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A R IS T Ó T E L E S

Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido


revisada por Pa j .o m a O r t i /..

METAFÍSICA EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 1994.


w w w.editorialgredos.com

INTRODUCCIÓN, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE


Pr im a r a e d ic ió n , 1994.
TOMÁS CALVO MARTÍNEZ 2.* R1:1MPRIíSlÓN.

UNIVERSIDAD PEDAGOGIC ^ NACIONAL


BIBLIOTECA
iMGRgao 2 O NOV. 20Q3_ _ _ _ _ _
PROVEEDOR t-'bíe.n<\ I o. Üohcrn

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Depósito Legal: M. 21894-2003.


ISBN 84-249-1666-2.
Impreso en España. Printed in Spain.
Gráficas Cóndor, S. A.
f e
Esteban Terradas, 12. Polígono Industrial. Leganés (Madrid), 2003.
Encuadem ación Ramos.
EDITORIAL GREDOS
la visión a todas —digámoslo— las demás. La razón estriba en
que ésta es, de las sensaciones, la que más no$ hace conocer y
muestra múltiples diferencias.
Pues bien, los animales tienen por naturaleza sensación y a
partir de ésta en algunos de ellos no se genera la memoria,
980b mientras que en otros sí que se genera, y por eso estos últimos
LIBRO PRIMERO (A) son más inteligentes y*más capaces de aprender que los que no
pueden recordar: inteligentes, si bien no aprenden, son aquellos
que no pueden percibir sonidos (por ejemplo, la abeja y cual-
quier otro género de animales semejante, si es que los hay);
aprenden, por su parte, cuantos tienen, además de memoria,
25 esta clase de sensación. Ciertamente, el resto (de los animales)

Ca p ít u l o p r im e r o
vive gracias a las imágenes y a los recuerdos sin participar ape-
nas de la experiencia, mientras que el género humano (vive),
(EL CONOCIMIENTO DE LAS CAUSAS Y LA SA BIDURÍA )1 además, gracias al arte y a los razonamientos. Por su parte, la
experiencia se genera en los hombres a partir de la memoria:
Todos los hombres por naturaleza desean saber. Señal de en efecto, una multitud de recuerdos del mismo asunto acaban
ello es el amor a las sensaciones. Éstas, en efecto, son amadas por constituir la fuerza de una única experiencia2.
por sí mismas, incluso al margen de su utilidad y más que to-
das las demás, las sensaciones visuales. Y es que no sólo en
orden a la acción, sino cuando no vamos a actuar, preferimos 25
saben más, que son más sabios (obsérvese el uso insistente del comparativo en
el texto) los que poseen experiencia que los que poseen sólo sensación, los
que poseen arte y ciencia que los que poseen meramente experiencia, etc.,
' Todo este capítulo constituye una introducción encaminada a fundamen-
puesto que «la sabiduría acompaña a cada uno según el nivel de su saber»
Inr la concepción aristotélica de la sabiduría (sophía) como «ciencia acerca de
(981a27). 1.a conclusión del argumento y del capítulo será, naturalmente, que
ciertos principios y causas» y, más precisamente aún, como ciencia que se
la sabiduría es una ciencia teorética y. entre las teoréticas, la de mayor rango.
ocupa de «las causas primeras y de los principios».
Esto mismo se viene a afirmar en la Ét. Nic. VI 7: «es evidente que la sabidu-
La argumentación, a lo largo de todo el capítulo, combina dos tipos de
ría es la más perfecta de las ciencias» (114la 16).
<onsideraciones. De una parte, Aristóteles propone una gradación en el cono-
2 La experiencia (empeiría) se constituye por el recuerdo de casos parti-
1 ¡miento estableciendo los siguientes niveles: 1) sensación. 2) experiencia. 3)
culares semejantes, viniendo a ser algo así como una regla de carácter prác-
mtc y ciencia; dentro de la ciencia distingue, a su vez. Ires niveles: 3) ciencias
tico que permite actuar de modo semejante ante situaciones particulares se-
prácticas orientadas a satisfacer necesidades; 4) ciencias prácticas orientadas
mejantes. La inferencia basada en la experiencia va, por tanto, de algunos
til placer y a la calidad de la vida, y 5) ciencias teóricas o teoréticas. De otra
casos particulares recordados a algún otro caso particular, sin que llegue a es-
(•ene. Aristóteles recurre al uso normal, en griego, de las palabras sophía ( ‘sa-
tablecerse explícitamente una regla general (kathólou) aplicable a todos los
biduría’) y sophós ( ‘sabio’), mostrando cómo estos términos se aplican más
casos.
plenamente a medida que se asciende en la escala propuesta: se considera que
^La experiencia parece relativamente semejanteva la ciencia w u de cada caso individual, mientras que el arte lo es de los gene-
y aT arte3, pero el hecho es que, en los hombres, la ciencia y el rales, y las acciones y producciones todas se refieren a lo indi-
arte resultan de la experiencia: y es que, como dice Polo, y vidual: desde luego, el médico no cura a un hombre, a no ser
dice bien, la experiencia da lugar al arte y la falta de experien- accidentalmente, sino a Calías, a Sócrates o a cualquier otro de
cia al azar. El arte, &su vez, se genera cuando a partir de múlti- 5 20 los que de este modo se nombran, al cual sucede accidental-

