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Material de lectura para el seminario “Naturaleza y cultura.

Perspectivas problemáticas a partir


del posthumanismo". Universidad Nacional de Quilmes.
Traducción publicada en: Pensamiento de los confines, n° 31-32, Guadalquivir, Buenos Aires,
primavera-verano de 2018, pp. 215-227. Traducción de Noelia Billi y Guadalupe Lucero.

Ecocrítica Material: Materialidad, agencia y modelos narrativos*1

Serenella Iovino (University of Turin)


Serpil Oppermann (Hacettepe University, Ankara)

La proliferación de estudios dentro del movimiento intelectual conocido como “nuevos


materialismos” muestra que un giro materialista está constituyéndose como un paradigma
importante en las humanidades ambientales. Extendiéndose desde los estudios sociales y
científicos, feminismo, hasta la antropología, geografía, filosofías ambientales y estudios de la
animalidad, este enfoque trae nuevas formas de considerar la materia y las relaciones materiales
que, unidos a la reflexión sobre la agencia, el texto y la narratividad, impactarán en la ecocrítica
de un modo sin precedentes.
Teniendo en cuenta la importancia de este debate, queríamos delinear para los lectores
de Ecozona un mapa introductorio del nuevo paradigma e introducir lo que podría llamarse
“ecocrítica material”. Señalaremos las que consideramos son sus características principales,
situándolas en los horizontes conceptuales de los nuevos materialismos. A partir de este esquema
genealógico, examinaremos las re-definiciones de conceptos como materia, agencia,
discursividad e intencionalidad, en vistas de sus efectos en el ecocriticismo y en función de sus
perspectivas éticas.

1. El horizonte conceptual del giro materialista


Especialmente en las humanidades, los nuevos materialismos (significativamente, en plural)
incorporan concepciones de diversas fuentes . Inaugurados por campos de investigación surgidos
de las ciencias sociales, y particularmente por debates recientes en el feminismo y en los estudios

*
“Material Ecocriticism: Materiality, Agency and Models of Narrativity”, Ecozon@, pp. 75-91, 2012. Agradecemos a
las autoras la autorización para traducirlo e incluirlo en este dossier. [Nota de las traductoras]
1
Agradecemos al Alexander-von-Humboldt Stiftung y al Fulbright Scholar Program, cuyos generosos aportes nos
han permitido trabajar en el proyecto de investigación en el cual se originaron tanto este artículo como el resto de
nuestras publicaciones sobre este tema.

1
científicos feministas, cubren una vasta y transversal serie de disciplinas2.En todos estos campos, la
reconsideración de la materialidad se asocia con los desarrollos del siglo XX en las ciencias
naturales y con los cambios radicales que afectaron nuestros entornos en las últimas décadas. En
particular, esta reconsideración se caracteriza por un interés específico por los “paisajes de
interacción de fuerzas biológicas, climáticas, económicas y políticas en última instancia
incartografiables” (Alaimo, Bodily 2).
Particularmente en las humanidades y en las ciencias sociales, este renacimiento neo-
materialista llega luego de un período de desestimación de la materialidad como resultado
principal del así llamado “giro lingüístico”, es decir, la idea de que el lenguaje construye la
realidad3. Uno de los puntos clave del “giro materialista” es la pronunciada reacción contra
algunas líneas radicales del pensamiento posmoderno y postestructuralista que supuestamente
“desmaterializaron” el mundo en pos de construcciones lingüísticas y sociales. Así pues, la
nueva atención prestada a la materia ha enfatizado la necesidad de reconsiderar el carácter
concreto de los campos existenciales, teniendo en cuenta tanto la dimensión corporal como de las
relaciones no binarias entre objeto y sujeto. En términos cognitivos, esto implica poner en
cuestión las representaciones del dualismo cuerpo-mente . Inspiradas en abordajes intelectuales
como la “autopoiesis” de Maturana y Varela y la ecología de la mente de Gregory Bateson,
algunas líneas de los nuevos materialismos interpretan el mundo no como un conjunto de
procesos objetivos, sino como un “tejido de experiencia [...] densamente entretejido” (Abram
143), habilitando asimismo nuevas perspectivas en los campos relacionados con los sistemas de
signos no humanos, como por ejemplo la bio- y eco-semiótica4.
En los debates ambientales, el giro material también asumió diversas formas e
instancias. Puede señalarse un momento determinante en la discusión acerca de los “feminismos
materiales”. Editado por Susan Hekman y Stacy Alaimo, los ensayos incluidos en el volumen
Feminismos materiales (2008) hacen mucho hincapié en dos puntos que serán recurrentes en las
discusiones posteriores del eco-materialismo. El primero de estos puntos es la necesidad de
2
Para una reseña interdisciplinar y una introducción filosófica al giro materialista, cf. la introducción de Coole y
Frost a New Materialisms. También es muy útil el Oxford Handbook of Material Culture Studies, eds. Hicks and
Beaudry.
3
La expresiyn “giro lingüístico” (relacionado con los desarrollos de la filosofía del lenguaje) proviene de una
antología (1967) editada por Richard Rorty, The Linguistic Turn: Esays in Philosophical Method. En la teoría
literaria, el giro lingüístico es asociado con el estructuralismo de Ferdinand de Saussure y luego con el
postestructuralismo, sobre todo con la afirmación derridiana de que “no hay nada fuera del lenguaje”, erróneamente
comprendida como la borradura de la relación de referencia al mundo.
4
Lo que Gregory Bateson llama “ecología de la mente” es la unidad fundamental entre el sí mismo humano y el
sistema más amplio de la organización ecológica. Aquí la mente, con toda evidencia, no es considerada una potencia
subjetiva, sino más bien una función ecológica que refleja la ineludible interrelación material entre el sí mismo y el
ambiente (cf. Bateson, Steps to an Ecology of Mind and Mind and Nature ). Propuesto por los científicos chilenos
Humberto Maturana y Francisco Varela, la “autopoiesis” es una teoría que combina los conceptos de homeostasis y
pensamiento sistémico. De acuerdo a esta teoría, los sistemas vivientes son concebidos como mecanismos de “auto-
producción” y auto-regulación que tienen la capacidad de mantener su forma a pesar de los flujos materiales
entrantes y salientes (cf. Maturana y Varela, Autopoiesis and Cognition). La bio- y eco-semiótica investiga signos y
significados en tanto propiedades emergentes de los organismos (cf., por ejemplo, Wheeler, The Whole Creature).

