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LECTURAS
Serie Teoría titeraria
PAUL ZUMTHOR
La poesía y [a voz
en [a civiLización medievat
rsBN r3 978_84-96258-74 7
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rsBN 10 84-96258 7+ 2
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depósito legal M 23.2o3-2oo6 a
o
preimpresión Amparo Diaz-Corralejo
impresión LAVEL A¿A D A EDITORE
PREFACIO
.{
Que duda cabe. Tomemos como ernblema el cantar de gesta. í,
El único efecto de las disputas de los años cincuenta -de las que
nos ha quedado un testigo de excepción: las actas del Coloquio
de Lieja de 1957'- fue el de socavar algrrnos dogmas, limitar el
alcance de varios términos y difundir un reducido núrnero de
dudas corrrunes. Pero ni la menor certeza.
Ahora bien, Ia cuestión no es la certeza, sino un modo de
percepción y, rnás aún, la voluntad de apertura que implica el
recurso, en la lectura de nuestros textos antigrros, a una espe-
cie de imaginación crítica. Es, por tanto, una cuestión de epis-
ternología. Desde este punto de üsta, poco irnporta el cantar de
g'esta como tal, aunque sin duda constituya un terreno de
t La techníque littéroíre des chonsons de geste, París, Belles-Lettres, rs§9.
l. LA ORALTOAD EN tlS tRlOlClOt¡gS pOÉTtClS tI
IO u poesía v LA voz EN LA clvlLlzaclÓN MEDIEVAL
debidas a Ia inercia del vocabulario- a unos textos proPuestos rnalas canciones". Del rnismo modo, en estos poerrras aparece
simplernente a la lectura. Aunque Io cierto es que no resulta con cierta frecuencia la locución <<cantar de gesta>), que, por
difícil encontrar en los escritos de ciertos medievalistas distraí- otra parte, se encuentra también en unos textos de naturaleza
dos o escépticos, en alguna frase relativa a la recepción de un texto bien distintu (corrro el Renart, edición M. Roques, r. 3739), en
que se designa a sí mi§mo corno canción, las palabras
(<leer>> los que designa globalrnente lo que sin duda se percibe como
'
(<lectura>) o (<lector>), que aparentemente niegan la oralidad un conjunto de discursos definido por la singularidad del arte
de la transmisión. La mayor parte de las veces se trata de otra vocal que irnplican.
inercia del vocabulario que no varrros a tener en cuenta aquí' La situación es más equívoca cuando la apelación de can-
El ejemplo más luminoso es sin duda la SainteRo2 pirenaica de ción la utiliza, al margen del texto, el copista o el rubricador,
rnediados del siglo xr, cuyas tiradas z y ! designan como canc<on, como (entre otros cien ejemplos) aI comienzo de la antigrra Vre
alavezque precisan que sP carrta en el (<primer tono>>, es decir' desaintAlexis, manuscrito de Hildeheim. En cambio
-y pese al
.r, ,ulrnodl" alterna (según la interpretación de P' Alfaric)e' peligro de caer en el tópico-, es difícil recusar el testimonio
En los poernas heroicos en tiradas -los rnás antiguos de las figrrras de interpelación que el autor dirige a su público
pudieron ser contemporáneos de la Sointe Folt-, la palabra y que salpican algrrnos textos: O1e/ escoutésl'2, u otras exhorta-
(<canción>) aparece muy a rnenudo con una función autorre- ciones a la atención auditiva. Ruth Crosby señalaba ya en 1936
ferencial, generalrnente a 1o largo del parlamento del juglar la importancia docurnental de este tópico. Esta investigadora
que hace las veces de introducción. Esta palabra constituye, observaba que en ciertas obras Ia distribución de tales figrrras
con los térrninos <<cantar>> y <<cantor>>, un mini-entramado parece rrrarcar unas subdivisiones correspondientes alas perfor-
moncei sucesivas necesarias para la transmisión de poemas largos
léxico, tópico, qué duda cabe, pero demasiado frecuente para
no tener un sentido. Tál es el caso en los preárnbulos de veinte y citaba una veintena de ejemplos ingleses y franceses de los
de los veinticuatro Poemas de este tiPo citados por U' Molk en siglos xrrr y xrv. Por 1o demás, el o2e4tÍpico viene a menudo
su antología Literaturdsthetik'o; algrrnos de ellos, de cierta exten- acompañado, cuando no es reemplazado, por un/oífespaix'3,
sión, repiten estas palabras hasta tres, cuatro y cinco veces' reclarnando silencio, conforme a lo que observamos aún en
Más de la mitad emplea conjuntamente la expresión cuasi nuestros días antes de cualquier performance oral
-piénsese, sin
publicitaria de (<buena canción>), que casi parece un término ir rnás lejos, en los tres bastonazos de nuestros teatros'4-.
técnico, por no decir jerga caballeresca' como sugieren nega- Los indicios relacionados con el contenido del texto son más
tivamente tres pasajes del Rolddn (rrr. ror4, Q66 y i§rJ del problemáticos. A veces se han buscado en las alusiones factuales
manuscrito de Oxford), en los que la conducta del protago- que se supone ha de procurar el texto y que remitirían a unas
nista viene dictada por su deseo de que no se canten de él
rr En el original, <<male (ou malvaise) chanson>> [N. del T.].
\2 <<¡Oíd!,>, <<¡escuchad!>> [N. del T.].
P. Ar.penrc y E. HorrnrNnr., LachansondesaínteFo2,17, París, Be1les-Lettres' r926' r3 Literalmente, <<guardad silencio>> [N. del T.].
14 En los teatros franceses perdura una costumbre de probable origen medieval según
PP.255-258. r-
iiorxar¡rrh"lrt roturdsthetihder12-undt3.Jahrhunderte, Tübinga, Niemeyer' 1969' pp' la cual el regidor señala el comienzo de Ia función con tres golpes de bastón, recla-
2o y 16.
mando así la atención del público [N. d.l T.].
I. LA ORALIOAD EN LAS TRADICIONES POETICAS r9
I8 LA poEsíA y LA voz EN LA ctvtLtzAclót¡ ueotevlL
Los indicios <<externos>> de oralidad -que tarnbién podríarnos poseernos de la existencia de un género poético arcaico y desti-
nado a la performanc¿ vocal, Ias (<canciones de santos>> paralitúr-
llamar << anecdótico s >)- provienen de do cument o s narrativos
que se refieren, bien a un texto particular, bien a un conjunto gicas. Otros docurnentos del mismo orden tarnbién lo confir*
de textos, en tales térrninos que nos inducen a suponer una
rnan: así, el Liber miraculorum sanctae F,drs (II, 12) de Bernard
transrnisión oral de estos. d'Angers, que Alfaric relacionaba con la Chanson de sainte Fg.
Por otra parte, contamos con un texto relativamente tardío
r5 <.Yehuda Halevi and his Cid,> , The Americon Sephardí lX, 1978, PP. 23 -46.
r6 (<Es más bien dentro de 1a perspectiva de un arte dominado por 1os ritmos y 1a -al que tarnbién se ha recurrido rnuy a menudo y que remite al
búsqueda de armonías sonoras donde hay que considerar el "formulismo"' Tomo género de los cantares de gesta en su conjurrto- que viene a
este término de M. Jousse, en un intento de generalizaci.ón a1 mismo tiempo que
por alusión a va¡ias de las connotaciones en 1o sucesivo vinculadas a 1a expresión de explicitar y cornpletar las inforrnaciones, bastante vagas, que
"estilo formulario". El "formulismo" hace referencia a todo lo que, en los discur- proporcionan los indicios internos. Me refiero al De Musica de
sos y modos de enunciación característicos de tal sociedad, tiene tendencia a repe-
tirse sin cesar en té¡minos apenas diversi.ficados, a reproducirse con ínfimas e infi- Jean de Grouchy, escrito hacia r29o. No es este el lugar para
nitas variaciones (...). Tomado en un sentido más estricto, el "formulismo" es la
funcionalización de esta tendencia, con objetivos oratoriosjurídicos y poéticos>,
Paul Zumthor, Laletrollauo<, Mad¡id, Cat.d.", 1989, pp. 235-236 [N. delT']' 18 (<Pasaba de boca en boca por todos los que así cantabanr> [N. del
Medieval English, French and German lite¡atute'>, Speculum' 52,
T.].
t7 <.()ral poetry in rg <.Con un cierto ritmo sonoro>> [N. de1 T.].
r()67, pp.36-52.
20 LA poEsía y LA voz EN LA ctvtLtzactóN ¡t¡o¡evll t. LA oRALtDAo EN Lls tnlolclolEs poÉlcts 2t
detenerse a arralízar el texto en cuestión. Cualesquiera que sean Por lo demás, podríarnos señalar innurnerables pasajes
los problernas musicológicos que suscita, al menos dernuestra
-desde el mismo Guillaume de Dole al Tristdn, err prosa, hasta el
Ia existencia de un tipo de melodía particular de la de- Méliador de Froissart- que garantizan la sutura entre la narra-
clamación épica corno su parentesco con la
(cantus gestualis), así ción y alguna (<inserción lírica>>. El alcance docurnental de
de las canciones de santos. Pese a que eltestimonio deJean de estos pasajes no deja, sin ernbargo, de ser limitado. El que un
Grouchy fue corroborado en la rnisrna época por el Penitencial de <<novelista>> describa a urr grupo de mujeres cantando un ron-
Thomas de Cabham, siguen subsistiendo ciertas dudas; estas deau" para ritmar la danza no nos aporta nada. Só1o conside-
obedecen, por una parte, a la naturaleza del docurnentor poco raré su testimonio si menciona o cita un texto preciso sobre el
explícito y escrito en un lenguaje bastante ambigrro, y, por que no poseemos ningún otro indicio de oralidad: así, preci-
otra, a su fecha, pues es posterior a la gran época de los carrta- samente, Bele Aíglentine. El valor de tales (<pruebas>) radica sobre
res de gesta y contemporáneo, en cambio, de la constitución de todo en su conjunto y en su continuidad a través de varios
las primeras recopilaciones escritas de narraciones épicas, siglos en todo Occidente, pues nos recuerdan incansablemente
como el (<ciclo de Guillaumer> del manuscrito fr. r4{B de la la ornnipresencia de Ia voz poética en aquel universo. Habrá
Biblioteca Nacional de Francia. quien diga que esos textos no hacen sino confirmar una evi-
Otro tipo de indicios externos, que plantea problernas de dencia. Desde luego, pero también confirman su importancia
un orden diferente, se apoya, no sobre los textos, sino sobre y, literalmente, miden su repercusión. Desde el skop" de Hrot-
sus intérpretes, ciertos o supuestos. El ejemplo canónico es la gar, en el Beouu$ hasta el cantor sajón de la traición de Kriern-
célebre página de Beda, Historiaecclesiastica, IV, 2+, sobre el hild evocado por los GestaDanorum, pasando por los múltiples
cantor Caedrnon -Donald Fry, después de otros muchos, lo testirnonios nórdicos y los que, en Italia, corno la epístola de
ha sometido recienternente a un profundo análisis'o-. En su Michel Verino, esbozan el retrato de los cantarini del siglo xV, o,
Jongleurs en France, Faral aport aba ya cerca de trescientos docu- enla España del siglo XVI, el de los recitadores de novelas de
mentos, que describen a los cantores, recitantes y rnenestriles caballería como Román Ramírez... por todas partes es posible
en su actividad de comunicadores de poesía. Poemas heroicos percibir -pese a que para nosotros aquel rnundo permanezca
o hagiográficos, romances, rnilagros de Nuestra Señora, /oís, en Ia penumbra- el horrnigrreo de una humanidad charlatana
la mayoría de los géneros catalogados de nuestra (<literatura>) y ruidosa para la que el juego vocal constituye el acompaña-
tienen sitio aquí; y la lista no es exhaustiva. Recordernos, en miento obligado de todo pensarniento, incluso abstracto, de
el Guíllaume de Dole, el pasaje en el que Jean Renart introduce
en escena a un joven noble del séquito de Guillaume que, 2r De ronde (corro). Forma musical profana típica del medievo f¡ancés caracterizada
por un texto de contenido amoroso y la presencia constante de un estribillo. Pasó
mientras cabalgan por Ia carretera, entona la larga (<canción de ser un género para canto y baile a estar destinado a1 canto puro o a1 canto con
de telar>> BeIe Aiglentine acornpañado por el zanfonista del acompañamiento musical. Como texto poético
-pieza de ocho
yersos con dos
rimas y estribillo, AB aAabAB- aparece por primera vez en diversas inserciones
emperador. en el Guilloume deDole [N. del T.].
22 Poeta áulico- IJna de las dos designaciones más frecuentes (la otra esgleemen) lu"
',i<> ..(laedmon as a fo¡mulaic poet>, enJ./. Duggan, Orallíterafur¿, Lond¡es, Scottish "o.
que se conocía a los recitado¡es y componedores de poesía en el mundo anglosajón
Acrrlr'¡nic Press, Ig/§, pp. 4r-6I. de la época [N. del T.].
oo LA POESíA Y LA VOZ EN LA CIVILIZACIÓN MEDIEVAL t. LA oRALIDAD EN Lls tntolcloNgs PoÉtlcts 23
toda acción, de toda palabra, desde el momento en que son a suponer que su historia comPorta un periodo más o rnenos
sentidas corno el reflejo de una inmanencia, inrnunes al des- largo de transmisión oral. Adrnitamos que no podemos sino
gaste de las circunstancias y del tiempo, o se pretende que 1o abstenernos de forrnular esta hipótesis en ausencia, al menos,
,"u.r. No hay arte (nada de 1o que designamos con esa palabra) de un principio de prueba interna o externa. Esta clase de
sin voz. En el siglo XV, en Namur, se llarnaba (<cantor de interpretación probabilista, frecuente entre los historiadores
gesta>> a un portavoz público cuya función, definida Por esta románticos, dejaba traslucir las exigencias positivistas de fina-
apelación, consistía, según todas las apariencias' en <<rnomr- les del siglo xrx y provocó, alrededor de I92O-193O, wiolentas
mentalizar>) todo discurso'3. reacciones de rechazo, por ejemplo, por parte de Faral o de
Así se manifiesta, sin lugar a dudas, un rasgo fundamental Wilrnotte.
de aquella cultura. Volveré sobre este punto en mi última De hecho, la argurnentación no se aPoya tanto en un texto
conferencia. Pero a nadie se le escapa ya que sobre este telón particular como en un conjunto textual, grupo o género. La
de fondo se perfila toda cuestión relativa a la oralidad de la idea de prehistoria que, en efecto, implica tal hipótesis, sólo
poesía medieval. Es a partir de é1 -y no de la sola considera- puede tener un sentido global. Lo que algunos de nosotros
ción filológica de las obras- corno conviene interpretar, por denominarían la <<prehistoria del Rolddn de Oxford>> abarca
ejernplo, Ias nurnerosas alusiones, en un contexto casi siernpre -en virtud de la naturaleza rnisrna de los hechos considerados-
ficcional, a los cantos guerreros declarnados en plena acción todos los elementos de un vasto ciclo en cuyo seno se disuelve la
de combate, bien por especialistas, bien por los rnismos com- identidad del texto subsistente. La hipótesis es imposible de
batientes. Al parecer, esta costumbre está bien docurnentada cornprobar, pues las voces del pasado se han callado; lo que
entre anglosajones y franceses. La incertidumbre que Pesa cimenta su validez es su propia fecundidad, su aptitud para
sobre el caso de Táillefer, Incisorferrí, en Hastings no basta para captar 1o general a través de lo particular.
ponerla en duda'4. Esta hipótesis se basa en conjeturas de diverso orden y
Todos los indicios de los que se ha tratado hasta aquí están desigrral fuerra persuasiva. La rnayor parte de las veces consi-
relacionados con la transrnisión de un texto, con los procedi- dera las similitudes existentes entre dos textos o dos estados
rnientos ds su <<Publicación>>, y entiendo por tal la mutación textuales alejados en el tiempo, Pero entre los cuales existe
por la cual pasa, en cuanto que mensaje cornunicado, de lo una identidad parcial. Así, algunos suponen que tras el ori-
potencial a 1o actual para emPezar a existir en la atención y ia gen de las epopeyas francoitalianas de finales del siglo xIIr se
cornprensión de un núrnero indefinido de receptores' encontraría una tradición oral llegada de Francia tras los
Pero en la práctica de los rnedievalistas a menudo ha preva- pasos de los cruzados, antes de la importación de los prime-
lecido un punto de vista diferente. En efecto, Ias lagunas de ros rrranuscritos -tradición con la que estarían relacionados
la tradición rnanuscrita de un texto pueden llevar a cualquiera los confori heroicos de la Toscana del siglo xrv-. La tradición
manrrscrita puede animar al estudioso a abrazar esta hipótesis
il'.¡ Il. Il¡lv-FL,tu¡, París' Gallimard, 1973, P' 2r'
Lecerclemagíque,
de otra rrranera: por sus divergencias, como, tlna vez rnás, en el
'.1,1. S< gt'rrr la tradición, til1efer, un juglar normando, habría entonado uno§ versos
,l, i (i,r¡t,¡, r/c floldrín para enardece. u 1á" q.. iban a luchar [N' dtl T'] ' caso del Roldrín; por Ia diversidad de niveles textuales y funciones
I. LA ORALIDAD EN LAS TRADICIONES POÉTICAS 25
24 LA poEsía y LA voz EN LA ctvtLtzactót{ ueolevlL
poiiud, d" .u.,o, y'*n esrribillo con violines IN' del T']' 34 <. "Refrán" como fo¡ma estrófica, diferente del término folclórico ; este refoin §e
3e trata de ,ru .Étie de obras teóricas acerca del arte de rimar y versificar' Se refiere más al uso de un corte repetición de palabras, si bien por
(frongere) que a la
c()nservan tratados de este tipo desde fines det siglo xlvr el Primero de
ellos fue extensión, la misma palabra se usa para referirse en fo¡ma más o menos humorís-
I'Att ifu¿ictier, de Eustache Deschamps (lggg) [N' de] T'l' tica a cualquier canción>), López Estrada, op. cít., p. 757 [N' d.1 T.].
