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BP-112 Tratado sobre los Salmos 1-100.

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BIBLIOTECA DE PATRÍSTICA
112
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Director de la colección
MARCELO MERINO RODRÍGUEZ
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Hilario de Poitiers

TRATADO
SOBRE LOS SALMOS
(1-100)
Introducción, traducción y notas de
Agustín López Kindler
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1ª edicion: julio 2019

© Agustín López Kindler

© 2019, Editorial Ciudad Nueva


José Picón 28 - 28028 Madrid
www.ciudadnueva.com

ISBN: 978-84-9715-437-6
Depósito Legal: M-22.761-2019

Impreso en España

Maquetación: Antonio Santos

Imprime: Estugraf Impresores. Ciempozuelos (Madrid)


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INTRODUCCIÓN

Este primer Padre de la Iglesia occidental, por su falta de


originalidad teológica y por el volumen relativamente limitado
de su producción literaria, no ha alcanzado la relevancia de los
grandes Ambrosio, Jerónimo y Agustín1. Debe constatarse,
no obstante que, a pesar de que los cuatro se ocuparon del li-
bro de los salmos, el tratado de Hilario que aquí nos ocupa,
sin ser exhaustivo, es el más amplio y completo de todos ellos.

I. BIOGRAFÍA

Nació en Poitiers entre 310-315, en una provincia de la Ga-


lia, Aquitania, célebre por sus oradores2, pero en una ciudad
que, según Ausonio, no les trataba muy bien3. La afirmación
de Venancio Fortunato4, según la cual, era de origen noble, lai-
co y casado no se puede, ni probar, ni rechazar. Sin embargo,
es sabido que durante mucho tiempo Hilario estuvo confron-

1. Véase a este respecto la suges- tiempo facilita la comprensión de


tiva tesis de E. Scully, según la cual su pensamiento.
la clave para la comprensión correc- 2. Cf. JERÓNIMO, In Galatas, II
ta de la obra de Hilario consiste en (J. P. MIGNE, PL 26, col. 380).
que Cristo, al encarnarse, asume fí- 3. Cf. AUSONIO, Commemora-
sicamente a toda la humanidad. Es- tio professorum burdigalensium, 10,
te principio hace que Hilario aporte 42-52.
algo sustancial a la teología de la 4. Cf. VENANCIO FORTUNATO,
Iglesia de Occidente y al mismo Vita Hilarii, 3, 6-8.
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6 Introducción

tado con los avatares de la vida y con la fe en Dios, antes de


descubrir en la Sagrada Escritura el misterio de la Encarna-
ción5, que le arrastró a la conversión. No se conocen las etapas
de su carrera eclesiástica hasta llegar al episcopado.
Hacia 350, en base a su prestigio personal, fue nombrado
obispo de su ciudad natal, pero parece que no fue consciente
de la eminente posición que le confería ese cargo hasta tres
años después, en el sínodo de Arlés. Allí, bajo el influjo de
Atanasio, se sumó a la doctrina de Nicea sobre la consustan-
cialidad del Padre y el Hijo y firmó un decreto de excomunión
contra Saturnino de Arlés, partidario de Arrio.
Pero éste y sus seguidores, que gozaban del favor del em-
perador Constancio II (337-361), lograron que Hilario fuera
condenado al destierro en el sínodo de Béziers, en 356.
Aprovechó su estancia de cuatro años en Frigia, de una par-
te para estudiar más a fondo el griego y la herejía arriana, fa-
miliarizándose con los comentarios de la Sagrada Escritura es-
critos por los autores de Oriente, encabezados por Orígenes,
y de otra para reforzar sus lazos de unión con sus colegas, los
obispos de Occidente, que como él habían aceptado el credo
de Nicea. Lamentablemente se han perdido las epístolas que
envió a estos últimos desde el exilio; por el contrario, conoce-
mos algunos de los escritos exegéticos escritos por él a partir
de esos contactos con la Iglesia oriental.
En el sínodo de Seleucia, ciudad situada en Isauria, con-
vocado por el mismo emperador Constancio II en 358 con
la intención de unificar al episcopado oriental, Hilario expu-
so públicamente la ortodoxia de su fe6. Con esa intervención

