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Problemas de la Filosofía (Prof. Y Lic.

En Letras)

Selección de fragmentos del texto: Chakrabarty, Dipesh, “Athropocene Time”, History and
Theory57, no.1 (March 2018), 5-32. Trad.: Ma.Emilia Arabarco

Tiempo del Antropoceno

¿Muchos Antropocenos?

El Antropoceno es, tal vez, el único término de la periodización geológica que ha sido ampliamente
debatido entre académicos humanistas sin formación en estratigrafía, la rama de la geología que
concierne al ordenamiento de los estratos terrestres y sus relaciones con el tiempo geológico. “Hay
múltiples Antropocenos, usados con diferentes propósitos en diferentes lineas lógicas en diferentes
disciplinas”, escribe el geocientífico Jan Zalasiewicz, quien preside el grupo de trabajo de la
International Commission on Stratigraphy, encargada de hacer una presentación para la
formalización del nombre propuesto para una época geológica nueva.1
Los diferentes Antropocenos que menciona Zalasiewicz circulan en la ciencias humanas
como consideraciones partisanas y apasionadas acerca de qué causó el Antropoceno, cuándo debería
ser datado su comienzo, quién es responsable de la aparición de esta época e incluso cuál debería
ser la designación propia de esta época. Muchos argumentan acerca de la política del nombre y
proponen, por ejemplo, que la época sería llamada más propiamente “el Capitaloceno” o
“econoceno”, de manera tal que una humanidad vaga e indiferenciada - “antropos”- no sea tenida
responsable por acarrear este tiempo y que la culpa sea llevada justamente a la puerta de un sistema:
el capitalismo o el sistema económico global.
El debate acerca del Antropoceno implica, de este modo, un tráfico conceptual constante
entre la historia de la tierra y la historia del mundo. Existe actualmente un reconocimiento
extendido de que estamos atravesando una fase única de la historia humana cuando, por primera
vez, conectamos concientemente eventos que suceden en escalas geológicas vastas -como los
cambios en la totalidad del sistema climático del planeta- con aquello que podríamos hacer en las
vidas cotidianas de individuos, colectividades, instituciones y naciones -como la quema de
combustibles fósiles. Existe también un acuerdo -aunque provisional- entre académicos que debaten
el término Antropoceno, de que, independientemente de cuándo datamos su comienzo ( la invención
de la agricultura, la expansión y colonización por parte de Europa, la Revolución Industrial o la
primera prueba de la bomba atómica), ya estamos en el Antropoceno.
El Antropoceno requiere que pensemos en dos escalas de tiempo ampliamente diferentes que
involucran respectivamente a la historia de la tierra y a la historia del mundo: las decenas de
millones de años que una época geológica comprende generalmente (el Holoceno parece haber sido
una época geológica particularmente corta si la tesis del Antropoceno es correcta) versus los 500
años como máximo que puede decirse constituyen la historia del capitalismo. Sin embargo, en la
mayoría de las discusiones acerca del Antropoceno, las cuestiones sobre el tiempo geológico se
pierden de vista y el tiempo de la humana historia del mundo predomina. Esta conversión unilateral
del tiempo histórico de la tierra en el tiempo de la historia del mundo tiene un costo intelectual,
pues si no tomamos en cuenta los procesos de la historia de la tierra que exceden nuestro muy
humano sentido del tiempo, no vemos suficientemente la profundidad de la dificultad que confronta
a los humanos hoy. La observación detenida de Zalasiewicz de que para ligar el problema de la
delimitación estratigráfica que separa al Antropoceno de su época predecesora, el Holoceno, con
eventos en la historia del mundo de humanos solamente “sería contrario a una particularidad del
tiempo geológico, que es, fundamentalmente, que es simplemente tiempo2 -si bien en cantidades

1 Jan Zalasiewicz, “The Extraordinary Strata of the Anthropocene”, in Environmental Humanities: Voices from the
Anthropocene, de. S. Opperman and S.Iovino (London: Rowman and Littlefield International, 2017, 124.
2 N. del T. La cursiva pertenece al texto
muy grandes-”, sirve como mi punto de entrada al debate acerca del Antropoceno. 3Lo que
continúo desarrollando en este ensayo es una distinción que Zalasiewicz introduce en este contexto
entre pensamiento humano-centrado y pensamiento planeta-centrado.
Pero antes de seguir con la lógica del argumento de Zalasiewicz que trae a consideración el
aspecto geológico del tiempo del Antropoceno, necesitamos comenzar por explicar por qué el
tiempo de la geología entra y sale de nuestra atención.