2
rescatar el cuerpo de la dimensión del discurso y de concentrar la atención en las experiencias y
prácticas corporales (donde por “cuerpo” no se entiende solo el cuerpo humano sino los
entrelazamientos concretos de “naturalezas” plurales, tanto en los ámbitos de lo humano como de
lo más-que-humano). El segundo punto es la necesidad de responder al giro lingüístico con
estrategias práctico-teóricas que intentan superar el quiasmo entre el construccionismo cultural y
la materialidad de las naturalezas y los cuerpos. Estas cuestiones admiten ser reformuladas en los
siguientes términos: ¿cómo se define el campo de nuestra experiencia de las naturalezas
materiales? Y, en segundo lugar, ¿cómo se correlacionan las prácticas discursivas (bajo la forma
de categorías políticas, construcciones sociolingüísticas, representaciones culturales, etc.) con la
materialidad de las relaciones ecológicas? ¿Sobre qué base es posible conectar estos dos niveles
-el material y el discursivo- en un sistema no dualista de pensamiento ?
Mientras las teóricas feministas desplazan sus análisis desde el determinismo biológico y
el construccionismo lingüístico hacia una teoría cultural inspirada por los conocimientos de las
ciencias naturales y la economía política, otros pensadores cuestionan los límites de la agencia, y
proponen volver a indagar en las infiltraciones humano/no-humano considerando la “inherente
creatividad” de la materia (De Landa 16). También es importante notar que mientras que los
enfoques sociológicos de la materialidad consideran el rol de la “agencia material” en las
relaciones sociales, los enfoques ambientales se concentran más en las “posibilidades éticas y
políticas” que “emergen de la zona de contacto literal entre la corporalidad humana y la
naturaleza más-que-humana” (Alaimo, Bodily 2).
La idea de que la materia tiene agencia es de importancia capital en los nuevos
materialismos . Contra las visiones que asocian agencia a intencionalidad y, en consecuencia, a
inteligencia humana, la afirmación de que los objetos materiales actúan con efectividad es una
manera de “[absolver] a la materia de su larga historia de asociación al automatismo o
mecanismo” (Bennett, Vibrant 3). Por lo tanto, la verdadera dimensión de la materia no es la de
una sustancia o ser estático y pasivo, sino la de un devenir generativo. Esto es evidente, por
ejemplo, en la teoría del “realismo agencial” desarrollado por la pensadora feminista y física
cuántica Karen Barad -una de las principales figuras de los nuevos materialismos-, en su
innovador trabajo Meeting the Universe Halfway (2007). De acuerdo a Barad, la realidad es un
entrelazamiento simétrico de procesos materiales y discursivos. Aquí la palabra ‘materia’ “no
refiere a una propiedad inherente y fija de objetos que existen de manera independiente”; antes
bien, concede Barad, “‘materia’ refiere a los fenómenos en su materialización en curso ”
(Meeting 151). En otras palabras, la materia “no es una tabla rasa” ni es “inmutable o pasiva”,
sino que es “un hacer, una coagulación de agencia ”; y Barad lo llama “un proceso estabilizante
y desestabilizante de intra-actividad iterativa ” (Meeting 151). Por añadidura, ella reivindica que
“la materia no es ni fija y dada, ni el mero resultado final de distintos procesos. La materia es
producida y productiva, generada y generativa. La materia es agentiva, y no una esencia o
propiedad fija de las cosas” (Meeting 137). Con la premisa de una materia intrínsecamente
“agentiva”, Barad propone una teoría de realismo agencial -una visión onto-epistemológica de la
realidad- en tanto proceso continuo que involucra simultáneamente (“intra-activamente”, en la

3
terminología de Barad) materia y sentidos, y donde materializaciones [ embodiments ] y formas
co-emergen en un campo de existencia unitario.
En los debates eco-filosóficos, la cuestión de las interacciones materiales de cuerpos y
naturalezas ha sido trabajada por un buen número de publicaciones desafiantes. Además de la ya
mencionada colección Material Feminisms y Meeting the Universe Halfway de Barad, dichas
publicaciones incluyen The Mangle of Practice (1995) de Andrew Pickering, The Enchantment
of Modern Life (2001) de Jane Bennett, How Scientific Practices Matter (2002) de Joseph Rouse
y Love of Matter (2003) de Freya Mathews. Más recientemente, esta línea temática se ha visto
enriquecida por nuevos títulos, como New Materialisms de Diana Coole y Samantha Frost,
Bodily Natures de Stacy Alaimo, Vibrant Matter de Jane Bennett, The Material of Knowledge de
Susan Hekman, Becoming Animal de David Abrams (todos publicados en 2010) y Quantum
Anthropologies (2011) de Vicky Kirby. El horizonte cultural de estos trabajos es multifacético.
En algunos casos, a pesar de declararse escépticos respecto de ciertas formas extremas de
reduccionismo cultural, el proyecto de reconceptualizar la materialidad se embarca en una
conversación crítica pero constructiva con el posmodernismo. Incluso si el constructivismo
lingüístico en última instancia no pudo “llevar la dimensión material a la teoría y la práctica”
(Hekman 2), el giro hacia lo lingüístico y lo discursivo se ha mostrado “enormemente
productivo” en tanto y en cuanto “ha fomentado análisis complejos de las interconexiones entre
poder, saber, subjetividad y lenguaje ” (Alaimo y Hekman 1). En consecuencia, el
posmodernismo es considerado como un desafío y como un legado. Este desafío, aceptado en
particular por los feminismos materiales, consiste en “construir antes que abandonar las
lecciones aprendidas en el giro lingüístico”, tratando de llevar a cabo el propio proyecto del
posmodernismo: “deconstruir la dicotomía lenguaje/realidad definiendo una posición teórica que
no privilegie ni el lenguaje ni la realidad, sino que antes bien explique y se apoye en su íntima
interacción” (Hekman 3)5. De hecho, la deconstrucción de la dicotomía entre lo real y lo
discursivo es precisamente la característica más distintiva del pensamiento posmoderno.
Como la crítica y teórica posmoderna Linda Hutcheon explica convincentemente, “los
discursos
posmodernos reivindican tanto la autonomía como la mundanidad” (46). El rol del
posmodernismo en el discurso de la ecocrítica material merece, entonces, un estudio más
detallado. El posmodernismo reconoce las interrelaciones problemáticas entre lo ontológico y lo
epistemológico bajo el modo de una auto-reflexión crítica. De este modo, llama la atención sobre
el compromiso constitutivo de los sistemas discursivos humanos con el mundo material, a la vez
que considera acerca de la complicidad entre nuestras formulaciones discursivas y el mundo
material. Cuestionando las bases de nuestras actitudes morales y como son “ incrustadas en
nuestro lenguaje” (Elliott 160), el posmodernismo se concentra firmemente en hallar modos
integrales de pensar no sólo el discurso y la materia, sino también las naturalezas humanas y no
humanas en conjunto. Esta versión del posmodernismo, que tiene en cuenta que lenguaje y
realidad, naturaleza y cultura, y prácticas discursivas y mundo material están entramados de

5
Cf. asimismo Alaimo y Hekman, “Introduction”. Acerca del posmodernismo y el giro material, cf. Oppermann, “A
Lateral Continuum”.