5. Siempre según E. Scully esta torno a esta convicción gira el con-


es la clave para la comprensión co- junto de su obra y le presta cohe-
rrecta de la obra de Hilario: Cristo, rencia.
al encarnarse y asumir físicamente 6. Cf. SULPICIO SEVERO, Cróni-
a toda la humanidad, la diviniza. En ca, II 42.
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Introducción 7

su prestigio en todo el Oriente aumentó de tal manera que


no se libró de las intrigas contra él en la corte del emperador.
Se le acusó de ser «germen de discordia y perturbador del
Oriente»7.
El resultado fue que tuvo que volver a Poitiers en 360. Una
vez allí siguió luchando contra el arrianismo, hasta conseguir
que en 361el obispo Saturnino fuera definitivamente depuesto
y la Galia volviera a la ortodoxia. También intervino en la re-
cuperación de Italia, aunque no llegó a conseguir la deposición
del arriano Auxencio, el predecesor de san Ambrosio en la se-
de de Milán, que no se produciría hasta 374.
Hilario murió en Poitiers en 367, probablemente el 1º de
noviembre, si bien algunos opinan que fue el 13 de enero, fe-
cha en que se celebra su memoria. Tendría alrededor de 52
años.
En esos siete años (360-367), una vez instalado de nuevo
en su ciudad natal, Hilario se dedicó a la explicación de la Sa-
grada Escritura –labor en la que fue uno de los primeros oc-
cidentales en tomar a Orígenes como modelo– y a la compo-
sición de himnos para uso litúrgico.
Su muerte fue registrada por san Jerónimo en su Crónica y
por Gregorio de Tours en su Historia como uno de los acon-
tecimientos más sobresalientes del año.
Su prestigio, ya en vida, fue grande y pronto fue tenido co-
mo el Atanasio de Occidente por su clara oposición al arria-
nismo. Cuenta entre los Padres de la Iglesia occidental, aunque
solo fue proclamado doctor de la Iglesia por el papa Pío IX
en 1851.

7. Cf. SULPICIO SEVERO, Crónica, II 45, 2.


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8 Introducción

II. OBRA LITERARIA

Sus escritos pueden clasificarse sistemáticamente así8:

1. Obras antiarrianas
A) El libro contra Valente y Ursacio. Recibió este nombre
de Jerónimo9 y constituye la única obra histórica propiamente
dicha de nuestro autor. Aunque al parecer sufrió una gran re-
visión a finales del s. IV, por lo que se conocen dos versiones
de ella, esta obra contiene las actas del sínodo de Sárdica y
otros documentos procedentes de otros sínodos de la época,
junto con siete epístolas del papa Liberio.
B) De synodis. Así llama Jerónimo10 a esta documentación
que Hilario envía desde el destierro, como información y a re-
querimiento suyo, a los obispos de la Galia sobre lo que está
ocurriendo en los sínodos orientales postniceanos –Ancira y
Rímini– y también como advertencia en contra del símbolo
proarriano de Sirmio. Hilario les ofrece una traducción com-
prensible, y a la vez literal, de los doce anatemas antiarrianos
pronunciados por el sínodo de Ancira en 358 y les instruye
sobre la recta comprensión del término homousios, con el fin
de que se aparten de los tres posibles errores sobre la Trinidad:
a) confesar la unidad, sin la distinción de personas; b) admitir
la división en Dios; c) creer en la unión de seres iguales.