Por qué el tiempo geológico cae fuera del debate acerca del Antropoceno

Aún cuando se refiere a un nuevo período en la historia geológica del planeta y, por ello, al
tiempo geológico, el término “Antropoceno” fue usado, desde su primera aparición, no como una
medida de tiempo geológico sino del alcance del impacto humano en el planeta. Según John
Bellamus Foster, la aparición del libro pionero The Biosphere del geoquímicosoviético Vladimir O.
Vernadsky en 1926 “corresponde a la primera introducción del término Antropoceno (junto con
Antropogeno) por su colega, el geólogo soviético Aleksei Pavlov”. 4 Desde el comienzo, el término
refería a la extraordinaria escala de la influencia humana en el planeta. Foster cita a Vernadsky en el
tema: “procediendo desde la noción de rol geológico del hombre, el geólogo A.P. Pavlov [1854-
1929]...solía hablar de la era antropogénica en la que vivimos...El enfatizaba correctamente que el
hombre… está transformándose en una fuerza geológica poderosa y siempre creciente”.5
El resurgimiento reciente del término se origina en una conferencia de científicos del
Sistema Tierra en México, donde se dice que el renombrado químico Paul Crutzen habría
remarcado con enojo “dejen de usar la palabra Holoceno. No estamos más en el Holoceno, estamos
en el ...el ...el… el Antropoceno!”. 6 Cuando luego, en el año 2000, Crutzen y el biólogo lacustre
Eugene F. Stoermer propusieron una adopción general de la idea de Antropoceno, no era la
naturaleza del tiempo geológico lo principal en sus consideraciones. Veían la palabra como un
modo conveniente para señalar la talla de la huella humana en el planeta: “Considerando...[el
mayor] y todavía creciente impacto de las actividades humanas en la tierra y en la atmósfera...en
todas las escalas, global incluida”, recomendaban el término Antropoceno para “ la época geológica
presente” como una forma de registrar “el rol central de la humanidad en geología y ecología”.7

[...]
Para explicar el término en 2011, diez años después de haber sido propuesto, Will Steffen,
Jacques Grinevald, Paul Crutzen y John McNeill reiteraron que el “concepto de Antropoceno… fue
introducido para capturar este giro cuantitativo en la relación entre los humanos y el medioambiente
global:” “la humanidad.. compite con algunas de las grandes fuerzas de la naturaleza en su impacto
en el funcionamiento del Sistema Tierra,” y se ha convertido en “ una fuerza geológica global por
derecho propio”.8 Hablar acerca de una nueva época geológica fue una manera de enfatizar la gran
escala del impacto humano en el planeta.
Las discusiones, científicas o no, acerca del impacto humano en el medioambiente del
planeta, nunca podrían ser separadas completamente de las preocupaciones morales. ¿Deberían los
humanos tener tan gran impacto?¿Podrían permitirse tener tal impacto sin arriesgar su propia

