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Apuntes – Dr.

Carmelo Martines

HAMARTIOLOGÍA
Apuntes para el curso de Teología Sistemática

Qué es el Pecado

Definiciones básicas a partir de Génesis 3


El relato bíblico presenta la historia de la entrada del pecado en el mundo en Génesis 3. Un ser
personal maligno (Satanás) engaña a Eva y la aparta de Dios y de Su voluntad. Mediante la
desobediencia de Adán y Eva el ser humano se somete al mal y establece una alianza con Satanás,
quien tratará a los seres humanos como esclavos más que como aliados (Cf. Ro 6:16).
El primer pecado consiste, entonces, objetivamente en la desobediencia de Eva y Adán. Desde este
punto de vista se define al pecado como un acto de desobediencia, o, en otras palabras, como
transgresión de la ley de Dios (1 Jn 3:4).
Pero Gn 3 señala que el primer pecado tuvo una dimensión subjetiva antes de convertirse en el acto de
comer del árbol prohibido por Dios. Este acto fue motivado por la “codicia”. Además, a Eva le pareció
que el fruto era “bueno para comer” y “agradable a los ojos” (Gn. 3:6). El deseo indebido de ser como
Dios (Ge 3:5-6), el deseo de comer y el agrado de la vista, existieron en la mente de Eva antes que ella
tomara y comiera del fruto. Desde este punto de vista, se define al pecado como un mal deseo que
“sale del corazón” (véase Mt 15:19).
Además, el primer pecado tuvo ciertas implicancias que subyacen al mero acto de comer del fruto
prohibido. En primer lugar, la desobediencia de Eva implica que ella no le creyó a Dios sino a la
serpiente. En segundo lugar, en Eva echaron raíces las cizañas de la sospecha y de la desconfianza
hacia Dios: ella creyó la afirmación de la serpiente de que la razón por la cual Dios les había prohibido
comer de ese árbol era una razón egoísta (Gn 3:5). Eva debe haber pensado que Dios les había
mentido. Todo esto significa que el primer pecado implicó una ruptura de relación personal entre Eva
y Dios. La incredulidad y la desconfianza del hombre hacia Dios constituyen un problema relacional.
Desde este punto de vista se define al pecado como una interferencia en las relaciones del hombre con
Dios, en primer lugar, y por ende del hombre con sus prójimos y consigo mismo.
Los tres elementos aquí señalados (la objetividad, la subjetividad y la implicancia del pecado) parecen
estar presentes en cada uno de los pecados particulares cometidos por los seres humanos. La
importancia fundamental de los dos últimos elementos, sin embargo, se advierte en el hecho que el
pecado existe aún cuando no se materialice en un acto concreto (Mt 5:22, 28).

El pecado en la teología paulina


San Pablo destaca otra importante dimensión del concepto bíblico de pecado. El pecado es una fuerza
que reside en todos los seres humanos: “el mal está en mí”, dice el apóstol (Ro 7:21, cf. 7:17, 18, 20,
23). El pecado que mora en los seres humanos es el causante de que incluso los “nacidos de nuevo”
realicen acciones y tengan actitudes contrarias a la voluntad de Dios y a su propia voluntad (véase Ro
7:15-20, 23). La razón por la cual todos los seres humanos cometen pecados es porque, de alguna
manera, el pecado y la muerte “pasaron” a todos los hombres (Ro 5:12). Una correcta traducción de
este último versículo es: “El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la
muerte pasó a todos los hombres, por eso (por lo cual) todos pecaron”. Esto es lo que en teología se
llama la propensión a pecar, o sea, la tendencia hacia el mal y hacia la desobediencia, tendencia que en
la especie humana caída es algo natural (naturaleza caída o corrupta) y universal (Ro 3:23; Ec 7:20;
Pr 20:9). Esta naturaleza caída es la causante de la pecaminosidad (falibilidad y debilidad moral) de
todos los hombres.
Desde la perspectiva, el pecado es definido como el estado de debilidad y corrupción moral
(iniquidad, concupiscencia, véase Stg 1:14-15) que han contraído todos los seres humanos desde el

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nacimiento y por el solo hecho de ser descendientes de Adán y Eva (Véase 5 CBA, 1102; PP, 66; 1
JT, 267; 1 JT, 258, 259; 2 T, 391).
El contraste entre el pecado de Eva y de Adán, que fue una desobediencia voluntaria, y el pecado
involuntario aludido por Pablo en Ro 7 (“lo que aborrezco, eso hago”, v. 15), es señalado por el
mismo apóstol en Ro 5:14 cuando se refiere a “los que no pecaron a la manera de la transgresión de
Adán”.

