Cecilio Acosta, fue un Importante escritor, periodista, abogado y
exponente del humanismo durante la segunda mitad del siglo XIX venezolano. Nació un primero de febrero de 1818 en el seno de una familia muy humilde allá en el Estado Miranda, en Los Teques, hecho este que va a influir en su dilatada vida pública y profesional. En 1831, inicia la carrera sacerdotal en el Seminario Tridentino de Santa Rosa, en la ciudad de Caracas. En 1840, abandona los estudios eclesiásticos para estudiar filosofía y derecho en la Universidad Central de Venezuela, donde llega a ocupar el cargo de la Secretaría de la Facultad de Humanidades de esta Universidad Acosta, en 1856, decide publicar uno de sus ensayos de mayor importancia, el cual tituló: “Cosas sabidas y cosas por saberse” y lo escribió en forma de carta, dirigida a un amigo suyo, residente de algún lugar del campo venezolano. En esta, su obra más conocida, explaya de forma fresca y amena sus ideas pedagógicas, aplicadas a la realidad venezolana.
Es decir, dedica mayor espacio y profundidad de pensamiento a sus
ideas pedagógicas, aplicadas a la realidad venezolana para evaluar en forma crítica el estado de atraso y la orientación equivocada de los estudios que por entonces se realizaban en la universidad.
Habla en él de la Federación Gran colombiana, de la tolerancia política,
de las Universidades, de la instrucción elemental y de la Cuestión Holandesa. Según el autorizado juicio de Sambrano Urdaneta, es “uno de los escritos donde el lector podrá hallar claramente expresada la sensibilidad pública de Acosta y su fe en el triunfo del pueblo”. Y agrega: “Sin embargo, no se alcanzaría hoy una apreciación exacta de los conceptos de éste pensador, si no se da una mirada de conjunto al modo como se venía tratando la educación pública en Venezuela, desde la Colonia y, particularmente, en el período republicano hasta 1856, fecha en que Cecilio Acosta escribe su famosa epístola”. El escrito está lleno de un tono ingenuamente optimista. Acosta creyó en las promesas de armónica convivencia que había hecho José Tadeo. Monagas. Tomó en serio, Incluso, la retórica declaración (nunca Monagas hizo nada al respecto) de trabajar por la reconstitución de la Gran Colombia. Es en “Cosas sabidas y cosas por saberse” donde, criticando, el sistema de Educación superior, formula su conocida crítica a la Universidad Venezolana de Entonces
El autor señala su disconformidad con el sistema de otorgamiento de
cátedras; apunta que, con pocas excepciones no queda, como expresión del trabajo académico, obra Científica valedera y perdurable. Destaca que lo que se busca, más que el saber, es el Diploma. “¿No te parece dice a su hipotético interlocutora una fábrica, más bien que Un gimnasio de académicos?”. Y añade lapidario: “Una Universidad que no es reflejo del Progreso, es un cadáver que sólo se mueve por las andas”.
Por eso su petición de pedagogo que enarbola la bandera del progreso:
“La enseñanza debe ir de abajo para arriba, y no al revés, como se usa entre nosotros, porque No llega a su fin, que es la difusión de las luces”; “La luz que más aprovecha a una Nación no es la que se concentra, sino la que se difunde”; “Enséñese lo que se entienda, Enséñese lo que sea útil, enséñese a todos”.
La larga epístola tiene un deliberado tono de exageración, buscando
destacar aquello que pretende mostrar como objetivo de desarrollo y progreso. ¿Cuáles son, en materia educativa, estas cosas sabidas de que ya a hablarnos don Cecilio, y cuáles son, particularmente, las cosas por saberse? Antes es indispensable recordar un acontecimiento que se produjo en aquel mismo año de 1856: la instalación en nuestro país del primer telégrafo, entre Caracas y La Guaira.
