van en contravía de sus intereses. Es
decir, no se explica cómo personas que tienen en mente proyectos políticos tan distintos a aquellos de conformar
una sociedad incluyente, obtengan amplias mayorías en las elecciones apoyados precisamente en los
damnificados.” (Gaviria, 2012: 19)
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En este mismo sentido, A. Mockus, referente moral y legal en Colombia, se propuso una utopía
realizable en el ámbito local y nacional que puede considerarse como un patrón moral de
constitución de un ciudadano consciente, solidario y respetuoso de las normas. Su propuesta
constituye un faro axiológico y deontológico sobre el cual puede pensarse la interpretación del
ordenamiento constitucional. Su iniciativa de intervención política se fundamenta en la idea de
la necesidad de que los colombianos aumenten de forma voluntaria su capacidad para: el
cumplimiento de las normas, celebrar y cumplir acuerdos y ayudarse mutuamente. Se trata
fundamentalmente de que el ciudadano colombiano sea capaz de actuar según su propia
consciencia (de forma veraz, diría Carlos Gaviria), de forma armónica con la ley y
solidariamente, participando en el diálogo público de forma crítica, reflexiva y propositiva.
(Mockus, 2003)

Es claro, entonces, que el espíritu constitucional se funda en una propuesta política que intenta,
como diría Mockus, armonizar los tres sistemas reguladores de nuestros actos (el legal, el
cultural y el moral). Se trata fundamentalmente de transformar la cultura política colombiana
(mediante un “mutuo esculpirse de la sociedad”) afectada por el uso indiscriminado y frecuente
de la violencia, un alto grado de intolerancia y una desbordada corrupción que carcome las
posibilidades de transformación social: “(…) es fundamental continuar transformando la
definición cultural de lo aceptable para que coincida con la ley”. (Mockus, 2003: 108).

Siguiendo la reflexión del profesor Mockus y aplicándola al asunto del que trata esta
investigación, existe una coincidencia en la doctrina constitucional del país acerca de que la
Constitución política de Colombia tiene una finalidad política consistente en una
“transformación colectiva” en aras de lograr hacer realidad la garantía de la dignidad humana
mediante la definición y aplicación de todo el ordenamiento constitucional y legal a la
realización de los valores y principios que en ella se consagran. Esto implica construir
comunidad. En efecto, la garantía de los derechos fundamentales, por ejemplo, exigen la
transitividad, esto es: el hecho de que “(…) una persona tiene derechos con otra en la medida
en que esta otra tiene un deber con la primera, pero a su vez esta última tiene el beneficio de
exigirle a la primera su derecho, entonces, el deber y los derechos son bidireccionales (…) La
transitividad de los derechos hace que los sujetos, como portadores de los mismos, se piensen
en comunidad.” (Vanegas, 2010:80). En este sentido, entonces, “(…) la pregunta de la labor de
los seres humanos en los derechos fundamentales tiene que dejar de ser por el origen y hay
que pasar a preguntar por el escenario que cada sujeto ayuda a construir y constituir como
futuro posible de nuestros descendientes”. (Vanegas, 2010: 80).

En síntesis, la Constitución política colombiana se funda en una visión antropológica y valorativa


del ser humano como agente productor de su propia realidad y generador de las condiciones de
su existencia, creador y realizador de utopías realizables. El Estado y el ordenamiento jurídico
son parte fundamental de esta autoproducción de la vida social en la medida en que orientan
su acción a la realización de los valores (fines), principios y derechos consagrados en la
Constitución, bajo control judicial.
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2. VALORES Y PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES

Una vez establecidos el sentido, objeto y proyección política del ordenamiento constitucional es
necesario considerar los valores y principios constitucionales y sus especificidades y relaciones
mutuas.

2.1 Valores y principios constitucionales: especificidad y diferencias

2.1.1 Valores constitucionales

En un primer momento es necesario tener claro que existe un consenso general en la


dogmática contemporánea, liderada por la corriente neoconstitucionalista según la cual “(…) la
Constitución política no es solo norma de normas sino que representa una primacía política y
axiológica”. (Estrada, 2011: 51). Esta primacía político axiológica se expresa en la búsqueda de
la realización de unos valores, que establecen los fines y objetivos que tanto el Estado como la
sociedad buscan realizar: “(…) constituyen ideas que orientan nuestra existencia y nuestras
acciones, y nos permiten dar sentido a la vida (…)” (Sánchez G., 2015: 642-643). De esta
manera, el valor representa un criterio de definición y diferenciación de lo que es correcto o
incorrecto hacer y, en este sentido, los valores tienen una objetividad práctica en la medida en
que establecen esquemas morales que orientan y justifican los diferentes cursos de acción que
se toman en una sociedad.

Que los valores se manifiesten en un plano axiológico quiere decir, además, que solo se
traducen en el ámbito normativo a través de normas que tienen como mandato realizarlos en el
más alto grado posible y tienen como corolario la consagración de tantas normas como sean
necesarias para lograr su realización en las distintas situaciones relevantes en la vida social y la
acción estatal. De esta manera, del valor se desprende un principio “abstracto y amplísimo” que
ordena realizar una determinada conducta orientada a crear un específico estado de cosas en el
mundo considerado como valioso. En este sentido Sánchez afirma inclusive que “(…) puede
afirmarse que no existe norma alguna de conducta que no se inspire en un “principio”, y por
tanto en un “valor”.” (Sánchez G., 2015: 644). Así lo establece la Corte Constitucional al señalar:
“Los valores representan el catálogo axiológico a partir del cual se deriva el sentido y la
finalidad de las demás normas del ordenamiento jurídico, pueden tener consagración explícita
o no; lo importante es que sobre ellos se construya el fundamento y la finalidad de la
organización política”. (Sentencia T-406 de 1992)

Así las cosas, para la Corte, con el establecimiento de valores constitucionales no se trata de la
simple enunciación de deseos de carácter simbólico sino de la proclamación de finalidades con
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esencial incidencia normativa que estructuran las relaciones entre quienes gobiernan y quienes
son gobernados e “irradian todo el tramado institucional” en el marco de una sociedad que se
propone superar sus limitaciones. Ahora bien, como los valores tienen una “textura
interpretativa abierta” y una eficacia interpretativa el legislador tiene la tarea de fijar sus
sentidos y establecer sus concreciones y alcances a través de leyes. Ahora bien, en casos
concretos la Corte tiene la potestad y el deber de recurrir a ellos en el caso que sean necesarios
para “resolver una situación específica o para valorar otras normas o instituciones”, en la
medida en que interpreta globalmente el derecho en relación con hechos específicos sin
pretender fundarse por sí sola en ellos para “fundamentar una decisión judicial”. (ver:
Sentencia T-406 de 1992).

Es precisamente en cuanto todas las instituciones estatales están permeadas por la axiología
fundada en los valores constitucionales que una Constitución Política como la colombiana
puede ir más allá de ser un mero instrumento de control y limitación del poder político y
garantía de derechos constitucionales para convertirse en un instrumento de modelación y
transformación de las relaciones sociales. Los valores constitucionales se convierten así en faros
guías objetivos del esfuerzo del legislador y del Estado en general, quienes deben estar
obligados a realizarlos en su más amplia extensión posible. Vistos de esta manera, los valores se
convierten en verdaderos “(…) fines supremos del ordenamiento totalmente considerado,
metas que el Constituyente busca establecer en la realidad en toda circunstancia, y lleva a que
tengan eficacia en toda situación jurídica en que intervengan de algún modo (…) constituyen
(…) “líneas directivas” y sobre todo “impulsos”; obligan fundamentalmente a su respeto,
protección y promoción, debiéndose adoptar medidas adecuadas”. (Sánchez G., 2015: 650)

Se tiene entonces que los valores son el fundamento axiológico político de la relación entre el
sistema político (rama legislativa), la administración pública (Gobierno-Rama ejecutiva) y la
administración de justicia (Rama judicial) en cuanto son el sustento interpretativo de todo el
ordenamiento jurídico y le dan el sentido legal a los complejos tejidos relacionales que tienen
lugar en una sociedad frente a unos hechos específicos. De igual forma, constituyen la utopía
axiológica realizable, la idea regulativa, a cuya óptima realización debe aspirar todo el
entramado jurídico político de una sociedad.

