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2. Justino y las semillas del Logos

Esta vez le toca el turno a Justino, el filósofo y mártir. Justino tenía una mente y un corazón
inmenso; él veía a Cristo, el Logos, por todas partes, y en especial en su cultura griega.
Parece que esto de Justino se fue quedando sólo en teoría y se olvidó en la misión.
2.1 Las “pepitas” de colores y la inculturación
Para mi reflexión, empiezo recordando un medio ritual que hacía yo, cuando pasé un año
compartiendo la vida de la gente de Ndonyowasin, en la tierra samburu. Me gustaba, por
ahí por los caminos, recoger las “pepitas” que se caían de los collares y brazaletes de las
mujeres y los guerreros; para mí, eso tan banal y que celebré por todo un año, era como un
sacramento de inculturación. Aquí va:
Caminando por ahí, me he dado cuenta que hay entre la arena muchas “pepitas” de colores
que se le han caído a los guerreros y mujeres de sus collares y manillas. Son pequeñitas y no
se ven a simple vista. Las he ido recogiendo, fijándome al caminar, inclinándome sobre cada
una y poniéndolas juntas. Algunas están desgastadas por el uso y, después de verlas, decido
mejor arrojarlas. Cuando voy de noche la luz de las estrellas y la luna me impide ver la
arena y los colores y casi forzado me pongo a gozar del brillo del cielo. Ya tengo muchas
“pepitas” de colores que al estar juntas muestran toda su belleza.
Esto que hago con las “pepitas” es para mí celebración del sacramento de la inculturación.
Si me fijo bien, hay en la cultura que me acoge muchas “semillas” del Logos; semillas que,
como estas “pepitas” de colores, han adornado estas gentes desde siempre. A veces no se
ven a simple vista, hay que andar con respeto, sin levantar el polvo, fijándose. Sólo así se
descubre la belleza. Así como cada “pepita” es una alegría para mí, así también cada
“semilla” del Logos, es decir, cada cosa que aquí me habla y me recuerda a Jesús, a Cristo, y
que se esconde en el suelo humilde de sus tradiciones.
Cada vez que quiero recoger una “pepita” me tengo que inclinar, arrodillarme para
recogerla. Así, ser misionero y trabajarle a la inculturación es vivir en adoración del Logos
del Padre que el Espíritu hace presente en esta cultura y en todas las culturas. No puedo
hacer nada si no soy un contemplativo y si este pueblo no se me convierte en un ostensorio
de la divinidad, de Cristo Jesús. Adoración siempre, “contemplación de todos los momentos
y de todos los lugares” decía Miguel Ángel Builes. Adoración siempre. A veces, en vez de
semillas del Logos, tengo al mismo Logos. Así como cuando llega la noche y salen las
estrellas no puedo ver más las “pepitas” entre la arena, pero puedo levantar la vista y veo el
cielo iluminado, así también, muchas veces, especialmente cuando hay noche de dolor y
soledad, de dificultad e inutilidad, puedo ver las estrellas que muestra la oscuridad, puedo
sentir más cerca a Dios.
Y en cuanto a las “pepitas” desgastadas que mejor arrojo, se me parecen a las cosas que
encuentro aquí que ya no expresan al Logos, que ya no dejan ver su luz, y que por ello hay
que dejar. Y es lo que los padres de la Iglesia llamaban la “regla de fe” “regula fidei” lo que
me da luz para discernir lo que está gastado. Regla de fe que no es otra cosa que la
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encarnación de Cristo, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús y la unidad con todos los
que creen, así no sean cristianos.
Ah, y voy poniendo las “pepitas” juntas y se van haciendo, unidas a las otras, más bonitas
todavía. Cada una enriquece con su color el color de las otras. Así será la Iglesia samburu si
logramos seguir recogiendo con respeto y en adoración las semillas del Logos. Y así será la
Iglesia en todas las culturas de la tierra. Cada una bien distinta y haciendo más bonita la
otra. Una esposa toda ella adornada de perlas, vestida de sol, con la luna bajo sus pies. ¿Y
el Rey? ¡Prendado de su belleza! ¡A qué tamaña fiesta vamos todos a parar! ¡Y nosotros
misioneros, amigos del novio! ¿Dónde va a caber tanta alegría?
2.2 Todo lo que se ha dicho de bueno, pertenece a los cristianos
Creo que no se pueda hablar de inculturación sin hablar de Justino (100-160). Su
pensamiento sobre las semillas del Logos está en los cimientos del diálogo fe y culturas.
Este filósofo era samaritano de nacimiento y griego de cultura, y, además, vivió y enseñó en
Roma. Su vida toda fue una búsqueda de la verdad y al encontrarse con el Evangelio se
sintió auténtico filósofo. Sus obras, Diálogo con Trifón y 2 Apologías, son no solo defensa de
la fe, sino puentes hacia la cultura griega y latina. Justino afirma, en diálogo con los filósofos
de su tiempo, que él sigue al Logos, es decir la razón, y que esto le asegura que no puede
haber contradicción entre su fe y todo lo que sea “lógico” (que pertenezca al Logos).
Cristo, lo sabía Justino leyendo a Juan, es el Logos de Dios1.
El Logos, de acuerdo a Justino, está en todos los pueblos y esto incluso antes de la
encarnación en Jesús. Por eso, en todas partes, dice él, se puede encontrar al Logos mismo
o su semilla “puesta en todas las razas de hombres y mujeres”2. Para nuestro filósofo,
gente como Sócrates, vivieron de acuerdo al Logos. Lo que fue revelado abiertamente en
Jesús, se había ya manifestado en Sócrates y en la filosofía: “ Estas cosas fueron reveladas
por la razón, no solo entre los griegos y con Sócrates, sino también personalmente, entre los
barbaros, cuando el Logos tomó forma y se hizo hombre y fue llamado Cristo-Jesús”3.
Justino tiene que librar una dura batalla, en un mundo donde los cristianos estaban siendo
perseguidos, y los destinatarios de sus escritos eran, a primera vista, acérrimos enemigos.
Aun así, el filósofo está seguro que entre sus oponentes y él hay mucho en común y esto por
la presencia del Logos tanto en los adversarios como en él y sus hermanos de religión.
Antes que marcar diferencias, Justino deja claro lo que une. Él está seguro de que “nosotros
decimos cosas similares a las de los griegos” 4. Y para él, lo que se dice aquí o allá, entre los
cristianos o entre los filósofos, si es verdad, si es bueno, pertenece al Logos, pertenece a
Cristo5.
Justino reconoce que todos los hombres y mujeres participan del Logos y, es más, si viven
de acuerdo al Logos, ellos pueden ser llamados cristianos sin ningún problema: “Nos han