pies percepciones de la experiencia resulta una única idea ge- mente que es hombre4; así pues, si alguien tuviera la teoría ca-
neral acerca de los casos semejantes. En efecto, el tener la idea reciendo de la experiencia, y conociera lo general, pero desco-
de que a Calías tal cosa le vino bien cuando padecía tal enfer- nociera al individuo contenido en ello, errará muchas veces en
medad, y a Sócrates, e igualmente a muchos individuos, es la cura, ya que lo que se trata de curar es el individuo). Pero no
algo propio de la experiencia; pero la idea de que a todos ellos, 10 25 es menos cierto que pensamos que el saber y el conocer se dan

delimitados como un caso específicamente idéntico, les vino más bien en el arte que en la experiencia y tenemos por más
bien cuando padecían tal enfermedad (por ejemplo, a los fle- sabios a los hombres de arte que a los de experiencia, como
máticos o biliosos o aquejados de ardores febriles); es algo que la sabiduría acompaña a cada uno en mayor grado según
propio del arte. (el nivel de) su saber. Y esto porque los unos saben la causa y
, A efectos prácticos, la experiencia no parece diferir en ab- los otros no. Efectivamente, los hombres de experiencia saben
soluto del arte, sino que los hombres de experiencia tienen más 3o el hecho, pero no el porqué, mientras que los otros conocen el
éxito, incluso, que los que-poseen la teoría, pero no la expe- 15 porqué, la causa. Por ello, en cada caso consideramos que los
rienda (la razón está en que la experiencia es el conocimiento que dirigen la obra sorTmásTígños^e^¿Slimar y saben más, y
wib son íMs lab io s que los obreros manuales: porque saben las
causas de lo que se está haciendo (a los otros, por su parte, (los
En las líneas siguientes Aristóteles subraya el valor práctico de la expe- consideramos) como a algunos seres inanimados que también
riencia: a) en general, gracias a ella el hombre deja de estar a merced del puro
hacen, pero hacen lo que hacen sin conocimiento como, por
azar. (Para la referencia a Polo. cf. P l a t ó n , Corgias 448c); b) a menudo el
hombre de experiencia acierta mejor y tiene más éxito que el de ciencia.
* En este capítulo, Aristóteles no distingue explícita y sistemáticamente el 4 Esta expresión según la cual a Sócrates o a Calías «le sucede accidental-
alte (téchné) de la ciencia (epistemi), ya que aquí interesa solamente lo que mente que es hombre» (hói symbébéken anthrdpdi einai) no debe ser sacada
tienen de común frente a la mera experiencia, a saber, la universalidad de la de contexto ni interpretada en un sentido estricto. En general, la fórmula kaiú
regla y •el conocimiento de las causas. symbebékós (accidentalmente) se opone a la fórmula ka th ’autó (por sí). De
La palabra ‘arte’ no traduce adecuadamente el sentido del término griego acuerdo con el sentido de esta oposición. Calías (y cualquier individuo huma-
téchné. Una téchné es un saber especializado, un oficio basado en el conoci- no) no es hombre accidentalmente, sino que lo es por sí. ya que su ser consiste
miento: de ahí su posible sinonimización (como en este capítulo) con epistéme en ser-hombre. (Para el sentido de estas fórmulas y su oposición, cf. infra, V
(ciencia), así como los ejemplos de artes aducidos por Aristóteles (medicina, 18, I022a24 ss. y también, An. Post. I 4, 73b34 ss. Para las distintas acepcio-
arquitectura). Por lo demás, este su carácter productivo es lo que permite opo- nes de symbebekós («accidente»), también infra, V 30, 1025a 14-34.)
nerla, en otros casos, a la ciencia (epistéme), la cual comporta, más bien, el Lo que Aristóteles quiere subrayar aquí (y en esta explicación sigo a Ross.