3 Zalasiewicz, “The Extraordinary Strata of the Anthropocene”, 124.


4 John Bellamy Foster, foreword to Ian Angus, Facing the Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the
Earth System (New York: Monthly Review Press, 2016), 11.
5 Ibid.
6 Will Steffen, “Commentary” on Paul J. Crutzen and Eugene F. Stoermer, “The Anthropocene”, in The future of
Nature: Documents of Global Change, de. Libby Robin, Sverker Sörlin and Paul Warde (New Haven: Yale
University Press, 2013), 486.
7 Paul Crutzen and Eugene F. Stoermer, “The Anthropocene”, IGBP[International Geossphere-Biosphere
Programme] Newsletter 41 (2000), 17, cited in Chakrabarty, D., “The Climate of History: Four Theses”, Critical
Inquiry 35, no.2 (2009), 209.
8 Will Steffen, Jacques Grinevald, Paul Crutzen and John McNeill, “The Anthropocene: Conceptual and Historical
Perspectives”, Philosophical Transactions of the Royal Society A 369, no.1938 (2011), 843.
existencia? Estas y otras preguntas similares nunca estuvieron lejos de preocupaciones de los
investigadores mencionados arriba.
[…]
Desde el mismo comienzo de su carrera, entonces, el Antropoceno ha tenido dos vidas, en
ocasiones dentro de los mismos textos: una vida científica que involucra mediciones y debates entre
científicos calificados, y una vida más popular como asunto moral-político. Siempre que el
Antropoceno fue visto ante todo como una medida del impacto humano, aunque reconocido como
el impacto que inició un nuevo período en la historia del planeta, el foco permaneció en la fuerza y
su portador (la humanidad, las clases capitalistas, las naciones ricas, el capitalismo), y las preguntas
acerca del tiempo geológico simplemente cayeron en las sombras. Las preguntas morales acerca de
la culpabilidad y la responsabilidad han dominado necesariamente este debate. No es sorprendente,
tal vez, si recordamos la observación de Sheila Jasanoff: “las representaciones del mundo natural
alcanzan estabilidad y poder persuasivo… no a través de un forzoso desprendimiento del contexto,
sino por medio de interacciones constantes y mutuamente sostenidas entre nuestros sentidos acerca
de lo que es y lo que debería: acerca de cómo las cosas son y cómo deberían ser”.9

[...]

El tiempo de la historia del mundo

El tiempo de la historia del mundo es, en última instancia, lo mismo que Reinhart Koselleck
identificó como el tiempo de la historia humana. La textura del tiempo histórico humano, como bien
sugirió Koselleck, está hecha de la urdimbre y la trama de dos categorías fundamentales que
constituyen para Koselleck “una condición antropológica” para la historia misma: “ el espacio de
experiencia” y “el horizonte de expectativa”.10 Koselleck expresó poderosamente lo que muchos
pensadores habían pensado durante siglos acerca del sentido humano del tiempo histórico.
Recuérdese Agustín, por ejemplo: “el presente de las cosas pasadas es memoria; el presente de las
cosas presentes es percepción directa y el presente de las cosas futuras es expectativa”.11
Ni el tiempo histórico humano ni el tiempo de la geología, ambos siendo una producción
humana, son carentes de afecto. Pero involucran, como es mencionado antes, tipos de afecto muy
diferentes. […] (Koselleck) El reconoce que en la construcción del tiempo histórico que está
siempre “atado a unidades sociales y políticas de acción, a seres humanos que actúan y sufren, y a
sus instituciones y organizaciones”, uno bien podría necesitar “medidas de tiempo que derivan de
una comprensión físico-matemática de la naturaleza…: las fechas o la duración de la vida de una
institución, los puntos nodales o puntos de inflexión de series de eventos políticos o militares… (y
así sucesivamente)”. Pero tal comprensión físico-matemática del tiempo no puede actuar como el
suelo para la historia humana:
“una interpretación de las interrelaciones que resultan conduce más allá de las determinaciones
naturales o astronómicas del tiempo. Las coacciones políticas en la toma de decisiones… (y otras
consideraciones), en su interacción mutua o dependencia finalmente nos fuerza a adoptar
determinaciones sociales y políticas del tiempo que, aunque están condicionadas naturalmente,
deben ser definidas como específicamente históricas.”12
La experiencia, explica Koselleck, es “presente pasado” y podría incluir una “reelaboración
racional”del pasado así como también “modos de conducta inconcientes que no deben
necesariamente estar presentes en la conciencia”. La expectativa es “el futuro hecho presente”,

