Smn. Formación IV Profesor: Andrés Contreras Fecha: 09/03/17
Martin Heidegger – Ser y Tiempo - §§ 29-34
Los parágrafos 29 a 34 de Ser y Tiempo pretenden hacer un análisis de las estructuras
fundamentales de toda forma posible en que el ser humano vive en su mundo o, en las palabras de Heidegger, las formas en que todo Dasein es su Ahí, las formas de la aperturidad. El análisis de Heidegger anticipa su plan en el parágrafo 28: “Las dos formas constitutivas y cooriginarias de ser el Ahí son para nosotros la disposición afectiva y el comprender, el análisis de cada una de ellas recibirá su necesaria confirmación fenoménica mediante la interpretación de una modalidad concreta, importante para la problemática posterior. La disposición afectiva y el comprender están cooriginariamente determinados por el discurso.” (SuZ, p. 133). Así pues, tenemos que todo Dasein se relaciona con su mundo a través de la disposición afectiva, el comprender y el discurso. Además, el autor muestra cómo se manifiestan la disposición afectiva y el comprender a través de modos de cada una: el miedo y el enunciado, respectivamente. El parágrafo 29 analiza la disposición afectiva. Ésta consiste en que el Dasein siempre se relaciona con el mundo en un estado de ánimo. Heidegger afirma que el Dasein siempre “se encuentra”, pero no al modo de una constatación reflexiva (aquí estoy yo), sino en forma de un ánimo ante el mundo (como cuando alguien pregunta “¿cómo te encuentras?”). Uno siempre tiene un ánimo dispuesto en todo momento de la existencia, no importa qué o quién me lleva a tal o cual estado de ánimo. La “neutralidad” por la que aboga el conocimiento teórico de las cosas es una mera abstracción. Pero tampoco se trata de, como dice Heidegger, hacer la constatación de un “estado psicológico”; en tanto existencial, la disposición afectiva permite como tal que mi mundo se me “abra” como tal; “el estado de ánimo pone al Dasein ante el “que [es]” de su Ahí”, dice Heidegger, lo cual quiere decir que sólo me es posible vivir en un mundo si ya éste se me muestra mediado por un ánimo determinado (sin disposición afectiva no hay Dasein). Ahora bien, este existencial tiene a su vez tres características ontológicas esenciales: 1) “la disposición afectiva abre al Dasein en su condición de arrojado, y lo hace inmediata y regularmente en la forma de la aversión esquivadora.” (SuZ, p. 136); es decir, la disposición afectiva, además de mostrar el hecho de estar en un mundo concreto, suele manifestarse en el Dasein mediante el huir precisamente de todo lo que implica estar en un mundo concreto. 2) “La disposición afectiva es un modo existencial fundamental de la aperturidad cooriginaria del mundo, la coexistencia y la existencia, ya que ésta misma es esencialmente un estar-en-el-mundo.” (SuZ, p. 137); es decir, el Dasein no puede ser en un mundo sin temple anímico, por lo que éste es condición para que haya mundo, coexistencia y existencia. 3) “En la disposición afectiva se da existencialmente un aperiente estar-consignado al mundo desde el cual puede comparecer lo que nos concierne.” (SuZ, p. 138); es decir, la disposición afectiva también es condición de todo descubrimiento del mundo y de toda relación con los útiles. Ahora bien, el parágrafo 30 está dedicado a analizar un modo derivado de la disposición afectiva: el miedo. El carácter principal del miedo es que algo del mundo (el “ante-qué” del miedo) se me aparece como amenazante; lo veo como potencialmente perjudicial, como algo que puede llegar a darse o no. “El miedo abre a este ente [el Dasein] en su estar en peligro, en su estar entregado a sí mismo” (SuZ, p. 143). Los parágrafos 31 y 32 están dedicados al análisis del existencial del comprender y su forma explícita: la interpretación. Al hablar del comprender, Heidegger no se refiere primariamente a nuestra capacidad de entender sobre cosas; dicho entender está limitado a nuestro ámbito óntico. En el ámbito ontológico, el Dasein comprende “el ser en cuanto existir” (SuZ, p. 143). Este ser como existir, dice Heidegger, consiste en el poder-ser, lo cual quiere decir que el ser humano se mueve en el mundo, no como un objeto que está determinado a ser de una manera, sino dentro de unas posibilidades. El Dasein, dice Heidegger, es primariamente ser- posible. Así pues, el Dasein comprende en el ámbito ontológico en tanto es y se mueve entre posibilidades. Sin embargo, dice Heidegger, estas posibilidades no flotan arbitrariamente en el vacío, sino que están mediadas por la disposición afectiva; y como esta disposición es la que abre el arrojamiento, resulta que “por ser el poder-ser que es, [el Dasein] ha dejado pasar algunas [posibilidades], renuncia constantemente a posibilidades de su ser, las toma entre manos o las deja