rasgo de un saber teorético, no orientado a la producción, sino al mero conoci- 1, 118) es que la ciencia se ocupa directamente de lo universal (del «hombre»)
miento. y sólo indirectamente del individuo (del hombre concreto, Sócrates o Calías).
ejemplo, quema el fuego, si bien los seres inanimados hacen trar) cómo todos opinan que lo que se llama «sabiduría» se
cosásTaT^s~^por cierta disposición natural, mientras que los ocupa de las causas primeras y de los principios. Conque,
obreros manuales las hacen por hábito). C onquero se consider como antes se ha dicho, el hombre de experiencia es conside-
ra que aquéllos son más sabios por su capacidad práctica, sino ro rado más sabio que los que poseen sensación del tipo que sea,
porquéjposeen la teoría y conocen las causas.; y el hombre de arte más que los hombres de experiencia, y
En general, el ser capaz de enseñar es una señal distintiva el director de la obra más que el obrero manual, y las ciencias
del que sabe frente al que no sabe, por lo cual pensamos que el teoréticas más que las productivas.
arte es más ciencia que la experiencia: (los que poseen aquél) 982· Es obvio, pues, que la\sabiduría esjoiencia acerca de cier-
son capaces, mientras que los otros no son capaces de enseñar. tos principios y causas. f
Además, no pensamos que ninguna de las sensaciones sea
sabiduría, por más que éstas sean el modo de conocimiento por
excelencia respecto de los casos individuales: y es que no di-
Ca pí r i l o se g u n d o
cen el porqué acerca de nada, por ejemplo, por qué el fuego es
caliente, sino solamente que es caliente. Es, pues, verosímil (CARACTERÍSTICAS DE LA SABIDURÍA)6
que en un principio el que descubrió cualquier arte, más allá de
los conocimientos sensibles comúnmente poseídos, fuera ad- Puesto que andamos a la búsqueda de esta ciencia, ‘ brá
mirado por la humanidad, no sólo porque alguno de sus descu- 5 de investigarse acerca de qué causas y qué principios es en-
brimientos resultara útil, sino como hombre sabio que desco- cía la sabiduría. si se toman en consideración las ideas que
llaba entre los demás; y que, una vez descubiertas múltiples tenemos acerca del sabio, es posible que a partir de ellas se
artes, orientadas las unas a hacer frente a las necesidades y las aclare mayormente esto. En primer lugar, solemos opinar que
otras a pasarlo bien, fueran siempre considerados más sabios el sabio sabe todas las cosas en la medida de lo posible, sin te-
estos últimos que aquéllos, ya que sus ciencias no estaban ner, desde luego, ciencia de cada una de ellas en particular
orientadas a la utilidad. A partir de este momento y listas ya Además, W nsídérám os sabio a aquel que es capaz de tener co-
Unías las ciencias tales, se inventaron las que no se orientan al o nocimiento de las cosas difíciles, las que no son fáciles de
placer ni a la necesidad, primeramente en aquellos lugares en
que los hombres gozaban de ocio: de ahí que las artes matemá-
6 Si en el capítulo anterior Aristóteles recurría ai uso común de la palabra
ticas se constituyeran por primera vez en Egipto, ya que allí la
‘sabio’ (sophós), en este capítulo toma como punto de partida las opiniones
casta de los sacerdotes gozaba de ocio. comunes acerca del sabio. De acuerdo con éstas, sabios son aquellos cuyo co-
En la Ética está dicho5 cuál es la diferencia entre el arte y nocimiento: I ) es más universal, 2) alcanza a las cosas más difíciles de cono-
l¿i ciencia y los demás (conocimientos) del mismo género: la cer. 3) es más exacto respecto de las causas. 4) se escoge por sí mismo y no en