2.1.2 Principios constitucionales

Con respecto a los principios, la Corte Constitucional ha establecido que ellos establecen
“prescripciones jurídicas generales que suponen una delimitación política y axiológica
reconocida y, en consecuencia, restringen el espacio de interpretación, lo cual hace de ellos
normas de aplicación inmediata, tanto por el legislador como por el juez constitucional”
(Sentencia T-406 de 1992). De esta forma, los principios definen y estructuran la entidad
política y organizativa del Estado y la forma como se deben desplegar las relaciones entre el
Estado y los ciudadanos. No son, en este sentido objetivos futuros como los valores, sino
mandatos para el presente, sin los cuales la Constitución misma perdería su naturaleza
axiológico-jurídica. Se trata entonces, para expresarlo en forma heurística, de aquello que se
concreta en el ordenamiento jurídico para el presente de los valores-objetivos avizorados en el
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futuro: representan la encarnación hic et nunc de aquello quo effectum est, ut de los fines
programáticos. Como ellos hacen parte de la Constitución y están dotados de fuerza legal (art. 4
C. Pol.) son pauta obligatoria de interpretación legal que jamás pueden ser obviados en la
fundamentación de una decisión judicial (Ver: Sentencia T-406 de 1992). De esta manera, según
la Corte, los principios se diferencian de los valores no en cuanto a su naturaleza normativa sino
en cuanto a su eficacia: “Los valores son normas que establecen fines dirigidos en general a las
autoridades creadoras del derecho y en especial al legislador; los principios son normas que
establecen un deber ser específico del cual se deriva un espacio de discrecionalidad legal y
judicial”. (Sentencia T-406 de 1992). Los principios son más específicos que los valores y “(…)
tienen una mayor capacidad para ser aplicados para ser aplicados de manera directa e
inmediata, esto es, mediante una subsunción silogística. Los valores, en cambio, tienen una
eficacia indirecta, es decir, sólo son aplicables a partir de una concretización casuística y
adecuada de los principios constitucionales.” (Sentencia T-406 de 1992).

De esta manera, “(…) la Corte Constitucional colombiana ha considerado tanto a los valores
jurídicos como a los principios criterios de interpretación de la ley, así como normas jurídicas
que determinan la validez de las restantes del ordenamiento jurídico”. (Valencia, 2007: 67). En
este mismo sentido, Freixes y Remotti afirman, en el contexto español, que, al hacerse
positivos, los valores y principios se convierten en normas supremas del ordenamiento que
obligan al operador a realizar una determinada interpretación valorativa, ajustando la
aplicación de la norma a un orden axiológico preestablecido. Así las cosas, los valores y
principios deben impregnar de forma estructural y funcional la totalidad de las reglas jurídicas”.
(Ver: Freixes & Remotti, 1992: 98)

Ahora bien, en este contexto debemos hacer alusión los derechos constitucionales, pues estos,
cuyo estudio no es parte de este trabajo, son el desarrollo de los principios que a su vez
expresan en el presente los fines (valores) que guían el futuro del ordenamiento jurídico. En
efecto, según la Corte Constitucional (Sentencia T-406 de 1992), los derechos como concreción
de principios y valores constituyen también son un sistema axiológico, lo cual impide su
taxatividad. Esto implica que a pesar de que los derechos están consagrados en la parte
dogmática de la Carta (limitados en su aplicación inmediata en el art. 85 constitucional), el juez
puede proteger otros derechos, resultado de una interpretación sistemática del texto
constitucional. ( Cfr.: Daza & Quinche, 2013: 19-20).

De esta manera tenemos que los valores y principios constitucionales constituyen el eje
articulador y el horizonte de comprensión de toda actividad del Estado, de la sociedad y de los
ciudadanos y son el norte axiológico que permite orientar las acciones tendientes a transformar
y hacer del país un mejor espacio de vida y de existencia común. Son la idea regulativa que
permite coordinar el esfuerzo conjunto en pro de hacer del futuro un campo abierto que define
los cursos de acción del presente social y político. Así lo expresa, por ejemplo, Javier Valencia al
analizar la dogmática los derechos colectivos y ambientales. Para él, estos derechos constituyen
“(…) una nueva forma de construir sociedad y país, a partir de la prevalencia de lo público, lo
colectivo, lo que es de todos; de ahí que el valor solidaridad sea el eje sobre el cual se
reivindican y defienden estos derechos”. (Valencia, 2007: 108).
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2.2 Valores y principios en la Constitución colombiana

La Constitución política colombiana ha establecido en su preámbulo los valores que irradian el


ordenamiento jurídico. De igual manera, los principios constitucionales están establecidos en
los artículos 1 a 10 del texto constitucional. De su desglose tenemos el siguiente resultado.

2.2.1 Valores constitucionales

Los valores constitucionales están consagrados en el preámbulo de la Constitución, el cual


formula la finalidad que persigue el pueblo colombiano al darse la Constitución:

 Asegurar (a los integrantes de la nación):


a. La vida
b. La convivencia
c. El trabajo
d. La justicia
e. La igualdad
f. El conocimiento
g. La libertad
h. La paz
 Consolidar un marco jurídico, democrático y participativo que garantice:
 Un orden político, económico y social justo

Estos tres grupos de valores deben, entonces, permear y fundar todo el orden jurídico del
Estado y la sociedad de Colombia y todas las formas de interacción e interrelación de los
habitantes del territorio entre sí y con las instituciones creadas para hacer efectivos los
objetivos del Estado y del gobierno.

La Corte Constitucional, en su revisión y explicación jurisprudencial amplía, por su parte, los


valores constitucionales de la siguiente manera: “También son valores los consagrados en el
inciso primero del artículo 2 de la Constitución en referencia a los fines del Estado: el servicio a
la comunidad, la prosperidad general, la efectividad de los principios, derechos y deberes, la
participación, etc. Todos ellos establecen fines a los cuales se quiere llegar”. (Sentencia T-406
de 1992 -Subrayado propio). Como se puede observar este nuevo grupo de valores
constitucionales no representan en realidad una ampliación de los valores establecidos en el
preámbulo sino su concreción a la manera de principios en relación con el Estado. De esta
manera se enfatiza, se hace explícita la voluntad del constituyente originario, de que el Estado
tiene como norte, aspiración y fundamento de su quehacer y funcionamiento los valores
constitucionales establecidos en el preámbulo de la Constitución.

Este decálogo de fines últimos del ordenamiento jurídico ha permanecido desde la


promulgación del texto constitucional hasta el día de hoy: “La Constitución Política establece
que son fines esenciales del Estado -valores constitucionales-, asegurar a sus integrantes la
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vida, la convivencia pacífica, la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo,


que garantice un orden político, económico y social justo.” (Sentencia C-027 de 2018)

2.2.2 Principios constitucionales

La Constitución señala en diez de sus artículos, de forma positiva, expresa, taxativa, el decálogo
de mandatos para el presente que configuran su naturaleza axiológica y jurídica. En el Título I
de la Constitución están especificados de la siguiente manera:

Art. 1. Colombia es un Estado social de derecho


1. Con: autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista.
2. Fundada en: respeto por la dignidad humana, el trabajo y la solidaridad de las personas
que la integran y la prevalencia del interés general

Art. 2. Fines de las autoridades de la República: Proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades; asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.

Art. 3. Soberanía popular

Art. 4. Supremacía normativa de la Constitución

Art. 5. Primacía de los derechos de la persona y protección de la familia

Art. 6. Responsabilidad jurídica de los particulares y servidores públicos: Los particulares son
responsables por infringir la Constitución y las leyes y los servidores públicos, además por
omisión o extralimitación en el ejercicio de sus funciones.

Art. 7. Reconocimiento y protección de la diversidad étnica y cultural por parte del Estado.

Art. 8. Obligación por parte del Estado y de los particulares de proteger las riquezas culturales y
naturales.

Art. 9. Relaciones exteriores fundamentadas en la soberanía nacional; el respeto a la


autodeterminación de los pueblos; el reconocimiento de los principios del derecho
internacional aceptados por Colombia y la integración latinoamericana y del Caribe.

Art. 10. El castellano como idioma oficial y en los territorios oficiales de los grupos étnicos sus
lenguas y dialectos. Enseñanza bilingüe en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias.

