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Instituto de Previsión Social y Hotel de Turismo

Originalmente la obra estuvo destinada a la sede del Instituto de Previsión Social y


a mejorar cuantitativa y cualitativamente la escasa oferta hotelera de Posadas y de
Misiones. La misma ocupó un terreno de unos diez mil metros cuadrados, ubicado
sobre calle Junín esquina Bolívar relativamente alejado del área céntrica de la
ciudad de ese entonces. Fue levantada, entre los años 1961 y 1964, a pedido del
recién constituido Instituto de Previsión Social de Misiones, expresión simbólica del
afianzamiento del flamante estado provincial.
El proyecto data de los años ’50, pero en 1960 se introdujeron algunas
modificaciones a fin de optimizar los usos y las necesidades del futuro edificio. Tales
modificaciones fueron posible por la ampliación de la superficie del terreno mediante
el agregado de un lote contiguo, contribuyendo así a la densificación de la manzana
y a la reconfiguración del perfil urbano preexistente.
Los autores del proyecto fueron los jóvenes arquitectos Mario Soto y Raúl Rivarola,
ganadores de un Concurso Nacional que se había convocado al efecto. El edificio
fue concebido como un complejo polifuncional compuesto por una galería comercial,
un hotel y las oficinas del Instituto. Todas estas áreas fueron tratadas de manera
independiente con sus respectivos servicios, accesos y halles. Según sus autores,
la dimensión y el destino del edificio imponían el aporte de técnicas avanzadas y no
usuales en la zona para crear en el hotel y en las oficinas, condiciones adecuadas
de confort. El aprovechamiento máximo de los recursos arquitectónicos, balcones,
parasoles y terrazas, fueron previstos para resolver los problemas de orientación,
asoleamiento y vientos, que sumados a la instalación de equipos de aire
acondicionado, debían confluir para lograr aquellas condiciones.

El edificio respondió al lenguaje del Movimiento Moderno. En tal sentido, utilizaron


como material predomínate el hormigón armado, en combinación con
revestimientos de piedra ónix, carpinterías de aluminio y vidrio. Pero, además, fue
tomada con acierto la decisión de completar el perfil de la calle principal (Bolívar)
manteniendo la altura del vecino edificio del Correo (construido pocos años antes).
En palabras del crítico de arquitectura Álvaro Arrese, “(…) el núcleo vertical del
Hotel, convenientemente diferenciado para preservar la acústica de los cuartos,
articula ambos edificios, mostrando los diferentes enfoques de dos generaciones
sucesivas de nuestra modernidad”.

En esa época, desató una polémica entre perspectivas contrapuestas, ya que parte
de la crítica especializada vio en el edificio una aplicación forzada de las ideas
dominantes de Le Corbusier. Ello en razón de que el estilo utilizado, el contexto de
implantación, los materiales y escalas utilizadas, no se correspondían con la
reinterpretación consiente desde la realidad local. La otra parte, por el contrario,
celebró el virtuoso ejercicio del lenguaje moderno, reconociendo en la obra de Soto
y Rivarola la influencia del arquitecto francés así como una notable
contemporaneidad con otras obras importantes del cono sur americano.
Recientemente, el edificio del Instituto de Previsión Social y Hotel de Turismo
experimentó varias intervenciones que alteraron significativamente su estructura
original. Las mismas fueron impulsadas por las autoridades del IPLyC, en ocasión
del cambio de concesionario. Los argumentos empleados se sustentaron en la
necesidad de elevar la categoría del hotel, por lo cual las oficinas y demás
dependencias ajenas al programa hotelero serían removidas del lugar.

Tal situación desató un fuerte rechazo de la sociedad local, regional y nacional.


Varias entidades tales como el Centro de Estudiantes de la Facultad de Arquitectura
de Universidad Católica de Santa Fe, sede Santos Mártires, la Sociedad Central de
Arquitectos, el Centro de Estudios Históricos Arquitectónicos y Urbanos del
Nordeste Argentino, con sede en la Universidad Nacional del Nordeste, expresaron
reiteradamente y por diversos medios su adhesión a la defensa del patrimonio
arquitectónico y urbano perteneciente a la comunidad misionera.

Destacados profesionales de la arquitectura local remarcaron la falta de interés


político por preservar este y otros patrimonios pertenecientes al período de
provincialización, que respondieron al lenguaje de la Arquitectura Moderna.

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