1
Cfr. 2 Apología 2,8
2
Ibíd., 2,8
3
1 Apología 5
4
Ibíd., 24
5
Ibíd., 20
3

enseñado que Cristo es el primogénito de Dios, y de que él es el Logos del que participa toda
raza de hombres y mujeres. Y todos los que viven con el Logos son cristianos, incluso si
muchos de ellos han sido tenidos como ateos; entre los griegos, Sócrates y Heráclito y otros
como ellos; entre los bárbaros, Abrahán, Ananías y Asarias y Misael, y Elías, y muchos otros
cuyas acciones y nombres, por ser tantos, sería tedioso enumerar” 6.
Según el pensamiento de Justino, todo lo que se dice de bueno en el mundo, dígalo quien lo
diga, académicos o gente sin escuela, pertenece a los cristianos, es decir a los seguidores de
Cristo, el Logos: “Cada persona habla bien de acuerdo al Logos, el sembrador, presente en
ella… Es así que, todo lo que se ha dicho de bueno entre la gentes, pertenece a los
cristianos” 7.
2.3 Justino y los líos de hoy
Todas estas cosas que Justino enseñaba ya en el siglo II parecen olvidadas hoy en muchos
ambientes de Iglesia y misión. Para muestra, tres botones:
- La conferencia episcopal española y su reciente documento sobre la oración
cristiana
El 28 de agosto pasado, la comisión para la doctrina de la fe de la conferencia episcopal
española hizo público “Orientaciones doctrinales sobre la oración cristiana” 8. El documento
sale al paso a la práctica de la meditación que se apoya en los aportes del budismo y otras
religiones orientales. Y a lo largo de sus páginas se afirma que “no es posible una oración
propiamente cristiana que asuma globalmente un método que no esté originado o se aparte
del contenido de la fe”. Para los obispos, practicas cómo el “mindfulnes” y “meditación zen”
son “extraños a la fe cristiana”. El documento habla de tradiciones religiosas “ajenas” al
cristianismo y al rico patrimonio espiritual de la Iglesia. En la catequesis que ofrece el
documento se descalifica totalmente lo que no se origine en el “seno de la Iglesia” y se
olvidan las enseñanzas del Vaticano II sobre el diálogo interreligioso, especialmente la
Nostra Aetate, y todo el camino de encuentro con las grandes religiones en estos 60 años
después del concilio.
- La discusión sobre la Iglesia con rostro amazónico
El cardenal Müller se escandaliza, en sus críticas al sínodo de la Amazonía, porque en el n.
19 del Instrumentum Laboris se dice que “el territorio es un lugar teológico desde donde
se vive la fe, es también una fuente peculiar de la revelación de Dios”. Para el teólogo
alemán, sólo la Sagrada Escritura y la Tradición son fuente de la revelación 9, y esta frase del
documento preparatorio es, según él, herética. Es verdad, las fuentes de la revelación son la
Sagrada Escritura y la Tradición, pero, ¿no son precisamente la Escritura y la Tradición las
que desde siempre nos han invitado a reconocer la presencia de Dios en lo creado, a
conocerlo por sus obras?
6
Ibíd., 46
7
2 Apología 13
8
https://conferenciaepiscopal.es/mi-alma-tiene-sed-de-dios-del-dios-vivo-sal-42-3-orientaciones-doctrinales-
sobre-la-oracion-cristiana/
9
http://www.redescristianas.net/cardenal-muller-critica-el-documento-del-sinodo-de-la-amazonia/
4

