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Estética I
“Es muy probable, mi querido lector, que más de una vez se te haya ocurrido dudar de la legitimidad de la
famosa tesis filosófica que proclama que lo exterior es lo interior y que lo interior es lo exterior. Quizá tú
mismo hayas guardado alguna vez con todo tu ahínco un determinado secreto, porque con la alegría o la
pena que producía en tu alma resultaba algo tan querido como para no comunicárselo a nadie.” (Prólogo de
O lo uno o lo otro)1.
“[...] Nuestra época, ciertamente, posee una peculiaridad típica sobre aquella época griega de que estamos
hablando, a saber, la de ser más melancólica y, en consecuencia, más profundamente desesperada. Así
nuestra época es lo bastante melancólica como para no ignorar que existe una cosa que se llama
responsabilidad y que ésta tiene su importancia [...]”2.
“[...] en el mundo antiguo la subjetividad no era autorreflexiva. Aunque los individuos se movían libremente,
lo hacían, sin embargo, dependiendo de ciertas instancias sustanciales como el Estado, la familia y el
destino […] la caída del héroe no es solamente una consecuencia de su acción, sino que es, además un
padecimiento. […] en la tragedia moderna la caída del héroe no es propiamente algo que se padece, sino un
acto. […] El héroe trágico tiene conciencia reflexiva, y esta reflexión sobre sí mismo no solo le pone fuera
de todo contacto directo con el Estado, la familia y el destino, sino que con frecuencia lo desvincula incluso
de su misma vida anterior. […] El héroe se mantiene o sucumbe, única y exclusivamente en virtud de sus
propias acciones.”3.
“[...] del mismo modo que en la tragedia griega la acción es algo intermedio entre el actuar y el padecer, así
lo es también la culpa, y en esto consiste el choque trágico. En cambio, la culpa resultará tanto más ética
cuanto más reflexiva se haga la subjetividad y más abandonado a sí mismo, de una manera total y
pelagiana, veamos al individuo. [...]”4.
“[...] En la tragedia antigua la pena es más profunda y el dolor menor; en la moderna el dolor es mayor, la
pena menor. La pena, mucho más que el dolor, contiene siempre en sí misma algo sustancial. En el dolor
siempre hay una cierta reflexión sobre el sufrimiento, reflexión que la pena desconoce […] En Grecia la
pena es más profunda porque la culpa entraña la ambigüedad estética. En nuestro tiempo el dolor es mayor
[…] [en la tragedia moderna] el héroe sufre toda su culpa y se hace transparente a sí mismo en medio del
sufrimiento íntimo por su propia culpa”5.
“Nuestra época se ha quedado sin todas esas categorías sustantivas de familia, Estado y estirpe. Por eso no
tiene más remedio que abandonar al individuo enteramente a su suerte, de tal manera que éste estrictamente
se convierta en su propio creador. De ahí que su falta sea pecado y su dolor el del arrepentimiento. Claro
que de este modo ya no hay tragedia. O si se quiere solo queda una tragedia sufriente -en el sentido más
riguroso de este vocablo- sin el menor interés trágico, porque la fuerza de la que dimana el sufrimiento ha
perdido por completo su importancia y, en tales circunstancias, el espectador grita <<Ayúdate y el Cielo te
ayudará>>. O dicho con otras palabras, el espectador ya no tiene ninguna compasión del personaje. Ahora
bien, la compasión es, tanto en el sentido subjetivo como en el objetivo, la auténtica expresión que
corresponde a lo trágico.”6
“[...] La culpa trágica es mucho más que una culpa meramente subjetiva, es una culpa original […] Sin
embargo, la culpa original supone una íntima contradicción, a saber, que es culpa y al mismo tiempo no lo
es. El lazo por el que el individuo resulta culpable es precisamente el de la piedad, pero la culpa así
7 Íbid. p. 170.
8 Íbid. p. 175.
9 Íbid. p. 176.
10 Íbid. p. 178.
11 Íbid. p. 178.
12 Íbid. p. 180.
13 Íbid. p. 182.
14 Íbid. p. 182.
15 Íbid. p. 184.
16 Íbid. p. 186.