8. Este sistema naturalmente dudan en acudir a la autoridad im-


adolece de una cierta imprecisión perial con mentiras y adulaciones
porque, aunque el Tratado sobre los para conseguir sus objetivos. Se de-
salmos sea una obra exegética, no tectan comentarios de este tipo, por
dejan de surgir aquí y allá alusiones ejemplo, en Tract. in Sal.,14, 12; 52,
relacionadas con la polémica antia- 14; 138, 4.
rriana, que tanto marcó su propia 9. Cf. JERÓNIMO, De viris illus-
vida. Son criticados una y otra vez tribus, 100.
los partidarios del hereje, que no 10. Ibidem.
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Introducción 9

C) Libro a Constancio. Compuesto antes de 360, está diri-


gido al emperador Constancio II (337-361) y solicita poder
exponer ante él, de palabra, la integridad de su fe.
D) Para (contra) Constancio. Es una amonestación en la
que advierte a los obispos de la Galia ante la política engañosa
del emperador, que se ha atrevido a proteger al obispo Eudo-
xio de Antioquía. Aunque había sido redactado en fecha an-
terior, este escrito polémico no se publicó hasta después de la
muerte de Constancio II en diciembre de 361.
E) Contra los arrianos. También llamado Libro contra Au-
xencio de Milán, fue escrito para los hermanos en el cargo
episcopal, en el año 365. En tono patético fustiga como obra
del Anticristo –que pretende destruir la Iglesia–, la actitud de
aquellos obispos que atribuyen a Cristo solo un papel pree-
minente entre las demás criaturas. Entre ellos, Auxencio –que
en Milán había acusado a Hilario de haber sido excomulga-
do– era tanto más peligroso por cuanto sus declaraciones eran
poco claras. De una parte aseguraba que no conocía a Arrio y
su símbolo de la fe, dirigido al emperador, reconocía a Cristo
como verdadero Hijo de Dios, y de otra favorecía a los arria-
nos de Milán, a la sazón sede de la corte imperial, de acuerdo
con Justina, la madre del emperador Valentiniano II, declarada
defensora de Arrio.

2. Obras dogmáticas

De Trinitate. Los doce libros que contienen esta obra no


dejan de lado la polémica arriana, pero contienen una exposi-
ción sistemática del dogma trinitario. Por eso han llegado hasta
nosotros con diversos títulos: XII libros contra los arrianos11,

11. Cf. JERÓNIMO, De viris illustribus, 100.


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10 Introducción

Libros sobre la fe12, o también XII libros sobre la Santísima Tri-


nidad13.
La estructura del tratado, su sistematización en doce libros,
ha sido puesta en relación con las Institutiones oratoriae de
Quintiliano. El primero sirve de proemio a toda la obra y es
una proclamación sobre el modo de enfrentarse a la cuestión
de Dios, a la vez que una presentación del objeto de los dife-
rentes libros. Acaba con una oración en la que el autor pide la
gracia de comprender los misterios de la fe.
En el libro segundo el autor comenta la fórmula del bau-
tismo que aparece en Mt 28, 19: la fe en el Padre, en el Hijo –el
Verbo de Dios hecho hombre– y en el Espíritu Santo, que es
el don del Padre al Hijo. En él expone Hilario con gran belleza
formal la infinitud del Padre, el misterio de la filiación y el es-
plendor de la Encarnación.
Hilario se ocupa en el tercer libro de comentar el pasaje de
Jn 14, 11 –«Yo estoy en el Padre y el Padre en mí»–, al que
considera clave para entender la revelación y glorificación del
Padre en el Hijo.
A esta altura se aprecia un cambio en la composición de la
obra. Parece como si, tras haber acabado el tratado sobre la fe,
expuesto en los tres primeros, Hilario se hubiera propuesto,
en los libros siguientes, analizar la epístola de Arrio, en la que
este defiende sus dos frases centrales: «reconocemos un Dios»
y «el solo verdadero». A explorar y combatir estas dos afir-
maciones se dedican los libros 4-5 del de trinitate.
El siguiente continúa la refutación de Arrio, pero en el
marco de un contexto más amplio de herejías –maniqueísmo,
sabelianismo– que sirve de telón de fondo al reconocimiento
de Jesús, por parte de Pedro (Mt 16, 16) y Juan (Jn 5, 18; 10,
30), como Hijo de Dios. Sobre estas declaraciones, el libro

12. Cf. RUFINO, Historia ecle- 13. Cf. CASIODORO, Institucio-


siástica, I 31, 4. nes, I 16, 3.
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Introducción 11

séptimo demuestra la unidad de esencia del Hijo con el Padre.


