pensaría: -Es un poseído escapado de mis noches blancas, pedazo de niebla con una sola luz en protesta. Si el espejo algo pudiese reflejar sería una queja y no un hombre.
Pero todo escapa y se va por un cedazo cada vez más perfecto
pero todo llega y entra por una montaña cada vez más grande pero todo es una gota tras otra gota como un hombre construído por la lluvia.
Si el hombre en sí mismo subiera unos centímetros sus manos
y alcanzara por un momento a recorrer la totalidad de su cara se daría cuenta del imperceptible cambio. Se trata de destruir mundos de inventar mundos de ofrecer sacrificios mínimos de subir escaleras casuales sin motivo alguno para pegar los carteles evolutivos. Si su madre presenciara esto pensaría: -Es mi nonato otra vez que quiere llamar la atención, colgando de su nariz a su cordón umbilical: Soga de sueño, soga de invierno, soga de hueca noche. La cicatriz es clara y divide al hombre en norte y sur la cicatriz es su pequeño ecuador y el hombre pisa ambos lados la cicatriz es su gran amor y lo riega con explosiones de colibrís. Si el hombre se pusiera serio por única vez en la vida y desnudo contemplara su miseria y sus dones, si descifrara con su verbo cada enigma de su cuerpo y saliera chorreando ánimas después de una ducha caliente, si el vapor le permitiera abrir dentro de sí mismo otros viajes, otras averiguaciones, otras realidades, se daría cuenta de que él es producto de la nada y así mismo embalsamar todo lo que requiere cuidado.
Si verosímil es que lo callado entre paredes muere
y es el grito lo que avanza, el hombre cantaría su balada y tiernamente / delicadamente, casi entre algodones o sedas, el hombre vería su pañuelo y como prueba de su única vida y de su otra existencia, vería flotar, casi danzar, unas anémonas de sangre.