2B LA poEsía y LA voz EN LA ctvtLtzaclóH ueolEvlt- I. LA ORALIDAD EN LAS TRADICIONES POÉTICAs 29
privilegiado del cantar de gesta. El discurso se instalará, como locales permanecerán bastante cercanos durante siglos: del Elba al
en la obra publicada por N. Voorwinden y M. de Haan3s, en el Guadalquivir, o incluso más allá, si hemos de seguir a A. Galmés
contexto de la epopeya europea. En efecto, el problerna que la de Fuentes r., -Epi.o drabel épicacastellano. Los germanistas, en
"n
supuesta oralidad de los cantares de gesta plantea a los francesis- particular, han acumulado una suma considerable de observacio-
tas alcanza también, y a veces desde hace aún más tiernpo, a los nes y reflexiones qrre sería erróneo no tomar en la debida consi-
gerrnanistas, anglistas e hispanistas en sus dorninios respectivos' deración: pienso en todo aquello que, especialmente, concierne
Para estos investigadores las cuestiones relativas a los entresijos a las modalidades de transrnisión y alteración de los textos; a las
de la transmisión oral de la epopeya a menudo son, en efecto, relaciones entre la escritura y la tradición oral, entre el mito, Ia
más urgentes e incluso más evidentes, como consecuencia de los Ieyenda y la epopeya, y entre esta y el universo del cantor. Del
términos particulares en los que se define la situación de diglo- Cantar de Gudrún (a propósito del cual se formó por prirnera vez,
sia de las zonas culturales que estudian. En mi segrrnda confe- hacia rgJ§, la hipótesis de una especificidad lingüística de Ia epo-
renciavolveré sobre este aspecto del contexto histórico. Como, peya oral) al texto-arnalgama de los Níáe/ungos, que narra una gesta
aun siendo comparable, la naturaleza de los hechos no es idén- burgundia del siglo v al modo de los rornances franceses del siglo
tica en todas las regiones de Occidente, de ese estudio sectorial XII, la lista de los problemas analizables sería larga. Lo mismo
han podido eÍrerger ciertas ideas que en otros casos tal vez ejer- cabe decir del árnbito anglosajón, en el que los estudios sobre el
zan una inesperada función de conmutado136. Corno ejemplo Beouulf poco a poco han ido despejando el horizonte de la antigua
de la fecundidad de tales contactos, citaré, Pese a ser parcial- epopeya nórdica y de su tradición; en el que, más aún, las inves-
rnente contestable, el libro que Menéndez Pidal consagró al final tigaciones sobre la poesía de las <<baladas>) han producido varias
de su carrer a al Cantar de Rolddn. Las profundas raíces que , baj o obras irnportantes. La <<balada>>, una variedad de epopeya breve
formas rnanifiestas muy diversas, nnerr aParentemente el fenó- rnuy extendida por todo eI rnundo germánico hasta los siglos
rneno épico de una y otra parte de Aquitania (en el norte de xvrlr o XIX, así como en Ia mayor parte de la Rornania medieval,
Francia, Castilla yAragón) no pueden dejar de irnponer al Cidy parece no estar documentada en los textos de Ia antigua Francia.
al Cantar de Guillermo, pongamos por caso, un número elevado de Pero tal vez sirnplernente no haya sido identificada. Por mi paite,
rasgos cornunes que requieren los rnismos procedirnientos' me inclino a considerar corno <<balada>> algunas de nuestras can-
Más al1á de esta relación, sin duda privilegiada, a través de todo ciones de telar. Obras corno las de Buchan o Metzger, de tgJ2, o
Occidente (y no sólo, corno escribí hace tiempo' en los territo- la deAnders, de rgl{, por ejemplo, proporcionan un rnaterialy
rios carolingios), se constituyó un discurso épico cuyos regÍmenes unas perspectivas de interpretación, a veces discutibles, qué duda
cabe, y desigualmente asimilables por el romanista, pero de todas
Das Problem der Míindlichkeit mittelolterlicher epíscher Díchtung, Darmstadt, Wissentsch. formas apropiadas para provocar un sano cuestionarrriento de
3g
Buchge, r§)§. posiciones aparenternente consolidadas3T.
(<se
36 Embrgeur en el original, término que, a su vez' traduce eI inglés sñ9ter' Así pues
llamán conmutudo.., o shffers a aquellas palabras cuyo referente no puede ser
determinado más que en relación a los interlocutores; su sentido varía con 1a situa- 37 D. BucHAN, The Bsllad ondthelolÉ, Londres, Routledge and Kegan, rSl2; E. E.
ción conunicativa>>, A. ManCrrnSn yJ. FOnne¡¡r,r-eS, Diccionorío de retórica, Üítica1 Mrrzcnn, /yrfrühesten Fráncfort, Athenaeum,
Geschichte der europriíschen Bolladendichtung,
rg72; W. AN»ons, Kompositíon, Múnich, Fink, 1974.
Itnínologíaliterorío, Barcelona, Arie1, 2ooo [N' de1 T.]. Bolladenscíngerundmündlíche
L LA oRALIDAD EN us rntolcloxes poÉncts 3r
3o LA poEsia y LA voz EN LA ctvtLtzAclótt ugotgvlt
- que esos rnodelos consisten en los de una fidelidad, hasta atenta-; colma entonces el carnpo del imaginario y pola-
la abnegación total, a un orden que se identifica con la riza las impresiones, los sentimientos, 1os pensamientos;
verdad; el volumen y Ia duración del canto dependen, en cada
- que los destinatarios preferentes de este canto, en el audición, de unas circunstancias a las cuales eI cantor
cuerpo social, son los trabajadores y los pobres; adapta su discurso: este, dentro de ciertos límites, im-
- que el efecto que produce en ellos Ia audición los incita a plica por tanto el misrno tipo de comportamiento que
soportar pacienternente su miserable suerte; toda comu.nicación oral interpersonal;
- que el efecto secundario es hacerlos más dinámicos el lugar y el medio de esta acción cornple.ja es la voz del
(entiéndase más productivos) en el trabajo; cantor en Ia materialidad de su tesitura, de su registro, de
- que, en corr.secu.encia, el cantar de gesta es un factor de sutirnbre. No me parece abusivo interpretar globalmente
estabilidad. en este sentido Ia yuxtaposición
-extraña, en sí rnisrna-
No resulta difícil distinguir en 1o anterior dos niveles dis- en el De Musíca de esas reflexiones sociológicas sobre la
cursivos. El primero se remite a los valores universales de la epopeya y Ia descripción (por lo demás, bastante oscrra)
de las melodías.
epopeya, tal y como hoy podernos tenerlos por ciertos, err par-
ticular tras los trabajos de Bowra, la palabra épica funda o A partir de estas constataciones, y desde la perspectiva que
cimenta la comunidad al mismo tiempo que se pronuncia y se abren, volveremos sobre el texto de los prólogos al que me
difunde, irnplicando a la totalidad de sus miernbros presentes refería antes, que ahora cobrará todo su relieve y su sentido.
enla performance, en lo que resulta, al menos virtualmente, una Otro ejemplo, que plantea problemas diferentes, la consó de
acción colectiva. Pero el otro nivel discursivo, en el texto, fn'amor+' , tal y como la practicaban los trovadores.
rnanifiesta una opinión históricamente condicionada, y que Es evidente que la consó estaba destinada ala performance oral,
podría ser la de ese intelectual urbano que eraJean de Grouchy su rnismo nombre, con el que los poetas la designan desde
-una opinión, diríarnos, reaccionaria, basada en el rechazo de mediados del siglo xrr, así como Ia conservación de alrededor
toda contestación-. Ahora bien, esta duplicidad (o esta dupti- de trescientas rnelodías, constituyen pruebas irrefutables. En
cación) revela una convicción empírica que nada aquí cues- cambio, no es seguro que, antes de la constitución de los
tiona: Ia de la fuerza, como tal, del canto público *es decir, sin (<cancioneros>> del siglo xrII, la transmisión
de los textos se
entrar en consideraciones sobre su contenido-, la irresistible
fuerza de su vocalidad. 42 Amor cortés. (<En uno u otro estilo, la expresión poética de la lírica provenzal se
ca¡acte¡iza por lo que los trovado¡es llamaronl6n,omor. Bajo este térmlno parecen
De ahí se deriva otra serie de afirrnaciones sobreentendidas: habe¡ extendido dos cosas diferentes, a) el co.junto d". .o.^., *o..1., q..
debían regular 1a praxis erótica en la canción trovadoresca, y b) el cano. poético
- el contus gestualis tiene un lugar definido en el tiempo sobre e1 que se basaba la poesía que deseaba canta¡ los efectos del (...) E,
"-or. el amor
Ios trovadores, la fn'amor no es 1a expresión de un sentimiento íntimo,
socialr se entona durante las horas de ocio y de reposo concreto que un hombre siente por una mujer determinada, sino una teo¡ía del
que interrurnpen el trabajo -es decir, en las condiciones amor que se va elaborando a lo largo de 1as generaciones y que se expresa en unas
estructuras poético-musicales muy elaboradas y a veces complejas>>,
más adecuadas para una audición clara y una escucha Javier del
Prado, op. cit., p. 147 [N. a.t f.].
34 LA poEsíA y LA voz EN LA ctvtLtzactóN tlgolrvlL
LAoRALTDAD EN LAs rnlDtcroNes poÉilcts
Z5
hiciese únicamente de boca en boca, ni que su conservación
estuviese confiada solarnente a Ia memoria. Algunos musicólo-
dice Gérard Le Vot, de la rnúsica, de la lengua y del relato,
unidos en y por Ia acción fisiológica de un hornbre qu.e canta.
gos, corrro van der werf y Rakel, han afirmado recientemente,
basándose en el estudio de las variantes, que la tradición de las
Al expresarme así no pretendo metaforizar, sino designar
melodías siguió siendo oral durante varias generaciones, precisarnente un hecho concreto que debería tener en
cuerrta
incluso aunqr.r.e, corno parece, a menrld.o los textos fueran toda interpretación, incluso parcial, pues los otros hechos
puestos por escrito desde el principio. Cualquiera que fuese su
considerados (textuales, melódicos, estéticos, ideológicos)
interés, estas cuestiones son meramente anecdóticas. Lo que están subordinados a este y cobran sentido en ér. Así
irnporta, sin embargo, se sitúa en la fuente misma de las for_ me sentiría tentado de comprender (más que en su ", "orno
sentido
obvio) el verbo <<cantar>>, la expresión del
mas poéticas. En efecto, eI movimiento de la cansó procede,
me far cansóy sus equi_
valentes franceses, tanto en un contexto (<novelesco>>
parece, de la percepción a la vez ag,uda y oscura de una suerte como
en 1a extraña dedicatoria der Ber Inconnu d.e Renaut de
de incógnita -promesa, si no aÍnertaza- inscrita en nuestro Beaujeau,
destino; <<algo>> interviene entre la vozy ellenguaje, un obstá_ en la que este autor de cornienzos del siglo ,,rr declara ,ira.
o
rnenos lo sigrriente: tomo Ia plurna y rne pongo a
culo impide su identificación y hace que su misrna asociación escribir una
hermosa historia para aquella que arrro; sin embargo,
sea problemática. El discurso de Ia canción (<narrativiza)
esta
lo que
suscita mi deseo de elia es ra voz misma, a través
percepción, al menos virtuahnente y de forma latente: de ahí el de ra cuar tod.o
se cumple en la canción.
rnotivo del <<obstáculo>> erótico, rnil veces, y bajo apelaciones
diversas, designado por los especiaristas corno la clave temática
El <<gran canto cortés>> ocupa así, entre las tradiciones poé_
ticas de esta época, un lugar central, en el sentido
de esta poesía. Pero la verdadera causa motriz d.elaconsó, desde d" qr"
su génesis, es Ia atracción y, al mismo
posible definir casi todos ros demás géneros documentados ",
tiernpo, rechazo de esa en
relación con é1. Teniendo en cuenta la útil distinción
dehiscencia, esa heterogeneidad nuestra que manifiesta eI estable-
cida por Pierre Bec entre los (<géneros de pertinencia
sonido de la voz. temá_
tica>) (corno la pastorela) y 1o, (<géneros de pertinencia
Lavoz emana de las pulsiones primordiales; prolonga, en lírico_
.i formal>> ("orr,.o elrotrouengeaa o el rnotete), estoy convencido
cierto modo, semantizándolo día tras día, un grito natal. El de
lenguaje, por su parte, engendra el relato, y su (<narrativi_ que, en una medida desigual, pero siempre considerable,
dad>> exige la constitución de los actante s,1to, el objeto,
podemos referirnos a toda Ia poesía medieval <<lírica>
el en los
<<otro>> que habla de nosotros. Bajo las variaciones (más términos que empleo a propósito dela cansó: la voz no
deja de
numerosas de lo que se ha dicho u ,reces) de este esquerna cubrir y descubrir un sentido que rebasa, surnerg.e, uhogu
y
nuclear, la tradición de la consó, durante cerca de do. ,iglor, proyecta, I gue, a su vez, parasita su mayor potencia.
no cesa de hacer oír una voz que tan pronto se maravilla de sí El cantar de gesta por una parte y Ia cansópor otra sorneten
a
la sagacidad del historiador d.e la poesía un problerna
misma corno se espanta: en el <<lugar geométricor)43, corno crítico
44 Poema medieval de forna fi;a con est¡ofas monorrimas
y estribillo. precisamente,
43 <Geom. C":j1r.-,: de_puntos que tienen alguna propiedad común>), Enciclopedia
resulta difícil distinguir e.l rotrouenge (rotruange o ,rt r"rje)
Isposo,2ooJ [N. del T.]. temáticos ^r."dr;";;-;;;r;;.;;;
musicales
t¡1male¡; quizá la única forma"de hace¡lá sea a través de c"it..io"
[N. del T.].
36 LA poEsiA y LA voz EN LA ctvtLtzactón u¡ot¡vlr l. LA oRALIDAD EN LAs rRADIctoNes poÉ¡cas
li
t-
II.
LA PERFORMANCE,:
ORALIDAD Y ESCRITURA
yendo al conocimiento, en ningún caso podría constituir una en la que cada una de 1as cinco operaciones pasa exclusiva-
verdadera certeza. No obstante, rne parece necesario que la mente a través de la escritura. En cambio, no faltan los e.jem-
idea de su posibilidad y, por así decir, 1a esperanza de su rea- plos (aunque lógicamente carezcarnos de textos) de obras cuya
lización, sean interiorizadas, sernantizadas, integradas en historia, entera, desde su producción hasta su reproducción,
nuestras valoraciones y decisiones rnetodológicas. ¿No es, por fue exclusivarnente oral -por ejernplo, esos confico rusfico perdi-
lo demás, precisarnente eso lo que testimonian, en un sector dos a los que rne refería la sernana pasada-.
privilegiado, bien es cierto, y sin mayor reflexión, aquellos que En otros casos, la producción se hizo por escrito; el resto,
proponen a sus alumnos la representación de una pieza de tea- por vía oral-auditiva: tal obra, de tradición oral y conserva-
tro medieval? La experiencia va rnucho más allá de una simple ción mernorística, se remonta a un texto de letrado, inicial-
rnente confiado a Ia escritura
sesión de anirnación. El hecho de que se renueve sin cesar en la -por ejemplo, los cantares de
rnayoría de los lugares en los que se instaura un discurso sobre gesta tardíos o ciertosSloóliour, según la interpretación de Mau-
Ia Edad Media es significativo. rice Delbouille-. El observador moderno tiene dos rnaneras
La performance se produce en el rnomento crucial de la serie de percibir esa situación: a partir de hechos de oralidad con-
de cinco operaciones que constituyen la historia de toda obra' temporáneos que prolongan, sin ningún género de dudas,
una tradición antigrra originalmente escrita; o a partir de un
- su producción, escrito que conserva un texto conservado tarnbién en Ia
- su transrnisión (o comunicación), memoria colectiva. Así, por 1o que sabemos, sucede con la
- su recepción, mayor parte de las canciones (<populares>> recogidas en los
- su corrserwación, siglos xIY y xtr /, sin duda, con muchas baladas germánicas.