9 Sheila Jasanoff, “A New Climate for Society”, Theory, Culture & Society 27, nos. 2-3 (2010), 236.
10 Reinhart Koselleck, “Space of experience' and 'Horizon of Expectation': Two Historical Categories” in Futures
Past: On teh Semantics of Historical Time, transl. Keith Tribe [1979] (Cambridge, MA, and London: MIT Press,
1985), 270.
11 Saint Agustine, Confessions, transl. R.S.Pine-Coffin, Book XI,§20, 269.
12 Reinhart Koselleck, “Time and History”, in The Practice of Conceptual History: Timing History, Spacing
Concepts., transl. Todd Samuel Presner et al. (Stanford: Stanford University Press, 2002), 110.
orientado a “aquello que está aún por ser revelado”. 13[…] “En suma”: “es la tensión entre
experiencia y expectativa que, en patrones siempre cambiantes, provoca nuevas resoluciones y
mediante ello genera el tiempo histórico”. 14 Esto significa que el tiempo histórico no puede estar
separado de ciertos tipos de afecto humano - “previsiones del futuro, suscitar esperanzas y
ansiedades, haciendo uno [futuro] preventiva o planificadamente-, todos intervienen en la
construcción del tiempo histórico.15 Esto es lo que el cambio climático es como “historia del
mundo”: un escenario para la obra de varias emociones humanas incluyendo las de esperanza y
desesperación. Podría, en efecto, verse el Acuerdo de París de 2015 como una pieza intensa y
frenética de la historia del mundo.16
En contraste, uno podría decir que el afecto humano que se relaciona usualmente con el
tiempo de la geología es uno muy diferente. Varios eventos geológicos, personalidades y períodos
han, desde luego, involucrado al tiempo humano en tanto eventos culturalmente procesados o
fenómenos -la era Jurásica o los dinosaurios, por ejemplo, o la erupción de 1816 del volcán
Tambora en Indonesia.17 Pero la mayor parte de los eventos geológicos no son sometidos al
procesamiento afectivo. No tenemos emociones obvias acerca del evento de la gran oxigenación
hace 2.5 billones de años -aún cuando la vida humana sería inconcebible sin este evento- o acerca
de la gran extinción del periodo Ordovícico-Silúrico que tuvo lugar hace mas de 440 millones de
años.

Pensando el tiempo geológico


[…]
La historia reciente del Antropoceno ha revertido la relación usual entre el trabajo de los
geólogos y los grandes temas de la historia humana o incluso otros tipos de historias. 18 “Los
geólogos tienden a no pensar mucho en la historia”, escribe Zalasiewicz, pues la historia que
eventualmente quieren montar concierne no sólo a la geología de este planeta sino también de “el
billón” de planetas y lunas que orbitan en “otras estrellas en la galaxia”, sin mencionar “los cuerpos
planetarios que estarán presentes en los más o menos cien billones de galaxias en el Universo
conocido” que todavía ni siquiera podemos ver. Entonces, ¿cómo ubica un geólogo “cualquier
evento particular, extraño y nuevo” en una gran historia, “como -por ejemplo- el extraordinario
conjunto de procesos que nosotros los humanos hemos precipitado?. ¿Desde dónde un geólogo
comienza a pensar acerca de la nueva época geológica propuesta del Antropoceno?. El punto de
partida más usual para el geólogo, escribe Zalasiewicz, es raramente la gran historia, sino más bien
“fragmentos” - “pequeños trozos de la gran totalidad que han atraído la atención de algún geólogo
(...)”. […] Da el ejemplo del Período Carbonífero que duró unos 359 a 299 millones de años y que
produjo estratos de roca ricos en carbón. Generaciones de geólogos identificaron en detalle estas
rocas con propósitos prácticos, del “aquí y ahora”. La historia más amplia de que “aquellas rocas
carboníferas son una memoria de otra cosa enteramente (…)” era rara vez la preocupación principal
de los geólogos en su trabajo.
[...]
Sin embargo, mientras pensemos en el nombre y el concepto de Antropoceno como una
medida -y una crítica- del impacto que los humanos han tenido en la geobiología del planeta, no
podemos escapar al ímpetu moral de la historia del mundo, pues cuestiones relativas a imperios,
colonias, instituciones, clases, naciones, grupos de intereses especiales -en una palabra, el sistema
del mundo creado por los imperios y el capitalismo europeos- nunca están lejos de nuestras