Este paso de avance en las comunicaciones hizo saltar de gozo a Don
Cecilio. Se dio cuenta cabal de un fenómeno que se ha hecho más ostensible en nuestra época: con la electricidad y el vapor, el hombre estaba comenzando a conquistara la velocidad, símbolo del progreso acelerado. Piénsese lo que significaba el vapor que movía los barcos no sujetos ya a los caprichos del viento; o que arrastraba locomotoras, capaces de transportar centenares de personas a una velocidad muchísimo mayor que la de los vehículos tirados por caballos. Piénsese en las imprentas de vapor, que podían moverse con una rapidez vertiginosa si se las comparaba con las primitivas prensas manuales. Y ahora, imaginemos lo que significa poder trasmitir por telégrafo una noticia en obra de minutos, cuando antes, esa misma noticia, transportada por vía terrestre, demoraba días o semanas en llegar a su destino.
Reflexionó sobre el fin de la educación y aseveró que este ha de ser
fecundar las dotes naturales de toda persona que le habiliten para los menesteres sociales relacionados con su existencia; para ser padre de familia, ciudadano e industrial; y de aquí la necesidad de la instrucción elemental que fecunda estas dotes. (ACOSTA, 1856).
Planteó un crítico análisis a la Venezuela del siglo XIX, cuyas
condiciones políticas, económicas, educativas y sociales se superarían mediante la paz, el progreso, la libertad y la instrucción pública ilimitada. Asimismo, construyó una crítica sobre la educación y propuso que el civismo era posible a través de la evolución científica y tecnológica de la enseñanza, educación e instrucción.
Según él, el divorcio entre el sistema educativo y el productivo es una de
las enfermedades más graves de Venezuela y figura entre las causas principales de la pobreza de su gente. Propuso que si no era atacado el problema de la enseñanza de la lectoescritura y corregido con pragmatismo, seriedad, severidad, profundidad y rapidez la sociedad en conjunto no experimentaría cambios profundos y sustanciales desde el punto de vista científico y tecnológico, vitales para el desarrollo integral de esta. Sentenció que la libertad y el progreso tienen como bases la posesión de la lectoescritura.
Define que la instrucción elemental, debe comenzar desde lo básico y
desde las bases sociales para luego, fomentarla en todas las esferas del hombre y de la sociedad. Por ello, propone una instrucción elemental generalizada, la cual puede ser desarrollada por cada individuo para luego ser colectiva.
En conclusión, Acosta comprende que el problema de la falta de
instrucción elemental es un problema político, a lo que propone “descentralizar la educación, para que sea de todos”. Ello se refiere al acceso de la instrucción como derecho, concebido dentro de un proyecto de país plenamente definido. Es decir, de una educación creativa e inclusiva, generalizada, útil al individuo y a la sociedad en donde este se desenvuelve con su trabajo creador.
Fundamentos básicos del legado de nuestro eterno Comandante Hugo
Rafael Cháves Frias, los cuales nacieron a partir del año 1999 en nuestra República Bolivariana de Venezuela, a la par con nuestra revolución, en pro de la lucha por alcanzar “La verdadera Felicidad Social”.
Es de hacer notar lo lamentable de su situación cuando muere en fecha
viernes 8 de julio de 1881. Su pobreza era tanta, que hubo necesidad de apelar a la caridad de sus amigos para costear los gastos de entierro. Moría en la indigencia quien había sido millonario en conocimientos útiles y en altos valores éticos.
Como anécdota importante, Pocos días después de su muerte, el
apóstol cubano José Martí, quien por entonces residía en Caracas, publicó en la Revista Venezolana, su hermosísimo retrato en homenaje a Cecilio Acosta, donde escribió: “Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer hombres: se le dará gozo con serlo”. (MARTÍ, 1881).
Como recomendación general, no es otra que debemos cultivar la
Educación como herramienta fundamental para el desarrollo del individuo en una sociedad cambiante, donde se debe sumar y no restar. Llevemos a la cúspide el legado de nuestro Comandante Chaves, quien sin duda alguna nos abrió los caminos a ese mundo de sueños que se pueden convertir en realidades, como es el mundo de los conocimientos. Janrich Alberto Salas Salvatierra