* su reproducción. En otros casos, la escritura alayez produce y conserva un texto
un acto único transmisión y
La performance abarca y funde en destinado aunaperformonce repetitiva, corno ocurre, por ejern-
recepción; si la obra es improvisada, el acto comporta tarnbién, plo, con el inrnenso corpus, en latín y en las diferentes len-
indisociablemente, su prodr.,,:ción. grras vulgares, de la poesía litúrgica. O, finalmente, la produc-
En todas las sociedades que dominan la escritura cada una ción, conservación y reproducción son asumidas y
de esas cinco operaciones se realiza, garantízadas por la escritura, mientras que la transmisión
sigrre dependiendo de wa performance: es eI caso, según indican
- bien por la vía sensorial oral-auditiva; todas las apariencias, de rnuchos cantares de gesta del siglo
- bien por medio de una inscripción que se ofrece a la per- XrrI. Los problernas históricos y críticos se plantean en cada
cepción visual; caso en términos metodológicos diferentes. Ahora bien, se
- o, más raramente, por las dos vías conjuntarnente. trata de casos individuales, que concierrren a un texto aislado
El núrnero de cornbinaciones posibles diversifica la proble- o a un pequeño número de textos, y no se pueden generalizar
mática. Mi hipótesis inicial se reduce a excluir una sola de esas las conclusiones a las que llegarnos a propósito de uno de ellos
combinaciones, como atípica en el rnodelo medieval, aquella sin incurrir en inexactitudes.
ll. LA PERFORMANCE: ORALIDAD Y ESCRITURA +5
+4, LA POESíA Y LA VOZ EN LA CIVILIZACIÓN MEDIEVAT
textos, sin duda poco ritualizada, se distingrre rnal de laper- del Bel lnconnu, que hacen referencia implícitarnente a alguna
formance <.Iibre>>; rne refiero a aquella que no es posible convención de la performance; o incluso las diatribas del autor del
situar sino en relación con el decurso personal e íntimo del Poéme moral contra los cantores de gesta.
intérprete o de su auditorio. El vínculo que liga eI poema a Para nosotros es más difícil percibir el decorado dela perfor-
ese decurso de nuevo escapa a nuestra percepción. No por mance,las circunstancias concretas que Ia rodean, su aspecto üsual
ello podernos poner en duda su existencia. Ya se tratase de y táctil. Es cierto que, aquí y allá, hay algunos textos que las evo-
una Vida de santo leída en el onomástico de un oyente; de can. La sernana pasada señalé la existencia de ciertos documentos
:ur.fabliau contado en relación corr un suceso reciente; o de narrativos qrre traen a escena a los intérpretes de los textos poéti-
una canción de cruzada cantada con rnotivo de la partida de cos. La escena, en general, no es otra quelaperformonce rnislna' a
un caballero, Ia ocasión, incluso furtiva y discreta, se irrte- veces descrita con una precisión que en otro tiemPo hubiera sido
graba en la performance y contribuía a darle sentido. Esta es calificada de realista. Es el caso, por ejemplo, del cornienzo del
una regla absolutamente general que obedece a la natr¡.ra- largo prólogo de Doon deNanteuil, versos r-r8, y después B3-rr7' La
leza de la cornunicación oral, el tiempo de integración evocación, a base de pequeñas pinceladas sucesivas, resulta llarna-
co nno ta to da p erfo rmanc e . ¿EL Rol&in cantado ( adrnitám o slo ) tiva. Habrá quien diga que se trata de una serie de tópicos, de un
entre las primeras filas de los combatientes de Hastings era terna literario sin valor descriptivo. éQrrien sabe? Me parece
(de.jando a parte los dernás factores) el rnisrno que el Rolddn posible admitir que en las civilizaciones con tradiciones largas y
cantado ante, pongamos por caso, la chimenea de un casti- bien arraigadas, la distancia entre tema literario y experiencia
llo señorial, en el salón principal, entre caballeros desar- vivida (a ,rt"t os que el primero se rernonte a un pasado
rnados, sus queridas y sus perros? Evidentemente, no. Y
",
remoto) menos considerable que err mrestras culturas de la
nada nos dispensa de tomar en consideración esta diferen- rnoda. IJn texto de los siglos xrr o XIII ProPor-,e (a falta de una
cia, a no ser nuestros prejuicios literarios. visión fotográfica de los hechos) lo yo llamaria un (<orden de
q,.-,e
No obstante, no todos los elernerrtos que constituyen eI De ahí, todavía a principios del siglo xIV, la decretal del papa
medio dela performance eL el que se alza y se impone la voz man- Juan )O(II, Docta sanctorum patrum, a menudo invocada por los
tienen una relación idéntica con ella. Estos elementos pueden rnusicólogos, y que, para condenar el arsnoüa, se ceba especial-
clasificarse según esa relación sea más o rnenos estrecha. Así, el rnente con los excesos de esos gestos qpre acompañan, mimán-
atuendo o (si lo hay) e1 instrrmento rnusical, o el accesorio, dolas, a las palabras cantadas: aures ínebriant et non medentur, gestibus
tienen en este género una irnportancia funcional que no tie- simulant quod depromunt6... Es la indignación de un prelado con-
nen en otros. La relación con el gesto es perrnanenternente servador, pero aI mismo tiempo dice mucho de la irnportan-
estrecha: corno la voz misma, aunque de una rrranera especial cia que adquiere a partir de entonces el gesto en eI funciona-
y subordinada, proyecta el cuerpo en el espacio delaperformance miento social.
y aspira a conquistarlo, a saturarlo con su movimiento. Los Por lo demás, gestus designa, más allá del gesto, el compor-
estudios deJ. C. Schrnitt han dernostrado que, entre los doc- tarniento corporal global, del que todo hace suponer que
tos, el térrnino gestus, 1o rnismo que la noción que rnanifiesta, se constituyó un factor capital dela performance poétrca. Las infor-
difurninaron hacia el final de la Antigüedad para no volver a maciones precisas sobre este punto son sin duda escasas, las
invadir progresivamente el carnpo intelectivo hasta principios representaciones pictóricas o escultóricas resultan demasiado
del siglo xrl. IJna ética gestual se perfila entonces, basada en la estilizadas para particularizar un colnportamiento; los textos,
analogía de los rnovimientos del cuerpo con los del alma' el poco variados. Aquí y alla eI investigador capta un detalle fugi-
seudo Hugrres de Saint-Victor, de Instructione nouitiorum, rto tivo, como el gesto del dedo con el que el cantor del Poéme moral
ernplea rrrenos de dieciséis calificativos distintos para designar
-versos 3r+61147- marca eI ritrno del relato que interpreta.
los valores rnorales del gestos. Gérard Brault, en su herrnoso libro sobre el Cantar de Rolddn,
Me parece notable que este nuevo interés surja entre los rescata del texto varias indicaciones probables relativas a los
letrados en eI rnismo mornento en que una poesía profana en gestos con los que Io anirnaba el cantor, algunos de los cuales
lengua vulgar alza definitivarnente eI vuelo y conquista sus pri- talvez constituían recetas del oficio o provenían de un código
meras cartas de nobleza. No puede ser u.rra coincidencia. De cultural de uso cornún7.
hecho, los documentos eclesiásticos apuntan a rnoderar y con- Lo que sugieren tales análisis viene directarnente confir-
tener, en nombre de la ürtud, la actividad gestual. áQué pode- mado por los testimonios que acreditan, a Io largo de toda la
mos concluir, por nuestra parte, sino que esta actividad pasó Edad Media, la práctica constante de danras cantadas: las maie-
desde ese rnornento al primer plano de la escena cultural en la rol/es descritas por Jean Renart ert Guillaume de Dole, las danzas
atención y la sensibilidad comunes? Que se instaura un rasgo <<bajo el árbol>, las danzas (.de corral> ylas de Pascua, las de
nuevo en las mentalidades: un sentido agudo de la significa- Pentecostés, las de la noche de SanJuan, las procesiones danza-
ción de los gestos. De ahí las condenas fulminantes de los
medios clericales contra las gesticulaciones de los <<histriones>). [<.Los oídos se embriagan despreocupadamente, con gestos reproducen lo que van
exponiendo r> J J. CHarr-lnv, Hístoire musícale du Mo2en Age, París, PUF, r95o. pp. 238-
5 J.-C. ScHurrr, (<Gestus-gesticulatio>), en LaLexicographíedulatínmétliéoal, París, 24o y notas 617 626.
CNRS, pp. 377 39o. pp. III II5.
5o LA poEsía y LA voz EN LA ctvtltzactól Meot¡vlt- r;r
das como las de la Candelaria o las rogativas, las danzas de Ias alba8 bilingüe de Fleury o, en el siglo xrrt, much,,s rt,ntl,',ttt\.
cofradías, las danzas de los clérigos por San Nicolás... todas uirelaisyballettese. Lo poco que no es dado entrever cr'¡ t'slc rlcs
ellas evocan el fuerte vínculo que ligaba en aquella civilización, ierto docurnental en el que abundan los espejismos- I)iu'('('('
en pleno apogeo, el canto y el gesto a todos 1os movimientos indicar un fuerte predominio de los elernentos rítmicos y, sirr
afectivos, en el sentido de.una vigorosa afirrnación del ser. duda, de los movimientos (vocales y gestuales) sobre el sen(i<lo
Aquí ya no se trata sólo de lo que, en un libro de hace producido por las palabras.
tiempo, yo denominaba la (<teatralidad>> de la poesía rnedieval. Es casi seguro, sin embargo, que la práctica totalidad de la
Mediante esta abstracción pretendía, en efecto, designar de poesía rnedieval depende de otros dos tipos de oralidad, cuyo
forrna rrretafórica una característica universal del corpus poé- rasgo cornún es que coexistieron, en el seno del grupo social ,
tico medieval. Hoy me refiero más bien a las condiciones con- con la escritura. Yo los llamo respectivarnente (<oralidad
cretas de toda performance y, comparándolas con lo que evoca rnixta>), cuando la influencia de la escritura es externa, parcial
para nosotros la palabra <<teatro>> y Ia práctica que irnplica, y retrasada, y <<oralidad secundaria>), cuando se recompone a
empleo <<teatralidad>> de forrna rnetonímica. EI elernento partir de la escritura en el seno de un rnedio en el que esta
estructural y sernántico común entre los términos así entendi- tiende a debilitar los valores de la voz en el uso y en eI irnagina-
dos como contiguos *performance medieval, teatro moderno- rio. Invirtiendo eI punto de vista, se diría que la oralidad rnixta
reside en la presencia física simultánea, articulada alrededor de procede de Ia existencia de una cultura <<escrita>> (en el sentido
un cuerpo hurnano por la operación de su voz, de todos los de que <<posee una escritu.rr>), y la oralidad secundaria, de
factores sensoriales, afectivos e intelectivos de una acción total, una cultura (<letrada>) (en la que toda expresión está más o
a la vez espectáculo y participación. rnenos rnarcada por Ia presencia de Ia escritura).
Esta es la corrstante. En cuanto a las variables de las que Lo más frecuente era que, antaño, lavocalidad de nuestros
resultan las situaciones particulares, estas definen tres tipos de textos medievales resonase en situaciones de oralidad tan
oralidad que se corresponden con tres situaciones de cultura. pronto rnixta corno secundaria, según las épocas, las regiones,
El prirnero, primario e inrnediato, no corrporta contacto al- Ias clases sociales e incluso los individuos. La distribución no
guno con la escritura; de hecho, sólo se encu.entra en las socie- sigue nin.quna cronología, por rnucho que, en líneas generales,
dades desprovistas de todo sisterna de simbolización gráfica y en
ciertos grupos sociales aislados y totahnente analfabetos. No <.El alba es un género que describe el enojo de los enamorados que, habiendo pasa-
do la noche.juntos, deben separarse a1 amanece¡. Esta situación debe entenderse
podernos dudar que tal haya sido el caso de amplios sectores del dent¡o del concepto del amor cortés; así pues, la dama es casada, y la separación dc
rnundo carnpesino rnedieval, cuya vieja cultura tradicional, su amante viene impuesta por el recelo a que los sorprenda el marido...>), Martin de
Riquer, Iostroucdores, Barcelona, Arie1, 1975, vol. I, p. 6r [N. de1 T.].
oprirnida, marginada, verdadera arqueocivili zaciórt que llenaba El ¿i¡eloi es un poema de forma fija con un número va¡iable de estrofas con <los
los vacíos de la otra, debió de contar con una poesía de orali- rimas. lJno de sus versos hace las veces de est¡ibillo y reaparece al final d,: c^,1,,
est¡ofa. La palabra uireloi viene de lai y de uírer (<.girar>>). La ballete es una ( a nci.rr
dad prirnaria, de la que tal vez sobreviviesen algrrnos fragmen- de danza similar al rondeauy al uir¿lci. (<Como una amplificación del rondel ¡¡rrrlc
ce la ballette, con tres estrofás de tres a cuatro versos y rimas diferentcs ¡r:rr';r crr,l.r
tos que luego fueron recogidos por ciertos poetas cultos alnan-
una de ellas; e1 estribillo de uno a tresversos ¡eaparece al final de cacla <'str',,1:r ,,,r,
tes de lo pintoresco: así, desde el siglo x, el refrain de la farnosa cierta autonomía formal y musical>>, Javier del Prado, op. cit., p. I5() lN ,l, l I I
52 LA porsía y LA voz EN LA ctvtLtzactóH ueolevtl ll- LA PERFORMANCE: ORALIDAD Y ESCRITURA
patezcaverosírnil que la importancia relativa de 1a oralidad está, y a veces considerablemente, a su econornía interna y a su
secundaria aurnentase a partir del siglo xlrr. El poema (<fran- gramática. Pero el hecho de que sea recibido mediante lectura
cés>) más antiguo, la Secuencia de Santa Eulalia, un poco arrterior individual directa o mediante audición y espectáculo rnodifica
al año goo, funcionó, entre los fieles llue se congregaban en profundarnerrte su efecto sobre el recePtor y, por tarrto, su sig-
la iglesia de Saint*Amand, ce.ca de Valenciennes, en régirnen nificación. Esto es válido tarnbién para la forma atenuada de
de oralidad secundaria; Ios originales (<populares>) de lo que performance que constituiría una lectura pública realizada Por un
he llamado (<canciones de encuentro>>, en los siglos xrr y xIrI, intérprete sentado, o en pie, ante un atril. Es cierto que,
se transmitían seguramente en régimen de oralidad mixta. recientemente, ManfredJ. Scholz intentaba, por eI contrario,
Para eI medievalista, eI problema -pues sin duda 1o es* de la probar que la evolución del tlpo oral-auditivo de transrnisión
escritura, de su lugar en la civilización medieval, y de las fun- de los textos hacia el tipo gráfico-visual estaba ya rnuy avanzada
ciones que ejercía o no ejercía en eIIa, se plantea en estos tér- a mediados del siglo XrI, y que podemos rernontar nuestras
minos tan arnbiguos. prácticas rnodernas de lectura a esa época. Casi sirnultánea-
En efecto, el rnedievalista no puede eludir la cuestión cru- mente, pero desde un punto de vista más lirnitado, M. T.
cial de la naturaleza y la complejidad de la relación entre civili- Clanchy sostenía la misrna idea en relación con Inglaterra'o. Se
zaciótly escritura. Hoy estarnos, a este respecto, bastante lejos trata de tesis paradójicas, cuyo principio interpretarernos como
del Mcl-uhan de 1960, que, no obstante, tuvo el mérito de una reacción -en el doble sentido de la palabra- a ciertas
plantearla -no sin alguna confusión y bastante alboroto-. libertades de los medievalistas (<oralizantes>> de los años
Los trabajos de IM. Ong, desde una óptica exegética, y los de setenta. Pero, de hecho, a rnenos que sean radicalmente extre-
etnólogos como Jack Goody han venido matizando progresi- mas, todas ellas se integran en rni perspectiva. Creo que, vistas
varnerrte las tesis y afinando el vocabulario apropiado para ex- las dificultades y la probable lentitud del descifrarniento de las
presarlas. De todo ello resulta una proposición fundarnental, grafías, tenemos razón al presumir la relativa rateza de las lec-
modulada de diversas forrnas, pero que podernos considerar turas en voz alta propiarnente dichas. En carnbio, las nurnero-
probada, la historia de las rnentalidades y de los rnodos de sas representaciones, figurativas o literarias, que tenemos de
razonamiento (de hecho, de casi todo lo que designa nuestra lectores no excluyen Ia posibilidad de que el libro fuese utili-
palabra (<cultura>)) está deterrninada por la evolución de los zado como accesorio por los recitadores con vistas a una dra-
medios y los rnodos de cormrnicación. rnatización particular del discurso.
Ahora bien -ya 1o indicaba antes-, la acción diferencial Falta aclarar algunos térrninos. La distancia entre lo que
del medium puede intervenir en diversas fases de la historia del nosotros designarnos -y practicamos- como <escritura>) (con
mensaje cormrnicado, desde su producción a su conservación la intención o la presunción de dar nuestros escritos a Ia
ulterior, condicionando su iteratividad. La oposición más imprenta) y la (<manuscritura>) medieval es -en términos de
radical se rnanifiesta en la recepción, percepción visual -dife-
rida- de un grafisrno, o audición inmediata. El hecho de que ro M. J. Sclrorz, Hóren und lesen, Studien ryr prini\ren Re4ption der Literatur ím 12, und tg, .ltthr
/rund¿rf, Wiesbaden,Athenai.on, r98o; M. T. CleNcr¡v, Frommemorytowrítten u¡or¡l'
el texto haya sido cornpuesto por escrito o no, afecta, claro England to66 r3ol, Cambridge, Mass. Haward university, r9l9.