Este catálogo de principios constitucionales ha configurado el fundamento que legitima todo el


andamiaje jurídico político que se ha venido desarrollando a través de los años en Colombia.
Constituyen la plataforma sobre la cual se sostiene la red de interacciones que constituyen la
vida política y social del país.
13

3. LOS VALORES Y PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES A LA LUZ DE LA JURISPRUDENCIA DE LA


CORTE CONSTITUCIONAL

Luego de señalar los valores y principios constitucionales establecidos en la Constitución, es


esencial, para su cabal comprensión, explicar sus fundamentos teóricos, esto es, los elementos
filosóficos que los sustenta. Para ello se va a traer a colación la voz de la Corte Constitucional
pues ella, atendiendo al postulado del art. 4 es la intérprete legítima del sentido, alcance y
límites del ordenamiento superior.

Ahora bien, partir de todos los desarrollos constitucionales llevados acabo durante los últimos
casi treinta años, la Corte Constitucional ha cristalizado los siguiente dos ejes axiológicos,
deontológicos e interpretativos que le permiten fundar su tarea de control constitucional, a
saber: “(i) el sistema político democrático, participativo y pluralista (C-1040 de 2005), para en la
sentencia C-577 de 2014 derivar el marco democrático participativo y la participación política; y
(ii) el Estado social y democrático de derecho define nuestro diseño constitucional (C-551 de
2003), para en la sentencia C-579 de 2013 desprender el compromiso del Estado social de
derecho de respetar, proteger y garantizar los derechos de la sociedad (…)”. (Sentencia C-027
de 2018 -Subrayado propio)

En este sentido, las reflexiones siguientes se dividirán en tres acápites en los que se tratará
sobre el Estado social y democrático de derecho, el sistema político democrático, participativo y
pluralista y la dignidad y autonomía humanas (este último se adiciona dada la importancia
especial que tiene como fundamento del ordenamiento jurídico).

3.1 Estado social de derecho como pilar constitucional

Para el desarrollo de este acápite se va a dividir la temática en tres partes: 1. El significado de


Estado social de derecho y la importancia de su introducción en el texto constitucional y su
concreción legal. 2. La relación con los derechos humanos y la justicia. 3. El nuevo papel de los
jueces y, en general, de la administración de justicia.

3.1.1 La importancia de la consagración del Estado social de derecho

La Corte Constitucional señala que la palabra social no representa tan solo una “muletilla
retórica” que da elegancia filantrópica al texto constitucional, sino que hace referencia a
transformaciones institucionales complementarias de tipo cuantitativo y cualitativo a nivel
internacional. En lo cuantitativo se refiere a la ampliación de los derechos y su garantía en
14

relación con el llamado Estado de bienestar y en lo cualitativo con el llamado Estado


constitucional de derecho. (Ver.: Sentencia T-406 de 1992).

El Estado de bienestar, en efecto, es visto por la Corte como la transformación del Estado liberal
en un aparato político y administrativo que pretende jalonar toda la dinámica social y puede
ser, entonces, definido como “el Estado que garantiza estándares mínimos de salario,
alimentación, salud, habitación, educación, asegurados para todos los ciudadanos bajo la idea
de derecho y no simplemente de caridad (H.L. Wilensky, 1975).” (Sentencia T-406 de 1992). Por
su parte, el Estado Constitucional democrático representa el cambio jurídico-político
correspondiente a la implementación de ese Estado de bienestar, en cuanto el nuevo orden se
funda en “(…) nuevos valores-derechos consagrados por la segunda y tercera generación de
derechos humanos y se manifiesta institucionalmente a través de la creación de mecanismos de
democracia participativa, de control político y jurídico en el ejercicio del poder y sobre todo, a
través de la consagración de un catálogo de principios y de derechos fundamentales que
inspiran toda la interpretación y el funcionamiento de la organización política. (Sentencia T-406
de 1992). Ver también al respecto la Sentencia T-622 de 2016.

Se tiene así, una nueva concepción de la función y fin del Estado y su complejo entramado
institucional que busca la garantía de amplios derechos teniendo como faro orientador los
valores y principios de una sociedad democrática y justai.

3.1.2 Estado social de derecho, derechos humanos y justiciaii

En la Sentencia T-622 de 2016 la Corte Constitucional realiza el despliegue del concepto de


Estado social de derecho en diferentes niveles y concreciones que contribuye a comprender la
fórmula de Estado social de derecho en relación con la garantía de un amplio catálogo de
derechos y de la justicia social. La constitucionalización del modelo del Estado social de derecho
supuso que el Estado y las instituciones asumieran la responsabilidad de satisfacer las
necesidades individuales que no eran resueltas en las transacciones de la sociedad civil. Se trata
entonces de buscar la igualdad material en la sociedad, corrigiendo las desigualdades
existentes, promoviendo políticas públicas de inclusión, participación y el goce de derechos.
Mediante estas medidas se haría posible el logro efectivo de la misma libertad: “De esta forma,
el Estado social de derecho busca realizar la justicia social y la dignidad humana mediante la
sujeción de las autoridades públicas a los principios, derechos y deberes sociales de orden
constitucional” (Sentencia T-622 de 2016).

i
En la Sentencia C-699 de 2015 la Corte aclara el concepto de Estado social de derecho de la siguiente manera: Se
trata no solamente de que“(…) el ser humano se erija en razón, fin último y límite al ejercicio de las competencias
de las autoridades públicas, sino aceptar que sobre éstas recaiga el cumplimiento de un conjunto de deberes
positivos de actuación (…) En esa dirección lo que garantiza la democracia no sólo es el contenido de las normas,
sino el procedimiento mediante el cual éstas son diseñadas, esto es, que la condición esencial de la democracia
sustancial está dada porque todos los sectores sometidos a una regla de convivencia, efectivamente participen en
su estructuración.” Ver también las sentencias C-551 de 2003, C-288 de 2012, C-010 de 2013.
ii
Ver: Sentencias: T-426 de 1992, T-505 de 1992, SU-747 de 1998 y C-1064 de 2001.
15

La Sentencia T-406 de 1992 aclaró, en este contexto interpretativo, la naturaleza y alcance de


los derechos fundamentales y el sentido de su conexidad con los derechos económicos,
sociales, económicos y culturales y colectivos y del medio ambiente (arts. 42-82), lo que
permitía su protección, al mismo tiempo que señalaba la integración del bloque de
constitucionalidad (art. 93) al catálogo de derechos. De igual forma, se señalan los mecanismos
de protección y aplicación de los derechos (arts. 83-94), dentro de los cuales se señala la acción
de tutela y la acción de cumplimiento, entre otros.

En este orden de ideas, como desarrollo de la jurisprudencia a través de los últimos casi treinta
años, la Corte ha señalado, en la Sentencia T-622 de 2016 los mandatos y obligaciones
constitucionales del Estado social de derecho:

(i) el compromiso por la defensa de los principios y derechos fundamentales y el


acatamiento de los principios rectores de la actividad estatal; (ii) el dirigido a
promover la igualdad real y efectiva mediante la adopción de medidas en favor de
los grupos marginados o discriminados (cláusula de erradicación de las injusticias
presentes) ; (iii) la protección especial a las personas que por su condición social,
económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de debilidad
manifiesta; (iv) la necesidad de adopción, por parte del Congreso, de medidas
legislativas que permitan la construcción de un orden político, económico y social
justo; (v) la garantía de los derechos que permitan el disfrute de condiciones
básicas para mantener o mejorar la calidad de vida de las personas de manera
digna; (vi) la promoción y defensa del pluralismo y de la diversidad étnica y
cultural de la nación; (vii) el respeto por los principios fundantes de la solidaridad
y la dignidad humana; (viii) el interés superior en la protección del medio
ambiente a través de la denominada “Constitución Ecológica”; (ix) la prevalencia
del interés general ; y (x) la priorización sobre cualquier otra asignación al gasto
público social para la solución de las necesidades insatisfechas de salud,
educación, saneamiento básico y agua potable, entre otras, en los planes y
presupuestos de la nación y de las entidades territoriales. (Sentencia T-622 de
2016)