4
forma compleja, es conocida como “posmodernismo ecológico”. En una palabra, propone un
punto de vista según el cual la naturaleza es reanimada, en un nivel fundamental Reconociendo
la vitalidad de las cosas en todo proceso naturo-cultural, y la coextensividad de lenguaje y
realidad, el posmodernismo ecológico percibe a la naturaleza como primariamente constituida
por fenómenos interactuantes e interrelacionados. Su intención de “re-encantar” la realidad,
alegando que todas las entidades materiales -incluso los átomos y las partículas subatómicas-
tiene algún grado de experiencia sensible y que todas las cosas vivientes tienen su propia
agencia, es esencial en la constitución de los nuevos enfoques materialistas, especialmente en
aquellos que ponen el acento en la ontología y la política 6. Los principales pensadores
posmodernos (Deleuze y Guattari, por caso) consideran los territorios humano y no-humano
como una y la misma realidad esencial , y en consecuencia se acercan al pensamiento ecológico
posmoderno que no sólo se encuentra entre las características destacadas de los nuevos
materialismos sino también de la ecocrítica materialista7.
En cualquier caso, las perspectivas teóricas y las referencias históricas del giro material
van mucho más allá de su relación con el posmodernismo. De hecho, los trabajos que hemos
mencionado reinterpretan de formas diversas importantes tradiciones de pensamiento que
incluyen el atomismo griego, la filosofía del Renacimiento, Spinoza, Bergson, Merleau-Ponty y
teóricos contemporáneos de los estudios científicos y las ciencias sociales, como Bruno Latour,
Donna Haraway, Ulrich Beck y Manuel De Landa, como así también físicos cuánticos, filosofía
del proceso y líneas conceptuales como la Teoría Actor-Red, el realismo agencial y la ontología
orientada a objetos8.
En sus multifacéticos marcos y referencias conceptuales, los trabajos de estos autores y
sus perspectivas especulativas constituyen el horizonte intelectual de la ecocrítica materialista.
Una característica común aquí es el intento por desarrollar una estructura teórica integral para
cuestiones relacionadas con el ser, el saber y el hacer, que resulte así en la interconexión -típica
para muchos de estos pensadores- entre ontología, ptica/agencia y epistemología . De hecho, al
6
El proyecto del “Posmodernismo ecolygico” emerge de la filosofía procesual de Charles Hartshorne y de Alfred
North Whitehead, del modelo de “posmodernismo reconstructivo” de David Ray Griffin postmodernism” que, para
él, ofrece la vía más prometedora hacia una interpretación re-encantadora de la naturaleza, y de la propuesta de
posmodernismo ecológico de Charlene Spretnak. Sobre este punto, cf. David Ray Griffin, ed. Sacred
Interconnections: Postmodern Spirituality, Political Economy, and Art (SUNY Series in Constructive Postmodern
Thought); Charlene Spretnak, Relational Reality: New Discoveries of Interrelatedness that Are Transforming the
Modern World; Jane Bennett, The Enchantment of Modern Life; y Oppermann, “Rethinking Ecocriticism in an
Ecological Postmodern Framework”
7
En palabras de Deleuze y Guattari: “No hacemos distinciones entre el hombre y la naturaleza: la esencia humana
de la naturaleza y la esencia natural del hombre se hacen una en la naturaleza bajo la forma de la producción
industrial, del mismo modo en que lo hacen en la vida del hombre como especie [...] el hombre y la naturaleza no
son dos términos opuestos confrontando el uno con el otro [...] antes bien, son una y la misma realidad esencial, el
productor-producto” (Anti-Oedipus 4-5).
8
La ontología orientada a objetos es desarrollada por académicos como Graham Harman, Levi Bryant y Timothy
Morton, quienes sostienen que los “objetos” incluyen a los humanos, entidades naturales y culturales, el lenguaje,
seres no humanos, cuerpos cósmicos, como así también partículas subatómicas que, en sus entrelazamientos,
constituyen el “Ser”.

5
extender la categoría de agencia más allá del ámbito de lo humano, demuestran de diversas
maneras el parentesco entre afuera y adentro, mente y mundo, abarcando vida, lenguaje, mente y
percepción sensorial en una perspectiva no dualista.

2. Ecocrítica materialista: materia, sentido y narratividad

La agencia de la materia, la interacción entre lo humano y lo no humano en un campo de


efectualidad distribuida y de dinámicas materio-discursivas integradas, son conceptos que
influencian profundamente las ideas de narratividad y texto. Si la materia es agencial y capaz de
producir sus propios sentidos, toda configuración material, desde los cuerpos hasta sus contextos
vitales, “dice”, y por lo tanto puede ser objeto de un análisis crítico inspirado en la búsqueda de
sus historias, sus interacciones materiales y discursivas, su lugar en la “coreografía del devenir”
(Coole y Frost 10). La ecocrítica materialista propone básicamente dos modos de interpretar la
agencia de la materia. El primero se focaliza en el modo en que las capacidades agenciales de la
materia (o de la naturaleza) no humana son descritas y representadas en textos narrativos
(literarios, culturales, visuales); el segundo modo se focaliza en el poder “narrativo” de la
materia para crear configuraciones de sentido y sustancias, que junto a las vidas humanas,
ingresan en un campo de co-emergencia de interacciones. En este último caso, la materia en sí
misma se convierte en un texto donde se inscriben y producen la dinámica de una agencia
“difusa” y una causalidad no lineal.
Respecto de las representaciones de las potencias agenciales de la naturaleza, pueden
encontrarse ejemplos en prácticamente toda la tradición literaria. Un pasaje memorable de Call It
Sleep (1934) de Henry Roth, por ejemplo, captura el poder de la electricidad como agencia
material que, para usar las palabras de Jane Bennett, invita a una “atención imaginativa dirigida a
la vitalidad material” (Vibrant 19):

¡Potencia! Increible,
¡bárbara potencia! Un estallido, una sirena de luz
en él, que desgarra, estremece, funde su
cerebro y su sangre con una fuente de llamas,
vastos cohetes en un diluvio abrasador! ¡Potencia! (419) 9

[Power! Incredible,
barbaric power! A blast, a siren of light
within him, rending, quaking, fusing his
brain and blood to a fountain of flame,
vast rockets in a searing spray! Power!]