finalidad que perseguimos al explicarlo ahora es ésta: (mos- función de utilidad alguna, y 5) le están subordinados los demás saberes y co-
nocimientos. Aristóteles mostrarf^que todas estas características, atribuidas
comúnmente a la sabiduría, se cumplen en la ciencia de las causas y princi-
' La referencia es a Ét. Nii\ VI 3-7. 1139bl3-l I4IH22. pios primeros.
conocer para el hombre (en efecto, el conocimiento sensible Pero, además, es capaz de enseñar aquella que estudia las
es común a todos y, por tanto, es fácil y nada tiene de sabidu- causas (pues los que enseñan son ios que muestran las causas
ría). ^Además y respecto de todas las ciencias, que es más sa- 30 en cada caso) y, por otra parte, el saber y el conocer sin otro
bio el que es más exacto en el conocimiento de las causas y fin que ellos mismos se dan en grado sumo en la ciencia de lo
más capaz de enseñarlas.^ Y que, de las ciencias, aquella que cognoscible en grado sumo (en efecto, quien escoge el saber
se escoge por sí misma y por amor al conocimienlo es sabidu- 982b por el saber escogerá^ en grado sumo, la que es ciencia en
ría en mayor grado que la que se escoge por sus efectos. Y gradó SUffto, y ésta no es otra que la de lo cognoscible en gra-
q u e ja más dom inante-^sabiduría en mayor, grado quería su- do sumo). Ahora bien, ^cognoscibles en grado sumo son los
bordinada: que, desde luego, no corresponde al sabio recibir primeros principios y las causas (pues por éstos y a partir de
rtfdeiíésT^íno darlas^ ai obedecer a otro, sino a él quien es me- éstos se conoce lo demás, pero no ellos por medio de lo que
ñoTsabioT^ 5 estS debajoX de^dl^^jrT^^m SFdórninante de las cíenciáfTy
Tantas y tales son las ideas que tenemos acerca de la sabi- mtfcrtfómínante que la subordinada, es la que conóctTaquélTo
duría y de los sabios. Pues bien, de ellas, ejjsaberlo todo ha de para lo cual fia dehacerSecadá cosa éñ particular esto es^ el
darse necesariamente en quien posee en grado sumo la ciencia bien de cada cosa en particular y, en general, el bien supremo
universal (éste, en efecto, conoce en cierto m o d o 7 todas las de la naturaleza en su totalidad. Así pues, por todo lo dicho,
cosas). Y, sin duda, lo universal en grado sumo es también lo el nombre en cuestión corresponde a la misma ciencia. Ésta,
más difícil de conocer "para los hombres (pues se encuentra en efecto, ha de estudiar los primeros principios y causas y,
máximamente alejado de las sensaciones). Por otra parte, las io desde luego, el bien y «aquello para lo cual» son una de las
más exactas de las ciencias son las que versan mayormente causas.
sobre los primeros principios: en efecto, las que parten de me- Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde
nos (principios) son más exactas que las denominadas «adi- los primeros que filosofaron: en efecto, los hombres — ahora y
cionadoras», por ejemplo, la aritmética que la geometría 8. desde el principio— comenzaron a filosofar al quedarse mara-
villados ante algo, maravillándose en un primer momento ante
7 «En cierto modo»: pos, a saber, en lanto que conectadas con lo univer- lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar
sal. lo cual implica que no las conoce ni en sus detalles particulares ni actual- 15 poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de ma-
mente, sino sólo virtualmente. yor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la
«Todas las cosas»: pánta tú hypokeímena. En su sentido técnico aristotéli-
luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora
co, la palabra hypokeimenon (lit., «lo que está debajo») significa el sujeto (de