5+ LA poEsía y LA voz EN LA ctvtLtzactóN ueoteval
II. LA PERFORMANCE: ORALIDAD Y ESCRITURA
antaño porJ. Paton pretende ser una compilación efectuada La escritura no es por tanto mrnca cornpletamente autónorna,
por un supuesto Richart de Irlanda sobre la base de recerrsio- sobre todo cuando registra la lengrra vulgar. Está irnplicada en
nes debidas a cuatro secretarios diferentes..., todos ellos car- las tensiones resultantes de la diglosia de la clase clerical diri-
gados de títulos universitarios o eclesiásticos: licenciado, clé- gente. La escritura latina por herencia, la palabra grammatica
es
La lectura, de la que sabernos que siguió siendo articulada especie de antropología religiosa en Tomás de Aquino, cuyo
hasta eI siglo xVI, es de tipo intensivo, mientras que la nuestra abundante y significativo vocabulario han estudiado B. Lacroix
es extensiva, ocular, rápida, diversificada: una misrna palabra, yA. Landry'6. Ba¡o Ia plurna o en la enseñanza de los doctos se
(<lectura>), designa pues actividades apenas comparables. Si fue esbozando una teoría, ya presente en Isidoro, que tomaría
eI libro corno objeto se distingue de la comunicación vocal, forrna con Gregorio el Grande y atravesaría los siglos hasta lle-
la lectura rnedieval permanece ligada a esta. Globalrnente, la gar a los conocidos versos de Villont a los cultos, la escritura, a
escritura aparece en la civilización medieval corno una de esas los incultos, las imágenes, con Ia misrna veracidad; intuen (<<des-
instituciones en las que una comunidad puede reconocerse, cifrar con los ojos y Penetrar>> el texto) contra contemplari, según
pero en las que no puede comunicarse en el sentido pleno del los térrninos de una resolución del sínodo de Arras de ro2§ que
término. Sería tentador interpretar como una confesión tar- parece excluir toda situación intermedia.
día la confusión constante, a finales de la Edad Media, entre En realidad , litteratus e illiteratus se refieren rnerros a unos
los térrninos <<autor>> y <<actor>>. El <<autor>> es la encarnación individuos considerados en su totalidad que a unos niveles o
laícizada del locutor divino, Dictator de la Escritu.ra -encarna- tipos de cultura que pueden coexistir (y a me.tudo coexisten)
ción cuyas prirneras manifestaciones, todavía esporádicas, en el seno de un mismo gruPo, o incluso en el cornPorta-
aparecerr durante la segunda rnitad del siglo xrr-, rnientras rniento y la rnentalidad de un misrno individuo. El topos en
que eI <<actor>> seguirá siendo durante rnucho tiempo el cuestión no da cuenta de un hecho que, por sí solo, es caPaz de
intérprete enla performance de una poesía que, pura presencia, disminuir considerablemente el alcance de aquel, escritura y
no se rnolesta en declarar su origen. lectura son operaciones rnuy distintas y, si la primera implica
Describir la cultura medieval corno rr.n tránsito progresivo e casi necesariarnente a la segrrnda, lo inverso no es cierto. Entre
irreversible desde el prirnado de la voz al de la escritura sería el minoritario grupo de hombres de la Edad Media caPaces de
adoptar un punto de vista exageradamente rnoderno. El tópico Ieer, sólo un puñado pertenecía a la elite de profesionales de la
medieval que oponía los térrnino s litterati e illitterati corno antinó- escritura. De esta forrna, hasta el siglo xttr, la escritura casi
rnicos talvez haya sido causa entre nosotros de frecuentes erro- podía pasar por un privilegio de clase y, sólo rnanteniendo sus
res interpretativos'S. La bibliografía que se ha constituido sobre lazos con lavoz, pudo entrar en la red general de las comuni-
este terna es bien conocida. De hecho, está en el origen de una caciones sociales.
r5 <<La oposición no cubre por completo la que estableceríamos entre el individuo guaje definido por reglas. En las aplicaciones que de ellas se hacen, los términos
que sabe leer y el que no sabe. Gautier Map distingue liff¿ro¿us de scribo; un buen reflejan el empleo, ya sea del latín, ya de la escritura, o bien de ambos, más espe-
"escriba" puede ser illíterotus; un liifercfus no recu¡¡e necesariamente a la escritura cíficamente, por un cuerpo de intérpretes, hermeneutas, filó1ogos, glosadores a
en el cumplimiento de sus tareas cotidianas. La propiedad que 1e califica, litera- cargo de la transmisj.ón de los saberes teóricos, De litteratus a illitterotus se abre una
tura, en francés antiguo. lettrure (en inglés, liferog), no es tanto un atributo perso- amplia escala de matices sobre la cual cada locutor se desplaza cómodamente'
nal cuanto un tipo de relación existente entre él y cierta práctica significante. La Otro facto¡ de equivocidad es, hasta el siglo XIIr, la oposición litteratus-ílliterctus,
oposición se encuentra neutralizada en el curso ordinario de la vida; ya hemos que coincide con la de "clérigo" y "laico", herencia verbal de una situación anti-
hablado de la "simbiosis" del letrado y del iletrado. En algunos casos só1o los dife- g.u, desde el siglo XI>>, Paul Zumthor, Laletrallaaoz" Mad¡id, Cátedra'
rencia la naturaleza de 1a doctrina a la que hace referencia su discurso. De ahí la "rp.rudu
1989, pp. 143-14+ [N. del T.].
vaguedad, o incluso ambigüedad, de la noción, (il)letteratus transmite un conjun- 16 <.La religion populaire chez Tomas d'Aquin>>, en P. Boglioni, La culture populaire au
to de ideas completamente hechas relativas al conocimiento práctico de un len- Moy"rÁen, Montreal, Aurore, 1979, PP' 165-r8r.
PERFoRMANCE: ORALIDAD Y ESCRITURA 63
6z u poesír y Ll voz EN LA ctvtLtzAcróH r.,r¡orEvrL
-
64 Ll possíl y u voz EN LA ctvtLtzactóx i4eolEvlL ll. LAPERFORMANCE:ORALTDADYESCRTTURA 65
su irreductibilidad. Aquí y allá esos hombres doctos experi- siglo XI, xII o XIII, según los lugares, esta cultura popular,
mentaron Ia novedad de escribir algunas palabras en lengua hasta entonces relegada a la trastienda del Orden (político,
vulgarr talvez para registrar un acto jurídico o, en el mejor de social o rnoral) entra ruidosamente en escena y obliga a los
los casos, un poema que adaptaba o imitaba una técnica hasta letrados a un prodigioso esfuerzo de invención para intentar
entonces purarnente oral *como el Cantar de Ludoaico, contern- racionalizarla, aunque fuese un poco, y procurarse así los
poráneo del Sanfo Eulalia, el Heliand, el Beouulf o los poemas medios para actuar sobre ella. Su herrarnienta más poderosa en
franco-occitanos del manuscrito de Clermont-. En España, esta empresa es la escritura. Por eso, a partir de una época
el escenario fue más complejo debldo a las interferencias con situada entre II5O y I25O, todas las lengrras vulgares de Europa
el árabe. En la Inglaterra normanda del siglo Xrr, el latín se acceden al prestigio de la escritura. Lengrras vivas en su vocali-
opone a la vez a la lengua germánica de los vencidos (en las dad cotidiana, el franco del siglo Xrr, el toscano del xrrr, el alto
penínsulas del Oeste, al celta) y al dialecto francés de los con- alemán y todas las dernás ascienden al estatus de <<lengrra de la
quistadores; pero este último, heredando costumbres anglo- L.yrr. Pero la vocalidad no se extingue. Empapando, por así
sajonas, más favorables que otras a la lengua vulgar, se conver- decir, estas escrituras por doquier, aún producirá poesía du-
tiría en adelante en eI idioma dorninante, instrurnento de rante mucho tiempo; y, como ya dije antes,
conservará
poder plenarnente habilitado para comunicarse a través de la -poco o
mucho- su lugar y su función entre los procedimientos de la
escritura. No obstante, en rnedio de tantas conrnociones, la escritura. De la escritura procede la autoridad; pero la yoz
voz que brota de lo rnás profundo y porta las palabras anterio- conserya la veracidad de una presencia irrecusable. Es cierto
res a las racionalizaciones aprendidas no puede ser de ninguna que la cuestión de la veracidad se confunde con la del estatus
rnanera (ni siquiera en boca de un clerigo) la misma que del autor en el texto, pero ¿quién dudaría en carnbio de una
enuncia frases latinas. La voz verdadera habla la lengua boca real, de un rostro que todos ven, de ese gesto que sólo
materna que ha producido en los países rornánicos, tras una pertenece aJean, aJacques o aJér6me?
larga y favorable deriva, el uso oral del latín antigrro, por opo-
sición al que mantenía, gracias al corsé de la grammatíca, la Permítanme referirme aquí al análisis presentado en el capítulo
escritura. En el seno de su dialecto romance, en los territorios primero de mi Introducción ala poesía oral'7 . Es poesía
del antiguo irnperio de Occidente, estos hombres han llegado -este era mi
punto de partida- 1o que el público, Iectores u oyentes, recibe
a ser 1o que son. Pero eI sermo uulgaris es a la vez la raíz y el fruto como tal, percibiendo en ello una intención no exclusivarnente
de una cultura salvaje, extraoficial, aunque ornnipresente, referencial, el poema, en efecto, es recibido como la manifes-
hecha de sedirnentos oscuros acurnulados desde el neolítico, tación particular, en un tiempo y lugar dados, de un vasto dis-
poderosa mixtura (<campesina) (es decir <<paga.ra>) de curso que constituye globalmente un tropo de los discursos
recuerdos Íberos, celtas, gerrnanos, de creencias, de prácticas, ordinarios rnantenidos en el seno del grupo social. El poema
de arte, con los que la tradición latina, eclesiástica y escolar, viene acornpañado o jalonado por ciertas señales que resaltan
tiene que lidiar, dado que no ha podido erradicarlos bajo la
acusación de paganismo o herejía. Ahora bien, a partir del 17 Páginas 28 y Z9 de la edición original [N. del T.].
(i (; LA poEsia y LA voz EN LA ctvtLtzactóH ¡¡eolrvlL ll. LA PERFORMANCE: ORALIDAD Y ESCRITURA 67
su naturaleza figrrrativa: así, por ejemplo, el canto en relación se imponga en la poesía el registro escrito o el registro vocal.
con el texto de Ia canción. El resultado es una oposición funcio- Lo (<textual>> domina lo escrito; lo <<rnodal>>,las artes de la
nal entre dos tipos de textos (u,rttq,r" cada uno se dispersa en voz. En el mejor de los casos, un rnonumento oral sería conce-
diversas clases) que hace veinte años llamábarnos respectiva- bible enteramente <.rnodalizado>>, pero nunca (<textuali-
mente (<documenlorr, (di.",rrso no matcado) y (<monumen- zado>). El <.texto poético oral>>, en la rnedida en que, por la
tos>> (discurso marcado, texto). Por supuesto, conviene relativi- voz que 1o transrnite, recurre a un cuerpo, es más refractario
zar esta dicotomía, sorneterla a incesantes redefiniciones. Por que el texto escrito a cualquier análisis que lo disocie de su
rnuy incierta que a veces nos Parezca, la línea divisoria entre función social y del lugar que esta le confiere en la comunidad
(<docurnento>) y (monurnento>> atra¡¡iesa alaver la oralidad y real; de 1a tradición a la que talvez se encomienda de manera
la escritura y engendra diferencias del rnismo orden en arnbas. irnplícita o explícita; de las circunstancias, finalmente, en las
Esquemáticamente, representaré estas diferencias oponiendo a que se hace oír. Mucho rnás de Io que el texto escrito depende
una base antropológica y lingüística las diversas especies de seña- de las técnicas manuales o rnecánicas de la grafía, el texto oral
les operatorias que, integrándose en ella, la transforman' depende, por esos factores, de las condiciones y los rasgos lin-
Esa base está constituida por estructuras primarias que' en güísticos que deterrninan toda cornunicación oral. El efecto de
(<cornunicación diferidar>, definitorio de todo rnonurnento,
este corrtexto, asur:nirernos como estables' Se trata de:
se produce, en la performance, rnediante el ernpleo de un len-
(<naturales>) (Ios órganos vocales, las
- las estructuras guaje casi ritual, por 1o rrrenos inmediatarnente reconocible
rnanos, los soportes materiales de la escritura); como procedente de una tradición compartida. De este modo,
y las estructuras (<culturales>> (las de la lengrra corno tal)' las circunstancias, el hic et nunc de la voz, se ven ficticiamente
-
Al discurso que sólo active las estructuras primarias io lla- extirpadas de unas condiciones espacioternporales concretas,
marernos (<docurnento>>. El (<monumento>> se constituye a de algrrna forma mitificadas. De ahí la frecuente irnpresión de
otro nivel, digarnos (<poético>>, definido Por una señalización irnpersonalidad, si no de abstracción, que experirnenta e1 lec-
propia, intencional y resultante de un trabajo que reorganiza tor (el rnedievalista incluido) de un texto originalmente desti-
elernentos ya otganizados en estmcturas prirnarias. A este res- nado a la transrnisión vocal; todo Io contrario, podernos estar
pecto podernos distinguir, seguros, de la impresión experimentada por los oyentes del
siglo xrr o xrrl. Ylo mismo cabe decir de la rnayor parte de las
u.na señalización (<textual>) dependiente del lengrraje; y
- canciones de 1os trover<,¡s.
(necesariarnente)
El hecho de que, al menos desde ei siglo XrrI, la vocalidad
una señalización <<rnodal>), ya sea gráfica (tendente al poética se ejerciese en contacto con eI universo de la escritura
-
dibujo), cuando se trata de escritura, ya vocal (tendente no tiene efecto alguno sobre este punto. EI irnpacto de los
al canto), cuando se trata de oralidad. hábitos expresivos y de las rnentalidades escriturarias pudo
Ahora bien, la perspectiva de las señalizaciones textual y dejarse sentir, de una forma más o rnenos acusada, sobre la
rn<>rlal en la constitución del rnonurnento difiere rnucho según producción, la conservación o la reproducción del poerna.
'
68 LA poEsÍa y LA voz EN LA c¡vtltzactót'¡ t4eolevaL
Como constitutiva de la oralidad, la performonce quedaba fuera III. CóMO INTEGRAR LA OPERACIÓN VOCAL
de cuestión. Más aún: cadavez que un poema pasa del registro EN EL ESTUDIO DE LOS TEXTOS MEDIEVALES
escrito al registro oral-aural experirnenta una mutación radi-
cal
-aunque raramente perceptible- en el nivel lingüístico.
IJn poema compuesto por escrito pero <<representado>) oral-
mente cambia de naturaleza y función, como cambia, inversa-
mente, un poema oral recogido por escrito y difundido de
esta forma.
conjunto, nos incline hacia una u otra respuesta, estarernos elernentos no textuales de la performance, lo que escuchamos
confrontados a diferentes modalidades de discurso poético. sólo remite al pasado medieval de una rnanera facticia. Ese
Por otra parte, cualquiera que sea el estado en que han lle- concierto constituye un.a performance actu.al. Desde el punto de
gado hasta nosotros, eqos textos son textos, y nada nos autoriza vista de nuestra propia cultura, es una ventaja y, tal vez, sea
a considerarlos simples registros de palabras tarnbién eI rnedio rnás eficaz para insuflar urr poco de vida a
-es decir, a saltar,
por metáfora y corno si tal cosa, de un modo de percepción esos venerables documentos históricos. Nuestro conocirniento
sensorial a otro-. Cuando yo mismo edito esos textos, los de los misrnos se hace rnás profundo, pero, sin duda, se des-
irnprimo para hacerlos asequibles a la glosa de los eruditos, a la virtúa err ese preciso mornento.
enseñanza de los profesores, a la lectura de todos los interesa-
dos. Tiene lugar así r¡.na obra de recuperación cultural que Cualquiera que fuese, en la existencia del texto, el instante
activa en nosotros, en el mornento del <<consumo>> del texto (cornposición, transmisión o ambas) en el que intervino y
(valga la expresión), las misrnas facultades físicas e intelectuales operó la vocalidad, confiriendo a una (<obra>) su realidad con-
que el consurno de escrituras conternporáneas: la vista, pero creta, la situación del lector rnoderno siernpre es la misma. Por
tarnbién todo lo que irnplican mucho que este sin duda pueda, implícita o explícitarnente,
-tanto en actitudes corporales e
impresiones cenestésicas corno en procedimientos de recep- rnantener un discurso sobre el texto en cuestión, no tiene
ción y de cornbinación mernorística- nuestros propios hábitos medio alguno para explicarlo
-quiero decir para captar sus
de lectura..., hasta Ia forrnay, por qué no, Ia comodidad de implicaciones sensoriales y hacerlas perceptibles-. De lo que se
nuestros sillones. trata es de invertir idealmente (d" rr.,.u rnanera no demasiado
En este sentido, nuestros textos no nos proporcionan sino discutible) la mutación cualitativa operada antaño por eI paso
una forma .vaciay sin duda profundarnente alterada de lo que al escrito, de lanzar por 1o rrrenos una pasarela tentativa por
fue, en otro contexto sensomotor, palabra plena. Este es el encima de esas discontinuidades cuya importancia presumimos
hecho general al que se subordinan todas las cuestiones relativas sin poder cuantificarla. No harernos nada rnás que intentar
a la oralidad de 1a poesía de ;r,,iuel tiempo. Esto es tan cierto que reconstruir Ia circunstancia y no por simple acurnulación eru-
de los procedimientos rnecánicos que hoy nos permiten escu- dita, sino porque habremos asurnido en seguida que el (<texto
char ciertos textos rnedievales (corno los discos de canciones verbaliza una situaciórrr> pu.ti",rlar que no sólo es definible en
trovadorescas o de Minnesiinger) podríamos hablar términos sociohistóricos generales, sino que lo individualiza
-cualquiera
que sea, por otra parte, su propia calidad- rnás o merros erl tanto en el orden de las percepciones corporales como en el de
los mismos térrninos en que hablamos de nuestras lecturas. la intelección. Se trata de penetrar un universo metafórico
El sonido transmitido por el disco atenúa rnucho el efecto de implantado en Ia historia pero distinto de esta: es imposible
alejamiento temporal y de embotamiento sensorial. Sin basarse en una simple serie de hechos históricos para reconsti-
embargo, no es sino la ilusión de una presencia, y cuando tuir el acontecimiento en su unicidad. Sin embargo, unos valo-
acudirnos a una sala de conciertos para escuchar a un can- res
-una estructura de valores- se desprenden a medias, exi-
tante y a unos rnúsicos, Ios equívocos se concentran sobre los gen ser cornprendidos, y la única posibilidad de interpretarlos
m. có¡to nteontn La oprnlctól vocal... t5
LA poEsiA y LA voz EN LA clvlLlzAclÓN MEDIEVAL
vendrá de la mano de su paradójica convivencia con el Ahí detrás, por debajo de la evidencia de nuestro presente y de la
rnornento actual de (nuestra>> historia'. racionalidad de nuestros métodos, queda un residuo, ese múlti-
Lo que buscamos espontánearnente en toda obra de arte, en plo sin origen unificador ni fin totalizador, ese (<ruido>) del que
particular en la obra poética, es un efecto especular. Si 1a obra habla Michel Serres, y cuyo conocimiento corresPonde al oído
más que a Ia vista. Es ahí, y sólo ahí, donde se sitúa para nosotros
pertenece al pasado, la fuerza de ese rnovimiento -mal contro-
lable en nosotros- crece más cuarrto mayor es nuestra carencia la oralidad de nuestra (<literatura rnedieval'>, vocalidad-residuo
de elementos de inforrnación anecdótica. Cuanto rnás nos de las fllologías renuente a nuestros sistemas de conceptualtzación.