9
Tomamos este ejemplo del artículo de Patricia Yager “Literature in the Ages of Wood, Tallow, Coal, Whale Oil,
Gasoline, Atomic Power, and Other Energy Sources” (305).

6
Estas líneas resuenan de un modo sorprendente con la descripción que el escritor (e ingeniero)
italiano, Carlo Emilio Gadda, hace del “itinerario catastrófico” de la caída de un relámpago entre
dos vigas de un techo en su inacabada novela “barroca” La cognizione del dolore (1963). En la
prosa de Gadda, las cosas no solo tienen una vitalidad natural y salvaje, sino que tienen rasgos
proto-personales, exhibiendo, por tanto, potencia agencial [agentic power]: desde el relámpago
(“este maldito callejero”, 568) hasta los pararrayos [rods], descritos como traviesos y en
misteriosa meditación, todo está extrañamente vivo y listo para desencadenar consecuencias
materiales inesperadas en el mundo que comparten con los humanos y con otras presencias no
humanas10. Otro ejemplo sorprendente de la agencia material que puede citarse para ilustrar la
vibratoriedad [vibrancy] de lo no humano proviene de la obra de Thomas Hardy, The Return of
the Native. En su empática corporalidad, en esta novela Egdon Heath se destaca como una
poderosa agencia no humana que desafía todos los intentos humanos por controlar sus fuerzas.
Egdon Heath es un paisaje de carácter fuerte, que interactúa con figuras humanas al modular
dinámicas de evolución natural y cultural complejamente estructuradas. Desplegando una
agencia vibatoria que afecta la vida humana y no humana desde tiempos inmemoriales, Egdon
Heath es cercano, en su efectualidad, a aquellos seres que Bruno Latour llama “actantes” 11. El
lugar, de hecho, se inscribe en mitos y leyendas, y en las vidas de la gente que mora allí,
produciendo una intra-actividad materio-semiytica que Hardy describe así: “Cuando mejor se le
sentía era cuando no se le podía ver con claridad, y su efecto y explicación plenos residían en esa
hora y las siguientes hasta el amanecer del nuevo día; entonces, y sólo entonces, revelaba su
verdadera historia” (53). La descripción literaria realizada por Hardy de esta fuerza agencial es
significativa en cuanto que Egdon Heath “actúa” como un ser sintiente en equivalencia con los
actos intencionales y la inteligencia humanos. Por ejemplo, “escucha” y “espera algo” en
previsión de una crisis; es consciente de ser un sitio que “regresaba a la memoria de” los seres
humanos que actúan en congruencia con él, y está claramente investido de cualidades de lo que
Hardy llama una “forma titánica” con la “frente de un atlante” (54). En tanto “lugar [que]
guardaba perfecta correspondencia con la naturaleza humana” (55), Egdon Heath es un ejemplo
narrativo expresivo que produce el guión de su propia historia material de imprevisibilidad y da
cuenta de su co-constitucion con los actores humanos. Los sujetos humanos son aquí una “parte
orgánica de toda esa estructura inmóvil” (63). Un ejemplo literario similar es el Río Congo tal
como es descrito por Joseph Conrad en El corazón de la tinieblas: “Allí está, delante de tí .......
sonriendo, frunciendo el ceño, tentador, grande, infame, insípido o salvaje” (14) -las cualidades
más evidentes asociadas a la agencia.

10
Acerca del trabajo de Gadda, la referencia más útil para los académicos internacionales es el Edinburgh Journal
of Gadda Studies editado por Federica G. Pedriali. La publicación está disponible online en:
http://www.gadda.ed.ac.uk
11
Sobre el concepto de “actante” en tanto “entidad que modifica a otra entidad en un proceso”, cf. Bruno Latour,
Politics of Nature (237). En Vibrant Matter, Jane Bennett ha desplegado este concepto en su análisis de la agencia
material posthumana de la red eléctrica, la basura, los objetos inanimados, etc.