13 Koselleck, “Space of Experience”, 272.


14 Ibid. 275
15 Ibid. 274
16 Andrew Light, “Climate Diplomacy” in The Oxford Handbook of Environmental Ethics, de. Stephen Gardiner and
Allen Thompson (Oxford: Oxford University Press, 2017)
17 See W.J.T.Mitchell, The Last Dinosaur Book: The Life and Times of a Cultural Icon (Chicago: University of
Chicago Press, 1998)
18 See my “The Human Significance of the Anthropocene”, in Modernity Reset!, de. Bruno Latour (Cambridge, MA:
MIT Press, 2016)
preocupaciones. Esta es claramente la razón por la cual el Antropoceno, tal vez, es el único nombre
de período geológico sugerido que ha comprometido críticamente -sino indignado- a muchos
académicos en las ciencias humanas.
En un significativo artículo publicado en 2015, dos geógrafos británicos, Simon L. Lewis y
Mark A. Maslin sugirieron, partiendo de la premisa de que “el establecimiento formal de una época
del Antropoceno marcaría un cambio fundamental en la relación entre humanos y el sistema Tierra”,
dos posibles fechas para el posible comienzo del Antropoceno: 1610 y 1964. Acordaron en que para
definir una unidad de tiempo geológico, “debe encontrarse criterios formales”. Y aún así datar el
comienzo del Antropoceno sigue siendo para ellos un ejercicio necesariamente moral-político
[…].Además, agregaron, “la definición formal del Antropoceno torna a los científicos árbitros, hasta
cierto punto, de la relación humano-ambiente, acto con consecuencias más allá de la geología. Por
ello es que hay mayor interés en el Antropoceno que en otras definiciones de épocas”.19
Finalmente, Lewis y Maslin prefirieron 1610 a 1964 como punto a partir del cual datar el
Antropoceno. Dieron razones basadas en evidencia científica para justificar su preferencia: un
declive en el CO2 atmosférico […] coincidiendo con un declive masivo en la población de las
Américas luego de la llegada de los europeos ( de 64 millones en 1492 a 6 millones “via exposición
a enfermedades, guerra, esclavización y hambruna). 20 Pero también movilizaron argumentos
relativos a la historia del mundo para justificar su elección:

La elección de 1610 o 1964 [que muestra “ un pico distintivo en la radioactividad” a partir de la detonación de bombas
nucleares] afectaría probablemente la percepción de las acciones humanas en el ambiente….[1610] implica que el
colonialismo, el comercio mundial y el carbón generaron el Antropoceno. En gran medida, esto resalta preocupaciones
sociales, particularmente las desiguales relaciones de poder entre diferentes grupos de personas, el crecimiento
económico, el impacto del comercio globalizado, y nuestra actual dependencia de los combustibles fósiles… Elegir el
pico de la bomba cuenta la historia de una elite impulsada por el desarrollo tecnológico que amenaza con destrucción a
escala planetaria.21

Ellos vieron el Antropoceno como algo que reúne a la historia de la tierra y a la historia del
mundo: “el impacto del encuentro entre las poblaciones del Viejo y el Nuevo Mundo -incluyendo la
homogeneización geológicamente sin precedentes de la biota de la tierra- puede servir para marcar
el comienzo del Antropoceno...ello representa un acontecimiento importante en la historia del
mundo”.22
El punto de vista de Lewis y Maslin ha sido vigorosamente criticado tanto como
defendido.23Pero el Antropoceno, mientras sea visto como una medida del impacto humano en el
planeta, sólo puede tener comienzos plurales y debe permanecer más como una categoría geológica
informal que una formal, capaz de soportar múltiples historias acerca de instituciones humanas y
moralidad. El asunto no puede ser separado de las preocupaciones políticas y morales. Cuestiones
de relevancia estratigráfica -como: ¿hay suficiente evidencia estratigráfica en el estrato del planeta
para que los estratígrafos puedan argumentar que el umbral del Holoceno ha sido excedido?- han
sido escritas por variedades de historias del mundo, profundas y superficiales, grandes y pequeñas.
El artículo de Zalasiewicz con el que comencé es de interés en este debate por esta misma razón:
remueve -tal vez por primera vez en esta controversia de ya una década sobre el Antropoceno- la
red (o debería decir, la red humana) del tiempo histórico del mundo para traer a la vista eso que el
llama el tiempo, “simplemente”, de la geología.
Esta búsqueda de registros estratigráficos propios del Antropoceno está centrada en la
cuestión de si podría ser argumentado que hay suficiente evidencia en la litosfera y en la superficie