Esta misma sentencia caracteriza algunos principios que fundamentan el Estado de derecho
colombiano, los cuales revisten una importancia especial, de la siguiente manera:

a. Justicia entendida en sentido material y no solamente formal: Se trata en términos generales


del compromiso del Estado y las instituciones con la protección de los derechos de los más
pobres y necesitados de la ayuda social, esto es: “(…) la necesaria exigencia de un trato
favorable traducido en acciones afirmativas y recursos para quienes se encuentran en situación
de discriminación. (Sentencia T-622 de 2016i).

b. Justicia social y distributiva: En relación con la justicia social se exige al Estado intervenir, de
acuerdo a los preceptos constitucionales, con el fin de crear las condiciones para las personas
i
Con respecto a la igualdad como un pilar estructural de la Constitución ver las sentencias C-588 de 2009, C-490 de
2011, C-249 y C-296 de 2012, y C-220 de 2017.
16

puedan llevar una vida digna, en el marco de una sociedad solidaria que propugna por que los
derechos humanos logren una plena efectividad. De esta manera, las autoridades deben asumir
un rol activo y comprometerse en forma permanente con “(…) la promoción de la justicia social
y en la creación de condiciones generales de equidad a través de políticas públicas y planes de
desarrollo incluyentes y efectivos”. (Sentencia T-622 de 2016). En relación con la justicia
distributiva se estable la obligación de intervención económica de Estado con el fin de
garantizar la igualdad de oportunidades, la prosperidad general y la efectividad de los derechos,
deberes y principios constitucionales. De esta manera, “(…) la asignación de los recursos
económicos de una sociedad se deberá tender a privilegiar a los sectores menos favorecidos y,
que este principio, sirve de fundamento al diseño y ejecución de un régimen impositivo, a las
reglas de elaboración presupuestal, a la jerarquización del gasto y a la fijación de prioridades en
materia de prestación de los servicios públicos”. (Sentencia T-622 de 2016). Este interés
esencial por transformar la realidad social en pro de resolver los graves problemas que aquejan
al país en materia de justicia social está en el trasfondo de introducir el catálogo de derechos
económicos, sociales y culturales (arts. 42-77 de la Carta) y colectivos y medio ambiente (arts.
78-82 de la Carta) y mecanismos de protección y aplicación de los mismos (arts. 83-94). En este
sentido la búsqueda de la justicia social representa un claro proyecto de transformación política
y social en Colombia:

“(…) sin la satisfacción de unas condiciones mínimas de existencia (…) sin el


respeto "de la dignidad humana" en cuanto a sus condiciones materiales de
existencia, toda pretensión de efectividad de los derechos clásicos de libertad e
igualdad formal (…) se reducirá a un mero e inocuo formalismo (…) Sin la
efectividad de los derechos económicos, sociales y culturales, los derechos civiles
y políticos son una mascarada. Y a la inversa, sin la efectividad de los derechos
civiles y políticos, los derechos económicos, sociales y culturales son
insignificantes. (Sentencia T-406 de 1992)

Por ello, la Corte ha señalado que en últimas la obligación que tiene el Estado de crear las
condiciones económicas y sociales en las cuales reine la justicia social no es un problema de
generación de recursos, sino fundamentalmente un problema de justicia distributiva, es decir,
político. Se trata de la manera como se reparten los beneficios y cargas sociales y de cómo se
subsanan los desequilibrios sociales que aquejan a la sociedad colombiana. (ver: Sentencia T-
406 de 1992)i.

c. Autonomía de las entidades territoriales: Dado que los entes territoriales son fundamentales
para el logro de la plena efectividad de los derechos humanos, el art. 288 de la Carta Superior

i
Frente al criterio de justicia distributiva a seguir en cada caso la Corte señala lo siguiente: “En ocasiones la norma
constitucional proporciona este criterio (…) Sin embargo, es posible que ella no sea lo suficientemente iluminadora
para resolver el caso sin llegar a consecuencias inaceptables o imposibles de llevar a cabo. En consecuencia, es
necesario que el juez haga uso de la "lógica de lo razonable" de tal manera que la solución final que adopte sirva,
ante todo, para proteger el derecho violado, y además tenga en cuenta las condiciones financieras de los entes
públicos. Si fuese necesario dar elementos de juicio en abstracto sobre la justicia distributiva (…) se podría recurrir
al principio de igualdad (…) a partir del cual toda distribución de recursos, para ser justa, deba mejorar al menos la
condición de los más desfavorecidos (…)”. (Sentencia T-406 de 1992).
17

ordena la coordinación, concurrencia y subsidiariedad de todas las autoridades administrativas


en el ejercicio de las competencias atribuidas a los distintos niveles territoriales y entre estas y
la nación.

d. Pluralismo: A este respecto, el Estado debe proteger los derechos de las diferentes razas,
etnias, lenguas, sexos y creencias de tal manera que se den las condiciones para la tolerancia y
la convivencia pacífica, según lo establecido en “(…) el Preámbulo y en los artículos 1º
(democracia participativa y pluralista), 5º (supremacía de los derechos inalienables de la
persona), 13 (igualdad de derechos, libertades, oportunidades), 16 (libre desarrollo de la
personalidad), 26 (libertad para escoger profesión u oficio), 27 (libertad de enseñanza), 67
(derecho a la educación), 70 (acceso a la cultura), 71 (libertad en la búsqueda del conocimiento)
y 72 (protección del patrimonio cultural).” (Sentencia T-622 de 2016).

e. Diversidad étnica y cultural de la nación: ya no se concibe a la nación desde una perspectiva


monolítica, que privilegia una sola manifestación cultural sino como un conjunto de personas
autónomas y libres que se toleran y sienten un profundo respeto por la diferencia dentro de
una sociedad que “fortalece la diversidad” y que reconoce a cada individuo como sujeto único
con derecho a desarrollar su propio y auténtico proyecto de vida. La nación colombiana se
reconoce a sí misma como pluriétnica y multicultural, por lo que el Estado debe garantizar la
convivencia pacífica de “todas” las formas de ver el mundo que coexisten en su territorio, sin
imponer a los ciudadanos una concepción especial de mundo o desarrollo personal. (Ver:
Sentencia T-622 de 2016).

f. Dignidad humana: Dada su importancia como principio articulador de todo el ordenamiento


territorial, se tratará, como se ha señalado anteriormente, en un acápite independiente (3.3 de
este texto)

g. Solidaridad: Como postulado esencial del Estado de derecho colombiano el principio de


solidaridad es definida por la Corte como “(…) aquella comunidad de intereses, sentimientos y
aspiraciones, de la cual emana, un acuerdo de mutua ayuda y una responsabilidad compartida
para el cumplimiento de los fines propuestos: la satisfacción de las necesidades individuales y
colectivas”. (Sentencia T-622 de 2016). De esta manera, se interpreta el principio de solidaridad
como una obligación del Estado y la sociedad en el mejoramiento de las condiciones sociales,
económicas y culturales de toda la población y la superación de los desequilibrios e injusticias,
desigualdades que persisten en la vida y las relaciones de los ciudadanos. En conclusión, afirma
la Corte: “En cuanto a su contenido, esta Corporación lo ha definido como un deber, un
impuesto a toda persona por el solo hecho de su pertenencia al conglomerado social,
consistente en la vinculación del propio esfuerzo y actividad en beneficio o apoyo de otros
asociados o en interés colectivo”. (Sentencia T-622 de 2016).

h. Prevalencia del interés general: En la medida en que un interés particular “(…) no se


encuentre amparado por un derecho fundamental” (Sentencia T-622 de 2016), las autoridades
del Estado deben preferir la consecución de intereses comunes.
18

i. Bienestar general: Las autoridades del Estado deben priorizar la financiación de políticas,
planes y proyectos tendientes a satisfacer las necesidades en servicios públicos como salud,
vivienda, educación, agua potable, trabajo, infraestructura vial, ciencia y tecnología, etc. Este
mandato se expresa concretamente en los arts. 366 y 288 de la Constitución. Para la Corte, el
principio del Estado social de derecho implica buscar que todos los ciudadanos gocen de las
condiciones materiales y espirituales que hacen su vida sea digna, lo cual implica que el
concepto de bienestar comprenda el material, el físico, el sicológico y el espiritual. En este
sentido se cita a N. Bobbio y M. G. Villegas para quienes de lo que se trata es de que el Estado
haga efectivos los derechos humanos y reduzca la brecha entre los ideales establecidos por la
norma y la realidad social. (Ver: Sentencia T-622 de 2016).