7
La agencia material también se manifiesta en las narrativas del mar tal como son
relatadas por el Pescador de Halicarnaso, un escritor turco (Cevat ùakir Kabaağaçlı) que escribió
acerca de la flora y fauna específicas de la península de Bodrum en su unión con las costas del
Egeo y el Mediterráneo de Turquía. Sus historias subrayan las fronteras porosas entre las
creaturas marinas y los sujetos humanos. El mar, en tanto agente no humano pulsante, funciona
como una fuerza vital. El Pescador llama la atención sobre los asociaciones agenciales [ agentic
assemblages] de las magníficas fuerzas de la naturaleza a su alrededor, y narra cómo su
imaginación material12 fue trabajada por sus efectos para contar la historia de la co-existencia de
la vida humana y no humana en el proceso de evolución de las costas turcas del Mediterráneo:
“Este cielo azul profundo del sur de Anatolia, su violeta marino, luz y tierra nutrieron diversos
árboles, frutos, flores, seres humanos y civilizaciones. Estas historias, también, son producto de
esas paradisíacas manos, montañas, pastos, costas, rocas salvajes, ruinas y mares abiertos.
Dedico todas las historias a ellos” (Prylogo a A flower Left to the Aegean Sea).13 Estas líneas
están en consonancia con los poemas Mediterráneos del premio Nobel de literatura Eugenio
Montale, una sección de su famosa colección Ossi di seppia (1925). En estos poemas que, como
ha señalado Anna Re, están “entrecruzados por la emergencia del lenguaje y la ley” (100), el
poeta es llamado a ser testigo del mar, un “padre” que habla su lengua de “palabras saladas”. El
mar Mediterráneo, que no solo simbólicamente, sino también evolutivamente está vinculado a lo
humano, de hecho es aquí un padre material -un padre hecho de sal, agua, piedras y antiguas e
innumerables formas vivas- cuya “fría e intemporal voluntad ” es una fuerza encarnada e
inmanente, totalmente independiente de y sin embargo entrelazada con el destino de lo
humano.14
El Mediterráneo, Egdon Heath y el Río Congo son ejemplos de agentes ecológicos no
humanos que se proyectan como “formas textuales” de la materia que cuentan sus historias a
través de la imaginación material de sus pares humanos. Crean una poderosa visión de cómo la
materia y el sentido se constituyen mutuamente. El paisaje, el río y el mar provienen todos de un
mundo material, que recibe su forma tanto de historias como de fuerzas físicas. Estos ejemplos
dan cuenta de que los textos literarios pueden comprometerse activamente con la materialidad en
diversas formas. Pero quizás ejemplos más sorprendentes pueden encontrarse en la menos
conocida novela inglesa del siglo XVIII, que se ocupa de la materia en su forma presuntamente
12
El tprmino “imaginaciyn material” es usado por Gaston Bachelard para describir cymo el mundo material es
imaginado por poetas y científicos. La imaginación misma siempre es cautiva del mundo que imagina. De modo tal
que la frase “imaginaciyn material” significa la intersecciyn entre la materialidad del imaginar y la imaginaciyn de lo
material. Cf. Gaston Bachelard, La Terre et les rêveries de la volonté. Ben Anderson y John Wylie también
utilizan el tprmino en “On Geography and Materiality” (318). Para desarrollos de este concepto ecocríticamente
relevantes, cf. Abram, Becoming Animal; Iovino, “Restoring the Imagination of Place”.
13
Para un análisis ecocrítico de la obra del escritor, cf. Oppermann “The Fisherman of Halicarnassus’s Narratives of
the White Sea (the Mediterranean): Translocal Subjects, Nonlocal Connections”.
14
Para una interpretación ecocrítica de estos poemas de Montale, cf. Anna Re, “The Poetry of Place”. De hecho, el
catastrófico naufragio del crucero Costa Concordia (en enero de 2012), que está contaminando una de las pocas
reservas marinas italianas, muestra cuán complejo y estrecho es el lazo entre el destino del mar Mediterráneo y la
acción del ser humano.

8
inorgánica. Aquí la materia actúa como la auténtica encarnadura de la significancia y como
productora de sentido en la vida. En obras como History and Adventures of an Atom (1769) de
Tobias Smollett, The Adventures of a Watch (1788) y The Adventures of a Cork-Screw (1775)
de Joseph Addison y Richard Steele, Chrysal or the Adventures of a Guinea (1760) de Charles
Johnstone, Adventures of a Hackney Coach (1781) de Dorothy Kilner y The Adventures of a
Bank-Note (1770-71) de Thomas Bridges, los objetos (pantalones, billetes, tabaqueras, libros,
pelucas, bastones, monedas, sombreros, etc.), así como también animales (gatos, perros falderos,
monos e insectos) figuran como personajes centrales que exhiben capacidades agenciales y
parecen estar dotados de conciencia e incluso pensamiento. Narran sus historias y,
llamativamente, no a lectores humanos sino a sus colegas “cosas”. Por ejemplo, “la señora
chinela habla al zapato de señora, y el chaleco se dirige a la enagua” (Festa 114). Esta es una
instancia narrativa en que se hace manifiesto cómo materia y sentido pueden entrar en un juego
de significación para producir relaciones intra-activas entre lo humano y lo no humano, sujeto y
objeto.
Estos pocos ejemplos fueron elegidos, entre muchos otros, por dos razones
fundamentales: la primera es la clara confluencia entre materia y agencia, y sus repercusiones
discursivas y narrativas; la segunda es el rol del antropomorfismo y las técnicas narrativas
antropomorfizantes en el marco conceptual de la ecocrítica materialista. Vale la pena examinar
más detenidamente este último punto. En el contexto de la ecocrítica materialista, la
humanización de cosas, lugares, elementos naturales, animales no humanos, no es
necesariamente el signo de una visión antropocéntrica y jerárquica sino que puede considerarse
como un recurso narrativo orientado a subrayar la potencia agencial de la materia y la
horizontalidad de sus elementos. Concebido desde una perspectiva crítica, las representaciones
antropomorfizantes pueden revelar semejanzas y simetrías entre lo humano y lo no humano. Así,
en lugar de enfatizar divisiones categóricas, el antropomorfismo potencialmente “trabaja contra
el antropocentrismo” (Bennet, Vibrant 120). Como sugiere Bennett,

[un] poco de antropomorfismo … puede catalizar una sensibilidad que encuentra un


mundo colmado no sólo de seres (sujetos y objetos) de categorías ontológicamente
diversas sino también de variadas materialidades compuestas que forman
confederaciones. Al mostrar semejanzas a través de las divisiones categoriales e
iluminar paralelos estructurales entre formas materiales de la “naturaleza” y aquellas de
la “cultura”, el antropomorfismo puede revelar isomorfismos. (Vibrant 99)15

Esto se torna evidente cuando pensamos en sistemas de signos no humanos, como el


caso de la biosemiótica. También el lenguaje de la biosemiótica es aparentemente

15
“Un elemento antropomyrfico en la percepciyn puede revelar un mundo entero de resonancias y semejanzas -los
sonidos y vistas que hacen eco y rebotan mucho más lejos de lo que sería posible si el universo tuviera una
estructura jerárquica” (Bennett, Vibrant Matter 99). Sobre cuestiones de antropomorfismo en las “agencias
narrativas” no humanas, cf. Iovino, “Toxic Epiphanies”.