Con el libro octavo comienza a tratar los principales erro-
res de las herejías que parten de la diversidad de naturaleza en-
tre Padre e Hijo. En él Hilario trata la cuestión de si la unidad
entre ambos es de naturaleza o solo de voluntad.
El libro noveno tiene como tema principal la gloria de Cris-
to, que es inseparable de la del Padre, ya que éste se gloría en
aquel. Hilario rebate la objeción de que Cristo no conoce el
momento en que llegará la plenitud de los tiempos (cf. Mt 24,
36) con el argumento de que, al asumir la naturaleza humana,
el Hijo reconoce la superioridad del Padre.
El libro décimo trata de la Pasión de Cristo y se pregunta:
¿en qué medida, teniendo en cuenta su poder (virtus), ha su-
frido su cuerpo, sin dividirse? En el libro siguiente se analiza
la sumisión del poder del Hijo al del Padre (1 Co 15, 28), para
rechazar esa objeción a la igualdad de ambos. El fin de la vida
terrena del Hijo no es una dejación, su entrega no es ninguna
pérdida, su sumisión no es ninguna debilidad14.
El último libro trata de la eternidad, tanto antes del inicio
del tiempo, como después del fin del mundo. La obra termina
con una confesión de fe en forma de una plegaria a Dios, que
está por encima de lo que nos podemos imaginar y que, no
obstante, se deja reconocer en la conciencia por la recepción
del bautismo.
Aparte de la exposición del dogma, en este escrito se en-
cuentran muchos pasajes en los que el autor polemiza con los
herejes, a los que echa en cara su soberbia, sus mentiras, su fu-
ria, así como la desmesura de sus argumentos. Con este fin se
sirve de todos los recursos que el arte de la retórica pone en
sus manos y que domina por su formación profana. Tampoco
se puede pasar por alto el afán de enseñar que domina buena
parte de la obra, sobre todo a partir del libro octavo, que segu-

14. Cf. HILARIO, De trinitate, XI, 25. 27.


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12 Introducción

ramente Hilario ha aprendido en los libros de Quaestiones que


se manejaban en las escuelas públicas y en los que se abordaban
y resolvían las objeciones más conocidas a la fe cristiana, sobre
todo las que planteaban pasajes de la Sagrada Escritura, apa-
rentemente contradictorios, o al menos difíciles de interpretar.

3. Obras poéticas
Durante sus cinco años de destierro, Hilario tuvo oportu-
nidad de conocer la gran floración poética que se había desa-
rrollado en el Oriente cristiano, sobre todo la literatura hím-
nica, que ocupaba un lugar preeminente en la liturgia.
Fruto de esa influencia pueden calificarse los tres himnos
incompletos que nos ha transmitido la tradición manuscrita y
que convierten a Hilario en el primer poeta cristiano de Oc-
cidente. Como toda su producción literaria, también esta está
marcada por su contenido doctrinal antiarriano.
En la tradición manuscrita se nos presentan muy mutila-
dos. Al primero (del que nos han llegado 75 versos) le faltan
las cuatro últimas estrofas, al segundo (que consta de 36 líneas)
las cinco primeras y se ha perdido el final del tercero, cuya
longitud por tanto se ignora: de él se conservan 27 versos.
El primer himno, titulado habitualmente De Christo Deo,
se ocupa de la doctrina sobre la Trinidad, concretamente de la
relación entre Padre e Hijo. Su contenido es, por tanto, clara-
mente antiarriano. Es un abecedario; es decir, las estrofas em-
piezan con las letras del abecedario latino, una por una y en
orden. Está compuesto en asclepiadeos segundos –es decir, a
un verso gliconio le sigue uno en asclepiadeo menor–, forman-
do una estrofa cada cuatro versos:
«Tú que existes antes que el tiempo, / Hijo desde la eterni-
dad y siempre igual al Padre. /Porque sin Ti, ¿cómo, / si no es
Padre tuyo, puede ser llamado Padre?
¡Dios, que por nosotros has nacido dos veces, / Cristo!:
cuando naciste del Dios innato / y cuando como hombre do-
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Introducción 13