Enfatizando lo señalado sobre la relevancia del principio del Estado social de derecho la Corte
en la Sentencia C-027 de 2018 señala que éste irradia todo el ordenamiento jurídico y por lo
tanto obliga a que cuando se interprete la Constitución esta interpretación deba hacerse de
forma sistemática y teleológica, en aras de lograr proteger los derechos de los menos
favorecidos de la sociedad. En este sentido, el Estado hace efectivos los derechos humanos
cuando: “(i) los respeta absteniéndose de interferir en su ejercicio o de adoptar medidas
discriminatorias que lo condicionen; (ii) los protege cuando evita intromisiones de terceros; y
(iii) los garantiza a través de autoridades públicas e instituciones organizadas para asegurar su
ejercicio, adoptando medidas razonables y procedimientos que permitan investigar, juzgar y
sancionar las graves violaciones a los DDHH e infracciones al DIH”. (Sentencia C-027 de 2018) i.

3.1.3 Estado social de derecho y nuevo rol de los jueces

El principio de Estado social de derecho supone también un cambio en los ámbitos funcionales
del Estado, de tal manera que ya no mantiene una separación entre ellos sino un control activo
entre los mismos. Lo esencial de esta transformación consiste en que el juez se convierte en
una garantía de protección efectiva de los derechos “(…) un instrumento de presión frente al
legislador, de tal manera que este, si no desea ver su espacio de decisión invadido por otros
órganos, adopte las responsabilidades de desarrollo legal que le corresponden y expida las
normas del caso.” (Sentencia T-406 de 1992). Esta nueva función del juez se funda en los arts. 2,
5, 13 inc. 2, 228 y 4 en los cuales se establece frente al Estado que: tiene como fin servir a la
comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución; reconoce la primacía de los derechos
inalienables; promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva; considera que
el derecho sustancial debe prevalecer sobre los procedimientos; y respeta que la Constitución
es norma de normas, y prevalece sobre cualquier otra ley o norma jurídica. Así las cosas, afirma
la Corte: “Si la responsabilidad de la eficacia de los derechos mencionados estuviese sólo en
manos del legislador, la norma constitucional no tendría ningún valor y la validez de la voluntad
constituyente quedaría supeditada a la voluntad legislativa.” (Sentencia T-406 de 1992).
En este contexto, la acción de tutela, consagrada en el art. 86 de la Carta, adquiere una
importancia fundamental por cuanto representa el medio a través del cual los jueces hacen

i
En este contexto la Corte remite a la sentencia C-579 de 2013, reiterada en la C-577 de 2014.
19

efectivos los derechos. Con la nueva estrategia se otorga “(…) de manera prioritaria al juez, y no
ya a la administración o al legislador, la responsabilidad de la eficacia de los derechos
fundamentales (…) los derechos son aquello que los jueces dicen a través de las sentencias de
tutela.” (Sentencia T-406 de 1992)

Por ello, afirma la Corte, frente al problema ya planteado por Aristóteles, según el cual es
necesario que el juez con su intervención adapte, corrija y acondicione la aplicación de la
norma, en el marco del Estado social de derecho el juez, al ejercer su función, se convierte en
“(…) un elemento indispensable para mejorar las condiciones de comunicación entre el derecho
y la sociedad, es decir, para favorecer el logro del valor justicia (de la comunicación entre
derecho y realidad), así ello conlleve un detrimento de la seguridad jurídica.” (Sentencia T-406
de 1992). En esta medida, se da importancia al contenido material de la norma sobre la
importancia formal de la misma. Es precisamente ésta nueva forma, sistemática y teleológica,
de afrontar la hermenéutica del texto constitucional que permite entender la lógica de los fallos
favorables de la Corte Constitucional en relación con la paz y la tutela de los derechos de
segunda, tercera y cuarta generación.

Como conclusión se puede traer entonces a colación la síntesis que realiza la Corte de lo
expuesto en la Sentencia T-460 de 1992, según la cual:

“ (…) la Constitución está concebida de tal manera que la parte orgánica de


la misma solo adquiere sentido y razón de ser como aplicación y puesta en
obra de los principios y de los derechos inscritos en la parte dogmática de
la misma (…) No es posible, entonces, interpretar una institución o un
procedimiento previsto por la Constitución por fuera de los contenidos
materiales plasmados en los principios y derechos fundamentales”.

3.2 Dignidad humana como quicio del ordenamiento jurídico colombiano

Par la Corte, el principio del respeto por la dignidad humana es tanto un valor superior, como
un principio fundante del Estado social de derecho y un derecho fundamental autónomo (Cfr.:
Velasco, 2013: 83-84). En efecto, la jurisprudencia establece que la dignidad humana “(…) es el
presupuesto esencial de la consagración y efectividad de todo el sistema de derechos y
garantías contemplado en la Constitución. De esta manera, la dignidad se erige como un
derecho fundamental de eficacia directa cuyo reconocimiento general compromete el
fundamento político del Estado colombiano”. (Sentencia T-622 de 2016) i.

Ahora bien, el principio de dignidad humana constituye el eje fundante del Estado social de
derecho en la medida en que no se entiende de forma abstracta sino en su dimensión material
y concreta, en la medida en que, entendida en sus dimensión sistémica, humanista y teleológica
“para nuestro constitucionalismo no basta simplemente que la persona exista, es necesario que
exista en un marco de condiciones materiales, culturales y espirituales que permitan vivir con

i
Una discusión filosófica al respecto se encuentra en Habermas, 2010.
20

dignidad”. (Sentencia T-622 de 2016). Esto conecta el concepto de dignidad humana con el de
justicia social y distributiva, solidaridad, prevalencia del interés general, etc., con los que los
une un mismo objetivo: la creación de las condiciones para el ejercicio pleno de los derechos
consagrados en la Constitución.

En el proceso de construcción de una línea jurisprudencial permanente, considerada como


“centro axiológico” del orden jurídico nacional, el principio de la dignidad humana como
entidad normativa se ha presentado de dos maneras: desde el objeto concreto de protección y
desde su funcionalidad normativa-

a. Desde el objeto concreto de protección se ha desglosado analíticamente en tres


componentes:

“(i) la dignidad humana entendida como autonomía o como posibilidad de


diseñar un plan de vida y de autodeterminarse de acuerdo a las preferencias
propias, esto es, vivir como se quiera o se escoja; (ii) la dignidad humana
entendida como ciertas condiciones materiales concretas de existencia, es decir,
vivir bien o en condiciones de bienestar; y (iii) la dignidad humana entendida
como intangibilidad de los bienes no patrimoniales, como la integridad física,
moral, espiritual, lo que significa vivir libre de cualquier clase de vejaciones” .
(Sentencia T-622 de 2016)

Ya en la Sentencia T-881 de 2002, que establece el horizonte de comprensión del enunciado


normativo constitucional de la dignidad humana, se había analizado cada uno de estos tres
componentes como líneas jurisprudenciales independientes, que son desarrollados de la
siguiente forma: Frente a la línea de comprensión de la dignidad humana como autonomía
individual se agruparon las sentencias: T-532 de 1992, C-542 de 1993, C-221 de 1994, T-447 de
1995,T-472 de 1996, C- 239 de 1997 y T-461 de 1998, en las cuales este valor, principio y
derecho constitucional sirve de sustento para decidir, entre otras cosas, lo siguiente: que los
intereses generales no deben anteponerse a los derechos fundamentales, especialmente el
ejercicio de la libertad individual; que la dignidad humana debe entenderse como libertad
personal de elegir el propio destino cuando no esta elección no vaya en detrimento de los
derechos de los demás; que el individuo es libre de escoger su orientación sexual e identidad de
género; que las personas jurídicas no son titulares de derechos fundamentales a la honra y
buen nombre; que debe introducirse una causal de eximente de responsabilidad social en el
caso del homicidio pietístico y; que no debe limitársele al trabajador acudir a su lugar de trabajo
o impedírsele desarrollar las actividades laborales para las cuales ha sido contratado. En
relación con la línea que interpreta la dignidad humana como la existencia de condiciones
materiales de existencia, la Corte trae a colación las siguientes sentencias: T-596 de 1992, T-124
de 1993, T-239 de 1997, T-296 de 1998, C-521 de 1998, T-556 de 1998, T-565 de 1999 y C-012
de 2001, en las cuales se deciden asuntos atinentes a la garantía de los derechos ligados a la
efectividad de los derechos económicos, sociales y culturales en casos específicos. Con relación
a la línea que interpreta la dignidad humana como intangibilidad de los bienes patrimoniales,
integridad física y moral la Corte agrupa las sentencias T-401 de 1992, T-402 de 1992, T-123 de
21