9
antropomórfico, pero observar la capacidad productora de signos como un rasgo distribuido en
todos los sistemas vivientes es un modo de revelar semejanzas, isomorfismos y relaciones
materiales. Cuando leemos, por ejemplo, que “la pareja organismo-ambiente es una forma de
conversación, y la evolución misma es un tipo de narrativa de desarrollos conversacionales”, una
“especie de juego [...] y educación de formas de la vida” (Wheeler 1226), vemos que los
patrones aparentemente antropomórficos pueden ser funcionales a una estrategia heurística
orientada a revelar los vínculos y conexiones entre los mundos humano y no humano. La
relación entre los seres humanos y no humanos, desde este punto de vista, no está meramente
nivelada, sino reestructurada en términos de complejidad.
Siguiendo y extendiendo las líneas de estos “paralelos estructurales”, la ecocrítica
materialista arroja luz no solo en el modo en el que la materia agencial es narrada y
representada
en textos literarios, sino en la potencia “narrativa” de la materia misma. Desde esta
perspectiva,
la materia, en todas sus formas, se convierte en un sitio de narratividad, una materia-con-
historias [storied matter], encarnando sus propias narrativas en las mentes de los agentes
humanos y en la estructura misma de sus propias fuerzas auto-constructivas. A la luz de esta
interpretación de la ecocrítica materialista, la materia misma se convierte en texto.16
Considerar la materia “como un texto” implica poner en cuestión la idea misma de texto.
El texto, para la ecocrítica materialista, incluye tanto las construcciones materio-discursivas
humanas como las cosas no humanas: agua, tierra, piedras, metales, minerales, bacterias, toxinas,
comida, electricidad, células, átomos, todos los objetos y lugares culturales. El rasgo
característico de estas configuraciones materiales es que no están hechas de elementos simples,
aislados entre sí. Por el contrario, forman complejos tanto naturales como culturales y, en
muchos casos, la agencia y el sentido humanos están profundamente entrelazados con la agencia
y el sentido que surgen de esos seres no humanos. Del mismo modo que Deleuze y Guattari,
Latour llama a estas intersecciones materiales y discursivas “agenciamientos” [ assemblages ] o
“colectivos”. En su capacidad agencial están inextricablemente conectados con nuestras vidas, y
en la mayoría de los casos (como átomos, moléculas, bacterias, toxinas, etc.) son parte de
nuestros cuerpos, de nuestro “yo material”. Considerando la continuidad (la intra-acción, diría
Barad) de lo humano y lo no humano en esta dinámica abierta y en progreso, la ecocrítica
materialista se aboca a las historias y las potencialidades narrativas que se desarrollan desde
el
devenir de la materia.17
Las fronteras de este discurso se abren a la exploración de un amplio conjunto de
elementos de la naturaleza y también de los desechos y la basura generados por la cultura, que
son manifiestamente “vibrantes” y tienen “trayectorias, propensiones o tendencias propias”
(Bennett, Vibrant Matter, viii). Estas “cosas” son, como afirma Bill Brown (el exponente de la
“Teoría de la Cosa”), semánticamente irreducibles a objetos (3). “Hablan” en un mundo de
procesos de interacción múltiple, como el cambio climático o los sistemas de producción y

16
Sobre este tema, cf. Iovino, “Material Ecocriticism: Matter, Text, and Posthuman Ethics”; y Iovino y
Oppermann, “Theorizing Material Ecocriticism: A Diptych”.
17
Sobre esto, cf. Iovino, “Naples 2008”.

10
consumo del capitalismo global, involucrando prácticas geopolíticas y económicas y
recordándonos, así, que “lo lingüístico, lo social, lo político y lo biológico son inseparables”
(Hekman 25). En otras palabras, las dimensiones corporales de las agencias humana y no
humana, sus representaciones literarias y culturales, son inseparables del mismísimo mundo
material en el cual intra-actúan. En un sentido profundo, las configuraciones de la materia
siempre despliegan “una danza que pone en acción” [enactive] (Morton 28) indicando que
nuestras prácticas de conocimiento, nuestras historias y narrativas forman parte de “procesos
naturales de compromiso y [...] parte del mundo” (Barad, Meeting 331-32). Esto supone una co-
implicación sustancial entre conocer y ser. Como explica Barad: “No obtenemos conocimiento
parándonos fuera del mundo; conocemos porque “nosotros” somos del mundo. Somos parte del
mundo en su devenir diferencial” (“Posthumanist” 147). Desde esta perspectiva, más allá de
cuán grande pueda ser la diferencia entre el sí mismo humano y la agencia material, el mundo
pasa a estar constituido por múltiples intra-acciones de dicho “devenir diferencial”. Este es un
modelo en que la realidad se crea a través de una inevitable colaboración entre diferentes
agentes.
La ecocrítica materialista , en nuestra opinión, rastrea la expresión artística y cultural de
estas perspectivas, abriendo posibilidades textuales de la materialidad creada en el arte, la cultura
y la literatura. En su análisis transversal de la materialidad y de las “historias en curso” [ ongoing
stories] materiales, considera los potenciales culturales y literarios que emergen de un ambiente
natural en el cual los agentes humanos co-existen y co-actúan con organismos biológicos que
exhiben capacidades agenciales. Pero no solo eso: yendo más allá del dominio de lo “biológico”,
reubica a la especie humana en vastos ambientes naturo-culturales de fuerzas materiales
inorgánicas, tales como la electricidad, los campos electromagnéticos, los metales, las piedras, el
plástico y la basura.
Esto nos conduce a una consideración ulterior. Si la encarnadura es el sitio en el que una
“materia vibrante” performa sus narrativas, y si la corporalización [embodiment] humana es un
problemático entrelazamiento de agencias, entonces el cuerpo resulta un tema privilegiado para
la ecocrítica materialista. Tal como el debate en torno a los feminismos materialistas ha
subrayado convincentemente, la materia corporal abre los patrones de la agencia a la interacción
estructural entre lo humano y lo no humano, siendo por ende crucial ir más allá de la idea de la
materia “inerte” que se postula como la antítesis de la libre agencia humana . Además, muestra
como el sí mismo material no es una realidad independiente, “encapsulada” y circunscrita. El sí
mismo material, en cambio, vive en “un mundo sostenido por confederaciones queer” (Haraway
161) en el cual lo humano está siempre entremezclado con presencias extrañas [alien]. Como
señala lúcidamente Jane Bennett:

Una puede invocar las colonias de bacterias en los codos humanos para mostrar
cómo los sujetos humanos son no humanos, extraños [alien], están fuera de la
materialidad vital. Una puede hacer notar que el sistema inmune humano depende
de lombrices parásitas helmintos para un correcto funcionamiento o citar otras

11
instancias de nuestra cyborización para mostrar cómo la agencia humana es
siempre una asociación de microbios, animales, plantas, metales, químicos,
palabra-sonidos, y cosas por el estilo. (Vibrant 121)