la predicación) y el sustrato (de las determinaciones reales). Lo he traducido bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no
rum o «cosas» porque el término no está aquí tomado en su acepción técnica. sabe (de aiií que el amante del mito sea, a su modo, «amante
Alguna razón hay, sin embargo, para usarlo: todas las cosas, desde luego.
<tirn bajo lo máximamente universal.
■ La geometría es «adicionadora» (ek prosthéseós) respecto de la aritméti- que la unidad es una entidad que carece de posición, mientras que el punto es
i ti porque a los principios de ésta añade el principio de la extensión. En los una entidad que tiene posición. Éste resulta, pues, de una adición» (I 27.
Λμ Post. se dice: «por f'jL' 1 quiere decir, por ejemplo, 87a35-37).
de la sabiduría»9: y es que el mito se compone de maravillas). las ciencias es o bien aquella que poseyera la divinidad en gra-
Así. pues, sifilosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que 20 do sumo, o bien aquella que versara sobre lo divino. Pues bien»
perseguían el sabef por afán de conocimiento~yiH) por utilidad y solamente en ella concurren ambas características: todos^en
alguna. Por otra parte, así lo atestigua el modo en que sucedió: efecto, opinan que Dios es causa y principio, y tal ciencia la
y es^qüe un conocimiento tal comenzó a buscarse cuando ya 10 posee Dios, o sólo él, o él en grado sumo. Y, ciertamente, todas
existían todos los cortócifitíentos necesarios, y también los re- las demás (ciencias) serán más„aece>sarias que ella, pero níñgu-
lativos al placer y al pasarlo bien. Es óbvT^ p n esrq W no la Ra~es~fnejer.
büscánws^pórningtma Otra utilidad, sino que, al igual que un 25 La posesión de esta ciencia ha de cambiarnos, en cierto
hombre libre es, decimos, aquel cuyo fin es él mismo y no sentido, a la actitud contraria (de la que corresponde) al estado
otro, así también consideramos que ésta es la única ciencia li- inicial de las investigaciones. Y es que, como decíamos, todos
bre: solamente ella es, efecto, su propio fin. comienzan maravillándose de que las cosas sucedan como su*
Por ello cabría considerar con razón que el poseerla no es ceden: así ocurre, por ejemplo, en relación con los autómatas
algo propio del hombre, ya que la naturaleza humana es esclava de los teatros de marionetas [eso les pasa a los que no han vis-
en muchos aspectos, de modo que —según dice Simónides— 15 to la causa], o en relación con las revoluciones del sol, o con la
inconmensurabilidad de la diagonal (a todos, en efecto, mara-
sólo un dios tendría tal privilegio l0, 30
villa [a los que no han visto la causa] que algo no pueda medir-
se ni con la más pequeña de las medidas). Es preciso, sin em-
sj bien sería indigno de un hombre no buscar la ciencia que*
bargo, que se imponga la actitud contraria y que es la mejor,
por sí mismo^le corresponde^Ahora bien, si los poetas tuvie-
según el refrán, como ocurre incluso en estos casos, una vez
ran razón y la divinidad fuera de natural envidioso, lo lógico 983a
que se ha aprendido: nada, desde luego, maravillaría tanto a un
sería que (su envidia) tuviera lugar en este caso más que en
20 geómetra como que la diagonal resultara conmensurable.
ningún otro y que todos los que en ella descuellan fueran unos
Queda dicho, pues, cuál es la naturaleza de la ciencia en
desgraciados. Pero ni la divinidad puede ser envidiosa sino
cuya búsqueda andamos y cuál es el objetivo que ha de alcan-
que, como dice el refrán,
zar la búsqueda y el proceso de investigación en su conjunto11.
los poetas dicen mucha s mentiras,