El pecado en la teología joánica


San Juan resalta también explícitamente estas dos formas de pecado cuando dice que hay “pecado de
muerte” y “pecado no de muerte” (1 Jn 5:16-17). En su primera Epístola, Juan advierte que si decimos
que no tenemos pecado y que no hemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y mentimos (1 Jn
1:8, 10). Sin embargo, nos exhorta a que procuremos vivir sin pecar (2:1), porque todo aquel que
practica el pecado no ha nacido de Dios (5:18). El pecado “de muerte” consiste entonces, en
mantenerse voluntariamente en rebelión contra Dios (practicar el pecado). El pecado de muerte es una
decisión voluntaria de vivir en pecado. El pecado “no de muerte”, por el contrario, es aquél en el que
uno cae involuntariamente (2:1), ya sea por debilidad, incapacidad, inclinación, yerro o descuido.
En conclusión, de acuerdo con San Pablo y San Juan, se debe distinguir entre: (a) el pecado como una
rebelión voluntaria y (b) el pecado como una condición involuntaria de falibilidad y corrupción moral
(o tendencia hacia el mal). En el primer caso, el hombre tiene una responsabilidad moral o ética. En el
segundo caso, el hombre sufre las consecuencias de la caída de Adán y Eva. Como se verá más
adelante, el plan de salvación debe enfrentar ambos problemas: el de la culpa o responsabilidad por
nuestros pecados, y el problema de la naturaleza degenerada de la raza humana.

El pecado en el vocabulario del Salmo 32


El Salmo 32:1-2 presenta cuatro palabras que definen otros tantos aspectos del pecado. En la versión
Valera revisada en 1960, ellas son: “transgresión, pecado, iniquidad y engaño”. Estas palabras son una
traducción de cuatro términos hebreos, respectivamente: pesha’, hatta’ah, ‘awon y remiyyah.
• Pesha’ significa básicamente “transgresión” de una ley o mandamiento, con la implicancia de
“rebelión”. Se trata de un pecado voluntario. No es una falla o error, sino una insubordinación y
desobediencia voluntarias.
• Hatta’ah pertenece a la raíz lingüística cuyo verbo significa fundamentalmente “no dar en el
blanco, errar, fallar”. Por lo tanto, cuando se refiere al problema del pecado, lo define como un
acto que no es necesariamente voluntario.
• ‘Awon significa esencialmente “iniquidad”, es decir “la inclinación o tendencia que lleva a
cometer un pecado”. Designa al estado interior de “distorsión moral”. Esta palabra describe la
condición caída de la humanidad desde el pecado de Adán y Eva.
• Remiyyah significa “engaño, falsedad, doblez, segunda intención”.
El Salmo 32 describe la manera en que Dios trata el pecado en cada uno de estos matices a fin de
salvar al hombre. En primer lugar, la solución divina para la transgresión voluntaria es el perdón. En
segundo lugar, los yerros involuntarios son “cubiertos”. En tercer lugar, el Salmo 32 declara que Dios
no nos inculpa por la condición de iniquidad o distorsión moral. En cambio, el engaño y la mala
intención deben ser definitivamente erradicados de la vida.
Al estudiar el tema de la salvación a través de este curso, se podrá advertir que los principales aspectos
del plan de salvación están resumidos en estos dos versículos.

COMPLEJIDAD del concepto bíblico de pecado


y AMPLITUD del concepto salvación
Como se ha visto hasta aquí, el concepto bíblico de pecado es multifacético. Abarca todo un espectro
de significación que va desde la transgresión de un mandamiento específico hasta la ruina de toda la
existencia de un ser debido a la separación de Dios. Va desde la desobediencia fáctica (1 Jn 3:4),