19 Simon L. Lewis and Mark A. Maslin “Defining the Anthropocene”, Nature519, no.7542 (2015), 171.
20 Ibid., 175-176
21 Ibid. 177
22 Ibid. 175
23 See Clive Hamilton, “Getting the Anthropocene so wrong”, Anthropocene Review 2, no.1 (2015),1-6;Jan
Zalasiewicz et al., “Colonization of the Americas, ̒Little Ice Age̒ Climate and Bomb-produced Carbon: Their role in
defining the Anthropocene”, Anthropocene Review2, no.2 (2015), 117-127; Simon L. Lewis and Mark A. Maslin,
“A transparent framework for defining the Anthropocene Epoch”, Anthropocene Review 2, no.2 (2015, 128-146.
del planeta para sostener la proposición de que el planeta ha salido del umbral de la época del
Holoceno. Las preguntas críticas para los estratígrafos no son “cuán globalmente importante” -en
términos humanos- es este nuevo límite, o “¿cuándo fue el primer signo de influencia de algún
nuevo factor importante en el sistema de la tierra?”, una pregunta que lógicamente preocupa a
quienes debaten los aspectos morales de la idea de Antropoceno. Tal como lo afirma Zalasiewicz:
“en términos de la definición de un “Antropoceno estratigráfico” [está en juego]…el cambio en el
sistema de la tierra más que el cambio en la medida en la que reconocemos la influencia humana”.

[…]

El tiempo geológico, lo cotidiano y la cuestión de lo político

El Antropoceno, como afirma francamente Nigel Clark, “confronta lo político con fuerzas y
eventos que tienen la capacidad de deshacer lo político”. Invita a los humanistas a “incorporar a lo
plenamente inhumano” en sus pensamientos, poniéndolos en “contacto constante con tiempos y
espacios que radicalmente exceden toda presencia humana concebible”. 24 El Antropoceno, en un
sentido, es una historia sobre humanos. Pero también es, en otro sentido, una historia en la que los
humanos son sólo partes, incluso partes pequeñas, y no siempre a cargo. Cómo habitar este segundo
Antropoceno de manera tal de traer lo geológico en modos humanos de vivir son preguntas que
permanecen. Podría incluso tomar “décadas, aún siglos”, advierte Jasanoff, “acomodarse a...un
revolucionario reencuadramiento de las relaciones humano-naturaleza”.25
Como he tratado de demostrar, un obstáculo para contemplar tal acomodamiento -y el asunto
relacionado a la vulnerabilidad humana- es el apego en buena parte del pensamiento contemporáneo
a una construcción muy particular de “lo político” mientras que la tarea consiste, precisamente, en
reconfigurarla. […] El pensamiento político ha sido hasta ahora humanocéntrico, manteniendo
constante el “mundo” por fuera de los asuntos humanos o tratando sus erupciones en el tiempo de
la historia humana como intrusiones de un “afuera”. Este “afuera” ya no existe. Aquello que es
“solo” para los humanos en un período de tiempo podría hacer peligrar nuestra existencia sobre
otro. Además, la ciencia del sistema Tierra ha revelado cuán críticamente están entrelazadas las
vidas humanas con los procesos geo-bio-químicos del planeta. Nuestro interés por justicia no puede
ya versar sobre los humanos solamente, pero no sabemos aun cómo extender estas preocupaciones
al universo de no-humanos (esto es, no solamente unas pocas especies). Está también el problema
de cómo incluir en el alcance de las estructuras afectivas del tiempo humano-histórico las vastas
escalas de tiempo de la geobiología que estas estructuras no involucran generalmente.
[…] Puede verse hoy las atracciones de desplegar la narrativa del cambio climático en las
estructuras familiares del las preocupaciones intra-humanas de lo político, que han sido parte de la
modernidad desde el siglo XVII y que fueron extendidas y profundizadas en la era que vio grandes
olas de decolonización, movimientos por libertades civiles, movimientos feministas, agitaciones por
derechos humanos y globalización. Pero todo eso fue antes de las noticias sobre el cambio climático
antropogénico irrumpieran en el mundo de los humanistas. El tiempo del Antropoceno pone presión
sobre otra cuestión: ¿qué significa vivir, ser político, perseguir justicia, cuando vivimos el día a día
con la conciencia de que lo que parece “lento” en términos humanos y de la historia del mundo
podría ser incluso “instantáneo” en la escala de la historia de la tierra, y que vivir en el Antropoceno
significa habitar estos dos presentes al mismo tiempo? […]
Nuestro sentido del planeta ha sido profundamente basado en lo que Edmund Husserl una
vez llamó “certeza óntica” del mundo, de la que los seres humanos disfrutaban. “El mundo es
predado a nosotros”, escribió, “el despertar, siempre de algún modo prácticamente interesó a los
sujetos… Vivir es siempre vivir-en-certeza-del-mundo. Despertar vida es estar despierto al mundo,