En un sentido eco-narrativo más específico, el cuerpo revela las interferencias recíprocas


de organismos, ecosistemas y sustancias de factura humana (esas que Alaimo llama
“xenobiyticas” 18). En consecuencia, es un “colectivo” de agencias y un palimpsesto material en
el que se inscriben relaciones ecológicas y existenciales “en términos de florecimiento o [...]
decaimiento” (Wheeler 12). Esto deviene impresionantemente evidente cuando “individuos y
colectivos deben lidiar no sólo con la materialidad de sí mismos, sino también con los
frecuentemente invisibles y peligrosos paisajes de la sociedad del riesgo” (Alaimo, Bodily 17). El
concepto de “trans-corporalidad” de Alaimo es muy significativo aquí 19. La trans-corporalidad -
un “movimiento a través de los cuerpos” (Bodily 2) tal como lo define Alaimo- es un modelo de
concurrencia dinámica, permeabilidad y “agencias interconectadas” (Bodily 21) de sustancias
materiales y prácticas discursivas. Subrayando el rol de las habitualmente indetectables fuerzas
materiales, o “flujos de sustancias [...] entre gente, lugares y sistemas económico-políticos”
(Bodily 9), la trans-corporalidad complementa la visión ecológica convencional de acuerdo a la
cual todo está conectado con todo. El concepto de Alaimo provee un entendimiento
interpretativo más completo no sólo de las narrativas de la salud y el riesgo ambientales, sino
también de cada una de las dinámicas que tienen lugar en lo que Nancy Tuana ha llamado “una
ontologia interaccionista”, concretamente, “una ontología que rematerializa lo social y se toma
con seriedad la agencia de lo natural” (188).
La dimensión “activa, auto-creadora, productiva” e “impredecible” de la materia (Coole
y Frost 9) es de una importancia crucial para la ecocrítica materialista. Claramente, los límites
supuestamente determinados de las cosas, objetos, agentes humanos, conceptos y textos devienen
más fluidos y permeables. Todos estos agentes humanos y no humanos ponen en acción [ enact]
la materialidad del sentido a través de combinaciones específicas de prácticas materiales y
discursivas. Se trata aquí de una interacción entre la vida y sus expresiones al modo en que es
enfáticamente articulado por el autor archi-posmoderno Raymond Federman, quien siempre
subrayó el aspecto crucial de las narrativas ficcionales de su propia vida diciendo: “Mi cuerpo es,
espero, en el texto también [...]. Me siento muy cansado cuando termino de escribir porque he
usado mi cuerpo” (383). Ejemplos como este echan luz sobre los entrecruzamientos biológicos y
textuales en términos de su eficacia al codificar y producir sentidos. Tal como señala Karen
Barad, “el sentido no es una noción de basada en lo humano; antes bien, el sentido es una acción
en progreso [ongoing performance] del mundo en su inteligibilidad diferencial” ( Meeting 335).
Este nuevo imaginario cultural es asimismo muy significativo a los fines de extender la
imaginación moral.

18
Cf. Bodily Natures, en particular 113-140.
19
Sobre la trans-corporalidad, cf. tambipn Alaimo, “Trans-corporeal Feminisms”.

12
3. Materialidad e imaginación moral

De acuerdo a esta perspectiva, el modelo ético que acompaña a la ecocrítica


materialista es una “ética material”. Se trata de una ética basada en la materialidad co-extensiva
de los sujetos humanos y no humanos, en una línea que necesariamente implica horizontalidad
moral; es también una ética enfocada en el modo en que las construcciones discursivas y los
cuerpos materiales intra-actúan en contextos socio-políticos determinados . Una ética material es
una ética que tiene en cuenta los niveles de incorporación [embodiment] del concepto en la
realidad material y viceversa, el modo en que la materia (bajo la forma de cuerpos, naturalezas,
formas de existencia) es conceptualizada en y modelada por las prácticas discursivas . Analiza la
manera en que agencias y discursos interconectados dan forma a una realidad material en la que
“las elaboradas y colosales prácticas, extracciones, transformaciones, producciones y emisiones
humanas” están inextricablemente entrelazadas (Alaimo, Bodily 21). En su apuesta moral, la
ecocrítica materialista toma dicho entrelazamiento como la clave de las configuraciones
existenciales, reelaborando el horizonte de la acción humana de acuerdo con una geografía más
compleja, plural e interconectada de fuerzas y sujetos.
Renegociar las fronteras de la agencia narrativa supone consecuencias de importancia
para los discursos éticos posthumanistas de reciente desarrollo. De hecho, ello propicia un mejor
entendimiento no sólo del lugar de lo humano en la evolución (“somos minerales que caminan,
que hablan” Vernadsky citado por Bennett, Vibrant 11), sino también de la materia como una
forma de agencia “emergente” que se combina e interfiere con cada agencia humana
“intencional”: ninguno de nuestros actos intencionales está limitado a la esfera de la “pura”
intencionalidad sino que siempre se halla situado en un escenario de configuraciones materiales
co-emergentes. Reconocer que no hay acción intencional que se encuentre fuera de este mundo
de emergencias materio-discursivas puede ayudarnos a refinar nuestras categorías éticas,
construyendo las condiciones para una ética posthumana “más hospitalaria”, que emerja “de
paradigmas evolutivos que reconocen la interrelación material de todo lo que hay, incluyendo lo
humano” (Alaimo, Bodily 151)20. El posthumanismo es una perspectiva de la realidad según la
cual lo humano y lo no humano son percibidos como confluentes, co-emergentes y como
definiéndose mutuamente. Señala “el rechazo a dar por sentada la distinción entre lo “humano” y
lo “no humano”, y a basar los análisis en este conjunto de categorías supuestamente establecidas
y naturales” (Barad, Meeting 32). Más precisamente, una perspectiva posthumanista cuestiona la
escisión dada entre lo humano y lo no humano, y enfatiza sus hibridaciones, sus configuraciones
co-opertivas y sus intra-acciones. Si lo humano y lo no humano se hallan constitutivamente
“entrelazados”, el resultado de dicho entrelazamiento es un espacio posthumano, “un espacio en

el que los actores humanos todavía están allí pero inextricablemente entrelazados con lo no
humano, no ya en el centro de la acción [...]. El mundo nos hace en el mismo proceso en el que
hacemos el mundo” (Pickering 26). Desplazándose de una epistemología sujeto/objeto hacia una

20
Sobre este tema, cf. Oppermann, “Feminist Ecocriticism: A Posthumanist Direction in Ecocritical Trajectory” y
Iovino, “Material Ecocriticism: Matter, Text, and Posthuman Ethics”.