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pasando por los malos deseos del corazón corrupto, aunque no se concreten en una acción (Mt 5:22,
28), hasta el estado o condición de perversidad, degradación y muerte en que se encuentra el hombre
como consecuencia de la caída de Adán y Eva (Ro 7:7-8; Sal 58:3 y 51:5).
La complejidad del concepto “pecado” se advierte en la muy amplia variedad de palabras bíblicas
(tanto del hebreo del AT como del griego del NT) que se refieren a diversos matices o aspectos del
concepto. Además de las palabras hebreas consideradas en relación con el Salmo 32, el Interpreter’s
Dictionary of the Bible estudia otros diez términos hebreos, haciendo la observación que esa lista dista
mucho de ser exhaustiva. Otro tanto ocurre con el NT y con la traducción griega del AT, la
Septuaginta (LXX), donde encontramos principalmente los términos hamartía (ofensa o pecado en su
sentido más abarcante) y adikía (injusticia), pero también parábasis (transgresión), paráptoma
(extravío o caída), anomía (ilegalidad), asébeia (desvincularse de Dios), parakoé (desobediencia), etc.
La complejidad del problema del pecado significa que la salvación no consiste solamente en el perdón
de nuestras ofensas y en la liberación de la condena que es la muerte. La salvación no es meramente
el indulto de la pena. Es verdad que la solución del grave problema del pecado comienza por la
soberana voluntad de Dios de perdonar, de no tomarnos en cuenta los pecados (Ro 3:25). También es
verdad que la salvación significa vida eterna (en lugar de la muerte eterna que corresponde al
pecador). Pero no es menos cierto que, además del perdón y del indulto, Dios ha debido pagar por
nuestro rescate (redención), buscarnos cuando nos alejamos de Él (Gn 3:9), levantarnos de nuestra
caída, impartirnos conocimiento para que podamos reconocer nuestra situación y saber cómo
retornar a Dios, llamarnos mediante la acción del Espíritu Santo en nuestra conciencia, regenerarnos
gradualmente para sanar las heridas y las malformaciones producidas por el pecado propio y
heredado, instarnos al arrepentimiento y a la obediencia, y finalmente, transformarnos en un abrir y
cerrar de ojos, a la final trompeta (1 Co 15:52) para que podamos entrar glorificados a la presencia de
Dios en los cielos y en la tierra nueva.
“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe;
porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Ap 21:5). El proceso de la salvación habrá concluido
cuando el ser humano, el Edén y la naturaleza animada e inanimada sean restaurados a su estado
original.

La palabra SALVACIÓN en la Biblia


El verbo griego sw, z w (sozo) significa tanto “salvar” como “sanar”. Significa también “proteger”,
“preservar”, “liberar”, y “hacer entero algo que estaba incompleto”. Cuando se refiere específicamente
a personas, significa “salvar de la muerte o de un peligro grave; conservar vivo”.
El sustantivo σωτηρία (sotería = “salvación”) tiene a veces el significado de “perdón”.
En la lengua hebrea del AT el verbo “salvar” es yasha, que significa “libertar de lo que ata y restringe;
salvar de problemas morales; dar victoria”.

Dimensiones HISTÓRICA y VIVENCIAL de la salvación


Cuando hablamos de salvación, hablamos de varios elementos que pueden ser clasificados bajo dos
dimensiones o aspectos: (1) aspecto histórico u objetivo, y (2) aspecto vivencial, personal o subjetivo.
Ninguno de estos elementos por sí solo constituye la salvación. Todos ellos entran en juego para la
salvación de cada persona, aunque la forma en que lo hacen depende de la particular circunstancia
histórica de cada individuo, es decir, del tiempo y del lugar donde se ha desarrollado su vida. Así se
entiende cómo pudo salvarse el ladrón crucificado junto a Cristo y cómo podrán salvarse los paganos
que no han conocido nada acerca del Señor.
Para profundizar este tema, estúdiese DTG, 206:1; PR, 279:2 – 280:1; y DTG, 593:2.

Elementos históricos de la salvación


1. El amor y la gracia de Dios. La soberana voluntad divina de salvar es la fuente y el punto de
partida del plan de salvación (historia de la salvación).

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2. Los pactos de gracia entre Dios y el hombre, en los cuales Dios toma la iniciativa: adámico,
noáquico, abrahámico, mosaico, cristiano. Estos pactos abarcan toda la historia humana desde la
caída hasta el regreso del Señor.
3. El centro de la historia de la salvación: la encarnación de Cristo, su vida humana impecable, su
muerte expiatoria y su resurrección.
4. En el lenguaje paulino: La era de la ley y la era de la fe (justificación por la fe).
5. La imputación de la justicia de Dios en la cuenta del pecador creyente y arrepentido.
6. La mediación de Cristo en el santuario celestial.
7. La preservación de un remanente fiel.
8. El juicio a favor de los santos.
9. La parusía o segunda venida de Cristo.
10. La resucitación y la transformación de los redimidos (glorificación).
11. La destrucción de Satanás, del mal y de los impíos.
12. La Tierra Nueva, el descenso del la Nueva Jerusalén y el establecimiento del trono de Dios y del
Cordero en nuestro mundo.