24 Nigel Clark, “Geo-politics and the Disaster of the Antrhopocene”, Sociological Review 62 (S1) (2014), 27-28. See
also, Nigel Clark, “Politics of Strata”, Theory, Culture and Society 34, no.2-3 (2017) 111-131.
25 Jasanoff, “A new climate”, 237.
estar constante y directamente “conciente” del mundo y de uno mismo como viviendo en el mundo,
efectivamente experimentando [erleben] y efectuando la certeza óntica del mundo”.26 […]
El cambio climático desafía esta certeza óntica de la tierra que los humanos han disfrutado
durante la época del Holoceno y tal vez más. Nuestros pensamientos cotidianos han comenzado a
ser orientados -gracias a la actual diseminación de términos geológicos como el Antropoceno en la
cultura pública- por el hecho geológico de que la tierra que Husserl dio por sentada como el suelo
estable e inconmovible del que todos los pensamientos humanos surgieron (incluso los
Copernicanos), ha sido siempre, de hecho, una entidad inestable e inquieta en su largo viaje a
través de las profundidades del tiempo geológico. 27 No es que no hayamos conocido catástrofes en
la historia geológica del planeta. Las hemos conocido, pero dicho conocimiento no ha afectado
nuestro sentido cotidiano de una certidumbre innata de que la tierra provee un suelo estable en el
que proyectamos nuestros propósitos políticos. El Antropoceno perturba esa certeza al traer lo
geológico a la vida cotidiana. Nigel Clark hace de esta observación uno de los puntos de partida
para su fascinante libro, Inhuman nature, notando cómo los hechos científicos nunca pueden
enteramente desplazar la “confianza visceral en la tierra, el cielo, la vida y el agua” que los
humanos llegan a poseer; y sin embargo, vemos cómo los cuatro términos de Clark están en
cuestión hoy: no sabemos si la tierra (o el sistema tierra) hará honor a nuestra confianza mientras la
calentamos al emitir gases de efecto invernadero en el cielo; si el agua fresca se agotará, y si la vida,
tal como algunos predicen, será amenazada por una sexta gran extinción.28
Wittgenstein una vez dijo: “Vemos hombres construyendo y demoliendo casas, y somos
proclives a preguntar: '¿hace cuánto ha estado esta casa ahi?' Pero cómo a alguien se le ocurre
preguntar eso acerca de una montaña, por ejemplo?”. 29 Tal vez puedo proveer una respuesta de
historiador a la pregunta de Wittgenstein. Ha llegado un tiempo en el que lo geológico y planetario
presiona en nuestras conciencias cotidianas como cuando hablamos de que hay exceso de dióxido
de carbono en la atmósfera - “exceso” en la escala de preocupaciones humanas- o de fuentes de
energía renovables o no renovables (no renovables en escalas de tiempo humanas). Para los
humanistas que viven en estos tiempos y contemplan el Antropoceno, las preguntas acerca de las
historias de los volcanes, montañas, océanos y placas tectónicas -la historia del planeta, en suma-
han devenido una rutina en la vida del pensamiento crítico las preguntas acerca del capital global y
las necesarias inequidades del mundo que este produjo.

26 Edmund Husserl, The Crisis of European Sciences and Trascedental Phenomenology: An introduction to
Phenomenological Philosophy, transl. David Carr (Evanston, IL: Northwestern University Press, 1970), 142-143
27 Jan Zalasiewicz and Mark Williams, The Goldilocks Planet: The four Billion Year Story of the Earth´s Climate
(Oxford: Oxford University Press, 2012)
28 Nigel Clark, Inhuman Nature: Sociable life on a Dynamic Planet (London: Sage, 2011), 5.
29 Ludwig Wittgenstein, On Certainty, ed. G.E.M.Anscombre and G. H. von Wright, transl. Denis Paul and
G.E.M.Anscombe [1969] (New York: Harper, 1972), 13e.

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