retrotraigamos aI pasado, más poderosamente nos veremos Só1o 1o evocaremos corrro sírnbolo, es decir, en términos
que llarnaré (<narrativos>> el sentido más dinárnico de la
arrastrados hacia un umbral óptimo, antes de que la excesiva -en
distancia espaciotemporal borre todo sentimiento de Perte- palabra y refiriéndola al relato en cuanto que receptáculo de
nencia. No cabe duda de que nuestra Edad Media se sitúa hoy analogÍa-. No pretendo preconizar así un comparatisrno anec-
en ese umbral; de ahí su <<actualidad>) tanto entre los investi- dótico, por rnucho que a veces pueda iluminar útilmente eI
gadores corno entre el gran público. terreno de investigación. Opland, en un articulo de r97r,
Este es el deseo que subyace a nuestro discurso' lJn deseo extraía de ciertas prácticas bantúes un argumento analógico
que a rnenudo se oculta y, Por eso mismo, resulta un activo para explicar el funcionarniento de los textos anglosajones
productor de espejismos críticos y mitologías vulgarizadoras arcaicos'. Criticarlo sería fácil. De todas formas, conviene atra-
que, a veces, degeneran en Puro integrismo rnetodológico' De vesar la analogía sin detenerse en ella y no pedir imágenes a los
este último proviene sin duda ssa <<a-topía>> posestructuralista, etnólogos, sino conclusiones caPaces de apuntalar un principio
multiplicadora de térrninos que comienzan por (de>) ' decodi* Jean Rychner en r$§§ a propósito
-como hizo, por ejempio,(<analogía>)
del cantar de gesta-. Por entiendo toda figuración
ficación, deconstruir, etcétera. iQué u-topía! Si me perrniten
eljuego de palabras, todo eso, si no desechado, ha de ser supe- que perrnita percibir y registrar las señales emitidas por la his-
rado, puesto al serwicio de una redefinición, no tanto de la his- toria que fueron sofocadas o censuradas -Ia censura unas veces
toria como tal (¿quién se atrevería a ello?), como del aconteci- ernana de una sociedad pretérita, otras viene impuesta por la
miento. Adrnitir la oralidad de un texto es, paradójicamente, nuestra-. Al historiador y aI crítico les corresponde recoger
esas señales, aunque sea partiendo de una sirnilitud engañosa,
tomar conciencia de forrna activa de un hecho histórico que no
se confunde con la situación cuyo rastro escrito ha subsistido y para atravesarla y luego alejarse de ella hasta olvidarla a medida
que nunca se reflejará en ese espejo. que van descubriendo las rnotivaciones originales'
En 1o que a nosotros resPecta, se trata de explotar ese deseo de El progresivo descubrimiento en la Alemania, la Inglaterra y
sirnilitud inrnanente a nuestro discurso histórico, de captar su la Francia del siglo xvlrl de sn¿ (poesía popular>> iba a permi-
energía a fin de emplearla para nuestros propios fines: intentar tir que los futuros estudios rnedievales tomasen cuerPo recha-
ver la otra cara del espejo, arañar al menos la capa de azogrre' zando los criterios lógicos a priori de tradición aristotélica'
De ahí la intensidad de los primeros descubrimientos. puede concebirse corno histórica y social, en la medida en que
Cuando, un poco más tarde, se impusiera ese triste positi- o.a u los seres humanos, y en que, por el uso que se hace de
vismo reintrodgctor de nociones corno (obra>), (<género>), ella, modula la cultura cornún' Evidentemerrte, este asPecto
<<autor>>, la brecha había quedado definitivamente abierta y las atañe a nuestro estudio.
distorsiones que se produjeron a partir de entonces ya no Para no alargarme, tengo que remitir al lector al capítulo
tuvieron efecto. Por otra parte, no se trata de fundar una cien- inicial de mi lntroducción. En é1 constato que Ia voz -anterior a
cia, sino una opinión probable; no se trata tanto de demostrar toda diferenciación fonológica, Pero apta para manifestarse a
(otro térrnino en <.d"r>) como de mostrar; es decir, de volver través del lenguaje- una cosa materialt podernos describir
es
sensorialrnente presente, de hacer, en el orden imaginario, oír tanto sus cantidades como sus cualidades (el tono' el timbre' e1
y sentir. Lo que intento evocar así sería un discurso (<poético>) registro, la tesitura) y, en la rnayoría de las sociedades' la cos-
homogéneo respecto a su objeto; en el polo opuesto de la pala- trrlb.e atribuye a cada una de ellas algu.na connotación sirnbó-
bra de control y autoridad, externa y reductora, una palabra a la lica, véase, una función señalética' El hornbre escucha emerger
vez escurridiza y productora de su propia veracidad, un gesto3. su propia voz entre una multitud de ruidos; err torno a ella se
Tánto como eI dominio de las técnicas de la fil.ología y el anuda ellazo social y cobra forrna una poesía'
análisis textual, la tarea ideal del rnedievalista consistiría enton- IJna corriente de pensamiento atravesó 1a Edad Media para
ces en converrcerse de los valores incornparables de la voz, en acreditar la existencia, entre los hornbres de aquel tiempo' de
entrenar su atención y su sensibilidad para captarlos; más aún, cierta noción de esos valores. Q.'e d"du cabe, los textos sobre
este asunto son Poco nulrrerosos. Pero ¿no sería posible que
su
en vivirlos, pues sólo existen en el rnomento, independiente-
merrte de los conceptos en los que nos vemos obligados a escasez significase sirnplernente que aquello
<<caia Por su propio
encorsetarlos para describirlos. Esta exigencia me parece fun- peso>> y que, para las sensibilidades de los siglos xr, XIr' e incluso
darnental, ya que
-tratándose de un estado
relativamente anti- xrrr, lu. implicaciones ontológicas de la voz eran evidentes? La
grro de nuestra civilización- Io que podarnos decir de la orali- práctica poética de entonces inclinaría a pensarlo, 1o mismo qrre
dad constituirá el punto de partida y de llegada de lo que ciertos usos léxicos escolares, como eI empleo de la palabra latina
diremos de la escritura, y no a Ia inversa. üoxparadesignar alavezla materialidad del sonido proferido por
El punto de partida de una poética, pongamos del siglo xrr, la garganta, el signo lingúístico del que es portador y, aqwíy a71á'
debería ser la consideración de esa belleza interior de la voz el sentido que suscita. Er^la Poetria noua de Geoffroi de Vinsauf'
hurnana <<captada Io rnás cerca posible de la fuente>), como versos 2o!ty siguientes, hay un pasaje particularrnente o'plícito
decía Paul Valéry. Esa belleza puede, es cierto, concebirse como en el qrre, en la primera acepción, oot alterna con os' puesto que
particular, propia del individuo emisor del sonido vocal. Por constituye (con el texto y el gesto) una de las tres <<lengrras>) del
esta razón, y salvo excepciones difícilrnente irnaginables, des- recitante. Así, también, en lengua vulgar, desde una perspectiva
pués de tanto tiernpo, nos resulta inaprensible. Pero tarnbién específicarnente retórica, en Brunetto Latini, Teso'o,N' 5oa'
P. Zuurnon, ParlerduMolen.Age, París, Minuit, r98o, pp. roo-ro3 Liliuresdoutresor, F. Carmody (.d.), Bt"kelty, UC Press' r948' pp' 359-36o'
Q
lt, cóMo tNTEGRAn tA opeRlclótt voclt...
7t) LA POESIA Y LA VOZ EN LA CIVILIZACION MEDIEVAL
En el registro filosófico, citaré el cornentario de Tornás de rio por naturaleza. La tensión, en efecto, a partir de la cual eI
Aquino al De anima, hacia el final de la lección rB, en unas breves poema oral se constituye, surge entre la palabra y lavoz, y pro-
líneas que explicitarán, en los siglos xv y xvr, las especulaciones cede de urra cuasi contradicción entre sus finalidades respecti-
teológico-iingüísticas sobre el Verbo. vas; entre la finitud de las formas del discurso y Ia infinitud de la
rnemoria; entre 1a abstracción del lengrraje y la espacialidad del
Los valores propios de la voz no pueden dejar de determinar, cuerpo. Por eso el texto oral nunca se satura: nunca colma corn-
aI rnenos en parte, la producción de rnensajes poéticos destina- pletarnente su esPacio semántico. Esto supone para nosotros,
dos a la transrnisión oral. Los textos que estos constituyen lectores de hoy, una fuente Permanente de errores de inter-
adquieren de esa forma un estatuto cuando rnenos algo ambi- pretación, pues la Pregunta que nos vemos inclinados a diriglr
gu.o respecto a la escritura. Así, se puede decir que la voz debe al texto, con cierta impaciencia, cae a menudo en el vacío Por
entrar en la definición de toda poesía, que el lugar de la el hecho rnisrno de ser pronunciada.
poesía es el lugar de 1a voz. Esta proposición se aplica de una Además, en el seno de la tradición a la cual tenernos que
rrranera específica a una poesía a la cual no le queda otra salida referirla, la performance poética oral sobresale como una discon-
que la performance vocal, pues señala y manifiesta la realización tinuidad en lo continuo, una fragrnentación <<histórica>) crryo
histórica de una virtualidad universal. Otro rasgo: el texto efecto se hace tanto más evidente cuanto rnás larga y explícita es
escrito cornporta un doble efecto de comunicación diferida; la tradición, y en la medida en que abarca elernentos más
uno, intrínseco, debido a los rnovirnientos autorreflexivos y a diversificados: así, en la economía de los ciclos de leyendas,
las polivalencias engendradas por la formalización poética; eI epopeyas, cuentos, cantares' suPerunidades virtuales cuya Par-
otro, extrínse.o (p".o con grandes consecuencias a largo plazo) , ticularidad es no actualizarse nunca en su coniunto'
provocado por el alejamiento de los tiempos y los contextos La forrna del texto oral es pues de orden desiderativo' Es lo
entre el momento en el que se emite el mensaje y el rnornento que Max Lüthi, a propósito de los cuentos, llarnla rtelform, forma
en el que se recibe. EI poema <<representado>) oralrnente com- terminal e ideal, realizada aquí y allá, pero no en Ia obra entera
porta el primer efecto, pero, en principio, no el segrrndo' en cual, como tal, no Puede constituir una totalidad-' ArnPlios
-la
cuanto que oral, reposa sobre una ficción aI menos de inme- sectores de nuestra poesía antig'ua (esot se"to"es cuya transmi-
diatez; de hecho, aunque la audición tenga lugar mucho sión oral ofrece pocas dudas, como el cantar de gesta) ilustran a
tiernpo después de la cornposición, como audición que es través de su funcionarniento la fecundidad de esta noción'
no puede ser sino inrnediata. El resultado es a rnenudo ("o-o
constatamos ernpíricamente) que eI efecto de diferencia Es en e1 marco que definen estos rasgos generales donde se
intrínseca se atenúa er.la performance. .. o, tal vez, se ha venido plantea la sigrriente cuestión: ¿hay formas orales específicas?
(cualesquiera que fueran, por
atenuando desde el origen, pues la perspectiva de una realiza- ¿La vocación oral de un texto
ción vocal se inscribe en el texto er:.razórt de ese desfase. otro lado, las circunstancias de su composición) determina su
Esta exigencia de inrnediatez conlleva una consecuencia, eI modo de formalizaciór:? No pretendo dar a este problema
texto transrnitido vocalmente debe ser considerado fragmenta- una solución prefabricada; como mucho desearía ProPoner
*
Ú. cóMo TNTEGRAR LA oPERAcloN vocal.., 79
78 LA poEsiA y LA voz EN LA clvlLlzAclóH i4eolrv¡L
(<estilo formula-
un nuevo ángulo de observación verosírnil y necesariarnente de expresión bastante cornplejo denominado
problemático. El texto con finalidad vocal es, en efecto, y por rio>). Apartir del comienzo de los años setenta' un número
naturaleza, menos apropiable que el texto ProPuesto a la lec- creciente de autores dio en considerar a este último como el
carácter propio y definitivo de toda poesía oral' En un
artículo
tura. Más que este últirno, se resiste a dejarse identificar con la
palabra de su autor; más que este, tiende a imponerse como un reciente publicado en la rewista Poétique tuve ocasión de criticar
Por
bien común del grupo en cuyo seno funciona. De esto se des- e*te prrrtto de vista, así que no volveré sobre este asunto5'
prenden dos características estrecharnente relacionadas: otra^parte, a lo largo de los años cincuenta, diversos medieva-
listas, casi sirnultáneamente, tuvieron la idea de aplicar a unos
r) El <<modelo>> de 1os textos orales es rnás concreto que el poernas narrativos de la Alta Edad Media la noción
de estilo
de los textos escritos: los fragmentos discursivos prefa- fo.rnrlu.io oral, que Por entonces parecía firrne en la práctica
bricados que vehicula son más nr.urrerosos' rnejor orga- de ciertos helenistas y eslavistas. En r$§J, F' Magoun se apli-
nizados y más estables semánticarnente. Ejemplos' los caba al estudio d'el Beouulf y la tradición anglosajona'
Su análi-
versos-cliché de los cantares de gesta o ciertos motivos sis se basaba en una concepción rigrrrosa y estrecha
de la teoría'
(lugar erótico>)'
<<líricos>> como el de oralidad; su
la fórrnula es una prueba necesaria y absoluta
Z) En el interior de un mismo texto, en el curso de su
presencia excluye la intervención de la escritura' a no
ser a
transrnisión, y de texto texto (en sincroníay en diacro-
a
,l,rr1o de sirnple acta de Ia performance' El Beouuf contiene un
nía), se observan interferencias, repeticiones probable- setenta y cuatro por ciento de versos forrnularios: sólo
había
rnente alusivas, intercambios discursivos que dan la qr." ,u.u. las conclusiones oPortunas de este hecho' Cuando'
irnpresión de una circulación de elernentos textuales via- 1963, fue reeditado por L' E' Nicholson' el artículo de
jeros que se combinan en todo mornento con otros en "n
Magoun ya había generado toda una posteridad' me refiero'
cornposiciones proüsionales. Ejemplo' el corpus entero po" a los estudios de R''Waldon, R' D' Stevicky otros
de los textos antaño publicados por C. Bartzsh con el "jernplo,
,ob"e Ia poesía en inglés antigrro o sobre el verso aliterativo en
títnlo de Romanzen und Pastourellen. la Inglaterra medieval. En r$§§ aparecía eI libro de Jean
Estaúltima observación Parece remitir a la famosa (<teoría Rychner sobre los cantares de gesta, en el que eI autor Preten-
los tér-
oralr> (expresión consagrada en los países anglosajones y ger- diu p"obut la finalidad vocal de aquellos sirviéndose de
rrritro, establecidos por Parry' El irnpacto de este libro fue tal
mánicos) surgida de las investigaciones de Milman Parry y de
que justificó, dos años más tarde, la celebración de
un con-
los trabajos deA. B. Lord. Sin ernbargo' rrre parece que, tras
algunos de sus orga-
un cuarto de siglo de uso, y si Ia reducirnos a suprincipio, la g..rá d"rtirtado, al rnenos en el ánimo de
(doctrina>) Parry-Lord ocuPa en nuestros estudios una posi- ,rirudo..r, a detener a tiempo una peligrosa herejía' El resul-
ción de hipótesis de partida -útil desde el punto de vista heu- tado no estuvo a la altura de las expectativas y' hasta rnediados
rístico, pero desprovista de autoridad universal-' Inicial- de los años setenta, hemos visto constituirse una considerable
bibliografía de trabajos de ese tipo dedicados a la rnayoría de las apoyaba en el Cantar de los Nibelungos, ejemplo, es verdad, privile-
zonas culturales de Ia Europa premoderna: Francia, los países giado, pues pocos textos rnedievales reúnen una cornbinación
germánicos y escandinavos, España... tan manifiesta de efectos de voz y de efectos de escritura.
