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En el campo científico, las teorías cosmológicas, según Karl Popper (1995), guardan
similitud con la creación de mitos porque
Hay una realidad detrás del mundo tal como aparece ante nosotros, o posiblemente una
realidad compuesta de muchas capas, y de la que las apariencias son las capas más
externas. Lo que hace el gran científico es conjeturar, con atrevidas suposiciones,
cómo son estas realidades interiores. Lo cual es a fin a la creación de mitos (Popper,
1995, p. 135).
1
II
Futuros lectores y sabios de las teorías del mundo formuladas por Ptolomeo y Aristóteles
buscaron la manera de resolver dichos problemas y, de acuerdo con Popper (2005) en su
texto El mito del marco común, “si el progreso es significativo, los problemas nuevos serán
distintos de los antiguos: los nuevos problemas se plantearán en un nivel de profundidad
radicalmente distinto (Popper, 2005, p. 20). De los problemas antiguos surge la teoría
científica cosmológica del heliocentrismo que
(…) Desde el punto de vista astronómico, […] el sistema copernicano resultaba tan
inadecuado como el ptolemaico y no menos complicado. Esta inadecuación se hizo
especialmente manifiesta como consecuencia de las nuevas y más precisas
observaciones incorporadas como evidencia astronómica por los hermanos Tycho
(1546-1601) y Sophie Brahe (1556-1643). Sería Johannes Kepler (1571-1630) quien
daría una explicación astronómica que gozaba tanto de precisión como de sencillez.
Para ello debería poner en cuestión las dos ideas fundamentales de la astronomía
antigua: que todos los movimientos celestes se basan en recorridos circulares y que las
velocidades de los astros son constantes (Ginnobili, 2016, p. 58).
Críticos muy rigurosos de sus propias ideas; tratan de averiguar si sus ideas están en lo
correcto, y antes que nada intentan averiguar si no serán, acaso, erróneas. Trabajan con
osadas conjeturas y con severos intentos de refutar sus propias conjeturas (Popper,
1995, p. 131).
2
Dichos intentos de refutar sus propias conjeturas logran, según Popper (2005), el progreso
en la ciencia. El filósofo nos dice que
(…) Es posible que el científico individual desee más bien establecer su teoría que
refutarla. Pero desde el punto de vista del progreso en la ciencia, este deseo puede
fácilmente engañarlo. Además, si no examina críticamente su teoría predilecta, otros lo
harán por él. Los únicos resultados que éstos tendrán en cuenta como soportes de la
teoría serán los fracasos en los intentos interesantes por refutarla: fracasos en la
búsqueda de contraejemplos allí donde tales contraejemplos serán más esperados a la
luz de las mejores teorías rivales (Popper, 2005, p. 24).
Fue precisamente ese ego de los filósofos que no permitieron que la filosofía progresara. En
concordancia con Schlick (1978) nos dice que
(…) Son precisamente los pensadores de más talento quienes han creído rarísimamente
que permanecen inconmovibles los resultados del filosofar anterior, incluso el de los
modelos clásicos. Esto lo demuestra el hecho de que en el fondo todo nuevo sistema se
inicia una vez más desde el principio, que cada pensador busca su propio fundamento y
no quiere apoyarse en los hombros de sus predecesores (Schlick, 1978, p. 59).
En este sentido, tanto los argumentos del falsacionista (Popper) como los del positivista
(Schlick) para explicar el tránsito de la teoría geocéntrica a la heliocéntrica, ambos
pensadores deben partir del hecho, como dice Schlick (1978), de que
El gran viraje no debe, pues, ser atribuido a la lógica misma, sino a algo totalmente
distinto que en realidad ella estimuló e hizo posible, pero que actúa en un plano mucho
más profundo: el conocimiento de la naturaleza de lo lógico mismo (Schlick, 1978, p.
61).
III
Por ende, en cada lenguaje teórico, los conceptos reciben un tratamiento propio y su
naturaleza lógica es explícita al ser contrapuestas ambas teorías científicas. El viraje, en el
campo científico, consiste entonces en el análisis del lenguaje que fundamenta cada teoría
con el fin de evidenciar la teoría que compruebe claridad y coherencia interna de sus
conceptos. Esta será cognoscible, válida y universal para la comunidad científica. En este
sentido, para Schlick (1978), “es cognoscible todo lo que puede ser expresado, y ésta es
toda la materia acerca de la cual pueden hacerse preguntas con sentido” (Schlick, 1978, p.
61). De esta última frase, surge la cuestión que posibilita el debate y es: ¿Qué importancia
tiene hoy para los estudios actuales en Filosofía de la Ciencia el tránsito de la teoría
geocéntrica a la heliocéntrica?
IV
Bibliografía
Ginnobili, S., Destéfano, M., Haimovici, S., Narvaja, M. & Perot, M.
(2016). Teorías de la ciencia: Primeras aproximaciones. Buenos Aires: EUDEBA.
Popper, K. (1974). “El problema de la demarcación”. En: Popper: Escritos
Selectos. D. Miller (comp.). México, FCE, 1995.
Popper, K. (1985). Realismo y el objetivo de la ciencia. Post scriptum a la lógica de
la investigación científica. Vol. 1. Madrid: Editorial Tecnos.
Popper, K. (2005). El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la
racionalidad. Barcelona, Paidós.
Schlick, M. (1930). “El viraje de la filosofía”. En: El Positivismo lógico. A. J. Ayer
(ed.). México, FCE, 1978.