1994, T-036 de 1995, T-645 de 1996, T-572 de 1999 y T-879 de 2001, en las que establece la
obligación de no someter a las personas a tratos crueles , inhumanos o degradantes, a violencia
intrafamiliar, a trabajos forzados, a circunstancias que conlleven poner en riesgo la integridad
física, etc.

b. Además, en la misma sentencia la Corte considera que, desde el aspecto funcionali, la


dignidad humana es entendida desde tres perspectivas: “(…) como principio fundante del
ordenamiento jurídico y por tanto del Estado, y en este sentido la dignidad como valor (…)
como principio constitucional. Y (…) como derecho fundamental autónomo”. (Sentencia T-881
de 2002) Esta triple función de la dignidad humana representa su importancia en los diferentes
planos de aplicación de los derechos fundamentales y estable su relevancia fundamental en la
interpretación y garantía real de los derechos humanos.

El rol fundamental de la dignidad humana en el ordenamiento jurídico del Estado de derecho


colombiano se revela también teniendo en cuenta los criterios señalados por la jurisprudencia a
la hora de establecer cuándo un derecho adquiere reconocimiento como fundamental. La
Corte, en la Sentencia C-018 de 2018 (remitiendo a las sentencias T-002 de 1992 y T-406 de
1992) establece que si bien el legislador tiene la potestad de definir derechos fundamentales y
sus contenidos esenciales, en el marco del principio democrático, la Corte Constitucional ha
fijado unos criterios para establecer cuándo existe un derecho fundamental autónomo, a saber:
1. su conexión con un principio; 2. la eficacia, esto es, la posibilidad de su efectividad a partir
del texto constitucional sin intermediación legal; y 3. la existencia de, en el derecho, de un
contenido esencial, independientemente de las mayorías políticas. (Sentencia C-018 de 2018). A
continuación, la misma sentencia cita la Sentencia C-313 de 2014, la cual, al referirse al primer
criterio, afirma que, dado que el principio de la dignidad humana es uno de los pilares que
irradian el ordenamiento jurídico, para que un derecho sea tenido como fundamental
autónomo debe poderse vincular con él. Esta vinculación se traduce en derechos subjetivos
(expectativas positivas), independientes de la particular coyuntura política nacional. (Esta
misma línea puede constatarse en la Sentencia C-288 de 2012)

3.3 Democracia y participación como bisagras de la organización política, jurídica y social

Otro de los cambios fundamentales que introdujo la Constitución de 1991 en Colombia hace
referencia a la democracia y la participación ciudadana. En efecto, en ella se afirma la necesidad
de que el Estado y las autoridades garanticen el derecho de los ciudadanos a conformar, ejercer
y controlar el ejercicio del poder político (art. 40 constitucional), lo cual supone como uno de
sus fines esenciales, “facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la
vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación” (art. 2 constitucional). De esta
manera, para la Corte, el ciudadano tiene derecho a participar directamente en el ejercicio del
poder político, en el marco de una democracia participativa (no solamente representativa),
según lo establecido en el art. 3 constitucional, que reza lo siguiente: “La soberanía reside
i
A este respecto la Corte desarrolla una aclaración sobre cada una de las perspectivas de este aspecto funcional,
que para los fines y dentro de la delimitación del problema de investigación de este trabajo, no viene al caso
afrontar, por lo que se remite al lector a los señalado en esta sentencia.
22

exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma
directa o por medio de sus representantes (…)”.

Precisamente, la Sentencia T-358 de 2002 retoma lo establecido en la Sentencia C-585 de 1995,


según la cual:

“(…) la participación democrática no es sólo un sistema de toma de decisiones


sino que es también "un modelo de comportamiento social y político,
fundamentado en los principios del pluralismo y la tolerancia. El concepto de
democracia participativa no comprende simplemente la consagración de
mecanismos para que los ciudadanos tomen decisiones en referendos, consultas
populares, revocación del mandato de quienes han sido elegidos, sino que implica
adicionalmente que el ciudadano puede participar permanentemente en los
procesos decisorios que incidirán significativamente en el rumbo de su vida".

En este sentido, para la Corte, si bien la democracia participativa no niega la existencia de la


democracia representativa, sí la envuelve y amplía, reinterpretando de forma diferente la
relación entre la sociedad y el Estado. Se trata de hacer materialmente efectiva la voz del
ciudadano en la determinación de las condiciones de su propia existencia. (Sentencia T-358 de
2002 y Sentencia C-141 de 2010 ).

Por su parte, en la Sentencia T-066 de 2015 la Corte afirma que con la introducción de la
democracia participativa no se pretende “restarle importancia al ejercicio del derecho a elegir a
sus gobernantes”, de lo que se trata es de “darle efectividad a la representación que los
gobernantes ejercen, en la medida en que se crearon mecanismos o de canales que permiten
su control. De igual forma hacen efectiva la garantía a los ciudadanos de que sus
representantes van a ser fieles al mandato y la confianza que a ellos ha sido conferida. En
armonía con esta nueva perspectiva la Sentencia C-150 de 2015 establece que el carácter
democrático del orden político, social y jurídico al que obliga la Constitución implica, entre otras
cosas, lo siguiente:

(i) que el Pueblo es poder supremo o soberano y, en consecuencia, es el origen


del poder público y por ello de él se deriva la facultad de constituir, legislar,
juzgar, administrar y controlar, (ii) que el Pueblo, a través de sus representantes o
directamente, crea el derecho al que se subordinan los órganos del Estado y los
habitantes, (iii) que el Pueblo decide la conformación de los órganos mediante los
cuales actúa el poder público, mediante actos electivos y (iv) que el Pueblo y las
organizaciones a partir de las cuales se articula, intervienen en el ejercicio y
control del poder público, a través de sus representantes o directamente.
(Sentencia C-150 de 2015)

La democracia es, entonces, fuente de legitimidad del poder político en cuanto ella es expresión
de la soberanía del pueblo. De igual manera, ella es fundamento de derechos y obligaciones en
la medida en que a través de su desarrollo y realización se reconoce y tutela la participación
ciudadana en la conformación y control del poder político. Finalmente, la democracia es
23

expresión de la forma como el poder debe operar y de los espacios en los cuales debe hacerse
efectiva en cuanto establecer reglas de funcionamiento y toma de decisiones. (Cfr.: Sentencia
C-150 de 2015)i.

Este fortalecimiento democrático como mandato constitucional se compone en el


ordenamiento superior de diferentes disposiciones:

“(…) la soberanía reside exclusivamente en el pueblo del cual emana el poder


público, pudiendo ejercerla de manera directa o por medio de sus representantes
(art. 3º); todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio
y control del poder político, pudiendo elegir y ser elegido, tomar parte en
elecciones y otras formas de participación democrática, constituir partidos,
movimientos y agrupaciones políticas, formar parte de ellos y difundir sus ideas y
programas (art. 40); formas de participación democrática (arts. 103-106), partidos
y movimientos políticos (arts. 107-111) y estatuto de la oposición (art. 112);
conformación de la organización electoral (art. 120); quienes no podrán ser
inscritos como candidatos a cargos de elección popular, ni designados como
servidores públicos (art. 122); sufragio y elecciones (arts. 258-263), autoridades
electorales (art. 264-266), entre otras. (Sentencia C-027 de 2018ii).