- Camilo Sexto, una homilía funesta


Con motivo de la muerte del cantautor ibérico, el cura del pueblo salió a predicar en tono de
regaño que Camilo no había conseguido nada en su vida y que su carrera sólo fue para ganar
plata. Parece que según piensa la Iglesia, porque el predicador decía hablar con la autoridad
de ella, el pobre Camilo se sumió con todas sus canciones en el infierno. Los fieles,
especialmente las feligresas que en su juventud se inspiraron en las canciones de amor y en
la poesía del artista, no se lo podían creer (y ellas, que habían ido a misa, precisamente para
rezar por el alma del difunto, lo encontraron condenado desde el púlpito). Se tiene que
suponer pues que, si la cosa no sucede dentro de la Iglesia y de acuerdo al pensamiento
de los curas, no vale para nada y es más bien estorbo para los creyentes en “fuga mundi”.
Cristo, en el que todo consiste, según Pablo, se ve así atrapado en los templos. El Logos, del
que decimos que todo lo puede, no pudo nada en el poeta que además cantaba. Más
acertado que el predicador de marras, fue Nicolás Maduro que al saber la noticia del
fallecimiento mandó condolencias al Vaticano por la muerte del papa Camilo Sexto.
2.4 Pensar y hacer la misión valiéndonos de las intuiciones de Justino
- La mejor apología
El apologista Justino nos enseña que la mejor manera de defender la fe es ponernos en el
sombrero y en los zapatos de los que pensamos adversarios. No hacemos ningún servicio a
la fe que proclamamos si no dejamos nuestras propias categorías mentales y usamos las de
los que se oponen. Por ejemplo, si me da por criticar la meditación oriental, tengo que
entenderla primero y hasta practicarla. Hacer puentes es la mejor apología. Necesitamos
aprender las lenguas y las culturas y las costumbres y los ritos, no sólo de la gente que nos
da la bienvenida, sino también, y, sobre todo, de los que nos rechazan.
- Buscar el Logos donde vayamos
A Justino le entusiasmaba encontrar las semillas del Logos fuera de la comunidad de los
cristianos: este es el punto de partida de toda misión. Nosotros no podemos ir a los
pueblos con “el síndrome de Adán”, pensando que todo comienza con nosotros, que
Cristo llega con nosotros. Hay que buscar las semillas, y los árboles con flores y frutos que
el Logos ha sembrado desde siempre. Hay que empezar buscando los “lógicos”, los que
por esas latitudes han reflexionado y obrado según el Logos. Nos vamos a la misión
convencidos de que el Logos, Cristo, está tanto en nosotros como en los que nos darán la
bienvenida. Evangelizar no consiste en dar al otro el Evangelio que no tiene, sino en
ayudar a que todos lo puedan descubrirlo “a la mano”, “dentro de ellos”, “cerca”. Dice
Pablo D´Ors: “No pienso que los cristianos tengan el deber de hacer el mundo cristiano, el
mundo es ya cristiano sin nuestra mediación. Según pienso, los cristianos tenemos que ser
testigos y decir: ´aquí está, y aquí, y también aquí”10.
- Misión es cultivar las semillas del Logos
Misión es facilitar el cultivo de las semillas del Logos presentes en los otros pueblos,
cuidarlas para que no se pierdan y dejar que crezcan y den flores y frutos; no es llevar
10
D´Ors, Pablo, El Olvido de sí, Valencia, 2013. p. 312.
5