ni cabe considerar a ninguna otra (ciencia) más digna de esti-


ma que ésta. Es, en efecto, la más divina y la más digna de es- 5
tima y lo es, ella sola, doblemente. En efecto, la divina entre 11 De lo expuesto en todo el capitulo se desprende una concepción de la
sabiduría como conocimiento 1) de lo máximamente universal. 2) de las cau-
w Philósophos; en este caso lo traduzco por medio de la expresión «aman- sas y los principios primeros y 3) de la divinidad. La articulación de estos tres
te de la sabiduría» para destacar el paralelismo con philómythos que traduzco aspectos (a cuya afirmación se ha llegado a partir de las «opiniones comu-
como «amante del mito». nes») en un saber unitario constituye el más difícil problema del proyecto me-
10 Fg 3 H il l h r Cf. también P la tó n , Prologaras 34le. 344c. tafísico de Aristóteles.
término, a la definición, y el porqué primero es causa y princi-
Ca pít u l o t e r c e r o 30 pío)^la segunda, la materia.} t s decir, el sujeto; |la tercera, de
donde proviene el inicio del movimiento l4,\y la cuarta,fhIacausa
(LAS CUATRO CAUSAS Y LA FILOSOFÍA ANTERIOR)
opuesta a esta última, aquello para lo cual l5, es decir, el bien
(éste es, desde luego, el fin a que tienden la generación y el
Es obvio, pues, que necesitamos conseguir la ciencia de las movimiento). Y aunque sobre ellas hemos tratado suficiente-
causas primeras (desde luego, decimos saber cada cosa cuando 25 985b mente en la Física, tomaremos, con todo, en consideración a
creemos conocer la causa primera) Pero de «causas» se habla los que antes que nosotros se acercaron a investigar las cosas
en cuatro sentidos:, de ellas, una causa decimos que es la enti- que son, y filosofaron acerca de la verdad. Es evidente que
dad, es decir, la esencia 13 (pues el porqué se reduce, en último támbién ellos proponen ciertos principios y causas. Al ir a
ellos sacaremos, sin duda, algún provecho para el proceso de
Los capítulos 3-7 constituyen una exposición de las doctrinas filosófi- investigación de ahora, pues o bien descubriremos algún otro
cas anteriores. Sobre esta exposición conviene tener en cuenta lo siguiente: I ) 5 género de causa, o bien aumentará nuestra certeza acerca de
Como el propio Aristóteles señala, la perspectiva adoptada es su propia doctri- las recién enumeradas.
nn de las cuatro causas expuesta en la Física (II 3 y 7). Aristóteles contempla De los que primero filosofaron, la mayoría pensaron que
el desarrollo de la filosofía anterior como un proceso inevitable de descubri-
los únicos principios de todas las cosas son de naturaleza ma-
miento sucesivo de sus cuatro tipos de causa y, por tanto, como una confirma-
ción de la valide/ de su propia doctrina al respecto. 2) El tratamiento de los fi-
terial: y es que aquello de lo cual están constituidas todas las
lósofos anteriores no es puramente lineal, sino que se entrecruzan los puntos cosas que son, y a partir de lo cual primeramente se generan y
de vista cronológico y lógico. 3) En general, las opiniones dignas de tenerse en lo cual últimamente se descomponen, permaneciendo la cu-
en cuenta (bien porque son comúnmente admitidas, bien porque son admitidas
por los sabios, o por los más reconocidos de éstos) son denominadas por Aris-
(óteles éndoxa. El recurso a las mismas constituye un rasgo característico del
proceder dialéctico. (Sobre los éndoxa y su pertenencia a la argumentación nero el término ‘esencia’. Después de todo, lo que tal fórmula expresa es, exac-
dialéctica, cf. Tópicos I 1, 100a18-101 a4.) tamente. ¡a esencia de una cosa en cuanto contenida en su definición: a la pre-
n «La entidad, es decir, la esencia»: ten ousian kai to tí en etnai. Como gunta «para un x ¿qué es ser x?» responde y corresponde la definición de x.
en otros muchísimos casos en que Aristóteles vincula con un kai dos términos '■* «A quello de donde proviene el inicio del movim iento»: hóthen he
técnicos próximos en cuanto al significado (por ejemplo, he ousía kai ho lo- arch i tes kineseós. La tradición posterior utilizará la expresión ‘causa eficien-
tos. he ousía kai to hypokeímenon, etc.), considero que la conjunción copula- te* para este tipo de causa. Mantengo, no obstante, la fórmula literal de Aristó-