La Sentencia C-150 de 2015 cita además otras sentencias de la Corte (T-540 de 1992, C-089 de
1994, C-674 de 2008, C-490 de 2011) en las que se expresa y establece cómo la democracia
participativa constituye un eje esencial del ejercicio del poder político en Colombia, razón por la
cual su realización efectiva es un valor, un principio y un derecho articulador de todo el
ordenamiento jurídico y de la vida ciudadana iii. De igual forma se establece que la efectividad
de la participación se hace posible en la medida en que existen “(…) reglas e instituciones que
salvaguarden el pluralismo, la transparencia y la libertad de los ciudadanos de manera tal que
(i) se garantice, en condiciones de igualdad, la intervención en los procesos democráticos de
todos los ciudadanos, grupos y organizaciones y (ii) se asegure que las manifestaciones de los
ciudadanos en todos los mecanismos de participación sea completamente libre y, en
consecuencia, genuina”. (Sentencia C-150 de 2015).

Actualmente, la Sentencia C-027 de 2018 ratifica lo ya expuesto de la siguiente manera: Los


derechos políticos ensanchados por la Constitución política tienen como objetivo que los
ciudadanos incidan en la estructura y el proceso político, de tal manera que lo conformen,
controlen y ejerzan. Precisamente su importancia esencial radica, en alineación con lo
i
Respecto a la soberanía popular y el sistema político democrático, participativo y pluralista cuya realización
manda la Constitución Política, ver, también las sentencias de la Corte Constitucional: C-1040 de 2005, C-303 de
2010, C-490 de 2011, C-010 de 2013 y C-579 de 2013.
ii
Al respecto ver también los cambios constitucionales que en el transcurso de los últimas décadas han tratado de
reformar las reglas constitucionales en diversas materias de organización y estructura de los partidos y
movimientos políticos: actos legislativos 03 de 1993, 01 de 2003, 01 de 2009 y 02 de 2015.
iii
Otras sentencias que menciona la Sentencia C-150 de 2015 son: C-011 de 1994, Sentencia C-180 de 1994,
Sentencia C-179 de 2002, Sentencia C-292 de 2003 y, Sentencia C-862 de 2012.
24

establecido en la Convención Americana, en que el ejercicio efectivo de los derechos políticos


se considera el fin y el medio para garantizar los demás derechos. Su limitación y
reglamentación debe realizarse observando los principios de legalidad, necesidad y
proporcionalidad teniendo como norte la realización plena de los valores constitucionales y el
mandato de optimización de los principios propios de una sociedad democrática. Estas
determinaciones han permitido a la Corte “(…) determinar como ejes definitorios de la
Constitución el “marco democrático participativo” y la “participación política” (sentencias C-577
de 2014 y C-408 de 2017)”. (Sentencia C-027 de 2018) i, lo cual implica, como su corolario, entre
otras cosas, que el Estado debe garantizar el ejercicio del sufragio; la participación en la
conformación, ejercicio y control del poder político; la protección de los derechos de las
minorías políticas (lo cual supone las garantías para el ejercicio del pluralismo y el otorgamiento
de condiciones de igualdad, como expresión de la no discriminación y como la accesibilidad
efectiva de aquellos que no conforman las fuerzas mayoritarias y por eso no están en las
mismas condiciones de competir en la arena política) y; la promoción y garantía efectiva del
debate político democrático y pluralista.

Finalmente, la Sentencia C-027 de 2018 resalta la importancia que en todo este tejido
democrático institucional deben jugar los partidos y los movimientos políticos y las
agrupaciones significativas de ciudadanos, en la mediada en que expresan, en el proceso de la
configuración real de la vida democrática, los intereses y exigencias frente a la agenda y las
políticas públicas y canalizan el pluralismo político e ideológico presente en la sociedad
(visiones usualmente contradictorias y juxtapuestas de la realidad social y política). En este
orden de ideas, estos agentes de movilización de las demandas y preferencias electorales
deben mantener en su interior una identidad ideológica y política y unos procedimientos y una
infraestructura que le permitan realizar de forma adecuada la integración del pluralismo
ciudadano en planes y proyectos posibles de realizar una vez se conviertan en actores de la
agenda pública.

3. Reflexiones desde una perspectiva pedagógica

El modelo de evaluación, en el que se sustentan las pruebas Saber Pro, parte del supuesto de
que para ser un buen ciudadano un colombiano debe tener la capacidad de pensar lo social
teniendo en cuenta los hechos sociales reales, los discursos y las opiniones diversas y plurales
que circulan al interior del país y el mundo en el marco de una interpretación del texto
constitucional que tenga como su plano de comprensión los fines y principios que rigen el
ordenamiento jurídico. En el sentido de Wallerstein: “Ningún científico puede ser separado de
su contexto físico y social (…) la creencia generalizada en una neutralidad ficticia ha pasado a
ser un obstáculo importante al aumento del valor de verdad de nuestros descubrimientos (…)”.
(Wallerstein, 1998, p. 82). Esto significa, entre otras cosas, que cuando se reflexiona sobre lo
social se está tomando partido por una determinada forma de analizar lo que acontece en el
mundo social, esto es, desde unos criterios críticos, que le apuntan a modificar las estructuras
sociales consideradas injustas o no apropiadas en relación con los objetivos de una humanidad
i
Respecto a la participación política de los grupos minoritarios y la paz, la Sentencia C-027 cita también la
sentencia C-579 de 2013.
25

que busca la protección del medio ambiente, la superación de las relaciones de exclusión social
y pobreza, la violación de los derechos de igualdad, libertad y no discriminación y el no
cumplimiento de la obligación de solidaridad a nivel nacional e internacional. Se trata, en
últimas, de hacer teoría a partir de la búsqueda de un mundo en el que los cursos de acción
sociales estén dirigidos a lograr la paz, la inclusión y el mejoramiento de las condiciones de vida
de los más pobres o menos privilegiados de la sociedad.

Así mismo, en el marco de los canales de comunicación a nivel masivo (radio, prensa en papel y
electrónica, televisión e internet) disponibles en la actualidad, un buen ciudadano debe tener la
capacidad para comprender la lógica de los discursos, de tal manera que pueda encontrar en su
construcción y presentación los sutiles quiebres que permitan escudriñar intenciones, prejuicios
y concepciones de quienes los emiten. En este sentido, el estudiante debe tener la capacidad
para analizar a profundidad el texto que se le presenta y ser capaz de decidir cuál es la
respuesta correcta dada las premisas que se proponen en la formulación de la tarea de
evaluación de la pregunta. Su análisis debe darse trascendiendo niveles metacognitivos como el
tácito, el pensativo, el estratégico, para llegar al reflexivo, en el cual el estudiante no solo
comprende la coherencia y las implicaciones sistémicas y multiperspectivistas de un caso
problemático específico sino que debe ser capaz de reflexionar sobre el mismo, jugando de
forma abstracta y descentrada, entendiendo asuntos con los cuales no está familiarizado, con
rapidez y eficacia, y ubicándose en contextos diferentes a los que maneja habitualmente y,
finalmente, aplicando el conocimiento adquirido a casos concretos y en situaciones diversas y
complejas.

Finalmente, no se trata solamente de la adquisición de conocimientos sino también


fundamentalmente de la interacción con otros ciudadanos para la trasformación social, se
requiere del estudiante una alta capacidad para desarrollar un pensamiento crítico que,
partiendo de una posición progresista y de una conceptualización política que promueva la
libertad, la pluralidad, la justicia y la inclusión social y la promoción de la diversidad cultural y
social, tenga como propósito el compromiso con el cambio y mejoramiento de las condiciones
de vida de los habitantes del territorio nacional. En este sentido, se trata de realizar un análisis
crítico del discurso entendido como “(…) un tipo de investigación analítica sobre el discurso que
estudia primariamente el modo en que el abuso del poder social, el dominio y la desigualdad
son practicados, reproducidos, y ocasionalmente combatidos, por los textos y el habla en el
contexto social y político”. (Van Dijk, 1999, p.23).

Así las cosas, los estudiantes deben ser conscientes de que al responder las preguntas están
realizando un ejercicio no neutral, esto es, deben ponerse en situación apropiada para
encontrar la respuesta políticamente correcta, pues de lo contrario van a plasmar sus
concepciones singulares de la sociedad, la política y la convivencia social, y eso es precisamente
lo que la prueba no está pidiendo. Se exige la adopción de una perspectiva de análisis en la cual
los valores y principios constitucionales, expresados en el preámbulo, la postulación de la lista
de los derechos fundamentales, políticos, económicos, sociales, culturales y de los pueblos,
además de las formas de participación política y social y de control del poder político, judicial y
26

administrativo por parte de la ciudadanía, constituyen el criterio de análisis y reflexión de los


casos singulares que en la prueba se proponen.