semillas de aquí para allá, o de allá para acá. El Logos pertenece a todos y está en todos
como en su casa. No hay que llevar leña al monte. Más que traer a Cristo, la misión,
proporciona para que la gente encuentre a Cristo que está en ellos y que los ha inspirado
siempre. Así que cada pueblo tiene su propia contribución, su propio punto de vista, del
mismo misterio. El trabajo misionero es el que sugería Sócrates, mayéutica; esto es,
ayudar a los pueblos a parir a Cristo, al Cristo que se gesta en ellos y crece en ellos. El
seno de la Iglesia da a luz, no en las estrecheces de una institución, sino allí donde el Logos
pone su simiente. Los misioneros no llevan a Cristo en las “probetas” de sus categorías y
paradigmas, los misioneros ayudan el parto de la humanidad toda, del universo todo, que
siempre está dando luz a Cristo. No hay que llover sobre mojado. Cristo está presente en
todas las culturas, pueblos, religiones, situaciones, ámbitos, nunca es un extraño. Si Moisés
y los profetas hablaron de Cristo, los ancestros, los sabios, los justos, los poetas de los
pueblos todos han hablado de Cristo y lo conocen y participan de él, aunque con otros
nombres y experiencias. Nada, si es bueno, puede ser “ajeno” al cristianismo y a la
Tradición de la Iglesia.
- Testimoniar a Cristo
Estamos muy acostumbrados a pensar que testimoniar a Cristo es ir a otras gentes y
presentarles a alguien o algo que los que nos acogen no conocen; alguien o algo que,
supuestamente, nosotros sí entendemos. Creo que eso no es así. Testimoniar a Cristo, así lo
entiendo, es ir a otros pueblos, a otras culturas, a otros mundos, a otras religiones, y allí,
con los ojos de nuestra fe, ver donde está Cristo, hacerlo notar, ubicarlo, tocar su carne.
Testimoniar es ir y descubrir a Cristo en los otros: un misionero es alguien muy libre, muy
vacío de sí y de su mundo, y que tiene ojos y fe para ver a Cristo y palparlo por doquier. No
se trata de imponer una idea nuestra por muy santa que sea; una convicción nuestra, por
muy segura que sea; una norma nuestra por muy perfecta que sea; unos ritos nuestros, por
muy litúrgicos que sean. Cristo no es alguien a quien llevamos, es alguien a quien nos
encontramos donde vamos. No tengo que llevar a quien desde el principio y hasta siempre
está y estará en todas partes. A mí me toca percibirlo y decir, “mírenlo, aquí está…”, y esto
hacerlo con toda la dicha y con toda la fuerza porque nosotros sabemos que este mismo
Cristo, hecho carne en Jesús, venció toda muerte y mal, él es la salvación, él es la vida
misma (tal vez esto, que es nuestra fe, es lo que no tienen todavía esos pueblos donde
vamos).
Nosotros, conociendo la noticia de la encarnación, conociendo cómo el Hijo de Dios se hizo
materia, se hizo gente, tenemos el ABC, o mejor la gramática, para poder leerlo en todas las
otras culturas del mundo; Jesús de Nazaret, su vida, muerte y resurrección es el canon, es la
regla de fe, para entender cómo se encarna en otros lugares y tiempos y para saber
reconocerlo: lo que no coincide con Jesús de Nazaret, lo que está en contracción con su
pascua, pues sencillamente no es expresión del misterio de Cristo. Y es por esto, por este
canon que la Providencia puso en nuestras manos, que vale la pena irnos por todas partes.
A ese que está en todas partes, a Cristo, nosotros lo hemos contemplado, visto, oído,
tocado, y esa experiencia es la Tradición, y la entregamos a los otros para que puedan
también, en sus contextos, contemplarlo, verlo, oírlo, tocarlo. Los evangelios de Marcos,
Mateo, Lucas y Juan, no pueden ser únicos y exclusivos para llevar la noticia de Cristo, son
sólo cartillas que nos enseñan a leer a Cristo en el gran libro del universo y de la humanidad.
Allí donde llega un misionero, se escribe un evangelio nuevo, según el territorio tal, según
6

la cultura tal, según el barrio tal, según la ciudad tal, según la montaña tal, según la flor tal,
según la familia de tal, según fulano de tal… No hay nada ni nadie que no diga Cristo. El
Evangelio, aunque nuevo, es siempre el mismo.
- Otras citas para complementar
“El Espíritu se manifiesta de modo particular en la Iglesia y en sus miembros; sin embargo,
su presencia y acción son universales, sin límite alguno ni de espacio ni de tiempo. El
Concilio Vaticano II recuerda la acción del Espíritu Santo en el corazón del hombre, mediante
las ´semillas de la Palabra´…. En efecto, el Espíritu se halla en el origen de los nobles ideales
y de las iniciativas de bien de la humanidad en camino… Es también el Espíritu quien esparce
´las semillas de la Palabra‘ presentes en los ritos y en las culturas, y los prepara para su
madurez en Cristo”11
“Hemos de contemplar el misterio de Cristo con ojos nuevos y escuchar su voz en nuevos
idiomas. Es preciso que dejemos a un lado nuestras nociones preconcebidas de Cristo y nos
permitamos experimentar el misterio del amor de Dios de forma nueva” 12.
“Necesitamos reconocer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de
fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas. La presencia
de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar
apoyo y sentido a sus vidas. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la
fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino
descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero,
aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa”13.

11
Juan Pablo II, La Misión del Redentor, 28.
12
Delio, Ilia. Cristo en Evolución, Santander, 2014. p. 117.
13
Francisco, La Alegría del Evangelio, 71.

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