tado de cuerpo y como Dios / la Virgen que dio a luz te trajo


al mundo:
El pueblo creyente te ruega...»
En el segundo, llamado De resurrectione Christi, se nos
trasmite la voz de una mujer: entona un himno de triunfo, cen-
trado en las esperanzas que ha suscitado en ella el bautismo y
que no le permiten temer más la muerte. No es imposible que
el poeta se imagine detrás de esta mujer al alma, santificada
por el bautismo. Es también un abecedario, compuesto en se-
narios yámbicos, formando una estrofa cada dos versos:
«La muerte no pudo contigo, Verbo hecho carne que, / a
pesar de ser completamente divina, te introduces en el cuerpo
de un ser vivo.
Te alegras cuando contemplas al que cuelga del madero de
la cruz / y muestras los miembros fijos a él por los clavos».
El tercero –De tentationibus Christi– muestra el compor-
tamiento del demonio frente a Cristo, quien como Adán ce-
lestial se enfrenta y vence a Satanás. Es probable que en el tro-
zo perdido se describieran las tres tentaciones de Cristo.
Consta de tetrámetros trocaicos, formando una estrofa cada
tres versos:
«Cantemos las gloriosas batallas de la carne y el cuerpo
mortal de Adán, por las que por primera vez Satanás es ven-
cido por el nuevo Adán.
Ya el insidioso enemigo de los siglos y artífice de la muerte
funesta, establecidos en todo el mundo sus planes venenosos,
considera que no resta nada de la esperanza de la humanidad
por salvarse».
Desde el punto de vista literario las tres composiciones de-
jan mucho que desear, pero a pesar de eso son muy importan-
tes, porque constituyen el resto del libro de himnos de Hilario
–cuya autenticidad ha sido muy discutida– que son las primi-
cias de la poética cristiana en Occidente.
Como acabamos de apuntar, Hilario recibió el impulso pa-
ra escribir estos himnos durante su exilio en Oriente, donde
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14 Introducción

advirtió la importancia para la liturgia del canto de himnos,


como medio para fortalecer la fe del pueblo frente a la herejía
arriana. Y no deja de tener su importancia el hecho de que este
fue precisamente el móvil que llevó a Ambrosio, el gran pro-
pulsor del himno litúrgico, a componer su famosa colección
de himnos, aún presentes hoy día en la liturgia de las Horas
de la iglesia romana.
Lo que Ambrosio logró plenamente en la sede milanesa,
cuenta con el precedente de Hilario en Poitiers, aunque hay
indicios, a través de su propia obra –sobre todo su comentario
a los salmos– y la de san Jerónimo, de que tropezó con grandes
dificultades en ese empeño15.

4. Obras exegéticas.
Tras algunos intentos, como los de Victorino de Petovio
(~250-304), Reticio, obispo de Autún del 310 al 334, y Fortu-
nato de Aquilea, martirizado en 303-304 durante la persecu-
ción de Diocleciano, Hilario de Poitiers es también el primer
occidental que dota a la exégesis bíblica de una forma propia,
en el sentido de que se concentra sobre el texto bíblico y no
centra su explicación en otros fines, por ejemplo apologéticos
o polémicos contra los herejes, como había hecho Tertuliano
en su contra Marción.
Esto no quiere decir que en sus obras no aparezcan refle-
jadas las tensiones provocadas por el arrianismo, tanto a nivel

15. Hay otros muchos himnos sáficas, que comienzan: Ad caeli cla-
que se le han atribuído, pero su au- ra non sum dignus sidera/ leuare
tenticidad es muy dudosa y se dan meos infelices oculos/ graui depres-
por espúreos: uno que trata de Cris- sus peccatorum pondere/ parce, re-
to: Tu die de corde uerbum, tu uia, demptor!: «No soy digno de elevar
tu ueritas/… y otros conocidos co- mis infelices ojos a las brillantes es-
mo Lucis largitor splendide/… y fi- trellas del cielo, deprimido por el
nalmente los versos alfabéticos so- grave peso de mis pecados. ¡Reden-
bre la penitencia, escritos en estrofas tor, perdóname!».
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Introducción 15