Estas tres características las resume el ICFES de la siguiente manera:

(…) “la democracia requiere de ciudadanos que tengan una comprensión


adecuada de asuntos de lo público. Esta comprensión adecuada (…) implica, al
menos, que el ciudadano esté bien informado acerca de los asuntos de la vida
colectiva de las diferentes comunidades a las cuales se pertenece, a la vez que
haya desarrollado un pensamiento crítico que le permita evaluar y valorar esa
información, así como interactuar con otros apropiadamente en la búsqueda de
soluciones a los problemas que surgen en esta vida colectiva (…).”. (ICFES, 2015,
p. 15).

Así las cosas se tiene que los conocimientos que evalúa la prueba Saber Pro están relacionados
con los valores y principios constitucionales, por lo que el proceso de enseñanza y aprendizaje
debe estar asociado a la reflexión en torno a lo establecido en la Carta Política del país,
especialmente según lo establecido como fines de la educación en su art. 67, a saber: “(…) La
educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la
democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural,
científico, tecnológico y para la protección del ambiente”.

Este precepto constitucional fue especificado en la Ley 115 de 1994, en cuyo artículo 5º se
establecen los siguientes fines de la educación (en el ámbito ético político), en conformidad con
el art. 67 de la Constitución Política, según el cual se debe formar para: El pleno desarrollo de la
personalidad; el respeto a la vida y a los demás derechos humanos, a la paz, a los principios
democráticos, de convivencia, pluralismo, justicia, solidaridad y equidad, así como en el
ejercicio de la tolerancia y de la libertad; la participación de todos en las decisiones que los
afectan en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; el respeto a la
autoridad legítima y a la ley, a la cultura nacional, a la historia colombiana y a los símbolos
patrios; el estudio y la comprensión crítica de la cultura nacional y de la diversidad étnica y
cultural del país, como fundamento de la unidad nacional y de su identidad; la creación y
fomento de una conciencia de la soberanía nacional y para la práctica de la solidaridad y la
integración con el mundo; la adquisición de una conciencia para la conservación, protección y
mejoramiento del medio ambiente, de la calidad de la vida, del uso racional de los recursos
naturales, de la prevención de desastres, dentro de una cultura ecológica y del riesgo y la
defensa del patrimonio cultural de la Nación.

Además, según la misma Ley 115 de 1994 (art. 13), todos los niveles de la educación en
Colombia deben buscar el desarrollo integral de los educandos mediante acciones
estructuradas encaminadas a:

a) Formar la personalidad y la capacidad de asumir con responsabilidad y


autonomía sus derechos y deberes;
27

b) Proporcionar una sólida formación ética y moral, y fomentar la práctica del


respeto a los derechos humanos;
c) Fomentar en la institución educativa, prácticas democráticas para el
aprendizaje de los principios y valores de la participación y organización
ciudadana y estimular la autonomía y la responsabilidad;
d) Desarrollar una sana sexualidad que promueva el conocimiento de sí mismo y
la autoestima, la construcción de la identidad sexual dentro del respeto por la
equidad de los sexos, la afectividad, el respeto mutuo y prepararse para una vida
familiar armónica y responsable;
e) Crear y fomentar una conciencia de solidaridad internacional;
f) Desarrollar acciones de orientación escolar, profesional y ocupacional;
g) Formar una conciencia educativa para el esfuerzo y el trabajo, y
h) Fomentar el interés y el respeto por la identidad cultural de los grupos étnicos.

Estos artículos señalan con suficiente claridad las características que debe tener la educación en
general en Colombia y establecen la ruta que deben seguir las instituciones educativas a nivel
nacional respecto de la formación ciudadana. En este sentido, no deja la libertad a las
instituciones para impartir cualquier tipo de orientación valorativa de la vida social, sino que las
obliga a educar de acuerdo con unos precisos contenidos y formas de pensar, propios del
espíritu constitucional.

Por su parte, la Ley 30 de 1992, que establece los parámetros organizativos de la educación
superior, postula, en el artículo 6°, algunos objetivos que están directamente ligados con los
niveles inferiores de la educación que se imparte en el país y señalan los parámetros que debe
orientar el aprendizaje de los contenidos propios de las competencias ciudadanas, en el ámbito
universitario, a saber: “d) Ser factor de desarrollo científico, cultural, económico, político y ético
a nivel nacional y regional (…). i) Promover la preservación de un medio ambiente sano y
fomentar la educación y cultura ecológica. j) Conservar y fomentar el patrimonio cultural del
país.”

De esta manera, es necesario que todas las instituciones de educación establezcan estrategias
de enseñanza y aprendizaje que permitan a los estudiantes el conocimiento de los
fundamentos de la vida social colombiana en el marco de un modelo pedagógico que valore y
desarrolle el pensamiento crítico y la capacidad de tolerancia, solidaridad y compromiso social
de los estudiantes. Como marco general, el proceso formativo debe estar orientado a la
realización de los dispuesto en el art. 41 del ordenamiento constitucional el cual señala para
todas las instituciones de educación la obligación de estudiar la Constitución y de fomentar
“prácticas democráticas para el aprendizaje de los principios y valores de la participación
ciudadana”.

Así se puede concluir que sin el conocimiento de los criterios de valoración establecidos en el
texto constitucional, sin el conocimiento de la estructura básica del Estado colombiano, sin la
comprensión del funcionamiento del andamiaje institucional y sin la interiorización del
horizonte de comprensión político ideológico de la vida social que establece la Constitución
Política, no es posible responder en forma exitosa las preguntas sobre competencia ciudadana
28

formuladas en las pruebas Saber Pro. Ellas suponen, en efecto, una visión clara sobre la
importancia que los principios y valores constitucionales tienen en la transformación de las
estructuras sociales y en la defensa de los derechos fundamentales, económicos, sociales y
culturales y la búsqueda de la paz y la justicia social propios de un contexto constitucional que
propone, como horizonte jurídico político de la sociedad colombiana, la superación del Estado
de derecho mediante la implantación de un Estado Social del Derecho. Cuando se pregunta al
estudiante sobre algún asunto relacionado con la vida social se pide de él una respuesta acorde
con los valores constitucionales progresistas propios de la Constitución de 1991. Dicho en
términos más coloquiales: No se busca que, en ejercicio de la libertad de expresión y del
pluralismo liberal, el estudiante exprese, frente al asunto problemático que se expresa en la
pregunta, cuál es la respuesta que él considera válida desde su propia visión de mundo o, como
diría Rawls, desde su respectiva “doctrina comprensiva”; se trata, por el contrario, de captar
con precisión lo que, de acuerdo con una comprensión progresista del texto constitucional, es
lo correcto. De esto se trata entonces la formación universitaria en Colombia, de acuerdo con
los parámetros establecidos por el MEN y el ICFES, que son evaluados en la prueba, Saber Pro, a
saber: de promover factores de cambio dentro del marco de los principios y valores
constitucionales que establecen como fin de la educación la promoción de la libertad, la
igualdad, la participación, la justicia y la paz.

En este sentido, una propuesta pedagógica que tenga como fin desarrollar un proceso de
enseñanza y aprendizaje de los valores y principios constitucionales debe en concreto incluir los
siguientes contenidos:
1. Fundamento en la idea kantiana de dignidad humana y garantía de la autonomía
individual (libre desarrollo de la personalidad)
2. Soberanía popular: participación política ciudadana-estructura del Estado
3. Desarrollo del Estado social de derecho y neoconstitucionalismo (garantía de los
derechos fundamentales, sociales, económicos y culturales, colectivos y de los pueblos,
ecológicos); sistema económico y justicia distributiva.

Finalmente, el proceso de enseñanza y aprendizaje de los valores y principios constitucionales


se debe fundar en el estudio de casos de la realidad política, social, económica y cultural del
país tendiendo como faro de iluminación y orientación las sentencias de la Corte Constitucional
respectivas, por cuanto a través de su lectura, análisis y comprensión se puede aprehender el
ejercicio hermenéutico de ponderación realizado por los magistrados de este alto tribunal y, de
esta manera, ejercitar el modus operandi de la interpretación constitucional aplicada a la
realidad nacional.

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