El estudio del estilo forrnulario acabó convirtiéndose en La teoría formularia no tiene suficientemente en cuenta la
aquellos años de éxito en una disciplina casi autónorna, en de- necesidad interna del texto poético. Desde el punto de vista
trimento de los dernás elernentos poéticos de los textos consi- lingüístico, oral o escrito, un texto es un texto, de Ia incumben-
derados. Arnenudo se redujo, entre ciertosjóvenes investiga- cia de los métodos críticos de los que, corno texto, es objeto por
dores sin experiencia, a nna caza de fórmulas bastante irrisoria. definición, y, necesariarnente, comPorta rrrarcas de ese esta-
Sin ernbargo, algunas de esas monografías, por la precisión de tuto. Pero, para rnantener su especificidad, una poética preo-
su objeto, contribuyeron a redefinir el sistema formulario cupada de hacer justicia a la vocalidad no se detendrá tanto
dándole una imagen tan cornpleja que cualquier aplicación sobre esas rnarcas corno sobre las relaciones inestables de las
pura y sirnple del rnodelo se hizo imposible, así, el estudio de que resulta, por concatenación de elementos y de sus efectos
Aspland sobre las asonancias err -ant, o la tesis de Ashby sobre de sentido, la econornía particular del texto dicho o cantado:
las fórrnulas descriptivas del cornbate singular, o, de otra rna- era lo que, en un lenguaje urr poco anticuado, revelaba hacia
nera, el trabajo de Edrnond de Chasca sobre la naturaleza y el rg§o Menéndez Pidal del <<estilo tradicional>) español: su
funcionamiento de las fórmulas en el CantardeMío C¡d6. De intensidad, su tendencia a reducir la expresión a Io esencial
paso, sobre todo entre los germanistas, la reflexión sobre la (1o que no quiere decir ni a lo más breve ni a Io más simple);
oralidad de ciertos textos arcaicos condujo a los críticos a el predorninio de la palabra en acto sobre la descripción; los
englobar en su corpus (co-o por obra del resurgimiento de juegos de eco y de repetición; la inmediatez de las narracio-
cierto pensamiento romántico) lus formas de poesía popular nes, crryas formas complejas se constituyen Por acumulación;
modernas cuyo lejano origen era posible presurnir. De ahí una la irnpersonalidad, la intemporalidad.. '
serie de investigaciones sobre las baladas gerrnánicas, anglosa- Estos rasgos, más o menos nítidos, rnanifiestan en el nivel
jonas y escandinavas. poético la oposición funcional que distingrre la voz de la escri-
Hoy, la opinión general tiende a negarse a ver en eI estilo tura. EI texto escrito, puesto que subsiste, puede asumir plena-
formulario una marca seg\rra de oralidad. No resulta difícil rnente Ia posibilidad de un futuro. El texto oral, estrechamente
comprender que M. Curschmann publicase errrg77, ert Medie- sornetido a la exigencia presente dela performance, rro puede; en
ualia et humanistica, un artículo con lln título tan provocativo carnbio, disfruta de la libertad de moverse sin cesar, de variar el
como: <<The concept of oral forrnula as impediment to our núrnero, 1a naturaleza y la intensidad de sus efectos sin cesar.
understanding of medieval oral poetry>>. La demostración se Nuestro objeto en este orden de cosas escaPa a la generalizacíóttz
lo que el oído del <<oralista>) pretende Poner de relieve en la
6 C. W. Aspr,.tNo, Epicformulasandformuloicexpressíonscontainíngthe-ont/orns, St. Lucia
(Australia), lJniversity of Queensland Press, r97o; G. D. Asun¡r, Ageneratiaegrammor continuidad de 1o real son los discursos rnás que los textos; son
tesis de la Columbia lJniversity, i976, DAI,
oftheformulaiclanguogeinthesínglecombaf,
los mensajes-en-situación. Solarnente percibiendo -y anali-
vol. 37, n.o ro; E. DE CHAscA, <<Toward a redefinition of the epic formula>>' His-
poníc Reuiew 38, r976, pp. 25r-263. zando- la obra oral en su existencia discursiva podremos corn-
LA poEsía y LA voz EN LA ctvtLtzactóu ueolevaL lr. cóuo lt¡tEonlR LA opERActóN vocaL... B3
prender su existencia textual. Esta es, rne parece, la misrna posi- difusión, en el siglo Xv, de las transmisiones escritas, esta poe-
ción que adopta un núrnero creciente de lingüistas y especialis- sía recula en todos los terrenos, desde eI estilo de las proclama-
tas en sintaxis confrontados a los problemas del antiguo francés. ciones reales hasta eI de la prosificación de los cantares de gestaT.
Lo que yo destacaría de la teoría forrnularia en relación con El ritrno resultante de estas recurrencias procede, de forrna
mrestros textos antiguos es la manera en que esta subraya simultánea o alternativa, de ecos sonoros, de repeticiones de
-sin
hacer de ellos su objeto propiarnente dicho- y explica indi- estrofas, de versos enteros, de grupos prosódicos o sintagmáti-
rectarnente el poder de todos los efectos vocales recurrentes; la cos, de giros grarnaticales, de palabras, pero tarnbién de efectos
manera en la que nos perrnite entrever sus propiedades poéti- sernánticos. Estas repeticiones se someten a la regrrlaridad del
cas. Habría, no obstante, que ir más allá del objetivo original paralelisrno, oponiendo sus rniembros dos a dos, o bien se ale*
y considerar cómo la expresión colnpone, a todos sus niveles, jan de esta regla numérica. Se localizan en tales ernplazamien-
de oscilación en oscilación, un tema armónico*rnelódico; tos privilegiados o invaden eI texto. Repiten idénticamente su
cómo teje una red de correspondencias cada vez más densa a terna u operan una variación parcial; se corrstruyen en una
medida que se desarrolla el discurso. Reflu.jos, variaciones secuencia rigurosa o según diversas modalidades de al-
sobre un terna obligado, diversidad en el seno del mismo, ternancia. Se trata, a pesar de considerables diferencias de otro
fundarnento de una técnica siempre similar a sí rnisma y cuyos orden, del estilo general cornún de nuestros cantares de gesta
medios sólo difieren rnás o lnenos según las circunstancias. 1o misrno que de los dos tipos de poesía denominada lírica,
'Ioda recurrencia fija y rnantiener tendente a la hipérbole, (<cortés>) y <<popular>, y tal vez tarnbién de toda expresión en
tes-
timonia la aceptación por el poeta de la sociedad para la cual verso anterior al siglo xfff.
habla o canta. Pero si acepta esa sociedad, es menos por elec- Los hilos se tejen así en la trama del discurso y, rnultiplicados,
ción propia que en virtud del rol de conservador y heraldo entrecmzados, engendran otro discurso en el interior de este
que le ha confiado la colectividad. trabajando con los elementos del prirnero corno hace el sueño
Ese es el rasgo constante y universal de toda poesía oral, el con los fragrnentos de la vigilia, en beneficio de unos fantasmas a
rasgo funcional erninente de la vocalidad poética corno tal; los que otorga un rostro. Mientras desfilan las palabras, se esta-
rasgo constatable tanto en la acción de un trovador del siglo xrr 'blecen equivalencias y contrastes que cornportan (p.res el co.l-
como en la de nuestros cantantes de rock. En el nivel profundo 'texto
se rnodifica, aunque sólo sea imperceptiblernente) sutiles
en eI que se constituyen Ias propiedades episternológicas de la rnatices: cada una de ellos, recibido corrro una inforrnación
palabra viva (por oposición a la escritura), todo enunciado es nueva, arnplía eI conocirniento al que nos inüta esa voz.
espontáneamente repetitivo. El enunciado parte de un punto Técnicarnente se estructuran así tres rnodos de cornposición
que repite, amplifica e interpreta, de tal forrna que cada nue- profusamente docurnentados en todo el cuerpo rnedieval
vo elemento del discurso se reduce, por una parte, a esa rnis-
-con
excepción de los géneros narrativos (<modernos>), corno la
ma glosa. La palabra instaura así un diálogo con su propio tema. novela-, que he denominado respectivamente:
Esta tendencia polariza más o rnenos todos los géneros de
poesía con finalidad vocal. R. Hirsch ha señalado que con la Printing, sellíngondreadingl4So-r55o, Wiesbaden, Harassowirz, 1967, p. r48
,*siP
t\4 la poesíl y Ll voz EN LA ctvtLtzActóN MEDtEvat III. CóMO INTEGRAR LA OPERACIóN VOCAL".. B5
r) la letaníaj repetición indefinida de una misrna estruc- D. Likhatchev hablaba, propósito de ciertos textos rusos
a
tura, sintáctica y parcialmente léxica; algunas palabras se antiguos, de la <<etiqueta literaria>>, del aspecto fuerternente
rnodifican en cada ocasión, de manera que rnarcan una ceremorrial de las (<literaturas>) de transmisión vocale. Este
progresión por deslizamiento y desfase semánticos. investigador subrayaba así Ia profunda tendencia de toda poe-
2) el tuilages, las mismas repeticiones, no ya a nivel de frases, sía oral a un formalismo rigrrroso: el rnisrno que rnanifestaba la
sino de partes del texto, estrofas, secciones: así, las referencia primaria de la poesía a la música en la conciencia de
(<secuencias similares) de los cantares de gesta. los clérigos de tradición boeciana, que no Ia vinculaban sino en
3) los (<ecos>) regularizados: el texto está salpicado de repe- segunda instancia con la grarnática y la retórica. Hablando de
ticiones a intervalos fijos, a veces entrecruzadas y que, formalismo, conviene entenderlo en el sentido de que una
enrnarcándolo y apoyándolo, confieren una fuerza parti- forrna sólo es estable y fija excepcionalmente; de que comporta
cular al discurso. Así, un rnismo elernento (sonido, pala- una movilidad que le es propia; de que, en última instancia, la
bra, giro gramatical, serna) figrrará al comienzo o al final (<forrna>) igrrala a la (fuerza>>. La forma no será pues conce-
de los versos impares y otro al cornienzo o al final de los bida como obediente a una reglar pu€s <<es>> regla: recreada
versos pares, y unos y otros pueden reaparecer en confi- sin cesar, sólo existe en y por la pasión que suscita cada ins-
g'uraciones interrnedias. El sistema se presta a variaciones tante, cada encuentro, cada cualidad de la luz -cada
ilimitadas, como testirnonia la poesía en verso del siglo performance-. Y cada una de esas forrnas emergentes no es sino
xIII casi en su totalidad. Varios géneros poéticos, docu- uno de los componentes de la Forrna únicar única en cada
rnentados ya a finales del siglo xII, pero probablemente poema (del que es la sola forrna), y única porque nunca se
de origen rnucho rnás antiguo y destinado s ala performance reproduce, escapando como tal al paso del tiernpo, incluso si
cantada, se basan en estas técnicas. Por ejemplo eloirelai, sus corrrponerrtes, al contrario, tienden a reproducirse indefi-
laballefrey elrondeau en sus diversas variedades. Pero su uso nidamente. ¿No es precisarnente lo que sugiere el autor de la
rebasa ampliarnente este sector limitado. tornada añadida por los cancioneros G y N a Ia canción de
Bernard de Ventadour Ges de chantar?
forrna en la que se realice, Ia recurrencia dis-
Sea cual sea la
cursiva constituye el medio más eficaz para verbalizar una expe- Lo uers, aissi com plus om l'au,
riencia espaciotemporal y para hacer participar al oyente en ella. Vai melhuran tota uia...'o
El tiernpo se desarrolla en la intemporalidad ficticia del canto, a
Pero ¿en qué punto de la existencia de los textos (q*. ton
partir del rnornento de la palabra inaugural. Luego, en el espacio
todo lo qu.e nos ha quedado) tenemos algrrna posibilidad de per-
que engendra eI sonido, la imagen experimentada sensorial-
rnente se objetiva, del ritrno nace, y
cibir esa forrna? La poesía oral y la poesía escrita se sirven (a juz-
se legitirna, un saber.
gar por los ejernplos rnodernos) de un lengrraje fundarnental-
[l Técnica de canto vocal. Cuando varios cantantes están cantando por turnos, el que rnente idéntico, las mismas estructuras grarnaticales, las mismas
va a coger el relevo del anterior repite 1as últimas síiabas de este, de forma que nunca
hay pausas en la dicción ni en eI ritmo g <<L'étiquette littéraire>>, Poétíque §, r97 7, pp. rr8-r23.
-1o que es particularmente importante para
los bailarines, en el caso de los cantos destinados a acompañar la danza- [N. del T.]. ro <<Cuanto más oyes mis versos, más se acrecienta su virtud>) [N. ¿a f.].
tt (; LA poEsíA y LA voz EN LA ctvtltzactóN ueolgvlt Itt. cóuo lHr¡onlR LA opERActóN vocaL... 87
cst.r'ucturas sintácticas, el misrno vocabulario. Sin embargo, ni generalización desde la Antigüedad obedece sin duda a Ia
la distribución de los empleos ni las estrategias de expresión arnpliación del papel de la voz en la comunicación poética), la
son las mismas. Aparenternente la oralidad cornporta a este aliteración, los ecos sonoros de toda clase o, más general-
respecto esas mismas tendencias cuyos efectos pueden consta- mente, acusa la escansión de los ritmos. Cuando alca:nzart
tarse en Ia casi totalidad de Ios textos medievales más antiguos, cierta densidad, estos juegos influyen en la producción del
y que subsisten en ciertos géneros hasta los siglos XIv o XV. sentido. En última instancia, la frase, las palabras mismas, se
Estas culminan en esa preponderancia de la parataxis (qr" y, difurninan en una pura sugestión sonora, corno en rnuchos
señalaba Anerbach en Mimesis) y de diversas braquiologías. El refrains o en ciertas figuras de sonido acumulativas. Toda una
relato (en el cantar de gesta, elfabliau, cierto núrnero de /ors", poesía, en virtud de su vocalidad, parece aspirar a liberarse de
muchas narraciones historiográficas en verso) tiende así a yux- las lirnitaciones sernánticas de la lengrra natural, a evadirse del
taponer los elementos en un espacio de dos dimensiones, sin lengrraje misrno, en pos de una plenitud que no sería más que
subordinarlos. La exposición <<Iírica> entrecorta eI discurso presencia. Tá1 vez los impulsos de ese deseo, propios del texto
con afirmaciones breves, tiende a interrurnpirlo con exclama- de vocación oral, se ven amplificados por la situación que
ciones, expresiones irnperativas, series acumulativas disconti- ocupó hasta eI siglo xIV en la memoria colectiva: no aislado
nuas; en úItirna instancia, los verbos se eclipsan, ya no hay fra- corno <<literario>>, no separado de la acción, sino funcionali-
ses, sino urra secuencia de elementos nominales liberados. El zado como juego, al igual que los juegos del cuerpo, de los
vocabulario (a veces las palabras grarnaticales) pu.ece tratado de que participa realrnente. éNo es a este título corrro, lo rnismo
una marrera comparable a 1o que pudo ser el uso corriente (o a que todo juego, procura un placer proveniente de la repeti-
lo que testimonia la prosa documental del siglo XIII): por res- ción y las similitudes?
tricción y condensación. No es extraño que el vocabulario oscu- Pero sirnultáneamente el lengrraje poético implicado en esta
rezca el sentido: resulta imposible saber si 1o hace intencionada- operación tiende a cornplicar extrernadamente las estructuras
mente; al menos en virtud de un sistema expresivo del que del discurso.Eltrobarclus't occitano no representa nada más que
podernos admitir que fue un sistema de <<dicción>), en el sen- un caso particular erninente de esta tendencia, 1o rnismo que
tido en que Meschonnic emplea esa palabra, una retórica de Ia los kenningar'3 de Ia poesía escáldica islandesa. La especie de
voz. El arte poético de los trovadores nos proporciona a este tecnicidad particular del estilo épico del cantar de gesta cons-
respecto un ejemplo particularmente concluyente. tituye otro ejemplo. Pero la tendencia se manifiesta también
La rnayor parte de estos procedimientos comportan, err su en ciertas pretendidas <<torpezas>>, en los agujeros o los saltos
ejecución, alg'una regla fónica: la manipulación del elernento
lingüístico contribuye a provocar o a reforzar la rima (cuya 12 {<Frente altroborleu (literalmente, "ve¡sificación sencilla") hallamos 1o que, para
entendernos, podemos llamar provisionalmente "poesía hermética", y que los
antiguos trovado¡es denominaban con los términos de frobor clus (literalmente,
Il <<Hacia IITo aparece un género "novelesco" menor, llamado lai, que parece pro- "versificar cerrado", o sea nuestro moderno "hermético"), troborric, trobar car, tro
yenir de una amplificación narrativa de los Iois célticos cantados; p..o,
-ry p.o.
to. tiende a confundirse tanto con el romcn como con el/oblicu, de los que no se
bar escur, trobar cobert, trobor sotíl, trobar prim, expresiones que denotan la dificultad,
singularidad, sutileza o ¡ebuscamiento de una poesía>>, Martín de Riquer, Ios tro
distingue claramente ni temática ni estilísticamente>), paul Zwmt],.or, Histoíre uadores, Barcelona, A¡iel, rg|§, vol. I, p. 74 [N. a.t T-.].
Litti ro ire de lq France médituale, pp. r5 o -r5r [N. del T. ]. r3 Figura retórica [N. det T.].
8tl LA poEsía y LA voz EN LA clvtLtzactót ueolpvll_ lll. cóuo n¡tgonln L¡ openactót voctL.,. 89
inesperados del enunciado, la cornplejidad buscada consiste André de Mandach asegura que este modelo de composición es
entonces sin duda en cornbinar con énfasis lo lingüístico, 1o eI rnás apropiado para la transrnisión memorística's.
vocal y lo gestual. La estructuración poética, en régirnen de Yo asocio esas diversas (<forrnas de ser>) textuales con la
oralidad, opera rnenos por medio de procedimientos de grama- manera en que la poesía narrativa se sirve de todo tipo de pro-
ticalización que por medio de una dramatización del discurso. cedimientos destinados a integrar, en la estructura del dis-
Es rnás fácil definir Ia norrna en térrninos de drarnaturgia que curso, Ios indicios redundantes de su función fáticat digresiones
en términos de lingüística. Gérard Brault, talvez el único (ya prospectivas, retro spectivas, justificativas, estasis ornamentales,
lo he señalado) en exarninar desde este punto de vista el texto apóstrofes, preguntas retóricas, paso del <<él> al <.yor>, del
del Rolddn, ha recogido en él numerosos y esclarecedores indi- (<ellos>) aI (<vosotros>>, uso de presentativos corno ao)e<o écoutez,
cios de modulación vocal y acompañarniento gestual: interven- esquematización descriptiva, enumeraciones... De ahí, una ten-
ciones del autor, deícticos que exigen un movirniento designa- sión artificial general que perrnite al lenguaje sortear las exigen-
torio, descripciones que implican una mímica expresiva, un cias de la linealidad cronológica. Thles entrecruzarrientos de
juego tonal, véase, una pantornima o un intermedio musical'a. registros denotan, en la perspectiva de \a performance, un esfuerzo
No obstante, creo que esta injerencia de 1o corporal en 1o orientado a producir un excedente semántico, a instaurar en
gramatical pone de manifiesto otro rasgo notable, común a un pleno sentido poético una diversificación sorprendente.
gran número de obras medievales, su ausencia de unidad, en
el sentido que la tradición clásica nos ernpujaría a otorgarle a La performanc¿ propone un texto que, durante el rnomento de su
esta palabra. ¿Cuántas de esas hipótesis sobre pérdidas, inter- existencia, no puede comportar ni borrones ni correcciones:
polaciones y supuestas rernodelaciones provienen sirnple- un largo trabajo de escritura previa lo ha preparado para una
mente de la repugnancia que ciertos filólogos sienten hacia lo situación que, en cuanto que oral, no admite borrador. El arte
que nuestros textos tienen de rnúltiple, abigarrado y, a veces, poético consiste para el poeta en asurnir esa instantaneidad e
diverso hasta lo contradictorio? ¿No le debernos a ese rnisrno integrarla en la forma de su discurso. De ahí la necesidad de
malentendido las tres cuartas partes de lo que se ha escrito una elocuencia particular, de una facilidad de dicción y fraseado,
sobre las irregularidades de la versificación rnedieval, desde el de un poder de sugestión basado en el predorninio general de
Cid al Cantar de Guillermo, desde los textos anglonorrnandos a los ritrnos. El auditorio sigrre el hilo; no hay retorno posible,
tantas estrofas líricas, cuando el anisosilabismo no es sin duda cualquiera que sea el efecto perseguido, el rnensaje debe surtir
sino un rasgo banal de oralidad? Todo esto brota del interior, efecto a la primera. En el marco definido por tales limitacio-
de la llamada inicial de una voz. Del exterior constatarnos que, nes, la lengua tiende merr.os a una transparencia del sentido
en el mejor de los casos, se construyen grandes conjuntos de que de su propio ser lingüístico. Son lavoz y eI gesto los que
rnanera bastante sirnplista, en series de dípticos encabalgados, procuran la verdad y la coherencia; son ellos los qr.re persua-
como Ia veja Chanson d'Alens, el Rolddn, el -Aspremont, y tantos otros. den. La función de la forma lingüística es estilizar el empuje
t+ Op. clt., pp. rrr rr5. r5 NoísonceetdéaeloppementdelochansondegesteenEurope, III, Ginebra, Droz,tgll, pp.5-2o
9o LA poEsía y LA voz EN LA ctvtLtzactón t,lgolevaL
lt. cóMo TNTEGRAR LA opERaclór.l vocm...