13
onto-epistemología humano-no humano, la relacionalidad ontológica que propone la ecocrítica
materialista revela una teoría y práctica del posthumanismo . Tal como ha escrito enfáticamente
Bruno Latour:

La clave del juego no es extender la subjetividad a las cosas, tratar a los humanos
como objetos, considerar a las máquinas como actores sociales, sino evitar el uso
de la distinción sujeto-objeto por completo a los fines de referirse al pliegue de
humanos y no humanos. Lo que esta nueva escena trata de capturar son los
movimientos por los cuales cualquier colectivo dado extiende su tejido social a
otras entidades (Pandora’s 193-194)

La ecocrítica materialista provee de saberes para una ecología política en evolución,


basada en una concepción de nuestro ser, conocimiento y acción en tanto momentos de una
“conversación con aquellos que no son ‘nosotros’” (Haraway 174). En palabras de Donna
Haraway: “Debemos entablar una conversación coherente en la cual los humanos no son la
medida de todas las cosas y en la cual nadie alega tener acceso inmediato a los otros” (174 ). La
función de la ecocrítica materialista, en este marco, es ajustar nuestra mirada y percepción de lo
que llamamos “naturaleza” y lo que llamamos “cultura”, mostrando la multiplicidad de jugadores
involucrados en esta enorme trama de agencias materio-discursivas . Lidiar con las dimensiones
narrativas reveladas en “el encuentro entre diversos y abigarrados cuerpos” (Bennett, Vibrant vii)
tiene el potencial ético-cognitivo de actualizar nuestro sensorium y de refinar nuestro
conocimiento de la “densa red de relaciones” en la cual la materialidad de nuestras vidas y de la
vida del ambiente están “inextricablemente atrapadas” (Vibrant 13). La ontología relacional que
propone la ecocrítica materialista aspira a la expansión de las ramas de nuestro árbol
genealógico, rastreando genealogías más amplias y, en consecuencia, enriqueciendo nuestras
historias con más historias, especialmente con sentidos que emerjan de las formas materiales que
preceden nuestra existencia o que son parte actual de nuestra existencia. En este sentido, al
mostrar y referirse a las conexiones y “lazos de familia” entre las realidades materiales, la
ecocrítica materialista resulta por añadidura una buena respuesta a las culturas ecofóbicas,
especialmente a aquellas que postulan y practican un desprecio radical hacia cualquier forma de
otredad, y que se caracterizan por una “incapacidad patológica para percibir conexiones” (Estok
9).
Este tipo de abordaje apunta al rol de los agentes materiales en el modo en que
entendemos los procesos políticos y culturales: ningún discurso cultural adecuado que pretenda
provocar un cambio social “puede ignorar la importancia que tienen los cuerpos a la hora de
situar a los actores empíricos en un ambiente material de naturaleza, otros cuerpos y estructuras
socioeconómicas que dictan dónde y cómo aquellos encuentran sustento, satisfacen sus deseos u
obtienen los recursos necesarios para participar en la vida política” (Coole and Frost 19).
La ecocrítica materialista constituye el intento de declinar la epistemología como una
filosofía de la cultura, específicamente, de hallar un marco teórico que haga posible acciones más

14
efectivas, y de extender -como diría Richard Rorty- la solidaridad como práctica ética y como
perspectiva ontológica21. Ya sea tematizando la ficción inglesa del siglo XVIII o los cuerpos
tóxicos, la ecocrítica materialista es parte de un proyecto de crítica y creatividad culturales. En
dicho proyecto, la literatura puede ser utilizada como un discurso efectivo de importancia crucial
para incrementar la imaginación moral y ambiental. La ecocrítica materialista aspira a ser un
modo de “conocer” las conexiones, de ver a través de las narrativas, de extender los campos de
inteligibilidad. Todas las narrativas que exploran y desafían los límites entre el yo “interior” y el
mundo “exterior” en términos de materialidad, causalidad o agencia entrelazada son de facto
parte de un proyecto de liberación -cultural, ecológica, ontológica y material. Toda perspectiva
abocada a tender un puente entre lo discursivo y lo material, el logos y la physis, mente y cuerpo,
restaurando nuevas formas de percepción y conceptualización de nuestro afuera material, es una
empresa de liberación. Liberación respecto de dualismos, de idealismos opresores, de límites
perceptivos que impiden que nuestra imaginación moral aprecie la vibrante multiplicidad del
mundo. Re-creando tramas de continuidad en el interior de dicha multiplicidad, las narrativas
constituyen estrategias imaginativas constructivas que apuntan a crear miradas no dicotómicas de
la realidad. Reconstruyen paisajes de culturas y naturalezas, el lazo entre las personas y la tierra,
entre las personas y otras personas, entre humanos y no humanos. Este lazo es emocional y
material; es la expresión de una cultura de solidaridad, de “simpatía” democrática y de
democracia creativa. Reconcebir la materialidad como el campo de encuentro y mutua
realización de las agencias humanas y no humanas es el paso esencial hacia una mirada
posthumana capaz de liberarnos de las visiones opresivas y dualistas, comenzando por las que
suelen establecerse entre las mentes activas y las así llamadas materias y naturalezas inertes.
La ecocrítica materialista invita a una historia polifónica del mundo que incluye la materialidad
vital de la vida, experiencias de entidades no humanas y nuestras intra-acciones corporales con
todas las formas de agencia material como actores efectivos. Esta historia, que podríamos
explicar como una auto-representación de la materia en sus incorporaciones multifacéticas, nos
dice que “la materia es vida eterna” y que “todo es único en su mismo existir ” (Fowles 14, 21).
En esta “alter-historia”22, los nuevos agentes narrativos son cosas, organismos no humanos,
lugares y fuerzas, como asimismo actores humanos y sus palabras. En conjunto, anticipan una
mirada alternativa de un futuro en el que las narrativas y discursos tendrán el poder de cambiar,
re-encantar y crear el mundo que podemos percibir sólo con percepciones participativas.

Traducción: Noelia Billi y Guadalupe Lucero

Bibliografía citada

21
Cf. Rorty, Contingency, Irony, and Solidarity.
22
La idea de un “alter-mito” [alter-tale] concebido como un modo de “re-encantar la realidad” es desarrollada por
Jane Bennett in her The Enchantment of Modern Life.

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