escapar” (SuZ, p. 144). Que el Dasein sea descrito por Heidegger como posibilidad arrojada, significa que el ser humano vive entre instancias posibles, limitadas por su mundo concreto, pero posibilidades al fin y al cabo. El hecho de que el comprender implique un moverse entre posibilidades es descrito por Heidegger como un “proyecto”. El comprender “proyecta” posibilidades, así como la disposición afectiva muestra las limitaciones del arrojamiento en un mundo concreto. Ahora bien, el comprender tiene una forma de hacerse explícita: la interpretación. Una vez más, Heidegger aclara que la interpretación no remite a un conocimiento teórico: “La interpretación no consiste en tomar conocimiento de lo comprendido, sino en la elaboración de las posibilidades proyectadas en el comprender.” (SuZ, p. 148). En el moverse del Dasein en su mundo, éste sabe muy bien (al punto de no necesitar recordarlo) qué papel juegan las cosas a su alrededor y cómo se relacionan entre sí. Heidegger llama a este carácter de las cosas su “para- qué”, que también nombra como “en-cuanto-qué”. Este “en-cuanto-qué” es la estructura esencial de la interpretación. Todo lo que se presenta al Dasein en su mundo aparece inmediatamente en conjuntos de relaciones (el salón de clase, la habitación, la carpintería, etc.), en los cuales el Dasein vive su vida. Si se quisiera tomar algo en el modo teórico, o en palabras de Heidegger, libre de “en cuanto”, habría que cambiar la mirada, readaptar la interpretación; pero esto se saldría de lo primario, sería ya un modo derivado de la interpretación. Toda interpretación, continúa Heidegger, se funda en tres ámbitos esenciales: el haber previo, el cual es un conjunto de relaciones que el Dasein ya ha comprendido; la manera previa de ver, la cual es un contexto desde donde se realiza la interpretación; y la manera de entender previa, la cual es una serie de conceptos desde los cuales se interpreta. El parágrafo 33 analiza el enunciado como un modo derivado de la interpretación. El enunciado tiene tres significados fundamentales: 1) mostración: el enunciado hacer ver algo del ente a la mano en sí mismo. 2) Predicación: a través de un predicado que se dice de un sujeto, se ha reducido el contenido del ente determinado en el enunciado (al decir “el martillo es pesado” se deja de ver otras características). 3) Comunicación o expresión verbal: hace ver a otros lo que se ha mostrado y predicado en el enunciado a través de expresiones verbales. La tradición ha hecho ver este modo derivado como el lugar fundamental de la verdad; el enunciado sería el lugar de la “validez”. Sin embargo, para Heidegger el enunciado es sólo una forma que puede tomar la comprensión y la interpretación como estructuras esenciales de la vida del Dasein en el mundo. El análisis de la estructura existencial del Ahí culmina en el parágrafo 34 con el análisis del discurso. El discurso es el fundamento existencial de todo posible lenguaje. Esto es así porque el Dasein tiene en la disposición afectiva y en el comprender la posibilidad de moverse en un mundo concreto y significativo para él; el discurso es la estructura pre-conceptual que permite llevar ese moverse en el mundo al lenguaje. Las significaciones ya están en el mundo y ya son comprendidas por el Dasein como un todo; sólo así es posible expresar en palabras mi vida. Es por esto que Heidegger va a decir que “[a] las significaciones les brotan las palabras” (SuZ, p. 161). El discurso es lo que posibilita exponer los significados que se mueven en el mundo; es, como dice Heidegger, “la articulación significante de la comprensibilidad del estar-en-el- mundo.” (SuZ, p. 161). En el discurso también cabe la capacidad del Dasein para escuchar y callar; el ser humano no sólo da cuenta de sí mismo y del mundo con palabras, sino que sus silencios y su escucha también pueden decir (incluso más) que las palabras. El discurso, de igual manera que la disposición afectiva y el comprender, tiene momentos constitutivos: 1) el sobre- qué del discurso, o sea, todo decir que exponga una significación debe ser “sobre-algo” en particular. 2) Lo discursivamente dicho en cuanto tal, es decir, lo peculiar de la significación que se quiere expresar. 3) La comunicación, es decir, lo que posibilita que otros puedan comprenderme. 4) La notificación, que no es sólo las palabras como tal, sino también los silencios, los tonos, la modulación, los gestos, etc. Finalmente, va a afirmar Heidegger que, gracias a que el Dasein tiene discurso, comprender y disposición afectiva, éste siempre ha estado en el mundo discurriendo con palabras; el Dasein tiene lenguaje; por tener lenguaje no hay que entender una capacidad para decir palabras con la voz, sino un modo fundamental de descubrir el mundo.