9r
de la palabra sininterrumpirlo. De ahí los ilogismos, las sali- respecto a otros textos, a mayor o rnerror distancia. Al menos
das en falso, los retornos. De ahí tarnbién, para el lector
la aplicación es de orden rnetonírnico, no rnetafórico. Insisto
rnoderno, la irnpresión de que a veces el aspecto verbal de Ia
sobre este punto, pues rne parece crucial. En suma, queda
obra oral está menos cuidado que sus aspectoslprosódico o
reducido a la exclamación, a la sentencia; o, en un sentido
musical. EI texto vocalizado deviene un arte en eI seno de un
rnás arnplio, a repeticiones estróficas llue se prestan a las
lugar ernocional rnanifiesto en la paformance,1 del que proceden y
modulaciones emot ivas.
al que tienden todas las energías que constituyen la obra üva. Se
Así puede manterrerse con cierta verosirnilitud el carácter
trata, en parte, de un lugar calificativo zona de operaciones de la
esencialmente comunitario del texto poético rnedieval. La
(<función fantasmática>), según la expresión de Gilbert Du-
Edad Media sólo conoció danzas grupales, en coruo, encade-
rand. Pero es también un lugar concreto, topográficamente
nadas, de la carola a las procesiones danzadas; gesto y voz,
definible, en el que la palabra, al desplegarse, capta un tiempo
regulados el uno sobre Ia otra, cirnentan la unidad de la
tan fugaz que confía eI orden del discurso a ese misrno espacio.
representación, reveladora de un propósito común. El efecto
No rne cabe duda de que esta es la causa principal de tierta
cohesionador del ritrno puede incrernentarse rnediante palma-
característica llamativa, a rnenudo señalada, de nuestros textos
das u otros procedirnientos de escansión fuerte. La parte can-
antigrros: su común incapacidad para verbalizar las descripcio-
tada, con o sin acompañamiento instrurnental, corre, en gene-
nes de seres u objetos de otra forrna que no sea rnediante una
ral, a cargo de un solista o un coro, y los bailarines responden
acurnulación calificativa sin perspectiva.
con un ritornelo. El texto, deterrninado por su función, se
Dada la pobreza de nuestra información, reducida a lo que
asemeja al gesto que verbaliza.
nuestro ojo ve en la página en el instante presente, un punto
Es de esta situación de la que, corno rnedievalistas, nos
de vista paradójico podría iluminar esas profundidades, por
hemos instituido en (<intérpretes>>. Pero me grrstaría poner en
poco que fuese. Me refiero a la posibilidad de considerar por
esa palabra todas las connotaciones que irnplica cuando se
principio todo texto anterior al siglo xrII (o, mucho más refiere aI rnúsico o al actor: la idea de una productividad, de
problemáticamente, aI xIv) corrro una danza, quiero decir,
un conocirniento activo y transformador qué no de una
admitiendo hasta que se presenten pruebas que dernuestren -¿por
danza, precisarnente ?-.
1o contrario que su funcionarniento real requirió el concurso
de los rnismos valores y activó las rnismas facultades expresivas
que las (<canciones para danzar>>, por otra parte (y excepcio-
nalrnente) rnejor conocidas; texto, rnelodía y (rnediante aná-
Iisis rítmico o estudio iconográfico) movimientos, como la
Sainte Fo1 del siglo xJ <<qu'es bella'n tresca>)'6, según dice el
texto. Lo que sabemos de esas canciones exige una traslación,
Por eso descarto como un falso problema el de los textos estatuto del texto (<transición>) dc
-y el recurso a una l¿r rltrc
denominados (<de transición>)
-que fueron objeto de vivas no histórica u ontológica-.
se precisa si es
polérnicas a rnediados de los años sesenta entre los partidarios Sería más exacto adrnitir
-otra vez-, de forrna muy gencrrrl,
y los adversarios de la (<teoría forrnularia>)-, textos en los que que la finalidad últirna de la escritura medieval era Ia comun i
el rnedievalista detecta, con razón o sin ella, las marcas de una cación vocal, con (al merros virtualmente) todos los estímul<>s
elaboración literaria con las de una composi- sensoriales relacionados con esta. Incluso para los doctos, l,
"r-,t."*"r.Iudas
ción mediante fórmulas. Es el caso de los textos anglosajones escritura, que proviene de la palabra, retorna a esta en la
estudiados por Larry D. Benson y Albert Baugh, los poemas rnedida en que conserva de ella una profurrda adecuación dcl
alernanes de Curschrnann y el Alexandre inglés editado y estu- sonido al sentido. El salrno {§, versículo segundo, del texto de
diado muy recienternente por Hoyt N. Duggan. Los ejemplos la Vulgata pone las sigrrientes palabras en boca de Dios, <rlingua
germánicos son los más perturbadores, así, el texto del Heliand mea, calamus scribae). La lengua divina es una pluma, y no fun-
sajón ha podido interpretarse con igual verosirnilitud como el ciona sino por y para esta. En eI otro extremo de esta aparente
registro de una epopeya purarnente oral y como el resultado de cadena
-el del escrito-, el texto copiado por el escriba está
un trabajo de escritura refinado basado en una teología de las destinado a ser leído y referido oralmente por unos clérigos
proporciones forrnales y numéricas. consagrados institucionalrnente a ese oficio. Tál es al menos el
Aunque, que yo sepa, la expresión <<texto de transición>> no análisis que hace'W-ace en los prirneros versos del Roman de Rou,
se ha empleado nunca en relación con una obra francesa, la
Si escripture ne fustfeite
idea que recubre prevalece, si no lrr.e equivoco, desde hace una
veintena de años, entre muchos de aquellos ![ue tratan sobre el
',.!"r,:i::;,;:,X{,,:::.':''
cantar de gesta, especialrnente sobre el Rolddn, corrro ocurre
entre los eslavistas a propósito del Decir de la campaña de lgor' . Se La frase precedente glosa esta sentencia. No se trata de un
admite la existencia de una tradición poética oral, regida por saber cualquiera, sino de mantener la (<rernembrarrza>) viviente
reglas propias, y de la que depende (e., una rnedida difícil de y solemne de lo que constituye la unidad y la coherencia del
cuantificar) la obra en cuestión. Por otra parte, se corroce (o se grnpo. Retraire es contar, reforrnular de palabra, de una manera
finge conocer) la existencia de técnicas específicas de la escri- que perpetúala auctoritas del decir.
tura no rnenos determinantes respecto a esa obra. La tradición La escritura glosa la palabra; otra escritura glosa la primerl
oraI, por una parte, y las técnicas de escritura, por otra, se y produce una palabra secundaria que, a su. vez, será glosarl,ir.
conciben corno hornogéneas y, por tanto, claramente opuestas, Así se constituye la ciencia, indisolublemente ligada a la o¡r<'
si no contradictorias. De ahí 1a irnposibilidad de describir el ración de la voz. En eso consiste la translatio, térrnino de p,',,
cedencia retórica equivalente alavez al griego metaphord y a ltc,
Escrita en verso y prosa rimada, esta obra relata la expedición del príncipe Igor con, meneia, que cornportan una idea de carnbio, de penetrat.i<in ,,rr
tra los Polovtsi en rr85. Algunos especialistas defienden la autenticidad de este texto
del siglo XII, único en su especie, mientras que otros sostienen que se trata de un 2 <.Si no hubiera sido escrito, yluego leído y narrado por los clérigos, rn,,, 1,,,* ,.,,,..,,.
posible pastiche de finales del siglo xvtrr, fecha de su descub¡imiento [N. del T.]. sehabrían olvidado>> [N. del T.].
-i
96 LA POESíA Y LA VOZ EN LA CIVILIZACIóN MEDIEVAL IV. LA EDAD MEDIAY LAVOZ 97
lo desconocido, tanto como de exteriorización por medio de la 1o escrito corre a través de los textosa. La escritura parece asu-
palabra3. tatándose de textos, la translatio alterna con la interpre- mir aquí (a costa de distorsiones difíciles, para nosotros, de
fofio, que designa, en retórica, una paráfrasis y refuerza la con- percibir y, más aún, de definir) el rol y, talvez,la función de la
notación de presencia física. La (<traslaciórr> y la (<interpreta- voz viva. Desde otra óptica, podríarnos invocar los géneros
ción>) funcionan entre estas últimas, inseparables de la poéticos concebidos con vistas a su escritura, pero que vienen
percepción de una palabra viüente. designados un término que rernite implícitarnente a una poe-
La irnagen poética
-si no el símbolo teológico- del Libro sía popular oral: por ejemplo, el villancico español, en la prác-
que unifica el cosmos y la secuencia organizada de la historia tica del siglo xrv, y,lalvez, la pastorela francesa en la del xrrr.
()OOilII, B5-87)-
-como la rnagnífica visión final del Paraíso En los confines extrernos del rnundo occidental, la adrnirable
no proviene, en la rnentalidad rnedieval, de la experiencia y la literatura islandesa de los siglos xrl y xrrr se sitúa histórica-
práctica de la escritura, sino (er,. ,rt u perspectiva que es la del
judaísmo) únicamente de la consideración de la Biblia, de la
rnente en esa perspectiva. Lo oral sirve de rnodelo
-y por ese
rnedio, rnás o rnenos, de término intencional- de lo escrito; la
(<Escritura sagrada>>, proyección de1 Verbo divino, y de la que
voz, de rnodelo y de térrnino de los símbolos trazados.
Ia noción de grammatico es difícilrnente separable. En cuanto al La fijación misrna, por y en la escritura, de una tradición que
tópico que consiste, para un Poeta, en invocar una garantía fue oral no necesariamente le pone fin ni la rnargina. Puede ins-
libresca latina-, atestigua sin lugar a dudas la taurarse cierta simbiosis o, al menos, cierta arrnonía: 1o oral se
-preferentemente
autoridad reivindicada por la escritura, pero (<significa>> (o escribe, lo escrito aparece corrro una irnagen de lo oral; de cual-
aparenta significar) que la función de esta es la de culrninar en qrrier forrna, la referencia a la autoridad de la voz queda patente.
urr texto <<establi par rime>), corno las Enfances Guillaume, en una Precisamente, la tradición de textos corno los DialoguesdeSalomonet
canción... <.del papel de la iglesia>>, como laDestructiondeRomey ul o s e p op ul ar ium narratio¡ ¿5 >>
M ar culfe, <<fab 5,
dan fe de una co existe n -
tantos romans, relatos épicos, versificaciones edificantes -todos cia activa en los márgenes de la poesía. Pero igrralrnente podernos
ellos textos recitados, si no cantados-. Este tópico aparece en eI constatar sus efectos cuando exarninamos los documentos anti-
veinte por ciento de los prólogos de la antología de Mólk' ocho guos sobre Guillaume de Gellone y atendemos a la prehistoria de
cantares de gesta, cuatro novelas, cuatro obras diversas. su ciclo épico, o estudiamos (según U. Motk) la implantación de
Por el contrario, desde hace varios años, nurnerosos estu- la poesía trovadoresca en el entorno de Rderico 116.
dios han revelado la (<influencia>> de ciertas formas de ex- Por el contrario, el hecho de que una tradición escrita pase al
presión oral sobre la escritura. Yo más bien diría que han registro oral no conlleva su devaluación ni su esterilización. Evi-
rnostrado, en transparencia, a través de la superficie textual denternente, desde ese mismo mornento por lo general persigue
inscrita, la perrnanencia de un rnodelo vocal. Es eI caso del
RomandeRenorf tras Ia tesis deJauss, para quien, corno recordaba <<Littérature oralisante et subversion: la branche 18 du -Romcn d¿ -Renort>. Cqhiers de
Ciüilisotíon médiéuale 8 8, r97 9, pp. 3Zr - 336.
recientemente.|ean Dufournet, 1a línea divisoria entre lo oral y (<Relatos fabulosos de los rulgares> [N. del T.].
5
6 V. Saxrn, <.Le culte de Guillaume á Gellone'>, enMélangesoJferts dRenáloun, Musée
3 Véase H. Leusnntc, HandbuchderliteraríschenRhetorik, § 558, 658 659, rroo, e índice
archéologique, Saint Pére sNézelay, r98r, pp. 576-579; U. Món, <<Die Siziiia-
s- ¡¡- {<fronslotío>)-
nische Lyric>>, en Krauss, op. cít., pp- 49-5o.
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IV. LA EDAD MEDIAY LAVOZ (
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98 LA POES¡A Y LA VOZ EN LA CIVILIZACIÓN MEOIEVAL
a un público más arnplio y esto puede conllevar su depreciación percibir las consecuencias de su predominio en ellas. [),' 1,,
en la opinión de algrrnos. No obstante, así renovada, esta tradi- idea, profundarnente integrada en las rnentalidades de e¡rt<¡n
ción a rnenudo se rnantiene productiva: es el caso (yu lo errocaba ces, del poder real de la palabra, se desprende una visión m<¡r';rl
en rni prirnera conferencia), hasta el siglo xvrlI y a través de del universo: todo discurso es acción, físicarrrente efectiva. l),'
todo el Occidente, de la'poesía de los villancicos, rrruchos de los ahí, la estructura ética de las orfes memoríae.
cuales reproducen forrnas poéticas cultas religiosas o profanas En el orden de las creencias y los ritos, la doble procedencirr
de los siglos xur, xlv y XV; así tarnbién, en la Italia prernoderna, del rnensaje divino, Verbum et Scriptura, proscribÍa todo cuestio-
Ios géneros <<populares>) surgidos de los relatos épicos del siglo namiento de la autoridad del primero. El mismo Lutero inv<¡
XIV: de los mogr del valle del Po alos puppi1 sicilianos. cará esa <<voz que resuena en el universo>>. El catolicismo hacía
de la <<Tradición>> una de las dos fuentes del dogma, y esta
Pero, eviternos atribuir a estos textos rrrás de lo que nos ofrecen noción abarcaba, con los escritos de los santos padres, un vasto
ni más de 1o que ocultan. La civilización del Occidente rnedie- circuito de conversaciones y declaraciones orales instituciona-
val fue una de las poblaciones de aquella pequeña península lizadas en prácticas pastorales o conciliares. Sin ernbargo, hasta
extrerna de Eurasia que, durante un rnilenio, y de todas las el urnbral de la época rnoderna, y rnás tarde aún en las regiones
maneras, en todos los terrenos y a todos los niveles, consagra* apartadas, en Occidente coexistieron dos cristianisrnos, no sin
ron Ia rnayor parte de sus energías a interiorizar sus contradic- conflictost una religión sacerdotal, que habituahnente es la
ciones. Si evocarnos la oralidad ancestral de sus culturas será única que se tiene en cuenta, y una religión popular entreve-
rada con elernentos precristianos
siernpre dentro de estos límites y en este sentido: como un con- -corno revelaron los trabajos
junto, sin duda cornplejo y heterogéneo, de representaciones, de Robert Manselli-. SOlo la prirnera reivindicaba directa-
conductas y rnodalidades discursivas corrmnes; pero, al mismo rnente la autoridad conjunta de la escritura; las enseñanzas y
tiernpo, como una facultad de todos los miembros del cuerpo Ios rituales de Ia otra se transrnitían de boca en boca. Pero, en
social para producir ciertos signos, identificarlos e interpretar- un mundo en el que unas relaciones a la vez cordiales y estre
los de la misma forma; fir,,irnente -y a consecuencia de lo chas ligaban a los hombres en la unicidad de su destino, y a
anterior-, colrro un factor, entre otros, de unificación de las estos con Ia naturaleza, el campo de extensión de lo religioso,
actividades individuales. Nada rnás; pero el alcance de este rasgo mal diferenciado de 1o mágico, era tan vasto como la experien
es considerable, pues rernite a la fuente últirna de la autoridad cia vivida. La <<religión>> proporcionaba a la inrnensa mayor.íir
que rige la práctica (yu qrr" no la ideología) de un mundo. de los hurranos el único sistema accesible de interpretación <l<'l
Es conveniente ampliar a ese nivel de universalidad 1o que, rnundo y de actuación sirnbólica sobre la realidad. Ahora bi<'r,,
en rni prirnera conferencia, decía de Ia poesía: la cuestión no es este sisterna dependía de la potencia vocal de aquellos <¡,,,'
tanto dar vueltas alrededor de la importancia cuantitativa de la sabían, sólo se transmitía a través de sus discursos, fi-agrrrcrrl,,s
voz en el funcionamiento de las instituciones medievales como del Evangelio aprendidos de rnemoria, recuerdos de l¿r lrislt,r'i;r
sagrada, elernentos disociados del Credo y del Decálogo, rlili,
tii <.Títeres,> IN. del T.l. minados en un conjunto variable de leyendas, firbuli,s, r.(.(.(.t,rs.