Elementos vivenciales de la salvación


1. El llamado del Espíritu Santo a nuestra conciencia.
2. Nuestra voluntad y decisión de responder.
3. La fe: creer a la palabra de Dios.
4. El arrepentimiento.
5. La experiencia de ser justificados por medio de la fe (justicia imputada)
6. La reconciliación y la paz con Dios.
7. La santificación: (a) lo que Dios hace en nosotros, y (b) lo que nosotros hacemos (vivir con Cristo
y para Cristo).
8. La gradual y constante transformación de nuestro entendimiento.
9. La regeneración progresiva de nuestra naturaleza por la obra del Espíritu (justicia impartida)
10. El perfeccionamiento del carácter mediante la obediencia.
11. La glorificación en el día final.

Resumen panorámico de la doctrina de la salvación


1. La salvación incluye una serie de elementos, enumerados arriba, los cuales pueden clasificarse en
dos grandes grupos: elementos históricos y elementos vivenciales. Los primeros se caracterizan
porque constituyen acciones divinas realizadas a través del tiempo y realizadas fuera de nosotros
(aunque nos afectan a todos). Los elementos vivenciales se caracterizan porque, de una u otra
manera, deben ser parte de la experiencia de todos los redimidos.
2. La salvación es tanto una experiencia como un proceso que se desarrolla en el tiempo. Es
instantánea cuando se acepta a Cristo (Jn 1:12; 1 Jn 5:10-13). Es un proceso, no sólo en la
dimensión histórica sino también en la dimensión vivencial. La regeneración, la santificación, la
formación del carácter, la consagración de la vida, son elementos que duran toda la vida del ser
humano (algunos de ellos, incluso, duran por toda la eternidad).
3. La salvación tiene tres momentos: pasado, presente y futuro. El hijo de Dios puede decir, en
distintos sentidos, he sido salvado, soy salvo, seré salvo.

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4. En el concepto bíblico, la salvación tiene por objeto restaurar la armonía del universo, y volver al
hombre (y a su hogar terrenal) al estado de incorrupción original. Esto significa que todo lo que se
perdió por causa del pecado (véase Gn 3) será plenamente restaurado por Dios al final de la
historia de la salvación. En nuestro caso personal, esto no puede lograrse sin el asentimiento de
nuestra voluntad.
5. Mediante el plan de salvación, Dios nos da el derecho de entrar en su Reino en virtud de los
méritos de Cristo (justificación por la gracia mediante la fe; justicia imputada) y además nos hace
idóneos para vivir en su Reino por la acción progresiva de su Espíritu en nosotros (santificación;
justicia impartida), concluyendo esa obra milagrosamente en el momento de su venida (Véase MJ,
32; 2 MS, 38:1, 2; H.Ap., 463:0).
6. Se puede sintetizar la doctrina bíblica de la salvación señalando que ella incluye tres ideas
principales:
a) la justificación por la fe, o sea, la declaración legal que libera de la condena a los culpables.
Esto equivale al PERDÓN, que consiste en el acto misericordioso de Dios de pasar por alto
nuestros pecados (Ro 3:25). Desde el punto de vista legal bíblico, el perdón es moralmente
posible porque la condena cae sobre Alguien que voluntariamente sustituye a los pecadores. El
sacrificio expiatorio de Cristo salva al pecador de la ira de Dios (Ro 5:9).
b) La segunda idea básica en la doctrina de la salvación es la victoria sobre el pecado, es decir, la
liberación del poder dominante del mal (Ro 6:16). Esa victoria la logró Cristo como simiente
de la mujer (o sea, como ser humano) que nació libre del pecado y murió sin ser vencido por
el pecado. El Vencedor ganó el conflicto con el mal a favor de sus seguidores a quienes les
otorga el derecho a la vida eterna y les imparte poder para que también tengan victoria sobre
las tentaciones (Heb 4:15-16; Heb 2:18).
c) En tercer lugar, la doctrina bíblica de la salvación incluye la idea de la regeneración, o sea, la
reparación de los daños causados por el pecado. Cristo vendrá al mundo por segunda vez para
destruir a Satanás y a sus seguidores y para rehacer su creación. Los seres humanos que hayan
aceptado la salvación ofrecida por Cristo y que hayan seguido al Señor, habrán formado un
carácter semejante al de su Salvador y Modelo; ellos serán transformados en el momento de la
parusía para que sean incorruptibles e inmortales (1 Co 15:52). Así podrán morar en la
presencia de Dios en las mansiones eternas.

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