tiva tiene valor explicativo. teles porque en éste la eficiencia se interpreta siempre en términos de su teoría
En cuanto a la controvertida y peculiar fórmula id ti en etnai, su traduc- del movimiento.
ción literal sería «qué era sep> o «qué es ser». Se tra ta re üña fórmula abrevia- 15 «Aquello para lo cual»: hoú héneka. Esta fórmula se traduce a menudo
da cuya expresión completa nos daría, por ejemplo: «para un hombre ¿qué es como «fin» (palabra que reservamos para la griega télos). Con nuestra traduc-
xer hombre?» o más generalmente, «(para un x) ¿qué es ser (x)?». Aunque ya ción se pretende mantener el paralelismo expresamente subrayado por Aristó-
algún traductor español (por ejemplo, M . C a n d e l S a n m a r t í n , en Aristóteles. teles entre ia causa anteriormente citada y ésta, que es lo opuesto de aquélla .
Tratados de lógica, I, Madrid. Gredos [B.C.G., núm. 51], 1982 (2." reimp. así, si la primera es aquello de donde se origina el movimiento, ésta es aquello
I994J) ha optado por traducir esta fórmula con la expresión ‘qué es ser’, pre- hacia lo cual, para lo cual el movimiento tiene lugar.
tidad por más que ésta cambie en sus cualidades, eso dicen que 10 luego, nadie pretendería co¿ocar entre éstos a Hipón l6, dada la
es el elemento, y eso el principio de las cosas que son, y de ahí vulgaridad de su pensamiento.)
que piensen que nada se genera ni se destruye, puesto que tal 5 , Anaxímenes y Diógenes afirman que el aire es anterior al
naturaleza se conserva siempre, al igual que tampoco decimos agW'y^que, entreToífcuerpos simples, él es principio por anto-
que Sócrates «se hace» en sentido absoluto cuando se hace nomasia. Por su parte, Hipaso el metapontino y Heráclito el
hermoso o músico, ni que «se destruye» cuando pierde tales efesíló (afirman) que lo es el fuego, y lEmpédocles, a su vez,
disposiciones, ya que el sujeto, el mismo Sócrates, permanece: 15 añadiendo la tierra como cuarto a los ya mencionados, (afirma)
del mismo modo tampoco podrá (decirse respecto de) ninguna q ue!o sδίτΓTbs^üatro (y~que éstos, efectivamente, permanecen
otra cosa, pues siempre hay alguna naturaleza, sea una o más 10 siempTé^y nó se generan, a no ser por aglomeración y escasez,
de una, a partir de la cual se genera lo demás, conservándose cuándo se reúnen formando una unidad y se separan de la uni-
aquélla. dad que formaban). íAnaxágoras el clazomenio —que es ante-
Por lo que se refiere al número y a la especie de tal princi- rior a este último en cuanto a la edad pero posterior a él en
pio, no dicen todos lo mismo, sino que; Tales. el introductor de cuanto a las obras— afirma, en fin, que los principios son infi-
este tipo de filosofía, fdice que es el agua (de ahí que dijera 20 nitos: en suma, viene a decir que todos los cuerpos homeomé-
también que la tierra está sobre el agua), tomando esta idea po- ricos , como el agua o el fuego, se generan y destruyen úníca-
siblemente de que veía que el alimento de todos los seres es 15 mente por reunión y separación, pero que en ningún otro
húmedo y que a partir de ello se genera lo caliente mismo y de sentido se generan o destruyen, sino que, antes bien, permane-
ello vive (pues aquello a partir de lo cual se generan todas las cen eternos.
cosas es el principio de todas ellas) — tomando, pues, tal idea A partir de estas indicaciones cabría, ciertamente, suponer
de esto, y también de que las semillas de todas las cosas son de 25 que la única causa es la que se dice tal en el sentido específico
naturaleza húmeda, y que el agua es, a su vez, el principio de de «materia». Sin embargo, al avanzar de este modo, el asunto
l:t naturaleza de las cosas húmedas. mismo les abrió el camino y los obligó a seguir buscando.
Hay, por lo demás, quienes piensan que también los más 20 Pues si bien es verdad que toda generación y descomposición
antiguos, los que teologizaron por vez primera y mucho antes tiene lugar, antes que nada, a partir de algo, sea uno o múltiple,
de la generación actual, tuvieron una idea así acerca de la natu- ¿por qué sucede tal, y cuál es la causa? Porque, ciertamente, el