LA poEsíA y LA voz EN LA ctvtLtzactó¡ ueol¡vlr IV. LAEDADMEDIAYLAVOZ
relatos hagiográficos folclorizados, etcétera. Cabe pensar que constitutivas de nuestras naciones rnodernas entraba literalmente
esto explique la profundidad con la que se inscribieron en el en la historiu. Q.r¿ duda cabe, el precio de esta transforrnación
psiquismo, individual y colectivo, los valores propios y la signi- fue grande, y nuestras viejas comunidades, encorsetadas en un
ficación latente de esa Voz. feudalisrno trasnochado pero aún vivo, no tenían las espaldas lo
Por otra parte, toda comunicación dei saber pasaba, de forma suficientemente anchas para cargar con sernejante peso.
privilegiada y a menudo exclusiva, por ella, es decir, revestía su A riesgo de hacerrne pesado, vuelvo a insistir sobre este pun-
forma. Por ejemplo, la enseñanza escolar. La función vocal se to, persuadido de que (Io repito)
-más aún que al del rito y del
rodea aquí (como entre los cabalistas) de un prestigio iniciático: saber- eI decir poético medieval está ligado al discurso del poder
en la palabra viva resuena el secreto de todo conocimiento. Y por su naturaleza, su función y el tipo de relación que mantiene
poco más o rnenos 1o misrno puede decirse del ejercicio del con las demás actividades colectivas. Sin querer forzar la compa-
poder' ser jefe, tradicionalmente, era (<decir el derecho>), ración, no puedo dejar de señalar (desde mi punto de vista) el
manifestar en el presente de unaperformance lo que era.justo, la paralelisrno, en sus líneas de fwerza, entre Ia historia del derecho
norrrra; y ese <<derecho consuetudinario>) implicaba una adhe- y Ia de la poesía entre los siglos xr y xlv. Implantada sobre eI
sión colectiva a la idea de que Ia oralidad de la regla garantizaba poder que rlge Ia sociedad humana, alirnentada por las reglas que
su autenticidad' la reg1a, que ernanaba de la memoria colectiva Ia mantienen, la poesía se alza en ese mismo lugar, anterior a las
interiorizada, suscitaba una relación ontológica con el pasado del palabras pronunciadas, resonando con todas sus fuerzas. No
grupo, que precisarnente constituía la costumbre. Desde que, pretendo sugerir, al ernplear estas irnágenes, ningún contenido
con eI paso del tiempo, los príncipes o las colectividades ideológico
-no tendría sentido-, sino designar la materialidad
emprendieran la tarea de poner por escrito ciertas costumbres, la rnisma que, en definitiva, cimenta toda forma y toda capacidad:
finalidad de la Lex salica, el Sachsenpíegel o los coutumierss redactados la sonoridad de una voz presente.
por orden de Charles WI no fue otra que la de servir de prueba,
al fijar la costurnbre, la condenaban a marchitarse; coÍro, al revés Este predominio de Lavoz, en las prácticas, pero tarnbién, nece-
que nuestras 1eyes, no eran objeto de promulgación, su única sariamente (y de rrrru forma por 1o menos latente), en las con-
fuerza segr.ría derivando de aquella antiquísima voz, como tal ciencias, irnpregna las estructuras de la lengua. Aquí se plantea de
ajena a los poderes. El lento redescubrimiento que se iría produ- manera urgente una cuestión: ¿,qué es entonces esa lengrra a la
ciendo en Europa a partir del siglo xu de los textos del derecho que nos referimos a propósito de nuestros textos antigrros? Ya se
rornano y (en parte bajo esta influencia) la reaparición de una trate del (<antigrro francés>), del <<alto alernán rnedieval>> o del
legislación escrita, rnarcarían en últirna instancia la universalidad norses, el caso es que nadie puede ya reivindicar una de esas len -
de las relaciones sociales. Urtavez escrito, el derecho pasaba a ser guas como rnaterna, no queda un solo locutor audible de nin-
proyectivo, comprometía el futuro. EI conjunto de estructuras grrna de ellas. Lo que nos queda, pese a ia frialdad del papel, cs
un conjunto de discursos, rnás o rrrenos fuertemente concertad<¡s
8 Las ince¡tidumbres a las que daba lugar la interpretación de la costumbre crearon la
necesidad de consignarla por escrito en unas recopilaciones llamadas coufumíer, las pri- 9 Lengua germánica de los antiguos pueblos escandinavos; antepasado cor¡rrirr rl,. l¡r"
meras fueron obra de juristas primdos y se remontan al siglo xIIr [N. del T. ]. Ienguas nórdicas [N. delT.].
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ro2 LA poEsía y LA voz EN LA ctvtltzActóN ¡leol¡vtL IV. LA EDAD MEDIAY LAVOZ
en ürtud de intenciones rnuy distintas (salvo rarísimas excepcio- que, incluso reducida, colno se ha señalado a menudo' al
nes) a la de aportar un testirnonio sobre el uso corriente. ¿Córno estatus de arte de la escritura' conservaba algún rasgo de
podríarnos pretender, en tales condiciones, caPtar la lengua viva, su vocación original, ars bene loquendi.
r:etrazar su rostro y su gesto, sin volver a caer en esos espejisrnos Tercer factor, la diglosia de los clérigos que escribían,
-
pseudocientíficos que precisamente hoy nuestras miradas empie- sensible sobre todo en la lengrra vulgar, término de un
zan a disipar? Esos discursos poseen sus propias reglas, que hay desplazarniento que, rnaterialmente, no pudo dejar de
que explorar, reconocer como tales y elaborar según su especifi- transitar a través de la voz üva.
cidad. Esta últirna probablemente distorsiona u oculta algo, pero
[qué? IJn texto no es sino un espejo parcial o roto. En un con- De ahí la arnbivalencia, el <<dialogismot> de la escritura
texto cultural tan diversificado corno el de los siglos xII, xrlr y xrV medieval (q,r" .* lo único que nos ha quedado), no só1o en 1o
europeos, el texto (con independencia de sus intenciones explí- que se refiere a los significados, sino también a los significan-
citas) filtra una realidad lingüística cuyo carácter heteróclito, tes, e incluso a estos antes que nada. Las huellas de ese dialo-
diverso y variable podemos presumir. gisrno se pueden percibir en el tejido lingüístico al que se
Tres factores, indirecta pero al merros casi constanternente aplica el tipo de lectura que evocaba en mi últirna conferencia.
perceptibles, perrnanecen activos en el sustrato textual: Ahora bien, la oposición voz-escritura atraviesa, ya 1o he seña-
lado antes, todas las capas culturales que constituyen la civiliza-
IJna capacidad mernorística que garantízala inserción de ción europea, y en todos sus territorios: el dialogismo es aquí,
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1o que transrnite eI escrito en una tradición virtualmente en principio, el propio de toda clase de textos, sea cual sea la
estable; rnás tarde volveré sobre este punto esencial. lengua natural en juego. No obstante, para nosotros es más
lJna explotación, en cualquier grado, del saber y de las fácilrnente detectable en las lengrras romances a consecuencia
-
técnicas que constituyen las <<artes liberales>>, especial- de su ambigrra relación con una lengua rnadre por otra Parte
mente la retórica. Como es sabido, a lo largo de los años bien docurnentada. Los idiomas célticos, o gerrnánicos, o esla-
veinte, treinta y cuarenta se constituyó sobre este tema vos, nos escamotean, por así decir, eI secreto de las voces que
una considerable bibliografía de interés muy desigrral, los formaron y los maduraron. Del francés, el italiano y los
por mucho que eI ilustre E. R. Curtius figrrre en la lista. otros, no solarnente sabemos que representan el térrnino ex-
Sin embargo, me parece qlue se ha descuidado el hecho de tremo de una deriva oral del latín, sino que la cornparación
que la transrnisión misma de las artes tenía lugar princi- entre la culminación y el origen (cualesquiera que sean los fac-
palrnente de viva voz y que algrrnas de las características de tores históricos que la perturben) perrnite apreciar, al menos
la expresión oral (su adaptabilidad a las circunstancias - sumariarnente, la amplitud y la dirección de esa deriva'
cuyo reverso es su imprecisión nocional-, su teatralidad, Esas lengrras fueron modeladas por la voz; fueron formaliza-
pero tarnbién su tendencia a la síntesis al mismo tiempo das en la operación de locutores iletrados (o po.o preocupados
que a la redundancia) se integraban en su tecnicidad. por 1o (literario>)) po. garganta pasaba el único poder que
"rryu
Esto es particularmente cierto en el caso de la retórica, se sentían caPaces de ejercer sobre un rnundo ora amenazante'
ro4 LA POESíA Y LA VOZ EN LA CIVILIZACIÓN MEDIEVAL IV. LA EDAD MEDIA Y LA VOZ ro5
ora prornetedor. IJna vez que Ia escritura consiguió imponer su Al mismo tiempo, afirrna la voluntad de enseñar y de con-
se
señorío y sorneter a la lengua viva iba a necesitar largos siglos para verrcer, de volver sobre la experiencia viüda una y otra vez, cir-
integrar a su orden el legado de esta prehistoria. cularmente, enriqueciendo el discurso con las significaciones
El punto de vista que propongo parece confirrnado por lo $ espigadas aquí y allá. Se trata de una poesía esencialrnente ora-
li toria, desplegada en la plaza pública como el teatro. La poesía
que hoy llamarnos <<escript'ología>): eI estudio de Ia lengrra vul- s
{*.
gar utilizada en los documentos públicos entre los siglos xr y fl de los trovadores, más que otras (¿tal vez Por estar rnás cerca de
XIV. Estas investigaciones, iniciadas por Louis Reclarne poco ll
las fuentes tradicionales?), alcanza el grado extrerno de esta
antes de r95o, y desarrolladas después como disciplina autó- ,;
tensión. Más allá de los elementos que distingue el análisis en
;*
norna por Charles Th. Gossen, permitieron la descripción de *:
li
ella, la consó es el momento corrcreto en el que Ia voz (despierta
a la forrna>>,'según la expresión de Gérard Le Vot. (<La forma
E
norrrras locales, a veces muy diferentes unas de otras, que regían
la huella del efecto pro-
la práctica de los notarios y otros oficiales jurídicos. En aquellos escrita
-dice Le Vot- no es aquí sino
lugares donde la atracción de la corte real no era lo bastante ducido y ampliado gracias al despliegue de la voz mediante el
fuerte, y cualquiera que pudiera ser la inercia de los copistas, se cual la obra se deja oír,>'".
percibe una tensión entre la o las normas escritas y el lenguaje i En el gran canto cortés reinan así las formas manifiestas de
hablado. La notación adoptada a Ia postre, incluso si casual- la música (artificial>> (según la terminología de Eustache Des-
I
rnente presenta algún aspecto aberrante, implica la intención champs). Sin ernbargo, al rnargen incluso de esta perfecta y
de reconstituir una palabra fundadora de derecho. Esta tensión rara coyuntura, la música (<natural>) de la elocución poética
es sobre todo perceptible en el nivel lingiiístico más rnanifiesta- tiende a unas realizaciones análogas. Todavía a mediados del
rnente implicado en la vocalidad, la figuración de los sonidos. siglo xv, los versos de Villon exaltarán este modelo poco antes
Por ahí se infiltran de forrna privilegiada los rasgos dialectales, de que lo agoten, si no Gutenberg, sí los epígonos de Petrarca,
marcas concretas de solidaridades experimentadas en la estre- ¡ vertiginosa letanía de octavas de ocho sílabas de ritmo rápido
chez de los entornos inrnediatos. No resulta difícil detectar estas il pero sostenido en arnplias inspiraciones sucesivas; ignorando
marcas, aunque mucho más atenuadas, bajo el cálarno de los t
las tradiciones retóricas sólo descomponibles por la crítica en
á'
copistas de textos poéticos hasta el siglo xrrr. Através de ellas se f, unidades de respiración, y donde un pequeño número de
oye la inflexión de una voz..., aquel acento de Artois del que se temas recurrentes se enredan con sus motivos amplificadores,
{
burlaba París, si hemos de creer a Conon de Béthune... t ligados los unos a los otros mediante una asociación de ideas o
de palabras, sonidos o rirnas, y explotando hasta el extrerno des-
El conjunto de esos términos se aplica, a costa de pequeñas gaste y los giros rnás grotescos llnos temas convertidos en tópi-
transformaciones, al lengrraje poético. El discurso lírico y, en cos siglos atrás. Monólogo en los límites de la dernencia, cuyo
otra rnedida, narrativo, se constituye tradicionalmente, hasta improbable autor imPorta Poco conocer, hasta tal punto el
el siglo xv, según unos ritmos en los que resuena eI entrecho- timbre y la sensualidad de esta voz están presentes.
car de un plurilogio vocal' rupturas de estilo y de tono, hete- ro (<Troubadoursettrouv¿res>>, e¡Hístoíredelamusique;lamusiqueoccidentole, París, llor'
rogeneidades sintácticas, incesante experimentación verbal. das, 1982, p.7o.
ro6 LA POESIA Y LA VOZ EN LA CIVILIZACION MEDIEVAL IV. LAEDADMEDIAYLAVOZ
Más generalrnente, la intención expresa de un autor, rnoti- moribundo, dirige a Durandal, espada y palabra t'<¡rtfit,,,l,,l,,,,
vada por las necesidades de la difusión en un rnedio en eI que en esta úItirna verdad del héroe. Pero, con indepentl<'rrt i;r ,1,'
la oralidad era dominante, pudo, en todo rnolnento, en ciertas esta figuración rnítica, es el rnisrno verso, en cuanto qut' ¡r;rl;r
obras cornpuestas por escr-ito, acusar con fuerza unas tenden- bra medida, el que <<significa>> lavoz viva. El hechc¡ dt' <1t,,',
cias que en otros context.os son más difusas. Se trata, por ejem- hasta principios del siglo xlIr, todo discurso poético en ()< r'r
plo, según Albert Bauglr (,,r,,,1.,c contra la opinión de Benson, dente revistiese la forrna delverso, no puede tener otro ot'ig<'rr.
es cierto), de lo <1uc tt'stirn<¡ni¿r cl texto de ciertas novelas en Desde el periodo de entreguerras, Georges Lote, no obst¿rrrtt'
inglés medieval, como Cuy o.l Wuru¡ick o Beue of Hampton". Me miernbro de una generación de universitarios lastrada por stt¡i
siento tent.ado de atribuir ¿r las rnism¿rs c¿rusas profundas un prejuicios sobre Ia escritura, se refería expresaÍrente, en vírri()\
carácter a menudo señalado en los textos narrativos de los siglos capítulos de su vasta Histoire duuersfrangai.s, a las prácticas de ca,,
xII y xIII, la frecuencia de los discursos directos. No es difícil tilación litúrgicas o laicas corno fuente de varios rasgos del sis
observar en los escritores de entonces una especie de preocu- tema de versificación romance". Tiernpo atrás tuve ocasión cl<'
pación por la palabra, elemento alógeno en la narración, que rastrear la historia de la palabra (<rima>), que hasta los umbra
es posible incorporar a esta mediante una figura rnirnética, les de la época rnoderna fue el nornbre que recibió el <<verso,> ,
y creo haber dernostrado que, procedente del griego latinizado
-añadiría yo- que
representándolo en ella, pero no se puede
integrar realrnente debido a una irreductibilidad innata: la de rhythmus, vehiculó durante siglos unas connotaciones relativas al
la misma materialidad de la voz. De ahí un efecto plurilógico, ejercicio vocal. IJn tratado del siglo x la glosa <<canendi aequilas>>
especialrnente perceptible en la prosa, en el que el sistema de (el equilibrio en el canto).
ligaduras entre relato y discurso resulta, en conjunto, rnás refi- Cierta opinión común y sirnplista pretende que eI verso,
nado, cornplejo y <<Iegibler> que en el verso. por el hecho de favorecer la memorización, convenga natural
En los cantares de gesta rnás antiguos, sumergidos aún en rnente a Ia poesía oral. Esto es reducir de forrna irrisoria la ver'
un universo -lal vez- casi totalrnente sornetido a las fuerzas dadera envergadura del problerna. La proposición, sirr
de 1a palabra viva, el discurso surgió de la narración, repen- ernbargo, no es radicalmente falsa, en las profundidadcs
tino y casi desnudo; estalla, tropieza con otro discurso y esos antropológicas existe un vínculo vivo entre forrnas rítmicas y
choques resuenan verso contra verso: fruto de la violencia, la formas memorísticas. El carácter intencional del verso y li,
palabra, colrro la espada, zanja, arroja su claridad sobre el valorización que irnplica de ciertas medidas del lengua.jc ,'',
mundo y luego vuelve a caer. El rrornento rnás elevado y más detrirnento de todas las dernás, no carece -en su pr'()l)i.
significativo delRolddn es sin duda el pasaje de las tiradas r/o a orden, el del decir- de analogía con la práctica de las all.'t ,1,'
r7z del manuscrito de Oxford (qrre figr.a tarnbién en los de la rnernoria, que, corno sabernos, le debe a los dorninicc,s (¡,,,,'
Venecia {, París, Carnbridge y Lyon, así corno en las adapta- el hecho de su vocación por la predicació.) gran dcsarr'.,11,,
"I
ciones alernana y escandinava), eI rnonóIogo que Roldán, qr-re alcanzó en los siglos XIII y xIV. Teorizado, integra<lo crr l;,
rr A.B¡ucr¡,<<ThemiddleEnglishRomance>>,Speculumg2,1967,pp.r 31;L.BEN-
12 Véase t. I (reed. Boivin, 1949), pp. IX-XIV, 53-56, 69 78 y t. ll (,r',,1 ll.,r', ,
soN, <.The literary character of Anglosaxon poetry>>, PMLABt, t966, pp. 324 3+r- tg55), pp.4 48.
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