político, como teológico, pero puede decirse que por primera


vez prevalece en sus escritos el elemento catequético y for-
mativo.
Sus dos obras fundamentales en este campo –dejando de
lado los tratados de mysteriis y el in Job, que solo conocemos
de modo fragmentario, y las pocas líneas llegadas hasta noso-
tros de la Expositio epistolae ad Timotheum– son:
A. In Matthaeum
Esta parece haber sido su primera obra en el tiempo, fruto
de las homilías dirigidas al pueblo en los años iniciales de su
pontificado; es decir, entre 350-355, antes de su destierro. Di-
vidida a partir del s. VI en 33 capítulos, esta obra comienza ex
abrupto, sin ningún proemio, con la explicación de Mateo 1 y
acaba con una paráfrasis resumida de Mt 28, 1-15.
A excepción de algunas advertencias de orden metodoló-
gico (a la altura de Mt 14, 6; 19, 4; 21, 13), el autor pone en
práctica una interpretación racional del texto sagrado («ratio
intelligentiae»). La basa sobre una explicación de los hechos
y los dichos del Evangelio con referencia al futuro («ratio ty-
pica»), que Hilario ve insinuada sobre todo en las parábolas
que son las profecías («forma futuri») de la actitud de Cristo,
de la vida de la Iglesia y de las postrimerías.
Esta exposición del sentido espiritual del Evangelio parte
de las realidades exteriores que son iluminadas desde dentro,
apoyándose muchas veces en autores cristianos, como Tertu-
liano y Cipriano, y otras en filósofos –sobre todo Cicerón– o
científicos paganos, como Plinio el Viejo. Estos testimonios
son la base constitutiva de una doctrina sobre Dios, sobre
Cristo, la antigua Ley y los judíos, así como de una conducta
moral.
La cristología de este comentario está dominada por el pen-
samiento de Tertuliano y Novaciano a propósito de la unidad
de esencia entre el Padre y el Hijo. En el fondo se encuentran
alusiones a herejías como el arrianismo (en Mt 32, 2 ss.). El te-
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ÍNDICE GENERAL

Introducción .................................................................................... 5

I. Biografía.................................................................................... 5
II. Obra literaria .......................................................................... 8
III. Características del Tratado sobre los Salmos...................... 18
IV. Formación clásica en el pensamiento y estilo de Hilario .... 25
V. El Tratado sobre los Salmos de Hilario en la literatura
cristiana .................................................................................... 30
VI. Tradición manuscrita y ediciones ........................................ 31

Bibliografía ...................................................................................... 39

HILARIO DE POITIERS
TRATADO SOBRE LOS SALMOS (1-100)

INTRODUCCIÓN GENERAL .............................................. 43


SALMO 1........................................................................................ 62
SALMO 2 .................................................................................... 83
SOBRE EL TÍTULO DEL SALMO IX ................................ 126
SALMO 13 (14) .......................................................................... 130
SALMO 14 (15) .......................................................................... 138
SALMO 51 (52) .......................................................................... 152
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466 Índice general

SALMO 52 (53) .......................................................................... 176


SALMO 53 (54) .......................................................................... 195
SALMO 54 (55) .......................................................................... 209
SALMO 55 (56) .......................................................................... 225
SALMO 56 (57) .......................................................................... 233
SALMO 57 (58) .......................................................................... 242
SALMO 58 (59) .......................................................................... 249
SALMO 59 (60) .......................................................................... 260
SALMO 60 (61) .......................................................................... 273
SALMO 61 (62) .......................................................................... 279
SALMO 62 (63) .......................................................................... 288
SALMO 63 (64) .......................................................................... 297
SALMO 64 (65) .......................................................................... 307
SALMO 65 (66) .......................................................................... 324
SALMO 66 (67) .......................................................................... 345
SALMO 67 (68) .......................................................................... 353
SALMO 68 (69) .......................................................................... 391
SALMO 69 (70) .......................................................................... 421
SALMO 91 (92) .......................................................................... 426

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