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Cómo amar a un hijo pródigo

por H. Norman Wright


A la edad de veinte años Sheryl rechazó su fe y la
de su familia y empezó a involucrarse en
relaciones abusivas y destructivas, a consumir
alcohol y drogas... El autor nos invita a
reflexionar en el tema y conocer la razón por la
cual algunos hijos actuan de esta forma.

¿Qué pueden hacer los padres cuando un hijo o una hija le da


la espalda a ellos y a su fe?

H. Norman Wright ha escrito más de sesenta y cinco libros


cuyos temas van desde la paternidad y maternidad hasta las
mascotas. Su último libro, sin embargo, ¿Cómo se ama a un
hijo pródigo? (El original en inglés, Loving a Prodigal, publicado por Chariot
Victor Publishing) es tal vez el más personal de todos. A la edad de veinte
años, la hija de Wright, Sheryl, rechazó la fe de su familia y empezó a
involucrarse en relaciones abusivas y a consumir alcohol y drogas. Durante
unos cuantos años, Wright y su esposa, Joyce, oraron, clamaron y lucharon
para sacar a su hija de esa peligrosa vida. Finalmente, Sheryl regresó a Dios.

Conversamos con Norm Wright para conocer la razón por la cual algunos hijos
se alejan de su fe y de su familias. Hablamos, además, acerca de lo que los
padres pueden hacer para ayudar a sus hijos a huir de las trampas de la
rebelión.

¿A qué se refiere usted con el término pródigo?

Esta palabra se utiliza para describir a alguien que ha sido extremadamente


derrochador. En la parábola del hijo pródigo, el hijo desperdició su herencia y
mucho más. Los hijos pródigos derrochan los valores que sus padres les han
enseñado. Desperdician su potencial, sus habilidades, su salud, su futuro y en
algunos casos hasta sus vidas. Para propósitos de esta entrevista, se
entenderá como un hijo pródigo aquel que ha rechazado los valores de su
familia, aun cuando continúe viviendo en casa y aunque sólo tenga doce años
de edad.

¿Por qué en una misma familia hay hijos que se vuelven pródigos y
otros no?

Creo que la rebelión es el resultado de la combinación de la personalidad, el


ambiente, los factores genéticos y la naturaleza pecaminosa que todos
tenemos. Los padres podrían decir: «Nosotros criamos a nuestros cuatro hijos
de la misma forma. Entonces, ¿por qué Juan se mete en problemas y Marta
es una hija ejemplar?» Sin embargo en la realidad, cada hijo es una persona
diferente. Cada hijo nace en una familia diferente. Las dinámicas familiares
cambian a medida que llegan los hijos. Los padres reaccionan en distintas
formas ante los diferentes hijos. Tal vez usted se muda de casa, cambia de
empleo o alguien se enferma. Todos esos cambios afectan el ambiente
familiar.

En estos casos, también existen otros factores que juegan un papel


importante como lo son los problemas mentales o las adicciones. Después de
que nuestra hija se alejara, nos comentó que tenía una personalidad adictiva.
Ella cree que eso contribuyó a su atracción por un estilo de vida lleno de
drogas y alcohol. Si los padres sospechan que existen problemas mentales o
alguna adicción, deberían trabajar con un consejero profesional tan pronto
como les sea posible.

La realidad es que cada hijo posee libre albedrío y esa es la mejor respuesta
que pueda darle a la pregunta por qué algunos hijos se rebelan y otros no.

¿Existe algo que los padres puedan hacer para así evitar que un hijo se
convierta en un pródigo?

Lo mejor que los padres pueden hacer es escuchar a sus hijos desde una
edad temprana y conocer esa persona que Dios ha creado. ¿Qué lo hace
único? ¿Cuáles son sus preocupaciones? ¿Cómo percibe el mundo? Cuanto
más lo conozca, mejor preparado estará usted para identificar los pequeños
cambios que podrían ser señales de rebelión.

Obviamente, la fe también tiene un impacto. Las familias fuertes hacen de


Cristo el centro de su hogar en una forma sana, positiva y realista. La
devoción familiar, el orar unos por otros, el demostrar a través de sus propias
decisiones lo que significa vivir para Dios marcan una diferencia. Todo esto
hace que, para los hijos, la fe sea algo real y los ayuda a percibir a Dios como
alguien a quien pueden volverse, y no como alguien a quien deben temer o
volverse en contra.

Los padres, sin embargo, pueden hacer todo esto e igualmente acabar con un
hijo pródigo. Estas cosas ocurren.

Anteriormente usted mencionó las señales de rebelión. ¿Qué es eso?

Como lo dije, algunas de esas señales las encontramos en el temperamento


de nuestros hijos. Existen hijos que se pueden catalogados como
«opositores.» Este tipo de personas desafiarán la autoridad en cuanto tengan
la oportunidad. Tienden a ser negativos y obstinados simplemente por su
deseo de desafiar a los demás.