raleza: en efecto, hicieron progenitores de todas las cosas a sujeto mismo no se hace cambiar a sí mismo: quiero decir, por
Océano y Tetis, y (dijeron) que los dioses juran por el agua, la 30 ejemplo, que ni la madera ni el bronce son causa, respectiva-
llamada «Estigia» por ellos [los poetas]. Ahora bien, lo más mente, de su propio cambio; ni la madera hace la cama ni el
nntiguo es lo más digno de estima y lo más digno de estima 25 bronce hace la estatua, sino que la causa del cambio es otra
ι·κ, a su vez, aquello por lo cual se jura. No obstante, no está
nada claro si esta opinión acerca de la naturaleza es, efectiva-
mente, primitiva y antigua; en todo caso, de Tales se dice que 984a
16 Pensador de escasa im portancia, del s. v a. C. Sobre él, cf. DK. 38
m' manifestó de este modo acerca de la causa primera. (Desde (I, 384-89).
co sa,7. Ahora bien, buscar esta causa es buscar el otro princi- que seguramente ni el fuego ni la tierra ni ningún otro de tales
par. en nuestra terminología, aquello de donde procede el ini- elemerifós puede ser tomado razonablemente como causa de
ciaxtel movimiento: Ciertamente, los que al principio se aplica- que unas cosas sean bellas y buenas y otras lleguen a serlo, y
ron a este proceso de investigación y afirmaron que el sujeto es tampoco es verosímil que aquéllos lo creyeran. Por otra par-
uno solo, no se plantearon esta dificultad, sino que algunos de ter, tampóco resultaba adecuado atribuir tamaña empresa a la
los que afirman (que el sujeto es) uno, como derrotados por 30 casualidad y al azar. Así que cuando alguien afirmó que, al
esta búsqueda, dicen que lo uno es inmóvil y que lo es la natu- igual que en los animales, hay también en la Naturaleza un En-
raleza entera, no sólo en cuanto a la generación y descomposi- i5 tendimiento, causa de la belleza y del orden universal, debió
ción (pues esto venía ya de antiguo y todos coincidían en ello), parecer como quien está en sus cabales frente a las banalidades
sino también en cuanto a toda otra clase de cambio: y esto es 984b que decían los anteriores. Con toda evidencia sabemos, cierta-
lo peculiar de ellos. Así pues, ninguno de los que afirman que mente, que Anaxágoras sé"átuvo á este tipo de explicación, si
todo es uno llegó a vislumbrar también este tipo de causa ex- bien Hermótimo el clazomenio tiene fama de haberlo dicho an-
cepto, tal vez, Parménides, y éste en la medida en que propuso 20 tes que él. Así pues, los que han mantenido esta idea estable-
que hay no sólo lo Uno, sino también, en algún sentido, dos cieron qué la causa del ordenas, a la vez, principio de las co-
causas. Por el contrario, quienes ponen más de un principio sas qae sonl precisamente aquel principio de donde les viene el
-por ejemplo, lo caliente y lo frío, o el fuego y la tierra— movimiento a las cosas que son.
cuentan con una posibilidad mayor de explicación: en efecto, ^
recurren al fuego como si éste poseyera naturaleza motriz, y al
agua y la tierra y los cuerpos semejantes como si poseyeran la
naturaleza contraria.
Después de éstos y (del descubrimiento) de tales princi-
pios, puesto que eran insuficientes para generar la naturaleza
Je las cosas que son, forzados una vez más, como decíamos,
|K>r la verdad misma, buscaron el principio siguiente IH. Y es 10

17 Que nada se cambia (en general, nada se mueve) a sí mismo, es una ley
necesaria según Aristóteles. Así pues, donde hay cambio habrán de distinguir-
le necesariamente dos principios, activo el uno. capaz de originar el movi-
miento, y pasivo el otro, la materia.
'* El Principio «siguiente» al que se refiere Aristóteles no es. aunque pue-
ilti purecerlo a primera vista, el fin o «aquello para lo cual». Se trata del mis- pió «material» generador del movimiento (que sería incapaz de dar cuenta del
?iH1 principio de que se viene ocupando, es decir, de la causa originadora del orden y la perfección), sino como agente capaz de producir la perfección v el
movimiento, pero contemplada ahora desde otra perspectiva: no como princi- arden. (Cf. el comentario de R r a l e . o.c., I, pág. 159» n. 23.)

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