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CONCLUSIÓN
Ante el planteo de que si nuestras comunidades cristianas son lugares donde podemos hacer
la experiencia del encuentro con Jesús vivo, vimos que en muchos momentos si, aunque nos
falta completar esta realidad donde irradiemos la vivencia de que Jesús vive en nosotros.
Contamos con algunos momentos positivos, los más sobresalientes serían: retiros
kerigmáticos, adoración al santísimo, misas descentralizadas, entre otros y con respecto a las
actitudes se mencionaron: la acogida, valorar las personas, cordialidad, poner el hombro,
aceptación, contención, acompañamiento, espacios de escucha, etc.
Entre las carencias: frecuentes prejuicios, “retar” antes de catequizar, creer que nuestra
espiritualidad nos da superioridad, rivalidad entre sacerdotes y religiosos.
Finalmente para que Cristo viva entre nuestras comunidades, es imprescindible tener la
actitud de oración y conversión permanente a Dios, cuidando como instrumentos
primordiales la palabra de Dios y los sacramentos. En nuestras comunidades tener una
actitud de revisión a manera de discernir si estamos haciendo la voluntad del Padre,
acompañada de la actitud de obediencia a nuestras autoridades, acentuando nuestra
caridad fraterna, siendo de esta manera testimonios de unidad, evitando los pecados de la
lengua y de la envidia.
La propuesta es vivir este camino desde una autentica alegría cristiana, teniendo siempre
presente en nuestro corazón las palabras de nuestra Madre: Hagan lo que Él les diga.