También existen aquellos hijos que no expresan su actitud desafiante de una


forma agresiva, sino que todo lo hacen a su manera o sencillamente ignoran
lo que otros quieren o necesitan.

Nuestra hija, Sheryl, era una niña creativa que le gustaba explorar y soñar.
Ella siempre quiso hacer las cosas un poco diferente. Eso pudo haber
contribuido a su rebelión.

Sin embargo, recuerde que así como no existe garantía de que un hijo no se
rebele, estas características de la personalidad tampoco significan que un hijo
está destinado a convertirse en un pródigo. Simplemente son pistas que
indican que lo que pudo haber funcionado para los otros hijos, podría no
funcionar para este hijo en particular.

Mucho se ha discutido acerca de los padres de los muchachos involucrados


en el tiroteo de Columbine. Mirando las cosas desde afuera, parece que hubo
algunas señales a las que no se les prestó atención. Por supuesto que existen
hijos tan callados que hasta un padre comprometido no podría anticipar un
desastre que se avecina. Nunca sabremos si los padres de esos muchachos
podrían haber hecho algo diferente. No obstante, pienso que la mayoría del
tiempo, los padres que prestan atención a sus hijos, aún desde pequeños,
pueden percibir cambios en su comportamiento o actitud que alertan a la
existencia de problemas. Cuando esto ocurre pueden buscar ayuda antes de
que esos problemas se conviertan en algo trágico.

¿Cómo mantiene un padre esa clase de conciencia con un hijo de once


años de edad que insiste en tener privacidad, o un adolescente de
catorce años que no desea hablar de nada?

Sea un observador. Mantenga sus ojos y oídos bien abiertos. Escuche tanto lo
que sus hijos dicen como lo que no dicen. Escuche con sus ojos. Escuchamos
más con nuestros ojos que con nuestros oídos.

Una investigación acerca de los mensajes que percibimos sugiere que 7% de


lo que escuchamos en una conversación se basa en el contenido de lo que se
dice, 38% se basa en el tono de la voz y 55% en los gestos no verbales, tales
como la postura o el movimiento de las manos. Los padres necesitan observar
y escuchar lo que sus hijos están diciendo, aunque no con palabras. Deben
mantener abierta la puerta para que puedan traer a sus amigos e incluso
conocer algo acerca de las familias de estos.

A pesar de los mejores esfuerzos de los padres, si un hijo se rebela,


debe ser devastador. ¿Cómo pueden los padres sobrellevar las
emociones que vienen con un hijo pródigo?

Lo primero que les aconsejo a los padres es darse a si mismos la libertad para
desahogarse por la pérdida que están experimentando. Todo eso produce un
enorme malestar. La familia no está funcionando como usted añoraba y eso
trae innumerables emociones —sentimientos de culpa, enojo, confusión,
dudas. Esas emociones deben ser manejadas en forma eficaz, a la par de la
crisis.

Yo animo a los padres a encontrar un grupo de apoyo en su iglesia o en una


organización en su comunidad. Cuando los padres se encierran en sí mismos,
las únicas personas con las que hablan acerca del tema son ellos mismos y
ellos no son expertos. Son personas que están hundidas en el dolor, que
requieren de consuelo, ánimo y dirección.

Después de un tiempo, pienso que los padres sencillamente tienen que


renunciar a su hijo y entregárselo a Dios. Esto debería ser lo primero; sin
embargo, la mayoría de los padres agotamos todos los caminos antes de
reconocer que Dios será el único que traerá un cambio. Prácticamente tendrá
que buscar una separación entre su persona y la de su hijo; debe darse
cuenta de que no puede controlarlo ni traerlo de regreso. Lo que sí puede
hacer es lo que nosotros hicimos. Le pedimos a Dios –ya que Sheryl no nos
escuchaba– que le trajera personas que ella sí escucharía. Y así fue como
sucedió. Dios usó a un amigo de Sheryl para llevarla a una reunión de
Alcohólicos Anónimos donde ella, finalmente, vio que tenía un problema.
Nosotros nunca pudimos hacerla ir a AA, pero su amigo sí lo logró.

En su libro, usted habla acerca de la vergüenza que muy a menudo


impide que los padres busquen ayuda en sus amigos o incluso en la
iglesia. ¿Cómo pueden los padres vencer esa vergüenza?

Creo que los padres tienen que estar dispuestos a ser honestos, a decir:
«Amigos, esto es lo que nos está ocurriendo». Si su familia está
experimentando un conflicto, no lo oculte. No se obsesione por los
sentimientos de vergüenza. Reconozca que usted tiene un problema que no
puede solucionar; no existe vergüenza en esto.

