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SALMO, 25, 8.
4. Señor amé la hermosura de tu casa.
SALMO, 95, 5.
Majestad y esplendor Le preceden.
LA BELLEZA DEL MUNDO REVELA AL CREADOR.
ECLESIÁSTICO, 1, 9.
7. Es el Señor quien lo creó, la vio y la distribuyó.
LA VANIDAD DE LA BELLEZA.
LA BELLEZA DE DIOS.
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FILÓN DE ALENDRARÍA, LEGATIO AD GAIUM, 5.
10. Ver lo divino y lo no creado… lo que es mejor que el bien y más hermoso que la hermosura.
EN CONTRA DE LA IMÁGENES.
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de los astros no por la proporción que existe entre las partes que lo componen, sino por la claridad
bella y dulce que derrama ante nuestros ojos. Además, el juicio de Dios sobre la belleza no ha
tenido lugar exclusivamente sobre la mirada puesta en el placer de la vista, sino previendo también
la utilidad que de ella deriva en el futuro. Todavía los ojos no eran capaces de juzgar la belleza de
la luz.
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6. Que Dios, el creador de tantas obras magnas, os conceda en todo la compresión de su verdad,
para que a partir de lo visible conozcáis lo invisible, y a partir de la grandeza y hermosura de las
criaturas concibáis una opinión correcta sobre el Creador.
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ENCONTRA DEL CULTO DE LAS IMÁGENES.
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de él, hace manifiesta la belleza del color. Al ejercitar el cuerpo, las más hermosas y saludables
conductas consiguen la belleza genuina y verdadera…”
Pasó la parte más activa de su vida en oriente, aparte de una estadía en Roma (382-384),
donde a petición del papa Dámaso emprendió la revisión del texto latino del Nuevo
testamento, tarea que continuó en Belén.
Allí mantuvo una vasta correspondencia y tomó parte activa en las controversias teológicas
suscitadas por las doctrinas de Orígenes y de Pelagio. Dejó la simple revisión del texto latino
de la Biblia y realizó una nueva traducción a partir del texto hebreo: es la Vulgata, que se
convirtió en la versión oficial de la Iglesia latina.
CONDENA DE LOS PINTORES Y DE LOS ESCRITORES.
Las ecfrasis consistieron en una forma literaria de descripción arquitectónica muy utilizada
en Bizancio, cuyos orígenes probablemente pueden situarse el mundo helenístico y romana.
Procopio ( s. VI ) un jurista e historiador de Cesarea, escribió hacia fines del gobierno de
Justiniano, ricas ecfrasis sobre la reconstrucción de Santa Sofía 1, las cuales se convierten en
un texto fundamental de aquella época, donde se expone por ejemplo, la dimensión de la
estética urbana de la obra: “...Así es como la iglesia ofrece la mas soberbia de las vistas....;
el templo se eleva a alturas celestiales y, como suspendido por encima de los demás
edificios, saluda desde lo alto al resto de la ciudad. La iglesia de Santa Sofía pertenece a la
ciudad y es por ello su ornato pero, a su vez, también ella es embellecida, ya que como parte
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Destruida primero por la revuelta Nika en el 532 y reconstruida por Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto bajo el
gobierno de Justiniano entre 532 y 537. Mas tarde, el terremoto del 558 provoco el derrumbe de la cúpula, la cual fue
nuevamente reconstruida para el 562, también bajo el imperio de Justiniano.
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de la ciudad y culminación soberbia alcanza tales alturas que se la puede abracar desde
aquí como desde una atalaya...”2.
Mas adelante, también el texto de Procopio hace alusión a la propia experiencia estética,
particularmente a partir de la cúpula de la iglesia: “...Todas las partes de edificio, que –
difícil es creerlo- unidas en lo alto se sostienen unas a otras en suspensión y se afirman solo
en su entorno inmediato, otorgan a la obra una armonía única y absolutamente
extraordinaria; mas, el ojo del observador no puede detenerse por largo tiempo en un lugar,
pues cada una de las partes desvía la mirada y la atrae sobre sí con celeridad. Rápidamente
va y viene el ojo sin descanso, yq que el observador se siente incapaz de elegir qué ha de
admirar más en todo aquello...”3.
Otro autor que también escribió ecrfasis sobre Santa Sofía fue Paulus Silentiarius quien,
hacia el 563 y con motivo de la nueva consagración de la iglesia, describe de manera
detallada elementos del templo, desde la procedencia de los mármoles hasta el tipo de
iluminación nocturna.
2
Procopio, “Edificios”, 560. Citado en: Hanno-Walter...., Op. cit, pág. 38.
3
Ibídem.