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Balada de un hombre

que le sangra la nariz

Marco Fonz
(28/08/2013)

Si Fiódor presenciara esto


pensaría: -Es un poseído escapado de mis noches blancas,
pedazo de niebla con una sola luz en protesta.
Si el espejo algo pudiese reflejar
sería una queja y no un hombre.

Pero todo escapa y se va por un cedazo cada vez más perfecto


pero todo llega y entra por una montaña cada vez más grande
pero todo es una gota tras otra gota
como un hombre construído por la lluvia.

Si el hombre en sí mismo subiera unos centímetros sus manos


y alcanzara por un momento a recorrer la totalidad de su cara
se daría cuenta del imperceptible cambio.
Se trata de destruir mundos
de inventar mundos
de ofrecer sacrificios mínimos
de subir escaleras casuales sin motivo alguno
para pegar los carteles evolutivos.
Si su madre presenciara esto pensaría:
-Es mi nonato otra vez que quiere llamar la atención,
colgando de su nariz a su cordón umbilical:
Soga de sueño, soga de
invierno, soga de hueca noche.
La cicatriz es clara y divide al hombre en norte y sur
la cicatriz es su pequeño ecuador y el hombre pisa ambos lados
la cicatriz es su gran amor y lo riega con
explosiones de colibrís.
Si el hombre se pusiera serio por única vez en la vida
y desnudo contemplara su miseria y sus dones,
si descifrara con su verbo cada enigma de su cuerpo
y saliera chorreando ánimas después de una ducha caliente,
si el vapor le permitiera abrir dentro de sí mismo
otros viajes, otras averiguaciones, otras realidades,
se daría cuenta de que él es producto de la nada
y así mismo embalsamar todo lo que requiere cuidado.

Si verosímil es que lo callado entre paredes muere


y es el grito lo que avanza,
el hombre cantaría su balada
y tiernamente / delicadamente, casi entre algodones o sedas,
el hombre vería su pañuelo y como prueba de su única vida
y de su otra existencia, vería flotar, casi danzar,
unas anémonas de sangre.

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