¿Cómo pueden aquellas personas que no han sufrido esta clase de


problema, alcanzar a las familias que podrían estar demasiado
avergonzadas como para hablar acerca de sus hijos pródigos?

Sinceramente, hay mucha gente inflexible y juiciosa en las iglesias. Existe


esta falsa suposición de que los cristianos deben criar hijos perfectos.
Observe a Dios. Él es el padre perfecto. Le dio a Adán y a Eva todo; hizo todo
bien, pero aun así se rebelaron. Por eso debemos ser sensibles. Si sabemos
que otros están luchando, podemos ir y decirles: «No sé si te gustaría hablar
de esto, pero quiero que sepas que yo estoy a tu disposición.»

Lo que los padres de hijos pródigos no necesitan es alguien que los juzgue o
les diga lo que hicieron mal, o lo que ocurrió cuando el hermano de la tía Julia
pasó por eso. No necesitamos a alguien que nos cite las Escrituras y que
luego se aleje de nosotros. Necesitamos amigos que nos escuchen, que nos
acompañen, que nos apoyen.

¿Qué pueden hacer los padres para traer a los hijos pródigos de vuelta
al hogar, en sentido literal o figurado?

En el caso de nuestra hija, mantuvimos una relación con ella a lo largo de toda
su lucha. Creo que conservar el contacto es una parte esencial de cómo amar
a un hijo pródigo. Sin importar qué tan difícil pueda ser, los padres necesitan
mantenerse en contacto con ese hijo. No corte la comunicación; demuéstrele
su amor. Esto no significa que usted acepta lo que está haciendo. De hecho,
siempre tuvimos claro que no nos gustaba el estilo de vida de Sheryl. Su hijo
pródigo podría decir: «Lo que yo hago es lo que yo soy. Si no lo aceptan, no
me están aceptando a mí.» Si eso ocurre, es muy importante decirle: «Tú no
eres tu comportamiento o tu estilo de vida. Tú vales mucho más que lo que
haces. Y nosotros te amamos como persona, te valoramos como tal.»

Algunos padres usan el método de la insinuación sutil. Ponen un libro en la


mochila de su hijo o dejan una nota en su cama que les recuerda lo mucho
que lo aman. Ellos dirán: «Déjame decirte lo mucho que oro por ti.» No tiene
por qué ser algo complejo o largo, sencillamente una expresión de afecto y
amor.

Por supuesto, en últimas instancias, es Dios quien cambiará el corazón de un


hijo. Los padres solamente pueden permanecer fieles y reconocer que Dios
tiene el control.

¿Cuándo empieza el hijo a demostrar señales de su regreso?, ¿cómo


puede una familia caminar rumbo hacia la reconciliación?

La paciencia es fundamental. Puede tomar hasta un año para que la familia


sienta que ya ha pasado la crisis. Ninguno de ustedes serán las mismas
personas que eran antes.

También hay una gran diferencia entre el perdón y la reconciliación. Usted


puede perdonar, pero la otra persona no tiene nada que ver con eso. La
reconciliación significa que ambas partes están dispuestas a participar del
proceso. A menudo existen resentimientos prologados entre un padre y su
hijo, o entre el hijo y un hermano. Esto pueden actuar como impedimento para
que la reconciliación se lleve a cabo. Como padre, debe trabajar en esos
sentimientos y mantenerse en consejería o en un grupo de apoyo; es decir,
hacer lo que sea necesario para unir a la familia de nuevo.

Otro aspecto que recomiendo es que los padres escriban una lista de sus
expectativas para entregársela al hijo pródigo. El hijo debería hacer lo mismo.
Ambas partes necesitan ser honestos acerca de lo que necesitan y las formas
en que están dispuestos a negociar y a comprometerse. Además, deben
mantener expectativas realistas. Su hijo podría estar listo para renunciar a la
bebida o al robo, pero no estar dispuesto a ir a la iglesia o participar de su fe.
Si usted puede aceptar eso, entonces esté dispuesto a asumir un
compromiso, para facilitar el contacto y dar el primer paso hacia la
reconciliación.

¿Esto realmente es un proceso, verdad?

Absolutamente. Nosotros queremos que las cosas se arreglen rápidamente,


pero esto toma tiempo. Y al final, el modelo bíblico permanece igual. La puerta
siempre estará abierta y el padre siempre estará esperando y velando por el
regreso del hijo. En la investigación que hicimos para el libro, le preguntamos
a varios padres: «¿Ha regresado su hijo pródigo a casa?» Mi respuesta
favorita fue la de unos padres que dijeron: «No, nuestro pródigo no ha
regresado a casa, pero seguimos engordando al becerro.»

Obtenga su ejemplar del libro: Como se ama a un hijo pródigo, por


Norman Wright y editado producido en Español por Desarrollo Cristiano
Internacional, para más información click AQUÍ.

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